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María del Carmen Bobes Naves

Presentación del portal de María del Carmen Bobes Naves

Por Darío Villanueva Prieto (Universidad de Santiago de Compostela)

Fotografía de María del Carmen Bobes Naves

El portal Figuras del Hispanismo de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes estaba esperando la incorporación de una figura fundamental para el desarrollo de la Teoría de la Literatura en España en el último medio siglo como es la doctora doña María del Carmen Bobes Naves.

El fundamento de mi relación con Carmen Bobes es el más genuino que darse pueda en el ámbito académico. Todos hemos admirado a algunos de nuestros mayores en el saber, y nos hemos nutrido de su magisterio a distancia, a través de los libros que nos traen la voz y la sabiduría de los ausentes, de los grandes nombres de nuestras respectivas disciplinas. Pero, con todo, y sin concordar por ello con Michel de Montaigne cuando, socrática y platónicamente, desacredita la comunicación a través del libro y todo lo fía al «art de conférer», al arte de conversar con los sabios cara a cara, no resulta improcedente reconocer que es imposible superar la intensidad y trascendencia del encuentro, por caso, entre una profesora y un alumno como el que se producía entre doña Carmen y yo hace ahora más de cincuenta años. Luego he tenido la suerte de seguir en contacto, nunca interrumpido, con ella: constantemente a través de sus libros, con los que se puede orientar y defender todo un programa coherente y actual de la Teoría literaria; pasado el tiempo, también he coincidido con ella al compartir la dedicación a una misma cátedra; y siempre me ha favorecido mediante la conversación, el estímulo y su consejo, que tampoco me ha faltado. Mas todos estos felices encuentros no empañan en mi memoria aquel comienzo puramente discente y juvenil al que acabo de referirme.

Alguna vez hice ya la misma confidencia personal, que ahora reitero. Remontémonos al otoño de 1970, cuando Carmen Bobes Naves, con el aval de su juventud y de su saber, impartía clase en una de las aulas de la Facultad de Filosofía y Letras ubicada en el noble edificio dieciochesco de la Universidad de Santiago de Compostela, en la que continuaría profesando cinco años más. En los bancos de aquel mediano anfiteatro, sus primeros alumnos compostelanos seguíamos con tanta atención como aprovechamiento las explicaciones, que nos daba de pie, paseando por el espacio que en un teatro clásico correspondería a la orchestra. Y en un momento determinado, para estimular el diálogo, nos retó con una pregunta: ¿Alguien quiere definirnos la Semiología?. Y yo, que no había mucho leyera aquella obra fundamental y nunca escrita por su autor que es el Cours de Linguistique générale de Ferdinand de Saussure, tuve la cita literal a flor de labios: Es la ciencia que estudia la vida de los signos en la vida social.

Fotografía de María del Carmen Bobes Naves

Aquel fue el cenit de mi carrera académica, que desde entonces, en mi fuero interno, considero que no ha hecho sino mantenerse a trancas y barrancas, o simplemente decaer: no ha habido, ni creo que pueda haberlo ya, un instante tan mágico como aquella epifanía del estudio y el intercambio intelectual entre un filólogo en ciernes y una maestra que traía en su equipaje la buena nueva del paradigma semiológico.

Muy pronto sus estudiantes pudimos comprobar fehacientemente la decisión y energía intelectual con que Carmen Bobes Naves defendía sus convicciones científicas. Aunque por aquel entonces habían pasado más de sesenta años desde las clases ginebrinas de Saussure, y su curso había sido publicado ya en 1916 por algunos de sus discípulos; aunque también póstumamente los Collected Papers de Charles Sanders Peirce circulasen desde el decenio de los treinta, y en 1938 Charles Morris definiera la Semiótica en sus Foundations of the Theory of Signs, el hecho cierto es que introducir en la Universidad española esta nueva disciplina, novedosa e innovadora a la vez, tenía mucho de prédica in partibus infidelium.

A nadie he visto yo encarar con tanta determinación como Carmen Bobes el muro de nuestras atávicas incomprensiones hacia las ideas nuevas, que era en aquel momento nuestro auténtico muro de las lamentaciones. En actos públicos de lectura de tesis o tesinas, en conferencias, en coloquios, la maestra no desaprovechaba ninguna oportunidad de explicar, y luego defender con enérgica suavidad académica, el papel de aquella ya no tan nueva Semiología o Semiótica, que en 1973 Carmen Bobes nos presentaba, en su vertiente de teoría lingüística, en un memorable libro cuya primera versión había sido redactada en 1965 como trabajo de firma para unas oposiciones. Y enfrente, las reticencias, las ironías o, incluso, las impertinencias de sus colegas filólogos anclados en un positivismo y un historicismo decimonónicos. Por cierto, de esos mismos años, concretamente de 1969, data la primera edición parisina de Semeiotiké. Recherches pour une sémanalyse de Julia Kristeva.

Y no sé si lo que voy a decir es plausible, o si se trata de una mera percepción subjetiva de aquel meritorio en filologías que yo era. De lo que se trata, sin más preámbulos, es de que quise percibir entonces, en algunas de las diatribas a las que me estoy refiriendo, un cierto desabrimiento, por parte de sus sesudos colegas. Pareciera que pretendían tratar a la catedrática Bobes Naves como bachillera, con todas las connotaciones que este adjetivo sugiere desde el castellano del Siglo de Oro, trufadas de recelo a la todavía muy reciente incorporación de la mujer a las cátedras universitarias.

Porque otra de las grandes lecciones que hemos aprendido de ella es la de que el estudio del lenguaje y de la literatura no puede ignorar la definición clara y precisa de sus respectivos objetos, así como la justificación de las posibilidades y límites de su conocimiento. Las cuestiones ontológica y epistemológica no son en absoluto ajenas al filólogo. De obviarlas, podría comportarse tan irresponsablemente como un atolondrado maratoniano que se pusiese a correr mucho y bien, pero sin asegurarse de que lo estaba haciendo sobre la ruta o circuito previamente establecidos por los organizadores. Así, Kant, Fichte, Dilthey, Cassirer, Husserl, Popper, Lakatos o Kuhn ocupan un lugar destacado en el repertorio de Carmen Bobes, junto a los padres de la Semiología o de la moderna Semiótica.

Cubierta de «El diálogo: estudio pragmático, lingüístico y literario», Madrid, Gredos, 1992.

En el obradoiro de Carmen Bobes, la Semiótica se nos revelaba como una ciencia integradora, fuertemente imbricada en la sociedad, que a partir del estudio del lenguaje permitía esclarecer los entresijos de una de sus manifestaciones más señeras, la Literatura, aprovechando además los aportes de otras escuelas como el formalismo ruso o el estructuralismo lingüístico. Hay un libro de Carmen Bobes fundamental a este respecto. Se titula El diálogo (1992), y en él, amén de las implicaciones sociales de la conducta dialogante y de sus reglas formales, se analizan las peculiaridades que le son propias en cada uno de los tres grandes géneros literarios, y no solo en aquel en el que el diálogo desempeña un papel esencial, como es el teatro.

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