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Régimen higiénico y organización material de las escuelas


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Capítulo I

Aplicaciones de la higiene en las escuelas


Idea de lo que es y comprende el régimen higiénico de las escuelas. La Higiene escolar. -Requisitos que deben exigirse a los niños para su ingreso en las escuelas. -Vacunación y revacunación. -Precauciones que precisa tomar respecto del reingreso de los alumnos en las escuelas. -Cuidados especiales en épocas de epidemias. -El aseo y la limpieza de los alumnos. -Inconvenientes del besuqueo en los niños y necesidad de evitarlo. -Los baños en las escuelas. Medio de atender en ellas a los de mar. -Cuidados que precisa tener respecto de las comidas y las siestas que se efectúan en algunas escuelas. -Las Cantinas escolares. -Cuidados higiénicos que requieren los ejercicios corporales y manuales. -Higiene de los ejercicios intelectuales. -Los castigos y la Higiene. -La Medicina en las escuelas. -Accidentes a que están más expuestos los niños y primeros auxilios que reclaman. -El botiquín escolar. -Las Colonias escolares de vacaciones. Indicaciones para realizarlas. -La tuberculosis o tisis y su profilaxia en las escuelas. -Inspección médico-higiénica de las escuelas. Nuestra legislación escolar y sanitaria respecto de ella.


607. Idea de lo que es y comprende el régimen higiénico de las escuelas. La Higiene escolar. -Comprende este régimen mucho más de lo que a primera vista pudiera creerse, pues, como con gran razón se ha dicho y repite, en la escuela todo es cuestión de higiene. En todo problema escolar se halla siempre, al menos latente, un problema higiénico, y puede asegurarse, además, que cuando éste no se resuelve bien, resulta defectuosa la organización pedagógica de las escuelas.

Se enlaza, en efecto, la Higiene con todos los problemas escolares, desde el ingreso y clasificación de los alumnos, la distribución del tiempo y el trabajo y las maneras de dar la enseñanza, hasta las condiciones de los locales, el mobiliario y el material científico. A todo esto precisa atender en las escuelas, y el conjunto de los problemas que abraza constituye el «régimen higiénico» de ellas, cuyo estudio es objeto de una rama especial de la Pedagogía, modernamente constituida con la denominación de Higiene escolar.

Consiste ésta en la aplicación de los principios y las reglas de la Higiene a las escuelas y sus alumnos, en vista del objeto y las condiciones de las primeras y del género de vida que en ellas deben hacer los segundos, al intento de proteger a éstos contra toda acción que pueda ser nociva a su salud. En tal concepto, la Higiene escolar constituye, no sólo parte de la Pedagogía, sino a la vez de la Higiene pública o social (84).

Conforme a los medios de que se vale con este fin o del objeto, que directa e inmediatamente se aplican sus reglas, se divide la Higiene escolar en dos partes: una que se refiere a los cuidados personales que requieren los alumnos, y otra, a las condiciones de la escuela considerada como medio circundante. La primera estudia cuanto concierne al estado físico de los niños a su ingreso y reingreso en las escuelas, las precauciones que con ellos de en tomarse para evitar el contagio de ciertas enfermedades, el aseo de todos, los cuidados que ha de tenerse con ellos cuando comen y duermen en las escuelas y con ocasión de los ejercicios de todas clases a que se les somete en ellas, la índole de los castigos que se les apliquen, y, en fin, los auxilios que deben prestárseles, ora para mejorar su salud, bien en los casos de accidentes. La segunda parte estudia las condiciones materiales de los locales destinados a escuelas (emplazamiento, orientación y área de ellos, número, situación respectiva y condiciones materiales de sus dependencias, capacidad, ventilación, iluminación y calefacción de las clases, limpieza etc.), y las del mobiliario y material de enseñanza, a fin de evitar la miopía, las desviaciones de la columna vertebral y otras afecciones por el estilo.

Todas estas cuestiones se ligan estrechamente con los diversos problemas pedagógicos, y las de la segunda parte, además, con las de la organización material (que también es pedagógica) de las escuelas, a propósito de las cuales las estudiaremos.

608. Requisitos que deben exigirse a los niños para su ingreso en las escuelas. -Por lo que atañe al primer punto, se reducen estos requisitos, salvo el concerniente a la edad, a justificar que el niño de cuyo ingreso se trate no padece de enfermedad contagiosa y está vacunado o revacunado, para lo cual debe exigirse el correspondiente certificado facultativo o, lo que es más seguro, hacer que reconozca al niño el médico de la escuela, si lo hubiere, el titular del pueblo o uno de confianza. Nuestra legislación escolar es muy deficiente a este propósito, pues no contiene más disposición de carácter general que el artículo 22 del reglamento de 26 de Noviembre de 1838, que después de tratar de la revista diaria que debe pasarse a los alumnos antes de comenzar los ejercicios, dice lo que a continuación copiamos:

«No se admitirá en la escuela ningún niño que se presente con erupciones, sin que preceda certificación de facultativo que acredite no ser contagiosas.»

Pero la práctica y disposiciones especiales (por ejemplo, los reglamentos de los jardines de la Infancia, de la Escuela Normal Central de Maestras y de las escuelas municipales de Madrid) han venido autorizando de consumo lo que hemos aconsejado, que recientemente ha adquirido carácter legal, como a continuación se verá.

609. Vacunación y revacunación. -El vacío que respecto a este extremo tan interesante para la salud de la población escolar y, por ende, para la de la pública, se observa en nuestra legislación escolar, lo ha hecho desaparecer la legislación sanitaria, en la que hasta hace poco se observaba igual deficiencia. Con fecha 15 de Enero de 1905 se dictó un decreto sobre vacunación y revacunación obligatorias, de cuyos artículos interesa a los maestros conocer los dos siguientes:

«Art. 12. Los Gobernadores civiles dispondrán, siempre que lo juzguen oportuno, que los Subdelegados de Medicina de cada partido giren visitas de inspección d los establecimientos públicos o privados de enseñanza, con objeto de comprobar si sus Directores o Jefes cumplen con el deber de exigir la vacunación y revacunación de los alumnos, dando cuenta del resultado de la inspección a la autoridad correspondiente, para los correctivos y las demás providencias que fueren procedentes.

»Art. 13. No se concederá ingreso en escuela pública, colegio o liceo particular, asilo de beneficencia, ni establecimiento alguno dependiente del Estado, la Provincia o el Municipio, exceptuando los hospitales, a menores de diez hijos que no exhiban la certificación de hallarse vacunados, ni a menores de veinte años que no presenten la de revacunación.

»Los Directores de establecimientos oficiales o particulares a que se refiere este artículo incurrirán por su inobservancia en la multa de 50 a 500 pesetas, que les será impuesta por el Gobernador de la provincia respectiva con arreglo al art. 22 de la ley Provincial.»

-En 13 de Julio del mismo año de 1903, la Dirección general de Sanidad ordenó a los Gobernadores de provincia que exijan el cumplimiento del Real decreto mencionado, y anunciando que liará responsables de las faltas que lo que los Delegados observen en su próxima visita a los pueblos, a los Inspectores de primera enseñanza, quienes están obligados a exigirla a los maestros que admitan en las escuelas niños sin vacunar o revacunar.

En lo de la revacunación han de poner especial cuidado los maestros, pites está demostrado que pasado cierto tiempo (de siete a diez años) pierde la vacuna su eficacia preservativa; de aquí la práctica previsora de la revacunación, que cada día se generaliza más, tratándose de los adultos.

610. Precauciones que precisa tomar respecto del reingreso de los alumnos en la escuela. -Muchas veces dejan los niños de asistir a la escuela por una temporada más o menos larga. Puede ser debida la falta a enfermedad, y si el maestro no lo sabe (lo general es que lo sepa) está obligado a averiguarlo, así como si la enfermedad es de las que revisten carácter contagioso, como acontece con la escarlata, sarampión, viruela, erisipela, sarna, tiña y otras erupciones cutáneas, anginas, difteria, garrotillo o crup, tos ferina, tisis y otras afecciones del aparato respiratorio, escorbuto, disentería y otras del aparato digestivo.

Los alumnos que hayan padecido alguna de esas dolencias, no debieran reingresar en la escuela hasta pasado el peligro del contagio, a cuyo efecto convendría exigir también el correspondiente certificado facultativo, teniendo en cuenta que el reingreso no debe efectuarse antes de los cuarenta días para los atacados de viruela, sarampión, escarlatina y difteria, y de los veinticinco para los de varicocele y parótidas. Esto aparte de que, conforme al artículo copiado, el maestro mande a su casa a los niños en que observe erupciones o algún otro síntoma de enfermedad contagiosa, y no los vuelva a recibir mientras no se justifique que han sanado.

Los maestros pueden, mediante sus consejos a las familias de los escolares enfermos, evitar que éstos reingresen en la escuela antes de tiempo y que en sus casas se adopten las precauciones convenientes para evitar el contagio entre la población escolar, v. gr.: que el aislamiento del paciente no cese hasta que éste se haya bañado, que se fumiguen y limpien bien las ropas que tenía puestas al caer enfermo, y otras por el estilo. Pero para prevenir responsabilidades, lo mejor es que no consienta el reingreso de ningún alumno en la escuela, sin el dictamen facultativo que antes hemos dicho.

611. Cuidados especiales en épocas de epidemias. -Si en todo tiempo son exigidos los requisitos que acabamos de indicar, lo son con mucho más motivo cuando reine o se tema alguna epidemia. En tales casos, precisa redoblar la limpieza y la vigilancia respecto del estado físico de los alumnos. Si alguno fuese atacado de la enfermedad o presentase síntomas de ella, no bastará con mandarlo a su casa, sino que desde el primer momento se evitará todo contacto con él, con sus ropas y objetos de su uso, que se desinfectarán, así como el lugar en que el paciente hubiere estado. Si los casos de enfermedad contagiosa se repiten en la escuela, debe participarlo el maestro a las autoridades correspondientes y pedir la clausura de ella, que es obligada cuando la epidemia revista carácter general y grave en una población.

612. El aseo y la limpieza de los alumnos. -Después de lo dicho al tratar de la educación física, acerca de los efectos fisiológicos y morales del aseo (131 y 132), no hay para qué ponderar la necesidad de atender esmeradamente a él en las escuelas, máxime si se tiene en cuenta que la misión principal de éstas es la de dar a los alumnos buenos hábitos nos concretaremos aquí a lo que debe hacerse en la escuela. Dice el artículo 21 del reglamento antes citado:

«Examinará también el maestro si los niños se presentan en la escuela con el debido aseo, procurando que se conserven limpios, y anotando los que parezcan descuidados en esta parte para corregirlos, si es defecto personal, o excitar con prudencia el esmero de sus padres.»

Tratando de esta revista de aseo, que debe referirse no sólo a la cara y las manos (sin olvidar las uñas), sino a los ojos, la nariz, la boca, las orejas, la cabeza y el estado del cabello principalmente, así como a los vestidos, hemos dicho en el Tratado de Higiene escolar:

«Al hablar aquí de «revista de aseo», no nos referimos ciertamente al formalismo puesto en práctica en muchas escuelas de ir pasando los alumnos por delante del maestro medio a la carrera y mostrándole las manos, con las que ejecutan ciertos movimientos, ni menos nos referimos a la revista que pasa un alumno a sus compañeros. Todo lo que sea mero formalismo es rutinario y debe desterrarse de la escuela, porque al cabo resulta ineficaz. El maestro debe inspeccionar por sí el estado de sus discípulos, examinándolos minuciosamente y haciéndoles las observaciones pertinentes al caso (que aunque se dirijan a tino o dos, a todos aprovecharán); y cuando por el número de aquéllos crea que le ha de faltar tiempo, examinará a unos cuantos (unas veces a unos y otras a otros, y siempre a aquellos que comprenda que lo necesitan), sin perjuicio de proseguir el examen, como quien no se propone tal cosa, durante los ejercicios de clase: ya cuando los niños escriben, ya cuando leen, ya cuando se presentan a él para pedirle algo, echará sobre ellos una mirada escrutadora, y si los encuentra sucios, extrañarse de que lo estén, y decirle lo que estime prudente, pero de modo que el niño se sienta avergonzado de su falta, para lo cual no es menester emplear palabras duras, sino reflexiones que le produzcan verdadera impresión.»

Completaremos estas indicaciones añadiendo que cuando un niño no lo esté completamente, hará el maestro que se asee en el lugar que al efecto debe haber en la escuela (en ninguna debiera faltar nunca lavabos con agua y jabón abundantes y cepillos para la ropa, la cabeza y las uñas), y en ocasiones (y desde luego si la escuela no cuenta con ese servicio y cuando sea en ella donde se haya ensuciado), sobre todo cuando se trate del mal estado de la cabeza, lo enviará a su casa, para que lo aseen, a fin de hacerle comprender, así como a su familia, el respeto que deben a la escuela. Un maestro celoso ha de preocuparse de todo lo dicho y hasta de la manera como llevan los niños puestos los vestidos, y de las faltas que, note debe dar conocimiento a los padres por los medios que hemos indicado en diferentes ocasiones al tratar de las relaciones entre las familias y las escuelas.

613. Inconvenientes del besuqueo en los niños y necesidad de evitarlo. -A la vez que del aseo, hay que preocuparse de la costumbre, tan generalizada como nociva, de besar a los niños con frecuencia y hasta con ensañamiento, como hacen muchas personas, para mostrarles su cariño o deferencia, que no titubean en martirizar a las pobres criaturas, sin pensar que, además de atormentarlas, como sucede a veces, las pueden ocasionar graves daños.

Porque es el caso que no pocas de las enfermedades contagiosas, la difteria y la tisis entre ellas, tienen en los besos un eficaz agente propagandista. Por esto que en los países cultos se aleccione a los niños para que no se dejen besar. En el «Cuadro contra la tuberculosis», dispuesto por el Dr. Verdes Montenegro (que tanta aceptación ha tenido y que tanto se extiende por nuestras escuelas, en todas las cuales debiera haberlo, así como en otros parajes públicos), se da este consejo: No dejéis que besen a los niños personas extrañas.

Los maestros deben, pues, vigilar la costumbre del besuqueo, no permitiendo que besen a sus discípulos las personas que visiten la escuela, ni que se besen entre sí los escolares. Además, debe dar a las familias y a los mismos niños consejos acerca de este punto, diciéndoles las fatales consecuencias del besuqueo, que conviene desterrar, sobre todo tratándose de niños y familias extrañas.

614. Los baños en las escuelas. Medios de atender en ellas a los de mar. -No sólo porque son para el cuerpo un medio general de aseo, según ya hemos indicado (131), sino, además, por el influjo que ejercen sobre la salud, tonificando el organismo, están los baños muy recomendados por médicos e higienistas, y cada día entran más en las prácticas ordinarias de la familia. No tiene nada de extraño, por lo tanto, que se hayan introducido en algunas escuelas, en particular en aquellas en que los niños pasan todo el día. En donde se hallen establecidos deberá el maestro atenerse a las siguientes reglas:

Ante todo, no han de aplicarse los baños sino a los niños cuyas familias convengan en ello, y siempre asesorándose de un médico. Tratándose del baño llamado de placer, que es el que cabe aplicar en las escuelas, se procurará que el niño sumerja todo el cuerpo hasta él cuello y se moje bien la cabeza, cuando se trate de duchas, que tan buenos resultados dan. Para que sobrevenga la reacción y ésta sea enérgica, debe ser breve el baño, y si por no serlo o por otra causa se retrasase aquélla, se provocará frotando con la toalla al niño y vistiéndolo en seguida, evitando todo enfriamiento y, en caso necesario, obligándole a hacer algún ejercicio. Sabido es que el baño ha de tomarse antes de la comida y, en todo caso, después de bien terminada la digestión.

Sobre la manera de instalar y darse los baños en las escuelas, he aquí lo que dice M. Clercq, teniendo en cuenta lo que ha visto en varias partes:

«La instalación del baño en la escuela puede ser muy sencilla. La estufa calienta el depósito por medio de tubos; de cuatro a seis duchas, colocadas encima de un receptáculo de cine poco elevado, forman el baño. Los gastos no son considerables. La instalación en Gotinga, para 600 niños, ha costado 982 pesetas. La de Weimar, para 1700 niños, costó 1970, y supone anualmente, 159 pesetas de gasto. En Salzungen, la calefacción del agua para 200 alumnos cuesta 1 peseta.

»En cada baño de cine se colocan de pie tres niños de los mayores, o cuatro de los pequeños; de esta manera, doce de los mayores o diez y seis de los pequeños toman él baño a la vez. Como los niños se visten y se desnudan en poco tiempo, basta una hora para que tomen su baño sesenta alumnos; es preciso, para esto, que una sección se desnude mientras la otra sale del baño.

»Éste se toma de la manera siguiente: tres o cuatro niños se colocan a la vez, del pie, en el baño de cine; el vigilante abre la llave de la ducha después de haber gritado '¡atención!', para que los niños no se asusten; durante un minuto deja caer el agria (a 26º R.); después cierra la llave y da la orden de 'sentarse'. Todos se lavan con jabón y una toalla: en seguida, el vigilante abre de nuevo, durante un minuto, la llave que da el agita a 20º R., a fin de quitar el jabón. Después se da la voz de 'concluido', y los niños salen del baño, se secan, se visten y vuelven a su clase.»

M. Clereq cita varias personas que han emitido su opinión favorable a los resultados que producen estos baños, que en algunas escuelas los toman todos los alumnos sin ser obligados a ello, llevando su toalla, siendo los que aprenden con más gusto, y concluye asintiendo a la opinión de que los baños tibios desarrollan tanto las fuerzas morales como las corporales, y han producido amor a la limpieza.

En cuanto a los baños de mar, que son tan importantes para los niños, según hemos visto (134), puede atenderse también a ellos en las escuelas mediante las Colonias de vacaciones, de que más adelante tratamos.

615. Cuidados que precisa tener respecto de las comidas y las siestas que se efectúan en algunas escuelas. -En cuanto a las comidas, lo primero que se impone al maestro es la observancia de las reglas que expusimos al tratar de la higiene de la digestión (122). A ellas debe añadirse la conveniencia de calentar los alimentos que lo permitan, sobre todo en invierno y cuando la comida sea algo formal o no consista en mera merienda; fríos, son con frecuencia causa de indigestiones y desarreglos del estómago; por análogo motivo, cuidará de que no beban los alumnos mucha agua mientras comen. Conviene también que el maestro vigile respecto de la calidad de los alimentos, pudiendo hasta impedir que los coman citando tenga la evidencia de que han de perjudicarles y aconsejando sobre el particular a las familias en términos tan discretos como persuasivos.

Citando los niños comen en la escuela (lo que es frecuente en las de párvulos), suelen dormirse, sobre todo en primavera y en verano, máxime cuando a ello convida la quietud aconsejada para después de la comida. Tratándose de niños pequeños, será difícil en muchas ocasiones impedirles el sueño, que fuera lo mejor; lo que ha de, procurarse siempre, a todo trance, es que no lo cojan inmediatamente después de comer, por lo que deberá entretenérseles, de quince a veinte minutos siquiera, con algún juego sedentario, cuentos, etc. Harán bien los maestros que restrinjan y hasta eviten semejantes siestas.

616. Las Cantinas escolares. -Lo que acabamos de decir respecto de las comidas en la escuela lleva a tratar de estas Cantinas, cuya utilidad es a todas luces evidente; y por el fin que mediante ella se persigue, cabe afirmar desde luego que contribuyen a hacer popular y educativa la escuela primaria.

Unas veces porque los niños viven lejos de la escuela y otras por los peligros que ofrece en los grandes centros de población la travesía de la casa a ella, se impone con frecuencia la necesidad de que los alumnos hagan una comida en la escuela. Pero sucede que unos niños pueden llevar mejor comida que otros, o que las madres de los pobres hagan lo que no pueden para que sus hijos no sean menos que los demás niños; la falta de recursos es a menudo causa de la falta de asistencia a clase. De todas suertes, resulta algo qué, moral y pedagógicamente considerado, no es conveniente.

A evitarlo responde la institución de las Cantinas escolares, por las que se suministra a los niños esa comida (carne, cuando se puede, una sopa y legumbres, por lo general) por 10 céntimos, poco más o menos, a los que puedan pagarla y gratuitamente a los pobres. Para que no haya diferencias entre los que pagan y no, el maestro dará con anticipación a cada niño de los que han de utilizar la Cantina un vale, que éstos entregan a la cocinera, la cual les entrega la ración correspondiente. La Cantina puede establecerse en cualquiera dependencia adecuada de la escuela, a cargo de la conserje o de otra mujer destinada a prestar este servicio, muy generalizado en el extranjero y de efectos morales e higiénicos dignos de tenerse en cuenta, por la vigilancia y acción que sobre él ha de ejercer el maestro.

La Asociación de Caridad escolar, establecida en Madrid por iniciativa de distinguidas maestras, a cuyo frente figura la directora de la Escuela Normal Central, Srta. Rojo, y la inspectora de las escuelas municipales de la corte, señorita García del Real, ha establecido dos Cantinas, en cada tina de las cuales se da de comer a más de cien niños, habiéndose repartido en ellas 19.552 raciones desde 1º. de Octubre de 1902 a 31 de Marzo de 1905.

617. Cuidados higiénicos que requieren los ejercicios corporales y manuales. -Cualquiera que sea la índole de ellos, que ya en sí responden a una necesidad higiénica, son en realidad higiénicos, y en tal concepto se recomiendan comúnmente; debe procurarse que no sean muy continuados, sino que alternen con el reposo; que estén en relación con las fuerzas del niño, al que nunca debe fatigarse mucho; que si se provoca la transpiración, no se expongan los niños a corrientes de aires ni beban agua iría (dársela con unas gotas de algún líquido alcohólico es una buena precaución); que no queden quietos los escolares en parajes húmedos y frescos, ni expuestos mucho tiempo, sobre todo en primavera y verano, a los rayos del Sol, y que no se mojen ni humedezcan los pies. En general, se refieren estos preceptos al ejercicio físico que se realiza en los patios y jardines, y, sobre todo, en las excursiones al campo; es decir, al ejercicio que se realiza al aire libre, que es el mejor; tratándose de los de carácter gimnástico, convendrá, además, máxime si son violentos, abrigar un poco a los niños; después de terminarlos, con tanta más razón, cuanto que para ejecutarlos debe aligerárseles de ropa: en los gimnasios es donde más precisa evitar las corrientes de aires.

En todos los ejercicios aludidos, así como en los de trabajo manual (en los que ha de procurarse la observancia de los interiores preceptos en lo que tengan de aplicables a ellos), se cuidará de las actitudes, a tenor de lo que a su tiempo dijimos (117). En las niñas, de suyo inclinadas a la vida sedentaria, debe tenerse en cuenta, a propósito de las labores propias del sexo, que tanto favorecen esa inclinación, lo dicho respecto de que el ejercicio no sea muy continuo; precisa, por lo tanto, limitar el tiempo exagerado que en muchas escuelas se consagra a dichas labores, y en particular cuando consistan en coser a máquina.

618. Higiene de los ejercicios intelectuales. -Atenderán a ella primeramente los maestros, ateniéndose a lo que, respecto de la duración de estos ejercicios y su alternativa con los corporales, hemos dicho al tratar del empleo del tiempo (397), que con lo expuesto acerca del desenvolvimiento de la inteligencia (270) y del ejercicio de esta facultad (271 a 275), constituye la base de esa higiene, de la que forma parte integrante la de los sentidos (174 al 179); a propósito de éstos deben tener presentes las observaciones que hicimos respecto del oído (178). Por último, en lo recordado en el número precedente acerca de las actitudes y en lo que más adelante decimos con ocasión de las condiciones de los locales de las escuelas, el mobiliario de la clase y el material de enseñanza, hallarán los maestros cuanto necesiten para atender a la higiene de los ejercicios intelectuales, considerados en general.

619. Los castigos y la Higiene. -Si la Pedagogía proscribe en absoluto los castigos corporales por las razones ya dichas (429), la Higiene no puede menos de mirarlos con prevención, por estimarlos contrarios a la salud, sin contar los accidentes que pueden originar. Pegar a los niños, tenerlos durante cierto tiempo en posiciones difíciles (en un pie, de rodillas, etc.) o encerrados en lugares obscuros, húmedos y lóbregos, y privarles a sus horas de los alimentos necesarios, son castigos perjudiciales a la salud del cuerpo, para la que constituyen un peligro mayor de lo que se imaginan muchos educadores, por las consecuencias que pueden acarrear: deformaciones orgánicas, actitudes viciosas, empobrecimiento físico y malas digestiones, por ejemplo. En nombre, pues, de la Higiene, ya que no de intereses relativos a otras esferas de la educación, hay que prescindir por completo de semejantes castigos.

620. La Medicina en las escuelas. -Como ya se ha indicado, la Medicina no puede tener otro carácter, tratándose de la educación, que el de preventiva o higiénica: tal debe ser en las escuelas, salvo en las que haya internos. En tal sentido, se limita -y a ello se reduce, en lo general, su esfera de acción- a prestar los primeros o necesarios auxilios que reclamen los accidentes que ocurran a los escolares. En algunas escuelas se suministran a los niños de constitución pobre y enfermiza ciertos medicamentos reconstituyentes (como el hierro y el aceite de hígado de bacalao, por ejemplo) y aun se les lleva a tomar baños y a respirar los aires del mar y de la montaña por unos días durante el verano, de donde ha nacido la bienhechora institución de las llamadas Colonias escolares de vacaciones, a que en varios pasajes hemos aludido, y de que más adelante tratamos en particular.

621. Accidentes a que están más expuestos los niños y primeros auxilios que reclaman. -Como reconociendo por cansa un hecho externo al organismo, generalmente debido al atolondramiento, irreflexión o inquietud de los niños, tenemos en primer lugar las luxaciones (salida de un hueso movible fuera de la cavidad articular), las fracturas (rotura de uno o varios huesos, por una o varias partes) y las contusiones (golpes más o menos fuertes en que se producen equimosis, vulgo cardenales, tumores e inflamaciones). En cuanto a las laxaciones, lo primero es reducir el hueso a su cavidad, mediante la extensión, contraextensión y la presión ejercida contra la cabeza luxada, colocando al paciente en la posición más cómoda, y dándole alguna infusión aromática caliente (tila, manzanilla o té, por ejemplo), si se halla abatido, y agua acidulada con limón o vinagre, si se le presenta alguna fiebre; si la luxación es grave, no debe intentar la reducción quien no sepa hacerla, y mientras llega el médico, se aplicarán a la parte lastimada fomentos fríos de agua pura o con árnica o alcohol alcanforado. Las fracturas requieren con más razón el concurso del médico, y mientras se obtiene, se procurará mantener los huesos fracturados en su posición normal, mediante compresas, almohadillas, algodón en rama y vendas colocadas alrededor del miembro fracturado que debe quedar en la inmovilidad más completa; en caso de abatimiento y fiebre, se procederá como en las luxaciones. Para las contusiones y magullamientos, se recomienda el agua avinagrada, árnica o abluciones frías, compresas empapadas en aguardiente alcanforado, compresión moderada y quietud absoluta; en las más graves están indicadas las cataplasmas de linaza o de malvavisco; en el caso de abatimiento, manzanilla, tila, té, salvia, etc.

Las heridas son también frecuentes en los niños. En las incisas (las hechas con instrumento cortante), lo primero es lavarlas con agua abundante alcoholizada empleándose el agua iría cuando sangran mucho; después se las seca con un trapo fino (de hilo a ser posible), se aproximan cuidadosamente sus bordes y se procura mantener los así mediante tras de tafetán inglés o el diaquilón. Si hay imposibilidad de unir los bordes, se cubrirá la herida, después de lavada, con hilas impregnadas de cerato simple, bálsamo samaritano, etc. En todos los casos conviene detener la hemorragia y evitar el contacto de la parte lesionada con el aire, por medio de las hilas, el algodón en rama y, por último, las vendas. Las heridas hechas con instrumento, punzante suelen ser graves; se lavan de la misma manera que las otras, y después de secas se cubren con diaquilón, acudiéndose a las compresas frías para prevenir las inflamaciones.

Quemaduras. -El tratamiento general y primero consiste en calmar la inflamación por medio de compresas de agua iría pura, avinagrada y a veces laudanizada helados de fruta, nieve o hielo, y en preservar del contacto del aire la parte afectada mediante algodón en rama; también se suele emplear con resultado rasgaduras de patatas, harina de arroz y tinta. Cuando se producen ampollas hay que vaciarlas, picándolas; al médico toca decir cuándo han de emplearse las cataplasmas emolientes.

Picaduras y mordeduras venenosas. -Las de abejas y avispas se curan cubriéndolas con una compresa de agua pura, salada, avinagrada o alcalina; cuando el dardo queda en la picadura, debe sacarse con unas pinzas o un alfiler. El tratamiento de las picaduras de araña, tábano y tarántula se reduce a lavarlas con agua alcoholizada, echando después sobre ellas unas gotas de amoníaco líquido o, cuando falte éste, haciendo el lavado con una disolución de sal común; además se dará al paciente infusiones de manzanilla o de hojas de naranjo, con seis gotas de amoníaco en cada taza. El de las de alacrán o escorpión consiste en ligar fuerte e instantáneamente el miembro afectado por debajo de la picadura, o cuando esto no se pueda, comprimir bien las partes que la rodean con los dedos un vaso o taza y mejor aplicar una ventosa en la que puede transformarse el vaso con la ayuda de un papel encendido; después se dilata la picadura con una lanceta o un cortaplumas, se la hace sangrar en abundancia, se la lava bien y se la cauteriza (después de hecha la succión) con nitrato de plata, potasa cáustica o hierro enrojecido. El mismo tratamiento requieren las mordeduras de víboras, serpientes venenosas y animales rabiosos.

Envenenamientos. -Los auxilios que inmediatamente requieren consisten en procurar la evacuación del veneno (haciendo tomar al paciente gran cantidad de agua caliente o aceite común, y cuando esto no baste, un vomitivo, como la ipecacuana y el tártaro emético), diluir los restos que queden de él mediante una gran cantidad de líquido albuminoso (agua mezclada con clara de huevo, agua de jabón) y promover la transpiración por bebidas tónicas calientes basadas en el alcohol. Para los envenenamientos producidos por el fósforo se recomienda la infusión muy concentrada de café, y ella y el agua con éter, para los debidos a setas venenosas ir hongos.

Asfixias. -En las debidas al aire viciado, basta con facilitar la respiración al paciente, ventilando el lugar donde se encuentre, aflojándole las ropas, rociándole la cara con agua fresca y dándole fuertes fricciones por todo el cuerpo, principalmente por los pies, las piernas, los brazos y las manos. En las originadas por el ácido carbónico y óxido de carbono que producen las combustiones (los atufamientos debidos a los braseros, por ejemplo) y ciertos gases mefíticos, se empleará un tratamiento análogo y además agua avinagrada, amoníaco volatilizado, cloruro, infusión concentrada de café y algún emético. En todas las asfixias lo que hay que procurar es restablecer la respiración, la circulación y la calorificación; en las graves, precisa acudir para lo primero a la respiración artificial o a la insuflación pulmonar, que no describimos porque no suelen ocurrir en las escuelas, y en todo caso debe esperarse al médico.

Las insolaciones que suelen coger los niños en sus juegos al aire libre se corrigen colocando inmediatamente al enfermo a la sombra y en sitio fresco, sentado o echado, con la parte superior del cuerpo algo elevada, cubriéndole la cabeza con compresas de agua fría y dándole una bebida refrigerante. A veces presenta este accidente los síntomas de la apoplejía, y hay que tratarlo como ella.

En los casos de atragantamiento por la detención en el esófago de la comida mal masticada o de algún cuerpo de los que en sus juegos se introducen los niños en la boca, hay que hacer estornudar al paciente (mediante el cosquilleo, el polvo de tabaco, el de eléboro, etc.), o mejor, vomitar. Si esto no se consigue al instante (lo que es urgente para que no sobrevenga la asfixia), precisa empujar el cuerpo atragantado hacia abajo con un alambre o con la sonda esofágica, que es lo preferible.

De los accidentes debidos a causas internas, los más frecuentes en los niños son las hemorragias, cuyo tratamiento general consiste en lociones de agua fría y, sobre todo, compresión mediante cabezales impregnados de alguna substancia astringente o coagulada, como el agua fría avinagrada o con sal común, el alumbre, el aguardiente puro o con agua, etc.; cuando persistan, se empleará el sulfato de hierro en polvo y percloruro de hierro; a veces basta aplicar un poco de yesca. Tratándose de hemorragias de la nariz (epistaxis), las compresas de agua fría se aplicarán a la frente, sienes y nuca del paciente, al que se tendrá con la cabeza elevada, y se le aflojarán las ropas que le opriman el cuello y la caja del cuerpo; en caso de persistencia de la hemorragia, se harán inyecciones en las fosas nasales con alguna substancia astringente (verbigracia: agua avinagrada o con unas gotas de la disolución de percloruro férrico), y en último caso, se acudirá al taponamiento, para el que precisa la asistencia facultativa.

Los síncopes o desvanecimientos más o menos fuertes son también escolares. Tender al paciente cerca de una ventana o puerta abierta, aflojarle las ropas, sobre todo las que embaracen la respiración, procurarle aire si hace calor, rociarle el rostro con agua fría (nunca en gran cantidad), y hacerle aspirar olores fuertes (sin entorpecerle la respiración), como éter sulfúrico, agua de Colonia, vinagre, amoníaco, humo de tabaco, etc., son los primeros auxilios indicados en semejantes casos, que si persisten, requieren también la asistencia facultativa.

En cuanto a las congestiones, no tan frecuentes, consisten esos auxilios en tender al paciente, procurando que tenga la cabeza y desnuda, aflojarle las ropas que opriman el pecho y el cuello, aplicarle a la frente y cabeza paños mojados en agua fresca, no estorbar a su alrededor la circulación del aire, por lo que conviene que haya pocas personas a su lado, y darle fricciones enérgicas con un paño fuerte en las piernas hasta enrojecer la piel, pudiendo al efecto emplearse el vinagre: no estará de más aplicarle sinapismos en las extremidades inferiores. Si el accidente se prolonga, hay que llamar al médico, como debe hacerse desde luego en los casos de apoplejía, cuyos primeros auxilios son análogos a los indicados para las congestiones, de las que suelen ser síntoma los vértigos, cuyo tratamiento se reduce a colocar al paciente en lugar fresco donde no haya ruido ni movimiento, sentarlo y darle a beber algunas gotas de agua fresca, y si se queja de la cabeza, aflojarle las ropas que opriman el cuello y talle, aplicarle a la frente una compresa mojada en agua fría, y, en fin, un sinapismo Rigollot en la nuca.

622. El botiquín escolar. -Para prestar los primeros auxilios que requieren los accidentes en que acabamos de ocuparnos, es menester que posea la escuela los medios necesarios, pues la perentoriedad con que precisa aplicarlos en casi todos los casos, no deja tiempo para ir a buscarlos o al menos hace perderlo muy precioso. Ha nacido de aquí la idea de los botiquines escolares en los que el maestro tiene dispuesto ordenadamente lo más indispensable para acudir a los accidentes que sobrevengan a los alumnos. En ninguna escuela, por pobre que sea, debe faltar el botiquín pues si no todas pueden poseerlo en las condiciones que la Industria los ofrece, no hay maestro al que no le sea posible (y a ello está obligado) reunir en una caja o en un sitio de los armarios de la escuela, cajones de la mesa, etc., un poco de alcohol o aguardiente, hierbas aromáticas (tila, manzanilla, salvia, té) café, cerato simple, tafetán inglés, malvas y malvavisco alumbre, magnesia, éter, algún vomitivo, hilas, trapos para compresas o cabezales, algodón en rama, una cuchara, alfileres y unas tijeras, por ejemplo. Claro es que lo mejor es tenerlo más completo, al menos con las substancias y medios; que hemos mencionado al señalar los primeros auxilios que requieren los diversos accidentes (pueden omitirse los que, como el vinagre, tenga ordinariamente el maestro en su casa, se entiende si vive en la escuela), y con algunos pequeños instrumentos, como la lanceta, portacaústicos, una pinza depilatoria y una sonda esofágica, amén de una maquinilla para calentar líquidos.

623. Las Colonias escolares de vacaciones, Indicaciones para realizarlas. -Su objeto lo define muy bien el iniciador y el propagandista de ellas en París, M. Cottinet, en los siguientes términos:

«Deseábamos arrebatar a los escolares pálidos y enervados al mefítico ambiente de la gran ciudad, al confinamiento, a la ociosidad y al aburrimiento que se echa en ellos, prefiriendo esta época del año en que otros niños más favorecidos por la fortuna escapan a esos peligros y van lejos a hacer provisión de libertad, de alegría y de salud; queremos para los nuestros una parte de estos bienes, y queremos dárselos a conquistar en la aldea, al aire puro de la montaña, en un reposo alimentado de rústica actividad.»

En tal sentido, las Colonias escolares consisten, en su forma más general de realizarlas, en la residencia en los mejores puntos de la montaña o cerca del mar, durante los meses del estío, de los niños débiles, enfermizos y convalecientes que asisten a las escuelas primarias y pertenecen a familias poco acomodadas. Tienen por objeto proteger la salud de los niños pobres que, consumidos por una alimentación mala y escasa, y por las nocivas condiciones del medio en que viven, empiezan a tener escrófulas y guardan oculto el germen de la tuberculosis, dándoles los remedios que más necesitan; es decir, aire fresco y puro, habitación sana, alimento substancioso, movimiento, juego y alegría. Las Colonias son, pues, el complemento del movimiento en favor de la educación corporal que ha impuesto en la escuela los ejercicios físicos, la disminución de los intelectuales, las excursiones y la mejora de los locales, del mobiliario de clase y del material de enseñanza.

Los resultados verdaderamente prodigiosos que han ofrecido las Colonias en todas partes donde se han instituido (en Madrid se realizan desde el verano de 1887 por iniciativa del Museo Pedagógico; Barcelona, Bilbao, Granada y otras poblaciones las tienen establecidas ya), son causa de que se generalicen cada día más y del crédito de que hoy gozan; de aquí la necesidad de recomendarlas a la consideración de los maestros, para que hagan lo posible por ponerlas en práctica con aquellos de sus alumnos que lo requieran, máxime cuando mediante ellas pueden proporcionar a éstos los baños de mar, tan beneficiosos para la niñez (134) y ejercitarlos en el pedestrianismo y el alpinismo (113).

Para ello, lo que primeramente necesitan hacer es allegar los recursos oportunos, pidiendo subvenciones a los Ayuntamientos y Diputaciones correspondientes, así como a las asociaciones y particulares, a cuya efecto conviene abrir una suscripción. Elegido el punto donde haya de instalarse la Colonia (siempre que se pueda, en un lugar de la montaña cercano al mar), que a sus buenas condiciones higiénicas debe unir las económicas, se formará el presupuesto de gastos, según los niños que hayan de formar la Colonia, que no deben pasar de diez si el maestro va solo, ni de veinte si le acompaña una persona idónea; para esta elección conviene que se asesore el maestro de uno o más médicos y contar con las familias de los colonos. Con la anticipación necesaria debe pasarse a éstas nota de las ropas para ponerse y de cama, calzado, útiles de aseo, (jabón, cepillos para la ropa, la cabeza y las uñas, esponjas), recado de escribir, etc., que necesitan los colonos, a fin de que digan lo que pueden suministrar, pues lo que no les sea dado facilitar se adquirirá con los fondos de la Colonia. Antes de salir de ésta deberán asearse bien de cuerpo y ropas y cortarse el pelo los niños que la compongan, a los cuales es obligado también pesarlos, medirles el cráneo, la cara, el pecho, etc., a fin de tomar datos sobre el estado fisiológico de cada uno, y poder comprobar a la vuelta, repitiendo esas operaciones de antropometría (402-404), los resultados de la excursión.

624. La tuberculosis o tisis y su profilaxia en las escuelas. -Lo mortífero de esta terrible enfermedad, que anualmente mata a 40000 españoles y que se contrae, por lo general, durante la niñez, obliga a decir algo aquí de ella y de su profilaxia o medidas preventivas para librar a los niños de mal tan implacable.

La tuberculosis es una enfermedad virulenta, cuyo principio generador es un microbio, el llamado bacilo de Koch, que se transmite por herencia y, sobre todo, por contagio de unas personas a otras. Este contagio puede producirse en los niños, como en los adultos, por las vías respiratorias, por la tegumentaria o piel y por la digestiva. El modo de contagio que nos importa considerar aquí, para aplicar en las escuelas la profilaxia correspondiente, es el que se produce por las vías respiratorias, la piel inclusive.

El esputo y su diseminación: he aquí el gran enemigo, el principal generador de la tisis. Numerosas observaciones y experiencias demuestran lo nocivo del polvo y la frecuencia de este modo de contagio. Los esputos de los tuberculosos contienen millones y millones de bacilos de Koch, que se respiran por todas partes con el aire atmosférico: según los cálculos de Heller, un tuberculoso expulsa al día, por término medio, siete mil doscientos millones de bacilos; por esto puede juzgarse de la necesidad imperiosa de procurar que los esputos no se mezclen con el polvo y el aire de las habitaciones.

La primera prevención, pues, contra la tuberculosis, consiste en evitar eso, en hacer la guerra al esputo. Al efecto, conviene prohibir a los niños (y también a las personas mayores), cuanto sea posible, escupir en la escuela, y en todo caso, que no lo hagan en el suelo, sino en escupideras que, conteniendo alguna substancia antiséptica, debe haber en toda escuela, según en el capítulo siguiente decimos.

La prohibición del besuqueo, como antes hemos recomendado, de llevarse objetos a la boca, de mojar con saliva sobres, sellos y otras cosas por el estilo, así como los dedos para hojear los libros, el aseo, especialmente de las manos y la limpieza de las clases, hecha como más adelante se dice, completan la profilaxia de la tuberculosis en las escuelas, contra la que también son medidas preservativas los baños comunes y, sobre todo, los de mar, que pueden tomar los niños mediante la organización de las Colonias de vacaciones, de que tratamos en el número anterior.

Claro es que en las casas deben tomarse otras precauciones más contra la tuberculosis, Entre ellas figuran las relativas a la alimentación, la esterilización de la leche, el aislamiento de los tísicos, si los hay, y de sus ropas, que deben desinfectarse, y el aseo de ropas, muebles, paredes y suelos de las habitaciones.

Convendría, por otra parte, difundir en forma de cartillas (según lo que propusimos en el número 96, tratando de la Higiene en general), instrucciones relativas a la profilaxia de la tuberculosis y cuadros gráficos, tan insinuantes y sugestivos como el que más arriba citamos del Dr. Verdes Montenegro.

625. Inspección médico-higiénica de las escuelas. Nuestra legislación escolar y sanitaria respecto de ella. -La solicitud desplegada en pro de cuanto se relaciona con el régimen higiénico de las escuelas, ha sugerido la idea, que ya empezó a ponerse en práctica entre nosotros, de establecer para las mismas un servicio especial, bajo la denominación de inspección médico-higiénica, de que suelen encargarse los médicos de otros establecimientos, titulares de los pueblos, etc., y a cuyo cargo corra todo cuanto más o menos directamente influya en la salud de los alumnos. Deslindadas bien las atribuciones, es evidente que está llamada a prestar muy útiles servicios a la escuela y, en general, a la salud de los niños esta inspección, aconsejando y auxiliando a los maestros respecto de los ejercicios, la distribución del tiempo, condiciones de las clases y del mobiliario, estado de los alumnos al ingresar y reingresar en las escuelas, precauciones contra la tisis y otras enfermedades contagiosas, los baños, las excursiones, las Colonias, etc., y obrando por sí en los casos de accidentes. Los servicios de esta inspección serán más positivos y de mayor alcance, si los encargados de ella recogen y registran con algún cuidado los datos relativos a las condiciones anatómicas y fisiológicas de los escolares (402 y 403). En general, se utilizan para esta inspección los médicos que prestan servicios públicos, según queda indicado, por lo que resulta fácil y económica de establecer.

Los países que mejor y más ampliamente tienen organizada la inspección médicohigiénica escolar son los Estados Unidos de América y Alemania. En Bélgica y en Francia lo está bastante bien y con tendencias a mejorarla y extenderla.

La legislación escolar de España no se ocupa de tal inspección, salvo lo que se dispone para algún que otro centro docente y alguna escuela, como los jardines de la Infancia. En Noviembre de, 1884, se estableció para todas las escuelas municipales de Madrid, creándose una plaza de médico jefe, a la que en 1885 se añadieron diez de médicos auxiliares, con obligación de visitar todas las escuelas dos veces al mes; plazas que ya no existen.

La reciente legislación sanitaria (Instrucción general de Sanidad aprobada por Real decreto de 14 de julio de 1903, desempeñando la Dirección general del ramo el Dr, Cortezo) se ocupa de esa inspección, para lo cual establece un plan completo en los siguientes artículos, en los que se comprende todo el régimen higiénico escolar:

«Art. 121. La vigilancia sanitaria de las escuelas públicas, municipales o de fundación particular, y la dé los demás establecimientos no oficiales, cualquiera que sea el grado de la enseñanza que éstos dieren, corresponde a los Inspectores municipales de Sanidad y la de los Institutos generales y técnicos, con la de los establecimientos de enseñanza superior, universitaria, industrial, comercial o de otro orden, a los Inspectores provinciales.

Art. 122. En los establecimientos particulares de enseñanza y en los oficiales que no sean de instrucción primaria, se limitará la inspección a las condiciones higiénicas de locales y dependencias, salvas las medidas extraordinarias de rigor que sean precisas en caso de epidemia.

Art. 123. El Real Consejo de Sanidad redactará una instrucción detallada para las visitas de los Inspectores de Sanidad, comprendiendo:

1º., Condiciones exigibles a los nuevos edificios escolares para autorizar su apertura: terreno, situación, materiales de construcción, vecindad, distribución de locales, procedimientos de aireación, calefacción e iluminación, evacuación de inmundicias y dotación de aguas.

2º. Condiciones higiénicas de las escuelas desde el punto de vista de su mobiliario, condiciones tipográficas de libros y carteles, duración de los ejercicios gimnásticos e intelectuales, mínimo de recreos y vacaciones.

3º. Reconocimiento individual de los escolares, con los datos posibles de sus aptitudes personales sanitarias.

4º. Número y periodicidad de las visitas de inspección en tiempo normal y en épocas extraordinarias para la salud pública.

5º. Casos en que debe procederse a la clausura temporal de las escuelas por causa de la salud de los alumnos o de los maestros, o por condiciones insalubres del local.

6º. Requisitos exigibles y plazos preservativos para el reingreso de los alumnos, después de enfermedades infecciosas suyas o de sus familias.

7º. Enfermedades escolares más frecuentes, ordinarias y transmisibles, sus causas principales, medios de propagación y síntomas primeros, previo informe, sobre este punto, de la Real Academia de Medicina.

8º. Instrucciones sencillas a los maestros para el tratamiento de los accidentes de urgencia, con breves ideas sobre la profilaxia de la tuberculosis, la difteria, erupciones, tiñas, etc., previo igual informe.

Dicha instrucción, con los modelos y cuadros estadísticos y los formularios que facilite la gestión inspectora, será remitida, después de su aprobación por el Real Consejo de Sanidad, al Ministerio de Instrucción pública, en demanda de su aprobación o de las modificaciones que fueran necesarias desde el punto de vista del régimen docente.»




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Capítulo II

El local de la escuela


Consideración de la escuela como medio circundante. -Condiciones generales de las construcciones destinadas a escuelas: emplazamiento, aislamiento, orientación, pormenores, superficie y aspecto general. -Dependencias que deben tener las escuelas. -Situación respectiva de ellas. -Aplicación a las escuelas graduadas. -Consideración especial de las clases. -Formas y dimensiones de las mismas. -Sus condiciones acústicas. -Necesidad de ventilarlas bien y modo de hacerlo. -La calefacción en ellas. -La iluminación natural. -Las ventanas. -Indicaciones acerca de la iluminación artificial. -De algunas otras condiciones que deben reunir las clases. -Indicaciones respecto de los requisitos de otras dependencias de las escuelas: patios, campo escolar, lavabos, retretes, urinarios, etcétera. -La limpieza y buen aspecto de todas. -Indicaciones respecto a la manera de realizarla. -La prohibición de escupir y las escupideras en las escuelas.


626. Consideración de la escuela como medio circundante. -En cuanto que en la escuela se reúnen varios niños, que pasan en ella gran parte del día haciendo una vida especial, hay que considerarla como medio circundante (127). En tal sentido, precisa que, como todo medio artificial, reúna condiciones adecuadas, así para la consecución de su objeto (la educación), como para garantizar la salud de los que en ella se congregan, contra los inconvenientes propios del medio natural y los que pueden originarse por causa del trabajo que en su recinto realizan los niños, y de la aglomeración de éstos en un mismo edificio; todo lo cual da ocasión a las llamadas «enfermedades escolares», a saber: miopía, desviación de la columna vertebral, dolor persistente de la cabeza, hemorragias nasales, papera escolar, retención e incontinencia de la orina, pereza del tubo digestivo, escrófula, etc. De aquí la necesidad de que los locales destinados a escuelas reúnan determinadas condiciones pedagógicas e higiénicas.

627. Condiciones generales de las construcciones destinadas a las escuelas. -Las más importantes, pedagógica e higiénicamente consideradas, pueden resumirse en las que siguen:

Emplazamiento de la escuela. -Ha de procurarse en sitio algo elevado, en que haya aire suficiente, puro y no húmedo, y sea fácil y sano el acceso, teniendo en cuenta, además, que el terreno sea seco, a cuyo efecto se debe evitar el arcilloso y preferir los arenosos, y mejor aún los calcáreos. También precisa tener en cuenta para el emplazamiento la situación que ha de tener la escuela con respecto a la localidad en que radique: en pueblos grandes conviene que sea central, sobre todo tratándose de escolares pequeños; pero cuando puedan obviarse los inconvenientes que originan ambas circunstancias, como sucede en las localidades reducidas, debe preferirse una situación exterior, a fin de procurar a la escuela más y mejor ambiente, mucha luz y mucha área. Debe asimismo cuidarse, al tratar del emplazamiento de una escuela, de los alrededores, pues si por una parte es conveniente evitar las vecindades nocivas para la salud del alma y el cuerpo (tabernas, cuarteles, prisiones, prevenciones, juzgados y otras casas ruidosas y que puedan ofrecer malos ejemplos, así como las fábricas, los pantanos y muladares, los hospitales, los cementerios, etc.), no lo es menos, por otra parte, rehuir las calles estrechas, máxime si han de rodear a la escuela edificios altos, y buscar las anchas y las plazas, en que el aire se renueve fácilmente, procurándose en todo caso que entre la escuela y los edificios inmediatos (en particular tratándose del lado por donde reciban la luz las clases) medie una distancia igual al doble de la altura de esos edificios o todo lo aproximada a ella que se pueda.

Aislamiento del edificio. -Para conseguir esto, así como airear e iluminar mejor la escuela, convendrá aislar el edificio en que se hallen instaladas sus dependencias, construyéndolo en medio del jardín o campo de juego, o cuando esto no fuese factible, remetiendo la fachada de tres a cinco metros dentro de la línea de los edificios antiguos, colocando en ésta una verja o valla alrededor de la escuela en el caso de hallarse aislada por completo (valla que en las poblaciones rurales puede ser de seto vivo), con lo que se evitarán las indiscreciones de los transeúntes y las distracciones de los escolares.

Orientación. -Depende en mucho del emplazamiento y, sobre todo, de las condiciones climatológicas de las localidades, por lo que no puede precisarse con entera exactitud las reglas que deben determinarla: la mejor es la Norte y Sur para las dos fachadas mayores. En los países fríos, es preferible la exposición Sur; en los países cálidos, la Norte, y en los templados, las Sureste y Nordeste: la Sudoeste está reputada como la peor en todos los casos. Por regla general, tratándose de países como el nuestro, una escuela bien expuesta debe recibir los rayos del Sol en sus muros, en sus ventanas, sobre todo en las de las clases, y en el jardín y patio.

Pormenores de construcción. -Sin detenernos a considerarlos materiales (que deben escogerse sólidos, duros, lo menos higrométicos posible, etc.), ha de procurarse, por lo que al modo de construcción respecta, que los cimientos se levanten sobre terreno firme y sean resistentes, garantir el edificio contra la lluvia, la humedad y los vientos dominantes, sanear el terreno sobre que se haya de construir por medio de desagües, cuevas o sótanos; hacer sordos los pisos cuando haya más de uno, y los tabiques que separen entre sí las clases; que las esquinas de los muros sean redondeadas en vez de ofrecerse en arista, y los ángulos que formen las paredes tengan la forma de media caña, y, en fin, que las puertas se abran con facilidad y siempre hacia afuera, al intento de evitar desgracias en caso de incendio o de cualquier alarma; las mejores puertas para las dependencias son las de dos hojas, que se abren fácilmente para uno otro lado.

Superficie de las escuelas. -A medida que se precisa más el concepto de la educación, crecen las exigencias de ésta y aumentan, por lo tanto, las necesidades de la escuela, para lo que por ello surgen nuevas condiciones. El molde antiguo resulta cada vez más estrecho, y nadie piensa que un edificio escolar debe reducirse a las clases, sino que por todo el mundo se estima que necesita tener otras varias dependencias. Aparte de las exigencias que trae aparejadas este modo de considerar la escuela, sé pide hoy para los edificios escolares mucho ambiente y mucha luz; que se invierta en área, a fin de obtener la más posible, lo que se invierte en adornos y otros gastos superfluos, de modo que cada alumno tenga 8 metros cuadrados, por lo menos (10 piden los reglamentos franceses), de la superficie total de la escuela.

En cuanto al aspecto general de las escuelas, debe tenerse presente lo que dijimos al tratar de los medios indirectos de iniciar a los niños en la cultura estética (534 y 535). Cuanto se recomiende la necesidad de dar a las escuelas en todos sentidos un aspecto risueño, agradable, bello, en una palabra, será siempre poco.

628. Dependencias que debe tener una escuela. -Se halla estrechamente relacionado este punto con el que acabamos de tratar, pues gran parte de la superficie que hoy se pide para las escuelas tiene por objeto la instalación de los servicios y las dependencias a que hemos aludido, y sin las que no es posible que se realice, ni siquiera en medianas condiciones, la función educativa confiada a la escuela, la que, en tal concepto, debe constar, por lo menos, además de la clase o clases (conforme a lo indicado, 386 y 387), de un vestíbulo para recibir a los alumnos y tenerlos mientras llega la hora de clase; uno o más vestuarios (según el número de escolares y clases), para los abrigos, gorras, etc.; un patio cubierto, cobertizo o tinglado, para los juegos y recreos cuando no puedan hacerse al aire libre; un espacio abierto o campo escolar (cuando no sea posible patio o jardín, que fuera lo mejor), del que una, parte debe quedar libre para los recreos y juegos, y la otra, preparada para la enseñanza; un cuarto de aseo, donde además de guardarse los útiles de limpieza, se establezcan los lavabos, los que, en caso de no existir esa pieza, se situarán donde se pueda (en el vestuario, en el cobertizo o patio cubierto, en un pasillo y aun al aire libre), retretes y urinarios, y la habitación para el maestro, que, por razones muy atendibles, convendría que, siempre que ello no ofrezca grandes dificultades, se proporcionase fuera del edificio escolar. En las escuelas donde hayan de comer los alumnos, como acontece en las de párvulos, debe haber, además del comedor, una cocina para calentar las comidas.

Las enumeradas son las dependencias que creemos más indispensables, que se prescriben actualmente en casi todos los reglamentos y que más fáciles parecen de obtener, aun allí donde no abunden los recursos; cuando éstos sean muy escasos, puede prescindirse del vestuario, estableciendo su servicio en el vestíbulo o en el patio cubierto, hacer lo que indicamos respecto de los lavabos (acerca de los cuales no debe olvidarse lo que decimos en el número 612) y llevar el comedor al vestíbulo. Citando los recursos lo permitan y la organización de la escuela lo exija, se añadirá a las piezas mencionadas: un despacho para el maestro, que siempre es muy conveniente (para los papeles y libros de la escuela, reprensiones privadas a los alumnos, conversaciones con las familias de éstos, etc.), una biblioteca y museo, clases especia les (para el Dibujo y los Trabajos manuales, por ejemplo), una portería, una sala de espera para las familias, un salón de actos, que puede servir para las juntas de los profesores; un gimnasio, el cual, con no creerlo preciso una vez establecidos los juegos corporales, puede instalarse, en caso de necesidad, en el patio cubierto, y un cuarto de baños.

629. Situación respectiva de las dependencias principales de la escuela. -También a este propósito hay que dar algunos preceptos, a nombre de la Pedagogía y de la Higiene.

Cuando se establezcan vestuarios o guardarropas independientes, se situarán, sea uno o haya varios, de modo que sirvan como de vestíbulo a las clases a las que siempre debe preceder la sala de espera, de que convendría estuviese inmediatamente después del vestíbulo, y que, cuando otra cosa no se pueda, hará sus veces. En cuanto a las clases, deben estar colocadas de modo que reciban luz directa, por un lado al menos (del exterior, del jardín, patio, etc.), y con preferencia en el piso bajo, requisito que es de todo punto indispensable tratándose de párvulos; conviene que comuniquen directamente con el patio, jardín o campo escolar, el que, cuando no se halle detrás del edificio, deberá rodearlo. A él o al patio deberá estar unido el patio cubierto o sala de recreo y juego; nunca debiera ser central, pero sí hallarse cerca de las clases de la que precisa que estén lo más lejos posible la cocina y el comedor (que deberán ser contiguos y comunicarse), así como los retretes y urinarios, que conviene situarlos en el interior de la escuela, resguardados de los rayos solares, expuestos al Norte y en comunicación con el patio o campo escolar, en donde aconsejan algunos que se sitúen. Los lavabos se instalarán donde sea más cómodo y factible, no lejos de los retretes y urinarios. En cuanto a la habitación del maestro, cuando se halle en el mismo edificio que la escuela, se procurará que esté todo lo más separada e independiente del cuerpo de ésta.

630. Aplicaciones de lo dicho a las escuelas graduadas. -Aunque con lo dicho puede atenderse muy bien a las construcciones de los edificios para escuelas graduadas, a las cuales tiene todo ello, como lo que sigue, perfecta aplicación, creemos oportuno ratificarlo y ampliarlo, copiando las siguientes Bases, de las propuestas a la respectiva Subcomisión instituida para la construcción en Madrid de edificios escolares, con motivo de la jura de Alfonso XIII, por los ponentes nombrados al efecto por ella (Cossio, Cemborain y España y Alcántara García):

«1ª., En los edificios proyectados se instalarán escuelas graduadas de uno de los tipos que más adelantese proponen, según lo aconsejen y consientan la población escotar de los barrios en que se construyan, los solares de que se disponga y los recursos con que se cuente.

Para evitar la aglomeración excesiva de alumnos en un mismo edificio, sería lo mejor que en cada uno se instalase solamente una escuela, y a lo sumo dos, una para niños y otra para niñas.

2ª. Estas escuelas se dividirán en tres grados, establecidos en clases separadas. Las clases podrán ser una, por lo menos, dos y tres, como máximo por cada grado, correspondientes a estos tres tipos de escuelas graduadas: de tres, de seis y de nueve clases, que pueden adoptarse según lo aconsejen las condiciones de que se habla en la base 1ª.

Por sus condiciones pedagógicas e higiénicas, se recomienda particularmente la escuela graduada de seis clases (dos por grado)

3ª. Cada escuela graduada tendrá, además de las clases dichas, estas dependencias:

a) Vestíbulo y portería.

b) Retretes y urinarios en el número y con las condiciones higiénicas que más adelante se dicen.

c) Lavabos y una fuente de agua potable.

d) Un cuarto para guardar los enseres de limpieza.

e) Guardarropa, que en caso de necesidad puede en la pieza de lavabos, ampliando ésta lo suficiente.

f) Una habitación para biblioteca, museo, depósito de material de enseñanza y el botiquín escolar.

g) Despacho del maestro, que podrá servir, además, de sala de visitas y para las reuniones del profesorado de la escuela. Este despacho, cuando otra cosa no pueda ser, se instalará en la sala biblioteca.

Todas estas dependencias son indispensables en una escuela graduada. Si los medios de que se disponga lo consienten, convendría agregar algunas otras, verbigracia: clase especial para Trabajos manuales, cocina y comedor para párvulos o para la Cantina escolar, que siquiera por vía de ensayo, interesa que se instale en alguno de los edificios en proyecto. Sería conveniente también que en algunos de éstos (cuando sea factible, uno en cada distrito) haya un salón espacioso donde puedan reunirse los alumnos de varias escuelas para celebrar ciertos actos y recibir en común determinada cultura, como, por ejemplo, la que pueda dárseles mediante el aparato de proyecciones luminosas, lecturas, conferencias, etc.

4ª. Es de absoluta necesidad que todo edificio de los que se proyecta construir, tenga un campo escolar o patio de juego, que, a la vez que para aislarlo y sanearlo bien y procurar condiciones higiénicas a los alumnos, sirva a éstos para sus diversiones y recreos y para otros fines de su educación y enseñanza. La anchura de la zona de aislamiento de la escuela convendría que fuese doble de la altura máxima de los edificios circundantes. No pudiendo ocultarse las dificultades que esto ofrece en las grandes poblaciones como Madrid, se recomienda, sin embargo, tenerlo en cuenta para acercarse a ello, al hacer la elección del solar, que debería preferirse siempre en sitios amplios, como las calles de ronda o las plazuelas.

5ª. En la construcción de los edificios-escuelas de que se trata, se prescindirá de todo lo que sea lujo y ostentación, de todo gasto superfluo: lo que se hubiera de invertir en esto debe destinarse a dar al edificio la solidez necesaria y condiciones higiénicas y pedagógicas, así como a aumentar las dependencias y darles amplitud. Sencillez, modestia, baratura, mucha superficie edificada y libre, y un aspecto risueño que inspire alegría: he aquí lo que, con las condiciones dichas, ha de procurarse ante todo; a ello deben sacrificarse los adornos inútiles (a veces nocivos) y cuanto tenga carácter de aparatoso.»

631. Consideración especial de las clases. -Para la Pedagogía tradicional, así teórica como práctica, no existe más en las escuelas que las clases, a las que todo se subordina y sacrifica, cuando hay algo más que ellas, caso que entre nosotros no se da con mucha frecuencia. Harto se comprende que no aceptamos la importancia exagerada que se atribuye a las clases, y que la concedemos no escasa a otras dependencias de la escuela; pero es lo cierto que las clases son consideradas por el sentido general como lo más importante de la escuela, como la escuela toda, por lo que arquitectos e higienistas se expresan acerca de ellas en estos términos:

«La clase es el elemento constitutivo de la escuela, el centro alrededor del cual se mueven los demás servicios escolares, cuyo papel es ayudar y facilitar el buen funcionamiento de la clase.» (NARJOUX, arquitecto.)

«La clase es el elemento capital en la concepción y en la realización del plan de la escuela.» (RIANT, higienista.)

A pesar de esto, es muy frecuente que falten a las salas de clase las condiciones pedagógicas e higiénicas más elementales; y como quiera que, en su inmensa mayoría, las escuelas se componen sólo de la clase o clases, y en éstas, haya o no otras dependencias, pasan los alumnos casi todo o todo el tiempo de trabajo escolar, precisa fijarse en las más importantes de esas condiciones.

632. Forma y dimensiones de las clases. -En cuanto a la forma, la más recomendada es la de un rectángulo poco prolongado (en la proporción que más se recomienda de 9 metros de longitud por 6 de anchura y 4.50 de alto), pues no conviene que las clases sean muy largas, si el maestro ha de vigilarlas bien y su voz ha de llegar a todas partes, y si la luz ha de inundar todos los lugares. En tal sentido, la longitud de una clase no debiera exceder de 10 metros.

Para determinar las dimensiones, precisa conocer el número de alumnos que ha de contener cada clase, punto que ya hemos dilucidado (380). Conocido este dato, importa saber la superficie que debe haber para cada alumno, que, según las recomendaciones más prácticas, no debe ser menor de 1.25 metros cuadrados (1m.45, 1m.50 y 1m.52 se pide por muchos). Así, pues, a la clase de sesenta alumnos que hemos propuesto, correspondería una superficie de 75 metros, con la que puede darse a la clase 10 metros de longitud y 7.50 de latitud.

Pero, además de a la superficie, precisa atender en las clases a la cubicación, a fin de que haya en ellas el aire puro necesario para la respiración de los niños. Fundados en los cálculos que a su tiempo nos ocuparon (125) sobre la cantidad de aire que necesitamos para la respiración, se ha propuesto que la sala de clase tenga la capacidad suficiente para que cada alumno disponga de 7m.500 cúbicos de aire (este es el término medio, pues la práctica y los cálculos varían entre 3 y 10); pero habida consideración a la facilidad de renovar el aire de las clases, a que los niños no deben permanecer constantemente en ellas y a las faltas de asistencia (ya hemos dicho que exceden del 25 por 109), creemos que hasta con que haya de 5 a 6 metros cúbicos por escolar. Este resultado depende de la superficie (que ya hemos determinado) y de la altura de las clases, que, por lo general, se prescribe que no baje de 4 metros, siendo la de 4m.50 la más corriente y la que estimamos más práctica en la generalidad de los casos. Adoptándola y sirviéndonos de base la superficie que antes hemos dicho, resultaría una cubicación para toda la clase de 337m.500, o sea, 5m.625 por alumno; con una altura de 5 metros habría para cada escolar una cubicación de 6m.250, que también consideramos práctica y, naturalmente, mejor que esa otra.

633. Condiciones acústicas de las clases. -Precisa tenerlas en cuenta, no sólo por lo que al tratar de la educación del oído dijimos a propósito de las faltas que de este sentido se manifiestan en muchos niños (178), sino también en consideración a los maestros, que cuando esas condiciones son malas, necesitan esforzarse mucho para que les oigan los alumnos, y llegan a enfermar de la garganta, a lo que ya predispone el trabajo ordinario y regular de la escuela: por esto, al determinar las dimensiones de las clases, hemos procurado no exagerarlas en ningún concepto, decidiéndonos por la forma más conveniente. A las recomendaciones que en el lugar referido hicimos acerca de este particular, debemos añadir ahora las que, refiriéndose a las disposiciones de las clases, hace el Dr. Gellé (citado entonces), algunas de las cuales hemos tenido ya en cuenta:

«En cuanto sea posible, es preciso evitar ciertas vecindades, tales como una calle ruidosa, una fábrica de la misma índole, paradas de carruajes, etc., y asegurar el aislamiento de las clases en las escuelas que tengan varias. -Nunca deberá colocarse la estufa en el centro de la clase, porque la corriente de aire caliente, ascendiendo, deteriora el sonido, que, según Heimboltz, se transmite mejor en un aire homogéneo. -Más allá de los 7 u 8 metros se multiplican en los dictados las faltas por audición. Se adoptará, pues, esta dimensión para el lado mayor de la clase, y nunca se darán lecciones en los patios cubiertos.»

La experiencia enseña que no hay inconveniente en que el lado mayor de la clase llegue a los 10 metros, sobre todo si no se exagera la altura del techo y el maestro tiene en cuenta esta observación para acercarse todo lo posible a las primeras mesas de los niños, en las que debe colocar a los afectados de falta de audición. La circunstancia, que recomiendan hoy los métodos pedagógicos, de no deber permanecer el maestro inmóvil en su asiento, sino que constantemente ha de circular entre sus alumnos, quita importancia a la última indicación de M. Gellé.

634. Necesidad de ventilar bien las clases y modo de hacerlo. -Aun con la mejor cubicación, es menester renovar constantemente el aire de las clases, a fin de que lo respiren puro los niños, lo que no sucede ni en las más amplias, cuando no se ventilan bien, lo que puede hacerse, según los casos, acudiendo a medios ora naturales, ya artificiales.

En la mayoría de nuestras localidades, hasta con la ventilación natural, reducida, en último término, a establecer corrientes de aire abriendo las puertas y las ventanas del todo o en parte. Al efecto, deben abrirse alternativamente, mientras los niños estén en la clase, las ventanas y puertas de uno y otro lado, y cuando salgan de ella (para ir a sus casas o para los juegos y recreos), se abrirán simultáneamente; claro es que lo primero se hará en el invierno no tan a menudo como en el estío, y sólo cuando el calor y el olor de la clase lo indiquen. Cuando ésta no tenga ventanas más que en un lado, se colocarán en el opuesto ventiladores, de los que siempre deben estar provistas aquéllas para cuando no sea posible abrirlas. Los mejores son los que consisten en colocar los cristales superiores de las vidrieras de modo que puedan abrirse por arriba y hacia adentro, a manera de postigos horizontales, en cuyo caso entran las corrientes de aire en dirección al techo, y no perjudican a los alumnos; los ventiladores giratorios son inconvenientes para las escuelas, por el movimiento y ruido que producen.

Discretamente manejados los medios de ventilación natural dichos, dan los mejores resultados; añadamos que, en general, son los únicos posibles, por no estar dispuestos los edificios escolares para otra cosa. En los que se construyan de nuevo, deben ampliarse dichos medios con otros que servirán para completar el sistema de ventilación, como, por ejemplo, abriendo orificios a 1m.75 sobre el piso de entrada del aire y de salida en la parte más alta del tejado, con rejillas metálicas y de modo que pueda regularse, mediante un registro, el aire que entre y salga por ellos. Todavía cabe acudir en las construcciones nuevas a otros medios más complicados y dispendiosos de ventilación, sobre todo combinándolos con los de caldeo (ventilación mecánica), en que no tenemos para qué ocuparnos aquí, pues los dichos son bastantes, y, particularmente, los que, salvo el último, pueden adoptar por sí y manejar sin trabajo los maestros.

635. La calefacción en las clases. -Aunque en España no sea precisa por tanto tiempo como en otros países, no puede prescindirse de la calefacción en ciertos meses del invierno, que, por lo general, no pasan, en la mayoría de las regiones, de cuatro o cinco. En caso de adoptaría, debe tenerse en cuenta, por una parte, la facilidad con que se eleva la temperatura en las clases algo, concurridas, mediante la respiración pulmonar y la exhalación cutánea, y, por otra, la conveniencia de que en ningún caso sea muy alta, para evitar la diferencia que, de otro modo, puede resultar entre la temperatura de la clase y la del exterior, diferencia que, cuando es muy acentuada, puede ser origen de afecciones graves. En tal sentido, creemos que, si no es conveniente que las clases estén a una temperatura menor de 12º centígrados, no debe exceder de 16º; a cuyo efecto precisa que haya en las clases un termómetro, único juez infalible y desinteresado a este respecto, según frase de M. Riant.

Cuando la temperatura de las clases exceda de ese máximo, debe acudirse a los medios señalados antes para la ventilación, y si no llega y se siente frío, precisa utilizar los de caldeo. Prescindiendo de los braseros, desechados universalmente, por los accidentes a que se prestan (caídas y quemaduras de los niños y, sobre todo, los atufamientos y aun las asfixias que originan los gases nocivos que despiden), el medio menos peligroso y más práctico parece ser el de las estufas, siempre que se adopten respecto de ellas estas precauciones: que no se enrojezca la superficie exterior, lo que se evitará revistiéndolas interiormente de ladrillos refractarios o dejando entre esa superficie y el hogar un vacío que queda libre o se llena de arena; tener constantemente sobre ellas una vasija con agua, a fin de saturar la atmósfera de vapor de este líquido, y colocarlas de modo que disten de ella los alumnos más próximos metro y medio o por lo menos 1.25, que es el mínimo que se fija en algunos reglamentos escolares; siempre que, por su situación y condiciones, haya peligro de que los niños puedan rozarse y quemarse con ellas, deberán rodearse de una especie de verja o enrejado de alambre.

Indicando a los maestros que se han ideado aparatos de calefacción para las escuelas (como la estufa calorífico Geneste, adoptada para las suyas por la Municipalidad de París), en que se evitan los inconvenientes que ofrecen las estufas ordinarias, les recomendamos también que siempre que los recursos lo consientan, y tratándose de escuelas en construcción, deben influir para que se establezcan en ellas caloríferos, que, con ser los medios menos ocasionados a accidentes, ofrecen la ventaja de templar por igual las habitaciones mediante el aire y el vapor de agua que se llevan a ellas por aparatos exteriores.

Terminaremos notando que, a medida que sea mayor el caldeo de las clases, precisa preocuparse más de la ventilación, en cuanto que todas las combustiones producen el resultado de viciar el aire. El mejor sistema de calefacción seria el del calor radiante. Deben proscribirse todos los aparatos de tiro lento.

636. La iluminación natural de las clases. -Representa uno de los problemas de la Higiene escolar sobre que más se ha discutido y discute.

Recordando lo que en los lugares oportunos hemos dicho acerca de la importancia que para el desarrollo del organismo tiene la luz solar (130) nos fijaremos en el papel que desempeña respecto del sentido de la vista (165 y 179), no sin advertir antes que en toda esencia medianamente organizada es obligado tener muy en cuenta el primer aspecto; de aquí que se pida para las clases mucha y buena luz, y patios, jardines, espacios libres para toda la escuela.

Esto advertido, y concretándonos a la luz de las clases, en vista principalmente de las necesidades propias del sentido de la vista, se ofrecen las cuestiones de saber cuál es la luz mejor, por qué lado deben recibirla los alumnos, para determinados trabajos, al menos, y, en fin, en qué cantidad ha de penetrar en las clases.

En cuanto al primer punto, mientras que unos se resuelven en favor de la luz del Norte, por ser la más difusa, igual y estable durante el día otros prefieren la del Este; en lo que hay completa conformidad es en desechar la del Oeste, por estimarse la peor de todas. Depende este problema de la solución que se dé al de la orientación de la escuela (para la que siempre precisa tenerlo en cuenta). Como solución práctica, proponemos preferir la del Norte, siempre que no lo impidan condiciones climatológicas (la de los países fríos, por ejemplo); en este caso, la del Este, y en último extremo, la del Sur: cuando la necesidad obligue a aceptar una luz Sursudoeste, se procurará que no pase de 40º lo que exceda del Sur.

Respecto de la segunda cuestión (la más controvertida, sin duda), se dividen principalmente los pareceres entre los que opinan que deben recibir la luz los alumnos sólo por el lado izquierdo (luz unilateral) y los que piensan que es mejor que la reciban por derecha e izquierda a la vez (luz bilaleral); la cenital y las que se reciben por delante y por detrás, son, sin disputa, las que más inconvenientes ofrecen, por lo que apenas se hace cuestión de ellas. La opinión que parece más general y autorizada es la de los partidarios de la luz unilateral, que por nuestra parte estimamos como la más adecuada, por ser la más favorable al trabajo (sobre todo de escritura), en cuanto que suprime la sombra de la mano y el alumno la recibe de lleno.

El último de los tres puntos que nos ocupan reconoce como fundamento la necesidad fisiológica de dar a las clases la mayor cantidad de luz que se pueda, pero sin dañar a la vista por una abundancia excesiva. Al efecto, se ha tratado de establecer cierta relación entre la superficie de la clase y el total de las de iluminación (ventanas y montantes) y entre estas superficies y los alumnos. Conforme a esta última solución (propuesta por los alemanes), por cada escolar debe haber en la clase 60 centímetros de iluminación, o sea 56 metros cuadrados en las clases de sesenta alumnos (casi la mitad de la superficie de la clase), lo que puede adoptarse sin reservas para las escuelas de párvulos, reduciendo para las demás aquella cifra a la mitad, o sea a una cuarta parte de la superficie de la clase (la tercera, la quinta y la sexta piden algunos) en cuyo caso, las de 75 metros, que hemos propuesto, requerirían una superficie total de iluminación de poco más de 18. Lo que debe tenerse como criterio general (tal es la regla que a este respecto prescriben los modernos reglamentos escolares) es que la luz que reciban las clases corresponda, por lo menos, al desarrollo de las filas de mesas, para que las bañe por igual a todas.

637. Las ventanas en las clases. -Se refieren muy particularmente a los problemas de la ventilación y, sobre todo, de la iluminación; en tal concepto, necesitan reunir determinadas condiciones.

Conforme a lo que antes hemos dicho, deben abrirse en uno de los lados mayores de las clases, de modo que tengan la mejor orientación posible y los niños puedan colocarse de manera que, sentados en sus sitios, reciban la luz por la izquierda. Si, por exigencias de la construcción o de la ventilación, hubiese ventanas en ambos lados mayores, se mitigará la luz que provenga de las de la derecha (por persianas, visillos, transparentes, etc.), a fin de anular sus efectos o, cuando menos, que predomine la del lado izquierdo y resulte lo que se llama luz diferencial, para ejercicios como los de escritura y dibujo. El número de ventanas depende de las dimensiones de la clase y de la superficie de iluminación que haya de darse, conforme a las reglas expuestas. De esto y del número que se determine dependerán las dimensiones que tengan las ventanas, punto respecto del cual sólo pueden hacerse aquí estas indicaciones generales: que el alféizar no exceda, sobre la altura de las mesas, del ancho del pasillo que separa a éstas del muro de iluminación; que tengan el dintel a una altura igual, por lo menos, a las dos terceras partes de la de la clase, a fin de que la luz penetre hasta el fondo de ésta y alcance a las mesas más separadas de las ventanas con igual intensidad luminosa sensible que a las más próximas; que en cuanto lo consientan las dimensiones del muro, sean apaisadas y todo lo estrecho posible los entrepaños que las separen; que, según el ancho, se dividan en sentido vertical, a partir de, la parte destinada a los ventiladores, de modo que formen dos o más hojas las respectivas vidrieras, que serán de cristales comunes, y, en fin, que cuando la luz sea más viva (como la del Mediodía), estén las ventanas provistas de transparentes, persianas o visillos, quedando libre la puerta superior, pues la luz que de ella procede es la mejor y alcanza a todos lados, mientras que la de abajo, en la que no concurre esta circunstancia, es la más desfavorable a la vista, por lo que convendría, además, que los visillos o transparentes pudieran desarrollarse de abajo a arriba.

638. Indicaciones acerca de la iluminación artificial. -Por más que no tenga una aplicación general, conviene decir algo acerca de esta clase de iluminación, por lo que pueda interesar a las enseñanzas de adultos, que generalmente se dan por la noche.

Atemperándose en lo posible a lo que hemos dicho respecto de la iluminación natural o diurna, deben tenerse en cuenta, tratándose de la artificial, las siguientes indicaciones. Aunque el petróleo da buena luz y resulta barato, no debe emplearse en las clases, por los malos olores que despide (con los que el aire se vicia pronto) y por los accidentes a que se presta por causa de su rápida combustión; en ambos conceptos es preferible el aceite vegetal, aunque no dé tan buena luz y resulte más caro. Si bien no se halla exento de inconvenientes el gas hidrógeno (las explosiones a que se presta, los malos olores que despide, aunque no tantos como el aceite mineral, y el mucho calórico y ácido carbónico que produce), es preferible al petróleo por su aseo, su economía de dinero y tiempo y la gran potencia y claridad de su luz.

Las clases en que se emplee este alumbrado deben ser espaciosas y estar bien ventiladas (no se olvide que un mechero de gas absorbe por hora 234 litros de oxígeno y produce 128 de ácido carbónico, con lo que vicia más de 100000 litros de aire). Debe procurarse, además, que entre el reflector y la mesa de trabajo haya una distancia de 1 metro y 39 ó 50 centímetros, y que para cada ocho o diez alumnos haya un mechero provisto de un tubo que impida las oscilaciones de la llama y de una pantalla que haga reflejar la luz hacia la mesa.

Lo extendida que está la luz eléctrica, que cada día se generaliza más, hace pensar que se utilizará en muchas clases de adultos. Este género de alumbrado es preferible a los anteriores, pues a sus buenas condiciones económicas, de aseo y comodidad, añade la ventaja de no ofrecer ninguno de los peligros e inconvenientes del petróleo y el gas.

La intensidad de la luz, que en ciertos trabajos, como los de escribir, leer y dibujar daña a la vista, es un inconveniente que puede corregirse fácilmente, mediante pantallas verdes y empleando lámparas opacas como las de cristal esmerilado según la manera de instalación que se haya adoptado en las clases.

639. De algunas otras condiciones que deben reunir las clases. -Desde luego es exigido en ellas dar a las esquinas de los muros y, sobre todo, a los rincones la forma redondeada que recomendamos al tratar de las construcciones escolares en general (627); las puertas de dos hojas, anchas y que se abran indistintamente hacia afuera y hacia adentro, tienen más aplicación tratándose de las clases, en las que deben abrirse de modo que no contribuyan a establecer corrientes de aire por corresponderse con otros huecos; lo mejor sería abrirlas detrás de los alumnos y frente al sitio reservado al maestro.

Así las paredes como el techo de las clases deben estar lisos, sin adornos (medias cañas, rosetones, etc.), que embaracen la limpieza y sirvan de depósitos de miasmas nocivos y dadas de tintas neutras; (azul, verde o gris claro), que por no reflejar la luz como el blanco, no irrite la vista. Cuando, al efecto, no pueda emplearse el estuco, que tanto facilita la limpieza, se usará la pintura al óleo, que también permite el lavado y, en su defecto, la pintura al temple, que por su economía se presta a que se la renueve con frecuencia. Alrededor de toda la clase debe colocarse un friso de madera, tela, pizarra o de encerado, de 1m.25, por lo menos, de altura.

El pavimento, que no necesita tener inclinación alguna, deberá ser de madera (roble, encina o pino, según las localidades y los recursos con que se cuente), la que para evitar el polvo que produce y que puede dañar a la respiración y la vista, se impregnará con aceite de linaza (también se emplea al efecto una preparación cuya base es el caucho; para evitar el ruido a que los entarimados se prestan sobre todo en las clases, debe tomarse la precaución de asentar la madera sobre una capa de asfalto o de otras substancias, o sobre tabiques o bovedillas de ladrillo, que a la vez que al objeto indicado, sirvan para preservar el pavimento de la humedad. El entarimado que se ensaya en algunas escuelas del extranjero, de cuñas de madera (el entarugado de las grandes poblaciones), no se recomienda por sus condiciones económicas.

640. Indicaciones respecto de los requisitos de algunas otras dependencias de las escuelas. -Sin perder de vista las condiciones generales ya mencionadas, precisa tener en cuenta ciertas particularidades que deben concurrir en determinadas dependencias de una escuela

Así, por ejemplo, el patio cubierto o sala de juego debe estar enarenado y ser espacioso, en relación con el número de alumnos par cada uno de los cuales debiera haber de tres a cinco metros superficiales. Las mismas dimensiones o más, si es posible, necesita el patio descubierto o campo de juegos, cuyo suelo a de hallarse también cubierto de arena (más fina que la de aquél), ofreciendo la inclinación necesaria, para que no se detengan las aguas; no debe haber rincones ni obstáculos que impidan el juego y la vigilancia, por lo que ha de dársele la forma más regular posible (la rectangular o la elíptica); si está plantado de árboles, como es conveniente en países cálidos, se hará de modo que no estorben el juego ni la circulación del aire, ni produzcan humedad. No necesita menos extensión el jardín o campo de trabajos, que, como destinado al cultivo y a la enseñanza, requiere diversas clases de plantas, algo de invernáculo, algunos animales, etc. Las condiciones del campo escolar quedan determinadas recordando que es la reunión del jardín y del patio descubierto. Acerca de él, se dice en las Bases mencionadas en el número 630:

«Ha de tener la mayor extensión posible, según el solar de que se disponga: de 5 a 5 metros cuadrados por alumno debiera ser el mínimo de esa extensión; su forma, la rectangular o la elíptica. Con el fin de que haya más espacio libre, en la zona de aislamiento pueden enclavarse las parcelas, o parte de ellas, para el trabajo de los escolares, parcelas que convendría no fueran menores de 1.50 metros cuadrados. El suelo del campo escolar ha de ser seco, y, en caso necesario, se saneará, mediante el drenaje, zanjas, pozos, etcétera, la capa impermeable que pudiera mantener la humedad, dándole la pendiente necesaria para que corran las aguas, que se recogerán en adecuadas regueras. El espacio libre tendrá un firme de grava, análogo al de las carreteras, cubierto con una capa de arena, ni muy fina ni muy gruesa; si se plantan algunos árboles, ha de ser en sitio conveniente para que no estorben el juego de los niños. Convendría que, con buena orientación, se estableciese en el campo, además, un cobertizo amplio para los días de gran lluvia o de excesivo calor.»

El piso de la pieza en que se instalen los lavabos (cuando la tengan especial o la en que se hallen no ofrezca inconveniente para ello), debe ser de piedra, asfalto o portland, con inclinación para dar salida a las aguas, siendo muy sencillos los lavabos propiamente dichos, en cuya construcción se preferirá el hierro, el mármol, la porcelana y el cinc a toda clase de materiales: no debe haber menos de una jofaina por cada veinte niños, ni faltar agua abundante y lo demás que hemos recomendado (612).

Por lo mismo que retretes y urinarios son verdaderos focos de infección, precisa cuidar mucho de ellos. En toda escuela no debiera haber menos de uno de los primeros por cada veinticinco alumnos en las de niños, y uno por cada quince en las de niñas; en las escuelas numerosas, y cuando esto no sea posible, se dispondrán cuatro para la primera centena y dos para cada una de las centenas restantes. Estarán separados entre sí por tabiques de 1m.50 a 1m.80 de altura y de modo que nunca puedan quedar los niños completamente encerrados. Los asientos, en cuyos tableros se empleará la madera dura (en blanco, para poder fregarla bien) con preferencia a la piedra, mármol o pizarra, tendrán 70 centímetros de ancho por 80 de largo, con una altura suficiente para que los niños, al estar sentados, puedan apoyar bien los pies en el suelo. En cuanto a los recipientes, siempre que se pueda se colocarán sobre agua corriente; deben adoptarse los más sencillos, como los automotores y los de sifón. Las paredes se revestirán hasta cierta altura (metro y medio, por ejemplo) de azulejos, y en su defecto, de asfalto o portland, de uno y otro, de pizarra u otra piedra. En cuanto a los urinarios, a los que son aplicables estas últimas prescripciones, la mejor disposición es la que permite que descienda por la pared, a todo lo largo de ella, agua que constantemente lave toda la superficie, y que estén divididos por plazas, mediante tabiques sencillos, a fin de que, cuando hay varios niños, no se vean unos a otros. Inodoros, agua en abundancia y el empleo de desinfectantes (permanganato, ácido fénico, cloruro de cal, cal viva), son medios de que no debe prescindirse tratándose de los retretes y urinarios, en los que, además, es obligado que concurran estas condiciones: facilidad para la vigilancia, limpieza y salubridad. El piso en que se instalen tendrá la inclinación necesaria para que todas las aguas viertan al tubo de desagüe del retrete y a la canal del urinario, que deberán estar siempre provistos de un cierre hidráulico. Todos los conductos del desagüe deben tener ventilación y sifones; ninguno pasará por debajo de las. habitaciones, y especialmente el de los retretes se colocará indefectiblemente al exterior del edificio. La salida de las aguas de los lavabos debe conducir a los retretes y urinarios.

En cuanto a las demás dependencias, lo principal es lo dicho antes respecto de su situación respectiva (629): que en los comedores conviene substituir la madera del piso por la piedra, el asfalto o el portland cubriéndola, en caso de haberla, con el hule de pavimentos; que más que en las clases, precisa omitir en esta dependencia los decorados y adornos de las paredes y techos, y que tanto ella como la cocina requieren una ventilación grande, pero natural siempre, y deben tener agua es lo que especialmente necesitamos advertir como complemento de las indicaciones que preceden; pues de las dependencias no mencionadas (vestíbulo, vestuarios, sala de espera, despacho del maestro, etc.), harto se comprende que no hay que entrar en más pormenores.

641. La limpieza y buen aspecto de todas las dependencias de una escuela. -Todo maestro debe preocuparse de ambos extremos, en la inteligencia que de la manera como tenga arreglada su escuela con relación a ellos, así se juzgará de su aptitud, celo, y demás condiciones profesionales. Debe tener en cuenta que los dos puntos se relacionan muy estrechamente con la higiene física y moral de los alumnos, en cuanto que cuidando del aseo y la limpieza, se contribuye a preservar la salud de aquéllos, y procurando que todo esté ordenado y dispuesto con buen gusto, se les proporciona buenas impresiones, haciéndoles contraer hábitos sanos y aun estéticos. En tal sentido (para cuya mejor comprensión conviene recordar lo que reiteradas veces hemos dicho acerca de la transcendencia moral de la Higiene); se esforzarán los maestros para que todas las dependencias de la escuela estén aseadas (paredes, suelos, muebles, cuadros y demás objetos), para que todo se halle dispuesto en ellas -particularmente en las clases- con orden y respirando buen gusto, a los efectos que dijimos al tratar de los medios de iniciar a los niños en la cultura estética (535).

Hay que extremar, si cabe, el aseo en las escuelas durante las épocas de epidemias o cuando se presentase entre los alumnos algún caso de enfermedad contagiosa. Mientras se adopte alguna medida, y sin perjuicio de tomar respecto de los escolares las precauciones indicadas, en el lugar oportuno (608 y 610), es exigido un aseo más esmerado en todas las dependencias (las clases y lugares excusados, principalmente), ventilarlas todo cuanto se pueda y procurar su saneamiento por medio, de desinfectantes enérgicos.

642. Indicaciones respecto a la manera de realizar la limpieza en las escuelas. -La escuela ha de barrerse cuantas veces se pueda; lo mejor sería por mañana y tarde, pues por lo indicado en el número 624, conviene evitar el polvo que se produce siempre, y que, tan perjucicial es para la salud de maestros y discípulos. El barrido no debe hacerse en seco, porque en este caso levanta el polvo, el cual queda en las paredes, en el mobiliario, en los objetos de uso de los niños, etc. Es necesario, por lo tanto, antes de barrer, humedecer el suelo, y mejor, echar sobre él serrín mojado y arrastrarlo con una escoba o cepillo ad hoc. Esto, es lo más higiénico.

Por lo menos una vez en la semana debe fregarse el suelo de las clases y demás dependencias, de la escuela, procediendo según sea y en todo caso, procurando hacerlo en tiempo y de modo que los alumnos no perciban la humedad, que puede ser causa de afecciones como el reúma.

La limpieza del techo, las paredes y el mobiliario, incluyendo los cuadros, mapas, etc., no se hará, como generalmente se hace, sacudiendo el polvo con plumeros, zorros y rodillas, sino pasando sobre todo ello un paño humedecido, que cuando se trate del techo y de las partes altas de las paredes, se pondrá en el extremo de un palo o caña, cual se hace en las casas con los plumeros y el mismo pano.

Cuando los muros están estucados o pintados al óleo, la limpieza puede hacerse del modo dicho. Si están pintados al temple o meramente blanqueados, se procederá con más cuidado en lo que concierne a pasar por ellos el paño humedecido, y se renovará (siempre en época que se sequen pronto los muros y los niños no asistan en unos días a clase) la pintura y el blanqueo, con más frecuencia éste (todos los años debiera hacerse) que la pintura.

No hay para qué recomendar a los maestros la vigilancia y severidad que deben tener respecto de la limpieza, y para evitar que los niños manchen las paredes, pinten y escriban en ellas. No hay cosa que peor efecto cause, que más prevenga contra maestros y alumnos, que ver sucios, embadurnados de ese modo los muros de una escuela, que siempre deben estar completamente limpios.

643. La prohibición de escupir y las escupideras en la escuela. -No sólo por los motivos señalados al tratar de la profilaxia de la tuberculosis (624), sino porque es feo y grosero, y al cabo degenera en hábito nocivo para la salud de quien lo contrae, deben los maestros procurar que los niños no escupan en la escuela, que ensucian con los esputos faltando a la consideración que la deben, así como a sus profesores y condiscípulos. Al tratar en la educación física de las buenas maneras (117), citamos como una de ellas el no escupir ni expectorar delante de las gentes: hacerlo es signo de poca o mala educación. El hábito de escupir es contrario, a la vez que a la urbanidad, a la Higiene, en consideración a la cual, principalmente, pedimos ahora que los maestros vigilen para que sus discípulos no lo contraigan, y hagan lo posible para desarraigarlo en los que lo hubieran contraído.

Si, como al tratar de la tisis dijimos en el lugar recordado, el esputo y su diseminación es el principal agente de tan terrible enfermedad, haciéndole la guerra, se la haremos también a la tuberculosis. La mejor manera de hacerla es habituando a los niños a no escupir, de lo que se infiere que en las escuelas no debe escupirse por nadie, y menos por el maestro y los alumnos: en ellas debiera fijarse este letrero: No se permite escupir.

Al menos en el suelo, pues puede haber casos en que no pueda evitarse. Para ellos, es de necesidad que las escuelas estén dotadas de escupideras convenientemente situadas y provistas de algún liquido antiséptico, como, por ejemplo, el cloruro de cal, el agua fenicada y el permanganato potásico, que es el que tenemos por mejor y más adecuado para las escuelas, por su eficacia y economía y ser inofensivo para la salud. Puede emplearse también para la desinfección de retretes, urinarios y, en general, para todas las piezas de la escuela que necesiten ser desinfectadas. Es de rigor que, una vez terminadas las clases, se laven con agua hirviendo las escupideras, las cuales se empiezan a poner, en varios países, en los sitios públicos, habiéndolas al efecto de varias formas y condiciones.




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Capítulo III

El material de enseñanza y el mobiliario escolar


Idea de lo que constituye el menaje de las escuelas. -Consideración del material de enseñanza al respecto de la Higiene. -Condiciones higiénicas de los libros. -Los encerados, el papel para escribir, la tinta, etc., a dicho respecto. -Disposiciones que en el mismo sentido requieren los mapas y globos geográficos y las láminas de todas clases. -Las mesas y los bancos de los alumnos. -El antiguo mobiliario. Idea de sus defectos e inconvenientes. -Consideración del mobiliario antiguo en relación con la Higiene. -Movimiento en favor de su reforma. -Reforma del mobiliario en sentido pedagógico. -Número de plazas por mesa. Superioridad del pupitre individual y ventajas materiales del de dos asientos. -Actitud que normalmente debe guardar el niño en su pupitre, como punto de partida de la reforma en el sentido higiénico. -Reglas que deben presidir a la construcción de las mesas-bancos. -Dimensiones de las mesas y los bancos, y distancias entre unas y otros. -Medios de obviar los inconvenientes que implican las dimensiones y distancias higiénicas. -Idea de los diferentes sistemas de mesas-bancos. -Consideración especial de los asientos. ¿Deben ser libres o fijos? -De algunas otras condiciones de dicho mobiliario. -Las mesas-bancos en las escuelas de párvulos. -La gradería: sus inconvenientes. -La plataforma y el mobiliario del maestro. -Indicaciones acerca de otras clases de muebles escolares. -Consejos a los maestros respecto de las adquisiciones que hagan de mobiliario escolar. -Indicaciones bibliográficas relativas a las materias a que se contraen éste y los dos capítulos precedentes. Notas concernientes al mobiliario.


644. Idea de lo que constituye el menaje de las escuelas. -Bajo la denominación de menaje y también de enseres, se comprenden en las escuelas todos los muebles y objetos que, no utilizándose directamente para la enseñanza, son necesarios para ella, y, en general, exigidos por las atenciones propias de la vida escolar. En tal concepto, se considera como menaje, no sólo el mobiliario propiamente dicho (mesas y bancos o sillas para alumnos, maestros, ayudantes e inspectores; gradines y graderías, armarios y vitrinas; estufas, aparatos para colocar las láminas, cartas geográficas, etc.), sino hasta las enseñanzas religiosas y cívicas que prescriben los reglamentos (crucifijos, imágenes de vírgenes y santos, y retratos o bustos del jefe del Estado), los doseles sobre que se fijan; la escribanía del maestro; los cuadros de honor, de clasificación de la enseñanza y distribución del tiempo y el trabajo; las tablillas que determinan el lugar y el número de las secciones; los relojes y termómetros que debe haber en las clases, y aun los timbres, campanillas, castañuelas y silbatos de que se valen algunos maestros para imponer silencio u ordenar ciertos movimientos, el comienzo o terminación de los ejercicios, etcétera.

Acerca del número, naturaleza y colocación de estos enseres suelen darse en los tratados de Pedagogía preceptos tan minuciosos, que sólo sirven para llenar páginas, pues ni todos son precisos (algunos resultan impertinentes, verbigracia, los silbatos y castañuelas), ni nadie mejor que el maestro puede determinar la índole y clase de los que necesita, su colocación, etc., según la población escolar y el local y los recursos de que disponga, así como el régimen pedagógico que se proponga seguir y la manera como entienda la función educativa. Por esto prescindimos de semejantes pormenores y nos fijamos principalmente en el material de enseñanza y en las mesas y bancos de los alumnos.

645. Consideraciones del material de enseñanza al respecto de la Higiene. -Al hacer adquisiciones del material científico necesitan los maestros atender, no sólo a las condiciones pedagógicas y estéticas de él, según lo que a su tiempo dijimos (480 y 535), sino también, y cuidadosamente, a sus condiciones higiénicas, por las relaciones que una buena parte de él (libros, encerados, mapas y globos, láminas, papel de escribir, etc.), tiene con el órgano de la vista, en que un material inadecuado a este respecto puede producir deformaciones de consideración, como la miopía, por ejemplo, que a su vez origina desviaciones de la columna vertebral. A que se eviten en lo posible estos males (que contribuyen a que muchos higienistas atribuyan a la escuela la propagación de ciertas enfermedades y deformaciones de los niños) se encaminan las indicaciones que siguen.

646. Condiciones higiénicas de los libros. -Por lo mismo que éste es uno de los medios auxiliares de que más se sirve el alumno, se procura con más empeño que respecto de ningunos otros, determinar sus condiciones materiales (de su valor pedagógico hemos tratado ya, números 483 y 513) en cuanto se relacionan con la Higiene.

«La elección de los libros empleados en las clases tiene también su importancia, acerca de la que debe decirse algunas palabras al respecto puramente, material. Nuestros reglamentos prohíben en las escuelas los malos tratamientos a los alumnos, y yo me apresuro a añadir que los casos de infracción en este punto son muy raros. Pero todos los malos tratamientos posibles no consisten en actos de violencia. El uso de un libro mal impreso, cuya lectura exija esfuerzos particulares, que pueden ser fatigosos para los ojos, constituye un mal tratamiento para la vista del niño, que puede encontrarse pronto alterada.» (BAGNAUX.)

La primera cuestión que se presenta es la del papel en que se impriman los libros escolares, conviniendo todos los higienistas en que, además de tener algún cuerpo, para que no se transparente ni cale, debe ser de color amarillo o agarbanzado, en vez de enteramente blanco, que daña la vista por la refracción que produce de la luz. Que las letras que se empleen no sean pequeñas ni, sobre todo, estrechas (la legibilidad de un texto no depende de la altura de los caracteres, sino de su ancho); que los renglones no estén muy juntos, sino bien regleteados y no excedan de 8 centímetros de largo, y cada centímetro no contenga más de seis o siete letras; que los caracteres no estén gastados y no se empleen en una misma página de vados tamaños y clases; y, en fin, que la impresión sea clara y limpia y las márgenes no muy estrechas, son las advertencias principales que (aparte de lo dicho sobre el papel) tiene que hacer la Higiene a propósito de los libros escolares. A esto debe añadirse que los grabados con que suelen ilustrarse los libros sean limpios, claros y de buen gusto artístico, así por su composición como por su ejecución Ya hemos visto que mediante ellos puede contribuirse a la enseñanza artística y formar el sentido de lo bello en los niños.

647. Los encerados, el papel para escribir, la tinta, etc., al respecto de la Higiene. -Resultan con frecuencia los encerados dañosos para la vista, no sólo por su mal color (pardusco, o blanquecino), sino principalmente por los reflejos que producen, debidos al brillo que es común darles y a su colocación inadecuada. Se obvian estos inconvenientes, en el primer caso, con los encerados de pizarra (que, por otra parte, son reprochables por su exposición a romperse y por los esfuerzos que obligan y acostumbran a los niños) y mejor aún, los apizarrados artificialmente (como las telas pizarras de Suzanne y de Tolosa), cuyo color negro mate evita o atenúa los reflejos y hace que las líneas se destaquen bien. En cuanto a la colocación, en vez de la vertical, que en mus casos impide que los niños vean bien los trazados o escritos, debe adoptarse la que se da a los cuadros en los Museos (salientes por la parte superior, de modo que resulten inclinados de arriba a abajo), o, lo que es preferible, fijarlos en el eje de un marco para que pueda dárseles la inclinación que convenga (hacia atrás o hacia adelante).

En cuanto al papel para escribir, debe acomodarse, por lo que al niño respecta, a lo dicho acerca de los libros de lectura, proscribiendo que, por ser delgado y de mala calidad, se transparenta y cala. Refiriéndonos al cuadriculado, y teniendo en cuenta que del ancho de los renglones depende la altura de las letras, altura que influye mucho en la posición que para escribir adoptan los niños, decimos en el Tratado de Higiene escolar:

«Esta altura -observa Fonsagrives- es, por regla general, excesivamente grande, lo que constituye para los alumnos una causa de actitud forzada (haciendo, debe añadirse, que aprieten la pluma). Rendú ha insistido, con razón, acerca de este punto -añade- y recomienda que se empiece por la escritura de tamaño medio, o sea de 5 milímetros (a esta distancia deben estar separados los renglones unos de otros); que se pase luego al tamaño mayor, esto es, a la de 1 centímetro, y que se llegue, por último, a la menor, es decir, a la de 2 milímetros. Esta gradación parece muy acertada: es bueno, además, que alternen estos tamaños.»

Que la tinta no sea clara y sí lo suficientemente negra o de color subido para que se destaque bien la escritura, no conteniendo en su comsición materias nocivas, y que el clarión y los portaplumas sean ligeros y prismáticos; el primero, tierno, además, y las plumas, anchas de punta, son también consejos que dan los higienistas y que conviene tener cuenta.

648. Disposiciones que al respecto de la Higiene requieren los mapas y globos geográficos y las láminas de todas clases. -Teniendo en cuenta los efectos tan perniciosos que para la vista produce el abigarramiento de matices, los colores muy subidos, el charolado de las superficies, la aglomeración de letreros, signos geográficos, etc., y la mala colocación de los mapas, decimos en el Tratado de Higiene escolar acerca de los murales:

«Deben colocarse de modo que los niños los vean bien y no produzcan reflejos, exigencia a la que hay que atender con más motivo cuando están charolados; colores en mate evitarán en parte el inconveniente a que nos referimos. Con brillo o sin él, ha de evitarse que los colores sean muy vivos (medios o neutros sería lo mejor), produzcan contrastes muy pronunciados y formen abigarramiento. Aunque sean de grandes dimensiones, conviene economizar en ellos los pormenores no dando más que los indispensables dentro de los límites que asigna la enseñanza propia de los niños, y procurando que las indicaciones gráficas, y muy particularmente las leyendas, se destaquen bien, en vez de desvanecerse en el hacinamiento de pormenores, y por falta de precisión. Los mapas mudos, que desde el punto de vista pedagógico ofrecen ventajas muy estimables, evitan mucho el inconveniente de la aglomeración, por lo que la Higiene no puede menos de recomendarlos.»

En lo dicho, tenemos también muy en cuenta lo que por sus condiciones materiales pueden influir los mapas en la formación del gusto estético, por lo cual precisa disponerlos, sobre todo en lo que respecta a los colores y sus combinaciones, con cierto sentido artístico.

En lo que sea aplicable, deben amoldarse a las condiciones que acaban de señalarse los mapas manuales, los globos geográficos y las láminas murales de Geografía, Historia sagrada y profana, Botánica, Mineralogía, Zoología y Fisiología, de Arte, Industrias y Oficios, etc., que se empleen ara auxiliar las diversas enseñanzas y hacerlas intuitivas.

649. Las mesas y los bancos de los alumnos. -Este es el mobiliario escolar que más atención requiere de los maestros, en cuanto que de sus condiciones depende en gran parte el aprovechamiento y la salud de los alumnos y el mantenimiento del orden en las clases: su papel es, a la vez que pedagógico, en el estricto sentido de la palabra, eminentemente higiénico. Con las mesas y asientos para maestros, ayudantes e inspectores, constituye dicho mobiliario los llamados por algunos cuerpos de carpintería; modernamente se designa con los nombres de mesas-bancos y pupitres escolares, y se destinan especialmente a los ejercicios de escritura, a los cuales responde o debe responder en lo esencial su modo de construcción. Sirve también este mobiliario para que los alumnos lean o repasen las lecciones, dibujen y practiquen ciertos juegos y trabajos manuales en cuyos casos requieren condiciones especiales. Todo ello ha dado lugar a que pedagogos e higienistas de consuno fijen su atención con insistencia e interés inusitados en la manera de ser del mobiliario escolar que nos ocupa.

650. El antiguo mobiliario. Idea de sus defectos e inconvenientes. -Basta contemplar las mesas y los bancos escolares del sistema antiguo (todavía subsistentes en muchísimas escuelas), para comprender la necesidad de reformarlos.

Construido este mobiliario para colocar en una mesa-banco muchos alumnos (diez, doce y aun más), resulta de dimensiones grandes y pesado; por lo que ofrece, pedagógicamente considerado, los inconvenientes de que los niños se molesten de continuo con los brazos al cambiar de posición, al entrar y salir, etc., amén de poner en lamentable confusión el papel, los libros, lapiceros, etc.; de que el maestro no pueda aproximarse a todos ellos y observarlos de cerca, ni colocar esos cuerpos de carpintería como mejor convenga para la vigilancia de la clase, para la luz que requieren los ejercicios de Escritura, Dibujo, repaso de lecciones y otros, y para los movimientos y evoluciones que en muchos casos precisa realizar; por todo ello es dicho mobiliario antipedagógico y por demás incómodo para alumnos y maestros.

Estos inconvenientes se agrandan y multiplican cuando las mesas-bancos de que tratamos se consideran desde el punto de vista higiénico, pues entonces hay que convenir en que tienen un carácter agresivo contra la salud de los alumnos, por el hacinamiento y la opresora inmovilidad a que los fuerza y, sobre todo, por las actitudes viciosas que les hace adoptar y a que les habitúa.

651. Consideración del mobiliario antiguo al respecto de la Higiene. -Los principales defectos higiénicos de que adolecen los antiguos cuerpos de carpintería son: 1ª., banco muy alto con relación a las piernas del niño y muy bajo al respecto de la altura de la mesa; 2ª., poca altura de ésta con relación al cuerpo del niño; 3ª., una distancia grande (de 10 a 12 centímetros) entre el borde del banco y la vertical que pasa por la arista interior de la mesa; 4ª., bancos estrechos y sin respaldo. Estos defectos hacen que el mobiliario antiguo, muy detestable al respecto pedagógico, lo sea más al higiénico, en cuanto que favorece en los niños actitudes viciosas que son causa de algunas de las deformaciones y enfermedades escolares (escoliosis, desviaciones de la columna vertebral y miopía, principalmente). Las más comunes de semejantes actitudes consisten en que los niños estén mal sentados y tengan las piernas, colgando y plegadas hacia al banco, cuando éste es muy alto; que tengan muy levantado el brazo para escribir y estén como colgados de la mesa, cuando ésta es muy alta con relación al banco y al cuerpo del niño; que éste permanezca al escribir encorvado y torcido, apoyando el pecho en el borde de la mesa, casi tocando con las narices el papel, y apenas sentado, cuando es grande la distancia horizontal entre el banco y la mesa, y también cuando ésta es baja y el asiento estrecho y sin respaldo. De aquí las deformaciones y enfermedades a que acabamos de aludir, que M. Bagnaux resume en estos términos:

«El estómago, el corazón, los pulmones y los intestinos, constantemente comprimidos cuando el cuerpo se halla replegado sobre sí mismo, se sienten embarazados en sus funciones; la salud general se resiente de ello, y el resultado final puede ser una constitución deteriorada para toda la vida. El talle se desvía, las espaldas se desenvuelven desigualmente, resultando una de las dos más voluminosa y más alta que la otra; en fin, los ojos, mirando sin cesar a muy cortas distancias, se modifican progresivamente, y al cabo de algún tiempo llegan a la miopía, que casi nunca es un estado que el niño trae al nacer, que generalmente se adquiere por el hábito de ver desde muy cerca, durante los años de asistencia a la escuela. En resumen: desviación del talle, deformación de los miembros, alteración de la salud general y mio fa; tales pueden ser las deplorables consecuencias del uso de una mala mesa-banco escolar.»

652. Movimiento en favor de la reforma del antiguo mobiliario. -Los inconvenientes indicados, que han puesto de relieve numerosas y exactas estadísticas y observaciones de las más reconocidas autoridades, en la materia, han determinado un movimiento favorable a la reforma del mobiliario antiguo, al intento de purgarlo de sus defectos y acomodar la mesa-banco al niño, que es lo racional, en vez del niño a ella, como sucede con dicho mobiliario, que por esto resulta tan antihigiénico como hemos visto.

De los Estados Unidos partió, en 1854, la idea de semejante reforma, que inició Henry Barnad, y que bien pronto halló favorable acogida en toda la América y en gran parte de Europa, merced a los estudios y esfuerzos de muy distinguidos médicos higienistas, cuyos nombres son honra de la Ciencia moderna. Y aunque no pueda afirmarse que se haya dicho la última palabra en la cuestión, es lo cierto que el aspecto de ella ha mejorado en todas partes notablemente, que el problema está resuelto en principio y que su aplicación práctica se encuentra asegurada allí donde se atiende con algún sentido a las necesidades físicas de los niños. Dondequiera que hoy se abre o se reforma una escuela primaria, se piensa seriamente en su mobiliario, para construirlo en las condiciones que los sabios aludidos han determinado como las más adecuadas.

653. La reforma del mobiliario en sentido pedagógico. Número de plazas por mesa. Superioridad del pupitre individual y ventajas materiales del de dos asientos. -Las exigencias genuinamente pedagógicas aconsejan, desde luego, por las razones ya dichas, reducir la longitud de las mesas-bancos y, por consiguiente, el número de alumnos de cada una; dimensiones y número que se han exagerado al punto que hemos visto, merced al influjo del sistema de la enseñanza llamado mutuo (389 y 390), muy en boga hace algunos años y, por fortuna, en evidente desprestigio al presente. A las mesas y bancos para diez, doce, diez y seis y más plazas han sucedido las dispuestas para cinco (como máximo, cuatro, tres, dos y un solo alumno), que permiten que el orden se conserve mejor en las clases y el maestro pueda vigilar más de cerca a los escolares, así como situarlos como sea preciso para que reciban la luz convenientemente, salgan de sus puestos y entren en ellos sin molestarse unos a otros, y estén con más independencia entre sí; todo lo cual es de necesidad procurarlo.

En tal sentido, la mesa-banco preferible será la de una sola plaza, la dispuesta para un solo alumno, esto es, el llamado pupitre individual o aislado; tal es, sin duda, el ideal en este punto, ideal que ha comenzado a realizarse en muchas escuelas. Pero aunque estas mesas-pupitres sean las mejores y más racionales, no dejan de ofrecer inconvenientes dignos de que se tengan en cuenta. En primer lugar, exigen mucho espacio, pues aparte de que aun juntándolas dos a dos o tres a tres (con lo que no serían en puridad individuales), ocupan mayor superficie que una de dos o de tres asientos, requieren un pasillo a cada lado; de aquí que en clases muy pobladas y reducidas no sean prácticas. Por otra parte, resultan más caras que las de dos o más plazas, y esto es en la mayoría de las escuelas un inconveniente, con el que habrá de tropezarse por mucho tiempo. En su consecuencia, hay que convenir en que, prácticamente, son preferibles en la gran mayoría de los casos las mesas-bancos de dos plazas, en cuanto que son más económicas (dos de un solo asiento costarán siempre, en igualdad de condiciones, más que una para dos plazas) y ocupan menos espacio, pudiendo entrar y salir los alumnos cada uno por su lado, sin molestarse: por cada seis plazas, por ejemplo, se ahorran tres pasillos o calles, de los siete que requieren las individuales. Aunque las ventajas económicas señaladas persisten y se aumentan en las mesas de tres y cinco plazas, no han de preferirse a las de dos, de las que no debe pasarse, en atención a que en más o menos grado ofrecen aquéllas los inconvenientes ya dichos, sobre todo el de que siempre que entren y salgan los niños que ocupen el centro de ellas harán levantarse y salir de sus asientos a los situados en los extremos.

Claro es que en las clases espaciosas y en que el número de alumnos sea el que hemos dicho como máximo (386), debe darse siempre la preferencia a las mesas-bancos o pupitres individuales, si a ello no se oponen poderosas razones económicas.

654. Actitud que normalmente debe guardar el niño en su pupitre, como punto de partida de la reforma en sentido higiénico. -Toda la reforma del mobiliario escolar que nos ocupa, considerada desde unto de vista de la Higiene, tiene por base el aforismo pedagógico ya hemos mencionado, al decir que la mesa-banco debe acomodarse al niño, y no el niño a ella. Para la realización de este precepto, precisa determinar antes la posición que en su pupitre, y sobre todo durante los ejercicios de escritura, debe guardar el niño; tal es lo que se llama la actitud normal, que el Dr. Liebreicht (uno de los que con más autoridad, amor y éxito se han consagrado al estudio de estos problemas) describe en los términos siguientes:

«La parte superior del cuerpo debe permanecer vertical; la espina dorsal no ha de torcerse ni a derecha ni a izquierda; los omoplatos deben quedar colocados a la misma altura; los brazos, aplicados a las costillas, no soportarán nunca el peso del cuerpo. Los dos codos, a nivel y casi perpendiculares bajo los omoplatos, no deben estar apoyados, y solo las manos y el antebrazo descansarán en la mesa; es preciso que el peso de la cabeza esté bien equilibrado sobre la columna vertebral, sin que nunca se incline hacia adelante, ni debe torcerse sobre su eje horizontal más que lo precisamente necesario para que, estando la cara ligeramente inclinada, el ángulo formado por el rayo visual dirigido sobre el libro no sea muy agudo.»

Completa esta descripción y al mismo tiempo la aclara, la siguiente:

«La posición higiénica exige que los pies descansen con firmeza en el suelo; que pierna, muslo y tronco formen entre sí ángulo recto; que la cabeza no se incline hacia adelante; que los hombros estén en la misma línea horizontal y los brazos a igual distancia del tronco y que el peso se reparta entre los, el asiento y la región lumbar.» (GINER, D. Francisco.)

Añadamos que para que el niño pueda guardar más fácilmente la posición descripta o actitud normal, sobre todo cuando escribe, debe encontrar un apoyo en la región lumbar, ha de apoyar en el asiento la mayor parte posible de los muslos y no ha de tener necesidad de encorvarse sobre la mesa, ni de encoger el hombro derecho para llegar a ella.

655. Reglas que deben presidir a la construcción de las mesas-bancos. -Para que los niños guarden la posición higiénica que acabamos de determinar, precisa tener en cuenta, en la construcción de las mesas y bancos, las siguientes reglas, en que todos los que de este particular se ocupan conforman:

a) La mesa y el banco deben aproximarse entre sí de modo que entre el borde interior de la una y el anterior del otro no quede distancia alguna.

b) El banco debe tener cierta profundidad y un respaldo que sirva de apoyo a los riñones.

c) La mesa y el banco deben tener una altura apropiada exactamente a la estatura de los niños.

Suponen estas reglas la necesidad de atender, al construir el mobiliario que nos ocupa, a ciertas dimensiones y distancias, de las que depende principalmente la condición higiénica de las mesas-bancos; razón por la cual debemos fijarnos en ellas antes de pasar a otros puntos.

656. Dimensiones de las mesas y los bancos, y distancias entre unos y otros. -Por consecuencia de lo dicho más arriba, es evidente que para determinar estas dimensiones y distancias, de las que depende que el niño guarde la actitud normal, precisa atenerse a ciertas medidas, cuya base hay que buscar en los datos anatómicos del organismo de los niños. Estas medidas han sido formuladas de la manera siguiente:

a) La longitud de la pierna, desde el muslo a la rodilla, estando el niño sentado y en la actitud antes dicha, esto es, formando las piernas un ángulo recto con los muslos, de la altura del banco o asiento.

b) La altura de los riñones por encima del asiento, sentado el niño de la manera dicha (formando el tronco del cuerpo con los muslos otro ángulo recto), tomada al nivel de la cadera y aumentada en algunos centímetros (de 3 a 4), da la altura de la arista superior del respaldo del banco.

c) La cavidad del estómago del niño, colocado éste como acaba de decirse, determina el nivel a que debe encontrarse la arista superior (la del lado del alumno) de la mesa o pupitre.

d) La longitud de ésta debe ser la suficiente para que los niños estén con comodidad, y en caso de haber más de uno en cada mesa (por ser ésta para dos plazas), pueda cada cual mover libremente los brazos sin incomodar con los codos a su compañero ni ser incomodado por él; generalmente, se considera necesario para cada alumno un espacio de 50 a 55 centímetros, a los que se añaden de 20 a 23 para el juego de los brazos; por término medio, debe darse a cada alumno de 60 a 70 centímetros de espacio lateral.

e) El ancho del tablero o de la mesa o pupitre (de delante a atrás) variará, según los tipos, de 35 a 45 centímetros.

f) La profundidad del asiento será igual a las tres quintas partes de la longitud del fémur del niño, o sea a 25 centímetros, por término medio, tratándose de un niño de 1m.55 de talla.

g) La distancia horizontal entre el respaldo del asiento y la arista posterior (la del lado del alumno) de la mesa o pupitre, equivaldrá al grueso del cuerpo, de delante a atrás, aumentado en algunos centímetros; tratándose de niños de seis a trece años, variará dicha distancia entre 18 y 26 centímetros, según la edad y el desarrollo físico de los escolares.

h) Por último, la distancia horizontal entre el borde posterior del tablero de la mesa o pupitre y el anterior del banco o asiento debe ser negativa; es decir, que el borde de la mesa avance algunos centímetros (de 2 a 7) sobre el asiento.

Para la debida inteligencia de esto, conviene advertir que en el tecnicismo de la construcción del mobiliario escolar, las distancias horizontales a que acabamos de referirnos se denominan: positiva o más distancia, la que media entre el borde de la mesa y el del asiento, como sucede en las antiguas mesas-bancos; nula, cuando ambos bordes coinciden en una misma vertical, no quedando espacio alguno libre entre la mesa y el banco; negativa o menos distancia, que es la considerada generalmente como la más higiénica, y la que, por lo tanto, debe adoptarse siempre que se pueda (en su defecto, la nula), la en que el tablero de la mesa avanza algo sobre el asiento; y variable, cuando la nula y la negativa pueden convertirse en positiva, y viceversa, mediante ciertos movimientos del pupitre, del asiento o de ambos.

657. Medios de obviar los inconvenientes que implican las dimensiones y distancias higiénicas. -Si la reforma del mobiliario que nos ocupa obedece, como hemos dicho, a la idea de acomodar las mesas-bancos al niño para que éste se mantenga en ellas en la posición higiénica, harto se comprende que las mismas mesas-bancos no pueden servir para todos los niños de una clase, pues si fueran iguales todas, resultarían grandes para unos y pequeñas para otros, con lo que se originarían algunos de los inconvenientes que se trata de evitar. Se obvian éstos, teniendo para cada clase, como es de necesidad absoluta, mesas-bancos de distintos tamaños o tipos, a cuyo efecto se han hecho (y debieran hacerse por todos los maestros, como se prescribe en algunos reglamentos escolares) numerosas y variadas medidas en niños de edad, grueso y talla diferentes, con las que se han formado cuadros completos, que pueden servir de guía a maestros y constructores, cualesquiera que sean las escuelas de que se trate. Para las clases comunes en que concurren niños de seis a nueve, diez y once años, no debiera haber menos de cuatro tipos de mesas-bancos, de seis en las muy numerosas, sobre todo si a ellas asisten niños mayores de once años, y de tres en las de párvulos: en los Estados Unidos y en Bélgica, prescriben los reglamentos ocho o nueve tipos.

Aceptada por la mayoría de los higienistas como la más propia para mantener el alumno en la actitud normal, la distancia entre la mesa y el asiento que hemos llamado negativa o, cuando menos, la nula (siempre que se pueda debe optarse por la primera), se ofrece un nuevo inconveniente, cual es el de la dificultad, no pequeña, que ha de encontrar el niño para mantenerse en pie delante de su pupitre, salir de su asiento y entrar en él. Este inconveniente se ha obviado mediante la llamada distancia variable, que se obtiene por movimientos del pupitre, del asiento o de ambos a la vez, según puede verse a continuación.

658. Idea de los diferentes sistemas de mesas-bancos. -En efecto, con las distancias negativa y nula, es imposible a los escolares estar ante su pupitre en la actitud vertical y sumamente embarazoso efectuar los movimientos dichos, por falta de espacio; y a darles el preciso para ello, manteniendo las mencionadas distancias mientras los niños escriben y leen, se enderezan las disposiciones peculiares por que se distinguen los diferentes sistemas de mesas-bancos, que fundados en las observaciones y medidas insinuadas antes, se han ideado en número considerable. Todos pueden reducirse a tres grupos, a saber:

1º. El de las mesas-bancos que convierten las distancias nula y negativa en positiva, y viceversa, por el movimiento del pupitre. -Los tipos principales de este grupo son: el de Kumtse (para dos o más plazas), en el que el tablero del pupitre se halla empotrado en unas correderas que le permiten bajar y subir y, en lo tanto, obtener la distancia nula y negativa mientras el alumno trabaja, y la positiva, cuando se pone de pie, sale y entra; el de charnela (individual y para dos o más plazas), cuyo tablero, dividido transversalmente, se levanta cuando precisa dar esta última distancia; a esta clase corresponde el del célebre oculista de Londres Liebreicht, que le ha dado una disposición especial, en cuya virtud ofrece el tablero una inclinación de 20º para la escritura y de 40 para la lectura; el inglés, de pupitre movible (individual), en el que se obtienen dichas distancias corriendo hacia atrás o hacia adelante el pupitre, que, al efecto, se halla montado en un pie derecho de hierro y provisto de correderas, y el de Cardot (ingeniero de París), en el que el tablero de la mesa se halla articulado a dos palancas que le hacen girar hacia atrás y a adelante, en el primer caso, para dar la distancia positiva, y en el segundo, para la negativa; este sistema, dispuesto para dos plazas, es, sin duda, de los mejores (aunque con modificaciones, el más generalizado también), y su autor quien con más detenimiento y mejor sentido ha estudiado los problemas capitales de estas construcciones, formando cuadros muy completos de medidas, dimensiones, distancias, etc., que generalmente se toman como base por las personas interesadas en los problemas a que se refieren.

2º. El de las mesas-bancos que convierten las distancias nula y negativa, y viceversa, por el movimiento del asiento. -Sus tipos principales son: el de Kaiser (para dos plazas en general, aunque se construye también para una), que conserva la distancia negativa mientras el alumno se halla sentado y, al levantarse éste, se inclina el asiento hacia el lado del respaldo dentro de un marco, con lo que permite al niño estar de pie, salir y entrar cómodamente, y el de André, cuyo mecanismo consiste en hacer subir y bajar el asiento y el apoyo de los pies para dar las distancias negativa y positiva, según convenga; y

3º. El de las mesas-bancos que convierten las distancias nula y negativa en positiva, y viceversa mediante movimientos del pupitre y el asiento a la vez. -Son sus principales tipos: el de la Sociedad para el mueblaje de las escuelas de Nueva York (individual y para dos plazas), en el que la tabla del pupitre se halla articulada de modo que puede describir tres cuartos de círculo alrededor de la arista superior del respaldo y aplicarse verticalmente sobre ésta en toda su longitud, y el banco se puede también levantar y replegarse sobre el mismo respaldo; el nuevo modelo de Bapterosses (individual), en el que al movimiento de arriba a abajo que hemos dicho que tiene el asiento en el modelo André (igual que otro del mismo autor), se añade otro análogo del pupitre, que también se mueve de adelante a atrás; y el del Museo Pedagógico de Madrid (para una sola plaza), que teniendo el asiento el mismo movimiento que el de Kaiser, la tabla que forma el pupitre puede levantarse por completo, quedando vertical (para leer), tomar la posición completamente horizontal (para el dibujo lineal), la oblicua necesaria para la escritura (en cuyo caso resulta la distancia negativa) y otra más oblicua, para el dibujo de figura y paisaje, por ejemplo. En nuestro concepto, este modelo es el más aceptable de todos los nombrados, no sólo por bien que responde a las, exigencias higiénicas (se funda su construcción en los datos científicos de Cardot), sino por su sencillez (todo es madera en él) y economía; asiento y pupitre se hallan fijos en una tarima de listones separados, que permiten que el agua de los pies caiga al suelo y el aire circule por debajo.

659. Consideración especial de los asientos. ¿Deben ser libres o fijos? -La cuestión de los asientos de los pupitres tiene verdadera importancia. De la disposición que tengan depende en mucho que el niño guarde o no la actitud que estimamos higiénica; de aquí la profundidad que hemos dicho que debe dárseles y la necesidad de que tengan un respaldo de cierta altura (656, f), y las prescripciones para que éste sea inclinado ligeramente o cóncavo en la parte inferior y algo convexo en la superior, como el asiento algo inclinado hacia atrás, debiendo presentar ciertas concavidades, etc. Aparte de estas cuestiones y de la relativa a si los asientos y respaldos deben ser seguidos cuando se trata de mesas-bancos para más de una plaza (siempre que se pueda debe procurarse la mayor independencia entre los asientos y sus respaldos, que deben ser independientes entre sí, a fin de que los movimientos de un niño no incomoden al compañero, con lo que la mesa se acercará mucho a la individual); aparte de esto, decimos, lo que más interesa considerar es si los asientos han de ser fijos o libres.

Lo dicho hasta aquí requiere en verdad que el asiento sea fijo, ya por hallarse unido a la mesa, formando con ella un solo mueble, que es lo más general (sistemas Kumtse, Cardot, Liebreicht, André, Museo Pedagógico de Madrid, etc.), ya, lo que es menos común, por estar sujeto el suelo independientemente de la mesa, como acontece en el modelo Bapterosses y con la mayoría de los ingleses, de pupitre movible; pero en uno y otro caso, ni mesa ni asiento cambian de lugar entre sí, por lo que el niño nada tiene que hacer para guardar la actitud normal que la posición respectiva y fijeza de mesa y asiento le obligan a adoptar. Los asientos libres son independientes de la mesa y no están adheridos al suelo, por lo que el niño mismo es el que debe procurarse la posición que ha detener al leer y escribir, como hace con las sillas de su casa al comer o al trabajar en una mesa ordinaria.

Sobre cuál de estos dos sistemas es preferible discuten algunos pedagogos. Los que opinan en favor del asiento completamente libre, se fundan en que al hacer que el niño se cuide de guardar la posición higiénica, se le habitúa a sentarse como debe y a hacer lo que corresponde por sí mismo, lo cual implica una acción educadora más racional y fecunda que la mecánica que supone el asiento fijo. Semejante procedimiento puede adoptarse, sin duda (siempre contando con el celo de los maestros), en las clases muy reducidas, y mejor si los niños son mayores de diez años y, desde luego, en las Normales, a cuyos alumnos es conveniente, a fin de que el cuidado de la propia actitud (que creará en ellos un verdadero hábito) y las observaciones de los profesores, les despierten la preocupación de la postura higiénica y de las condiciones de las mesas-bancos escolares; pero en las escuelas ordinarias no pasa de ser una generosa aspiración, no es práctico, por lo que hay que optar por el asiento fijo.

«Tratándose de la gran mayoría de nuestras escuelas -hemos dicho en otro lugar- el sistema del asiento libre, además de que resultaría al cabo perjudicial para la salud de los niños, por lo mucho que se presta (a despecho de toda la vigilancia que se quiera tener) a que éstos tomen actitudes antihigiénicas, sería un cuidado más y nuevo motivo de trabajo para el maestro, cuya vigilancia se halla constantemente solicitada por multitud de variadas atenciones, para que hayan de añadirse otras nuevas. En las clases numerosas, que en mucho tiempo han de constituir la casi totalidad de nuestras escuelas, es perfectamente ocioso querer dejar encomendado a los esfuerzos de maestros y discípulos el mantenimiento de las distancias negativa y nula, que por lo mismo que han de parecer al niño incómodas -en los principios al menos-, pugnará por hacerlas desaparecer y trocará en una distancia más positiva de lo que, aun aceptándola, pudiera desearse. Los asientos libres ofrecen además el inconveniente, sobre todo en las clases numerosas, máxime si el pavimento es de madera, del ruido que producen los alumnos al sentarse y levantarse, al acercarse al pupitre para escribir, al retirarse de él, etc.»

660. De algunas otras condiciones de las mesas-bancos. -La inclinación del pupitre es la primera que debe ocuparnos, y acerca de la que varían los higienistas, que proponen desde 10 a 12 (Guillaume) y 15 (Dally, Cardot) hasta 20º que es la que Liebreicht considera como la mejor para la escritura (40º propone para la lectura); la inclinación de 18º, propuesta por Bagnaux, como término medio, parece la más aceptable.

Que el mobiliario en cuestión sea lo menos complicado posible y tenga el menor número que se pueda de piezas movibles, no sólo para evitar ruidos y facilitar su manejo, sino para prevenir desperfectos costosos o difíciles de reparar, son condiciones que deben tenerse en cuenta, conjuntamente con las de solidez, elegancia y baratura, condición esta última que excluye las maderas caras y, en general, el lujo, que debe posponerse en esto, como en todo, a lo útil, lo cómodo y lo conveniente; con pino o álamo (maderas que abundan en muchas comarcas) se pueden construir excelentes mesas-bancos, destinando el ahorro que resulta de no emplear maderas más caras (roble, nogal, haya), a hacerlas mejor y más numerosas, o a otras atenciones de la escuela (la adquisición de material de enseñanza, por ejemplo). Aunque el hierro fundido resulta económico y se presta a la elegancia y solidez, no debe emplearse sino en localidades en que los desperfectos puedan subsanarse fácilmente; donde esto no pueda ser, son preferibles las mesas-bancos completamente de madera, como los modelos de nuestro Museo Pedagógico, que en cualquier pueblo pueden componerse, y que al cabo resultan siempre más económicas. No conviene a la vista, por el contraste que resulta con el papel de escribir, que los tableros del pupitre estén pintados de negro, como lo están algunas del modelo Cardot; cuando, por la índole y el número de los niños, no puedan dejarse del color de la madera, que fuera lo mejor y es más estético, se emplearán colores neutros, con una maño de barniz que permita lavarlos. Por último, por motivos de limpieza y disciplina, las mesas-pupitres no deben tener cajón alguno, y en su lugar, y a cierta distancia por debajo del tablero, una tabla al descubierto para colocar los libros, cuadernos, etc., de modo que permita la constante inspección del maestro.

661. Las mesas-bancos en las escuelas de párvulos. -En estas escuelas debe haber, como en las demás, mesas y bancos con sus respaldos correspondientes y acomodadas las dimensiones de unas y otros, a la talla de los niños, por lo que se necesitan de tres tamaños, por lo menos; en la inteligencia de que es aplicable a este mobiliario lo que hemos dicho antes, sobre todo tratándose del destinado a los niños que escriben en papel, cuyos pupitres deberán estar dispuestos de modo que pueda quedar completamente horizontal y estar cuadriculados sus tableros para la práctica de los trabajos y juegos manuales propios de dichas escuelas, disposición que no estaría de más adoptar en las elementales en que no haya lugar ni mobiliario especiales para estos ejercicios. Para los párvulos con quienes se prescinda de la escritura en papel, que han de ser los más pequeños, habrá mesas especiales para dos o más plazas (cinco a lo sumo), cuyo tablero ha de ser horizontal y cuadriculado y tener de 50 a 55 centímetros de ancho y 45 de longitud por alumno; la altura de estas mesas será de 45 a 52 centímetros; la del banco, de 28 a 31, y la del respaldo, de 15 a 18 desde el asiento, el cual tendrá 20 de profundidad. Se comprende que damos estas medidas como término medio, pues necesariamente variarán en algo según el tipo a que correspondan, determinado por las condiciones del desarrollo físico de los alumnos.

662. La gradería: sus inconvenientes. -En las escuelas de párvulos organizadas según el patrón antiguo se substituyen las mesas-bancos con unos gradines de dos peldaños, situados alrededor de la sala, y, sobre todo, por la gradería, que a la vez que un contrasentido pedagógico, es un elemento antihigiénico. Acerca de ella hemos dicho en el Tratado de Higiene escolar:

«Si en un concepto es expresión gráfica en la escuela de párvulos del tradicional intelectualismo, que favorece a maravilla, ofrece, en otro, todos los inconvenientes propios del hacinamiento de muchos alumnos en muy reducido espacio, con más los inherentes a la bajada y la subida de niños pequeños por escalones estrechos. Añádase a esto lo incómoda que es para la posición sentada (lo que hace que los alumnos tomen en ella posturas tan reprensibles al respecto de la higiene como al de la urbanidad, cuando se prolongan los ejercicios, lo cual es harto frecuente que suceda) y lo mucho que favorece la inacción y aun el sueño de los niños más pequeños, a los que no siempre pueden interesar las conversaciones y explicaciones que con los mayores sostiene el maestro, el que, por otra parte, no es fácil que pueda atender debidamente y dirigirse a la vez a todos los escolares (de aquí que sólo tome parte activa en los ejercicios el 4 ó 5 por 100 de los alumnos), y se comprenderán sin gran trabajo las razones por que va desapareciendo la gradería de las escuelas de párvulos, en las que más que en ningunas otras se impone la exigencia de que la maestra esté constantemente entre sus alumnos, no se mecanicen los ejercicios y los de carácter físico sean cosa muy distinta de los automáticos (los de levantarse y sentarse, por ejemplo) que, cual si se tratara de polichinelas, se hacen practicar a los pobres niños en la susodicha gradería, para consolarlos y compensarlos, sin duda, de la falta de juego.»

Debe, por lo tanto, prescindirse en las escuelas de párvulos de la clásica gradería, cual se hace con todas las que se organizan racionalmente, y substituirla por las mesas-bancos y pupitres de que antes hemos hablado.

663. La plataforma y el mobiliario del maestro. -Si todo maestro debe ejercer la vigilancia de cerca y estar de continuo entre sus alumnos, conversando con unos, haciendo observaciones a otros, reprendiendo a los que lo necesiten, etc., le precisa circular constantemente por entre las mesas, en vez de permanecer sentado delante de la suya y hablar desde ella a guisa de catedrático, como hacen algunos: el sentido educativo que debe dar a su enseñanza y a toda su acción pedagógica requiere que proceda así. De aquí que no deba preocuparse de la plataforma, que como no ha de convertirla en cátedra, no tiene necesidad de que sea elevada (los escalones que en tal caso requiere son un inconveniente), ni menos cerrada, a modo de fortaleza; lo mejor es suprimirla, lo que le permitirá colocar su mesa y asiento donde más convenga (en un ángulo de la clase, recomiendan algunos), sin preocuparse del lugar central, como es común, que corresponde mejor al encerado, delante del cual no debe haber nada que estorbe ver bien a los alumnos las operaciones que en él se practiquen» esto es tanto más hacedero cuanto que el maestro ha de estar sentado raras veces.

Por lo demás, su mesa y asiento han de acomodarse en lo posible a las condiciones del mobiliario de los alumnos, siendo el segundo libre (silla o sillón), y una y otro modestos, sin que por ello dejen de ser decorosos y de buen gusto. El lujo a este propósito es más censurable, si cabe, que tratándose de las mesas-bancos de los alumnos, por lo que proceden erróneamente los maestros que se afanan por procurarse un mobiliario aparatoso, en el que invierten recursos que acaso hagan falta para remediar verdaderas necesidades; obrar así ofrece además el grave inconveniente de dar un mal ejemplo de vanidad y egoísmo, sobre todo si el resto del menaje de la clase no corre parejas con el que nos ocupa.

664. Indicaciones acerca de otras clases de muebles escolares. -Después de las consideraciones que preceden, apenas tenemos qué decir respecto de los demás muebles de la escuela: las mismas condiciones de modestia y buen gusto que hemos aconsejado antes deben tenerse en cuenta al respecto de todos ellos y, por consiguiente, de los armarios y vitrinas, de cuyo número y capacidad nadie puede resolver mejor que quien, como el maestro, conoce el espacio y los recursos de que puede disponer. Para conservar y exhibir los mapas, las láminas, etc., hay aparatos (portaláminas, atriles, etc.), tan cómodos como económicos, con los que se llena ese servicio ventajosamente, pues permiten presentar bien esa clase de material de enseñanza sin ocupar mucho espacio ni sobrecargar los muros de las clases, que, como hemos dicho, deben estar todo lo despejados posible: un servicio análogo presta el llamado compéndium, tan común en las escuelas de párvulos. De las estufas y botiquín tratamos en los lugares correspondientes, y de otros muebles de menos importancia, las necesidades y los medios de la escuela indicarán lo que debe hacer el maestro, quien, para proceder con acierto, procurará informarse de lo que acerca del particular haya: en el Museo Pedagógico encontrará, si lo busca, el auxilio que a este respecto necesite.

665. Consejos a los maestros respecto de las adquisiciones que hagan de mobiliario escolar. -En lo que se refiere a este mobiliario, como en cuanto atañe al régimen de las escuelas, el primer factor con que precisa contar es el maestro, de cuyas condiciones pedagógicas depende en primer término la eficacia de los elementos de que disponga. Los maestros no deben perder de vista que cuanto concierne al mobiliario escolar, sobre todo a las mesas-bancos de los alumnos, entraña capital importancia, por referirse, como hemos visto, a la salud y hasta la moralidad de los alumnos.

Un buen maestro puede atenuar mucho los defectos y suplir algunas de las deficiencias del mobiliario inadecuado, redoblando su celo y poniendo a prueba su inteligencia, y cuando la índole de esas faltas no le permita subsanarlas por sí, arbitrará medios para remediarlas, ora valiéndose de la persuasión respecto de las autoridades a quienes incumba satisfacer las necesidades de la escuela (y a este propósito no se le recomendará lo bastante el tacto y la diplomacia en sus relaciones con dichas autoridades), ya acudiendo, con la eficacia de sus esfuerzos personales, a atenuar en lo posible sus efectos. Por el contrario, con un maestro poco celoso, que no sienta entusiasmo por su profesión, el mobiliario mejor acondicionado puede ser inútil y hasta contraproducente.

El maestro debe tener presente, tratándose del mobiliario a que particularmente se contraen estas observaciones, que, como dice un antiguo proverbio, lo mejor suele ser enemigo de lo bueno. En este sentido, antes de decidirse por tal o cual modelo, deberá estudiar las condiciones de sus clases, enterarse bien de los recursos de que disponga, y ver hasta dónde puede contar consigo mismo. Según lo que de este examen resulte, procederá en la elección a que nos referimos sin dejarse llevar de vanidades y pretensiones mal entendidas, que siempre son malas consejeras, ni menos de emulaciones pueriles, sino conduciéndose en todo reflexivamente y atemperándose a lo factible y preciso. En suma: todas estas cuestiones exigen verdadera circunspección por parte del maestro, el cual no debe olvidar nunca que la intemperancia en el pedir y los entusiasmos del momento, y como tales, irreflexivos, son casi siempre perjudiciales a las reformas más beneficiosas y justificadas, sobre todo cuando lo que se pretende lucha con lo factible y no encaja en la realidad.

666. Indicaciones bibliográficas relativas a las materias a que se contraen este y los dos capítulos precedentes. Notas concernientes al mobiliario. -Aunque en realidad no todo sea Higiene, es lo cierto que todas las materias tratadas en dichos capítulos suelen referirse a la Higiene escolar, que, en tal sentido, cuenta hoy con una riquísima literatura: desde las condiciones de los locales y el mobiliario y demás materiales de las escuelas hasta las enfermedades dichas escolares y los cuidados que para prevenirlas y tratarlas deben ponerse en práctica, todo se estudia con prolija detención en esa literatura, de cuyos trabajos creemos oportuno citar los siguientes:

*BAGNAUX. El mobiliario de clase, el material de enseñanza y los museos escolares (una de las conferencias dadas en París a los maestros con motivo de la Exposición de 1878; véase el libro de Buisson sobre ellas -4ª. edición -diferentes veces citado). Se ha hecho de ella una tirada aparte: un volumen en 8º. de 84 páginas, con grabados, 1 pta. París, Delagrave.

*CARDOT (E.). Tratado de mobiliario escolar. Historia de la mesa-banco. Un vol. en 4º. París, Berthier, 3.50 ptas.

GINER (D. Francisco). El edificio de la escuela. Un vol. en 16º., de 48 páginas, 0.50 de peseta -Campos escolares. 39 páginas en 4º., 1 pta. Ambos en Madrid, Institución libre de Enseñanza.

GONZÁLEZ PRATS (Dr. Antonio). Sobre el modo de plantear en Granada las Colonias escolares. Memoria. En 4º. de 120 páginas.

MARISCAL Y GARCÍA (D. Nicasio). Higiene de la vista en las escuelas. Madrid, lib. de los Sucesores de Hernando. Obra premiada por la Sociedad Española de Higiene. Un vol. en 8º. mayor, 2 ptas. en rústica y 2.50 a la holandesa.

EL MISMO. Profilaxis de la difteria. Premiada también por dicha Sociedad. Un vol. en 8º. mayor. Madrid, lib. de los Sucesores de Hernando, 1 pta.

MUSEO PEDAGÓGICO (de Madrid). Memoria sobre la primera y demás Colonias escolares de Madrid que ha realizado desde 1887. Cada una de estas Memorias forma un foll. en 4º., de más de 50 páginas, y en ella se trata de la manera de practicar las Colonias, de los resultados obtenidos, etc.; en la primera se expone, además, el concepto y la historia de esta institución.

*NARJOUX (Félix, arquitecto). Escuelas primarias y salas de asilo, construcción e instalación. Un vol. en 8º., de 260 páginas. París, lib. de Delagrave, 2.50 ptas. El mismo autor, que tiene reconocida competencia en estos asuntos, ha escrito otras obras sobre la instalación y la construcción de las escuelas públicas en Bélgica y Holanda (en 4º., 7.50 ptas), en Francia y en Inglaterra (lo mismo que el anterior) y en Suiza (ídem, íd.).

*NONUS (S. A.). Los edificios escolares. Trata de todo lo relativo a los edificios de esa clase y a su mobiliario. Un vol. en 4º. mayor, de 164 páginas. París, lib. de Ducher y Compañía, 5 ptas.

*PECAUT (Dr. Elie). Curso de Higiene (para uso de las Escuelas Normales). En la primera parte trata de esta materia en general; en la segunda, con relación a la escuela, y en la tercera, de los accidentes. Un vol. en 8º., de 254 páginas, 2.50 ptas. París, lib. de Hachette.

PORCEL Y RIERA (D. Miguel). Diario de una Colonia escolar. Notas tomadas sobre el terreno. Palma de Mallorca, 1901. Un vol. en 8º. de 258 páginas. Precio, lo que gusten dar las personas que quieran contribuir a las Colonias.

REPULLÉS Y VARGAS (Enrique María). Disposición, construcción y mueblaje de las escuelas públicas de instrucción primaria. Un vol. en folio de VI-114 páginas y varias láminas, 2ª. edición. Lib. de los Sucesores de Hernando, 5 ptas.

*RIANT. Higiene escolar. Influencia de la escuela sobre la salud de los niños, Un vol. en 8º., de XII-253 páginas, 3.50 ptas. París, lib. de Hachette. -El mismo autor, que tiene varios interesantes trabajos sobre Higiene, dio a los maestros franceses, con motivo de la Exposición de París de 1878, una Conferencia sobre la Higiene de la escuela. (Véase el libro de Buisson, antes citado.)

RODRÍGUEZ (Sebastián B.). Higiene escolar en sus relaciones con la miopía. Tesis doctoral. Montevideo, 1891. Un foll. en 4º. mayor, de 97 páginas.

TORRES CAMPOS (Rafael). La reforma de la enseñanza de la mujer y la reorganización de la Escuela Normal Central de Maestras. Se trata en este folleto del local, mobiliario y material de enseñanza de dicha Escuela. 46 páginas en 4º. mayor, 1 pta. Madrid, principales librerías.

WILHELMI DE DÁVILA (Doña Berta). La primera Colonia escolar granadina. Memoria en 4º. de 26 páginas y varios cuadros como apéndices. Granada, 1891.

Tratado de Higiene escolar, por el autor de este COMPENDIO. «Guía teórico-práctica para uso de los inspectores, maestros, juntas, arquitectos, médicos y cuantas personas intervienen en el régimen higiénico de la escuela, construcción de locales y mobiliario, y adquisición de material científico para las mismas.» Edición ilustrada con grabados. Un vol. en 4º., de VIII-285 páginas, 5 tas. Madrid, lib. de los Sucesores de Hernando.

Colonias escolares de vacaciones. -Circular de la Dirección general de Instrucción pública citada en el número 603. Es interesante de consultar, pues contiene una verdadera y completa Instrucción acerca de la materia.

En cuanto al mobiliario escolar, en el Museo Pedagógico existen toda clase de noticias y se facilitan cuantos datos de construcción, precio, etc., puedan desearse, así como acerca de los constructores, entre los que figura D. Juan Martín (Madrid, Santa Engracia, 30), que es quien desde hace más tiempo y con más resultados se consagra a la construcción de mesas-bancos y demás muebles escolares.

Por el interés y la novedad que tiene, debemos citar el siguiente:

BOTIQUÍN ESCOLAR. Construido por la casa de los Sucesores de Hernando (Madrid) bajo la dirección del autor de este COMPENDIO, y con arreglo al Tratado de Higiene escolar del mismo. El BOTIQUÍN se halla dispuesto en una caja muy bien acondicionada, sólida y elegantemente construida, en cuya parte superior, una vez abierta la tapa exterior que la cierra, se hallan todas las substancias medicinales que debe comprender un BOTIQUÍN ESCOLAR, encerradas en cuarenta y cuatro frascos de cristal, rotulados y numerados a la vez, y colocados en casilleros de modo que, pudiéndose sacar fácilmente de su sitio, no se muevan ni choquen unos con otros; para evitar toda clase de movimientos en los casos en que la caja se traslade de un punto a otro y aun se vuelque, hay otra tapa interior, que ajusta perfectamente sobre los tapones de los frascos. En la misma disposición que los frascos y formando fila con ellos, hay una cocinilla económica de hoja de lata. En la parte interior de la tapa que cierra la caja, convenientemente ajustados a ella y sobre un forro de bayeta azul, se hallan los instrumentos y útiles que deben acompañar al BOTIQUÍN (cuchara, tijeras, espátulas, jeringuilla, sonda esofágica, pinzas, lancetas, etcétera), salvo la lavativa y la ventosa, que ha sido preciso colocar en el cajón destinado a los hemostáticos y contentivos, o sea al tafetán inglés, las vendas, hilas, tiras de tela, algodón en rama, etc. También contiene el cajón a que nos referimos papel-sinapismos de Rigollor, y su capacidad permite que en él pueda conservarse cualquiera otra cosa que se crea conveniente agregar al BOTIQUÍN, el que, no obstante, lo completo y cómodo que es, resulta poco voluminoso, circunstancia que facilita mucho su manejo y colocación en las escuelas. Precio: 125 pesetas.








 
 
FIN
 
 





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