Hará veinte
años que, con motivo del representarse en algunas casas
particulares de la Corte ciertas tragedias francesas traducidas al
castellano, se renovó la cuestión sobre si los
españoles teníamos talento trágico, que antes
se había suscitado, con ocasión de asegurar el
Colector de Teatro Español, que se publicó
en París en 1738, ser este drama desconocido enteramente en
España; cuya ligereza y falta de instrucción en
nuestra historia literaria demostró sobradamente don
Agustín de Montiano y Luyando en los dos discursos que
preceden a sus dos tragedias, Virginia y
Ataulpho, publicadas en Madrid en 1750, con
satisfacción de los buenos españoles y no sin aplauso
de los desapasionados extranjeros.
Pero como estas
dos composiciones no se libertaron del rigor de la crítica,
aunque su autor procuró satisfacer a los reparos y notas que
se le pusieron, quedó con todo eso algún
escrúpulo a los afectos a la nación, y no poco
pretexto a los desafectos, para promover la ruin voz de ser los
españoles incapaces de concluir una tragedia con todo el
rigor del Arte y según los reformados modelos de las
francesas.
Con este motivo se
empeñaron nuevamente algunos ingenios, y desde entonces han
salido al público la Lucrecia, la
Hormesinda, la Johel, los dos Guzmanes,
Sancho García, la Numancia, y otras que
corren impresas; a las cuales no falta verdaderamente mérito
ni recomendación. Otras varias que no han sido impresas,
cuales son el Pelayo, las Euménides, otra
Numancia, y algunas más que recatan sus autores por
no exponerse a la censura libre de los poetastros de que abunda el
siglo, han sido también fruto de esta controversia.
Los franceses,
siguiendo el estilo de los griegos y latinos, dividen en cinco
actos sus tragedias, en cuyas cuatro secciones teniendo la libertad
de abandonar el Teatro, y presentar en las primeras escenas
personajes distintos de los que hablan en las últimas de los
actos antecedentes, hallan un arbitrio que facilita
maravillosamente la construcción y el enredo;
ayudándose al mismo tiempo del intervalo que media entre los
actos, en cuyo espacio se suelen suponer acciones que dan facilidad
increíble a los poetas.
Esta ley impuesta
voluntariamente por el poeta da un singular mérito a su
obra; en la que están además de esto tan
religiosamente observadas las decantadas unidades, que dudo haya
otra en ninguna lengua en que se guarden tan exactamente.
Por lo
demás la nación ha hecho justicia a este poema; pues
sobre haberse representado muy repetidas veces en casi todos los
teatros del Reino, y no pocas en los de fuera de él, corren
más de dos mil copias manuscritas por España,
Francia, Italia, Portugal y las Américas; de cuya
multiplicidad se han originado las alteraciones que en ellas se
notan, y manifiesta la reciente impresión hecha sin noticia
del autor en Barcelona, en la cual las solas erratas de imprenta
exceden acaso el número de versos que contiene.
El plan de la
tragedia es sistema particular del poeta, persuadido a que instruye
más, corrige mejor las costumbres y aun deleita más
el corazón humano el castigo del vicio y el premio de la
virtud, que la compasión nacida de la representación
de la opresión de ésta, aun cuando fuese capaz de
mover tantas lágrimas cuantas bastasen a formar mil
Guadalquivires.
Pues el Rey don
Alonso ovo passados todos estos trabajos en el comienzo quando
reynó, e fue casado, fuese para Toledo con su muger
Doña Leonor; e estando y, pagóse mucho de una
Judía que avie nombre Fermosa, e olvidó la muger, e
encerróse con ella gran tiempo en guisa que non se podie
partir de ella por ninguna manera, nin se pagaba tanto de cosa
ninguna; e estubo encerrado con ella poco menos de siete
años, que non se menbraba de sí nin de su Reyno nin
de otra cosa ninguna. Estonce ovieron su acuerdo los omes buenos
del Reyno cómo pusiesen algún recaudo en aquel fecho
tan malo, e tan desaguisado; e acordaron que la matasen, e que
así cobrarién a su Señor, que teníen
por perdido: e con este acuerdo fuéronse para allá, e
entraron al Rey diciendo que querían fabrar con él; e
mientras los unos fabraron con el Rey, entraron otros donde estaba
aquella Judía en muy nobles estrados e
degolláronla.
Jornada I
|
|
En el antiguo Alcázar de Toledo, salón
común de audiencia, con silla y dosel real en su
fondo.
|
|
Salen GARCERÁN
MANRIQUE y HERNÁN
GARCÍA.
|
GARCERÁN |
Toda júbilo es hoy la gran
Toledo: |
|
el popular aplauso y
alegría |
|
unidos al magnífico
aparato |
|
las victorias de Alfonso
solemnizan. |
|
Hoy se cumplen diez años que
triunfante |
5 |
le vio volver el Tajo a sus
orillas, |
|
después de haber las del
Jordán bañado |
|
con la Persiana sangre y con la
Egipcia, |
|
segundo Godofredo, cuya espada |
|
de celestial impulso dirigida, |
10 |
al cuello amenazó del
Saladino, |
|
tirano pertinaz de Palestina, |
|
cuando el poder, y esfuerzo
Castellano |
|
cobró en Jerusalén la
joya rica |
|
del Sepulcro de Cristo, con
desdoro |
15 |
del Francés
Lusiñán antes perdida; |
|
y hoy también hace siete,
que postrado |
|
el orgullo feroz de la
Morisma, |
|
le aclamaron las Navas de
Tolosa |
|
por sus proezas Marte de
Castilla, |
20 |
y ofreciendo los bárbaros
pendones |
|
por tapetes del Templo de
María, |
|
perpetuó de la hazaña
la memoria |
|
con la celebridad hoy
repetida. |
|
En confuso tropel el Pueblo
corre |
25 |
por volver a su Monarca, que este
día |
|
dejándose gozar de sus
Vasallos, |
|
hacer mayor la fiesta
determina. |
|
La Corte toda al Templo le ha
seguido; |
|
y pues que nuestra falta
conocida |
30 |
no podrá ser en tanta
concurrencia, |
|
esperemos en estas
galerías |
|
a que vuelva; si quiere honrar el
lado |
|
de Garcerán Manrique
Hernán García. |
|
|
|
GARCÍA |
Sí, Garcerán;
agradecido admito |
35 |
tu cortés expresión;
mas no repitas |
|
memorias, que o del todo
están borradas, |
|
o tan notablemente
oscurecidas. |
|
Esperemos, sí, a ver con
indolencia, |
|
que en tan enorme subversión
prosiga |
40 |
el desorden del Reino y su
abandono, |
|
del intruso poder la
tiranía, |
|
el trastorno del público
gobierno, |
|
nuestra deshonra, el lujo, la
avaricia, |
|
y todo vicio en fin, que todo
vicio |
45 |
en la torpe Raquel se encierra y
cifra: |
|
en ese basilisco, que de
Alfonso |
|
adormeció el sentido con su
vista, |
|
tanto, que sólo son sus
desaciertos |
|
equívocas señales de
su vida. |
50 |
Siete años hace que el
Octavo Alfonso |
|
volvió a Toledo en triunfos
y alegrías, |
|
y esos hace también que en
vil cadena |
|
trocó el verde Laurel que le
ceñía. |
|
¿Pues cómo, cuando
dices sus hazañas, |
55 |
Garcerán, no repites la
ignominia |
|
con que hace tanto tiempo que en
sus lazos |
|
enredado le tiene una
Judía? |
|
¿Cómo, cuando sus
triunfos nos refieres, |
|
la esclavitud ignominiosa
olvidas |
60 |
de la Plebe infeliz
sacrificada |
|
de esa Ramera vil a la
codicia? |
|
¿Cómo de la Nobleza y
de sus fueros |
|
omites el ultraje y la
mancilla? |
|
Reina es Raquel: su gusto, su
capricho, |
65 |
una seña no más, es
ley precisa |
|
del Noble y del Plebeyo
venerada. |
|
Estas hazañas añadir
debías |
|
a la Historia de Alfonso, si te
precias |
|
de ser, oh Garcerán, su
Coronista. |
70 |
|
|
MANRIQUE |
Permíteme admirar el que
así olvides |
|
la obligación, Hernando, de
la antigua |
|
nobleza de tu sangre. Los
leales |
|
jamás acciones de su Rey
critican, |
|
aun cuando el desacierto los
disculpe. |
75 |
Los Reyes dados son por la
divina |
|
mano del cielo; son sus
decisiones |
|
Leyes invïolables, y
acredita |
|
su lealtad el vasallo
obedeciendo. |
|
Quien sus obras censura, quien
aspira |
80 |
a corregir sus yerros, el
derecho |
|
usurpa de los cielos, y aun
vendría |
|
a ser audacia atroz... |
|
|
GARCÍA |
Cuando se aparta
|
|
de lo que es justo el Rey, cuando
declina |
|
del decoro que debe a su
persona, |
85 |
lealtad será advertirle, no
osadía. |
|
En el excelso Trono es donde
debe |
|
resplandecer más tersa la
justicia, |
|
y un Rey con sus acciones mayor
cuenta |
|
debe tener; que el vicio que
sería |
90 |
apenas conocido en las
Cabañas, |
|
si en los Palacios reina,
escandaliza. |
|
|
|
MANRIQUE |
El que profiera quejas... |
|
|
GARCÍA |
No me quejo
|
|
de Alfonso yo; lamento la
desdicha |
|
de este Reino infeliz, presa y
despojo |
95 |
de una infame mujer
prostituida; |
|
del Rey el ciego encanto, las
prisiones |
|
con que esta torpe Hebrea le
esclaviza; |
|
la soberbia, el orgullo, el
despotismo, |
|
con que triunfa del Reino cada
día. |
100 |
La primera persona de la Corte |
|
es Raquel; a su obsequio se
dedican |
|
los grandes y pequeños, que
presumen |
|
ser las bajezas puertas de la
dicha. |
|
¿Quién,
Garcerán, no teme, aunque su ilustre |
105 |
nacimiento y conducta le
distingan, |
|
caer en su desgracia? De su
arbitrio |
|
penden honor, hacienda, fama y
vida; |
|
agotados del Reino los tesoros |
|
tiene su profusión; su
altanería, |
110 |
por sumisión,
adoración pretende; |
|
besarla el pie, doblarla la
rodilla, |
|
el medio de medrar es en la
Corte. |
|
¿Y esto los Ricos Hombres de
Castilla |
|
deben sufrir? ¿Es esto ser
leales? |
115 |
Esto no es lealtad, es
villanía. |
|
|
|
MANRIQUE |
Conozco tu razón; veo que
Alfonso |
|
hacia su perdición se
precipita; |
|
de Raquel la injusticia
considero; |
|
pero Alfonso es mi Rey; Raquel me
obliga |
120 |
con beneficios; fiel y
agradecido |
|
debo ser a los dos; que
ofendería, |
|
si obrara de otro modo, mi
nobleza. |
|
Mas Raquel sale. |
|
|
GARCÍA |
¡Qué
desvanecida
|
|
la tiene su privanza y su
fortuna! |
125 |
|
|
MANRIQUE |
¡Qué belleza tan grave
y peregrina! |
|
|
|
GARCÍA |
¡Y qué bien entre
Godos capacetes |
|
parecen, Garcerán, tocas
Judías! |
|
|
|
|
(Salen RAQUEL,
RUBÉN y
acompañamiento de judíos y
judías.)
|
|
MANRIQUE |
En hora buena salga
|
|
a dar esmalte nuevo al claro
día |
130 |
la aurora de Toledo. Tantos
siglos |
|
goces esa beldad, Raquel
divina, |
|
cuantas arenas de oro el rico
Tajo |
|
revuelve en sus corrientes
cristalinas. |
|
|
|
|
RAQUEL |
Tanto agradezco,
|
135 |
Manrique, tu atención,
cuanto me admira |
|
ver que los Ricos Hombres
desamparen |
|
de Alfonso el lado en tan notable
día, |
|
y ociosos en las cuadras de
Palacio |
|
asistan, cuando fuera más
bien vista |
140 |
la asistencia a su Rey, en los que
tanto |
|
se precian de leales. |
|
|
|
MANRIQUE |
Yo... Raquel... Mi respeto... |
|
|
GARCÍA |
(A MANRIQUE.)
|
Su respeto
|
|
los Nobles a su Rey sólo
dedican. |
|
(A RAQUEL.)
|
Cuando Alfonso en las Navas de
Tolosa |
145 |
esgrimió contra Alarbes la
cuchilla; |
|
o cuando los Persianos
escuadrones |
|
en los campos domó de
Palestina, |
|
entonces le seguí, sin que a
su lado |
|
faltase mi persona noche y
día. |
150 |
Mas ahora, que en fiestas se
entretiene, |
|
que no hay fieros contrarios que le
embistan, |
|
y que guerras de amor sólo
sustenta, |
|
no ha menester, Raquel, mi
compañía. |
|
Tropas de aduladores le
acompañen |
155 |
de tantos que alimenta la
codicia, |
|
mientras viva en su Corte; que en
campaña |
|
siempre el primero fue
Fernán García. |
|
|
|
RAQUEL |
¡Qué presunción
tan fiera! Tus razones |
|
bien la aspereza bárbara
acreditan |
160 |
de tu rústica cuna, y tu
crianza. |
|
Lo inculto de los Montes de
Castilla |
|
no llevan fruto menos
desabrido |
|
que tu barbaridad y
grosería. |
|
Patria de fieras y de
atrevimientos |
165 |
han sido siempre: bien lo
califica |
|
la avilantez con que de Alfonso el
nombre |
|
ha insultado tu voz. Y si se
fía |
|
en su piedad el grave
desafuero |
|
con que a él te atreves,
advertir debías, |
170 |
que aunque piadoso, es Rey; que de
su arbitrio |
|
dependen las fortunas y las
vidas, |
|
y no están muy seguras las
del necio |
|
que no teme a Raquel por su
enemiga |
|
|
|
GARCÍA |
¡Qué vanas amenazas!
Los vasallos |
175 |
que como yo su lealtad
confirman |
|
con tantas pruebas; que su sangre
ilustre |
|
en defensa de Alfonso
desperdician; |
|
aquellos que en sangrientos
caracteres |
|
de heridas por su nombre
recibidas |
180 |
llevan la ejecutoria de sus
hechos |
|
sobre el noble papel del pecho
escrita, |
|
ni temen amenazas, ni
calumnias, |
|
por más que les combata la
malicia. |
|
Pero a ti, a quien estéril
de esos montes |
185 |
el terreno parece, es bien que
diga |
|
(para que de un error te
desengañes), |
|
que a estas montañas que
desacreditas, |
|
la libertad de España se les
debe; |
|
que en el Alarbe yugo
gemiría |
190 |
por ventura hasta hoy, si su
aspereza |
|
no hubiese producido
esclarecidas |
|
almas, que con valor y
atrevimiento |
|
sacudiesen del cuello la
ignominia. |
|
Y no cansado su feraz terreno |
195 |
espíritus produce
todavía, |
|
que el vicio y la maldad
abominando, |
|
poderla derribar al fin
confían |
|
del supremo lugar, del alto
asiento |
|
que tan indignamente tiraniza. |
200 |
(Vase.)
|
|
|
RAQUEL |
¿Que esto sufra?,
¿que siendo yo de Alfonso |
|
dueño absoluto
(acábenme mis iras) |
|
a ultrajarme se atreva así
Fernando? |
|
¿Visteis tal libertad?,
¿tal osadía? |
|
¿De qué el poder me
sirve si a mis plantas |
205 |
no ofrece el labio, la cerviz no
humilla? |
|
Pero hoy verá Toledo con
asombro |
|
castigadas sus locas
demasías. |
|
¡Oh, cuánto Alfonso
tarda! Ya el deseo |
|
de ver sus altiveces abatidas |
210 |
impaciente me tiene. Tú,
Manrique, |
|
advierte luego a Alfonso. |
|
|
MANRIQUE |
Si te obliga
|
|
con esto mi obediencia, ya te
sirvo. |
|
(Vase.)
|
|
|
RAQUEL |
Rubén, ¿soy yo
Raquel? ¿Soy quien solía |
|
en el alma de Alfonso y en su
Corte |
215 |
ser adorada en vez de
obedecida? |
|
¿Soy quien las riendas del
gobierno tiene |
|
en sus manos?, ¿quien premia
y quien castiga? |
|
Sácame ya, Rubén, de
tanta duda; |
|
que al verme así ultrajada y
ofendida, |
220 |
mi poder y mi suerte
desconozco, |
|
y pienso que no soy la que
solía. |
|
|
|
RUBÉN |
No al enojo la rienda, Raquel
bella, |
|
sueltes así. De Hernando la
osadía |
|
honras con tu pesar. Yo te he
criado; |
225 |
por mi astucia, Raquel, y mi
doctrina |
|
te has dirigido en toda tu
privanza, |
|
desde el día feliz en que
rendida |
|
al imperio quedó de tu
hermosura |
|
de Alfonso Octavo la
soberanía. |
230 |
Que acertados han sido mis
consejos, |
|
sus felices efectos acreditan. |
|
Esta verdad supuesta, ¿la
venganza |
|
no está en tu mano?
¿Pues por qué fatigas |
|
tu corazón con tales
sentimientos? |
235 |
Muera Fernando, muera quien
irrita |
|
a Raquel; y si el Reino se le
atreve, |
|
libre de su rigor no quede
vida. |
|
Pero sea, Raquel, con
disimulo: |
|
no armes con la amenaza la
malicia; |
240 |
sientan el golpe los que te
ofendieren, |
|
primero que el amago de tus
iras. |
|
Alfonso cuanto pides te
concede: |
|
su corazón, su Cetro y
Monarquía |
|
riges a tu albedrío. Pues si
tanto |
245 |
te puedes prometer, ¿en
qué vacilas? |
|
Muera Fernando, el Pueblo, la
Nobleza, |
|
y si te ofende, abrásese
Castilla. |
|
|
|
RAQUEL |
Abrásese Castilla y muera
Hernando; |
|
sí, Rubén:
¿Mas tan graves demasías |
250 |
no deberán sentirse? |
|
|
RUBÉN |
No lo niego,
|
|
mas deberán hallarte
prevenida. |
|
Siempre al favor persiguen
enemigos, |
|
que es la privanza madre de la
envidia. |
|
Los Ricos Hombres tienes
agraviados; |
255 |
pues los honores que a ellos se
debían, |
|
por tu mano se dan a los
Hebreos. |
|
Si los ofendes tú,
¿qué maravilla |
|
es que se quejen ellos? Mas ya el
ruido |
|
manifiesta que Alfonso se
avecina. |
260 |
Ya llega. |
|
|
RAQUEL |
Ahora de mi justo enojo
|
|
tendré satisfacción:
verá García |
|
si se ofende a Raquel
impunemente, |
|
y si es bien temerario quien la
irrita. |
|
|
|
|
(Salen ALFONSO,
MANRIQUE, ALVAR FÁÑEZ y
acompañamiento.)
|
ALFONSO |
Aplíquese al desorden el
remedio, |
265 |
Alvar Fáñez, si da
lugar la ira |
|
al discurso. |
|
|
RAQUEL |
(De rodillas.)
|
Admitid, amado Alfonso,
|
|
un alma... |
|
|
ALFONSO |
(Apartándola.)
|
Raquel, calla; no prosigas;
|
|
no cuando el corazón en iras
arde |
|
ahogues las venganzas que
fulmina. |
270 |
Segunda Troya al fuego de mi
enojo |
|
ha de ser hoy Toledo.
¿Quién creería |
|
tan audaz desacato? ¿Se ha
olvidado |
|
Castilla de que Alfonso la
domina? |
|
¿Sabe que aquesta espada,
aqueste brazo |
275 |
es segur de la Parca contra
vidas |
|
de traidores? y que... Pero,
¿qué dudo? |
|
Lugar no quede, puesto no se
omita |
|
sin examen; procúrese el
aleve |
|
autor de aquella voz tan
atrevida, |
280 |
tan indigna de pechos
Castellanos; |
|
los cómplices se busquen que
la animan; |
|
que a mi poder protesto, y a los
Cielos, |
|
que el grave desacato
escandaliza, |
|
que ha de ser mi venganza y su
castigo |
285 |
asombro de Toledo y de
Castilla. |
|
Parte tú, Garcerán;
los sediciosos |
|
asegura si puedes o averigua, |
|
que ha de ver hoy España y
todo el orbe |
|
si Alfonso Octavo de quien es se
olvida. |
290 |
|
|
MANRIQUE |
No quedará lugar que no se
inquiera |
|
en busca del traidor. |
(Vase.)
|
|
|
ALVAR FÁÑEZ |
Tan conmovida
|
|
está Toledo, que será
difícil |
|
poderla sosegar. |
|
|
ALFONSO |
Pues mientras rija
|
|
este brazo el acero
victorioso, |
295 |
rayo que intentos bárbaros
derriba, |
|
tiemble Castilla, España,
Europa, el Orbe |
|
de Alfonso la venganza. |
|
|
RAQUEL |
Sumergida
|
|
estoy en confusiones. |
|
|
ALFONSO |
Tú, Alvar
Fáñez,
|
|
sígueme. |
|
|
RAQUEL |
(Deteniéndole.)
|
¿Así, Alfonso, de mi
vista
|
300 |
sin oírme te apartas?
¿En qué culpa |
|
ha incurrido mi amor?
¿Tú te retiras |
|
de mí, grave y severo?
¿Qué mudanzas |
|
son aquéstas,
Señor? |
|
|
ALFONSO |
Nada me digas;
|
|
aquesto es ser Alfonso
desdichado, |
305 |
y Raquel la ocasión de sus
desdichas. |
|
|
|
|
(Vase con el acompañamiento.)
|
RAQUEL |
¡Ay de mí!,
¿qué he escuchado? Tú, Alvar
Fáñez, |
|
explícame este arcano. |
|
|
ALVAR FÁÑEZ |
Pues te avisan
|
|
que eres tú la
ocasión de tantos males, |
|
la respuesta te puedes dar
tú misma. |
310 |
|
|
RAQUEL |
(A RUBÉN.)
|
¿Estoy despierta, o
sueño por ventura? |
|
|
|
RUBÉN |
No sé, Raquel; la misma duda
agita |
|
mi discurso y razón,
imaginando |
|
que es cuanto he visto sueño
o fantasía. |
|
|
|
RAQUEL |
¿Qué especie de dolor
tan inhumano |
315 |
es éste, oh corazón,
que por primicias |
|
de los males y sustos que me
aguardan, |
|
me ofrece la tirana suerte
mía? |
|
¿Quién de tanto favor
se prometiera |
|
tan no esperada, tan mortal
caída? |
320 |
¿Y quién hecha,
fortuna, a tus halagos |
|
pudiera recelarse tal
desdicha? |
|
Alfonso me aborrece; sus
desvíos |
|
de mis temores la verdad
confirman; |
|
¿pues cómo
podrá ser ya venturosa |
325 |
la que se ve de Alfonso
aborrecida? |
|
¡Qué necio quien se
fía de la suerte, |
|
sin advertir que el tiempo y que
los días, |
|
que Ciudades destruyen y
edificios, |
|
favores y privanzas aniquilan! |
330 |
¿Qué causa puede
haber, amado Alfonso, |
|
para tanto desvío?
¿Mis caricias |
|
en qué te han ofendido, que
por premio |
|
sólo odio y desagrado se
concilian? |
|
Mas ¡ay de mí!, que en
vano me desvelo |
335 |
en buscar la ocasión de mis
fatigas; |
|
pues la suerte que empieza a
perseguirme, |
|
por doblarme el dolor,
querrá encubrirla. |
|
|
|
RUBÉN |
¿Así, Raquel, tu
corazón desmaya |
|
en tan fuerte ocasión, donde
es precisa |
340 |
la constancia mayor? En los
principios |
|
si un mal, aunque sea leve, se
descuida, |
|
fuerzas del abandono va
cobrando, |
|
que el remedio después
inutilizan. |
|
Reciente es este mal; aún se
está a tiempo |
345 |
de poderle acudir; quien
averigua |
|
la causa de un dolor, con
más acierto |
|
aplicarle podrá la
medicina. |
|
Inquiérase, Raquel, de esta
desgracia |
|
la ocasión; que
después de conocida, |
350 |
si no cede a remedios
ordinarios, |
|
buscará los extremos mi
malicia. |
|
|
|
RAQUEL |
Bien, Rubén, me aconsejas;
¿en qué dudas?, |
|
al yugo vuelva la cerviz
altiva |
|
segunda vez Alfonso; el fin se
logre, |
355 |
y el medio sea cualquiera, que
tú elijas. |
|
Lícito es cuanto sea
conveniente: |
|
propia moral de la venganza
mía. |
|
(Ruido dentro.)
|
Mas ¡ay de mí!
¿Qué estrépito confuso |
|
oírse deja? Al alma
pronostica |
360 |
el corazón, latiendo
apresurado, |
|
algún cercano mal. |
|
|
RUBÉN |
Ya más distintas
|
|
se perciben las voces: nunca
pruebas |
|
mayores dio de sí la
cobardía, |
|
que al escuchar rumor tan
temeroso. |
365 |
|
|
|
(Voz dentro.)
|
[VOZ] |
¡Muera Raquel, para que
Alfonso viva! |
|
|
|
RAQUEL |
No es delirio: verdad es la que
toco; |
|
¿y esto sufre mi enojo?,
¿esto mis iras? |
|
Espera, vulgo bárbaro,
atrevido, |
|
que si mi sangre a derramar
conspiras, |
370 |
verás que a costa de la tuya
sabe |
|
defender y guardar Raquel su
vida. |
|
Mas ¡ay de mí,
infeliz!, ¿a dónde corro |
|
sin consejo, oh Rubén?
¿Ya se averiguan |
|
las causas del enojo y del
desvío |
375 |
de Alfonso? ¿Quién lo
duda? Hernán García |
|
el pueblo ha sublevado.
¿Qué consejo |
|
me das, Rubén? |
|
|
RUBÉN |
Ceder a la desdicha.
|
|
(Vase.)
|
|
|
RAQUEL |
¿Tú también me
abandonas? |
|
|
|
(Sale MANRIQUE.)
|
MANRIQUE |
Si procuras
|
|
la vida conservar, que aquí
peligra, |
380 |
huye, Raquel; en la vecina
torre |
|
de este Alcázar te salva;
conmovida |
|
está toda Toledo en
daño tuyo; |
|
huye del riesgo, el mal presente
evita. |
|
|
|
RAQUEL |
¡Ay de mí!,
¿que es posible lo que escucho? |
385 |
¿Que hicieses
mutación tan repentina, |
|
engañosa deidad, que la que
un tiempo |
|
tanto elevaste, así la
precipitas? |
|
Mas si es fuerza ceder a la
fortuna, |
|
huyamos ya, Raquel; de asilo
sirvan |
390 |
hoy a tus desventuras esas
torres |
|
que fueron el teatro de tus
dichas. |
|
(Vase.)
|
|
|
MANRIQUE |
Ya se fue. El alboroto va
creciendo; |
|
pero ya el Rey... |
|
|
|
(Salen ALFONSO,
ALVAR FÁÑEZ
y acompañamiento.)
|
ALFONSO |
(Apresurado.)
|
¿Manrique...?
|
|
|
MANRIQUE |
¿Quién
podría
|
|
persuadirse, Señor, tal
desacato? |
395 |
El Pueblo, como el ruido lo
publica, |
|
el Alcázar rodea: en grave
riesgo |
|
está vuestra persona; la
atrevida |
|
voz que se oyó en el Templo
esta mañana, |
|
el vulgo alborotado
abanderiza; |
400 |
y cuando yo pensaba
contenerle, |
|
como mandaste, vi de Hernán
García, |
|
el intento feroz acaudillando, |
|
la acción acalorada, y en la
grita |
|
era el primero a quien se le
escuchaba: |
405 |
«Muera Raquel, para que
Alfonso viva». |
|
|
|
ALFONSO |
¿Qué es esto?
¿Pudo Hernando (es increíble) |
|
cometer tan infame
bastardía? |
|
¿Hernando, aquel que ha dado
tantas pruebas |
|
de su fidelidad, ahora
conspira |
410 |
contra mí? ¿Aquel
Hernando...? |
|
|
MANRIQUE |
El disimulo
|
|
más culpable, señor,
y más indigna |
|
hace toda traición. |
|
|
ALVAR FÁÑEZ |
No así motejes,
|
|
si otra prueba no tienes más
precisa, |
|
de Hernando el proceder. |
|
|
|
ALVAR FÁÑEZ |
Yo de un noble jamás
alevosías |
|
me persuado, y el crédito
suspendo |
|
en caso igual a la evidencia
misma. |
|
|
|
ALFONSO |
Pues yo por alevoso le
declaro: |
|
quien tropas de traidores
acaudilla, |
420 |
quien a su Rey se atreve, no
merece |
|
otro nombre, otro trato, otra
divisa. |
|
Mas si es traidor Hernando, su
garganta |
|
el filo probará de mi
cuchilla, |
|
contra alientos y espíritus
aleves |
425 |
centella de las nubes
desprendida. |
|
Hernando muera, mueran los
traidores |
|
que me ofenden con él,
y... |
|
|
|
(Sale GARCÍA.)
|
GARCÍA |
(Arrodillándose.)
|
Bien fulminas
|
|
contra mí esta sentencia.
Hernando muera; |
|
en su sangre se embote la hoja
limpia |
430 |
de tu acero; pues siendo en tu
desgracia |
|
no apetece vivir Hernán
García. |
|
|
|
|
GARCÍA |
(Poniéndose en
pie.)
|
Injustamente, Alfonso,
|
|
ese nombre me das; y pues te
olvidas |
|
de mi fe y lealtad, que bien
debieras |
435 |
tener con tantas pruebas
conocidas, |
|
escúchame, y suspende por un
breve |
|
momento los enojos que te
incitan: |
|
conocerás tu engaño y
la calumnia, |
|
con que a mi honor se atreve infame
envidia. |
440 |
|
|
ALFONSO |
¿Qué disculpa has de
hallar que abonar pueda |
|
tu exceso, tu traición y tu
osadía? |
|
|
|
GARCÍA |
Sabrásla, si me
escuchas. |
|
|
ALFONSO |
Pues empieza;
|
|
aunque por este instante para
oírla, |
|
sin olvidar tu ofensa, mis
enojos, |
445 |
mi indignación y mi furor
reprima. |
|
|
|
GARCÍA |
Esa voz, que de escándalo y
desorden |
|
el viento puebla, oh noble Alfonso
Octavo, |
|
Monarca de Castilla, quien por
siglos |
|
cuente el tiempo feliz de tu
Reinado; |
450 |
esa voz, que en el Templo
originada |
|
profanó del lugar los fueros
santos, |
|
y de la Majestad los
privilegios |
|
tan injuriosamente ha
vulnerado |
|
si el fin, si los intentos se
examinan, |
455 |
y el celo que la anima
contemplamos, |
|
aliento es del amor más
encendido, |
|
voz del afecto más
acrisolado. |
|
Voz es de tus Vasallos, que de
serlo |
|
testimonio jamás dieron
más claro |
460 |
que cuando más traidores te
parecen, |
|
que cuando los estás
más infamando. |
|
Estos, porque tu error se
desvanezca, |
|
los mismos son que en tus primeros
años, |
|
cuando para el recobro de tus
Reinos |
465 |
Marte armó de valor tu
tierno brazo, |
|
por tu amor derramaron de sus
venas |
|
la hidalga sangre; los que
acompañando |
|
el cruzado pendón en
Palestina, |
|
Rey de Jerusalén te
coronaron. |
470 |
Estos los mismos son que al Luso
altivo, |
|
el bravo Aragonés con el
Navarro, |
|
fieros usurpadores de tus
tierras, |
|
echaron con baldón de tus
estados; |
|
los que postrando el Leonés
orgullo |
475 |
en Palencia y Simancas,
desterraron |
|
de Fernando el dominio o
tiranía, |
|
que vínculos de sangre
pretextando, |
|
se arrogó tu tutela, cuando
fuiste |
|
pupilo en nombre, en realidad
esclavo. |
480 |
Aquellos son, cuyas gloriosas
armas |
|
de Tolosa en las Navas, y en
Alarcos, |
|
terror y afrenta tantas veces
fueron |
|
de inmensos escuadrones de
Africanos. |
|
Estos, Alfonso, son los que te
hablan |
485 |
por mi boca: los mismos que
postrados |
|
a tus pies el remedio
solicitan |
|
de extremos males, de insufribles
daños. |
|
Cuán grandes éstos
sean, bien parece |
|
que no hay necesidad de
recordarlo, |
490 |
cuando para notarlos y
advertirlos, |
|
cada rostro te muestra su
retrato. |
|
Repara en tus Vasallos: sus
semblantes |
|
te pintarán con infelices
rasgos |
|
la triste situación en que
se hallan |
495 |
sus altivos espíritus
gallardos. |
|
¿Pero cómo han de
estar sino marchitos |
|
campos a quienes niega el Sol sus
rayos, |
|
jardines que descuida el
jardinero, |
|
flor que no riega diligente
mano? |
500 |
Los campos del imperio de
Castilla, |
|
del valeroso Alfonso
abandonados, |
|
sólo espinas producen y
venenos, |
|
que ofenden y atosigan sus
vasallos. |
|
Raquel... Permite, Alfonso, que la
nombre, |
505 |
y si te pareciere desacato |
|
que quejas de Raquel se te
repitan, |
|
pague mi cuello culpas de mi
labio. |
|
Raquel (vuelvo a decir) no
solamente |
|
el Reino tiraniza Castellano, |
510 |
no sólo de los Ricos Hombres
triunfa, |
|
no sólo el Pueblo tiene
esclavizado, |
|
no sólo ensalza viles
Idumeos, |
|
no sólo menoscaba tus
erarios, |
|
no sólo con tributos nos
aqueja, |
515 |
sino que (lo que es más), de
Alfonso Octavo |
|
el alma y los sentidos de tal
suerte |
|
domina y avasalla, que
postrado |
|
obscuramente yace en su
ignominia, |
|
siendo mofa de propios y de
extraños. |
520 |
Ya no conquista Alfonso; ya no
vence; |
|
ya no es Alfonso Rey:
aprisionado |
|
le tiene entre sus brazos una
Hebrea; |
|
¿pues cómo ha de ser
Rey el que es esclavo? |
|
¿Estos los timbres son de
tus victorias? |
525 |
¿Este el fin de tus triunfos
y tus lauros? |
|
¿De este modo coronas tus
hazañas? |
|
¿Para esto de la fama al
metal claro |
|
diste gloriosa voz con tus
proezas? |
|
¿Para esto al noble esfuerzo
de tu brazo |
530 |
venciste Reyes, conquistaste
Imperios? |
|
Sí: para que Raquel
atropellando |
|
tus glorias, tus hazañas,
tus conquistas, |
|
tus timbres adquiridos y
heredados, |
|
obscureciese, Alfonso, tu
memoria, |
535 |
deshonrase tu nombre y tu
reinado. |
|
Si sólo el fin los hechos
califica, |
|
¿qué sirven los
principios acertados, |
|
cuando son desaciertos los
extremos? |
|
¿Que importa, Alfonso, que
en tus tiernos años |
540 |
llenases con tu nombre todo el
orbe, |
|
si es ignominia ya lo que fue
aplauso? |
|
Recuerda pues de tan pesado
sueño, |
|
y sacudiendo ese infeliz
letargo, |
|
oye de tus Vasallos los
clamores, |
545 |
si algún sentido
perdonó el encanto. |
|
Advierte el deshonor que te
resulta |
|
de comercio tan torpe, y los
estragos |
|
que va causando en los cristianos
pechos |
|
de vil Hebreo el peligroso
trato. |
550 |
Ésta es la voz del pueblo
que te adora |
|
de su misma pasión
arrebatado. |
|
No disculpar pretendo la
osadía; |
|
los medios culpo, cuando el fin
alabo. |
|
Sin mi noticia el pueblo se
conmueve: |
555 |
yo lo digo, y pudiera
confirmarlo, |
|
si mi verdad necesitase
pruebas, |
|
algún adulador, que
está escuchando. |
|
Por contener la furia
impetuosa |
|
que en mí se compromete, yo
me encargo |
560 |
de exponerte las quejas y
motivos |
|
que ocasionan el bárbaro
atentado. |
|
Éste el suceso ha sido,
ésta mi culpa: |
|
ni me arrepiento ni la
acción retracto. |
|
Mas si acaso te ofenden estas
quejas, |
565 |
y el enojo y pasión te
ciegan tanto, |
|
que a castigar te incitan por
delitos |
|
las pruebas del amor más
acendrado, |
|
esgrime ya los filos de tu
acero |
|
contra mi cuello fiel, que
está esperando |
570 |
(Arrodillándose.)
|
darte de mi lealtad el
testimonio |
|
postrero con la sangre
confirmado. |
|
|
|
ALFONSO |
¡Qué secreta violencia
y poderío |
|
encierra la verdad, oh cielo
santo, |
|
que cuando van a fulminar mis
iras |
575 |
venganzas y castigos, cuando el
brazo |
|
va a ejecutar el golpe de su
enojo, |
|
queda al oírla
inmóvil y pasmado! |
|
(Alzando a GARCÍA.)
|
Mas ¡ay de mí!, que
tanta fuerza tiene |
|
la virtud. Ya su imperio
soberano |
580 |
en tus voces, Fernando,
reconozco, |
|
y adoro sus preceptos en tus
labios. |
|
¿Soy yo Alfonso? ¿Soy
Rey? ¿Soy de Castilla |
|
el invicto caudillo, y quien le ha
dado |
|
tantas victorias? Ya mi error
conozco; |
585 |
ya advierto mi pasión, veo
mi engaño, |
|
y ya, oh divina luz, con tus
reflejos |
|
todo el horror descubro de este
encanto. |
|
Ya el letargo detesto en que he
vivido; |
|
ya, nobles y leales
Castellanos, |
590 |
sobre sí vuelve Alfonso a
los avisos |
|
que a sus errores vuestro amor ha
dado. |
|
Hoy veréis que, si el
escándalo del Reino |
|
ha sido su abandono tantos
años, |
|
la enmienda que medita, a borrar
basta |
595 |
del yerro la memoria y el
retrato. |
|
Salga Raquel del Reino; los
Hebreos |
|
salgan también con ella
desterrados; |
|
que ni quiero delicias, ni
riquezas, |
|
si en perjuicio han de ser de mis
vasallos. |
600 |
Tú, Fernando, del pueblo
conmovido |
|
sosiega el alboroto; y tú,
entre tanto, |
|
Alvar Fáñez,
dispón que del destierro |
|
se formalicen el Decreto y
Bando. |
|
Triunfe esta vez de sí,
quien tantas veces |
605 |
supo triunfar de ejércitos
contrarios, |
|
y añada a sus vasallos esta
prueba |
|
del amor que les tiene Alfonso
Octavo. |
|
|
|
GARCÍA |
(Arrodillándose.)
|
Permíteme, que el labio
humilde imprima |
|
en tu planta real. |
|
|
ALVAR FÁÑEZ |
(Arrodillándose.)
|
Deja que dando
|
610 |
muestras de gratitud, mi gozo
explique. |
|
|
|
ALFONSO |
No os detengáis, que el
pecho atormentado |
|
está en la
dilación. |
|
|
|
GARCÍA |
A ejecutar, Alfonso, tus
mandatos |
|
parto veloz. A tu benigno
imperio |
615 |
erigirá Castilla
simulacros. |
|
(Vase.)
|
|
|
ALFONSO |
¿Qué es esto,
Garcerán, que por mí pasa? |
|
Pero, ¿qué dudo?
Parte apresurado; |
|
busca al punto a Raquel; di que la
espero. |
|
|
|
MANRIQUE |
Lo haré como
mandáis. |
(Vase.)
|
|
|
ALFONSO |
Tiranos astros,
|
620 |
¿dónde llega el rigor
de vuestro influjo? |
|
¿Esta pena, este golpe
reservado |
|
me teníais? ¿Alfonso
de sus fieles |
|
Castellanos con tanto desacato |
|
requerido? ¿No es
éste atrevimiento? |
625 |
No; que la pretensión es
justa, y cuando |
|
con razón pide el
súbdito, no ofende; |
|
que de culpa le absuelve y
atentado |
|
lo justo de la instancia.
¡Qué congojas, |
|
qué pasiones y afectos tan
contrarios |
630 |
atormentan al alma! ¿Que es
posible |
|
que a su Reino motivo Alfonso ha
dado |
|
para que a su decoro se le
atreva? |
|
Mas ¡oh cuán
neciamente que lo extraño! |
|
¿No se ha olvidado Alfonso
de sí mismo? |
635 |
Pues ¿qué mucho es le
olviden sus vasallos? |
|
¿Pero Raquel no sirve a mi
locura |
|
de disculpa? ¿El
dulcísimo milagro |
|
de su beldad...? ¡Oh suerte
rigurosa!, |
|
¡con cuánta
confusión lidio y batallo! |
640 |
¿Pero no soy Alfonso?
¿De Castilla |
|
el Monarca no soy? Ceda al
sagrado |
|
ser de la Majestad un vil
afecto. |
|
Las débiles pasiones de lo
humano |
|
a la vista del solio
desaparezcan. |
645 |
Deshaga de mi juicio los
nublados |
|
la luz de la razón, que va
despierta |
|
del letargo mortal de tantos
años. |
|
Pero aquí Raquel sale. |
|
|
|
(Sale RAQUEL.)
|
RAQUEL |
En tu presencia
|
|
a Raquel tienes ya; del vulgo
airado |
650 |
entrégala al furor y la
venganza; |
|
redime tu peligro con su
daño. |
|
¿No me llamas para esto?
¿Esta fineza |
|
no es el premio que tienes
preparado |
|
a mi amor? ¿En qué
dudas? Raquel muera; |
655 |
muera, pues en amarte te hace
agravio. |
|
|
|
ALFONSO |
¡Cuánto, hermosa
Raquel, mi amor ofendes! |
|
No añadas al dolor que sufro
y paso, |
|
de tu insulto el rigor y
tiranía. |
|
¡Yo darte a ti la muerte!,
¡yo te amo!, |
660 |
¡que sólo a influjo de
tus ojos vivo!, |
|
¡que apetezco la vida
sólo en cuanto |
|
ofrenda puede ser de tu
belleza! |
|
¿Tal presumes de mí?
¡Oh cuán contrario |
|
es mi intento, Raquel! Salvar tu
vida |
665 |
a costa de la mía, es lo que
trato. |
|
El pueblo (ya lo ves) que Raquel
muera |
|
o salga de Toledo está
clamando. |
|
¡Oh qué extremos,
Raquel, tan rigurosos! |
|
¿Quién el medio
hallará de conciliarlos? |
670 |
Mi valor y poder no son
bastantes |
|
a refrenar su orgullo. Si
retardo |
|
cumplir su gusto, a su furor te
expongo; |
|
si de mi Alcázar, oh Raquel,
te aparto, |
|
cierta es mi muerte. Pues Alfonso
muera; |
675 |
muera yo si a Raquel la vida
salvo. |
|
Esto ha de ser, Raquel. |
|
|
RAQUEL |
¿Qué, en fin,
dispones
|
|
aparte de ti? |
|
|
ALFONSO |
El rigor del hado,
|
|
mi desgracia pronuncia esta
sentencia; |
|
el Pueblo te condena, no mi
labio. |
680 |
|
|
RAQUEL |
Tropas son de traidores
sediciosos. |
|
|
|
ALFONSO |
Sí; pero prevenidos y
arrestados. |
|
|
|
RAQUEL |
Pues castiga su loco
atrevimiento. |
|
|
|
ALFONSO |
Cuando fuera posible
ejecutarlo, |
|
temiera que la mina reventara, |
685 |
y causase en tu vida mil
estragos. |
|
|
|
RAQUEL |
Desecha ese temor: arma tu
diestra; |
|
y si acaso el horror te oprime
tanto, |
|
que tu antiguo valor
inhabilita, |
|
por ti este empeño
tomará mi brazo. |
690 |
Pues si enciendo la cólera
en mi pecho, |
|
si el hierro empuño, si el
arnés embrazo, |
|
Semíramis segunda hoy en
Toledo |
|
a tus pies postraré cuantos
osados, |
|
cuantos rebeldes, cuantos
alevosos, |
695 |
aliento dan al sedicioso
bando. |
|
|
|
ALFONSO |
Detén, Raquel, la planta: no
al peligro |
|
así te precipites sin
reparo. |
|
Que te ausentes es fuerza. |
|
|
|
ALFONSO |
Yo que te adoro, yo, Raquel, lo
mando. |
700 |
|
|
RAQUEL |
¿Tú, en fin, para que
muera, me destierras? |
|
|
|
ALFONSO |
Yo, porque pienso que tu vida
guardo, |
|
a morir de esta ausencia me
condeno. |
|
|
|
|
|
RAQUEL |
¿Y cuándo he de
partirme? |
|
|
ALFONSO |
Luego al punto,
|
705 |
pues cuanto más, Raquel, se
alargue el plazo, |
|
corres mayor peligro.
¡Cuántas ansias |
|
siente mi corazón al
pronunciarlo! |
|
Adiós, Raquel. |
|
|
RAQUEL |
(Deteniéndole.)
|
¿Que, en fin, así me
dejas?
|
|
¿El cariño,
Señor, de tanto años, |
710 |
de tanto amor las prendas no te
mueven? |
|
¿Mi desconsuelo, mi dolor,
mi llanto |
|
desatiendes así? |
|
|
ALFONSO |
¡Suerte enemiga,
|
|
a qué ocasión tan
fuerte me has guiado! |
|
|
|
|
ALFONSO |
Que partas luego.
|
715 |
Mas ¡ay de mí! que
aqueste duro fallo |
|
contiene la sentencia de mi
muerte. |
|
¿Pero en qué me
detengo?, ¿en qué reparo? |
|
Huya Raquel a conservar su
vida, |
|
mientras queda a morir Alfonso
Octavo. |
720 |
(Vase.)
|
|
|
RAQUEL |
Pues ya, Alfonso, que ingrato me
abandonas, |
|
desatento, cruel y temerario, |
|
si me has amado, si en tu aleve
pecho |
|
de aquel volcán amante queda
rastro, |
|
permita el Cielo que estas cosas
mira, |
725 |
y está tu ingratitud
considerando, |
|
pases por el dolor de verme
muerta |
|
al acero cruel de tus
vasallos; |
|
que queriendo vengar estas
ofensas, |
|
no logre tu rigor ejecutarlo; |
730 |
que mi sombra interrumpa tu
reposo, |
|
y que en pesar continuo y largo
llanto |
|
llores la desventura, ingrato
Alfonso, |
|
que Raquel, por amarte, está
esperando. |
|
|
|