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Una mirada a la comunidad de jesuitas americanos expulsos a través de las obras de Lorenzo Hervás y Panduro S.J. (1735 - 1809

Nicolás Hernán Perrone1




ArribaAbajoResumen

En este artículo estudiaremos la figura de Lorenzo Hervás y Panduro S.J. (1735-1809) y sus conexiones con la comunidad de jesuitas expulsos en Italia a partir de dos de sus obras: el Catálogo de las lenguas de las naciones conocidas y la Biblioteca Jesuítico-española. Específicamente nos concentraremos en los miembros de la Compañía de Jesús provenientes de las colonias americanas de las coronas ibéricas, tanto de los nacidos en América, como de los españoles y extranjeros que estaban allí en el momento de la expulsión. Daremos no solo una mirada general sobre la red de informantes americanos construida por Hervás y Panduro sino que propondremos a su obra como una fuente fundamental para el estudio de la comunidad de expulsos iberoamericana. Intentaremos mostrar que este jesuita poseyó una posición de «liderazgo» dentro de esta comunidad y cómo utilizó de la misma tanto para su propio provecho como para ayudar a sus correligionarios de la extinta Compañía de Jesús. Este rol especial le permitió tener un acceso privilegiado a los distintos misioneros y eruditos jesuitas y recolectar de ellos la información necesaria para la redacción de sus obras. De esta manera, en las obras de Hervás se puede observar un conocimiento profundo de la vida y obra de innumerables jesuitas expulsos, muchos de ellos casi desconocidos para la historiografía especializada. El Catálogo de las lenguas, una de las obras más conocidas y estudiadas de Hervás, no solo nos muestra el conocimiento lingüístico de este autor sino que nos revela innumerables noticias sobre el accionar misionero jesuita en América. La Biblioteca Jesuítico-española, catálogo de difusión apologética de la vida y obra de casi 500 jesuitas, nos ofrece casi 200 biografías de jesuitas americanos de los cuales 30 de ellos no aparecen en ningún otro estudio similar hasta el presente. Al analizar estas dos obras, nuestro objetivo entonces es mostrar cómo los historiadores pueden aprovechar los trabajos de Hervás y Panduro para estudiar la compleja comunidad jesuítica de expulsos americanos en Italia.




ArribaAbajoIntroducción

La expulsión de la Compañía de Jesús de los reinos de la Corona Española en 1767 fue, sin duda, uno de los eventos históricos más relevantes del reinado de Carlos III y de finales del siglo XVIII español. El impacto político, cultural y religioso que tuvo esta emigración forzosa de los religiosos ignacianos, tanto en la península ibérica y sus dependencias americanas, como en los estados italianos que los recibieron, ha sido objeto de numerosos estudios a lo largo de los años. Desde el clásico libro de Batllori (1966), hasta los numerosos artículos y libros sobre el período y las ediciones de fuentes sobre la temática2, pasando por los cada vez más frecuentes congresos y jornadas específicos sobre la Compañía de Jesús3, es evidente que la temática de los jesuitas expulsos no deja de suscitar nuevas publicaciones e investigaciones.

En este trabajo analizaremos a uno de los personajes más relevantes de la comunidad de ignacianos españoles en la Italia de fines del setecientos: el abate Lorenzo Hervás y Panduro. Si bien en sí mismo Hervás y Panduro es ya un polifacético intelectual, en este trabajo nos dedicaremos a estudiar las relaciones que este polígrafo español tuvo con la comunidad de jesuitas expulsos en Italia, y en especial con aquellos provenientes de las dependencias americanas de la Corona española, y como él funcionó como figura central de la comunidad de expulsos españoles. Como veremos más adelante, la inmensa obra de estudio de las lenguas del mundo de Hervás, que sirvió de fundamento al nacimiento de la moderna Lingüística Comparada, fue construida con el aporte y los conocimientos de innumerables misioneros y estudiosos de la extinta Compañía de Jesús. De esta manera, la figura y la producción bibliográfica de Hervás y Panduro nos sirven para reconstruir no solo la red de relaciones y contactos mantenida por los jesuitas españoles y americanos en el exilio, sino también el espíritu de solidaridad colectiva que imperaba dentro de la comunidad de los expulsos. Como veremos a continuación, los intereses de nuestro autor no fueron meramente los de un compilador y difusor del conocimiento lingüístico sino que en sus trabajos se puede observar una clara intención apologética del accionar de la Compañía de Jesús en América.






ArribaAbajoLorenzo Hervás y Panduro (1735-1809). Jesuita, lingüista y gran polígrafo ilustrado

Lorenzo Hervás y Panduro nació en 1735 en Horcajo de Santiago, una pequeña villa manchega. Hijo menor de una pareja de labradores, entró a la Compañía de Jesús en 1749 ya que estaba interesado en seguir una carrera literaria y sus escasos recursos familiares no se lo permitían. Fue educado en el noviciado de Madrid en Alcalá de Henares en donde sobresalió en matemáticas y astronomía. Ordenado sacerdote, dedicó los años anteriores a la expulsión de los jesuitas de España a dar clases en el colegio jesuítico de Cáceres y en el seminario de Nobles de Madrid. Luego de la expulsión en 1767 se estableció en Italia en Forli y en Cesena. Desde el exilio itálico publicó sus más importantes obras y se estableció como un pensador reconocido dentro y fuera de la Compañía, siendo un miembro activo de la República de las Letras4. Los últimos años de su vida, con un breve intervalo de cuatro años en los cuales regresó frustradamente a su país natal, los pasó en Roma, donde Pío VII le otorgó el cargo de bibliotecario del palacio Quirinal. Murió en Roma en 1809 luego de una prolífica vida de investigaciones en los más diversos temas (cfr. Astorgano Abajo, 2010).

El exilio en Italia y la disolución de la Compañía de Jesús le permitieron a Hervás poder dedicarse a su carrera literaria y académica con más libertad. No solo porque se vio liberado de los controles y las obligaciones institucionales impuestas por la Compañía, como por ejemplo sus actividades docentes, sino también porque en la península itálica pudo contar con mayores recursos para sus investigaciones que los que podía conseguir en España. En Italia desarrolló una extensa bibliografía que incluyó tratados de lingüística, astronomía, pedagógicos, y hasta políticos, de los cuales pudo vivir muchos años cobrando los derechos de autor (Justo, 2001, p. 27-28). Los tratados de lingüística son ciertamente las obras por las cuales Hervás y Panduro es más reconocido: sus aportes a la Lingüística Comparada y sus contribuciones a los trabajos de Wilhelm von Humboldt5 son las facetas más estudiadas de su monumental obra escrita (Justo, 2001, p. 26; García de Paredes Aued, 1963, p. 53-65). Aquí si bien utilizaremos algunos de sus trabajos lingüísticos, estos nos serán de utilidad para reconstruir sus relaciones con los jesuitas (misioneros, gramáticos, provinciales, visitadores, etc.) americanos exiliados en Italia.

Para estudiar esta red de contactos de Hervás estudiaremos en este trabajo dos de sus obras más importantes: el Catálogo de las lenguas de las naciones conocidas, y numeración, división y clase de estas según la diversidad de sus idiomas y dialectos, volumen I (1800)6, y la Biblioteca Jesuítico-española de los escritores que han florecido por siete lustros. Estos empiezan desde el año 1759, principio del reinado del Augusto Rei Catolico Carlos III y acaban en el año 1793 (2007)7. Hablaremos sobre ambas obras con más detalle en los próximos apartados.




ArribaAbajoEl contexto de las obras de Hervás y Panduro: la mediación intelectual jesuítica antes y después de la disolución de la Compañía de Jesús

Al igual que varios miles de sus compañeros jesuitas, Lorenzo Hervás y Panduro atravesó el duro período de la expulsión de la Compañía de Jesús y su posterior disolución. Como hemos dicho sucintamente en la introducción, el exilio en la península itálica favoreció, como a muchos de su extinta orden, notablemente la carrera literaria de Hervás. Su producción bibliográfica, además de obedecer los gustos e intereses personales, refleja, como es evidente, en gran medida el clima político-cultural de este periodo convulso. No solamente las temáticas elegidas para sus obras se ven influidas por el espíritu de época (basta pensar, por ejemplo, en el enfoque enciclopedista ilustrado de una de sus primeras obras Idea dell’Universo), sino que las propias herramientas y medios con los que Hervás trabajó para la investigación y redacción de sus obras estuvieron profundamente determinados por la situación de la Compañía de Jesús a finales del siglo XVIII.

La expulsión de la Compañía de Jesús de las dependencias de las Coronas de España y Portugal (cfr. Wright, 2008) reunió en Italia a una multitud de misioneros, académicos, profesores y demás padres jesuitas dispersos anteriormente por todo el orbe. Esta situación posibilitó un contacto, intercambio y producción de conocimientos, tanto dentro como fuera de la Compañía de Jesús, que si bien ya existía, como veremos a continuación, fue potenciado por la nueva cercanía forzosa -física y temporal- de los jesuitas expulsos en Italia (Batllori, 1966, p. 15-119). Este evento fue de por sí tan llamativo, que los propios ex jesuitas fueron totalmente conscientes de las posibilidades que otorgaba este fenómeno. Citemos, por ejemplo, la opinión del propio Hervás al respecto:

Para esta consulta me han ofrecido circunstancias presentes la ocasión mas ventajosa que hasta ahora ha habido en el mundo, y que difícilmente se logrará otra vez en los siglos venideros. Esta ocasión ha sido y es la de hallarme en Italia en medio de muchedumbre de jesuitas sabios, ántes dispersos por casi toda la faz terrestre para anunciar el santo Evangelio, aun á las naciones mas remotas y bárbaras, y ahora compañeros mios envueltos en la misma desgracia, que arrancándonos del seno de la patria, nos ha arrojado á las playas de Italia.


(Hervás y Panduro, 1800, p. 73)                


Antes de la expulsión y disolución de la Compañía, funcionaba, como sostiene Harris (1999), dentro de la misma una extensa y fluida red de circulación de información. Los conocimientos -ya sea del mundo natural, de carácter lingüístico, disciplinarios, antropológicos, etc.- producidos u obtenidos en las bases de la pirámide organizativa jesuítica, eran enviados de manera constante y ordenada al centro romano, en donde servían como materia prima para tomar las futuras decisiones organizacionales, administrativas o misionales. A su vez, estos conocimientos eran reutilizados, depurados y difundidos por los centros universitarios y de enseñanza de la Compañía. De esta manera, los informes de los misioneros en América o en Asia, para poner un ejemplo, servían de fuente de información tanto para los superiores, como para los intelectuales dentro de la Orden. La Compañía de Jesús de ese periodo puede ser comparada, según este autor, con una Long-Distance Corporation cuya estructura organizacional estaría fundamentalmente orientada hacia el objetivo primordial de los ignacianos: la misión. Muchas veces, como en el caso de China, la información recopilada y producida por los jesuitas en los territorios de misión superaba las fronteras de la Compañía y era demandada ávidamente por la intelectualidad europea (Davis, 1983). Es así como la Compañía de Jesús se convirtió en numerosas oportunidades en una mediadora entre los europeos y las lejanas y exóticas tierras extranjeras. Los jesuitas en su rol de misioneros y miembros de una «corporación internacional» daban a conocer, muchas veces por primera vez, mundos desconocidos a una Europa en plena expansión colonial.

El conocimiento producido por los ignacianos no solo fue de gran utilidad para sus actividades misionales: colaboró tanto en la creación de nuevas disciplinas y campos del conocimiento, como en la construcción y reelaboración de las percepciones e imágenes que Europa tenía de sus periferias. En el primer caso podemos poner como ejemplos el surgimiento de la disciplina de la sinología en los siglos XVII y XVIII (Mungello, 1989), y, volviendo a la figura de Lorenzo Hervás y Panduro, de la Lingüística Comparada moderna. Los aportes hervasianos fueron la base de muchos estudios importantes en el siglo XIX en este campo del conocimiento (Cfr. García de Paredes Aued, 1963; Breva-Claramonte, 2004, 1999; Poli, 1995). Para la redacción de su ingente obra lingüística Hervás utilizó sus contactos y amistades entre la comunidad de ex jesuitas. Mediante cartas, testimonios orales, relaciones y gramáticas nuestro autor recopiló, ordenó y clasificó la mayoría de las lenguas hasta entonces conocidas de los cinco continentes.

Si pensamos ahora en el aporte jesuítico a la construcción de las imágenes europeas sobre los mundos coloniales, además de aludir nuevamente al ejemplo de los misioneros en China y su influencia determinante en la «fabricación» del Confucianismo (Jensen, 1997), podemos citar la participación de los jesuitas americanos expulsos en la «Disputa del Nuevo Mundo» (Gerby, 1982) muchos de los cuales fueron informantes, contactos y amigos de Lorenzo Hervás y Panduro en el exilio italiano. Esta polémica fue iniciada por autores ilustrados -como Buffon, De Pauw, Raynal y Robertson- que sostenían la inferioridad del continente americano en su flora, fauna, clima y en la cultura de sus habitantes respecto del continente europeo. La crítica de estos philosophes no solo se recaló en el aspecto biológico o natural de América, sino que estos autores también dedicaron parte de sus obras a criticar a la corona española, su gobierno en América y la historia de la conquista y colonización del continente. Como era de esperarse, hubo una respuesta rápida a estos ataques contra América de la intelectualidad española y sobre todo de aquellos más cercanos a la realidad americana: los antiguos misioneros jesuitas. Además de obras de carácter apologético sobre el accionar de la Compañía de Jesús en las tierras de misión, redactaron numerosos tratados de historia natural (Battlori, 1966, p. 44-47). Opusieron en esta polémica su conocimiento real y directo de América y sus experiencias en las misiones, al conocimiento indirecto, libresco, infundado y especulativo de los ilustrados europeos (Justo, 2007). Estos sacerdotes, criollos y españoles, en su forzado exilio itálico y con su participación en la «Disputa del Nuevo Mundo» colaboraron en la construcción de una nueva imagen sobre América8. Alguno de los ex jesuitas más importantes que participaron en esta polémica fueron Javier Clavijero, Juan Ignacio de Molina, Juan de Velazco y José Sánchez Labrador, por citar algunos nombres (Navia Méndez-Bonito, 2005). Son estos mismos autores a los que veremos más adelante como informantes y amigos cercanos del propio Hervás y Panduro y serán sus obras y sus conocimientos sobre las lenguas americanas las que utilizará nuestro jesuita para redactar su Catálogo de las lenguas.

Luego de haber analizado brevemente la red informativa jesuítica y como los ignacianos hicieron usufructo de la misma en algunos de los debates intelectuales y científicos más importantes de los siglos XVII y XVIII -como pueden ser la «polémica de los ritos chinos y malabares» (Etiemble, 1966) y la «disputa del Nuevo Mundo»-, volvamos nuestra atención nuevamente al problema de la expulsión de la Compañía de Jesús de los reinos ibéricos y el exilo de sus miembros en la península itálica.

A pesar del drama colectivo e individual que significó para cada sacerdote de la Compañía las diversas expulsiones de los reinos europeos, la comunidad formada en Italia por los miles de jesuitas expulsos generó, como señalamos anteriormente, un importante movimiento cultural y científico que dominó la vida intelectual italiana de fines del setecientos. La enorme red de misioneros, educadores, teólogos, científicos y literatos, que antes se encontraba dilatada por amplios territorios alrededor del mundo fue concentrada en el estrecho territorio italiano. De esta manera, no solo se acortan las distancias físicas entre los distintos jesuitas sino que se acelera y facilita la obtención de conocimientos de las lejanas tierras de misión. Como hemos visto unos párrafos más arriba, este intercambio entre los ignacianos y la intelectualidad europea existía ya desde hace tiempo. Sin embargo, una vez que los jesuitas americanos expulsos se instalaron en Italia se redujeron los lentos tiempos de comunicación a los que se veían constreñidos cuando estaban en América. A su vez, alejados ya de los reinos de España, las lecturas y las publicaciones de los ignacianos ya no estaban sometidas a la censura inquisitorial y gubernamental borbónica9. Esta nueva libertad, les permitió gozar a los expulsos de una mayor libertad académica y literaria de la cual estaban privados en sus antiguas tierras de misión.

La experiencia de la expulsión, si bien traumática para la conciencia colectiva jesuítica, consolidó en Italia una comunidad con fuertes lazos de solidaridad. Dentro de ella surgen una serie de figuras importantes en el campo de las letras y las ciencias, muchas de las cuales fueron ya estudiadas en la célebre obra de Battlori: Burriel, Andrés, Arteaga y el mismo Hervás y Panduro, entre otros. Con todo, es necesario recordar que estos notables jesuitas convivieron junto a numerosos correligionarios que son poco conocidos por la historiografía especializada. La magra documentación que dejaron hace que el acceso a su vida y obras sea complejo, aunque no imposible. Es por esto que a continuación intentaremos mostrar cómo las obras de Lorenzo Hervás y Panduro pueden convertirse para los investigadores en una fuente fecunda para estudiar con mayor profundidad a los jesuitas americanos expulsos.




ArribaAbajoLa centralidad de la figura de Lorenzo Hervás y Panduro para el conocimiento de la comunidad americana de jesuitas expulsos

Como afirmamos más arriba, Lorenzo Hervás y Panduro fue una trascendente figura literaria de la comunidad de expulsos, sin embargo, su importancia no solo se puede medir por la calidad y trascendencia de sus escritos. Desde su llegada a la península itálica, comenzó a entretejer una densa red de correspondencia y contactos personales con varios jesuitas importantes, sobre todo con varios provenientes del continente americano. Una de las más importantes amistades de Hervás fue el jesuita mexicano Francisco Javier Clavijero. Ambos ignacianos entablaron una larga amistad de ocho años a partir de su estancia en la ciudad de Cesena. Fue aquí donde comenzaron a imprimir sus primeras obras en la misma imprenta (la imprenta Biasini)10: La Idea dell’Universo de Hervás y la Storia Antica del Messico de Clavijero (Astorgano Abajo, 2010, p. 69-83). Asimismo, antes de su estadía en Cesena, Hervás vivió seis años (1768-1774) en la ciudad de Forlì donde fue nombrado, en 1774, inspector eclesiástico sobre las residencias de los otros jesuitas expulsos para examinar, entre otras cosas, los altares provisorios sobre los cuales estos sacerdotes celebraban la Misa. Aprovechando este cargo administrativo, Hervás comenzó a establecer y fortalecer sus contactos en el mundo de la comunidad de expulsos. Las relaciones, contactos y amistades que mantuvo por toda Italia -tanto en el ejercicio de esta tarea oficial, como en sus propias búsquedas académicas-, hacen de Hervás una fuente fundamental para conocer muchos detalles de la realidad de la comunidad de expulsos: no solo de las personalidades más relevantes, de las cuales se posee ya bastante información, sino de aquellos jesuitas de menor importancia que son apenas conocidos.

En particular, Hervás y Panduro nos provee de grandes noticias del grupo proveniente de América. Su interés intelectual por este continente, y en particular por Nueva España, surge de muy temprano -mucho antes de la publicación del Catálogo de las lenguas- y se ve reflejado en estudios suyos sobre el calendario azteca y en los contactos con varios jesuitas novohispanos de la ciudad de Cesena (Astorgano Abajo, 2009). Como señala Astorgano Abajo, principal estudioso actual de la figura de Hervás, se puede decir que, además de disfrutar de la amistad de numerosos jesuitas expatriados, gozaba entre ellos de una especie de «liderazgo» intelectual dentro de la comunidad de expulsos. Astorgano Abajo resalta las ayudas económicas que Hervás y Panduro brindó a varios ex correligionarios amigos, como, por ejemplo, a Juan Francisco Masdeu, al cual dio dinero para que este pudiera imprimir su Historia crítica de España y su Arte poética fácil. Además de prestar dinero a sus amigos, Hervás impulsó sus proyectos intelectuales y promovió la impresión de sus obras, las cuales eran después publicitadas en obras como el Catálogo de las lenguas o la Biblioteca Jesuítico-española para lograr que fueran más conocidas por el público. Asimismo, Hervás no se olvidaba de agradecer y reconocer la ayuda que prestaron sus amigos, informantes y colaboradores jesuitas para la redacción de sus trabajos. Por último, Astorgano Abajo menciona que Hervás conoció en detalle la vida de mucho de estos jesuitas gracias al carteo continuo que mantenía con ellos. A partir de este carteo, nuestro jesuita reconstruyó en la BJE las biografías de numerosos ignacianos. Todos estos contactos, relaciones y amistades dentro de la comunidad de expulsos hispano-americana difícilmente pudo haberlos conseguido Hervás de no haber contado con este «liderazgo» entre sus compañeros jesuitas (Astorgano Abajo, 2004, p. 212-225).

Como veremos a continuación, tanto en el Catálogo de las lenguas como en la Biblioteca Jesuítico-española se verán los frutos de estas relaciones. En estas dos ingentes obras podremos observar el conocimiento que Hervás tenía de la comunidad de ex jesuitas americanos que habitaban en la península itálica. Pasemos entonces a continuación a dar un breve detalle de ambas obras.


ArribaAbajoCatálogo de las lenguas

En el Catálogo de las lenguas de las naciones conocidas, y numeración, división y clase de estas según la diversidad de sus idiomas y dialectos, Hervás estudió la división y estructura de la mayoría de las lenguas del globo conocidas hasta el momento11.

Este trabajo, junto con las notas y archivos personales de Hervás, inspiró los estudios lingüísticos de Wilhelm von Humboldt (Justo, 2001, p. 26) y es el más afamado dentro del amplio repertorio bibliográfico hervasiano. En la actualidad, la historiografía especializada lamentablemente estudia solo este aspecto técnico de la obra de Hervás y Panduro -sobre todo las teorías sobre la filiación y clasificación de las lenguas-, de esta manera no logra rescatar otros puntos importantes dentro de la misma como los que trataremos a continuación.

El Catálogo de las lenguas está dividido en seis tomos, los cuales fueron apareciendo entre los años 1800 y 1805. El primer tomo está consagrado completamente al estudio de las lenguas de todo el continente americano (América del Norte, del Sur, Central y el Caribe), el segundo a las lenguas de Asia y de las islas del Pacífico y los cuatro restantes al estudio de las lenguas europeas. Como vemos, América ocupa un lugar importante dentro del estudio general de lenguas del mundo. Ahora bien, de este tomo americano es posible sustraer mucha más información además de la lingüística. Resaltaremos a continuación los aspectos que nos parecen más relevantes para poder estudiar el interés y el conocimiento que Hervás tenía sobre el continente americano y sus misioneros jesuitas expulsos.

Lo primero que llama la atención en la obra es la dedicatoria que Hervás y Panduro realiza al Supremo Real Concejo de Indias (sic). Nuestro ignaciano, como mencionamos brevemente al comienzo, financiaba sus propios libros y por lo tanto no necesitaba con esta dedicatoria buscar un patronato para imprimir y difundir sus ediciones12. Las dedicatorias que realiza en sus obras comúnmente son o en agradecimiento a figuras importantes que lo ayudaron a lo largo de su vida, o para buscar el apoyo político en la Corte frente a problemas personales. En el Catálogo de las lenguas se puede decir que la dedicatoria pertenecería al primer caso: dentro del Consejo de Indias se encuentra un corresponsal y amigo de Hervás, el aragonés José de Cistué y Coll, fiscal del Consejo13.

En la dedicatoria Hervás justifica el estudio de las lenguas americanas en la utilidad que este conocimiento tiene para el buen gobierno del imperio español: es necesario conocer las numerosas lenguas americanas, sus ramificaciones y parentescos entre sí para poder tener un mejor control de los territorios de ultramar españoles. Sin embargo, al final de la dedicatoria Hervás y Panduro realiza un pequeño comentario que nos indica que esta obra no tiene solo una finalidad puramente lingüística y técnica:

Para tan feliz continuación no serán inútiles las circunstanciadas noticias, que en esta obra doy a la muchedumbre de naciones que V.A. gobierna: en ella admirará su número y diversidad, y hallará indicados algunos de los medios principales, con que feliz y fácilmente se conquistaron en gran parte, y pacíficamente se conservan en unión y obediencia. Estos medios tuvieron por principio y fin la santa religión, con que únicamente se hace y conserva feliz la sociedad civil.


(Hervás y Panduro, 1800, p. VII)                


Las sociedades americanas, según Hervás, se conquistaron y se conservaron pacíficamente hasta el presente solo por la acción de la «santa religión». Nuestro autor quiere mostrar al Concejo de Indias las noticias y ejemplos de cómo esto sucedió tanto en el pasado lejano de la conquista de América, como en el inmediatamente anterior a la expulsión de los jesuitas de América.

Es de notar, como hemos ya mencionado, que la mayor parte de la información sobre el continente americano Hervás la obtiene de los misioneros jesuitas y de sus escritos (gramáticas, relaciones e historias naturales):

[...] he procurado suplir la falta de dichas pruebas y documentos con la historia, con las relaciones de viageros, y principalmente con los informes que he tenido de misioneros, comúnmente jesuitas, a los que de voz o por escrito he preguntado y consultado: y las pruebas que la historia, y las dichas relaciones e informes me han suministrado, las apunto en la obra presente.


(Hervás y Panduro, 1800, p. 26-27)                


Muy pocas veces utiliza fuentes por fuera de la Compañía de Jesús14. Esto sucede solamente cuando encuentra alguna lengua o dialecto del cual no pueda obtener noticias; es aquí cuando toma informantes no solo de otras Órdenes religiosas (dominicos, franciscanos y capuchinos), sino también de exploradores, geógrafos y científicos laicos. Es por esto que podemos suponer que cuando nuestro autor ignaciano se refiere a las «noticias» sobre la «pacificación» de América, está pensando sobre todo en el accionar de la Compañía y sus misioneros en el continente. Como gran parte de la literatura jesuítica producida luego de la expulsión y disolución de la Compañía, el Catálogo de las lenguas no es solo una obra de difusión científica, sino que cumple un fin apologético del accionar de la Compañía de Jesús. Si bien la mayor parte de la obra se dedica al análisis de las lenguas americanas, Hervás no deja de mencionar elogiosamente en cada momento las actividades evangelizadoras de los sus informantes jesuíticos.

Estos relatos sobre las actividades misioneras jesuíticas se extienden desde los primeros padres jesuitas de la época de Acosta, hasta los últimos misioneros que fueron expulsados en 1767; de la misma manera, cubren todo el continente americano, desde Tierra del Fuego hasta la Alta California. Como sería largo y engorroso recopilar todos los testimonios hervasianos de elogios hacia el accionar de los misioneros, resumiremos su posición al respecto en este breve pero conciso fragmento en el que habla de la necesidad de misioneros en América (que aunque no se mencione de qué Orden deberían proceder se puede intuir, dada su pertenencia institucional y la preferencia por los informantes jesuíticos que mencionamos en el párrafo anterior, que se estaría refriendo a la Compañía de Jesús):

Cada día, y a cada paso suceden en América hechos que demuestran la necesidad de depositar y encargar, como antes se dixo, á los misioneros todo el cuidado de las misiones, si se quiere dar una providencia útil al servicio de la religión y del estado. Si los soberanos, que en América tienen dominios, dexaran a la voluntad, o por lo menos a la consulta de los obispos, la elección de los gobernadores de los países en que hay indios, en pocos años después de esta providencia experimentaran que sus rentas públicas crecerán, la tranquilidad será estable sin gastos militares, y la población se aumentara desmedidamente. La religión conquista pacíficamente, y conserva con suma paz lo conquistado.


(Hervás y Panduro, 1800, p. 169)                


El gobierno americano, al menos en los territorios en los que habitaran indígenas, debería ser puesto, según Hervás, al cuidado de los misioneros y del control general de los obispos. De esta manera, no solo se aseguraría la paz que se había conquistado con la religión cristiana, sino que, gracias a su administración, se aumentarían las rentas públicas para la corona española.

Los comentarios político-religiosos, intercalados a lo largo de la obra, no terminan aquí. Muy veladamente, nuestro autor deja pasar varias críticas a la expulsión de la Compañía de Jesús de América, las cuales probablemente provendrían de los mismos jesuitas informantes de Hervás:

No pocas diligencias he hecho sobre dichas lenguas, consultando a los ex jesuitas portugueses, mas sin fruto alguno, porque los trabajos, las navegaciones desastrosas, los sequestros de las personas, y los subterráneos de Lisboa, en los que centenares de jesuitas quedaron encarcelados, han hecho desaparecer en pocos años casi todos los misioneros del jesuitismo portugués. [...] España en dichas misiones tendría ciertamente inmensa población, si hubiera protegido valerosamente las naciones que antes se convirtieron, e inquietadas después, se abandonaron a la dispersión por causa de las correrías de algunos portugueses revoltosos, contra los que el dicho P. Fritz personalmente presentó lamentos en el Pará al general portugués, y después en Lima al virey el conde de la Moncloa. La conservación pacifica de las naciones americanas interesa sumamente a las monarquías española y portuguesa, las quales por tanto han dado órdenes justas, reglamentos excelentes, y leyes para lograr el debido y justo fin: mas la experiencia enseña que tales ordenes y providencias no han tenido el mejor efecto por causa de la avaricia y despotismo de los europeos en América. La religión, la qual en gran parte ha conquistado las naciones americanas, es la que solamente las puede conservar; y por esto la buena política prescribe, que los obispos sean los principales executores de las sabias leyes, que se han formado y publicado para favorecer a los americanos españoles y portugueses. He creido hacer esta disgresion para prevenir la mente del lector, que en la relación que de las lenguas americanas continuo haciendo, leera haber perecido no pocas misiones; y quizá, como hacen muchos malintencionados, atribuirá al supremo gobierno, o a toda una nación, los desordenes que causaron o causan algunos particulares.


(Hervás y Panduro, 1800, p. 150-151)                


En este fragmento se puede ver como Hervás estaba enterado, por su contacto con los jesuitas portugueses, de los maltratos sufridos por ellos durante la expulsión de los territorios de la Corona portuguesa. De la misma manera, resalta la pérdida española de las misiones en el Guayrá a causa de unos «portugueses revoltosos» y vuelve a mostrar la importancia de las misiones para conservar la paz en las poblaciones americanas, aunque nunca responsabiliza directamente a las coronas españolas y portuguesas.

Como pudimos ver en estos extractos del Catálogo de las lenguas, Hervás se encuentra muy bien informado de la realidad y la historia de las misiones y misioneros jesuitas americanos y de las desgracias sufridas por la expulsión. Esta información la utiliza no solo para fundar lo que se convertiría en la futura Lingüística Comparada, sino que también sirve, de manera sutil, para la defensa del accionar de la Compañía de Jesús en América.




ArribaAbajoBiblioteca Jesuítico-española (1759-1799)

Otra de las obras en la que podemos observar los estrechos vínculos de Hervás y Panduro con los jesuitas americanos es la Biblioteca Jesuítico-española de los escritores que han florecido por siete lustros. Estos empiezan desde el año 1759, principio del reinado del Augusto Rei Catolico Carlos III y acaban en el año 1793. La BJE, que hasta el año 2007 estuvo inédita y permaneció casi desconocida para la mayoría de los estudiosos de la figura de Hervás15, fue uno de los proyectos más queridos por nuestro ignaciano. Mediante la BJE Hervás quiso dar a conocer la vida y obra de casi 500 compañeros jesuitas españoles y portugueses en el exilio italiano (Astorgano Abajo, 2007, p. 83). Fue concebida como un catálogo de difusión apologético para destacar los aportes literarios de los miembros de la extinta Compañía de Jesús de las provincias españolas y portuguesas. De esta manera, este trabajo puede incluirse tanto dentro de la tradición de obras en defensa de la Compañía de Jesús, como dentro del contexto de las polémicas comentadas por Batllori sobre la literatura hispano-italiana del setecientos entre los jesuitas italianos y españoles (Battlori, 1966, p. 15-54).

La BJE comprende las reseñas bio-bibliográficas de 495 jesuitas hispano-portugueses de la segunda mitad del siglo XVIII. Aquí están incluidos los jesuitas peninsulares, los americanos y los jesuitas extranjeros que estaban habitando en las dependencias de la corona española. De la misma manera, en la BJE existe un apartado separado para los jesuitas de procedencia portuguesa (Trigueiros, 2008). En cada una de las entradas de este catálogo relata brevemente la biografía de cada sacerdote de la Compañía y la producción bibliográfica del mismo, discriminando entre los que poseían obras editadas y aquellos de los cuales solo se conservaba su obra manuscrita. La longitud de las mismas depende de la importancia que Hervás asigna cada uno de estos autores, siendo esta medida comúnmente por la cantidad y calidad de las obras impresas o manuscritos sin publicar de los que tuvo él noticia. En la BJE figuran los grandes autores ignacianos de finales del siglo XVIII, mucho de los cuales fueron protagonistas importantes de la comunidad hispano-itálica descripta por Batllori y amigos cercanos de nuestro jesuita, como por ejemplo Francisco Javier Clavijero, Juan Andrés y Rafael Landivar, por nombrar alguno de ellos. Sin embargo, al lado de estas figuras destacadas del jesuitismo español se encuentran las biografías de numerosos autores menos conocidos y poco o nulamente estudiados por la historiografía especializada. Si bien es cierto que la longitud de estas entradas es bastante menor en comparación con las de autores como, por ejemplo, Francisco Javier Clavijero, los datos aportados por Hervás de la vida y obra de estos autores son de gran utilidad para el conocimiento de muchos de estos personajes. Asimismo, si tenemos en cuenta que la cantidad de autores mencionados por Hervás y Panduro supera ampliamente a los reseñados por otros repertorios jesuíticos -incluyendo a los realizados por los historiadores del siglo XIX y XX16-, hay que concluir que la información aportada por la BJE es de gran interés para el estudio de la comunidad de jesuitas expulsos y, en particular, la de sus figuras menos conocidas (Perrone, 2010). Si comparamos a la BJE con otros catálogos jesuíticos encontraremos que Hervás presenta a 30 jesuitas que no aparecen en ningún otro repertorio de autores de la Compañía17. Por último, la BJE nos aporta no solo noticias meramente biográficas o bibliográficas de los autores reseñados, sino que en muchos casos ofrece valiosa información sobre el contexto político-religioso en el cual se gestó la comunidad de expulsos y sobre los conflictos personales de muchos jesuitas con las autoridades eclesiásticas y políticas italianas opuestas a la Compañía de Jesús.

Volvamos nuevamente al tema central de este trabajo, es decir, a la relación que Hervás y Panduro estableció con los jesuitas americanos. En la BJE, este vínculo se puede ver con claridad en un punto: de los 495 autores jesuíticos reseñados por nuestro autor, 197 provienen de América, es decir, un 40% del total de las entradas totales de la BJE. Dentro de este grupo se encuentran los jesuitas criollos nacidos en América y los jesuitas españoles y extranjeros que estuvieron en el continente. A su vez, estos casi 200 jesuitas se pueden dividir según la proveniencia regional:

  • 63 provenientes de la provincia de Nueva España
  • 37 provenientes de la provincia de Quito
  • 32 provenientes de la provincia de Paraguay
  • 22 provenientes de la provincia de Perú
  • 17 provenientes de la provincia de Chile
  • 16 provenientes de la provincia de Brasil
  • 10 provenientes de la provincia de Santa Fe (Nueva Granada)

Lo que nos demuestran estas cifras es que para Hervás y Panduro, como ya hemos visto con el Catálogo de las lenguas, América y sus compañeros ignacianos en misión tuvieron una centralidad indiscutida en la elaboración de sus obras. Asimismo, se puede observar la importancia que la provincia de Nueva España tenía para nuestro autor, como ya ha señalado Astorgano Abajo (2009). Esto puede deberse tanto a los intereses personales que Hervás tuvo sobre las culturas precolombinas de la región como a las relaciones cercanas que entabló con Clavijero en Cesena. Sin embargo, también hemos mostrado que existe ingente información sobre el resto de las provincias jesuíticas de América y sus misioneros.

De esta manera, aunque con un retraso de casi doscientos años, la edición de la BJE cumple con el objetivo inicial de Hervás y Panduro: difundir la vida y obra de los jesuitas hispano-americanos expulsos. Los historiadores podemos aprovecharnos de la apologética hervasiana para conocer y estudiar a numerosos jesuitas que, al día de la fecha, esperan todavía ser «descubiertos».








ArribaAbajoConclusión

En este trabajo intentamos mostrar los lazos que Lorenzo Hervás y Panduro mantuvo con la comunidad de exiliados jesuitas en la península itálica a fines del setecientos y en particular con los jesuitas provenientes de los territorios americanos. Para esto utilizamos dos obras de Hervás: el Catálogo de las lenguas y la Biblioteca Jesuítico-española. En estos trabajos hervasianos observamos el interés apologético de nuestro autor por defender al accionar de la Compañía de Jesús en América y sus conocimientos de primera mano de las misiones y misioneros americanos -conocimiento que fue utilizado para el estudio y catalogación de las lenguas americanas.

Gracias a sus contactos y amistades dentro de la comunidad hispano-italiana, Hervás no solo recolectó información para sus trabajos lingüísticos, sino que también se dedicó, dentro de las medidas de sus posibilidades en su situación de «liderazgo», a ayudar a sus compañeros en el exilio. Esta ayuda se expresó, como dijimos, en la impulsión de proyectos editoriales de sus compañeros y en el apoyo económico dado a otros jesuitas. Sin embargo, el rol más importante que cumplió Hervás y Panduro fue

Gráfico

Gráfico 1. Proveniencia regional de los jesuitas de América mencionados en la BJE.

el de recopilar, organizar y difundir la ingente cantidad de información de la comunidad de expulsos que obtuvo a partir de su red de contactos e informantes. Estos esfuerzos hervasianos se convierten en una fuente invalorable para el estudio de la vida y obra de innumerables misioneros, profesores, eruditos y sacerdotes de la Compañía de Jesús que vivieron durante el complejo periodo de las expulsiones. Podemos concluir que Hervás actuó en la Italia de fines del setecientos como un difusor de la obra de la Compañía. Sus tratados lingüísticos, que fueron muy bien recibidos en su época y reutilizados por figuras como Humboldt, no solo están cargados de información «técnica» sino que contienen innumerables referencias al accionar de los misioneros jesuitas en América y los beneficios que estos han aportado a la Corona española y al continente. De esta manera, se puede afirmar que cumplió el rol de articulador entre la difunta Compañía de Jesús y la República de las Letras, a la cual Hervás también pertenecía. Este accionar hervasiano repite de un modo similar el rol que los jesuitas en las universidades y centros de enseñanza de la Compañía cumplieron en los siglos anteriores al difundir las noticias de los misioneros sobre Asia y América a la elite cultural europea. Por otra parte, podríamos insertar los trabajos de Hervás en otra «tradición» jesuítica. En la historia de la Compañía de Jesús, el prestigio científico nunca era buscado como un fin en sí mismo, sino siempre siguiendo el tan conocido lema ad maiorem Dei gloriam. Las actividades científico-intelectuales jesuíticas estuvieron siempre subordinadas a glorificar a Dios, a ensalzar los méritos de la Compañía y a colaborar en las actividades misionales en tierras extranjeras. Volviendo entonces a la obra de Hervás, veremos cómo en ella los estudios lingüísticos van de la mano con la defensa del accionar de su Orden y sus misioneros. Igualmente, podemos también intuir que el propio Hervás era consciente que su propio prestigio dentro de la comunidad de letrados europea serviría para sus fines de difusión y apologética.

Si pasamos a la segunda obra analizada en este trabajo, recordemos que la BJE fue escrita, aunque nunca publicada, para dar a conocer y sacar del olvido a sus compañeros de exilio. La intención de Hervás era mostrar a la intelectualidad europea los aportes que los jesuitas españoles dieron a las letras y las ciencias del momento y limpiar su reputación de los cargos de «mal gusto» literario que les atribuían sus compañeros de Orden italianos. Aunque esta obra no alcanzó la difusión que nuestro autor buscaba (dado que nunca fue impresa), lo importante de ella es la información que podemos los historiadores recabar de la misma y la intención de difusión hervasiana que nos da cuenta del clima literario, político y religioso dentro de la comunidad de expulsos y las relaciones de solidaridad que los jesuitas expulsos mantenían entre sí.

Ahora bien, dado el rol de liderazgo que tuvo Hervás y Panduro dentro de la comunidad jesuítica en Italia, creemos que puede ser considerado como una figura paradigmática para estudiar el periodo comprendido entre las expulsiones y la restauración de la Compañía de Jesús. Las relaciones personales que estableció con las autoridades eclesiásticas de la península (no olvidemos que mantuvo una estrecha amistad con el papa Pío VII), con algunos miembros del gobierno Borbón español (como José de Cistué y Coll) y con sus propios compañeros de exilio son fundamentales para comenzar a entender las redes de sociabilidad que fueron creando los ignacianos para sobrevivir luego de la disolución de la Compañía. Varios de los contactos que Hervás poseía, como, por ejemplo, los contactos con algunos miembros de la nobleza española, los había formado bastante antes de la expulsión de España. Sin embargo, este ignaciano tuvo que rehacer, en el nuevo contexto itálico, nuevas redes de influencia que utilizó no solo para su propio beneficio personal, sino también para ayudar a muchos compañeros de su extinta Orden. De esta manera, observando el ejemplo hervasiano podemos también estudiar los lazos y el espíritu de solidaridad que se mantuvieron entre los miembros de la Compañía de Jesús durante el exilio.

Por último, los escritos de Hervás muchas veces tienen un claro tinte apologético que continúan, aun en los momentos más complicados de la Orden ignaciana, la larga tradición auto-laudatoria de la literatura jesuítica comenzada por la famosa Imago primi saeculi publicada en Amberes en 1640. A lo largo de los siglos los jesuitas desarrollaron un corpus de historiografía apologética para defenderse de los ataques de sus enemigos que se encontraban tanto dentro como fuera de la propia Iglesia (Betran, 2010). Podemos intuir que nuestro jesuita no es el único que continúa con esta práctica literaria. Es por esto que creemos que no sería arriesgado considerar que el análisis de su obra escrita nos puede servir de trampolín para estudiar cómo los jesuitas del periodo percibían el estado de su situación político-religiosa en los años anteriores a la restauración de la Compañía en 1814.




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