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Simbología secreta de «La decadencia de la flauta y el reinado de los fantasmas», de Ramón Sijé

Ramón Fernández Palmeral



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ArribaAbajoAgradecimientos

A Gaspar Peral Baeza por facilitarme libros, artículos, revistas sijenianas de su archivo personal, más sus valiosísimos comentarios.

A José A. Sáez Fernández que aceptó inmediatamente la tarea de escribir el prólogo a este trabajo, y me lo mandó a vuelta de correo. Así como de sus muy documentados trabajos de los que me he servido.

Al Archivo de Ramón Sijé (doña Carmen Saldaña, Orihuela), Fundación Cultural Miguel Hernández y Módulo de Biblioteconomía del Taller de Empleo Miguel Hernández II (Orihuela), por la aportación de manuscritos de Ramón Sijé para la documentación del libro.

A Aitor L. Larrabide por su generosa aportación de documentos.

A Vicente Ramos por las orientaciones recibidas, sus comentarios y libros.

A Antonio García-Molina Martínez por su Archivo personal.

A Manuel Martínez Galiano por su prólogo al libro de Sijé e informaciones posteriores y correspondencia mantenida.

A la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes que me publican en versión digital y me vivifican a seguir escribiendo.

A Pablo Riquelme y Pilar Girona por la inserción en la página web de Orihuela Digital de las que fueron las primeras andaduras de este libro, y una aproximación a Ramón Sijé.

A Luis Alonso, de Monóver.com




ArribaAbajoPrólogo apuntes para un ensayo sobre Ramón Sijé

El nombre del malogrado escritor oriolano José Marín Gutiérrez (1913-1935), más conocido por el seudónimo literario compuesto por el anagrama de su nombre y primer apellido, Ramón Sijé, representa para mí los años juveniles e ilusionados de un joven licenciado en Filología Hispánica que admiraba al poeta de Orihuela Miguel Hernández y que, allá por el año 1980, acudió a su profesor de literatura, por entonces recién llegado a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada, Miguel d´Ors, para que le dirigiese su memoria de licenciatura sobre el poeta, que no sobre el ensayista. Fue este mismo profesor quien me sugirió que la realizase sobre Ramón Sijé, en especial por lo desconocida y enigmática que resultaba entonces su figura literaria. Y así fue como decidimos que afrontara la recopilación y el estudio de la obra periodística dispersa del oriolano, introducidos por el magnífico volumen del doctor Vicente Ramos sobre Miguel Hernández, publicado por editorial Gredos, donde dedica a Ramón Sijé enjundiosas páginas por las que siempre le estaré agradecido, pues constituyeron mi guía en aquellos momentos iniciales.

A aquel estudio dediqué al menos dos años y durante varios meses consulté cuantos periódicos y revistas de la época se encontraban, tanto en la Biblioteca Pública Municipal «Fernando de Loazes», de Orihuela como en la Biblioteca Provincial de Alicante que, si no recuerdo mal, se encontraba en la calle Juan Bautista Lafora. Lo mismo debo decir de la Biblioteca «Gabriel Miró» de la entonces Caja de Ahorros de Alicante y Murcia, dirigida por el doctor don Vicente Ramos y en donde trabajaba el poeta oriolano residente en Alicante, Manuel Molina. Conocí y traté a ambos personalmente: con el primero aún mantengo una entrañable amistad, con el segundo la tuve, pero desgraciadamente ya no está entre nosotros. Él escribió el prólogo para mi edición de Textos sobre Ramón Sijé (1985). Suponía una alegría indescriptible para mí poder manejar aquellos periódicos y revistas de la época en los que colaboró el asombroso adolescente de Orihuela, descubrir sus textos y en muchos casos copiarlos a mano, ya que no era posible fotocopiar en ocasiones los periódicos.

Otras veces, como en la Biblioteca «Gabriel Miró» de Alicante, pude manejar esos mismos medios a través del microfilm. Mucho debo, en la realización de aquel trabajo inédito, a las facilidades y materiales bibliográficos que me fueron proporcionados por don Vicente Ramos y por el poeta Manuel Molina, amigo personal de Miguel Hernández, para quienes guardo un sentimiento de perenne gratitud. Del mismo modo, hube de realizar consultas en la revista madrileña Cruz y Raya, dirigida por José Bergamín; en la gaditana Isla, dirigida por Pedro Pérez Clotet; en el periódico madrileño El Sol y en la revista sevillana Nueva Poesía, entre otras. También acudí a la Hemeroteca Municipal de Murcia, donde localicé las páginas literarias de La Verdad en que publicaron sus textos Ramón Sijé y Miguel Hernández, y en donde encontré datos de notable interés.

Dos volúmenes de unas 400 páginas en total, que guardan entre sus cubiertas el esfuerzo y la ilusión de un joven licenciado que recogió y estudió la obra periodística del autor de La decadencia de la flauta y el reinado de los fantasmas, ensayo sobre el romanticismo que varias décadas después publicaría el Instituto de Estudios Alicantinos, de la Diputación Provincial de Alicante, hoy Instituto de Cultura Juan Gil-Albert. Por aquel tiempo conocí o entré en contacto con muchas personas relacionadas con Miguel Hernández y Ramón Sijé. Entre ellos no debo dejar de citar al abogado oriolano don Antonio García-Molina, quien me llevó hasta don José Torres López, cuñado de Ramón Sijé (casado con su hermana María Dolores), a don Francisco Jiménez Mateo, de una bondad y de una generosidad sin límites, marcadas por su extremado amor a Orihuela; al matrimonio formado por Jesús Poveda Mellado y a Josefina Fenoll, «La panadera del pan más trabajado y fino» -como la llamó en sus versos Miguel Hernández-, quien fuera novia de Ramón Sijé. Ambos habían regresado a España después de largos años vividos en su exilio de México y residían entonces junto al mar de Torrevieja. No debo olvidar tampoco al oriolano residente en Murcia Ramón Pérez Álvarez, de quien conservo una extensa correspondencia y que me proporcionó, desinteresadamente, innumerables datos y materiales sobre los jóvenes escritores de aquel grupo de Orihuela, en especial el texto de la conferencia que Ramón Sijé leyó en la Universidad Popular de Cartagena con el título «Oleza, pasional natividad estética de Gabriel Miró», de la cual realicé una nueva edición, pues había sido publicada con anterioridad en un periódico de esta ciudad murciana. Conocí también a otro oriolano, autor de una biografía sobre Miguel Hernández, Francisco Martínez Marín; así como al catedrático murciano don José Muñoz Garrigós, seguramente el mejor especialista, junto a don Vicente Ramos, en la obra de Ramón Sijé. Él había realizado por entonces un estudio sobre la revista de pensamiento católico positivo El Gallo Crisis, de la cual conozco dos ediciones publicadas por el Excmo. Ayuntamiento de Orihuela. Más tarde pude consultar, del profesor Muñoz Garrigós, su Vida y obra de Ramón Sijé, en edición patrocinada por la Universidad de Murcia y la Caja Rural Central de Orihuela, uno de los estudios más completos sobre el escritor oriolano que me ha sido posible conocer.

Entré en contacto con otros hernandianos, como el catedrático zaragozano Agustín Sánchez Vidal o el ferviente hernandiano Francisco Esteve Ramírez, Presidente de la Asociación de Amigos Miguel Hernández de Madrid; o el poeta Juan Ruiz Peña, residente en Salamanca y vinculado a la revista Nueva Poesía de Sevilla, con la que Sijé mantuvo una polémica que perduraría hasta el final de sus días. Muy especialmente debo mencionar también a la poeta y académica cartagenera Carmen Conde, quien me escribió cartas y me remitió libros tales como el titulado Antonio Oliver Belmás y la Universidad Popular de Cartagena, de José Rodríguez Cánovas, con muy enjundiosos datos sobre Sijé; y a Josefina Manresa, de quien conservo igualmente algunas cartas, las cuales fueron publicadas en la revista literaria almeriense Batarro. Muchas de estas personas han fallecido y para todas ellas guardo un emocionado sentimiento de gratitud en mi corazón. Sepan disculparme con generosidad todos aquellos a quienes no menciono expresamente, pero que me ayudaron de una u otra manera, tanto en mi trabajo sobre Sijé como en mi desarrollo personal y profesional en aquellos años decisivos para mí.

Pero todo aquel mundo y aquella época espléndida de la literatura de Orihuela cumplió su tiempo en mi existencia. Ahora, el escritor, investigador y pintor Ramón Fernández Palmeral acude a mí para que ponga unas palabras preliminares a su ensayo Simbología secreta de «La decadencia de la flauta y el reinado de los fantasmas», un estudio que ahonda en el ensayo sijeniano sobre el romanticismo histórico con ocasión de cumplirse en este año el septuagésimo aniversario de la muerte de su autor. La decadencia de la flauta..., de Ramón Sijé, agotó sus energías últimas: «He escrito mi ensayo levantándome al alba, escribiendo junto a la ventana para no ahogarme [...]» -dejó dicho en él-. Destaco la radical originalidad de las teorías sijenianas, hipótesis y argumentos. Lejos de ser un ensayo racionalmente académico, es un estudio que encara como pocos la esencia misma del concepto ensayo y la teoría de la literatura romántica. Sus intuiciones resultan tan acertadas como sorprendentes en ocasiones. Algunos de sus puntos de vista fueron esbozados en otros textos de Sijé, aparecidos con anterioridad en El Gallo Crisis, tales como que «el surrealismo era un romanticismo de escuela llevado a sus consecuencias últimas». Resulta poco menos que asombrosa la complejidad y madurez de este ensayo para un joven que moriría precozmente a los 22 años de edad, dejando tras de sí una obra que no tiene parangón alguno con cualquier otra en nuestra literatura reciente, en circunstancias similares. Pero en Ramón Sijé todo estaba por hacer. Resulta tópico decirlo, pero no deja de ser así, desafortunadamente. ¡Qué talento prodigioso el suyo! ¿Qué sorprendentes y lúcidas obras nos hubiera dejado, de haber vivido, aquel pelado y moreno «adolescente» de Orihuela, que falleció la Nochebuena del año 1935? Prosa densa la suya, conceptual donde las haya, sometida a una tensión dialéctica, a menudo extrema, que no deja respiro a la inteligencia, audaz e innovadora, pese a su barroquismo esencial. Puede parecer obvio que en la mente de Sijé luchaba por fraguarse una maduración de conceptos y lecturas que truncó su temprana muerte. Su ensayo resulta de compleja lectura para el lector actual, pero junto a la revista El Gallo Crisis constituye, sin duda, el más valioso legado que nos dejara aquel pasmoso y joven abogado a quien Miguel Hernández dedicara su estremecedora «Elegía», en El rayo que no cesa, para inmortalizar su nombre.

En la Navidad de este 2005 van a cumplirse setenta años de la muerte de este oriolano irrepetible. Constituye un deber inexcusable para quienes admiramos y respetamos una obra tan singular como la suya, contribuir a su difusión y a su recuerdo... O como ha hecho Ramón Fernández con este elogiable trabajo que prosigue analizando en profundidad La decadencia de la flauta...: entrando en el críptico mundo sijeniano y llevando su investigación a extremos desconocidos hasta ahora. Él ha estudiado el romanticismo histórico y ha reparado en hallazgos que han pasado por alto otros investigadores, a lo que ha unido sus dibujos plásticos de fantasmas con flautas y otros instrumentos musicales, convirtiendo el texto en un ameno ejercicio ilustrado que nos anima a la lectura y comprensión de un libro de por sí árido y complejo. Quizás lo mejor que podamos hacer por la memoria de Ramón Sijé sea releer sus artículos y ensayos sin que éstos dejen de asombrarnos por la originalidad y el talento que en ellos se refleja.

José A. Sáez Fernández
Albox (Almería), diciembre 2005.




ArribaAbajo Introducción


Notas preliminares

Debido a la múltiple documentación que he encontrado sobre la vida y obra de José Ramón Marín Gutiérrez, conocido por el seudónimo de Ramón Sijé, he creído conveniente dividir el trabajo en dos libros. Por ello, el presente volumen queda acotado y limitado exclusivamente al estudio de La decadencia de la flauta y el reinado de los fantasmas (1935-1973). El segundo lo dedicaré a la biografía, pensamiento político y las opiniones críticas de las que ha sido objeto con el título de Ramón Sijé, el Estigmatizado, donde expondré de una forma lo más objetiva posible las múltiples opiniones, a veces contradictorias sobre su filofascismo, falangismo, radical catolicismo y otros ismos, porque no todo en Sijé es radicalismo o sufrimiento, llaga y dolor o «tremendas tempestades consigo mismo», como dijera de él Miguel Hernández, una amistad que ha sido mitificada.

He unido unas ilustraciones como una forma de soslayar la aridez del libro y de los conceptos que estudiaré. Más cuatro fotocopias del manuscrito de Ramón Sijé sobre el libro que nos ocupa.




1.- Una aproximación a La decadencia de la flauta y el reinado de los fantasmas

Expondré un análisis epistemológico de La decadencia de la flauta y el reinado de los fantasmas de Ramón Sijé, obra considerada por los pocos especialistas que la conocen, en profundidad, como una obra críptica y hermética, conceptista y barroca, compleja y divagadora, a veces, poética y vanguardista, «galimatías» asegura Marrast1. Su biógrafo José Muñoz Garrigós afirmaba que esta obra sijeniana sobre el romanticismo es menos importante que el conjunto de los trabajos publicados en El Gallo Crisis y en otras revistas. Aunque Sijé dice en su pequeño prefacio que su ensayo es una tesis. Entiendo que le falta rigor crítico para serlo, esta es la palabra justa: rigor, porque se deja llevar por el discurso galimático y retórico. Perdurabilidad, porque desde la perspectiva de hoy, la obra sijeniana queda fuera de nuestro tiempo, como fuera del tiempo narratorio queda también una novela de Galdós. Es más un ensayo que una tesis, un ensayo de sus propias reflexiones y vivencias, sin pretensiones sistemáticas o de orden didáctico, y sin aparato bibliográfico demostrativo de su gran erudición literaria sobre «su» concepción del romanticismo: eterno e histórico, del barroco eterno y del barroco temporal. Porque una tesis es algo más serio, doctoral, una opinión que se ha de demostrar y defender con argumentos, con testigos, testificar lo que se ha descubierto, testimoniar lo que se comenta.

Presentaré estudios de otros analistas que, poco a poco, nos irán desvelando la tesis global del libro, en una apretada síntesis de los puntos más destacados. Sijé nos los expone con un estilo barroco y mironiano, farragoso de leer, con referencias indiscriminadas de autores, que configuran esta heterogénea amalgama de nombres, a veces sin conexión, digresión diría, con una extensa concepción de ideas eclécticas que no han tenido fortuna, y se han olvidado del libro y actualmente permanece en el anaquel de los libros apócrifos sobre el romanticismo, muchas veces porque desconocemos los códigos sijenianos. Por ello desde un punto de vista objetivo vamos a tratar de analizarlo e ilustrar esta obra como ya hice con la trilogía: Poemario hernandiano comentado e ilustrado (Palmeral, 2005), con la intención de abrir una puerta a la investigación de esta obra.

Insisto en insertar notas de los distintos nombres que aparecen en el libro con la finalidad de recordarles y situarles en el tiempo histórico.

El archivo de Ramón Sijé se halla actualmente en fase de catalogación en la Fundación Cultural Miguel Hernández de Orihuela donde se encuentra el manuscrito de La decadencia de la flauta..., por lo tanto no he podido consultarlo en su totalidad aunque he recibido cinco fotocopias de parte de dicho manuscrito. Hubiera sido necesario cotejar el manuscrito de Sijé con el libro publicado, pues seguramente encontraremos palabras transcritas que no se corresponden con el manuscrito, bien por despistes o prisas del mecanógrafo. Tachaduras y anotaciones marginales que resultan aclaratorias del texto. A bote pronto, como se suele decir, he observado la falta de la conjugación adversativa «mas» en la página 281 donde la frase empieza: «La importancia de la posición estética [...]». Sin embargo, esto es más trabajo de filólogos que de un atento observador como el que escribe este análisis crítico.

El ensayo sobre el romanticismo histórico en España lo acabó el día de Todos los Santos de 1935 (contaba 22 años), para enviarlo al Premio Nacional de Literatura que tenía marcado el plazo de entrega entre el 1 y el 15 de noviembre de ese mismo año. No se sabe muy bien cuándo empezó a escribirlo, aunque Muñoz Garrigós señala que son ideas anteriores, y algunas ya expuestas en El Gallo Crisis. Las bases del premio pedían: «Las características del romanticismo español, sus periodos, bibliografía, con notas bibliográficas». El libro de Sijé no se ajustaba a estas premisas. Previamente había escrito Sijé un artículo en los números 5-6 de El Gallo Crisis, 1935, titulado «La decadencia de la flauta», donde expone la proyección espiritual del barroco frente al romanticismo y arremete contra Bécquer «minúscula escopetilla de salón» y contra Miguel de Unamuno «carcelero selvático del cristianismo». En la cita previa al artículo escribe Sijé que «Clasicismo es arte de silbar con la boca cerrada» firmado R. S. (Ramón Sijé).

Las bases del premio se anunciaban sobre el romanticismo, ya que, según los convocantes, en 1935 se celebraba el I Centenario del romanticismo español, fecha que además coincidía con el III Centenario de la muerte de Lope de Vega. Única posibilidad de que esta extensa y compleja obra sijeniana tuviera la fortuna de ver la luz editorial, pero no fue premiada ni siquiera finalista, como descubrieron algunos analistas2. La única edición que existe de este libro se publicó casi cuarenta años después, en 1973 por el Instituto de Estudios Alicantinos (hoy Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert) de la Diputación Provincial de Alicante, gracias a la gestión de unos hernandianos y también sijenianos, y a la colaboración prestada por José Torres López, cuñado del ensayista. La Sección de Publicaciones estaba presidida por Gaspar Peral Baeza, que es el autor de la solapa del libro, quien nos comenta que fue el propio Miguel Hernández quien retiró el original del Ministerio una vez fallado el Premio Nacional de Literatura, con intención de publicarlo en Madrid. Miguel en la alocución del 14 de abril de 1936: «Su vida ha sido precipitada, tormentosa y luminosa como el rayo y, como la del rayo, ha buscado precipitadamente la tierra».

El ensayo La decadencia de la flauta..., subtitulado: Ensayo sobre el romanticismo histórico en España (1830-Bécquer), terminado en 1935, demuestra un texto libre y no contaminado por intereses espurios, de un barroquismo expresivo que como Miró luchó por hallar bellas palabras en busca de valores poéticos dando varias significaciones a una misma idea, de aquí retórica, a veces cansina. La edición tardía de 1973 demuestra el desinterés de la familia, amigos e instituciones alicantinas por su publicación aunque hubo un intento fallido de edición en 1961. Las razones de su publicación en 1973, según el director de publicaciones Gaspar Peral Baeza se debieron a «razones estrictamente literarias». Es a partir de 1973 cuando Sijé empieza a ser conocido por su obra propia y no por el estigma de la «Elegía». Hemos de resaltar también el patronato José María Cuadrado del C. S. I. C., y que la Sección de Publicaciones estaba presidida, como se ha dicho, por Gaspar Peral Baeza, e integrada por Juan Mateo Box, Enrique Llobregat Conesa, Manuel Martínez Blasco y José A. Cía Martínez. El instructivo prólogo es de Manuel Martínez Galiano3 de mayo de 1973 y gracias al cual podemos dilucidar el contenido de muchas claves, que es imprescindible leer para conocer a fondo los símbolos de la obra que consta de 308 páginas, VII capítulos, con un índice dividido a su vez en apartados clarificadores. Según la nota 3 de Cecilio Alonso4: «Tras la guerra civil tropezó sorprendentemente con dificultades de censura eclesiástica para su publicación».

Sijé nos dio pistas para entender el significado del título del libro en la respuesta que dio en una encuesta que le propuso Pedro Pérez Clotet para la revista Isla de Cádiz: «El romanticismo -escribe Sijé- como decadencia de la flauta. La flauta libertó al hombre de la selva -y de su representación intelectual. La edad de oro; en su primer sonido surgió la civilización, la sensibilidad, la naturaleza racional». Ahora bien, hemos de entender que el romanticismo es la decadencia de la civilización occidental como él mismo escribiría «La decadencia del hombre: [es] la decadencia de la flauta». Extrapolados a los tiempos de la II República porque consideraba que eran tiempos de un neorromanticismo pernicioso, anti-purismo, por ello afirmará «el romanticismo no ha muerto: está muriéndose». Porque la postura de Sijé radica a favor del clasicismo o del romanticismo eterno -inmutabilidad, orden y Dios por el neotomismo naciente tras la I Guerra Mundial- y el romanticismo histórico (S. XIX) era libertad individual, antirreligioso y considera nocivo, y a su vez en relación a la libertad política que daba pie a los nacionalismos y autonomías como había ocurrido con los movimientos libertarios en Extremadura y Aragón. En 1932 se aprobó el Estatuto de Autonomía de Cataluña con victoria electoral de Esquerra Republicana de Catalunya dirigida por Francesc Maciá. Los graves incidentes de Casas Viejas (Cádiz-1933), (Guardias de Asalto sitiaron y mataron a un grupo de anarquistas) y la sofocada por el ejército revolución de octubre 1934 en Cataluña (promovida por Company) y la de Asturias que duró nueve días. Revolución provocada por socialistas, anarquistas y comunistas nada más tomar el poder la CEDA de Gil Robles en 1934, relevando al acordado pacto con los radicales de Lerroux. O sea, un sexenio de verdadero neorromanticismo y convulso que desembocó en la contienda civil. La decadencia de la flauta..., hay que entenderla como un trabajo más utópico que ensayístico, más filosófico y teológico que literario, enquistado en la idea del barroco de Eugenio d´Ors, aunque no en el modo y estructuras como ya señaló Vicente Ramos. En su discurso aprecio una excesiva obsesión por la muerte y un deseo de perdurabilidad.

Cada capítulo de este libro es una larga y dura disertación sobre el romanticismo (eterno e histórico) y sus claves, la desmitificación de reconocidos literatos, teología tomista, filosofía del derecho, política, temor a los nacionalismos..., en un alarde de saber, erudición, consultas de libros raros, que nos superan; quizás no estemos aún preparados para saborear los jugos literarios de esta obra, porque Sijé nos supera en conceptos, no dudo que Ramón fuera conocido por «el pequeño sabio», según escribiera Vicente Mojica. Pero hay que tener en cuenta que también escribió con un sentido de creación poética mironiana, e incluso me atrevería a aseverar que usa el estilo del sermón, cuando toma una idea la sigue, y cuando encuentra otra la vuelve a seguir, y así hasta el final de un párrafo o de varios párrafos en silogismos hipotéticos que nos hacen perder el fino hilo conductor. Sus posibles errores han sido condenar un movimiento como el romanticismo que supuso liberación del individuo, Sijé quiere volver al clasicismo, y no se puede retornar atrás, por eso Robert Marrast lo llama «nihilismo espiritual negativo».

Bajo el título reza la siguiente cláusula: Ensayo sobre el romanticismo histórico en España (1830-Bécquer). Que nos aporta el periodo en que, para Sijé, empezaba y terminaba el romanticismo español. Posiblemente toma Sijé la fecha de 1830 cuando se publica Hernani de Víctor Hugo; también en España Los bandos de Castilla de Ramón López Soler, continuadora de la novela histórica autóctona. Martínez de la Rosa estrena Abén Humeya en París y publica La conjuración de Venecia con unos Apuntes sobre el drama histórico, que va abriendo paso al género histórico en el teatro.

Alcalá Galiano escribe un prólogo que se considera el manifiesto romántico español para El moro expósito, (1834) del Duque de Rivas, aunque escrito en París entre 1829 y 1833. Obra dramática sobre los siete infantes de Lara el bastardo Mudarra es el «moro expósito».

La obra de Sijé, según notas de José A. Sáez Fernández5 «tropezó sorprendentemente con dificultades de censura eclesiástica», durante el franquismo. Consta de siete capítulos el 1 y el 7 son doctrinales, el resto analíticos, estudia por este orden la lírica, el teatro, la novela romántica, el costumbrismo y la obra de Gustavo Adolfo Bécquer (1834-1870), romántico rezagado, se olvida de Rosalía de Castro.

Miguel Hernández intentó publicar la obra de Ramón Sijé, y así se lo hizo saber a los padres, primero en la carta del 14 de enero de 1936: «Quiero que nadie toque sus libros ni papeles: he de hacer por la publicación de sus cosas y no se ha de perder ni tocar ninguna». El 17 de enero escribe otra carta: piensa publicarlos en las ediciones de Cruz y Raya y les dice que es preciso conseguir suscripciones para pagar el costo del libro a Bergamín, recalca: «Orihuela puede y debe, y sobre todo nuestros amigos ricos, cubrir perfectamente los gastos de edición». El día 27 les escribe más animado. Ya tiene el original de Pepito en su poder y va a preparar en seguida el volumen, que espera estará ultimado «dentro de mes y medio». Lo que va a costar se lo dirá a Augusto Pescador, que se lo ha preguntado, y añade: «Me alegra mucho que os agrade mi Elegía: la he hecho poniendo toda el alma, todo el corazón en el papel».

Es imprescindible leer con detenimiento el prólogo de Manuel Martínez Galiano, firmado en mayo de 1973, escrito en el verano de 1972 y gracias al cual podemos dilucidar el contenido de muchas claves que se nos escapan en una primera lectura. Prólogo del que haré un análisis más detallado dividido en cinco apartados.

En definitiva y explicaremos con más detalles, el título es de por sí un enigma, que hay que descifrar y decodificar. Flauta es el hombre. Reinado de los fantasmas es el gobierno republicano. Los fantasmas significan los símbolos republicanos, causantes de la decadencia de los españoles. Por ello, algunos analistas sin darse cuenta del verdadero significado del título tacharon de falangista a su autor.

Lo que nadie puede dudar es de la erudición que demuestra Sijé en todos los campos del saber. Quizás, si el libro se hubiera llamado de otra manera, y hubiera incidido en su saber filosófico, más que en el literario, sin presentarlo a premio alguno, estaríamos hablando hoy en día de un filósofo católico. El deseo de un premio traiciona muchas veces a un libro, por culpa de esa vanidad de ganar y del error de ajustarlo a las cláusulas de los premios.

Un trabajo que me he tomado ha sido el de apuntar notas bibliográficas como una forma de ampliar lo que no eludió el propio Sijé, dijo en el pequeño prefacio.

Bien es verdad que La decadencia de la flauta..., no es una obra asequible ni tampoco para mí acabada o rematada, necesitó de una poda y una ordenación más didáctica o esquemática del contenido, bien por capítulos menos densos y menos apelmazados; en definitiva, distribuir los postulados y proposiciones de una forma más didáctica con esquemas más asequible al lector o estudioso. A veces, el propio autor se contradice o nos parece que se contradice y se repite en sus postulados. Se muestra un extenso índice al final de la obra, que de una forma enumerativa trata de paliar la ausencia de esquemas, los cuales debería de pasar al texto si se hiciera una segunda edición de la obra. La decadencia de la flauta..., es además una sátira contra la decadencia del hombre durante la II República en sus valores espirituales y religiosos como seguidores de un nuevo neorromanticismo, que Sijé consideró «siglo de pudridero», se refiere al siglo XX.

Miguel Hernández intentó publicarlo en Madrid La decadencia de la flauta..., sin éxito alguno. Se sabe por carta de Miguel a su «compañero del alma» que le prometió en vida que haría todas las gestiones posibles y removería obstáculos para publicarla. Promesa que no se pudo cumplir porque apenas siete meses después llegó la guerra civil española y no tuvo tiempo ni posibilidades, porque además, acabada la guerra, Miguel fue detenido y condenado a muerte, en estas circunstancias pocas posibilidades tenía, todavía, de editar la obra. Murió en el Reformatorio de Adultos de Alicante a la 5´30 de la madrugada del 28 de marzo 1942.

Ramón Sijé tampoco tuvo tiempo de publicarla porque murió un mes después de acabarla y remitirla al Premio Nacional de Literatura, el 24 de diciembre de 1935 (ahora se cumple el septuagésimo aniversario) a cuya muerte escribió Miguel su famosa «Elegía», que se publicó en el número de diciembre de la Revista de Occidente de Ortega y Gasset. El poema se insertó en el libro El rayo que no cesa con el número 29, publicado en la Editorial Héroes de Manuel Altolaguirre y Concha Méndez, salió en Madrid el 24 de enero de 1936. Empieza con la famosa cita: «En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto como del rayo, Ramón Sijé con quien tanto quería»6.

Con este trabajo objetivo para bien o para mal, pretendo hacer una cata o intento de alumbrar la obra sijeniana con unos breves comentarios seleccionados, y a la vez usar de mis armas de expresión visual: las ilustraciones que se acompañan, con las que pretendo abrir nuevos caminos al comentario de texto, nuevas vías al entendimiento de una obra que, como ya se ha dicho, camina por la senda del olvido.

José A. Sáez Fernández7, en los años ochenta recopiló y estudió la obra periodística dispersa del oriolano (dos tomos de 400 páginas en total) para una memoria de licenciatura, dirigida por el profesor Miguel d´Ors Lois, la cual fue leída en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada en el curso 1983-84 bajo el título Ramón Sijé: Textos dispersos y olvidados (1926-1936). El mencionado trabajo no llegó a publicarse. Realizó, además, una edición de artículos y ensayos sobre Ramón Sijé, titulada Textos sobre Ramón Sijé (Almería, 1985), con prólogo de Manuel Molina. Es autor, asimismo, de «La polémica de Ramón Sijé con el Grupo sevillano de la revista Nueva poesía. Textos», publicado por la Revista del Instituto de Estudios Alicantinos, II Época, n.º 35, enero-abril 1982, pág. 57-69. (Ampliaré este trabajo en el preliminar al capítulo VI, en pp. 125-126); así como de la edición y estudio preliminar de la conferencia de Ramón Sijé «Oleza, pasional natividad estética de Gabriel Miró», Cuadernos de Batarro, n.º 1, Albox (Almería), 1990, que Ramón Sijé ofreció en la Universidad Popular de Cartagena el 30 de septiembre de 1932, días antes del homenaje a Gabriel Miró en Orihuela. En la década de los 80 publicó además numerosos artículos sobre Miguel Hernández y el grupo de Orihuela en el periódico Canfali/Vega Baja, los Anales del Colegio Universitario de Almería, la revista Calas, de la Diputación de la Málaga, etc., en los que trató distintos aspectos de la personalidad de Ramón Sijé y su vinculación con los escritores de su tiempo.

Esperamos una segunda edición de La decadencia de la flauta..., corregida y anotada e índice onomástico que nos amplíe la información de los datos aportados por Sijé, más que nada como un estudio filológico.

Este trabajo pretende ser un estímulo de todo lo que queda por investigar sobre Sijé, lo primero es reeditar su obra completa, incluido el epistolario y recopilación de la obra crítica y periodística, así como clarificar, entre otros, los tópicos fáciles de sobrevivir su nombre a la sombra de Miguel Hernández, entiendo que ya puede caminar por sí solo.

Reivindicamos sacarlo del olvido, un busto en su ciudad natal, la plaza de Marqués de Rafal, y no la corta y triste travesía que actualmente tiene, cerca de Santo Domingo. La plaza Pía que llevaba su nombre en 1936 pasó a llamarse del Marqués de Rafal (donde se ubica la Biblioteca Pública «Fernando Loazes»). Que le den el nombramiento de hijo predilecto; un Instituto de Enseñanza Media con su nombre, recuperar el perdido premio literario que fundara el alcalde don Pedro Cartagena Bueno; jornadas; congresos y sobre todo una Fundación dedicada al ensayista oriolano.




2.- Comentarios seleccionados sobre La decadencia de la flauta...

No son abundantes los estudios críticos de este ensayo/tesis de Ramón Sijé, debido, sobre todo, a que la obra no ha tenido gran difusión ni aceptación entre los críticos. Los trabajos más destacados sobre este texto son los de Vicente Ramos, Manuel Martínez Galiano, Miguel Martínez-Mena, José Muñoz Garrigós, Cecilio Alonso y Robert Marrast. El resto de los trabajos encontrados son simples referencias o reseñas como la de José Guillén-José Muñoz Garrigos en Antología de escritores oriolanos.

Agustín Sánchez Vidal en Orihuela, Sijé y el catolicismo, en Cuadernos para el Diálogo. Moreno Requena, en Ramón Sijé y el Guillermo Díaz-Plaja: sobre el romanticismo 1974.


2.1.- Expondré un breve resumen de los diversos comentarios:

a) Vicente Ramos, «Miguel Hernández», Gredos, Madrid, 1973, Capítulo III, «Ramón Sijé», donde dedica las páginas 67-75 al estudio de La decadencia de la flauta..., puede ser el primer analista que tuvo acceso al texto mecanografiado mientras se hallaba aún inédito, del que anota Ramos que constaba de 322 folios mecanografiados a dos espacios. Y estableció un índice de materias.

Comenta que el pensamiento fundamental de la estética sijeniana se halla vivo en este libro. Nos comenta la dedicatoria y el «Pequeño Prefacio», y hace una breve reseña del mismo y advierte Ramos que:

«[...] más que un estudio rigurosamente científico, este trabajo es un ensayo, un bello, agudísimo ensayo, luminosamente lírico en muchas ocasiones, deslumbrado de fúlgidos destellos, en el que plantea "una situación polémica de vida y pensamiento". La idea básica no es otra que la de demostrar cómo el romanticismo no temporalizado lo superó España con el conceptismo[...]».


(P. 68)                


Establece el índice de materias de los siete capítulos, con apartados por temas, que suponen una guía importante para el estudio de los contenidos del libro, ya que como he comentado, aparece demasiado apelmazado y poco didáctico.

Nos explica Ramos la dualidad sijeniana entre la persona y el hombre; el primer ente presenta a la persona dentro de la esfera de la pura espiritualidad y la libertad, porque es orden; en el segundo ente coloca al hombre como un ser cercado de las pasiones oscuridad y tiranía de los instintos. Integran el concepto de persona con valores netos, morales y jurídicos, y en el hombre tan sólo valores psicosomáticos, porque el hombre es selva. Ramos nos aporta una clarificadora exposición entre el romanticismo histórico y el eterno, tras unas citas del libro de Sijé de la página 152, nos resume que «el romanticismo eterno entraña, por tanto, la más radical vitalidad humana y su más alta espiritualidad. El romanticismo eterno es autora en los actos de la persona. Enfermedad de ésta es el romanticismo histórico» (p. 70). Por lo tanto -dice- que el romanticismo eterno, basado en los más altos valores de la persona, dan origen al movimiento conceptista que cristaliza en lo que cree Sijé es una forma nacional de pensamiento. Comenta Ramos que no hay duda de que Sijé cree que el término conceptista implica la total superación de todos los elementos creadores que intervienen en el proceso evolutivo del espíritu español.

Advierte Ramos sobre la posibilidad de diferenciar el eterno barroco del barroco temporal, éste aparece en el siglo XVIII. La política sijeniana podría ser catalogada como política del conceptismo, por ello combate la postura romántica, porque «el romanticismo histórico es una enfermedad tanto de la personalidad individual como nacional, y Sijé aconseja a los españoles la huida del contagio romántico» (1973, 73).

En la página 75 nos dice que siempre mantuvo Sijé una postura política democrática, y jamás estuvo afiliado a ningún partido, salvo al Republicano Federal en los primeros meses de la República

b).- Prólogo de Manuel Martínez Galiano (comentado en la sección Epítome de este libro, pág. 42).

c).- José Muñoz Garrigós8, es autor hasta hoy día de la más exhaustiva y documentada Vida y Obra de Ramón Sijé, (Universidad de Murcia, 1987); A La decadencia de la flauta..., le dedica las páginas de la 149 a 155, donde expone una teoría muy a tener en cuenta a la hora de hacer juicios de valor, la de separar hombre y obra, porque muchas veces la obra de «Sijé ha sido evaluada desde la perspectiva de la propia personalidad, hasta el punto de que parece que, al enjuiciar las obras, se está enjuiciando al hombre, lo cual no creo que sea correcto». (Vida y Obra de Ramón Sijé, 1987, pg. 171). Yo añadiría algo más para separar la obra del hombre y del tiempo en que se escribió. Aunque el estudio de Muñoz Garrigós sobre La decadencia de la flauta..., es muy superficial, al considerar que esta obra era menos importante que el conjunto de los trabajos publicados, nos señala en el prólogo de Martínez Galiano como patrón o como él mismo dice «directrices que informan del contenido del libro». Nos comenta, rápidamente, que en última instancia, «la tesis global del libro es que la diferencia entre el barroco y el romanticismo o, en términos puramente sijenianos, entre barroco eterno y barroco temporal9, radica en que, en el segundo, la ruptura del "logos" no se lleva a cabo, como en el barroco, por la ascesis personal, sino al contrario, por una despersonalización o, en su propia terminología, por una presencia del fantasma». Creo que esta exposición no es un esfuerzo por sintetizar el libro por parte de Sijé sino entrar en el juego dialéctico. En realidad la diatriba o ataque sijeniano se centra con el romanticismo histórico (siglo XIX), por la pérdida del cristianismo y de Dios, frente al hombre liberal propia de la nueva concepción de la evolución de una situación represora, absolutista y sin libertad. Por ello, para Sijé este hombre revolucionario, incluido el neorromanticismo de los años 1930, es como si se pusiera una máscara igual a hombres fantasmas. Halla Muñoz Garrigós algunos precedentes a algunas ideas expuestas en el libro de Sijé, en Camón Aznar «el espíritu purificador en el destierro de sí mismo»; en Antonio Marichalar, en las vinculaciones de Espronceda con el ruido, porque «lejos de eliminar el ruido, Espronceda, va a hacer con él sus versos como lo hará el ritmo nuevo».

Acaba Muñoz Garrigós con la polémica del grupo sevillano de Nueva Poesía, y apunta un comentario sobre lo que dijo José. A. Sáez, sobre la última carta que escribió Sijé, donde se demuestra gran serenidad en la reafirmación de todos sus postulados anteriores.

d).- José Guillén, (Antología de Escritores Oriolanos, 1974, coautor con José Muñoz Garrigós, pp. 197 y 198). Nos comenta poco o casi nada, porque seguramente en esa fecha no leyeron el libro, y dice lo que ya sabemos de que «crea su propio lenguaje simbólico, arrancando a las palabras la mayor parte de su materia conceptual, las "cristaliza" en símbolos de aquellas categorías que él estimó permanentes dentro del lenguaje poético».

Argumentan también que la tesis sijeniana del romanticismo histórico y el eterno no es original suya; aseguran que procede, como ya se ha apuntado en diversas ocasiones, de Eugenio d´Ors. «El cual [romanticismo], por su parte, no parece ya más que un episodio en el desenvolvimiento histórico de la constante barroca». Y anotan esta frase dorsiana con la nota 10, sobre la obra Lo barroco, Madrid, 1964. La primera edición de este libro es de 1935, y no creo que Sijé, imbuido en su ensayo le diera tiempo a leer Lo barroco. Por ello la idea no parte de este libro sino de El barroquismo como constante histórica de enero de 1933.

e).- Miguel Martínez-Mena Rodríguez10 es autor de dos artículos «La decadencia de la flauta y el reinado de los fantasmas», el primero en sección Libros para Leer, de Oriéntese Semanario Alicantino, dos partes, días 1-8-diciembre-1973, y el segundo en La Marina, Alicante, n.º 43, de 16 de diciembre 1973. De los dos artículos entresacaré lo más significativo. Primero nos describe una semblanza de Ramón Sijé y su relación de amistad con Miguel Hernández, y hace referencia a «tres renombradas firmas que rompieron lanza», al reseñar el libro, se trata de César Villamañán, en Arriba; Dámaso Santos en Pueblo de fecha 9-XI-1973 donde hace referencia a la carta de Carmen Conde en Diario Pueblo de 1 de enero de 1936 «El adolescente de Orihuela», y reproducida años después en el Semanario La Marina, Alicante 43, de 16 de diciembre 1973, pp.18-19. A la muerte de Gabriel Sijé, Carmen Conde escribió otro artículo esta vez en plural «Los adolescentes de Orihuela»11. Manuel Molina en Idealidad. Nombra Martínez Mena a varios ilustres oriolanos, hace una breve semblanza de Sijé. También nos comenta lo de la asignación de generación oriolana del 30, asignada por Adolfo Lizón Gadea.

En la segunda semana aparece la crítica sobre el libro, equivoca el nombre y escribe Gabriel en lugar de Ramón. Comenta lo de la presentación al Concurso (sic) Nacional de Literatura de 1935, toma del prólogo de Martínez Galiano las definiciones de los símbolos: flauta, fantasma, piedra, cardo y persona. Se da cuenta de que la obra es más una tesis que un ensayo, comenta que es más una visión del romanticismo que una expresión sistemática del mismo. Expone la entrada del Romanticismo en España a través de los emigrantes liberales, un romanticismo que morirá con Don Juan Tenorio de Zorrilla, y los «últimos estertores, en Bécquer, si bien persiste un romanticismo vitalicio de nuestra literatura, depurado, confundido con el saber clásico, símbolos de amor, tiempo y muerte».

Martínez-Mena hace referencia al romanticismo histórico de Sijé, sobre párrafos de la página 29 de La decadencia de la flauta... Nos hace un resumen del índice del libro. Lo más interesante del artículo es de cómo se pudo conservar el original, y escribe:

«Tuvimos la suerte, por medio de A. García-Molina, de hojear las folias (sic) años antes de ser impresas, tal como quedaron devueltas de Madrid, fallecido ya Sijé, que no llegó a saber la decisión del Jurado. Todo ello guardado como oro en paño por José Torres López, hermano político de Sijé, prestando a Gaspar Peral Baeza, a cuyo cuidado estuvo la tirada, las máximas facilidades».


Recoge la cita de César Villamañán (según Martínez-Mena seudónimo de Dámaso Santos12, lo usaba en el diario Arriba). Donde se comenta sobre La decadencia de la flauta, sin desmerecer el libro de Díaz-Plaja, que «era -es- una hermosa tesis- interiormente muy documentada- y muy vivida estéticamente por el autor». El texto de Martínez-Mena continua refiriendo a que Dámaso había advertido o «encontrado la tonalidad barroca en una apiñada tram (sic) [posiblemente sea trama] no precisamente en elementos accesorios, decorativos, racionalismo, superabundancia a manera de cómo podría pecar el maduro académico, pero aquí con la dulce peculiaridad de saber que nuestro coterráneo [Sijé] tomó los apuntes y escribió las cuartillas en la edad temprana».

Finaliza Martínez-Mena «acontecimiento con piedras blancas en las letras, para siempre». Como una bienvenida al libro tal cual los escultores esculpen epitafios en los mármoles blancos de las estelas conmemorativas.

f) Artículo del profesor Cecilio Alonso Alonso «Fascismo, catolicismo y romanticismo en la obra de Ramón Sijé», Barcelona, Camp de L´Arpa n.º 11 mayo 1974. Comenta la coincidencia de la salida en 1973 de las dos obras de Sijé: «el facsímil de la revista El Gallo Crisis y el ensayo sobre el romanticismo histórico en España (sic), desvelan la vacilante imagen intelectual de este joven», pues asegura Cecilio que su nombre se perpetúa casi exclusivamente al amparo de la «Elegía» de su amigo M. Hernández a pesar de las barreras ideológicas que les separaban. Subraya que las publicaciones se «encuentran inevitablemente con el vacío fuera de su coyuntura temporal, y relegados consecuentemente a adornar algún oscuro rincón de las pequeñas vanidades de las provincias». Estoy de acuerdo en que es un texto fuera de su tiempo coyuntural, lo de adornar un «oscuro rincón de las pequeñas vanidades» de quienes lo publicaron me parece que sobra.

Evidentemente, Cecilio tiene razón en lo de que este texto, actualmente no puede integrarse en la contienda literaria de nuestros días, porque los textos sijenianos muestran un radicalismo político y teológico que ya nada tienen de sustancia en el pensamiento del hombre de hoy, cuyo Dios es el dinero, y se mece en brazos de la economía, en el ocio y en el bienestar, y no hacia la filosofía del cristianismo teocrático, porque el hombre es centrífugo de Dios. Sin embargo, Cecilio agradece el rasgo de su publicación «por cuanto contribuye a desinmovilizar la imagen objetualizada, que nos ha sido entregada de unos años que no vivimos». Tiempos en que se movían unos comentarios vivificados a través de una libre valoración polémica.

Como asegura Cecilio existen características formales entre las dos obras sijenianas, donde se alternan y se complementan comentarios de las dos obras. Nos comentará de la pasión de Sijé por el conceptismo y las técnicas barrocas, su devoción por Eugenio d´Ors y José Bergamín. Y nos habla de la contraposición entre romanticismo y clasicismo (barroco eterno y barroco temporal)13. Nos expone que Sijé confiesa su culto a la ratio escolástica (conceptismo, sistema de pensar cristianamente); y que cree en la unidad cristalina del mundo clásico cristiano rota por el romanticismo como movimiento histórico-naturalista disolvente y negativo, porque siente nostalgia del Siglo de Oro teológico.

Nos citará Cecilio a María Chevallier (Op. cita página 195) quien no dudaba del filofascismo de Sijé, que ya había sido afirmado antes por Giménez Caballero14, corroborado por Sánchez Vidal, y que Muñoz Garrigós lo negó por el posicionamiento sijeniano publicado en el primer número de El Gallo Crisis, porque ataca la postura de Nietzsche respecto a la voluntad de poder, ya que el alemán afirmaba que la moral cristiana debe ser abandonada por ser contrario a los fines que persigue, en cambio, en Sijé la misión del cristianismo es la conquista el Estado, pero no un Estado teocrático; y asegura Garrigós que ni María Chevallier ni Sánchez Vidal tuvieron acceso al archivo de Torres López que es donde mejor se puede documentar el ideario político (1987, 139). Lo cual da a entender que no han podido consultar el epistolario y los periodos de su transformación política posterior de los años 1935.

Por otra parte Vicente Ramos asegura «Ramón Sijé pertenecía al partido republicano federal, cuyo Manifiesto, en 1931 redactó» (Miguel Hernández en Alicante, Col. Ifach 1976, 34).

Coincido con Cecilio Alonso en definición que República equivale a crisis, que da título a la revista sijeniana. Nos habla de «fascismo inconsciente de Sijé», por las exposiciones del artículo «Voluntad de Cristo y voluptuosidad de Satanás», n.º 1 de El Gallo Crisis, por acusar al naciente fascismo hispánico de desarrollarse como un partido político. Y descubre que un párrafo había sido quitado de la edición facsímil de 1973, se refiere a que comienza:

«El fascismo tiene la razón de la fuerza, pero no la fuerza de la razón [parecida a la frase de Unamuno, "venceréis pero no convenceréis"], agota su propia capacidad creadora antes de llegar a la nación [...]».


Parece que Cecilio Alonso, santifica los ideales de la República, cuando escribe que «el romanticismo de la solidaridad proletaria, expresado no sin optimismo de la fe ilusoria en el cambio social que parecía facilitar la República, aparecen ante Primo de Rivera y ante Sijé como los demonios del desorden que es preciso evitar». Comparaciones un tanto desproporcionadas. Los desórdenes durante toda la República y que no voy a referir fueron ciertos. Evidentemente la amenaza de unos cambios radicales tanto políticos como religiosos durante la CEDA, eran notorios, tanto, que en febrero del 36 el declive era patente hacia un desastre que pudo haber sido evitado y no lo fue por intransigencia de las partes. Nos recuerda al novelista José Díaz Fernández15, sobre su ensayo del nuevo romanticismo, sobre los «dogmas de un arte comprometido con la revolución proletaria». Había escrito -Díaz- en dicho ensayo sobre el nuevo romanticismo que volverán al hombre y escucharán el rumor de su conciencia. Fuera de esto, lo demás apenas tiene importancia (El nuevo romanticismo, pág. 49). [Nota de Cecilio Alonso].

Lo que sí es evidente al antirromanticimismo de Sijé tomando como modelo del clasicismo como orden católico por los temores y amenazas de los tiempos en que se vivían durante la República, sin que actualmente, setenta años después, tenga vigencia tanto El Gallo Crisis como La decadencia de la flauta..., por ello no se puede enjuiciar una lectura desde el punto de vista de nuestro tiempo, sino desde el que él vivió.

La última parte del artículo de Cecilio, por fin nos comenta lo que él llama la parábola de La flauta y los fantasmas. Para decir que era como una bandera de combate de 1935, porque Sijé servía al conservadurismo, tal vez sin proponérselo. Sintetizando las conclusiones de Cecilio Alonso dice de Sijé que tras la exacerbada diatriba contra los románticos del XIX se esconde una motivación presente: combatir a un preciso neorromanticismo... El nuevo romanticismo, según Díaz Fernández era un humanismo solidario y social, un programa que trataba de superar el abstraccionismo vanguardista, que para Sijé es un atentado contra la supervivencia de sus mitos patriótico-religiosos, que contribuyen a minar el proceso intelectual español huyendo hacia Dios como fruto de una voluntad e impotencia. Sin duda Sijé vio que su amigo Miguel había tomado el camino del neorrealismo. Fueron las vanguardias como la Revista de Occidente que apoyó esta tendencia las que condujeron a un nuevo «arte impuro». Evolucionaron a formas artísticas comprometidas. La proclamación de la República venía apoyada por una generación literaria, la Editorial Zeus.

g).- El catedrático Robert Marrast es autor del artículo «Ramón Sijé y el Romanticismo o el arte del galimatías reaccionario», pág. 51 a la 57, del libro Miguel Hernández: Tradiciones y Vanguardias, Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, 1996, edición de Serge Salaün y Javier Pérez Bazo, que corresponde a las Actas de los homenajes a Miguel en la Universidad de Toulouse-Le-Mirail (25 y 26 de mayo de 1992) y en la Universidad de la Sorbonne Nouvelle-París III (27-30 de mayo). Este exhaustivo artículo sobre el arte del galimatías sijeniano introduce a Ramón Sijé con el alias de José Marín Gutiérrez, cuando es al revés, Ramón Sijé es el seudónimo de José Marín. Inicia el estudio estigmatizando a nuestro ensayista católico de haber sobrevivido a la sombra de Miguel Hernández, y escribe:

«[...] hubiera ido a parar [Ramón Sijé], desde hace tiempo, al panteón de los incontables pequeños "pensadores" conservadores, por no decir reaccionarios, que las provincias españolas han producido a lo largo de los siglos, de no haber sido el amigo y, algún tiempo, el mentor de Miguel Hernández».


Creo que ya siendo hora de que Ramón Sijé sea conocido por su propia obra y no por el estigma de la «Elegía» y mentor de Miguel Hernández.

Nos hace una presentación previa de Sijé de haber ganado el premio de la revista Héroe de Madrid, con el ya desmentido de Eutimio Martín. También extrae frases, con el peligro que esto tiene, de la carta de Miguel a José Bergamín, director de Cruz y Raya de enero de 1935, sobre las descalificaciones de Miguel a Sijé de «catolicismo exacerbado, intransigente, resultante de la soledad y carácter soberbio e impetuoso de Sijé». Sin analizar que esta carta resentida de Miguel, ya estudiada por Jesucristo Riquelme16 se debía a la ya rota relación de los amigos, por cuanto Sijé le había recriminado a Miguel el haberse apartado de él y entrado en la «nueva literatura» o neorromanticismo abanderada por Neruda y Aleixandre. A Neruda lo conoció en diciembre de 1934. Según J. Riquelme, Miguel escribe a Bergamín porque «piensa en la posibilidad de editar como poemario independiente El silbo vulnerado». Es una carta tipo de un autor que escribe a un editor para ver si consigue que le publiquen.

También nos recuerda Marrast una frase sacada de la carta de Miguel a Juan Guerrero Ruiz de julio de 1935, sobre «Estoy harto y arrepentido de haber hecho cosas al servicio de Dios y la tontería católica», Miguel no había hecho nada al servicio de Dios, sino que había escrito su auto sacramental. También comentada por Jesucristo Riquelme (2002, 269), donde se aprecia el «tránsito ideológico de M. Hernández ya afincado en Madrid republicano, en ambientes dialécticos y artísticos revolucionarios, laico e incluso pagano [...]». El origen de esta carta era la petición del favor a Juan Guerrero, secretario del Ayuntamiento de Alicante, de llevar a Pablo Neruda a la isla de Tabarca o en una de las islas del Mar Menor, porque tenía una hija de diez meses, Malva Marina que era hidrocefálica. Además Miguel sabía que Sijé desde que había abandonado la edición de El Gallo Crisis en abril del 35, se había vuelto un ser desconfiado y atormentado como también lo comentó Jesús Poveda.

Continúa el artículo de Marrast con los manidos «olor a iglesia» de Pablo Neruda a Miguel.

Tras la primera presentación por parte de Marrast, donde Sijé aparece bastante estigmatizado, entra el articulista directamente en el análisis de La decadencia de la flauta..., hace referencia al prólogo de Martínez Galiano, describe los símbolos de Flauta y Fantasmas, y como le es incompresible le acaba el párrafo con un amén o «así sea».

Hace hincapié en el pequeño prefacio del propio Sijé, que en cierta manera es prepotente, donde soslaya su soberbia, al afirmar que elude la utilización del material bio-bibliográfico. Continúa el profesor Marrast, diciendo que en las primeras treinta páginas «se acumulan, a veces sin relación evidente con la demostración harto abstrusa del autor». Donde aparecen citas de los más famosos pensadores (Desde Goethe a Donoso Cortés), «lo que no sorprenderá, conociendo su intelectualismo violentamente opuesto a toda pasión y a toda emoción». En lo que estamos de acuerdo, porque toda esta primera parte es inconexa que según Marrast «moverá a risa si no tuviera la pretensión de atalayar un argumento sin hilo conductor». Se queja el autor del artículo del empleo sesgado de ciertas palabras, cuyo sentido confiesa que se le escapan. En el siguiente párrafo explica muy acertadamente los significados entre romanticismo eterno (conceptismo, cultismo, barroco) y romanticismo histórico (siglo XIX) sijeniano, que coincide con lo explicado en el prólogo de Martínez Galiano, como divorcio profundo entre la vida y el pensamiento, provocando una crisis espiritual. Hace una referencia al hispanista Allison Peers, autor de Historia del movimiento romántico en España, Gredos, Madrid, 1954, 2 vols., cuya teoría era la de que la literatura española es romántica por excelencia, desde la Edad Media hasta Valle-Inclán, Machado y Unamuno.

Hace un análisis de la pág. 31 de La decadencia de la flauta..., sobre el hombre del romanticismo que «solamente tiene ilusión», aunque la idea sijeniana es incompleta y se contradice con la definición «la ilusión es la forma de degeneración romántica».

Advierte el profesor Marrast que por el escaso espacio del artículo «dejando de lado los capítulos dedicados al teatro, a la novela, a Larra y por supuesto a Bécquer que, históricamente, no ha de figurar en un estudio sobre el movimiento romántico». (Evidentemente Bécquer como Rosalía de Castro pertenecen al llamado «romanticismo rezagado», otros autores les consideran ya del realismo). Nos asegura que Sijé supera a Menéndez Pelayo en el espíritu conservador (p. 53). Expone la tesis de la poesía del siglo XVII donde cabe más la retórica que el famoso «temblor». Describe minuciosamente los comentarios sijenianos sobre Meléndez Valdés, el conde de Noroña, Francisco Sánchez Barbero, Álvarez Cienfuegos, Jovellanos, Quintana, Martínez de la Rosa. Escribe Robert Marrast que la opinión de Sijé es que el romanticismo histórico se caracteriza por la decadencia del soneto. Espronceda se salva en su opinión por haber compuesto el buen terceto sobre el tema banal de la rosa. Señala que el capítulo II dedicado a Espronceda, «éste como era de esperar escribe los juicios más severos [...] le falta mucho para llegar al ciclón vital o ciclón poético que era Lope» (p. 54). En la página 55, escribe que en justicia hay que reconocer que Sijé concederá algunos que otros méritos a Espronceda en el Diablo Mundo.

El penúltimo párrafo de Marrast es una conclusión en la que argumenta:

«¿Podrá calificarse este de ensayo literario, de tesis, de balance crítico? Confieso haberme sentido a menudo desconcertado ante tales argumentos, tales afirmaciones, cuya desmesura no es siempre inocente. La polémica de Sijé con el grupo sevillano Nueva Poesía, sobre el romanticismo, es una prueba del espíritu visceral reaccionario de Sijé cuyas simpatías por el fascismo son inconfundibles, como lo demostró Cecilio Alonso».


A mi parecer este último comentario de sus primeras ideas políticas de «simpatía al fascismo», sobran, porque además ni Cecilio, ni otros autores, demostraron documentalmente estas vinculaciones al fascismo. Cecilio expuso su teoría afín al falangismo sijeniano. También Agustín Sánchez Vidal, y Eutimio Martín. Pocos han apreciado por el contenido de sus escritos la transformación ideológica entre el primer Sijé y el último Sijé cuando rompió la amistad con Gecé y con Bergamín, por discrepancias de ideas políticas y criterios.






3.- Notas al romanticismo español

Romanticismo es adaptación de la francesa Romantisme, creada por Stendhal en 1823, apoyándose en el adjetivo romantique, que significaba «novelesco», pero hacia 1775 se contagia del significado inglés «pintoresco, sentimental». Con el tiempo la significación de romanticismo ha derivado hacia sentimentalismo o enamoramiento, significación que no sería correcta para nuestro trabajo, sino que hay que entenderlo como libertad y progreso.

Aunque el Romanticismo llega con retraso a España. Según Guillermo Díaz-Plaja en su Introducción al estudio del romanticismo español: «Son dos las vías de penetración Andalucía y Levante [...] El Renacimiento se anticipa en Levante; el Barroco en Andalucía». Considera también que las nuevas escuelas marchan hacia Madrid no sin oponer resistencia, ya que la incorporación de los nuevos movimientos literarios supone la aceptación de toda la literatura española a su nuevo estilo.

Los años gloriosos del romanticismo español son los considerados entre 1834 a 1844. Tras la muerte de Fernando VII (1833) acaba el absolutismo y se introduce el liberalismo y empieza una guerra dinástica, la guerra Carlista, que tanto retraso impuso a España. Regreso de nuestros exiliados con nuevas ideas como Bartolomé José Gallardo, Martínez de la Rosa, Ángel Saavedra, más tarde Duque de Rivas, Larra, Espronceda. En una década el romanticismo transforma el panorama cultural, social y político español. Alcalá Galiano escribe un prólogo que se considera el manifiesto romántico español para El moro expósito, (1834) del Duque de Rivas, aunque escrito en París entre 1829 y 1833. Obra dramática sobre los siete infantes de Lara, el bastardo Mudarra es el «moro expósito». El romanticismo acaba con Don Juan Tenorio de Zorrilla.

Aunque parece ser que la CEDA en 1935, al celebrar el I Centenario de Romanticismo toma como inicio Don Álvaro o la fuerza del sino (1835). Y además coincidía con el trescientos aniversario de la muerte de Lope de Vega (1562-1635). Para no perder el hilo los grandes temas del Romanticismo son, según Meria Alberi17:

«La libertad a ultranza, individual y colectiva, lo que dio origen a que nacieran los movimientos libertarios y abolicionistas de finales del XVII y principios del XIX [...] Se recupera el gusto por lo exótico, lo oriental se pone de moda y, al no estar sujeto el autor a ninguna regla, él mismo inventa estos ambientes [...] en ningún momento se ha sentido más atracción por las ruinas, los cementerios, los días tristes, la antigüedad, la arqueología, los largos viajes a países desconocidos y exóticos [...] Es la época de las grandes exploraciones a Asia y África [...]»



El romanticismo histórico español es considerado por Sijé una época de fantasmas, periodo político y literario de suspenses deliberados como en El doncel de don Enrique el doliente, de Larra, con desapariciones de personajes dados por muertos. Fantasmas: Don Juan Tenorio, El Señor de Bembibre, El estudiante de Salamanca...

Con el tiempo la significación de romanticismo ha derivado hacia sentimentalismo o enamoramiento, lo cual es un error, ya que la palabra en su contexto significa: libertad y progreso.

No hay una fecha exacta para definir el comienzo del romanticismo español, unos creen que debería comenzar a contarse tras la muerte de Fernando VII, el Deseado en 1833, donde empieza con la regencia de María Cristina un periodo de resurgimiento de la libertad creadora y libertad de expresión. Otros en 1834 como Meria Albari con el regreso de los intelectuales del exilio e importan este movimiento de Francia e Inglaterra, y concede a José Cadalso (1741-1782) como verdadero introductor del movimiento. Expone Vicente Ramos: «El Romanticismo, más que himno a la libertad y sin dejar de serlo, implicó una total y renacida concepción humana y estética, basada en el mundo del sentimiento, en la legendaria y casi mística atracción del Medioevo, en el libérrimo despliegue de la fantasía creadora»18. Los convocantes del Premio Nacional de Literatura debieron considerar que el inicio del romanticismo español comienza con el estreno de Don Álvaro o la fuerza del sino, en verso, del Duque de Rivas19 en 1835.

Los temas románticos denotan un anhelo de libertad de expresión, la aversión a la autoridad (liberación del Antiguo Régimen), libertad de pensamiento, pensamiento psicológico por encima de lo ético de revolución. Supone un cambio, una rebelión contra el mundo ordenado del racionalismo: la razón, caminos para renovar el arte, la política, la educación, la filosofía y la religión de la época. El romanticismo no tiene reglas, de aquí surge la polémica en contra del clasicismo que define un sistema de orden, exactitud, reglas, es decir, inmutable. El éxito del romanticismo sueña «con la perfectibilidad del hombre y su espiritualidad». En las artes interesa el genio individual. Nacen los pronunciamientos, las barricadas, la exaltación de lo nacional (desemboca en la idea de nacionalismo o recuperar la memoria nacional) y de lo tradicional y lo revolucionario. Reaparecen los temas medievales, heroicos, leyendas y milagros, el gusto por el gótico, las cruzadas, lo que Larra intenta en sus Artículos de Costumbres es la regeneración nacional. Era una regeneración que sacaría a las bellas artes de su letargo.

El primer movimiento romántico surge en Inglaterra y Alemania tras la Reforma, por las transformaciones que sufre la Iglesia hacia la libertad de pensamiento y credos. Las nuevas ideas del romanticismo español nos llegaron desde Francia por diversos caminos: los viajeros románticos, los exiliados fernandistas, libros y noticias que se filtraban sobre lo que pasaba fuera. Y las traducciones al castellano de obras románticas importantes que realizó la generación anterior. Se tradujeron las obras importantes de Rousseau, Chateaubriand, Hugo, Voltaire, Dumas, Sand entre otros franceses; Young, Ossian, Richardson, Lord Byron y Scott entre los ingleses; y entre los alemanes, Böhl de Faber difundió las ideas románticas de Schlegel sobre el teatro. Se tradujo a Goethe (Werther, Fausto), a Schiller, Hoffmann; Cooper y Washintong Irving entre los escritores norteamericanos.

Las ideas de Schlegel fueron difundidas en España por el alemán Böhl de Faber (padre de Fernán Caballero), el colector de la Floresta de rimas antiguas españolas (1822-25). En el primer periodo constitucional se declaró la libertad de imprenta. En Cádiz, donde residía Böhl de Faber, surgió la polémica con el clasicismo y el romanticismo con José Joaquín Mora.

Guillermo Carnero, especialista en romanticismo20 en su Laudatio con motivo de la investidura como doctor honoris causa por la Universidad de Alicante del Sr. Robert Marrast:

«Así pues, Francia ha sido a lo largo de los siglos una referencia ineludible en el horizonte español. En correspondencia, España se convirtió en un mito entre nuestros vecinos gracias al exotismo romántico que representan Mérimée y Bizet, y en el seno de ese Romanticismo nació a comienzos del siglo XIX, en el círculo de Mme. De Staël, el hispanismo francés que tanto ha hecho por la cultura y la literatura española, y que produjo, en la segunda mitad del recién terminado siglo XX, la brillante generación de estudiosos de la que forma parte Robert Marrast junto a René Andioc, Paul Guinard, Jacques Issorel, Yvan Lissorgues, François Lopez, Guy Mercadier y tantos otros».



Los primeros exponentes del romanticismo español son el Duque de Rivas y El moro expósito y Don Álvaro o la fuerza del sino. Martínez de la Rosa con Aben Humeya y La conjuración de Venecia. Juan E. Hartzenbusch en Los amantes de Teruel, José Espronceda, el Impetuoso, con El estudiante de Salamanca, José Zorrilla con Don Juan Tenorio, El zapatero y el rey, Un testigo de bronce. Más tardíamente Mesonero Romanos, Bécquer y Rosalía de Castro.

Una revista muy del romanticismo fue El Artista (1835-36) son sesenta y cinco números, colaboraron unos setenta escritores.

«La contribución de Ochoa fue la más extensa. El segundo en el orden de importancia fue Pedro de Madrazo. Por lo que se refiere a la parte ilustrada de la revista, el principal colaborador fue Federico de Madrazo. Entre los colaboradores más ocasionales merecen destacarse Cecilia Böhl de Faber, Bretón de los Herreros, Patricio de la Escosura, Bartolomé José Gallardo, Juan Nicasio Gallego, García de Tassara, Alberto Lista, José de Madrazo (padre de los hermanos Federico y Pedro), Juan María Maury, Nicomedes Pastor Díaz, Roca de Togores, Julián Romea y Ventura de la Vega, es decir, muchos de los nombres que iban a componer la plana mayor del romanticismo español. En El Artista publicó también Espronceda su Canción del pirata y algunos fragmentos del Pelayo, además de su famosa sátira El Pastor Clasiquino, y Zorrilla cinco poesías y un relato en prosa con anterioridad a su "revelación" ante el cadáver de Larra»21.



Eugenio de Ochoa escribiría un artículo denominado «Un Romántico»:

«[...]Otros hay para quienes la palabra romántico equivale a hereje, o peor que hereje, a hombre capaz de cometer cualquier crimen: romántico es para ellos lo mismo que Anticristo, es sinónimo de Belcebuth; en los oídos de los que no la comprenden, la palabra romanticismo suena como un eco de disolución y de muerte, como una campana sepulcral, como el sonido que toca a degüello. Y, ¿por qué? ¿En qué se funda esta mortal antipatía?»22.



Sijé considera el romanticismo español como un romanticismo de «feria [...] un gran ataque gripal, la gripe del siglo, una gripe psicológicamente contagiosa», frente al brumoso romanticismo histórico trascendente a la europea. Con relación al periodismo de la época del romanticismo español, hallamos un trabajo de Enrique Rubio Cremades autor de «Visión y análisis de la prensa en Memorias de un setentón, de Mesonero Romanos»:

«La segunda época de las Memorias de un setentón se inicia con el estudio de las costumbres de la sociedad madrileña. Material noticioso que remite al lector a la juventud literaria de los años que precedieron al Trienio Constitucional. La restauración absolutista, la abolición de la Ley Sálica por Fernando VII, la Regencia de María Cristina y el Estatuto Real de Martínez de la Rosa constituyen los hitos más relevantes en los que enmarca la información relativa al periodismo. Proceso histórico en el que no está ausente la referencia al periodismo, a su especial incidencia en la sociedad española»23.






4.- La Iglesia en el periodo isabelino

El Romanticismo choca con los dogmas de la Iglesia, cuya esencia es mantener al hombre en la idea de Dios, porque afecta a su influencia política y a su doctrina, ya que apareció unida al absolutismo fernandino, y después al carlismo que es también la idea romántica. «El Concordato le obliga [a la Iglesia] a aceptar el régimen liberal isabelino, los católicos forman el núcleo del conservadurismo»24. Ideas conservadoras del catalán Jaime Balmes en su El Criterio (1847). Y Donoso Cortés Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo, y el socialismo considerados en sus principios fundamentales (1851). La Iglesia no podía estar contenta al perder su poder y sus propiedades con la desamortización de Mendizábal.

Las encíclicas «Mirari Vos» y la «Quanta cura», con su syllabus condena al liberalismo como un grave pecado y condenan también los errores del progreso y la civilización moderna.

La Iglesia siempre «ha suministrado elementos ideológicos para el mantenimiento de las estructuras sociales»25. No olvidemos que con la desamortización de Madoz 1855, y antes con la de Mendizábal (1836), la Iglesia perdió muchas propiedades, su actitud frente al liberalismo no podía ser de otra manera.

Durante la restauración, la Iglesia cambia de actitud con la encíclica «Rerum Novarum», de León XIII y se preocupa de la educación, sobre todo en los colegios jesuitas. El renovador pedagógico es el padre Manjón, y respecto a la educación de la mujer nacen las congregaciones religiosas por el padre Poveda y el sacerdote Enrique Ossó. Los Jesuitas encuentran gran apoyo en el Marqués de Comillas, famosa es la universidad que así se denomina en la ciudad cántabra del mismo nombre.

Por ello, ya en la II República las ideas clasicistas-cristianas de Ramón Sijé no podían prosperar en un tiempo porque preconizaba cambios, o un neorromanticismo de las ideas políticas liberales frustradas en la I República de 1873. Ahora en 1931, quizás hubo demasiados cambios drásticos en el «bienio reformador» o republicano-socialista (1931-1933), sin dar tiempo a lo que se llamaría decantación temporal de las ideas. Tanto los mensajes conservadores y tradicionales de Revista de Occidente, Cruz y Raya, El Gallo Crisis, de reconocido catolicismo, y antes los nuevos ataques a la Iglesia como la expulsión de los jesuitas en 1931, los brotes anticlericales violentos y sangrientos y destrucción del patrimonio, reaccionan, además, favorecidos por el cardenal Segura, en una batalla ideológica y de pensamiento de conciencia cristiana.

Para Sijé, la República de los años 1934 supone la crisis, vistos los acontecimientos como Ortega y Gasset se arrepintió de ella, porque cuando se proclama la República el 14 de abril de 1931, Sijé está a favor de ella, y escribe:

«[...] hoy que ondea en todos los mástiles la flamante bandera tricolor, España, nuestra Patria, recordando las gestas gloriosas, da un salto, y de él, se coloca a la cabeza de la civilización y de la intelectualidad del Mundo»26.



Pero también tacha a la Iglesia de su acomodo y manipulación del estado. En su articulo «Re-catolicismo, católica reforma» (n.º 3-4. El Gallo Crisis), dice que la Iglesia jugaba decorativamente con la historia y el estado oficiales. «Abandonemos, cristianos, la conquista del estado; marchemos a ser conquistados por el pueblo». Lo que es una evidente muestra de democracia.




5.- El Romanticismo en Alicante

Nada aparece en el libro de Sijé sobre el romanticismo en Alicante, del que conocemos su historia gracias al eruditismo e impagable trabajo de Vicente Ramos en Literatura Alicantina (Alfaguara, 1966) que ganó el merecidísimo Premio Azorín de Literatura de la Excma. Diputación de Alicante en 1965. Capítulo «I.- El Amanecer Romántico» (p. 29-56).

Según Ramos el resurgimiento de la cultura alicantina nace gracias a la creación del Liceo Artístico y Literario de Alicante inaugurado la noche del 8 de agosto de 1839 cuyo primer presidente fue el Sr. Barón de Petrés. Nos habla de su primera Junta Directiva y sus componentes. La inauguración se verificó en la Casa Consulado. Recitaron poemas: Nicasio Camilo Jover, José Peyret, María de los Dolores Vicedo, Pío de la Sota, Miguel de los Santos Álvarez..., con una exposición de óleos y dibujos.

«Pues bien podemos afirmar que no hay literatura alicantina propiamente dicha hasta la apertura de aquel centro. Hasta entonces, la labor de los escritores alicantinos se movió en orbes cerrados cuando no en lejanas latitudes, y nunca con la necesidad consciente de estar sirviendo al progreso de un pueblo concreto», escribe Vicente Ramos (Pág. 30).

El Cuaderno Primero del Liceo, recoge «el espíritu de la nueva y avasalladora tendencia artística», según Ramos. Y pregunta ¿No se considera El moro expósito del Duque de Rivas, como uno de los primeros manifiestos románticos? El poeta Francisco Antonio Jover declaró, aquella memorable noche de 1839, que el Moro Expósito era tan original como la Iliada.

Nos cuenta Ramos que aquel grupo romántico se vio favorecido por la presencia en la ciudad de los poetas Ramón de Campoamor, Gobernador Civil, que contrajo matrimonio el 10-03-1849 con Guillermina O´Gorman, una alicantina oriunda de Irlanda. El salmantino Ventura Ruiz Aguilera, cumpliendo destierro por causas políticas, que fundó con Balbino Cortés, el diario El Mensajero (1846-48), y dirigió en colaboración con Agustín Mendía, el semanario Los Hijos de Eva.

Para finalizar este breve apartado, anotaré algunos autores con obra del ya mencionado libro de Vicente Ramos: Joaquín María López (Villena, 1798-Madrid, 1855), Juan Vila y Blanco (Alicante, 1813-1886), Nicasio Camilo Jover (Alicante, 1821-1881), Juan Rico Amat (Elda, 1821-Madrid, 1870), José Pastor de la Roca (Dolores, 1824-Alicante, 1875), Eleuterio Llofriu Sagrera (Alicante, 1835-Huesca, 1880).






ArribaAbajoEpítome de La decadencia de la flauta y el reinado de los fantasmas

El libro consta de 290 páginas, y con el prólogo 308, encabezado con un «Pequeño Prefacio», dividido en siete capítulos más un índice final con resumen esquemático de cada uno de ellos. Es un alegato anti-romántico. Este libro finalizado poco antes de morir su autor le da un valor de síntesis de su obra. Para José Guillén y José Muñoz Garrigós (1973, 193) supone la culminación de todo quehacer crítico disperso en El Gallo Crisis y otras publicaciones. A mi parecer, es una obra que está fuera de su tiempo para estudiarla hoy en día, su estudio interesa más que nada como su interés literario alicantino.

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