Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice


Abajo

Recordando a Rafael Altamira

Pilar Altamira





El día 1 de junio de 1951, a la edad de ochenta y cinco años, moría en Méjico don Rafael Altamira, pacifista historiador y jurista. Al día siguiente la BBC de Londres transmitía a toda Europa la noticia del fallecimiento de uno de los intelectuales españoles más completos de ese siglo. Alguien que basándose en sus ideales de justicia, paz entre los pueblos y respeto a las libertades, trabajó por implantar en nuestro país las bases de la democracia; en Europa lo llevó a cabo a través de su contribución a la Sociedad de Naciones y cómo juez en el Tribunal de Justicia Internacional de La Haya en América como hispanista, restableciendo los lazos culturales existentes desde la independencia de las colonias. En este año, cincuenta aniversario de aquella fecha, a partir del mes de octubre se van a celebrar en Madrid, Oviedo, Valencia y Alicante conferencias, exposiciones y nuevas ediciones de sus títulos fundamentales en homenaje a su persona.

Yo he querido hacer precisamente desde estas páginas en su Alicante natal, al que mantuvo siempre presente en su corazón, mi pequeño homenaje a su memoria en la idea de despertar conciencias y, en el caso de los alicantinos, reavivar su interés hacia los grandes hombres que esta tierra ha dado a la Humanidad.

Tener a un abuelo en el exilio es una experiencia muy dura; significa no haber llegado a conocer el sonido de su voz, el contacto de sus manos y haber perdido la oportunidad de interrogarle sobre tantas inquietudes como plantea la lectura de su obra. Pero existen muchas clases de exilio incluso después de la muerte; el silencio sobre la obra y la persona de Rafael Altamira, el olvido en el que se ha sumido su figura, es otra forma, la más ingrata e injusta, de mantener el exilio. Durante el franquismo pudo explicarse el rechazo hacia alguien que por encima de todo defendía la cultura, la justicia y la paz; pero en tiempos democráticos. ¿Cómo explicar que continúe sin divulgarse su obra, sin aparecer en lugares donde ocuparía un puesto de honor, sin ser un personaje conocido para el ciudadano de a pie? Son preguntas sin respuesta.

Quede aquí constancia de nuestra gratitud hacia Alicante donde, en febrero de 1987, la Diputación Provincial otorgó a mi abuelo la Medalla de Oro de la provincia; simultáneamente se inauguró un homenaje internacional organizado por la Comisión del Quinto Centenario, la Generalitat Valenciana, la Fundación Gil-Albert, el Ayuntamiento de Alicante, la Universidad de Alicante y el Instituto Jorge Juan. Aparte de una espléndida exposición que incluía documentos, las condecoraciones y grandes cruces concedidas a don Rafael en toda Europa y América, se celebró un simposium donde pudimos escuchar excelentes ponencias a cargo de investigadores tan competentes como Tuñón de Lara, Pérez Prendes, Roberto Mesa, José Carlos Mainer, Peset, Fontana, Pérez Garzón, David Ruiz, Rafael Asín y entre los extranjeros el doctor G. J. Cheyne-de la Universidad de Newcastle, la doctora González de Méjico, el embajador de Méjico y el secretario general del Tribunal Internacional de La Haya. Durante todo el mes de junio de ese mismo año los panales de la exposición de Alicante fueron trasladados a Madrid a la Biblioteca Nacional y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, la Comunidad de Madrid y la Institución Libre de Enseñanza organizaron un ciclo de conferencias que comenzó don José Prat y cerró don Pedro Laín Entralgo.

Todo hacía pensar que, a partir de entonces y con su legado intelectual depositado posteriormente en la Residencia de Estudiantes, junto a los personajes que conforman nuestra Edad de Plata, la figura de don Rafael Altamira había quedado definitivamente rescatada. La situación ha mejorado pero aún queda mucho por hacer; quizá la auténtica recuperación debería iniciarse desde la escuela, al estilo de don Francisco Giner de los Ríos, explicando a las nuevas generaciones quién fue y qué hizo Rafael Altamira, evitando que sus libros falten de nuestras bibliotecas, que los nuevos investigadores puedan emprender tesis doctorales sobre tantos aspectos de su obra como aún necesitarían ser divulgados. Afortunadamente no todo son lamentaciones; cada día, surgen más personas interesadas en Altamira, grupos de estudio y proyecto que hacen pensar en un futuro mejor.

Vuelvo a expresar mi gratitud a la Diputación, al Casino de Alicante, a las universidades de Alicante y Oviedo, a la Dirección General de Libro en Valencia que se ocupa de la catalogación de los documentos existentes en el en el Instituto Jorge Juan, al Cercle d'Estudis de San Vicente del Raspeig y naturalmente a la Residencia de Estudiantes de Madrid por sus esfuerzos para que los actos que se preparan en este cincuenta aniversario de su muerte contribuyan a reivindicar la trayectoria intelectual y humana de don Rafael Altamira.





Indice