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ArribaAbajo8 -Ídem del sentimiento con objetivo externo, así que de sus perfecciones o bellezas, y de sus deformidades

Cuando así se siente y se procede, no accionan fatalmente las demasías del cariño, del mimo, de la debilidad, y tampoco las del rigor, de la crueldad, de la dureza en el castigo, de las injustas y funestas preferencias, y los vástagos familiares resultan tan buenos hijos como hermanos en regulado sentir filial y fraternal, que -aparte marcadas, inextinguibles, mas muy excepcionales constituciones y tendencias individuales- cada cual es obra adaptada al tipo y al trabajo del modelador: a tales padres, tales hijos (y hermanos).

El amor a la familia se extiende, dentro de la debida escala, a los parientes, a los domésticos; y, ya fuera del hogar, es afección local, provincialismo, regionalismo, patriotismo y humanitarismo; sentimientos bienhechores dentro de su orden correlativo; que si la atracción por lo más amplio no ha de relajar de lo parcial o restringido, tampoco han de prevalecer los egoísmos de campanario y de comarca; que si hemos de pelear a pecho descubierto y, necesitándose, sacrificarnos por la patria, no retirarnos del concierto internacional; que si conciudadanos en la humanidad, no por esto habremos de considerarnos en descomedido y, por tanto, insensato y funesto cosmopolitismo.

La amistad, puro, desinteresado, íntimo y recíproco afecto, que en el trato se inicia, desarrolla y fortalece, es como segunda fraternidad, establecida entre individuos de la familia social; implica apoyo, defensa, legítimos placeres y esparcimientos; permite confidencias que aligeran la grave y dolorosa pesadumbre del espíritu; es como moneda de subido valor, pero que puede resultar, y no pocas veces resulta, falsa; acondiciona y aun identifica a aquellos a quienes une; mas en cuanto cabe sea para el bien como para el mal, procede gran cautela en la elección de amigos y que los educadores elaboren sobre el particular con el fin de que los educandos se atengan a Dime con quién andas, y te diré quién eres -Júntate con buenos, y serás uno de ellos.

En cuanto a los demás, debe sentirse y obrar en consecuencia con el sentimiento, dentro del grado de las relaciones y del lugar jerárquico de cada uno en la escala social: ora obediencia, bien consideración, ya respeto, familiaridad, llaneza, sencillez, etc.

Ha de arder en nuestro yo la santa llama de la caridad al prójimo, socorriéndolo cuando lo necesite, con discreción, con las debidas preferencias del anciano, del enfermo sobre el holgazán, el vagabundo, el vicioso; enderezando, cuando proceda, aquella caridad hacia el alma del extraviado cuyas energías se hallen en apartamiento del digno y lucrativo trabajo; hacia la alimentación, el vestido y la cultura del niño que por el camino del pordioseo se dirige a la perdición.

La caridad presenta variedades tales como la denominada filantropía (de philos o amante y anthropos u hombre), amor a nuestro semejante; la benevolencia o el bienquerer; la beneficencia o el bienhacer; la compasión o padecer con el que sufre, descargándole de la parte que se toma en sus sinsabores.

En cambio, el ayudado, el favorecido, el socorrido, el consolado, el alentado..., debe experimentar gratitud, noble sentimiento del que no encontramos definición más bella, poética e inspirada que la que se atribuye a un infantil examinando de Moral, que al no recordar la definición literal del texto, recurrió a su propio espíritu, al acopio de la verdadera instrucción, y dijo al fin: «Gratitud es la santa MEMORIA del corazón

Plácido y venturoso es el sentimiento cuando nos impulsa hacia un objeto, nos retiene junto a él, y aprieta los vínculos de intimidad; pero en contraria dirección, tiende al alejamiento, a cortar las relaciones, a experimentar antipatía, que con referencia al mal debe y puede ser viva, duradera, de por vida; y en cuanto al malvado, mientras no se arrepienta y cambie de conducta, esquivar su trato, prevenirse contra sus planes y procedimientos, mas sin negar a su persona el amor que, en general, debemos al prójimo, el auxilio directo o indirecto, velado o manifiesto, para su reconstitución moral; procurando que la impunidad no le aliente, mas sin dejar de hacerle la noble gracia del perdón -Se abomina, se detesta, se aborrece, se odia el delito, el crimen; se siente hacia ellos repugnancia, aversión; pero ateniéndose y obrando en consecuencia, a que el delincuente, el criminal, es hombre, prójimo, hermano -Modelese, pues, el alma de la infancia en la forma y manera conducentes a que no sienta contra las personas aborrecimiento o propensión firme y arraigada a abandonarlas con las cualidades que en ellas sean abominables; ni odio que ofusca la razón, envenena el sentimiento y pone de frente la voluntad; que apasiona hasta viciar el corazón; ni encono, cuyo sentido con respecto a las lesiones corporales, revela lo que por valor extensivo, significa como desorden moral; ni rencor, rancidez del sentimiento en punto al malquerer añejo, inveterado; ni venganza, ojo o ceguera por ojo; diente o dentadura por diente.

El sentimiento amoroso ha de alcanzar, bien reglado, a los seres que constituyen la naturaleza; que destruir por sólo destruir, equivale a actuar contra el plan y la obra de Dios; que no hay ser sin objeto en la creación; que todos realizan su cometido en el concierto de la perfección universal; y por otra parte, nos sirven para realizar el nuestro, ejercitar nuestra actividad; de medios de subsistencia y de bienestar -Que el niño reconozca y sienta todo esto; que consagre afecto a los seres animales, vegetales o inorgánicos, que tanto y tan frecuentemente utilizamos; que no pise y aplaste la hierba y la florecita que hermosean el paisaje y embalsaman el ambiente; que no mueva, desarraigue y mate el arbolito que un día ha de reportar múltiples y estimables beneficios; que no fraccione el nido, digno de respeto por la belleza, perfección y trabajo que sintetiza; que no dé prematuro fin a la nidada de aves insectívoras, bienhechoras, materia de lucrativa industria o de sana alimentación; que no las haga objeto de cruel y bárbaro entretenimiento, atándolas, arrastrándolas, pelándolas vivas; que acordada la muerte de ciertos animales por dañinos o para surtir nuestras mesas, se les haga sucumbir pronto, con el mínimum posible de tormento.






ArribaAbajoCapítulo XVI

Educación prasológica, volitiva o de la voluntad.



ArribaAbajo1 -Simultaneidad de la cultura volitiva con la de las demás facultades del alma

Complejo y nada llano el tratado psicológico de la voluntad, no lo es menos en el sentido de discurso y hecho de la educación.

Lo simple o indivisible del alma implica, según repetidamente ya hemos consignado, la forzosa y perenne conjunción de las fases de su virtud y actividad, asistiendo y cooperando la inteligencia y la sensibilidad al ejercicio, a la función, a aquello en que aparece predominante la voluntad, del propio modo que ésta jamás falta donde actúan las otras dos modalidades de lo en apariencia trino y en esencia unidad verdadera.

La voluntad absoluta es mera abstracción, y por lo mismo, fuera de lo real entre los seres creados, unos moviéndose sujetos a las leyes de la gravitación, otros pasiva y ciegamente sometidos a lo instintivo de la vida orgánica, otros obrando con intencionalidad inconsciente e irracional; el hombre con propósito, razón, aspecto sensible, o sea mediante la conciencia moral, el sol del espíritu, que ilumina y calorifica.

Así, mientras aquel astro no brilla sobre el horizonte de la vida, los hechos se realizan dentro del obscuro espacio de lo inconsciente, y no puede iniciarse la educación volitiva, que arranca y camina al compás de la razón, del sentimiento, de la conciencia, si bien no ha olvidarse que las tres últimas formas de actividad anímica inician bien pronto su proceso indefinidamente progresivo y al que ha de adaptarse el de la cultura prasológica.




ArribaAbajo2 -Carácter impulsivo y directivo de todas ellas

No nos detendremos a discurrir, cual otros, acerca de lo indudable y en consecuencia, de innecesaria discusión: sobre si la labor educadora ha de ser respecto a la voluntad meramente impulsiva, sólo restrictiva o con ambas notas a la vez. Si educar equivale siempre a promover y dirigir el propio, natural, espontáneo desenvolvimiento de lo educado, ha sin remedio de revestir ambos caracteres la acción modeladora sobre la voluntad, tanto más, cuanto que quien debe ser y será responsable de sus actos, tiene que meditarlos y decidirlos libremente, predisponiéndole, al efecto, oportuna y atinadamente; y como las leyes naturales y artificiales, divinas y humanas, limitan el poder de ejecutar, señalan o imponen correctivos a los que las infringen, procede acondicionar y habitar para de buen grado sujetarse a ellas, lo que se consigue ganando a la razón y al sentir, y especialmente en el punto que nos ocupa, a virtud de la costumbre de subordinarse, obedecer, restringir y contrariar el intento, el albedrío personal.

Se recomienda grandemente esta doble elaboración en el momento histórico que nos ha cabido para existir: las leyes fundamentales de los pueblos cultos facultan, al fin, al ciudadano para el ejercicio de prerrogativas que siempre le pertenecieran, como características de nuestra superior, libre y racional naturaleza, pero que, siglos y siglos, carecieron de reconocimiento o sanción; mas la efectividad práctica de aquellas nuestras naturales prendas, obliga a cultivar con oportunidad, suficiencia y acierto las aptitudes que intervienen hasta llegar a las resoluciones, así que a guiar al educando en favor de la observancia de los preceptos que regulan el proceder, sin alterar el concierto social, sin perturbar ni lesionar a los coasociados, realizando el bien individual, común y universal, aunque, al efecto, haya a veces que contrariar, variar o anular real o aparentemente, el dictado de la libre voluntad.

Obra complicada y difícil, en cuanto hay que atender en ella a lo intelectivo y sensitivo como a lo volitivo, a las particularidades y deficiencias de edad y de individuo, a los caprichos, deseos, inclinaciones, pasiones y demás que fue citado en la sección correspondiente; merece se la consagren las más consideraciones posibles y el espacio que sin motivo serio ni provecho, se destinaría a controvertir lo en sí resuelto, cual si el tratado educativo ha de ser de expansión o de coacción.




ArribaAbajo3 -Intervención doméstica en la labor prasológica

La intervención doméstica es en el trascendental extremo que nos ocupa, importantísima, de primera eficacia, decisiva; tanto que la excesiva condescendencia de unos padres produce y desarrolla el futuro carácter voluntarioso de sus hijos; las demasías del rigor de otros, predispone para lo débil, medroso, apocado, irresoluto de la voluntad, así que el delegar funciones naturales y obligatorias hasta el grado de ignorar cómo son modeladas tiernas criaturas a quienes se dio el ser, conducir suele a no apercibirse de su viciamiento, hasta ser ya tarde para remediar el mal: aparte desdichadas excepciones, se nace con predisposición al bien y móviles o tendencias al mal, quedando a la obra educativa acrecer y afirmar la primera, quebrantando y neutralizando los últimos, de tal suerte, que por regla general, el valor moral del individuo depende principalmente de la calidad de la educación a que se le sometió; que padres solícitos, amantes y también firmes de carácter con relación a sus hijos, captanse a la par cariño y respeto que prosiguen aun al través de la distancia y logran que, ausente, la juventud cumpla sus deberes; mientras que el mal ejemplo, la torpeza, la demasiada condescendencia, el descuido o abandono de otros, son de virtualidad funesta y antitética a la de los primeros: es hecho demasiado repetido la acertada predicción del porvenir de quienes reciben cierta cultura y que cuando mayores, sufrirán antes y más que nadie la pena consiguiente a culpa ajena, mas sobre ellos y para su desdicha cometida -Los padres han, pues, de observar y cumplir satisfactoria y celosamente sus primordiales y decisivas obligaciones, como tales; emprender desde muy temprano el fomento y la dirección volitiva de los caros brotes de su corazón.




ArribaAbajo4 -Ídem del Maestro

No menos obligados están los mentores a desplegar sumo cuidado y máxima actividad cerca del educando, observándole, auxiliándole y encauzándole en su proceso prasológico, en el grado de la firmeza de su voluntad, en las deliberaciones, resoluciones y actos, en sus caprichos, pasiones e inclinaciones; distinguiendo bien lo peculiar de la edad y lo respectivo a las diferencias individuales; y de tal modo, en rítmico movimiento, en ordinaria y normal vida el educando, apercibiráse su guía pedagógico de los vacíos a llenar, de las demasías a empequeñecer, de las desviaciones a rectificar; y de esta suerte, el ayudado y dirigido irá haciéndose a resolver y proceder de por sí, cual ser racional, sensible, consciente, libre y responsable; pero no abandonado, sino suave, plácida y bienhechoramente impulsado, favorecido, conforme a uno de los dos fundamentales objetivos de toda educación.

En punto a la faz directiva, si precisa en cualquier aspecto de la modelación del hombre-niño, obligará más todavía acerca de la voluntad, que debe acostumbrarse temprano y prácticamente a lo de que nunca ha de sustraerse, a ser disciplinada.

Que el educando observe, reflexione, delibere, se aplazca o contraríe, decida y ejecute con intervención directa e inmediata de sus propios dones o aptitudes; pero que, a la vez, le encamine, indique, aconseje o preceptúe su educador, de cuyo celo, tino, bondad, dulzura, persuasión y energía, cuando proceda, dependen en la edad primera, más que de nada, el acierto, la calidad y el fruto de las operaciones volitivas; la predisposición para, cuando adultos, obrar dentro del orden y conforme al bien, sostener el derecho, al paso que rendir culto al deber, contraponerse correctamente a las demasías autoritarias, mas también a las acometidas anarquistas contra lo que constituye prenda de orden y confianza, escudo de seguridad para el ciudadano pacífico, honrado, virtuoso.

Bajo esta importantísima consideración, la Escuela, que en período de opresor y arbitrario absolutismo se adaptó tanto al régimen uniautoritario, como que en ella imperaban El que manda, manda y los demás obedecen sin óbice, y La letra con sangre entra, así que la ley reguladora, la disciplina, pluralizado su nombre, tenía en su lugar instrumento de crudo castigo; aquella Escuela, repetimos, debe ahora acondicionarse al cultivo y ejercicio de la voluntad, conforme la demandan el bien del individuo y de sus semejantes, y el del Estado, las leyes divina y humana.

A fin de que resalte lo que incumbe al Maestro sobre tan vital asunto, formularemos ciertas condiciones.




ArribaAbajo5 -Disciplina, autoridad, subordinación y obediencia

Disciplina significa regla, orden y motivo para obrar dentro de un organismo racional -Etimológicamente viene de discere o aprender, así que este último vocablo de apprendere, contracción de apprehendere, y cuyo significado es coger o asir -Hubierase respetado el recto sentido que a las dicciones asigna la sabia etimología, y no se habría falseado el genuino concepto de disciplina por exceso, ni por defecto, ni para mandar en crudo y sin traba, ni como anatema contra ella o intento de destruirla -Liga, sujeta, prende, pero no oprime, ni lastima, ni veja, ni humilla; lejos de disminuir o anular la fuerza, la potencia de los disciplinados, la garantiza, agranda y consolida; determina el proceder y la marcha de cada cual; prevé y señala el correctivo al desorden, al conflicto, al choque, al atropello -Y no sólo entrelaza racional y beneficiosamente a quienes se refiere, sino que ellos deben conocerla, prenderla con el entendimiento: los de lo alto, para conseguir su observancia; los de abajo, para cumplirla; todos y cada cual concediéndola lo que les es de obligación.

De la disciplina surgen en obligada manera un principio y una personificación de la autoridad o potestad de mandar y derecho a ser obedecido, así que carácter o investidura personal con el que se preceptúa legítimamente y con derecho a la efectividad del mandamiento -La disciplina sin la autoridad sería abstracción, como tal no encarnada en lo real; la última no humilla, sino que levanta y asegura; no implica abdicación de la voluntad del inferior, sino superior garantía al objeto de que ninguno encuentre obstáculo en el ejercicio de la verdadera libertad moral, en la práctica del bien: la autoridad, por otra parte, no se exenta de la ley, de la disciplina, que también la marca, lo que, cumplido fielmente, hará llegar a los subordinados edificante ejemplaridad.

Recíproco de la autoridad es la subordinación (de sub o debajo y ordinare u ordenar), que pone bajo orden, que sujeta a mandato, a dominio de otra persona o entidad colectiva, significando, en consecuencia, que cada cual ha de conformarse con el lugar ordinal que le corresponda, obrando conforme a la relación y obligación que ello presupone.

La obediencia, inmediato o irremisible corolario de la subordinación, consiste en someterse al precepto del superior, de quien personifica la autoridad, del encargado de que sea observada la ley disciplinaria -Obediencia equivale a ob y audire, en el supuesto de seguir y oír a otro para no separarse de sus mandamientos, expresión fiel de las reglas disciplinarias en el sentido de caminar y proceder con regularidad dentro de la línea establecida, sin contraposiciones, encuentros ni lesión de persona o interés.

La obediencia verdadera, positiva, real corresponde al espíritu, es interior resolución de la voluntad: la obediencia llamada exterior no pasa de mero acto corporal o signo expresivo de lo que no existe en el fondo; engaño, mentira, falsificación de la propia y genuina conformidad volitiva: en ella figuran desacorde la razón, repulsivo el sentimiento, rebelde la voluntad, la totalidad anímica divorciada del mandato, hostil al preceptuador, en actitud de anular el primero y desafecta al último, opresa y pugnando por librarse de lo que malquiere: quietud superficial bajo la que acrece y avanza la lava de las insubordinaciones.

De la recta aplicación y buena interpretación de las palabras remarcadas dependen la adhesión a las mismas, la práctica de lo que sintetizan y, en consecuencia, el reposo, la seguridad, la bienandanza de las colectividades a que se refieren: la Escuela y el Maestro son de acción decisiva para que en la primavera de la vida el hombre se adiestre en lo que sobre el particular le ha de incumbir en el transcurso de su existencia terrena.




ArribaAbajo6 -Su tratado y acción en la Escuela

Notese que schol -etimología griega de Escuela- quiere decir tiempo, lugar o institución de recreo, de esparcimiento, en que, aplacida el alma, quiere caminar más y más hacia la verdad y el bien; y se deducirá que aquella Escuela no se circunscribe al salón de la misma, sino que se extiende a cualquier sitio adyacente o más o menos distanciado en que se verifica la cultura humana de manera grata y adecuada, si han de darse los apetecibles efectos.

La Escuela como lugar educativo ha de adunar las propiedades que para el caso se requieren: relativamente pequeña, sin suficiente masa de aire, mal acondicionado éste, luz escasa, excesiva o de viciosa dirección, temple molesto, por lo demasiado bajo o subido..., incapacitan la inteligencia, atormentan la sensibilidad, entorpecen, retraen y falsean el querer.

La Escuela como institución y centro de coordenada y simultánea actividad, es todo un organismo social, con superiores, inferiores, iguales, reglas, mandato y cumplimiento.

Existe y resalta en ella la disciplina suave, simpática, discreta, encaminada a la salud del cuerpo y del alma, a la cultura del uno y de la otra.

Descuella como primera figura, el Maestro, que manda lo encaminado al bienestar individual y común, al mutuo respeto, aprecio, estímulo y ayuda, al éxito de los quehaceres educadores e instructivos.

Subsiguenle los vigilantes o instructores, autoridades secundarias, acreedoras al aprecio de, aquellos a quienes custodian, guían, auxilian; protegen, al débil contra el fuerte, al pequeñuelo contra el mayor, al tímido contra el provocador; y en el estudio, deshacen las dificultades, aclaran las dudas, cooperan grandemente en el aprendizaje de los demás.

Por debajo, la masa común de escolares, subordinada, obediente, en cuanto así se dirige y llega al bien, que su razón reconoce, ama su sentir y quiere de veras su voluntad.

La autoridad del Maestro no es áspera, ni sañuda, ni caprichosa, ni parcial, ni cruel, sino afable, paternal, consecuente, justa, comedida y apenada en los correctivos, que, sin embargo, aplica con entereza y resolución, persiguiendo lo beneficioso al desordenado, al de espíritu enfermo cuya cura se persigue.

Corta las alas al capricho, porque no conduce a dichoso término incierto e inmotivado vuelo; combate las pasioncillas infantiles, en evitación de que tomen cuerpo, destruyan la firmeza de voluntad, se alberguen y obren tiránicas dentro del ser destinado a racional y moral libertad; impulsa y obliga al estudio atento, persistente y concentrado, porque desea ver a sus alumnos en posesión de la posible verdad.

Procediendo de este modo, crea y robustece el hábito de subordinación, es obedecido interiormente, de veras, con la voluntad; merece y disfruta ascendiente, confianza, cariño y respeto; simboliza la recta, simpática y bienhechora autoridad, merced a la que se ostenta la bella práctica de la disciplina y por bajo de quien se mueve, funciona el tierno conjunto escolar, en ejercicio de subordinación y obediencia.




ArribaAbajo7 -Proceder del educador en el punto de que se trata

No trazamos un cuadro a copiar en toda Escuela con cabal fidelidad: describimos el ideal a que cada maestro debe aproximarse hasta lo sumo, y se verá reproducido en satisfactorias dimensiones, sin que lo obscurezcan gruesos lunares, si se traza y huella la ruta que en bases fundamentales venimos señalando. Daránse lo voluntarioso, lo terco, la flojedad en el trabajo, el egoísmo, la envidia...; pero tales discordancias y decepciones individuales flotarán en seno de orden, de regularidad y de bien; los de proceder, sentir y querer satisfactorios, darán rectificadores ejemplos a quienes obren en contrario, y en definitiva, la mayoría se exhibirá disciplinada, que es a cuanto ha de aspirarse en sociedad no angélica, sí humana, y, por tanto, salpicada de mal.

Mucho se reducirán, no obstante, los dominios del último, si el Maestro aparece idóneo, celoso y atinado en el desempeño de su ministerio; si no se entrega a la llana y cómoda rutina, que no fatiga ni desvela, pero que suscita y desenvuelve maleza donde habría de descollar lozana, rica y hermosa fructificación.

Adaptese al nivel del educando en cada momento del proceso educativo; que si cuando apenas el niño se anda solo ya deja percibir algo consciente en sus voliciones y actos, algo que atienden, utilizan y rectifican las madres solícitas e ilustradas; que si en el colegio de párvulos se verifican entre juegos e inmaculadas alegrías, el desarrollo y la dirección formal y progresiva de la voluntad, como de las demás aptitudes; en la escuela elemental cabrá no ya la iniciación, sino la prosecución de tan íntegra, armónica y beneficiosa marcha.

No se deje al niño abandonado a sí mismo frente a ininteligible libro; no le falten la aclaración, las facilitaciones, el auxilio de idónea y asidua enseñanza profesional; logrese que se aperciba de los resultados de su atender, razonar, conocer y retener, avivense así su interés y su deleite; procurese hasta lo sumo exentarle del cansancio, del hastío, de la repugnancia que inspira lo incomprendido y acrecientan el exceso de quietud, la demasiada permanencia en un mismo quehacer o posición corporal, el destemple y malas condiciones de la masa aérea a respirar; cambiese a tiempo de ejercicio o de medio ambiente; hasta suspendanse, si precisa, las tareas escolares; busquese el recreo y con él la traída de la voluntad hacia aquello de que motivadamente se había retirado.

Vaya el discípulo paso a paso en sus aprendizajes de escritura, lectura, lenguaje...; que su razón dicte los movimientos al dibujar sobre el papel, pizarra u otra superficie y perciba los perfeccionamientos y adelantos; que desde lo preliminar, se le coloque en condiciones de apoderarse, y se apodere, del sentido, de la intención, del íntegro significado de cuanto lea; que en todas sus tareas instructivas la inteligencia se apropie de los conocimientos, la sensibilidad se aplazca por la asimilación mental, y la voluntad se empeñará más y más en que se gane terreno por los espacios del saber.

Pero dejar al niño abandonado a su embrionaria iniciativa, desentenderse de si garabatea sin atención ni interés, sin cuidarse de imitar ni aun de mirar la muestra, y luego ordenarle en crudo que no escriba tan mal; acostumbrarle desde el principio a que aprenda de memoria el contenido de carteles y cartillas, y después reclamarle entonación propia o explicación acertada de lo que lea; enseñarle a papagayear mecánica urdimbre de reglillas gramaticales, y a virtud o vicio de ellas, que no cometa barbarismos de dicción o construcción; exigirle que quiera la prosecución de tan burdos y antieducativos procedimientos, es cosa tan absurda, violenta o imposible de cumplir, como el que con dócil y propicia voluntad, repase hasta echarselas al coleto y al pie de la letra, lecciones cuya materia no penetra la razón, ni pasa al entendimiento, ni deleita al sentir, ni suscita más que violencia en el poder volitivo.

En contraposición a estas torpes y baldías prácticas pseudo-educadoras, recuerdese y sea aprovechado cuanto las excursiones, la intuición, los ejercicios sobre cosas alimentan el entendimiento, avivan y sostienen el interés, y por lo mismo, son excelentes medios de cultura prasológica: donde no actúa y conoce la razón, donde no se aplace e impulsa el sentir, no se conquista ni desenvuelve la voluntad.

Aparte lo excepcional y raro de las desobediencias o rebeldías que se ofrezcan de frente y que han de ser deshechas en directa y enérgica manera, el Maestro debe proceder en la disciplina de la voluntad infantil, con rodeos, buscando en lo posible el efecto por reflexión, consecuencia o resultado; permitiendo que el educando delibere y resuelva, para que el fracaso en la labor instructiva y en el ejercicio práctico o los resultados inmediatos de las pasiones y malas tendencias, el estéril sufrir del envidioso, el vacío que se crea el egoísta, la chanzoneta y la burla que se logra con vanidosos pujos, los golpes en vago de la ira..., decidan a la voluntad a desplegar su fuerza contra lo que alberga y alimenta gérmenes de desventura individual y común.

Por lo eficaz que es en la educación, enseñanza e instrucción escolares, así que en la buena predisposición para la ulterior vida social, respetar la iniciativa individual y que el educando delibere y decida de por sí, ha de dejarsele, sin que desaparezca la acción directriz, en cierta libertad de movimiento y marcha hasta la resolución.

Señalesele el quehacer, la operación; no se le pierda de vista; allanensele las asperezas, deshaganse sus perplejidades; pero que él se empeñe en el buen resultado, y aunque se achaque mayor mérito que el que en verdad le corresponde, dejesele este exceso de apropiación, si conducir puede a querer decidido acometer y realizar empresas más laboriosas e intrincadas.

Rectifiquesele con dulzura, prefierase la persuasión al escueto e imperativo mandato, y en modo ni tiempo alguno aparezca excluida su razón y como suplantada su voluntad; que esto sería la antítesis del cometido de quien ha de predisponer para la libertad, no para la servidumbre; para la mediación y no la ausencia racional; para la luz y el calor de la conciencia, no para el proceder inconsciente y glacial; para la fuerza y no anulación del natural poder resolutivo.

Trazado el derrotero, marcada la pauta, cuanto añadiésemos sobre cultura volitiva, sería casos concretos, lujo de detalle, particularidades y recursos que han de reservarse y reservamos a la pericia y al celo de quien se consagra a la práctica de la educación.






ArribaAbajoCapítulo XVII

Educación religiosa y moral.



ArribaAbajo1 -Consideraciones previas sobre la educación religiosa

Son absolutamente imposibles la educación, la enseñanza y la instrucción sin que con pensamiento, amor y querer, el alma se ponga en su Creador.

Observe el niño los astros que se mueven sobre su cabeza, los seres que viven en la superficie o en el fondo de la Tierra, los minutísimos como los de grandes dimensiones, hagamos se fije algo en el complicado y admirable organismo de nuestro cuerpo: doquiera que pose su atención, resaltarán la Sabiduría infinita y la Bondad suma, impulsando hacia Dios a la razón, al sentimiento y a la voluntad, como las corrientes fluviales son impelidas al mar.

Para educar escolarmente al niño dejando por completo al hogar lo referente al Ser Supremo, habría que decirlo sin cesar: Bien veo que en todo punto, en todo momento y ante todo objeto, lo que observas, estudias y conoces, dirige los poderes de tu espíritu hacia la ilimitada residencia, posesión y punto de partida de la verdad, de la bondad y el bien; pero alto, que nos hallamos frente a lo que nos está vedado, y mientras intervenga el Maestro y se opere en la Escuela, en tanto no funcione la familia, a quien compete la materia, para la razón, cierra la salida al sentir, reprime la voluntad.

¡Absurdo de los absurdos, aberración de las aberraciones! ¡Como si en la familia no se adquiriesen los conocimientos de dominio común y aplicación universal, no se iniciase y obtuviese lo fundamental del habla, no tuvieran punto de partida y primordial basamento enseñanzas y elaboraciones educativas que por el Maestro se prosiguen, rectifican, perfeccionan y agrandan en la Escuela!

Lo limitado de nuestra penetración, el holocausto debido a Quien nos creó y conserva, de parte del cuerpo como del alma, precisan lo concreto, determinado, tangible, templo, ministro, culto y demás correlativo al dogma; lo que, aparte de su esencial necesidad, salva las dificultades de la mera abstracción o universalidad, en punto a aleccionarse sobre el primero de nuestros intereses; impide que la idea, el sentimiento y la volición, sólo en las regiones del puro espiritualismo, se borren y amortezcan, o degeneren en indiferencia y olvido.

Por fortuna, la unidad de creencias permite que tan principalísima materia pueda ser, educativa y didácticamente, tratada en nuestras escuelas, sin conflictos ni protestas, que no han de formularse o carecerían de fuerza, como de parte de unos pocos, poquísimos disidentes o heterodoxos, unos de extraña tierra y acaso sin connaturalizarse en la nuestra, otros de herética, pero aparente y asalariada exterioridad, y algunos cabezas ligeras, en arrepentimiento no bien sientan los cascos o, atritos o contritos, pidiendo confesión y absolución en cuanto les apura algo la desgracia o la enfermedad -Esta exigua y eventual o especial minoría sí que debe reservar la cultura de sus hijos a la familia; que en la Escuela pública no se releva de su obra a ningún concurrente y la Constitución española, con buen acuerdo, declara Religión del Estado a la que lo es del casi total de nuestros conciudadanos, y, en consecuencia, la materia religiosa es primordial y obligatoria en el programa oficial de nuestra educación fundamental.

Esto así, quien regente aquella Escuela pública ha forzosa y lógicamente de tener acreditada la aptitud al efecto precisa, su acondicionamiento para edificar religiosamente, sin prescindir del ejemplo, inexcusable, por lo decisivo, tratándose de educar.

No nos explicamos que estando, y con razón, tan recomendada y aun exigida la ejemplaridad, como de altísima eficacia para edificar sobre el alma del educando, se prescinda de exigirla en el concepto religioso, que más que otro alguno pide la práctica en armonía con el aleccionamiento; conformidad precisa entre lo que se enseña y lo que se piensa, se ama y se quiere.

Podrá realizarse, bajo la mediación de un heterodoxo, un aprendizaje que lleve a la memoria infantil ininteligible e indigesto fárrago; pero no cultura que hable al alma y al corazón, que ilumine y acalore la conciencia.

No concebimos a muchos que traicionen a la suya por el ínfimo estipendio de un Maestro; pero quienes constituyesen triste y funesta excepción en el particular, aunque se propusieran sacrificar la creencia personal al deber oficial, no lo conseguirían, porque ha de resultar glacial e infecundo llevar al espíritu ajeno lo que rechaza el propio; porque un gesto, una sonrisa, una reticencia dan al traste con la obra del descreimiento; porque no es dado encariñar con prácticas de que se abstiene el que explica y recomienda.

Que pueda no comulgar en el catolicismo quien aparezca al frente de una escuela pública española, nos parece tan absurdo como el capacitar para un ministerio oficial a quien carece de las condiciones esenciales en su desempeño -Si aquella escuela es católica, cual todos, absolutamente todos los moradores de comarcas enteras, de la inmensa mayoría de las localidades, sin más que rara excepción en alguno que otro de nuestros más populosos centros; católico debe ser el Maestro, para conformidad con la Ley, confianza y asentimiento de las familias, facilidad de trabajo y sanidad del fruto en el cultivo a que nos referimos.




ArribaAbajo2 -Cuidado especial que ha de tenerse en ella

Al realizarlo, ha de irse con parquedad de palabra y circunspección suma, en el propósito de evitar dislates, involuntarias herejías; han en esta materia de hermanarse íntimamente la educación y la enseñanza; ha de servir de pauta el autorizado Catecismo de la Doctrina cristina. Fijando en él la inteligencia del discípulo, iniciándole en sus fundamentales verdades, en la bondad y belleza que encarnan, el alma conocerá, amará y querrá el bien que el Hacedor la señalara como ideal, deleite y aspiración en el cumplimiento de nuestro destino.




ArribaAbajo3 -Cómo la misma favorece a la general del alma

El dogma ofrece modelos educativos a que, como de origen divino, ningún otro puede igualar en eficacia, perfección y bondad, y que, en la medida con que a ellos quede acondicionada la cultura del educando, resultará su dicha y lo que contribuya a la de los con el último relacionados.

Bastantes los senos de la ciencia que en vano el hombre quiere dominar con su limitada vista intelectual, siempre le presentarán indescifrables enigmas y hemos lo más pronto posible de reconocer nuestra poquedad y que es valioso don la sobrenatural luz que rompe las tenebrosidades en el camino de nuestro destino.

Nada da sello más autorizado, nada más a propósito para trazar en la infancia recto curso al sentimiento que la hermosa y sublime doctrina que nos dice: Amaos los unos a los otros; Trataos como hermanos; No se quiera para nadie lo que cada cual no quiera para sí; Antes de presentar a Dios vuestra entrañable ofrenda, reconciliaos con el prójimo de quien os aparte mala pasión.

Cómo puede reglarse el deseo y el obrar educando en ajuste con lo comprendido en aquella doctrina, lo patentizarán ligeras consideraciones que vamos a formular, relativas a algunas peticiones del Padre nuestro y preceptos del Decálogo.

Si el Maestro evita que sus discípulos contraigan el demasiado común hábito de recitar tan hermosa e inmejorable plegaria, sin fijarse en su significado, acaso desconociéndole y pronunciando tropellonamente, en manera que sería irrespetuosa aun dirigiéndose a un hombre; si, por el contrario, va desde el principio en su elaboración acostumbrando a orar con la clara, sentida, plena intuición de la conciencia, obligada en quien eleva sus preces a Dios, percibirá el educando cómo al decir Santificado sea el tu nombre expresa el deseo de que todos los hombres, y él el primero, rindan al Altísimo el más preciado de los dones, obras parecidas a las que ganaron su inmarcesible lauro a los bien aventurados; en Venga a nos el tu reino, que ya en esta vida, no apartándose del camino del bien, se inicie el disfrute de la suprema felicidad, sólo sentida por las almas en gracia; en Hágase tu voluntad así en la Tierra como en el Cielo, que semejen a los seres impecables, a virtud del buen uso de su libertad moral, aquellos que empleándola desdichadamente, pueden incurrir e incurren en el mal; en El pan nuestro de cada día dánosle hoy, que la Bondad infinita acuda a nuestras verdaderas necesidades, a que sólo con nuestros recursos no podemos subvenir; en Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores, que la Misericordia divina recaiga sobre nuestras culpas, siempre que nosotros otorguemos generoso perdón al prójimo que nos ofenda; en No nos dejes caer en la tentación, que, existente el peligro, con el que se dan la prueba, la lucha, el triunfo y el merecimiento, no nos falte sobrenatural ayuda en evitación de la desastrosa caída.

Respecto al Decálogo, tan debe ser el molde en que se vacíe la bienhechora, sabia, verdadera educación, el ideal del educador, como que en razón directa a según se acondicionen la razón, el sentimiento y la voluntad de la niñez educanda para la Ley del Sinaí disminuirán las envidias, los enconos, las venganzas, las difamaciones..., el recíproco maltratarse los unos a los otros, acreciéndose y generalizándose la dicha, la virtud, el bien -Para Amar a Dios sobre todas las cosas, hay que amar al prójimo como a sí mismo; hay que posponer los intereses terrenales a aquel sentimiento de los sentimientos; hay que fijarse en que se ama al divino Ser en la medida conque se cumplen sus preceptos -Para Santificar las fiestas, consagrarlas al descanso, a actos de piedad, a obras santas, de distinta o contrapuesta calidad a las que ejecutarse suelen -Para guardar el cuarto mandamiento, aparecer en su puesto, conservar su carácter, desempeñar su orgánica y jerárquica función el superior y el inferior, con lo que cesarían las durezas, las demasías, los desafueros de arriba, así que la desafección, la desobediencia y la rebeldía de abajo; con lo que se desvanecerían los tenebrosos planes y criminosos hechos de quienes pretenden verificar con sangriento rasero la nivelación social -Para No matar, hay que abstenerse de toda acción lesiva al prójimo, de todo mal deseo que pudiera evolucionarse hasta la ejecución, de toda palabra que pudiese llevar a la contienda, así que de la amenaza, de la injuria y del escándalo, que por funesta ejemplaridad ocasionar suele mortal caída del alma de los escandalizados -Para No hurtar, respetar, tratar bien y no perjudicar lo ajeno; ser fiel en el precio, en el peso, en la medida de lo que se despache; recatarse de la trampa, del cohecho, del amaño, de la estafa, de la defraudación, de cuanto se incluye en la múltiple variedad de formas y maneras más o menos veladas e impunes de hacerse con lo que no es suyo -Para, en fin, Obrar como Dios manda, precisa realizar el bien, cumplir nuestro destino, observar los preceptos del Decálogo.

Y si éste subsiste irreprochable e irreprochado al través de millares de años, ¿se negará su infalible y divina procedencia, ha de constituir abstracción en escuela neutra, como parte dogmática de religión positiva? -No y mil veces no.

Debe acondicionarse el corazón del educando, no para una piedad de determinada hora y de la que sean contraste los esparcimientos, las maneras, los hechos en el resto del día; no para una piedad de mascarilla, seca, falsificada, estéril, llamativa y de relieve, al objeto de que la note el mundo; sí para la que ofrece en íntimo consorcio el pensamiento, el sentir y el querer; la única grata a los ojos de Dios y de beneficio personal y social -Debe prepararse asimismo para la meritoria asistencia y verdadera participación acerca de los actos religiosos; del propio modo que para acercarse al tribunal de la penitencia y recibir la sagrada Eucaristía.

En tan importantes y trascendentales extremos, ha de imponer, preparar y dar ejemplo el Maestro, en la Escuela como al cumplir él sus deberes religiosos, bien solo, ya -lo que conviene y procede haga con frecuencia- asociándose alguno o varios de sus educandos.

Cosa extraña, injustificada y lamentable es que patrocinen la exención de tal práctica y edificante deber, en lo que influye más que nada la ejemplaridad, los mismos que acerca de otros conocimientos e imposiciones, siempre de valor secundario, comparados con lo a que nos referimos; ensalzan la virtualidad de recorrer distintos centros de actividad humana, encomian las visitas a museos, fábricas y talleres, y pasan por alto las a la casa del Señor.

Ha bastantes años que figuramos en Juntas provinciales de Instrucción pública; conocemos bien los desagradables incidentes que surgen en el particular, así que lo que de ordinario los origina: falta de avenencia entre el Párroco y el Maestro, cuya pena recae sobre los inocentes educandos, en cuanto salen perdiendo en la modelación religiosa; el demasiado exigir del primero, cuando pretendiera que el segundo, sin excusa ni dispensa, acompañase a sus discípulos todos los días festivos a la misa conventual y por la tarde al rosario, no dejándole ni una festividad para consagrarla a particulares atenciones; deficiencia de fe o de piedad en el mentor, o sobra de apego a los esparcimientos de sol a sol, cuando la escuela está en clausura: he aquí lo que produce las disconformidades y las quejas sobre lo que habría de aparecer en discreto, amigable y constante acuerdo -Que no sea de inexcusable precepto y sí de consejo el concurrir con algunos o todos los discípulos a los actos religiosos; que el Maestro haya por mandamiento legal de comulgar en el catolicismo; que obre conforme a su educativo, apostólico ministerio, y el punto de referencia veráse cumplido sin repugnancias, deficiencias, antagonismos ni conflictos.




ArribaAbajo4 -Educación moral

El tratado educativo que llevamos hecho sobre la inteligencia, la sensibilidad y la voluntad, así que acerca de la doctrina religiosa, de los agentes personales como de la manifestación y principios sobrenaturales que intervienen en el proceso para nuestros actos, simplifica y reduce en gran manera la materia que nos resta en punto a educación moral; la circunscribe a las resoluciones, al obrar, con las correlativas imputabilidad y responsabilidad.




ArribaAbajo5 -Doble valor etimológico de la palabra moral y cómo uno y otro concepto informan la cultura de que se trata

La palabra moral tiene como primitivo origen a m (medir), significando, por tanto, medida, principio o regla a que han de ajustarse las acciones; línea que hemos de seguir en nuestra conducta, en cuyo sentido ha de procurarse y obtenerse que el educando, desde lo más temprano posible y sobre aquello que esté al alcance de sus aptitudes, reflexione, razone, sienta, forme conciencia respecto a lo que haya de ejecutar.

Antes de iniciar su modelación escolar, de pequeñito, en el hogar doméstico, ha de hacersele fijarse en lo que efectúe, ensanchándose luego indefinida, gradual y progresivamente ante el Maestro tan racional procedimiento. Sencillos, llanos, de la vida común, son numerosos los hechos infantiles, susceptibles de deliberación, a priori y a posteriori, recomendándose mucho el que los tiernos actores discurran y fallen acerca de lo verificado por cada uno o por otro de sus compañeros; y agregando fábulas, historietas, cuentos morales, narraciones de palabra sobre lo acaecido o que, en cuanto verosímil, puede suceder, se tendrá rico acopio de material en el que ocupar a la niñez educanda, al objeto de que juzgue, decida y justiprecie en punto a la calidad, mérito y consecuencias de los hechos humanos.

Grandemente beneficiosa es esta armónica e integral gimnasia de lo más noble y superior de nuestra alma, que presenta en ejercicio, desarrollo y perfeccionamiento a inteligencia, sensibilidad y voluntad; y así, las personas de cultura sana y suficiente, con su fácil y certera valoración de los hechos, con la estima de sí mismas y del buen concepto, son más correctas en el obrar, claudican menos, refrenan sus apetitos y concupiscencias, se contienen muchas veces, no sólo obedeciendo a la propia conciencia, sino deteniéndose ante el qué dirán.

Pero el gran núcleo social, las masas o inferiores capas, el vulgo de las gentes, carece de la suficiencia necesaria para medir exacta y claramente; hasta los más ilustrados vense a veces en carencia de tiempo o circunstancias precisas para deliberar con cierto detenimiento; encuentranse sin la suficiente fuerza de voluntad para sostener y repetir luchas entre el incentivo y el deber, la conveniencia y la obligación; de todo lo que resulta como fenómeno ordinario el decidirse y ejecutar punto menos que instantáneamente, sin apenas detenerse a razonar, obedeciendo a impulso albergado con carácter de permanencia y que puede ser la inclinación, la pasión individual, agente perenne del mal, si oportuna labor educativa no estableció sitio y dio segura residencia a móvil conducente al bien.

Estas irrefutables consideraciones dictan otra nota característica a la educación que nos ocupa, y que se deduce del significado de la matriz inmediata de la palabra moral (del latín mos o costumbre) -Cuando viene repitiendose tiempo tras tiempo y con uniformidad, una serie de actos, el ejecutor de los mismos se constituye en actitud de proseguirlos, siempre que se presente ocasión, sin violencia, sin lucha, sin gasto de fuerzas, con poca o ninguna intervención de los agentes deliberativos y con fundada confianza de que se procederá así.

Hay más: sin tal adaptación práctica para el obrar, no cabe prever cómo se conducirá en concreto momento o caso, el individuo o colectividad, ni valorarlos moralmente o asignarles nota calificadora de su ordinario comportamiento, en cuanto ella no se informa en el hecho aislado y fugaz, sí en la conducta, en la formada y reconocida costumbre del sujeto y del pueblo.

Vease por qué la educación personal y social ha de perseguir virtudes o hábitos de obrar bien y evitar vicios o hábitos de obrar mal -Véase por qué la Moral se define como tratado o discurso sobre las costumbres y basado en las leyes del deber -Y, en fin, véase por qué todos los llamados a educar han de esforzarse en que, a virtud de uniforme y duradera repetición de buenos hechos, el educando se acostumbre a ejecutarlos así en lo sucesivo; quede dotado de disposición y garantía para seguir de por vida la línea de conducta en que se le pusiera y asignara mientras la niñez.




ArribaAbajo6 -Qué incumbe a la familia acerca de aquella

Al decir todos los llamados a servicio en la tarea educativa, claro está que comprendemos en primer término a los padres, a los directores domésticos de la infancia, los cuales no bien la observen en actividad inicial y rudimentaria de los poderes anímicos, han de poner también en la rítmica iniciación del intervenir racional, senciente y volitivo para llegar a resolver y ejecutar; han de empeñarse hasta lo sumo en que resulten vigorosos buenos hábitos; han de obrar y hacer obrar en manera encaminada al efecto; han de repetir y remarcar ante los pequeñuelos prácticas edificadoras; han de recatarse de ellos para la realización o tratado de lo que pueda empañar su candor o serles de nociva eficacia; han de conducirse como custodios de la inocencia o inspiradores del bien, respecto a los naturales objetos de su entrañable cariño; no desempeñar el satánico cometido de predisponer para el mal.




ArribaAbajo7 -Ídem al maestro

En orden al Maestro, cuya acción para el desarrollo y guía del elemento deliberativo del educando, ya queda indicada, marchará y arribará a la formación de sanas costumbres, haciendo repetir lo más posible actos conducentes a que se contraigan, creando una como regeneradora atmósfera moral, a cuya respiración se habitúen los escolares, extrañándoles, molestándoles y violentándoles después moverse dentro de ambiente distinto del para que se les adaptó.

En la medida y aun en superior grado al en que la niñez usa de las energías del espíritu, es propensa a imitar lo hecho a su vista, a seguir el ejemplo que se le presenta, lo que ha de aprovechar el Maestro, él como primero y constante modelo en el correcto obrar, secundándole los funcionarios jerárquicos, auxiliares o vigilantes, profesionales o infantiles; exhibiéndose la masa escolar en dócil, grata y general copia de tan preciosos modelos: logrese la moralizadora actividad por el amor, el ascendiente, el consejo, el convencimiento y la persuasión, o bien recurriendo a la entereza y energía, contra las notas discordantes, contra las excepciones en el particular.




ArribaAbajo8 -Premios

Computables las acciones, en cuanto consciente y libre quien las ejecuta, imputables al que puede y debe meditarlas y decidirlas conforme al bien, con mérito o demérito personal por las mismas, según lo expuesto en otra parte y que huelga reexplanar; justificanse los premios y castigos, conforme también ya asentamos, y tienen su propio tratado en este capítulo.

Su prístino objeto, afirmar y reafirmar al premiado en su comportamiento, impulsando hacia la imitación a quienes se aperciban de la recompensa -Sus notas fundamentales, no galardonar el talento ni otras extraordinarias aptitudes que el individuo deba al Creador, sí el buen empleo que de ellas se haga, el empeño, el esfuerzo, la dificultad y el éxito al aplicarlas, por lo que el lauro habrá de recaer en no pocas ocasiones sobre el no muy despejado, el débil de cuerpo o de alma, pero fuerte y decidido en laboriosidad, resultado y comportamiento: no corresponde aquel galardón a las más favorables condiciones para decidir; sí a la mayor bondad del ejecutar -Ítem más, otorgar y distribuir los signos del mérito con estricta justicia; que faltando ésta, sufren el objetivo de la concesión y el concepto del otorgador; sintetizar testimonios del bien proceder con objetos de naturaleza, relieve o exhibición que no despierten la vanidad, el orgullo u otras pasiones del alma cuya inexistencia o cura ha de significar el premio.

Para que éste luzca en el alma y arda en el corazón, precisa que sea en verdad educativo, que se relacione con su causal razón, que consista en lugares preferentes de la escuela o de las secciones, en honoríficos encargos de confianza o superioridad, en las muestras especiales del cariño y de la predilección profesional para el acompañamiento al templo, a la visita del museo, a la fábrica, al centro de instructivo examen, para el paseo recreativo, etc., etc.

Si queda desvirtuado todo aquello de que se abusa y, por tanto, el premio es más eficaz escatimándole, la profusión con que se le concede, el a granel con que suele distribuirselo con motivo de los exámenes ordinarios, bastaría para achicarle mucho su estima y valía; pero con frecuencia se las aminora aún a vicio de las gracias por razón de familias y otras consideraciones ajenas y aun opuestas al caso -El Maestro debe evitar, en cuanto sea dable, tan funesto falseamiento; y, de no lograrlo, que de su muy distinta manera de proceder en el transcurso del año escolar resulte destruido el mal efecto, en manera práctica, pero inalusiva, para no herir suspicacias ni motivar desvíos o antagonismos en las entidades que actuaran como examinadoras.




ArribaAbajo9 -Castigos

El castigo exige meditación, fundamento, serenidad, disgusto, violencia, aversión, no ligereza, genialidad, dureza, saña y afición de parte del educador.

Escuela en que se menudea y acentúa el castigo, ofrece triste y fatal espectáculo, la antítesis de lo que habría de resaltar con caracteres de consolidación y uniformidad -Más bien que plácido y tranquilo templo de educación, exhibe el viviente y repulsivo trasunto de un lugar de penados; su director, desprendido de su carácter afable, prestigioso, respetado, querido, paternal, tomó el aspecto áspero y ceñudo del cabo de vara; los subordinados se someten de por fuerza; hacen a regañadientes; pero en rebelión su alma, se acecha el momento de la insubordinación; la disciplina figura como ligera y falsa mascarilla; el desorden latente se exterioriza con frecuencia, no bien surge la posibilidad: sea lo que quiera lo aparente, la realidad encarna el viceversa de la educación.

Aunque las consideraciones precedentes bastan para que el Maestro, compenetrado de la naturaleza y del ideal de su ministerio, sea parco hasta lo sumo respecto a ciertos castigos, existen otras de primera fuerza y que no hemos de omitir.

Si la peculiar ligereza, la propia y frecuente distracción de la niñez y otras concausas anotadas al ocuparnos el tratado psicológico de la voluntad, tuercen a ésta, dificultan o imposibilitan la deliberación, conducen a obrar sin malignidad, sin dañada, definida y pecaminosa intención; si el discernimiento es deficiente y aun nulo sobre numerosos actos; si todo ello es tenido en cuenta en el Código penal, ¿cómo en la suave disciplina de la Escuela se hará abstracción de tales motivos atenuantes o eximentes?

Si el período infantil es quizá el único de la vida en que ésta se esparce alegre y placentera por risueños y límpidos horizontes, ¿cómo no procurar la observancia del deber sin que el golpe impresione dolorosamente, arranque agudos ayes y bañe los ojos en llanto?

Si el no estarse quieto, el brusco e irregular movimiento, el empujar y molestar al compañero de al lado, puede responder al exceso de obligado y antihigiénico reposo, a la imperiosa y natural necesidad de cambio de actitud; si el no contestar con acierto cabe se deba a lo ininteligible del libro o de la explicación, así que el apartar del uno la vista y de la otra la mente, a la deficiencia de claridad, de deleite y de interés, o a que pesada y enervadora atmósfera afloja y entorpece las energías espirituales, ¿cómo no reflexionar si el castigo sería pena inmerecida sobre otra impuesta por lo desfavorable de las circunstancias?

Donde, cual en España, la dotación del Magisterio público queda en muchas localidades muy por bajo del haber de un porquero y se satisface pésimamente; donde aún funcionan no pocos incompletos, a ciegas en materia pedagógica, concibese que el niño se aprenda de memoria las lecciones sin llegar a comprenderlas, no debiendo sorprender que luego se dé escena sucedida o así; mandase a un niño que escriba en la pizarra 3045 y lo hace mal, oyendo incontinenti a quien, ceño endurecido y voz destemplada, le dice que ha puesto un disparate y que a escape rectifique; el miedo anubla el espíritu del ejercitante y le incapacita para discurrir, por lo que cae en nuevo error; a continuación Es usted un adoquín, y sobre la cabeza del ofuscado, golpes de nudillos que recuerdan los dados sobre los graníticos prismas con que se pavimentan las calles.

Aunque no de tan fuerte colorido y repulsivo aspecto, danse bastantes casos en que la enseñanza profesional no allanó, aclaró y auxilió lo suficiente la instrucción infantil, quedando ésta falta de solidez y claridad y, por tanto, inepta para soportar interrogatorio sobre lo estudiado. Si entonces son desacertadas las respuestas, por culpa que corresponde a quien pregunta más que al preguntado, y el primero se impacienta, enoja, amenaza y pega, en vez de alentar al alumno, inspirarle confianza, usar de la más difícil y fructífera de las variedades de la paciencia, de la necesaria al objeto de variar y revariar sin cansancio ni molestia las formas de inquirir, de aclarar, de conducir a la contestación que se persigue o al buen término de la práctica emprendida; se estará fuera de la procedente educación y de las virtudes pedagógicas; afligirá al inocente quien habría de recibir correctivo, y se aflojarán o romperán los cariñosos vínculos que deben unir al educando con su educador.

Las clases de castigos que fueron o que subsisten engastados a la disciplina escolar, merecen consideraciones con que cerraremos este capítulo.

Las disciplinas, la correa, el verduguillo y la palmeta son instrumentos que ni por recuerdo deben ya verse en ninguna escuela; el golpe de puntero, de puño cerrado o con el pie, así que la bofetada, han de hallarse del todo proscriptos, no sólo como indignos de la moderna cultura, sino en evitación de contusiones, dolencia súbita, accidente que, efecto o no del correctivo, envuelvan al corrector en diligencias judiciales y aun en expediente gubernativo.

Los castigos mal llamados de honor y a los que más propiamente cuadraría la calificación de deshonrosos, cual la cabeza de asno, la coroza, la ristra de tallos de ajos o cebollas y otros torpes medios empleados para abochornar al penado y excitar la hilaridad de sus compañeros, ha tiempo dejaron de ser, como lesionadores del pundonor, de las variedades del sentimiento que debe fomentarse en la niñez, como gérmenes productores de desvío, odio y rencor hacia quien los educandos han de amar y respetar, de veras, con el corazón y la voluntad: hasta de poner de rodillas y brazos en cruz prescinde por completo todo buen maestro.

La privación de la libertad, del recreo o del alimento ofrece también sus inconvenientes -Lógico el retener a quien no se asimiló la lección, desacertó en el problema aritmético, en el dictado gramatical, o por falta de empeño o de cuidado, hizo plana inadmisible; porque quien no verifica su tarea en el tiempo correspondiente o la termina mal, ha de consagrarse después -adulto, cual cuando niño- a ejecutar lo omitido o a repetir lo inservible, mientras quienes oportunamente procuran y consiguen el cumplimiento satisfactorio de su obligación, vense libre, en descanso o en esparcimiento -Pero, aun con este propósito moralizador, el retenido no ha de quedar a sus anchas, sino suficientemente vigilado por el profesor -El cuarto obscuro expone a que el carácter medroso, la pronunciada nerviosidad, el contacto de la araña o del ratón, produzca accidente al recluido y conflicto a quien le recluyó: aconsejase su inexistencia, por motivos pedagógicos y porque quien quita la ocasión retira el peligro -Privar de la comida, a más de ser antihigiénico, expone a que se interprete en el sentido de lucrativa economía, tratándose de colegio de pensionistas, y a que, en otros casos, la familia no se preste al correctivo, dando al traste con el mandamiento y la autoridad del Maestro.

Los castigos pedagógicos, educativos, no han de recaer principal y menos exclusivamente sobre el cuerpo, sobre el inconsciente y material instrumento, sino sobre el alma, trayendo a la razón, a la sensibilidad y a la voluntad, a la conciencia moral hasta la corrección y el arrepentimiento; han de adaptarse a la naturaleza de la falta, retrobajando de lugares de relativa colocación a quienes achicaron su laboriosidad y aprovechamiento; relevando de ciertas funciones jerárquicas o encargos honoríficos a los que se hicieron indignos de confianza, y así respecto a lo demás -Esto, unido a la palabra atinada y persuasiva del maestro, a su manifestación de desagrado, a sus rasgos de entereza y energía, constituye el sistema de castigos informados en los principios de la salutífera educación, de la discreta Pedagogía; engastados en un sistema de prácticas con las que se pretende arribar a la costumbre de obrar bien.








ArribaAbajoParte tercera

ENSEÑANZA E INSTRUCCIÓN



ArribaAbajoCapítulo XVIII


ArribaAbajo1 -Simultaneidad de la educación, la enseñanza y la instrucción en la labor escolar

La educación no se verifica sobre un organismo en reposo, sino mientras movimiento que aquélla debe fomentar, regular, dirigir, y que en el proceso intelectivo implica atender, percibir, comparar, juzgar, razonar...; el ejercicio de múltiples irradiaciones de la energía mental, cuya resultante son ideas, pensamientos, datos para el saber, acopio para el caudal de la instrucción: así se dice muy fundadamente que la educación es el cultivo y la instrucción el fruto que, más o menos abundante y substancioso, se da siempre que se despliegan los poderes anímicos; pero que, con gran frecuencia y como uno de los fines generales de la obra escolar, se busca relativamente a determinadas materias de curso para la niñez.

También a este respecto alcanza la educación, en su doble y fundamental carácter, impulsor y directriz, prestando facilidades y aclaraciones, empujes en los penosos accesos a la verdad, apoyo contra las caídas en el error, poniendo y conservando las aptitudes mentales en las vías más adecuadas para arribar segura y acertadamente al conocimiento; exhibiendo, presentando, enseñando aquello sobre que ha de funcionar la razón, en la forma mejor adaptada a la comprensión, asimilación y conciencia de lo observado, reflexionado, estudiado; la enseñanza es, pues, la educación misma, en una de las varias fases de esta última.

Educación, enseñanza e instrucción, son, en consecuencia, elementos inseparables en la buena cultura escolar, que deben resultar acordes, en armonía, en íntima correspondencia, sean cualesquiera el momento, el lugar y el objeto en que el discípulo se consagre a aprender.

Sin duda que no es la Escuela el único lugar de enseñanza, ni el Maestro el solo agente que enseña; mas tengase en cuenta que con relación a la una y al otro tratamos ahora el importantísimo particular que nos ocupa.




ArribaAbajo2 -Concepto de la enseñanza y de la instrucción relativamente a aquella labor escolar

Constannos las sinonimias y aun identificaciones que de las palabras educación, enseñanza e instrucción aparecen en el lenguaje común, en los tratados pedagógicos y en los diccionarios, ora para expresar distintos conceptos, bien denunciando palmarios y hasta funestos errores; pero nosotros las empleamos con especial objeto y a él hemos de ajustar el significado que las asignamos y que expondremos acerca de la enseñanza y de la instrucción, ya que el de la educación quedó amplia y circunstanciadamente desenvuelto.

Enseñar, en su acepción más ordinaria, equivale a presentar lo material o materializado, ante los órganos de los sentidos, principalmente de los de la vista y de la audición, por cuyo conducto ha de percibir el alma; y así, decimos que enseñamos la casa, el caballo, el jardín..., el pensamiento, el sentimiento, la volición, lo más recóndito del espíritu, por medio de las expresiones exteriorizadoras, invitando a leer en el alma, poniendo el corazón en la mano.

Enseñar, etimológicamente considerado el vocablo, vale tanto como la suma de in o en y signum o signo: insignar, exponer por medio de signos.

Ambas interpretaciones se adunan para constituir el propio valor de la enseñanza, en sentido de auxilio y guía prestados al que ha de estudiar, entender y conocer, subordinado a mentor, que le exhibe la materia de discurso y asimilación, en forma gráfica y lo mejor posible acondicionada para percibirla, penetrarla, interpretarla, dominarla; que, pasito a paso y por el conveniente derrotero, le lleva en el proceso racional; que le disipa o aligera las sombras de la duda, que le aplana o rebaja los obstáculos, que en signos asequibles a las embrionarias inteligencias, orales o gráficos, en explicación o diálogo, en el libro, en la pizarra, en el grabado o ante el mismo objeto, presenta el ser, la cualidad, la relación, el hecho, aquello que haya de ser conocido.

Y no ha de pasarse de aquí; que la enseñanza es conducción inteligente, auxilio discreto y eficaz, mediante los que el enseñado realiza más pronto, suave y provechosamente, lo que le incumbe, el instruirse.

Instruir (de in o dentro y struere o edificar) significa, según su originaria estructura, aportar al interior anímico las elaboraciones de la razón, ordenarlas, asociarlas, retenerlas vivas y lucientes en la conciencia -Instrucción, por tanto, es el hecho y el efecto del verbo de que se deriva o cuya abstracción expresa; consiste en adquirir, coordenar y retener la suma de conocimientos que constituyen el individual saber.

Sintetizando: la enseñanza, fase o variedad de la educación, presenta al enseñado lo que él ha de analizar, estudiar y, por último, poseer, guiándole, auxiliándole, facilitándole -La instrucción es el resultado del trabajo, de la actividad, del esfuerzo del instruido -Ambas se hallan íntimamente unidas a la educación, por coexistencia y sucesión, como la parte lo está al todo y la rama, la derivación, la variedad al tronco central, al árbol ramificado; como el efecto a la causa, el consecuente al antecedente, el fruto al vegetal de que emana y al cultivo que le ha favorecido.

Los conocimientos no son objetos materiales aglomerados, depositados, sin acción ni conciencia de parte del receptáculo en que hayan de permanecer: se obtienen a virtud de la actividad anímica de quien los ha de conseguir, retener y utilizar, o no se adquieren en verdad -Se ayuda, se abrevia, se facilita el trabajo de recabarlos; mas no se releva del último: cada cual se instruye de por sí y no por sustituto que lo haga a nombre, en reemplazo y al provecho del instruido.




ArribaAbajo3 -El memorismo y el intelectualismo

La obra rutinaria, mecánica, adocenada y automatizadora de la memoria orgánica, animal, si por desgracia existe aún en muchas escuelas, se exenta del ejercicio de la razón y no es percibida por la conciencia; no da positivo saber; antieducativa, en vez de promover y bien dirigir las aptitudes del discípulo, se las atrofia, embota e incapacita para el debido empleo en el ulterior transcurso de la vida; rebela su voluntad contra tareas cuyo beneficio no se patentiza; promueve aversión contra la Escuela y desapego hacia el Maestro, que trascienden a las familias, frías o desafectas a la una y al otro; labor, en fin, infructífera y aun nociva, pero tan cómoda y hacedera, como que se realiza sin esfuerzo, sin fatiga, sin idoneidad, sin más que el señalar desde aquí hasta allí, y luego enterarse -para lo que basta mal leer-, libro delante, de si el pobrecito alumno leyó y releyó lo suficiente para repetir al pie de la letra, mover los órganos de su aparato oral ciega y fielmente, cual máquina repetidora.

No es menos reprochable el deficiente y defectuoso trabajo reducido al estudio de textos poco inteligibles o explicaciones nebulosas, tan sobradas de lo abstracto como faltas de lo práctico e intuitivo; maneras ambas de supernutrir al intelectualismo, que no educa ni enseña satisfactoriamente, que atraca los tiernos espíritus de substancia inasimilable e insana, que daña al cuerpo al igual que al alma.

Insistimos, pues, en nuestra tesis: la elaboración escolar ha de ser ante todo, en todo instante, lugar y sobre todo objeto, educativa; ha de enseñarse, pero en el concepto de guía, auxilio, facilidad, aclaración en favor del educando, llamado a atender, percibir, comparar, juzgar, razonar, comprender, instruirse en el transcurso de su educación con la virtud auxiliante y directriz de la buena y eficaz enseñanza.




ArribaAbajo4 -Cuánto precisa que en nuestras escuelas resplandezca el triple aspecto nombrado en el primer número de este capítulo

Quien negase cuánto nos apremia la realización de nuestro ideal, viviría en el limbo de la ignorancia respecto al estado de demasiadas escuelas, a la labor de muchos maestros y más discípulos; del propio modo que dudar de la posibilidad de convertir en hecho lo que preconizamos, supone hallarse a obscuras sobre lo que el niño, aun sin haberse soltado a andar, piensa y conoce, a impulsos de la naturaleza, ante la vista de lo ejecutado por quienes le rodean; desconocer las ocupaciones de los concurrentes a los jardines de la infancia; no preocuparse del despliegue y del avance que el proceso instructivo permite en la escuela elemental.




ArribaAbajo5 -Posibilidad de que así suceda

El niño, en el período de lo más rudimentario de su actividad anímica y de la emisión oral de sus fenómenos psíquicos, distingue a la madre, padre, nodriza, niñera, hermanos y demás allegados; su camita, su asiento, su cuchara...; lo blanco, lo negro, lo grande, lo pequeño, lo frío, lo muy pesado...; prefiere la fruta más abultada, el juguete más vistoso...; conoce seres, cualidades, hechos, relaciones; siente atractiva o repulsivamente; manifiesta con frecuencia suma los acuerdos de su voluntad, resultando patente el ejercicio de sus energías; se instruye de por sí, actúa su razón, alborea su conciencia, excitándole y ayudándole la propensión a imitar lo que observa, así que la guía y el impulso paternos, punto de partida, faz primitiva de la enseñanza.




ArribaAbajo6 -El verdadero y el falso educador

Pasando por alto la evolución ascendente, la zona ampliativa de la escuela de párvulos, discurriremos algo, bajo la base de práctico ejemplo, acerca del inmediato y siguiente ciclo escolar.

En más de una ocasión nos ha bastado apercibirnos de las vacilaciones y dislates del infantil alumnado en la escritura de cantidades, para decidir de la impericia, de la desidia, del cómodo abandono o de todo junto en el mentor, lo mismo en educación que en enseñanza e instrucción; en otras, sin penetrar siquiera en la sala-escuela, con sólo oír desde la calle el entonillado y rutinario vocear, contando desde uno a ciento, hemos tenido datos suficientes a formular tan penoso concepto.

En cambio, el verdadero educador encamina y auxilia a sus discípulos; les enseña por medio de bolas en el tablero-contador, de líneas en la pizarra o de diminutos objetos sobre una mesa, como uno más uno constituyen dos; con otro, tres, y así hasta diez, la decena, diez veces mayor que la unidad; les lleva a instruirse acerca de los irregulares vocablos, once, doce, trece, catorce y quince, les pone en aptitud de que de por sí digan diez y seis, diez y siete..., diez y diez, aprendiendo quien lo ignore que al conjunto de dos decenas se le denomina veinte; luego expresarán, con su propio esfuerzo y discurso, hasta treinta; después hasta cuarenta, cincuenta..., arribando al claro y pleno conocimiento de los valores y relaciones de los distintos órdenes de unidades, así que al total de la numeración hablada, y procediendo de análogo modo, impondránse a conciencia, sin vacilaciones ni dislates, en la escrita.

La mutua correspondencia, la frecuentísima compenetración entre sí de las distintas materias de estudio y conocimiento, permitirá en el curso del ejemplo presentado discurrir algo en provecho del correcto lenguaje, aprendiendo que es permitido decir o escribir (en lugar de diez y seis, diez y siete..., veinte y uno, veinte y dos..., veinte y nueve), dieciséis, diecisiete..., veintiuno, veintidós, veintinueve; pero que barbariza quien expresa sais, deciséis, decisiete..., ventinueve y trainta.

El pseudo-educador juzga que el alumno próximo a despedírsele posee el caudal aritmético del programa de la asignatura, y se halla en condición adecuada para las perplejidades y equivocaciones en la mera escritura de cantidades; al paso que el con verdad instruido, al haber de expresar, verbigracia, cuatro mil setenta unidades y cinco centésimas, discurrirá, verificará pronto y seguramente el trabajo reflexivo que le conduzca a estampar un 4 para los millares; un 7 por las decenas, 0 en carencia de unidades, coma separatoria, 0 por falta de décimas y 5 por las centésimas; en conjunto: 4.070'05.

Para que en todas las materias y puntos de la enseñanza profesional y de la instrucción infantil resalte lo precedente, basta que dé la primera y presida la segunda mentor idóneo, atento, celoso, en posesión y ejercicio de las prendas peculiares de su ministerio -Conocedor del grado de desenvolvimiento, alcance y resistencia de las energías mentales, según la edad

y la diferencia de las aptitudes individuales, señalará tarea que no peque de trivial ni de excesivamente difícil; preguntará a cada uno aquello sobre que pueda discurrir y contestar; ampliará y detallará la enseñanza conforme a la necesidad del sujeto, momento y asunto; no impondrá pesadumbre superior a las fuerzas de quien haya de conllevarla, ni extenderá la duración de los ejercicios más allá de los regulares límites; y, procediendo así, no habrá que temer los insanos efectos de la inmatura alimentación que proporciona al espíritu el intelectualismo, ni la hueca hojarasca del memorismo, ni el hastío y animadversión inherentes a aprendizajes de que no se apodera la razón ni percibe la conciencia, sino que, por el contrario, el espíritu infantil atenderá, observará, reflexionará; el conocimiento adquirido dejará entrever otro sucesivo o inspirará empeño en recabarlo; el éxito despertará placer y resolución de arribar a nueva idea, juicio, raciocinio, pensamiento; funcionará el alma en sus tres generales direcciones; se le acompasará el cuerpo con el movimiento de los órganos de los sentidos, orales, manuales, de cambio de lugar y de actitudes; marchará íntegramente y en armónico concierto todo el organismo psico-físico, y de esta suerte funcionando, no se cae en el falseamiento, en la deformidad ni en la lesión de resorte alguno; resaltan el vigor y la bondad de lo que actúa y se desarrolla dentro de un ejercicio rítmico, ordenado, completo, en el curso de labor escolar que en todo momento, lugar y objeto presenta coexistentes la educación, la enseñanza y la instrucción.

Lo múltiple de las materias o tratado no será lesivo para el cuerpo ni para el alma del discípulo, procediendo en la forma indicada, que se adapta a la manera como desde el nacer vamos asesorándonos de lo que nos rodea y que, aunque incomparablemente superior en número al de los puntos de estudio escolar, no cansa y sí aviva, no fastidia y sí aplace e interesa, no perjudica al espíritu y al cuerpo, sino que los favorece con el estímulo, los atractivos y las delectaciones de la variedad; los desenvuelve y vigoriza con íntegra, armónica y natural gimnasia.




ArribaAbajo7 -Ramos que en el día han de sustituir a la instrucción primaria

Aparte de los conocimientos que el hecho de su desarrollo y el de la cultura pedagógica proporcionan a los educandos, han de adquirir, bajo el auxilio y guía de sus educadores, un determinado caudal de instrucción, cuya nota característica consiste en que aquélla represente lo que el hombre de concreta época y estado social necesita poseer, sean cualesquiera su jerarquía, posición y habitual quehacer; necesidad que varía con los tiempos, el indefinido progreso y el régimen político-administrativo; no bastando, ni con mucho, la ilustración popular de ha medio siglo en España, para el día en que el ciudadano ejercita tan graves derechos como los del sufragio y del jurado; en que hasta las faenas más predominantemente corporales exigen idoneidad intelectual, tanta o mayor que la destreza de la mano y el vigor de la musculatura, en que el cultivo o la explotación agrícola, industrial, fabril y mercantil, de las fuentes generales de la riqueza patria, demanda ciencia popularizada, arte en ella informado; si hemos de figurar digna y provechosamente en el concierto internacional; si no ha de caerse en el empobrecimiento y la miseria.

Nuestra enseñanza profesional y la correlativa instrucción infantil han de versar hoy sobre lo referente a Doctrina cristiana e Historia sagrada, con cultura cívica y lo fundamental de la responsabilidad penal; a la mutua comunicación o cultivo gramatical, y en cierto grado, literario del idioma, con las ramificaciones de la Lectura y de la Escritura; Aritmética, con caracteres de efectiva y suficiente aplicación; algo de Geometría y Dibujo; Geografía e Historia; lo más generalizado y utilizable de las Ciencias físico-naturales, con sus derivaciones agrícola, fabril, industrial y mercantil; bosquejo psico-físico del hombre y atinado curso de la Higiene; no incluyendo la Música y el Canto, porque fueron citados donde tienen su más propio asiento, en la Educación.

Motivo habría para alarmarse ante tal cúmulo de asignaturas, si su tratado hubiera de ser por obra de estudio memorioso o de explicaciones abundosas en lo abstracto y general, y por tanto, el memorismo o el intelectualismo como vano e indigesto fruto; pero no se caerá en sobresalto, observando la marcha, la práctica y la manera correspondientes a aquel tratado, ya vislumbradas en lo que hemos expuesto sobre enseñanza e instrucción y claramente de manifiesto en lo que habremos de añadir.






ArribaAbajoCapítulo XIX

Didáctica pedagógica.



ArribaAbajo1 -Su concepto y división

Funcionando, cual debe funcionar, íntegra y armónica la totalidad anímica en sus diversos aspectos e irradiaciones para la obra conjuncional y simultánea de la educación, la enseñanza y la instrucción, puede darse por expuesto cómo ha de marchar y proceder la inteligencia en busca de la verdad; cómo observa, reflexiona, compara, juzga, razona, asciende inductivamente hasta la idea general, el principio, y retorna deductivamente, recogiendo provechosas consecuencias, enterándose de fenómenos, hechos, de lo concreto, particular, individual.

Y, en efecto, aplicable es a la instrucción sobre algunos ramos del saber humano lo que en los capítulos y números correspondientes consignado hemos acerca de la atención, de la percepción..., del análisis, de la síntesis, de la inducción, de la deducción, de la abstracción, de la generalización, de la intuición, de la total y propia materia noológica.

Pero la enseñanza profesional y la instrucción infantil, hermanadas con la educación y en cuanto son presididas por maestros y tienen la nota de escolares, se someten a la ley y a la regla pedagógicas, al arte de educar, a derroteros y fórmulas discurridas y determinadas por el hombre, lo mismo en punto a la vía instructiva que respecto al hecho de enseñar y de instruirse y a la perimétrica figura que afecte el campo a exhibir, examinar y conocer.

Todo esto es lo que expresamos con la denominación calificada de Didáctica pedagógica, y a lo cual otros llaman Metodología, también pedagógica -Diremos previamente por qué preferimos la primera de ambas designativas frases.

En el particular que ahora nos ocupa abundan los errores y las confusiones hasta en las obras pedagógicas y en los programas para el curso y prueba de la asignatura, llegando a reputar de método al deletreo como al silabeo, meros procedimientos para los comienzos del aprendizaje de la lectura, viéndose en aquellos programas el dictado de método de enseñanza de tal o cual ramo, cuando lo exigido no sólo se refiere a la última, sí que también a la educación y a la instrucción, no en exclusivo al método, si que también, además, al procedimiento y a la forma: método activo suele nombrarse a la nota característica de la verdadera instrucción, al funcionar íntegro y armónico de las energías mentales -y aun de sensibilidad o voluntad o sea del alma toda-, lo que, en cuanto hecho de actividad personal en el momento de aprender, constituye verdadero procedimiento.

Si a tan repetido quid pro quo, en lo de índole concreta o particular, se adiciona el de lo que asume, se sintetizará la inexactitud, dándose en el conjunto como en los sumandos, que es lo que advertimos en la palabra metodología, compuesta de método y logía, que vale tanto como discurso sobre aquel método, y que, contra su significado etimológico, se le hace designar lo respectivo a las vías, así que a los procedimientos y formas de enseñanza e instrucción, inseparables e inseparadas en la obra escolar.

En cambio, didáctica (del griego didaktikos, forma verbal de didaskein o enseñar) representa el concepto de arte de enseñar los principios de la ciencia y las reglas del arte, y también de instruirse educativamente en los primeros y en las últimas; toda vez que enseñanza se identifica con instrucción en nuestros diccionarios, incluso el académico, y ambas se encuentran en íntima y perenne coexistencia con la educación -Luego, adicionando el calificativo pedagógico, tenemos la expresión fiel del valor, de la idea que, sin duda alguna, quiere representarse, de lo discurrido, predispuesto y aplicado para la enseñanza y la instrucción escolares, en simultaneidad con la labor educativa y conforme a los preceptos y reglas pedagógicas.

La didáctica pedagógica se divide en general y especial, concreta o aplicada, según que se la trate en manera extensiva a todas las materias de aprendizaje o sólo con relación a una de ellas.

En el primer sentido, quedó ya tratada en la Noología y hasta en la Educación intelectual; pero ciertas particularidades de la cultura escolar, aun sin dejar el carácter de consideraciones que alcanzan a los diversos ramos de estudio, informan otras que vamos a exponer.




ArribaAbajo2 -Método pedagógico

El método (de metá o más allá, y hodós o camino) es la viaria línea que ha de seguirse para, a partir de un punto dado, avanzar, ganar terreno, hasta llegar a donde nos propongamos.

No es el método privativo de la ciencia ni del arte, sino que procede en la actividad y en el reposo, en el trabajo sedentario y en el material, en el gasto y en la economía, en los múltiples despliegues y fases de la vida; porque en todo instante, lugar y objeto, nuestro ser ha de caminar con orden y moderación, por derrotero conocido y acertado.

El método, sin embargo, reviste en este nuestro desenvolvimiento, individual fisonomía, la propia de la elaboración escolar, que aunque no se diferencia fundamentalmente de su naturaleza lógica, merece indicación de sus rasgos distintivos.

No es sólo de enseñanza, como generalmente se le reputa y determina, sí que también de instrucción y de educación, en cuanto la segunda representa el fruto del ejercicio de las energías anímicas del educando, y la enseñanza, uno de los aspectos de la educación, habiendo de figurar las tres en armonía, coincidencia y cofunción, en toda buena cultura humana -Educación, enseñanza e instrucción hallanse, por tanto, sujetas a método, y éste no ha de denominarse con respecto a ninguna de ellas en exclusión o apartamiento de las demás, sino comprendidas y relacionadas en método educativo, escolar, pedagógico, que es como le llamaremos.

Y, puesto que las consideraciones precedentes son aplicables al procedimiento y a la forma, tampoco al ocuparnos de estos dos últimos conceptos les asignaremos el modificativo que comúnmente se les aplica, sino que diremos procedimiento pedagógico, forma pedagógica.

El tiempo y la superficie que habríamos de consagrar a hueras fruslerías, sobre si el método ha de adjuntar éstas o las otras cualidades, cuáles corresponden al analítico, cuáles al sintético..., y todas las que, una vez bien precisado el concepto de aquel método, han de reservarse al ilustrado criterio del mentor, los destinaremos a puntos de más substancia y aplicación, así que lo que nos absorbería el detenernos en errores y confusiones de que ya citamos algo por vía de ejemplo y de lo cual tendríamos tela cortada para rato, si hubiéramos de pararnos ante lo que algunos llaman método racional, práctico, progresivo, armónico, atractivo...; convirtiendo en variedades lo que es únicamente conjunto cualitativo; aumentando la serie con lo que denominan método intensivo, intuitivo, experimental, demostrativo, variado, socrático, expositivo...; notas correspondientes al procedimiento o a la forma pedagógica.




ArribaAbajo3 -Clasificación que en rigor admite

En rigor, sólo existen dos métodos pedagógicos generales, los lógicos, o el analítico y el sintético, adaptados a la obra educativo-instructiva; y no falta quien pretende reducirlos a la unidad, en el supuesto de que el primero es la vía ascensional, el lado del ángulo a cuyo vértice se sube previamente, para incontinenti bajar por la línea sintetizadora y deductiva. Respetando tal criterio, juzgamos, sin embargo, que análisis y síntesis no son de obligada o inexcepcional sucesión, sino que en momentos y con objetos dados, se utiliza el uno con exclusión del otro, ora no pasando del proceso inductivo, bien colocándose el espíritu, fácil e instantáneamente, sobre lo que ya conoce y quiere someterlo a obtención de consecuencias. Reconocemos, pues, dos métodos lógico-pedagógicos generales, alternativa y frecuentemente seguidos por el educador y por el educando.




ArribaAbajo4 -Especial aspecto de los métodos generales en las escuelas

Ambos ofrecen un aspecto particular y relativo a los objetos constituidos por coordenadas partes, y que no serán bien conocidos si no se les considera en punto a cada una de ellas y a su totalidad. Exhibamos ante persona de escasa cultura -la del niño adolece de considerable deficiencia- un reloj, que jamás vio sino cerrado por su externa cubierta, y será muy incompleta la idea que se forme de los componentes, que, acordes, se mueven bajo las tapas; ofrezcamos sueltas, cada cual de las ruedas dentadas, espiral, etc., y difícilmente comprenderá cómo de todo aquello puede resultar la determinación del tiempo: hagamosle, por el contrario, observar los constituyentes y el conjunto, y será muy otro el concepto que aporte a su conciencia.

Casos análogos al citado y que, por lo mismo, exigen parecido proceso conocedor, se darán repetidísimos en la labor escolar, ya sobre examen de trozos del lenguaje, bien sobre el contenido de una carta geográfica, ora sobre complicado problema aritmético, y así sobre otras materias de cultura infantil.

Esta concreta faz del método viene motivando controversias, infecundas e interminables, mientras cada polemista atienda en exclusivo a una cara de la cuestión, distinta de las en que se fijen los demás; en tanto que uno, se atenga a los materiales sueltos y diga que tal es el estado propio de lo a analizar; otro asevere que procede darlos reunidos, aunque a estudiar separadamente; el de acá exija desarmado el mecanismo, a fin de conocer sus factores a la vez que se les articulen o engasten para llegar al todo; siendo así el análisis verdadera composición, y el de allá, que, viceversa, ha de irse disgregando cada pieza, al paso que se la observa en trabajo de descomposición -Y el análisis a que nos referimos no precisa que se encuentren separada ni conjuntamente los citados materiales, ni tampoco composición ni descomposición, sino el funcionar de las facultades intelectuales, con el propósito de conocerlos uno por uno, estén dispersos o unidos en compleja totalidad, mientras se les somete a construcción o en tanto se verifica la desunión; que todo esto es de detalle y no preciso; que lo esencial, lo característico y obligado del análisis de los elementos de un todo es examinarlos y conocerlos individualmente; así como la síntesis reclama la mirada, la actividad mental sobre lo que ha de estudiarse cual íntegra entidad, en suma de sus factores; doble proceso y acción anímica sin el que no se arribará al fiel, completo, intuitivo conocimiento del reloj, del trozo de lenguaje, de la carta geográfica, del objeto compuesto, acerca del que haya de instruirse el discípulo.




ArribaAbajo5 -Procedimiento pedagógico

Procedimiento equivale al hecho de algo, a la acción y al efecto de proceder, de ir hacia adelante hasta encontrarse donde uno se proponga llegar; puesto que proceder es etimológicamente constituido por pro o hacia delante y cédere o ir y arribar -El método, la vía puede en un momento dado estar solitaria, sin que nadie la huelle o siga; mientras alguien no haga efectivo el procedimiento de transitarla.

Grande la valía y la eficacia del método, en cuanto por camino accidentado y escabroso, la marcha resulta lenta, de fatiga, laboriosa, y si aquél no toca al objeto de la marcha, imposible el atinado remate de la última, no son menores la estima y la virtud del procedimiento, del hecho de enseñar y de instruirse educativa y pedagógicamente; porque bien poco significará la bondad de la línea, si torpes o inadecuados los medios de locomoción. Repitese mucho el fenómeno de maestros identificados en el método; pero que, obrando de contraria manera en su ejercicio profesional, unos atiborran la memoria inconsciente y rutinaria, y otros logran cultura racional, efecto de los distintos procedimientos y formas pedagógicas, que caracterizan al mentor, que testifican su pericia, celo y laboriosidad; que deciden el éxito de las tareas escolares.

Son procedimientos pedagógicos de índole general los lógicos, tratados en capítulos anteriores, y que, por lo mismo, apenas si aquí nos queda otra cosa que citarlos: la observación, la reflexión, la inducción, la deducción, la abstracción, la generalización, la comparación y sus variantes el ordenamiento y la clasificación: a los que suele agregarse la redacción, la demostración, etc., así que los trabajos manuales, y en cierto sentido, las lecciones de cosas.




ArribaAbajo6 -Forma pedagógica y sus clases

La palabra forma tiene por raíz latina a fer, de ferre o llevar, porque lleva dentro de sí la esencia del objeto -Pero aquella procedencia matriz resulta de otra anterior en orden cronológico, de la voz griega morpha, por morphe, molde o modelo -Ambas acepciones etimológicas resaltan en los múltiples significados que se aplican al vocablo que nos ocupa.

Forma es, pues, en general, el exterior aspecto que presentan las cosas, la superficie sobre que se extienden, el molde en que se vacían, la figura con que se las exhibe.

Así, la forma didáctico-pedagógica consiste en la fisonomía ofrecida por cada materia de las que han de ser objeto de enseñanza e instrucción, en la determinativa limitación de cada cual, ora única, bien varia, ordenada y gradual; ya respecto a las citadas materias o con referencia al hecho de enseñar por el Maestro y al de instruirse el discípulo.

En el primer concepto o el de la perimétrica figura de los ramos de estudio, conocense dos tipos generales, sobre los que vamos a discurrir, sin pujos de pretendidos innovadores, y en consecuencia, sin riesgo de que se nos comprenda entre los dados a novedades viejas; sin motivar tacha de estacionarios, cuando somos adeptos del juicioso y positivo progreso; sin pretender que lo de nuestra preferencia sea antepuesto en todo y a todo; que esto es propio de espíritus sistemáticos y exclusivistas; que la nota de bondad universal a nada cuadra en absoluto bajo la celeste esfera, aunque graciosamente se la asigne, por vía de reclamo, a cosa así como específicos, siquiera no existan revalentas curalotodo en achaques de educación, enseñanza e instrucción.




ArribaAbajo7 -Formas serial y cíclica

Empleando neologismo, todavía sin pase académico, han dado en llamar serial a lo que nada tiene de reciente y sí mucho de secularmente añejo o añoso, a la forma didáctica que encierra en perímetro único cada ramo del saber y cuya interior superficie va recorriendose en modo ascensional, ordenado, metódico; comenzando por lo más rudimentario, sencillo, fácil; acreciendo poco a poco las dificultades, utilizando las relaciones que encadenan los conocimientos, atendiendo al enlace íntimo, natural y lógico entre los mismos y que hace a los unos antecedentes obligados y de forzosa prioridad en el estudio con respecto a sus irremisibles subsiguientes; terminando, en fin, en donde acaba la asignatura, conforme a la extensión relativa que corresponda a su especial curso.

Hay otra forma, denominada cíclica y, según la cual, el ramo de aprendizaje aparece como inscrito en un círculo, dentro del que se encierra la asignatura, pero con distinto grado de latitud, profundidad, particularidades, detalles, de acuerdo con el propósito que informe el estudio de la materia o el poder relativo de las energías del discípulo.

Saltan a la vista lo procedente y lo beneficioso del ciclismo, en el primer concepto; porque el tratado de cualquier ejemplar de la ciencia o del arte aparece muy distinto, intensiva y extensivamente, con sujeción al intento con que se verifique y al centro donde tenga lugar; a pesar de lo que los aludidos ejemplares, científicos o artísticos, deben constituir un todo orgánico, en serie de círculos concéntricos, comenzando el propio contenido de cada superficie donde finalice su inmediatamente anterior, viéndose la línea terminal de la una y la inicial de la otra en perfecto contacto. Hallarase así establecido y no adolecería el organismo de nuestra enseñanza o instrucción de lagunas, de espacios vacíos, entre lo peculiar de las culturas primaria, secundaria, facultativa y superior; y no resultarían dificultades infranqueables, faltas de suficiencia, daños para la salud corporal y anímica de los escolares, así que para el desempeño del cometido ulterior e inherente al término de las carreras.

Pero no es éste el único sentido de la forma cíclica, sino que se la reputa aplicable y de hecho se la aplica en la labor infantil, queriendo algunos se la extienda hasta el punto de que cada grupo escolar y aun cada lección profesional comprenda la materia entera de que se trate, cada vez con mayor latitud y profundidad, con más pormenores; «pero siempre bajo aspecto total y orgánico.»

Así, en efecto, se nos desarrollan naturalmente el cuerpo y el alma; así se nutre, crece y mueve el primero; así evoluciona y actúa la segunda; así nos posesionamos del habla y la agrandamos indefinidamente; así nos formamos noción de nuestro yo y de lo que no es él: la alimentación se diversifica muy luego, aunque ganando sucesivamente en variedad y cantidad; empleamos los órganos de los sentidos y de los movimientos voluntarios, andamos, utilizamos las manos..., si bien en aumento de alcance, habilidad y perfeccionamiento; atendemos, percibimos, juzgamos, razonamos, con intensidad proporcional a los años más animados de la existencia personal; pronunciamos palabras, frases y oraciones, cláusulas y períodos, expresión oral, más o menos corta, pero al cabo, habla cabal; nos conocemos, así que a nuestros padres, hermanos, convecinos y crecido número de objetos, siquiera sea sólo por la periférica cascarilla en la mañana de la vida, y a penetrar y ensanchar el conocimiento al compás de la marcha de la última.

Forma tomada de la misma naturaleza, ha, de por fuerza, de encontrarse en el artificial entramado de la enseñanza y de la instrucción desde remota época; ha de subsistir al través de los tiempos, y, en efecto, se la ve en los catecismos de Doctrina cristiana, en cartillas y carteles para el aprendizaje de la lectura, etc., etc.

Pero el hombre no permanece apegado a lo primitivo y fundamental de aquella naturaleza, sino que acude a su inventiva, utiliza las aptitudes de que le dotara el Creador, discurre y realiza avances y perfeccionamientos, y a la limitación de la palabra oral, en persistencia y línea distancial, adiciona los inventos de la escritura, del telégrafo, del teléfono...; al andar, el empleo del caballo, del coche, del tren, de la bicicleta...; al aprender, al conocer espontáneo, insensible, lento y superficial de los albores de la vida, los producentes recursos de la didáctica.

No renegamos, ni mucho menos, del ciclismo, pero tampoco incurrimos en las demasías propias de encomiadores de seigélicos específicos, de panaceas de eficacia universal, ni desconocemos las deficiencias de locales, maestros y discípulos, las que obligan a pararse bastante antes de tocar el punto límite de los ideales; ni nos desentendemos de que lo serial se recomienda, si no se impone, sobre aprendizajes de carácter artístico -escritura, dibujo, pintura...- o en materia científica que no consiente soluciones de continuidad y cuyos principios se explican y fundamentan entre sí, resultando los unos antecedentes de los otros; ni se nos escapa que ciertas excelencias, por algunos asignadas a su predilecta y adorada forma didáctica, corresponden también a la serial, así como otras tienen mucho de inexactas o aparentes, poco o nada de fiel y real.

Citase en abono o haber del ciclismo, en periódicos, folletos y libros, que se adapta al simultáneo, gradual y armónico proceso evolutivo del espíritu infantil, a lo múltiple y variado del manjar de la inteligencia, a las íntimas relaciones entre las distintas ramas del saber, a que en zonas concéntricas, uno aparezca predominante, principal, en el centro común; al enciclopedismo o prudente conjunto de materias, y a otras condiciones que, lejos de ser privativas de la forma cíclica, se ajustan igualmente a la serial, sin que lo razonemos, porque saltará a la vista de más ordinario alcance la posibilidad de tal ajuste.

Vienese a tierra por sí mismo, falto de base, el alegato de que la serialidad adolece del defecto de comenzar la enseñanza y la instrucción por unas pocas asignaturas, adicionando más tarde otras nuevas; pues es notorio que en la serie como en el ciclo, revisten carácter de generales todas aquellas asignaturas y se cursan desde el ingreso a la despedida escolar por todos los niños y en todas las secciones, aparte de que reservar para cuando en cierto avance la cultura infantil el tratado de algún ramo de estudio, no significaría vicio y sí justificado y conveniente aplazamiento.

También carece de la esencial fuerza de la exactitud el aserto de que a virtud del ciclismo, al salir por vez postrera de la escuela, más o menos anticipadamente, el total de conocimientos que por su medio se hayan adquirido, tan pequeño, tan rudimentario cual se quiera, resultará siempre completo, dándose, hasta cierto punto, así resuelto el problema sobre el fin de la enseñanza y de la instrucción primaria. Supongamos que la citada salida tiene lugar cuando el alumno se impuso únicamente acerca del primer ciclo de un mapa, ciclo que sólo exhibe el contorno, aunque en él, según se asegura, esté todo el nombrado mapa en sus líneas generales; concedamos el recorrido de alguna otra sucesiva zona con fragmentarias delineaciones interiores, y dejemos al acertado criterio del imparcial lector la justipreciación de la suficiencia geográfica, aplicable, que se llevaría el escolar, así que también el aprovechamiento que le reportaría haber cicleado en Aritmética sobre los primeros anillos, sobre contar hasta diez, ciento o mil unidades enteras y practicar las cuatro operaciones fundamentales sin salir de los cálculos y problemas en que figuren en exclusivo valoraciones numéricas de la expresada cuantía -Cada una de las materias del programa general de una escuela se encuentra determinada por los límites propios de la latitud y profundidad de su correlativa instrucción, con la nota de necesaria al hombre en todas las condiciones, jerarquías, clases y especial función social; y quien hace anticipado punto final en su aprendizaje, en la falta llevará la pena; una y mil veces se encontrará imposibilitado para aprovechar la rama o ramas del árbol del saber humano, deficientemente dominadas, lo mismo cuando se haya operado sobre superficie cíclica que cuando sobre serial.

Lo dicho nos parece suficiente para que aparezca claro nuestro criterio particular: no divorciados del ciclismo, mas tampoco de la serialidad; no exclusivistas ni anatematizadores acerca de ninguno de ambos; sí partidarios de que se tome de cada cual lo que de bueno tiene, lo mejor acondicionado a la índole respectiva de cada asignatura, escuela, maestro, así que puntualidad y duración de la asistencia de los niños al centro donde se les educa y enseña, donde, bajo la guía y el auxilio profesional, realizan la instrucción.




ArribaAbajo8 -El libro como forma afectada por la materia a enseñar y aprender

Otra de las formas generales en que se presenta lo que constituye rico venero de instrucción es el libro, donde aparecen consignadas las adquisiciones de la razón humana en el ilimitado campo del saber; depósito de inestimable valor y en el que consta lo que las generaciones van extrayendo de la jamás agotada mina de la ciencia, así que el caudal de la inventiva y de los perfeccionamientos en el arte, para que los sucesores encuentren hecho el trabajo y sólo les reste asimilársele; hermosa y preciosísima faz de la solidaridad de nuestra especie, base fundamental y foco primordial del incesante progreso.

Pero si el libro se reviste en este concepto de bondad y eficacia inconmensurables, bajo consideración más restringida, como forma que quien enseña utiliza al objeto de funcionar sobre los que realizan su instrucción, reporta, sí, grandes ventajas; mas también irroga enormes perjuicios cuando de él mal se usa, según muy luego habremos de patentizar.




ArribaAbajo9 -Las ofrecidas por la Naturaleza

La forma más genuina de la materia de enseñanza e instrucción, forma susceptible de infinitud de figuras y dimensiones, es la Tierra y cuanto la puebla, es el espacio estrellado, es la naturaleza, sobre que mucho, muchísimo puede y debe enseñar el educador y no menos aprender el educando en las excursiones o paseos escolares.




ArribaAbajo10 -Formas de enseñar

Las formas de que ha de valerse el Maestro, como guía y auxiliar en la instrucción de la niñez, se reducen a las dos a que recurrimos para comunicarnos mutuamente: la verbal y la gráfica.




ArribaAbajo11 -Verbales: expositiva y dialogística

La primera se bifurca en dos ramas generales: la dogmática o expositiva y la dialogística.

La dogmática trae su calificación de los tiempos en que imperaba el Magister dixit, en que la lección explanada o señalada por el profesor había de aprenderse y repetirse con fidelidad memoriosa, sin nada de razonar ni menos impugnar, con creencia absoluta, cual si se tratara de artículos de fe, del indiscutible dogma.

Hoy que -aparte la materia religiosa- los asertos, las proposiciones no son verdades porque como tales las presente el maestro más insigne, sino cuando concuerdan con la realidad de aquello a que se refieren, no cuadra ya a la forma el modificativo de dogmática y sí el de expositiva, toda vez que consiste en exponer de palabra lo sobre que ha de funcionar y juzgar el alma del discípulo.

Tiene ramos que le son peculiares, cual el histórico, en que la sola narración, clara, animada y un tanto intuitiva, basta para la comprensión; pero es de resultado obscuro y deficiente cuando precisa que se acentúe el cálculo, el razonamiento, la actividad mental del escolar.

En todo caso, con ella se corre el peligro de equivocarse, dando por hecho que el alumno atiende, piensa, interpreta y se forma conciencia; de que se le borre pronto lo que muy a la superficie se le grabe; y de aquí el que a la explicación sucedan el consolidador estudio del libro y el cercano examen, mediante preguntas.

Ha, pues, de utilizarse con gran tino, circunspección suma y acertadas precauciones, y nunca debe caer el Maestro en el ridículo y funesto prurito de discursear ante infantil auditorio.

La forma dialogística es la que más bien se adapta a la propia, a la única instrucción verdadera, a la que resulta de la íntegra y armónica actividad anímica del discípulo, al adquirir de la razón, la complacencia del sentir y el empeño de la voluntad; la que no permite distraerse, porque en seguida es advertida la distracción; la que no deja en duda, porque ésta se exterioriza en la fisonomía de los enseñados y quien enseña, varía y detalla, entonces, el diálogo hasta disipar la incertidumbre y ver lucir en los infantiles rostros los fulgores de la comprendida verdad; que las cabecitas se inclinan hacia adelante, en señal de asentimiento.

Pero tal forma, a la par que precisa el cabal y ordenado funcionar espiritual del alumno, obliga a lo propio al profesor, que ha de dominar a fondo y en detalle aquello de que se trate, que lejos de desalentar, impulsará y animará, sin que las respuestas equivocadas le ocasionen movimientos indicadores de impaciencia, desagrado o enojo, ni le destemplen ni hagan vocear, amenazar o pegar; sino que, por el contrario, le motiven largo ejercicio de la más difícil y producente de las variedades de la paciencia, de toda la necesaria ante las flaquezas y caídas del juicio en los tiernos escolares.

No necesitamos anticipar comprobantes de lo excelente de la citada forma didáctica; que demasiados aparecerán al ocuparnos de las maneras especiales de enseñar y aprender las materias del programa primario -Tampoco se echarán de menos testimonios acerca de lo que, por desgracia, todavía abunda en nuestras escuelas, maestros que, por lo ínfimamente dotados y con irregularidad suma satisfechos, por tardía fiscalización inspeccional, por falta de idoneidad o sobra de negligencia, se entregan a la llana, pero infecunda y embotadora quisicosa del desde aquí hasta allí: superabundan los librillos o libracos en forma dialogística, sí; mas para que los niños los aprendan memoriosa, rutinaria e inconscientemente, para que papagayeen, para que, cual autómatas, pongan en recitador movimiento su aparato oral; para que el alma resulte, no educada, desenvuelta y nutrida, sino entorpecida y anémica. Mientras -sean cualesquiera las causas y que sin aplazamientos, vacilaciones ni debilidades, deben atajarse- existan tales aleccionadores y tales lecciones, tendremos falseadas, empequeñecidas e infecundas las inseparables educación, enseñanza e instrucción de la niñez.

Como variedades del dialogismo pueden citarse, verbigracia, el catequismo, que, exceptuando la Doctrina cristiana, catequizará para la ciega y hueca rutina, y el examen, empleado cotidianamente a fin de inquirir si los discípulos adquieren y conservan lo que va enseñandoseles, o de período en período, con el objeto de que las familias, las autoridades y las corporaciones locales conozcan y justiprecien la labor de profesor y discípulos.




ArribaAbajo12 -Gráficas: el libro, el cuaderno, el grabado, etc.

Entre las formas gráficas ocupa el primer lugar el libro -ya considerado (número 8 de este capítulo) bajo otro aspecto-, de que tanto se ha abusado y se abusa en las escuelas, y que, utilizándole con demasía y sin tino, en vez de cooperar en la educación, lesiona los órganos corporales, así que amengua y entorpece las energías anímicas; en lugar de servir para instruirse con razón y a conciencia, da un desenvolvimiento deforme a la memoria mecánica, que se alza y extiende absorbente y sofocadora sobre las demás aptitudes mentales, enervadas, innutridas, entecas, con efecto disgustoso para el sentir y repulsivo para la voluntad del escolar, de día en día más desafecto a tan glacial e ininteligible estudio.

El colmo del daño ocasionado por la pseudo-didáctica forma a que nos referimos llegará a su límite máximo si ella se pone en contubernio con ciertas dialogadas chapucerías editoriales, al servicio de la rutina, adaptadas al aprendizaje al pie de la letra, al tomar la lección sin permitir apartarse lo más mínimo del texto en palabras ni aun en entonaciones correlativas, so pena de que el automatizado discípulo no dé chispas o pie con bola, en cuanto, verbigracia, se le pregunte qué entiende por multiplicación y no lo que rece el librillo, o qué es multiplicar -No precisan, sin embargo, tan adocenados diálogos para empobrecer la enseñanza y la instrucción; basta que el corte de la obreja -descripción, narración, exposición, etc.- la ofrezca, cual de ordinario acontecer suele, por encima de la comprensión peculiar de los obligados a releerla, para que se aburran, se impacienten, se distraigan y posen su atención en algo que les refresque el espíritu, en apercibiéndose de que no les observa quien podría castigarles.

El empleo del libro debe, pues, reducirse al mínimum en las escuelas primarias, al aprendizaje de la Lectura, al de la Doctrina cristiana, en la manera que señalaremos oportunamente; al de la Historia y algún otro ramo, por las secciones más adelantadas y sirviendo la aludida forma sólo como auxiliar y complemento de otras más recomendables y producentes. Pero confiar al libro la enseñanza de materias como la aritmética y la del idioma, por ejemplo, conduce a las desfiguraciones y raquitismos anímicos que extienden luego su letal virtualidad por todo el curso de la vida.

Aun respecto a las asignaturas en que se justifica o se impone el libro, no ha de olvidarse que rara vez le adorna la claridad que necesita el tierno escolar y que a los consiguientes errores, dudas y nebulosidades, se adiciona el débil o nulo empeño que, de por sí, pone el último en atender, por formarse conciencia de lo que, leyendo, estudia; y de aquí, cuánto obliga vigilar, inquirir, estar encima, acerca del estudio verificado sobre muchos textos.

La forma gráfica resulta, además, en el cuaderno, en la viñeta y otros grabados de los libros ilustrados y colecciones de láminas, en los ejercicios en pizarras y mapas, y en cuanto se traza sobre cualquier superficie; todo ello con aplicaciones y ventajas relativas, cuya indicación corresponde principalmente a la didáctica especial.




ArribaAbajo13 -Útiles didáctico-pedagógicos

Entre los útiles didácticos, a que se dan distintos designativos, se comprenden, bajo cierta consideración, los libros, cuadernos y demás que, en otro sentido, queda citado como variantes de forma gráfica de enseñar.

Son también útiles didácticos mapas, esferas, cajas de sólidos geométricos y más que mencionaremos al ocuparnos de las asignaturas a que principal o exclusivamente sirven; el microscopio, cuyos preciosos efectos ya indicamos; la linterna mágica y su ampliativa y perfeccionadora variante o el aparato para las proyecciones luminosas; los objetos materiales, ya coleccionados y en cajas, bien constituyendo lo que, con algo pretencioso nombre, se llama museo escolar; ora en ejemplares sueltos u ordenados, que los mismos maestros pueden y deben proporcionarse sin gravar al material escolar; del propio modo que por módica que sea la partida del último, su acertada distribución permitirá ir adquiriendo algo de aquellas cajas y de aquel museo, etc.; y en localidades de considerable vecindario y, por lo mismo, de un tanto superiores dotaciones, cabrá disponer del aparato de proyecciones luminosas y otros útiles abonados por la Pedagogía y que salvan a los salones de escuela del vulgar y adocenado sota, caballo y rey, o carteles, muestras, pizarras, colección de láminas de Historia sagrada, y... pare usted el contar.






ArribaAbajoCapítulo XX

Didáctica pedagógica especial. -Sobre Religión y Moral.



ArribaAbajo1 -Didáctica pedagógica especial

Tocanos ahora ocuparnos de la Didáctica pedagógica especial relativa a las diversas materias que se cursan o es manifiesta e innegable la necesidad de cursarlas en las escuelas primarias; y vamos a hacerlo exponiendo nuestro impretencioso pero concienzudo criterio acerca de cuáles habrían de ser el método, el procedimiento, la forma y los útiles peculiares de cada cual de las aludidas materias, con abstracción de lo que haya venido haciendose en el particular y del concepto que nos merezca, porque no entra en nuestro plan la historia ni la crítica de la Didáctica pedagógica: incrustaremos en este trabajo lo que nos parezca bueno, proceda de donde procediere, y nada más.