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Ibérica por la libertad - Volumen 2, Nº 4, 15 de abril de 1954

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IBÉRICA es un boletín de información dedicado a los asuntos españoles y patrocinado por un grupo de americanos que creen que la lucha de España por la libertad es una parte de la lucha universal por la libertad, y que hay que combatir sin descanso en cada frente y contra cada forma que el totalitarismo presente.

IBÉRICA se consagra a la España del futuro, a la España liberal que será una amiga y una aliada de los Estados Unidos en el sentido espiritual y no sólo en sentido material.

IBÉRICA ofrece a todos los españoles que mantienen sus esperanzas en una España libre y democrática, la oportunidad de expresar sus opiniones al pueblo americano y a los países de Hispano-América. Para aquellos que no son españoles, pero que simpatizan con estas aspiraciones, quedan abiertas así mismo las páginas de IBÉRICA.

Presidentes de Honor:

  • SALVADOR MADARIAGA
  • NORMAN THOMAS

Editor:

  • VICTORIA KENT

Consejeros:

  • ROBERT J. ALEXANDER
  • ROGER BALDWIN
  • FRANCES R. GRANT
  • JOHN A. MACKAY
  • VÍCTOR REUTHER

IBÉRICA se publica el día 15 de cada mes, en español y en inglés por Iberica Publishing Co., Inc., 112 East 19 th St., New York 3, N. Y. Todo el material contenido en esta publicación es propiedad de Iberica Publishing Co., Inc. y no puede ser reproducido en su integridad. Copyright 1954 Iberica Publishing Co., Inc.

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ArribaAbajoError de juicio

por Don Diego Martínez Barrio


Don Diego Martínez Barrio, Presidente de la República Española en el destierro, analiza las equivocaciones de la política internacional respecto a España.

Las veleidades de la política internacional, en su relación con la España franquista, parten de un error de juicio. Grave tropiezo, porque los errores políticos tienen consecuencias más lamentables que los crímenes. Públicamente se proclama que el dictador español ofrece toda clase de garantías en la lucha contra el comunismo soviético, como si los compromisos políticos y militares que el general Franco ha aceptado estuvieran refrendados por el país. La realidad es muy distinta, a pesar de la evidente repugnancia que el comunismo inspira a los españoles. Los cheques que Franco lanza al mercado son cheques sin provisión y la insolvencia del librador surgirá patente el día del cobro. Tampoco es nuevo este hecho en la historia de España. Napoleón se dejó sorprender por un espejismo idéntico cuando trató con Carlos IV y Fernando VII y los pactos de Bayona le parecieron al emperador bastantes y sobrados para disponer de la nación española, a espaldas de ella. Cara pagó su equivocación. Unos millares de campesinos de calzón corto se le atravesaron, luego, en el camino de la gloria, y todavía sangran en Francia las lamentaciones de Santa Elena. La lección de ayer es valedera hoy. Con España se puede contar cuando España pacta, pero no a través de una dictadura sin otra base que la fuerza militar.

Es precisamente la existencia de la dictadura el factor determinante de la solidez o debilidad de España. ¿Acepta la nación gustosamente el régimen franquista? ¿Lo soporta, detestándolo? La polémica, mientras se sostenga en el terreno de las especulaciones intelectuales, se prolongará estérilmente. Solo una solución podría sacarla del punto muerto: la que quisieron aplicar los países occidentales al problema alemán. Elecciones libres con participación de todos los partidos. Si este procedimiento es recomendable para Alemania ¿porqué no aplicarlo a España? Al día siguiente de la celebración de tales elecciones libres, el gobierno que de ellas surgiera tendría capacidad jurídica y moral para negociar y hacer tratados con otros países. Antes de la consulta electoral, ahora, no. Las actuales firmas son escritura sobre las aguas. Un pueblo es entidad distinta y superior a una dictadura, aunque los retorcimientos de la propaganda afirmen cosa contraria. ¿Admitirían los ciudadanos de New York, Chicago o San Francisco que unos pactos suscritos y firmados por cualquier gobierno salido de fuente distinta a la del voto popular les comprometieran en una guerra?...

Íntimamente los norteamericanos, los ingleses, e incluso muchos franceses, resuelven la contradicción de sus conductas, mediante conclusiones intelectuales desdeñosas para los españoles. Creen que España no es un pueblo apto para el ejercicio de los derechos democráticos. A las frustraciones de sus ensayos liberales atribuyen carácter definitivo como si la arbitrariedad fuera consustancial al español y sólo pudieran medrar en tierras de España las plantas de los dictadores. El desconocimiento de la exacta personalidad del pueblo español da grima y en cierto modo averguenza.

Caído Mussolini y desaparecido el régimen hitleriano, Italia y Alemania (la Alemania occidental), han podido organizar democráticamente sus gobiernos con la anuencia y el apoyo de Estados Unidos, la Gran Bretaña y Francia. Se ha estimado acertadamente que el estado de evolución política de esos pueblos exigía el retorno a las normas vigentes en los países occidentales. ¿Es acaso España de peor condición? ¿Somos los españoles inferiores a nuestros vecinos? Hay distintas formas de colonialismo, ya declarado, ya implícito, y no es la menos censurable esa de tratar como ciudadanos de segunda clase a quienes tienen por único delito punible el de llevar sobre las espaldas el fardo de una dictadura militar.

Otra objección he escuchado con frecuencia. No es lícito intervenir en los pleitos internos de las naciones, porque al hacerlo se mediatiza su soberanía. Creo correcto el principio dentro de normas correctas. La casa ajena debe ser inviolable mientras no constituya un peligro para la seguridad general. ¿A qué país se le ocurriría intervenir en Suiza? Pero, contrariamente, ¿no son numerosos los que se sienten tentados a intervenir en Hungría? ¿Donde se origina la diferencia? En un hecho visible: el de que Suiza es un Estado organizado sobre la base del consentimiento libre de sus naturales y Hungría parece que no. Pues bien ¿a cual de las dos naciones se asemeja España? ¿En cual de los dos regímenes, el suizo o el húngaro, se inspiran los principios fundamentales del Estado español? ¿Partido único o pluralidad de partidos? ¿Libertad de conciencia o monopolización de la conciencia individual por el Estado? ¿Libertad de palabra o censura previa? ¿Libertad de asociación o persecución a los que se intenten asociar? Podría seguir largo tiempo examinando estos aspectos contrarios de los dos Estados que me sirven de ejemplo, y hasta podría remarcar el parecido esencial de uno de ellos, en cuanto a los medios, con la dictadura española, pero temo la sonrisa burlona de los lectores, introducidos ya, como cada quien, en el secreto de los dioses. La única fuerza del régimen franquista es que existe, y su única justificación ante ciertas conciencias pudibundas es la de que tal régimen combate a los enemigos inmediatos, aún cuando por debajo del antifaz asome la cara de Caín.

Tímidamente, y sin hacerme ilusiones de ninguna clase, desde el calvario de mi destierro, digo en voz alta a la opinión que conserva abiertos los ojos y los oídos: hay que volver al juego limpio, blasón y honor de las democracias verdaderas. Hay que ayudar al recobro de la libertad en los pueblos desposeídos violentamente de ella. Hay que predicar con el ejemplo. Solo así será posible a la democracia librarse del peso de una conciencia torturada.

DIEGO MARTÍNEZ BARRIO

París, abril de 1954.




ArribaAbajoConvivencia española

por D. Miguel de Unamuno


Durante los primeros tiempos de la República, D. Miguel de Unamuno escribió una serie de artículos en la prensa española en los que comentaba algún hecho de aquellas horas o lanzaba a los cuatro vientos una de sus preocupaciones. Esos artículos tienen no sólo un máximo valor histórico, sino vida y permanencia. El que reproducimos es más actual hoy que lo fue ayer. Nos proponemos publicar aquellos que, como el presente, dejan el ánimo en suspenso por su lúcida profundidad, su ardiente amor a la vida de España. «No quiero a España -decía- sino que quiero España

Otra vez días de reflujo. Cansado de pensar. Sobre todo quien, como el comentador, piensa, en hombre, con palabras; piensa palabras, y más siendo de oficio desentrañador del lenguaje. Duro oficio donde la pereza mental colectiva, nutrida de lugares comunes, confunde todas las palabras de tal modo que apenas si quedan entendederas enteras y sanas.

«¡Palabras, palabras, palabras!», decía el personaje shakespeariano. Y el dickensiano, aquel inmortal maestro de escuela de los Tiempos difíciles del más inmortal Dickens, decía: «¡Hechos, hechos, hechos!» ¿Pero es que hay oposición entre la palabra y el hecho? Toda palabra, si es viva, es un hecho, un hecho vivo, y todo hecho vivo es palabra. Se equivocaba Fausto al corregir la palabra del prólogo del Cuarto Evangelio. Sólo hay lo muerto y lo vivo, sea hecho o palabra. Y el hecho muerto es el hecho consumado, es decir, consumido, es lo acabado. Si se quiere, lo perfecto. «Estamos ante un hecho» -me han dicho algunos buenos catalanes amigos míos, que son todos mis buenos amigos catalanes. Y yo, renunciando a exponerles filológicamente la diferencia entre un hecho, algo que se hizo, y un suceso, algo que sucedió o pasó, me he dicho y les he dicho que un hecho es algo, si es vivo, que se está haciendo y deshaciendo. Se empieza a morir el día en que se nace. Y así al hecho opone el hombre el que-hacer, y el que-hacer suele consistir en deshacer el hecho. Que es rehacerlo. Todo menos la posición fatalista, materialista -en el sentido de Marx- de que el hombre se deje llevar de las cosas, de que la personalidad se soyugue a la llamada realidad. Hay una necesidad más honda, una necesidad espiritual, aquella de que hablaba el Apóstol Pablo cuando decía que él evangelizaba movido por necesidad. Y así el comentador. Tiene que decir, por necesidad espiritual, lo que dice y por duro que el decirlo le resulte.

Marx, el materialista de la historia, enseñaba que el estómago dirige al hombre. Pero Maquiavelo, que de psicología, y por lo tanto de historia, sabía más y mejor que Marx, enseñaba que el hombre entrega la vida por la bolsa y la bolsa por la vanidad. Y a la vanidad suele llamársele personalidad. El mercader que nos parezca más materializado se deja arruinar por mantener su personalidad, y pierde el crédito por sostener su credo. No, no; no es todo negocio. El espíritu puro, desinteresado tiene sus aduanas. Y hay un comercio de ideas y de sentimientos, que es más hondo que el comercio de artículos manufacturados. Hasta en nuestras luchas intestinas tratémonos como personas.

«¿Nación? ¿Estado? ¡Es cuestión de palabras!» Así me decía mi buen amigo el Sr. Companys. ¡Cuestión de palabras, por si le llamó tal o cual, por si habla así o asá, llegan a matarse los hermanos! ¿Leyes? ¿Códigos? ¿Codiguillos o codicilos? Importan muy poco. Lo que importa es el espíritu, es la palabra íntima con que se aplican. ¿Cordialidad? Racionalidad, ya lo dije. Por algo en catalán a hablar le llaman razonar, «enrahonar.» ¡Y ojalá razonaran siempre!

Lo que importa es la palabra íntima, la palabra de comprensión. Y com-prenderse, prenderse o tomarse mutua y conjuntamente, es convivir. No hay más unidad viva que la de la convivencia. Y lo que le queda a este comentador por decir respecto a la convivencia. ¡Qué cartas que rezuman amargura y hasta congoja está recibiendo de los que no pueden ya convivir con sus convecinos, de los que se sienten sentidos -y resentidos- como bárbaros en el significado primitivo de este vocablo tan sobado y asendereado! Bárbaros, es decir, extraños, forasteros, metecos.

¡La convivencia! Aquí está todo. Y la convivencia no es cosa de convención; convivir no es sólo convenir. Ni es cosa de pacto. No se pacta la convivencia. Y más cuando, querámonos o no nos queramos, tenemos que convivir. Los pedantes hablan de simbiosis.

Y ahora, lanzado en este camino de palabras, llevado por ellas, como le llevaban a mi San Pablo, el gran conceptista y gran palabrero -así le llamó un pretor romano- recuerdo lo que le dije a uno que me decía que quiero a España con locura, y es que le respondí que no es que yo quiero a España, sino que quiero España. Y no es lo mismo.

Mas dejemos, lector, estas palabrerías para continuarlas otra vez. ¡Si supieras lo que cansa al pensamiento, y a la vez lo que enfebrece al corazón este febril y apasionado desentrañar el lenguaje en busca de la palabra íntima sobre que se asiente la convivencia española!




ArribaAbajoLos derechos de los protestantes en España

por el Dr. Stanley I. Stuber


Alta autoridad de la iglesia Bautista, Presidente de la Comisión de la Alianza Mundial para la Libertad Religiosa,
Presidente del Consejo de Educación Superior para Asia, autor del notable libro Manual del Catolicismo para Protestantes y de o tras muchas obras y artículos.

Ahora que los Estados Unidos han firmado un pacto de seguridad mutua con España, tenemos perfecto derecho a revisar la nueva situación religiosa en aquel país. Muchos protestantes irán ahora a España para prestar sus servicios en las misiones militares y económicas. Aún si no tenemos ningún derecho especial como nación, para poder insistir sobre la libertad religiosa de nuestros compatriotas que prestan sus servicios en España, tenemos al menos el derecho, como individuos y como ciudadanos del mundo libre, a insistir hasta llegar a obtener que aún en España prevalezcan ciertos derechos humanos fundamentales.

Pero, ¿cual es la situación religiosa en España? No hay mejor respuesta, y seguramente no hay respuesta más oficial, que la que se encuentra en el Concordato establecido entre el Vaticano y España, por el que Franco ha recibido como premio, de las manos del Papa (representado por el Cardenal Enrique Pla y Daniel, Arzobispo de Toledo y Primado de España) la Suprema Orden de Cristo, la más alta distinción que puede otorgar a una persona la Iglesia Católica Romana. Según un artículo publicado en el New York Times, la condecoración fue concedida a Franco «por sus servicios al catolicismo español y la conclusión, en el pasado año (23 de agosto) de un concordato entre España y el Vaticano, en el que se reconoce que el Catolicismo es la única religión del pueblo español.»

Cuando examinamos el Concordato mismo, su exclusividad es clara y destacada. El nuevo pacto sustituye el Concordato de 1851 que, según las autoridades de Roma, «fue invalidado por el régimen comunista». El declaraba «que la religión Católica Romana era la única religión del pueblo español»; pero además pedía «fructífera cooperación entre el poder eclesiástico y el temporal, lo que constituye siempre y en todas partes la primera condición de un pacífico desenvolvimiento y desarrollo de la vida religiosa y civil de las naciones.» Una de las más importantes concesiones que el nuevo pacto pone en manos del gobierno español, es el privilegio de presentar los nombres de los candidatos para que Roma extienda los nombramientos de obispos y arzobispos. También contiene el pacto una cláusula, en virtud de la cual, se obliga al gobierno español «a no legislar en materias mixtas o en otras materias que puedan afectar a la Iglesia, sin la previa autorización de la Santa Sede.»

La libertad no existe

El nuevo Concordato admite que el artículo 6 del Fuero de los Españoles, está en vigor. Ese artículo establece que «ninguna persona podrá ser molestada por sus creencias o por practicar sus cultos privadamente. Las ceremonias que no sean las del culto católico, no serán permitidas.»

¿Qué quiere eso decir respecto a los no-católicos? Según el Ministerio de Gobernación, que dio en 1948 una interpretación a ese artículo, que «ninguna forma de proselitismo o propaganda que no sea católica puede ser tolerada, no importa como sea hecha: por ejemplo, fundación de escuelas, donativos aparentemente concedidos como premios, centros de reposo y recreo y otros análogos, porque claramente constituirían manifestaciones que no están permitidas.»

Así pues, los protestantes en España son tolerados como ciudadanos de segunda clase, están privados de muchos de sus derechos civiles y no se les concede legalmente ninguna oportunidad de practicar su religión libre y abiertamente. Cuando los protestantes desobedecen esas restricciones legales y practican en público lo que es fundamento de su fe, ¿qué pasa? Son perseguidos. Sus ministros golpeados y sus lugares de culto destruidos. Esto no obstante, el protestantismo siendo lo que es, tiene que proclamar su fe y tratar de propagarse. Y entonces, cuando pase eso, ¿qué ocurrirá? ¿Qué hacen las autoridades de la iglesia Católica? La contestación se encuentra en un extenso despacho de Madrid publicado en el New York Times el 19 del mes de marzo último, bajo el título: «El obispo de Barcelona pide una acción severa y urgente para reprimir el desarrollo del proselitismo protestante». El obispo ha puesto en marcha una nueva organización para vigilar e informar sobre «las actividades ilegales de los protestantes, adoptando medidas apropiadas para impedirlas». El obispo culpa a los protestantes en España de «haber abierto las puertas y preparar el camino a la indiferencia religiosa, al racionalismo y a los conceptos materialistas de la vida y de ahí, al marxismo y al comunismo».

Los protestanes no son comunistas

La imputación de que el Protestantismo está bajo la dirección de agentes extranjeros, queriendo decir «comunistas», es ridícula. La acusación de que los protestantes explotan la pobreza para lograr conversos, no tiene ningún sentido. Los protestantes son, simplemente, personas libres. No están unidos por ningunos lazos al comunismo. Creen que la justicia social y la libertad económica son principios básicos afines a la inherente dignidad de cada individuo. Luchan por liberar al hombre, no sólo espiritualmente, sino también social y económicamente. Donde el espíritu protestante reina el comunismo tiene muy pocas posibilidades.

Lo que nos perturba seriamente de la España de Franco, no es sólo el hecho de que los protestantes son tratados como ciudadanos de segunda clase, sino que España misma, siendo una dictadura atada oficialmente al Vaticano, no presenta el más leve signo por el que deduzcamos que puede llegar a ser un miembro de la sociedad de las naciones democráticas. Tomará millones de dólares para «defensa» y asistencia económica, pero continuará violando los principios de la Declaración de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Ha llegado a ser un miembro de la UNESCO, cierto, pero, en realidad, continúa repudiando la Constitución de ese organismo y en particular el preámbulo de ese Código Internacional instituido para liberar las mentes y a su vez; que esas mentes creen un mundo libre.

Hay muy pocos indicios, si hay alguno, de que España sea ahora más digna de pertenecer a las Naciones Unidas que cuando, en su origen, se le cerró el camino para poder ser miembro de ese organismo. Derramando nuestros millones de dólares, tenemos fundamentos para creer: 1.º) que el fascismo ha sido fuertemente robustecido, y 2.º), que nuestras bases militares en España no están completamente bajo nuestro control y en tiempo de guerra podrían ser usadas contra nosotros.

El pueblo americano

Ha llegado el momento para los americanos, ahora que sus millones, duramente ganados por el pueblo, se hunden en España, de examinar de nuevo el problema de defensa en el cuadro general y determinar exactamente donde puede colocarse, cual es el sitio, dentro del cuadro general, de un dictador que niega la libertad religiosa y los derechos humanos. Si queremos un mundo libre, si vamos a tener un mundo libre, ¿no es el momento de animar un poco la libertad en España? Lo que descorazona es ver que políticos americanos señalan «Franco Spain» ante el mundo como una gran nación cristiana. Mientras que España no dé iguales derechos a todos los cristianos, protestantes y católicos, muchos de nosotros seguiremos lanzando el reto a los que así usan el término «Cristiano». Esa magnífica palabra significa un movimiento dedicado a la verdad, que hace los hombres libres. Cuando España muestre que está dispuesta a dar a todos los hombres el derecho a buscar la verdad sin favores especiales y sin inflingir duras penalidades, los hombres libres de todas partes seremos dichosos. Esperamos con impaciencia que ese milagro pueda realizarse.

DR. STANLEY I. STUBER


NUEVOS CONSEJOS DE GUERRA

En Vitoria

EL 25 del pasado mes de marzo se ha celebrado en Vitoria un Consejo de Guerra contra 17 españoles vascos. Fueron acusados de «actividades sediciosas» y haber organizado la huelga de 1951. Los acusados han declarado que fueron golpeados durante varios días por la policía a fin de arrancarles sus declaraciones. Por uno de los abogados se solicitó del presidente del Tribunal, que la vista de la causa se celabrara a puerta cerrada, pero el presidente no accedió a ello. La vista fue pública pero los cónsules de los Estados Unidos, Inglaterra, Cuba y Francia no pudieron asistir, por no permitírseles la entrada a la sesión del primer día; fueron al fin admitidos el segundo día. El fiscal pedía penas de 25 y 21 años de prisión, basando su petición en que los encartados hacían propaganda ilegal para conseguir la separación de la región vasca del resto de España. Según el informe fiscal, todos ellos eran nacionalistas.

Ha sorprendido que con esta petición fiscal, las condenas hayan sido pequeñas, pues la condena mayor ha sido de 6 años a dos de los encartados, 3 años a cuatro y el resto han sido condenados a penas menores. Los observadores extranjeros hacen notar que al juicio asistió también el secretario de la Confederación de Sindicatos Católicos y subrayan que el nuncio de S.S. en España, Sr. Antoniutti, llegó a Vitoria la noche anterior a la celebración de la vista, lo que hace suponer -dicen- que esta presencia en Vitoria no ha perjudicado el fallo del tribunal.

En Ocaña

El 30 de marzo se celebró otro Consejo de Guerra en Ocaña contra 34 hombres acusados de querer reorganizar el partido comunista en España. La vista de la causa duró cuatro horas y una hora después fueron pronunciadas las sentencias que van de 20 años de prisión a 5 y otras de menor duración. Uno de los acusados fue sentenciado a 20 años, otro a 15; los dos admitieron que eran comunistas; otros dos fueron condenados a 5 años de prisión, ambos admitieron haber pertenecido al partido comunista hacía muchos años, pero negaron pertenecer en la actualidad. Los demás fueron condenados a penas de menor duración. Fue absuelta una mujer, esposa de uno de los condenados.


Llegaron a Barcelona, el 2 de este mes, 286 españoles pertenecientes a la División Azul, que se encontraban prisioneros en Rusia desde hacía ocho años. Algunos han hecho declaraciones sobre las condiciones en que han vivido en Rusia.




ArribaAbajoSin permiso de la censura

Información de nuestro corresponsal en España


El Ejército y el Régimen

Los sueldos del Ejército han sido aumentados el 3 de marzo, y este aumento se extiende hasta el mes de enero de este mismo año. Representa una mejora de una quinta parte de los sueldos, lo que significa en el presupuesto militar un aumento de 1.123.854.666 pesetas. Este aumento es justo, aunque la cifra asuste, y considerado individualmente es modesto, a mi juicio, pero presenta un aspecto positivo y otro negativo.

Primer aspecto: Los militares están entre los últimos que han visto aumentar sus sueldos; vienen después de los obreros, de los empleados y de los funcionarios. La satisfacción que experimentan está en relación con la espera que han soportado. Un oficial de alta graduación me decía: «al menos podremos comprar nuevos uniformes».

Segundo aspecto: Estos aumentos significan simplemente poner los sueldos de los militares al nivel del costo de la vida actual, pero pesan como un nuevo factor inflacionista y en la subida de los precios. Las curvas de alza indican que antes de que termine el año, esos aumentos de hoy habrán sido absorbidos por el aumento creciente del costo de la vida. En ese momento la tensión social en el seno del ejército, que se encuentra atenuada hoy, puede intervenir como elemento de crisis. No peco de suspicaz si pienso, recogiendo insinuaciones, que el anunciado viaje a los Estados Unidos del Ministro de Comercio, Sr. Arburúa, está relacionado con las consideraciones que acabo de hacer.

De otro lado los militares de alta graduación han meditado sobre los disturbios de enero y están preocupados por el resultado de las elecciones sindicales y por los deseos de Falange de dar a los obreros más importancia dentro del Régimen. Estos dos factores empujan al Ejército a poner su autoridad en la balanza política.

El Embajador de los Estados Unidos y la censura española

El 24 de febrero último, el Sr. James Dunn fue a Bilbao, «el Pittsburgh de España», como él le llama. Pronunció un discurso ante la Cámara de Comercio, discurso del que la prensa española ha publicado todo lo que podía halagar al Régimen, y en esto Sr. Dunn es maestro. Hay quien dice que pudo muy bien ahorrar un poco de incienso, pero la verdad es que ha sido eficaz el discurso; él ha permitido que el general Franco oiga una o dos verdades. El párrafo siguiente, que acoto, del discurso del Embajador, ha sido censurado por orden del caudillo personalmente, el Ministro de información se negó a tomar esa responsabilidad; dijo lo siguiente: «Más estrechamente que nunca la libertad americana está entrelazada con la libertad de los demás pueblos y en la unidad del mundo libre reside nuestra mejor oportunidad para reducir la amenaza comunista sin recurrir a la guerra. No dudo de que estamos unánimes en que nuestra civilización occidental se enfrenta hoy con el mayor peligro de toda su historia. Con este peligro a la vista, y en tanto preparamos nuestras defensas en los frentes económico y militar, no debemos permitirnos cejar en nuestro firme propósito».

Los españoles de España, anti-comunistas y «amigos de la libertad», como el Sr. Dunn, quisieramos saber si la prensa americana ha recogido y comentado esas palabras de su embajador.

Algunos días más tarde uno de los consejeros de la embajada americana fue llamado al Ministerio de Negocios Extranjeros por un alto funcionario para conocer su opinión sobre las elecciones sindicales. Más tarde el mismo Sr. Dunn ha sido consultado sobre el asunto. El Sr. Dunn esperaba alguna discreta observación sobre el discurso de Bilbao, pero no fue así, no es costumbre del gobierno franquista hacer alusiones desagradables sobre nada que venga de una potencia poderosa.

El diálogo que sostuvo el Sr. Dunn es el siguiente:

–¿Qué piensa el Sr. Embajador de nuestras elecciones sindicales?

–¿Las elecciones sindicales?, repitió el embajador..., esa es una cuestión exclusivamente española y que sólo concierne a vuestro gobierno.

–Sin embargo, los resultados no deben serle desconocidos al Sr. Embajador.

–Yo no conozco sino aquellos que ha publicado la prensa.

-Es cierto que no serán muy completos. Seguramente ha podido apreciarse que por la seguridad de los futuros establecimientos militares y por la cooperación estratégica de nuestros dos países, no se hayan dado de las elecciones sino resultados «autorizados».

-¡Ha, ha!, pronunció el embajador que, a veces contesta como se contesta en Oxford.

Una hora antes de esa entrevista, un colaborador suyo le había entregado al Sr. Dunn los resultados de las elecciones de los Comités de Empresa. El Sr. Dunn añadió:

–Yo no pienso que el gobierno de los Estados Unidos vea el menor peligro en la publicación de los auténticos resultados... ni menos aún que se inquiete por la presencia de obreros inautorizados en los Comités de Empresa...

Las bases americanas en España, el cemento y Moscú

El general Kissner, jefe de la Misión Militar americana aquí, no oculta su preocupación ante las condiciones técnicas de la construcción de las bases aéreas y navales. Según él, España no es capaz de suministrar hoy el cemento necesario para estas construcciones. El gobierno de Madrid le ha comunicado que, en la situación presente, la industria española del cemento producía apenas lo necesario para la demanda interior. Ante la demanda del general Kissner el gobierno ha decidido crear nuevas fábricas de cemento. Después de esto han circulado octavillas en las que se dice: «la construcción de cada base impedirá la construcción de 20 mil casas para obreros».

Dos grupos principales de construcciones se encuentran en línea: un grupo alemán, que reúne cinco grandes empresas de Alemania occidental bajo el título de «Union Constructors»-y que exije ser pagada en dólares y directamente por los Estados Unidos, y del otro lado, Francia. Francia, a su vez, ofrece sus servicios por poseer un importante material, el que ha servido para modificar el curso del Rhöne. Hay otra propuesta que, según las informaciones que acabo de recoger, de buena tinta, es objeto de inquietud y vigilancia en los medios militares españoles y americanos. Esta propuesta es también francesa, mejor dicho, de un grupo francés que ha construido la mayor parte de las bases americanas en Marruecos y que opera bajo la denominación de «Atlas Constructor». Esta sociedad es una filial de la «Sociedad Batignoles» de París, sociedad que está financiada por la Banca Seligman. Según informes, el administrador de esta entidad es un ruso naturalizado francés en 1939, llamado Kaganovitch. Esta naturalización fue discutida después de la guerra, cuando la información francesa descubrió que un hermano de Kaganovitch tenía un puesto en la industria pesada soviética y era un pariente de Stalin, pero el gobierno francés no pudo separar a Kaganovitch de los puestos financieros y económicos. Parece ser que por el conducto de Kaganovitch es por el que la Unión Soviética ha llegado a obtener los planos de las bases americanas en Marruecos. En todo caso, la Misión americana aquí está muy preocupada sobre la actividad que Kaganovitch ha llegado a establecer en España utilizando «hombres de paja» muy honorables, tanto franceses como españoles, que ignoraban, y que ignoran a la hora actual, la existencia de Kaganovitch. Se afirma que, en principio, la firma «Atlas Constructor» ha sido eliminada de la construcción de las bases americanas aquí, pero los servicios interesados de las Potencias occidentales estiman que el peligro es el mismo si existe por, parte de ese grupo, tanto en París como en Madrid, finalidades informativas.

Madrid, abril 1954.


ESPAÑA PIDE MÁS AYUDA ECONÓMICA

El ministro español de Comercio Manuel Arburúa, y presidente del Comité Interministerial de Cooperación Económica, ha llegado a Washington. Viene en misión especial y concreta: a pedir más ayuda económica. La prensa falangista ha hecho una fuerte campaña para apoyar la petición del Gobierno fundada en estas razones: «No pedimos un trato de favor, queremos la igualdad con las otras naciones que están empeñadas en la defensa del mundo libre»... El cinismo de la prensa franquista contrasta con la candidez de la prensa de otros países que ha señalado el viaje del Sr. Arburúa como «viaje de buena voluntad». Hay que decir al pueblo americano, porque es a él a quién interesa saberlo, que el ministro de Comercio español viene a solicitar 400 millones más.

Para conceder esos millones que se piden en nombre de la defensa de la libertad del mundo, la más elemental cautela aconseja que se le exija a España ponga la libertad de su pueblo al mismo nivel de la que gozan esas naciones en las que, sin el menor pudor, trata de apoyarse.





ArribaAbajoEspaña, comunidad de pueblos

por Luis Carretero y Nieva


LUIS CARRETERO Y NIEVA fue uno de los españoles que mejor y más profundamente conocieron España. Castellano de nacimiento hablaba catalán, gallego y vascuence. Su contacto directo con los naturales de estas regiones y sus estudios históricos le formaron una visión de la realidad de su país. Su libro Las nacionalidades españolas, que trata del secular problema, ha tenido una acogida emocionante en el interior de España, en particular entre catalanes y vascos, índice cierto de la cordialidad peninsular que, en silencio, gesta España. El ensayo que empezamos a publicar hoy, gracias a la gentileza de su hijo, D. Anselmo Carretero, saca a luz la cuestión clave: la articulación de una estructura peninsular.

Las diferencias entre todos los pueblos de España son irrecusables y hasta hoy no han sido borradas; no porque no se haya intentado, sino porque no se ha conseguido. Por dos caminos se ha pretendido llegar a la homogeneidad: por educación y por la fuerza. Quienes han pretendido unificar el país español de una manera férrea han sido los dominadores extranjeros o sus descendientes y allegados, afanosos de mandar sin tener en cuenta la voluntad de los pueblos; y este afán unificador es tanto más intenso cuanto mayor es la discrepancia entre el poder dominador y los pueblos españoles; más duros y fuertes son los intentos unitaristas cuanto más grande es el desprecio a la opinión popular. La educación tampoco ha logrado el empeño, y el español educado de esta manera se ha encontrado con dos conceptos de España: el que le ha infundido la instrucción oficial y el que él mismo se ha formado por la contemplación del propio terruño; y si ha llegado a profesar una fe unitaria y el consiguiente deseo de unificación, ha procurado coordinar la visión personal del país con la que le han inculcado como general de España. Pero el resultado ha sido funesto para la cordialidad entre todos los españoles; por cuanto que el hombre con un ideario así formado, que ha llegado a una congruencia más o menos ficticia de los caracteres peculiares de su región nativa con el retrato artificial de España, y que se sirve de este criterio, encuentra unas disidencias propicias a la aversión al observar los rasgos propios de otras regiones españolas que se diferencian de la suya por la diversidad natural de la Península y que discrepan de lleno de la representación consagrada como general de España, tan ajena a la verdadera naturaleza española que aquellas cualidades de cada una de las regiones asentadas sobre el suelo hispano más discordantes con tal representación, son precisamente las que más se acomodan a la realidad ibérica.

La misma supuesta identidad o unificación de Castilla con otros pueblos hispánicos, especialmente con los de la antigua corona de León, es un artificio político para empujar al pueblo castellano a sostener como ideal propio los residuos que puedan quedar en pie de la monarquía imperial española; procurar que olvide su verdadera tradición, sobre todo en cuestiones tan importantes como la oposición al unitarismo centralista, el apego al gobierno democrático y la posesión colectiva de los medios de producción; e impedir que resucite el recuerdo de sus viejas instituciones autonómicas, tan adecuadas en su espíritu para una nueva organización de la sociedad como la que hoy intentan los pueblos más progresistas.

¿Existe un carácter nacional español?

Una vez examinadas estas variedades nacionales hispánicas, viene la pregunta de si hay una cultura general española, un carácter y un sentimiento general españoles; de si, en resumen, hay una nación española.

La respuesta es rotunda e inequívocamente afirmativa. Hay unas condiciones comunes de carácter nacional que pudiéramos comprender considerando que sobre los pueblos hispánicos, con todas sus individualidades, hay una nacionalidad superior española: una supernación española. Y esta nacionalidad superior española se puede encontrar con tal de que no se busque ni en el Imperio español ni en sus creaciones unitarias, opuestas a la condición íntima de nuestros pueblos.

Hay una cultura española, y mejor aún una capacidad española para crear culturas, con caracteres y temperamento propio, y para ponerse en contacto con otras culturas y obrar sobre ellas, del modo como Séneca, Marcial y otros españoles se encaran con la cultura latina con un poder creador hispánico; poder creador que los historiadores europeos reconocen modernamente. Así hablan de la cultura arábigo-española, arábiga y española, que no arábiga solamente; cultura hispanomusulmana con unos caracteres y valores adquiridos en España, por influjo de todos los pueblos españoles, que no solamente Andalucía, aun cuando en ella y en Levante este influjo fuera mucho mayor. Esta cultura arábigo-española, árabe con fondo hispánico, es muy distinta de las culturas árabes que no han pasado por España y no se han enriquecido con lo español. A este propósito copiamos el siguiente párrafo del historiador alemán Schaeder:

«El hecho de que en la época subsiguiente (a la conquista de Granada) no haya producido nada estable el suelo del Mogreb, nada que en energía política ni en brillo cultural pueda compararse con los árabes españoles, invita a pensar que fueron justamente las condiciones particularísimas que se daban en España, las que posibilitaron en este país el florecimiento de la cultura árabe. No cabe duda que la rivalidad entre cristianos y moros desencadenó nuevas fuerzas en aquellos, y los efectos de estas fuerzas fueron también fecundos para los árabes.»



El elemento español popular

La cultura árabe en España fue cultura hispano-musulmana, fruto peninsular en grandísima parte, y relacionando que esta conducta de los árabes en relación con la cultura es semejante a la que observaron en la economía y en cuantas actividades se analicen, hemos de convenir en que, por la vitalidad que lo popular español tuvo durante esta época en las regiones islamizadas de la Península, los gobernantes musulmanes fueron no solamente los más cultos y tolerantes sino los más españoles -valga la frase- de todos los extranjeros que se adueñaron del poder en España.

Derivada sintéticamente de las diversas culturas hispánicas, tan creadoras y virtuosas como modestas a veces en sus apariencias, es la cultura española. Oliveira Martins, el ilustre portugués que por portugués se considera español y tantas lecciones nos ha dado a los restantes peninsulares, el que habló de todos los pueblos de España antes de que catalanistas y vasquistas formulasen sus teorías, el que, al mismo tiempo que sostenía la hispanidad de Portugal, asentó la multiplicidad de las naciones peninsulares y repudió enérgicamente toda pretensión de hegemonía o de misiones encumbradas de guiadores por ningún pueblo de España, decía:

«Si la geografía, a nuestro modo de ver, es causa de las grandes diferencias que, según las regiones, distinguirán en la historia a los españoles, y aun los distinguen hoy, manteniendo perceptibles caracteres etnológicos, no siempre fáciles de determinar en sus afinidades; esa causa no basta para que, por encima de tales diferencias, la Historia no nos muestre la existencia de un pensamiento o genio peninsular, carácter fundamental de la raza, fisonomía moral común a todos los pueblos de España; pensamiento o genio principalmente afirmado, por una parte, en el entusiasmo religioso que ponemos en las cosas de la vida y, por otra, en el heroísmo con que las realizamos. De aquí proviene el hecho de una civilización particular, original y noble.»



«Una civilización particular, original y noble», cuyos rasgos más destacados son la supremacía de los valores morales y el elevado sentimiento de la dignidad personal, esa honra que nuestro alcalde de Zalamea no rinde sino ante Dios. Este supremo respeto de los valores morales, por encima de toda consideración material o puramente intelectual o estética, se manifiesta como característica fundamental de nuestra literatura, de raíz popular aun en sus más excelsos creadores, desde el anónimo autor del Poema del Cid, hasta Machado, pasando por el Romancero, Llull, Camoens, Cervantes, Lope y Calderón.

Condiciones comunes

Existe indudablemente una civilización española de carácter propio que demuestra la existencia de una personalidad de género nacional; pero es preciso que no nos enreden la cuestión haciéndonos tomar por cultura fundamentalmente española la de los conquistadores romanos o godos, o la que intentan implantar en España el imperio germánico asentado en nuestro país y su heredera monarquía borbónica, cuyos residuos perviven aún en las oligarquías que hoy dominan el Estado español.

La España indígena de los tiempos prehistóricos se estabiliza durante la Edad del bronce y sigue sin grandes variaciones hasta la llegada de los celtas. La situación posterior, que se conserve, poco más o menos igual hasta la invasión romana, nos indica una condición y distribución de los pueblos sembradora de efectos señalados en todos los tiempos siguientes, hasta los más modernos; y ni la acción de los años ni los muchos intentos lograron formar una España homogénea y los caracteres de los diferentes pueblos hispánicos trascienden en parte a las nacionalidades de formación medieval, origen inmediato de los actuales pueblos peninsulares. Pero a pesar de la gran variedad de los pueblos de España y de los empeños que ha habido por parte de algunos en hacer creer que las diversas nacionalidades españolas, o cada una de ellas vista separadamente, no tienen gran afinidad con los demás, es lo cierto que hay un conjunto de condiciones comunes que abarcan a todas, a todo el pueblo español.

(Continuará)







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Maniobras frustradas


Se han celebrado elecciones en España. Unas elecciones sindicales, es decir, unas elecciones para elegir miembros del sector obrero para los Comités de Empresa.

El malestar de la clase trabajadora ha llevado a las autoridades españolas a aumentar los salarios en un 5 % (diez pesetas semanales) y a poner en marcha «algo» de más envergadura, algo que pudiera animar en los trabajadores la esperanza de un futuro sindical libre: elecciones para los Comités dé Empresa. La prensa española, la de Madrid tanto como la de provincia, hizo una intensa campaña sobre esas elecciones, y la prensa extranjera, animada de optimismo, recibió el anuncio de la novedad, y las elecciones mismas, como un signo de evolución político-social. Esa deducción se ha podido hacer sacando consecuencias de los disturbios del mes de enero y del giro político que tomaron, lo que se ha podido interpretar como signo de una opinión política, descontando la opinión -conocida de todos- latente en la resistencia.

Pero ¿qué han sido esas elecciones? ¿Cómo las han recibido los trabajadores? Las elecciones para los Comités de Empresa han estado limitadas a aquellas que contaban con un mínimo de asalariados superior a un millar. Previamente se confeccionó un censo de aquellos obreros que tenían derecho a votar, y sólo tenían derecho a votar los inscritos. Sobre esto hay datos oficiales, los que no podemos tomar como exactos. Los nombres de los candidatos fueron presentados por los obreros. Parecía que, una vez confeccionado el censo con los que tenían derecho a elegir y ser elegidos, la presentación de candidatos no tendría la menor dificultad, pero no ha sido así. Presentada la lista de los mismos fueron eliminad os los nombres de aquellos que no estaban considerados como adictos al régimen. Así ha ocurido en Barcelona, Bilbao y Madrid. Es verdad que los obreros no han mostrado ni interés ante la perspectiva de esas elecciones ni desilusión ante esas maniobras, continúan pensando lo que pensaban: que el régimen actual de España no puede permitir un movimiento libre.

Se dice que esas elecciones tenían la doble finalidad de mostrar que la legislación social daba un paso hacia adelante y la esperanza de ver, entre los candidatos para esos Comités de Empresa, los nombres de los nuevos cuadros clandestinos de la Unión General de Trabajadores y de la Confederación General del Trabajo. Es sabido que los anteriores cuadros fueron diezmados, recuérdese la muerte de Centeno, los encarcelamientos de sus compañeros y los procesos del mes de febrero último. En Barcelona los dirigentes socialistas catalanes de la U.G.T. y de la C.N.T. están encarcelados sin que se les haya juzgado todavía. No se han dejado sorprender los trabajadores españoles. No han abrigado la más leve esperanza sobre esas elecciones y no ha figurado en ninguna de las candidaturas un solo nombre de los que forman los nuevos cuadros clandestinos de las sindicales citadas.

Sin embargo, apesar de haber sido eliminados de las listas de candidatos los sospechosos de no ser adictos al régimen y a pesar de haber sido «elaboradas» las candidaturas, los que han resultado elegidos son: en Madrid y Bilbao, socialistas, en Barcelona, anarquistas y socialistas.

Tenemos a la vista datos «oficiales», de ellos resulta: que en Barcelona las abstenciones de votantes ha significado un 60% en las grandes empresas, es decir, en aquellas de más de diez mil obreros; en las otras de menor censo el promedio de votantes fue un 35%. Una de las empresas de más importancia por el número de obreros, es «Fuerza Eléctrica de Cataluña», que cuenta con 5,525, de estos sólo figuraban en el censo 2,756, de ellos votaron 1,470. En Bilbao se abstuvieron de votar más del 50% y votaron en blanco una mayoría considerable. En Madrid el censo total de votantes arrojaba la cifra de 225,000, es decir, obreros que figuraban en el censo; de ellos han votado el 55%.

Estas cifras se sacan de datos oficiales, es de suponer que los medios oficiales españoles no han tenido interés en suministrar datos que les sean desfavorables; la realidad, pues, no se acercará mucho a la versión oficial. Sea como sea, dos conclusiones se sacan de estas elecciones; primera, que los trabajadores españoles saben a qué atenerse respecto al valor de las mismas; segunda, que los hombres elegidos -sin que ninguno forme parte de los cuadros clandestinos- son: socialistas y anarquistas.


LA COMPANÍA DE JESÚS Y EL EXISTENCIALISMO

El filósofo católico español, jesuita Ramón Ceñal Lorente, ha sido eviado por la Orden a que pertenece, «como misionero a Brasil», por haberse atrevido a tratar en público el tema del «existencialismo».





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