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Durante la guerra con Chile, Matto organizó desde La Bolsa el batallón «Libres del Cuzco», en tanto que su casa de Tinta servía como hospital de sangre (según la enciclopedia «Espasa»).

 

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Tradiciones cuzqueñas. Leyendas, biografías y hojas sueltas, ed. Luis Nieto, Cuzco: H. G. Rosas, 1954 (año del centenario de Matto), contiene una descripción de las ediciones anteriores: la de 1884, en un tomo; una segunda, limeña, de 1886, coincidiendo con el arribo allí de la autora (la cual el editor no ha visto), y otra de 1917, en dos tomos, con nuevas «tradiciones» y artículos periodísticos, en la cual se basa la de 1954, que reúne también los prólogos de las varias ediciones. El de José Gabriel Cosío (1917) afirma que sólo Matto y Mercedes Cabello «llegaron a obtener aciertos felices y a dar a sus obras un sello característico»; llama a aquélla «fundadora de la novela de la sierra y precursora de la novela regional», y recuerda que José de la Riva Agüero la llamó «Pereda en pequeño» (op. cit., p. XVII). Entre las quince nuevas «tradiciones», «Las tres hermanas» parece una «leyenda» por su sentimentalismo; «La encomienda del arzobispo» se destaca por su humor, y «Moscas y moscardones» menciona cómo el abuelo materno de la autora, don Joaquín Tadeo Gárate, fue intendente de la provincia de Puno y ministro del Real Consejo de Indias, en tanto que sus antepasados paternos fueron patriotas. Entre los veinte nuevos artículos abundan la melancolía, el sentimiento religioso y los recuerdos familiares, a veces hábilmente combinados con la descripción de costumbres indígenas («Malcoy»). El subjetivismo hace a menudo confusa la relación; otras veces hay un exceso de invención novelística («Amor de redondel»).

 

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Fernán Caballero, La gaviota, ed. Julio Rodríguez-Luis, Labor, Barcelona, 1972, p. 63.

 

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En la carta de 1848 a José Joaquín de Mora, ofreciéndole La gaviota, Fernán elogia las virtudes de la novela de costumbres, «género que en otros países tanto aprecian y a tanta perfección han llevado», pero falta en la literatura española (op. cit., p. 453).

 

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¿Será Kíllac una alusión a Calca, la provincia natal de Matto? (Véase en Hojas sueltas, «Provincia de Calca»).

 

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Emilio Gutiérrez de Quintanilla, autor del «Juicio crítico» que acompaña la primera edición de Aves, después de quejarse del abandono primero y más tarde de la explotación del indio por la nación, y de describir elogiosamente la trama de la novela, señala sus defectos: mezcla de la crítica anticlerical con la indigenista, lo prematuro de la muerte de los Yupanqui, etcétera. El crítico parece sugerir que Matto debe perfeccionar su dominio del castellano, pero concluye panegíricamente.

 

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El gobierno de Manuel Pardo (1872-1876), jefe del partido civilista, sigue a un período de gran incertidumbre política, al cual se alude también en la novela («la sangrienta victoria de los hermanos Gutiérrez, cubriendo el rostro de la civilización una nube de ceniza humana»: p. 130), cuando el ministro de la Guerra, Tomás Gutiérrez, secundado por sus hermanos, depone al presidente Balta y lo hace fusilar más tarde en represalia por la muerte de uno de sus hermanos. Otros dos Gutiérrez cayeron antes de que se restableciese la normalidad. Pardo emprendió importantes reformas administrativas, ordenó un censo, fundó la Escuela de Ingenieros y la Facultad de Ciencias Políticas y Administrativas, expropió las salitreras, etcétera. A Pardo lo sucedió el general Mariano Prado, ya nombrado antes junto con Pezet, a quien había derrocado en 1865 a raíz de la guerra con España; siendo a su vez derrocado en 1868 por el coronel Balta. En 1878, cuando salía del Senado, del que era presidente, Manuel Pardo fue asesinado.

 

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Las «fisiologías» fueron un género creado por Balzac, el cual floreció hacia 1840. Las hay sueltas e incluidas en novelas. Fernán Caballero utiliza la expresión con el sentido de estudio de caracteres o examen de tipos humanos, «algo como lo que más tarde se llamará psicología» (Fernán Caballero, Montesinos, p. 77).

 

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Ed. Schultz, p. 7. También Mercedes Cabello pagó duramente su crítica de la sociedad peruana, internada en un manicomio para curarse de depresiones y melancolías desde 1900 hasta su muerte nueve años después. Nicolás de Piérola (1839-1913), a quien menciona Aves junto con Prado (p. 87), ex seminarista arequipeño, contrató siendo ministro de Hacienda bajo Balta, un empréstito con la casa Dreyfus, de París, sobre la venta del guano. En 1874 intentó una revuelta contra Pardo, organizada en Chile, y más tarde encabezó otras contra Prado, erigiéndose dictador desdé la partida de éste en 1879, hasta 1881, cuando Lima fue ocupada por los chilenos. Después de una revolución en 1894, Piérola gobernó constitucionalmente entre 1895 y 1899, etapa durante la cual reorganizó el ejército y las finanzas.

 

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Ramón Castilla obtuvo el poder por primera vez en 1845, fue electo presidente y emprendió importantes mejoras relativas al fomento de la economía. En 1851 fue sucedido por el general Echenique, a quien derrocó en 1855, después de un período de graves disturbios. Primero dictador, después presidente provisional, Castilla fue electo presidente constitucional en 1858, tras sofocar una revuelta conservadora con la toma de Arequipa. Castilla, quien había sido hasta entonces más bien liberal (declaró la manumisión de los esclavos que aún lo eran, y la abolición del tributo que pagaban los indígenas), se tornó conservador y para ayudar su prestigio llevó a cabo una guerra con el Ecuador.