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«Salida de misa de doce del Pilar de Zaragoza»: la fraudulenta creación de un mito franquista

Jon Letamendi

Jean-Claude Seguin





Esta ponencia tratará de exponer la manipulación que se efectuó durante la dictadura franquista para adjudicar la paternidad del cine español a la película de Eduardo Gimeno Salida de misa de doce del Pilar de Zaragoza. El pionero poco o nada tuvo que ver en ello, tan sólo se dejó llevar por las insinuaciones tendenciosas que vertieron otros. De hecho, se produjo la curiosa paradoja de que, mientras se le otorgaba el conocido privilegio de ser el primero en rodar una película española, él y su familia exponían en diferentes medios que ésta se había rodado en 1898 ó 1899, una fecha muy posterior a la entonces admitida para la Riña en un café de Gelabert. Salvo en dos líneas de su conocido diario, que expondremos más adelante, Gimeno jamás admitió una data anterior a la del catalán en sus diversas entrevistas y sólo a partir de su muerte en 1947 se iniciará la tendenciosa modificación de la fecha. Por tanto, lo único achacable al bueno del aragonés puede ser una ignorancia supina en lo referente a los inicios del cine. Ignorancia que le hace afirmar barbaridades como que inició su actividad cinematográfica un agosto de 1895 en Bilbao, lo que hubiera supuesto la primera sesión de pago a escala planetaria, o que admita ser el primero en casi todo, incluso en un rodaje para el que él mismo daba una fecha muy posterior a la de sus competidores. Evidentemente, Gimeno era un hombre de una escasa cultura y desde luego distaba mucho de ser un historiador de cine. Admitió algunos galardones injustos que otros le ofrecieron y que, en definitiva, venían a premiar con bastante retraso su dilatada trayectoria cinematográfica. Ignorancia, sí; pero no manipulación. En ésta poco tuvo que ver el pionero; de eso se encargaron otros personajes que iremos desenmascarando en nuestro texto. No quisiéramos, por tanto, que se penalizara a Eduardo Gimeno Correas y su film por lo que realizaron algunos personajes embriagados por el concepto de exaltación nacional que caracterizó a la dictadura franquista. No sería justo.




ArribaAbajoLa historiografía de los orígenes del cine hasta el franquismo

Para exponer adecuadamente la historia de la falacia, es necesario profundizar en el estado en que se encontraba nuestra historiografía, y más concretamente la correspondiente a los orígenes del cine, en la etapa anterior a la llegada de lo que algunos autores como Méndez-Leite, conocido por su adicción a las ideas fascistas, calificaban como «advenimiento del 18 de julio» o «glorioso movimiento nacional» en la «guerra de liberación de la tiranía bolchevique»1. Es necesario exponer que, hasta entonces, jamás se había hablado de Salida de misa de doce del Pilar de Zaragoza como primera película española.

En la década de los 20 apenas hay referencias a los inicios del cine. En 1925, Alfredo Serrano apuntaba como pionera la vista Un desembarque de tropas llegadas de Cuba2, cuyo rodaje sitúa en 18983. Pero a partir de entonces, y hasta las manipulaciones efectuadas en el franquismo, lo habitual sería otorgar este galardón a la película de Fructuoso Gelabert Riña en un café. Así, ya en 1926 el director de la revista Arte y Cinematografía, Joaquín Freixes Saurí4, y en 1932 su colega de Nuestro Cinema, el brillante crítico y ensayista cinematográfico Juan Piqueras5, coincidían en situar en 1896 el rodaje de las primeras películas españolas, concediendo el privilegio de las primeras fotografías animadas sobre celuloide a las películas de Gelabert Salida del público de la iglesia parroquial de Santa María de Sans, Salida de los trabajadores de la fábrica España Industrial y la que ambos denominan Disputa acalorada dentro de un cofre [sic]. Ni siquiera citaban a Gimeno. Evidentemente, ambos arrastraban un claro error de fechas y títulos. No obstante, el propio Gelabert rectificó estas erratas en su Aportación a la historia de la cinematografía española, publicada en 17 capítulos por la revista Primer Plano entre octubre de 1940 y abril de 1941:

«En vista del buen éxito, a primeros de agosto de 1897 impresioné la primera película española, a la que di el título de Riña en un café6



Ni siquiera en el banquete-homenaje que más de un centenar de cinematografistas madrileños ofrecieron a Eduardo Gimeno el 19 de enero de 1933, en el hotel Ritz, se hizo mención a que el pionero aragonés rodase el primer film del cine español. En las crónicas previas se manejaron términos como «decano de los cinematografistas», «veterano cinematografista ejemplar», hombre que «trajo a Madrid las gallinas cinematográficas», y otros similares que resaltan su mérito como pionero, pero ni una sola palabra al respecto a que hubiera realizado el primer rodaje en España. Finalizada la ceremonia del día 19, algunos diarios recogieron detalladamente lo sucedido. Allí se congregaron, sin duda, los personajes más destacados de la industria cinematográfica. No obstante, tan sólo se hicieron elogios a la fecunda labor del aragonés, ensalzando los méritos como decano de los empresarios y apuntando la necesidad de que el gobierno debía recompensar su dilatada trayectoria profesional.

Durante los años 30 exclusivamente unas pocas publicaciones citaban la película de Gimeno y sólo en referencia al gran éxito que obtuvo en su día en Zaragoza. De hecho, la mayor parte ni la mencionaban. Una buena muestra la constituye una historia del cine español anónima incluida en el Anuario Cinematográfico Español del año 19357, en la que seguía manteniéndose como pionero el film de Gelabert y en cuyo texto todavía se daba para sus rodajes la fecha de 1896.




ArribaAbajoEl caldo de cultivo propicio y las primeras insinuaciones tendenciosas

Hay que destacar que, no obstante, se observaba una tendencia a ensalzar a los únicos pioneros vivos residentes en Madrid que permanecían en el espectáculo cinematográfico: Eduardo Gimeno y Estanislao Bravo. Esto es bastante comprensible, ya que el resto de los operadores que había dado inicio al cine en España, quizá si exceptuamos el caso de Gelabert, estaban ya muy alejados del mundillo cinematográfico, dedicados a otros trabajos, y la mayoría a muchos kilómetros del lugar donde se editaban los órganos de difusión de noticias relacionadas con el cine. Es, pues, bastante evidente que las versiones de prósperos empresarios cinematográficos de esos años como Gimeno -propietario del cine Proyecciones- o Estanislao Bravo -dueño del cine de la Flor- eran prácticamente las únicas escuchadas por los periodistas encargados de redactar sus artículos en las revistas de la época y también por los historiadores. Quizá por eso podemos encontrar diversas afirmaciones declarando a ambos como los únicos pioneros del cine español. Un ejemplo ilustrador resulta el artículo titulado «Cine retrospectivo» editado en diciembre de 1933 en la revista Cinema Variedades8. En éste ya se relataba, aunque sin datarlo, el conocido episodio de la competencia entre Gimeno y Estanislao Bravo como el motivo del rodaje del film del aragonés, pero no se apuntaba que fuera el primero, sino «el primer triunfo de la cinematografía española».

A pesar de que no existían menciones a la película aragonesa como la pionera del cine español, no cabe duda de que este tipo de informaciones proporcionó el caldo de cultivo necesario para desarrollar posteriormente algunas leyendas.

Otro dato que también tuvo su importancia es que no se había realizado ni planteado todavía una historiografía, ni tan siquiera básica, de la cinematografía española. De hecho, antes de la década de los treinta no existía una literatura cinematográfica en condiciones, como apuntaba el ingenioso Juan Piqueras en 1931:

«HACIA UNA BIBLIOGRAFÍA CINEMATOGRÁFICA ESPAÑOLA.

En nuestra actuación cinematográfica se multiplican las alusiones hechas a la escasez y necesidad de crear una bibliografía cinematográfica española. Hacemos esta afirmación porque nunca podremos tener en cuenta esa docena de libros cinematográficos que poseemos. Casi todos carecen de vitalidad, de ambiente, de ciencia cinematográfica. Unos por demasiado frívolos; otros por demasiado ingenuos. Y los demás por ser escasamente originales...

... Ella está necesitada de manuales técnicos, de indagaciones históricas de figuras, de panoramas sobre distintas cinematografías, sobre distintos aspectos del 'cine': de teorías, de revisiones, de significaciones...»9



Había, por tanto, una auténtica necesidad de crear una literatura cinematográfica de calidad, que fue consiguiéndose poco a poco en la época de preguerra. Se estaba iniciando un interesante y prometedor auge en el campo de la crítica y de los escritores cinematográficos, pero la contienda terminó bruscamente con este satisfactorio florecimiento. Por ello, y aunque en esos años se realizaron ya algunas obras de interés, jamás llegó a forjarse una historiografía en condiciones y sus páginas estaban absolutamente en blanco para ser escritas en el periodo de la postguerra. Naturalmente, la línea de creatividad iniciada e interrumpida por la contienda no pudo tener una continuidad terminada ésta, ya que la mayoría de los historiadores que colaboraron con la república desaparecieron por uno u otro motivo. Bien fueron perseguidos y eliminados de los órganos de difusión, como el caso del actual decano de los escritores cinematográficos y director de la revista Nuevo Cinema, Florentino Hernández Girbal; fusilados, tal como el citado comunista Juan Piqueras y Alfredo Cabello; o en su mayoría exiliados. Entre estos últimos podemos recordar a César Muñoz Arconada, Francisco Ayala, Mario Calvet Arce, Benjamín Jarnés, Jaume Miravitlles, Mariano Perla, José Luis Salas, Manuel P. Somacarrera, Antonio Suárez Guillén o Manuel Villegas-López, entre muchísimos otros. Durante su exilio, la mayoría de ellos tuvieron una destacada actividad relacionada con el cine. Incluso la guerra no sólo supuso un tremendo varapalo por la fuga de quienes desarrollaban, de forma más o menos brillante, la crítica y el ensayo cinematográfico en los años que la precedieron, sino que conllevó también la emigración de muchos potenciales talentos y gentes que anteriormente no se habían prodigado como escritores cinematográficos, pero que desarrollaron toda su capacidad en esta faceta en los países de destino, como el caso de Emilio García Riera y tantísimos otros. Este cúmulo de situaciones supuso un evidente empobrecimiento en la calidad y cantidad de los textos relacionados con la crítica y la historia cinematográfica en los años venideros. El camino se encontraba absolutamente expedito para que los historiadores del bando vencedor, bastante más mediocres, en general, e influidos por sus ideales de exaltación patriótica, escribieran la deficiente historia cinematográfica que hemos heredado. También debemos recordar que, tras la guerra y debido a su tenaz resistencia al avance de las huestes franquistas, las provincias catalanas, así como Vizcaya y Guipúzcoa, fueron declaradas como «provincias traidoras». Gelabert, catalán y no identificado con el franquismo, formaba parte de «esa otra España», la perdedora, que quedó subyugada a los caprichos de los vencedores (falangistas, carlistas y demás combatientes del bando ganador). Igualmente, tras la corriente antirreligiosa acontecida en la Guerra Civil, se había iniciado una fuerte resacralización en la sociedad franquista. Las máximas autoridades de la iglesia, entre ellos Achille Ratti -Pío XI- y Eugenio Pacelli -Pío XII- legitimaron el nuevo régimen. Las manifestaciones externas de devoción, impuestas desde instancias gubernativas, alcanzaron límites insospechados. Una de las tradiciones religiosas más ensalzadas durante la dictadura fue precisamente la de la Virgen del Pilar, a la que se le denominaba como «la capitana de los ejércitos franquistas» y su basílica era conocida como «el santuario de la raza». De hecho, ésta continuó presidiendo el famoso «Día de la Hispanidad», que había sido instituido por Primo de Rivera, siendo denominada como «Reina y patrona de la Hispanidad». La fiesta quedó absolutamente ligada a diversas manifestaciones castrenses y religiosas del régimen franquista, además de constituirse en patrona de la Guardia Civil. Todo este proceso relatado es fundamental para comprender la génesis de la primacía del film de Gimeno. Aun así, hay que advertir que en los primeros años del franquismo todavía no se había iniciado el manejo tendencioso de la cinta del aragonés. De hecho, en 1941, uno de los historiadores más significados del bando vencedor -no en vano fue poseedor de la medalla de la Vieja Guardia de Madrid y de la de Sufrimientos por la Patria-, Fernando Méndez-Leite von Hafe, todavía mantenía la versión admitida hasta esos días, aunque recogiendo la modificación de data apuntada por el propio Gelabert en 1940:

«En los primeros días del mes de agosto de 1897 se rueda en Barcelona la primera película española, a la que su autor, actor y realizador, Fructuoso Gelabert, da el título de Riña en un café10



Realmente, los cimientos de la falacia se establecen en plena postguerra con la publicación en 1942 a cargo de la revista Primer Plano de una entrevista ofrecida por el propio Eduardo Gimeno Correas a Fernando Castán Palomar, mediocre periodista adicto al régimen franquista. Debemos recordar que, en la misma revista, año y medio atrás, Gelabert establecía la data de su film Riña en un café en agosto de 1897, por lo que la única posibilidad de que el rodaje de Salida de misa de doce del Pilar de Zaragoza superara aquella fecha era que este film se hubiera tomado antes de ese día. Veamos un ejemplo de su tendenciosa entrevista:

«... - En esta primera salida como operador -me refiere-, conseguí que el público no se diera cuenta de que yo estaba obteniendo una película, pero la noticia cundió prontamente por la ciudad y al domingo inmediato la plaza se llenó de gente que aguardaba la llegada de la cámara cinematográfica, con la ilusión de aparecer luego en la pantalla.

- ¿Fue ése el primer documental que se hizo en España?

- Obtenido por un español, acaso.»11



Hay que reseñar la provocadora pregunta del periodista y la prudente contestación del pionero. Es importante indicar que la revista estaba editada por el Departamento de Cine de la Vicesecretaría de Educación Popular, dependiente por entonces de Falange Española12. Incluso en el mismo número ocupaba su primera página, de forma significativa, el anuncio del libro de un tal «Jaime de Andrade» titulado Raza. Además, el artículo se titulaba, de forma tendenciosa, «Un día de 1942 con el primer español que compró un Lumière», estableciendo así otra premisa falsa que contribuiría a cimentar la leyenda. De hecho hay que significar que hoy conocemos varias cámaras Lumière anteriores a la de Gimeno, quien ni siquiera es el primer aragonés que la obtuvo, ya que este privilegio corresponde al oscense Félix Preciado. Es muy importante destacar que, cuando se realizó el reportaje, el director de la revista era otro hombre significado del régimen: Carlos Fernández Cuenca. Ambos fueron los principales artífices del asentamiento de esta mentira urdida respecto al film de Gimeno. Todavía pasaría un tiempo para que esta semilla, hábilmente colocada por el dúo de manipuladores, fructificase. Así, el Anuario de 194313 no recogía los nuevos datos, significando lo expuesto en el Anuario del 35, pero exponiendo tan sólo los documentales del catalán y olvidando la famosa Riña en un café.

En 1945 se produjo la publicación de un trabajo de un historiador aragonés que, aunque pasó absolutamente inadvertido para los historiadores cinematográficos, era uno de los que más se acercaban a la realidad de lo ocurrido con el rodaje de Gimeno. El texto de José Blasco Ijazo exponía la siguiente versión:

«Como era también operador, en la de 1899 impresionó, sin previo aviso, una cinta de la salida del Pilar de misa de once, en día festivo. Proyectada, alcanzó un éxito enorme de público, y esto le indujo a repetir la empresa, pero con relación a la misa de doce, más concurrida. Súpose de antemano, ya con toda intención, y la gente, acuciada por la novedad de verse en la pantalla, acudió en tropel a la céntrica plaza. El 'artista' pasó verdaderas fatigas para conseguir el propósito, si bien es verdad que le valió importantes ingresos.»14



También en 1945, Martín Abizanda realizó una extensa entrevista a Eduardo Gimeno en la revista Cámara. Resulta extraordinariamente importante este documento, ya que, como veremos, el aragonés refería el episodio con Bravo y el rodaje de su famosa Salida de misa de doce del Pilar de Zaragoza «tres años después de instalarse en Zaragoza», y tan sólo admitía haber filmado la de Los pontoneros haciendo un puente en 1897. Hay que recordar que esta entrevista recogía lo ocurrido con muchísima más amplitud que su diario, donde tan sólo dice que rodó la película en 1896. A pesar de que en la entrevista el pionero confundía, como en el tan aireado diario, repetidamente las fechas y los lugares, la frase anteriormente citada puede resultar finalmente cierta: el rodaje se realizó tres años después de dar su primera proyección en Zaragoza15, en 1899:

«... - ¿Usted ha nacido en Zaragoza?

- Sí; y toda mi familia. Por ello tenía especial interés en triunfar en mi ciudad natal. Abrí el primer cine en 1897, y no sólo proyectaba las películas de los Lumière: Batalla de nieve, Salida de los obreros de la fábrica, etc., sino otras que yo mismo realicé. El propio aparato proyector servía, y sirve aún, para captar imágenes. De aquella época data una película que titulamos Los pontoneros haciendo un puente. Ahora que mi mejor producción se debió al hecho de haberme salido un competidor. A los 'tres años de instalarnos en Zaragoza', en el cine de la Flor, un empleado de mi padre, llamado Estanislao Bravo, montó otro cine frente por frente al nuestro. No paró aquí la rivalidad comercial, pues pintó un gran cartel diciendo: 'En el cine de enfrente, trece películas; aquí, catorce.' Hay que advertir que por aquel entonces sólo circulaban en todo el mundo las mismas películas, que, en total, apenas rebasaban la docena. El que nuestro competidor dispusiera de una más nos colocaba en situación precaria.

- ¿Cómo se las arregló?

- Una mañana me eché al hombro la máquina tomavistas, situándome a la puerta del templo del Pilar. Excuso decir a usted la curiosidad de la gente, que jamás había concebido cosa igual. Pero aún fue mayor su sorpresa cuando, a los pocos días -después de revelar el celuloide en barreños-, anunciábamos con grandes letras el acontecimiento: 'Hoy, catorce películas extranjeras y una nacional. Todo el que estuvo en misa en el Pilar podrá verse en la pantalla.' El éxito fue asombroso. Desde las ocho de la mañana hasta las doce de la noche tuvimos el cine abarrotado. En realidad era la primera película española...»16



No es extraño que Gimeno significase que ésta «era la primera película española», a pesar de que las fechas apuntadas para sus rodajes -todas más allá de agosto de 1897- sin duda eran posteriores a las tomas atribuidas hasta entonces a Gelabert, ya que debió de estar condicionado por el artículo de Castán Palomar. No hay otra explicación, salvo la manipulación, ya que sitúa el film tras el de los pontoneros y ambos posteriores al de Gelabert. El aragonés, probablemente, desconocía que existiera un rodaje de Gelabert en el 97. Era un empresario y no un especialista en historia del cine, tal como lo demostraban sus afirmaciones de que el cine llegó a España en 1895 y otras barbaridades.

Toda esta serie de informaciones no alteraban la secuencia establecida por los historiadores del momento, y las publicaciones realizadas tras la entrevista no atendieron las alegaciones de Gimeno declarando a su film como el pionero. De esta forma, Ángel Falquina ni siquiera reflejaba los films de Gimeno y vuelve a citar sólo a Gelabert en su trabajo realizado en 194617.

El 30 de octubre de 1947 falleció Eduardo Gimeno. Por entonces, el pionero contaba con setenta y ocho años. Inmediatamente después, José Gómez Figueroa, redactor de Informaciones, realizaba una entrevista al hijo de Eduardo Gimeno Correas18, Eduardo Jimeno Moñino. En el texto se recorre la historia del singular personaje, resaltando su mérito como pionero, pero no se menciona en absoluto que el rodaje de Salida de misa de doce del Pilar de Zaragoza se realizara en 1896, más bien al contrario, ya que Eduardo Jimeno Moñino sitúa el episodio en 1898:

«En 1898 levantó un barracón de cine un tal Bravo. Y como le llegaban de la casa 'Lumière' las mismas películas que a mi padre, se colocaba delante de la puerta del espectáculo y comenzaba a gritar a todo pulmón: 'Señores: aquí se representan las mismas películas que allí -apuntando con el dedo el barracón de mi padre-. Las mismas películas, señores; pero cobro menos'.

Mi padre se indignó, y pensando, pensando, preparó un tomavistas sobre el Lumière, esperó a la salida del templo del Pilar y produjo la primera película española.»19



De todo lo expuesto anteriormente, cabe destacar que, hasta después de fallecido Gimeno, nunca se indica en las diferentes entrevistas realizadas al pionero o a su familia que el rodaje de Salida de misa de doce del Pilar de Zaragoza datara de 1896 ni en una fecha anterior a agosto de 1897. Sólo se apuntaban las fechas de 1898 ó 1899, que bastaban a la familia Gimeno para reclamar erróneamente el honor de haber rodado la primera película española, ignorando así un sinfín de producciones realizadas en el año 1897. Por ello, una única frase escrita por Gimeno en su diario, errado claramente en un año en la mayoría de sus episodios, podía defender la fecha del 96:

«El que esto escribe empezó a ser operador (forzoso) en el año 1895; en el 96, ya solamente con pocas nociones de aficionado a la fotografía, se atrevió a hacer algunas películas con el mismo aparato Lumière, entre otras, una salida del Pilar en Zaragoza que llamó poderosamente la atención en la localidad.»20



Quizá por todo esto, todavía en 1948, Ángel Zúñiga se guía ignorando este tipo de declaraciones en su libro Una historia del cine y tan sólo cita las producciones de Gelabert Salida del público de la iglesia parroquial de Sans y Salida de los trabajadores de la fábrica España Industrial.




ArribaLa creación del mito

Puede afirmarse, sin lugar a dudas, que fue este mismo año cuando el franquista Carlos Fernández Cuenca21 establece definitivamente la base de la leyenda. Basó su relato sobre los Gimeno en algunos artículos que ya hemos expuesto, como el de su amigo y subordinado Castán Palomar o el de José Gómez Figueroa; pero en su texto se produjo una tergiversación increíble de los hechos y podía denotarse una clara intencionalidad:

«El primer ensayo de Jimeno recogía las maniobras de los pontoneros en el río Ebro; pero la cinta, falta de luz, no quedó a gusto de su autor, que la proyectó muy pocas veces. En cambio, por los mismos días -primavera o comienzos del verano de 1897- impresionó otra película, que se puede considerar como nacimiento del cine español: Salida de misa de doce del Pilar de Zaragoza...»22



Resulta evidente que si afirmaba que el aragonés había rodado anteriormente una película de un regimiento de pontoneros23 y que, según aseveraba el historiador, fue presentada ante el público -aunque fuese «pocas veces» y la copia no gustara excesivamente a su autor-, la primera película habría sido clarísimamente ésta y no la siguiente. ¿Cómo podía ser la primera película la que él mismo decía que ser la segunda? Que este dato se le pasara por alto a la familia Gimeno puede resultar comprensible, pero no podía pasar inadvertido para un historiador como Fernández Cuenca y únicamente se puede explicar como una miserable manipulación. Por otra parte, ésta se hace aún más evidente si tenemos en cuenta la modificación de las fechas. Dado que la película de Gelabert se había datado en agosto de 1897, nuestro particular «mago» adelantaba el rodaje del aragonés a «primavera o verano de 1897» sin poseer ninguna información que apuntara esas fechas. En definitiva, ¿no era mejor para la historia de la cinematografía de los españoles católico-franquistas que la primera película fuera la católica Salida de misa de doce del Pilar de Zaragoza y el primer director español el por entonces recientemente fallecido Eduardo Gimeno, cuyo heredero vivo era muy afín al régimen, en lugar de la pendenciera Riña en un café del catalán y políticamente dudoso Gelabert?

En 1949, Juan Antonio Cabero dio aún más fuerza a la versión manipuladora de Fernández Cuenca, dando por bueno que la película de su paisano se había rodado antes que la de Gelabert. Pero el aragonés, quizás basándose en el diario escrito por Gimeno y para poder cuadrar este film como el primero rodado en España, estableció el rodaje en las fiestas del Pilar y lo adelantó a 1896:

«- ¿Quién fue el español que impresionó la primera película en nuestra nación?

- Descontadas las primeras películas, realizadas por Promio (...) la primera película impresionada en España por un español, con el tomavistas y proyector Lumière, en película de 35 milímetros, con dos perforaciones redondas por fotograma, la obtuvo Eduardo Jimeno, hijo, en Zaragoza, durante las fiestas de octubre de 1896. Era un reportaje que recogía en su objetivo la salida de la misa mayor del Pilar.»24



En el mismo libro y bajo el título «La familia Jimeno o tres generaciones de hombres consagrados al séptimo arte», el autor desarrollaba toda una teoría sobre la actividad de los aragoneses plagada de errores. La historia contada por Cabero se basó, sin duda, en la versión anterior de Fernández Cuenca, el diario y algunos datos facilitados por la familia Gimeno25. Hay que tener en cuenta que Eduardo Gimeno Correas, que fue quien realizó el rodaje cuando iba de feria en feria con su padre, Eduardo Gimeno Peromarta, había fallecido ya dos años antes de que Cabero publicara su libro. De hecho la mayor parte de los datos transmitidos por la familia del pionero le fueron facilitados principalmente por Eduardo Jimeno Moñino, heredero de la saga. Parece que los contactos de Cabero con la familia databan de bastantes años atrás, por lo que sin duda debió de hablar también con el propio anciano Gimeno Correas, ya que en su libro aparece una foto con Pepe mostrando la vieja cámara Werner, y éste -que era quien realmente estaba destinado a suceder a su padre- falleció en 1937. Otro dato que no debe olvidarse es que Cabero era aragonés y, naturalmente, a pesar de no ser un hombre demasiado religioso, asimiló con ilusión la noticia de que su emblemática iglesia del Pilar figurase como la primera imagen tomada por un español y un paisano se situase en el podium de honor, sin cuestionarse los datos contradictorios que había recogido de otras fuentes. Todo esto, unido a la inexistente confirmación de cuantas informaciones exponía el bueno de Cabero -la mayor parte «de oídas»-, permitieron plasmar muchas teorías tan fantásticas como lamentablemente erróneas. Ni Gimeno ni Estanislao Bravo podían dar otra versión de los hechos, ya que habían fallecido en octubre de 1947 y enero de 1945, respectivamente. Pero con todo ello, y después de entrevistar a diversos personajes de la época que conocieron a Cabero, no creo que tuviera intencionalidad «política» en el error. Simplemente le pareció una historia bonita desde su óptica de aragonés y la trató de cuadrar, aunque con tan poca malicia que eso se aprecia en su relato. Hay que significar que Cabero no era un hombre entusiasta del régimen franquista, aunque desde luego distaba mucho de ser un luchador republicano; más bien era un hombre con un amplio espíritu liberal que por la época en que publicó su libro se encontraba ya con serios problemas de salud. Ya no era el Cabero de antes, cuyos artículos eran muchísimo más precisos, y su libro llegó en una mala época de su vida. Eso se deja traslucir en su obra.

Naturalmente, la propuesta lanzada por Fernández Cuenca, y refrendada por Cabero, fue inmediatamente aprovechada desde casi todos los historiadores más afines al régimen. De hecho, el mismo año que Cabero publicaba su libro, la Oficina Informativa Española editó una historia del cine español anónima26 en la que se recogía la nueva versión de la primacía del film del aragonés, aunque sin definirse en la fecha del rodaje. Prácticamente todos los historiadores más destacados de esa época siguieron la corriente y se encargaron de dar forma a la leyenda. Bien es cierto que, en 1950, todavía se editó un texto en el que se cita a Gelabert como pionero; pero parece que la amplia obra de María Luz Morales27 fue escrita anteriormente a la aparición de las nuevas versiones y debió de incluir a última hora algunas líneas sobre Gimeno, ya que su versión resulta confusa y desconcertante. Morales citaba a Gimeno y sus películas tras las de Promio, pero, incomprensiblemente, seguía otorgando el galardón a Gelabert.

Ese mismo año, el principal artífice de la patraña, Carlos Fernández Cuenca, decidía dar una nueva «vuelta de tuerca» a este asunto. Su versión anterior, en la que significaba la primacía del film de Gimeno sobre la base de un supuesto rodaje en primavera o comienzos de verano de 1897, no encajaba demasiado bien, y decidió seguir la versión de Cabero, mucho más adecuada para los «intereses patrios del régimen» al situar el rodaje en las mismas fiestas del Pilar de 1896. Así, en el número del 1 de abril de la revista Primer Plano, en cuya portada aparecía una enorme foto del «Generalísimo» junto a un artículo conmemorativo del «día de la victoria» y que finalizaba dando los habituales vítores a Franco y a España, publicaba una primera entrega de la serie titulada «Los creadores del cine español»28, dedicada a Eduardo Gimeno. Iniciaba su exposición con una curiosa versión de los inicios de la falacia, reconociendo que Gimeno tan sólo expresó a Castán Palomar una respuesta ambigua -según él, debido a la «modestia ejemplar del pionero»-, y, sin embargo, exponía sin dudar y -según decía- «en recta aplicación de los fervores patrióticos», que éste rodó el primer film español en octubre de 1896. Tan sólo ocho días después F. Hernández Blanco refrendaba la versión del madrileño dentro de la misma publicación29, pero de forma más dubitativa. Un año después, el periodista Gómez Figueroa, que había entrevistado a Eduardo Jimeno Moñino en 1947 tras el fallecimiento de su padre y había fijado el rodaje en 1898, cambió su versión. En su artículo admitía lo publicado por Fernández Cuenca y relataba el episodio con Bravo como causa inmediata del rodaje, hecho que situaba ahora en 1896. La falacia ya estaba prácticamente asentada, y todos concedían la primacía a Gimeno. No obstante, las versiones contradictorias entre las historias del cine de Cabero, que daba la fecha de 1896, y la historia de 1948 de Fernández Cuenca, que apuntaba la de primavera o inicios de verano de 1897, motivaban diferentes fechas para esta primacía. Así, en 1954, José María Escudero30 seguía al madrileño y Eduardo Moya López31 al aragonés.

En 1955, el historiador franquista Luis Gómez Mesa señala, de forma muy escueta y sin duda siguiendo las insinuaciones de la Historia del cine de Fernández Cuenca, la fecha de 1897 para los films de Gimeno y Gelabert en su Historia del cine español32. Es interesante significar que fue el único que, prudentemente, no destacaba la prioridad de un film sobre otro.

Los años siguientes nos trajeron algunas artículos de interés en los diarios Informaciones y Heraldo de Aragón. El primero de ellos recogía una entrevista realizada en 1957 por el periodista Juan Ríos Suárez al veterano Cabero33, donde éste exponía su conocida versión de 1949. El segundo, firmado por José F. Pérez Gallego34, apuntaba la versión de los inicios de Gimeno mantenida en la Historia del Cine de Fernández Cuenca, aunque a la hora de fechar el film daba las dos posibilidades de 1896 y 1897.

Debido a esta confusión, el madrileño debía de asentar la falacia y despejar ya cualquier duda o vacilación, y así en 1959 editaba su opúsculo Promio, Jimeno y los primeros pasos del cine en España. Al igual que la mayoría de lo publicado hasta entonces sobre este tema, es un conjunto de despropósitos desde su inicio, estableciendo diversas leyendas. En su primer capítulo, referente al operador francés, exponía que el primer aparato en llegar a España fue el cinematógrafo Lumière -lo cual es falso, pero está claro que era el más prestigioso-, que éste inició sus sesiones el día 15 de mayo -lo que tampoco es cierto, aunque parezca muy «adecuado», al ser el día de San Isidro- y, para terminar de lucirse, que Promio fue el encargado de tal evento y no un simple empleado suyo. El resto de lo expresado en este folletito publicado en el número 1 de los Cuadernos de la Filmoteca Nacional de España va, más o menos, en la misma línea: la de la fantasía, la leyenda e incluso el engaño. Sus palabras ayudaron a establecer definitivamente el mito de los aragoneses y su cinta. Así recogía y resaltaba lo más «conveniente» de todo lo expuesto hasta la fecha:

«... Los Jimeno son los primeros españoles que compran una cámara Lumière; son los primeros que dan a conocer la gran invención en muchas ciudades; son los primeros que establecen locales permanentes para la exhibición del cine en España; son los primeros que hacen y proyectan películas netamente españolas. Nada más y nada menos: un buen pedestal.»35



Lo cierto es que no se pueden cometer más errores en menos espacio, ya que ni fueron los primeros españoles en comprar la cámara Lumière -ni siquiera los primeros aragoneses-, ni los primeros que la mostraron -antes estaban al menos Sellier, Salinas y De Lucas, o Preciado-36, lo de los «locales permanentes» es bastante discutible, y en cuanto a las películas españolas, podemos citar bastantes cintas anteriores: las rodadas por Sellier en mayo del 97 -cuyos títulos desconocemos a día de hoy-, Plaza Vieja de Vitoria (Salinas y De Lucas, antes del 12 de junio de 1897), El entierro del General Sánchez Bregua (Sellier, 20 de junio de 1897), Puente del Arenal de Bilbao, Gigantes y cabezudos de Bilbao (ambas de Obregón, entre finales de julio y primeros de septiembre de 1897), etc. Pero además debe juzgarse «intencionalidad», ya que sus propias palabras y sus manipulaciones de la historia, ya reflejadas parcialmente en su Historia del cine de 1948, le delataban:

«... El primer ensayo del joven como operador tomavistas recogió un aspecto de las maniobras que a la sazón efectuaba en el río Ebro un regimiento de pontoneros; pero el negativo resultó escaso de luz y no satisfizo al autor, que pocas veces se decidió a presentarlo ante el público. Sin embargo, la segunda película salió perfecta de fotografía y constituye el nacimiento del cine español, hecho en España y por españoles: Salida de la misa de doce del Pilar de Zaragoza es su título memorable.»37



Tal como apuntaba en 1948, admitía el rodaje y estreno de un film anterior de los pontoneros, pero «el más adecuado», el del «título memorable», lo adelantaba por arte de magia. Otras palabras inscritas en la misma página nos pueden dar la clave de esta curiosa y vergonzosa manipulación:

«... esa histórica Salida de la misa de doce del Pilar de Zaragoza tiene la alta significación de marcar el nacimiento indudable de la cinematografía española y hacerlo, además, a diferencia de las salidas y llegadas de trenes que inician la producción en casi todo el mundo, fijando en el celuloide un testimonio de sensibilidad nacional: la fe religiosa, y precisamente en el templo que con justicia suele llamarse Santuario de la Raza.»38



La maniobra resulta evidente y sus motivos fueron de tipo claramente ideológico. Basta mencionar algunas consignas tan significativas como «sensibilidad nacional», «fe religiosa» o «santuario de la Raza». Es necesario recordar que Carlos Fernández Cuenca era, por esos años, una de las máximas autoridades gubernativas del cine nacional39.

A partir de estas informaciones se produjo la definitiva exaltación del mito durante todo el resto de la época franquista, y la falta de crítica por parte de los historiadores a pesar de las importantísimas incongruencias que se planteaban: ¿Cómo pudo Gimeno comprar una cámara Lumière antes de octubre de 1896 si éstas todavía no se vendían?, ¿cómo podía describirse el rodaje por efecto de una competencia con Estanislao Bravo si éste no inició su actividad cinematográfica hasta 1897 según Cabero?40 ¿por qué se basaban en un diario de Gimeno que basta hojearlo para darse cuenta de que adolece de un error de fechas clarísimo, aseverando comprar su primera cámara Werner en 1895 -fecha en que no se vendía cámara alguna- y proyectar ese mismo año en Bilbao? No era fácil criticar a una gloria nacional representativa de los valores de la civilización católica tradicional en los años del riguroso nacionalcatolicismo; por ello, ¿quién osaba elevar la voz en los años 60 contra el franquismo y su «santuario de la Raza» del Pilar?41 Era otra época, años oscuros para la cultura y la verdad, donde los intereses nacionales prevalecían sobre todo lo demás. La persecución y el aislamiento férreo que algunos escritores cinematográficos republicanos nos relataron resultó espeluznante. Por ello, en estos años se exponían, casi unánimemente, las versiones oficiales. Un ejemplo lo constituía el libro de José López Clemente42 de 1960.

Llegados a estas fechas, debemos citar dos excepciones, que, por diferentes razones, expusieron la data de octubre 1897 para Salida de misa de doce del Pilar de Zaragoza. El primero de ellos fue el publicado en 1965 por Fernando Méndez Leite von Hafe. Evidentemente, desde su posición de incondicional del régimen podía permitirse esos lujos. Por ello, en su Historia del cine español43 seguía nombrando a los Gimeno como los propulsores del cine en España, admitiendo casi toda la leyenda arrastrada desde años antes, pero no les concedía el primer rodaje en España. Dos hechos pudieron conducir al historiador a esta conclusión: Uno fue que se basó en su anterior obra de 1941, cuando todavía los Fernández Cuenca, Castán Palomar y demás acólitos del franquismo no habían urdido la patraña. El segundo es que se dio cuenta de que algo no le cuadraba en cuanto a fechas, ya que expone parte del recorrido. Por ello cuando hablaba de «las primeras películas españolas y su realizador» apuntaba exclusivamente al pionero catalán Gelabert y su cinta, y para Salida de misa de doce del Pilar de Zaragoza y la citada cinta de las maniobras de los pontoneros daba la fecha de octubre de 1897. Evidentemente, las piezas del puzzle no engarzaban bien para el historiador, pero su observación no fue atendida en absoluto. La leyenda ya estaba lo suficientemente asentada, y si a esto unimos que la obra de Méndez-Leite no resultaba demasiado rigurosa en general y que no documentaba ni argumentaba los motivos de la modificación de la data del film de Gimeno, es fácil comprender la razón de que su aseveración no fuese tomada en cuenta por nadie. Todos pensaron que el equivocado era él. De hecho se continuaron adornando y acrecentando todos los tópicos. La otra excepción a la regla general la constituyó el trabajo publicado en 196944 por Román Gubern. Su caso, evidentemente, es totalmente contrario al de Méndez-Leite, ya que se trataba de un hombre conocido por su tenaz lucha contra el franquismo. La exposición de Gubern, al tratarse de una referencia a los orígenes del cine español dentro de una obra muy extensa sobre el cine mundial, era bastante escueta. Román Gubern nos ha revelado que la adjudicación de la data de 1897 al film de Gimeno no fue fruto de la investigación, sino de pura intuición y sentido común. Lógicamente, al no exponer datos que justificasen la modificación y tratarse de una pequeña cita en una obra muy extensa que no estaba dedicada al cine español, su afirmación pasó tan inadvertida como la de su antagónico Méndez-Leite. De hecho, durante esos años y hasta el final del franquismo no hemos encontrado ninguna referencia similar. Todos seguían coronando al «santuario de la Raza»45.

Con el fin del oscuro túnel de la dictadura, ya nadie se cuestionaba que tantísimos textos que reflejaron unánimemente esta cuestión pudieran estar equivocados. La famosa frase de la película del genial John Ford El hombre que mató a Liberty Valance (The Man Who Shot Liberty Valance) viene como anillo al dedo a esta historia. Así, parafraseando la misma, podríamos decir: «Señor mío, esto es España. Cuando la leyenda toma cuerpo, se imprime la leyenda»46. De esta forma, historiadores de todo signo la reflejaron en sus libros, manteniendo la mentira. Entre los años 1976 y 1994 incluyen también esta información sin discutirla la mayoría de los autores. Nada hay que achacarles, ya que la mayor parte de ellos realiza simplemente libros de divulgación y no de investigación -al menos, nunca de investigación de este periodo-, y refieren los hechos tal como los recibieron de sus antecesores en una herencia envenenada, llena de falsedades. El año 1994 marca otro hecho destacado en el mantenimiento de la leyenda. Ese año se edita el único monográfico existente a día de hoy sobre los Gimeno: Los Jimeno y los orígenes del Cine en Zaragoza47. Desde esa fecha, con el espaldarazo que supuso a la leyenda la publicación de esta obra y la prevista celebración del centenario sobre la base de su rodaje, la versión tomó aún más fuerza, y absolutamente ningún texto que trató el tema dejó de contemplar el camelo del señor Cuenca. Aunque parezca mentira, el origen de todos estos errores está en el hecho de que no ha habido una revisión metódica y sistemática de las fuentes originales. De esta forma, la falacia interesada se ha perpetuado, como tantísimas otras en el cine, y suponemos que también en otros ámbitos, y todavía hoy algunos se resisten al esclarecimiento de la verdad a pesar de la claridad de las pruebas que hemos aportado. Los de siempre.





 
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