Salón del palacio de MENDOZA. El fondo va a dar al jardín y está ceñido de una verja con puerta en medio. Las ramas de los álamos y frutales, los pámpanos, flores y frutos del tiempo entran en el salón y lo refrescan. El jardín iluminado. Un desordenado banquete en el salón: manjares, platos, vinos, helados, adornos de lujo, pero en desorden. Dos puertas laterales.
La celda de CLARA; el arca abierta; CLARA de rodillas junto a ella, teniendo una mano del cadáver que besa a veces. Un rayo de luna entra en la estancia.
Escena primera | ||||
CLARA: No, todavía no ha acabado todo para mí en este mundo. (Con la calma de la desesperación.) Todavía me queda un placer que gozar el último y morir después. Sí, me queda todavía mi venganza. ¡Don Pedro! ¡Esposo mío! ¡Muerto por mi culpa! ¡Ah! Maldita debilidad la de una mujer! Mi desmayo te costó a ti la vida. ¿Por qué no pasé de él a la muerte? ¿Para qué volví a ver la luz? Para hallarte ahogado, muerto... ¡Oh! Si supiera dónde están las semillas de la vida, si a costa de sufrir y de todos los martirios imaginables pudiera darte otra vez el espíritu que te animaba...! ¡Oh, no, no hay remedio ya! Pero ya no nos separaremos nunca; yo también estoy resuelta a morir. El cielo ha desatendido mis lágrimas, me ha despeñado en el crimen... Pues bien; él sea el último consuelo de mi corazón; un crimen sea la última acción de mi vida. Sí, mi alma se consagra por toda una eternidad a todos los tormentos del abismo; mi alma renuncia para siempre a ese Dios tan injusto conmigo. Un crimen es ahora mi única esperanza; un crimen que a ti don Pedro, y a mí nos vengará por último de nuestro enemigo, del hombre que ha causado todas nuestras desgracias. Perdóname, esposo mío, si tu Clara respira aún y ama todavía la vida. Un momento nada más; te vengaré y volaré después a juntarme contigo. ¡Oh! Sí, yo me siento en este instante animada de un valor invencible, miro el mundo todo y cuanto dirán, con absoluto e indiferente desprecio: en el mundo no hay nada para mí más que yo y mi venganza. Pero, ¿vendrá él? ¿Seré tan desventurada que, ya resuelta a cometer el crimen, el infierno no favorezca mis planes? ¡Si Mendoza no viniera...! ¡Oh! ¡Entonces sería el colmo de la desesperación! ¡Morir y dejarle a él vivo en el mundo y dichoso! ¡Cuánto tarda esa mujer! ¡Necia! Ella quería saber para qué le llamaba yo... ¡Cuán lejos está de comprender mi alma! ¡Y se asombra de mi empeño en hacerle venir! ¡Ah! ¡Yo la he dado la cruz de brillantes que me dio mi padre al morir! Pero, ¿qué hay ya que sea sagrado para mí? ¿Para mí, que doy mi alma al infierno en cambio de mi venganza? Alguien viene... ¿Será él? ¡Oh! No me faltarán las fuerzas... El volcán que abrasa mi alma dará esfuerzo a mi corazón y a mi brazo. (Toma la daga de DON PEDRO, cierra el arcón y espera, azorada, junto a la puerta.) |
Escena II | ||||
CLARA, TERESA. | ||||
CLARA: ¿Viene? ¿Te ha prometido venir? | ||||
TERESA: Esperad, señorita, dejadme respirar un momento. ¡Vengo tan cansada...! ¡Qué palacio tan magnífico! ¡Y qué cena, qué algazara! ¡Qué lujo! A la verdad que debe ser un señor muy rico. | ||||
CLARA: Pero tú le diste la carta, y él... | ||||
TERESA: Sí, señora, hice lo que me mandasteis: pregunté por la casa del marqués de Palma, y al momento, ya se ve, como que es un gran señor y no hay nadie que no le conozca. Pero, ¡Jesús! Señora, no miro a ese arcón una vez que no me dé miedo; no sé cómo tenéis valor para quedaros aquí sola con el muerto. ¡Desgracia como ella! ¿Quién lo había de haber creído? ¡En un momento! Y luego, cómo la señora abadesa tenía la llave, y tardasteis tantas horas en volver del accidente... | ||||
CLARA: ¡Ah!, es verdad. ¡Ojalá que no hubiera vuelto en mí nunca. Pero, di, Teresa, di, ¿has dicho que vendría? | ||||
TERESA: Sí, señora; la carta se la di a un criado. Pero ante todas cosas, ese cadáver es menester sacarle de aquí; ya os dije que hablaría a mi marido. ¡Pobre caballero! ¡Tantas horas encerrado ahí sin poder respirar! ¡Jesús, cuánto padecería para morirse! | ||||
CLARA: ¿No es verdad...? ¿No es verdad que padecería mucho? Pero él va a venir, sin duda, él va a venir. | ||||
TERESA: Él va a venir. Seguramente que esperáis mucho de su venida, porque tenéis un afán... | ||||
CLARA: ¡Ah! ¡Va a venir! ¡Va a venir! ¡Tú no sabes, Teresa, el favor que me has hecho; no, tú no puedes ni imaginarlo siquiera! Mira, todavía me queda esta sortija; tómala, y sé rica y vive feliz con tu marido. | ||||
TERESA: Pero, señora. ¿Ese cadáver...? Si lo encontrasen aquí... ¿Sabéis que os emparedarían viva? Tened cuidado que no lo vea ese señor, no sea que lo cuente y... | ||||
CLARA: No, ese señor no se lo contará a nadie; yo te lo prometo. | ||||
TERESA: Pero, si por casualidad... ¿No valdría más sacarlo de aquí? Yo se lo diré a mi marido. Y esta noche misma quedará enterrado en la huerta. | ||||
CLARA: No me hables más de eso; ese favor que te he pedido. Mañana, sí, mañana... ¡Oh! Déjame, vete, no sea que se pase la hora. Tú le habrás citado aquí cerca, con los ojos vendados. Cuidado, que no le has de decir quién le llama. | ||||
TERESA: Sí, sí, voy al instante. ¡Miedo que me da dejaros aquí sola con un muerto! Pero, ¡qué he de hacer! ¡Voy a obedeceros! (Vase.) |
Escena III | ||||
CLARA: Por último, va mi venganza a cumplirse. ¡Siento una inquietud!... El corazón quiere saltarse del pecho. ¡Ah! ¡Cuán amargo es el placer de vengarse! ¡Pero es al fin un placer...! Mi sangre hierve. ¿Y yo, yo voy a cometer un crimen? ¿A asesinar a un hombre? ¡Yo, en otro tiempo tan tímida! ¡Qué serena está la noche! No hay una nube, todas están en mi alma., Todo está tranquilo, todos duermen, todos son sueños de felicidad para los que ahora reposan y se entregan tal vez a las ilusiones de la esperanza. Y todos ignoran mi desventura, y nadie piensa en esta triste celda, mansión del llanto y de la muerte. ¡Ah! Yo también en otro tiempo... ¡Mendoza! El vino a turbar mi felicidad. ¡Ah! Yo también he de arrebatarte la tuya... Un gran señor, con tanto lujo, en un palacio magnífico, dichoso, rodeado de amigos, de mujeres tal vez que le aman, embriagado en el placer y el vino. ¡Qué poco piensa, que ahora mismo en medio de su festín, le está acechando la muerte! Sí; su felicidad pasará como la mía ya pasó, ¡como un sueño! Y yo, yo misma seré quien se la arrebatará para siempre. ¡Ah! Tú vienes imaginando deleites, delirando nuevos placeres; tú juzgas tu aventura, tu cita de esta noche, una cita, una aventura de amor. No, don Álvaro; la venganza te ha citado y la muerte es la mujer enamorada que te espera para estrecharte para siempre entre sus brazos. Títulos, grandezas, oro, esperanza, todo esta noche lo vas a perder para siempre. Sí, Clara, aquella pobre mujer, débil, que despreciaste, que sacrificaste a tu ambición, aquella mujer en quien tú ya no piensas, sobre cuyas ruinas has elevado tu fortuna, como sobre un montón de escombros se edifica un suntuoso palacio; aquella mujer que por ti ha perdido su bien, su amor, su existencia y todo, en fin, en el mundo; aquella mujer misma es la que ahora te llama para saciar con tu malvada sangre la sed de venganza que incendia y devora su corazón... Siento ruido. No; todavía no viene... ¡Ah!, esta daga... ¡Bien se clavará en su corazón! ¡Pero es morir de un solo golpe...! ¡y no sufrirá las agonías que tú, esposo mío, has sufrido al morir...¡Y si mi brazo, débil, incierto... ¡Oh!, no; este veneno que esa mujer me trajo sin saber lo que yo le pedía... Sí, el veneno, el veneno devorará sus entrañas y abrasará lentamente su corazón. ¡Esposo mío, esposo mío! ¡Ah! Voy, en fin, a vengarte. ¡Tú, muerto! Arrancado de mí cuando apenas nos alumbraba otra vez la aurora de las ilusiones! ¡Esposo mío! ¡Ah! ¡Mis lágrimas escaldan como plomo derretido! (Llora y se deja caer en un sillón) |
Escena IV | ||||
CLARA, TERESA, MENDOZA. | ||||
(Que entra, vendados los ojos.) | ||||
CLARA: (Abre la puerta.) Ya está aquí... ¡Toda yo tiemblo! | ||||
MENDOZA: ¡Hemos llegado ya, maldita vieja! ¡Voto a Satanás! Hacerle a un hombre como yo jugar a la gallina ciega... por mi vida, que si me llevo chasco, que... | ||||
TERESA: ¡Chist! Silencio, caballero; entrad, permitid que os quite la venda. (Lo hace.) | ||||
MENDOZA: Gracias al diablo, que ya no necesito de lazarillo. Pero ¿qué veo? ¿Estoy en una celda, o estoy soñando? ¡Pardiez, que no tengo yo vocación de fraile! ¡Clara! ¡Mi prima! ¡Voto va!, que es el lance más raro que ha sucedido en mi vida. | ||||
CLARA: (Azorada.) Sí, don Álvaro, yo soy la que os ha llamado. Retírate, Teresa. | ||||
TERESA: Si ocurre algo, ya sabéis cómo me habéis de avisar. Dios nos saque con bien de este laberinto. |
Escena V | ||||
CLARA, MENDOZA. | ||||
MENDOZA: ¡Por vida del papa mismo! ¡Que me alegro que te haya dado la ocurrencia de llamarme...! Ya se ve. ¡Qué demonio! Al cabo de año y medio de encerrona, natural es que quieras saber algo del mundo, pero es preciso confesar, Clara mía, que sois las mujeres el animal más caprichoso que cubre el cielo. ¡Ve usted y cuando se ha ido a acordar esta muchacha de mí! | ||||
CLARA: No creo que tenga tanto de extraño que yo me acuerde de vos. (Con amargura.) | ||||
MENDOZA: Cierto, hija, a mí no me extraña nada en el mundo. ¡Pardiez! Lo pasado, pasado, y tan amigos como antes. ¡Vive Dios! Que está aquí rodeada de santos que no han de dejar que la lleve el diablo. (Cambiando de tono.) No hagas caso de lo que diga, porque hemos tenido una merendona varios amigos y te confieso que el Jerez me ha puesto de buen humor. Cuando venía con los ojos tapados veía yo más hombres que estrellas hay en el cielo. Pero es preciso confesar que es un lance... ¡Ja, ja, ja! (Se ríe.) Vamos, de lo más raro que puede suceder en este mundo. | ||||
CLARA: ¿Te has divertido mucho? ¿Estás contento? ¿Eres feliz? ¿No es verdad? (Horror me causa su vista..., corazón mío, valor.) | ||||
MENDOZA: Y aquí tú, ¿en qué diablos pasas el tiempo? Rezar y más rezar, esa será vuestra ocupación continua, y como lo diario cansa, como dice no sé qué poeta pagano, tú has colgado el rosario y acordándote de lo mucho y bien que siempre te ha querido tu buen primo, me has hecho llamar para variar un poco la escena. ¡Bravo! Lo apruebo, bueno es rezar; pero no es para todas horas. La cosa, bien mirado, es lo más natural. | ||||
CLARA: Don Álvaro, qué buen humor tenéis. (¿Me acercaré a él? ¿Qué dije?) ¿No os remuerde, al verme, de nada vuestra conciencia? | ||||
MENDOZA: Vamos, bien dicen: escrúpulos de monja. Prima mía. ¿A mí de qué me ha de remorder la conciencia? ¿De haber entrado aquí? En primer lugar que yo no he visto en dónde entraba, y en segundo que es una obra de misericordia consolar a las monjas tristes. | ||||
CLARA: (¡Blasfemo!) | ||||
MENDOZA: ¡Pero qué tímida estás! Vamos, ya que he venido no me parece justo salir de aquí sin merecer antes algo mi buena dicha. ¿A qué me has llamado si no? Vamos, anímate, y pasaremos charlando alegremente la noche. (Tomándola una mano.) | ||||
CLARA: Sí, tienes razón: pasaremos alegremente la noche. (CLARA le da la mano izquierda quedándose un poco a la espalda, y saca el puñal con la derecha.) (Esposo mío, perdonadme.) ¡Oh! Sí, Mendoza, sí, te he llamado porque quiero salir de aquí y que hagamos juntos un viaje largo, muy largo. | ||||
MENDOZA: Mira hija, deja ese tono de misionera y corre al mundo y divirtámonos. | ||||
CLARA: (¡Oh! Si yo errara el golpe.) (Amagándole el golpe a la espalda.) | ||||
MENDOZA: (Hace un movimiento y CLARA esconde la daga.) ¡Qué calor hace! ¡Esa ventanilla es tan chica! ¡Y luego ese maldito de Robleda que se ha empeñado en que aquí se puede beber tanto como en Flandes sin acordarse de lo diverso que es allí el clima! Apostó conmigo a quién bebía más pajarete, y fue necesario empinar el codo por no dejarse vencer. Tengo la garganta como un esparto. | ||||
CLARA: Acercaos a la ventana, don Álvaro. (¡Oh! ¿Cómo haré?) ¿Queréis un vaso de agua? Quizá os refrescara un poco... ¿No sentís sed? | ||||
MENDOZA: ¿Sed? No, no quiero agua. ¡Si hubiera sido otro vino! Pero el pajarete es capaz de abrasar las entrañas de un santo de piedra. Vaya, ya que te has acordado, dame esa agua a ver si me calma un poco. | ||||
CLARA: (Con demostraciones de júbilo desesperado.) ¡Oh...! ¡Sí, agua! Voy a dártela al punto. Sí, te calmará, te aliviará sin duda la sed. (Y la mía al mismo tiempo.) | ||||
MENDOZA: (Es buena esta pobre muchacha; se desvive por mí.) Bien dicen, Clara mía, que más vale caer en gracia que ser gracioso; dígolo, porque antes que te quería yo agradar no pude conseguirlo por más que hice, y ahora, cuando apenas pensaba en ti, he aquí que me buscas tú misma. | ||||
CLARA: (Toda trémula echa los polvos en el agua y se la presenta.) Aquí tenéis el agua, bebed, que os hará mucho bien. | ||||
MENDOZA: (Tomándola la mano.) Clara mía, ¿no es verdad que vives aquí aburrida y fastidiada sobremanera? Estás desmejorada un poco, pero no menos hermosa; al contrario, esa misma palidez hace realzar tu belleza. Deja aquí el agua sobre la mesa. | ||||
CLARA: (¡Qué turbación!) | ||||
MENDOZA: ¡Parece que estás sobresaltada...! Tienes las manos echas un hielo. ¿Qué tienes, Clara? Huyes de mí los ojos... pero... ya caigo. Es natural, te asusta el peligro que corres si me encontraran aquí contigo en la celda... el pudor... | ||||
CLARA: ¿No bebéis, Mendoza? | ||||
MENDOZA: Sí, pero antes quisiera estampar mis labios en tu hermosa mano. | ||||
CLARA: (¡Oh, tormento inaguantable!) (Retirando la mano y volviéndosela a dejar al momento.) | ||||
MENDOZA: ¡Retrechera!. Vaya, bebamos agua, y castiguemos con ella al vino. (Mirando el agua.) Está un poco turbia. | ||||
CLARA: (¡Cielos!) | ||||
MENDOZA: A tu salud. (Bebe medio vaso.) | ||||
CLARA: ¡Oh...! ¿No bebéis más? | ||||
MENDOZA: No, he bebido bastante. | ||||
CLARA: Sí, bastante, yo también voy a beber, también yo estoy ardiendo... (Bebe el resto del vaso.) ¿No es verdad que sabe muy bien esta agua? (Con risa sardónica.) | ||||
MENDOZA: Como cualquiera otra, si no es que el traerla tú la ha dado mejor sabor. | ||||
CLARA: (Con tono imponente.) ¿Creéis, don Álvaro, que es esta la hora de galanterías y chistes? ¿Creéis que no sea ya hora de que nos encomendemos a Dios y roguemos por nuestra alma? | ||||
MENDOZA: Clara, ¿deliras? Este momento es uno de los pocos que el cielo concede al hombre para que se entregue al deleite y a las caricias del amor. Deja, repito, ese tono de misionera, y no pensemos sino en complacernos mutuamente y gozar de este instante que la fortuna nos ha concedido. | ||||
CLARA: ¿No sentís alteración ninguna dentro de vos? ¡No sentís arder vuestras entrañas? Don Álvaro, ha llegado el momento terrible de que mi venganza se cumpla; vuestra última hora ha sonado. La maldición que hicisteis caer sobre mí, ha herido ahora nuestras frentes a un mismo tiempo. Tú, monstruo, viniste a turbar mi dicha..., me has arrebatado mi inocencia..., me sepultaste en un claustro donde se ha abierto para mí el camino del infierno en vez de abrirse el del cielo. Y mientras tú reías entre el oro y los placeres, yo callaba y sufría y recordaba en mi soledad el amante que tú me hiciste perder: ¡Ah! Yo he perdido todo por ti, y justo, muy justo, era que algún día te pagara yo tantos males. Nada nos debemos ya: tú me has perdido y yo te he envenenado. | ||||
MENDOZA: ¡Mujer o demonio! ¿Dices verdad...? Siento un ardor... ¿Qué me has dado, mujer, que sufro todos los tormentos del infierno? | ||||
CLARA: No os alteréis, don Álvaro; acordaos, de aquella calma... ¿No os acordáis? ¡Mirad, ved a don Pedro de Figueroa, vedlo muerto! ¡Muerto por vos! ¡Ved aquí vuestra obra! | ||||
MENDOZA: ¡Maldición! ¡Clara! ¡Ah! ¡No hay duda, sí! ¡Yo estoy envenenado! ¡Pero no he de ir yo solo, esta daga...! (Tirando de su puñal.) | ||||
CLARA: Sí, ven, hiere, ¡acero! ¿No has visto que yo he bebido también? No, no irás solo, todos iremos juntos al infierno, todos llevaremos el mismo camino. Todos mano a mano entraremos en él, y los demonios festejarán nuestra llegada. ¡Ah! (Se deja caer en la silla.) | ||||
MENDOZA: ¡Favor! ¡Mujer infame ¡Ah! No importa: ¡Yo necesito desahogarme dándote de puñaladas! ¡Maldición! (Quiere ir hacia CLARA pero le faltan las fuerzas y cae.) | ||||
CLARA: (Desfallecida y delirante.) ¿Y tú ambición...? Ahora... (Llaman con estrépito.) ¡Sí, ya están, ya están ahí...! Los infernales espíritus...! ¡Don Pedro! ¡Esposo mío...! (Se oye la campana del alba. Los golpes se redoblan, la puerta salta.) | ||||
ABADESA: (Llamando.) ¡Sor Clara, sor Clara! ¡Abrid! | ||||
MENDOZA: (Desesperado.) ¡Morir así...! | ||||
CLARA: (Moribunda.) ¿Quién me llama? Así... ¡Mi venganza! | ||||
MONJAS: (Entrando.) ¡Qué horror...! | ||||
MENDOZA: ¡Ira de Dios! ¡Condenación eterna! (Muere.) | ||||
ABADESA: ¡Misericordia, misericordia, Dios mío! | ||||
CLARA: ¡Sí, Dios mío...! ¡Misericordia de mí! (Expira.) |
FIN