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ArribaAbajoMaterias

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ArribaAbajo- I -

Pan


A Teresa y Enrique Díez-Canedo



Dejaron un pan en la mesa,
mitad quemado, mitad blanco,
pellizcado encima y abierto
en unos migajones de ampo.

Me parece nuevo o como no visto,  5
y otra casa que él no me ha alimentado,
pero volteando su miga, sonámbula,
tacto y olor se me olvidaron.

Huele a mi madre cuando dio su leche,
huele a tres valles por donde he pasado:  10
a Aconcagua, a Pátzcuaro, a Elqui,
y a mis entrañas cuando yo canto.
—64→

Otros olores no hay en la estancia
y por eso él así me ha llamado;
y no hay nadie tampoco en la casa  15
sino este pan abierto en un plato,
que con su cuerpo me reconoce
y con el mío yo reconozco.

Se ha comido en todos los climas
el mismo pan en cien hermanos:  20
pan de Coquimbo, pan de Oaxaca,
pan de Santa Ana y de Santiago.

En mis infancias yo le sabía
forma de sol, de pez o de halo,
y sabía mi mano su miga  25
y el calor de pichón emplumado...

Después le olvidé, hasta este día
en que los dos nos encontramos,
yo con mi cuerpo de Sara vieja
y él con el suyo de cinco años.  30

Amigos muertos con que comíalo
en otros valles, sientan el vaho
de un pan en septiembre molido
y en agosto en Castilla25 segado.

Es otro y es el que comimos  35
en tierras donde se acostaron.
Abro la miga y les doy su calor;
lo volteo y les pongo su hálito.

La mano tengo de él rebosada
y la mirada puesta en mi mano;  40
entrego un llanto arrepentido
por el olvido de tantos años,
y la cara se me envejece
o me renace en este hallazgo.
—65→

Como se halla vacía la casa,  45
estemos juntos los reencontrados,
sobre esta mesa sin carne y fruta,
los dos en este silencio humano,
hasta que seamos otra vez uno
y nuestro día haya acabado...  50




ArribaAbajo- II -

Sal




La sal cogida de la duna,
gaviota viva de ala fresca,
desde su cuenco de blancura,
me busca y vuelve su cabeza.

Yo voy y vengo por la casa  5
y parece que no la viera
y que tampoco ella me viese,
Santa Lucía blanca y ciega.

Pero la Santa de la sal,
que nos conforta y nos penetra,  10
con la mirada enjuta y blanca,
alancea, mira y gobierna
a la mujer de la congoja
y a lo tendido de la cena.

De la mesa viene a mi pecho;  15
va de mi cuarto a la despensa,
con ligereza de vilano
y brillos rotos de saeta.

La cojo como a criatura
y mis manos la espolvorean,  20
—66→
y resbalando con el gesto
de lo que cae y se sujeta,
halla la blanca y desolada
duna de sal de mi cabeza.

Me salaba los lagrimales  25
y los caminos de mis venas,
y de pronto me perdería
como en juego de compañera,
pero en mis palmas, al regreso,
con mi sangre se reencuentra...  30

Mano a la mano nos tenemos
como Raquel, como Rebeca.
Yo volteo su cuerpo roto
y ella voltea mi guedeja,
y nos contamos las Antillas  35
y desvariamos las Provenzas.

Ambas éramos de las olas
y sus espejos de salmuera,
y del mar libre nos trajeron
a una casa profunda y quieta;  40
y el puñado de sal y yo,
en beguinas o en prisioneras,
las dos llorando, las dos cautivas,
atravesamos por la puerta...




ArribaAbajo- III -

Agua




Hay países que yo recuerdo
como recuerdo mis infancias.
Son países de mar o río,
—67→
de pastales, de vegas y aguas.
Aldea mía sobre el Ródano,  5
rendida en río y en cigarras;
Antilla en palma, verdi-negras
que a medio mar está y me llama;
¡roca ligure26 de Portofino:
mar italiana, mar italiana!  10

Me han traído a país sin río,
tierras-Agar, tierras sin agua;
Saras Blancas y Saras rojas,
donde pecaron otras razas,
de pecado rojo de atridas  15
que cuentan gredas tajeadas;
que no nacieron como un niño
con unas carnazones grasas,
cuando las oigo, sin un silbo,
cuando las cruzo, sin mirada.  20

Quiero volver a tierras niñas;
llévenme a un blando país de aguas.
En grandes pastos envejezca
y haga al río fábula y fábula.
Tenga una fuente por mi madre  25
y en la siesta salga a buscarla,
y en jarras baje de una peña
un agua dulce, aguda y áspera.

Me venza y pare los alientos
el agua acérrima y helada.  30
¡Rompa mi vaso y al beberla
me vuelva niñas las entrañas!



  —68→  

ArribaAbajo- IV -

Cascada en sequedal




Ganas tengo de cantar,
sin razón de mi algarada:
ni vivo en la tierra
de donde es la palma,

ni la madre mía  5
entra por mi casa,
ni regreso a ella
gritando en la barca...

Ganas de cantar
partiendo tres ráfagas,  10
sin poder cantar
de lo alborotada;

por la luz devuelta
que anduvo trocada;
por sierras que paso  15
con su tribu de hayas.

Y un ruido que suena,
no sé dónde, de aguas;
que me viene al pecho
y que es de cascada.  20

Cae donde cae
y ayer no rodaba;
cerca de mi cuerpo
se despeña y llama.

Me paro y escucho,  25
sin ir a buscarla:
—69→
¡agua, madre mía
e hija mía, el agua!

¡Yo la quiero ver
y no puedo, de ansia,  30
y sigue cayendo,
l'agua palmoteada!




ArribaAbajo- V -

El aire


A José Mª Quiroga Pla



En el llano y la llanada
de salvia y menta salvaje,
encuentro como esperándome
el Aire.

Gira redondo, en un niño  5
desnudo y voltijeante,
y me torna y arrebata
por su madre.

Mis costados coge enteros,
por cosa de su donaire,  10
y mis ropas entregadas
por casales...

Silba en áspid las ramas
o empina los matorrales;
o me para los alientos  15
como un Ángel.
—70→

Pasa y repasa en helechos
y pechugas inefables,
que son gaviotas y aletas
de Aire.  20

Lo tomo en una brazada;
cazo y pesco, palpitante,
ciega de plumas y anguilas
del Aire...

A lo que hiero no hiero  25
o lo tomo sin lograrlo,
aventando27 y cazando
en burlas de Aire...

Cuando camino de vuelta,
por encinas y pinares,  30
todavía me persigue
el Aire.

Entro en mi casa de piedra
con los cabellos jadeantes,
ebrios, ajenos, y duros  35
del Aire.

En la almohada, revueltos,
no saben apaciguarse,
y es cosa, para dormirme,
de atarles...  40

Hasta que él allá se cansa
como un albatros gigante,
o una vela que rasgaron
parte a parte.

Al amanecer, me duermo  45
-cuando mis cabellos caen-
como la madre del hijo,
rota del Aire...





  —71→  

ArribaAbajoAmérica

  —73→  

ArribaAbajoDos himnos28

A don Eduardo Santos




ArribaAbajo- I -

Sol del Trópico


Sol de los Incas, sol de los Mayas,
maduro sol americano,
sol en que mayas y quichés
reconocieron y adoraron,
y en el que viejos aimaráes  5
como el ámbar fueron quemados.
Faisán rojo cuando levantas
y cuando medias, faisán blanco
sol pintador y tatuador
de casta de hombre y de leopardo.  10
—74→

Sol de montañas y de valles,
de los abismos y los llanos,
Rafael de las marchas nuestras,
lebrel de oro de nuestros pasos,
por toda tierra y todo mar  15
santo y seña de mis hermanos.
Si nos perdemos que nos busquen
en unos limos abrasados,
donde existe el árbol del pan
y padece el árbol del bálsamo29.  20

Sol del Cuzco, blanco en la puna,
Sol de México, canto dorado,
canto rodado sobre el Mayab30,
maíz de fuego no comulgado,
por el que gimen las gargantas  25
levantadas a tu viático;
corriendo vas por los azules
estrictos o jesucristianos,
ciervo blanco o enrojecido
siempre herido, nunca cazado...  30

Sol de los Andes, cifra nuestra,
veedor de hombres americanos,
pastor ardiendo de grey ardiendo
y tierra ardiendo en su milagro,
que ni se funde ni nos funde,  35
que no devora ni es devorado;
quetzal de fuego emblanquecido
que cría y nutre pueblos mágicos;
llama pasmado en rutas blancas
guiando llamas alucinados...  40
—75→

Raíz del cielo, curador
de los indios alanceados;
brazo santo cuando los salvas,
cuando los matas, amor santo.
Quetzalcóatl, padre de oficios  45
de la casta de ojo almendrado,
el moledor de los añiles,
el tejedor de algodón cándido.
Los telares indios enhebras
con colibríes alocados  50
y das las grecas pintureadas
al mujerío de Tacámbaro.
¡Pájaro Roc31, plumón que empolla
dos orientes desenfrenados!

Llegas piadoso y absoluto  55
según los dioses no llegaron,
tórtolas blancas en bandada,
maná que baja sin doblarnos.
No sabemos qué es lo que hicimos
para vivir transfigurados.  60
En especies solares nuestros
Viracochas se confesaron,
y sus cuernos los recogimos
en sacramento calcinado.

A tu llama fié a los míos,  65
en parva de ascuas, acostados.
Sobre tendal de salamandras
duermen y sueñan sus cuerpos santos.
O caminan contra el crepúsculo,
encendidos como retamos,  70
azafranes contra el poniente,
medio Adanes, medio topacios...
—76→

Desnuda mírame y reconóceme,
si no me viste en cuarenta años,
con Pirámide de tu nombre32,  75
con pitahayas y con mangos,
con los flamencos de la aurora
y los lagartos tornasolados.

¡Como el maguey, como la yuca,
como el cántaro del peruano,  80
como la jícara de Uruapan,
como la quena de mil años,
a ti me vuelvo, a ti me entrego,
en ti me abro, en ti me baño!
Tómame como los tomaste,  85
el poro al poro, el gajo al gajo,
y ponme entre ellos a vivir,
pasmada dentro de tu pasmo.

Pisé los cuarzos extranjeros,
comí sus frutos mercenarios;  90
en mesa dura y vaso sordo
bebí hidromieles que eran lánguidos;
recé oraciones mortecinas
y me canté los himnos bárbaros33,
y dormí donde son dragones  95
rotos y muertos los Zodíacos.

Te devuelvo por mis mayores
formas y bulto en que me alzaron.
Riégame así con rojo riego;
dame el hervir vuelta tu caldo.  100
Emblanquéceme u oscuréceme
en tus lejías y tus cáusticos.
—77→

¡Quémame tú los torpes miedos,
sécame lodos, avienta engaños;
tuéstame habla, árdeme ojos,  105
sollama boca, resuello y canto,
límpiame oídos, lávame vistas,
purifica manos y tactos!

Hame las sangres y las leches,
y los tuétanos, y los llantos.  110
Mis sudores y mis heridas
sécame en lomos y en costados.
Y otra vez íntegra incorpórame
a los coros que te danzaron,
los coros mágicos, mecidos  115
sobre Palenque y Tihuanaco.

Gentes quechuas y gentes mayas
te juramos lo que jurábamos.
De ti rodamos hacia el Tiempo
y subiremos a tu regazo;  120
de ti caímos en grumos de oro,
en vellón de oro desgajado,
y a ti entraremos rectamente
según dijeron Incas Magos.

¡Como racimos al lagar  125
volveremos los que bajamos,
como el cardumen de oro sube
a flor de mar arrebatado
y van los grandes anacondas
subiendo al silbo del llamado!  130

  —78→  


ArribaAbajo- II -

Cordillera


¡Cordillera de los Andes,
Madre yacente y Madre que anda,
que de niños nos enloquece
y hace morir cuando nos falta;
que en los metales y el amianto  5
nos aupaste las entrañas;
hallazgo de los primogénitos,
de Mama Ocllo y Manco Cápac,
tremendo amor y alzado cuerno
del hidromiel de la esperanza!  10

Jadeadora del Zodíaco,
sobre la esfera galopada;
corredora de meridianos,
piedra Mazzepa que no se cansa,
Atalanta que en la carrera  15
es el camino y es la marcha,
y nos lleva, pecho con pecho,
a lo madre y lo marejada,
a maná blanco y peán rojo
de nuestra bienaventuranza.  20

Caminas, Madre, sin rodillas,
dura de ímpetu y confianza;
con tus siete pueblos caminas
en tus faldas acigüeñadas;
caminas la noche y el día,  25
desde mi Estrecho a Santa Marta,
y subes de las aguas últimas
la cornamenta del Aconcagua.
Pasas el valle de mis leches,
amoratando la higuerada;  30
cruzas el cíngulo de fuego
—79→
y los ríos Dioscuros lanzas34;
pruebas Sargassos de salmuera
y desciendes alucinada...

Viboreas de las señales  35
del camino del Inca Huayna,
veteada de ingenierías
y tropeles de alpaca y llama,
de la hebra del indio atónito
y del ¡ay! de la quena mágica.  40
Donde son valles, son dulzuras;
donde repechas, das el ansia;
donde azurea el altiplano
es la anchura de la alabanza.

Extendida como una amante  45
y. en los soles reverberada,
punzas al indio y al venado
con el jenjibre y con la salvia;
en las carnes vivas te oyes
lento hormiguero, sorda vizcacha;  50
oyes al puma ayuntamiento
y a la nevera, despeñada,
y te escuchas el propio amor
en tumbo y tumbo de tu lava.
Bajan de ti, bajan cantando,  55
como de nupcias consumadas,
tumbadores de las caobas
y rompedores de araucarias.

Aleluya por el tenerte
para cosecha de las fábulas,  60
alto ciervo que vio San Jorge
de cornamenta aureolada
—80→
y el fantasma del Viracocha,
vaho de niebla y vaho de habla.
¡Por las noches nos acordamos  65
de bestia negra y plateada,
leona que era nuestra madre
y de pie nos amamantaba!

En los umbrales de mis casas,
tengo tu sombra amoratada.  70
Hago, sonámbula, más rutas35,
en seguimiento de tu espalda,
o devanándome en tu niebla,
o tanteando un flanco de arca;
y la tarde me cae al pecho  75
en una madre desollada.
¡Ancha pasión, por la pasión
de hombros de hijos jadeada!

¡Carne de piedra de la América,
halalí de piedras rodadas,  80
sueño de piedra que soñamos,
piedras del mundo pastoreadas;
enderezarse de las piedras
para juntarse con sus almas!
¡En el cerco del valle de Elqui,  85
en luna llena de fantasma,
no sabemos si somos hombres
o somos peñas arrobadas!

Vuelven los tiempos en sordo río
y se les oye la arribada  90
a la meseta de los Cuzcos
que es la peana de la gracia.
Silbaste el silbo subterráneo
a la gente color del ámbar;
no desatamos el mensaje36  95
enrollado de salamandra;
—81→
y de tus tajos recogemos
nuestro destino en bocanada.

¡Anduvimos como los hijos
que perdieron signo y palabra,  100
como beduino o ismaelita,
como las peñas hondeadas,
hasta el día de recobrarnos
gajos pisados de vid santa,
vagabundos envilecidos,  105
como amantes que se encontraran!

Otra vez somos los que fuimos,
cinta de hombres, anillo que anda,
viejo tropel, larga costumbre
en derechura a la peana,  110
donde quedó la madre augur
que desde cuatro siglos llama,
en toda noche de los Andes
y con el grito que es lanzada.

Otra vez suben nuestros coros  115
y el roto anillo de la danza,
por caminos que eran de chasquis37
y en pespuntes de llamaradas.
Son otra vez adoratorios
jaloneando la montaña  120
y la espiral en que columpian
mirra-copal, mirra-copaiba,
¡para tu gozo y nuestro gozo
balsámica y embalsamada!

Al fueguino sube al Caribe  125
por tus punas espejeadas;
—82→
a criaturas de salares
y de pinar lleva a las palmas.
Nos devuelves al Quetzalcóatl
acarreándonos al maya,  130
y en las mesetas cansa-cielos,
donde es la luz transfigurada,
braceadora, ata tus pueblos
como juncales de sabana.

¡Suelde el caldo de tus metales  135
los pueblos rotos de tus abras;
cose tus ríos vagabundos,
tus vertientes acainadas.
Puño de hielo, palma de fuego,
a hielo y fuego purifícanos!  140
Te llamemos en aleluya
y en letanía arrebatada.
¡Especie eterna y suspendida,
Alta-ciudad - Torres-doradas,
Pascual Arribo de tu gente,  145
Arca tendida de la Alianza!






ArribaAbajoEl maíz




I

El maíz de Anáhuac,
el maíz de olas fieles,
cuerpo de los mexitlis,
a mi cuerpo se viene.
En el viento me huye,  5
jugando a que lo encuentre,
y me cubre y me baña
—83→
el Quetzalcoatl38 verde
de las colas trabadas
que lamen y que hieren.  10
Braceo en la oleada
como el que nade siempre;
a puñados recojo
las pechugas huyentes,
riendo risa india  15
que mofa y que consiente,
y voy ciega en marea
verde resplandeciente,
braceándole la vida,
braceándole la muerte.  20


II

El Anáhuac lo ensanchan
maizales que crecen.
La tierra, por divina,
parece que la vuelen.
En la luz sólo existen  25
eternidades verdes,
remada de esplendores
que bajan y que ascienden.
Las Sierras Madres pasa
su pasión vehemente  30
El indio que los cruza
«como que no parece».
Maizal hasta donde
lo postrero emblanquece,
y México se acaba  35
donde el país se muere.
—84→


III

Por bocado de Xóchitl,
madre de las mujeres,
porque el umbral en hijos
y en danza reverbere,  40
se matan los mexitlis
como Tlálocs39 que jueguen
y la piel del Anáhuac
de escamas resplandece.
Xóchitl va caminando  45
en filos y filos verdes.
Su hombre halló tendido
en caña de la muerte.
Lo besó con el beso
que a la nada desciende  50
y le sembró la carne
en el Anáhuac leve,
en donde llama un cuerno
por el que todo vuelve...


IV

Mazorcada del aire40  55
y mazorcal terrestre,
el tendal de los muertos
y el Quetzalcóatl verde,
se están como uno solo
mitad frío y ardiente,  60
y la mano en la mano,
se velan y se tienen.
Están en turno y pausa
que el Anáhuac comprende,
—85→
hasta que el silbo largo  65
por los maíces suene
de que las cañas rotas
dancen y desperecen:
¡eternidad que va
y eternidad que viene!  70


V

Las mesas del maíz
quieren que yo me acuerde.
El corro está mirándome
fugaz y eternamente.
Los sentados son órganos41,  75
las sentadas magueyes.
Delante de mi pecho
la mazorcada tienden.

De la voz y los modos
gracia tolteca llueve.  80
La casta come lento,
como el venado bebe.
Dorados son el hombre,
el bocado, el aceite,
y en sesgo de ave pasan  85
las jícaras alegres.
Otra vez me tuvieron
estos que aquí me tienen,
y el corro, de lo eterno,
parece que espejee...  90
—86→


VI

El santo maíz sube
en un ímpetu verde,
y dormido se llena
de tórtolas ardientes.
El secreto maíz  95
en vaina fresca hierve
y hierve de unos crótalos
y de unos hidromieles.
El dios que lo consuma,
es dios que lo enceguece:  100
le da forma de ofrenda
por dársela ferviente;
en voladores hálitos
su entrega se disuelve
y México se acaba  105
donde la milpa42 muere.


VII

El pecho del maíz
su fervor lo retiene.
El ojo del maíz
tiene el abismo breve.  110
El habla del maíz
es valva y valva envuelve.
Ley vieja del maíz,
caída no perece,
y el hombre del maíz  115
se juega, no se pierde.
Ahora es en Anáhuac
y ya fue en el Oriente:
¡eternidades van
y eternidades vienen!  120
—87→


VIII

Molinos rompe-cielos
mis ojos no los quieren.
El maizal no aman
y su harina no muelen:
no come grano santo  125
la hiperbórea gente.
Cuando mecen sus hijos
de otra mecida mecen,
en vez de los niveles
de balanceadas frentes.  130
A costas del maíz
mejor que no naveguen:
maíz de nuestra boca
lo coma quien lo rece.
El cuerno mexicano  135
de maizal se vierte
y así tiemblan los pulsos
en trance de cogerle
y así canta la sangre
con el arcángel verde,  140
porque el mágico Anáhuac
se ama perdidamente...


IX

Hace años que el maíz
no me canta en las sienes
ni corre por mis ojos  145
su crinada serpiente.
Me faltan los maíces
y me sobran las mieses.
Y al sueño, en vez de Anáuhac
le dejo que me suelte  150
su mazorca infinita
que me aplaca y me duerme.
—88→
Y grano rojo y negro43
y dorado y en cierne,
el sueño sin Anáhuac  155
me cuenta hasta mi muerte.




ArribaAbajoMar caribe

A E. Ribera Chevremont



Isla de Puerto Rico,
isla de palmas,
apenas cuerpo, apenas,
como la Santa,
apenas posadura  5
sobre las aguas;
del millar de palmeras
como más alta,
y en las dos mil colinas
como llamada,  10

La que como María
funde al nombrarla
y que, como paloma,
vuela nombrada.

Isla en amaneceres  15
de mí gozada,
sin cuerpo acongojado,
trémula de alma;
de sus constelaciones
amamantada,  20
—89→
en la siesta de fuego
punzada de hablas,
y otra vez en el alba,
adoncellada.

Isla en caña y cafés  25
apasionada;
tan dulce de decir
como una infancia;
bendita de cantar
como un ¡hosanna!  30
sirena sin canción
sobre las aguas,
ofendida de mar
en marejada:
¡Cordelia de las olas,  35
Cordelia amarga!

Seas salvada como
la corza blanca
y como el llama nuevo
del Pachacámac44,  40
y como el huevo de oro
de la nidada,
y como la Ifigenia,
viva en la llama.

Te salven los Arcángeles  45
de nuestra raza:
Miguel castigador,
Rafael que marcha,
y Gabriel que conduce
la hora colmada.  50
—90→

Antes que en mí se acaben
marcha y mirada;
antes de que mi carne
sea una fábula
y antes que mis rodillas  55
vuelen en ráfagas...

Día de la liberación de Filipinas




ArribaAbajo«Tamborito panameño»45

A Méndez Pereira



Panameño, panameño,
panameño de mi vida,
yo quiero que tú me lleves
al tambor de la alegría46.



De una parte mar de espejos,
de la otra serranía,
y partiéndonos la noche
el tambor de la alegría.

Donde es bosque de quebracho,  5
panamá y especiería,
apuñala de pasión
el tambor de la alegría.

Emboscado silbador,
cebo de la hechicería,  10
—91→
guiño de la medianoche,
panameña idolatría...

Los muñones son caoba
y la piel venadería,
y más loco a cada tumbo  15
el tambor de la alegría.

Jadeante como pecho
que las sierras subiría
¡Y la noche que se funde
el tambor de la alegría!  20

Vamos donde tú nos quieres,
que era donde nos querías,
vamos de las greñas,
tamborito de alegría.

Danza de la gente roja,  25
fiebre de panamería,
vamos como quien se acuerda
al tambor de la alegría.

Como el niño que en el sueño
a su madre encontraría,  30
vamos a la leche roja
del tambor de la alegría.

Mar pirata, mar fenicio,
nos robó a la paganía,
y nos roba al robador  35
el tambor de la alegría.

¡Vamos por ningún sendero,
que el sendero sobraría,
por el tumbo y el jadeo
del tambor de la alegría!  40





  —93→  

ArribaAbajoSaudade47

  —95→  

ArribaAbajoPaís de la ausencia

A Ribeiro Couto



País de la ausencia
extraño país,
más ligero que ángel
y seña sutil,
color de alga muerta,  5
color de neblí,
con edad de siempre,
sin edad feliz.

No echa granada,
no cría jazmín,  10
y no tiene cielos
ni mares de añil.
Nombre suyo, nombre,
nunca se lo oí,
y en país sin nombre  15
me voy a morir.
—96→

Ni puente ni barca
me trajo hasta aquí.
No me lo contaron
por isla o país.  20
Yo no lo buscaba
ni lo descubrí.

Parece una fábula
que ya me aprendí,
sueño de tomar  25
y de desasir.
Y es mi patria donde
vivir y morir.

Me nació de cosas
que no son país;  30
de patrias y patrias
que tuve y perdí;
de las criaturas
que yo vi morir;
de lo que era mío  35
y se fue de mí.

Perdí cordilleras
en donde dormí;
perdí huertos de oro
dulces de vivir;  40
perdí yo las islas
de caña y añil,
y las sombras de ellos
me las vi ceñir
y juntas y amantes  45
hacerse país.

Guedejas de nieblas
sin dorso y cerviz,
alientos dormidos
—97→
me los vi seguir,  50
y en años errantes
volverse país,
y en país sin nombre
me voy a morir.




ArribaAbajoLa extranjera

A Francis de Miomandre


-«Habla con dejo de sus mares bárbaros,
con no sé qué algas y no sé qué arenas;
reza oración a dios sin bulto y peso,
envejecida como si muriera.
En huerto nuestro que nos hizo extraño,  5
ha puesto cactus y zarpadas hierbas.
Alienta del resuello del desierto
y ha amado con pasión de que blanquea,
que nunca cuenta y que si nos contase
sería como el mapa de otra estrella.  10
Vivirá entre nosotros ochenta años,
pero siempre será como si llega,
hablando lengua que jadea y gime
y que le entienden sólo bestezuelas.
Y va a morirse en medio de nosotros,  15
en una noche en la que más padezca,
con sólo su destino por almohada,
de una muerte callada y extranjera».



  —98→  

ArribaAbajoBeber48

Al Dr. Pedro de Alba



Recuerdo gestos de criaturas
y son gestos de darme el agua.

En el Valle de Río Blanco,
en donde nace el Aconcagua,
llegué a beber, salté a beber  5
en el fuete49 de una cascada,
que caía crinada y dura
y se rompía yerta y blanca.
Pegué mi boca al hervidero,
y me quemaba el agua santa,  10
y tres días sangró mi boca
de aquel sorbo del Aconcagua.

En el campo de Mitla, un día
de cigarras, de sol, de marcha,
me doblé a un pozo y vino un indio  15
a sostenerme sobre el agua,
y mi cabeza, como un fruto,
estaba dentro de sus palmas.
Bebía yo lo que bebía,
que era su cara con mi cara,  20
y en un relámpago yo supe
carne de Mitla ser mi casta.

En la Isla de Puerto Rico,
a la siesta de azul colmada,
mi cuerpo quieto, las olas locas,  25
y como cien madres las palmas,
—99→
rompió una niña por donaire
junto a mi boca un coco de agua,
y yo bebí, como una hija,
agua de madre, agua de palma.  30
Y más dulzura no he bebido
con el cuerpo ni con el alma.

A la casa de mis niñeces
mi madre me llevaba el agua.
Entre un sorbo y el otro sorbo  35
la veía sobre la jarra.
La cabeza más se subía
y la jarra más se abajaba.
Todavía yo tengo el valle,
tengo mi sed y su mirada.  40
Será esto la eternidad
que aún estamos como estábamos.

Recuerdo gestos de criaturas
y son gestos de darme el agua.




ArribaAbajoTodas íbamos a ser reinas50



Todas íbamos a ser reinas,
de cuatro reinos sobre el mar:
Rosalía con Efigenia
y Lucila con Soledad.

En el valle de Elqui, ceñido  5
de cien montañas o de más,
que como ofrendas o tributos
arden en rojo y azafrán.
—100→

Lo decíamos embriagadas,
y lo tuvimos por verdad,  10
que seríamos todas reinas
y llegaríamos al mar.

Con las trenzas de los siete años,
y batas claras de percal,
persiguiendo tordos huidos  15
en la sombra del higueral.

De los cuatro reinos, decíamos,
indudables como el Korán,
que por grandes y por cabales
alcanzarían hasta el mar.  20

Cuatro esposos desposarían,
por el tiempo de desposar,
y eran reyes y cantadores
como David, rey de Judá.

Y de ser grandes nuestros reinos  25
ellos tendrían, sin faltar,
mares verdes, mares de algas,
y el ave loca del faisán.

Y de tener todos los frutos,
árbol de leche, árbol del pan,  30
el guayacán no cortaríamos
ni morderíamos metal.

Todas íbamos a ser reinas,
y de verídico reinar;
pero ninguna ha sido reina  35
ni en Arauco ni en Copán...

Rosalía besó marino
ya desposado con el mar,
—101→
y al besador, en las Guaitecas,
se lo comió la tempestad.  40

Soledad crió siete hermanos
y su sangre dejó en su pan,
y sus ojos quedaron negros
de no haber visto nunca el mar.

En las viñas de Montegrande,  45
con su puro seno candeal,
mece los hijos de otras reinas
y los suyos nunca-jamás.

Efigenia cruzó extranjero
en las rutas, y sin hablar,  50
le siguió, sin saberle nombre,
porque el hombre parece el mar.

Y Lucila, que hablaba a río,
a montaña y cañaveral,
en las lunas de la locura  55
recibió reino de verdad.

En las nubes contó diez hijos
y en los salares su reinar,
en los ríos ha visto esposos
y su manto en la tempestad.  60

Pero en el Valle de Elqui, donde
son cien montañas o son más,
cantan las otras que vinieron
y las que vienen cantarán:

-«En la tierra seremos reinas,  65
y de verídico reinar,
y siendo grandes nuestros reinos,
llegaremos todas al mar».



  —102→  

ArribaAbajoCosas

A Max Daireaux



Amo las cosas que nunca tuve
con las otras que ya no tengo:

Yo toco un agua silenciosa,
parada en pastos friolentos,
que sin un viento tiritaba  5
en el huerto que era mi huerto.

La miro como la miraba;
me da un extraño pensamiento,
y juego, lenta, con esa agua
como con pez o con misterio.  10

Pienso en umbral donde dejé
pasos alegres que ya no llevo,
y en el umbral veo una llaga
llena de musgo y de silencio.

Me busco un verso que he perdido51,  15
que a los siete años me dijeron.
Fue una mujer haciendo el pan
y yo su santa boca veo.

Viene un aroma roto en ráfagas;
soy muy dichosa si lo siento;  20
de tan delgado no es aroma,
siendo el olor de los almendros.

Me vuelve niños los sentidos;
le busco un nombre y no lo acierto,
—103→
y huelo el aire y los lugares  25
buscando almendros que no encuentro.

Un río suena siempre cerca.
Ha cuarenta años que lo siento.
Es canturía de mi sangre
o bien un ritmo que me dieron.  30

O el río Elqui de mi infancia
que me repecho y me vadeo.
Nunca lo pierdo; pecho a pecho,
como dos niños, nos tenemos.

Cuando sueño la Cordillera,  35
camino por desfiladeros,
y voy oyéndoles, sin tregua,
un silbo casi juramento.

Veo al remate del Pacífico
amoratado mi archipiélago,  40
y de una isla me ha quedado
un olor acre de alción muerto...

Un dorso, un dorso grave y dulce,
remata el sueño que yo sueño.
Es al final de mi camino  45
y me descanso cuando llego.

Es tronco muerto o es mi padre,
el vago dorso ceniciento.
Yo no pregunto, no lo turbo.
Me tiendo junto, callo y duermo.  50
—104→

Amo una piedra de Oaxaca,
o Guatemala, a que me acerco,
roja y fija con mi cara
y cuya grieta da un aliento.

Al dormirme queda desnuda;  55
no sé por qué yo la volteo.
Y tal vez nunca la he tenido
y es mi sepulcro lo que veo...





  —105→  

ArribaAbajoLa ola muerta


ArribaAbajoDía



Día, día del encontrarnos
tiempo llamado Epifanía.
Día tan fuerte que llegó
color tuétano y ardentía,
sin frenesí sobre los pulsos  5
que eran tumulto y agonía,
tan tranquilo como las leches
de las vacadas con esquilas.

Día nuestro, por qué camino,
bulto sin pies, se allegaría,  10
que no supimos, que no velamos,
que cosa alguna lo decía,
que no silbamos a los cerros
y él sin pisada se venía.

Parecían todos iguales,  15
y de pronto maduró un Día.
Era lo mismo que los otros,
—108→
como son cañas y son olivas,
y a ninguno de sus hermanos,
como José, se parecía.  20

Le sonriamos entre los otros.
Tenga talla sobre los días,
como es el buey de grande alzada
y es el carro de las gavillas.

Lo bendigan las estaciones,  25
Nortes y Sures lo bendigan,
y su padre, el año, lo escoja
y lo haga mástil de la vida.

No es un río ni es un país,
ni es un metal: se llama un Día.  30
Entre los días de las grúas,
de las jarcias y de las trillas,
entre aparejos y faenas,
nadie lo nombra ni lo mira.

Lo bailemos y lo digamos  35
por galardón de Quien lo haría,
por gratitud de suelo y aire,
por su regato de agua viva,
antes que caiga como pavesa
y como cal que molerían  40
y se vuelquen hacia lo Eterno
sus especies de maravilla.

¡Lo cosamos en nuestra carne,
en el pecho y en las rodillas,
y nuestras manos lo repasen,  45
y nuestros ojos lo distingan,
y nos relumbre por la noche
y nos conforte por el día,
como el cáñamo de las velas
y las puntadas de las heridas!  50



  —109→  

ArribaAbajoAdiós



En costa lejana
y en mar de Pasión,
dijimos adioses
sin decir adiós.
Y no fue verdad  5
la alucinación.
Ni tú la creíste
ni la creo yo,
«y es cierto y no es cierto»
como en la canción.  10

Que yendo hacia el Sur
diciendo iba yo:
-Vamos hacia el mar
que devora al Sol.

Y yendo hacia el Norte  15
decía tu voz:
-Vamos a ver juntos
donde se hace el Sol.

Ni por juego digas
o exageración  20
que nos separaron
tierra y mar, que son
ella, sueño y él
alucinación.

No te digas solo  25
ni pida tu voz
albergue para uno
al albergador.
Echarás la sombra
que siempre se echó,  30
—109→
morderás la duna
con paso de dos...

¡Para que ninguno,
ni hombre ni dios,
nos llame partidos  35
como luna y sol;
para que ni roca
ni viento errador,
ni río con vado
ni árbol sombreador,  40
aprendan y digan
mentira o error
del Sur y del Norte,
del uno y del dos!




ArribaAbajoAusencia



Se va de ti mi cuerpo gota a gota.
Se va mi cara en un óleo sordo;
se van mis manos en azogue suelto;
se van mis pies en dos tiempos de polvo.

¡Se te va todo, se nos va todo!  5
Se va mi voz que te hacía campana
cerrada a cuanto no somos nosotros.
Se van mis gestos que se devanaban
en lanzaderas, debajo tus ojos.
Y se te va la mirada que entrega,  10
cuando te mira, el enebro y el olmo.

Me voy de ti con tus mismos alientos:
como humedad de tu cuerpo y evaporo.
Me voy de ti con vigilia y con sueño,
—111→
y en tu recuerdo más fiel ya me borro.  15
Y en tu memoria me vuelvo como esos
que no nacieron en llanos ni en sotos.

Sangre sería y me fuese en las palmas
de tu labor, y en tu boca de mosto.
Tu entraña fuese, y sería quemada  20
en marchas tuyas que nunca más oigo,
¡y en tu pasión que retumba en la noche
como demencia de mares solos!

¡Se nos va todo, se nos va todo!




ArribaAbajoMuro



Muro fácil y extraordinario,
muro sin peso y sin color:
un poco de aire en el aire.
Pasan los pájaros de un sesgo,
pasa el columpio de la luz,  5
pasa el filo de los inviernos
como el resuello del verano;
pasan las hojas en las ráfagas
y las sombras incorporadas.

¡Pero no pasan los alientos,  10
pero el brazo no va a los brazos
y el pecho al pecho nunca alcanza!



  —112→  

ArribaAbajoViejo león



«Tus cabellos ya son
blancos también;
miedo, la dura voz,
la boca, «amén».

Tarde se averiguó,  5
tarde se ven
ojos sin resplandor,
sorda la sien.

Tanto se padeció
para aprender  10
apagado el fogón,
rancia la miel.

Mucho amor y dolor
para saber
canoso a mi león,  15
¡viejos sus pies!»




ArribaAbajoEnfermo



Vendrá del Dios alerta
que cuenta lo fallido.
Por diezmo no pagado,
rehén me fue cogido.
Por algún daño oscuro  5
así me han afligido.

Está dentro la noche
ligero y desvalido
—113→
como una corta fábula
su cuerpo de vencido.  10
Parece tan distante
como el que no ha venido,
el que me era cercano
como aliento y vestido.

Apenas late el pecho  15
tan fuerte de latido.
¡Y cae si yo suelto
su cuello y su sentido!

Me sobra el cuerpo vano
de madre recibido;  20
y me sobra el aliento
en vano retenido:
me sobran nombre y forma
junto al desposeído.

Afuera dura un día  25
de aire aborrecido.
Juega como los ebrios
el aire que lo ha herido.
Juega a diamante y hielo
con que cortó lo unido  30
y oigo su voz cascada
de destino perdido...