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ArribaAbajoLas Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812

Por E. G. Nadal


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«En tiempos de las Cortes, España estaba dividida en dos partes. En la isla de León, ideas sin acción; en el resto de España, acción sin ideas».


Carlos Marx: La España revolucionaria.                


En el decreto de convocatoria de las Cortes, lanzado en septiembre de 1809, el pueblo español era invitado a demostrar a sus enemigos que su lucha no tenía como único fin defender el viejo estado de cosas, sino que combatía conjuntamente por la felicidad y la independencia del país.

¿De dónde venía realmente este llamamiento? ¿Qué fuerzas y sectores sociales andaban empeñados en esta transformación de las energías populares en un sentido revolucionario?   —41→   ¿Cuál fue el alcance de las transformaciones políticas y económicas codificadas en la Constitución de 1812?

En 1808 el conjunto del pueblo español se había levantado contra los invasores movido por un impulso patriótico. Pero este sentimiento no era suficiente, una vez la acción iniciada se manifestaban las contradicciones existentes entre los diferentes sectores que constituían la sociedad española de entonces.

A pesar de las apariencias, la decadencia económica no había afectado por igual a todas las regiones españolas, como tampoco era uniforme la estructura social española no obstante su predominante carácter rural y semi-feudal. El bando patriótico en su mayoría estaba constituido por los campesinos y los habitantes de las pequeñas ciudades del interior pobladas de la baja nobleza, de rentistas y comerciantes modestos, de artesanos, de gentes viviendo de pequeños trabajos y de los últimos «pícaros» subsistiendo de las migajas de los conventos, y de los grandes señores. Pero al lado de ellos hubo desde el principio otros elementos sociales, no menos patrióticos, pero más evolucionados y que sentían que el alzamiento popular contra Napoleón podía ser el punto de partida para la regeneración de España.

Un cierto número de ciudades marítimas, como Barcelona, Valencia, Bilbao, Gijón, La Coruña o Cádiz, abiertas a las relaciones comerciales y a todos los contactos exteriores, habían ido convirtiéndose desde el siglo XVIII en centros activos de la clase comerciante cuyos objetivos y aspiraciones eran irreconciliables con el «ideal» fosilizado de la aristocracia agraria y de la Monarquía absoluta y clerical que reinaban sobre el conjunto del país. Incluso en ciudades del interior como Madrid, Sevilla o Zaragoza, donde la propia importancia y densidad de la vida urbana había ido creando las condiciones favorables para una resistencia contra el agobio del primitivismo rural, las clases medias habían podido acrecentar su influencia.

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M. J. Quintana.

La burguesía mercantil de la costa y de los grandes centros urbanos del interior se sentía cada vez más unida a los elementos más conscientes e inquietos de las clases medias, a los representantes de las profesiones liberales (médicos, abogados, escritores), e incluso a ciertos miembros del clero. Todas estas capas sociales habían sido permeables a las influencias de los enciclopedistas franceses en el último tercio del siglo XVIII y habían sostenido con su simpatía la obra de los reformadores de tiempos de Carlos III. Más aún, antes de que la agresión napoleónica les brindara la oportunidad de penetrar en la escena   —42→   política española, estos portavoces de las clases medias «ilustradas» habían tenido ya ocasión de hacer sus primeras armas en la vida pública a través de ciertos organismos de corte nuevo, del tipo de aquellas curiosas Sociedades Económicas de Amigos del País.

Esta minoría, activa pero minoría al fin y al cabo, no podía esperar asumir la dirección plena de los nuevos organismos políticos nacidos de la resistencia contra Napoleón. Las Juntas provinciales elegidas por el pueblo fueron constituidas, como era normal, por los representantes de las clases investidas a los ojos de las masas de un prestigio tradicional: nobleza y clero sobre todo, con elementos viniendo de las clases medias. Desde un principio algunas de estas Juntas desempeñaron por consiguiente un papel de freno. La Junta Central, nacida como una delegación de poderes de las Juntas provinciales, presentó un acusado carácter «conservador» frente a los nuevos reformadores políticos. Y ello pese a la presencia en su seno de hombres como Floridablanca y Jovellanos, con un pasado (más bien olvidado) de progreso y de figuras nuevas como la de Calvo de Rozas o del poeta Manuel Quintana. Por la misma razón, en fin, las Regencias sucesivas que reemplazaron a la Junta Central estuvieron casi siempre formadas por hombres del Antiguo Régimen, adversarios de toda innovación.

La acción política de la minoría liberal encerrada en Cádiz y aislada de las masas populares en lucha, debiendo sufrir además la hostilidad de las fuerzas tradicionales de la Administración central y el ejército, debe ser pues considerada y estimada en función de su influencia sobre la evolución futura de la política española.

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El Conde de Toreno.

Las Cortes extraordinarias se abrieron en la Isla de León el 24 de septiembre de 1810, un año después de su convocatoria. El 20 de febrero de 1811 los diputados se trasladaron al casco mismo de Cádiz, donde la discusión del proyecto de Constitución comenzó el 25 de agosto, prolongándose hasta el 23 de enero de 1812. La jura del código fundamental de la nación tuvo lugar el 19 de marzo de 1812 y las Cortes continuaron su obra legislativa hasta su disolución el 20 de septiembre de 1813.

La elección de los diputados, en un país ocupado por el enemigo, no fue cosa fácil. Los diputados de muchas provincias no llegaron a Cádiz hasta mucho después de abrirse las Cortes y hubo que recurrir en bastantes casos a designar suplentes entre los originarios de aquellas provincias que los azares de la guerra había conducido hasta aquel rincón andaluz. Esto fue especialmente necesario para cubrir las vacantes de los territorios   —43→   americanos que por primera vez recibían derechos iguales a los metropolitanos.

En las Cortes el grupo más numeroso lo constituyeron los diputados enemigos de las reformas, a los que el pueblo gaditano, impregnado de las nuevas ideas revolucionarias, designó enseguida con el apodo de serviles. Como en los organismos anteriores de gobierno y como en el país, los liberales constituían una minoría. Pero el apoyo del pueblo, su entusiasmo, su dinamismo y la personalidad destacada de muchos de sus miembros, aseguraron su predominio en la Asamblea. El canónigo extremeño Muñoz Torrero, el sacerdote valenciano Villanueva, Agustín Argüelles, el conde de Toreno, Juan Nicasio Gallego, Calatrava, fueron los jefes del grupo liberal y los inspiradores de la Constitución. Hubo además el grupo de los americanos que, inclinándose unas veces a los liberales, otras a los serviles, tuvieron siempre como objetivo el asegurar al continente americano las reformas políticas necesarias a su emancipación.

La Constitución de 1812 comprendió 334 artículos distribuidos en diez títulos que establecieron la división de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, la supremacía de la soberanía del pueblo y el sufragio universal indirecto. Las Cortes debían ser renovadas cada dos años y los diputados no eran reelegibles inmediatamente. Los impuestos debían ser votados por el Parlamento y se establecía la libertad de la prensa para los asuntos políticos. Sin embargo (como resultado de un compromiso entre los grupos parlamentarios) las cuestiones religiosas seguían sometidas a la autoridad eclesiástica y la religión católica era proclamada única religión de los españoles.

Los diputados liberales, representantes o aliados de la burguesía española renaciente, completaron el texto constitucional con una serie de leyes encaminadas a hacer saltar el marco de la sociedad semi-feudal y abrir una vía nueva a la sociedad española. La Inquisición fue abolida. Los derechos señoriales sobre la caza, la pesca, los pastos, los bosques y los molinos, suprimidos. Los privilegios de la Mesta, la poderosa organización de los ganaderos, que impedían el cierre y cultivo de grandes extensiones de tierras a fin de asegurar el pasto a los ganados trashumantes, fueron anulados. Y entre otras muchas reformas que los legisladores de Cádiz esbozaron figuró ya la desamortización de las tierras de la Iglesia y de la Corona para su distribución entre los campesinos y los veteranos desmovilizados.

En todas estas reformas los territorios de América no fueron olvidados. Las Cortes suprimieron todas las formas del trabajo forzado de los indios y tomaron incluso la cabeza de Europa con la abolición de la esclavitud. Los criollos americanos, descendientes de los españoles, se vieron conceder los mismos derechos políticos y la igualdad total con los peninsulares.

En la Constitución de Cádiz se ha querido ver una imitación sin originalidad de la Constitución francesa de 1791. En realidad, los españoles que la escribieron, sin perder de vista las realidades políticas del mundo de su tiempo, se inspiraron sobre todo en las propias tradiciones nacionales, transformándolas y adaptándolas a las nuevas perspectivas históricas que abrían la Revolución francesa y la Guerra de Independencia española.

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Acaso la mayor originalidad de la Constitución de Cádiz resida en este recurso a una institución tan representativa como las Cortes, que había llenado la vida política española durante toda la Edad Media, remozándola con el fin de conjugar la tradición nacional y las necesidades de una nueva época. La afirmación renovada de la soberanía del pueblo, de la limitación del poder real, del control de los impuestos, obedece al mismo objetivo que llevó en la Edad Media a los usufructuarios de un sistema social diferente a crear las condiciones de expansión de su dominio. Bajo formas diferentes y obedeciendo a coyunturas históricas distintas, el feudalismo había impuesto ya a la monarquía las mismas limitaciones que en 1812 la burguesía contemporánea, en sus albores, intentaba imponer a su vez. En cada ocasión anterior en que España se ha sentido en el umbral de una gran crisis histórica (en la época de la Reconquista y del feudalismo, en la era de los descubrimientos geográficos y del absolutismo real, en el siglo de la revolución industrial y política) la acción consciente de la vanguardia de la clase social en ascenso ha contado con esta institución representativa: las Cortes.

Los liberales de las Cortes de Cádiz, al sentar las bases de toda la acción política del siglo XIX español, precisamente por ser fieles a su tiempo, se situaban en la línea nacional, castiza, que remonta a los representantes en Cortes y a los Comuneros de tiempos de Carlos V y a los miembros del «tercer brazo» o «estado llano» de las Cortes de la Edad Media.

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Acto histórico de la Promulgación de la Constitución de 1812. (Cuadro de Viniegra).

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La Constitución de Cádiz, abolida por la reacción absolutista de Fernando VII en 1814, es proclamada nuevamente por la revolución triunfante de Riego en 1820. Se convierte en bandera de los movimientos revolucionarios de Europa en la segunda década del siglo XIX. La proclaman la revolución triunfante en Nápoles en 1820 y la de Cerdeña en 1821. Inspira al movimiento de los decembristas en Rusia.

En España vuelve a ser abolida en 1823 por la intervención del Ejército francés en apoyo de la reacción, y puesta en vigor por poco tiempo por las Cortes de 1836. La obra de los legisladores de Cádiz ha sido durante un siglo guía y objetivo de las masas españolas en sus luchas por el desarrollo económico y político del país, por la democracia.

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ArribaAbajoOtro crimen franquista de lesa humanidad. La lepra en España

Para que nada falte al ambiente medieval que envuelve a la España franquista, la lepra, la terrible enfermedad que azotó a Europa en la Edad Media, se recrudece de manera alarmante en España, donde causa ya verdaderos estragos, sobre todo en Levante, Andalucía, Galicia y Canarias.

La lepra, infección crónica de la piel debida a la presencia del bacilo de Hesen, que la cubre de pústulas y escamas, produce espantosas deformaciones en el cuerpo humano y causa finalmente la muerte del enfermo, que antes se ha ido pudriendo lentamente en vida en medio de terribles sufrimientos.

Traída de Oriente a Europa por las legiones romanas, la lepra diezmó nuestro continente en los siglos medios de la Nueva Era, durante las cruzadas. Difundida por el hacinamiento, la suciedad y la miseria, la lepra desapareció casi totalmente de Europa al descubrirse el bacilo que la engendra y las causas de su propagación.

¿Cómo es posible que la lepra, desconocida casi por completo a la hora actual en Europa, se recrudezca con tanta virulencia en España en la mitad del siglo XX?

Los periódicos y los organismos sanitarios del franquismo, que con tanta frecuencia vienen comentando ahora el problema, nada dicen de ello. Hacen como si fuera un viejo problema heredado por ellos del pasado, mientras que sus estadísticas, bien falseadas por cierto, señalan que 18.000 niños han sido ya atacados por la terrible enfermedad.

¡18.000 niños leprosos en España! Muchos crímenes comete el franquismo con la infancia, pero éste subleva la conciencia de toda persona honrada. Son niños que han nacido en los años malditos de la peste franquista, son víctimas propiciatorias del régimen franquista de hambre y miseria que ha reducido a la inmensa mayoría del pueblo trabajador a condiciones de vida infrahumanas. Aún no hace muchos días, el 21 de febrero de este año, el Diario vasco, comentando una visita hecha a la barriada de Tetuán de las Victorias, de Madrid, escribía:

«El Metro nos lleva a Tetuán de las Victorias. En un hacinamiento espeso tropezamos con la indumentaria más varia, uniformada por todos los miserables, por una nota común. Mejor o peor, todos van vestidos de porquería...

»Ya hemos llegado, las casas míseras, las calles de tierra que, al llover, serán inmensas charcas de basura...

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»Entramos en el dispensario Salus Infirmorum. Sabañones, úlceras, pupas, el hambre y la miseria hechos dolor. Hoy hay consulta de niños... ¡Qué indumentaria! ¡Qué raquitismo! Ni siquiera pueden andar».



Este grosero insulto del periódico falangista a la miseria de los trabajadores, causada por su régimen, pone de manifiesto las terribles condiciones de vida del pueblo, en las cuales se extiende la lepra y otras enfermedades sociales, como la tuberculosis, que flagelan a la infancia y a la juventud raquítica y desnutrida y causan no pocas víctimas entre la población adulta.

Porque la lepra no afecta sólo a la infancia. En Galicia, Andalucía, Levante y Canarias millares de adultos han sido atacados ya por lo que los bandidos franquistas llaman con eufemismo «la enfermedad de San Lázaro».

En la Edad Media, cuando la lepra era considerada como una maldición divina, se recluía para toda la vida a los enfermos en recintos aislados, obligándoles a lucir la cruz de San Lázaro y a marchar sonando una carraca cuando salían de él. El franquismo no adopta otras medidas más eficaces para combatir la terrible enfermedad que se propaga rápidamente por toda España. Anuncia la confección de ficheros y estadísticas de enfermos y promete «que para el año 2000 no habrá ya lepra en España». En esto, desde luego, no se equivoca, porque para esa fecha, de su régimen, difusor de la lepra y de otras muchas plagas y calamidades, no quedará más que un lejano recuerdo de la pesadilla de una noche medieval que en pleno siglo XX asoló a España.

En los presupuestos franquistas de 1950 se dedican:

A sueldos para la oficialidad del ejército 825.080.811 pesetas.

La cantidad destinada para el fomento de agricultura es de 3.724.500 pesetas.

O sea, los mandos del ejército fascista se llevan 222 veces más dinero del pueblo español del que se dedica al progreso de la agricultura. Esto contribuye a explicar la miseria de los campesinos y el hambre en España.



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ArribaAbajoCinco Villas. Estampa de la tragedia del campo español

Antes de que el franquismo cayera como una maldición por los campos de España, la comarca de Cinco Villas era llamada el granero de Aragón.

27 pueblos enclavados en la cuna que introduce la provincia de Zaragoza entre Huesca y Navarra daban, con sus 132.738 hectáreas de labrantío, abundantes cosechas. Y sin embargo, sus posibilidades son mucho mayores. Basta que las aguas del río Aragón irriguen estos campos de secano para que la comarca de Cinco Villas se transforme en un ubérrimo vergel. La República inició con este fin las obras del pantano de Yesa, que fueron interrumpidas por la facción franquista que usurpa el poder. Con ellas quedó en suspenso también la gran empresa de resurgir y progreso iniciada por la República en España. La tierra fue entregada de nuevo a los terratenientes. El régimen de libre cambio fue sustituido por el cupo forzoso, la requisa, la multa y el embargo. Subieron las contribuciones y los impuestos. El campesino tuvo que pagar por la mula, por el carro, por la vaca, por la cabra y la oveja, por las aves de corral y hasta por la vacuna obligatoria de todos los animales, incluidos perros y gatos. Al campesino sólo le falta pagar contribución por el aire que respira. Esquilmados por el fisco, la renta y la usura y el robo, los campesinos sólo pueden ofrecer a la tierra el sudor de un trabajo sobrehumano realizado con un viejo arado, «de la edad de piedra», que apenas araña la corteza de la tierra.

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Los campos, empobrecidos por la bárbara explotación de la tierra impuesta por el franquismo, fueron reduciendo de año en año sus cosechas. Los «años malos» son de muerte y desolación.

Así es en toda España, así es también en la comarca de Cinco Villas, granero de Aragón con la República, y tierras de maldición bajo el franquismo.

Los criminales hacen literatura sobre sus crímenes

Veamos como describe el diario Arriba, en su número del 24 de enero de este año, la situación de la Comarca, estampa viva de la tragedia del campo español.

«Esos pueblos parecían como muertos o abandonados. Ni siquiera humo salía por las chimeneas de las casas. Sus campos no han criado nada el pasado año. El pico rebota sobre el suelo como si golpeara una roca de granito. Si alguna vez ha sido rasgado por el arado, ahora se muestra tan compacto que bien se explica que no haya dejado nacer el trigo que se le echara durante la sementera. Si no fuera porque lo aseguran, nadie creería que aquí se recolectaba el mejor trigo de Aragón. No hay indicios de rastrojos por parte alguna. De los 1.500 vagones de trigo que se cosechaban anualmente, por término medio, si creemos las estadísticas, este año se han recogido menos de veinte vagones.

»El trigo, que en las Cinco Villas nunca tuvo casi valor por lo abundante, este año tuvo que ser buscado por los campos con la misma paciencia que en el Tajo y el Genil se puede buscar el oro. La tristeza lo rodea todo. El espectro del hambre se cierne por los aires. Ya no pueden aguantar más estas pobres gentes.

»Porque da la triste coincidencia de que no es éste el único año que se ha perdido la cosecha cerealista. Son ya varios los años que la sementera se traga unos 175 vagones, y son también varios los años que no se producen aquellos 1.105 vagones que se lanzaban al mercado.

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»Pero si el campo angustia con su aridez, aún es mayor la desolación de los pueblos. Un cincuenta por ciento de la población se encuentra en paro forzoso, ya que todas las empresas agrícolas se hallan en ruina. Todos los Bancos cierran ya sus ventanillas para estas gentes que ya tienen agotados todos sus créditos, y no se sabe cuándo estos labriegos podrán pagar sus deudas. La miseria se adueña de los hogares de todas estas tierras. La tragedia de Aragón sediento es en las Cinco Villas estertor de moribundo en un desierto...

»Más de 50.000 habitantes, que serían ricos con un poco de agua, se ven obligados a huir de esta tierra de maldición, que se ha convertido en estéril descampado. Muchas casas de estos pueblos han cerrado sus puertas sin que se sepa a dónde han ido a parar sus dueños antiguos.

»Y no es mejor el panorama que presenta el ganado. En Egea de los Caballeros, por ejemplo, de 1.200 caballerías de labor registradas en el censo oficial, solamente quedan en la actualidad una mitad escasa. Justamente se calculan en dos las bajas diarias.

»La esterilidad de los campos presta pábulo a las enfermedades del ganado y sus dueños prefieren malvenderlos antes de que se mueran en la cuadra.

»Ya no quedan en los caminos ni rastrojeras aquellos hatajos de ganado lanar que daban trabajo a muchas fábricas de la región catalana... Todo parece indicar que la tierra antes tan fértil se ha vuelto estéril por completo y que, cansada de producir, hace inútil el esfuerzo del hombre...»



Hasta aquí el relato del crimen contado en la prensa de los propios criminales. El epílogo fue el siguiente.

El robo a los campesinos

Como en años anteriores, el franquismo ordenó la requisa despiadada de los cereales de consumo familiar. Esto significaba no ya la ruina sino el hambre, la muerte para muchas familias campesinas. Los agricultores se defendieron del robo manifiesto ocultando los costados de granos de su mísera cosecha. Una oleada de disposiciones   —53→   draconianas cayeron sobre la población de la comarca de Cinco Villas de Aragón, y de toda España. En los ayuntamientos aparecieron bandos en los que se daban órdenes como éstas:

SE ORDENA, el desmontaje y clausura de todos los molinos maquileros. Los infractores serán entregados a los tribunales... La molienda clandestina será castigada con rigor...

SE DECLARA, obligatoria la entrega de todo trigo y centeno que se coseche en el instante mismo en que se vaya a efectuar la trilla...

SE CONSIDERA, clandestina toda tenencia de trigo o centeno. Los agricultores no podrán poseer legítimamente cantidad alguna de cereales panificables...



¿Cómo es posible demostrar a los campesinos que no es legítimo dar de comer a sus hijos con los cuatro granos recogidos de una mísera cosecha? En varias comarcas aragonesas estalló el motín. Los campesinos de Azuara, Moyuela y Malón, unidos, hicieron frente a los requisadores que «tuvieron que replegarse» hacia otros pueblos -como decía el parte oficial- para volver más tarde con la guardia civil.

Así fue también en los Monegros, en Cinco Villas y otras comarcas españolas convertidas en campos desolados, en tierras de maldición hasta que el franquismo no sea abatido por la lucha unida del pueblo y restaurada en España la República democrática que dará a los campesinos la tierra, el pan y la libertad.

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ArribaAbajoMadrugada de angustia

Cuento guerrillero


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Cuando el sol acabada de caer por el lado de allá de la montaña, dos camaradas salieron del campamento a efectuar un corto servicio. No hubo los consabidos abrazos, porque dentro de dos horas estarían de vuelta.

Con un despreocupado «hasta luego» desaparecieron entre los matojos.

Boca arriba en mi «cama», encendí el pitillo con el que saludo el final de un día más; ese cigarrillo prólogo del sueño que se apagará junto al fusil, y volveré a encenderlo cuando ya el sol nos traiga un nuevo día. Por encima de la copa de un pino avanzaba el cuadrilátero de la Osa Mayor, la saeta grande de nuestro reloj astronómico y luminoso rigurosamente exacto, que marcha siempre en sentido contrario a las máquinas de medir el tiempo...

Y me dormí.

Desperté después de media noche... ¡Qué raro...! No había oído llegar a los camaradas... Fui a preguntar al centinela, y me contestó con un ligero temblor de inquietud disimulada: «No han llegado... aún».

Este «aún» tenía la expresión de haberse pronunciado como un alivio. Significaba la esperanza de que volverían. Mentalmente traté de suprimirlo, y entonces la afirmación adquiría un significado alarmante: «No han llegado».

¡Cuántos días y cuántas noches transcurren en esta angustiosa espera en que una frase -«No han llegado»- atenaza y estruja el pecho de todos los camaradas, temiendo por la vida de los que salieron!

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¡No han llegado! Comencé a dar vueltas a esta idea; repasé mentalmente el servicio que aquellos camaradas habían ido a realizar... ¿Será posible que hayan tenido una emboscada? Pero no puede ser. No van a ninguna cita; no han de hablar con nadie. Casi todo el recorrido es bosque...; sólo un trozo de camino; ni un puente, ni una carretera... Además, los dos no podían haber caído, y aunque viniera sólo uno, ha tenido tiempo para venir dos veces.

Me los representé tal como los vi cuando se marchaban, con sus macutos vacíos, con armas en la mano y con su rotundo «hasta luego», seguros de volver poco después.

Es imposible describir la angustia que se iba apoderando de mí. Aquellos camaradas tan disciplinados, tan inteligentes, que sabían vencer cualquier dificultad y habían esquivado varias veces la muerte gracias a su inalterable serenidad, trataba de imaginármelos vencidos, sorprendidos por la odiosa Guardia Civil; muertos en medio del camino; pero aquello no cabía en mi cabeza. Era algo tan monstruoso, tan imposible, que mi imaginación lo rechazaba.

Sin embargo, todos los razonamientos de la lógica no podían explicar aquella incomprensible tardanza. La exactitud de aquellos camaradas estaba más que suficientemente probada.

Tenía que haber surgido algún imponderable, algún imprevisto... No cabía duda... Algo muy importante les había hecho retrasar el regreso, pero volverían aún.

Y como el centinela -que debía estar pensando igual que yo-, me aferraba a esta idea tranquilizadora:

«Volverán aún».

Mi inquietud frenaba el transcurso de la noche, que transcurría lenta, muy lenta... Por fin ésta empezó a perder la obscuridad. Esa luz disuelta del lucero del alba que alumbraba sin producir sombra hacía visibles más claramente las formas de los pinos.

Ya ningún camarada dormía. La misma idea martilleaba todos los cerebros: «No han venido aún». Se veía, por la posición de sus cuerpos, por su respiración.

Sin embargo, nadie hablaba para no alarmar a los demás, para no alarmarse a sí mismo, ya que en estos momentos cualquier palabra para tranquilizar puede producir el efecto contrario.

De pronto, el centinela se inmovilizó... Algo había oído. Todos nosotros seguimos atentos mirando hacia el sendero, con esa rara expectación de querer escuchar con la vista y oídos claramente las pisadas.

-Ya vienen.

Alguien había pronunciado muy quedo estas palabras, y todos nos removimos aliviados, con el desahogo que sigue a tantas horas de tensión.

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Entraron dos camaradas en el campamento. El centinela les estrechó la mano y los abrazó; sin embargo había ansiedad en sus palabras cuando preguntó:

-¿No habéis oído si viene gente...?

Enseguida nos dimos cuenta de que aquellos camaradas no eran los que esperábamos.

Nuevamente la angustia. Los que habían venido iban de «cama» en «cama», saludando a todos y reconociéndolos por la voz.

Aquellos amigos advirtieron que algo anormal sucedía.

-Dos camaradas que tenían que haber llegado anoche y aún no han venido -les explicamos.

-Habrán tenido alguna «pega» que los ha retrasado... -pero también comprendían que nuestra alarma era justificada.

Una hora más de angustia. Sesenta minutos a pulso entre alternativas de esperanza y pesimismo. Unas veces: «Bah, no les habrá pasado nada... Ahora vendrán...» Otras: «Es imposible, ¡más de siete horas de retraso en un viaje de dos horas!».

Ya se hacía de día, y ¡nada! El bosque despertaba, pero ¡ni un ruido distinto a los corrientes, a los sabidos de cada día!

De día completo. El sol empezaba a asomar...

Entonces se oyó claramente rodar piedras y troncharse ramas. Todos miramos, con las armas preparadas, hasta que un camarada gritó:

-¡Míralos, ellos son! ¡Los he visto a los dos!

Minutos después entraron, y nos los disputábamos para abrazarlos. Nos explicaron el motivo de su tardanza. Fue una de esas casualidades que se dan una vez en la vida. Habían salvado la vida de un patriota en peligro.

¡Cuántas madrugadas esta angustiosa espera temiendo por la vida de los que salieron!

¡Y cuántas madrugadas la alegría de verlos venir, cuando un camarada asomando el ojo por la orilla de un pino grita esta frase, breve y cariñosa, reflejo de esta íntima camaradería del bosque, el hogar de los guerrilleros, la casa de los patriotas, hermanos de fatiga y de triunfos:

-¡Míralos, son ellos!

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ArribaAbajoLa paz es la vida

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Recientemente ha dado varias conferencias sobre la guerra el catedrático fascista Alfonso García Valdecasas. En sus conferencias este catedrático fascista ha tenido mucho interés en presentar la guerra como «un factor de progreso». En su conclusión el catedrático fascista da a entender claramente que cuantos quieran que progrese España se deben preparar para la guerra. A universitarios, bien sean profesores o estudiantes, el fascista García Valdecasas les llama a divulgar la doctrina de la guerra como una doctrina de progreso, para que al pueblo le resulte lo más natural y lógico el aceptar la política de guerra de Franco y de los imperialistas como el mejor camino para el engrandecimiento de España y la felicidad de los españoles. A cinismo y desfachatez no hay quien gane a estos pervertidos fascistas.

Nos referimos a este caso porque la actividad política e ideológica que se vierte sobre el pueblo español para la guerra de agresión de Franco y los imperialistas norteamericanos es intensa en universidades y otros centros de enseñanza, en ateneos y escuelas, desde los púlpitos y hasta en los centros llamados de beneficencia infantil. Esto sin contar la que se realiza entre la clase obrera, los campesinos y otros sectores populares.

Uno de los esfuerzos que realiza con mayor tenacidad el franquismo en su política de preparación de guerra es la siembra de odio hacia la Unión Soviética. No hay infamia, deformación, monstruosidad, calumnia, por grosera o burda que pueda parecer, que los franquistas no pongan en circulación si viene de fuentes imperialistas norteamericanas, o inventen ellos mismos, siempre que se trate de crear, fomentar, atizar el odio contra la Unión Soviética y los países de democracia popular. No ocurre esto por casualidad. No, esto forma parte de su política de guerra, forma parte de la preparación que se lleva a cabo por Franco y Falange para lanzar a millones de españoles contra la Unión Soviética.

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Analizada en su conjunto y en sus diversas particularidades, la política de Franco demuestra hasta la saciedad que es una política de guerra. Sabemos que esta política de guerra de Franco no encarna en el pueblo, porque el pueblo español no siente entusiasmo, ni quiere, porque así lo dicta su conciencia, hacer la guerra a otros pueblos, y muchísimo menos a la Unión Soviética. Pero esto no debe ser un consuelo ni con ello se debe tener una satisfacción paralizadora.

No debe ser tampoco un motivo de tranquilidad y menos aún de descanso. Por el contrario, es un motivo, y un motivo sobradamente justificado, para que la lucha por la paz adquiera mayores proporciones y amplitud a todos los rincones de España; es un motivo, más que justificado, para fundir en la campaña por la paz a millones de españoles patriotas que quieren y anhelan que progrese España, pero que progrese en la paz, porque solamente así es como podrá progresar nuestra Patria.

Cientos de catedráticos, profesores, maestros, periodistas, artistas españoles se encuentran en forzada emigración porque no se sometieron al fascismo, porque son republicanos. En todos ellos hay la repulsa a la política de Franco, porque no se han doblegado, pese a que no pocos vieron destrozados sus medios de vida, con su hogar deshecho que tuvieron que reconstruir en la emigración. Esta poderosa fuerza intelectual española -poderosa por su número y por su calidad- tiene su puesto al lado del pueblo, en el campo de la paz. Es una poderosa fuerza intelectual y moral que debe contribuir eficazmente a la lucha por la paz, a la denuncia de la política de guerra del franquismo, a rechazar terminantemente la penetración imperialista norteamericana en España.

Cuando hablamos de la lucha por la paz, no queremos decir que se trata de una actividad propia o peculiar de la intelectualidad. Sabemos que la lucha por la paz es una actividad de los españoles patriotas, no importa su condición social o filiación política, sus creencias religiosas o filosóficas, su pasado, siempre que estén dispuestos a luchar por la paz y contra los planes de guerra de Franco y de los imperialistas norteamericanos en España. Pero al hacer mención particular de los intelectuales españoles que se encuentran en la emigración, partimos del hecho de que de ellos cabe esperar más, en este aspecto concreto, teniendo en cuenta los graves peligros que se ciernen sobre nuestra patria. Hay ejemplos que hoy son un estímulo y que vienen a redondear más aún este pensamiento que exponemos. Son los ejemplos del doctor Giral y del doctor Márquez, por no citar más, a quienes ni sus ocupaciones profesionales-científicas, ni su edad, constituyen trabas o justificación que les impida ocupar con honor sus puestos de militantes activos en la lucha por la paz, en la obra consecuente de combatir la política de guerra de Franco y en la denuncia permanente de la intervención de los imperialistas norteamericanos en España.

Sostenemos, por considerarlo justo y necesario, que frente a la propaganda de los intelectuales fascistas, lanzados en la empresa criminal de envenenar al pueblo y con preferencia a la juventud, y hacerle aceptar la política de guerra de Franco y Falange, la respuesta de los intelectuales demócratas y patriotas españoles, principalmente la que se encuentra en   —59→   forzada emigración, debe ser la que corresponde: la de participar con mayor brío y tenacidad en la lucha por la paz, entrañablemente unidos al pueblo para contrarrestar y destruir las propagandas cínicas de los fascistas españoles y coadyuvar activamente en el incremento del movimiento español de partidarios de la paz. Por este camino se llega a la salvación de España y a garantizar la independencia nacional amenazada, porque, en definitiva, por una derivación intrínseca, éste es el camino de la democracia y del progreso de la patria hoy subyugada por los vándalos fascistas y los nuevos conquistadores norteamericanos que sueñan con dominar el mundo.

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ArribaAbajoAcción de los partidarios de la paz

Resolución de la Delegación Española al Congreso Mundial de Partidarios de la Paz


La Delegación Republicana Española al Congreso Mundial de Partidarios de la Paz ha hecho pública una resolución sobre la carta del Secretario de Estado Norteamericano, mister Acheson, en la que éste expone la política del Gobierno de los Estados Unidos con relación al régimen franquista. La delegación española manifiesta en su declaración que «Para impedir el hundimiento del régimen franquista, el Gobierno de los Estados Unidos acude en ayuda de los fascistas españoles, proponiéndose prolongar la dominación terrorista del franquismo sobre España». Más adelante, la resolución añade que la conducta del Gobierno de los Estados Unidos «responde al propósito de mantener en España un gobierno reaccionario y fascista como el de Franco, dispuesto a convertir nuestra Patria en una colonia y preparar al pueblo español para servir de carne de cañón en la guerra de agresión que proyecta». La resolución termina con las siguientes palabras:

«La Delegación Republicana al Congreso de Partidarios de la paz se dirige a todos los españoles, pidiéndoles un nuevo esfuerzo para continuar avanzando en la lucha por la paz, ya que ésta es una condición esencial para alcanzar la libertad, la democracia y la salvación de España».

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Los pueblos de todos los países luchan por la paz

Italia

En Roma se ha reunido el Comité Nacional de Partidarios de la Paz. Los trabajadores de las ciudades y localidades rurales de Italia y todos los ciudadanos interesados en el mantenimiento de la paz intensifican su lucha por ésta, bajo la dirección de los Comités locales, cuyo número asciende ya en el país a más de 30.000.

El Comité Nacional ha llamado a todos los ciudadanos a expresar su completa solidaridad y a prestar un amplio apoyo a los obreros portuarios y ferroviarios, que se niegan a descargar y transportar pertrechos bélicos.

Los trabajadores italianos han manifestado en millares de mítines de protesta su firme decisión de que jamás se prestarán a ser instrumento de los incendiarios de guerra.

Holanda

Con motivo de las reuniones de carácter militar celebradas en La Haya por los representantes de los países signatarios del Pacto Noratlántico, el pueblo holandés ha expresado su enérgica protesta contra los preparativos de guerra de los imperialistas. En La Haya, en respuesta al llamamiento del Comité holandés de partidarios de la paz, han tenido lugar mítines de masas y manifestaciones en los que han participado también delegaciones de los partidarios de la paz de Amsterdam, Rotterdam, Groningen, Zaandam y otras ciudades. En los mítines intervinieron representantes de las distintas capas de la población de Holanda, exhortando a las personas honradas a luchar activamente por la paz.

Suecia

En Goteborg ha tenido lugar un mitin en defensa de la paz, organizado por el sindicato obrero de la industria sidero-metalúrgica de la ciudad. En él se informó de los acuerdos adoptados en la Sesión del Comité Permanente. Los asistentes al acto aprobaron por unanimidad una resolución solidarizándose con los acuerdos de la Sesión y llamando a todos los ciudadanos, independientemente de sus convicciones políticas y credos religiosos, a suscribir dichos acuerdos.

A finales de marzo se ha celebrado en la ciudad de Lulea una Conferencia del sindicato de ferroviarios del Norte de Suecia, que cuenta con más de 5.000 afiliados. También se adoptó una resolución adhiriéndose a los acuerdos de la III Sesión del Comité Permanente del Congreso Mundial de Partidarios de la Paz.

Noruega

Los obreros portuarios de Oslo, reunidos en un mitin organizado por la dirección del Sindicato de obreros portuarios con el fin de persuadir a los obreros para que descargaran los barcos que se esperan con armamento norteamericano, han desechado por aplastante mayoría la resolución que proponía descargar el material bélico yanqui. De los 600 obreros presentes en el mitin, sólo 156 votaron a favor de descargar los barcos norteamericanos.

Inglaterra

El Comité inglés de defensa de la paz ha tomado el acuerdo de iniciar por todo el país una campaña de recogida de firmas al pie de una petición que será presentada al Parlamento. La petición, que se adhiere a los acuerdos de la Sesión del Comité Permanente sobre la prohibición del arma atómica, tiene por objeto reunir millones de firmas. La petición exhorta igualmente a reducir los armamentos y a organizar una nueva reunión de representantes de las cinco grandes potencias.

El Comité invita a organizar Comités de luchar por la paz en cada ciudad, en cada fábrica, en cada calle y grupo de viviendas para la recogida de firmas y la designación de delegados que han de presentar la petición a los correspondientes miembros del Parlamento. Invita asimismo a organizar mítines y otras acciones en favor de la paz.

Japón

La asamblea de representantes de los sindicatos progresivos japoneses ha acordado celebrar la manifestación del Primero de Mayo bajo el signo de la lucha en defensa de la paz y por la independencia nacional del Japón. En diferentes regiones del país se ha acordado organizar entre la población votaciones en defensa de la paz.



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ArribaAbajoPanorama de la cultura bajo el franquismo

Por Jorge Semprún


Tengo en mi mesa algunos recortes recientes de prensa franquista. Son artículos o interviús sobre temas culturales: literatura, pintura, teatro, cine, y en todos se dice lo mismo. Todos reflejan la misma inquietud ante el porvenir, el mismo espíritu de abandono, un idéntico pesimismo acerca de los destinos y la significación de la cultura. Todos hablan de crisis, de dificultades, de derrotas. ¿Qué dice Pío Baroja, por ejemplo, en una interviú a Heraldo de Aragón (22 de enero) al preguntarle el periodista lo que opina de los novelistas surgidos en los últimos tiempos? «Hay poco que opinar... Sí, salió un Cela... algún otro; pero, en general, creo que ninguna de las novelas de los últimos veinte años, ni en España, ni en el mundo, quedarán como cosa definitiva. No son tiempos para la creación literaria; en nuestro país se lee poco y hay algunas dificultades para dar a luz con frecuencia libros imaginativos. Yo casi he llegado a la conclusión de que hablar de literatura, dedicarle nuestro esfuerzo, es perder el tiempo». Dejemos los comentarios para luego. ¿Qué dice Benito Perojo a Pueblo (27 de enero) hablando del cine? «...La gente no quiere nada con nuestro cine. Porque se hace mal... porque se elige mal cine... porque no le gusta a la gente lo que se representa... porque faltan temas de expresión». Y de paso hace constar Perojo que no hay entre el cine español de hoy y el norteamericano sino una diferencia de medios técnicos, pero no de concepción. También   —62→   sobre cine dice en Carbón (30 de enero) otro periodista: «No tengamos fácil el chovinismo patriotero y digamos las cosas como son... Las cintas españolas sólo tienen un punto de comparación, hacia lo inferior, en las sudamericanas. No es falta de dinero, como se dice, ni falta de actores, como se subraya, ni de guionistas; es de todos esos elementos juntos, de la totalidad cineasta». Más claro, agua. ¿Qué dice Jardiel Poncela sobre el teatro lírico? (La Voz de Galicia, 8 de marzo): «Es evidente que faltan autores de teatro... Hoy no existen músicos que hagan música buena, atrayente para el público... Todo es problema de producción».

Podríamos seguir citando indefinidamente, porque no pasa un día sin artículos de ese género en la prensa de allá. Artículos como éstos y artículos sobre la crisis de la edición y venta de libros, sobre los obstáculos económicos a un desarrollo del teatro, sobre la invasión de las librerías españolas por las traducciones (malas además) de obras extranjeras (¡y qué obras!), artículos sobre la vida difícil de los escritores jóvenes, etc., etc. Naturalmente, nada de eso puede sorprendernos. Ya lo sabíamos. Y es que un análisis teórico concreto del régimen franquista, de su contenido social, basta para llegar a la inapelable conclusión de que es imposible en España el florecimiento de actividades de creación cultural.

Conviene repetirlo: la cultura no es una realidad autónoma, con sus leyes propias de desarrollo, independiente de la sociedad. No cae milagrosamente del cielo, ni sale, como una Minerva en armas, del cerebro de Júpiter. La cultura, en sus múltiples y cambiantes formas -y aquí nos ocupamos ante todo de sus formas de creación imaginativa- es el producto, no mecánico, claro está, ni uniforme siempre, de las relaciones sociales existentes; la expresión ideológica de esas relaciones económicas y políticas. La cultura de cada época determinada es la expresión -la propiedad también, y el arma ideológica- de las clases entonces dominantes. Ahora bien, no es la sociedad un todo estático, sino una compleja realidad en marcha, resultado de la incesante lucha de clases. Eso quiere decir que puede, y suele haber, al mismo tiempo, varias culturas, siempre que exista una oposición de clases, y que acaba por triunfar, en cada época histórica, la cultura que refleje las aspiraciones de la clase ascendente. Las novelas y cuentos de Voltaire no nacieron en su mente, así, por casualidad, en el agradable retiro de su casa de Ferney; son la expresión novelesca y filosófica de la burguesía francesa en pugna contra el absolutismo monárquico. Y hoy, las obras de un Sartre, por ejemplo, no son sólo juegos de una imaginación perversa: son el reflejo desesperado, pesimista y envilecedor de la decadencia de esa misma burguesía.

Pues bien, si es la cultura un fenómeno social, ¿cuál puede ser la del franquismo, régimen de terror y explotación? ¿Qué realidades humanas, que aspiraciones creadoras podrán expresarse, culturalmente, bajo ese régimen? Ninguna. Que sepamos, los únicos testimonios «culturales» que nos ha dejado el nazismo son las macizas chimeneas cuadradas de los hornos crematorios, el recuerdo alucinador de un terrorismo salvaje que asesinó a millones de seres. Tampoco ha producido el fascismo mussoliniano una sola obra digna de mención. Y el franquismo no es, ni puede ser, una excepción a esa ley histórica general. A la miseria, al terror, al hambre, al empobrecimiento   —63→   general responde como en eco, como otra consecuencia de la misma causa -la existencia del franquismo- el desarrollo terrible del pauperismo cultural. Según datos estadísticos internacionales el consumo de papel de periódico y de imprenta ha disminuido, por habitante, en un 50% desde 1935. El analfabetismo aumenta; los presupuestos de enseñanza disminuyen; la crisis económica se manifiesta también en todos los sectores de la actividad cultural. Naturalmente, se publican libros, y algunos hasta se venden; y los teatros funcionan; y se hacen películas. Pero, y eso es lo importante, sin hablar siquiera de la calidad de esas obras, de la misma manera que las riquezas económicas del país se han concentrado en manos de un grupo reducido de grandes terratenientes y grandes financieros, adictos al régimen, y que explotan a las masas gracias a éste, la riqueza cultural, el goce de sus beneficios, se reserva exclusivamente a esas mismas clases opresoras. La cultura en la España franquista es un coto cerrado al que no tienen acceso las masas populares, como no lo tienen a la democracia económica y política. En uno como en otro caso, el pueblo español tendrá que abrirse paso por una lucha sin tregua ni componendas.

Las consecuencias de ese monopolio capitalista de la cultura son evidentes. Las clases que disponen del Poder en España son clases decadentes, desprovistas ya de todo poder de creación cultural. Unas clases agónicas, y que lo saben, más o menos confusamente, son incapaces de crear valores nuevos, y hasta de enriquecer los suyos tradicionales. La ortodoxia clerical y moral que les sirve de ideología es un tronco muerto por el que no circulará ya la savia, una escolástica que repiten, sin saber porqué, como los bonzos del Tíbet hacen girar su molinillo de rezos. Por esa razón se explica la proliferación en España de una literatura y un arte chabacanos, sensacionalistas, cuyo sólo fin es «matar el tiempo», «hacer pasar un rato». Como dice en Heraldo de Aragón del 12 de marzo, Federico Oliván, en un artículo sobre la crisis de la edición en España: «Sólo se exhiben en las vitrinas de las librerías traducciones más o menos detestables, con títulos rimbombantes y tremendos, Terror, Noche sin aurora, Alba sangrienta, y una portada sensacionalista, a base de una mujer desmelenada». Literatura y arte de evasión, totalmente gratuitos, que componen el alimento espiritual de las clases dominantes, mientras se amontonan en los sótanos de las librerías los pesados «filosofía cristiana», las obras de «erudición» (otra manera de evadirse y esquivar los problemas actuales de la cultura) y los ejemplares de académicas y hueras revistas que nadie lee. Literatura y arte cuyo fin es también embrutecer al pueblo, deformar su gusto. Literatura estupefaciente, «opio para el pueblo», como la religión de los obispos latifundistas.

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Conviene ahora calar más hondo. La sociedad franquista se enfrenta con una crisis que la sacude hasta sus más profundos cimientos, desde su base económica hasta su superestructura cultural, crisis que apresura la resistencia activa de las masas populares. En esa circunstancia es lógico que surjan en ella contradicciones, pues cada clase o sector de clase que participa o   —64→   se beneficia del Poder, intenta salvar lo suyo, ante la catástrofe que se avecina. Esas contradicciones económicas y políticas se traducen también, forzosamente, en el campo cultural. Por no ser ése el tema del presente artículo, baste con decir, para los fines que aquí se tienen a la vista, que la decadencia actual, y provisional -pues depende de un régimen político cuyos días están contados en el libro de la historia que hacen los hombres libres-, de la cultura española está adquiriendo a ese respecto rasgos característicos. Junto a la ortodoxia oficial, en sus dos aspectos, clerical y falangista, hasta la cual llega ya la marejada de la angustia y el miedo, y junto a la ponzoñosa «cultura de diversión» (en el más profundo sentido de la palabra) en que se refocilan las clases dirigentes, va desarrollándose una literatura «negra», pesimista, que allá, ¡sarcasmo de la historia!, se llama «nueva». Limitándonos al campo de la novela, La vida de Pascual Duarte, de Cela, Nada, de Carmen Laforet, Sobre las piedras grises, de J. Sebastián Arbó, y Las últimas horas, de José Suárez Carreño (los tres últimos libros han sido premiados), son, entre otras más, obras típicas de esa literatura. Pues bien, ¿qué representa ésta? Sencillamente la falta de perspectivas, la desesperación de las clases medias, en las que, sea dicho de paso, desde hace un siglo, más o menos, se reclutan los cuadros intelectuales de las naciones capitalistas. Esa pequeña y media burguesía sufre de algunos años acá, cada día más directa y dolorosamente, las consecuencias de la crisis nacional y general del capitalismo. Y por no haber comprendido todavía que su salvación reside en la alianza con las masas populares, en la lucha contra el régimen, por ligar todavía su destino al de los jerarcas del franquismo, sabiéndolos por otra parte condenados a desaparecer, las clases medias desorientadas secretan esa literatura pesimista.

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Taller de imprenta. Grabado del siglo XVI.

En ella encuentran sin duda una especie de justificación. Las jóvenes generaciones intelectuales educadas bajo el franquismo -constatación que es preciso no perder nunca de vista- se imaginan quizá que están creando un nuevo «sentimiento de la vida», no ya tan sólo trágico, sino fatalista, esencialmente absurdo, a imagen y semejanza de un mundo caótico en que el individuo siempre es víctima de no se sabe qué fuerzas oscuras y monstruosas. Conviene desengañarlas. Ese sentimiento sólo es la transposición fetichista y mixtificadora, en el plano ideológico general, de una situación de clase científicamente analizable. No tiene valor universal alguno y está destinado a desaparecer con la clase que lo sustenta. Y además no es cosa nueva. Hace   —65→   largos años que se arrastran por la literatura burguesa decadente personajes como el Román de Carmen Laforet, el Juan Bausá de Arbó, o el Manolo de Las últimas horas, de Suárez Carreño. Sin volver hasta Dostoievski, que a todos estos escritores de la España actual les obsesiona, ¡y cómo se comprende!, Kafka, que yo sepa, no es de ayer, ni Faulkner, ni Galdwell. El primero era checo, los otros son norteamericanos y es que, precisamente, ese proceso de corrupción cultural se extiende a todo el mundo capitalista. Hoy día, convertida España en una semi-colonia del imperialismo anglosajón, los temas literarios se vacían de todo contenido auténticamente nacional -grandes cosas dijo sobre este problema nuestro Antonio Machado- y se convierten en temas del cosmopolitismo burgués. Lo que sí es seguro es que se comprende la inquietud reflejada en los artículos al comienzo citados en lo que atañe a la situación de la cultura franquista.

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Volviendo a la interviú de Baroja, ¿qué decía el viejo novelista para explicar la poquedad de la producción literaria española actual? «No son tiempos para la creación literaria». ¿De verdad, don Pío? Se nos antoja que hace tiempo que debió cerrar usted sus ventanas sobre el mundo. ¿No son tiempos éstos en que millones de hombres edifican el mundo nuevo de la felicidad («la dicha es una idea nueva en Europa», decía ya Saint-Just, el más grande de los revolucionarios franceses de 1789), en que lo edifican después de haberlo defendido y salvado con legendario heroísmo? Si los tiempos no son propicios, que nos explique Baroja de dónde salen, limitándonos a estos últimos años, novelas como Sobre el Don apacible de Cholojov, La joven Guardia, de Fadeiev, La tempestad, de Ehrenburg, en la Unión Soviética; como Tierra violenta y Los caminos del hambre, de Jorge Amado, en el Brasil; como las de Howard Fast, en los Estados Unidos; como Los Comunistas, de Aragon, en Francia. Pero no podrá explicárnoslo Baroja. No querrá reconocer que si España se halla, por ahora, apartada de la corriente fructífera de la cultura pacífica y progresiva, ello sólo se debe a la existencia del régimen franquista.

Existen, sin embargo, en España todas las condiciones que se requieren para un renacer cultural. La rica experiencia de nuestra guerra de liberación ha demostrado que cuando el pueblo se incorpora a la dirección de la vida nacional se produce un brusco cambio cualitativo, revolucionario, que da a la cultura matices nuevos, perspectivas infinitas, insospechada amplitud. Nacen los romances y se abren escuelas, aumenta la tirada de los libros, porque éstos hablan de temas que a todos interesan y no sólo a una minoría de privilegiados. Ese rico caudal, que ha quedado sin explotarse a fondo,   —66→   se ha enriquecido más y más, durante los últimos años, gracias a la resistencia activa del pueblo español. Existen, repetimos, las condiciones objetivas de un renacer cultural. Y también existen las condiciones subjetivas: la conciencia de los hombres libres, amordazados hoy, se ha crecido en España, entre sufrimientos y actos de heroísmo, a la altura de los tiempos nuestros, estos tiempos tan propicios para la creación literaria, pese a Baroja, porque sus caminos todos llevan hacia la liberación definitiva del hombre. Nosotros no nos desesperamos, porque nuestro optimismo se funda científicamente en la larga experiencia de los combates populares.

Una cosa, de todas maneras, es cierta. Cuando las masas populares tomen en sus manos los destinos de la nación y evalúen la herencia cultural de nuestra historia, para separar lo bueno de lo malo, lo útil de lo inútil, a fin de asimilarse tan sólo las auténticas tradiciones progresivas de nuestro pasado cultural, no cabe duda de que rechazarán, para siempre, todas las producciones de la «cultura» franquista. No hay en ellas nada que los hombres de mañana puedan considerar con un sentimiento que no sea el desprecio y la repulsión.

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Toda la obra artística, a cualquier clase que ella pertenezca, es siempre el reflejo y la estilización de la vida de los hombres. El arte revolucionario es el resultado obtenido por el trabajo intelectual del artista revolucionario reflejando en su obra la vida del pueblo, ya que la vida del pueblo constituye la mina que da las fuentes a la creación artística y literaria.


Mao Tse Tung.                




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ArribaAbajoFrancisco de Quevedo

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Francisco de Quevedo y Villegas nació en Madrid, en 1580. Estudió en Alcalá, donde aprendió lenguas clásicas, francés e italiano. En sus años de estudiante en la Universidad debió adquirir gran experiencia de la vida. En Valladolid cursó (1601-4) y en la Corte logró el favor del público como poeta. Tuvo correspondencia con el humanista belga Justo Lipsio (1605), que influyó filosófica y literariamente sobre él.

Al encontrar el rey Felipe IV el Memorial que empieza «Católica, sacra, real Magestad», y al averiguarse que el autor era Quevedo, ordenó el encarcelamiento de éste, siendo llevado el 7 de diciembre de 1639 a la prisión de San Marcos, de León.

Caído el de Olivares (1643), el rey decretó la libertad del encarcelado. Quevedo, viejo y achacoso, se retiró a la Torre de Juan Abad (1644) y murió en Villanueva de los Infantes (1645).

Quevedo fue uno de las más destacados y progresivos escritores de su época. Como ningún otro supo poner a lo vivo las llagas de la sociedad en el período de su profunda decadencia en España. Sus obras festivas y satíricas nos presentan un cuadro tan acabado y pavoroso de todas las clases sociales de aquella época, a excepción   —68→   del auténtico pueblo, que aún hoy día, en nuestros tiempos, podemos tener una idea clara y completa de una sociedad corrompida hasta lo más profundo. Si bien es verdad, su obra está llena de contradicciones. A pesar de su posición, completamente negativa con respecto al incapaz gobierno de Felipe IV, sin embargo, confiaba en que sería posible un cambio radical si el mismo rey llegara a comprender la trágica y angustiosa situación del país, por una parte, y, por otra, tratara de hallar los medios necesarios para sacarle del abismo en que se encontraba. Su vida plena de desventuras y su trágico fin se explican por esta confianza ingenua de Quevedo y su incapacidad para buscar aliados y apoyo en el mismo pueblo, con objeto de conseguir la grande y generosa tarea de toda su vida.

A su Magestad el Rey Don Felipe IV

MEMORIAL

El Memorial de Quevedo que empieza: «Católica, sacra, real magestad», le encontró el rey, Felipe IV, en la servilleta, y se averiguó quién era su autor. A las once de la noche del 7 de diciembre de 1639, cuando Quevedo estaba estudiando, dos alcaldes de Corte, con gran secreto, se apoderaron del poeta, y aquella misma noche fue llevado a la cárcel de San Marcos, de León, donde estuvo preso cuatro años en «escuro y húmedo calabozo».



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Valentón del siglo XVII


Católica, sacra, real magestad,
Que Dios en la tierra os hizo deidad;
Un anciano pobre, sencillo y honrado,
Humilde os invoca y os habla postrado.
Diré lo que es justo, y le pido al cielo  5
Que así me suceda cual fuere mi celo.
................................................
La Corte, que es franca, paga en nuestros días
Más pechos y cargas que las behetrías.
Aún aquí lloramos con tristes gemidos,  10
Sin llegar las quejas a vuestros oídos.
Mal oiréis, señor, gemidos y queja
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De las dos Castillas, la Nueva y la Vieja.
Alargad los ojos; que el Andalucía
Sin zapatos anda, si un tiempo lucía.  15
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Bravucón del siglo XVII

Si aquí viene el oro, y todo no vale,  15
¿Qué será en los pueblos de donde ello sale?
................................................
En cuanto Dios cría, sin lo que se inventa,
De más que ello vale se paga la renta.
A cien reyes juntos nunca ha tributado  20
España las sumas que a vuestro reinado.
Y el pueblo doliente llega a recelar
No le echen gabela sobre el respirar.
Aunque el cielo frutos inmensos envía,
Le infama de estéril nuestra carestía.  25
El honrado, pobre y buen caballero,
Si enferma, no alcanza a pan y carnero.
Perdieron su esfuerzo pechos españoles,
Porque se sustentan de tronchos de coles.
Si el despedazarlos acaso barrunta  30
Que valdrá dinero, lo admite la Junta.
Familias sin pan y viudas sin tocas
Esperan hambrientas, y mudas sus bocas.
Ved que los pobretes, solos y escondidos,
Callando os invocan con mil alaridos.  35
Un ministro, en paz, se come de gajes
Más que en guerra pueden gastar diez linajes.
Venden ratoneras los extranjerillos,
Y en España compran horcas y cuchillos.
Y, porque con logro prestan seis reales,  40
Nos mandan y rigen nuestros tribunales.
Honrad a españoles chapados, macizos;
No así nos prefieran los advenedizos.
Con los medios juros del vasallo aumenta,
El que es de Ginebra, barata la renta.  45
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Espadachines y rufianes de la época

Más de mil nos cuesta el daros quinientos;  45
Lo demás nos hurtan para los asientos.
Los que tienen puestos, lo caro encarecen,
Y los otros plañen, revientan, perecen.
No es buena grandeza hollar al menor;
Que al polluelo tierno Dios todo es tutor.  50
En vano el Agosto nos colma de espigas,
Si más lo almacenan logreros que hormigas.
Cebada que sobra los años mejores
De nuevo la encierran los revendedores.
El vulgo es sin rienda ladrón homicida;  55
Burla del castigo; da coz la vida.
«¿Qué importa mil horcas (dice alguna vez),
»Si es muerte más fiera hambre y desnudez?»
Los ricos repiten por mayores modos:
«Ya todo se acaba, pues hurtemos todos».  60
Perpetuos se venden oficios, gobiernos,
Que es dar a los pueblos verdugos eternos.
Compran vuestras villas el grande, el pequeño;
Rabian los vasallos de perderos dueño.
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En vegas de pasto realengo vendido,  65
Ya todo ganado se da por perdido.
Si a España pisáis, apenas os muestra
Tierra que ella pueda deciros que es vuestra.
Así en mil arbitrios se enriquece el rico,
Y todo lo paga el pobre y el chico.  70
................................................
Ved tantas miserias como se han contado,
Teniendo las costas del papel sellado.
Si en algo he excedido, merezco perdones;
Duelos tan del alma no afectan razones.  75
Servicios son grandes las verdades ciertas;
Las falsas razones son flechas cubiertas.
Estímanse lenguas que alaban el crimen,
Honran al que pierde, y al que vence oprimen.
Madrid a los pobres pide mendigante,  80
Y en gastos perdidos es Roma triunfante.
Al labrador triste le venden su arado,
Y os labran de hierro un balcón sobrado.
Y con lo que cuesta la tela de caza,
Pudieran enviar socorro a una plaza.  85
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Estampa del Madrid del siglo XVII

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Es lícito a un rey holgarse y gastar;  85
Pero es de justicia medirse y pagar.
Piedras excusadas con tantas labores,
Os preparan templos de eternos honores.
Nunca tales gastos son migajas pocas,
Porque se las quitan muchos de sus bocas.  90
Ni es bien que en mil piezas la púrpura sobre,
Si todo se tiñe con sangre del pobre.
Ni en provecho os entran, ni son agradables,
Grandezas que lloran tantos miserables.
¿Qué honor, qué edificios, qué fiesta, qué sala,  95
Como un reino alegre que os canta la gala?
................................................
Contra lo que vemos, quieren proponernos
Que son paraíso los mismos infiernos.
Las plumas compradas a Dios jurarán  100
Que el palo es regalo y las piedras pan.
Vuestro es el remedio; ponedle, señor,
Así Dios os haga, de Grande, el Mayor...
................................................
Servicios son grandes las verdades ciertas;  105
Las falsas lisonjas son flechas cubiertas.
Si en algo he excedido, merezca perdones.
¡Dolor tan de alma no afecta razones!

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  —73→  

ArribaAbajoEl triunfo de la democracia soviética

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El 12 de marzo el pueblo soviético concurrió a las urnas para elegir sus diputados al Soviet Supremo de la URSS.

Más de 110 millones de personas, el 99,73% del cuerpo electoral, votaron por el Bloque de los comunistas y sin partido encabezado por el candidato de todo el pueblo, por su dirigente y maestro J. Stalin, elegido en su circunscripción por el 100% de los electores.

Semejantes resultados, superiores a los anteriormente obtenidos en las elecciones de 1937 y 1946, no tienen ejemplo en la historia y ponen de manifiesto, una vez más, la irrompible unidad moral y política de los pueblos de la Unión Soviética, el triunfo de la democracia socialista soviética, de la democracia más amplia y perfecta del mundo, cuyas bases y funcionamiento pasamos a describir.

La democracia socialista se llama soviética porque su base son los Soviets de trabajadores (Consejos). Éstos tienen una larga y gloriosa historia. Los primeros Soviets o Consejos surgieron en Rusia en 1905, en las barricadas de la revolución democrática, como fruto de la   —74→   inventiva popular de los obreros revolucionarios. Eran asambleas de delegados de todas las fábricas y empresas industriales que tomaron en sus manos la organización y dirección de la lucha de las masas trabajadoras, sin distinción de ideas, por barriadas y ciudades. Lenin, Stalin y los bolcheviques, con su maravilloso poder de captación de todo lo nuevo que surge a la vida, vieron inmediatamente en los soviets de diputados obreros el germen del futuro poder del pueblo trabajador.

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Carteles electorales. Dedicados al Ejército y a las Mujeres.

Aplastados en 1905 con la revolución, los soviets volvieron a resurgir en las jornadas revolucionarias de 1917. Millones de explotados y oprimidos, hombres, mujeres, viejos y jóvenes se reunieron en fábricas y empresas, en pueblos, barriadas y unidades del ejército para nombrar a sus diputados a los soviets que dirigían la lucha por la paz, el pan y la libertad.

El 7 de noviembre de 1917, cuando la insurrección proletaria triunfante en Petrogrado se hallaba en pleno apogeo, el II Congreso de los Soviets de toda Rusia, reunido en Petrogrado, nombraba el primer gobierno soviético, el Consejo de Comisarios del pueblo, presidido por Lenin y formado en su totalidad por bolcheviques. De esta manera los soviets, expresión de la voluntad del pueblo trabajador, otorgaron su confianza al Partido Comunista, al partido de la clase obrera que en todo momento había aparecido como la vanguardia de la lucha revolucionaria de los trabajadores.

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Carteles. Dedicados a los Obreros e Intelectuales.

El gobierno soviético puso fin al dominio de los nobles, de los terratenientes y capitalistas, de los explotadores. Los campesinos recibieron más de 150 millones de hectáreas de terreno. Las fábricas y empresas, las riquezas del subsuelo, el petróleo, el hierro, el carbón y demás minerales, así como los bosques y las aguas, pasaron a ser propiedad del pueblo, administrados por los soviets de diputados trabajadores que se convirtieron en sus órganos de poder. Las mujeres fueron equiparadas a los hombres en derechos, las nacionalidades oprimidas por el zarismo recibieron plena libertad.

Así se sentaron las bases de la democracia y del Estado soviético, de la democracia y del Estado del pueblo trabajador.

«Nosotros afirmamos -escribía el gran Lenin en 1919- que la revolución soviética ha dado un impulso sin igual al desarrollo de la democracia en amplitud y profundidad, con la particularidad de que se trata de la democracia de los trabajadores, es decir, de la aplastante mayoría del pueblo».

Por primera vez en la historia millones de trabajadores, hombres y mujeres, pasaron a tomar parte directa en la dirección del Estado, y la frase de Lenin «tenemos que lograr que cada ama de casa pueda ser una excelente administradora del Estado» va tomando brillante realidad. Durante las últimas elecciones para todos los soviets, desde los soviets locales al Soviet Supremo de la   —76→   URSS, fueron elegidos cerca de 2 millones de diputados trabajadores, de ellos más de 500.000 mujeres, sin contar los millones de trabajadores que toman parte en las comisiones permanentes de los soviets que asumen en sus manos la dirección económica, política, social y cultural del Estado.

La democracia soviética, en continuo desarrollo, pasó por diversas etapas. Hasta 1936 fue la democracia de la mayoría de la población del país, de los trabajadores. Después, liquidados los últimos restos capitalistas en la economía, desaparecidos los explotadores como clase, la democracia soviética pasó a ser la democracia de todo el pueblo. Los ciudadanos de la URSS, a partir de la proclamación de la Constitución Stalinista en 1936, gozan de iguales derechos, deberes y posibilidades sin distinción de sexo, raza, religión o nacionalidad.

El alma de una tal democracia, donde el poder se ejerce efectivamente por el pueblo y para el pueblo, es el Partido Comunista bolchevique. Junto a él están los sindicatos, la organización de la juventud, de las mujeres, de los escritores y artistas y demás organizaciones sociales y culturales. Pero no hay otro partido, ni puede haberlo. Siendo el Partido Comunista el partido del proletariado, de la clase más consciente, progresiva y avanzada de la sociedad, representa y sirve los intereses comunes de todos los trabajadores, obreros, koljosianos (campesinos) e intelectuales, únicas clases amigas que existen en la URSS y que marchan hacia su plena fusión en la sociedad comunista en construcción.

La fuerza, la autoridad inconmensurable del Partido Comunista bolchevique estriba en su unidad con el pueblo. En que los trabajadores reconocen y aceptan el papel dirigente del Partido, por que ven en él a sus mejores hijos, y éste no persigue más objetivo que la felicidad y el bienestar de los trabajadores. La unidad permanente e indestructible del Partido y el pueblo se manifiesta en el Bloque de los comunistas y sin partido que dirige el Estado a través de los Soviets, que en toda su escala, desde el Local al Supremo, son elegidos a través de elecciones directas, iguales y secretas.

La democracia socialista soviética, ya lo hemos dicho, es la democracia del pueblo trabajador. De los hombres y mujeres que consideran el trabajo como una cuestión de honor y honra, como la fuente inagotable de su continuo bienestar. Por esto el pueblo elige diputados a los mejores obreros y koljosianos, a los mejores artistas y escritores, a los más intrépidos combatientes de las fuerzas armadas, a los dirigentes del Partido de Lenin y Stalin que consagran toda su capacidad y energía al florecimiento de la Patria socialista, a la felicidad de los trabajadores.

Los candidatos a diputado son presentados por el Partido Comunista, por los sindicatos, por las organizaciones sociales y culturales, por las asambleas de obreros y empleados en las fábricas, empresas a instituciones, por las   —77→   unidades del ejército y las asambleas de koljosianos, que eligen al mismo tiempo sus representantes para las mesas y comisiones electorales.

Todos los gastos de las elecciones corren por cuenta de los soviets de trabajadores, que ponen a disposición de las organizaciones las imprentas, el papel, los locales, la radio y todos los demás medios de propaganda que pertenecen sin excepción al pueblo trabajador. La propaganda electoral es realizada por grupos de agitadores y propagandistas del Bloque de los comunistas y sin partido, que exponen ante todo el pueblo la política del partido y del gobierno; los grandes éxitos y victorias obtenidas por los trabajadores con el poder soviético, las dificultades existentes y las perspectivas. Durante las recientes elecciones funcionaron más de un millón de grupos de propagandistas.

Los candidatos del pueblo comparecen ante éste, no para prometerle «puentes donde no hay río», como suelen hacer los diputados laboristas o no importa qué otros, que hacen falsas promesas a los trabajadores durante la campaña electoral para después traicionarles una vez conseguida el acta de diputado; sino a exponer su vida y su trabajo, en bien del pueblo y del poder soviético, a jurar fidelidad al mandato que se les confiere. Aquel que después no sepa mantener con su conducta su promesa, se verá despojado de su mandato por la propia asamblea de electores, que tiene derecho, no sólo a presentar y a elegir, sino también a revocar al diputado que no cumpla su mandato.

Todos los ciudadanos mayores de 18 años reciben la tarjeta electoral, previa presentación de cualquier documento acreditativo de su personalidad. Con esta tarjeta el ciudadano soviético puede votar en cualquier punto del país que se encuentre el día de las elecciones: en el tren o en el barco, en el hospital e incluso en su propia casa, si el estado de salud impide al elector salir a la calle y así lo desea.

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Los electores escriben en las candidaturas saludos a Stalin.

La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, como su nombre indica, es un Estado formado por la unión voluntaria de diversas naciones socialistas. Los pueblos de estas naciones, compuestos única y exclusivamente por trabajadores, tienen intereses comunes. Pero al lado de esto existen intereses específicos de cada nacionalidad.   —78→   Los trabajadores son ajenos por completo a la opresión nacional. Por ello, para garantizar la plena igualdad de las naciones socialistas, grandes y pequeñas, fue creado el Soviet Supremo de la URSS a base de dos Cámaras, el Soviet de la Unión, y el de las Nacionalidades, iguales en derechos. El Soviet de la Unión, en tanto que representante de los intereses comunes de los trabajadores soviéticas, se forma a razón de 1 diputado por cada 300.000 habitantes.

El Soviet de las Nacionalidades, como representante de los intereses específicos de cada nacionalidad, se elige a razón de 25 diputados por cada República de la Unión, 11 diputados por cada República autónoma, 5 diputados por cada Región autónoma y un diputado por cada Circunscripción nacional.

Ambas cámaras del Soviet Supremo gozan de iguales derechos, tomando parte por igual en la legislación y formación de los organismos estatales superiores de la URSS. La absoluta igualdad de las dos Cámaras que integran el órgano supremo del poder soviético, que, junto a la igualdad de los trabajadores garantiza la igualdad de las naciones, es la máxima expresión de la grandeza de la democracia socialista soviética a base de la cual unos 220.000.000 de personas de diversas razas, de más de 65 nacionalidades, grandes y pequeñas, donde existen multitud de idiomas, tradiciones, usos y costumbres diferentes, construyen el comunismo unidos moral y políticamente en torno al gran Partido Comunista bolchevique y a su dirigente y maestro J. Stalin.

Semejante unidad no puede existir en ningún país del mundo capitalista dividido en clases antagónicas, en explotados y explotadores; en naciones opresoras y en colonias. Es el fruto de la democracia de los trabajadores que garantiza a sus ciudadanos el derecho al trabajo, al estudio y al descanso. Que proclama la igualdad de los pueblos y naciones sin distinción de raza o religión. Que levanta en alto la bandera de la paz, porque en el trabajo pacífico reside la fuente de la prosperidad y felicidad de los pueblos libres de la explotación capitalista. Estos intereses de la democracia soviética coinciden con los intereses de los trabajadores de todo el mundo. Por eso su triunfo del 12 de marzo fue el triunfo de toda la humanidad progresiva que ve en la democracia soviética la democracia del nuevo mundo esplendoroso que se está gestando.

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  —79→  

ArribaAbajoCarlos Marx

5 / mayo / 1818-14 / marzo / 1883


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El 14 de marzo de 1883, Carlos Marx, el fundador del socialismo científico, uno de los genios más grandes de la humanidad, murió dulcemente en su sillón.

Nació Carlos Marx el 5 de mayo de 1818 en Tréveris, ciudad alemana de la Prusia renana, en el seno de una familia que gozaba de buena situación económica, culta, ajena al movimiento revolucionario.

Después de cursar estudios universitarios, Jurisprudencia y, sobretodo, Historia y Filosofía, Carlos Marx se trasladó a la ciudad de Bonn. Su idea era hacerse profesor, pero la política reaccionaria del gobierno, que perseguía y arrojaba de las universidades a los catedráticos y profesores de ideas progresivas, que el propio Marx ya profesaba, obligaron a éste a renunciar a la carrera universitaria.

En 1842 Marx, que había entrado en relación con los círculos radicales burgueses de Renania de la oposición, inicia su actividad periodística en la Gaceta del Rin de Colonia, de la que fue nombrado redactor-jefe en octubre de este mismo año.

Bajo la dirección del joven Marx, que se había revelado como un gran periodista, la Gaceta del Rin fue acentuando su tendencia revolucionaria-democrática, por cuya causa el gobierno reaccionario la sometió primero a una rigurosa censura y la suspendió después en marzo de 1843.

En 1843 Marx contrajo matrimonio con Jenny von Westfalen, su amiga de la infancia, trasladándose en otoño de este mismo año a París para publicar una revista de tendencia radical que debía distribuirse clandestinamente en Alemania. Por un cúmulo de circunstancias la redacción de los Anales franco-alemanes, así se llamó la revista, sólo publicó un número, en donde Marx, por primera vez, hizo una severa crítica a «todo lo existente», apelando a la lucha de masas y al proletariado para transformar la sociedad.

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En la capital francesa conoció Marx a Federico Engels, que había de ser su más fiel amigo y camarada de lucha y de trabajo. Los dos titanes del pensamiento y de la acción revolucionaria tomaron parte activa en la agitada vida de los círculos revolucionarios de París, combatiendo las doctrinas utópicas del socialismo pequeño burgués en boga y, en una serie de trabajos y profundos estudios, elaboran, conjuntamente, la teoría y la táctica del socialismo científico, del comunismo.

En 1845 la policía prusiana, que sigue los pasos de Marx, logra del gobierno francés su expulsión del país por ser, como se decía en la orden de expulsión, «revolucionario peligroso». Marx se instala en Bruselas, y en la primavera de 1847 se afilia con Engels a una sociedad secreta de propaganda revolucionaria, a la «Liga de los Comunistas». Por encargo de ésta redactaron el inmortal Manifiesto del Partido Comunista, «el Cantar de los Cantares de la literatura marxista», como lo ha calificado Stalin.

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Portada de la primera edición del Manifiesto Comunista.

Las vicisitudes propias del revolucionario emigrado se acentúan. Marx es expulsado de Bélgica. Vuelve a París y marcha a Alemania cuando estalla la revolución democrática. Marx y Engels toman parte activa en la revolución.

Los tribunales de la reacción triunfante condenaron a Marx al destierro. En 1849 Marx se instala una vez más en París de donde, expulsado nuevamente, se traslada a Londres, y allí fija definitivamente su residencia, prosiguiendo su infatigable actividad científica y revolucionaria hasta su muerte.

La vida de la familia Marx en Londres fue muy dura. Los escasos ingresos que Marx obtenía con la colaboración periodística apenas daban de sí para mantener a la familia. La pobreza llegó a pesar de un modo tan asfixiante sobre su hogar que, de no haber sido por la generosa ayuda de Engels, hubiera sucumbido bajo el peso de la más extrema miseria.

Pero las terribles pruebas a que fue sometido no lograron jamás enturbiar la serenidad y la armonía reinante siempre en su hogar.

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El 28 de septiembre de 1864 se fundó en Londres la Primera Internacional, la «Asociación Internacional de los Trabajadores». Marx fue su alma. A él se debe su primer «Llamamiento» y toda una serie de manifiestos, acuerdos y declaraciones.

La intensa actividad desplegada en la Internacional, su trabajo científico y el estudio cada vez más profundo, minaron la salud de Carlos Marx, cuyo gran corazón dejó de latir el 14 de marzo de 1883.

Marx murió. Pero su obra, continuada por Engels, engrandecida por sus geniales continuadores Lenin y Stalin, vivirá para siempre en el corazón del proletariado, que construye ya el socialismo desde la orilla del Elba a las costas del Pacífico.



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ArribaAbajoLa Comuna de París

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El 18 de marzo de 1871 sobre el Ayuntamiento de París tremolaba la bandera roja. Y el Comité Central de la Guardia Nacional declaraba en su primer manifiesto:

«El proletariado ha comprendido que era su deber imperioso y su derecho absoluto tomar en sus manos sus destinos y asegurar el triunfo ocupando el Poder».

Carlos Marx, señalando la enorme importancia histórica de la Comuna, escribía:

«La lucha de la clase obrera contra la clase capitalista y su Estado ha entrado en una nueva fase con la lucha de París. Cualesquiera que sean sus resultados inmediatos, ha sido conquistado un nuevo punto de partida de importancia histórica mundial...»

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Los fusilamientos de los comuneros.

«A los trabajadores de París les quedará para siempre la gloria de haber sido los heraldos de una sociedad nueva. Sus mártires quedarán como una reliquia en el gran corazón de la clase obrera. A sus exterminadores la historia les ha clavado ya en la eterna picota de donde no podrán redimirles todas las plegarias de sus sacerdotes». Carlos Marx.



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ArribaAbajoEl frente único en la literatura y en el arte

Por Kuo-Mo-Jo


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En el primer número de la revista quincenal People's China que ha comenzado a publicarse en Pekín en enero último, Kuo-Mo-Jo, presidente de la Asociación Pan-China de Escritores y Artistas, ha escrito un artículo sobre las tareas que incumben a los intelectuales chinos en la nueva etapa que se abre en la China popular, tras las grandes victorias de 1949.

Damos a continuación el fragmento final de dicho estudio que trata de manera más directa del papel del intelectual en la China nueva.



«Ha llegado la hora de que analicemos detenidamente nuestras tareas, como escritores y artistas, en esta nueva era.

»1. Debemos reforzar nuestra unidad y, solidarios con las masas populares de la nación entera, luchar por la completa derrota del imperialismo, del feudalismo y del capitalismo burocrático y por la edificación de una nueva y democrática República Popular de China. Debemos intensificar la lucha y la construcción, con nuestras armas literarias y artísticas.

»2. Debemos sumergirnos profundamente en la realidad, dando expresión y exaltando la industriosidad, el ingenio y el valor de las masas populares. Debemos crear una literatura y un arte populares, ricos de pensamiento y de contenido moral, que muevan al pueblo a leerlos, contemplarlos y escucharlos con fervor y sirvan para cumplir la gran misión de educar al pueblo. Debe concederse una atención especial a las actividades literarias y artísticas de las masas, en las fábricas, el campo y el ejército, con el fin de reclutar nuevos escritores y artistas de entre las masas.

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»3. Debemos eliminar los residuos de las influencias arcaicas, semi-imperialistas y semi-feudales en la literatura y en el arte y combatir la influencia literaria y artística de los países capitalistas y del feudalismo chino que perdura entre nosotros. Debemos adoptar con un espíritu crítico toda nuestra herencia literaria y artística, desarrollar todas nuestras bellas y progresivas tradiciones, asimilar en la mayor medida posible las valiosas experiencias de la Unión Soviética y desarrollar profundamente el lazo orgánico existente entre el patriotismo y el internacionalismo.

»Hemos visto que el movimiento literario y artístico chino se ha mantenido desde hace largo tiempo en la buena tradición de vivir unido a los movimientos políticos. Desde el Movimiento del 4 de Mayo1, la corriente principal del movimiento literario y artístico chino ha sido invariablemente, en cada período histórico, una unidad de combate del movimiento político revolucionario de su tiempo. Al lado del laborioso y valeroso pueblo chino, muchos escritores y artistas han dado su sangre y sus vidas. En el período de la Revolución Agraria muchos escritores de izquierda fueron asesinados por los reaccionarios del Kuomintang.

»Durante la guerra anti-japonesa y la guerra de Liberación, otros muchos se sacrificaron abnegadamente en los campos de batalla, en las celdas de las cárceles y en manos de los grandes terratenientes y de la policía secreta. Debemos ser los herederos de su espíritu de sacrificio e incorporarnos a la lucha contra el imperialismo, el feudalismo y el capitalismo burocrático y a la edificación de la China nueva.

»Puesto que nuestro dominio es la literatura y el arte, debemos participar en la lucha y en la construcción no solamente con la acción política, sino también con nuestras producciones literarias y artísticas. Desde hace treinta años los nuevos movimientos literarios y artísticos chinos han obtenido triunfos magníficos, si consideramos el prestigio social que han conseguido, la influencia que han ganado sobre las amplias masas progresivas y las aportaciones hechas a la Revolución china. Sin embargo, en comparación con las grandes luchas y creaciones del pueblo chino y con lo que éste espera de nosotros, escritores y artistas, nuestras realizaciones son insuficientes. Con el fin de reflejar todavía mejor la lucha y las creaciones del pueblo y para poder satisfacer sus demandas, los escritores y artistas deben ligarse más estrechamente a la realidad e intensificar aún el estudio. Las masas populares son la fuente inagotable de la literatura y de las artes. Debemos vivir íntimamente con las masas populares para ser capaces de reflejarlas. Debemos ser sus discípulos, primero, para poder ser sus maestros después. Impregnarse profundamente de la realidad es, sin duda alguna, el primer deber de todo creador, escritor o artista. Pero sumergirse en la realidad no significa que se la capte plenamente. La sociedad china de hoy está experimentando una enorme y violenta transformación. La   —84→   realidad situada ante nosotros es más compleja que cualquier otra con que se hayan enfrentado nuestros escritores y artistas en el pasado. Por otro lado, debemos tomar actualmente una actitud con respecto a nuestros lectores y nuestro público mucho más seria y responsable que en el pasado. Así pues, se impone el estudio de la teoría revolucionaria y de la política, paralelamente al de las teorías progresivas en literatura y en arte. Sólo mediante este estudio podremos asimilar la realidad cuidadosa y profundamente y elevar el nivel ideológico de las obras que produzcamos. Necesitamos mejorar también nuestra calidad y nuestra técnica artísticas, sin olvidar que estos perfeccionamientos deben ser orientados correctamente en un sentido popular. Para mejorar nuestra calidad artística y nuestra técnica debemos aceptar, no sin crítica, la herencia literaria y artística de China y de los otros países. Al mismo tiempo, debemos comprender lo que puede ser fácilmente aceptado por el pueblo y lo que puede expresarle mejor. Debemos dejar de lado todo lo que no sirva a estos fines. Ni debemos desdeñar ciegamente nuestra herencia literaria y artística, nacional o extranjera, ni adorarla ciegamente y copiarla.

»Hay otra cosa importante, además, que no debemos olvidar, a saber: la literatura y el arte arcaicos, semi-coloniales y semi-feudales y el propio feudalismo, que permanecen prácticamente intactos y mantienen su influencia entre las capas atrasadas del pueblo. Debemos atacar el frente reaccionario y arrebatarle el terreno que aún ocupa. Esto debe ser realizado de varios modos. Uno de los medios eficaces que hemos visto en las regiones liberadas es que los escritores y artistas vayan a las zonas rurales para transformar al mismo tiempo las formas arcaicas de la literatura y del arte y a sus intérpretes. No se puede negar el hecho que la influencia de la literatura y del arte de los países imperialistas burgueses y del feudalismo chino existe todavía. Estas influencias deben ser combatidas con la crítica y la auto-crítica. Hemos de barrer de nuestro nuevo movimiento literario y artístico esas influencias retrógradas. Hemos de prestar también una gran atención al desarrollo de las actividades literarias y artísticas entre las masas, en las fábricas, en el campo y en el ejército. Y todo ello debe ser realizado para obtener el sano desarrollo de una literatura y de un arte nuevos y establecer una íntima unión con el pueblo con el fin de serle útil.

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Enseñanza de hilado en una aldea (Grabado chino).

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»El principal defecto de la literatura y el arte nuevos, creados desde el Movimiento del 4 de Mayo, es su fracaso en la realización de una unión suficientemente estrecha con el pueblo. En el pasado cada vez que cometíamos un error atribuíamos la culpa a las circunstancias. Actualmente tenemos a nuestra disposición para ponernos en marcha cuanto nos haga falta, excepto el soplo del viento del Este. El viento del Este será nuestro propio esfuerzo. Debemos crear obras literarias y artísticas que sean dignas de nuestra gran nación. Debemos satisfacer las demandas de las amplias masas del pueblo chino.

»Nuestra tarea es verdaderamente inmensa. Pero hemos trazado nuestro camino y muchas experiencias importantes y felices nos sostienen. La más importante de todas aconseja que nuestros escritores y artistas recorran todos los senderos que puedan unirles al pueblo. En esto debe consistir la acción consciente de nuestros escritores y artistas. Los que de un modo u otro se han unido ya al pueblo deben recordar el consejo tantas veces repetido del Presidente Mao Tse Tung: 'No seáis afectados ni vanidosos'. Los escritores que hasta ahora no llegaron a esta unión con el pueblo deben poner la necesaria conciencia y resolución en conseguirlo sin desmayos. Estudiad mucho, con modestia y perseverancia; y con la ayuda de nuestros dirigentes estamos convencidos de que la tarea histórica de los escritores y artistas de esta generación será realizada. Las obras literarias y artísticas que creemos serán acogidas fervorosamente por el pueblo y serán de un gran valor educativo para él».

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Panorama de China, por Antonio Cordón.

Por no haberse recibido a tiempo el tercero y último de los artículos de esta serie, será insertado en el próximo número.



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ArribaAbajoDatos y cifras del Frente Democrático y Socialista

Florecimiento de la Ciencia y de la Cultura en la URSS


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El desarrollo inmenso de la ciencia y de la cultura en la URSS está determinado por la propia naturaleza del régimen social soviético, por el programa grandioso de la reorganización socialista del país, por los problemas de la edificación del comunismo en la URSS.

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En la Unión Soviética los trabajadores tienen todas las posibilidades de acceso a la cultura. Los pueblos de la Unión Soviética, recogiendo cuanto hay de mejor en la herencia cultural del pasado, han creado una nueva cultura, nacional por la forma y socialista por el contenido, que señala una etapa nueva en el desarrollo de la cultura de toda la humanidad.

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El poder soviético ha creado las condiciones para que el pueblo acuda a los establecimientos de enseñanza.

De la escuela superior soviética sale cada año una promoción numerosa de especialistas para todos los campos de economía nacional. Solamente en el curso de los últimos 20 años se han formado en el país de los soviets más de un millón y medio de especialistas altamente calificados.

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En la URSS existen más de 800 centros de enseñanza superior en los que estudian 1.128.000 estudiantes, o sea 316.000 más que antes de la guerra.

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La instrucción secundaria especial ha adquirido una gran importancia bajo el poder soviético. Actualmente la URSS cuenta con 3.500 escuelas técnicas a las que asisten más de un millón de muchachas y muchachos.

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Durante el pasado año la Academia de Ciencias de la URSS ha realizado numerosos trabajos científicos de importancia que contribuirán a un nuevo desarrollo de la economía y de la cultura del país.



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ArribaAbajoLa revolución cultural en las Democracias Populares

Una profunda revolución cultural se está llevando a cabo en las democracias populares de Europa y Asia. Los pueblos de Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Rumania, Bulgaria, Albania, Mongolia, Corea del Norte y China, que han tomado en sus manos los destinos de su patria, están liquidando una de las injusticias más ignominiosas de sus viejos regímenes el atraso cultural a que se tenía sometido al pueblo trabajador.

Las universidades, institutos y centros de enseñanza superior que estaban cerrados para los hijos de los trabajadores abren hoy sus aulas a la juventud obrera y campesina.

De esta forma el poder democrático popular eleva y dignifica la cultura y con ayuda de la intelectualidad, de la juventud estudiantil y de los trabajadores más conscientes ha emprendido su ofensiva, resuelta y decidida, contra el analfabetismo, el oscurantismo y la superstición heredadas del pasado, llevando la cultura a todas las capas del pueblo trabajador.

En números anteriores dimos a conocer las transformaciones culturales que se producen en China, Checoslovaquia, Hungría y Corea septentrional. Publicamos hoy algunos datos y cifras que expresan la lucha y la victoria de otros países de Democracia Popular en la batalla empeñada por la liquidación del analfabetismo y la extensión de la cultura.

Polonia

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Al tomar el pueblo el poder en sus manos había en el país 4 millones de analfabetos. El primer problema que se planteó la República Popular fue el cortar la extensión de este terrible herencia del pasado, estableciendo las condiciones materiales para la educación de la infancia. A este fin en 5 años, de 1945 a 1949, han sido creadas 10.000 nuevas escuelas en las que reciben instrucción 3.600.000 niños. El fondo de libros de las bibliotecas escolares aumentó en ese mismo período de 4 a 10 millones de volúmenes.

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Resuelto este primer gran problema, el gobierno polaco pasó a combatir de forma decisiva contra el analfabetismo entre la población adulta. Para ello, en la primavera de 1949, creó La Comisión Nacional de lucha contra el analfabetismo, bajo cuya dirección 300.000 estudiantes y millares de maestros y profesores dotados de toda clase de medios emprendieron la honrosa misión de liquidar el analfabetismo en Polonia para el año 1951.

Paralelamente a esto se realiza una intensa actividad para elevar la cultura general del pueblo. En los cinco años mencionados fueron editados 50.000.000 de libros de texto. En las ciudades fueron inauguradas 8.600 bibliotecas y en los pueblos comenzaron a funcionar 20.000 pequeñas bibliotecas con un total de 20 millones de volúmenes. Los sindicatos organizaron 7.000 clubs que cuentan con 5.000 conjuntos artísticos en los que participan 120.000 personas.

En las universidades obreras millares de jóvenes obreros y campesinos fueron preparados para ingresar en las universidades y centros de enseñanza superior. 20 de estos últimos han sido creados en esos 5 años.

La constante elevación del nivel cultural de la población se refleja en el continuo aumento de lectores, de visitantes de los museos, de asistentes a conferencias, de espectadores en cines y teatros. En proporción con ello está también el incremento general de las publicaciones.

Solamente en 1948 fueron publicadas 5.000 obras que alcanzaron una tirada total de 65 millones de ejemplares. Le prensa diaria elevó su tirada a 4.500.000 ejemplares. La red de cines y teatros aumenta sin cesar. Y todo ello con la solícita protección del régimen democrático popular que destinó 50.000 millones de zlotis para el fomento y desarrollo de la cultura durante el plan de 6 años que culminará en 1955.

Albania

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El 80% de la población albanesa era analfabeta. En este país no existía ninguna universidad ni ningún centro de enseñanza superior. Apenas había enseñanza primaria. El régimen democrático popular se preocupó en primer término en crear su propia intelectualidad. Logró ese propósito con la ayuda generosa de la URSS, de Checoslovaquia y otras democracias populares, en cuyas universidades se formaron centenares de jóvenes albaneses que hoy forman el armazón intelectual del país.

Después de creada su propia universidad, su escuela normal e institutos, multiplicando el número de estudiantes escogidos entre los jóvenes trabajadores más capaces y aptos para el estudio, el gobierno democrático popular de Albania abordó la lucha contra el analfabetismo promulgando la ley de enseñanza general, obligatoria y gratuita, para toda la población comprendida entre los 7 y los 40 años de edad.

Los resultados de esta ofensiva no se hicieron esperar. En un año, en 1949, aprendieron a leer y a escribir 150.000 personas, muchas de las cuales siguen completando su instrucción en academias y clubs obreros.

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Bulgaria

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Hasta 1944 de cada tres ciudadanos búlgaros uno era analfabeto. La infancia y la juventud carecían de toda posibilidad de frecuentar la escuela. Como en el resto de las democracias populares la campaña contra el analfabetismo fue acompañada de un amplio plan de construcción de escuelas, institutos y centros de enseñanza superior. Desde 1944 fueron construidas 1.000 escuelas primarias y 800 institutos donde se prepara a las nuevas generaciones de estudiantes universitarios salidos de las filas del pueblo trabajador.

En los años que lleva de existencia la República democrática popular han aprendido a leer y a escribir 100.000 adultos y el número de academias nocturnas para adultos aumenta sin cesar.

La red de bibliotecas públicas se extendió en 1949 a todos los pueblos importantes. También en 1949 recibió un gran impulso el arte teatral, en las ciudades comenzaron a funcionar 16 nuevos teatros nacionales.

Rumania

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Al terminar la guerra, y según el censo de 1945, había en Rumania 4.500.000 analfabetos. El número de semianalfabetos no era inferior. La conciencia de los hombres reflejaba el oscurantismo, la mística, la superstición y los prejuicios religiosos difundidos por la Iglesia que hasta entonces mantenía en el país el monopolio de la enseñanza. Esta situación ha cambiado radicalmente durante los años de gobierno de democracia popular. En el curso de 1948-1949 fueron instruidos 500.000 analfabetos. En este mismo año el número de clubs obreros se elevó a 10.000.

Mongolia

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Antes de la revolución Mongolia estaba poblada casi exclusivamente por tribus nómadas ganaderas que habitualmente vivían en el desierto. Se puede afirmar sin exageración que Mongolia era un país de analfabetos. Después de haber sentado, con ayuda de la URSS, las bases de su independencia económica, la democracia popular mongola llevó a cabo una verdadera revolución cultural. Mongolia cuenta actualmente con 412 escuelas nacionales, 14 institutos de segunda enseñanza, tres centros de enseñanza superior y la universidad nacional de Ulan Bator. Para facilitar la rápida instrucción de las masas populares, el arcaico alfabeto de signos verticales fue sustituido por el eslavo, sobre cuya base aprendió a leer y a escribir el 55,4% de toda la población.

En Mongolia se publican actualmente 8 periódicos centrales, 19 provinciales y 14 revistas científicas y literarias. Existen varios teatros y circos, 640 clubs y rincones de cultura, 72 bibliotecas y 63 cinematógrafos.

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ArribaAbajoEl modo de vida americano

Patatas, huevos en polvo y Los racimos de la cólera de John Steinbeck

El novelista norteamericano John Steinbeck ha escrito, entre otros libros, la novela Los racimos de la cólera, que ha dado la vuelta al mundo y en la que son descritas las miserias de los campesinos del Estado de Oklahoma, arruinados por la sequía, despojados de sus tierras por los bancos hipotecarios y obligados a emigrar a California, donde seguirán siendo víctimas del hambre y de la explotación de los grandes propietarios agrarios.

De este libro de fama mundial Hollywood sacó una película que ha podido ser vista en Francia hace un par de años. Los productores de esta película se encontraron, sin embargo, ante un problema «delicado». La obra iba a producirles grandes ganancias, pero al mismo tiempo los hechos que se denunciaban en ella estaban en contradicción con el mito de la «prosperidad americana». ¿Cómo resolver esta contradicción?

La solución fue encontrada al fin. La proyección de la película fue precedida de una nota explicativa en la que se cantaba la gloria de la «democracia norteamericana» en la que todo el mundo podía denunciar los defectos del sistema, defectos que eran corregidos una vez llevados ante la opinión pública. Y esta introducción a la película terminaba afirmando que los hechos denunciados por John Steinbeck ya no existían y que la obra que se presentaba al público sólo conservaba un valor «histórico».

Pero, según informa el periódico New York Herald Tribune, a comienzos de marzo de 1950 un funcionario de los servicios sociales de los Estados Unidos ha tenido la idea inoportuna de visitar uno de los campamentos existentes en el Estado de Arizona, vecino del de California, uno de esos campamentos tan bien descritos por Steinbeck, donde son alojados los obreros agrícolas que siguen afluyendo de las tierras miserables de Oklahoma, como hace quince años.

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¿Qué es lo que ha visto en este campamento el joven asistente social John Thomson? Esto: centenares de familias de trabajadores agrícolas que trabajan el verano en la recolección del algodón y en invierno viven cosechando las naranjas y limones de California se han encontrado este año sin trabajo cuando las heladas de enero destruyeron la cosecha. Abandonadas a su suerte, viviendo en barracas sin muebles, sin agua, sin luz y sin calefacción, comiendo hierbas y algunas raras papillas de harina de maíz, estas familias se morían lentamente de hambre. Algunos niños tenían los vientres desmesuradamente hinchados y seis no habían tomado ningún alimento desde hacía diez días. Un padre, para conseguir algún dinero y dar de comer a sus hijos, vendía su sangre a un hospital para las transfusiones.

***

Y durante este tiempo, el Gobierno norteamericano se ve y se desea para desembarazarse de las enormes reservas alimenticias almacenadas y que se pudren.

Para constituir reservas en caso de guerra y para sostener los precios agrícolas (y alejar la crisis económica), el ministerio de la Agricultura ha ido acumulando masas enormes de trigo, patatas, huevos y leche en polvo. Guardados en subterráneos inmensos estos productos se estropean y para desembarazarse de ellos, y hacer sitio para los que siguen llegando, las autoridades buscan desalentadas un cliente posible. En este momento hay aún en los Estados Unidos por vender ochenta y siete millones y medio de sacos de patatas de la cosecha de 1949. El gobierno ha comenzado a revender a los campesinos para ser dadas a los animales y para ser usadas como abono cuarenta y cinco millones de sacos de patatas de cincuenta kilos al precio de un centavo por saco, cuando él se las había comprado a 1'65 dólares el saco.

El Gobierno ha intentado incluso regalar las patatas, así como la leche y los huevos en polvo, a las asociaciones benéficas, a las cantinas escolares, etc. Pero los gastos de almacén y de transporte deben ser pagados por los beneficiados y muchos organismos se han negado a aceptar el donativo por resultar más caro que comprar los mismos productos en su propia localidad.

En la segunda quincena de marzo el Gobierno norteamericano ha encontrado un respiro. En efecto, ha conseguido colocarle al Gobierno británico, a través del «Plan de Ayuda», unos quince millones de kilos de huevos en polvo, lo que de todos modos sólo representa el 37 por ciento de las reservas de esta mercancía acumuladas en los almacenes del Estado. Y estos huevos en polvo, por los que el Gobierno había pagado 40 millones de dólares, han sido vendidos por siete millones de dólares, y de éstos sólo un millón será pagado en metálico.

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Y sin embargo el Gobierno norteamericano puede considerar que ha hecho un buen negocio. ¿La prueba? Al mismo tiempo que tenía lugar esta transacción, el Departamento de Beneficencia de la ciudad de Nueva York ha rechazado el   —92→   ofrecimiento del Gobierno de entregarle gratuitamente grandes cantidades de huevos y de leche en polvo y de patatas deshidratadas.

Henry J. Rosner, uno de los altos funcionarios de dicho departamento, ha explicado el porqué. El estado de conservación de los productos ofrecidos no permitía correr el riesgo de su distribución entre los 320.000 hogares de Nueva York que reciben socorros de la asistencia pública.

La destrucción en masa de productos alimenticios y de amplio consumo, mientras millones de personas viven en la mayor indigencia, es otro de los aspectos característicos del «modo de vida americano».

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Exportación de la crisis y preparación de la guerra

Cinco años de guerra, muerte y devastación en Europa y Asia proporcionaron a los millonarios yanquis, a los reyes del acero, del carbón, de la Coca-Cola y de la goma de mascar, 87.000 millones de dólares de beneficios. Es evidente, por lo tanto, que los Morgan y Rockefeller, los Dupont y Méllon, están interesados en la guerra como fuente de superbeneficios.

En los años de guerra la industria americana aumentó extraordinariamente su producción. No había concurrentes en el mercado internacional, la demanda de productos americanos transformó a los Estados Unidos en arsenal y almacén del mundo en guerra. Desde este punto de vista, la paz, tan ansiada por los pueblos, fue acogida como una verdadera catástrofe en los círculos de los magnates de Wall Street. Para mantener en la paz sus escandalosos superbeneficios, los capitalistas yanquis necesitaban exportar mercancías, y sobre todo material de guerra por valor de 25.000 millones de dólares al año. Esa necesidad dio origen al chantaje atómico, al Plan Marshall, al Pacto del Atlántico, a la histeria de guerra, a la «guerra fría». El objeto era mantener el gran volumen de producción bélica de los años de guerra y la exportación de la crisis. Convirtiendo prácticamente en colonias a los países marshalizados, los Estados Unidos consiguieron exportar, en 1947, mercancías por valor de 15.300 millones de dólares, en 1948 por valor de 12.600 millones, y en 1949 por valor de unos 10.000 millones de dólares.

Pero el fracaso del Plan Marshall se hizo evidente para todos. Para los países marshalizados de Europa, el «remedio» resultó peor que la enfermedad. El Plan Marshall no impidió, ni podía impedir, que la crisis económica en la industria y en la agricultura   —93→   sacudiese con singular fuerza a los Estados Unidos.

En 1949 comenzó la quema y destrucción de trigo, maíz, avena, patatas, porque... los almacenes están abarrotados de mercancías que no tienen salida. Las fábricas cierran sus puertas o reducen la jornada de trabajo. A finales del pasado año había ya 14 millones de parados parciales o totales. En enero de 1950 el enorme ejército de los sin trabajo se vio aumentado en un millón más. El famoso «modo de vida americano», calculado en un ingreso de 4.000 dólares por año, que permite a una familia, a parte de vivir modestamente, enviar a los hijos a la escuela e ir al cine una vez al mes, quedó inaccesible para el 76 por ciento de la población americana. Se profundizó la crisis y, con ello, los planes de expansión y guerra de los imperialistas yanquis se han hecho más cínicos y peligrosos. El imperialismo norteamericano, hinchado con la sangre vertida en dos catástrofes universales, ha pasado a ser la peor amenaza para la seguridad, la paz y la cultura de los pueblos del mundo entero.

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La criminalidad

El número de robos, de estafas y asesinatos aumenta en los Estados Unidos de año en año, de día en día. El periódico PM, indagando en las causas del desarrollo incesante de la criminalidad, escribe: «Toda la civilización americana se basa en la violencia de unos sobre otros. Para nosotros una película no es buena si en ella no se cometen varios asesinatos. En este espíritu se educa al radioescucha, al lector de periódicos, revistas y novelas, al deportista».

Los resultados de este empeño no pueden ser más «fructíferos». Según estadísticas oficiales en 1948, en los Estados Unidos, se cometió un delito cada 18 segundos. Diariamente se registraron 36 asesinatos, 1.032 ataques a mano armada, 436 robos de automóviles y 2.672 robos con fractura. Durante este año 300.000 jóvenes menores de 18 años comparecieron ante los tribunales. En la Memoria Anual del Comité de Defensa de la Infancia se dice que, en 34 de los 48 Estados, hay más de 100.000 niños de edad escolar recluidos en cárceles con los adultos.

Sin embargo, a los círculos gobernantes de los Estados Unidos no les inquieta lo más mínimo el incremento continuo de la criminalidad, del alcoholismo, de la prostitución. La atención de sus órganos policíacos está centrada precisamente en los demócratas y hombres progresivos que luchan contra esas lacras del «modo de vida americano», porque saben que uno de los objetivos trazados por los incendiarios de guerra yanquis es la corrupción moral de la juventud americana para hacer de ella la heredera de la juventud hitleriana.



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ArribaAleluyas antifranquistas

De Toño Salazar


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1 Hay llanto desde que vino,
hasta en el Ojo Divino

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2 Guardia civil tremebundo,
dispuesto a matar al mundo

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3 Literatacos ya muertos,
rebuznan en los desiertos

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4 Obisporro a la española,
con fusil y oro en la estola

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5 Con esqueleto de gala,
el Duque a Don Juan propala

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6 En la cola un pistolón,
y una tibia por bastón,
va Don Paco el ferrolano
pisando el solar hispano

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7 Va el espíritu de Roma
volando en esta paloma

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8 ...Y en semejante Pegaso
va caminando al ocaso

En el número 4 de Cultura y Democracia se publicarán trabajos de:

J. Stalin y Máximo Gorki.

Del novelista norteamericano Howard Fast.

Poesías de Rafael Alberti y J. Herrera Petere.

Un cuento de J. Izcaray.

Artículos y comentarios sobre problemas de España.

Le Directeur-Gerant: R. Poirault Les Impressions Rapides

7, rue Darboy, Paris (XIe)

FIN N.º 3