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Ibérica por la libertad

Volumen 2, N.º 7, 15 de julio de 1954

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IBÉRICA es un boletín de información dedicado a los asuntos españoles y patrocinado por un grupo de americanos que creen que la lucha de España por la libertad es una parte de la lucha universal por la libertad, y que hay que combatir sin descanso en cada frente y contra cada forma que el totalitarismo presente.

IBÉRICA se consagra a la España del futuro, a la España liberal que será una amiga y una aliada de los Estados Unidos en el sentido espiritual y no sólo en sentido material.

IBÉRICA ofrece a todos los españoles que mantienen sus esperanzas en una España libre y democrática, la oportunidad de expresar sus opiniones al pueblo americano y a los países de Hispano-América. Para aquellos que no son españoles, pero que simpatizan con estas aspiraciones, quedan abiertas así mismo las páginas de IBÉRICA.

Presidentes de Honor:

  • SALVADOR DE MADARIAGA
  • NORMAN THOMAS

Editor:

  • VICTORIA KENT

Consejeros:

  • ROBERT J. ALEXANDER
  • ROGER BALDWIN
  • FRANCES R. GRANT
  • JOHN A. MACKAY
  • VICTOR REUTHER

IBÉRICA se publica el día 15 de cada mes, en español y en inglés por Ibérica Publishing Co., Inc., 112 East 19 th St., New York 3, N. Y. Todo el material contenido en esta publicación es propiedad de Ibérica Publishing Co., Inc. y no puede ser reproducido en su integridad. Copyright 1954, Ibérica Publishing Co., Inc.

Suscripción anual: $ 3.






ArribaAbajo¿Cuál es el precio de las bases?

Norman Thomas


Norman Thomas

Norman Thomas y nuestro editor

La historia habla de muchas victorias ganadas e imperios establecidos por grupos relativamente pequeños de hombres ambiciosos y bien dirigidos, y bien adiestrados en el uso de las armas. Quizá el ejemplo más asombroso de estos hechos ha sido las resonantes historias de Cortés y Pizarro sobre los imperios Azteca e Inca con sus pequeños grupos de conquistadores. Lo que contó en esas conquistas fue la superioridad de armas, la mayor destreza, y una poderosa ambición. No hubo triunfo del derecho.

A través de todo el siglo 19 y primeros del 20, las naciones europeas podían vencer sin grandes dificultades y obtener victorias fáciles en Asia y en África por su gran superioridad en fuerza económica y técnica sobre los vencidos. Las consideraciones morales no han contado.

Esos días han pasado. Si por un momento la posesión única por nuestro país de la bomba atómica nos ha dado una gran ventaja en términos de fuerza militar, ese momento ha pasado definitivamente. Los adversarios en la presente guerra fría, los dos, poseen la bomba atómica y de hidrógeno y otros tantos aparatos de destrucción masiva. Las naciones comunistas tienen una gran superioridad en material humano y el comunismo tiene siempre adheridos fanáticos. Si el comunismo va ser vencido, tiene que ser por razones ideológicas o morales que hagan un llamamiento a las masas humanas. La victoria democrática requiere que las gentes que no están bajo de la regla comunista sean convencidas 1.º: de que el imperialismo comunista significa la muerte de la libertad; y 2.º: de que la democracia puede ser dirigida hacia la consecución de las más profundas aspiraciones de los hombres. Estas verdades deben convencer a los pueblos que se encuentran detrás de la cortina de hierro. En su sentido más hondo, la guerra contra el comunismo tiene que ser una guerra moral.

En esto todos los americanos que piensen estarán de acuerdo. Una gran parte de la propaganda americana tiene en cuenta este hecho. Y este hecho no permite un desarme unilateral frente a un enemigo para quien un desarme de esa naturaleza significaría sólo debilidad. Sin embargo, nuestra esperanza de evitar una tercera guerra mundial, o de ganarla -en tanto como sea posible vencer en tan horrible guerra de holocausto- requiere de nosotros que obtengamos un triunfo moral por la justicia, la libertad y la dignidad del hombre dentro de nuestra propia democracia y en nuestras relaciones internacionales.

A pesar de que los Americanos alaban estas ideas, la discusión crece entorno a la guerra fría, y en torno a la perspectiva de beligerancia abierta, adquiere más y más fuerza. El Senador Joseph McCarthy, nuestro Gran Inquisidor, no ha realizado ni una sola vez la verdadera naturaleza del comunismo o la justificación de una cruzada moral contra él. Ha hablado y actuado cómo si todas nuestras perturbaciones fueran causadas por la deslealtad de algunos americanos y británicos, entre ellos personas que ocupan altos puestos. Ha dicho que el comunismo puede ser vencido si nadie comerciara con Rusia o China. Nos ha prometido una victoria y bajos impuestos. Hace un llamamiento patriótico pidiendo apoyo, sin otra justificación que una condenación general del comunismo como nuestro enemigo máximo. El Presidente Eisenhower desde un nivel más alto, ha hecho elocuentes discursos sobre el terrible costo de la carrera de armamentos del mundo y su deseo de que el desarme sea controlado universalmente. Pero el «New Look» de nuestra política exterior americana a través del mundo, que tiene su derivación en nuestra creencia en «instant massive retaliation», es una fórmula que ha asustado a nuestros amigos más que a nuestros enemigos.

Ningún punto de la política exterior americana indica más claramente su dependencia, cada día mayor, de la pura fuerza bruta, que nuestra actitud con respeto a la España de Franco. Franco manda gracias a la intervención extranjera. Hitler y Mussolini deliberadamente hicieron de España un conejo de Indias para sus experimentos sobre las tácticas de bombardeos civiles. El éxito que obtuvieron fue ayudado grandemente por la neutralidad de las democracias del oeste, incluido la de los Estados Unidos. Un poco tarde hemos sabido que la victoria de Franco, manejada como un muñeco por los poderes fascistas, hizo casi segura la tragedia de la segunda guerra mundial. Hoy nosotros, defensores de la democracia, hemos vuelto de la neutralidad con respeto a la dictadura fascista en España, a una alianza parcial con ella. No hemos aprendido nada de la historia. La indiferencia americana hacia las consideraciones morales, en su afán de obtener bases en España, nos debilita grandemente en los aspectos morales que son en extremo importantes en la guerra fría, esto sin ninguna correspondencia en fuerza militar.

Los verdaderos hechos de la historia no admiten disputa. El falangismo de Franco era desde el principio una modalidad del fascismo. Nunca podría haber ganado sin el apoyo militar de Hitler y Mussolini. Durante toda la terrible matanza de la segunda guerra mundial, esperaba la victoria fascista. Lo mejor que se puede decir de él es que una cierta astucia política y el cansancio de su pueblo le han impedido toda acción beligerante en favor de sus benefactores en contra de las democracias.

Yo no olvidaré nunca un diputado republicano, en Washington, que me aseguraba que yo había juzgado mal a Franco. «Franco no ha traicionado al fin a Hitler?» ¿Hasta que punto el diputado tenía razón? Era una extraña garantía para un posible aliado.

Al final de la segunda guerra mundial, el sentimiento contra Franco era tan fuerte que su gobierno fue excluido de las Naciones Unidas, y los Estados Unidos y algunas otras naciones, se negaron por algún tiempo a enviar sus embajadores, aunque las relaciones diplomáticas no se rompieron. Ahora existe un argumento para el reconocimiento de los gobiernos establecidos. y su inclusión en las N.U.: «que mandan», sin tener en cuenta su calidad moral. Sin embargo, el sentimiento general está en contra de la entrada de Franco en las N.U. Pero al mismo tiempo, ese gobierno no solamente es reconocido, sino subsidiado por los Estados Unidos!

De todos modos, el cambio de nuestra política no ha sido como consecuencia de una trasformación en la política del gobierno de Franco. Hace tres años, tuve el honor de asistir en una conferencia en Bombay para inaugurar el Comité por la Libertad de la Cultura en la India. Uno de los huéspedes que asistieron fue el Sr. de Madariaga, el que expuso al público allí congregado que tan mala como es la política de Franco, peor es aún la política de Moscú. Lo que yo creo. Sin embargo, me veo obligado a aceptar el juicio de algunos observadores según el cual los españoles hoy prefieren sufrir a Franco que renovar una guerra civil de la que han sufrido tanto. Pero ¡qué malo será un gobierno cuando eso es lo mejor que se puede decir de él!

En los últimos tres años he viajado mucho a través de Asia y Europa. No recuerdo ni un momento ni un sitio donde la política americana haya sido discutida en los que no se haya criticado duramente nuestra inconsistencia como campeones de la democracia subsidiando a Franco. Nadie creía que nuestras necesidades militares fueran tan urgentes que pudieran justificarnos la adquisición de bases en unas condiciones que son conocidas a medias por el pueblo americano y por el español y a un precio cuyo límite último se ignora. Esto se interpreta como política de poder, y no muy hábil política de poder, en casi cada parte del mundo, especialmente entre las fuerzas progresivas de aquellas naciones interesadas en la independencia sobre cualquiera forma de imperialismo.

Yo no soy un experto militar. Pero un experto militar tan acreditado como Hanson Baldwin de los New York Times se ha mostrado menos que entusiasta sobre las ventajas militares de nuestro arreglo con Franco. Mister Hanson Baldwin ha preguntado exactamente qué hemos recibido, y qué nos ha costado. Para mí, es un problema más profundo. No hay una escala cuantitativa por la cual los imponderables morales pueden medirse. Pero yo no dudo en afirmar que lo que hemos obtenido en el camino de las ventajas militares no vale la confianza que hemos perdido en cada país, incluyendo España misma, donde los hombres aman todavía la libertad. Aún estando en crisis el pueblo español podría sabotear nuestras bases o aliarse con nuestros enemigos porque nosotros hemos sostenido la tiranía contra ellos. El precio que hemos pagado por esas bases no ha sido sólo dinero. Financieramente la administración de Eisenhower parece haber tomado una pequeña precaución y el Señor Arburúa, que ha venido buscando mayores subsidios se ha vuelto con las manos vacías. Pero América no ha pagado solamente en dinero sino con silencio cuando debía haber hablado. Obreros, privados de los derechos humanos, están trabajando en las bases americanas. Nosotros no hemos reclamado para ellos la justicia más elemental. Trabajadores que han tratado de ejercer los derechos que para los americanos son elementales han sido juzgados por tribunales de guerra, ejecutados, encarcelados, y nosotros no hemos protestado. Somos campeones de las cuatro libertades, pero subsidiamos a un dictador que se mofa de las libertades primarias y niega la tolerancia básica religiosa.

¿Cual es el precio de las bases? ¿Estamos satisfechos de pagar por ellas con sacrificio de la jefatura moral en una lucha que nunca podrá ser ganada? Lo estaríamos si pudiéramos hacer de la lucha una cruzada por la libertad, por la paz, por la abundancia, en una causa una e indivisible.

NORMAN THOMAS




ArribaAbajoUn aniversario: 19 de julio

Albert Camus1


Albert Camus

Albert Camus. [Fotografía de] Alfred A. Knopf

El 19 de julio de 1936 comenzó en España la segunda guerra mundial. Quiero conmemorar este acontecimiento. Esta guerra ha terminado en todas partes salvo, precisamente, en España. El pretexto para no terminarla es la obligación de prepararse para la tercera guerra mundial. Esto resume la tragedia de la España republicana que ha visto imponérsele la guerra civil y extranjera por jefes militares rebeldes y que hoy aún ve que se le sigue imponiendo los mismos jefes en nombre de la guerra extranjera. Durante 18 años una de las causas más justas que puedan encontrarse en una vida de hombre se ha visto constantemente deformada y, en ocasiones, traicionada por los intereses más poderosos de un mundo entregado a las luchas del poder. La causa de la República se ha encontrado y se encontrará siempre identificada a la de la paz: esa es sin duda su justificación. Desgraciadamente el mundo no ha cesado de estar en guerra desde el 19 de julio de 1936 y la República española, en consecuencia, no ha cesado de ser traicionada o cínicamente utilizada. Por esto es quizá vano dirigirse, como lo hemos hecho otras veces, al espíritu de justicia y de libertad, a la conciencia de los gobiernos. Un gobierno, por definición, no tiene conciencia. Tiene, a veces, una política, y es todo. Quizá la manera más segura de abogar por la República española no es ya decir que es indigno para las democracias matar por segunda vez a aquellos que han luchado y han muerto por nuestra libertad, por la libertad de todos. Este lenguaje es el de la verdad, él clama en el desierto. La buena manera sería quizá decir que si el sostener al Franco no se justifica más que por la necesidad de asegurar la defensa del Occidente, no se justifica por nada.

Puesto que los gobiernos occidentales han decidido no tomar en consideración más que las realidades, podemos decirles que las convicciones de una parte de Europa forman parte también de la realidad y que no será posible negarlas hasta el fin. Los gobiernos del siglo XX tienen una desgraciada tendencia a creer que la opinión y las conciencias se pueden gobernar como las fuerzas del mundo físico. Y es cierto que por las técnicas de la propaganda o del terror han llegado a dar a las opiniones y a las conciencias una consternante elasticidad. Sin embargo, hay un límite en todas las cosas y en particular en la flexibilidad de la opinión. Se ha podido mixtificar la conciencia revolucionaria hasta hacerle exaltar la miserable explotación de la tiranía. El ejercicio mismo de esta tiranía, sin embargo, hace esta mixtificación evidente y he ahí que en medio del siglo la conciencia revolucionaria se revela de nuevo y se vuelve a sus orígenes. De otro lado se ha podido mixtificar el ideal de la libertad por el que los pueblos y los individuos han sabido combatir mientras que sus gobiernos capitulaban. Se ha podido hacer esperar a esos pueblos, hacerles admitir compromisos de más en más graves. Pero se ha llegado a un límite que se hace necesario anunciar claramente y pasado el cual no será ya posible utilizar las conciencias libres; por el contrario, será necesario combatirlas a ellas también. Este límite, para nosotros europeos que hemos tomado conciencia de nuestro destino y de nuestras verdades el 19 de julio de 1936, es España y sus libertades.

Sea como sea, hay un límite que no se podrá sobrepasar. Durante 10 años hemos comido el pan de la vergüenza y de la derrota. El día de la liberación, en la cúspide de la más grande esperanza, hemos aprendido además que la victoria también había sido traicionada y que era necesario renunciar a algunas de nuestras ilusiones. ¿A algunas? Sin duda. Después de todo no somos unos niños. Pero, sin embargo no a todas, no a nuestra fidelidad más esencial. Sobre este límite que trazamos está, en todo caso, España, que nos ayuda a ver claro. Ningún combate será justo si se hace, en realidad, contra el pueblo español. Y si se hace contra él, se hará sin nosotros. Ninguna Europa, ninguna cultura será libre si se erigen sobre la servidumbre del pueblo español. Y si se erigen sobre esta servidumbre se hará contra nosotros.

El inteligente realismo de los políticos occidentales llegará finalmente a ganar para su causa cinco aeródromos y tres mil oficiales españoles y a conquistar definitivamente centenas de millares de europeos. Después esos genios políticos se congratularán en medio de las ruinas. A menos que los realistas entiendan realmente el lenguaje del realismo y comprendan, en fin, que el mejor aliado de la Rusia soviética no es hoy el comunismo español, sino el mismo general Franco y sus apoyos occidentales.

Estas palabras quizá serán inútiles, pero queda un sitio para la esperanza. Ninguna derrota será definitiva mientras que el pueblo español guarde su fuerza de combate. Puede ser una paradoja, pero es el pueblo hambriento, subyugado, el que es el guardián de nuestra esperanza. Guardémonos muy bien de creer que la causa republicana vacila. Guardémonos muy bien de creer que Europa agoniza. Lo que agoniza, del Este al Oeste, son las ideologías. Quizá Europa -de la que España es solidaria- es tan miserable por haberse alejado toda ella, y hasta su pensamiento revolucionario, de un manantial de vida generosa, de un pensamiento en el que la justicia y la libertad se encuentran en una unidad carnal, alejada igualmente de las filosofías burguesas y del socialismo cesariano. Los pueblos de España, de Italia y de Francia guardan el secreto de este pensamiento, y los guardarán todavía para que sirva llegado el momento del renacer. Entonces el 19 de julio de 1936 será también una de las fechas de la segunda revolución del siglo, fecha que tiene su raíz en la Commune de Paris, que camina siempre bajo la apariencia de la derrota, pero que no ha terminado aún de sacudir el mundo y que para terminar llevará el hombre más lejos que ha podido llevarle la revolución rusa del 1917. Nutrida por España y, en general, por el espíritu de libertad, ella nos devolverá un día una España y una Europa, y con ellas nuevo trabajo de combatir, en fin, a cielo abierto. Al menos esto constituye nuestra esperanza y nuestras razones de luchar.

No olvido que si 18 años significan poca cosa mirando la historia, los 18 años que hemos pasado han pesado con un peso terrible sobre muchos de los españoles en el silencio del exilio. Hay algo de lo que no puedo hablar por haberlo dicho demasiado y es el deseo apasionado que es el mío de verlos recobrar la sola tierra que es a su medida. Yo siento la amargura que puede haber si hablo solamente de luchas y de combates renovados en lugar de hablarles de la justa felicidad a que tienen derecho. Pero todo lo que podemos hacer para justificar tanto sufrimiento y tantos muertos, es llevar en nosotros sus esperanzas, hacer que esas esperanzas no sean vanas y que esos muertos no estén solos. Esos 18 años implacables han usado muchos hombres en su tarea, y han forjado otros de entre los cuales el destino ha de justificar los primeros. Tan duro como esto sea, es así como los pueblos y las civilizaciones se levantan. Después de todo es de ustedes, españoles, es de España, en parte, de donde algunos de nosotros han aprendido a tenerse en pie y aceptar sin desfallecimiento el duro deber de la libertad. Para Europa y para nosotros franceses, a menudo sin saberlo, habéis sido y sois los maestros de la libertad. Es duro deber que no termina, nos toca a nosotros compartirlo con vosotros, sin desfallecimiento y sin compromiso.

Esa es vuestra justificación. Yo he encontrado en la historia desde que tengo la edad de hombre, muchos vencedores con cara odiosa. Porque leía en ellos el odio y la soledad. Y es que no eran nada cuando no eran vencedores. Solamente para existir les era necesario matar y esclavizar. Pero hay otra raza de hombres que nos ayuda a respirar, que no ha encontrado la existencia y la libertad sino en la libertad y en la felicidad de todos y que puede por tanto encontrar hasta en la derrota razones de vivir y de amar. Esos hombres no estarán nunca solos.

ALBERT CAMUS


AMIGOS DE LOS ESTADOS UNIDOS

El embajador Señor Cárdenas ha iniciado la formación de una asociación de «Amigos de los Estados Unidos». Ha quedado constituida nombrándose Presidentes honorarios al Señor Dunn, embajador de los Estados Unidos en Madrid y al Señor Lequerica, embajador de España en Washington y como secretario al abogado Gregorio Marañón Moya, hijo del Doctor Marañón.




ArribaAbajoCorreo de México: Opina un español medio2

Ernesto Navarro


Como uno entre los más modestos de los españoles que mantienen sus esperanzas en una España libre y democrática, me considero incluido entre aquellos a los que Ibérica hace el amable ofrecimiento de sus páginas para que puedan expresar sus opiniones al pueblo norteamericano y a los países de Hispano-América.

Al solicitar la publicación de estas líneas, confieso sinceramente que mi ambición quedará satisfecha con que sean leídas por algunos de los ciudadanos estadounidenses de los que aprueban la política que viene siguiendo su gobierno en relación con mi Patria.

Comprendo lo exiguo del interés que en este caso, como en otros muchos, puedan tener los puntos de vista de individuos carentes de personalidad y de relieve, y si me decido ahora a exponer los míos es por la creencia de que coinciden con los grandes sectores españoles de opinión. Es sabido que las masas populares suelen moverse más por reacciones emocionales que por frías y complicadas elaboraciones filosófico-políticas, y así, cualquiera que sienta al unísono con ellas puede, sin gran dificultad, convertirse en su intérprete.

Por lo que respecta al pueblo español, es posible que esta preponderancia del factor emocional no sea sólo aplicable a los sectores populares, sino característica general que haya dejado sentir su influencia a lo largo de la historia, de la misma manera que otros pueblos se han regido preferentemente por el raciocinio y el cálculo.

Los españoles nos encontramos intensa y anormalmente apasionados, y en malas condiciones, sin duda, para discernir sobre cualquier clase de cuestiones: no dejamos escapar más que lamentos por ajenas conductas, o invocaciones de altos y eternos principios, como los de Moral y Justicia, que consideramos invariablemente conculcados; raramente nos ocupamos de otros temas, y si nos preocupan los problemas que agobian al mundo, indefectiblemente los ligamos y juzgamos a través de nuestro país: «el problema español» es el prisma a través del cual miramos todo lo que nos rodea.

Cualquiera persona que tenga la suerte de conservar la ecuanimidad que a nosotros nos falta, podrá preguntarnos con reproche -¿Es esto justo y razonable?- Seguramente que no, ni lo uno ni lo otro. Mas si quisiéramos analizar las causas de este estado anormal de ánimo, que acaso pudieran justificarlo, nos encontraríamos con que el español, desde hace unos años, ha perdido su albedrío, con lo que por una acumulación de causas, propias y ajenas, se ha quedado sin libertad y ya no la tiene para normar sus actos; no puede, como los demás, influir en la marcha de las cosas del mundo; como además se considera víctima de una tremenda injusticia, ¿qué le cabe hacer? No le queda más que invocar machaconamente esos altos principios en los que ve su única salvación y revelarse airado contra los que teniendo, según cree, el poder de hacerles respetar, no los imponen.

Con el resto de lucidez que le deja su apasionamiento, sintetiza y condensa los problemas contemporáneos todos, en la pugna hoy entablada entre las dos concepciones opuestas de la vida, que personaliza en los dos colosos que las capitanean, y considera que la solución o eternización de su problema particular se encuentra en gran parte en las manos de éstos.

Hace cerca de un año, quien esto escribe, decía en uno de los periódicos que se publican en México:

Nuestro pensamiento, coincidente con el de muchísimos españoles de emoción liberal y sentido patriótico, nos parece claro y desearíamos dejarlo bien definido: en el gran pleito entablado en estos momentos, estaríamos decididamente al lado de los EE.UU., si éstos, en todos los casos, incluso en los que ellos puedan considerar accesorios, como concretamente, en su actitud hacia España, se hubiesen inspirado siempre en los altos principios de defensa a ultranza de la libertad y la democracia y hubieran obrado con rectitud congruente con sus continuas declaraciones.



Desde entonces han ocurrido grandes cosas; lo que no era todavía más que una amenaza que denunciábamos, pero en la que no queríamos creer, se ha convertido en una desoladora realidad: el pacto de arrendamiento de bases en España ha sido firmado entre el gobierno de los Estados Unidos y el régimen ilegítimo que detenta el poder en mi país. Este hecho nos ha llenado, por de pronto, de estupor y más tarde nos ha conducido a algo más grave: a la desorientación y a la iniciación del debilitamiento de nuestros sentimientos y convicciones.

Ignoro el valor que el pueblo norteamericano, tan legítimamente orgulloso de su poderío, pueda conceder al estado de opinión del pueblo español reducido como ahora está al mayor extremo de impotencia. No sé si le importan o no las reacciones amistosas o inamistosas que a su respecto este pueblo pueda adoptar cuando vuelva a ser libre, pero sí quiero representarme al ciudadano estadounidense preocupado por la conducta de su propio gobierno en aquellos principios éticos que deben estar por encima de cualesquiera razones de conveniencia transitoria y discutible, y que son, cuando se los observa escrupulosamente, los que conducen a la verdadera grandeza de los países.

A este respecto, bueno será recordar que la España democrática de 1936 fue agredida por los fascismos alemán e italiano, que el inductor y beneficiario de esta acción combatió contra los países aliados entre los que se encontraban los EE.UU., que, por causas que se escapan a toda posible comprensión, este hombre, en lugar de haber sido juzgado como otros agresores lo fueron en Nuremberg, sigue imponiendo en España un régimen de terror y de fuerza, más reaccionario y sangriento que los de sus patrocinadores y maestros Hitler y Mussolini, este hombre y su régimen se le admite hoy como aliado en previsión de una nueva guerra.

Es muy cierto, todos los liberales españoles convenimos en ello, que el mundo, aún no libre de una, se encuentra frente a otra tremenda amenaza totalitaria que pone en peligro la independencia de los países de Europa y las formas todas de vida democrática que nos son tan queridas. Para hacerle frente consideramos lícitos y encomiables todos los medios políticos y de fuerza que se pongan en juego, pero ello con una sóla limitación: con la de no rebasar las bases mismas de la democracia y los límites que la honestidad internacional impone. Recabar la ayuda, aunque sea comprada, de un régimen fascista que está martirizando a un pueblo y deshonrando una época, para defender cualquier cosa que sea, pero sobre todo la democracia, nos parece, además de incongruente, ineficaz, que desborda esos límites, por mucha que sea la elasticidad que convengamos en darles.

Puesto que por desgracia así se ha hecho, y mientras no se produzca una rotunda rectificación, el español medio, que no entiende mucho de sutilezas oportunistas ni de razones de estrategia internacional, cae, como decía antes, en la perplejidad y el descorazonamiento. Considera que el papel de «cipayo» que se le asigna en la futura contienda, consistente en dar una vez más su sangre para la libertad de los otros al tiempo que refuerza sus propias cadenas, no le cuadra, y en consecuencia, se deja arrastrar por su habitual apasionamiento, renuncia a medir las consecuencias futuras que puedan traer aparejadas su decisión y la toma diciendo: con el verdugo de su Patria y de sus libertades, ni aunque venga de la ruano de los arcángeles.

ERNESTO NAVARRO


EL SEÑOR LEQUERICA DIMITIÓ

Como lo habíamos anunciado, la dimisión del Señor Lequerica llegó, un poco tarde después de nuestras predicciones, pero ella ha sido retrasada por los acontecimientos producidos en Marruecos y las perturbaciones de Gibraltar. La dimisión está estrechamente relacionada con la futura reorganización ministerial que proyecta el general Franco. Se habla del Señor Lequerica como candidato para el ministerio de Asuntos Extranjeros y también como futuro presidente de «las Cortes». Sea como sea su nombre está en lista para la nueva organización ministerial.

El New York Times del 28 de junio insertó unas declaraciones del Señor Lequerica en las que se permitía señalar el nombre de Fernando María Castiella para sucederle en Washington. El Señor Castiella formó parte de la División Azul y fue condecorado con la Cruz de Hierro por el alto mando de los ejércitos nazis, es además, uno de los hombres más antibritánicos de España. Esta actitud está bien expresada en un libro que escribió en el año 1941: Reclamaciones españolas por mandato y en colaboración con el Gobierno español.

Los ciudadanos americanos se preguntan si entra dentro de los procedimientos diplomáticos dictatoriales que los representantes oficiales de un país propongan el nombre del que ha de sucederle en el cargo. En el caso presente las declaraciones del Señor Lequerica son tanto más imprudentes cuanto que el Señor Castiella es un notorio enemigo de las democracias y no un enemigo teórico, sino un enemigo que las ha combatido con las armas en la mano dentro de la División Azul y fuera, antes y después. Por esos combates recibió la condecoración nazi de la Cruz de Hierro.


LAS CENSURAS DE PRENSA EN ESPAÑA

El resumen de la situación de la censura de prensa en los países que la sufren, hecho por la Prensa Asociada el 3 del corriente e inserto en el New York Times del 4, dice: «En España el régimen de estricta censura para la prensa del país continúa con el mismo rigor, al mismo tiempo una severa censura se ejerce también sobre las informaciones de los corresponsales extranjeros»

Todo periodista tiene que tener para ejercer su profesión la aprobación oficial.

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FRANCO RECIBE

El general Franco ha recibido -22 de junio- en el palacio del Pardo a los hijos del pretendiente Don Juan de Borbón, Juan Carlos y Alfonso. Es la primera vez que Franco recibe a los infantes, con este motivo se han hecho muchos comentarios en Madrid. La radio dio la noticia extensa y comentada, haciendo resaltar que «los dos visitantes habían expresado su profundo amor a España y sus deseos de servirla». Se engañarán los que vean en este comentario y noticia dados por la radio el anuncio de que Franco desea afrontar el problema de su sucesión por el camino de la restauración de la monarquía en la persona del infante Juan Carlos. Los que. conocen los procedimientos del general Franco no ven en ese gesto sino la maniobra ya conocida del «doble juego» inclinándose hoy a un lado de la oposición y mañana a otro. Los monárquicos dicen: «Esto significa que D. Juan no volverá a España mientras esté Franco en el poder y al mismo tiempo indica que reconoce al infante Juan Carlos como su sucesor».

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ArribaAbajoSin permiso de la censura

Información de nuestro corresponsal en España


Crisis ministerial

Es posible que Franco haya modificado su gobierno cuando estas líneas sean publicadas. Si aún no lo ha hecho es de esperar que ese movimiento esté cerca. Los rumores que corren en los medios bien informados, tanto en el Ministerio de Asuntos Extranjeros como en el palacio del Pardo, son los de que una crisis ministerial es inminente. Cierto que cada año esta estación los trae, pero esta vez parece que tienen fundamentos sólidos.

Al parecer esta crisis ministerial puede tener desde el punto de vista político los caracteres siguientes: una parte de los nuevos colaboradores de Franco serán escogidos de entre aquellas personalidades que opinan que la restauración de la monarquía -si llegará- no puede hacerse sino después de la muerte de Franco; otros ministros serían falangistas, tales como el novelista Sánchez Mazas que «se dice monárquico». Los primeros serían llamados para contentar al ejército; los segundos para eliminar a los falangistas indisciplinados, mezclados en negocios escandalosos o aquellos que han establecido contactos con los grupos obreros de oposición al Régimen, socialistas y anarquistas. Si las cosas van por ese camino Franco acentuará más el carácter conservador del Régimen y su desacuerdo con la política sindicalista iniciada por hombres como José Solís y Antonio Girón.

Discrepancias con el Vaticano

Desde el punto de vista religioso el gobierno que se forme marcará el deseo de Franco de ponerse a una cierta distancia con el Vaticano; es sabido que éste no ha esperado ese gesto para hacer saber al caudillo que rehúsa aparecer por más tiempo comprometido en todas sus iniciativas. Este deseo se puede apreciar hoy en ciertos sectores de la jerarquía católica española, como por ejemplo en el obispo de Barcelona. Se le reprocha al caudillo, entre otras cosas, no cumplir los compromisos establecidos en el Concordato.

Los reproches a Franco son: que ha dejado que se establezca entre los falangistas el «tipo liberal» partidario de Unamuno y Ortega y Gasset; que favorece la inmoralidad en España. A este respecto debemos señalar que el Vaticano ha hecho saber a las autoridades eclesiásticas españolas que el jefe del Estado, un mes después de haber firmado con Roma un concordato «garantizando los derechos de la Iglesia en España» había firmado con los Estados Unidos otros acuerdos que iban en contra de la moral. Entre esos acuerdos se encuentran las cláusulas del acuerdo secreto relativas a las fuerzas armadas americanas en España. Parece ser que se ha estipulado que en las cercanías de cada uno de los campos que ocupen las fuerzas americanas se instalarán casas públicas destinadas a [...] «satisfacer sus bajos instintos». Las autoridades eclesiásticas españolas han hecho saber a Franco su indignación. Es oportuno recordar que el general Franco, en su último artículo en Arriba, firmado Macaulay, se indignaba porque los anteriores gobiernos españoles hubiesen aceptado constituir «un lugar de libertinaje en la Línea para satisfacer los instintos animales de los soldados ingleses de Gibraltar».

De otro lado el ejército está en desacuerdo con el excesivo clericalismo mostrado por algunos ministros, como Martín Artajo y Ruiz Giménez, ambos pertenecientes a «Acción Católica». Por esto se piensa que zamarreado por esas fuerzas contrarias, Franco tendrá que deshacerse de esos hombres. Varios nombres se citan para sustituir a uno y a otro, entre ellos Carrero Blanco, el almirante Moreno e Ibáñez Martín. Se viene hablando también de la sustitución del ministro de Información Arias Salgado, por un coronel amigo de Franco y partidario de una censura más fuerte y se apunta también otra posibilidad más flexible, la del nombramiento de Manuel Aznar actual embajador de España en la Argentina, pero no es fácil que Franco elija a ese hombre que es un realista en materia política y competente en la profesión.

Recados a Franco

Un tercer factor interviene en la crisis ministerial y es la presión americana, más o menos directa, que en dos ocasiones se le ha hecho a Franco: la primera vez fue a raíz de la crisis franco-española, Washington hizo saber al general Franco que los Estados Unidos deseaban que «no hubiera ningún jaleo en Marruecos». Después de esto Franco rogó a su representante en Tetuán, el general García Valiño, dulcificara sus palabras agresivas hacia Francia y sabemos de muy buena tinta que al mismo tiempo se dirigió al ministro español en Tánger diciéndole que «templará las energías» del Alto Comisario en Tetuán. Como consecuencia parece que García Valiño dejará su puesto de aquí al otoño.

La segunda intervención americana es aún más reciente, ella se hizo sobre el ministro Señor Arburúa en su visita a los Estados Unidos en el mes de mayo. Esa visita fue un secreto para nosotros, pero ya se saben las verdaderas razones aunque el Régimen la presentó como «visita amistosa». Al Sr. Arburúa se le ha facilitado la visita con el Presidente Eisenhovver, para oír sin equívocos si España era capaz de construir las bases militares en el plazo convenido. Los Estados Unidos han tenido la certeza de la incapacidad del Régimen español para cumplir sus obligaciones y, por consiguiente, que la construcción tenía que ser retrasada y debían buscarse otros medios para construirlas. Se habla, entre otras cosas, de llamar a obreros italianos y franceses, de traer cemento alemán y belga y de nuevas centrales térmicas, centrales térmicas que serían suministradas por los Estados Unidos y por Alemania, pues son los dos países que están considerados por la Misión Americana capaces de suministrarlas con garantías técnicas.

Decepción en Madrid

La decepción en Madrid es grande. Se había soñado con la dádiva de 200 millones de dólares de América, pero se declara que: «según la impresión del Sr. Arburúa, no es posible contar sino con 40 millones de dólares». Poco a poco los fieles servidores del Régimen se dan cuenta de que América no ayudará gratuitamente a España. De nuevo hoy, como antes de la firma del pacto, declaran muchos hombres de este medio que «es necesario apresurar la evolución del Régimen, y que son los Estados Unidos los que pueden ayudar a ese cambio». Los viajes que muchos de ellos han hecho a los Estados Unidos les han ayudado a comprender que el capital libre hace inversiones en el país. Al volver se han dado cuenta de que es el general Franco, la organización de Falange y la Iglesia, es decir, los sostenes más fuertes del Régimen, los que se oponen a que esas inversiones se amplien. Y la conclusión es: que si en este debate una de las partes no tiene razón, es el general Franco. Esta opinión creciente, sin embargo, no es lo suficientemente robusta para que se traduzca, por ahora, en una voluntad de acción.

Madrid, julio 1954






ArribaAbajoEditorial

Intercambio


La noticia publicada en nuestro número anterior sobre el intercambio económico -plomo y mercurio del lado español, carbón y zinc del bloque soviético- ha sido difundida y comentada por los periódicos, entre otros por el N. Y. World Telegram, Journal of Conmerce, New York Post, etc.

La noticia ha sido un impacto en el cuerpo del régimen actual de España, impacto que no será posible restaurar, sino que se irá agrandando a medida que el tiempo pase. El general Franco ha querido desvirtuar esta noticia; al día siguiente de la notificación de nuestro Presidente Mr. Norman Thomas, una autoridad del Régimen hizo las siguientes declaraciones: «España ha vendido hierro bruto a la compañía El Atlas Handel de Munich, pero no es responsable del último destino del producto. En todo caso -añadió-, el hierro bruto no es un mineral estratégico y en consecuencia podría ser exportado para el bloque soviético. En 1953 España exportó 10.000 toneladas de plomo a Suiza, plomo que fue luego entrado en Checoeslovaquia, así como alguna cantidad de pyritas entregadas a países del bloque soviético. Sin embargo, desde la firma de los acuerdos con los Estados Unidos (ver New York Times 19 junio) España no ha exportado ningún mineral estratégico al bloque soviético, a pesar de que les han sido hechas ofertas rnuy atractivas».

Con estas declaraciones el Régimen ha querido rectificar las noticias publicadas por nosotros y recogidas por la prensa, lejos de ser así esas declaraciones son un refuerzo a nuestras afirmaciones: que España realiza intercambios con los países del bloque soviético, y en este punto el general Franco está de acuerdo con nosotros. Lo que se ha querido rectificar, lo que interesaba rectificar es el intercambio del mercurio y para ello se ha afirmado que toda la producción del precioso metal viene a los Estados Unidos después de la firma de los acuerdos. ¿Cómo vamos a aceptar una afirmación tan baladí cuando se trata de cifras? Para rectificar afirmaciones del tipo de las que hemos hecho es necesario rectificar con datos precisos, pruebas fehacientes, cifras irrecusables. La producción del mercurio se prueba con cifras, la venta del producto a los distintos países se muestra con cifras, los intercambios de ese u otro producto se prueban con cifras, con datos precisos que no pueden dejar lugar a dudas. Solo la comprobación de esas cifras y datos pueden presentarse con autoridad para una rectificación. Mientras eso no ocurra nuestras afirmaciones, basadas en datos fidedignos, quedan en pie.




ArribaResumen de noticias

Comentario oportuno

En Barcelona ha sido detenido el nacionalcomunista Juan Comorera; la detención ha dado a la prensa motivos para comentarios muy diversos. Juan Comorera fue consejero de Economía del gobierno autónomo de Cataluña en representación del partido Socialista Unificado de Cataluña, partido que tenía significación comunista. Terminada la guerra civil en España Comorera marchó a Rusia, salió de Rusia y vivió en Francia, pero sus puntos de vista significaban autonomía respecto a Rusia, lo que le valió la enemistad con los comunistas ortodoxos.

Al ser detenido Comorera ha declarado que enemistado con los comunistas -en Rusia y en Francia- entró en España «por ser el típico país que le ofrecía garantías para su vida».

Nuestro colaborador Jean Creach, en una crónica publicada en Le Monde el 17 de junio decía: «En la detención de Comorera han influido dos factores: las declaraciones de los comunistas detenidos recientemente acusando a Comorera de haber organizado la huelga de 1951 en Barcelona» -huelga de la que los comunitas habían sido apartados por todos los antifranquistas de Barcelona-. «Por otra parte, y según los medios oficiales españoles, el deseo de hacer ante los Estados Unidos una demostración espectacular de anticomunismo es muy posible que no haya sido ajeno a la dentención del titoista español en un momento en que ciertos americanos siguen extrañándose del regreso de los prisioneros de la División Azul y de los intercambios Económicos entre España y el Bloque Soviético.»

Este comentario del Sr. Creach apoya la noticia que insertamos en nuestro número del mes de junio sobre el intercambio de España con Rusia. Jean Creach sigue diciendo: «De la importancia de estos dos factores en este asunto, lo probable es que su primer efecto sea privar a los comunistas ortodoxos del enemigo más eficaz que tenían en Cataluña y de favorecer la unanimidad de acción que Moscú intenta obtener desde hace cinco años.»

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