Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice
Abajo

Tentativas dramáticas (Valera)

Leopoldo Alas





  —269→  

Quéjase el Sr. Valera en la dedicatoria de este libro de su mala suerte, que no le consiente ser poeta dramático de los que el público favorece; y siente sobremanera no poder dar en el quid de ese privilegiado talento que se requiere para el género literario, que él reputa como el más excelente coronamiento y cifra de todo lo que con letras puede decirse.

Si algún consuelo puede llevar al ánimo del insigne literato la opinión del último de los que se meten en dibu... y en juzgar libros aje... sepa que, para mí, el género dramático no se concreta a las obras representadas, que constituyen una de sus especies, la principal sin duda, pero no todo el género. Si no fuera porque cada vez soy menos amigo de meterme en estéticas, como dice Menéndez Pelayo, yo explicaría por largo mi pensamiento; pero ya que esto no parecería bien, haré lo que hacen cuantos reniegan de estéticas y metafísicas, a saber: decir dogmáticamente lo que pienso y... dejarme de vanas abstracciones (o séase lo que piensan los demás). Tiene razón Campoamor; hay poesía lírica... dramática (pensándolo bien me he convencido de ello de algunos días a esta parte), porque lo dramático, en rigor, no es lo que pueden interpretar sobre un tablado cómicos y escenógrafos de consuno, sino algo más esencial; por ejemplo, la expresión literaria de cualquier   —270→   asunto humano por medio de sujetos humanos distintos.

Y si se me dice que se pueden hacer dramas en que los personajes sean animales, respondo que eso no obsta, porque hay animales que parecen personas, y viceversa, con lo que todo queda arreglado. En cuanto a lo de que los sujetos han de ser distintos, no va a humo de pajas, porque si no lo son, no aparece la oposición, y lo dramático lo será sólo en la forma, siendo en lo esencial subjetivo, lírico, pues será expresión el monólogo de un subjetivismo que el poeta atribuye a otro, pero que, sea de quien sea, es subjetivismo, porque no necesita salir de la esfera del individuo como sujeto poético a lo exterior en la oposición de sujetos, que es el quid de lo dramático. Si no fuera así, las Heroidas de Ovidio podrían llamarse dramáticas, y son, sin embargo, líricas, aunque en ellas se apunta el elemento dramático, por lo que tienden al diálogo implícito, puesto que son a manera de epístolas.

Todo esto que acabo de discurrir ahora, sirve por lo menos para asegurar que el Sr. Valera es más dramático de lo que él dice y de lo que dice ese empresario que no quiso representarle Lo mejor del tesoro. De fijo que el tal empresario no sabía lo que son géneros intermedios, ni barruntaba los anchos horizontes en que ha de moverse la dramática de lo porvenir. Sería de ver que porque se le antoje a un empresario o a un preceptista de los modernos (más intransigentes que Hermosilla), pasara Cano por autor dramático y Valera no mereciese ese apellido. Sí, señor; es V. dramático, y por mí puede V. entrar; la cuestión es si es V. buen o mal autor dramático, y eso es lo que vamos a ver ahora; todo, sin estéticas por supuesto, sin pruebas, ni nada de esa jerga metafísica que a nosotros los críticos positivos no nos hace falta. Créame V. a mí, bajo mi palabra, que no le irá mal.

Lo de escribir sus obras dramáticas en prosa (menos la zarzuela) tampoco es inconveniente; pues aparte de que así las escribieron muchos dramaturgos insignes, ahí está el Sr. Vidart que demuestra a quien le quiere oír, que la poesía no necesita estar en verso, y yo también digo otro tanto, sin más salvedad que la de no llamarla poesía en tal caso.

¿Por qué dice el Sr. Valera que sus dramas no se pueden representar? La Venganza de Atahualpa se podría representar   —271→   por lo menos parte de ella, hasta donde el público hiciera nada más un ruido que permitiese oír a los actores.

De Asclepigenia no diré otro tanto, porque los críticos que podrían apreciar toda su intención son los krausistas, y de esos ya hay pocos, y los que quedan no suelen ir al teatro.

Tocante a Lo mejor del tesoro, la zarzuela, tampoco es de paso, porque allí no hay toros, ni toreros, ni coplas de actualidad, ni disparates de todos los tiempos. A propósito de eso, recuerdo que un día nos decía en el Ateneo Núñez de Arce: ¿y qué dirían ustedes si yo me dedicase a escribir zarzuelas bufas? ¿Dirían ustedes que prostituía el arte?... No, señor, me permití contestar, diríamos probablemente que no servía usted para el caso. Y claro que no serviría; como tampoco sirve el Sr. Valera, a Dios gracias. Ahora, si no se considera Lo mejor del tesoro como zarzuela seria ni bufa, sino como alarde de desenfado humorístico, de la hig-life del humorismo, Lo mejor del tesoro tiene bellezas que de fijo no verá el Sr. D. Peregrín; pero que no por eso dejan de estar allí.

Asclepigenia es, en mi opinión, y en la del autor, una de las obras mejores que ha producido tan discreta pluma.

Después de Pepita Jiménez (y ya lo he escrito antes de que Valera dijese algo parecido), Asclepigenia es lo mejor de autor tan eminente.

El que haya saboreado los diálogos del gran humorista siriaco (de que fue remedo y nivel, en cierto modo, el autor del Los sueños), no podrá menos de recordarle leyendo este diálogo filosófico-satírico de Valera. Parecerse a Luciano sin copiarle ni parodiarle, como se pareció Quevedo, es ya una gloria a que pueden aspirar pocos.

Aunque la obrita es corta, su mérito no es exiguo, y merecería un análisis más prolijo que muchos pretenciosos infolios. Dice el autor en la dedicatoria que en Asclepigenia hay alusiones al panteísmo moderno de los Schelling, Hegel y Krause, y halla analogías entre la filosofía y los tiempos de Proclo, y la filosofía y los tiempos presentes. Es muy posible que en gran parte se equivoque el señor Valera con tales analogías; pero no por ello es menos graciosa, picaresca y chispeante la sátira de su diálogo; Proclo, que en las grandes ocasiones se eleva sobre los dioses hasta dar con el Uno e identificarse con él, es la más acabada burla de los filósofos pedantones,   —272→   que por la posesión de un vacío formulario se creen por encima de las pasiones humanas y juzgan que su pensamiento vuela libre ya de las debilidades que al vulgo avasallan y someten al error y los ensueños.

Eumorfo, Crematurgo, Asclepigenia, son figuras de gran realidad a pesar de su representación simbólica. El final del diálogo sorprenderá, y acaso enfade, a los que no estén acostumbrados a este humorismo que acaba por burlarse de sí mismo, y dar a la obra que tiene entre manos un corte que es como la explosión de un fuego de artificio con que el chisporroteo concluye.

Este efecto se me antoja defecto en obras como La Venganza de Atahualpa, de otro género más dramático y en que el lector se interesa de verdad por los personajes en sí, no en atención a la intencionalidad que les preste el poeta. La Venganza de Atahualpa merecía un final más meditado, lógico y natural, con mayor razón, porque en el primer acto y parte del segundo y del tercero hay verdadero drama, y el interés llega a ser grande.

El primer acto es una perla: como exposición es perfecto -dadas las condiciones especialísimas del género dramático no representable- en él se dibujan dos personajes de gran originalidad y fuerza, Rivera y Cuéllar, a los cuales presta el autor acciones, propósitos y lenguaje de tal belleza, que pocas veces en las mismas tablas nos habrán interesado figuras tan bien presentadas; doña Brianda es un tipo que reúne, a ciertas tonos clásicos en nuestro buen teatro nacional, algunos originales que ennoblecen un tanto su carácter; Laura es poética y muy interesante por su excepcional situación, y la madeja en que tales personajes se enredan, es de oro. Pero luego todo degenera en La Venganza de Atahualpa, menos el lenguaje, y aun este no es como debiera en las situaciones de pasión y violencia.

En suma, las tentativas dramáticas podrán no ser dramas, pero son joyas literarias, buenas según su género, como dice Moisés.

Y, ¿cómo las llamaremos? Ustedes dirán.

Yo, entretanto, las llamo cosas de Valera.





Indice