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D. Gregorio Mayans i Siscar a los letores
que desean ser buenos rhetóricos

1. Todos los hombres que llegan a tener uso de razón i de articulación, hablan; pero mui pocos hablan bien, i raríssimos mui bien, o perfetamente. Muchos que deseavan conseguir esta perfección, se aplicaron a conocer las causas de ella para formar por su observación varias reglas, cuya práctica facilitasse aquella deseada perfección de hablar; i la junta de aquellas reglas, llamaron rhetórica, sin la qual estuvo el mundo más de treinta i cinco siglos hablando i escriviendo cada uno naturalmente i sin arte.

2. Empédocles, natural de Gergenti, ciudad de Sicilia, fue el primero que trató algo de rhetórica, según Quintiliano1 i Sexto Empírico2; i por esso Aristóteles3 le llamó inventor della. Pero parece que escrivió tan poco, que más se puede decir que apuntó algo desta arte que escrivió de propósito; pues dice Hermógenes4 que Corax fue inventor della. I antes que Hermógenes, avía dicho Cicerón, en su Bruto5, que Corax i Tisias, sicilianos, fueron los primeros que escrivieron arte i preceptos de rhetórica; i Quintiliano repitió lo mismo6, añadiendo que siguió su egemplo Gorgias Leontino, dicípulo, según se dice, de Empédocles.

3. Floreció Tisias en la olimpíada ochenta i ocho; pues dice Pausanias7 que fue compañero de Gorgias en una embajada de los leontinos a los athenienses. I Diodoro Sículo refiere8 que, siendo Euclides Arconte de Athenas (esto es, en el año 2 de dicha olimpíada, que corresponde al año 330 de la fundación de Roma, anterior al nacimiento de Jesu-Christo, 424) fue Gorgias el principal de aquella embajada; i entonces fue quando, según Pausanias, se aventajó Tisias en la eloqüencia a todos los oradores de su tiempo.

4. Los primeros rhetóricos no sabemos de qué trataron. Aristóteles dice9 que «escrivieron mui poco i por partes, Tisias, después de los que le precedieron (entendiendo quizá a Empédocles i a Corax), Trasímaco, después de Tisias; Theodoro, después deste; i después, muchos contribuyeron con muchas partes hasta que el arte creció con la muchedumbre de los preceptos».

5. Pero empezando a declarar los assuntos de que escrivieron los rhetóricos antiguos, Quintiliano dice10 que Protágoras, Gorgias, Prodico i Thrasímaco, fueron los primeros que trataron lugares comunes; es a saber, según nos lo explicaron Aristóteles11 i Cicerón12, unas disputas sobre las virtudes i los vicios. De lo qual podemos inferir que tenían escritas controversias acomodadas a las disputas de las virtudes i de los vicios. I como sus genios eran sofísticos, es mui creíble que aquellas disputas estarían tratadas en favor, i en contra de las virtudes i de los vicios, para poder hablar assí repentinamente, intentando hacer de lo blanco negro, i de lo negro blanco, según algunos siglos después lo practicó en Roma el filósofo Carneades13. Lo cierto es que, Sócrates, príncipe de la filosofía moral entre los griegos, se opuso fuertemente a la sofistería de los arriba referidos i de otros14; i esto dio motivo a que Platón escriviesse en boca de su maestro Sócrates quatro sabios diálogos, intitulados Gorgias, Hippias, Protágoras i Euthidemo, en los quales se ríe Sócrates de los rhetóricos de su tiempo. Sátiro, citado por Diógenes Laercio15, refirió que Gorgias fue dicípulo de Empédocles, orador escogido, i que escrivió de oratoria. Pero yo más creo a Aristóteles16 que dice que no escrivió del arte. I me persuado que Sócrates le oyó, quando los leontinos le embiaron a Athenas por embajador suyo.

6. Protágoras, natural de Abdera, se dice que enseñó la rhetórica a Evathlo por precio de diez mil denarios17, aviendo sido el primero que hizo venal esta professión18.

7. Alcidamante de Elea, dicípulo de Gorgias, reprehendido de Aristóteles19, porque usava de muchos epithetos, con que hacía fría la oración, también escrivió una rhetórica; i así mismo Antifón Rhamnusio20, tan célebre en su professión, que dice Plutarco,21 que fue el primero que enseñó el artificio rhetórico i que, porque era industrioso, se llamava Nestor. Dél dice Amiano Marcelino que fue el primer abogado que recibió paga22. Fue hijo de Sopyto, a quien Filóstrato23 llamó egercitado en la rhetórica.

8. Lisias también escrivió un arte rhetórica, i poco después Iseo, según Plutarco24; i lo que es más, el mismo Platón escrivió un diálogo de la rhetórica, intitulado Gorgias, donde explicó mui bien la naturaleza desta arte.

9. En tiempo de Platón enseñó también la rhetórica Isócrates, según Aristóteles, citado por Quintiliano25; i añade Tzetzes26 que también escrivió de dicha arte.

10. A todos estos rhetóricos, i a otros muchos, oscureció Aristóteles, hombre de sumo ingenio, ciencia i facundia, el qual movido de la gloria de Isócrates empezó a enseñar a los mozos el arte de decir, uniendo la prudencia con la eloqüencia, según Cicerón27. Enseñava los preceptos del arte oratoria por las tardes, siendo ya viejo Isócrates, según Quintiliano28, i no contento con enseñarlos de palabra, recogió, ordenó i explicó los preceptos rhetóricos que se avían enseñado desde Tisias, primer rhetórico, hasta él; de suerte que quien sepa sus libros rhetóricos, sabrá todo lo que los escritores que le precedieron, inventaron i digeron29. Unió Aristóteles el conocimiento de las cosas con el egercicio de orar; i por esso Felipe, rei de Macedonia, le eligió por maestro de su hijo Alejandro Magno30. Su eloqüencia fue nerviosa, según Cicerón31, i lo manifiestan sus escritos.

11. Theodectes, dicípulo de Platón, de Isócrates i de Aristóteles, escrivió una rhetórica en verso según Suidas32, i su hijo Theodectes otra en siete libros según Cicerón33.

12. Anaxímenes Lampsaceno escrivió otra, dirigida a Alejandro, que aún hoi permanece entre las obras atribuidas a Aristóteles.

13. Theofrasto, dicípulo de Aristóteles, también escrivió diligentemente de rhetórica34; desde entonces los filósofos, i señaladamente los principales entre los estoicos i peripatéticos, escrivieron con mayor artificio según Quintiliano35. Pero el juicio de Cicerón es36 que Aristóteles i Theofrasto escrivieron más i mejores cosas de las ayudas de los oradores i de los adornos de orar, que todos los maestros de decir. Por esso dijo mui bien Dionisio Halicarnaseo37 que los rhetóricos i filósofos florecieron en un mismo tiempo en Athenas, que es lo mismo que decir que, quando Athenas fue más sabia, fue más eloqüente. I esto deve referirse al siglo de Alejandro Magno, de quien leemos llamó a diez rhetóricos, uno de los quales fue Damón, según Plutarco38.

14. Los dicípulos de Isócrates, noble rhetórico, contemporáneo de Aristóteles, formaron otra arte distinta de la de Aristóteles; i Cicerón, príncipe de los oradores romanos, redujo una i otra rhetórica a una consonancia en sus libros rhetóricos, como él mismo lo dice39.

15. Después, según el mismo Cicerón40, Hermágoras, ingeniosamente escogió de las artes antiguas lo que le pareció mejor i añadió algo de nuevo. Pero dice Quintiliano41 que Hermágoras abrió nuevo camino que imitaron muchos, i que le igualó su émulo Atheneo Peripatético.

16. Después, escrivieron muchas cosas de rhetórica Apolonio Molón, Areo, Cecilio i Dionisio Halicarnaseo. También Castor de Rhodas, o Galacio, o como otros dicen, de Marsella que, según Suidas42, escrivió en tiempo de Julio César dos libros del modo de persuadir i del arte rhetórica. Pero no devieron ser gran cosa, pues Quintiliano no le contó en la serie de los más ilustres rhetóricos.

17. Entre éstos, principalmente, tuvo sus aficionados Apolodoro de Pérgamo, que en Apolonia fue maestro de Augusto; i Tehodoro Gadareo, que quiso llamarse de Rhodas, a quien oyó Tiberio con afición, quando estuvo retirado en esta isla. Estos dos enseñaron diversas opiniones; i de aí provino llamarse unos, Apolodoreos, i otros, Theodoreos. Los preceptos de Apolodoro, más que por sus escritos, se dieron a conocer por sus dicípulos; i el más diligente de ellos en enseñarlos en latín fue Cayo Valgio; i en griego, Ático. Apolodoro solamente se dio a conocer por el arte, que dirigió a Macio, contentándose con tratar de las cosas judiciales. Theodoro escrivió más i tuvo por oyente a Hermágoras el mozo. I hasta que escrivió Quintiliano, ésta es la seguida de los rhetóricos griegos, que según Cornificio43, «quando escrivían, procuraron dar a entender que no sabían pocas cosas i buscavan las que no eran del assunto para que el arte se juzgasse más difícil de saber». I es mui notable lo que hablando de Cleantes i Crisipo, filósofos estoicos que trataron de rhetórica, dijo Cicerón44 que escrivieron de manera que si alguno deseasse enmudecer, no devía escrivir otra cosa.

18. El primero de los romanos que escrivió de rhetórica, según Quintiliano45, fue Marco Catón el Censorio.

19. Después de Catón, Marco Antonio el discreto empezó una obra que, sin pensar i contra su voluntad, se hizo pública46. I era la única obra que en tiempo de Quintiliano quedava dél, i essa, imperfeta.

20. Siguióse Marco Tulio Cicerón, padre de la eloqüencia latina, que, siendo mozo, escrivió quatro libros rhetóricos, que assí los cita Quintiliano47, de los quales solamente permanecen dos, intitulados de la Invención rhetórica. El mismo Cicerón en la madurez de su vida reconoció ser ésta obra empezada i ruda, i poco digna de su edad avanzada i de su práctica48; sin embargo tuviéramos esta misma obra por mui excelente, si el mismo Cicerón no se huviera vencido a sí en sus tres libros del Orador enderezados a Quinto Cicerón, su hermano, i en el singular del Orador dedicado a Marco Bruto; i en sus Particiones oratorias, que es un diálogo entre él i Marco Cicerón, su hijo, para instrucción de éste. Dejo a parte el eruditíssimo libro de los Claros Oradores, que es una continuada crítica de los oradores más ilustres que huvo hasta su tiempo, griegos i latinos.

21. Cicerón recopiló en sus libros rhetóricos todo lo bueno que havían escrito todos los rhetóricos griegos i latinos, que avía avido antes dél; si bien los latinos avían sido poquíssimos; porque Lucio Plocio, que fue el primer rhetórico que huvo en Roma, floreció siendo niño Cicerón, como lo refiere Marco Séneca49 i el mismo Cicerón, citado por Suetonio Tranquilo50. I estuvo Cicerón tan satisfecho de sus obras rhetóricas, que llegó a decir que quizá sabía mejor enseñar la eloqüencia que practicarla51.

22. Lucio Cornificio, contemporáneo de Cicerón, i después cónsul, escrivió del mismo assunto no pocas cosas. I si los quatro libros rhetóricos dedicados a Cayo Herennio son de él, como provablemente lo parece, si se recogen i se cotejan con ellos las citas de Cornificio que se hallan en las Instituciones Oratorias de Quintiliano; merece Cornificio entre los rhetóricos mui honroso lugar, i también Marco Varrón, el más docto de los romanos, que escrivió deste assunto veinte libros.

23. Escrivió algunas cosas del mismo assunto, Estertinio. Cornelio Celso i Popilio Lenas merecieron la alabanza de Quintiliano de aver escrito con mayor cuidado que Marco Galión, el padre; omito a Visecio, i otros muchos, que oscureció la pérdida de sus escritos.

24. Finalmente, en tiempo de Quintiliano, florecieron Virginio Rufo, Cayo Plinio Segundo i Rutilio Lupo, de quien nos quedan algunos fragmentos. I de su obra dice Quintiliano52 que en ella, que constava de un libro, se valió de los quatro que escrivió Gorgias Leontino el mozo. I el mismo Quintiliano hizo memoria de Viselio, como de autor no descuidado53.

25. No deve omitirse el escritor eloqüentíssimo del Diálogo de los Oradores, ahora sea Cayo Cornelio Tácito, ahora Marco Fabio Ouintiliano. Éste fue el primer rhetórico públicamente assalariado que huvo en Roma, i con sus doce libros de las Instituciones oratorias dio la última perfección a la rhetórica; la qual escrivió con suma claridad i eloqüencia; pero de manera que, aunque es mui fácil de entender quando se lee, es difícil de retener después de leído, según lo advirtió san Isidoro54, escritor eruditíssimo, a pesar de muchos modernos que injustamente no le tienen por tal, sabiendo por él innumerables cosas.

26. Después de Quintiliano florecieron tres insignes rhetóricos griegos. El primero fue Demetrio Alejandrino, que Antonio Mureto creyó55 aver sido el verdadero autor del excelente libro de la Elocución, atribuido a Demetrio Falereo, dicípulo de Theofrasto, según Cicerón56; si bien Henrique Valesio juzgó averle compuesto Dionisio Halicarnaseo57.

27. El segundo insigne rhetórico griego, posterior a Quintiliano, fue Hermógenes, que vivió en tiempo del emperador Antonino Pío, i escrivió de las Ideas; el qual principalmente siguió a los rhetóricos griegos, que más se emplearon en unir con la dotrina de la rhetórica el uso i egercicio de decir, como Dionisio Halicarnaseo, Apsines el viejo, Febamón, Arístides Quintiliano i Minubiano. Devemos al maestro Pedro Juan Núñez, hombre agudíssimo i eruditíssimo, aver traducido a Hermógenes, no a la letra, cosa que antes de él hicieron otros, sino de la manera que Marco Tulio lo hizo en los libros de los Oficios del filósofo Panecio, substituyendo Núñez en lugar de los egemplos griegos otros latinos sacados de los mejores escritores, mudando, añadiendo i quitando lo que le pareció, sin perturbar la seguida del arte de Hermógenes, que es mui fácil i mui desembarazada. Ilustraron a Hermógenes con comentarios griegos, Sopatro, Siriano, Marcelino, Troilo i Máximo Planudes.

28. En el mismo tiempo escrivió de rhetórica, según Suidas58, Claudio Galeno; i de su erudición i eloqüencia devemos colegir que mui bien, pero como su obra no permanece, no podemos hacer della el juicio devido.

29. Decimos, pues, que el tercer insigne rhetórico griego, posterior a Quintiliano, fue Dionisio Longino, que floreció en tiempo del emperador Aureliano, i con singular juicio escrivió de la Oración sublime. I podemos decir que él fue el último que entre los griegos puso término a la rhetórica, como los avía puesto ya Quintiliano entre los latinos, porque los demás rhetóricos, griegos i latinos, i de otras muchas naciones, aunque innumerables, más han reducido a méthodo lo que otros inventaron i digeron, que adelantado esta arte. I assí podemos llamarlos rhetóricos methódicos; entre los quales, en mi juicio, son los más aventajados i más útiles los seis siguientes.

30. El maestro Antonio de Lebrija, en su Compendiosa Junta de los preceptos rhetóricos de Aristóteles, Cicerón i Quintiliano.59

31. Juan Luis Vives, en sus tres libros del Arte de decir.

32. El dotor Benito Arias Montano, en sus quatro libros de Rhetórica escritos en versos latinos.

33. El maestro Pedro Juan Núñez, en sus Tablas de las Instituciones rhetóricas, en sus Instituciones oratorias colegidas methódicamente de las primeras de Audomaro Thaleo, i en sus cinco libros de Rhetórica según Hermógenes, obras agenas, que con la diligencia que puso en su ilustración, hizo suyas.

34. Francisco Sánchez de las Brozas, en su órgano dialéctico i rhetórico.

35. I Gerardo Juan Vossío, en sus Instituciones i particiones oratorias.

36. Leídas las rhetóricas antiguas i modernas, si bien lo observamos, los rhetóricos antiguos i modernos se reducen a tres classes.

37. Una, i essa la más antigua classe que salió de Isócrates, más conocida por sus dicípulos que por los escritos de su maestro, el qual, según Plutarco, decía que la rhetórica consiste en la experiencia i no en la observación i en el arte; opinión verdadera en la primera parte i falsa en la segunda, pero agradable a la gente ignorante, a quien conviene sostenerla para escusa de no saber el arte que otros, que son los verdaderos sabios i eloqüentes, tienen por utilíssima. I, cómo puede dejar de ser mui provechosa una arte que bien sabida quita en gran parte la suma dificultad que ai en entender muchos escritos, sagrados i profanos, como se ve en el admirable uso que hicieron de ella san Gerónimo, san Agustín, el dotor Benito Arias Montano i otros muchos los más insignes intérpretes de las divinas letras; como también tantos otros ilustradores de los escritos seculares que fueron rhetóricos i se valieron de su arte con aprovechamiento admirable.

38. Además desto, la rhetórica enseña los modos más agradables para hacer bien quistas las cosas útiles i loables; los más enérgicos para hacer despreciables las cosas inútiles i vituperables; los más eficaces para acriminar; los más fuertes para la justa defensa; los más insinuativos para la dissimulada persuassión; los más vivos para representar las cosas a la imaginación. Pues, ¿cómo puede pues dejar de ser útil el conocimiento de todo esto, que facilita el convencimiento del entendimiento i triunfa de la voluntad? ¿Quién sino un necio pondrá en duda, que en igualdad de ingenios i de ciencia de las cosas, hablará mejor el que sabe, cómo i por qué se habla bien, que el que lo ignora? Assí como en los negocios que se tratan en la vida civil, suelen muchos conducirlos a su fin deseado, o con astucia, o con importunidad, o con vehemencia; assí suelen también usando del lenguaje, o enredar con sofisterías; o encantar con impertinencias; o derribar con el ímpetu de los afectos. De la manera pues que la astucia se vence con la prudencia; la impertinencia con el sacudimiento; i la vehemencia con la fortaleza de ánimo; assí el hombre sabio se sirve de la Dialéctica para presidiar su entendimiento contra qualesquier falacias; de la Éthica para sossegar los afectos depravados i alborotados contra la razón; i de la Rhetórica para practicar los medios de convencer el entendimiento con la razón i mover la voluntad, llenando la fantasía de simulacros, que ayuden a la razón i no la perturben.

39. No alabamos pues aquella rhetórica (si merece tal nombre) cuyos professores fueron desterrados de Roma siendo cónsules Cayo Fannio Estrabón i Marco Valerio Messala, año 593 de la fundación de dicha ciudad, i poco tiempo después mandó el Senado que los censores Neyo Domicio Enobardo i Lucio Licinio Crasso procurassen que los que se llamavan rhetóricos, no instruyessen a la juventud con pérdida de tiempo60; porque aquella rhetórica era rhetórica falsa, a cuyos professores según erradamente decía Tito Castricio61, es concedido usar de sentencias falsas, atrevidas, ocultamente engañosas i capciosas, con tal que sean verisímiles. Únicamente pues alabamos la rhetórica christiana, esto es, la que persuade lo que es honesto i útil, o a las personas particulares, o a las familias, o las repúblicas, o a todo el género humano; arte gravíssima i necesaria para el trato común de los hombres, i singularmente a los secretarios, abogados, consegeros i predicadores, a todos los quales toca persuadir el bien privado o público. Bien consideraron los athenienses la necessidad de esta arte; pues según Filóstrato, a ella, i no sé si a otra alguna, señalaron salario público de diez mil dragmas; i los emperadores romanos solían elegir sus secretarios de los que hacían professión de enseñarla; i con el intento de lograr este empleo professavan la rhetórica personas mui esclarecidas. En otro tiempo en España también se hizo mucho caso de ella; i huviera permanecido aquella estimación, si los salarios fueran como devieran ser i las elecciones justas. La indignidad de los professores hace que no se estime la professión de una dotrina por sí digníssima de saberse, como sucedió a los romanos según Cicerón62.

40. Desechemos pues la falsa opinión de los isocráticos de que la rhetórica no consiste en la observación i en el arte; i más siendo cierto que su maestro mismo se desdijo después. Lo qual según Cicerón63, sucedió desta manera. Lisias primeramente confessó, que avía arte de decir: i después viendo que Theodoro era más sutil que él en el arte, aunque más seco en las oraciones, empezó a escrivir oraciones para otros; i negó el arte. Al contrario Isócrates primeramente negó el arte, i después la confessó. Pero con todo esto sus dicípulos por la emulación de la escuela de Aristóteles, que era mui delicado en la enseñanza de la rhetórica, negaron tal arte. Pero en esto los isocráticos fueron justamente despreciados de todos los hombres eruditos.

41. La segunda classe de rhetóricas es la aristotélica, que Aristóteles i sus dicípulos ilustraron muchíssimo con el conocimiento de las ciencias. Pero, como Aristóteles puso mucho estudio en la filosofía i poco en el egercicio de orar; aunque supo i enseñó los más ocultos medios i modos de decir con perfección; no ha sido su escuela la que ha facilitado más el bien decir: porque los que le han seguido, i todavía le siguen, son más sutiles i secos, que sólidos i amenos; i más escolásticos que pragmáticos; i esta es la causa por la qual la rhetórica hace tan poco provecho en las escuelas i no es estimada, como deve ser.

42. La tercera, i última classe de rhetóricos, es la que abraza una i otra opinión, es a saber de las escuelas, isocrática i aristotélica, en cuya classe han florecido muchos, i los más perfetos maestros de la eloqüencia, los quales acompañaron los preceptos del arte con el continuo uso i egercicio de decir; i por esso se han aventajado a todos los demás. Cicerón llamó preceptos comunes a este modo de enseñanza, i en muchos lugares amonestó que los aprendiéssemos, diciendo que es el medio más acomodado para la instrucción de los mozos. El primer autor deste modo de enseñar fue Hermágoras a quien siguieron muchos insignes rhetóricos, que aunque se dividieron en varias sectas, con todo esso convinieron en que los preceptos se han de unir con el uso. Por esso nadie me diga que soi demasiado en amontonar egemplos: porque éstos ilustran los preceptos, acreditan a sus autores, cuyas perfecciones se deven conocer, renuevan el buen gusto, i finalmente incitan a la imitación, sin la qual no puede aver emulación, ni sin emulación eloqüencia.

43. En la classe destos últimos rhetóricos pretendo tener algún género de prerrogativa, aunque mis principales estudios i mi empleo han sido mui diferentes en la escuela, professando la jurisprudencia. Pero como siempre he vivido en la inteligencia de que no es perfeta jurisprudencia la que carece del adorno de la rhetórica; he procurado cultivarla en todos tiempos: i deseando comunicar a todos éste tal qual conocimiento della, que he podido adquirir con la letura de los mejores rhetóricos, i de las obras más eloqüentes, i con el egercicio continuado de toda mi vida; diré quál ha sido mi intención en esta rhetórica, i lo que en ella he procurado hacer. I para informar mejor a mis letores, manifestaré todo lo que siento.

44. Si atendiéramos más a la mayor utilidad, que a la sutileza de las distinciones de las artes racionales; deviéramos cultivar una ciencia, que yo llamo Razonatoria, o arte de usar bien de la razón, que teniendo por fin la instrucción, assí agena, como propia, incluyesse en sí quatro artes racionales distinguidas por el fin de cada una. I son sus fines, Encontrar el hombre lo que aprendió; Juzgar lo que encontró; Retener lo que juzgó; i Enseñar lo que retuvo. Que es lo mismo que decir, que las artes racionales son quatro: Inventora o Investigadora; Examinadora o Crítica, esto es, Arte de juzgar; Memorativa o Arte de memoria; i Arte de enseñanza o de Elocución, que algunos llaman Traditiva, i casitodos Rhetórica.

45. Los hombres de letras, según sus varias aficiones, cultivaron unas partes de la Razonatoria más que otras; i del escogimiento de sus estudios nació la distinción de las artes racionales i la variedad de sus nombres.

46. Unos se aplicaron a encontrar lo que avían aprendido, i juntándolo i colocándolo en diferentes lugares, fueron inventados los Tópicos o lugares de los argumentos64. Tal fue Protágoras, que según Aristóteles citado por Cicerón65, tenía escritas, i preparadas unas disputas de las cosas ilustres, que después se llamaron Lugares comunes. I lo mismo dice que hizo Gorgias, que escrivió alabanzas i vituperios de cosas singulares, juzgando que era mui propio del orador, poder aumentar la cosa alabando, o al contrario abatirla vituperando. Thucídides, alegado por el mismo Cicerón66, añade, que Antifón Rhanmusio, el mejor orador que él avía visto en causas capitales, tenía algunos escritos semejantes. Este es el origen de la Tópica, que según el orden de la naturaleza, siendo arte de inventar, es anterior a la Dialéctica, o ciencia de juzgar, como lo advirtió Cicerón en sus Tópicos67, aviendo sido Aristóteles el príncipe de una i otra, i aun el inventor de la Tópica68, porque adelantó en ella más que los otros, i la redujo a arte ingeniosíssima, siendo la ciencia de los que disputan69.

47. La segunda parte de la Raciocinatoria es la Judicial, o arte de juzgar, comúnmente llamada Dialéctica, en que según Cicerón70 trabajaron mucho los estoicos; i los modernos también debajo del nombre de Crítica, aún no escrita hasta hoi con la extensión i esmero que merece, siendo arte de examinar o de juzgar, que es la más notable i útil acción del entendimiento humano.

48. La tercera arte racional es la Memorativa, o Arte de memoria, hasta hoi tratada más ostentosa, que últimamente; de la qual si fuera éste nuestro assunto, pudiéramos decir de qué manera nos avemos aprovechado sin fatigar la fantasía con lugares, i con imágenes según el común modo de enseñar71 celebrado con afectación de los que, siendo naturalmente memoriosos, hacen alarde de su uso, como antiguamente le hicieron Carnéades i Metrodoro Scepsio72.

49. La última arte racional es la de la Enseñanza, o Elocución, comúnmente conocida por el nombre de Rhetórica: la qual, como enseña lo ya inventado i juzgado, i no puede enseñarlo sin retenerlo en la memoria, se apropió la Invención, el Juicio i el Arte memorativa; i no pudiendo cumplir con su oficio sin mover los afectos, se arrogó también el conocimiento dellos. Pero, si atendemos a la naturaleza de las cosas, i queremos distinguirlas bien; siendo el fin de la Rhetórica buscar los medios de persuadir; i el fin del rhetórico práctico, que llamamos orador, la persuasión; i no pudiendo elegirse, ni practicarse los medios de persuadir sin que se busque i se juzguen convenientes para dicho fin, i se encomienden a la memoria; no toca al rhetórico inquirir los medios de saber la verdad, ni aun de hallar la verisimilitud; sino que, supuesta la verdad, o a lo menos la verisimilitud, en cuya inquisición trabajan las ciencias, cada una según su obgeto; deve buscar i practicar los medios de persuadir a la voluntad lo verdadero, o verisímil, para abrazar lo uno, o lo otro, egecutando o no egecutando algo; si bien esta egecución, o su omisión, no es de cargo del rhetórico, como no lo es del médico curar, o no curar; sino valerse de los medios prudentes de curar, como lo advirtió Axistóteles73. I assí cada ciencia tiene su obgeto propio, que es cierta especie de verdad: como la Gramática, la pureza de las dicciones que han de componer la oración; la Lógica, la buena argumentación; la Crítica, el dicernimiento de la verdad lógica; el Arte memarativa, la retención de lo sabido; la Física, las verdades naturales; la Metafísica, las verdades ideales; la Filosofía moral, la regulación de las acciones humanas conformes a la voluntad del autor de la naturaleza; la Theología moral, la regulación de las mismas acciones conformes a la voluntad del autor sobrenatural. I de todas estas ciencias se sirve la rhetórica para buscar en todas ellas las verdades pertenecientes a cada una, i añadir de suyo, el modo de persuadir lo que conviene, procurando persuadirlo con agrado, para que desta suerte la persuasión se reciba mucho mejor. Dividiré pues mi Rhetórica en cinco libros.

50. En el Primero trataré de la Invención rhetórica: la qual enseñó Aristóteles en sus libros Rhetóricos, Primero i Segundo. Escrivire pues de la materia rhetórica, que es todo lo persuadible: de los pensamientos ordenados a la persuasión, de los argumentos rhetóricos, esto es, de los tópicos; no de la manera que trató de ellos Aristóteles en quanto sirven al uso de la disputa dialéctica, ni de la manera que los explicó Cicerón aplicándolos a la jurisprudencia para instruir al jurisconsulto Trebacio; sino en quanto se enderezan a la persuasión. Trataré también de los afectos del alma, no físicamente; sino en quanto supuesta i conocida su naturaleza, se mueven o se refrenan para persuadir mejor; i últimamente trataré de la especial invención de algunos assuntos freqüentes, ordenados todos a la persuasión, como lo es lo que se ha de decir para celebrar los tratados de casamientos, las bodas, los nacimientos, las fundaciones de las poblaciones, lo que se puede decir en las acciones de gracias, parabienes, lamentaciones, consolaciones, peticiones, amonestaciones, reprehensiones, querellas, reprochamientos, invectivas, deprecaciones, persuassiones, dissuasiones, exhortaciones, dehortaciones, oraciones fúnebres, i finalmente del uso de todos los assuntos precedentes, reduciéndolos a los tres géneros de decir, Demonstrativo, Deliberativo i Judicial.

51. En el libro Segundo trataré de la disposición rhetórica, de la qual escrivió Aristóteles en su tercero libro Rhetórico. Quiero decir, que trataré de la disposición de la oración i de sus partes, que pueden ser, Exordio, Narración (verdadera, o fingida, cuyas especies explicaré distinguidamente i con egemplos) Proposición, Partición, Contienda i Peroración: que es lo mismo que decir, que seguiré la división de la oración en quatro partes según la dotrina de Aristóteles74, es a saber, Exordio, Proposición, Fe, o Contención, i Peroración: porque la Proposición contiene la Narración i Partición.

52. En el libro Tercero trataré de la elocución, de la qual escrivió Aristóteles en su tercer libro Rhetórico; i, porque según Cornificio75 es mucho más difícil que la Invención; escriviré distinguidamente, i con singular diligencia de las partes de la Elocución, que son la Claridad i la Dignidad de la oración: i trataré de las cosas que constituyen esta Dignidad, que son los Tropos, i las Figuras de Sentencias i de Palabras; i en la división de los Tropos i de las Figuras observaré un méthodo fácil de retener en la memoria. Seguiráse después la Composición rhetórica, el Número rhetórico explicado con alguna novedad, los Caracteres de decir, Sublime, Bajo i Mediano, las afecciones de los caracteres, que son la Donosidad i la Gravedad; con los vicios sus contrarios. I para que nada falte al conocimiento de los estilos, explicaré las varias maneras de decir según la costumbre i uso general de varias naciones.

53. En el libro Quarto trataré del Decir agraciado: esto es, de la pronunciación agraciada, de la qual dijo Aristóteles76, que en su tiempo aún no estava reducida a arte, aunque Glaucón Teyo i algunos otros antes que él avían dado algunos preceptos; i Lucio Cornificio, contemporáneo de Cicerón, dijo mucho tiempo después77, que aún no se avía tratado de ella con diligencia. I por quanto la pronunciación no puede ser agraciada si no se tiene presente por medio de la memoria todo lo que se quiere decir, i si no se acompaña con el gesto acomodado a lo que se dice; trataré también de la Memoria i de la Acción: de aquélla con brevedad, i como de passo en quanto sólo sirve a mi propósito; porque solamente es parte accessoria de la rhetórica. De la Acción, con la diligencia que se requiere, assunto de que escrivieron Lucio Plocio i Cayo Nigidio Fígulo78, cuyas obras se perdieron; pero nos queda lo que sobre el mismo assunto trató Cicerón, i con mayor abundancia Quintiliano: i también, aunque a otro intento, el dotor Benito Arias Montano en su eruditíssimo libro intitulado Ieremias, sive de Actione.

54. Para averme de explicar en todo lo dicho de manera que sea fácilmente entendido, ha sido necessario tal qual vez, aunque mui rara, inventar alguna voz propia del arte; obligándonos a ello lo mismo que a Cornificio79, el que siendo griegos los nombres de las cosas que interpretamos, distan mucho del común modo de hablar; porque tratándose de cosas que no teníamos, sus nombres no podían ser usados: i assí es necessario introducir otros; pero tales, que por su origen, o derivación, o composición, fácilmente se entiendan.

55. Según lo dicho hasta aquí, en los quatro libros primeros trataré de la rhetórica según la división que hicieron de ella los estoicos, en Invención, Disposición, Elocución i Acción80. Si bien en lo que toca a la Invención, dissiento de Zenón, príncipe de los estoicos, que comparando con la mano a la dialéctica i la rhetórica, decía81 ser semejante aquélla al puño cerrado, i ésta a la mano abierta, no distinguiendo, como devía, la Invención dialéctica de la Rhetórica, engañándose en la diversidad de decir, una más apretada, otra más estendidamente según Cicerón82.

56. Estos quatro libros primeros van enderezados a hacer una Oración persuasiva, que es la obra más perfeta que puede hacer un rhetórico. Pero por quanto el Razonamiento humano persuasivo se estiende a mucho más; he añadido otro libro, que es el Quinto donde trato de todos los demás Razonamientos distintos de la Oración persuasiva, empezando por el origen natural de los Razonamientos, i continuando su progresso, dando preceptos de idear i de pensar, de preguntar i también de conversar, de que Cicerón confiessa que no los dieron los rhetóricos83, i también los doi de escrivir cartas mensageras, diálogos, inscripciones i historias.

57. El arte sin la costumbre de decir no ayuda mucho. I assí este modo de preceptos deve acomodarse al Egercicio, como lo advirtió mui bien Cornificio84. Solamente el uso es el que hace a los artífices, según dijo Ovidio85, i lo enseña la experiencia. I como dijo Theón en sus progimnasmas: «De la manera que a los aficionados a la pintura nada aprovechará aver conocido las pinturas de Apeles, de Protógenes i de Antífilo, si ellos mismos no se ensayan en pintar: assí a los apoderados del deseo de la eloqüencia, ni la abundancia de los pensamientos, ni la pureza de la oración, ni la harmonía de la composición, ni el oír lo mejor, finalmente ninguna cosa buena de las que abraza la rhetórica, podrá ser útil, si cada qual no se egercita en escrivir.» Para cumplimiento pues desta obra, en el fin della, trato de los Medios de conseguir el fin de la Rhetórica, que según los antiguos maestros, eran los Progimnasmas, o egercicios anticipados al uso de orar: i según mi parecer pueden ser otros más útiles, no atados a ciertas fórmulas, que suelen hacer a los niños, escolásticamente decidores, sino otros más libres en la composición, más fáciles i más provechosos. Son también los medios que señalo, más naturales i más fáciles, para conseguir la maciza i verdadera eloqüencia, que el de las Declamaciones, o oraciones sobre assuntos fingidos, que según Quintiliano86 empezaron en tiempo de Demetrio Faléreo, i corrompieron la eloqüencia: porque los ingenios entregados a los assuntos fingidos, discurrían más, que estudiavan; i no recayendo la meditación sobre la verdad, i sus circunstancias, ni sobre estudios bien fundados; salían los declamadores mui dados a vanas congeturas, afectadores de sentencias, amigos de falsos colores, más brillantes que graves; importunos en los afectos, i aun ridículos; i en todo se mostravan poco científicos, i menos prudentes i sabios. Como se puede observar en las Declamaciones, o bien sean de Quintiliano el viejo, o atribuidas a él; i en las Controversias de Marco Séneca. Es verdad que Cicerón autorizó las declamaciones con su magisterio: pero ya avía conseguido el principado de la eloqüencia práctica, i era capaz de corregir perspicacíssima i perfectíssimamente los vicios de los declamadores.

58. El trabajo que he tenido para hacer esta obra, no es creíble. Lo menos ha sido extractar las rhetóricas mejores de la antigüedad i destos últimos siglos: porque en el tiempo intermedio de los siglos bárbaros enmudeció la eloqüencia; i los rhetóricos que huvo en ellos, no supieron enseñar; porque no supieron aprender, como sucede hoi a otros muchos. Mi mayor dificultad ha sido, formar de muchas rhetóricas una, cuyas partes en nada sean dissonantes; valiéndome siempre del fruto de mi letura i meditación, de ésta en reducir los preceptos a una prudencia natural, i en dar a cada uno su devida i práctica aplicación. De la letura me he aprovechado para valerme de egemplos de escritores españoles, los más escogidos, que se han ofrecido a mi memoria; porque el que no tiene buen dechado, no puede ser buen remedador. Más fácil me huviera sido valerme de los propios, o hacerlos nuevos, imitando a Cornificio87: pero he querido conciliarles mayor autoridad eligiéndolos de los escritos agenos, aunque con gran trabajo. Aun aviendo florecido tantos i tan célebres oradores latinos, i aviendo leído Cicerón casi todas sus oraciones; confessó que no hallava egemplos88: i Cornificio dijo también, que de los más célebres oradores se podrían elegir mui pocos egemplos89. Con mayor razón se quejó el maestro Ambrosio de Morales, professor de rhetórica, de la falta de buenos egemplos de bien hablar en la lengua castellana, «que es (dice) la mayor ayuda que puede aver para perfeccionarse un lenguaje»90. I aunque después acá han escrito muchos, han sido mui pocos los que han tenido entero i perfeto conocimiento de la rhetórica: de manera que lo que han dicho bien, más ha sido por la fuerza natural del ingenio i de los afectos, i por casualidad, que por estudio i arte, que perficionan el lenguage; porque éste es obra de imitación, la qual tanto más perfeta puede ser, quanto es mayor el número de las observaciones de todo lo que se dice perfetamente, i de los medios i maneras de conseguirlo. I este total recogimiento de las observaciones de los perfetos modos de decir, reducidas a reglas i excepciones, solamente se halla en el arte, fácil de encomendar a la memoria; por cuyo medio puede qualquiera de mediano juicio lograr el conocimiento de las observaciones que los hombres más perspicaces, sabios i eloqüentes han adquirido en tantos siglos, hasta llegar a dar al arte una total comprehensión de todo lo que se puede decir perfetamente. I por este medio aun los niños podrán saber fácilmente en qué consiste la perfección del decir; lo qual ignoraron aquellos mismos que por la grandeza de su ingenio, i una casual felicidad, la pusieron en práctica. Porque conseguirla siempre que se quiere, no se puede lograr sin sumo artificio, como lo dijo mui bien Cornificio91, insigne rhetórico. Porque ¿quién, si perfetamente no sabe el arte, es capaz de notar, distinguir i egecutar todo lo que está escrito con tanta extensión? Los demás quando leen las buenas oraciones, o poesías, apruevan a los oradores i a los poetas; pero no entienden qué es lo que los mueve a aprovarlo; porque no pueden saber, en qué consiste, qué es, i cómo se ha hecho lo que más los deleita. Ahora se reconocerá fácilmente el trabajo que he tenido para aver de recoger egemplos para todo lo que se requieren: i egemplos tales, quales he procurado buscar i elegir, que al mismo tiempo que ilustren los preceptos rhetóricos, instruyan a los estudiosos, o en la filosofía moral, o en la política, o en las obligaciones christianas, de suerte que esta obra no solamente sea una rhetórica entera i cabal, sino también un manual de filosofía i política christiana.

59. Solamente he dejado de poner egemplos con menos freqüencia, quando los preceptos son de prudencia; porque entonces el mismo precepto, o aviso, sirve de egemplo; i si en todos los avisos que se dan, se huvieran de dar egemplos, en la misma arte no se hallaría el arte, pues la muchedumbre de egemplos la haría desaparecer. Lo mismo digo,quando trato de los afectos; porque conocida su naturaleza, i el modo de incitarlos o aplacarlos; no es necessario el egemplo. I, si se quiere, ni aun éste se echará menos; pues en esta misma rhetórica se hallará aplicado según otro respeto.

60. No faltará quien diga, que parece que injustamente me quejo de la poquedad de egemplos, aviéndolos muchas veces amontonado. Gracias a mi diligencia, con la qual he querido facilitar la imitación de mis letores, i ostentar las riquezas de la lengua castellana, desenterrando al mismo tiempo la memoria de muchos escritores puesta ya en olvido, siendo assí que son los maestros de la pureza de la lengua; bien que en lo demás freqüentemente les faltó la enmienda i la perfección del arte por la común ignorancia de los siglos en que vivieron. Pero qué mucho, si aun hoi después de tanta luz de la erudición i de la crítica, se echa menos la enmienda por falta de una buena gramática; i la perfección del decir, por no aver una buena rhetórica escrita en español.

61. Considerando esta falta, muchas veces he dudado de qué manera devía yo escrivirla: ¿si solamente para los niños, o para los mozos; para los principiantes, o para los más adelantados? Veía yo, que Aristóteles en sus Libros rhetóricos, i Cicerón en los del Orador, i en el único del Orador, i en el de los Oradores esclarecidos; i Quintiliano i Juan Luis Vives, en sus Instituciones oratorias, solamente escrivieron para hombres; i otros muchos, que no quiero nombrar, solamente para niños, que con tan corta instrucción siempre quedan principiantes, i de la rhetórica solamente saben su nombre, i los que tienen los Tropos, i las Figuras, i las partes de la oración, pero ignoran los estados de las qüestiones, i los varios modos de tratar de ellas, el uso de los tópicos, el conocimiento de los caracteres de la oración i sus afecciones: i siendo assí que el estudio de la rhetórica es propio de quien ya está instruido en la dialéctica, i aplicado a la letura de los libros eloqüentes para observar en ellos las ideas del decir, i procurar imitarlas; ni se suple la falta de la dialéctica, cuyo estudio suele posponerse al de la rhetórica; ni la de la letura, facilitando de alguna manera la invención de los assuntos más freqüentes en trato humano.

62. Observando pues que los que han escrito rhetóricas solamente para los niños han hecho mui poco fruto, i más han desacreditado que autorizado la rhetórica, haciéndola un arte pueril, i envaneciendo a los que la estudian, pensando que saben lo que verdaderamente ignoran, me ha parecido mejor el méthodo de escrivir a un mismo tiempo para niños i adultos, formando ya que no un órgano dialéctico i rhetórico, como feliz i brevemente lo practicó el maestro Francisco Sánchez de las Brozas; a lo menos una rhetórica, que no necessite del conocimiento antecedente de la dialéctica; sino que tome della lo necesario i lo aplique a la persuasión; fecundando al mismo tiempo el entendimiento con una prudencial instrucción de lo que suele i deve practicarse en los assuntos más freqüentes del trato humano; acomodando todo esto a la inteligencia i capacidad de la gente moza, de la qual es propio el estudio de la rhetórica; porque todos los que en edad adelantada han querido aprenderla i usar de ella, o se han hecho pueriles o pedantes.

63. La rhetórica en su enseñanza tiene una grande variedad; i quien la aprende, deve ser capaz de recibir i percibir toda aquella variedad. Unas cosas necessitan de memoria de niño, como todas las voces del arte, que son muchíssimas; otras, requieren aplicación de niño, como la imitación de las traslaciones, i de las figuras, i la observación, i uso de los pies para formar numerosa la oración; otras, ingenio, como el uso de los tópicos; otras, juicio, como el escogimiento de los materiales i la argumentación; otras, vehemencia, como el uso de los afectos; otras, prudencia, como la disposición de los argumentos i de los afectos; i los medios de la persuasión acomodados al que dice i al que oye; otras, escogimiento i arte, como la imitación con deseo de mejorar; otras, observación atenta i práctica largamente continuada, como el decir numerosamente. Todas estas cosas requieren gran fecundidad de pensamientos, de afectos i de palabras escogidas. Todas requieren soltura de lengua para variar la pronunciación según lo que se dice. Todas, gesto mui medido i acomodado a lo que se habla; decoroso a quien dice; i respetoso a quien oye; i hallándose estas partes en quien estudia la rhetórica; sucede a los que se aplican a ella lo mismo que a los aficionados al egercicio de la pintura, los quales al principio se valen del compás para saber las proporciones de los miembros, pero después que, bien sabidos los preceptos, los han egercitado mucho, i adquirido habito de pintar; ya no cuidan ni de los preceptos, ni del compás. Assí los que se aplican a la rhetórica, al principio es necessario, que procuren escrivir teniendo presentes sus reglas; pero habituados a ellas, sin procurar traerlas a la memoria las practican, i si acaso han de decir algo contra ella, la misma disonancia les acuerda lo que deven hacer; cosa que no sucede a los que ignoran el arte: de la manera que el que no sabe gramática, no suele saber dónde falta la enmienda, i el que no sabe lógica, dónde está la sofistería.

64. Estas consideraciones, pues, me han movido a escrivir una rhetórica que puede aprovechar a los principiantes i a los más adelantados; méthodo que felizmente practicaron Cicerón en sus libros de la Invención i en sus Particiones oratorias; Lucio Cornificio, en los que dirigió a Herennio; Hermógenes, que aviendo escrito en la edad de diez i ocho años, es capaz de la inteligencia de los mozos; el dotor Benito Arias Montano; Pedro Juan Núñez, añadiendo a su Hermógenes sus Instituciones rhetóricas; Francisco Sánchez de las Brozas, oculto imitador de Núñez, i Gerardo Juan Vossío, en sus Particiones oratorias; todos los quales escrivieron, acomodándose a la tierna edad, quanto lo permite la grandeza i sutileza del assunto; pero de manera que aun los hombres doctos los leen i estudian con provecho. A todos éstos, pues, he procurado imitar, intentando hacer fácilmente inteligible i perceptible la enseñanza de los rhetóricos de primera classe, haciendo que hablen en español los griegos Aristóteles, Hermógenes i Longino; i los latinos Cicerón, Cornificio i Quintiliano. Los letores juiciosos i desapassionados juzgarán de qué manera i en qué estado lo he conseguido; i si de esto resultare a los españoles algún aprovechamiento, tendré mi trabajo por bien empleado; i si de su aprovechamiento me sobreviniere alguna gloria, la restituyo a Dios.






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Libro I

De la invención rethórica



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Capítulo I

Naturaleza, fin i oficio de la rhetórica


1. Rhetórica, según Isócrates92, es la ciencia de persuadir; esto es, el arte que enseña el modo de hacer una oración eloqüentemente persuasiva.

2. Arte es una junta de reglas que enseñan los más fáciles modos de hacer alguna cosa útil; i la perfección que recibe ésta del artífice que práctica las reglas que deve, se llama artificio.

3. El oficio del rhetórico es hallar los medios convenientes para hacer una oración persuasiva.

4. Es, pues, su fin persuadir hablando; i el que egecuta esto con perfección, se llama orador; i por esta causa la rhetórica también se dice oratoria.

5. Se pueden considerar dos especies de persuasión. Una con que científicamente se convence el entendimiento provando alguna verdad con argumentos fuertes o necessarios; otra, con que se mueve la voluntad del oyente a hacer o no hacer algo, no solamente con argumentos necessarios o provables, sino también con los afectos, eloqüencia, pronunciación i acciones convenientes. La primera especie de persuasión es propia de las ciencias. I assí el físico persuade la dotrina de las cosas naturales; el arithinético, la de los números; el Geómetra, la diversidad de las figuras; el lógico, a quien estando bien instruido en los assuntos de las ciencias, toca examinar la explicación de qualquier cosa; en quanto usa de la dialéctica analítica, enseña el modo de provar por las cosas necessarias, i en quanto se vale de la tópica, el modo de provar por las provables, manifestando la conexión de los términos que corresponde a la verdad del discurso; i semejantemente cada una de las otras ciencias enseña lo que es propio de su assunto.

6. La segunda especie de persuasión es propia de la rhetórica, i consiguientemente la que devemos explicar.

7. La materia de la rhetórica son todas las cosas en quanto pueden ser medios para la persuasión de la voluntad.

8. Persuadir deste modo es hacer creer al oyente que deve preferir alguna acción a su omisión; o al contrario, la omisión a la acción. Si la acción o omisión que se persuade es justa, su persuasión es prudente; i ésta es la propia de la rhetórica verdadera. Si es injusta, es astuta i engañosa; i ésta es propia de la rhetórica falsa i sofística que no es arte, ni merece tal nombre, aunque hicieron alarde della no sólo Gorgias, Trasímaco, Protágoras, Prodico; Hippias, insignes sofistas contemporáneos de Sócrates93, sino también Carnéades, filósofo agudíssimo, intentando persuadir cosas contrarias tratando de las obligaciones de vivir bien94.

9. La persuasión supone un ánimo indiferente para querer algo, o su contrario; o ya resuelto a lo uno, o a lo otro. I assí, como ha de introducir en el ánimo una nueva o contraria determinación, es necessario que supongamos una especie de questión o controversia para que, balanceadas las razones i passiones opuestas, provemos que deven prevalecer las que nosotros aprovamos.




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Capítulo II

De las controversias o estados de las qüestiones


1. Qualquiera cosa que se controvierte o pertenece a qüestión de hecho o de nombre, que denota el hecho, o a qüestión de qualidad, o de quantidad. Las controversias, pues, son quatro. La primera, sobre la naturaleza, ser o existencia de la cosa. La segunda, sobre el nombre que se le deve dar. La tercera, sobre quál sea el ser. La quarta, sobre quánto sea; i estas quatro maneras de controversia se llaman estado congetural, finitivo, de qualidad i de quantidad.

2. En el estado congetural se busca, o se congetura, qué es lo que se hace, o se ha hecho, o se hará.

3. En el finitivo, qué nombre se ha de dar a la cosa para que el nombre, que es semejante a una brevíssima definición, ponga fin i términos a la cosa significada.

4. En el estado de qualidad se busca quál sea el hecho; como si fue atroz o liviano, si el hurto fue manifiesto o no manifiesto95.

5. Finalmente, en el estado de quantidad, se controvierte sobre la grandeza de la cosa, como si alguno hurtó una res o un ganado96. Assí, tratándose de la entrada de los moros en España, es estado congetural, si D. Pelayo se opuso a ellos por el silencio de Isidoro Pacense que escrivió quarenta años después con poca diferencia. Es estado finitivo, si su oposición deve llamarse valor o desesperación. Es estado de qualidad, si este hecho fue loable o no, por tener o no tener don Pelayo derecho a la corona de España, siendo entonces electiva. Es estado de quantidad, si por tal oposición mereció singular alabanza.

6. En la oración, unas veces ai un estado i otras, muchos.

7. Ai uno, si solamente se controvierte una cosa, como: «Si Milón mató a Clodio usando de su derecho a contra el derecho.

8. Ai muchos estados, o de un mismo género o de diversos.

9. De un mismo género, como quando se busca: Si Cayo Verres recibió dinero de Leónidas, de Apolonio i de los mamertinos, porque aquí ai tres estados congeturales.

10. Pero ai estados de diversos géneros, como quando uno confiessa que mató algún hombre, pero niega que le hurtó el dinero; el primer estado es de qualidad, en que se busca si le mató contra derecho o no; el segundo, congetural sobre si le despojó o no. Según son varios los estados, lo es también la judicatura, pero el modo de tratar de ellos es uno mismo.

11. Cada qüestión tiene dos partes. Una que precede, i se llama sugeto; otra que se sigue, i se llama atributo. Assí dudándose si la riqueza es deseable, se dice que la riqueza es el sugeto, i deseable el atributo, que los hombres de la escuela llaman predicado. Sugeto es aquello de que se dice algo afirmándolo o negándolo. Atributo es aquello que se atribuye al sugeto afirmándolo o negándolo. Assí en estas proposiciones: El ángel es espíritu, el ángel no es cuerpo; ángel es sugeto i espíritu atributo que se afirma, i cuerpo es atributo que se niega o se separa del sugeto.

12. La qüestión o es finida i determinada i se llama hypóthesis, o indefinida i indeterminada i se llama thesis.

13. Se llama qüestión finida la que singulariza la cosa qüestionada con alguna o muchas circunstancias de la persona, de la cosa, del lugar, del tiempo, de la causa, o del instrumento. Indefinida, la qüestión general. Desta suerte, si se duda si conviene amar la virtud, es qüestión indefinida; i si se duda si conviene amar la templanza, es qüestión determinada, particular, o singular.

14. Las especies de controversias pertenecientes a la rhetórica según los estoicos97 con quienes se conformaron Aristóteles98 i Cicerón99, son tres: demonstración, deliberación i juicio.

15. La demonstración contiene dos partes contrarias: alabanza i vituperación.

16. Alabanza es una oración que expone los bienes que ai en la cosa, que se desea hacer amable o respetable.

17. Vituperación es una oración que expone los males que ai en la cosa, que se desea hacer aborrecible o despreciable.

18. Todas las cosas se alaban o se vituperan a imitación de las personas, considerando sus atributos, de que se tratará en su lugar. El tiempo que miran la alabanza i la vituperación son el presente i el passado. El que alaba, deve tener por blanco de su oración la honestidad de las acciones para representarlas amables, hacerlas imitables i glorificar a Dios. El que vitupera, ha de tener por obgeto de su oración la torpeza o la fealdad de las acciones para hacerlas aborrecibles, persuadir a huir de ellas i a no ofender a Dios.

19. Las partes de la deliberación son dos, persuación i disuasión. El tiempo a que atiende el que persuade, o dissuade, es el venidero. Se persuaden las cosas dignas de hacerse, facilitando los medios i haciendo creer el buen fin dellos. Se dissuaden las indignas, dificultando o afeando los medios de las acciones indignas i representando los malos efetos dellas.




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Capítulo III

Del estado congetural


1. Bolviendo a la dotrina de los estados, el congetural se llama assí porque el juez deve congeturar si se ha hecho algo. Aquí se entiende por juez qualquiera que aya de hacer juicio de si ai hecho o no.

2. En este estado, o absolutamente se hace averiguación del hecho, como: Si Celio preparó el veneno a Clodio, ¿o no?; o del modo del hecho, como: Si en él tuvo alguna cierta intención; pongo por egemplo: Si Milón mató a Clodio para que no le sirviesse de estorvo en su consulado siendo pretor.

3. Este modo también, o es sencillo, o comparado. Sencillo, como: Si Milón puso assechanzas a Clodio. La comparación o cotejo se hace desta manera: ¿Si por ventura Milón puso assechanzas a Clodio?, ¿o Clodio a Milón? El modo de tratar estos estados es uno mismo.

4. Averse hecho algo, se prueva de tres maneras. Primeramente porque uno quiso i pudo hacerlo.

5. La voluntad se prueva parte por las causas que precedieron al hecho, i parte por las señas de la voluntad.

6. Las causas precedentes al hecho son o impulsivas o raciocinativas.

7. La causa impulsiva, o el incitamiento, comprehende las passiones, las quales tienen veces de causa eficiente, como el amor i el odio. Assí es verisímil que amemos a los que hicieron bien a nuestros mayores, o a nosotros, o a nuestros amigos; i que uno aborrezca a los que hicieron lo contrario consigo o con los suyos.

8. Causa raciocinativa es aquella que se considera como causa final, como la esperanza de alguna comodidad suele ser causa de muchos hechos.

9. Hase de considerar, qué es lo que se ha seguido de algún hecho de su omisión. Del hecho, como la observación de los bienes adquiridos, la adquisición de otros; el libramiento de los males presentes, o el apartamiento de los que amenazaron. De la omissión, como la pérdida de los bienes adquiridos, o el desengaño de no conseguir los esperados; la continuación de los males presentes i el temor de los que amenazan.

10. También pertenece a esto, que sea mayor la utilidad que el daño.

11. Assí mismo, quando uno es de opinión que ya no puede recibir daño; como los que no tienen que perder.

12. Pero principalmente es un grande argumento de la voluntad la esperanza de salir libre del castigo. Porque suelen injuriar los que esperan que su maldad estará oculta; o que dado que no pueda estarlo, creen que fácilmente evitarán la pena; o que a lo menos podrán hacer que la pena se dilate mucho, o que sea menor de lo que manda la lei.

13. I siendo diversas las costumbres de los hombres, para persuadir más fácilmente deve ponerse a la vista la calidad de la persona o el genio, assí del que hace la injuria como del que la recibe.

14. Además de las causas de la voluntad, que sirven para provar el hecho, se consideran las señas o indicios della, como los dichos i hechos de alguno. I esto baste en quanto al lugar común de la voluntad.

15. El poder o facultad de hacer algo se prueva por las circunstancias, assí de la persona como de la cosa.

16. Por las circunstancias de la persona se practica esto de tres maneras según las tres especies de bienes, es a saber, del ánimo, del cuerpo i de los externos. I assí se considera la derechura o el torcimiento de ánimo, las fuerzas del cuerpo i las riquezas.

17. Las circunstancias de la cosa son el lugar, el tiempo oportuno, que llamamos ocasión, i otras cosas que pertenecen a aquélla de que se trata por estar enlazadas con ella, o serle adherente.

18. La segunda manera de fortalecer las pruevas de las congeturas de algún hecho, se toma de las señas del hecho, las quales son tres: antecedentes, como la amenaza o el ruego; acompañadoras, como el clamor o los gemidos; i consiguientes, como la huida, la amarillez no habitual i otras semejantes.

19. La tercera manera de fortificar las pruevas de las congeturas de averse hecho algo, es por testigos idóneos, por la fama común, por los rumores, por los tormentos i cosas semejantes.

20. Testigos idóneos son los hombres fidedignos que afirman aver visto el hecho, o oído el dicho de que se trata, o percebido con sus propios sentidos aquello sobre que se controvierte, como el olor, el sabor, la blandura, o la aspereza de alguna cosa.

21. Fama es la noticia de algún hecho, o dicho, constantemente autorizada por muchos que suelen estar bien informados de las verdades.

22. Rumor, o susurro, es la noticia de algún hecho o dicha esparcido por el pueblo, sin saberse su autor.

23. Tormento es el dolor corporal que se causa al que es acusado de alguna maldad, confirmada ya con algunos no leves indicios, para que la confiesse.

24. Tradición es la relación de algún hecho, o dicho, que uno se acuerda aver oído contar al que vio la acción, o al que oyó el dicho. La tradición, según el origen, o es divina o humana; i según los conservadores de ella, o es singular o particular; o general o universal; o secular o eclesiástica; o mixta, como la apostólica, que es divina i eclesiástica. La tradición divina es infalible; la humana, falible, pero prudentemente cierta, si es original i se ha conservado por personas veraces i bien inteligentes de lo que se trata.

25. En la defensa se rechazan todas estas cosas de la manera que mejor se puede, porque a las cosas que se han dicho para provar que alguno quiso, se responderá que no son verdaderas; o se esforzará que son de tan poco momento, que por ellas no se deve juzgar.

26. Pero principalmente tiene grandíssima fuerza la incredibilidad, como quando se dice que no merece crédito que alguno quisiesse algo en tiempo mui impropio, siendo verdad que pudo egecutarlo i no quiso en otro mui oportuno.

27. Se muestra no aver avido poder o facultad para hacer algo, provando que no huvo fuerzas necessarias para la egecución, ni lugar oportuno, ni tiempo a propósito. I si no puede negarse que huvo facultad, se insistirá en los argumentos con que se prueva que no se quiso.

28. Las señas del reo i del actor, se procurarán desvanecer del mejor modo que se podrá.




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Capítulo IV

Del estado finitivo


1. En el estado finitivo se busca si existen todas las condiciones que se requieren para que cierto nombre se aplique a la cosa o al hecho de que se trató, o si falta algo. Por nombre deve entenderse aquí qualquier dicción por la qual podemos manifestar la cosa que pensamos, como por el sustantivo la sustancia o, por mejor decir, el ser de la cosa, como nieve, o el modo sustantivado, como blancura; por el adgetivo, lo que se añade a la sustancia qualificándola, como quando se dice que la nieve es fría; o lo que se añade al modo sustanciado, como si se dice que la blancura es agradable. Con el artículo se determina la generalidad del nombre, siendo cosas mui distintas preguntar: «¿Tú eres profeta?», como verdaderamente lo fue, i el mayor de todos, san Juan Bautista100; o «¿Tú eres el Profeta?», que es lo que le preguntaron los judíos en aquella gran embajada de los sacerdotes i levitas de Gerusalén, i respondió el santo que no101, entendiendo que le preguntavan si era el Profeta prometido102. Con las preposiciones se suplen los casos de que carece la lengua castellana en el número singular i plural. El genitivo, con la preposición de. Assí dijo D. Diego de Saavedra Fajardo103: «Ordenó el rei Don Alonso el Sabio, que en la edad pupilar de los reyes governasse uno, o tres, o cinco, o siete.» El dativo, con la preposición a, de la qual se valió Saavedra quando dijo104: «Ningunos tributos menos dañosos a los reinos que los que se imponen en los puertos sobre las mercancías que se sacan, porque la mayor parte pagan los forasteros», i el refrán, que dice: «A muertos i a idos no ai amigos», a que aludió Christóval de Castillejo diciendo:


Ser verdad que no ai amigos
Al muerto, i al que se va,
Harto bien provado está.



I también:


Que baste a satisfacer
De amores al amador,
Ni de juego al jugador,
Ni al borracho de bever.



El acusativo con las preposiciones a o para, de que usó el mismo Saavedra quando dijo105: «Siendo pues tan conveniente el trabajo para la conservación de la república, procure el príncipe que se continúe, i no se impida por el demasiado número de los días destinados para los divertimientos públicos, o por la ligereza piadosa en votallos las comunidades i ofrecellos al culto, assistiendo el pueblo en ellos más a divertimientas profanos que a los egercicios religiosos.» El ablativo, con las preposiciones con, de, en, por, sin, so. Sirvióse Saavedra de la preposición con escriviendo assí106: «El rei Don Alonso el quinto asseguró el afecto de los vassallos del reino de Nápoles con la atención i prudencia en los negocios, con el premio i castigo, con la liberalidad i agrado, i con la facilidad de las audiencias.» I Gaspar Gil Polo, en su Diana, dijo: «Todos los versos de los amadores están llenos de dolor, compuestos con suspiros, borrados con lágrimas i cantados con agonía.» I Christóval de Castillejo:


Más vale con libertad
Pan i agua con cebolla,
Que cabecera de olla,
Por agena voluntad.



Se ve el uso de la preposición de, en los adagios siguientes: De Dios viene el bien, de las abejas la miel; De luengas vías, luengas mentiras; De dó sacan i no pon, presto llegan al hondón; De fuera vendrá quien de casa nos echará; ¿De dónde le vino al garbanzo el pico? Usó Saavedra de la preposición en, quando dijo107: «Hartos (thesoros) hemos visto en nuestros tiempos consumidos sin provecho en diversiones por temores imaginados, en egércitos levantados en vano, en guerras, que las pudiera aver escusado la negociación o la dissimulación, en assistencias de dinero mal logradas i en otros gastos, con que creyendo los príncipes quedar más fuertes, han quedado más flacos.» I D. Luis Milán, en el Cortesano: «Siempre me mostró las caras del olvido, que son buena cara i mala obra, mostrando en la una esperanza i en la otra desesperación.» Con la preposición por, se suple la terminación del ablativo deste modo: Por tu lei i por tu rei, i por tu grei i por lo tuyo morirás, i el refrán: Por buen trabajo mal galardón. A veces también se suple el acusativo por la preposición por, como quando dijo don Gómez Manrique:


Los menores valen menos,
Mirad qué governación,
Ser governados los buenos
Por los que tales no son.



La preposición sin, denota el ablativo deste modo: Sin temor el amor parece desprecio, sin amor el temor desdeño; Sin espuela i freno, ¿qué cavallo ai bueno? I Gregorio Silvestre dijo:


Sin la salsa del dinero
Todo es manjar desabrido.



La preposición so también denota el ablativo; como quando se dice: So la buena razón empece el engañador; So lo pardo está el engaño; So el cabello rubio buen piojo rabudo; So el sayal ai al; So baina de oro cuchillo de plomo; assí decimos: So cargo de juramento; So color; So pena; So capa; So papo. Christóval de Castillejo dijo:


Fea cosa es el soldado
Que so la pica envegece;
I mui feo nos parece
Ser el viejo enamorado
I galán.



2. Con el verbo se significa la acción o la passión, señalando el tiempo en que se hace o se padece. Como: Libro cerrado no saca letrado; Lo que se usa, no se escusa; Los muertos abren los ojos de los vivos.

3. Con el adverbio se explica el modo de hacer o de padecer. Como se ve en estos refranes: la muger que poco vela, tarde hace luenga tela; La muger i el fraile, mal parecen en la calle; o se modifican los adjuntos, como en estos otros: La tela bien tegida, al curar más embevida; La mal aliñada, antes abre la puerta que cubre la cama; Lo que mucho vale, mucho cuesta.

4. Con la conjunción se unen i enlazan todas las cosas significadas por los nombres o vocablos, i por consiguiente se explica todo lo que se piensa. Assí dijo Saavedra108: «Si en el ingenio somos semejantes a Dios, i en las fuerzas comunes a los animales, más glorioso es vencer con aquél que con éstas.» I el refrán que dice: La muger i el fuego i los mares son tres males.

5. Esto supuesto, entonces una dicción se tiene por nombre verdadero quando se prueva su introdución, su determinada significación i su uso; porque de otra suerte el lenguaje sería caprichoso i no inteligible.




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Capítulo V

Del estado de qualidad


1. Si se controvierte sobre la qualidad de la cosa, o del hecho, se llama el estado de qualidad, que es de dos maneras: negocial o judicial.

2. El negocial es sobre cosa venidera, i pertenecen a él las deliberaciones, como: ¿Si es útil o no mantener guerra perpetua con los mahometanos? Este estado se trata según el género deliberativo. Principalmente se representan dos cosas: lo que se puede hacer i lo que es decente.

3. Si se trata de cosa passada, se llama el estado judicial; i éste se funda en razón, esto es, en el juicio que se hace, i por esso se llama racional o judicial; o recibe su fuerza de lo escrito, i se llama legal o legítimo, porque la lei tiene el principal lugar entre las cosas escritas.

4. El estado racional, o es sencillo, o absoluto, o assumtivo.

5. El sencillo afirma que algo es loable por su naturaleza i propia virtud.

6. Suele tener cinco capítulos fundados en el derecho natural, en la lei positiva, en la costumbre, en la cosa juzgada i en el pacto. Según esto, si alguno mató al que intentava matarle, provará que por derecho natural es lícito rechazar la fuerza con la fuerza, por el precepto natural de la propia conservación.

7. Que esto mismo permite la lei 2, tít. 18, Partida 7, donde en la prohibición del homicidio se añadió esta excepción: «Fueras ende (esto es, exceptuando) si lo matasse en defendiéndose viniendo el otro contra él, trayendo en la mano cuchillo sacado, o espada, o piedra, o palo, o arma qualquier, conque lo pudiesse matar.»

8. Por costumbre; porque lo ha sido i es de todas las naciones i en todos los tiempos. Según lo juzgado, diciendo que assí se juzgó en tal i tal caso.

9. I finalmente por pacto, si se pudiera provar que le huvo entre el actor i el reo.

10. El estado assumtivo, porque el hecho no es en sí loable, necessita de ayuda extrínseca, i se llama assí porque toma lo que le sirve para pretextar la defensa alegando alguna causa honesta, bien que aparentemente aplicada; i esto rhetóricamente se llama color, porque muda la aparencia del hecho, como la cochinilla la de la lana. Assí, no pudiendo Cicerón defender a Milón por aver muerto a Clodio, sin que antes el pueblo romano le huviesse condenado a muerte, se valió del color de las assechanzas, diciendo que Clodio las avía puesto a la vida de Milón, i que en éste fue defensa natural la acción de matarle. El orador christiano no deve valerse de colores falsos, i mucho menos de calumniosos.

11. El estado assumtivo se divide en comparación, rebatimiento, remoción i disculpa.

12. La comparación coteja lo hecho con otra cosa peor, que de otra suerte deviera hacerse provando la necessidad de egecutar lo uno o lo otro.

13. El rebatimiento, en latín relatio es una aplicación de la culpa, provando que la tuvo el que recibió el mal.

14. Remoción, o apartamiento, es la prueva de que tuvo la culpa del mal otro diverso del que le recibió; o la negación del hecho; o decir que el que recibió el mal, no merecía tal venganza.

15. La disculpa, que los latinos llaman purgatio, no defiende el hecho, en lo qual se diferencia de la remoción o apartamiento, sino la voluntad. I assí se vale de la causa, o de la necessidad, o del acaso, o de la imprudencia.

16. A la disculpa muchas veces se añade la deprecación, que es estado, pero sin color, porque no defiende el hecho, sino que alega las causas por las quales uno espera el perdón del hecho. I la deprecación pertenece al estado negocial, porque produce la qüestión de cosa venidera, es a saber, si conviene que se perdone o no.




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Capítulo VI

Del estado legal, perteneciente al de qualidad


1. El estado legal es de quatro maneras. Sobre lo escrito i su sentido; sobre la contrariedad de las leyes; el estado de raciocinación, i el de la ambigüedad.

2. El estado sobre lo escrito, i su sentido, tiene lugar quando la una parte de los litigantes se funda en las palabras de la lei i la otra en su inteligencia.

3. En esta especie de causa la una parte dirá que conviene seguir lo que se ha escrito, porque a no dever hacerse assí se huviera explicado el legislador de otro modo. Se añadirá la razón de aver querido esto i no lo contrario. Se confirmará con egemplos semejantes i casos juzgados; i se manifestará que es cosa peligrosa apartarse de la letra de la lei.

4. La otra parte dirá que el legislador solamente escrivió lo necessario; que lo que qualquiera deve entender, no es menester escrivirlo; que deve atenderse al sentido i no las palabras; que lo que se dice, se confirma por el contexto i por otras leyes i con la razón natural. Se añadirán egemplos semejantes i casos juzgados; i si no los huviere, se dirá que no deve juzgarse por ellos sino por las leyes109.

5. Se dice que ai dos leyes contrarias, quando se oponen dos leyes o parece que se oponen; o quando una parte de lei se opone a la otra; o una misma parte se contradice en algún caso. Lo mismo se dirá de la oposición de los testamentos, de los pactos i de qualquier otro escrito.

6. En este estado de contrariedad, si ai dos leyes, o se han de conciliar, o se ha de preferir la última como abrogatoria de la antecedente: sino es que la última sea humana, i la antecedente, divina, o del derecho natural; que en tal caso cede la humana, como injusta i como inferior, como lo es la lei 3, tít. 23, Partida 7, que manda que no reciban pena, antes bien galardón, los encantadores que supone con buena intención.

7. La lei promulgada en beneficio público prevalece a la que solamente se hizo en favor de algún particular.

8. Quando totalmente se quita alguna lei, se abroga; quando solamente una parte, se deroga; quando se añade alguna parte, se subroga; quando se muda, se obroga110.

9. El estado de raciocinación es quando la decissión de alguna cosa, sobre la qual no ai lei expressamente establecida, se colige por la establecida, en otra de igual razón. Los legistas llaman a este modo de interpretación, inducción de la lei.

10. El que huviere de usar deste estado, dirá, que en la lei se entiende lo que es de igual razón i lo que no tiene necessidad de precaverse expressamente.

11. El contrario negará la igualdad de la razón: o dará la razón de diferencia, entre una i otra cosa, para que no tenga lugar la inducción, fundada en la igualdad de razón.

12. El estado sobre la ambigüedad tiene lugar, quando se controvierte con qué acento deve leerse cierta voz, porque una cosa es pérdida i otra perdida; una público, otra publico, i otra publicó, o quando se disputa a qué deve referirse alguna palabra. Pongo por egemplo. Tenía un padre dos hijos, Ticio i Sempronio, que pleiteavan, i deseando favorecer al uno, dijo assí en su testamento: Si Ticio venciere a Sempronio le dejo el huerto Salustiano. Venció Ticio, i no aviendo distinción después de venciere, ni después de Sempronio, se duda a quál de los dos pertenece el legado. También tiene lugar este estado, quando se duda, qué significa alguna palabra. Mandó el apóstol que se velassen las mugeres111. Se duda, si habló de las casadas o de las vírgenes, sobre lo qual escrivió Tertuliano de Virginibus velandis.

13. En este estado muestra una i otra parte, que la sentencia que defiende es manifiestamente cierta, o a lo menos no absurda: i que lo que dice uno, es bueno i justo, conforme a la razón112, a las leyes i a las costumbres113; i se rechaza lo contrario por los mismos capítulos.




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Capítulo VII

Del estado de quantidad


1. En el estado de quantidad, en quanto pertenece al género judicial, se han de conocer las injurias mayores i menores.

2. La injuria se dice mayor por seis causas.

3. Por causa del ánimo mui depravado. I assí es más grave la injuria hecha por motivos leves.

4. Por causa del daño, por el qual se recibe mayor o menor menoscabo: i assí es mayor injuria matar a alguno, que hurtarle el dinero.

5. Por causa del paciente, quando éste no puede ganar el pleito, como si uno recibiere alguna herida del hijo del príncipe. O quando el paciente por impaciencia o desesperación se buelve contra sí, como Lucrecia violada por Tarquinio.

6. Por causa del agente, si alguno hizo la cosa, o solo o el primero; o con pocos o con muchos; o dio causa a nueva lei o a nueva pena.

7. Por causa de los adjuntos, como si la injuria se ha hecho a sabiendas; o, si el que la hizo, es desagradecido; o son muchas las injurias que ha cometido.

8. Por causa de aver violado el derecho, distinguiendo, si es divino o humano; si escrito o no escrito, siendo aquél más respetable por más notorio.




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Capítulo VIII

De las partes de la rhetórica


1. Aviendo explicado ya qué cosa es rhetórica, su fin, su oficio, su materia i los estados qüestionables a que ésta puede reducirse, para lograr mejor el fin desta arte, que es hacer una oración persuasiva; passemos a la explicación de las partes de la rhetórica, que son quatro, es a saber, invención, disposición, elocución i decir agraciado.




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Capítulo IX

De la invención rhetórica en general


1. Invención propiamente hablando es un descubrimiento de lo que está oculto. Pero aquí se entiende, que es la acción con que el entendimiento busca pensamientos, argumentos, afectos ¡maneras de decir convenientes para formar una oración persuasiva. I poco importa, que lo que se busca sea oculto, i lo descubra el inventor con su ingenio; o que sea manifiesto, i lo recoja, o de su memoria, o de los libros, o de la información agena. Casi todos los rhetóricos antiguos i modernos han sido de opinión, que la invención rhetórica es propia de dialéctica. I por esso dice Cicerón114, que Cenón, príncipe de los estoicos, con su mano solía manifestar la diferencia que avía entre estas dos artes; porque apretando los dedos, i cerrando el puño, decía que tal era la dialéctica; i alargándolos, i estendiendo la mano, decía que la eloqüencia era semejante a la palma de ella. I antes dél Aristóteles ya manifestó, en el principio de sus libros Rhetóricos, que nuestra arte corresponde a la dialéctica. Pero, si bien se observa, aunque la rhetórica se sirve de la dialéctica, como de otras muchas artes i ciencias, es mui distinta la invención rhetórica de la dialéctica; porque ésta trata de buscar la conexión de las ideas para examinar la verdad o falsedad de los discursos; i la Rhetórica trata de buscar (como queda dicho) pensamientos, argumentos, afectos i maneras de decir agradables, acompañadas de buena pronunciación i convenientes acciones, enderezándolo todo a una persuasión eficaz. Como qualquiera pues ha de pensar lo que ha de persuadir; i no puede pensarlo sin egercitar el ingenio, o la memoria, esto es, sin discurrir, o sin que naturalmente se le ofrezca en el entendimiento lo que deve decir, es preciso tratar de estos modos de pensar comprehendidos debajo del nombre general de invención.




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Capítulo X

De la invención de los pensamientos rhetóricos


1. Pensamientos son los actos de entendimiento, o el conocimiento de las cosas, los quales pueden ser perfetos o imperfetos. Éstos son los que meramente representan las ideas de las cosas sin afirmar ni negar. Los dialécticos los llaman aprehensiones: como sol, sin afirmar si es planeta, o si luce, o cosa semejante; ni negarlo tampoco. Pensamientos perfetos son los que los lógicos llaman juicios o proposiciones; i los rhetóricos, sentencias, como el sol es planeta.

2. Unos i otros pensamientos deven ser verdaderos, o provablemente verdaderos en la opinión del que los tiene, para que la persuasión sea honesta, i qual deve ser; porque, si parecen falsos al que los tiene; no puede usar de ellos lícitamente; i, si realmente lo son, no persuaden a los sabios, i confirman los errores de los necios, o los introducen en sus ánimos.

3. La verdad de los pensamientos imperfetos consiste en la correspondencia del pensamiento con la cosa pensada, de manera que ésta sea la misma que uno piensa, i no, somo suelen decir, gato por liebre. La verdad de la sentencia consiste en que por ella se le atribuya al sugeto lo que le conviene afirmativa o negativamente.

4. Si el pensamiento no se manifiesta, o no se expresa, no puede ser persuasivo. I assí, para contraerle al assunto, devemos suponer que se explica vocalmente. Egemplo de persuasión en pensamiento imperfeto, o en una sola palabra, es mui notable aquel de Julio César, el qual estando acostumbrado a llamar a los soldados, commilitones, esto es, compañeros en la milicia, camaradas, o digámoslo assí, consoldados, i viendo alborotados a los decumanos, los sossegó llamándolos, quirites115, que era el nombre que se dava a los ciudadanos de Roma, que no militavan; i con sola aquella palabra los avergonzó i persuadió a continuar la milicia, que no querían seguir. Egemplo de persuasión en una sola sentencia puede ser la oración del cónsul Marco Livio, que quando le digeron que podía passar a cuchillo unos franceses cisalpinos, i genoveses, respondió: «Queden algunos mensageros de la matanza i de nuestro valor.»116 Con mayor brevedad el rei don Alonso Quinto de Aragón, animó a los suyos diciendo: «Seguidores, venced.» En este género de oraciones reducidas a una sentencia son mui celebrados los antiguos lacedemonios, como se puede ver en los Apofthegmas de Plutarco; i de ellos proviene el estilo llamado laconismo, que es una imitación de la brevedad con que hablavan los lacones, o lacedemonios; pero Cicerón, príncipe de los eloqüentes, i el más excelente maestro de la eloqüencia después de Aristóteles, observó mui bien en su Bruto117, que los lacedemonios hasta su tiempo no avían tenido orador alguno; porque si bien la brevedad es a veces alabanza en alguna parte del decir, no es alabada en toda la eloqüencia; porque es enemiga de la amplificación, que con sus ethopeyas, descripciones, explicaciones de hechos i dichos, i exposiciones de las cosas con todas sus circunstancias vivamente expressadas, manifiesta las riquezas del ingenio humano, i se vale de los medios de la persuasión.

5. Egemplo de pensamiento falso puede ser el de don Alonso Girón de Rebolledo hablando de san Pedro.


¡No avía de cantar el Gallo
Viendo tan grande gallina!



Valerio Máximo i Séneca entre los latinos están llenos de pensamientos falsos; i esta falta es mui freqüente en los poetas españoles, omitiendo decir lo que pudiera de los oradores.

6. También ai pensamientos en sí verdaderos, pero explicados de un modo, que solamente tienen la aparencia de verdad. En este defeto incurrió don Diego de Saavedra diciendo assí118: «Está la lengua en parte mui húmeda, i fácilmente se desliza, si no la detiene la prudencia.» I en otra parte119: La naturaleza puso puertas a los ojos, i a la lengua, i dejó abiertas las orejas para que a todas horas oyessen.» Lo que Saavedra quiso decir, en una i otra sentencia, es que se deve hablar poco i oír mucho, que son dos verdades morales; pero intentó colegirlas de la composición física del hombre, i en esto se engañó, enflaqueciendo la persuasión con falsas razones, aviendo tantas, i tan eficaces, para avivarla.

7. Ai una particular especie de sentencias, que por excelencia se ha levantado con el nombre de sentencia, i es un dicho general, agudo, instructivo i brevemente redondeado. Es general, como éste de Saavedra120: «Los consejos se han de madurar, no apresurar»: el qual, si se singularizasse, dejaría de ser sentencia en el sentido que hablamos, i passaría a ser proposición sencilla, aunque aguda i egemplar, como si digéssemos: Augusto madurava, no apresurava los consejos.

8. El dicho sentencioso deve también ser agudo, como el festina lente del mismo Augusto, esto es, apresúrate tardamente, dando a entender que la diligencia deve ser considerada i circunspecta, no precipitada. A este propósito decía uno: Despacio, que estoi de prissa: i el refrán, A más priessa, más vagar.

9. También ha de ser instructivo el dicho sentencioso, esto es o moral, o económico, o político.

10. Finalmente ha de ser brevemente redondeado, esto es, con una brevedad elegante, qual es esta de don Alonso de Ercilla, en las siguientes sentencias.121


El premio está en averle merecido:
I las honras consisten no en tenerlas,
Sino en sólo arribar a merecerlas.



11. Pero no es decir sentencioso, sino christiano, lo que el mismo Ercilla dijo en el comienzo de su Canto V.



Siempre el benigno Dios por su clemencia
Nos dilata el castigo merecido,
Hasta ver sin enmienda la insolencia,

I el corazón rebelde endurecido:
I es tanta la dañosa inadvertencia,
Que, aunque vemos el término cumplido,
I egemplo del castigo en el vecino,
No queremos dejar el mal camino.



12. Vemos también, que es un dicho juicioso, grave i político, éste de Saavedra122: «Si el vencer tiene por fin la conservación i aumento de la república, mejor la conseguirá el ardid, o la negociación, que las armas»: pero no sentencioso, porque le falta la brevedad.

13. Las sentencias persuaden mucho; pero no deven ser mui freqüentes; porque son como las luces, que, si son demasiadas, en lugar de alumbrar, deslumbran. Más convienen a los sabios, que a los necios; más a los ancianos, que a los mozos; más a los maestros, que a los dicípulos; más a los superiores, que a los inferiores; más a los filósofos, que a los dialoguistas; más a los dialoguistas, que a los oradores; más a los oradores, que a los historiadores, en cuyas oraciones tienen algún lugar; pero no en el tegido de la narración. Séneca más las amontonó con ingenio, que freqüentó con juicio. Imitó su demasía don Diego de Saavedra, afectando copiar a Tácito, cuya leyenda en aquel tiempo era mui valida; pero con la diferencia que éste las dijo en sus Historias i Anales, no como sentencias, sino como proposiciones narrativas en el contexto de sus obras; i Saavedra desencajadas de la narración i amontonadas; cosa mui contraria a la verdadera eloqüencia; no aviendo en el estilo diligencia más fácil, que afectar su abundancia con una poca letura de Plutarco, Estobeo i otros, que hicieron professión de recogerlas; pero al contrario ninguna más difícil, que escrivir seguidamente con juicio, pureza i elegancia. Obsérvese bien el mismo Saavedra en su Idea de un príncipe político i christiano, ya escriviendo de uno, ya de otro modo, esto es, con muchas sentencias, i con parcimonia dellas, i se verá la diferencia; i compárese en el estilo dicha Idea con su República literaria; i vendrá a los ojos la preferencia desta en la propiedad, dulzura i elegancia.

14. A la clase de las sentencias pertenecen también los refranes o Adagios que, si son apropiados, persuaden mucho; porque son hijos de la experiencia. En las cartas familiares i en los diálogos suelen freqüentarse con mucha gracia: en las conversaciones amigables, mucho más. Los oradores usan dellos pocas veces, si no es que sean mui del caso i no desdigan de la gravedad oratoria. Los historiadores se valen dellos raríssimas veces. Las inscripciones no los admiten.

15. Unos refranes son morales, como estos: Por amor que no conviene, se pierde el bien, i el mal viene. Dando gracias por agravios, negocian los hombres sabios. Otros políticos, como estos: El mandar no quiere par. Juez sobornado, sea castigado. Bien parece el lindero entre mí i mi compañero.

16. Otros económicos, como los siguientes: Donde no se compone la gotera, cae la casa entera. No ai cosa más barata, que la que se compra.

17. Otros científicos, como éste, que es mui propio de la rhetórica: Lo que se sabe sentir, se sabe decir.

18. Otros puramente experimentales, como éste: El que lee mucho i anda mucho, vee mucho i sabe mucho; Si quieres vida segura, assienta el pie en la llanura. I éste otro que citó don Luis de Góngora.


Quered, quando sois queridas,
Amad, quando sois amadas.
Mirad bovas, que detrás
Se pinta la ocasión calva.



19. Finalmente otros ai mixtos, como el siguiente: Atavío i afeite, cuesta caro i miente. O éste otro: Mucho hablar, i poco saber; mucho gastar, i poco tener; mucho presumir, i poco valer, echan presto al hombre a perder.

20. Según lo dicho hasta aquí, al rhetórico, pertenece primeramente pensar lo que pretende persuadir, considerar la opinión o resolución en que está el otro, examinar las ideas agenas, i las propias, considerando si se ajustan a las cosas o no; formar proposiciones verdaderas, que muevan la voluntad proponiendo medios honestos, útiles i agradables; porque los hombres se mueven a obrar por la honestidad, utilidad o placer; elevar algunas proposiciones a sentencias, o dichos instructivos sobresalientes, para que con la recomendación que llevan consigo de ser universalmente estimados, sean mejor recibidos; i finalmente decir tal qual adagio, si fuere del caso, i el género de composición le admitiere, i los oídos del oyente le sufrieren. I esto baste en quanto a los pensamientos.



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