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ArribaAbajo[XL] (Negros ahorcados por violación)

Esta octava real es como un lunar en este libro, no encaja en la línea argumental del poemario. La única posibilidad es que Miguel leyera el suceso del ahorcamiento de negros por violación en algún periódico de la época, y a causa del impacto escribiera la octava. No tiene otra explicación lógica. Para mí no es muy acertada su publicación si se quiere seguir la línea bucólica de Perito... No merece la pena buscar en las hemerotecas del verano de 1932 este caso de pena de muerte. La idea, creo que es la de dar al poema una nota de actualidad, como situando Perito en lunas en el tiempo histórico contemporáneo.

Otra vez volvemos a poner en cuestión el título, puesto que del contexto de la octava se desprende que el poeta nos habla en singular, el violador es uno y no varios. ¿Por qué pluralizar cuando la octava real no lo da a entender?

Primero nos hace el poeta una antítesis entre «A fuego de arenal, y frío de asfalto», continúa con Norteamérica que ahorca con vínculos de cáñamo (cuerda de cáñamo) desde el cielo, o desde lo alto de la vida de un patíbulo, el violador que a su vez suelta «un chorro de lengua», tal vez con la intención de que la imagen de la lengua se convierta en una prolongación del cáñamo.

La segunda proposición nos habla del delito, del acto propio de la violación con una serie de ideas entre: «confusa pierna», y otras metáforas complejas: «por asalto / náufraga higuera fue de higos en pelo / sobre nácar hostil [...]». Prosificando nos hallamos con un violador que por asalto hostil ataca con los genitales (higos en pelo) a una mujer que es «nácar hostil», con el pene («remo exigente [...]»), «de fuga al sur: ¡serpiente!» (hacia la vagina) como una serpiente. Estas fugas al sur son repetidas por el poeta en la octava XXV, verso 7: «Ártica flor al sur [...]». Y también en la octava XI, verso 4: «que no a tu sur [...]». Con «¡serpiente!», última palabra del verso 8, hallamos connotaciones polisémicas como pene, movimientos contorneantes del acto sexual, balanceo de la cuerda del cáñamo, la serpiente del paraíso y el pecado original...

El escritor estadounidense de origen guineano F. Homla Aggor, en su libro Eros en la poesía de Miguel Hernández (1994, 38 y 39), nos comenta esta octava real muy acertadamente y además observa que «ya no sólo usa símbolos para referirse a los órganos sexuales sino que logra hablar directamente del acto sexual».

La ilustración no puede más que representar al título, donde vemos dos siluetas semi-androides, ahorcadas en el patíbulo. Debajo de la lámina la silueta de los Estados Unidos de Norteamérica, con la península del Labrador (entre el río San Lorenzo y la Bahía de Hudson) entrando en África, ello nos debe evocar la historia de los esclavos y la población que llegó del continente africano. Hoy día llamados afroamericanos. La luz de la luna se ha transformado en esta lámina en dos formas testiculares como llamas que salen de una lámpara, una manera surrealista que no tiene muchas explicaciones, sino más bien producto de la investigación en el dibujo de ilustraciones.

Negros ahoracados por violación



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