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ArribaAbajo8 -Sobre Historia

La primera fase de su tratado escolar debe ser como exploración a vuelo y vista de pájaro, no deteniéndose sino en las eminencias, no posando la atención sino sobre lo más culminante o primeros moradores de España, venida de fenicios y griegos, con las colonias y localidades que fundaron; llegada, edificaciones, dominio y caudillos de los cartagineses; los romanos en concepto parecido o tan a grandes rasgos citados; los bárbaros del Norte, Monarquía visigoda, su carácter electivo y su fin; Guadalete, Covadonga, reinos de Asturias, León, Castilla y Aragón; San Fernando, Isabel la Católica, Cristóbal Colón, dinastías austriaca y borbónica; Revolución de Septiembre, D. Amadeo, República y Restauración.

En una o dos generales excursiones sucesivas por los campos históricos, serán objeto de la obra didáctica acontecimientos intermedios con relación a los presentados como puntos culminantes, hechos y personajes que varían el rumbo, carácter, manera de ser de nuestra patria; juzgándonos relevados de citación detallada y completa sobre lo que el ilustrado maestro distinguirá perfectamente lo omitible de lo de necesaria citación.

Lejos de abusar de lo memorativo, ha de reducirselo a lo indispensable de las fechas sobre acontecimientos de primordial importancia y trascendencia, así que a facilitar la narración infantil, no en la manera de insustanciales cuentos, sino con prudente mediación de lo crítico, racional y encaminado a formarse idea de las instituciones, de las clases, de los personajes, de la manera de ser y proceder en cada período histórico; sin olvidar la valía de la experiencia consignada en la Historia respecto a las pasadas generaciones y que puede y debe aprovecharse para conocer y estimar a quienes dirigen al presente, así que para reflexionar y decidir acerca del oportuno, acertado y beneficioso uso de los actuales derechos de ciudadanía.

La Historia, en general, y la de España, con especialidad, ofrece riqueza de hechos y personas de gran relieve, cuya referencia y conocimiento encarnan superior virtualidad en el fin de desenvolver y arraigar el patriotismo: desde Sagunto y Numancia, a Gerona y Zaragoza, así que desde Viriato a Daoiz y Velarde, abundan los patriotas y las poblaciones heroicas, con cuya recordación encender y avivar en los corazones infantiles las altas virtudes cívicas que nos son características; pero, también, desde los embaucados por fenicios y cartagineses hasta aquellos de quienes engañosamente logró Napoleón la entrada de sus ejércitos en el mismo centro de España, y aun hasta en los momentos presentes en que, previas y pomposas ofertas ganan sufragios, representaciones y puestos para alimentar o ahitar egoísmos y ambiciones; presentase abundoso acopio de testificantes irrecusables acerca de cómo solemos dejar se nos fascine y seduzca, de cuánto interesa procurar la cura de lo que bien puede denominarse secular y característico defecto nacional.

Nos parece innecesario insistir sobre asignatura de relativamente fáciles enseñanza e instrucción y en la que, sin gran esfuerzo, los niños se asimilarán las exposiciones y las lecturas, debiendo procurarse que, a virtud de las unas y las otras, se surta la buena memoria, resulten fieles imágenes representativas, se discurra, se sienta; la conciencia templada y brillante, en íntegra emisión de calor y luminosidad.




ArribaAbajo9 -Sobre Economía e Higiene

Aunque pedagogos y disposiciones legales reservan al sexo femenino el curso de ambas materias del epígrafe, parecenos que son también de interés y aprovechamiento con relación al hombre, que debe cuidar en su alimentación, bebidas, actividad, reposo, vigilia, sueño, en lo respectivo a meteoros, en el aseo y limpieza personal, así que en los departamentos peculiares del quehacer habitual y bajo otros diversos aspectos, de observar las bienhechoras reglas de la Higiene; que ha, además, de contribuir directa y eficazmente en la posible y prudente disminución de gastos, en el aumento de los ingresos, en la buena distribución de fondos, en el progresivo ahorro, sin descuidar la contabilidad que le sea peculiar.

Las afinidades que una y otra materia tienen con algunas de las que antes nos han ocupado -Higiene con las Ciencias naturales y Economía con la Aritmética, por ejemplo- simplificarán y facilitarán bastante su tratado, por otra parte, de los más llanos y, en consecuencia, susceptible de realizarlo mediante aquellas relaciones y adecuados textos de lectura para los niños de instrucción más adelantada.




ArribaAbajo10 -Sobre labores propias del sexo femenino

Uno de sus objetos fundamentales es la educación de la mano, cuyos movimientos, por la mujer, más que de potencia, de presión, tienen, por lo común, de suavidad y delicadeza, que han de adquirirse y llegar a la condición de habituales, procurándolas en el manejo de la tela, de la aguja, del hilo, en el corte, en el doblado, en cuanto a ello sea conducente.

Respecto al hecho y a la aplicación de las labores, se verificará en toda escuela de niñas el aprendizaje de lo que la mujer suele verse en necesidad o conveniencia de saber y ejecutar, cualesquiera que sean su jerarquía en la familia, su fortuna y su posición social. A la categoría de lo de utilidad general corresponden el corte de la ropa blanca, el dobladillo, pespunte, repaso, remiendo y zurcido, confección de camisas, calzoncillos, chambras y enaguas, con más que no hemos de llevar a íntegra indicación.

Ello es de palmaria bondad, y por tanto, de preferente inclusión en el práctico curso de la asignatura; así como el último habrá de resultar de real aprovechamiento, llegando, al efecto, las niñas a verificar de por sí lo enumerado, en la forma y dimensiones con que se presenta en el hogar doméstico; no según hemos notado algunas veces, o que la profesora corta y las discípulas quedan inhábiles para verificarlo de por sí; que la camisa, los calzoncillos..., afectan figura y tamaño distintos de los que corresponden a lo de uso común; que el repaso, el remiendo, el zurcido son como miniaturas; que, en fin, no se procede de manera que la alumna quede apta para luego hacer en el hogar doméstico lo que ensayó en la escuela.

El gran núcleo de las más de las localidades, de las agrícolas, cual lo son las constituyentes de la mayoría de las españolas, apenas si necesita imponerse en otra cosa que en lo que dejamos expresado: ni en tales poblaciones suele disponerse de útiles para los trabajos de primor, ni los padres pueden o quieren sufragar el coste de aquéllos, ni la cosa sería reproducida ni necesitada después de la definitiva salida de la escuela -Deducese, pues, que en los centros rurales a que nos referimos -aparte contadas hijas de pocas familias, que harán algo de labor de adorno- con la generalidad se insistirá acerca de lo que, si ordinario, es de aplicación ulterior no poco repetida y de común beneficio, y que ha de extenderse hasta comprender la hechura de la media, el corte y la confección de la polaina, de la blusa..., para el labriego, el jornalero, el trabajador.

En las ciudades o capitales de provincia, en los populosos centros, la materia adquiere mayor vuelo y diversificación, en cuanto a las escuelas concurren niñas de humildes familias, que necesitan de lo de popular beneficio y antes señalado; así que, también, las que, adolescentes y adultas, se dedicarán a la lucrativa ocupación de costureras, o señoritas, les convendrá haberse impuesto un tanto extensa y diestramente en dibujo, corte, bordado, obra de ganchillo, etc.; las primeras con relación al honroso y productivo quehacer citado; las segundas, en el concepto de satisfactoria aptitud femenil y propósito de utilizar en la casa lo en la escuela aprendido, contra lo que va generalizandose hasta el punto de ser tan común como oneroso el hecho de que, aun donde los recursos probablemente no se prestarán a mucho más que a lo indispensable, la modista, la costurera, la planchadora..., hayan tomado el asalariado encargo de lo que antes se hacía por el elemento, femenino de la familia y de que, en consecuencia, las rentas patrimoniales se hallen sometidas a mayores dispendios, los pecuniarios emolumentos del jefe doméstico hayan de sufrir acrecentada, difícil o imposible distribución; de que se corra el riesgo de que tan gastosa manera de vivir empuje o lleve a la claudicación.

Como no nos incumbe internarnos en el campo de los detalles o minuciosidades de la asignatura y sí debemos reservar a la maestra el trazado de la metódica marcha, la determinación del procedimiento y de la forma en las diversas clases de labores femeniles, hacemos punto en el tratado de este especial ramo de enseñanza.




ArribaAbajo11 -Aplicación general de lo expuesto sobre didáctica pedagógica especial

Leve esfuerzo de razón precisa para reconocer que, aparte Labores, las materias cuya didáctica nos ha ocupado son de curso extensivo a la niña como al niño. Reconocido y observado aparece respecto a Doctrina cristiana, Historia sagrada, Moral, Lenguaje, en su diverso y propio contenido, Aritmética, Geometría, con Dibujo, Geografía e Historia, aunque hayan de imprimirse a cada estudio las variantes peculiares del uno y del otro sexo; Higiene y Economía les son de utilidad respectiva y que ya señalamos; las Ciencias naturales, la Agricultura y la Industria comprenden mucho de beneficioso conocimiento para el hombre, para la mujer o para ambos; así que a la segunda se recomienda esté algo iniciada sobre instrucción cívica y penalidad, en cuanto es la primera y natural educadora de la niñez, y además, ella tiene deberes que cumplir, derechos que ejercitar y es también responsable ante la Ley.

Resulta, pues, que cuanto hemos desenvuelto en el particular, presenta legítimo engaste en la carrera profesional de la Maestra como en la del Maestro; resulta, igualmente, que ello será de palmario beneficio y valioso aprovechamiento para cuantos privada y domésticamente se consagran a enseñar a la niñez; y resulta, asimismo, que padres y madres de familia no han de reputarse extraños a tal suficiencia, toda vez que, si la poseyeran, no dirían orgullosos, envanecidos, pagados de su obra, que toman cotidiana y eficazmente las lecciones a sus hijos, cuando la eficacia es pobre, viciosa o negativa, en cuanto atiborran la memoria mecánica, a expensas de las aptitudes superiores; no se creerían relevados de acompañar a aquellos sus hijos en paseos, a la par que higiénicos, educativos e instructivos, utilizando los salientes y poderosos recursos de la Naturaleza para la cultura religiosa y moral del alma, para desterrar nocivos y aun bárbaros entretenimientos, como el disparo de cantos, el mover o tronchar arbolitos, lesionar plantas o animales útiles..., para imponer, a presencia del objeto, sobre Física, Historia natural, Agricultura e Industria.




ArribaAbajo12 -Respuesta anticipada a previstos reparos

En este momento y lugar de condiciones adecuadas a cumplida respuesta a reparos que podrían oponersenos, no siendo tan fácil como aquí y ahora, el intento de desvanecerlos, después de publicada la obra, vamos a oponernoslos previamente y a darles contestación anticipada.

Nuestro ideal, aunque fuese bello y seductor, inspirará el débil calor y poco interés de lo irrealizable -Somos tan nada dados al cultivo, no sólo de lo siempre utópico, sino de lo de efectividad problemática o remota, que no habríamos discurrido lo larga y minuciosamente que lo hemos hecho, de sentirnos temerosos o seguros de que la realidad de nuestro plan habría de corresponder a generaciones posteriores a las presentes; pero abrigamos firmísimo y concienzudo convencimiento de que lo desenvuelto, y recomendado, a las notas de necesario, indispensable para restaurar las debilitadas energías patrias, adjunta la de lo hacedero de la implantación, no bien los poderes públicos otorguen al organismo de la cultura fundamental, reformas que ha tiempo deberían estar produciendo sus regeneradores efectos.

Si muchos de quienes regentan las escuelas primarias del grado elemental carecerán de suficiencia en algunas asignaturas, cual Física, Química, Historia natural e Industria, no comprendidas todavía en el programa general de estudios para el título del nombrado grado, esto significa lo inexplicable de que así suceda y la urgencia de adaptar las Escuelas Normales a las necesidades del actual momento histórico; así que la precisión de habilitarse individualmente en lo que no se cursó y precisa, caso no nuevo y sí bastante repetido en otras secciones del Profesorado, cuando se modifican o amplían las funciones docentes de cada cual.

Si otros, aunque maestros superiores, y por tanto, aprobados en tales materias, flaquearán en los procedimientos y formas que implica el plan de que somos partidarios, nos ofrecen un testimonio más de cómo el aleccionamiento teórico-práctico de aquellas Normales debe ser cosa muy distinta de lo que es, y que mientras así no acontezca o quienes para la expuesta enseñanza no se hayan preparado académicamente, habrán de hacerlo de por sí, con el auxilio de obras al efecto recomendables.

Si en los desventurados tiempos que corren para la cultura fundamental, el educador apenas si se hallará en aptitud para lo que no sea sufrir extremadas privaciones y atribularse ante la hórrida perspectiva de las de su familia; esto no ha de cohonestar los raquitismos y las esterilidades de la actividad escolar y sí decidir a que, sin más aplazamiento, se preceptúe lo que desde largo plazo debiera ya existir, se restablezca lo que no debió interrumpirse: decorosos y suficientes sueldos para el Magisterio, con la mensual y puntual satisfacción de los mismos.

Si en clase constituida por bastantes millares de funcionarios, pudiera haberlos que se entregasen al plácido y nada fatigoso hacer que hacemos y no hacer, para atajarlos en su indolencia o rutinarismo ha de figurar la Inspección, con percibo de dietas suficientes al objeto de consagrar la mayor parte de cada año a la visita escolar.

Si los reglamentos vigentes imponen cotidiano y concreto número de horas de clase, imposibilitando los bienhechores paseos escolares; si la manera corriente y legal de verificar los exámenes obliga a memoriosa predisposición; si, en fin, quedan aún otros reparos de que ocuparnos, todos son deficiencias del descuido que quebranta, empobrece y desvirtúa la obra de nuestras escuelas; pero deficiencias a subsanar pronto y radicalmente, atendiendo que al mismo nivel que la educación y la enseñanza primarias están el bienestar, el engrandecimiento, los fundamentales intereses patrios.

Ni siquiera el intelectualismo, en el sentido que generalmente se le asigna, es secuela de lo que merece nuestra preferencia: el ahilamiento del cuerpo y la poquedad del alma resultan de someter a la naturalmente inquieta infancia a única actitud, por luengos ratos; de tenerla silenciosa, leyendo lo que no entiende, llevando a la memoria lo que no penetró la razón; estudiando cual quien lo verifica a la débil, penosa y perjudicial luz crepuscular, ya que discurrir entre la niebla de la duda es hacerlo punto menos que en obscuridad de la conciencia. Esto es lo que daña física y psíquicamente, el viceversa de lo prístino y positivamente educador, de lo inherente al trabajo asociado al movimiento, a la variedad, al interés, al placer; de lo correlativo al atender, percibir, conocer, avalorar e iluminar el consciente receptáculo del espíritu; con plácido sentir y propicia voluntad, en armonioso y productivo concierto de las múltiples energías humanas, ante la presencia del objeto del conocimiento, frente al hermoso, seductor y vasto espectáculo de la Naturaleza.

Y no sólo se va, por el derrotero que acariciamos, en dirección opuesta al indicado intelectualismo, sino contra otro real, temible, funesto, patente y generalizado; contra las manifiestas, intensas y extendidas dolencias que señalamos en el número 8 del capítulo VIII y cuyo génesis está en la desarmonía que acusar suele la educación actual, en la deforme preponderancia de lo intelectivo-sensual, en otro aspecto del intelectualismo, en el ejercicio con gran demasía acentuado de los poderes mentales, en tanto cuanto interviene el instrumento orgánico de los sentidos; en la preterición del desarrollo y guía de lo más noble, puro y bienhechor de nuestra alma; y, en consecuencia, en discurrir, aplacerse, querer, desvivirse por lo que en el porte, en la mesa, en el recreo, doquier y bajo cualquiera forma, hace disfrutar al mimado y predilecto cuerpo.

Hay, pues, que desmaterializar la educación, la enseñanza y la instrucción hasta el grado de no otorgar a aquel cuerpo sino lo que en orden bien establecido le corresponde; hay que rebajar el intelectualismo hasta el punto de que quede a la altura que le pertenece en relación con el sentimiento y con la voluntad, con la cultura y la eficacia de cuanto concierne al deber; hay que dar a la virtualidad de lo moral y religioso la superior y decisiva mediación que le es propia; y a todo esto, que informa y garantiza el respeto mutuo, la recíproca seguridad, el reposo público, la práctica y el disfrute del bien, el cumplimiento del complejo destino humano; a todo esto, repetimos, conduce la legítima predilección que en la labor escolar ha de otorgarse a la materia religioso-moral, las explicaciones, los diálogos, las lecturas, las enseñanzas ante la Naturaleza, en el paseo escolar, persiguiendo y logrando que desde la edad primera, el hombre desenvuelva y ejercite la inteligencia, adquiera conocimientos; pero, a la vez, purificando el sentir y acondicionando la voluntad, de tal suerte que resalte en la obra del educador la unidad de objeto y trinidad de aspecto, la inicial, pero decisiva e indefinida marcha hacia el término del humano destino en la Tierra, de consuno y en concierto la busca de la verdad, el amor a la belleza y la práctica del bien.

Sin duda que no ha de conseguirse tornar en impecable y perfecta una naturaleza de que no son atributos la cabal inculpabilidad y la íntegra perfección, pero procediendo en el sentido indicado, obraremos conforme a nuestro grave y trascendental ministerio y quedará esparcida la semilla y cultivado el campo de modo que, si le salpican negramente el error, la deformidad y el mal, no sean los que más lo llenen y resalten, sino los hermosos y ricos brotes de lo verdadero, de lo bello, de lo bueno.








ArribaAbajoParte cuarta

Organización pedagógica



ArribaAbajoCapítulo XXIV


ArribaAbajo1 -Por qué llamamos pedagógica y no escolar a la organización de que hemos de ocuparnos

Decimos organización pedagógica y no escolar, porque ella debe corresponder a entidad más vasta y compleja que la Escuela; porque son de su propio contenido el educando, las distintas clases de educadores y de lugares en que actúan; la familia, el municipio, la provincia y el Estado, los elementos legislativo, gubernativo y administrativo...; lo numeroso y variado que figura en lo que nos ocupa, todo con su concreto cometido, móvil o propósito, pero todo, también, en mutua reinfluencia, coordenado, en armónico concierto, en organización a que estaría pequeño el calificativo escolar y le sienta bien el de pedagógica.




ArribaAbajo2 -El educando, la familia y las entidades oficiales municipio y provincia

Sería viciosa redundancia entregarse a innecesarias consideraciones demostrativas de lo que ya tenemos indicado y alcanza notoriedad general: lo esencialísimo, inevitable y decisivo de la intervención inmediata, directa e incesante del educando en la obra modeladora a que se le somete; de lo mucho, prolongado y trascendental que de la última incumbe a la familia, en general, a los padres, en particular, y a la madre, con singularísima especialidad; de cómo lo extenso del período mientras el niño perecería sin solícita, amorosa, entrañable y constante mediación de sus progenitores, favorece en grado sumo a la cultura primitiva, fundamental, y -más o menos cabal, acertada, bienhechora- irremisible; y en fin, de lo que compete y obliga a los poderes locales, provinciales y nacionales en el vitalísimo punto de nuestra referencia.

Cierto que la familia suele omitir demasiado de lo que habría de cumplir o debilita, empobrece y deforma lo que el corazón y las creencias mandan vigorizar, fecundar y encaminar, en lo posible, hacia sus notas de grande y de perfecto; pero no menos exacto que ha de procurarse con máximo empeño aminorar aquellas funestas decepciones, llevando más luz intelectual, mayor depuración del sentimiento; brillo, calor y rectitud a la conciencia de los genuinos directores del hogar doméstico, que deben llenarse los vacíos que ellos dejen, rectificar lo que tuerzan, aclarar lo que enturbien; y, en modo alguno, intentar privarles de las prerrogativas sobre que tienen los más legítimos títulos de propiedad, ni dificultarles o achicarles ministerio a cuyo ejercicio impele la totalidad anímica, en su triple despliegue; obliga el sobrenatural precepto de doctrinar, a la vez que sustentar a los hijos, y que -satisfactoria o deficientemente, con acierto o en equivocación, bien o mal- se cumple desde que el infante nace y se continúa en manera y curso indefinidos, salvo temprana muerte: como el pequeñito nada puede hacerse de por sí, quien le nutre, le abriga, hace posible la prosecución de su recién iniciada vida terrenal, le auxilia y le dirige en los evolutivos movimientos de su cuerpo y de su espíritu, provoca y allana los comienzos del funcionar personal; asiste a la elaboración de las primeras ideas, juicios y raciocinios, a los albores del sentimiento y de la voluntad, concurre a los primordiales frutos del saber e impone en la genuina forma de exteriorizarlos, en el idioma del hogar, en la lengua materna.

Verdad, igualmente, que tan hermoso y bienhechor ideal, aunque incrustado en nuestra naturaleza y terminantemente preceptuado por el Dogma, experimenta numerosos y magnos empequeñecimientos y desfiguraciones por el malhadado influjo de la incuria, de la ignorancia, del vicio..., de funesta conjunción de adversas circunstancias, tan múltiples como de común notoriedad.

Patente, además, que el municipio -sobre todo si de corto radio, cual el de la generalidad- refleja el negativo efecto de las familias a que asume, y que la provincia no ofrece seguridades suficientes al objeto de encargarla la evitación y subsanación del déficit o del defecto doméstico y local; hay que pensar y confiar en poder más superior y surge el fundamento, la justificación primordial para muchos y única para no pocos, de que el dictar y vigilar acerca de la cultura infantil sea atribución e incumbencia del Estado.




ArribaAbajo3 -El Estado y sus poderes centrales

Seguramente que si éste descargara hoy sobre las familias y los pueblos el peso de aquel doble cometido, la ignorancia agrandaría su negro y hórrido seno, dentro del que, en sano juicio, no cabe buscar sino miseria, desventura, el mal en sus múltiples manifestaciones.

Pero la naturaleza de tal base para la indicada función, supone a ésta de carácter transitorio, el ejercicio de una suplencia, tan sólo hasta que, sin peligro de daño, pudiera confiarse a quien parece se reconoce corresponde; y la intervención directa, predominante, principal de los altos poderes de aquel Estado en la humana edificación a que nos referimos, no es de índole pasajera, sino perenne; no por sustitución, sino por derecho propio, genuina prerrogativa.

Innegable, axiomático, de plenísima evidencia que los nombrados poderes alcanzan a estatuir cuanto en manera indubitada y decisiva contribuye al engrandecimiento moral y material de los pueblos a que ellos pertenezcan, a la ventura, tranquilidad y bienestar de la unidad cívica y de las colectividades; no menos claro e irrefutable que sin ilustrada inteligencia, ennoblecido sentimiento y sana voluntad, resultan imposibles la práctica del bien, la dicha individual y común; presentase por encima de toda justificada repulsa, lo permanente y legítimo de la función directiva y presidencial a que venimos refiriendonos.

Aquellos poderes, no sólo pueden y podrán, sino que deben y deberán en todo tiempo y lugar preceptuar la educación, a nombre de la moralidad, porque la incultura sólo da frutos de barbarie, de delincuencia, de miseria y de abyección; a nombre de la riqueza patria, imposible donde la ignorancia de las masas amengua la calidad y la cuantía de los productos del cultivo; a nombre de los derechos sancionados, cuyo beneficioso cumplimiento exige capacidad para ejercitarlos y predisposición para la observancia de los correlativos deberes...; a nombre del poderío, del prestigio y de la consideración nacional, que mucho más que del empuje, del valor material, dependen de la ilustración y de las virtudes populares.

No hay razones con fuerza suficiente a anular la de las anteriores y de otras omitidas, por reputarlas al alcance del común discurrir; que si se limita la facultad del sujeto, de la familia y de la localidad, por motivos de higiene pública o en pro de la salud corporal, mucho más ha de justificarse la restricción aconsejada por el vigor de la íntegra personalidad; que si se veda malversar los bienes materiales del menor, más aún ha de impedirse la pérdida de los de su alma; que si se prohíbe la explotación de la infancia consagrándola prematuramente a los trabajos del taller o a ciertos espectáculos, no ha de reconocerse firmeza al alegato de que si no se educa e instruye suficientemente, ayuda pronto, por necesidad, a la productiva laboriosidad paterna; que si no se consienten instalaciones de cierta clase, donde puedan motivar el incendio, la infección, el daño ajeno, menos se dará el pase a la omisión que irradia mal en todas direcciones; que si se arranca a millares de jóvenes del seno de sus familias, para con vital peligro, ponerlos al servicio de la patria, no ha de rechazarse el que se distancie bien poco y por algunas horas del día, a quien, por tal apartamiento, se acondiciona para cumplir su complejo destino, para la práctica y el disfrute del bien individual y general.

Vemos que los altos poderes del Estado han de ejercitar, en el actual momento histórico, una intervención de carácter permanente, en cuanto les es propia; y otra temporal, aminorada en la medida en que se reduzcan los motivos que la dictan y que no tienen íntegro su génesis en quienes ahora aparecen bastante por bajo del nivel de su obligación en el particular, sino que, en considerable parte emanan de más alto, se reflejan en el menguado proceder de las entidades familiar y local, que copian, repiten o reproducen no poco de lo que se desenvuelve sobre su talla, que se adaptan a negativa ejemplaridad, y cuyo déficit de celo y de calor se correlaciona algo y aun algos con la escasez del impulso y del temple que hasta ellos habría de descender.

Si falta el empeño o el afortunado éxito para redimir al Maestro, a la Escuela, al centro en que se forma el primero y a quien inspecciona y justiprecia su labor profesional, de lo que les debilita, empobrece, dificulta y punto menos que anula su acción; si los emolumentos del educador son los menores entre todos los de los funcionarios públicos y los que más de tarde en tarde, peor se cobran; si el programa de la Escuela Normal es una antigualla, el material una ruina y el personal un lastimoso cuadro; si el acceso a la Inspección es ya tan llano como fácil el cese e imposible el hecho de su genuino cometido o la visita, por falta de dietas; ¿cómo no ha de resentirse el efecto de la educación y de la enseñanza, cómo no disminuirá su brillo, bajará su relieve y se acortarán sus naturales atracciones?

Dotese a los agentes, resortes, centros y demás del organismo pedagógico de las condiciones que les corresponden y la eficacia, la bondad de la elaboración escolar se tornará plenamente perceptible hasta por los más miopes, se abrirá paso hasta las conciencias de los antes más refractarios a la fundamental cultura; los padres mandarán más pronto, por más largo plazo y con más puntualidad sus hijos a la Escuela; aquéllos, así que corporaciones y autoridades locales la otorgarán mayor interés y medios de funcionar, y serán lo debidamente considerados, reconocidos y defensores de quien la dirige; cederán las frialdades, desvíos y aun hostilidad y asechanzas contra el último, y en directa correlación, la cifra de los que por sí no se cuidan del adoctrinamiento profesional para sus hijos y que, casi en su totalidad, acabarán llevandolos a donde se verifica; a virtud del ejemplo, del consejo, de la suave y moral influencia de los demás, mejor que por temor a los correlativos establecidos con aplicación sobre quienes no cumplen, como padres o jefes de familia, el legal precepto de la obligatoria educación de la niñez.

Por tantos años letra muerta aquel fundamentalísimo y trascendental precepto, en incumplimiento durante un período de cerca de medio siglo, en el que se han sucedido en el poder todos los partidos políticos, y hasta polares formas de gobierno; inclinase el espíritu a discurrir que aquéllos, reconocedores de que sus medidas y procedimientos sobre el organismo educativo distaban mucho de perfecta pauta a que en el particular han de adaptar sus actos otras entidades inferiores, se han abstenido de tratarlas con rigorismo, muy distantes de aplicárselo primero a sí; no han reclamado la efectividad de lo correlativo al mandamiento de la educación obligatoria o exámenes generales de los que no se exentase ningún niño de los comprendidos en el plazo legal de la infantil cultura; exámenes indispensables al objeto de inquirir quién, doméstica, privada u oficialmente, educa e instruye a sus hijos, imponiendo a los que no, el debido correctivo: el hecho, lo positivo, lo real es que modela y alecciona a aquéllos, en su casa, en la escuela pública o en la privada, quien a bien lo tiene, sin que, caso contrario, sobre él recaiga penalidad.

Amantísimos de nuestra Patria, señalamos lo notorio, y por tanto, innegable, lo que constituye causa primordial de sus decadencias, debilidades y quebrantos, y que debe atajarse con energía, amplitud, eficacia y sin más aplazamientos. Mal habríamos de intentar determinadas y concretas mortificaciones; mal podrá nada ni nadie tenerse por aludido con especialidad, cuando el poder central, como el provincial y el local, el legislativo y el gubernativo, las familias, la Escuela normal y la primaria, el profesor de aquélla y el de ésta... el pleno organismo de la Educación adolece de deficiencias, desgastes y demás que ha de subsanarse, aportando, al efecto, cada cual lo que le corresponda en tan apremiante y redentora empresa.




ArribaAbajo4 -Representaciones y funciones del Magisterio que se echan de menos

Con alteza de miras y propicia voluntad, que sinceramente reconocemos, embargan, no obstante, tantas atenciones a quienes legislan, administran y gobiernan, que cabe olviden o pospongan las de la educación primaria, del propio modo que no es de extrañar y sí de lógica y fácil explicación, el que desconozcan no poco del fondo y del detalle en tan vasto y complejo organismo como el de que tratamos; que sus medidas resulten tardías o deficientes en acierto y virtualidad. En evitación de esto, no intencionado, pero siempre de dañoso efecto, habrían de existir en las Cámaras legislativas quienes conocen la materia de nuestro tratado con la intensidad, latitud y minuciosidad del que habitualmente la consagran sus energías; la aman como a la institución a que se sirve y a la función que se desempeña; la tienen tan presente como la propia ocupación, quieren su legítimo bien como el de sí mismos -Habría, repetimos, de existir en el Senado, en el Congreso o en ambos Cuerpos colegisladores, cierto número de representantes de la Educación fundamental, profesores de Escuela Normal, maestros de las primarias públicas o Inspectores, en ejercicio, y elegidos por el Magisterio de las respectivas circunscripciones; los cuales desempeñarían su cometido representativo con insistencia, perseverancia, claro y fiel concepto de lo propuesto y sostenido, con beneplácito, éxito y beneficio general.

Por análogos motivos, el personal del Negociado de primera enseñanza en el Ministerio de Fomento, en el de Ultramar, en las Secretarías de los Rectorados, de las Juntas provinciales de Instrucción pública y de la Central de derechos pasivos del Magisterio, debiera proceder del último, con ejercicio en las escuelas públicas, con valiosas hojas de méritos y servicios, obteniendo los cargos en concurso y a medida que fueren produciendose las respectivas vacantes.




ArribaAbajo5 -Sobre lo legislativo

El gobierno y la administración de la primera enseñanza suponen, por bajo de las leyes, Reales providencias, órdenes directivas o rectorales, acuerdos de las autoridades de provincia y de municipio; pero todo lo que ofrece diversos grados de alcance, fuerza y prelación que no siempre saltan a la vista, que deben respetarse escrupulosa y rigurosamente, porque así procede, así conviene al justificado interés de la función y del funcionario, a la claridad, desembarazo y rectitud en el curso y término de los asuntos, y así resaltando, se evitarán recursos del alzada por quienes se consideran lastimados en su derecho, a la vez que referencias y censuras, más o menos exactas o fundadas, de parte de la prensa periódica en general, y de la profesional, en particular.




ArribaAbajo6 -Juntas provinciales y locales

En el régimen administrativo sobre que discurrimos figuran las Juntas provinciales de Instrucción pública y las locales de primera enseñanza. Constituidas aquéllas por el Gobernador civil, Juez, Directores de Instituto y Escuela Normal, Inspector y otros individuos de indiscutible ilustración, alteza de miras, criterio y proceder, sus resoluciones reflejan el juicio, el sentimiento y el móvil que las informa, y cuando alguna vez se desvían un tanto de la línea recta, suele ser inclinándose hacia el lado del débil maestro -No puede decirse lo mismo acerca de las locales, sobre todo, si corresponden a cortos vecindarios, en cuanto por falta de cultura o sobra de apasionamiento, aparecen frecuentemente desacordes con la fidelidad o exactitud, atemperadas a la naturaleza de relaciones personales que sostengan con el respectivo profesorado, excelente, si les une parentesco, amistad u otra análoga afección; pésimo en caso contrario, y sea el que quiera el estado en que se encuentren la educación, la enseñanza y la instrucción en el correlativo municipio.

De aquí, lo difícil y hasta imposible de que bastantes de sus informes ofrezcan lo que, por ellos, se trata de inquirir; lo nada lisonjeramente que se las considera en la prensa, en el folleto, en el libro y en la asamblea del Magisterio, y el que más de una vez se haya pedido la desaparición de tales colectividades. Parecenos que no ha de llegarse al extremado acuerdo de suprimirlas, en cuanto no existe o nosotros, al menos, no encontramos, razón suficiente para negar a las familias, autoridades y corporaciones locales, vigilancia, conocimiento y observación en el vital asunto de la cultura de la niñez; sí para escatimarlas atribuciones resolutivas, reducirlas a lo de mero dictamen o petición a entidades superiores, mientras que la labor educadora no reciba los anhelados y apremiantes perfeccionamientos y vigorizaciones que han de avalorar sus frutos, poner de relieve sus bondades, deshacer actitudes flojas, indiferentes u hostiles; sustituirlas por las que presentar deben quienes de cerca observan el cultivo escolar y se hallan en condiciones y obligación de promoverlo, facilitarle, auxiliarle y de todo lo que resulta un justificante más en pro de la existencia de las Juntas a que nos referimos.




ArribaAbajo7 -La Inspección

Legítima e inexcusable, según ya manifestamos, la intervención del poder central en la educación, enseñanza e instrucción de la infancia; imposible que la ejercite directa, inmediatamente, de por sí: ha de verificarla por intermediarios fiscalizadores.

La Inspección, que examine, justiprecie, consigne y eleve a la Superioridad el resultado de sus observaciones, que haga oficial el honroso y merecido reconocimiento para quienes cumplen satisfactoriamente sus deberes paternales o administrativos, que avive a los descuidados, advierta sobre los acentuados incumplimientos y proponga lo conducente a subsanar las considerables omisiones; aliente al funcionario educador que actúa entre dificultades, acondicione el galardón para el que lo merece y el cambio de procedimiento al que en él deje que desear; la Inspección, repetimos, informada en tales móviles, tiene sobrados motivos de existencia e indefinida prosecución.

Sin embargo, ni fue constituida con las prendas que le son características, ni las ha mejorado y sí se la ve desfigurada y empobrecida en el ya largo transcurso de su función.

Sin grandes garantías de idoneidad, sin pública convocatoria y positivo concurso al pretender y conseguir ser investido con el cargo mal dotado de haber, independencia y estabilidad, cuando se le creó; han ido cediendo condiciones, deficientes desde que se las marcó, hasta el punto de que hoy, el novel, sin práctica en escuela de su propiedad, el imberbe, sin más que la nota general de la ley o el título de Maestro normal, puede presidir y valorar la obra de los encanecidos en el ministerio educador; pero a la puerta franca para el acceso se corresponde la omnímoda libertad ministerial, en punto a la cesantía; el sostén del buen mentor en que se ceben aviesas pasiones o el correctivo del que lo merezca, pueden traer el cese del autor del dictamen fiscal, si a potente mediación caciquista contraría o pone en uñas la perspectiva del justo procedimiento; la enorme mengua de las dietas desde que el cargo inspeccional pasó en 1887 a ser directamente remunerado por el Estado, tornó las visitas grandemente escasas y tardías; el punto suspensivo en que se dice se encuentran las primeras en lo que, cuando escribimos, va transcurrido del ejercicio económico 1895-96, implica correlativo paréntesis en las últimas; transcurren años y años sin que bastantes escuelas sean inspeccionadas; y para concluir, urge dotar a la institución de las cualidades peculiares a su prístina virtualidad, o caso contrario, se concebiría hasta su supresión, por haberla tornado inútil, aparte trabajos de oficina que cabría confiar a Vocales y Secretaría de las Juntas de Instrucción pública, toda vez que disponen o les sería dado reunir los datos necesarios al efecto.

Las precedentes consideraciones no responden a actitud en contra de institución que estimamos en lo mucho que vale, sino a nuestro anhelo por que se la redima de lo que la ha hecho tocar los límites de lo suprimible, al condenarla a actuar para bien poco.

Según nuestro humilde y leal juicio, el ingreso en la Inspección habría de ser mediando irremisiblemente título normal, con censuras de notable o sobresaliente en todos los exámenes de materias teóricas o prácticas, cursadas académicamente; ocho años de servicio, como propietario de escuela pública de las hoy comprendidas en la categoría de oposición; servicio cuya bondad garantizase la ausencia de toda nota desfavorable, así que la concesión de concreto número de votos de gracias, otorgados por las Juntas provinciales o locales del ramo, o figurar por mérito en escalafón -Lejos de escasear los aspirantes a los cargos a proveer, abundarían los adornados de las condiciones expresadas, si los nombramientos se hacían previo concurso y pública convocatoria en la Gaceta de Madrid -Sueldos decorosos, superiores a los actuales, derechos pasivos e inamovilidad o imposible separación sin que resultara de expediente, con defensa del interesado -Dietas de modesta pero decorosa cuantía; en suma, las necesarias para visitar dentro de cada año, o al menos, bienio, todas las escuelas de la respectiva provincia y abonándose con cargo al presupuesto de la última.

Tal es, según nuestro entender, el modo de levantar la Inspección del estado a que se la ha descendido, sin culpa y sí mortificación de parte de los dignos funcionarios que la desempeñan.






ArribaAbajoCapítulo XXV


ArribaAbajo1 -El Maestro

El Maestro desempeña una de las funciones públicas de primordial valía, dignidad e importancia; pero, también, de las más graves, difíciles y trascendentales.

El educando ha de deberle, en manera decisiva, guía, auxilio, facilidad, allanamiento en las primeras y fundamentales etapas de su múltiple e íntegro desarrollo, en la adquisición de conocimientos cimentadores, base de su ulterior saber -La familia descarga en él buena parte del peso de naturales, íntimas, caras, obligaciones; lo hace objeto de honrosísima delegación; le encarga llenar sus vacíos, corregir sus desfiguraciones y aun rectificar lo que torció -El Estado le encomienda la predisposición del futuro hombre para seguir la línea de su destino, ser un día competente, laborioso, buen miembro del hogar, de la localidad y de la patria; cooperar en tal triple concepto para el engrandecimiento y bienestar moral y material, personal y social -Recibe y cumple, pues, un ministerio de primera estima y virtualidad; cabe que realice una obra tan superior y fecunda en bondad, como que ella se verifica sobre las energías del cuerpo como sobre las del alma, sobre la integridad del humano ser, y el efecto de su acción ha de irradiarse en la colectividad conyugal, así que en la local y en la nacional; pero es posible, también, que las flojedades, torpezas y decepciones irroguen daño sin límite ni cuento.




ArribaAbajo2 -Sus cualidades

De aquí, el interés sumo que han de inspirar su suficiencia intelectual, su sentimiento y su voluntad, su satisfactoria preparación, la índole de su ejercicio, las cualidades que habrán de caracterizarle y las series de deberes por él a cumplir; extremos estos dos últimos de que vamos a ocuparnos inmediatamente, comenzando por las primeras, clasificadas en físicas, intelectuales, religiosas y morales, y advirtiendo de antemano que bastantes de las mismas son notas personales o de carácter general; pero que se las considera aquí con referencia especial al educador, en el sentido con que algunos forman el extensivo grupo de condiciones, prendas o virtudes PEDAGÓGICAS.




ArribaAbajo3 -Físicas

El Maestro ha de disfrutar una constitución vigorosa, sana, susceptible de resistir sin doblarse o romperse, el enorme gravamen de tareas que se extienden por la mayor parte del día, que exigen constante y acentuado empleo de las energías físicas y espirituales, hablar, andar, mirar, escuchar, atender, observar, reflexionar...; aplacerse, disgustarse, ultimar frecuentes y variadas resoluciones volitivas; todo en encadenada solución, cuando no en simultaneidad, entre inevitable ruido, desapacible temple, atmósfera malsana; lo que, si fatiga o punto menos que agota las fuerzas del robusto, no lo soportaría el enteco y enfermizo -De aquí, la cordura y el acierto con que procederán quienes, adoleciendo de ambas negativas cualidades, prefieran al Magisterio dedicarse a otra ocupación menos quebrantadora, con provecho para sí y evitación de enorme daño a la niñez; del propio modo que, sensatos, desistirán del cometido educador los que padezcan deformidades suficientes a producirles el ridículo o la burla de los demás; afecciones crónico-contagiosas o defectos orgánicos que embaracen la procedente acción profesional -Tales pueden ser la índole y el grado de las indicadas imperfecciones, que hasta por impedimento legal, excluyan del ejercicio de la educación y de la enseñanza, al menos en las escuelas públicas, cual la tartamudez y la balbucencia capaces de contaminar a los niños, la falta o considerable deformidad en alguna de las extremidades, la sordera y la miopía, que si ya determinadas en la adolescencia o cuando de ordinario se realiza el aprendizaje del Maestro, han de acrecentarse, muy probable o seguramente, con el transcurso de la vida.




ArribaAbajo4 -Intelectuales

El Maestro, si no ha de brillar como un talento y ser pozo de saber, necesita vivo movimiento o pronunciada actividad mental, notable atención, recto juicio, claro y firme conocimiento y flexibilidad psíquica que se preste sin violencia a cuantos graduales puntos de descenso reclama el lento y laborioso comprender de la infancia -Su vista mental ha de apercibirse de quien se distrae, así que de las dudas e incomprensiones, retratadas en las fisonomías; ha de aclarar con acierto y suficiencia; ha de poseer con firmeza y a conciencia lo que debe enseñar, incluso lo variado y lato del propio contenido de las lecciones de cosas, sobre objetos del arte como de la naturaleza, exhibidos en la escuela o examinados en las excursiones; ha de dominar y aplicar con feliz tino el método, el procedimiento o forma y el recurso didáctico; ha de atesorar, además, la suma de conocimientos indispensables a toda persona culta, y por tanto, a quien le precisan el ascendiente y la consideración general; ha de hallarse impuesto en las prescripciones oficiales, cuya observancia le es de obligación y al efecto de todo ello, ha de mejorar indefinidamente su cultura, ser estudioso.




ArribaAbajo5 -Religiosas

El Maestro ha de abrigar creencias bien arraigadas, pero libres de la extremada rigidez de la intolerancia, de los implacables móviles del fanatismo y de las excrecencias de la superstición; sin renegar de los ostensibles y positivos despliegues del progreso; pero menos coparticipar del necio concepto de que la adaptación a aquellos evolutivos avances exige echarla de descreído o ateo; ha de ser sinceramente piadoso, en inteligencia, en sentimiento y en voluntad; de manera que tan preciosa nota se traduzca en actos de virtud, no en falsas y fáciles exterioridades, con las que se pretenda velar una vida realmente demasiado mundana, nada escrupulosa, poco limpia y recta, bastante libre o deshonesta.




ArribaAbajo6 -Morales

Mencionaremos no todas, sino las de innegable principalidad, en el sentido pedagógico que se las asigna, las siguientes:

Vocación (vocatus, de vocatio) el llamamiento a determinado cometido, con potentes, espontáneos, propios, personales impulsos. Nos llama, nos atrae, nos gana la razón, el sentimiento y la voluntad, el alma en pleno, aquello para que se hallan perfecta y naturalmente adaptadas nuestras energías; que hemos de emprender con empeño, proseguir con firmeza y constancia, realizar con placer, acierto y rica fructificación.

De por sí, el significado del vocablo pone muy de relieve la valía y la eficacia de la idea que representa, en cualquiera de las actividades sociales a que el hombre se consagre; pero estima y efectos cuya esencialidad y decisión se pronuncian hasta lo sumo en funciones a las que es inherente lo grande en la dificultad, en la abnegación, en el sacrificio, cual en las del sacerdote, el militar y el Maestro.

Cuando a éste ilumina y calorifica tan vívido foco, su pensamiento es, con magna preferencia, para su obra, su amor, para el objeto racional de su elaboración; su lugar más plácido, el en que actúa; en la escuela se encuentra como el pez en el agua. Por el contrario, sin la nombrada prenda, resaltan las obstrucciones, las contrariedades, lo repulsivo, lo enojoso; molesta, disgusta el quehacer; la menor ligereza, distracción, duda o error del educando, desagrada, impacienta e irrita; se anhela el sonar de la hora de salida de la escuela, porque ésta ofrece algún parecido con el lugar de forzosa reclusión y lo que en ella se ejecuta tiene cierto dejo de trabajo forzado.

Muy a ciegas habría de andar sobre lo que es moneda corriente quien ignorase cómo en nuestros positivistas tiempos las conveniencias, las facilidades y las economías para el aprendizaje, así que las más prontas y superiores utilidades materiales al terminarle, dictan aquello a que han de ser destinados adolescentes y jóvenes, mejor que sus pronunciadas inclinaciones; y esto, hecho generalizado, ha de comprender a los aspirantes al Magisterio, tanto más cuanto que él constituye clase grandemente numerosa, condenada a ínfima dotación, con impuntualidad tal en satisfacerla, que se ha tornado en fenómeno común la miseria en todas sus horribles variedades, el tormento crudo y prolongado, y no han de ser los más los inclinados a lento martirio para sí, sus cónyuges y los hijos de su corazón.

En los inclementes y destemplados tiempos que corren para la Escuela y el Maestro, lo común es que procuren titularse y se resignen a ejercer quienes no perciben a su alcance manera más suave de ganarse el pan de cada día; los a que obliga la necesidad, no los a que impele la vocación y sienten vivamente el amor a la citada Escuela, a la educación y al educando; amor que es otra de las prístinas cualidades que vamos tratando, inseparable de la vocación, en obligada reciprocidad, pues amamos lo que nos llama con irresistible fuerza y experimentamos impulso de contacto o identificación con lo que hace vibrar placenteramente nuestra sensibilidad.

Tengan muy en cuenta legisladores y gobernantes que de la acción floja, fría, y de mal grado, no han de resultar sino pobres y chapuceros efectos; que sin vocación y amor para la Escuela y el niño ha de resentirse muy mucho la importantísima labor del Maestro y que, pues éste apenas descubre otra cosa que aridez y sufrimientos, doquier pose su vista, precisa y urge aminorarlo sus hoy tan extendidas penalidades, llevar luz, calor y elementos vitales a su triste, glacial y necesitado hogar; hacer un tanto atractiva su carrera y llevadero su cargo, que es lo mínimo que pedirse puede en justicia para quien tanto merece y de tanto carece.

Aquel Maestro ha de poseer por hábito o en carácter, clara inteligencia, sentir en calma, seguro y recto querer, íntegra normalidad anímica, paciencia, en una palabra, no principalmente para ni soliviantarse ni abatirse ante lo hoy muy pronunciado de su adversa situación -que esto, transitorio cual lo serán las circunstancias que lo producen, corresponde a las pruebas difíciles, duras, mas pasajeras-; si para en todo tiempo y lugar en que se verifique la cultura de la niñez, verla inquieta, traviesa, distraída, lenta y torpe en el discurrir y aprender; volverla a la procedente quietud, atajar aquellas travesuras, ganar la atención, repetir, aclarar, ampliar lo no entendido, y todo ello con atinados recursos didácticos, con afabilidad, de buen grado, sin fisonomía, acento ni actitud que asuste, que saque el infantil espíritu del estado indispensable para dar con lo que se quiera que encuentre; y todo ello, además, sin parar mientes en que el díscolo, el revoltoso, el atrasado sea precisamente de aquellos cuyos padres menos cooperan en la obra escolar, más la dificultan o estropean, más exigen, menos toleran, más ocasionan el luengo y magno ejercicio de la cualidad que tratamos.

La paciencia dista como de opuesto polo del entregarse a discreción: es como el punto medio en que reside lo propio, perfecto y ordenado del alma, sin nubarrones que obscurezcan la razón, ni oleajes en el sentir, ni sacudidas o desplomes en la voluntad; implica posesión y empleo de fuerza anímica, para resistir las tendencias del mal humor, del enfado, del enojo, de la ira, de la cólera; mas, asimismo, para sobreponerse a la apatía, a la dejadez, a las flojedades y desalientos; siendo bajo este aspecto firmeza de ánimo o lo contrario de la debilidad; freno que impide el desorden, por exceso como por defecto; pero que no anula y sí acondiciona la actitud y los procedimientos conducentes a que, a despecho de las contrariedades, en conclusión aparezca cumplido el deber.

Otra de las cualidades acreedoras a sitio entre las que venimos presentando, es la bondad, la propensión característica a hacer a las demás copartícipes en el bien -según dijimos en otro lugar-, la complacencia en facilitárselo o proporcionárselo; foco de cariño, dulzura, afabilidad, condición precisa para captarse el aprecio y la confianza de aquellos entre quienes se vive, así que la adhesión y la docilidad de los discípulos; que no nos sentimos atraídos y sí en violencia o repulsión con respecto a quien no nos parece bondadoso.

Atendiendo a lo complejo, continuado y laborioso del quehacer del Maestro, se reconocerá cómo éste ha de aplacerse e interesarse en la acción, ser activo; imprimir a su proceso atinadas prontitud y celeridad, ser diligente; esmerarse y empeñarse en su término satisfactorio, ser solícito; todo ello reñido con la desidia, desdén, indiferentismo y frialdad en la ocupación; con la indolencia o no sentir el aguijón que a la generalidad aviva, y con la pereza, prendada de la inercia y enemiga del movimiento; con la poltronería, que empuja al sillón y con la holgazanería, reverso de lo que debe ser el Magisterio.

El educador tendrá concepto exacto y estima de su valía, a fin de conocer lo deficiente de la misma y esforzarse en subsanarlo, en modo alguno para empeño en el relieve de las oquedades de la vanidad, de las hinchazones del orgullo, de los pujos de la soberbia, y menos aún, de la ostentación de suficiencia, que no se posee en el grado en que se la precia; de la pedantería, riesgo a que se expone el de cortos y superficiales conocimientos, que presume saberlo todo, por carecer de la más leve idea sobre lo mucho que ignora; muy desfavorable nota que perdió ya el motivo de su aplicación en otros tiempos a nuestra clase; pero que todos y cada cual hemos de procurar hasta lo sumo pertenezca por completo a la pasada Historia la procedencia etimológica que autoridades filológicas asignan al vocablo, aseverando que pedante viene de paideûein o instruir a la niñez, «en el sentido de que el primitivo Maestro abusó de su oficio».

Ha también, de conservarse muy mucho la dignidad, en cuanto digno es lo correcto, lo procedente, lo bueno; pero siendo cada cual en el particular riguroso, ante todo, consigo mismo, sin tratar de engañarse o engañar acerca de lo que no debe hacerse u omitirse y se verifica o prescinde de ello; no reservando la intransigencia para lo que provenga de los demás y llevándola hasta el punto de negarse a lo que no pase de tolerancias y deferencias que todos recíprocamente nos dispensamos en el comercio social -Esta doble consideración o la de que si asalta a la memoria la ley del embudo, sea porque nos reservemos su lado más estrecho, dejando algo de superioridad de anchura a los con quienes nos hallemos relacionados; se adapta perfectamente al pundonor, al testificante o manifestación externa del honor: encuentresenos pundonorosos, rechazando enérgicos lo en verdad inadmisible, sin aceptar en modo alguno propuesta ni contingencia para el mal; mas pongamos gran cuidado para no merecer y recibir la tacha de susceptibles, escrupulosos o vidriosos.

El Maestro será deferente, tolerante, condescendiente, correcto en sus maneras, atento, cortés, bien educado; que esto le caracteriza como la dulzura al azúcar y a la nieve el blanco color; pero evitando lo repulsivo en la afectación, la demasía de las exageraciones; sin echarse fuera de los límites de la hermosa naturalidad, de la atractiva sencillez.

Valeroso, en el sentido moral de la palabra y para, sereno y bien templado, hacer frente a las contrariedades que han de presentarsele; nada en él más impropio e innecesario que la valentía -Aquel anímico valor ni excluye la prudencia, ni supone la cobardía y la pusilanimidad.

Respetuoso, en general, y cumpliendo discreto y atinado las debidas gradaciones de la consideración, evite los excesos de la lisonja, no incurra en la adulación, ni menos en el rebajamiento, en el servilismo, ni en la abyección.

Sea humilde, con verdad; tienda habitual y sinceramente a que el relieve de su valía, lejos de remarcarse hasta molestar o herir a los demás, aparezca un tanto amenguado; pero que su humildad no corresponda a la fina y astuta labor del soberbio, que al achicarse, lo hace en la manera que reputa conducente a que le alcen aquellos con quienes trata; ni tampoco descienda a la humillación, aunque estará muy sobre aviso para no encontrar la última en lo que realmente no la encarne.

Sea generoso en el practicar el bien, y además, en el juzgar, sentir y decidir respecto a las acciones de otros; que el encono, el aborrecimiento, el recuerdo perenne de la ofensa y el deseo o conato de venganza, sobre impropios del ministerio educador, promueven y extienden la recíproca de tan nocivas y peligrosas actitudes, ponen entre malquerencias, odiosidades, excisión y aislamiento, a quien tanto necesita marchar y obrar entre concordia, paz y concierto de voluntades.

Sea también, modesto; complazcase en atenuar su valía y huir de la notoriedad; adicione el recato, la tendencia a recogerse, a velarse en prudente grado; pero no entienda que, al efecto, debe retraerse demasiado, proceder de manera que se le califique de huraño, excéntrico y retraído. Viva en discreta correspondencia y amigable trato con sus convecinos, tome parte en ciertos festejos y lícitos esparcimientos; que su misión le manda dar ejemplo, edificar, donde surja la oportunidad, sin sermoneo ni pujos de misionear; que si en la mesa y en el juego se patentiza el grado de educación de las personas, limpio, comedido y correcto, en la primera; sereno cuando la suerte le es adversa, cual cuando propicia, exhibirá práctica y eficazmente el modo de conducirse en la una y en el otro; que si en la tertulia y en el baile suele rebasarse el perímetro de lo honesto y penetrar en lo libre, osado y aun con ribetes de escandaloso, el maestro que figure en la primera y en el último, podrá demostrar cómo cabe en ambos no salir del círculo del deber.

Sintetizando: el Maestro, y lo mismo la Maestra -en la que ciertas prendas, cual la modestia y el recato, han de aparecer relativamente más acentuadas- ha de disfrutar y ejercitar lo que patentiza cómo conoce lo grave y trascendente de su cargo, el inmenso bien o el enorme mal que producirá, según la calidad del desempeño, así que las notas características del mismo; que posee luminosa, calorificada y decidida conciencia profesional.




ArribaAbajo7 -Sus deberes

Las expresadas cualidades, aunque las más de ellas, si no todas, resultarán de efecto bienhechor, cualquiera que sea la función habitual de quien las atesore, quedan por nosotros tratadas con referencia al educador, y en el mismo sentido consideraremos lo que no se omite en las obras de Pedagogía, los deberes del Maestro, y claro está que de la Maestra, cuales son:

Deberes religiosos -Llamado a edificar a la niñez, en la materia a que se refiere el epígrafe, con nada mejor y más eficazmente que con el ejemplo, será modelo de fe, de piedad, de asistencia a los actos de culto, de atención y sentimiento en la oración, y si cabe, aun más en las de la Escuela; al recibir, penitente y absuelto, los correlativos Sacramentos; pero cuidando mucho que su obrar corresponda a las prácticas de una piedad sincera, íntima, tributada por la triple irradiación de la actividad del alma; sin farisear; no con el móvil de engañar al mundo, sí con el de agradar a Dios.

Deberes morales -Aparte de los motivos que, en cuanto hombre, le dictan la realización del bien, el educador, como tal, ha de esforzarse hasta lo sumo en que su conducta parezca, y sea, correcta, digna, buena; para captarse el aprecio, el ascendiente, la consideración y la confianza de las familias; para presentar ante sus discípulos vivo y refulgente modelo a que ajustar los actos; para cumplir el primero y más valioso de todos los objetivos de su cometido.

Deberes para con los niños -No necesitamos otra cosa a fin de que resalte cuáles y cómo han de ser, que invitar al lector a que recuerde o repase lo que hemos expuesto acerca de la educación que el Maestro tiene que realizar, de la enseñanza que ha de suministrar, de la instrucción que le incumbe facilitar y presidir; puesto que de la consideración de todo ello surgirá llana y condensadamente lo que implica el título de este párrafo.

Deberes para con los padres -Brevísimamente, diremos que se procure con empeño sumo y mérito bastante, captarse su voluntad y lograr que, confiados y tranquilos, hagan, hasta cierto punto, la más honrosa y estimable de todas las delegaciones, la de la paternidad; que tampoco se omita nada conducente a vivir en armonía general, para lo que se esquivarán las intimidades, las banderías locales y el politiqueo, aun ejercitando sus derechos; que con los más flojos, fríos o refractarios respecto a la labor escolar, han de discurrirse y emplearse suaves, atinados y oportunos medios, en el propósito de que depongan su perjudicial actitud; y que se tenga muy en cuenta cuánto precisa la acción mutua y adecuada del agente doméstico y del escolar para corregir ciertos defectos, peculiares de la infancia o propios de determinados niños, para agrandar indefinida e incesantemente la bendita obra de la educación, para que lo que uno construya o rectifique no sea luego por el otro deshecho o torcido.

Deberes para con las disposiciones legales y las autoridades -Como vecino de la localidad y ciudadano del Estado, el Maestro cumplirá las primeras y obedecerá a las segundas en forma digna de ser imitada por los demás; y en el concepto de funcionario público, procederá acerca de las unas y las otras, no sólo acorde con lo que cuadra a su edificación educativa, sino en el propósito de evitarse perjuicios, desagradables complicaciones y responsabilidades; bien persuadido de que le son propios la puntualidad y acierto en el cumplimiento de las obligaciones a que nos referimos, hasta el grado de no motivar ni siquiera advertencias o recordatorios. Obedezca a las autoridades, cumpla sus mandatos y cuando le coloquen en la desagradable precisión del recurso de alzada, hagalo con mesura, circunspección y respeto, y en punto a lo que suele denominarse alcaldadas locales, intente con suavidad, tino y persuasión, lograr que la injustificada providencia sea anulada por quien la dictó; que las rectificaciones o correctivos de lo alto, si por el momento pueden halagar el amor propio del que logró se deshiciera lo improcedente, mortifican al enmendado o reconvenido, e informan resentimientos, desvíos, prevenciones y ulteriores incidentes nada gratos para el mentor ni favorables a su cometido escolar.

Deberes para con el compañero y la clase -El compañerismo, en el Magisterio como en las demás colectividades y en gran parecido con la amistad, supone especie de vínculos fraternales, que han de resaltar no sólo en el recíproco trato y en la mutua defensa, sino hasta en el ejercicio de encontrados derechos, en la marcha hacia el logro de común aspiración a un solo, objeto, en las discusiones periodísticas, en todo; pero sin que tales lazos sean reputados en fuerte aprieto, íntimo contacto y obligada identificación, hasta el punto de que haya de deferirse a lo censurable, cooperar en ello o defenderlo; cuando, por el contrario, implican buen consejo al que lo necesite, prudente alejamiento del que se apartó de la línea del deber e intento de retrotraerle al buen camino, aunque con la menor notoriedad posible o con el menor apercibimiento que dable sea, de parte de los extraños.

El espíritu de clase significa cooperación y solidaridad en los elevados fines de la misma, conducta personal y profesional que la acredite, realce y dignifique; idoneidad, celo y acción laboriosa que acrecienten su fama y su prestigio; actividad y concierto adecuados para proporcionarla fuerza y ascendiente.




ArribaAbajo8 -Necesidad y trascendencia de la formación de aquel maestro

Las cualidades y deberes que han venido ocupandonos son de eficacia decisiva en los éxitos del educador, y en consecuencia, se recomienda y aun impone, en pro de los fundamentales intereses a que responderán, promover, cultivar, vigorizar, garantizar y justipreciar las unas y los otros, mediante aprendizajes, ejercicios y pruebas ad hoc, de donde surge evidente e irrefutable la necesidad suma y la alta trascendencia de la formación del Maestro; así que, también, como ésta sólo puede verificarse en centros académicos de especialísimo carácter; que en la generalidad de los demás, lo principal o suficiente está en la aptitud, la aplicación y el aprovechamiento, en mero concepto didáctico, sin que haya por qué preocuparse de aquellas prendas y obligaciones pedagógicas, dándose por satisfechos con disciplina muy distanciada de la de un plantel de Maestros, que ha de resaltar no sólo dentro, sino que en las avenidas del último, donde se agrupen los alumnos.

Si se considera, por otra parte, al educar enseñando y viceversa, al desarrollo acompasado e íntegro de todas las energías corporales y anímicas, a la particularísima manera de enseñar profesionalmente e instruirse el discípulo en la escuela infantil; si se atiende a lo que hemos expuesto en las secciones segunda y tercera de esta obra, se vendrá al plenísimo convencimiento de que la indicada formación del Magisterio no quedará dotada de lo que la es de carácter y de esencialidad sino realizándola en establecimientos sui géneris, que no admiten amalgama ni fusión con otro alguno y en los que no ha de bastar la justipreciación en examen de la suficiencia en el estudio, sino que precisa, hasta en el sentido de mayor valía relativa, patentizar en prueba minuciosa, práctica y duradera, virtualidades pedagógicas de primordial estima y ya tratadas.




ArribaAbajo9 -Escuelas Normales

Tales establecimientos, las Escuelas Normales, existen en España, como en todos los países cultos; mas entre nosotros, en quebranto y empobrecimiento que no marcamos, porque su notoriedad, tanta como su magnitud, permite evitarnos lo penosísimo de la descripción.

En cambio, reputamos procedente y oportuno exponer sucintamente algo de lo que larga e inmediata experiencia nos dicta acerca de lo que deben ser; que aquellas Escuelas constituyen principalísimo factor en el organismo de la Educación; deben, pues, ser objeto de consideraciones en obra de la índole que la presente y que se publica cuando todo indica que la urgentísima reforma va, al fin, a ser acometida.

El respeto a la señalada procedencia y el aprovechamiento de la oportunidad no nos exigen sino hacer parcial traslado de lo que sobre tan vital asunto tenemos expuesto en el periódico, en el folleto y en el Congreso pedagógico al cumplir el honroso encargo que se nos confiara.

Es tan especial, tan sin afín el carácter de las Escuelas Normales, que no consiente, sin deformidad y falseamiento, amalgama con ninguna otra clase de institutos académicos: para los más de los aprendizajes basta estudiar, aprovechar, adquirir la debida suficiencia; el del alumno-maestro implica imponerse, a la vez, en la forma de transmitir luego lo aprendido; conducta moral, prendas pedagógicas, prácticas variadas, sui géneris -Esto aparte de que el título del educador presupone ilustración suficiente y adaptable al doble objeto de irradiarse sobre la masa social y de obtener el ascendiente que sólo se reconoce y se concede a quien levanta su valía intelectual y moral por encima del nivel común.

Con decir que el vigente programa general de estudios de tan maltrechos centros data de 1858 y fijarse en la amplitud que a la cultura fundamental impone el avance del progreso humano en el final de este tan progresivo siglo, basta y sobra para persuadir de que el patrón es estrechísimo al objeto de formar satisfactoriamente al modelador de la niñez. Consignaremos, sin embargo, que a la materia peculiar del Maestro, a la Pedagogía, señala aquel programa dos lecciones semanales en uno de los cursos del grado elemental y otra en el superior; que hace caso omiso del Derecho común y del administrativo de la primera enseñanza, y que mutila y disloca el curso del lenguaje, prescindiendo de lo imprescindible y separando lo inseparable.

Mas para dotar aquel programa de sus propias dimensiones, no hay que llegar a lo que suele recomendarse, no en serio o en desconocimiento de la realidad, a proponer la exigencia del título de Bachiller, para llegar a la obtención del de Maestro. Cualquiera que sean la intensidad y latitud de los estudios que implica el primero de aquellos diplomas, ni la índole de lo cursado en la segunda enseñanza se adapta a lo peculiar de la formación del buen educador, ni atendiendo a lo ínfimo del sueldo del último y a lo irregularísimamente que se le satisface, la indicada demasía en el exigir puede tomarse sino cual concepto del recién salido del limbo o rasgo de buen humor; ni el modestísimo porvenir del Magisterio, aunque se le otorgue lo que buenamente puede concedersele, permitirá imponerle otra suficiencia que la peculiar y precisa en el desempeño de su función, o con alguna otra variante: Religión y Moral -Antropología y Pedagogía, en su íntegro concepto y extensión debida -Lenguaje, comprensivo de todo su propio contenido y que no figure en la Antropología; de la Gramática, de la Literatura procedente, de la Lectura y de la Escritura -Aritmética y Geometría, con Dibujo de utilidad práctica y general, Topografía y Agrimensura -Ciencias físico-naturales, con el tratado suficiente de la Química -Agricultura -Industria y Comercio -Geografía e Historia -Economía e Higiene.

Algo de Música y Canto, nada de Francés, que lo que nos precisa es difundir el correcto empleo de nuestro envidiable idioma, así que hacer frente al extranjerismo, que tanto le invade, adultera y desfigura; y nada tampoco de Gimnasia especial, que con su tratado pedagógico habrá lo necesario para vigilar y dirigir, con positivo beneficio individual, a la infantil masa escolar, en sus juegos, excursiones y demás que constituye el total gimnástico mejor para los niños.

Las materias de aprendizaje en las Normales de Maestras habrían de revestir el mismo carácter que en las de Maestros, salvo alguna variante, cual en el Dibujo, y con la adición de Labores.

Unánime el concepto favorable acerca de que las escuelas de párvulos sean desempeñadas por maestras, no es menos acorde el reconocimiento de lo evidente o que las últimas han de verificar, al efecto, aprendizaje académico ad hoc, que no se les exige ni hacen y que urge les sea preceptivo, realizándolo, bien en las Normales de su sexo, debidamente acondicionadas o en Centros especiales que con tal fin fueren establecidos.

Como lo respectivo al grado normal exige detenimiento mayor que el que consienten nuestras concisas reflexiones, indicaremos solamente, con relación a las materias peculiares de tal grado, que habrían de cursarse en ciclo de radio más largo que el respectivo a los estudios del Magisterio primario, Antropología, Pedagogía, Derecho y Literatura; que procede adicionar Álgebra, Trigonometría y una o dos lenguas vivas, idiomas de los países en que ofrecen superior vuelo las teorías y las prácticas pedagógicas; que sobre Música, Canto y Gimnasia se recomiendan aprendizajes correspondientes, y que a todo ello podrían asignarse dos o tres años escolares.

En cuanto a la índole de los estudios, éstos no han de reducirse a mero proceso especulativo, por la vía analítica y el procedimiento de la inducción, en busca de la verdad científica; ni al sintético descenso y labor deductiva, tras consecuencias y aplicaciones; sino que, además, el profesor normalista debe aleccionar a los alumnos sobre la forma en que en su día lo harán a la niñez, guiándola, allanándola el camino, pero siempre dejando al discípulo que discurra, que conozca, que se instruya de por sí: con esta cotidiana y fructífera labor de aula, se constituye gradual y seguramente el futuro Maestro; se aplican, día tras día, los principios y las reglas pedagógicas, y los ejercicios de los cursantes en la Escuela práctica, sirven ante todo para demostrar la pericia en la ciencia y en el arte de educar y enseñar, adquirida en aquella aula.

Respecto a las prácticas, opinamos que en el curso de las asignaturas, el Profesor normalista habría de adicionar a su exposición lo conducente a que el alumno sea en aula objeto de lo que luego ha de verificar con infantiles educandos; guiado, auxiliado, para que de por sí se instruya: los concurrentes a las clases de la Normal deben salir de las mismas impuestos en las materias de aprendizaje, y a la vez, en la manera de proceder junto a los niños a quienes después habrán de conducir y ayudar en la instrucción. Así, el estudio de la Pedagogía se agranda, consolida y aplica sin cesar; así se concurre a esta o a la otra escuela de niños, no a obrar como mero instructor, no a imponerse en lo respectivo a educar, enseñar, a dirigir las colectivas tareas infantiles; sí, más bien, a patentizar que se sabe funcionar como buen maestro, a virtud de la gradual preparación hecha en todas las clases de la Escuela Normal.

Precisa, urge partida con destino a material científico-artístico; que el alumno dibuje, pero con caracteres de aplicación; levante planos, mida terrenos, construya cuerpos sólidos, trace cartas geográficas, haga experimentos y operaciones físico-agrícolas..., y esto, no sólo en aula, sino fuera de ella, visitando posesiones y centros de cultivo, fabriles e industriales; con todo lo que adquirirá apego y competencia para los paseos, las excursiones, las lecciones de cosas, los trabajos manuales..., el rico conjunto de preciosos medios de educación y enseñanza, tan excelentes como poco utilizados en España -Salta a la vista qué de lo indicado es común a alumnos y alumnas y qué peculiar de los unos o de las otras; así como la conveniencia de que los trabajos de todos y las especiales labores de las últimas figurasen, al fin de cada curso, en públicas exposiciones.

Acerca de la manera de verificar los estudios, debemos manifestar que arraigadísimo y bien maduro convencimiento nos tiene de parte de la matrícula oficial obligatoria para quienes hayan de ejercer en las escuelas públicas; y como el aserto es fuerte y contrapuesto a las corrientes en boga sobre el particular, estimamos oportuno razonarlo y formular antes aclaración que nos evite calificativo que no merecemos.

Consiste la última en manifestar que comulgamos en el espíritu moderno, que somos fieles adictos y activos operarios del indefinido y bienhechor progreso; mas que, por lo mismo, hacemos frente a lo que implica retroceso, daño a la modelación infantil, y por tanto, a la cultura fundamental.

Lejos de bastar al educador la suficiencia meramente instructiva, ella, si de importancia, es la de menor en el orden relativo: la supera mucho en valía y trascendencia la habilidad práctica para favorecer y guiar el desarrollo de nuestras facultades en el hombre-niño, para ayudar y encaminar en la instrucción; la aventajan no menos los hábitos escolares, las virtudes pedagógicas, la vocación, la paciencia, el amor al centro y al objeto de la obra del Maestro, la corrección en el obrar, la buena fama, lo esencial para servir de modelo al modelado y disfrutar el ascendiente y la confianza de las autoridades, corporaciones y jefes de familia.

¿Cabe prometerse juiciosamente que notas tan características, decisivas e imprescindibles, se consigan por los ordinarios procedimientos de la preparación privada, de la libertad de enseñanza, del alumnado libre? -La experiencia directa e inmediata dictará resuelta y rotunda contestación negativa, fundamentándola en que, con especialidad en el sexo masculino, se resignan a llegar al Magisterio por aquel procedimiento, jóvenes que, en lugar de acudir a las pruebas académicas a virtud del plácido impulso de la vocación, son impelidos por la adversidad, en desesperanza de recabar título más brillante y lucrativo, sin que sea dado justipreciarlos moralmente, valorar sus virtudes pedagógicas, en la sin remedio corta duración de los exámenes; y aunque presenten certificado de práctica, en éste o en el otro colegio primario, bien se nota cuán poco ejercitaron, en la novedad que les produce todo, en sus vacilaciones y tropiezos, no sólo en punto a dirigir por una hora la Escuela práctica de la Normal, sino que aun sobre actuar frente a una sección de niños -En resumen y tesis general: Que revelan mediana, buena o sobresaliente suficiencia didáctica en Religión, Gramática, Aritmética...; pero también enorme vacío en la simple práctica escolar; desconocimiento de lo que son intuición, lecciones de cosas, trabajos manuales, etc.

Y esto fenómeno corriente; imposible, no ya percibir con claridad, sino vislumbrar el carácter, los sentimientos, la conducta, lo primordial en el educador; ¿no se justifica que se exija al Maestro público carrera académicamente seguida, cual se preceptúa con relación al sacerdote? En hora buena se conserven los exámenes de asignaturas y reválidas, efecto de aprendizaje libre; pero a condición de que el título así obtenido se utilice en todo lo que no sea desempeño profesional en nuestras escuelas públicas.

Respecto al examen de ingreso, el que precede a la inscripción en la matrícula del primer curso, viene siendo tan mera fórmula, como que suele autorizarse el pase de quienes leen sin entender y con tonillo que araña los oídos; escriben mal o ignoran la Ortografía y aun toda la Gramática; en Aritmética, ni siquiera conocen las relaciones entre los distintos órdenes de unidades de la numeración, ni aciertan a escribir cantidades; a todo lo que se adiciona un vocabulario tosco, incorrecto, rural hasta grado que sólo aprecia quien observa de cerca; y un desordenado desarrollo intelectual en que descuella la memoria inconsciente y rutinaria, sobre las demás aptitudes del espíritu, paralizadas o sofocadas. Así, pasa la mitad de la breve duración de la carrera elemental en poner al alumno al nivel en que debió estar para el ingreso, y así, queda a la postre amenguada la idoneidad profesional, lo que no se evitará sin destruir los motivos que obligan a procurar hasta lo sumo el aumento de la matrícula; sin que se prefiera la calidad el número de los cursantes, sin que a cada Normal se fijen las inscripciones para el primer curso y recaigan en los mejor dispuestos al objeto de iniciar y continuar provechosamente el aprendizaje del Magisterio público.

La edad mínima para el ingreso ha de acondicionarse, como en cualquier carrera, al desarrollo psico-físico exigido por la preparación y a la posibilidad de ejercicio inmediatamente después de la reválida; notas fundamentales que flaquean en muchos de los que inician los estudios para dicho Magisterio. Ilimitada hoy aquella edad y desmedido el afán de los padres por anticipar la habilitación académica de sus hijos, bastantes de los cursantes en las Normales fluctúan entre los 10 y 12 años de edad; sus facultades carecen de desenvolvimiento preciso al buen aprendizaje; las virtudes pedagógicas ni aun alborean en ellos; sus chiquilladas ocasionan desorden en los demás, y al verse titulados, o se someten a espera más que suficiente para que se amengüe o borre lo aprendido, o van a ser un niño más en cada escuela que se les confíe y en las localidades que disgustosamente tienen que aceptarlos -En el último Congreso pedagógico de Madrid (1892) sostuvimos y se votó la edad mínima de 17 años para el ingreso en las Normales, e indudablemente procede convertir el acuerdo en mandamiento legal.

En punto a material, repetimos que las Escuelas Normales necesitan el didáctico, adaptado a los adelantos modernos y a las exigencias pedagógicas con relación al programa general de estudios teórico-prácticos; el de oficina, el de mobiliario decoroso; y la partida que, con destino a tan compleja y primordial necesidad, está señalada a casi todas las Normales, a duras penas basta para adquirir papel, efectos timbrados, útiles de limpieza y alimento de calefacción: sirvan de ejemplos comprobatorios la Escuela de Lérida con 350 pesetas para todo material, cuando allá una de niños dispone de 412'50, y la de Valladolid con 600.

El personal ha llegado a constituir la figura más lastimosa en el cuadro, de tal suerte, que aunque la reforma de tan desventurados Centros hubiera de aplazarse todavía más, las provisiones definitivas de las vacantes a que se hace referencia deberían verificarse sin más demora. Transcurrió más de un cuarto de siglo sin verificarse ni un solo ejercicio de oposición para asignar lo que va resultando sin titular, a quien lo mereciese -Pasaron varios quinquenios sin llamar a concursos de traslación y de ascenso -Producida una de aquellas vacantes, muy luego se nombra a quien ha de actuar con carácter transitorio, pero a plazo indefinido y con esperanza de que lo eventual se torne en definitivo -Estacionados años y años los propietarios, se repiten para los interinos pases de Normal a Normal, que son verdaderos ascensos, en cuanto ganan en importancia relativa de localidad, en sueldo, en categoría o en todo conjuntamente -De 48 Escuelas Normales de Maestros que existen en España (7 del grado elemental, 38 del superior y 3 en que se cursa el cuarto año), sólo tres presentan a todo su personal en propiedad, veinticinco, entre ellas la de Madrid, están por completo al servicio de interinidades, así como los más de los cargos profesionales de las veinte restantes -El ya citado personal docente (director, primer maestro, segundo y tercero ídem y los encargados de las materias del cuarto año, donde se halla establecido) asciende a 140 funcionarios, de los que 100 actúan interinamente, y en propiedad 40, o 19 directores, 14 segundos y 7 terceros -Sin que descubramos el motivo de las diferencias, los sueldos de los primeros forman escala de 4.000, 3.744, 3.500, 3.375, 3.000, 2.750 y 2.500 pesetas; y otra, los de Profesores, de 3.000, 2.750, 2.714, 2.500, 2.375, 2.250, 2.125, 2.000, 1.945 y 1.750 -La generalidad de los Centros a que nos referimos carece de todo empleado subalterno para la Secretaría y no tiene más que un conserje-portero o ni siquiera mozo de limpieza.

Esto en cuanto a las Escuelas Normales de Maestros; que en las de Maestras, las imperfecciones, los vacíos superan a los de aquéllas, por lo que, señalados ya, cabe pasar a vuela-pluma sobre las últimas -Análogo el carácter genuino de ambas, al igual se encuentra desfigurado y empobrecido; el programa general de estudios, a lo distante de su objeto adiciona lo compendiado y memorioso, coincidiendo también en deficiencia de locales, material, examen y edad para el ingreso de las alumnas -En cuanto al personal, ya con bastantes desempeños interinos, aparece escaso y está mal dotado, en la Real orden de 14 de Marzo de 1877, que señala una directora con 2.000 pesetas de sueldo anual; dos profesores auxiliares -a quienes huelga el calificativo, pues son de hecho lo primero-, con el haber de 750, y otro de Religión y Moral, con el de 375 -Pero lo exiguo en el número y en la remuneración baja aún hasta el punto de darse Normal (en Baleares) cuya directora figura en el presupuesto del Ministerio de Fomento para 1895-96, con 750 pesetas de dotación y cuyo total de asignaciones a dicho personal no pasa de 2.700; viéndose en el citado presupuesto a otra Escuela (la de Huesca) sin jefatura, puesto que se consignan 600 pesetas para profesora de Labores, otras 600 para la de Lectura y Escritura, 1.500 para dos más, 375 para el encargado de enseñar Religión y Moral y 500 para el secretario; faltando, pues, no sólo la jefe, sino la conserje, como si dijéramos, la cabeza y los pies.

Huelga discurrir sobre la urgencia suma de la reforma, amplia, acertada, que capacite para las valiosas producciones que están encomendadas a los Centros de que tratamos. Los muchos estadistas que desde que aquélla reviste el carácter de pronunciada necesidad, han desempeñado la cartera de Fomento, quisieron seguramente realizar las mejoras a que aludimos; pero lo complejo del trabajo, el detenido estudio que presupone, la corta y agitada vida ministerial y las dificultades económicas, produjeron el que todos descendiesen del alto puesto gubernamental sin que fuere un hecho lo que se propusieran; dejándose varios de ellos ultimado o punto menos, pero sin ponerle a deliberación o sanción, el correspondiente proyecto. ¡Quiera el bien de los fundamentales intereses patrios que en breve veamos a un Ministro con mejor fortuna, en el particular, que sus predecesores!

Sobre las clases y grados de Escuelas Normales, extremo comprendido en el tema de nuestro desenvolvimiento (Congreso pedagógico de Madrid, 1892) sostuvimos y fue aprobado: Que debe haber Normales de Maestros y Maestras, del mismo grado en todas las provincias, y además una Central de cada sexo en Madrid, con destino éstas a la carrera del Profesorado normalista, Inspectores y Secretarios de Juntas de Instrucción pública -Y que para el desempeño de las escuelas públicas de la niñez, sólo ha de existir el título de Maestro o de Maestra de primera educación y el de normal para los otros superiores cargos expresados, no teniendo razón de ser las escuelas primarias superiores, en cuanto parte de su cometido corresponde a las hoy llamadas elementales, y otra, a las de Artes y Oficios.

Ambas conclusiones son notables por la firmeza que las reviste, por su extensión y por su comprensión. Según lo explanado en la parte tercera de esta obra, el contingente didáctico hoy asignado a las escuelas superiores, lo mismo en concepto ampliativo sobre materias antes tratadas en las elementales, que en el de adición de algunas que todavía no se cursan en las últimas, debe pasar a éstas, hecha la reforma; y lo peculiar de ciertos aprendizajes populares ofrece mejor adaptación o más facilidad en los centros instructivos llamados de Artes y Oficios, que bien podrían tener clase especial para el perfeccionamiento y ensanche de la labor primaria y confiada a un maestro.

Las escuelas superiores no han alcanzado satisfactorio éxito en España: su total apenas si excede del en rigor obligatorio; las más de las provincias sólo tienen una de cada sexo en la respectiva capital, de precepto, como lugar de práctica del alumnado del Magisterio y que, realmente, bastantes no son tales escuelas superiores y sí elementales ampliadas, en cuanto en un mismo salón funcionan las dos secciones correlativas a ambos grados -La supresión del calificativo superior en el título de Maestro no implicaría inferioridad y sí aumento en la suficiencia general; toda vez que se trasparenta con plena claridad en lo que venimos desenvolviendo que la carrera inherente a aquel título ha, según nuestro juicio, de comprender más cultivos teórico-prácticos que los que hoy incluye, ser de mayor duración y verificarse bajo la guía y enseñanza de profesorado, con aumento en número, calidad y remuneración -Un solo Centro del grado normal basta a las necesidades del personal que debe producir: varios quizá darían por resultado inconvenientes facilidades para la obtención del título, y en consecuencia, mengua o duda sobre el valor del último -Y, por fin, que debe haber Normales de Maestros y Maestras en todas las provincias, es aserto de firmísima base y que está en la conciencia de quienes de cerca observan, y a fondo y en detalle conocen las necesidades a que ello responde y el grande y general beneficio que encarna.

La clausura de las Normales no puede ser recomendada por quien quiera bien la sana y fructífera obra del Maestro, el engrandecimiento moral y material del país.

La refundición de las mismas en otro centro académico dejó de tener defensores serios, generosos y autorizados; que toda persona de regular ilustración comprende lo absurdo y funesto del falseamiento subsiguiente a la amalgama.

La reducción numérica figuró -nada menos que hasta el punto de dejar Normales tan sólo en las capitales de distrito universitario, en Baleares y Canarias- en un proyecto de ley que, indiscutido, pasó al archivo de la Cámara legislativa, muerto antes de darlo a la luz de la deliberación, sepultado bajo la enorme pesadumbre de su infundamento.

La decantada superabundancia de maestros y maestras tiene más de aparente que de positiva, conforme se ha demostrado repetidas veces, la última, oficialmente y que sepamos, con motivo de la estadística de las reválidas en el quinquenio de 1888-89 a 1892-93, y que fueron 13.304 del grado elemental, 7.268 del superior y 369 del normal; en suma, 20.941, cifra comentable así:

Los datos estadísticos, a que, por su índole, suele asignarse valor de corolarios, por lo común, no le tienen sino atendiendo a ciertas consideraciones -Prueba al canto: 20.941 reválidas verificadas en 5 años, pero de las que sólo debe computarse el primer sumando o del grado elemental, 13.304; pues las de los otros dos no significan distintos sujetos, sino los que avanzan sucesivamente en la escala del título profesional -De las 13.304, han de restarse las de con resultado de suspenso y que bien pueden calcularse en un 20 por 100 o 2.661, lo que, sustraído, deja 10.643 aprobaciones -Por otra parte, no pocos revalidados prescinden de consignar derechos para el título, y si lo hacen, no ejercerán en escuelas y sí utilizan sus conocimientos en otras funciones públicas o particulares; numeroso conjunto de las revalidadas para Maestra lo verifica por previsión contra los azares del porvenir, y todo ello sintetiza otra resta para los efectos del desempeño escolar, lo menos de un segundo 20 por 100, reduciéndose a 8.525 las 10.643 aprobaciones, o 1.705 al año, cifra que reservamos a otros estudiarla, a los efectos de llenar las bajas en el personal de la educación primaria.

Lo que demanda la deficiente cultura fundamental de España es su perfeccionamiento y revivificación, merced a los educadores que produzcan las regeneradas Normales; y por tanto, que no quede sin la suya ni una sola de las provincias, obligándolas a satisfacer al Estado lo que, para el objeto, les corresponda.

No cabe, sin embargo, negar en firme -como no debemos intentar sustraernos de la realidad, por triste y fatal que sea, y aunque se procure aminorarla- que la estimable reforma de las Normales de uno y del otro sexo, impondrá no leve aumento en la cuantía del material sostén y que nuestra estrechez económica no se presta a muchos despliegues en los gastos, aunque en el cálculo ha de deducirse lo bastante que en sentido de ingresos al Tesoro, producen tales Establecimientos.

Y atendiendo, cual procede atender, a las penurias del erario nacional, provincial y municipal, se discurre el medio de verificar la reforma de la manera menos cara posible, habiéndose propuesto el que consiste en -aparte Madrid- conservar, revivificadas, 48 Escuelas Normales o tantas como el resto de las demás provincias, la mitad o 24 para el sexo femenino e igual cifra para el masculino.

Pero, como ello expondría a carencia de maestras donde la Normal fuere de maestros, y viceversa, surgió otro pensamiento, patrocinado en la Cámara popular y sesión del 11 de Mayo de 1895, por el Diputado, docto Catedrático y Consejero de Instrucción pública, D. Ricardo Becerro de Bengoa que dijo, entre otras cosas sobre el particular:

«No me olvidaré yo de indicar la necesidad de unir las Escuelas (Normales) de maestros y maestras en una sola en cada provincia, problema ya tratado en muchas naciones, resuelto en bastantes de ellas, tratado aquí también en el Congreso pedagógico y que no solamente daría a esas Escuelas una autoridad mayor dentro del Claustro, porque tendrían mayores elementos a su disposición, mayor material y mayores horizontes, sino porque también, respecto a los alumnos, el trato constante y respetuoso de maestros y maestras dentro de la Escuela, lejos de establecer esas diferencias que existen hoy, no digo yo de falta de cortesía, pero sí de falta de finas costumbres entre ellos y ellas, contribuiría a crear una especie de educación social, más a propósito, y resultaría de esa práctica una excelente asignatura nueva, de verdadera atención y cortesía. Es decir, que bajo el punto de vista no económico, o bajo el punto de vista de las costumbres, sería muy conveniente que asistieran a las mismas clases, como han asistido en muchas Escuelas, como han asistido en las cátedras donde yo he explicado, sin que haya sucedido absolutamente nada, y como existen en muchos Centros universitarios. No quiero hablar aquí de lo que ocurre fuera de España, porque todo el mundo que lee y se entera de estas cosas, sabe que en muchos centros y escuelas del extranjero hombres y mujeres estudian juntos, sin que allí haya absolutamente nada que lamentar.

»Aquellos que elevan su voz, y dicen que esta especie de unión, que esta especie de contacto entre los hombres y las mujeres podría ser peligroso, sin duda es que ellos llevan dentro de sí el peligro y juzgan a los demás por lo que ellos son; pero toda persona decente y regular sabe de sobra que a la altura en que nos encontramos, enseña y educa mucho el trato, serio, digno y cortés de los hombres y de las mujeres, y como digo, habría una asignatura práctica más que, aunque no figurase en los programas, produciría mucha conveniencia a los que estudian.»

No llevamos nuestro optimismo en el particular hasta el punto que el Sr. Becerro de Bengoa, ni con éste convenimos en que quienes en contrario opinen «lleven dentro de sí el peligro y juzguen a los demás por lo que ellos son»: parecenos, por el contrario, que consideran a jóvenes y adolescentes cual son en sí, inclinados a lo galante, a lo afectivo entre uno y otro sexo; mas parecenos igualmente y así nos consta -por haberlo observado en capitales donde Escuelas de Maestros y Maestras se hallan instaladas en un mismo edificio- que con acertada disciplina, ascendiente directivo y profesional, discreta vigilancia y oportunos detalles de precaución, se cierra el acceso a cualquier peligro, y sin tardar mucho, depondrían sus temores los más refractarios al extremo que tratamos.

En cambio, se alegan ventajas que vamos a trasladar, neutrales, absteniéndonos de presentarnos en pro ni en contra de las mismas, así: Con sólo el personal que en otra parte hemos recomendado para las Normales de Maestros, adicionando a cada uno profesora de Labores (colocándose así las actuales directoras y las pocas profesoras que existen en provincias) y una auxiliar, habría lo suficiente para el tratado de las materias comunes a los aspirantes de uno y de otro sexo, y las muy contadas que excluyen a uno de ellos -Reducidas así a 48 o a tantas como nuestras provincias (las Centrales de Maestros y de Maestras habrían de conservarse en Madrid, por lo especial de su objeto) las Normales, hoy entre todas 80; su coste, dotadas de modesta, pero decorosa holgura, no excedería de la cantidad que actualmente suma -Cada provincia dispondría de establecimiento profesional para la formación del Magisterio masculino como femenino, salvando así el inconveniente de que acá se echara de menos el primero y allá el segundo, según fuera de Maestras o de Maestros la Normal que, en otro caso, existiese -Un solo edificio, un solo mobiliario, un solo material didáctico, se necesitaría, y de aquí la mayor posibilidad de tenerlo, con menor coste, más completo y estimable -Sería un hecho la nivelación pedagógica entre Maestra y Maestro, nivelación subsiguiente a la de sueldos y otros aspectos, entre ellos el de la educación y enseñanza de la niñez, y nivelación que hoy no existe, según evidencian hasta las disposiciones legales, dando a ciertas materias de aprendizaje menor latitud y profundidad para la carrera del Magisterio femenino que para la del masculino, lo propio que se advierte en programas de reválidas y oposiciones -Comunes la generalidad de los ejercicios prácticos, ganarían las alumnas en los de análisis, composición...; siendo esto tan notorio e innegable, como que, verbigracia, una de las materias de su curso es actualmente «Dibujo aplicado a las labores, con ligeras nociones de Geometría», resultando que aquél se presenta con carácter de principalidad y la última en concepto de lo rigurosamente preciso para la práctica del primero; y mientras nos consta que en las Normales de Maestros ni un solo cursante, libre u oficial, se escapa de formar sus láminas de Dibujo, que anualmente se coleccionan y guardan, no responderíamos de lo propio con respecto a todas las Escuelas de Maestras en provincias, siquiera el encargado de la asignatura fuere el mismo en ambos establecimientos -Ramos hay tan popularizados, de tan general y frecuente aplicación como la Física, la Historia natural y la Agricultura, serían beneficiosamente cursados por las citadas alumnas -Y, por fin, realizada la nivelación entre el alumnado del uno y del otro sexo, se impondría la igualdad de opción a las escuelas mixtas, respondiendo al fundado deseo de las localidades, corporaciones y padres de familia en cuanto a que desaparezca el privilegio sexual para el desempeño de aquéllas y evitando, para las colocaciones, lesión en el ejercicio y disfrute del derecho que la ley otorga al título del Maestro, cuando menos en igual grado que al de la Maestra.




ArribaAbajo10 -Colocaciones con garantías de preferencia para la idoneidad y premio al mayor mérito

No basta reformar debidamente las Escuelas Normales, para que el principalísimo factor racional en el organismo pedagógico reúna las más posibles condiciones de valía y efecto: precisa asignar a cada cual el lugar correspondiente a su relativo mérito, y además, remunerar a todos, si no con largueza, de modo que el ministerio educador produzca ciertas atracciones, no el alejamiento que inspira la perspectiva de la carencia de lo indispensable o acaso de la miseria -De ambos extremos vamos a ocuparnos, antes de cerrar lo respectivo al Maestro.

Merece y obtiene convencimiento general el sensible y funesto hecho de que los actuales procedimientos para la provisión de escuelas no respondan al levantado móvil que abrigarán los poderes públicos y abrigamos cuantos desinteresada y preferentemente queremos el bien de la cultura fundamental; no conduzcan a que los cargos profesionales recaigan en los de superior mérito relativo.

Acerca de las plazas que no llegan a la categoría de oposición o de simple concurso de entrada, no resalta aquel más estimable merecimiento, ni cuando se atiende primordialmente al título, ni cuando al sueldo, ni cuando a los servicios como propietario o como interino; que todos estos datos tienen no poco de lo conducente al error en la gradual justipreciación.

Las oposiciones, tan combatibles como combatidas, resultan en extremo inadecuadas al fundamental objeto de bien determinar el mérito relativo de los aspirantes, acerca del Magisterio; porque a las extrañas y más o menos eficaces mediaciones, al peligro de error en los fallos, por locuacidad y desenfado en unos actuantes, así que premiosa expresión o timidez característica en otros, se adjunta la imposibilidad de graduar y ni siquiera percibir medianamente la habilidad práctica para educar y enseñar, la conducta ejemplar o por el contrario, de nociva trascendencia, las virtudes pedagógicas, lo de mayor valía y eficacia en la modelación escolar. Por ello, en el libro, en el folleto y en la hoja periodística que a los legítimos intereses de nuestra institución y de nuestra clase se consagran, viene sustentandose otra fórmula provisora de verdaderas garantías de acierto y de justicia, a la vez que de estímulo en el comportamiento de los cursantes de las Normales; fórmula que tuvo decididos mantenedores y numerosos votos en el Congreso pedagógico de 1892 y que consiste en confiar a los Claustros de aquéllas los nombramientos con destino a las primarias incompletas, meramente completas y de las que hoy son llamadas de entrada en la categoría de oposición, o de 825 pesetas anuales de sueldo personal, así que algunas de mayor haber: a éstas serían destinados, no bien celebrada la reválida, los maestros o las maestras, según procediere, con la nota de sobresaliente en la antedicha prueba y en los exámenes de todas las materias de la carrera, y comportamiento ejemplar; a las de 825 pesetas, quienes con la misma edificante conducta, sólo tuvieren aquella censura o la de notable; a las simplemente completas o incompletas de cada sexo, el resto de los revalidados y revalidadas, por orden de mérito escolar relativo; y a las mixtas, maestros o maestras, atendiendo a la propia consideración.

De esta manera, no habría el riesgo de equivocación en los fallos; porque día por día, el profesor observa y justiprecia lo que cada discípulo trabaja, aprovecha y vale, intelectual, pedagógica, moralmente; ni tampoco el de la parcialidad en las designaciones, porque aquel profesor se encariña hacia los buenos discípulos y le contrarían la desaplicación y el desarreglo de los malos, poniéndole a cubierto de la injusticia, de otro lado, imposible, salvo la plena degradación claustral, que ni en supuesto hemos de admitir -De esta manera, cada escolar sabría que le esperaba su merecido, surgiendo y desenvolviéndose el estímulo, la aplicación, las virtudes académico-pedagógicas -Y como las plazas escolares, desde 1.100 pesetas de sueldo en adelante -con excepción de las pocas asignadas a los en todo sobresalientes- se reservarían a los ascensos profesionales, quedaría número considerable de ellas, a proveer en concursos entre quienes más se distinguieran luego en la educación y enseñanza de la niñez.

Hechas las convocatorias para el ingreso o comienzo de la carrera del Magisterio oficial, sólo para el número que se encontrase ajustado a las probables necesidades de la renovación del personal en escuelas infantiles -según ya defendimos en párrafo anterior-; y determinadas las colocaciones en la forma que acabamos de sostener, lo probable o casi seguro de ser destinado al ejercicio profesional muy luego y de acuerdo con la relativa valía, seria potentísimo aliciente para que aspiraran al ingreso jóvenes de verdadera estima y que, entre ellos, aun se escogiera lo mejor. Esto, tan digno de tenerse en cuenta, por la garantía de bondad que supone en el aprendizaje normalista, y después en la cultura de la niñez, constituiría bienhechor viceversa del funesto hecho que hoy se produce doquier, demasiada matrícula en los planteles de educadores; pero generalmente, de medianías, de quienes por escasez suma de medios de fortuna, por adolecer de ciertos defectos físicos o por otro cualquiera de los motivos que obligan hasta a emprender con flojedad lo que no agrada, se resignan a los estudios a que nos referimos, en el temor o en la certeza de colocarse tarde y mal; pero también, con predisposiciones de inteligencia, de sentimiento y de voluntad, correlacionadas a lo adverso de las circunstancias o condiciones que hemos insinuado -Parecerá, acaso, que trazamos bastante en crudo o al desnudo, en realista naturalismo; mas referimos lo que contemplamos de cerca, sentimos dolorosamente, y como de negativa virtualidad para lo que interesa en alto grado y amamos entrañablemente, debemos presentarlo con el móvil de que sea evitado.