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ArribaAbajoCamino de San Petersburgo

Serían ya las cuatro de la tarde cuando partí y seguí como el viento por hermoso camino y muy bello país a una y otra parte, hasta el lugar de Ezernaya Grais, que son de Moscú 28 verstas, con tres caballos. Y por un camino semejante y país hermosísimo llegué al lugar Vechky, 23 verstas adelante -tres caballos- cuyas casas se asimilan a las aldeas de Holanda y se observa que los habitantes de estos lugares están en mejores circunstancias que los demás que he visto por aquí. Luego por buen camino también, a la ciudad de Klin, 31 verstas adelante -tres caballos- y de aquí por igual camino a Savidovo, 26 verstas adelante, tres caballos. Los postillones van bien hasta aquí y aún no hemos tenido la menor disputa.

10 de junio. Por caminos bastante buenos y un país que seguramente está poblado razonablemente, pues los lugares se encuentran a espeso, llegamos al lugar de Gorodna, 16 verstas adelante, con cuatro caballos, y por camino y país semejante a la ciudad de Tver, 28 verstas adelante, seis caballos y pago siempre tres solamente.

Esta ciudad tiene un mejor parecer que las demás y muchos y más mejores edificios de mampostería. Su población se asegura llega a 10.000 habitantes. Llovía bastante y hacía un poco frío, con que entré en una posada bonita y muy aseada, el piso regado de arena como en Holanda, y con cogollos de hierbas aromáticas por el suelo. Me sirvieron té inmediatamente, con pan y manteca muy bien por 30 kopeks, y proseguí mi viaje examinando la ciudad por las calles principales que   —75→   son bastante anchas y tiradas a cordón, algunas empedradas y las casas de muy buena apariencia.

Llegamos a las riberas del Volga que pasa por aquí. Estas son elevadas y las casas que están construidas sobre ellas comandan una hermosa vista. Hay un puente formado con doce barcas, mas no pudimos pasarlo porque estaba compuesto para la Emperatriz y así descendimos un mal paso y lo atravesamos en una plancha. Llovía y el paso estaba resbaloso como todos los demonios. Este río famoso y el mayor de toda Europa, tendrá aquí como 50 toesas de ancho. Gusté sus aguas que me parecieron muy buenas y seguí mi ruta por camino arenoso hasta el lugar de Mednoe, 30 verstas adelante, cuatro caballos. Inmediato está el Palacio del Señor, construido en mampostería, y tiene buena apariencia. Siguiendo por camino arenoso aún, llegamos a la ciudad de Toryok, 33 verstas adelante, cuatro caballos, donde resolví hacer alto porque llovía.

Entré en la posada que era bastante buena y muy aseada. Me sirvieron té e hicieron fuego en la chimenea con suma prontitud y así me senté a hacer mi comida con las provisiones que traía. La lluvia continuaba y mi pobre criado Alexis estaba expuesto en la calesa, con lo cual y porque había allí una muchacha muy bonita que hacía de criada, me resolví a pasar la noche... Esta me procuró una buena cama, que no es cosa fácil en el país y me ofreció venir a dormir conmigo. Era muy bonita y amable su persona, con que me acosté luego y la muchacha vino inmediatamente. Mas encontrando mi criado Alexis que aún estaba allí, la pobre hizo semblante de apagar el fuego y se retiró. Después creo que el ama la encerró, pues yo me levanté a las tres de la mañana e hice poner caballos y marché. Busquela, mas la que estaba de guardia me dijo que dormía y no podía salir ahora. Quise darle   —76→   alguna cosa a la pobre y si hubiera aguardado un poco más tarde, seguramente la hubiera chapado, pero tuve mis escrúpulos de hacerle mal a la pobre, porque tenía... y así pagué mis dos rublos que me costó la cama, fuego y té, y marché a las tres y media.

11 de junio. Seguí mi camino tal cual, observando que el país aquí comienza a ser un poco montuoso y más quebrado, y que las casas de los habitantes están construidas de una hermosa y más gruesa madera, cuyo color exterior es amarillo cuando nueva. Me informé por mi criado y el svoschik cuánto costaba una de las que siempre se encuentran en piezas de venta a la entrada de los lugares y me dijo que sólo 20 ó 24 rublos es el precio común. Con cuatro buenos caballos llegué a Vidroposvsk, lugar a 38 verstas del antecedente, y se encuentran a menudo lugares varios sobre dicha ruta.

De aquí partí por caminos y país semejante, con cuatro caballos, hasta la ciudad de Vischnei Volotchok, 33 verstas del antecedente, famosa por el canal que allí une el Tverza y el Msta, dos pequeños ríos que descargando, uno sobre el Volga y otro sobre el lago Ladoga, forman la comunicación por agua del Mar Caspio con el Báltico. Aquí, en casa del maestro de Posta, me sirvieron té muy decentemente, en un buen apartamento, por 25 kopeks, y seguí paseando el canal hasta las esclusas, ínterin me habilitaron caballos que vinieron a buscarme más abajo, donde están las esclusas de dicho canal, sobre el propio camino, que examiné despacio y están muy bien construidas y el canal bien cuidado, que me parece tendrá aquí una versta o poco más. El plano que da el señor Coxe me parece exacto. Esta ciudad tiene buena apariencia   —77→   aunque sus casas son de madera y los efectos del comercio y la industria se perciben muy distintamente.

Seguí el camino. A poca distancia se pasa el río Schlino e inmediato está un gran monasterio, a cuya puerta hay una imagen con su alcancía, y mi ruso postillón no dejó de apearse, santiguarse tres veces y poner allí su limosna, cuya piedad compone en el día la mejor renta de los frailes aquí. El camino es terreno cenagoso y así está todo formado de calzadas con madera, al modo ruso, que es un infierno para el que se sacude en su coche o kibitka... y bien aporreado llegué con cuatro caballos al lugar de Jotilovo, 36 verstas del antecedente. Se observan unos términos en el camino, poco antes de llegar, que naturalmente son los de la Provincia.

Continué mi camino por un país semejante al antecedente, cenagoso y cubierto de bosques, que suministran tanta madera que las gentes la desperdician a la verdad, pues en la provisión que se ve hace cada paisano para su consumo, y la madera que se gasta para reparos y en formar dicho camino o maldita calzada, apenas se puede formar idea de que la madera tenga valor en este país. Es verdad que desde aquí hasta Petersburgo, el camino está cortado por medio de un bosque espeso y continuo y apenas se observan señales de agricultura, cerca de los lugares. Llegué con tres caballos a Jedrovo, 36 verstas del antecedente. Y seguí por mejor camino y un país hermosísimo, con colinas y pequeños lagos por todas partes que lo hacen sumamente pintoresco y agradable, hasta las once p. m. que llegué a la ciudad de Valdai, 20 verstas adelante, famosa por la hermosura y libertad de las mujeres. En la Posta me quisieron alojar, mas no valía un diantre la casa y así seguí a la posada de la ciudad que está dos verstas más adelante y   —78→   que dos muchachas que allí estaban vendiendo pan en rosquillas, me la anunciaron. El posadero dormía mas se levantó a nuestro llamado, y con un colchón que me dio, y mis sábanas, compusimos una cama tal cual, en que dormí grandemente con la esperanza de ver mañana las bellas muchachas del país.

12 de junio. Por la mañana tuve mi té y leche y por todo sólo me pidieron medio rublo. Llovía bastante y así no apareció ninguna de las ninfas de Venus que tienen tanto renombre aquí. Vinieron, sin embargo, algunos ninfos a jugar al billar en una mesa que hay en dicha posada. Eran ya las nueve cuando partí y así observé en las calles varias de dichas ninfas que vendían sus panecillos en rosquillas, mas no me parecieron ni hermosas ni lúbricas... ¡tal vez las bellas huyen del agua!

En fin, con mis cuatro caballos seguí mi camino semejante al antecedente, y conducido por un muchacho que apenas tendría once años. El país es como el antecedente y cubierto de lagos por una y otra parte que es una hermosura, mas no se ve siquiera una sola casa de campo en tan amena situación. Noté, en algunos pequeños pedazos de agricultura que araban y sembraban actualmente, la imperfección en que este esencialísimo arte está aún en el país. El arado es de una construcción particular, formando como dos puntas o uñas, y corre tan ligeramente sobre la tierra que un solo caballo a veces basta y he visto que lo arrastraba volando. Esta causa solamente bastaría para el poco fruto que se observa da aquí la agricultura comparativamente a otros países en que está mucho más perfeccionada. Llegué finalmente a Sajelbizy, 23 verstas adelante.

Con cuatro caballos seguí adelante por caminos semejantes y un país ameno e interpolado de   —79→   lagos como el antecedente, mas sin cultura ni población, sin embargo, y llegamos a la pequeña ciudad de Krestsi, 38 verstas adelante, que no está mal construida y la entrada forma una buena calle con su hermosa perspectiva de la iglesia que está al remate, sus faroles para iluminarla por la noche, etc. Entré en una pequeña posada, cerca de la Posta, donde me sirvieron té perfectamente en un cuarto sumamente decente, e inmediato había su alcoba, con su buena cama, etc. Desenvolví mis provisiones e hice aquí mi comida y cena a la vez, según la moda del país.

Visité algunas casas de paisanos y noté que éstas son mucho más amplias y aseadas que las de otras partes de Rusia y asimismo observé que en casi todas hay un telar de lienzos blancos del país, que no son malos para el vestir de la gente inferior. Pagué mis 30 kopeks por el té, pan, etc.; vi ordeñar una vaca a una muchacha que me escondía la cara al mismo tiempo que me enseñaba hasta la cima del muslo. Seguí con cuatro caballos por un buen camino hasta Sayzovo, 31 verstas adelante, y aquí se observa un buen palacio, naturalmente del señor del lugar.

13 de junio. Como ahora no hay noche aquí absolutamente, es un gusto viajar continuamente, sucediéndome muchas veces que a medianoche podía leer muy cómodamente en mi calesa, y así seguí hasta la aldea de Broniza, 21 verstas adelante, situada sobre el río Msta que pasamos sobre un puente de madera o balsa estrechísima. A cosa de dos verstas, antes de llegar a dicha aldea, está un montezuelo que se eleva en forma cónica en medio de una gran llanura y sobre la cima hay una iglesia de mampostería, desde cuya altura se goza una hermosísima y extensa vista de todo el país adyacente.   —80→   Partí luego, después de este paseo, y con tres caballos solamente marché hacia Novgorod, por un malditísimo camino de calzadas de palos a la rusa. Y aunque una mitad estaba compuesta para el pase de la Emperatriz, no se podía tocar, según la máxima general, y así teníamos que ir por fuerza por degolladeros. Encontramos infinitas manadas de ganado vacuno que se conduce para el consumo de Petersburgo y la mayor parte vienen de Ucrania, a más de 1.200 verstas de aquí.

Pasé el pequeño río Volkovetz sobre una pequeñísima barca y llegué finalmente a Novgorod, 35 verstas adelante, cuyo aspecto manifiesta una antiquísima, grande y arruinadísima ciudad. La generalidad de sus edificios son de madera en el más antiguo gusto ruso. La ciudad está circundada de una gran muralla de tierra, con sus antiguas torres a pequeñas distancias, y no faltan iglesias en abundancia. El río Volkov, que es hermoso, la divide en dos partes que se llaman el barrio de comercio y el de Santa Sofía, que están unidos por medio de un puente, mitad de ladrillo y mitad de madera. Fui a la posada para tomar una taza de café, mas hacía un frío de pelliza y no había un cuarto caliente, con que me fui a la casa de un paisano y allí, que nunca falta calor, me hicieron té con leche, pan, etc., que me fue de gran refrigerio contra el frío del demonio que hacía en esta estación.

En fin partimos con tres caballos y encontrando caravanas de kibitkas de más de una versta de largo, sin más que ocho y diez hombres que dirigen, los caballos siguen por sí mismos. Hubimos de atravesar un maldito camino de calzadas rusas de 22 verstas, hasta el lugar de Podberesie, donde mi criado Alexis me dio la noticia de que no encontraba el paderos, que sin duda se había quedado en Novgorod, y que el maestro de Posta no quería dar caballos. Me acordé que yo había   —81→   guardado el pasaporte del Mariscal Rumantzov y así lo saqué, y éste remedió nuestro trabajo sin detenernos un instante.

Seguí con otros tres buenos caballos mi camino, por fuera del camino real, que se forma de calzada magnífica y mampostería, según el nuevo plan de la Emperatriz que quiere se haga todo así hasta Petersburgo, con sus puentes de piedra y toda magnificencia, mas no hay concluida aún una Posta. La parte por donde ahora se transita, y nosotros tuvimos que pasar, es lo peor que quiera imaginarse y la continuación del monte seguido le da un aspecto lúgubre y sumamente triste; ni agricultura ni población alguna, sino de cuando en cuando, y a considerable distancia una aldea y apenas un poco de terreno cultivado.

Así seguimos hasta Spaskaya-Polista, 24 verstas adelante, donde entré a examinar varias casas de paisanos que están construidas en el mismo gusto que llevo observado, y están aseadas interiormente y con comodidad para vivir. Era domingo y así se divertía la gente moza, que estaba por la misma razón, bien vestida. Unas muchachas se mecían grandemente en su cuerda, sin dárseles cuidado de que les viéramos las piernas, sin embargo que pasaban de los 15... costumbre. Un postillón que llegó con un correo de Novgorod me trajo el paderos olvidado y le di su regalo, con que quedó contento.

Seguimos con tres caballos el camino que por fortuna era bueno, pues se ha preparado para la Emperatriz, y por buena suerte dejan pasar a los demás. Un niño que apenas tendrá ocho años nos conduce, y bien, que es lo más singular... ¡efectos de la costumbre en que somos criados! Y así llegamos a Chudovo, 24 verstas adelante. Aquí tomé té y un poco de mis provisiones que, ¡pardiez!, venían al caso, pues no había comido en más de 24   —82→   horas. El cuarto no era malo, mas había allí una enferma que recibió visita de sus amigas ínterin yo hacía mi comida. Pagué mis 30 kopeks y ellos quedaron contentos.

Me informé aquí de nuevo de la observación que el señor Coxe hace de que un paisano casa muchas veces su hijo de nueve años con una muchacha de 18 y cohabita con ella hasta que su hijo tiene edad y así resulta de que le hace tres y cuatro hijos, etc., y me aseguraron que es cierto... cosa singularísima. Con tres caballos seguí por buen camino hasta Litiban, 32 verstas del antecedente, y siempre a la entrada de estos lugares se observan casas preparadas para venta, esto es, que no hay más que montarlas. Una cuesta 24 rublos, según me informaron aquí. Es un gusto realmente poder viajar y leer a medianoche con la claridad del día.

14 de junio. Con tres caballos seguí por buen camino y el mismo bosque continúa hasta Tosno, 26 verstas adelante. Aquí encontré que me decían que la Posta no tenía caballos, que era menester que yo los buscase de los paisanos, para jugarme el mismo pasaje que al llegar a Moscú, mas como yo, para resguardo, había hecho poner en el paderos que los tomasen de los paisanos si no los había, les di un grito, les hice leer la cláusula y se compuso la cosa, que de otro modo me hubiera quemado la sangre. Y vea usted si no aparece el paderos, ¡qué jeringa! Ínterin tomé café, que me hicieron prontamente y seguí mi ruta.

Con tres muy buenos caballos seguía a razón de 10 ó 12 verstas por hora, que es lo más que corre esta gente, por buen camino hasta la villa de Sofía, que es un nuevo establecimiento construido por la Emperatriz en Zarkoie-Selo, su palacio de campo, a 38 verstas adelante. Aquí, ínterin ponían   —83→   caballos, me fui a dar un paseo por este hermosísimo jardín y admiré una ruina que estaba inmediata y la puerta o arco triunfal de Orlov, la columna rostral, etc. Y con tres caballos, aún seguí por un hermosísimo camino en línea recta de 22 verstas a Petersburgo. Este camino está muy bien iluminado por ambas partes y con sus marcas miliares de elegante forma y de muy rico mármol. Hay hasta Petersburgo desde Moscú 730 verstas, según yo he pagado.




ArribaAbajoSan Petersburgo

A las nueve y media de la mañana llegué a la ciudad y encontré, por fin, después de haber dado algunas vueltas, la casa del General Levachov, en el Gran Morskoi, el cual me había hecho el favor de darme una carta en Kiev para que su hermano, el Coronel Levachov, me alojase en los apartamentos del General en Petersburgo. Le hice entregar la carta a dicho Coronel, que aún dormía y los criados no me hicieron caso porque no venía con pompa asiática. Al fin vino el dicho señor y me preguntó dónde estaba el Conde de Miranda. A que le respondí que allí mismo, con que me hizo sus reverentes excusas y nos entendimos. ¡Válgate Dios por usos frívolos y aparentes! Tomamos café y quedamos allí en conversación hasta el mediodía que comimos, y después me puse a componer mis cosas en los cuartos que se desocuparon. Hice buscar un criado que hablaba un poco de francés y me pidió 30 rublos al mes -qué diablo de precio-, un coche con cuatro caballos, 90 rublos al mes, y fue preciso conformarse. El resto del día lo pasé   —84→   en casa bastante fatigado del camino, frío, calor, lluvia, etc...

15 de junio. Me vestí y fui a entregar varias cartas de recomendación que traía, según la lista adjunta.

*  *  *

La mayor parte de las gentes estaba en el campo y así encontré pocas en casa. La vieja Condesa de Rumantzov fue una con quien tuve larga conversación y asimismo con su hija, la señora Princesa Trubetzkoi, que estaba allí también. Me informó la vieja de muchas cosas relativas a la vida privada de Pedro el Grande, y me enseñó esta casa que es la misma que edificó y en que vivió dicho Emperador, que decía a su mujer: «Vivamos como buenos burgueses holandeses, que después que yo me desembarace te haré un palacio para que vivamos como emperadores». Me enseñó un crucifijo que el mismo Pedro I diseñó con un cuchillo sobre la puerta de la sala y una pieza de madera, regalo del Elector de Sajonía al mismo Pedro, en que en tres muestras se manifiesta el curso del tiempo, la dirección del viento y la fuerza del viento por una veleta que corresponde al tope de la casa. Vi su cuarto en que dormía, en el que torneaba, etc., y es de admirar cómo esta mujer que tiene ya 100 años está fresca, se viste y adorna y conserva una feliz memoria. Su hija también tiene modo elegante y buena conversación. Aquí estuve hasta la hora de comer que vine a casa y comí con Levachov.

Después salí a concluir la distribución de mis cartas y entré en casa del señor Anderson, comerciante inglés con quien tomé té y tuve agradable conversación hasta las nueve que me retiré a casa a leer.

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16 de junio. Hace una lluvia y frío del demonio, así pasé la mañana en casa. He tenido varias visitas, mas ninguna vale cosa. La señora Ribas me avisó que me aguardaba mañana por la tarde. Muy bien.

Esta tarde he estado a ver la famosa casa del Príncipe Potemkin, que está cerca de las Guardias a Caballo, y es, a la verdad, una singular y buena pieza de arquitectura: una gran sala rotonda precedida de su vestíbulo y antesala, otra en forma de circo romano, con otra, mayor aún, cuadrilonga, con un gracioso templo rotondo en medio y divididas estas dos por una magnífica columnata orden Jónico, según las del Templo de Erectea en Atenas, componen los cuerpos principales de este magnífico edificio, cuyos adornos y proporciones son del buen gusto griego. Y puede decirse, desde luego, que entre los modernos edificios, es aquel que más se aproxima a la esplendidez y magnificencia de las Termas romanas que en ruinas vemos hoy por Italia.

Visité todos los apartamentos altos y bajos en que encontré arabescos de sumo gusto y en uno de ellos el modelo de la columnata y fachada de la iglesia de San Pedro en Roma, de madera, tal vez la que se trabajaba en el Palacio Farnesio, cuando yo estuve allí. Las dos alas que se construyen ahora, le darán suma extensión y gracia al todo, mas examinando los materiales de que se hacen, hallé que no eran buenos absolutamente, ni el ladrillo ni la mezcla, de que resulta el que con facilidad se arruinan, como ya comienza a experimentarse. Lástima realmente que un conjunto tan hermoso no esté hecho de una materia más sólida. El jardín se comienza a formar en el gusto inglés y lleva muy buena traza y dirección.

Vi asimismo ejercitar un escuadrón de la Garde à Cheval o Caballeros guardias, que no   —86→   están malos en su montura y disciplina, y después que concluí de pasearme por el jardín del Príncipe y por toda su casa, arriba y abajo, me vine a casa a las nueve y media, donde encontré varios billetes de visita. Vino una buena moza a las diez y media, que me envió la Capitana Ana Petrovna, hablaba un poco de francés y así nos entendimos muy bien. A la cama luego y la chapé tres veces hasta las ocho de la mañana que se retiró... Me costó 10 rublos y aún no estaba contenta la Abadesa, que me envió a decir con mi criado, era poco, pues debía dar al menos 25 rublos.

17 de junio. Estuve en casa leyendo la mañana. Tuve algunas visitas y a las tres me fui a comer a casa del señor Anderson, que tuvo muy buena y sociable compañía y allí conocí al señor Moubry, su compañero señor Kelly y el señor Walker, grabador de la Emperatriz, etc... Tomé té en esta compañía y queriendo partir a casa de la señora Ribas, encontré que mi coche se lo había llevado mi criado que fue en él a emborracharse a la taberna, y vino ya tarde sin poderse tener.

En fin, llegué a casa de la señora Ribas, que ya me aguardaba con impaciencia y que ya había creído que no venía. Le expliqué la razón y tuvimos larga conversación en que me parece carácter singular... Quedé convidado para comer allí el domingo y me despedí cerca de las nueve, teniendo que venirme a casa pues mi criado no podía abrir los ojos de la borrachera y tuve que dejarlo allí muerto. Escribiendo.

18 de junio. Por la mañana en casa, leyendo libros relativos a Rusia, Petersburgo, etc., y escribí una nota al General Orlov para que me permitiese ver   —87→   el «Ermitage» o Palacio de la Emperatriz que lleva este nombre y está unido al Gran Palacio de Invierno. Me respondió que a las cuatro p. m. estaría todo pronto.

Pasé a esta hora a casa del señor Walker, a quien encontré con su mujer, hermosa inglesa, y me enseñó algunas obras de su mano y el retrato del señor Mamonov que se hizo en Kiev y estaba ya grabado por orden de la Emperatriz... y fuimos juntos al «Ermitage». Comenzamos por las pinturas que cubren todas las paredes de este palacio y seguramente no serán en menor número que 3.500 a 4.000 cuadros, de donde debe inferirse que todos no son buenos. Hay, sin embargo, soberbias piezas, no en la escuela italiana que es aquí la más inferior, mas sí en la flamenca, holandesa y española... El mejor Murillo, acaso, que yo he visto, está aquí en un San Juan, de tamaño casi natural que halaga un cordero, pieza inimitable, y una Huida a Egipto que el señor Whiton, graba actualmente. También hay un buenísimo Velázquez, entre otros; una Venus que se da por original de Ticiano y otros de Correggio, no me parecen rasgos dignos de semejantes maestros. Mas hay soberbísimos Van der Werff, Rubens, Van Dyck, y sobre todo de Teniers, que es la más rica colección suya que he visto. También se ven algunos buenos Poussin y dos cuadros de la viviente Angélica Kaufmann, que me gustan infinito y seguramente manifiestan el traje y bella forma griega antigua, mejor que ningún otro pintor hasta ahora.

El jardín de invierno elevado sobre bóvedas a la par de las salas, y el de invierno, son obras curiosas del señor Betzky, y en este último hay una cantidad de pájaros del Asia, América, etc., que por la variedad y hermosura del plumaje, como por la melodía de su canto, forma un paraíso seguramente.

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Estuvimos en el teatro que asimila bastante a la forma que Palladio dio al suyo en Vicenza. De aquí pasamos a una galería en que se colocan copias de las galerías del Vaticano, de Rafael, sobre madera, cuyo trabajo si fuese bien ejecutado, parecería aún mejor que aquéllas, pues una buena parte apenas se descubre ya. Cuando esta galería esté concluida, hará sin embargo un bello efecto.

El relojero de Su Majestad, un inglés, hizo sonar una pieza de relojería que hay allí, hecha por los hern-huters que están sobre el Rin, cosa maravillosa, y no sé si el mecanismo, la obra de madera o los adornos en bronce, sea lo más admirable. Finalmente, no he visto jamás ni mejores maderas ni más perfecto trabajo en los días de mi vida. Una colección de escritorios, mesas, etc., de caoba, trabajados por la misma manufactura, confirma lo mismo. Y Su Majestad ha gastado en comprar estos muebles cerca de 100.000 rublos, dignamente, en mi opinión, pues es una de las más perfectas cosas que contiene «Ermitage» y si fuésemos a hablar de lo bien acabada que está cada pieza, sus adornos en bronce, etc., no acabaríamos. En la forma podría darse más perfección en algunas, no hay duda.

Si consideramos el conjunto de estas pinturas y obras de arte, no podemos menos que extrañar, sin embargo, cómo se tolera que al lado de un gran cuadro o de un milagro de la invención esté un mamarracho o una vulgaridad, ¡y éste es el hecho!

A las nueve me retiré y vine a casa, mi cabeza llena de pinturas, estatuas, jardines, etc., cuya reflexión me ocupó toda la noche, considerando cuánto un solo hombre posee y cuán poco otros, al mismo paso que encontramos aquellos que perecen de hambre!

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19 de junio. Por la mañana tuve recado del Duque de Serra-Capriola, para quien traje carta, de que el Conde de Ostermann me convidaba a comer en su casa de campo, a siete verstas de aquí, hoy a la una y media p. m. Me vestí y dirigí hacia allí a la hora señalada, quedando aturdido de cuántas bellísimas casas o palacios de campo se encuentran sobre este camino o por mejor decir calle campestre de la mayor magnificencia.

Llegué a la hora asignada a la casa de este Ministro y no hallé en la sala ninguna persona de mi conocimiento. Hice mi cortesía a las damas y sujetos que allí había, se me respondió y ninguno hizo caso. Yo me senté a un lado con la misma indiferencia, hasta que vino el Duque de Serra Capriola, y me habló por la primera vez, presentándome a la señora de Ostermann, que salió poco después y así a otros, al señor de Markov, etc.

Vino después el Conde y fui presentado igualmente. Nos pusimos a comer y entre otras cosas, se habló del título que el Príncipe Potemkin acababa de obtener, y si era hereditario o no. Dije yo que sí seguramente, como el de los romanos y entre otros el de Escipión el Africano. Markov, con su aire francés, dijo que no y yo le respondí que sin otra autoridad, ello no sería más que su opinión particular. Y vi que esto había gustado a los demás, que según después supe, estaban tiranizados en sus discursos por este señor erudito. Concluyó la comida y yo manifesté al Conde que, habiendo tenido el honor de conocer y ser bien recibido por Su Majestad la Emperatriz, desearía por el mismo motivo, lograr el ser presentado a Monseñor el Gran Duque, etc... Y me respondió que le avisaría y me comunicaría la respuesta inmediatamente. Con que me retiré y él me ofreció su casa, etc.

Llegué de paso a casa del Príncipe de Kurakin, chambelán, para quien traje cartas de mi amigo   —90→   el Conde P. de Panin, y tomé té en su compañía en su casa de campo; me hizo conocer a su mujer y me convidó para que mañana fuésemos juntos por la tarde al jardín del señor Narischkin, Copero Mayor de Su Majestad Imperial, que es el punto de reunión de las gentes primeras, en esta estación... y así, de paso, dejé un billete a los señores Narischkin, que viven inmediatos, en la campiña adjunta a ésta, y derecho me fui a casa a leer.

20 de junio. Por la mañana consultando libros y catálogos de las cosas del país, y por fin he encontrado un plano, que aunque viejo y mal grabado, me ha hecho la Academia pagar tres rublos.

A la hora de comer, a la una, me hallé en casa de la señora de Ribas, que me presentó al señor Betzky, respetable y caballero, buen viejo. Allí había varios ministros extranjeros y el Encargado de Negocios de Francia, señor Belland, que aún no me había visitado. Se hablaron varias cosas y entre otras, de los jesuitas, con que versó la conversación sobre el señor de Calonne, el ex Ministro de Francia, y queriendo este señor presumido apoyarle, le dije no sé qué argumento que le hizo callar y no dejó de mortificar su amor propio.

Después de comer tuve una larga conferencia con el señor Betzky, que me agradó infinito y quedamos en vernos a menudo y con amistad. El Barón de Nolken, Enviado de Suecia, me convidó a comer mañana y me informó que las Revistas en Finlandia habían sido efectivamente, y que Su Majestad debía partir mañana, según las noticias, cuya información me dio sumo pesar, pues si lo hubiera sabido inmediatamente que llegué aquí, tenía tiempo para haberlas visto dos días al menos. Mas quién hubiera pensado que el Mariscal de Razumovsky y Levachov, que me informaron no haber   —91→   nada, se equivocasen o ignorasen una cosa semejante. ¡Este es el caso, sin embargo!

De aquí pasé a casa del Príncipe Kurakin, con quien tomé té y pasamos al jardín de Narischkin, que paseamos muy bien aunque con un tiempo nada agradable, pues hacía húmedo y fresco. Después encontramos allí los amos, que me hicieron mil agasajos y la señora Narischkin, viuda del Montero Mayor de S. M. I., que entre ella y su prima me tomaron por el brazo para enseñarme el jardín de nuevo, que la señora Narischkin me decía ser obra toda de sus manos y dirección. Y efectivamente, cuando se considera que el todo está fundado sobre un pantano, es admirable lo que la industria ha podido hacer... Todo el mundo tiene acceso aquí los domingos y hay criados pagados que mueven los puentes y barcos para que pasen las gentes, etc., mas hay demasiada agua y poquísima tierra en mi opinión.

Vinimos de aquí a la casa, me enseñaron los invernaderos que hay en el otro jardín y me enseñaron toda la casa interiormente, que está alhajada y dispuesta con sumo gusto. Y aquí me quedé a cenar con estas amabilísimas gentes en cuya sociedad estuve hasta medianoche. De vuelta a casa me metí en la cama, no poco fatigado de tanto hablar, paseo, cumplimientos, etc.

21 de junio. Malísimo tiempo de lluvia, etc. A las dos me fui a casa del Barón de Nolken que me aguardaba a comer. Me presentó a su señora, una sueca hermosa, y a la señora Tcherbinin, hija de la Princesa Daschkov, que vino también a comer -me parece sujeto del temple de su hermano- y a un Príncipe de Hesse, que sirve aquí en los Caballeros Guardias. Es joven de unos 22 años.

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No sé cómo demonio vino aún la conversación sobre las finanzas de Francia y el Encargado de Negocios se mezcló en apologías, de modo que se le dijo algo sobre el clero de Francia, que le mortificó aún más que el día antecedente, porque las damas y circunstantes rieron. En fin, se acabó la comida y yo tuve una larga conversación con el señor Epinus -un alemán, preceptor que fue o es del Gran Duque- bien interesante e instructiva, relativa a este país.

A las cinco me despedí. Las damas ensayaban una comedia francesa y yo me fui a casa del señor Betzky, con quien tuve muy buena sociedad y asimismo la de la señora Ribas en cuya compañía cené y estuve hasta más de las once. De vuelta me puse en la cama y después de medianoche, veo que entra en mi cuarto un oficial del Conde de Ostermann, diciéndome me hallase mañana antes de la una de la mañana en Gatchina para ser presentado a Su Alteza el Gran Duque. Mi criado se había retirado y yo no podía, por consecuencia, dar a esta hora orden ninguna relativa a la partida. Me informó que había 45 verstas de distancia. Muy bien, sin embargo, y a dormir.

22 de junio. Mi criado vino a las ocho y le envié inmediatamente a que me aprontasen el coche con seis caballos y yo me puse a afeitar, peinar, etc. Por más que me di prisa no pude partir de aquí hasta cerca de las diez y marché cuanto pude hasta llegar allá, que era la una y diez minutos. La comida estaba ya llevándose a la mesa y el Conde de Puchkin, que debía presentarme, se hallaba enfermo. Yo apresuré al ayudante, sin embargo, y un chambelán vino -el joven Conde de Tchernichev- que me introdujo en la sala y me presentó primero a la Gran Duquesa (yo no le besé la mano   —93→   porque no lo sabía, mas advertido después por Serra-Capriola, hice mis disculpas después de comer, y ella se ruborizó diciéndome: «¿qué cree usted que yo estoy sur le qui-vive? Eso no es nada, el Duque sin duda se lo ha dicho a usted y no era necesario», después al Gran Duque, que ambos me recibieron con suma benignidad y agasajo, conversando todo el tiempo conmigo hasta que fuimos a comer, un cuarto de hora después. A mí se me había dicho que no comían hasta las dos y comen a la una.

Me hicieron sentar enfrente de ellos a la mesa y hablamos todo este tiempo de cosas de España, de América, del Príncipe de Nassau, contra quien me parece están prevenidos, etc. Después aún hablamos del jardín, de su familia, y me preguntó la madre si no había visto sus dos hijos en Moscú, a que me excusé diciendo que justamente había sabido que llegaron el día de mi partida. Se retiraron después y yo me fui a pasear el jardín con un oficial que quiso bien acompañarme, pues ningún ministro me ha servido sino de hacerme todo el mal posible; no sé si sea efecto de la envidia o hábito de malevolencia entre estas gentes.

Volví de mi paseo a las cinco y a las seis aparecieron sus Altezas. Me enseñaron juntos sus apartamentos interiores, en que noté libros, música, labor, etc., que son signos de ocupación y virtud. La cama está en forma de una tienda y esto me dijo que era idea del Príncipe Orlov, después me convidaron a dar un paseo para mostrarme el jardín y fuimos dando una gran vuelta. Nos acogimos bajo un toldo porque comenzaba a llover, y continuó tan fuerte que fue menester seguir mojándose. Él me prestó un surtout suyo y seguimos por el agua hasta llegar a una choza que representa exteriormente una pila de madera y por dentro un rico y elegante pabellón con sofá, espejos,   —94→   etc. Aquí había una elegante merienda y ella me manifestó, en una rinconera de espejos, que repite tres veces el objeto, un ramo de flores artificiales hecho de su mano, que es buena cosa. Tomamos té y después vinieron coches en que nos retiramos al palacio, porque la lluvia continuaba fuerte.

Cenamos a las ocho y media a la señal de un cañonazo, y continuamos en mucha jovialidad todo el tiempo que duró la cena, que sería hasta las nueve y media. Hubo un poco de conversación en la sala y a las diez se retiraron ellos, y nosotros nos fuimos a dormir. Yo fui alojado en un salón que contenía una colección de pinturas. En cuatro grandes cuadros estaba representada la acción de la Escuadra sobre las costas de Anatolia, de papier maché, según me dijeron obra inglesa; un cuadro de Giordano que representa Adán y Eva echados del Paraíso, no malo, etc. Está todo dispuesto con gusto y magnificencia. Al entrar se pregunta a los que vienen si se quedan a dormir y se les señala un criado, o lacayo de la Corte que les sirve. Encuentro una muy buena cama, toilette, hidromel para beber, etc. Me han asegurado que a veces se hacen aquí hasta 270 camas para huéspedes, cuando ocurre fiesta, etc.

23 de junio. A las diez me levanté y después de tomar café, me fui sobre una torre del palacio para ver todo el jardín y país circunvecino. Efectivamente se descubre una gran vista desde este paraje, Zarkoie-Selo, etc. Y al pasar por un cuarto de los altos, vi dos cuadros que representan el suceso de la Escuadra y tropas rusas en Lemnos. Descubrí algunos carabineros que ejercitaban para montar la guardia y así tomé un surtout y me fui allá, les vi montar la guardia que me gustó mucho, pues   —95→   están tan bien disciplinados como las tropas prusianas.

Luego me fui a vestir y un cuarto de hora después de mediodía vinimos a la sala, cuando ellos salieron. Me preguntó qué me había parecido aquella tropa y yo le dije mi opinión, con lo cual me tomó por la mano y apretándomela fuertemente me dijo: «Amigo, éste es mi modo de pensar y no puedo remediar nada; mas hacen lo contrario por esto los que me denigran, etc., etc.». Estaba ya fervorizado y esto me enterneció. En otra ocasión me dijo: «¿Qué he hecho yo? Nada aún... hijos solamente». Hablando de que se apresuraban mucho las gentes en construir los edificios, y así no eran sólidos: «La razón es, me dijo, porque en este país nada hay seguro y así todos quieren gozar, porque lo que vendrá mañana no es cierto y por ello se solicita el aprovecharse del momento». ¡Qué diantre de idea! Y no hay duda que hay mucho de verdad en ella. Decíame también: «Para que Cronstadt sea, bien hallo razón, mas para que Petersburgo sea, ninguna. Y si no, ¿qué capitales tenemos que sean fronterizas?». Hablando de que no dejan ver el Palacio de Mármol, decíame: «Y la prohibición es, dicen, porque algunos lo hallaban mal, como si el decir su opinión cada uno no fuese mejor que lo contrario».

A dos tiros de cañón, uno que anuncia cuándo se prepara la mesa y el otro cuándo está servida, marchamos a comer. Me hicieron sentar como el día anterior y hablamos de literatura y de la obra del Salustio que compuso el infante don Gabriel, y qué gusto tenía éste por la literatura, etc. Me preguntaron aún por Nassau y yo dije que me parecía tenía un gran deseo de formarse un nombre en el mundo, y ella me dijo bajo, que Eróstrato también lo había tenido. En fin, después de comer me despedí y él me convidó para que viese maniobrar un   —96→   día su regimiento, y ella para que fuese a Pavlovsk, el día de su marido, que era inmediato. Él me había ya también convidado para las fiestas inmediatas y así me dijo: «Ya ve usted, que yo no le he dicho nada a ella». Yo les di mil gracias por el honor tan grande que me hacían y me despedí. Tomé dos letras del Conde de Puchkin, para que me enseñasen Zarkoie-Selo, y a las tres partí.

Llegué a las cinco con una lluvia del demonio, mas sin embargo envié mi billete al Comandante, e inmediatamente vinieron los criados que abrieron todo el palacio. La escalera principal es mezquina al modo inglés. La gran sala, magnífica, y con mil adornos de arquitectura y dorados, Cariátides, etc., de mal gusto, que no llevan pie ni cabeza. Los apartamentos de la Emperatriz que vienen de acabarse, son riquísimos. Primero, una sala bastante grande incrustada de lapislázuli en las paredes y madreperlas en el pavimento, con columnas, etc. Segundo, un cuarto bastante estrecho en el gusto turco, con pintura encarnada de esmalte rojo sobre plata, que encandila, y una cama arrinconada detrás de un parapeto que la cubre. Tercero, otro cuarto, también estrecho, por el mismo gusto, esmalte verde, etc. Otro cuarto pequeño, que tiene pequeños arabescos en las murallas por el gusto de los de Rafael, me gusta más. Cuarto, otro cuarto mayor que el antecedente, por el gusto antiguo con medallas, bajorrelieves, etc. Este es de mejor gusto.

Luego pasamos al baño que es un pedazo separado del otro edificio, aunque unido, y éste tiene varios apartamentos a la manera antigua, muy ricos y de bastante gusto. Los bajorrelieves y medallas son bien escogidos. Sobre una chimenea está un bajorrelieve de Apolo y las Musas, y en el otro, un sacrificio, creo. Abajo está el tanque para el baño, muy bien, y más adentro un baño ruso, que   —97→   no es mala cosa para la salud, particularmente en el invierno.

Subimos por una escala alumaca hecha con suma ligereza y gusto, que parece está en el aire, con su balaustrada en el gusto inglés por el señor de Camerón, arquitecto inglés, y aquí vi colocadas cuatro buenas estatuas antiguas donde nadie las ve ni las oye, pues ésta es una escala excusada, y así también hay mal colocadas otras copias en bronce del Apolo del Belvedere, el Mercurio de Villa Médicis, etc., que se han vaciado en Petersburgo. Después pasamos a una gran galería cubierta o cripto-pórtico para pasearse en el mal tiempo, bien extensa y hermosa, con columnata y pórticos alrededor que comandan hermosa vista, y el gusto y proporciones de las columnas orden Dórico, es muy bueno. Estas son de estuco, me parece. Luego pasamos a ver los apartamentos de la mano izquierda del palacio, que pertenecen a los Grandes Duques. Es una enfilada de salones con poca diferencia, como la generalidad de las de este palacio, y malos plafones, excepto dos. Uno guarnecido todo de ámbar con bajorrelieves de lo mismo, la cosa más rica en su especie que he visto jamás, dádiva, según me dijeron, de un Rey de Prusia, y otro que contiene varios cuadros que guarnecen las murallas todas, unos de medianísimo mérito y otros bastante malos. Entre ellos consideré dos que representan la batalla de Poltava y la persona de Pedro I se conoce, muy bien retratada, como igualmente la de Tcheremetiev y Mentchikov, etc.

Luego está el apartamento que sirve de tribuna y da sobre la capilla o iglesia de la Corte. Los apartamentos en que duermen los Grandes Duques, no vi porque estaban cerrados, y como llovía tanto, no quise detenerme a ver el jardín, dejándolo para otra ocasión. Me vine a casa donde llegué a las 10 p. m. y encontré que Narischkin, el   —98→   Copero Mayor, me había hecho un regalo de frutas e hidromel. ¡Buenísimas gentes!

24 de junio. En casa leyendo y a las tres fui a la Línea inglesa, que llaman, donde vive el señor Raikes, a comer con él. Aquí encontré buena sociedad y estuve hasta tomar té. Luego en casa del señor Betzky, con quien cené y estuve en sociedad hasta las once, que me retiré a casa, y quedamos en que mañana vendría su ayudante para ir a ver la Academia de las Artes y la de las Ciencias. A dormir.

25 de junio. Por la mañana vino a despertarme el svoschik y porque no le adelanté 50 rublos que pretendía, se marchó y me dejó a pie, sin embargo del contrato y de 25 rublos que tomó por delante. Marché a pie a las diez para ver la Academia de las Artes; de paso di una buena vista a la estatua ecuestre de Pedro I que me parece cosa sublime. El edificio es hermoso, de bellísima arquitectura y la idea de colocar el Hércules y la Flora Farnesio allí, excelente... y creo que éste es el verdadero punto de vista de ambos... al menos de ninguna parte me han parecido más bellos. Lástima que la fachada de este edificio no tenga plaza delante de donde gozar su verdadero punto de vista, pues el muelle que hay formado allí, aún es muy inmediato punto. La escalera y entrada es por un nuevo y gracioso gusto.

Subimos luego a la gran sala rotonda que está al frente y parece de muy bellas proporciones, que será magnífica cuando esté acabada. Dos grandes galerías que siguen colaterales al frente para el propósito de exhibiciones o galería de pinturas, son bien entendidas y magníficas. Bajamos al patio   —99→   principal, que es de figura orbicular y buena y hermosa proporción, pudiendo servir de anfiteatro, para iluminaciones y muchas cosas. Adornado de buenas estatuas en bronce de las obras maestras del arte, sería un soberbio museo.

De aquí pasamos a la Fundición, donde se vacían en bronce las mejores estatuas de Italia, cuyos yesos en la mayor colección posee la Academia. Y vi la Flora Farnesio, que se acaba de vaciar muy bien por un artista ruso, que ingeniosamente, no pudiendo enterrar el molde porque se encuentra luego el agua, ha buscado modo de hacer subir el metal y sacarla así muy bien. El plan es de hacerlas todas en bronce y entonces formará una magnífica colección.

Visitamos con el Subdirector, señor..., que me acompañó muy políticamente, todo el edificio y alojamiento de los estudiantes, que bajo la dirección del señor Betzky, aquí se educan e instruyen -según el plan que se lee en el sistema completo de educación por él mismo- con la edición de 50, a más de los 300 del Instituto, que por cuenta del señor Betzky y a sus expensas se educan allí. Estos tienen un collarín verde en el uniforme que les distingue de los otros. Sus alojamientos, camas, mesas, comida, cocina, enfermería, etc., muy aseado y bien ordenado todo. Y la limpieza es una virtud que es necesario enseñar a esta nación, sobre todas.

Luego pasamos a la pieza del estudio del natural, que nada tiene de particular, y después a las salas que contienen las piezas del arte, y corren alrededor del patio, en las cuales se observan unas pocas pinturas o copias, algunos pájaros y animales al óleo de Groot, pintor de la Corte, que son buenos. Mas lo que es numerosísimo y bello, en los yesos de las mejores estatuas antiguas que hay en Italia, y dan a este apartamento un aire de museo   —100→   académico verdaderamente más rico que ninguno de los que yo he visto de la especie. Está allí la cabeza y cuello en yeso del caballo de Pedro I, que seguramente es colosal; es doble del natural creo, y llena de fuego y espíritu su expresión.

Aquí se observa igualmente un pequeño rasgo de dibujo y una carta que lo acompañó para la recepción del Gran Duque actual, que le hace honor. Unos trabajos de flores y redes de pescar en madera, obra alemana, muy buena cosa y están en dos cuadros. En un cuarto separado vi con muchísimo gusto todo el mecanismo de cómo se condujo aquí la gran peña de granito que debía formar el pedestal de la estatua ecuestre de Pedro el Grande, y que mutilada indignamente lo forma hoy, de la cual me regaló el Subdirector tres estampas. Vi asimismo el modelo de un trineo con sus perros, de los Kamchatkas, y otro de este propio edificio, que es seguramente el de mejor gusto de Petersburgo, y es lástima no se haya ejecutado en materia más sólida que el ladrillo y estuco que aquí comúnmente se usa y no vale un cuerno.

A la una y media me despedí del Subdirector, que con mucho gusto me acompañó y me retiré a casa a comer. De paso estuve examinando la estatua de Pedro el Grande con cuidado y me parece cada vez mejor. Mas la actitud del héroe es afectada y sin duda la que tendría un comediante francés puesto a caballo, mas no seguramente la que conviene a un héroe, ni a Pedro el Grande, que en su modo era la simplicidad misma.

A casa a comer. A las cuatro tomé el coche de Levachov para ir a la Academia de las Ciencias donde me aguardaba el ayudante del señor Betzky. El bibliotecario, señor Backmeister, me acompañó con suma atención, primero a la biblioteca que está en un apartamento bastante bueno, y bien reglada contendrá, según me informaron, 36 a 40.000   —101→   volúmenes, entre los cuales hay una larga colección de libros chinescos. Se observa allí una orrery inglesa muy buena y un reloj en figura de un gran huevo, obra de un ruso, en que ángeles y el sepulcro de Jesucristo aparecen y se esconden. El modelo de un puente de madera cubierto y sólo de un arco, obra ingeniosísima y sólida de un simple carpintero suizo, que propuso erigirlo sobre el Neva.

De aquí pasamos al salón que contiene varios animales: un grandísimo elefante, una cebra, el caballo de Pedro I en Poltava, sus dos perros, etc..., se notan por una parte. La marta cebellina, el zorro negro, armiño de Siberia y el glotón, por otra. Y la piel rellena y esqueleto de un haiduque de Pedro I, que era una persona agigantada y por eso lo trajo de Francia y lo casó aquí con la mujer más corpulenta que pudo encontrar y murió poco después sin posteridad.

Después, en otra sala en que está la célebre preparata de Ruysch, y allí se ve, con suma delicadeza y destreza una progresión de fetos desde el momento de la concepción hasta que el infante está formado. Y se dice que una mujer, a quien el marido sorprendió en adulterio en Holanda y la mató inmediatamente, produjo el embrión primero de la concepción. Hay un niño que tuvo las viruelas en el vientre de su madre sin que ella sintiese ningún efecto, y un cazo ruso, el mayor que puede verse jamás, que dicen era el de un monedero falso y es como el de un caballo pequeño.

De aquí pasamos a otro cuarto en que en una caja de plata se conserva la «Instrucción Legislativa» para un código de leyes de Catalina II, escrito todo de su propia mano, que hartaba de leerlo. Varias obras de marfil, como son una gran araña y los tornos de que se servía para ello Pedro I. También un juego de ajedrez torneado por la presente   —102→   Emperatriz y unas barras de hierro formadas por la mano de Pedro I.

En otro cuarto, sentado sobre una silla y vestido con un vestido azul de seda, medias encarnadas, está la figura en cera de Pedro el Grande, obra del Conde Rastrelli, italiano. La peluca son sus propios cabellos y la cabeza está un poco inclinada a la derecha, según su costumbre natural. Allí se me informó que esta estatua había sido hecha en tiempo de su vida, otros dicen que después de muerto. Su estatura, que está marcada por un botón en la muralla, es de tres archines, menos dos verschoks, bastante prócer, mas las piernas eran delgadas en proporción y aun el cuerpo también. Allí está su uniforme: calzones a la holandesa, espada, espontón... bien grande, banda, gola, etc., sombrero, en la mayor simplicidad posible. Aquí estuve considerando este grande hombre por largo rato y revolviendo su singular historia en mi imaginación.

De aquí pasamos a un salón alto en que se ven infinitos ídolos de la China y Kamchatka, órganos chinescos que se suenan con la boca y dan un son extremadamente melodioso; vestidos de este pueblo mismo, y sobre todo, los zapatos de las mujeres de una pequeñez inconcebible; figuras de los brujos que venden el viento, etc., sobre las costas de Noruega y Laponia, su color es agitanado y todo el vestido está lleno de pedacitos de hierro, clavos, etc.

En otra sala se ve un famoso ustorio y varios instrumentos astronómicos y marítimos pertenecientes a Pedro I. Unos modelos de navíos y entre otros, uno pequeño de 100 cañones, presente de un rey de Inglaterra. Un trineo de Kamchatka con la vara con cadenillas de hierro que hacen ruido, de que se sirven en lugar de látigo para animar y arrear los perros que sirven de caballos, siete ordinariamente, y el guía es el más esencial.

  —103→  

Reentramos en la galería superior de la biblioteca y estuve examinando varios libros de los que componen la famosa colección de chinescos en esta librería, en número de más de 2.800 volúmenes, que es lástima no se trabaje a traducirlos. El papel está unido en dos hojas, pues sólo por un lado se imprime y tan fino que es un prodigio, mucho mejor y más sólida y durable manufactura que la nuestra de Europa, cuando creemos que todo lo sabemos. Y asimismo una colección de mapas terrestres y celestes de la China, curiosamente trabajados sobre un papel semejante, mas que no entendemos tampoco por qué están escritas en chino. ¡Qué curiosidades tan singulares en este género! ¡Y qué lástima que no se trate de que las entendamos para ilustrarnos!

Volví a pasar por la biblioteca abajo y estuve observando varios medallones de hombres ilustres modernos -véase el ensayo sobre la biblioteca y el gabinete por el señor Backmeister- y me despedí, viendo antes el modelo de un famoso puente que se propuso fabricar en piedra sobre el Nerva y es realmente de toda magnificencia... mas si los hielos lo permitirían, es materia problemática, y por esto se me dijo se había suspendido la ejecución. Eran ya más de las nueve, a tasa, donde mi criado me trajo una muchacha alemana de unos 16 años, que chapé y se fue por la mañana. Seis rublos la contentaron.

26 de junio. En casa leyendo, y viendo que hacía hermoso día, me fui a comer al campo con el Príncipe Kurakin. No estaba en casa y así me entretuve en ver sus estampas de las salas de Rafael en el Vaticano, y descubrí que tenía crianderas inglesas, con quienes me entretuve hablando, y pregunté si había libros. Ninguno, me dijeron, porque los señores   —104→   no leen absolutamente. Estos vinieron y comimos en buen humor. Después conversamos mucho y les pregunté cuál era la idea de dar crianderas inglesas a sus hijos. No sé, me respondió la madre, porque es ahora esa la moda... y esto me parece que indica bastante la frivolidad del modo con que piensa la mayor parte de estas gentes.

Después de tomar té aquí, salí a hacer algunas visitas y después a casa del señor Betzky, con quien cené y tuve mucha conversación. A casa.

27 de junio. Estuve estudiando la mañana. Comí en casa con Levachov y después fui al campo a hacer algunas visitas. Primero a la viuda del Montero Mayor, señora Narischkin, que me recibió con mil agasajos en su toilette, saliendo a acompañarme hasta afuera después. Casa de Ostermann, que no estaba en casa. Ídem al Conde Bruce, que tiene una muy bonita casa de campo, y tampoco estaba en casa. Casa de la señora Narischkin, que tampoco encontré y así me fui a cenar a casa del señor Betzky, con quien, y el Conde de Münich -hijo del nombrado Mariscal- que vive allí también y conoce a fondo el país, estuve en sociedad hasta las once.

Mi criado fue a buscar una buena moza y no apareció, con que a la cama.

28 de junio. Estuve a comer con el señor Betzky en familia y después nos quedamos hablando solos hasta las cinco, que vino la señora Ribas. Me enseñó éste una caja que la Emperatriz le regaló, en que están figurados, en exquisita miniatura hecha en París, los cuadros que representan la conducción de la famosa piedra del pedestal de la estatua de Pedro I, la Escuela de Cadetes y la Comunidad   —105→   de Doncellas nobles, muy bien todo. Me regaló asimismo la medalla en cobre que al suceso de la piedra hizo acuñar la Emperatriz, mas, ¡qué cosas no me contó de las borracheras y crueldad de nuestro gran Pedro! Llevó a la Emperatriz para que viese cortar la cabeza de su favorito Mons, lo que ella no le perdonó jamás. Hacía beber a todos y hasta las damas de la Corte, hasta que se embriagaban con aguardiente... y los que no se embriagaban decía eran unos bribones, y los apaleaba, fuesen mujeres u hombres. Y cuando estaba así, que era casi todos los días después de comer, era cruel y atacaba aun los muchachos por pederastia, que él mismo se escapó varias veces; mas en tocándose de empresa y perseverancia, entonces era verdaderamente grande.

Tomamos té, se habló mucho del país, cenamos y yo me vine luego a casa. Mi criado me trajo a una muchacha modista rusa, que chapa como un demonio y no debe nada en el fuego a las andaluzas. La chapé tres veces hasta por la mañana y contentose con cinco rublos.

29 de junio. Vino mi criado a las ocho y le dije que fuese a llevar a la moza y volviera al instante, pues yo debía ir a comer a Pavlovsk sin falta. Mas eran las diez y aún no aparecía. Tampoco el peluquero que Levachov se llevó. En fin, por un gran azar vino un criado que me envió la señora Ribas y éste me trajo un peluquero, con que me pude habilitar para partir a las once. Mi criado llegó a esta hora, tan borracho que ni podía hablar ni tenerse en pie. En fin, con cuanto esfuerzo me fue posible, llegué a la una y cuarto a Pavlovsk y por fortuna que estaban aún en el besamano. Yo besé la suya a la Gran Duquesa que me habló con sumo cariño; al Gran Duque no se la besan los extranjeros.

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Después ambos vinieron a hablarme largo tiempo y preguntarme por qué no había venido los días anteriores, a que me excusé con moderación. Él me preguntó por Markov, cuya pasada conversación había ya llegado a su noticia, y me dijo: «Aquí no lo verá usted jamás a ese sujeto». Ella quería que me enseñasen sus apartamentos y lo dejó para después. Fuimos a comer en una gran sala rotonda que estaba magníficamente preparada, y después de comer ellos se retiraron.

La señora Tchernichev me convidó a tomar té en su cuarto, mas yo lo dejé para después y me fui a dar un paseo con Gayangos, oficial de marina, Capitán de Navío, que está aquí, y me vino a hablar de suyo; está aquí para ir a Kherson y no lo dejaron partir cuando la Emperatriz estaba en viaje. Este me explicó que Normandez estaba aquí aborrecido y que no teníamos influjo ninguno. ¡Cómo pueden respetar un hombre a quien han conocido poco menos que de criado de Lascy!

Después estuve en el cuarto de la Condesa de Tchernichev, con quien tomé té y asimismo con la Mariscala de Galitzin que deseaba conocerme, me hizo mil ofertas de su casa, etc., y me presentó a la Condesa de Matuchkin, su sobrina, para quien yo había traído carta.

A las seis, todo el mundo de hombres apareció en Dominó, y yo con el mío que alquilé en Petersburgo, tres rublos, creo. Los Duques salieron un poco después y fuimos a dar una vuelta por todo el jardín, durante cuyo tiempo hablamos continuamente, y ella bailó algunas polonesas en los parajes destinados para que la gente de la ciudad bailase. Noté que siempre que él encontraba paisanos a la rusa, se quitaba el sombrero, y cuando eran otras gentes, nada. Habría seguramente más de 6.000 personas de la ciudad.

  —107→  

Concluido este paseo vino la cena en el mismo paraje de la comida, el salón iluminado, y ellos no se sentaron, sino dieron una vuelta alrededor y salieron. Yo hice un poco mi corte a las damas conocidas que había por allí y después bajé con Gayangos abajo para ver el fuego de artificio que iba a comenzar. No ha sido cosa, mas la iluminación no estaba mala. Ardían 60.000 candiles y faroles, todo con sebo. Vinieron líneas y yo tomé un asiento que un caballero me ofreció en una. Después vino Serra-Capriola y el Barón de Keller, Ministro de Prusia, a quienes hicimos lugar. Llegados allá nos apeamos y fuimos inmediatos. Al retirarnos, no hallé la línea en el mismo paraje, mas oí hablar al Duque y me llegué para tomar mi asiento, que el Ministro de Prusia ofrecía a una dama, porque el coche era de Monseñor, me decía, y yo le cedí porque era para una dama, hallando extraordinario que el señor prusiano no ofreciese el suyo y sí el mío. Pregunté después al Duque en público, quién era aquel sujeto, su compañero, porque yo aún no lo conocía, y nombrándomelo, le dije que nos había instruido en una cosa difícil a saber y había sido generoso con lo que no era suyo. Habiendo primero dado otro gran paseo con los Duques por toda la iluminación -mucho pueblo seguía para verlos y se le reprendía porque pisaban el césped; pobres gentes- a las doce me retiré a una casuca en el lugar, donde encontré muy buena cama y tranquilidad.

30 de junio. Vi por la mañana la parada de guardia que me pareció muy bien y después fui a Palacio, me hablaron los Grandes Duques y nos fuimos a comer. Yo aguardé la tarde por ver una pequeña pieza que la joven nobleza repetía hoy en traje de labradores. Después de comer me fui a la casuca   —108→   de Epinus, con quien hablé mucho de literatura y del país. Este me confirmó lo que el señor Betzky me había dicho de Pedro I; que la Mariscala de Galitzin le había asegurado lo mismo, y que del vientre de un hombre que había muerto de embriaguez, había sacado el aguardiente que contenía y lo bebían, y nuestro héroe forzaba las damas a beberlo. ¡Qué cosas!

Pasé a ver un pequeño hospital que hay aquí y hallé que no está mal dispuesto. Contiene 26 camas con aseo y aire puro y tiene actualmente 14 enfermos bien asistidos, según me informaron. Pegado a la iglesia está un cuerpo de alojamiento para 24 inválidos, que también visité, y están con bastante comodidad alojados. De aquí pasé a una escuela para enseñar a leer, escribir y aritmética a los -hay 28 niños- hijos de los paisanos del lugar, instituida por la Gran Duquesa, cuyo ejemplo deberían imitar los amos de los demás, y que le hace, en mi opinión, un honor infinito. Visité también una casa que está cerca de mi alojamiento, que es como alojamiento del comandante de la tropa, y de su altura se logra una buena vista. Está, según me informó el Gran Duque, en el mismo paraje en que antiguamente existía una fortificación de Suecos.

El tiempo estaba lluvioso y así se aguardó hasta las siete que se dio dicha pieza en francés y con toda la afectación francesa que es imaginable. Una chica de Strogonof hacia de poupée muy bien. Acabado, me enseñaron un dibujo de un obelisco triunfal que se trajo allí, y toda la compañía siguió a cenar en el templo en que la Emperatriz está en Minerva. Yo entré y me despedí de ellos, pues no me quise quedar porque ninguno me ofreció asiento en el tiempo que se daba la pieza y la mayor parte estaban sentados. Me puse en mi coche y llegué aquí a medianoche.

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1 de julio. Lo pasé escribiendo y estuve después a comer con el señor Raikes, donde estuvo también el señor Tooke, Ministro de la iglesia inglesa aquí, con quien hablé un poco de literatura y me ofreció enseñar la biblioteca de subscripción, etc., cuando gustase. Acabado de comer me fui al Palacio de Invierno, que en Pavlovsk me ofreció Orlov mostrar de nuevo por insinuación de Ostermann, que hasta entonces no me había hecho caso.

Fui allá a las cinco y corrí todas las piezas y cuartos de la Emperatriz, la casa inmediata o tres distintas casas en que vive el Príncipe Potemkin, y al fin, el Ermitage otra vez. Aquí encontré al director de las pinturas, Martineli, que me acompañó a una segunda visita. Vi con gusto el busto de mi buen amigo el Mariscal de Rumantzov, en mármol; las obras maestras que llevo mencionadas antes; el paraje donde se eleva una mesa secreta cuando la Emperatriz come aquí; el teatro; galería que se forma de los arabescos de Rafael y varias antigüedades de Roma, imitadas en corcho, que están sobre los estantes de la librería, muy buenos. Otra vez, los muebles de caoba famosos que llevo citados.

La pajarera y jardín de invierno que es una delicia. La gran escalera del palacio que está hacia el río, y así ésta, como, aquella fachada, están sin habitarse por ser sumamente frías. La capilla o iglesia, buena pieza en su especie, etc. Los apartamentos del Gran Duque que están a la izquierda, no me lo enseñaron por no tener yo su particular licencia. De aquí fui, cerca de las nueve, a casa del señor Betzky con quien cené.

2 de julio. Escribí por la mañana al Almirante Sinevin para ver el Almirantazgo y puerto de galeras, quien me dijo fuese a las once y todo estaría   —110→   pronto. Con Gayangos, que se me ofreció, fui, y el Almirante Puchkin me vino a enseñar todo. Hay actualmente en grada dos navíos de tres puentes de 110 cañones, me parece me dijo el constructor que es inglés. Gayangos los encontraba demasiado cortos de quilla de 17 pies, según su rango y estrechos de boca. Se lo dije al constructor que me informó eran exactamente como el «Victory» de la Escuadra Británica. Mas ni por esas, nuestro español se fue en sus trece. Son estos hermosos navíos y los botarán al agua dentro de dos meses.

Me observaba el constructor que la madera aquí no era tan buena como en Inglaterra y que, aunque la mano de obra parecía más barata, no lo era tanto, porque el trabajo que en aquel navío hacían 300 hombres, a cinco kopeks, en Inglaterra lo harían 60 buenos oficiales que costaban a tres chelines y cuya obra era infinitamente superior, Corrimos la motorería, velería, banderas, etc., y vimos infinitos modelos de distintas embarcaciones y la en que Bentham viajó a Siberia, que sirve de bote y carruaje a la vez, y algunas naves muy bien delineadas por la propia mano de Pedro I.

Montamos a la torre que se llama del Almirantazgo y sobresale por encima de toda la ciudad, formando en ésta la misma perspectiva que el obelisco de la Porta de Popolo forma en Roma. De aquí se goza la perfecta vista de Petersburgo, se ve Cronstadt y Zarkoie-Selo. Hay seis gradas aquí, una hecha en piedra por el Almirante Knowles -el mismo del combate de Reggio- y se pueden construir hasta cinco navíos a la vez, no más. Todo esto se mudará bien pronto a Cronstadt, que es donde debe estar.

De aquí pasé al puerto de galeras solo -porque Gayangos no se sintió con fuerzas-, donde me aguardaban. Efectivamente, encontré allí varios oficiales; uno de ellos hablaba francés y había   —111→   estado en Cádiz. Continuamos en ver dos grandes tinglados, en que hay hasta 21 grandes apartamentos de cada lado, capaces de recibir dos galeras de frente y dos más atrás, esto es, cuatro cada uno. Encima hay su almacén que contiene las velas, cuerdas, palos, etc., de cada galera... de modo que no hay más que echarlas al agua. Montamos algunas para ver su construcción y hay en total en el día 98, que según el plan, deben llegar hasta 150, que a 200 hombres cada una, pueden transportar un ejército de 30.000 hombres. El canal que hay en el medio para recibirlas tendrá 14 pies de profundidad, según se me informó, y ellas calarán de 10 a 12. Hay además 14 chalupas o medias galeras. Después en el canal de la entrada, hay cuatro yates de la Emperatriz y un prama que visité interiormente, al modo de los nuestros en Gibraltar, aunque sin espesura en sus costados. También varios caiques al modo turco, de modo que entre todo hay 160 de estas embarcaciones en este puerto en el día. Vi un plano de dicho establecimiento que aquellos oficiales me manifestaron para darme cabal idea. Sentimiento liberal a la verdad.

De aquí partí a casa a toda prisa, pues eran cerca de las tres. Comí con Levachov y por la tarde a hacer algunas visitas. A cenar con Betzky. Un par de botas de material inglés me cuestan 15 rublos.

3 de julio. Por la mañana leyendo y escribiendo, y a comer con el Caballero D'Horta Machado, que vive en una casa muy buena y de las más antiguas de Petersburgo, perteneciente al Conde de Cheremetief, de Moscú. Comieron aquí dos oficiales suecos que vienen a cumplimentar a la Emperatriz, de parte del Rey de Suecia, y me han informado de las Revistas de Finlandia lo mismo que el Barón de Nolken, y también un coronel inglés que   —112→   ha servido en la India, Coronel Baillie, que ha estado en las revistas últimas de Berlín y con quien hablé mucho. Después de comer me enseñó D'Horta su jardín, que es muy bueno para dentro de la ciudad.

De aquí me fui a ver el Arsenal que contiene 20.000 fusiles y 120 cañones montados de batallones con todos sus avíos. Hay aquí varios trofeos turcos y entre ellos un saco de terciopelo con las llaves turcas -muy mal hechas, de hierro- de Bender y de otras plazas. El famoso drapeau o bandera de los strelitz, con los ángeles, santos, diablos, infiernos, etc., pintados encima, que indica el estado de superstición de estas gentes. Modelos de varias plazas de guerra y uno de una ciudad persa, sumamente curioso para quien no ha visto plazas o ciudades de dicha nación, y el modelo del nuevo arsenal que se construye en Kiev. Varias cubiertas en cobre de minaretes turcos tomados en Crimea. En el patio hay hasta 403 piezas de diversos calibres, muchas tomadas de los prusianos, poloneses, suecos, turcos, etc. Encima de una de ellas está figurado Lutero con el diablo que le ayuda por detrás, en contestación con el Papa, que está en acto de argumentar con aquél.

Se ve allí también una estatua de bronce, casi de tamaño natural, de un paisano ruso desnudo, con barba, y con una lanza en la mano, mandada a hacer por Pedro I en honor de este hombre, que encontrando un cañón ruso en Suecia, que aquellos habían tomado a estos, lo redimió con su dinero por patriotismo y le hizo presente al Emperador, que recompensó su acción de esta manera, mandando colocar dicha estatua junto a la tal pieza.

A casa del señor Betzky y a las nueve, a cenar con Serra-Capriola en su casa de campo, a dos verstas o tres de la ciudad. La Duquesa parece haber sido hermosa mujer y aún es muy bien parecida.   —113→   No aparece en Corte por etiqueta de no besar la mano. Le hablé un poco y me parece juiciosa y sociable. Después de la una, a casa.

4 de julio. Leyendo, y respondí a Macanaz la carta adjunta4.

  —114→  

*  *  *

Hice visita a la Condesa de Rumantzov que me contó muchas cosas de Pedro I, que confirman lo que los otros me llevan dicho. Y después a comer con el Cuerpo Diplomático en casa del señor Betzky, donde hubo su disertación sobre el chichisbeo, que Serra-Capriola sostuvo en buen italiano, diciendo que el Caballero tomaba la dama en la escalera y la soltaba allí otra vez.

Después de comer partí a Gatchina, donde quedé de ir para ver el ejercicio del Regimiento del Gran Duque, y aunque partí de aquí antes de las cuatro no pude llegar allá hasta pasadas las ocho, porque el svoschik sirve mal. Cuando llegué se habían retirado Sus Altezas porque estaban fatigadas. Hallé allí al Príncipe Kurakin a quien rogué hiciese saber que yo había llegado y me aseguró que Su Alteza estaba ya informada. Cenamos con las gentes de la Corte a las nueve y después procuré informarme si no había ejercicio mañana. Kurakin me respondió que no creía que lo hubiese y que en tal caso me avisaría. Fui sin embargo a informarme con el coronel Benkendorf -que ya me había dicho antes que no creía hubiese cosa alguna- y no estaba en su cuarto. Le dejé recado   —115→   sin embargo de que me avisase si tal cosa hubiera y me retiré a mi cuarto dejando encargado al malísimo criado que tengo, de que si avisasen, a cualquier hora me llamara.

5 de julio. A las seis entró diciéndome que nadie había venido y a las siete, que allí había un oficial de la Caballeriza con un caballo, por si quería montar. Le hice decir que si había ejercicio, me dijo que no sabía nada y que si yo no quería montar se volvería a llevar el caballo; de que se infería que así por la hora tarde, como por no haber recibido aviso y haberle preguntado de parte de quién venía aquel caballo, y decir que de parte de ninguno, que era sólo para irme a pasear. Y así dije que para sólo irme a pasear, no quería montar.

A las ocho sentí trompetas y salí inmediatamente y hallé un escuadrón que retornaba con los estandartes. Salí inmediatamente y hallé a Sus Altezas que me dijeron por qué había faltado, a que respondí lo que había pasado. Él hizo formar aquel escuadrón para que yo lo viese y después se retiró.

Yo estaba sumamente sentido del pasaje y es menester que intencionalmente se me hubiese querido engañar por algún bribón de aquellos cortesanos, que conforme ven una persona tratada con favor o distinción, al instante tratan de que caiga. Fui a casa del Príncipe Kurakin para darle mis quejas y hallé que aún no había salido de su cuarto por enfermo. En este tiempo entró el Gran Duque y le expliqué mi asunto, mas comprendí, al decirme «era asunto convenido y le había hecho ensillar a usted un caballo, etc.»..., que no estaba muy satisfecho. Benkendorf también cayó enfermo, que es buena casualidad.

A mediodía conversamos, y ella tuvo un largo discurso conmigo, en que se lamentaba de la educación   —116→   limitada que se daba a las mujeres, de quienes se creía enteramente ajena la lógica, la geometría, etc., de modo que apenas se creía necesario el que pensasen... y muy bien por cierto. Por la tarde estuvimos a dar un paseo en línea y un escuadrón pasó en desfilada, muy bien por cierto. Luego llegamos a una cascada que se forma por una esclusa y en una tienda inmediata tomamos té. Vuelta a casa y de camino continuamos frivolerías. Después de cenar, cada uno a su cuarto.

6 de julio. Al otro día por la mañana, después de conversar algo y darme una orden para que viese ciertas obras de María I Gran Duquesa, en sus cuartos aquí, yo le pedí permiso para visitar las obras de Cronstadt, y él me dijo que no era necesario el suyo, porque aunque yo veía que firmaba, nada podía tocar; que dirigiéndome en derechura al Almirante Greigh me enseñaría todo... y el caso es, que él mismo aún no ha visto a Cronstadt. Me despedí y ella me dijo: «Au plaisir de vous revoir», mas yo partí con la idea de no volver más, pues no notaba consecuencia entre las expresiones finas y amistosas del primer día y la conducta subsecuente. Gatchina me gusta mucho por su construcción más sólida -de piedra toda la casa- y gusto en que está edificado y adornado el Palacio, que por mi elección preferiría a otros más magníficos.

Vine a Zarkoie-Selo para ver el jardín. Primero a la ruina de cuya altura que se sube sin fatiga, se goza de una hermosa vista; al Almirantazgo o donde se guardan los botes, en forma de casa holandesa; la columna Rostral, el pabellón de la mesa secreta, otro como de baño; el Apolo, creo, en que hay una inmensa colección de estatuas, bustos, etc. Voltaire está sentado en una silla arropado en un manto griego, de tamaño natural, en mármol.   —117→   Diana, de tamaño natural, desnuda en el acto de correr, el c... un poquito abierto y sus carnes blandas y hermosas, bellísima estatua en el género de Pigalle, es de Houdon, artista francés, si no me engaño. Un grupo de tres niños que duermen, griego, es excelente; un busto antiguo, también de una ninfa griega, es soberbio, y dos medallones antiguos que representan Alejandro Magno y su madre Olimpia, son de gran gusto y noble manera. Una copia en bronce que hay aquí del hombre que se saca la espina, hecho en la Academia de Petersburgo, es la mejor estatua, después del original, que yo he visto. Qué lástima que esta colección no esté bien ordenada en mejor lugar.

Al Village chinesco, cuyas casas están varias ya acabadas y en una de ellas está el modelo del todo, buena idea. Al puente chinesco, que es gracioso; al obelisco del Mariscal Rumantzov, que es pequeño mas de buenas proporciones. Al puente en el gusto de Palladio, bello pedazo. Un puente todo de hierro en el gusto inglés e imitación del famoso de Inglaterra, tan ligero, sólido y gracioso que sobrepasa los demás en hermosura y es, seguramente, acaso el mejor rasgo de todo el jardín. Se hacen otros ahora por este mismo gusto allí. A la Pirámide en imitación de la de Cestio, más pequeña, y dentro hay varias urnas antiguas e inmediato, por fuera, algunos epitafios de perros que se le han muerto a la Emperatriz, de quienes los embajadores de Francia han sido los compositores. El Pabellón Chino, el Pabellón Turco, hermoso y el mejor entre los demás del jardín; el «resbaladero»; la columna en imitación del monumento de Londres, etc... y en sustancia el jardín, en conjunto, es una cosa hermosa y digna de un soberano semejante. Fatigadísimo tomé mi coche y para las diez estaba en casa en Petersburgo.

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7 de julio. (Véase el día 13 siguiente. En este día ocurrió lo que digo abajo en el día 13 y no lo puse aquí por no recordarme cuando escribía los memorándums).

Hice algunas visitas por la mañana y por la tarde a tomar té con el señor Anderson. Después a casa del señor Betzky con quien cené y me prometió enviar orden a los palacios de Su Majestad en camino de Cronstadt, para que estuviesen a punto cuando yo volviese, con juego de aguas, etc.



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