101
También podría ser «Mar.»; no puedo interpretar este nombre usado para la firma.
102
«Siempre le falta un no sé qué a la incompleta fortuna» (Horacio, Odas, 3, 24, 64).
103
La lógica del texto ¿no pediría, más bien, «ininteligible»?
104
Coetanfao probablemente escribió «majaderotecnia».
105
La única interpretación posible es que pazzca» (¿o «pazzea»?) sea error de copia por «pazzia»; así, la frase significaría «esclavo de vuestra locura».
106
No puedo explicar este nombre, ni su conexión con la frase italiana que lo precede. En italiano, cicerchia es «almorta», y el adjetivo cicerchino «di forma simile a quella della cicerchia».
107
Se habrá notado el sabor cervantino de todo el pasaje, desde la mención de Briareo, gigante de la mitología clásica dotado de cien brazos y cincuenta cabezas (Quijote, I, 8 y II, 3), hasta estos «endriagos», pasando por la sanchopancesca sarta de refranes.
108
La Sátira contra los vicios introducidos en la poesía castellana, que la Academia premió en 1782.
109
Es, con una
pequeña modificación («souvent» por
«toujours»), el verso 232
(y último) del canto I de L'art poétique de Boileau: «Un sot trouve toujours un
plus sot qui l'admire»
.
110
No ha sido
fácil la identificación de este sujeto, pero estamos
en condiciones de asegurar que se trata de cierto D. Cayetano Sixto García, a pesar de que los
varios escritos publicados a ese nombre desde 1793 en adelante y
recogidos por F. Aguilar Piñal (Bibliografía de
autores españoles del siglo XVIII, VII, Madrid,
CSIC,
1993, pp. 703-704; la
ubicación en dicho tomo es correcta, pues Sixto es, con toda
seguridad, apellido, no nombre de pila) lo presentan como
presbítero y profesor de Letras Humanas, nunca como
escolapio. La clave vino al seguir una pista derivada de otro
impreso más tardío, que registra Aguilar Piñal
al n.º 5062: Respuesta
de D. —, Pro., a las calumniosas
expresiones contra su persona, insertas en el Art. V del Tom.
I de las Memorias para la historia de la revolución de
España, publicadas en París en español y en
francés por D. Juan Antonio
Llorente, baxo el anagrama de Nellerto; precedida de varias
reflexiones políticas en que se vindica el honor de la
Nación española; con un Apéndice o fe de
erratas gramaticales. París, Rougeron, 1816. No he
podido ver este impreso, cuyo único ejemplar localizado
está en la Bibliothèque
Nationale de París, pero título tan
dichosamente detallado me condujo, claro es, a las
Memorias de Llorente, por las que supe que Sixto, que
estaba en Francia en el momento en que se produjo la
proclamación como rey de José Bonaparte (junio de
1808), se contó entre quienes le prestaron juramento de
fidelidad: «Los infantes D. Carlos y D. Antonio
-escribe Llorente- reconocieron ya por legítimo soberano
español al rei Josef, y le juraron fidelidad D. Juan Escoiquiz, el duque de San Carlos, los
marqueses de Ayerbe y de Feria y D. Pedro
Macanaz, D. Antonio Correa y todos quantos
españoles estaban en Francia, desde el embajador [...] hasta
el más obscuro fugitivo, como Núñez de Taboada
[...] y Sixto, Ex-esculapio, autor de la carta latina adulatoria al
emperador de Rusia, en que aparenta no haber jamás adoptado
las máxîmas de Napoleón, quando se
mantenía siendo maestro de las princesas, hijas del rei
Josef»
(Memorias para la historia de la
revolución española, con documentos
justificativos, I, París, 1814, pp. 101-102). Lo de
«Ex-esculapio» despejaba todas las dudas, y de paso se
nos empezaba a perfilar la imagen de un curioso personaje
-absolutamente olvidado hoy, que yo sepa-, seguramente un pobre
diablo obligado por las circunstancias a arrimarse a los poderosos
de cada momento para sobrevivir como profesor de latinidad. He
localizado en AHN un abultado legajo
sobre él (Estado 3197, n.º 29) que nos confirma que la
«secularización» (es decir, el paso de Sixto al
clero «secular») se produjo no mucho después del
momento en que Cienfuegos nos lo presenta: estaba ya solicitada al
Papa en agosto de 1791. Una vez obtenida, la vida del ya simple
presbítero debió de ser una sucesión de
intentos por conseguir una «congrua», y -firme en la
vocación docente que adquiriría en las Escuelas
Pías- por abrirse camino como profesor de Letras Humanas,
para lo que trazó un «Plan razonado de estudios de
Humanidades» que al parecer pudo llevar a la práctica
en Plasencia (donde lo encontramos como profesor en 1793 y 1794; en
este último año publica además, junto con don
Joaquín Ezquerra, una edición en cuatro
volúmenes de los Anales de Tácito, con el
texto latino y la traducción castellana de Carlos Coloma) y
tal vez después en Granada (1797), para finalmente intentar
hacer otro tanto en Madrid, donde aspiraba a establecer y dirigir
un centro de enseñanza (llegó a publicar un tomo
ad hoc de un
Curso de Humanidades o Bellas Letras, Madrid, 1798, en
cuyo prólogo asegura disponer del permiso del Consejo Real
para «executar» su Plan «dentro de la
Corte»). No sé si llegaron a cumplirse sus deseos,
pues no volvemos a saber de él hasta que, en 1808, como ya
queda dicho, lo encontramos en Francia de preceptor de las hijas
del rey José. Tampoco sabemos si acompañó a
este en su venida a España, ni he podido leer su
réplica a las acusaciones de doble juego lanzadas por
Llorente en 1814, pero es cierto que en ese mismo año
había impreso en París un poema latino en alabanza
del emperador de Rusia (Alejandro I), y por la fuente que nos lo
confirma (el Catalogue géneral des livres imprimés de la
Bibliothèque Nationale. Auteurs, t. CLXXIII, París, 1948, p. 979) nos enteramos asimismo de que al
año siguiente dedicó otros, también latinos, a
José Bonaparte (que ya no era rey de España) y a Luis
XVIII y el príncipe de Talleyrand. No terminó su
enfrentamiento con Llorente tras la Respuesta... de 1816,
pues al año siguiente aún le dirige otro folleto, un
Paralelo entre el heroísmo político y el
heroísmo literario, con un comentario sobre las expresiones
contenidas en el prólogo del tercer tomo de las Memorias de
Nellerto contra D. Cayetano Sixto
Garcia (folleto que tampoco he visto; lo menciona A.
Vauchelle-Haquet, Les
ouvrages en langue espagnole publiés en France entre 1814 et
1833. (Présentation et Catalogue), Aix-en-Provence, Université de
Provence, 1985, p.
105; este repertorio, hecho con los datos de la Bibliographie de la France,
las declaraciones de los impresores y el «Dépôt
Légal», nos permite explicarnos la
extraordinaria rareza de esta clase de publicaciones, pues nos
informa de que tanto la Respuesta... -vid.
p. 102- como el
Paralelo... tuvieron tiradas de tan solo 100 ejemplares).
En 1817, pues, seguía Sixto en París, y en
situación de «miseria» e
«indigencia», según asegura el embajador
Fernán-Núñez en escrito que acompañaba
a una representación del presbítero no conservada
(AHN, Estado
5293, n.º 179).
Todavía publica en 1819 (siempre en la imprenta parisina de
Rougeron), como «M. Sixto», una Revue génerale et examen critique
des principales inscriptions latines qui ont paru depuis la
Restauration jusqu'à présent dans les journaux
français (Catalogue..., ibidem). El final (¿provisional?) de la historia
-si el lector ha tenido paciencia para seguirme hasta aquí-
es relativamente feliz: el Trienio Liberal permite que Cayetano
Sixto García, como tantos otros exiliados, vuelva a
España, pues en el curso de 1821-22 lo encontramos en Madrid
como «sustituto» de «Propiedad latina» en
los Reales Estudios de San Isidro, y en el siguiente como profesor
de Literatura e Historia en la «Segunda
enseñanza» de la recién establecida Universidad
Central (J. Simón Díaz, Historia del Colegio
Imperial de Madrid, II, Madrid, CSIC,
1959, pp. 146 y 148). Es de
suponer que estos puestos, culminación de una sostenida
vocación docente, le proporcionaran finalmente un mediano
pasar, pero no sabemos cuándo ni cómo terminó
sus días.