Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice


Abajo

Una leyenda en formación

Ricardo Gullón





Sobre F. Scott Fitzgerald está formándose en los Estados Unidos una leyenda. Se quiere considerar a este novelista como símbolo de su época: entrada fulgurante en el mundo de las letras, famoso en pocos meses y final precipitado y triste. Así fue para muchos la época del jazz («las felices argos veinte», como suele decirse). A los veinticuatro años publicó su primer novela: A este lado del Paraíso, que obtuvo un éxito enorme. Sus obras sucedíanse con rapidez y en 1925 alcanzó con El gran Gatsby la total consagración. Murió en 1941, dejando inconclusa la que tal vez hubiera sido su mejor novela.

Las revistas de gran circulación, los periodistas faltos de asunto y el general deseo del lector común de renovar sus héroes y de encontrarlos también entre las gentes de letras, está dando origen a una imagen de Scott Fitzgerald que no se ajusta del todo a la verdad. El «fabuloso» Fitzgerald le ha llamado la lujosa Life neoyorkina.

Contra esta tendencia se alza la bien informada y competente crítica norteamericana que ya en 1945 caracterizó el caso, por boca de William Troy, como representativo de «la autoridad del fracaso». ¿Fabuloso, Fitzgerald, o simplemente un escritor consciente de que no había llegado a desarrollar la totalidad de sus dones? Recordemos que fue él quien escribió en su libro de notas la frase que da pie a Troy para su diagnóstico: «Hablo con la autoridad del fracaso.» Y recuérdese también que esta frase era el punto de partida para el reconocimiento de una situación que hoy parece extrañamente invertida. La de que «Ernest» (Hemingway) podía hablar con la «autoridad del éxito».

La leyenda que ahora apunta es la de un mítico Fitzgerald, superior a sus émulos y más grande todavía por no haber sido reconocida en su hora toda la extensión de su genio. Pero si respecto a la genialidad del novelista ningún crítico responsable parece tener dudas, sí se formulan, y graves, en cuanto a la utilización de ese genio. William Barrett, comentando la reciente biografía de Fitzgerald publicada por Arthur Mizener, asevera sin vacilaciones que, aunque genial, el novelista no llegó a ser un gran escritor. Quizá pudiera resumirse el debate diciendo que Scott Fitzgerald, verás que el símbolo de su tiempo, fue en cierto sentido la víctima de su tiempo, de ese clima espiritual cuyas tendencias disolventes constituyen la trama sobre las cuales tejió sus relatos.

Imagen 1: 020899





Indice