Safo
María Rosa de Gálvez
Daniel S. Whitaker (Ed. lit. )
Introduction to Safo
This publication of Safo in Dieciocho marks the first time a major work of María Rosa Gálvez has been reprinted since the appearance of the Obras poéticas (1804), two years before her death. The one act play, found in Volume II of the Obras , was never performed .
Safo , which dramatizes the Greek poet Sappho's legendary relationship with the youth Phaon (Faón) and her subsequent suicide, is extremely representative of the theatre of María Rosa Gálvez. First and foremost, Gálvez provides her audience with a mixture of both the Neoclassic and Romantic traits one would expect to encounter in the drama at the dawn of the nineteenth century. For example, Safo's strong condemnation of superstition -a common message of the Enlightenment- is balanced by the theme of impossible love, a central aspect in many later Spanish Romantic dramas. Very characteristic of Gálvez in Safo is her concept of tragedy: the work's fictional personages, powerless to avoid disaster, move in a hostile world abandoned by any rational Diety. In Gálvez's depiction of tragedy she is much closer to the Duque de Rivas than to García de la Huerta.
n addition, as in many dramatic works of I Gálvez, Safo's central role is played by an assertive woman who has been successful in a career usually dominated by men (in this case, Sappho is an accomplished poet with a large following). Fully capable of charting her own destiny, Sappho is not dependent financially on a husband, father, brother, or other male member of her family. Finally, Safo exemplifies Gálvez's use of unaffected language as well as her grasp of the theatrical craft through detailed stage directions. She also skillfully employs lighting and sound effects to suggest mood .
This edition of Safo is taken from my unpublished manuscript La voz malagueña en el teatro de la Ilustración española: cinco obras selectas de María Rosa Gálvez (Amnón, La delirante, Safo, Los figurones literarios, un loco hace ciento) , an edition of selected plays by Gálvez based on her Obras poéticas. Spelling, punctuation, and grammar have been modernized. I would like to thank Mercedes Jiménez who read the revised manuscript and especially David T. Gies and Dieciocho for allowing María Rosa Gálvez's voice to be heard once again in our own time .
DANIEL S. WHITAKER.
California State University , San Bernardino.
Safo
Drama trágico en un acto
ACTORES
SAFO,
poetisa griega. CRICIAS,
sacerdote de Apolo1 . FAÓN,
su hijo. NICANDRO,
amante de Safo. ARISTIPO,
segundo sacerdote. MINISTROS DEL TEMPLO,
Comparsas de. MARINEROS GRIEGOS,
Comparsas de. PUEBLO DE LEUCADIA.
Comparsas de.
La escena es en la isla de Leucadia2 . A la derecha se ve la roca del mismo nombre, desde donde se precipita SAFO . Al lado opuesto vista del templo de Apolo, con puertas practicables. En el foro mar tempestuoso. La acción empieza de noche. Se oyen algunos truenos. Las nubes se disipan, y el teatro se aclara según dicen los versos, hasta quedar iluminado enteramente por la salida del sol.
Escena I
SAFO sentada en una piedra inmediata al templo.
SAFO Noche desoladora, fiel imagen de mis continuos bárbaros tormentos. No cese tu rigor, no tus furores. El hórrido silbido de los vientos, el rayo desprendido de la esfera, 5 el ronco son del pavoroso trueno halaga un corazón desesperado. (Se levanta.)
¡Ah! Perezca en tu horror el universo. Perezca la morada que mantiene al hombre entre los hombres más perverso. 10 Anégale en tus aguas, mar undoso, y entre tus ondas su cadáver yerto suba al Olimpo, y del Olimpo baje a sepultarse en el profundo averno.
(Empieza a serenar.)
Mas tú te calmas. ¿Eres insensible 15 a mi fatal plegaria, a mis lamentos? Eres como Faón...¡Ay! Ni su nombre piadoso vuelve a repetir el eco. ¡Espantosa quietud! Todo ensudece, y al tormentoso horror sigue el silencio. 20 Las negras furias que mi amor persiguen, me privan hasta el bárbaro consuelo de ver el orbe vacilar al choque de los embravecidos elementos.
(Se empiezan a disipar las nubes.)
Vecina el alba volverá a la tierra 25 el marchito verdor; plácido el cielo ofrece al fin serenidad y vida. Hoy, por la última vez, el firmamento verán mis ojos de llorar cansados. Sol, apresura tu brillante vuelo. 30 Verás a Safo en su postrera angustia parecer, u olvidar su ingrato dueño. (Queda apoyada al bastidor.)
Escena II
SAFO , CRICIAS , ARISTIPO . COMPARSAS por la puerta del templo.
CRICIAS Corre, Aristipo. La extendida costa de Leucadia registra. Que tu celo logre salvar las miserables vidas 35 de algunos naufragantes extranjeros. Víctima puede ser un hijo mío de las iras del mar.
ARISTIPO Yo te obedezco.
Calma tus inquietudes entre tanto. Vamos por la ribera, compañeros, 40 y que iluminen las ardientes teas mientras el sol nos niega sus reflejos.
(Se va con parte de los COMPARSAS .)
CRICIAS Venid vosotros por la orilla opuesta.
CRICIAS Escuchad. ¿Ese lamento
el nombre de Faón no ha pronunciado? 45 Entre estas rocas alumbrad. ¿Que veo?
SAFO (A los COMPARSAS que se retiran.)
Apartad esa luz.
CRICIAS Infeliz Safo,
no rendida al dolor con tal extremo aumentes tu desdicha. Poco falta para que libre de ese amor funesto 50 recobres la quietud. ¿Puedes acaso por insultar la cólera del cielo, vagando entre las sombras espantosas de esta noche de horror, de tu fiel pecho a Faón arrancar?
SAFO Por piedad, Cricias,
55 déjame. Y no repitas del perverso el nombre odioso.
SAFO Sí, porque se aumentase mi tormento.
CRICIAS De olvidar o morir, Safo, en tu mano la elección tienes. Todo está dispuesto 60 para cumplir tu voto. El sacrificio que has de ofrecer en el sagrado templo, las barcas velocísimas que formen del alto promontorio el ancho cerco, los nadadores que al socorro tuyo 65 lanzarse deben y el ansioso pueblo que ser testigo de tu gloria espera. Todo a cumplir te obliga el juramento de renovar la fama de Leucadia en el orbe y los siglos venideros. 70 Pero si dudas, si el peligro temes...
SAFO Sacerdote de Apolo, nada temo sino el quedar con vida. Los socorros que la costumbre estableció, y el tiempo para los desgraciados que llegaron 75 al extremo fatal en que me veo, mi desesperación los abomina. No los puedo estorbar, y los tolero. ¡Ojalá que este abismo cristalino, que baña de la roca el fondo inmenso, 80 me sepulte, y a ver la luz no vuelva, si está el olvido en su profundo seno!
CRICIAS Pues, ¿no pretendes, Safo, que se apague ese insensato y amoroso fuego?
SAFO ¡Ay! No, Cricias. Detesto mi existencia, 85 si pudiese vivir sin un recuerdo de mi amado Faón.
(El teatro se ha ido aclarando.)
CRICIAS Esos delirios
en breve olvidarás. Ya los reflejos del sol en el oriente se descubren. Cálmate, Safo, que el feliz momento 90 de tu dicha se acerca.
(SAFO se quiere ir.)
¿Por qué huyes?
SAFO Su resplandor me oprime. Al bosque vuelvo a contar impaciente los instantes que faltan para hacer mi amor eterno.
(Se va.)
CRICIAS ¡Plegue a los dioses que tu muerte sea 95 la que a mis tristes años el sosiego pueda volver! Por ti perdió la patria el brazo de Faón. Por ti, su esfuerzo envilecido en el deleite infame, ni el peligro de Atenas4 , ni el lamento 100 de este padre infeliz pudo moverle. Él era mi esperanza y mi recreo. Y si de otra beldad el atractivo no borrase tu imagen de su pecho, en placer vergonzoso todavía 105 viviera sumergido. Mis recelos, mientras tú vives, acabar no pueden. Pues si viese Faón el loco exceso de tu pasión, tal vez complacido... Pero Aristipo vuelve conduciendo 110 un joven a este sitio.
Escena III
CRICIAS , ARISTIPO , FAÓN , COMPARSAS .
CRICIAS Faón, hijo querido. ¡Dioses! ¿Sueño? Estréchate en mis brazos. ¡Tú en Leucadia!
FAÓN Yo en Leucadia, señor, a ser objeto de todos los furores de los hados. 115 Yo, que en mi triste corazón albergo las implacables furias5 del abismo. Ellas me acosan; el remordimiento grabaron en mi alma. Y ni la muerte me quiso conceder piadoso el cielo. 120
CRICIAS Hijo ingrato, ¿y es ésta la ternura que te debe tu padre? ¿Este el contento que muestras a mi vista?
FAÓN ¡Ah padre mío!
No pueden mis delirios ofenderos. He perdido a mi esposa. Sepultada 125 queda en el mar. Los fieles compañeros que la seguían yacen sumergidos. Yo intentaba con ella en el ligero esquife libertarme del peligro; las ondas la arrancaron de mi seno 130 al tiempo de arrojarme, y anegaron el mísero bajel en un momento. ¡Oh nunca las piedades de Aristipo me socorrieran! ¡Ojalá el soberbio piélago undoso fuera mi sepulcro! 135 Pues Júpiter6 sin duda de su excelso trono lanzaba el rayo en mi ruina. Safo, elevando el dolorido acento clamó por mi castigo abandonada, y se han cumplido sus fatales ruegos. 140
Hijo mío, modera tu despecho. Antes de amar a tu infeliz esposa, en lazo criminal tus devaneos pensaban que no hubiera quien borrase 145 de Safo los amores. Otro objeto en Teágenes7 hallaste, y otros muchos feliz pueden hacerte.
FAÓN No lo espero.
De mi joven esposa la belleza alucinarme pudo. Los consejos, 150 y los mandatos vuestros repetidos, hicieron que en el lazo de himeneo buscase los placeres, pero en vano. La lisonjera novedad huyendo desterró la ilusión. Safo llorosa, 155 desesperada, y a mis pies gimiendo, mi horrible ingratitud me recordaba hasta en los brazos de mi nuevo dueño. Presentes siempre su fatal constancia, su ternura, sus gracias, sus talentos, 160 su lira, que a los dioses encantaba... Con ninguna beldad logró mi pecho llenar aquel vacío que nos deja el delicioso goce del deseo. ¡Oh cuántas veces en la oscura noche, 165 entre las sombras de un pesado sueño, la vi furiosa, arrebatada, ciega, clamar por mi castigo, y del averno invocar las deidades vengadoras contra un bárbaro amante! El universo 170 resonó con sus gritos, y sus votos los dioses irritados concedieron.
CRICIAS No con tales ideas, hijo amado, aumentes tu aflicción. Piadosos ellos, pues te vuelven al seno de tu padre, 175 ni sus furores ni su rabia oyeron. Entra en mi habitación. Descansa en ella mientras a Apolo un sacrificio ofrezco que aleje de tu alma los terrores.
SAFO ¡Con cuánto más placer desde este horrendo 180 precipicio buscara entre las ondas a mi afligido espíritu consuelo!
CRICIAS No más delirios. (A los COMPARSAS .)
Conducidle, amigos.
Deidades, ¿para qué la vida quiero si he abandonado a Safo por amarme, 185 y por mi amor Teágenes ha muerto?
(Se va con los COMPARSAS .)
Escena IV
CRICIAS , ARISTIPO .
ARISTIPO Permite Cricias a un leal amigo que preguntarte pueda. ¿Cuál intento te hace ocultar de la infelice Safo a Faón la existencia? Sus tormentos 190 a vista de esta amante, que aún adora, se pudieran calmar, y tu secreto hace dos desdichados. ¿Es posible que teniendo a tu arbitrio el solo medio de salvar una vida, que merece 195 suerte más venturosa, estés resuelto a verla perecer?
CRICIAS Nunca Aristipo
con mayor causa desearlo puedo. ¿Quieres que vuelva a publicar la Grecia, de mi glorioso nombre en vilipendio, 200 que aprisionado un hijo mío vive en los brazos de Safo? ¿Y que de nuevo, olvidando su patria y sus deberes, como cuando de Esparta el odio fiero amenazaba a Atenas, busque asilo 205 en los placeres, evitando el riesgo? No Aristipo; que muera una y mil veces antes esa mujer.
ARISTIPO ¿Y el himeneo
no pudiera ligar los dos amantes, sin que en su amor hubiera los excesos 210 de un trato vergonzoso? Faón libre lo conduce el destino al mejor tiempo para estorbar la desgraciada muerte de la mísera Safo.
CRICIAS Te comprendo.
Pero sabe, Aristipo, que ella nunca 215 quiso unirse con él por otros medios que los de un torpe amor. Y pues conoces cuantas razones de evitarlo tengo, si eres mi amigo, ayuda por tu parte a que Faón ignore estos momentos 220 la existencia de Safo. Y si no basta de la amistad el poderoso ruego a obligarte, que baste la obediencia. Yo por mi dignidad soy el supremo sacerdote de Apolo, y en su nombre 225 que calles y obedezcas te ordeno.
(Se va.)
ARISTIPO ¡Cruel superstición! ¿Será forzoso que esté obligado mi sensible pecho por tu fatal poder a ser testigo de sacrificio tan atroz y horrendo? 230 Cricias da a su rencor nombre de gloria; la religión me manda obedecerlo. Safo y Faón, los dos desesperados, tal vez perecerán. ¡Oh! ¡Si a lo menos mi persuasión pudiese libertarlos! 235
Escena V
NICANDRO , ARISTIPO .
NICANDRO Escucha, sacerdote, a un extranjero que llega al promontorio de Leucadia, para hacer la experiencia que ya hicieron los que olvidar o perecer buscaron.
ARISTIPO Joven, ¿sabes si acaso alguno de ellos 240 quedó con vida?
ARISTIPO Pues antes de prestar el juramento que te obligue a lanzarte de su cima, la voz de la verdad escucha atento. El mancebo Leucates, perseguido 245 de las iras de Apolo, llegó huyendo a esa roca, y desde ella despeñado se hundió en el mar precipitado y ciego. Su nombre le ha quedado desde entonces. Y para eternizar tan triste ejemplo, 250 todos los infelices que a la muerte arrastraban del crimen los excesos, eran precipitados de esa altura, ligando muchas aves a sus cuerpos, que hiciesen menos fuerte el duro golpe 255 con el esfuerzo natural del vuelo. Uno, entre tantos, que logró salvarse, olvidó de su vida los sucesos, y todos los amantes desgraciados hacer la misma prueba resolvieron. 260 Pues desde entonces, sin socorro alguno, creyendo que el olvido está en el seno de ese profundo abismo, en él se arrojan. Los sacerdotes de este antiguo templo previenen nadadores que a la orilla 265 saquen al miserable. En tanto tiempo como dura esta bárbara costumbre ninguno se salvó. Si estás resuelto con este desengaño al precipicio, compadecerte, no evitarlo puedo. 270
NICANDRO Vana es su compasión. Al templo vamos que hoy la terrible prueba hacer pretendo.
ARISTIPO Porque para morir llegó primero que tú la triste Safo.
NICANDRO ¿Qué he escuchado?
275 ¿La poetisa Safo a tal extremo reducida se ve? ¿La que de Atenas mereció los aplausos y los premios? ¿Por la que suspiraron vanamente millares de rendidos, y yo entre ellos? 280
NICANDRO Yo la idolatro,
y el terrible tesón de su desprecio me conduce a buscar aquí mi muerte. ¡Ah! Sin duda Faón será el perverso que ingrato corresponde a sus favores. 285 Amigo, dime, no podré un momento hablarla... persuadirla...
ARISTIPO Sí, bien dices.
Quizá conseguirá tu rendimiento piedad de ella y de ti.
(Mira adentro. SAFO aparece al foro.)
Pero se acerca.
Mírala que abatida vuelve al cielo 290 los ojos, y después al precipicio. Sin duda considera el monumento8 de su amor infeliz. Yo me retiro. Los dioses favorezcan tus deseos.
(Se va.)
Escena VI
SAFO , NICANDRO .
NICANDRO (Aparte.)
Al fin la vuelvo a ver. Sus negros ojos 295 el llanto enrojecidos son aquellos, y el gracioso semblante, donde ahora se pinta la aflicción... Pero habla.
SAFO Desciende del Olimpo, cual solías complacida a escuchar los dulces ecos 300 de mi suave lira. Ven ahora que te invoca mi voz con el acento de la mortal angustia. Fortalece mi corazón con tu divino fuego estos breves instantes que me restan 305 de una odiosa existencia.
NICANDRO Yo me acerco.
Si un amante infeliz merece, Safo, que algún favor concedas a su ruego, otórgame la triste preferencia de que pueda arrojarme al mar primero 310 que tú desde esa roca.
SAFO Por ventura,
¿habrás hallado, joven extranjero, alguna mujer pérfida y mudable? ¡Ah! No lo extrañaré, que el universo sólo ingratos encierra. Pero sabe 315 que Faón es el más ingrato de ellos. Cuéntame tus desgracias, y no pienses tendrá mayor motivo tu despecho que mi justo dolor.
NICANDRO Escucha, Safo.
Ni de perfidia ni traición me quejo. 320 Me quejo de un amor tan desgraciado, que nunca de la cárcel del silencio pudo salir. Me quejo de haber visto víctima de un ingrato el dulce objeto digno de mi cariño, y de que todos 325 de merecer se honrasen sus afectos. Por no verlo penar mi muerte busco.
SAFO ¡Ah! No es igual el tuyo a mi tormento. Tú no has perdido más que una insensible. Pues oye por Faón lo que pierdo. 330 Por él abandoné mi patria y nombre10 ; por él sufrí de mi envidioso sexo la más atroz calumnia. Por su causa de los hijos de Apolo el rendimiento altiva desprecié. Y en fin, llevando 335 mi constante fineza hasta el extremo, preferí ser su amante, a ser su esposa, que amor de libres corazones dueño huye un lazo que impone obligaciones. ¿Qué no me debe? Yo elevé su genio 340 a la luz de las ciencias, y en el trono del amor, desplegando su talento, célebre fue su nombre a par del mío. ¡Ay! Que en aquellos deliciosos tiempos sólo en él existía; él era sólo 345 de mi ternura y mis placeres centro. ¡Cuán dulcemente en sus amantes brazos los elogios que Grecia a mis talentos dedicaba olvidé, sacrificando hasta mi vanidad a sus deseos! 350
NICANDRO ¡Oh qué feliz otro mortal sería Safo con tu cariño!
SAFO Yo desprecio
de todos el amor. Faón ingrato, para mí es más amable que el excelso Júpiter en su solio.
NICANDRO ¡Ah! Que tus voces
355 aumentan mi dolor. Pero a lo menos, pues que los dos a perecer estamos por diversos motivos ya resueltos, sabe que te idolatro, y que tú eres la que siempre adoré.
SAFO ¿Qué escucho? ¡Cielos!
360
NICANDRO Sí, Safo, tú pudieras todavía, premiando la constancia de mi afecto, hacer de un desdichado un venturoso. Ten piedad de ti misma. A tus pies puesto te pido que te duelas de mis ansias, 365 en tu favor consiste mi remedio.
SAFO Pues de esa roca
arrójate después que yo haya muerto.
SAFO ¿De qué te quejas,
si él mismo que yo elijo, ése te dejo? 370
NICANDRO ¡Qué bárbara constancia! ¿No te mueven ni compasión ni amor?
SAFO Yo lo detesto.
Retírate de aquí, si a ser testigo no aspiras de mi muerte.
NICANDRO No. Primero
iré a implorar de los supremos dioses 375 la piedad para ti, que en ti no encuentro.
(Se va.)
SAFO Sólo faltaba a mi tirana suerte escuchar el osado atrevimiento de un insensato amante. ¡Oh cuánto tarda el suspirado fin de mi tormento! 380 Procuremos que llegue.
(Va a entrar en el templo.)
Escena VII
SAFO , ARISTIPO .
ARISTIPO Espera, Safo.
Tú no puedes entrar al sacro templo en tanto que las víctimas entregan a la dura cuchilla el dócil cuello. Y antes que con tu muerte a cumplir llegues 385 tu bárbaro y horrible juramento, oye a un anciano que estorbar procura con su prudencia tu feroz despecho. Nada hay estable, ni el amor ni el odio, que todo cede a la impresión del tiempo. 390 Quizá Faón arrepentido o libre, a tu constancia y tu dolor cediendo, volverá a tu cariño. Y con la muerte, aun la esperanza, que es el bien postrero de los amantes, pierdes.
SAFO Ya he perdido
395 la esperanza, el honor y el sufrimiento.
ARISTIPO Todo, Safo, pudieras recobrarlo. Vive, espera y confía.
SAFO Nada espero.
Tú ignoras, Aristipo, cuanto hice por ablandar el corazón de hierro 400 del pérfido Faón, y todo en vano. Yo lo he seguido por extraños reinos, después que huyó de Gonno11 acompañado de mi odiosa rival. Pero mis celos en Sicilia lograron alcanzarlo. 405 Desesperada su mansión penetro. Corro por todas partes, busco ansiosa a mi traidor amante. Él a mi acento sale y queda mortal, como a la vista del soberano Juez se queda el reo. 410 Suplico entonces, amenazo, lloro, y todo en vano. Mi dolor acerbo me hizo humillar hasta sus pies mi frente, me hizo besar las huellas del soberbio, y todo en vano. Ni mi amargo llanto, 415 ni mis continuos clamorosos ruegos pudieron ablandarlo. Su fiereza llegó hasta referirme su himeneo, para borrar del todo mi esperanza con otra obligación. ¡Hombre perverso! 420 ¿Qué lazo más sagrado que el que unía mi corazón al tuyo? Pero el cielo castigará tu abominable crimen. Porque si del amor del débil sexo impunemente se burlase el hombre, 425 ¿qué mujer no se viera cuál me veo?
ARISTIPO Ninguna como tú pudieras, Safo, de una pasión funesta los excesos precaver sabiamente.
SAFO ¡Ah! Que ninguna
hubiera resistido al dulce fuego 430 que inspiraba Faón, cuando mis ojos la vez primera por su mal lo vieron. Él volvía de mirtos coronado a ofrecer sacrificios en el templo de Júpiter Olimpo, porque Atenas 435 lo declaró triunfante de los juegos. Su rostro coloraba la victoria, embellecido con el bozo tierno de amable juventud. Casi desnudo aún de la lucha, los hermosos miembros 440 descubría, que envidia el mismo Apolo, y que el amor pueden inspirar a Venus. También me vio él entonces, y previno con su declaración mi amante fuego. Si tú, Aristipo, en juveniles años 445 has llegado a gozar los embelesos de amar correspondido, si has logrado las delicias que logra quien viviendo sólo en su amante, en él se vivifica, lleno de amor, y de deleites lleno, 450 no extrañarás que yo que así me he visto, piense morir cuando gozar no espero.
ARISTIPO ¿Y qué? ¿No habrá otras causas que te obliguen a conservar la vida? ¿Qué? ¿Tu genio imitador olvidará la gloria 455 de la futura edad, y el lisonjero acento de la fama?
SAFO Son quimeras.
La fama ya no emplea sus acentos, sino en elogio vil del poderoso. Pues ha prostituido el universo 460 su aplauso al crimen, su favor al vicio, y oprime las virtudes y el talento.
ARISTIPO Ya que sólo te obliga la memoria del ingrato Faón, quizá viviendo cediera su desvío a tu constancia, 465 y volviéndote a ver...
Escena VIII
SAFO , ARISTIPO , CRICIAS , COMPARSA DE MINISTROS DEL TEMPLO .
CRICIAS Todo anuncia, Safo,
el fin de tus desgracias. Grato el cielo declara en las entrañas palpitantes de las víctimas sacras que el consuelo 470 llega de tus pesares.
SAFO Sacerdote,
sígueme, que ofrecer cuanto poseo en las aras de Apolo sólo resta, para cumplir la ley que establecieron la religión y el uso. Y que mi muerte 475 termine de una vez mis sentimientos.
(Se va.)
CRICIAS (Aparte.)
Vamos, que tu fin sólo es el que falta para acabar del todo mis recelos.
(Se va con los COMPARSAS .)
ARISTIPO Dioses, pues no es posible disuadirla, benignos permitid sea el postrero 480 sacrificio su vida, y que le sirva a los demás amantes de escarmiento.
Escena IX
NICANDRO , ARISTIPO .
NICANDRO ¡Ay, Aristipo! Todo ha sido en vano. Ni tu prudencia, ni mi amante ruego, la desgracia de Safo estorbar pueden. 485 En las manos de Cricias deponiendo sus brillantes adornos queda ahora. Estoy fuera de mí, yo me estremezco. ¿Qué puedo hacer? Mi corazón palpita de asombro y de terror. Morir resuelvo. 490
ARISTIPO ¿Y qué conseguirás? Aumentar sólo de esta superstición el duro imperio. Bastantes infelices por su influjo víctimas desgraciadas perecieron. ¡Mísero aquel que sin recurso gime 495 bajo el yugo cruel de sus preceptos! Esta es mi situación. Nací sensible, y aunque educado en este ministerio, al ver sacrificar mis semejantes, sin poderlo impedir, lloro en secreto. 500
NICANDRO Si fuera Cricias como tú piadoso, jamás recibiría el juramento de tantos desdichados...
(Dentro música.)
¡Pero dioses!
Ya anuncian estos tristes instrumentos el instante fatal... A socorrerla, 505 o a perecer con ella, voy resuelto.
(Se va.)
(Aparecen las barcas con los nadadores.)
ARISTIPO Las barcas se aproximan, y se acercan hacia este sitio en tropas los isleños. Pues ya no puedo libertar a Safo, cumpla con mis deberes a lo menos. 510
Escena X
CRICIAS , SAFO , ARISTIPO , COMPARSA DE SACERDOTES Y PUEBLO .
SAFO (Deponiendo el laurel.)
Laurel glorioso, que la sabia Atenas concedió a las tareas de mi genio, deja mi frente, y queda donde sirvas a mi nombre y mi amor de monumento.
CRICIAS Tú le recobrarás más venturosa. 515 Vamos.
ARISTIPO ¡Oh Safo, cuánto compadezco
tu ceguedad!
CRICIAS ¿Ahora te detienes?
¿Por qué estás indecisa?
SAFO Considero
cuánta es la diferencia de mi suerte por un traidor amante. En otro tiempo 520 sólo al nombre de Safo resonaba con vivas repetidos el liceo de la célebre Atenas, y a mi vista aplausos tributaba todo un pueblo. Hoy a verme morir otro se junta, 525 lleno de compasión, de dolor lleno. ¿Y por qué enternecidos al mirarme lágrimas derramáis? Yo nada siento. ¿Qué pudiera sentir cuando el sepulcro a mis desgracias se presenta abierto? 530 (Señalando el mar.)
Aquel es. ¡Oh mujeres de Leucadia! Vosotras que miráis en mí el ejemplo de la negra perfidia de los hombres, abominad su amor, aborrecedlos, pagad sus rendimientos con engaños, 535 pagad su infame orgullo con desprecios. Giman a vuestros pies; vengadme todas. Humillad para siempre esos soberbios. Y tú, ingrato Faón, hombre nacido por mi fatalidad, plegué a los cielos 540 que mi sombra interrumpa tu reposo, que la tierra te niegue el alimento, que el sol te oprima, y que la muerte arranque de tus aleves brazos el objeto que causa tu perfidia. Y que a tus ojos muera, 545 del mismo modo que yo muero.
CRICIAS Si lo vieras en brazos de otro dueño.
SAFO Calla, bárbaro. No es necesario me recuerdes la imagen de mis celos, 550 para que yo al sepulcro vuele ansiosa. (Sube a la roca.)
CRICIAS (Aparte.)
Mi astucia se logró.
SAFO (En la roca.)
Vosotros, moradores de Leucadia, a Faón le diréis, que Safo ha muerto víctima de su engaño, y que esta roca 555 su delito y mi amor harán eternos.
(Se arroja.)
ARISTIPO ¡Favorecedla dioses! ¡Desgraciada!
CRICIAS Logróse mi venganza. Ya en el centro del mar se han sepultado mis afrentas.
Escena XI
CRICIAS , FAÓN , ARISTIPO , COMPARSA DE SACERDOTES Y PUEBLO .
FAÓN (A los SACERDOTES .)
¿Por qué me detenéis? ¿Ese lamento 560 no pronunció mi nombre? ¡Oh padre mío! ¿Cuál es el sacrificio que habéis hecho en mi favor? El templo resonaba con himnos clamorosos y aunque quiero indagar el motivo, me detienen, 565 hasta que los ministros atropello que me estorban el paso. Respondedme: ¿por qué esta confusión? Decid, ¿qué es esto?
CRICIAS Esto ha sido impedir que vieses, hijo, de una triste mujer el fin funesto, 570 que se ha precipitado de esa roca. En tu estado pudiera ser su ejemplo causa de renovar tus aflicciones.
NICANDRO ¡Ay de mí! ¡Ya no hay remedio!
Sin duda ha perecido. ¡Oh desdichada! 575
ARISTIPO Pues, ¿Qué? Di, socorrerla no pudieron?
NICANDRO Aún no lo sé, Aristipo. Al duro golpe de su caída el mar abrió rugiendo la espalda cristalina, y arrastrando en doble giro el delicado cuerpo, 580 por dos veces luchando con las ondas, los remolinos de este golfo inmenso la vuelven a la luz. Los nadadores se arrojan por salvarla. Yo pretendo antes que ellos lanzarme, pero todos 585 se oponen, y sujetan mis esfuerzos. ¡Desventurada Safo!
FAÓN ¿Qué pronuncias?
¿Safo es la que perece?... Que a lo menos muera Faón con ella.
NICANDRO ¿Tú eres Faón? ¡Ah bárbaro! (Empuña la espada.)
Mi acero
590 tomará en ti venganza de su muerte.
ARISTIPO (Deteniéndole.)
Detente, joven.
NICANDRO Padre, no os opongáis. Yo soy un monstruo.
ARISTIPO Insensatos, ¿qué hacéis? Volved los ojos 595 a ese infelice miserable objeto.
Escena XII
Dichos, SAFO moribunda, conducida en un lecho de yerbas por los nadadores.
ARISTIPO Ved a qué extremo deplorable arrastran de un criminal amor los devaneos.
NICANDRO (Observándola.)
¡Oh dioses! Aún respira...
FAÓN Que postrado
pueda yo recibir su último aliento. 600
CRICIAS (Deteniéndole.)
Hijo, repara...
FAÓN Vos no sois mi padre.
Sois un hombre cruel, cuyo secreto a su rencor sacrificó esta vida. Por vos, manchado de un engaño horrendo, he sido infiel, traidor, abominable. 605 Ve aquí el fruto fatal de los consejos, de los mandatos vuestros, que me obligan a ser testigo de mi oprobio eterno. (Arrodillándose inmediato a ella.)
¡Oh Safo sin ventura! Tú que hiciste mi corazón feliz en mejor tiempo, 610 recibe de Faón antes que mueras el llanto que a tus pies derrama.
SAFO ¡Oh tú... sea, quien fueres...
que has visto de mi muerte el triste ejemplo, publica que es... supersticioso engaño... 615 buscar aquí el olvido... pues yo muero... adorando a Faón... y hasta el sepulcro... su imagen y mi amor conmigo llevo!
(Concluye con una actitud propia de la situación.)
FIN