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Ibérica por la libertad

Volumen 2, N.º 10, 15 de octubre de 1954

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Ramón Sender



IBÉRICA es un boletín de información dedicado a los asuntos españoles y patrocinado por un grupo de americanos que creen que la lucha de España por la libertad es una parte de la lucha universal por la libertad, y que hay que combatir sin descanso en cada frente y contra cada forma que el totalitarismo presente.

IBÉRICA se consagra a la España del futuro, a la España liberal que será una amiga y una aliada de los Estados Unidos en el sentido espiritual y no sólo en sentido material.

IBÉRICA ofrece a todos los españoles que mantienen sus esperanzas en una España libre y democrática, la oportunidad de expresar sus opiniones al pueblo americano y a los países de Hispano-América. Para aquellos que no son españoles, pero que simpatizan con estas aspiraciones, quedan abiertas así mismo las páginas de IBÉRICA.

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IBÉRICA se publica el día 15 de cada mes, en español y en inglés por Ibérica Publishing Co., Inc., 112 East 19 th St., New York 3, N. Y. Todo el material contenido en esta publicación es propiedad de Ibérica Publishing Co., Inc. y no puede ser reproducido en su integridad. Copyright 1954, Ibérica Publishing Co., Inc.

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ArribaAbajoDos estrategias en pugna

por Ramón Sender


Ramón Sender

Los periódicos americanos han comentado el fracaso del Plan de Defensa Europea en el Congreso francés. La escritora Dorothy Thompson dice: «Nadie se atreve a confesarlo francamente, pero los Estados Unidos han sufrido una derrota. Una derrota innegable en su concepto político de Europa nuestro país no está en la posición de sugerir remedios habiendo por el momento rechazado las alternativas que se le ofrecían. El percance sobre el cual se querría hacer un discreto silencio no lo sufre esta vez un amigo o un aliado sino toda una política. La política americana».

La cosa es más importante porque se trata del problema central de la estrategia de los Estados Unidos.

Napoleón que era un guerrero de sentido realista, dijo al final de su vida que las guerras se ganan o se pierden por causas morales. Con fuerzas armadas más o menos equilibradas en los dos campos, el factor moral gana la batalla. Y a la larga cualquiera que sea la desproporción de los ejércitos el que tiene de su lado la opinión del mundo se impone y gana la guerra. Cualquier guerra.

Los errores de los Estados Unidos en Europa tienen todos un mismo origen: considerar sólo un lado de la cuestión, el de la estrategia militar (puntos de partida, radios de acción, dispersión de objetivos en nuestro país y concentración de fuegos sobre el enemigo). Esta es sin embargo la parte menos importante del problema. Tendría valor si América fuera a iniciar la guerra con un ataque inesperado. Pero sabemos que no lo hará porque va contra sus principios. América se defenderá cuando otra potencia inicie la guerra. Y así debe ser. Cuando la gente honrada se ve obligada a pelear no da nunca el primer golpe sino el último.

Lo mismo si los Estados Unidos tienen la iniciativa, como si se limitan a responder al ataque, el factor moral es decisivo. Además de decirlo Napoleón lo hemos podido comprobar todos en las últimas guerras. Hay pues dos estrategias, la que se basa en la geografía física y la que actúa sobre el mapa político y moral. Si van juntas o por lo menos paralelas la victoria es fácil. En América no sólo van separadas esas dos estrategias sino que se oponen y contienden. Lo que ganan por un lado los americanos lo pierden por otro. ¿Pero gana algo Norte América con su estrategia estrictamente militar? Hay motivos para dudarlo.

España puede tener valor estratégico aunque menos que Grecia o Turquía y no más que el norte de África. Depende en todo caso de lo que suceda en los primeros días de la guerra. Pero hay un hecho generalmente reconocido y aceptado: el valor ideológico de la circunstancia española desde que en 1936 comenzó la guerra civil (una guerra que no ha terminado todavía). La importancia enorme que la resistencia del pueblo español tuvo y sigue teniendo entre los estímulos y resortes que mueven la voluntad de las masas, es todavía un hecho en una gran parte del mundo.

La ayuda americana a España -de la que muchos nos hemos abstenido de opinar hasta que se hayan visto los resultados- nos parecería muy bien si fuera realmente una ayuda a España y no al bando que fue instalado en el poder por Hitler y Mussolini. Lo peor es que esa ayuda aconsejada por la estrategia militar va acompañada -hechos cantan- de un resultado catastrófico en el plano ideológico y moral. Esos resultados invalidan las medidas de precaución militar en todas partes.

La ayuda a Franco ha sido parsimoniosa, pero en cuanto se firmó el pacto los periódicos españoles fascistas echaron las campanas a vuelo: «América viene a nuestro lado y nosotros no hemos dado un paso ni cambiado de posición. Estamos donde siempre». Desde que Franco alardea de la ayuda americana, el crecimiento de la opinión antiamericana en Europa ha sido enorme. ¿Qué sucede en Francia? ¿Y en Inglaterra? En la Alemania occidental las últimas elecciones acaban de demostrar una tendencia similar. Y todo eso representa un serio fracaso político de los Estados Unidos según dice Dorothy Thompson.

El pueblo francés nunca tolerará con gusto en sus fronteras del sur un régimen impuesto por los nazis que invadieron, humillaron y destrozaron su país. Pues bien, con la ayuda americana a Franco y el simultáneo rearme alemán los franceses tienen la impresión de que los Estados Unidos siguen un plan parecido al de Hitler en 1939. Aunque la intención americana sea muy distinta, la similaridad de la estrategia no puede menos de parecerles a los franceses un insulto. Y se podrá decir lo que se quiera de Francia, pero nadie le negará el derecho a ser sensitiva y susceptible en esa cuestión.

El pueblo inglés es también enemigo de Franco y del fascismo. Las organizaciones obreras que tanta simpatía han mostrado a menudo por América están protestando contra la ayuda a Franco desde el día que ésta comenzó y se han declarado recientemente en contra de la política que siguen los Estados Unidos lo mismo en oriente que en occidente. El pacto con Franco fue la gota que hizo rebasar todos los niveles y está empujando al trabajador inglés (la inmensa mayoría del país) lejos del radio de influencia de Washington. Los rusos lo comprenden y tratan de aprovecharlo.

Gracias a la ayuda de América a Franco la asistencia de Yugoslavia en la hora en que la crisis se presente puede ser problemática. Tito tiene entre sus más profundas fobias el recuerdo de Hitler, Mussolini y su discípulo menor: Franco. Muchos de los jefes políticos y militares de Yugoslavia estuvieron en la guerra civil española ayudando a la república. Formar al lado de Franco en una guerra europea no hará a Tito muy popular entre los yugoslavos. La neutralidad benevolente de Tito con Rusia invalidaría el hecho político más adverso que ha sufrido la Rusia soviética en su corta historia: la escisión física y doctrinal de su imperio.

Dentro de los Estados Unidos la coincidencia de la ayuda a Franco con la intensificación de la campaña de McCarthy ha comenzado a desorientar y dividir la opinión exaltando las pasiones en términos que no han tenido su igual a lo largo de este siglo. Se diría que alguien está interesado en poner las cosas como estuvieron en España en 1936. Aunque nunca será lo mismo. Los que alientan esa intención ominosa no tendrán una Alemania nazi ni una Italia fascista a su lado. La historia se acabó y no se repite.

La estrategia militar ha ido acompañada de una falta completa de sentido político. La cosa es más seria si pensamos en la enorme importancia que el elemento ideológico ha de tener en la tercera guerra mundial.

Lo malo de esta situación es que una vez iniciada crece como la bola de nieve. En un futuro próximo la diplomacia americana tendrá que afrontar dificultades mayores dentro y fuera de Europa. Por ahora la derrota en el plano de la estrategia moral es evidente y bien lo lamentamos los enemigos del fascismo pardo o azul o rojo.

¿Cuáles son las ventajas de la estrategia militar? Puesto que Norte América no va a tomar la iniciativa del ataque estas ventajas son indiscernibles. En el momento de estallar la crisis la vigencia de los tratados suelen debilitarse. Los fascistas españoles que no han atacado nunca a Rusia sino al comunismo, saben que su alianza con Norte América puede hacer de ellos en caso de conflicto, una víctima propiciatoria. Su neutralidad en cambio podría ser provechosa. Tienen más que temer de la hostilidad rusa que de la deslealtad al pacto con Washington. Las democracias y sobre todo la americana, no gustan de la violencia ni de la represalia. Y por si acaso, Franco ha declarado en dos ocasiones que el comunismo dentro de Rusia es diferente al de fuera y que «no está mal». Otros amigos de Franco -Perón en la Argentina, por ejemplo- se entienden bien incluso con los comunistas «de fuera». Las señales son inequívocas.

La política norteamericana con Franco ha causado indignación en Europa, desconcierto en América, confusión en todas partes y consecuencias adversas muy concretas y tangibles en los lugares donde el riesgo del futuro es más cercano. Principalmente en Inglaterra, Francia y Alemania Occidental y Oriental.

Las guerras las deciden los factores morales -dijo Napoleón, que entendía el asunto. Si los Estados Unidos mantuvieran su animadversión contra todos los regímenes de violencia y tiranía, los recelos de Francia se habrían atenuado mucho, una parte de las masas francesas que están hoy en manos de los comunistas estarían con la democracia, el pueblo inglés mantendría su adhesión apasionada por los Estados Unidos considerándolos el baluarte de las libertades del mundo y la garantía de la paz y de la prosperidad futura. La adhesión y la fe del pueblo alemán estarían también con Norte América. Contra un mundo unido a los Estados Unidos por sus principios y sus intereses muy poco podría la estrategia rusa de guerra. Y se podría estar seguro de que el equilibrio internacional no sería provocado, desafiado ni destruido.

Contra una América aislada hasta el extremo de no tener a su lado más que los cuadros inseguros del fascismo español y una parte de las jerarquías del Vaticano -a eso conduciría la política actual- cualquier enemigo se sentiría fuerte. Y a medida que ese enemigo crece (por la acumulación de imponderables a su favor) los países débiles cualquiera que sean los tratados y los intereses estratégicos irán acercándose a una neutralidad temerosa. Éste será el resultado de la estrategia militar preconizada «realistamente» por los técnicos de los Estadas Unidos que aconsejan la ayuda a Franco. Así lo vemos por lo menos algunos millones de hombres que no somos políticos pero a quienes la vida política y las guerras afectan como a los demás.

RAMÓN SENDER


N.B. El Señor Madariaga en el número anterior de Ibérica responde a algunas sugestiones que hice en estas mismas páginas y les da un sentido político, es decir un sentido más cabal y razonable al menos en apariencia. La verdad política es la verdad civilizada interesada y útil. Como hombre civilizado aunque muy poco político estoy de acuerdo con la mayor parte de las opiniones del ilustre escritor. Es verdad que los españoles castrenses y los coloniales tenemos el mismo derecho a la convivencia pacífica y la obligación de entendernos pensando en un futuro mejor para todos.

No sólo acepto que España es una y que todos somos responsables de las desventuras y miserias por las que ha pasado -España en fin somos nosotros, nuestra sangre y nuestra idea- sino que he estado siempre convencido de que la mayor parte de los españoles llevamos en nuestra voluntad las dos tendencias, castrense y colonial, aunque domine una de ellas y a ese dominio nos atengamos.

Pero el fenómeno del castillo y del valle que se da como digo en todas las regiones españolas es muy curioso y es privativo de España. No es raro porque la historia de nuestra patria es una guerra continua y en ella la cristalización de lo castrense y de lo colonial se produce con caracteres fijos, permanentes y distintivos. Claro es que no todas las formas castrenses son reaccionarias aunque nazcan en los castillos. La libertad ha tenido también sus castillos. Ni todas las formas coloniales son democráticas. Pero los ejemplos que pone el Señor Madariaga son un poco traídos por los pelos. Explicar la cosa por lo menudo nos llevaría demasiado lejos y será mejor dejarlo para otro día, contando con la hospitalidad de Ibérica.

R.S.

Dibujo




ArribaAbajoParís y Madrid ante Marruecos

por Albert Brignac1


Los Estados Unidos poseen hoy tres bases aéreas estratégicas en Marruecos. Estas bases amparan aparatos de bombardeos estratégicos, B-47, destinados a llevar represalias a cualquier territorio en caso de una guerra mundial.

La situación geográfica de Marruecos determina que estas bases sean, con las de Tripolitania, las menos vulnerables de las que posee la aviación norteamericana para la defensa de Europa. Pero una crisis política desgarra Marruecos desde hace tres años. Esta crisis es debida de un lado, a la política de Francia en su Protectorado, de otro, a la de España y, en una pequeña proporción, a la de los Estados Unidos. Esta crisis creada alrededor de una zona estratégica de tal importancia, afecta directamente las condiciones de la defensa de las potencias atlánticas y de América.

La posición de España

Las relaciones de España, Francia y Marruecos están reguladas por tres actos diplomáticos fundamentales: el Convenio de Madrid de 1880, el Acta de Algeciras de 1906 y el Tratado franco-español de 1912. En virtud de estos acuerdos se colocó al Imperio Marroquí en una situación de «protectorado» y esa misión de «protectorado» le fue confiada a Francia, la que delegó en España en una zona circunscrita a la costa mediterránea de Marruecos.

España obtuvo esta posesión en nombre de los derechos tradicionales que conservaba en esa zona. Desde 1580 poseía ya el puerto de Ceuta y esta posición le fue confirmada en el Congreso de Viena, que liquidó la Europa napoleónica. Otro puerto de esta zona, Melilla, está en posesión de España desde 1470. Estas dos poblaciones están administradas por España como «zonas de soberanía», y unidas administrativamente a dos ciudades españolas de la metrópoli Algeciras y Málaga. Alrededor de estas ciudades es donde está constituida la «zona de protectorado español». Además una gran parte de la población de Tánger era española y ha quedado así. La cuarta población importante de esta zona, Tetuán, quedó hasta 1906 bajo el control directo del sultán solamente.

Los tres acuerdos diplomáticos indicados y sobre todo el Acta de Algeciras -que fue garantizada, entre otras potencias por Inglaterra y los Estados Unidos- ratificaron, respecto a España, una situación muy antigua; pero ciertamente la mejor parte le tocó a Francia. España era la «delegada» del «protector» francés, lo que le privaba de todo derecho político, en particular en cuanto al control del sultán y a un eventual cambio del mismo. La zona a ella confiada era la más pobre, se decía que esa zona ha sido la única por la que se interesó en los siglos precedentes. Muchos hombres políticos españoles han lamentado el espíritu de concesión que animó a Madrid en 1906, pero jamás han declarado, como lo hacen hoy, que «el caso de España fue traicionado en Algeciras y esa injusticia debe ser reparada».

Mapa

El nacionalismo de Falange animaba esta pequeña llaga desde 1936. En el transcurso del último conflicto mundial llegó hasta empujar a Castiella y Areilza -el primero embajador en Roma hoy y el segundo en Washington- a reinvindicar para España una parte de Marruecos y de Algeciras. Es curioso comprobar que en los momentos más duros de la última guerra, en octubre de 1941, Inglaterra, quemando el último cartucho, hizo saber a Madrid que estaba dispuesta a presionar a Francia para que accediera a las reivindicaciones pedidas por España sobre Marruecos, con la sola condición de que España cerrara a Alemania el paso por su territorio.

Estimulada así España, se comprende que el gobierno franquista no haya desperdiciado ninguna ocasión para tratar de obtener de Francia una promesa de revisión de los tratados de 1906 y 1912. Personalmente hemos sido testigos de esas presiones. Desaparecieron desde que la guerra pareció perdida para el «Eje» y probablemente todo hubiese sido menos violento sin la decisión tomada por París el 21 de agosto de 1953. Ese día el Señor Bidault. Ministro de Negocios Extranjeros de Francia, considerando que el sultán Mohammed V era responsable de las dificultades en Marruecos, conocidas por Francia, y de los desórdenes que amenazaban su seguridad, le hizo detener enviándolo primero a Córcega, antes de hacerlo marchar a Madagascar -donde se encuentra hoy- y lo reemplazó por uno de sus parientes, Mohammed Ven Arafa.

España no había sido advertida. Estimó que el gesto de París violaba los acuerdos de protectorado. «En razón de la importancia de esta medida de alejamiento» -declaró una nota oficial de protesta del gobierno de Madrid al gobierno francés- «es indispensable que esta medida exija el previo consentimiento del gobierno español, provisto por el artículo 26 del tratado franco-español de 1912».

Durante todo el otoño de 1953, Madrid esperó un gesto de París que tranquilizara su susceptibilidad, pero el gesto no se produjo. Madrid no reconoció al nuevo sultán y ordenó se orara en todas las mezquitas de su zona por el sultán depuesto. En un país como Marruecos donde la vida religiosa está unida estrechamente a la vida política, ese gesto fue interpretado por el mundo árabe como indicación de que España se solidarizaba con Mohammed V y con la política que representaba. Fue entonces cuando surgió el incidente más sensible de esta crisis: el 21 de enero de 1954, el General García Valiño, representante de España en Tetuán ante el «halifa» -quién se considera representante del sultán- recibió a los notables de la zona española y los acogió con un discurso insultante para Francia, según él, la legitimidad y la paz sólo existían en la zona española, Francia no había hecho otra cosa que explotar a los marroquíes en Rabat y en Casablanca arruinando a Marruecos; España estaba llamada a ser el centro espiritual del futuro Marruecos.

Tal demostración del Alto Comisario Español tenía que animar la acción de los nacionalistas extremistas del mundo árabe, y la del terrorismo comunista. Sobre el terreno marroquí propiamente dicho, esas perturbaciones equivalían a una ruptura de la unidad del Imperio Jerifiano, del que los tratados de 1906 y 1912 habían proclamado su necesidad, y es por eso por lo que, acentuando las perturbaciones políticas de toda esa zona, se dañaba un equilibrio indispensable para la seguridad del Occidente. Es imposible decir quién fue el verdadero responsable de este ataque contra Francia: o bien el General García Valiño, deseoso de destacarse ante los árabes y ante la opinión militar española o bien Franco mismo, o bien Martín Artajo, que según ciertas personas del Régimen, deseaba hacer una apuesta por Franco al nacionalismo en pública subasta. De todo ese ruido queda hoy: que los árabes han creído al comienzo que España les iba a sostener, pagando así la ayuda prestada en Las Naciones Unidas. Y el General Franco no hace nada por disipar esta impresión; el mes pasado hizo que Martín Artajo recibiera en Madrid al Secretario del Istiglal, organización que el Estado Mayor Español considera que es una organización pagada por el partido comunista. Pero al mismo tiempo pone en conocimiento de Francia que España está dispuesta a solucionar el conflicto.

La posición de Francia

La posición de Francia es sencilla: la posición jurídica es tan fuerte que España -a pesar de la sugerencia que le han hecho muchos franceses- se guarda muy bien de llevar el asunto ante el Tribunal Internacional de la Haya. Sin embargo, en el terreno político esta posición no es tan fuerte.

La posición de Francia jurídicamente es fuerte: reposa sobre los dos acuerdos de 1906 y 1912. El 13 de febrero de 1954 respondió a España, a propósito de la destitución del sultán Mohammed Ben Yuseef (Mohammed V): «A1 proceder así Francia se ajusta a la letra y al espíritu del tratado del 30 de marzo de 1912, por el cual contrajo la triple obligación de salvaguardar la tranquilidad del Imperio Jerifiano, mantener la dinastía y asegurar la seguridad personal del soberano... España a su vez, al declarar que el halifa de Tetuán tiene atributos de soberanía, ha adoptado una posición contraria a sus compromisos internacionales». En efecto, el Acta de Algeciras está fundada sobre el triple principio -son los términos mismo del Acta- de la soberanía del sultán, de la integridad de sus Estados y de la libertad económica sin desigualdad alguna.

En cuanto al artículo 26 del Tratado de 1912, al que España se refirió sin citarlo afirmando que ese artículo obligaba a Francia a obtener el consentimiento de España antes de tomar ninguna medida respecto al sultán, hay que hacer notar que el artículo dice textualmente: «Los acuerdos internacionales que se concierten en el futuro por el sultán no se extenderán a la zona española sin el consentimiento del gobierno español». No imponía a Francia la obligación de consultar a España antes de deponer al sultán.

Esta es la letra de los acuerdos sobre los que Francia se ha apoyado para justificar su actitud. Políticamente se puede conceder que hubiese sido más hábil de su parte proceder de otra manera.

Sobre la situación política de Marruecos: esta evolución, a los ojos de los marroquíes, es inevitable desde 1943 en que el Presidente Roosevelt se la prometió. Los jefes militares franceses más competentes en materia marroquí, y con ellos los más destacados hombres de negocios franceses de Marruecos, consideran que el estatuto actual ha caducado y que Francia debe crear instituciones más liberales. Por el contrario, no se ha dicho que el hombre más opuesto, en los pasillos, a la creación de esas instituciones apoyándose en Marruecos sobres pequeñas comunidades feudales, fue el antiguo sultán. No hace otra cosa tampoco el nuevo, apoyándose sobre otros feudalismos rivales. Resulta, pues, que ese estancamiento ha creado un medio político favorable a la agitación y al extremismo de organizaciones como el Istiglal. Algunos americanos no son ajenos al sostenimiento financiero de ese partido, que no se priva de tomar del lado de Moscú lo que no encuentra del lado de las asociaciones privadas americanas. España presentándose como defensora de las libertades de Marruecos -simplemente por no reconocer al nuevo sultán- se ha colocado en una posición ventajosa en el terreno de la propaganda, pero en una situación política delicada: no puede España hacer promesas y sostenerlas sólo por el hecho de que su zona está bajo una mano de hierro... Esta actitud es constante en los países de oriente, donde todo el mundo sabe que no se deben tomar las palabras al pie de la letra. Sin embargo, esa actitud ha llevado a los hombres de la Liga Árabe a pedir desde El Cairo a España que ella misma dé el ejemplo de generosidad proclamando la independencia en su zona. Una decisión de esa naturaleza privaría a España de la sola carta que posee en África del Norte. Esto es lo que destacan ante Franco los realistas de su Estado Mayor que añaden, que la política anti-francesa del General García Valiño en Marruecos se vuelve ahora contra España y amenaza su porvenir en África.

Sobre las circunstancias de la destitución del sultán, pudo Francia llevar las cosas con cortesía para España. Claro que esta cortesía no estaba escrita en los tratados, pero estaba en el interés mismo de la política francesa.

El 21 de agosto, muy temprano, cuando M. Bidault decidió la destitución del sultán -había estado en dudas durante toda la noche- alguien de su gabinete le hizo notar que «sería necesario quizá avisar a los españoles». M. Bidault contestó: «¿Los españoles? On s'en fout». Algunas horas más tarde, cuando se habían tomado ya las medidas en Rabat para asegurar la marcha del sultán, un alto funcionario del ministerio francés de Negocios Extranjeros llamó al embajador de España, conde Casas Rojas, y le dio cuenta de la decisión tomada por el gobierno francés. Al mismo tiempo el Consejero de la Embajada de Francia en España, que se encontraba en esos momentos en San Sebastián, buscó a Martín Artajo para anunciarle la cosa. No era cuestión de consulta, era simplemente una noticia.

Así pues, esa decisión de Francia ha dado pretexto a Madrid para manifestar su airada actitud respecto a Francia y acentuar la situación peligrosa de Marruecos. La llegada al poder de M. Mendès-France hace concebir esperanzas a todos aquellos que desean ver que Marruecos recobre su tranquilidad: de un lado está dispuesto a responder al deseo de Madrid de normalizar la situación en Rabat; de otro lado considera que el estatuto actual de Marruecos no responde a la realidad internacional y sobre esta cuestión puede tomar medidas que pondrán a España entre la espada y la pared. Es inútil preguntarse quién ha sido el culpable, el hecho es que la situación actual es perjudicial y peligrosa para todo el Occidente: parece que tanto en París como en Madrid se empieza a desear un arreglo teniendo en cuenta solamente los intereses comunes.

ALBERT BRIGNAC




ArribaAbajoSilencio y literatura

por Charles Walker2


En la España franquista hubo un momento de promesa con la generación de 1936, que madurada durante la terrible guerra civil, parecía por fin haber hallado su voz y movido el frente de las letras. Ese momento fue hacia fines de la segunda guerra mundial, cuando primero un muchacho de veintiséis años, Camilo José Cela, y después una muchacha de veinticuatro, Carmen Laforet, publicaron sus primeras novelas y obtuvieron ambos éxito literario y además financiero. Al mismo tiempo algunos escritores de edad un poco mas avanzada -Ignacio Agustí, Augustín de Foxá y Juan Antonio de Zunzunégui, entre otros- que habían empezado a escribir antes de la guerra sin atraer mucha atención, alcanzaron fama.

La joven generación de escritores no cumplió la promesa implícita en sus primeras obras; pero, con todo, tiene en su favor algunas hazañas. La novela de Cela, La Familia de Pascual Duarte, narra la vida de un campesino extremeño, ejecutado por una serie de crímenes cometidos que culminaron en el matricidio. Su ejecución ocurre durante la guerra civil en Badajoz, algunos meses después de ser tomada la ciudad por los franquistas. Pero no hay en la novela ninguna referencia directa a la guerra misma, ni tampoco a la política que la siguió. Cela escribió su obra dentro de la tradición clásica de la novela picaresca, aunque su atmósfera de aburrida tristeza y de sangrienta violencia tiene matices bien definidos en el siglo veinte. La forma de la novela también es tradicional: Pascual Duarte escribe la historia de su vida antes de su ejecución; el autor añade al manuscrito algunos testimonios del juicio y así completa la fábula. Los más grandes éxitos de Cela se han producido en las esferas del estilo y de la lengua, donde ha introducido algunas innovaciones sobresalientes.

La novela de Carmen Laforet, Nada, cuenta un año de la vida de una muchacha provinciana que va a Barcelona a estudiar en la universidad. Es pobre y vive con su familia empobrecida en una casa marchita de la calle Aribau: la desintegración de esa familia es el tema principal de la novela. No es una bella historia -trata de hambre, alcoholismo, juego, amor infeliz y suicidio- pero no es todo tristeza. Hay también en la novela pasajes satíricos bien logrados sobre la bohemia de escritores y pintores y sobre la burguesía «arrivista» de la ciudad Condal, y la historia aún tiene un feliz desenlace: la heroína escapa de su familia y va a vivir con una amiga en Madrid.

El libro es considerado autobiográfico. Su acción ocurre inmediatamente después de la guerra civil, pero al igual que en La Familia de Pascual Duarte, no se hace ninguna referencia directa sobre política. Cierto, la guerra civil tiene algún impacto sobre las vidas de los protagonistas y se narran algunos episodios de ella, pero el régimen franquista se ignora por completo en el libro. Esta omisión fue notada por varios republicanos exilados, incluso el novelista Arturo Barea interpretó la obra como un ataque disimulado contra el régimen. Otra interpretación hecha en el mismo sentido fue el lema del libro, tomado de Juan Ramón Jiménez, cuyo nombre va en iniciales, por razones que se comprenden fácilmente. Hay aún otras interpretaciones: un republicano español, cuyas experiencias bajo el régimen se publicaron en Francia con una introducción de Sartre y bajo el nombre de Juan Hermanos (el libro se llama El Fin de la Esperanza) dice que Nada es una descripción correcta de la actitud de la mayoría de los intelectuales en España. Lamentan la degradación moral y espiritual producida por el régimen, pero no hacen nada para remediarla. Cada lector puede, y debe, interpretar Nada a su manera, pero no cabe ninguna duda de que la novela constituye un acercamiento bastante próximo a una descripción de la realidad franquista de España. Por eso es lamentable que esta obra no haya aparecido todavía en traducción inglesa, aunque lo ha sido al francés, holandés, danés, sueco y al checo.

Barcelona es también el escenario de una serie de novelas de Ignacio Agustí, publicadas bajo el título general y significativo de La Ceniza fue Árbol. El tema de la serie es la subida y el descenso de la burguesía barcelonesa en lo s últimos cien años. Las dos primeras novelas de la serie, El Viudo Rius y Mariona Rebull, llevan la historia hacia principios del siglo, con las sublevaciones anarquistas y su represión sanguinaria. Las novelas de Zunzunégui significan para Bilbao lo que las de Augustí para Barcelona. Los héroes de su «Chiplichandli» (corrupción vasca de la palabra inglesa «shipchanciler», proveedor de buques) y «¡Ay... estos hijos!» tienen algo de pícaro, pero hay también un elemento de imaginación, fantástica en su caracterización que hace pensar en las novelas de otro vasco, Pío Baroja. Augustín de Foxá, amigo íntimo de Curzio Malaparte y figura prominente de su libro autobiográfico «Kaputt», escribió «Madrid de Corte a Checa», generalmente considerada como la mejor novela de la guerra civil producida en el lado franquista.

Pero el curso de los años ha marcado estancamiento más que progreso en la obra de todos estos autores. Durante mucho tiempo Carmen Laforet no publicó más que algunas novelas cortas sin gran distinción. Estaba preocupada con su familia -su marido es periodista y tiene tres hijas- y cuando se le reprochaba la mediocridad de sus producciones literarias solía contestar: «Tengo un marido y tres hijas y a todos nos gusta comer». Parecía que iba a retirarse definitivamente a la vida privada. Pero últimamente reapareció en la escena literaria. Dio una conferencia en los ateneos de Madrid y Barcelona sobre «Una mujer entre los libros», que fue como una revista calidoscópica de los autores que la habían influenciado. De los españoles mencionó a Garcilaso de la Vega, Juan Ramón Jiménez y a Galdós, criado como ella en las Islas Canarias. De la literatura universal habló de Proust, Virginia Woolf, D. H. Lawrence, y Dostoievsky. Dijo que le fascinaba la cara torturada de Lawrence que figura en la cubierta de uno de sus libros: también nos dijo que dudó mucho tiempo antes de leer algo de Dostoievsky. ¡Tanto le espantaba su genio! Después de la conferencia me contó Carmen Laforet que estaba escribiendo su segunda novela. Se negó a hablar del tema, fuera de revelar que el escenario estaba situado en las Canarias. Pensé entonces que esa novela iba a decidir si Carmen Laforet era una verdadera novelista o nada más que una mujer que había escrito una buena novela. La Isla y el Demonio se publicó y acalló todas estas dudas. Fue muy elogiada por Juan Ramón Jiménez que la considera novela menos sensacional, pero mejor escrita que la ya famosa Nada.

En cuanto a Cela, ha escrito mucho -algunos dicen que demasiado- desde su primer éxito. Entre otras cosas, publicó una continuación del Lazarillo de Tormes, una colección de ensayos críticos Mesa Revuelta y una novela, El Pabellón de Reposo que, como La Montaña Mágica de Thomas Mann, sitúa la acción en un sanatorio de tuberculosos. Todo esto fue juzgado de poca envergadura por los críticos españoles; pero Cela no parece preocuparse mucho de la opinión de los críticos. Está satisfecho con representar en el café «Gijón» el papel de Valle Inclán en «Pombo» y, en general, saborea su parte de enfant terrible de las letras españolas. Ha dado conferencias sobre la estética de su obra, ha exhibido sus cuadros, ha representado el papel principal en una película (que aprovechó su apariencia byronesca) y acabó con amenazas de ser la figura principal de un concierto, nada más que para demostrar que se puede hacer eso sin saber tocar el piano. Su novela existencialista de la vida madrileña, La Colmena, fue publicada ostentosamente en Buenos Aires y, en traducción inglesa, con un prefacio de Arturo Barea, en Londres y New York. Es una obra triste, en todo el sentido de la palabra. Sus colegas de la generación del 36 han sucumbido a las atracciones del periodismo. Agustí es director de la revista Destino, publicada por la editorial barcelonesa del mismo nombre. Zunzunégui y de Foxá escriben para periódicos madrileños.

La promesa de los jóvenes se ha vuelto, pues, un fiasco y la vida literaria en España está otra vez dominada por la vieja guardia de la generación del 98. Se dice en Madrid que todo los «jóvenes que prometen» en las letras ya tienen por lo menos sus setenta años. Algunas de estas celebridades han cesado, más a menos, de escribir y viven de las glorias de su pasado. Este es, por ejemplo, el caso de Pío Baroja. Mucho más triste es el caso de Pérez de Ayala, ex embajador de la República en Londres, y actualmente agregado cultural de Franco en Buenos Aires. Pero otros continúan a pesar de su edad, en el servicio activo. Así Jacinto Benavente, que ya casi nonagenario escribía piezas y dirigía su teatro hasta su muerte reciente. Azorín sigue produciendo un torrente no disminuido de novelas cortas y ensayos, todos escritos en el estilo cincelado de su juventud. Pero algo ha cambiado en Azorín. En una recepción en honor del General Millán Astray habló elogiándolo, a este personaje cuyo lema «Abajo la inteligencia y viva la muerte» conocido de todos, fue condenado como merecía por Miguel de Unamuno en Salamanca, ya en plena guerra civil.

Pero no todas las glorias de la cultura española han escogido el camino de la degradación. José Ortega y Gasset ha rechazado todos los ofrecimientos de puestos oficiales y académicos que se le han ofrecido. Sigue viviendo en Lisboa porque, como él mismo me dijo, «El clima allí es mejor» y de vez en cuando visita Madrid. Sus conferencias sobre la filosofía de la historia de Toynbee las publicó en el periódico España de Tanger, prensa que sin ser independiente y menos republicana, no se somete a la censura española. Me dijo también que trataba de hacer revivir su Revista de Occidente, el instrumento con el que había introducido el pensamiento de Europa en una generación de españoles antes de la guerra civil. (Hasta ahora no se ha publicado nada más que una antología de las obras escogidas de la Revista.) Añadió que vivía sin dinero, «un arte que inventamos los españoles». Esta aseveración no se debe, sin embargo, tomar al pie de la letra. Pocos meses antes de mi visita, Ortega había dado una serie de conferencias populares sobre la filosofía en un cine de Madrid y ganó con ella trescientas mil pesetas, poco más o menos diez mil dólares.

España no ha escapado a la crisis general de la literatura occidental, pero el estancamiento de sus letras después de la guerra mundial fue más triste y evidente, precisamente a causa del momento de promesa que lo había precedido. Es además interesante notar que esa promesa estaba circunscrita a la prosa, a la novela y a la novela corta. El drama español no ha producido nada importante después de Benavente y la poesía todavía no se ha recuperado de la pérdida, con la muerte o el exilio, de la constelación de poetas más grandes que ha tenido España desde el Siglo de Oro. De los diez y siete poetas de primera magnitud que habían contribuido a una antología publicada en vísperas de la guerra civil, en 1932, uno murió antes de la guerra, dos durante la guerra civil, otro en prisión a los dos años de terminada ésta, doce viven en el exilio y no más de tres o cuatro en España. Por la razón que sea, no ha aparecido todavía en España el equivalente poético de Cela o de Carmen Laforet.

Además, la situación material de los escritores en España no conduce a un florecimiento de la literatura. La última edición de La Familia de Pascual Duarte contiene una introducción en la que Cela rinde cuenta detallada del dinero que ganó con el libro. El total no alcanza a doscientos dólares. Nunca fue fácil en España ganarse la vida con la pluma -Juan Valera decía que el producto de su novela Pepita Jiménez no alcanzaba para comprar un traje nuevo a su mujer- pero nunca fue tan difícil como hoy. Los escritores del pasado o tenían recursos propios o vivían al día, confiando en la ayuda de sus amigos. Pero hay poca gente hoy en España con bastante dinero para poder ayudar a sus amigos y llevar una vida de bohemio equivale a morir lentamente de hambre.

Y eso no es todo. Los escritores españoles se sienten cada día más aislados. Antes, un viaje a París era una parte casi necesaria en la educación del escritor, pero ahora es casi imposible para un escritor joven salir fuera de España. Es muy difícil conseguir un pasaporte y, vencido ese obstáculo, queda todavía el problema casi insoluble de obtener divisas extranjeras. Esto contribuye a que la atmósfera que se respira en España sea una atmósfera de prisión y estas circunstancias acentúan todavía más el defecto que la España literaria ha padecido desde el Siglo de Oro: la falta de universalidad. Hoy, a pesar de algunas traducciones y publicaciones fuera de España, los jóvenes escritores españoles no han dejado sobre el público literario occidental una impresión comparable con el impacto producido por los jóvenes italianos -no hablemos de los franceses. Quizá es porque son tan intensamente españoles, lo que es a la vez su fuerza y su debilidad.

El comercio literario de España se compone hoy casi exclusivamente de exportaciones: España está inundada de libros extranjeros y la mayoría de las editoriales viven de clásicos españoles o traducciones de libros ingleses y americanos. El efecto deprimente sobre los escritores españoles se lo puede una imaginar fácilmente: «Entre americanos vivos y españoles muertos estamos aplastados», me dijo un joven dramaturgo en Barcelona. Los Estados Unidos son ahora la potencia cultural número uno en España, su influencia se observa en todos los niveles de la literatura; Francia ha perdido definitivamente su antiguo primado. Los niños devoran los comics y los westerns; los intelectuales los Faulkners y los Hemingways. Libros técnicos procedentes de los Estados Unidos han desplazado a los textos alemanes. El americanísimo libro de Dale Carnegie, Cómo ganar amigos e influenciar a la gente, ha penetrado en los lugares más lejanos e insospechados; lo vi como el único libro no religioso en una librería frente a la catedral de Toledo. Babbitt se vende ilustrado con un retrato de un hombre de negocios parecido a Tarzán rodeado de una docena de lindas rubias que tratan de abrazarlo. Pero el éxito máximo se ha registrado con la novela de Margaret Mitchell, Lo que el viento se llevó. Este libro fue, hasta hace muy poco, prohibido en España; la censura actuaba por razones de moral puritana y también por razones de política falangista dado que el libro trata de una guerra civil, y de una guerra civil perdida para una causa -la de los esclavistas del sur- que el lector español estaría tentado de identificarla con la de su propio régimen. Hay libros latinoamericanos que también gozan de popularidad, los mejores, como los versos de Rubén Darío, junto con los peores, como las supercursilerías del «intelectual» peronista Hugo Wast con sus tiradas antidemocráticas y antisemíticas. Los clásicos de la literatura rusa se venden libremente en España y son muy populares, especialmente Dostoievsky. Se ven aún ocasionalmente libros de escritores soviéticos como Pantaleymon Romanov.

La censura en España opera curiosa y misteriosamente, y el efecto de su operación se percibe con sólo dar un paseo por las librerías al aire libre situadas en las ramblas de Barcelona. «Mein kampf» se ve en todas partes, y la biografía elogiosa de Rommel, El Zorro del Desierto, escrito por el inglés Desmond Young, goza de gran popularidad rivalizando con las Memorias de otro héroe de los Nazis, Otto Skorzeny, que actualmente vive en España y colabora con el régimen. Pero al lado de la propaganda del nazismo se venden dramas de Kaj Munk, el presbítero danés fusilado por los Nazis y Herencia y Política de J. B. S. Haldane, miembro del partido comunista de Gran Bretaña. Marx es, como era de esperar, tabú, pero Freud se vende en ediciones de lujo y baratas. Los libros en lengua catalana no son totalmente prohibidos. La censura opera allí de una manera selectiva y, en general, no se permite publicar literatura científica y traducciones de libros extranjeras.

Hay también parcialidad en el tratamiento de autores españoles que, por una razón u otra, son personas non gratas para el régimen. Muchos de ellos que no pueden publicar sus obras en España, las introducen en el país editadas en América Latina; en esto la censura muestra una sorprendente elasticidad. Se vende, por ejemplo, una colección de ensayos de Unamuno publicada en la Argentina, con claros juicios dirigidos contra los falangistas, la puridad racial y el saludo fascista. Aún más sorprendente es la campaña oficial en favor de García Lorca, una de las primeras víctimas del franquismo. Un portavoz oficial -José María Pemán, nada menos- condenó su asesinato como un crimen contra la nación cometido por «elementos criminales». Las obras completas de García Lorca, publicados en Buenos Aires, se venden libremente y algunas páginas inéditas de él -cartas a sus amigos y un poema sobre la crucifixión- acaban de ser publicadas en España misma: la censura no es solamente débil, sino incompetente. Un grupo de poetas comunistas publica sus libros sin ninguna dificultad en una de las islas españolas, sencillamente por que los censores no comprenden los versos modernos; mientras que un joven poeta sinceramente católico de la misma isla no ha podido publicar un extenso poema religioso por cargos -¡en pleno siglo veinte!- de herejía.

Sin embargo la censura es asfixiante y sus mismos caprichos ponen en serio peligro la literatura. Otro peligro, aún más serio, viene de las intrigas, denuncias, rivalidades inseparables de la vida bajo cualquier dictadura. Los autores favorecidos por el régimen hacen todo lo posible para impedir que sus rivales alcancen esos favores. El primer portavoz literario del franquismo fue Ernesto Giménez Caballero, poeta ya famoso antes del alzamiento nacional y uno de los fundadores de Falange. Durante la guerra civil publicó una biografía del caudillo, cuyo tono general está suficientemente indicado por el párrafo que va a continuación: «La sonrisa de Franco tiene algo del manto de la virgen arrojado sobre los pecadores. Es a la vez paternal y maternal. Es cierto que Franco también tiene momentos de infinita gravedad y de amarga tristeza, pero esto es culpa nuestra». ¿Era posible hacer tragar a los españoles tal literatura aún en los primeros años triunfales del franquismo? La estrella de Giménez Caballero se apagó. La nueva estrella ascendente -y ascendente todavía- fue José María Pemán, conocido antes de la guerra por su drama sobre San Francisco Xavier, El Divino impaciente. En su capacidad de escritor laureado ha ensayado todos los géneros literarios, lo que le ha convertido en un verdadero símbolo de lo cursi oficialmente sancionado: «Esta España de Pemanes» es una frase muy popular de Ortega y Gasset. Sus cursilerías son aún peores porque son pretenciosas, tan pretenciosas como las elucubraciones de otro favorito del régimen como José María Carretero, quien se firma «El Caballero Audaz» y a quien el finado Benavente llamó «El Caballero Carretero». Además Pemán es el Papa de las letras españolas, remunera a sus amigos y castiga a sus enemigos con pleno sentido de su infalibilidad. Todo eso no ha aumentado su popularidad. Hay siempre gran regocijo en los cafés madrileños cuando fracasa una pieza de Pemán, como lo ha habido cuando el Premio Nacional de la Poesía fue otorgado a un poema épico de Joaquín Montaner celebrando el descubrimiento del Mississippi por De Soto, en contra del candidato de Pemán, Gerardo Diego.

Y es que Pemán y todo los Pemanes no pueden ganar su batalla mientras que los escritores de España no se dejen «regimentar». Esa es la mejor noticia literaria que hoy sale de España: que las viejas tradiciones españolas del humanismo y del individualismo han sobrevivido a pesar de todo. Don Ramón Menéndez y Pidal, con sus ochenta años, publicó en Madrid una introducción a su Historia de España en que se refiere a las matanzas cometidas por extremistas de ambos lados, condenando el extremismo colectivo de nuestros tiempos y afirmando que «sin embargo... el individuo acabará por reganar sus derechos, que le permiten disentir, rectificar e inventar de nuevo, porque es al individuo que debemos todos las máximas hazañas de la historia». Y Carmen Laforet, representante de la generación ya crecida bajo el franquismo, me dijo: «el solo gobierno que encontraría aceptable sería un gobierno que no impidiera el libre desarrollo del individuo».

CHARLES WALKER




ArribaAbajoEspaña, comunidad de pueblos

por Luis Carretero y Nieva


Capítulo III

El nombre de España significó una unidad geográfica desde la antigüedad. Hemos visto que después, en la división administrativa del Imperio Romano, se incluía a Marruecos entre las provincias de España. España representó en la Edad Media no sólo un concepto geográfico sino una individualidad superior a la variedad de sus Estados. Se habló de las Españas y de toda España. Más tarde se creó nombre colectivo de los cinco reinos (León -con Asturias y Galicia-, Castilla -con el País vascongado-, Navarra. Aragón -con Cataluña-y Portugal), que da a entender el conjunto en que era concebida a pesar de su fragmentación política.

La afinidad entre los peninsulares se manifiesta en ocasiones a pesar de las diferencias religiosas. Recordemos a este respecto la presencia conjunta de navarros y musulmanes en Roncesvalles, contra Carlomagno; y más de una vez los gobernantes cristianos del Pirineo español se unen en alianzas políticas y matrimoniales con los príncipes musulmanes.

La unión de las repúblicas vascongadas a Castilla -en forma que la terminología política moderna llamaría federal o confederación vasco-castellana-, absolutamente espontánea, demuestra por parte de los vascos su viejo espíritu de cordialidad española, como la mejor salvaguardia de su propia libertad. Es éste un hecho histórico de muy profunda significación para el estudio del tema de las nacionalidades españolas.

El patriotismo español como sentimiento de solidaridad entre todos los pueblos peninsulares es antiguo en Cataluña y muy anterior a la unión de las coronas de los Reyes Católicos. La ayuda de Cataluña a los otros estados cristianos de España se repite a lo largo de la Reconquista.

En las guerras de Cataluña del siglo XVII, esta pelea contra la monarquía centralista, en cuyas tropas, reclutadas en todos sus dominios, los castellanos propiamente dichos serían pequeña parte. Y «en la de 1714 -dice el señor Bosch-Gimpera- se luchó por las libertades propias, no contra los pueblos de España, con los que cada vez los catalanes se sentían más unidos». Villarroel, el defensor de Barcelona, habla de España, con cuya causa quiere identificar la que Cataluña propugna: «Luchamos por nosotros y por la nación española».

El españolismo de los valencianos, tan amantes de su región, es conocido de todos. Este deseo de convivencia con los demás pueblos de España también es muy antiguo en Valencia. En 1332 los valencianos se oponen a las donaciones de Alfonso IV en favor del infante don Fernando, de varias ciudades, villas y aldeas; y por la boca de Guillem de Vinatea hacen saber al rey que tales donaciones equivalían a separar el reino de Valencia de la corona de Aragón, y que, antes que consentirlas, estaban dispuestos a morir, actitud que también tiene otra significación política, pues es un episodio de la lucha de los valencianos contra el feudalismo.

Los navarros, celosos defensores de sus fueros, han demostrado siempre profundo patriotismo español. Los propios carlistas de Navarra, que tanto lucharon en el siglo XIX por el sistema foral, eran enemigos del uniformismo centralista, pero no de la unidad española, concebida por ellos como unión de los distintos pueblos de la corona de España.

La unión de las coronas de los Reyes Católicos era en su tiempo una aspiración nacional; no sólo un deseo de las minorías gobernantes. El casamiento de Isabel con Fernando, en oposición a un matrimonio extranjero, satisfacía de tal manera los anhelos populares que hasta los niños lo cantaban en sus juegos.

La solidaridad de todos nuestros pueblos para la defensa de la nación española en peligro tuvo magnífica expresión en la Guerra de Independencia contra Napoleón, de repercusiones trascendentales en Europa. El sentimiento patriótico español se manifiesta entonces vibrantemente en toda España; y los catalanes -en quienes estaban más recientes los agravios de la monarquía centralista-, rechazando las intrigas separatistas del francés, luchan en aquella dura ocasión al lado de los demás españoles, con lealtad y heroísmo que quedan inmortalizados en nuestra historia por el sitio de Gerona y el episodio del Bruc. Pero justamente con el patriotismo español se pone de manifiesto el verdadero carácter de nuestro pueblo, pues son las «Juntas», nacidas espontáneamente en distintas regiones y comarcas, y no por orden de una autoridad central, las que dirigen la lucha nacional contra el invasor.

Incluso en Portugal ha habido un sentimiento de fraternidad peninsular que, pese a los errores de los gobernantes españoles y a las actividades de potencias extranjeras interesadas en evitar la unidad ibérica, todavía se manifiesta espléndidamente en portugueses tan destacados como Oliveira Martins. En la epopeya de Os Lusiadas, máxima creación del genio literario de Portugal, se considera a los portugueses como gente de España. Y un hondo sentimiento de solidaridad hispánica late en la obra de Oliveira Martins, el insigne autor de la Historias de la Civilización ibérica, varias veces citado y tan admirado por Unamuno, uno de los españoles del siglo pasado y del actual, que con mayor emoción ha estudiado el pasado común de «todos los pueblos de España» y soñado el futuro de nuestra Iberia.

LUIS CARRETERO Y NIEVA






ArribaAbajoEditoriales

Pasos perdidos

Se viene hablando del propósito del general Franco de iniciar «una reconciliación» con la clase trabajadora española. Se habla -y se escribe- sobre algunos signos aparecidos en el horizonte español reveladores de este propósito. ¿Cuáles pueden ser los motivos de esa pretendida «reconciliación»?

Dispuestos a penetrar en el ingrato terreno de los rumores se nos vienen a las manos dos motivos: uno, el deseo del general Franco de llegar a establecer una buena inteligencia con el Presidente Mendes-France -conocemos las cuestiones pendientes sobre Marruecos, pero el tiro no va tan derecho. Establecidas esas buenas relaciones ellas pueden permitir al gobierno de Madrid ganar otras batallas que no han podido aun articularse abiertamente y que no se presentarán sino en forma de «buenos propósitos». Una de ellas es: la cuestión de los emigrados españoles residentes en Francia.

Aquí tenemos -en conexión con el motivo anterior- el segundo de la pretendida reconciliación: obligar a los refugiados españoles de Francia, que por su tenaz actuación republicana molestan al régimen franquista, a entrar en España.

En efecto, los primeros pasos se han dado ya en esa dirección. El general Franco, antes de formular esa petición al gobierno Francés, debe presentarse ante la opinión extranjera con la casa preparada para recibir a los que -por no ser habitable- están fuera de ella y con este propósito se pretende ganar, primeramente, la batalla contra los trabajadores en el interior de España. Hay signos anunciadores del propósito y son: las veladas alusiones a la concordia contenidas en el discurso pronunciado por el jefe del Estado español el 18 de julio, en conmemoración de la victoria contra los españoles, y el pronunciado por el jefe Nacional de Sindicatos, comandante José Solís, ante los trabajadores, el 20 del mismo mes.

Franco en el discurso aludido pronunció estas palabras: «Nosotros no podemos culpar por su actitud a aquellos que, equivocados o forzados, estuvieron en distintas líneas que nosotros», frase que ha sido comentada por la prensa. El periódico YA, por ejemplo, ha dicho: «Nuestra concepción de la unidad no nos permite admitir la existencia de dos Españas superpuestas, una de las cuales ha llegado a dominar la otra: queremos la fusión de todos los españoles de los dos lados».

Otro síntoma que debemos anotar son las palabras del Jefe Nacional de Sindicatos, José Solís, pronunciadas ante los trabajadores proclamando «el derecho del hombre de cualquier matiz político, exceptuando al comunista, a llegar hasta ser miembro de las Cortes [...]». En otro párrafo de su discurso dijo: «Los sindicatos son una fuerza responsable a la que se le puede confiar las misiones más importantes».

Estos son los signos por los que deduce la gente de buena voluntad o los ingenuos en materia político-social, que el dictador de España desea una reconciliación con la clase trabajadora, por convenir al Régimen -dicen- en el interior y preparar una España bien dispuesta a abrir las puertas a los que no pueden, penetrar en ella. Se olvidan los bien intencionados de que los que no pueden, porque no quieren, entrar en España son aquellos incompatibles con el régimen que impera en ella de tiranía y opresión.

Los síntomas que dejamos anotados son exploraciones en el nuevo camino que el gobierno español quiere emprender para un acercamiento con los trabajadores: esos pasos son pasos perdidos. Mientras esos propósitos se anuncian, las detención es de trabajadores, por el solo motivo de pertenecer a organizaciones clandestinas de trabajo, continúan y por el mismo motivo continúan en prisión, sin que se les haya juzgado, hombres que llevan en esa situación más de dos años.

Mientras que en España no se respete los más elementales derechos humanos, mientras que en España no exista la libertad política y sindical y no tenga prensa libre, todo lo que se intente será esfuerzo estéril para conseguir una vana apariencia de normalidad en la vida nacional. La vuelta a la normalidad en España no puede llegar sino por el camino de la libertad: libertad individual, libertad política, libertad humana en suma.

Los judíos en España

Madrid ha prohibido este año a la comunidad judía celebrar la fiesta de su Año Nuevo. Todo estaba organizado para la celebración de una gran fiesta en el salón Goya del Hotel Castellana-Hilton, pero los planes de la comunidad judía de Madrid, comunidad que ha crecido desde hace un año, se han visto frustrados; la policía se presentó en el Hotel la víspera, día 27 de septiembre, con la orden de prohibir la fiesta.

Todos los preparativos quedaron en suspenso y la colonia judía sin comprender la razón de la orden. Bien es verdad que desde hace varios meses la prensa española ha venido publicando artículos y telegramas de sus corresponsales en el extranjero, -entre otros de Felipe Fernández Amnesto, agregado de prensa de la embajada española en Washington- criticando a los judíos, lo que hace suponer que se venía preparando la medida prohibitiva. Pero el contraste con la actitud observada por las autoridades españolas este año, con la que observó el año pasado, no diremos que es incomprensible porque todo debemos esperarlo de la España de Franco, pero sí debemos señalarla como en extremo aleccionadora para aquellos que conceden crédito a las palabras y a los actos de los gobiernos dictatoriales.

El año pasado se celebró el Año Nuevo judío con gran esplendor en Madrid. Y «con asistencia del gobierno». Aunque a esto no se le dio publicidad. Pero debemos recordar que el pacto con los Estados Unidos hacía solamente dos días que se había firmado.

Según nuestras noticias el embajador de los Estados Unidos Señor James C. Dunn trató de averiguar las causas de esta medida, pero recibió como única respuesta que «el Sr. Martín Artajo se encontraba fuera de la ciudad».

Podemos comprobar que las persecuciones y la intolerancia religiosa del gobierno toma cada día mayores proporciones; hace un año se perseguía sólo a los protestantes, después de la firma del Concordato con Roma y de la firma del pacto con los Estados Unidos se persigue también a los judíos. ¡Nuestras relaciones van mejorando!

Aviso

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ArribaResumen de noticias

Nuevas detenciones

Informaciones transmitidas por la Unión General de Trabajadores, central sindical española en la emigración, indican que se han producido en España nuevas detenciones de trabajadores a los que se acusa de pertenecer a organizaciones sindicales clandestinas. Seis de los detenidos son miembros del Sindicato de Comunicación, indican que se han producido en España nuevas Alimentación.

Muchos de los trabajadores detenidos con anterioridad, por razones semejantes, continúan en prisión preventiva en varias cárceles españolas. Hay un grupo, por ejemplo, que fue detenido en Barcelona hace dieciséis meses y todavía no saben cuándo tendrá lugar la vista de la causa.


Visita de Franco

Los Estados Unidos han invitado al general Franco a visitar uno de los buques porta aviones de la Sexta Flota americana de reciente construcción. El general Franco ha aceptado la invitación y visitará la unidad americana en la primera quincena de octubre.

El Vice Almirante Thomas F. Combs, comandante de la Sexta Flota ha llegado a Valencia el 2 de este mes.


El general Muñoz Grande en los Estados Unidos

El general Muñoz Grande, ministro de la Guerra del gobierno de Franco, ha llegado a los Estados Unidos -invitado por este país- para realizar una gira de inspección de las organizaciones militares norteamericanas. El general Muñoz Grande fue interrogado a su llegada aquí por los periodistas sobre la posibilidad de que Franco «considere como su sucesor» al hijo de Don Juan, Juan Carlos, contestó elocuentemente diciendo: «Existe una ley diciendo que España es un reino. Todo en España se basa en un deseo de justicia social». La respuesta no aclaró mucho la pregunta de los periodistas, pero el general Muñoz Grande no puede ser muy elocuente en los Estados Unidos; él, hasta la firma de los acuerdos no se ha recatado en presentarse ante los oficiales españoles como el enemigo más fuerte contra la alianza americana; él fue el jefe de la División Azul que luchó contra los aliados en la segunda guerra mundial. A este general condecorado por Hitler con la Cruz de Hierro, acaba de condecorarlo el gobierno americano con la Medalla de la Legión del Mérito.


Americanos en España

El día 8 del pasado mes de septiembre se dio el primer paso para el comienzo de la construcción de las bases aéreas en España al adjudicarse a la entidad Fomento de Obras y Construcciones las obras de la base de Torrejón en 139 millones y la de Zaragoza en 78 millones, en números redondos.

En relación con el personal americano que debía enviarse a España, el plan original era muy reducido. Ese plan, según fuentes americanas bien informadas, ha sido modificado; hoy están ya nombrados, sólo para los trabajos de la base de Torrejón, 9.000 hombres, entre oficiales y tropas. Según esa misma fuente a la que hemos hecho referencia, parece que se estudia la posibilidad de aumentar el número de bases en España contenido en el primitivo proyecto de instalación.


Congreso de la Unión Interparlamentaria

En los primeros días del pasado mes de septiembre se ha celebrado en Viena el Congreso de la Unión Interparlamentaria. A ese Congreso han asistido representaciones de 39 países, entre ellas las del último Parlamento de la República española, que era y continúa siendo miembro de la Unión.

Los representantes de las Cortes republicanas -único Parlamento español de elección popular- fueron tratados por el Congreso con la plenitud de derechos que corresponde a sus miembros y fueron objeto, por parte de la población vienesa, de una gran manifestación de simpatía. La bandera de la República española recibió el homenaje del pueblo en un monumental ramo de flores que llevaba la siguiente inscripción: «Homenaje a las víctimas del terror franquista».

Recordemos que en el año 1952 se celebró la sesión del Congreso de la Unión Interparlamentaria en Washington, a él no asistió la representación de las Cortes de la República por haber recibido un telegrama del Presidente del Congreso, Viscount Stansgate, comunicándole, que «no estaba invitada por los Estados Unidos». Los representantes franquistas triunfaron en Washington, pero han trabajado sin ningún resultado en Viena.


Un consuelo: Premio para autores

El Instituto de Estudios Norteamericanos de Barcelona que tan rápidamente ha expandido su labor cultural, ha creado un premio para autores españoles de libros que desarrollen temas culturales norteamericanos. El premio, que lleva el nombre del embajador de dicho país en España, Mr. James C. Dunn, será otorgado el próximo día 10 de diciembre y está dotado con cinco mil pesetas.



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