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Versos para despertar


Antonio Rodríguez Almodóvar





Casi todas las ideas equivocadas nacen del desamor. Una de ellas, y entre las que más cuesta combatir, es que a los adolescentes de hoy no les interesa la poesía. Prefiero ignorar de qué suerte de desamor nace este infundio. A los adolescentes de hoy, como a los de siempre, les gusta dejarse llevar hacia lo alto por la palabra bien dicha, en la arquitectura flexible del verso, las alas del sentido, la escala de lo sublime..., siempre que no se les obligue a rendir cuentas de ello. Vamos, a examinarse. De todas las materias necesarias a la edad de la sospecha, esa debería estar prohibida: A ver, dígame usted: García Lorca, vida y obra... Pues ya habremos matado, otra vez, a García Lorca.

El profesor de Instituto, el de la ESO, se enfrenta todos los años al terrible dilema: ¿Cómo despertarlos a la poesía sin rigores pedagógicos? También decía Lacan, es cierto, que nada se logra sin dolor. Pero el dolor de la poesía es tan íntimo, que escapa incluso a la pedagogía. Y como nadie conoce la medida del dolor... No existe esa fórmula mágica para enseñar la poesía, aunque sí una mixtura conocida: amor, conocimiento, deseo. El amor que la exalta, el conocimiento que la alimenta, el deseo que la comunica. Cada cual la administre a su manera, si la tiene. Y si no la tiene, mejor que no lo intente.

Dedicamos el mes pasado esta página al contagio de la poesía cuando se es niño. Hoy toca dar un paso más, y más difícil. Pues la hosquedad, la brusquedad de los púberes que nos rodean tratará de confundirnos. No se dejen engañar. Es pura pose. Por dentro, se derriten al más tierno verso de amor.

Mi primer libro de poemas (Anaya, 2004, última reimpresión), lleva reeditándose desde 1997. Buena señal. Contiene una muy selecta colección de tres poetas andaluces: Juan Ramón, Federico, Alberti. Y un prólogo excelente de una enamorada, conocedora y comunicadora del verso: la hispano-argentina Ana Pelegrín, que no por casualidad viene a esta aventura desde las certezas que proporciona el folclore. En ese prólogo encontraremos algunas orientaciones nada desdeñables: «Escuchando y leyendo una y otra vez, hasta que queden prendidos en la memoria, los poemas dirán su secreto». Y para ello ha elegido poemas de la naturaleza; el mar, el río, la luna, el sol, la noche... donde el pre-adolescente fragua sus primeras, inevitables, soledades.

Un pasito más, la misma autora reúne en Raíz de amor (Alfaguara, 2003) otro puñado de poemas de distintos autores, con más ambición antológica y muchos hispanoamericanos, a los que casi nunca se llega. En total, 39 contemporáneos y cuatro del Siglo de Oro. Aquí domina el asunto, ese único asunto que parece interesar cuando se asoma uno por primera vez a la ventana del ser solitario que se es: el amor. Quien tenga trato asiduo con nuestros vigorosos, desmañados y aparentemente enajenados muchachos de la primera aventura del vivir, sabrá hasta qué punto eso les interesa, les sacude, les atrapa. «La más bella edad del corazón», dice Ana Pelegrín. Como muestra, este poema del colombiano Jairo Aníbal Niño: «Cómo no me vas a querer / si soy un bombero heroico / que acaba de salvar a un gato / al que se le incendiaban / seis de sus siete vidas. / Cómo no me vas a querer / si soy el capitán de la nave / que se posa suavemente / en una América del Sur / de un planeta lejano. / Cómo no me vas a querer / si acabo de ganar / -por amplio margen- / la Vuelta a Colombia en bicicleta / y el Tour de Francia. / Y definitivamente / cómo no me vas a querer / si soy capaz de soñar todos los sueños, / incluso el más lindo de todos: soñar que tú me amas».

Por último, rendimos homenaje a una colección veterana, la de Ediciones de la Torre, dedicada a difundir la buena nueva de la poesía entre los escolares. Hace algunos años reunió a cinco poetas andaluces -¡cómo no!- en un solo paquete, que, como el rayo, no cesa de editarse. Ahí encontraremos, por ejemplo, a un Antonio Machado para niños, donde el poeta recuerda, entre otras cosas, aquel día que conoció «la alegría de dar vueltas / sobre un corcel colorado, / en una noche de fiesta».





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