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Una retrospectiva del cubismo

Ricardo Gullón





Se suceden las exposiciones retrospectivas de los grandes movimientos pictóricos del siglo: los «fieras», Du Stijl..., ahora el cubismo.

El Museo de Arte Moderno de París ha expuesto en sus salas doscientas treinta obras inspiradas en la severidad constructiva del movimiento iniciado por Pablo Ruiz Picasso. Convendrá recordar la raíz española del cubismo, raíz evidente no sólo porque Picasso sea español, sino porque, conforme demostró Gertrude Stein, lo eran también, anticipadamente, el paisaje y los pueblos de nuestra tierra, que, al modo de monsieur Jourdain en prosa, se expresaban en cubismo sin saberlo. (Sobre la «aportación» genitora del paisaje español al cubismo, el cine italiano ha logrado un bellísimo cortometraje, titulado La experiencia del cubismo, donde se va exponiendo inteligentemente el proceso de adaptación material del paisaje a la forma cubista.)

Picasso es el inventor del cubismo, y Juan Gris, otro español, de la meseta, el más fiel practicante y acaso quien mejor representa al movimiento. Sería equivocado pensar el cubismo desde un ángulo estrictamente racional. Predomina en él la voluntad de contener la demasía de los «fieras» y solidificar las estructuras quebrantadas por los impresionistas; mas si la exigencia constructiva respondía al deseo de dar a las formas una significación clara, no implicaba el cercenamiento, y menos el aniquilamiento, de la imaginación creadora. Era una etapa necesaria, un momento, en la evolución de la pintura, que no podía ser soslayado. Lo considero estéticamente inexcusable, y sin él no se comprendería una parte esencial del arte contemporáneo.

El cubismo no es la negación del impresionismo, sino su complemento: los impresionistas tienden a musicalizar la pintura; los cubistas, a ordenar el cuadro de manera geométrica. Se complementan porque ambas tendencias procuran alejarse conscientemente del realismo, aunque permanezcan ligadas a la realidad. Cuando Monet pinta las Catedrales o Picasso Las señoritas de Aviñón, su actitud coincide en la relación de lo real a segundo término y en la subordinación de lo representado a lo puramente plástico. Los valores predominantes son, en ambos casos, valores pictóricos, aunque, desde luego, muy diferentes. El cubismo es un movimiento de tendencia intelectual, mientras en el impresionsimo predomina el sentimiento.

La conocida frase de Picasso «Yo no busco; encuentro», puede ser entendida como reconocimiento de su indiferencia hacia teorías y postulados. El cubismo no es el resultado de lucubraciones doctrinales, sino el lógico desenlace de un período de trabajos y luchas para conseguir una expresión personal. En Juan Gris y en Morcousis se inicia la adaptación a lo logrado, pero en Picasso, y quizá -el asunto está harto oscuro- en Braque, el cubismo es la consecuencia de una asimilación espontánea, según la voracidad consustancial a su genio, de la lección cezannesca, el impacto del arte negro, los planos austeros del paisaje ibérico...

El gran Torres García, a quien no se recuerda cuanto merece, refiere en Universalismo constructivo (libro importante, repleto de ideas y datos de primera mano) la indagación que en cierta coyuntura llevó a cabo entre los cubistas más ilustres. La pesquisa sirvió para afirmarle en la idea que tenía del cubismo. Picasso, Braque, Juan Gris, Metzinger..., no salieron en pos de lo nuevo como el hidalgo de comedia marcha a la guerra de los Treinta Años. «Nada de misterio -escribe el pintor uruguayo-, nada de cosa hermética; simple hacer y trabajar; simple hacer pintura. Pero hacer pintura con libertad: ahí está el secreto».

Recordemos esta frase, tan certera, cuando oigamos hablar ligeramente de los ismos. Los movimientos artísticos más considerables no son consecuencia de un acuerdo ni del propósito de realizar audacias nunca vistas, como creen o fingen creer sus adversarios, sino consecuencia del esfuerzo por conseguir una expresión sincera de los problemas que preocupan al creador y le obligan a mantener una permanente pugna para comunicar sus intuiciones sin dejarse pervertir por la facilidad imaginativa, por la perfección correspondiente a otros estilos de vivir y de intuir. En este sentido, el cubismo sigue siendo magnífico ejemplo de labor constructiva y de invención fecunda.





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