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ArribaAbajoCronstadt

8 de julio. Partí de aquí a las siete y media de la mañana con mi coche y seis caballos para Oranienbaum, 40 verstas de aquí. El camino es excelente hasta Peterhof, y tan adornado de casas de campo -la mayor parte palacios- y jardines por una y otra parte, que es una delicia. Hasta Peterhof hay 26 verstas y a Oranienbaum 14 más que componen 40, y este último camino no es tan bueno como el primero.

A las diez y media llegamos, e inmediatamente se me ofreció un bote con diez remos, que por un rublo me pasó con mi criado a Cronstadt, siete verstas de este paraje. Hacía gruesa mar y así no pude llegar hasta las once y media que desembarqué. Me dirigí a casa del Almirante Greigh, para quien llevaba carta del Duque de Serra-Capriola. No estaba en casa y así anduve rodando arriba y abajo para encontrar posada, hasta mediodía, que la hube de encontrar en casa de un alemán, pagando un rublo por el cuarto y otro por comida. Buen cuarto, sin embargo.

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Comí a las dos y a las cuatro me envió su ayudante dicho Almirante que había llegado de su casa de campo. Fui allá y me recibió con mucha civilidad. Tomamos té y después, en compañía del Barón Pahlen, Mayor de Ingenieros y jefe allí, seguí con el Almirante a examinar dichas obras. Tomamos el bote y fuimos primero al puerto del Este, en que están casi todos los navíos de línea y fragatas, muy bien colocados y mantenidos. Observé que la construcción es puramente inglesa en su forma. Desembarcamos luego para examinar el muelle y parapeto, que era de madera y ahora se ejecuta en granito por orden de la Emperatriz, con toda la solidez y magnificencia romana. Mas cuál fue mi admiración cuando sondeé aquí y hallé 35 y hasta 40 pies de profundidad. ¡Oh, Pedro el Grande!

Luego al puerto del medio que está casi vacío, sin más que cuatro buques, y después al puerto del Oeste, que es el que sirve para abrigar todas las embarcaciones mercantes y hasta el número de mil que fuesen. Y en los otros dos se pueden mantener más de cien navíos de línea, 40 fragatas, etc., que es cuanto jamás podrá tener Rusia por su aspecto presente. Y si el comercio se aumentase mucho más, queda lugar muy conveniente y su puerta ya construida para formar otro por aquella parte. El parapeto se avanza a más de una versta a la mar y corre formando estos tres puertos y la circunferencia de la Plaza es ocho verstas, según me informó dicho ingeniero. Se trabaja en revestirlo todo de granito y hacerlo de mampostería desde el año de 1784 y es increíble lo que desde entonces se ha trabajado. La piedra se conduce de las islas de Viborg, en las costas finlandesas, a 40 verstas de aquí.

Paseamos todo el puerto del Oeste y examiné en los almacenes unas cureñas de Plaza, enteramente de hierro, obra de Escocia, muy buena y   —120→   útil al parecer, pues se me informó que no pesaban mucho más que las otras. Aquí vi también un excelente bote a la inglesa que el Almirante ha hecho construir para la Emperatriz, que jamás lo necesita; muy bueno. Seguimos viéndolo todo y siendo ya tarde, a casa del Almirante a cenar, quien primero me enseñó los planos en que pude formar cabal idea del puerto y arsenal, y hacerme cargo de los proyectos. Hasta medianoche duró la conversación y yo resolví quedarme también mañana, pues hay muchísimo que ver.

9 de julio. Llovía a chuzos y así el Barón, que debía venir a las seis de la mañana, no vino hasta las diez. Salimos hacia la máquina de fuego, que es soberbio rasgo. El cilindro tiene 5 pies 2 pulgadas de diámetro, trabajado en Escocia y armado aquí por un escocés, Smith, que en su tierra no era más que un herrador, y en nueve días vacía el gran estanque que tiene 61 pies de profundidad... de largo y... de ancho, y recoge cuantas aguas necesitan los demás canales y diques que son vastísimos.

De aquí pasamos a la cordelería, que tiene 240 brazas inglesas de largo y tres estados en que se trabajan cuerdas y cables de todas especies. De aquí pasamos a la torre de la iglesia que está inmediata, pues llovía, y montando hasta el remate de ésta no con poca dificultad, gozamos de hermosísimas vistas por todo el golfo de Finlandia, Petersburgo, etc. Y dígase de paso que este viejo edificio de madera es sólido y de graciosa forma su remate, una corona.

Después entramos en una hostería rusa para ver comer allí los paisanos o mercantes, y realmente estaba aquello decente, bueno y aseado, y unos mozos jugaban al billar con muy decente manera... ¡Véase lo que vale el comercio para civilizar   —121→   una nación! Entramos también en una tienda de víveres, vinos, etc., que estaba bien provista y aseada, por cierto, y comprarnos dulces para llevar a los niños del Almirante y nos fuimos allá para comer.

Después de tomar café, nos dirigimos a pie hacia el Gran Canal de Pedro I, que tiene una y media versta de largo, 105 pies de ancho y 38 de profundo; todo revestido de piedra, con sus compuertas de distancia en distancia para usar la parte que se quiera, y con canales pequeños subterráneos para darle el agua gradualmente. Pueden construirse aquí, a la vez, 13 navíos de línea y carenarse cinco, con una pequeña adición que está en el proyecto; actualmente sólo se construye un navío de 80. Pocas obras se ven en el mundo y ninguna, me atrevo a decir, en arsenales, que imprima una más sublime y grandiosa idea que ésta, al verla la primera vez, y es aquí donde realmente debía elevarse el coloso de Pedro el Grande, como el de Rodas, sobre un semejante pedestal.

Volvimos a pasear hacia abajo, pues yo no me harto de verlo y en el principio, o a la entrada, se ven dos pequeñas pirámides de madera en que hay una inscripción que dice entró el agua en él por primera vez, el año 1752, en tiempo y en presencias, creo, de la Emperatriz, «Elizabeth oc opus hic Labor», dice.

De aquí pasamos a recorrer un poco el puerto de las embarcaciones mercantes, que a toda prisa también se reviste de granito hermosamente y hallamos que hay en él actualmente 500 embarcaciones mercantes de las cuales 228 son inglesas. Aquí encontré una embarcación de Salem, en la Nueva Inglaterra, y perteneciente a mi amigo el señor Darby. El número de las que entrarán al año, según cómputo, es de 800 a 900. Pasamos después al yate de la Emperatriz, que es muy bonito y su   —122→   interior rico y elegante. Mucho mejor que los del puerto de galeras.

De aquí pasamos a los nuevos cuarteles que están construidos últimamente bajo la dirección del Almirante, muy bien, por cierto, y pueden contener cómodamente 10.000 y cuando el resto se concluya, hasta 30.000 que es cuanto puede necesitar la marina militar rusa. Enfrente están los alojamientos de los oficiales, con mucha comodidad y en situación de tener cada uno su tripulación a la vista. Comunes, cocinas y demás, muy bien dispuesto todo y con aseo, que es lo principal. Concluida toda esta estupenda obra, según está aprobada en el plano que he visto firmado del puño de la Emperatriz, no costará más que cinco millones de rublos y será entonces la más suntuosa del mundo en su especie.

La escuadra, según me informó el Almirante, consiste actualmente en 42 navíos de línea y 20 fragatas. El Almirante se fue a despachar su correo y yo a cenar con el Barón Pahlen, que me enseñó un plano de Troya con mil ruinas que yo no vi, y otro de los Dardanelos, que yo vi, y está bastante exacto. Tiene muy bonita colección de libros militares, históricos, etc., y me parece un oficial instruido. Tanto bebimos que yo casi me achispé. Me retiré a las doce.

10 de julio. Sopló el viento fuerte como todos los demonios, de modo que a las ocho de la mañana el agua había montado tres pies dos pulgadas, mas ningún descalabro resultó en el puerto, prueba de su seguridad y bondad. Almorcé con el Almirante y después fuimos a ver los hospitales que están con mediano buen orden y aseo. En el total de 500 enfermos, 90 eran de gálico o franchusqui, como ellos dicen. Visitamos el alimento y demás,   —123→   que no está malo. Y aquí observé una cosa que es muy buena y es de cambiar los enfermos en el verano, al hospital de verano, con lo cual el otro se blanquea, ventila y limpia para volverlos a recibir en el invierno. Estuvimos en el palacio o pequeña casa que habitó Pedro I, el primer edificio de esta isla. Está ya casi arruinado y es de madera; sólo quedan allí aún las reliquias de una cama, un par de chinelas y un espejo que pertenecieron a aquel hombre extraordinario.

De aquí, pasamos al Observatorio y casa del Cuerpo de Cadetes, en que el señor de Montbilly, Mayor de dicho Cuerpo, nos manifestó el Observatorio, escuelas, apartamentos, instrumentos, embarcaciones para instruirse en la maniobra, etc., pues los cadetes están ahora acampados fuera de la Plaza. Y así me dio la siguiente información: se compone el Cuerpo de 600 cadetes, de los cuales 200 son guardias marinas. Aprenden las lenguas inglesa, alemana, francesa y el ruso, por principios. En matemáticas se sirven de Euclides y del señor de Bouguer. Están divididos en cinco compañías de 120 cada una, que son comandadas por un capitán, otro en segundo, un teniente, un segundo teniente y alférez. Los tres primeros oficiales son de la marina y los otros dos de batallones de marina que campan en ellos, para enseñarles el servicio de tierra. Hacen cuatro horas por la mañana y cuatro a la tarde de estudio en sus clases respectivas. Hay 73 que son supernumerarios y éstos sólo asisten a las clases, pues viven fuera hasta que haya vacante. Se reciben a la edad de siete años y no salen hasta la de 17, debiendo hacer primero dos grandes campañas en la mar, esto es, fuera del Báltico, o tres pequeñas antes de que pueda ser hecho oficial, y se examinan sobre 33 artículos o materias diversas.

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Fuimos a comer a casa del Almirante y concurrieron el Almirante Kruse -capitán de bandera que fue de Spiritof, cuando éste se voló- el Comandante de la Plaza, Brigadier Bergmann, el Conde de Galovkin, joven voluntario que se embarca en la expedición que está para salir a las órdenes del Capitán de Navío Moulousky. Fuimos a ver aún el puerto para galeras o pequeñas embarcaciones, pues no tiene más que 14 pies de agua y es fortificación al mismo tiempo para defensa de la entrada, construido sobre un banco o bajo fondo, y se trabaja igualmente en revestirlo de granito según el gran proyecto, el cual estará ejecutado dentro de diez años. Trabajan diariamente ahora 2.000 hombres.

Fui en el coche del Almirante y con el Brigadier Hanikov, que habla un poco de francés, al campamento de los Cadetes de Marina, que es a tres y media verstas fuera de la fortificación. Vimos éste que estaba casi inundado, y tomando con nosotros al señor de Montbilly, nos fuimos hacia la extremidad de la isla, cuatro verstas más adelante, en que está la aldea de Torboujin, y al extremo el fuerte de Torboujin que visitamos, y no es otra cosa que un gran reducto casi arruinado, que rechazó un desembarco que los suecos hicieron en esta isla. Su Comandante, el Mayor Souainovitch, que tuvo un lance cuando joven con Orlov, en que en la oscuridad le hirió a traición, vive en una casuca y un jardín inmediato. Al pasar nos convidó a tomar café y así fuimos allá, y pasamos una hora en ver su jardín, casa miserable, niños bastardos que hace en abundancia, etc. Habrá sido un hermoso hombre y su talla es muy prócer.

De aquí nos volvimos por el propio camino y observamos el paraje en que se prueban los cañones, y sobre la derecha, antes de llegar a la plaza, una pequeña casa de madera que el viento fuerte   —125→   de hoy ha continuado de arruinar y era la casa de campo de Pedro I. Llegamos a casa del Almirante, con quien tomé té, me enseñó un plano de La Habana como estaba cuando la tomaron los ingleses, los ataques que éstos hicieron, etc., levantado por él mismo que se halló de Capitán de Navío, creo, o de tropas de marina en todo ello. Me enseñó asimismo toda la campaña de los rusos en el Archipiélago, y mil anécdotas interesantes, pues él era Capitán de Bandera de Orlov y si éste no toma la resolución de tomar el mando, Spiritof y Elphinston no querían obedecerse uno a otro, de modo que así vino a ser el director de las operaciones Greigh.

Hay también un pequeño edificio a la mar aquí, en que se guarda, con exclusión aún del propio Almirante que no puede entrar, el secreto de remediar a las piezas de artillería que tienen escarabajos, etc., cuyo secreto se lisonjea Rusia que lo sabe únicamente. El Almirante me dijo que él no creía nada. En cuando a la población, me aseguró que había en la isla 30.000 hombres y con mujeres, niños, etc., puede ser hasta 50.000. Me despedí con mucha cordialidad de esta buena gente y a las seis de la mañana, me dijo, tendría su falúa a mi puerta.




ArribaAbajoOranienbaum

11 de julio. A las seis y media partí. Estaba el tiempo en calma y serena la mar y así, al remo, llegue a Oranienbaum, siete verstas en una hora. Mis svoschiks, que estaban en la taberna me detuvieron en buscarlos. Después pasé recado al Comandante de este Palacio, que inmediatamente envió un criado a la Corte con las llaves para enseñarme   —126→   todo, pues estaba ya prevenido por el señor Betzky.

Los apartamentos del Palacio no son cosa, mas la situación es bella y comanda una hermosa vista en el golfo; era éste un Palacio del favorito de Pedro, Mentchikov. De aquí pasamos a un pequeño edificio separado que contiene una colección de malas pinturas. Una de ellas que representa el retrato de Carlos XII, de figura entera con su sombrero bajo el brazo y apoyado sobre su espada, es interesante y buena. Este, sospecho, es el más idéntico retrato que existe de este alocado hombre, que estuve considerando largo tiempo. Inmediato y separado también, está un teatro de madª que actualmente componen.

De aquí pasamos a la casa chinesca que llaman, habitación que fue de la actual Emperatriz, cuando era Gran Duquesa y pasaba sus trabajos. En el día está elegante y magníficamente compuesta, y hay piezas en que el mobiliario y adornos son cosas puramente de la China... muy interesantes por esta razón. En el plafón del salón principal están representadas unas nupcias chinescas por un pintor italiano, no mal, y todo el conjunto de este alojamiento está dispuesto con gusto y magnificencia.

De aquí pasamos al Castillo que llaman, una pequeñita fortaleza que Pedro III hizo cuando Gran Duque, para su diversión, en un sitio elevado de dicho jardín. Tiene sus cuarteles para la guarnición y su casa para el gobernador, que era el lugar de sus delicias con su querida. Allí se ven varias pinturas en el género alegre y voluptuoso, y la cama en que durmió el día antes de su deposición. La casa es pequeñísima y el todo anuncia la puerilidad absolutamente.

De aquí bajamos al resbaladero en que se corre con los trineos hechos al propósito, cuyo edificio   —127→   y aparato está hecho con la mayor magnificencia. Hay una columnata por una y otra parte de cerca de una versta, que forma dos larguísimos pórticos y dos larguísimas terrazas, para acomodar más de 15.000 espectadores con su pabellón regio en el medio de la parte superior. Mucho he sentido no haber tenido ocasión de ver esta singular diversión.

De aquí marché por las alturas en busca de la más elevada de todas, que me pareció desde Cronstadi: debía comandar una vista tan vasta como la de Chamiligia, en Constantinopla, y el Almirante Greigh me confirmó en la idea diciéndome que, efectivamente, era la más hermosa vista, acaso, de todo el Imperio ruso. A siete verstas de camino llegué allá y hallé que aún subsiste un jardín imperial que Pedro I hizo formar con designios, sin duda, de hacer allí un palacio que por sus vistas, sería el primero en Europa. Se llama este sitio o montaña, Bronna, y de aquí gocé la más extensa, variada y agradable perspectiva que quiera imaginarse, ya de las embarcaciones que entran y salen en el golfo, ya de Petersburgo, Cronstadt -que parece estar a los pies en un plano-, costa de Finlandia, etc. El jardinero me dio un poco de fruta, leche y pan, con que hice una comida pastoril y agradable. Hay sobre estas alturas dos aldeas cuyas gentes, por hábito, no gustan seguramente de lo que a mí me encantaba.

Con disgusto dejé esta hermosa situación y me volví a Oranienbaum por el camino bajo, inmediato a la orilla del mar, en que se encuentra otro casino pequeño de la Emperatriz, llamado «Mon repos», creo, y la casa del Almirante Greigh que le dio la Emperatriz, y otra, más inmediata a Oranienbaum, de Galovkin, que actualmente habita el señor Raikes, mi conocido. Seguí hasta Peterhof, donde llegué a eso de las 2 p. m.



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ArribaAbajoPeterhof

Las fuentes corrían y todo el Palacio estaba a punto, que me aguardaba desde hace dos días, con toda la librea de la Emperatriz en gran uniforme. Vino el Barón de Witt con excusas de parte del Comandante Dolgoruky por no haberme aguardado respecto que la Emperatriz debla llegar hoy a Zarkoie-Selo y había ido a recibirla, dejando a él encargado de manifestarme todo. Di mil gracias y seguimos por los apartamentos que son muy buenos y ricos. En uno se ve el retrato del desgraciado Pedro III entre varios otros de los soberanos de este Imperio. La función de Tchesmé, combate, asunto de la isla de Lemnos, etc., se ve representado en seis grandes cuadros en otro apartamento. El salón de baile es magnífico y rico.

Después pasamos a los nuevos apartamentos de las tres pequeñas Grandes Duquesas que ha hecho hacer últimamente la Emperatriz, y son bastante cómodos y extensos. Después a la iglesia o capilla que está sobre una ala y se comunica por una terraza. De aquí bajamos a ver los juegos de agua que son estupendos y magníficos, con muchísimas estatuas y una abundancia de aguas que no se encuentra en ningunos otros. Dos gladiadores que se baten con una pistola cada uno, echan por ellas un chorro de agua que se cruza a una gran distancia, y un Sansón, que en medio del tanque desquijara un león, echa por la boca de éste un soberbio chorro que monta nueve sajenes y medio. Cerca hay dos pequeñas logias cubiertas y en la derecha hay una «Caza» que gira como un carrusel y pájaros que cantan y mueven las alas por una máquina hidráulica, y detrás un pequeño estanque donde varios patos de madera dan vueltas y graznan por medio de otra. En la de la izquierda está un órgano.

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De aquí fuimos al Casino, o habitación, que está cerca de la orilla del mar, hecha por Pedro I, que se llama «Mon plaisir». Aquí noté, entre otros, un pequeño cuadro holandés de una débauche, en que nuestro héroe, en su vestido vulgar de Maese Pedro, bebe y hace el amor a su griseta o paisana holandesa... el retrato no puede ser más idéntico. Se ve aquí igualmente la cama y tederos que servían a dicho Soberano, que por todo este ajuar, se ve vivía en la mayor simplicidad posible. Hay una terraza a la orilla del mar y bajo de un árbol grande hay un pavimento en que se pone la mesa para almorzar. Se ve aquí una muy aseada cocina en que la Emperatriz Elizabeth, que gustaba de ejercitarse, hacía cosas de comer.

De aquí pasamos a Marly, que llamaba Pedro I; es un casino construido entre dos grandes estanques, en el cual hay una mesa secreta y una cama que sirvió a dicho Soberano. Echamos varios pedazos de pan que allí me dieron preparados y muchos grandes peces, a quienes llama con una campanilla a la hora de comer el jardinero, acudieron inmediatamente y se lo comieron todo. El jardinero Mayor vino aquí y me trajo, o presentó, frutas del jardín en el modo más civil y atento... escuela de la caballerosidad del señor Betzky.

Seguimos nuestro camino hacia el baño, que es un grandísimo y magnífico tanque, con un pabellón al remate para desnudarse, y circuido de muros, cosa hermosa. Me jugaron algunos scherzos de agua en el jardín de flores de «Mon plaisir» y en un árbol fingido que está en otra parte.

Fuimos de aquí a ver una nueva fuente que ha hecho esta Emperatriz y forma una perfecta pirámide de agua que se eleva y disminuye cuando se abre o cierra la llave del conducto, que es una hermosura y el mejor rasgo de su especie que puede verse. A poca distancia se ven también dos fuentes   —130→   en imitación de las de San Pedro en Roma, hermosísimas, y es lástima que sean ejecutadas en madera. Las estatuas de mármol que forman las fuentes de Adán y Eva desnudos, son de mediano mérito y el conjunto de estos jardines es magnífico y agradable sin disputa, así el Soberano no tuviese otro, que entonces lo cuidaría mejor y lo perfeccionaría.

De aquí pasamos en trusky a la fábrica de pulir y abrillantar piedras de la Emperatriz, que está pegada a dicho jardín, y allí vi los ricos productos de la Siberia en piedras, mármoles, etc. Las máquinas se mueven con bastante facilidad y son sumamente simples. Dijimos adiós al atento director y fuimos al jardín inglés que se está acabando de formar a una versta de éste. El terreno es el más a propósito que quiera buscarse y el jardinero, un hábil inglés, que va formando una gran composición en este género. Estuvimos en una choza figurada, cuyo interior es el más elegante y bello. Vimos por allí excelentes grandísimos pedazos de petrificación que es lástima se traten con poca consideración, y una gruta que están formando está toda incrustada y cubierta de estos... que el señor jardinero no conoce lo que valen, seguramente, y de quien me contó el Barón varias peculiaridades, como de apenas quitarse el sombrero cuando hablaba a la Emperatriz, de no hacer caso de nadie, etc. Si no hubiera estado tan de prisa lo hubiera visitado sin duda.

El Palacio que aquí se construye demuestra sumo gusto en su exterior y va también a la manera inglesa. De aquí nos volvimos, bien fatigados de pasearnos y bien mojados, a casa del Barón que me dio una taza de té y me repitió sus instancias para acompañarme a Strelna, que no está más que a siete verstas. Viendo su modo amable y buena voluntad, acepté, y despidiéndonos de su mujer, que es buena moza, partimos en mi coche. Llegamos allá después de las siete.

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Fuimos primero a una sierra de agua para madera, perteneciente a un particular y de aquí a pie por el jardín al Palacio de Madera de Pedro I, el mejor edificio que fabrica, aunque no es más que una casa regular de campo. Yo la preferiría, sin embargo, para vivir, a todas las demás que llevo dicho y sus apartamentos están muy bien amueblados y todo bien entretenido. La Princesa Daschkov ha vivido aquí últimamente, con permiso de la Emperatriz. Muy cómodo y agradable el interior, y se ve allí aún la mesa en que daba de comer a Embajadores, etc., este Soberano, con la misma sencillez que lo demás.

De aquí pasamos al invernadero o gran invernáculo, en que se guardan muchos y riquísimos árboles frutales. El jardinero Mayor, muy políticamente, me presentó cuatro canastillos que gusté y hallé mejores que ningunos otros. Inmediato observé un grandísimo árbol, muy hermoso y copado, bajo el cual suele merendar la Emperatriz y se han practicado asientos para el efecto. Seguimos a ver el Palacio de Piedra, que está en una bella posición junto al camino real. Este está abandonado y casi arruinado antes que se hubiese siquiera acabado. La arquitectura es buena y las vistas de arriba, hermosas; me dijeron que el arquitecto se había ahorcado cuando el edificio estaba en este estado y así se quedó por superstición. No hay duda que ésta es situación preferible para ello a las demás, de que se infiere que Pedro I se entendía mejor a estas cosas que sus sucesores. Se ve allí el canal comenzado para comunicación por agua con Peterhof, que era como un apéndice de Strelna. En unos apartamentos bajos de este inconcluido edificio, se conservan varios muebles que estaban en el Palacio de Madera, pertenecientes a Pedro I, como son: sillas, cortinas, cornucopias, cama, mesas,   —132→   etc., que todo confirma su sensato y sencillo modo de vivir.

Despidiéndome con mil expresiones de agradecimiento de mi civil y político Barón de Witt, tomé mi coche que hallé lleno de frutas, que sin remedio me hicieron traer y, sin embargo, insistí en compartir con el Barón, que aceptó la mitad. A las once llegué a mi casa fatigadísimo. Tomé té y a la cama.




ArribaAbajoSan Petersburgo

12 de julio. Supe que la Emperatriz había llegado ayer tarde a Zarkoie-Selo, y yo estuve a dar las gracias y a comer con el señor Betzky. El Príncipe Potemkin no ha venido. Después de comer, pasé a visitar a Cobenzl y Ségur, que no estaban en casa, y después a Fitz-Herbert, que tenía mucha compañía a comer y así no entré. Fui a ver si el doctor Rogerson estaba en la suya y no había venido aún. Al retirarme lo encontré en la calle que justamente llegaba y hablamos poco y cariñosamente; lo dejé por discreción.

Me fui a casa del señor Anderson y Moubry, con quienes tomé té y estuve en conversación hasta las nueve, que fui a casa del doctor Guthrie con quien tuve larga conversación literaria. La mujer y una joven francesa nos dieron una disertación sobre el amor, curiosa. Me prestó dicho doctor la obra del señor John Howard -mi conocido de Zante- sobre hospitales y prisiones, que me he puesto a leer con sumo gusto y admiro verdaderamente la paciencia, exactitud y entusiasmo con que este héroe entusiasta de la humanidad ha trabajado en su causa. A casa a medianoche.

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13 (7) de julio. Me hizo advertir el señor Betzky que me aguardaban en la comunidad de las Doncellas Nobles. Me vestí a toda prisa y marché para allá. Llegué a las diez y media y ya me aguardaban. Luego que entré vino a recibirme una directora, la señora Manactina -livonesa, muy bien parecida y dos doncellas de unos 16 años, la señorita Lutavinos y la señorita Política, que hablaban muy bien el francés y me dieron la mano con suma amistad y cariño. En medio de tan buenas guías seguimos, primero a ver el alojamiento de las burguesas, que está con separación, y luego el de las nobles que es más magnífico.

Visitamos todos los dormitorios que son aseados y bien ventilados, aunque mucha gente junta. Luego los refectorios, con sumo aseo, propiedad y sobriedad; beben agua solamente. Luego las cocinas, con sumo aseo también, y no hay una vasija siquiera de cobre; tanto mejor. Luego la ropería, en que, con el mejor orden y por numeración, está toda la ropa blanca en grandes armarios. Luego a la gran sala de baile, etc., que es hermosa. Luego por todas las clases de lenguas, dibujo, geografía, etc. Estuvimos por último en la mayor de la cuarta clase, en que la superiora, señora Lafond, me recibió con suma política, excusándose por no haberme podido acompañar. Aquí noté una buena pequeña colección de libros de historia, geografía, etc., en francés. Pasamos a un cuarto inmediato y allí cantaron y tocaron un poco algunas señoritas que la superiora llamó para el caso. Después fuimos a un gabinete en que se depositan las obras de las discípulas del convento y se notan bastantes buenos rasgos de escribanía, dibujo, obras de marfil, bordados, etc... y me regalaron una cartera muy bien trabajada. Hay también aquí varias máquinas para darles noción de física experimental.

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La superiora, que tiene muy nobles modales, se despidió aquí con excusa de su edad avanzada y me recomendó a mis antiguas guías y seis doncellas más que se unieron a la comitiva, en cuya compañía seguimos a la iglesia que es bonita y después al jardín, donde me regalaron muchas flores, y en una pequeña granja que hay allí tenían preparado un buen almuerzo con leche, frutas, etc., que comimos muy gustosos con aquellas buenas muchachas y algunos maestros del colegio que nos siguieron. Esta granja está montada a la holandesa y con tanto aseo como en Holanda mismo.

Después fuimos a pasearnos en una galería cubierta, que para el propio efecto hay en dicho jardín, con vistas sobre el Neva, y es un muy bello rasgo de arquitectura. Aquí estuvimos un buen rato paseándonos y en tan agradable sociedad con estas muchachas, que no me daba gana de dejarlas. Mas por fin me despedí cerca de las dos p. m., dándoles mi palabra de que volvería a verlas antes de partir. El número de éstas consiste en 250 nobles y 240 burguesas, y el señor Betzky mantiene a sus expensas 40. Por lo que toca al método, regulaciones, etc., véase el sistema completo de educación, en que todo está muy detallado. Y seguramente puede decirse que éste es el más magnífico y bien regulado instituto de su especie en Europa.

El señor Betzky, el fundador y director de todos estos establecimientos, está disgustadísimo en el día, por varias alteraciones que han hecho de sus planes y estar fuera del favor de la Corte, etc. Por la tarde fui a ver campar el Cuerpo de Cadetes de Artillería e Ingenieros que dirige el General Melissino, y está muy bueno, acaso demasiado refinado el vestido.

(Esta jornada se pasó el 7 anterior, miércoles, y no hoy. Por equivocación se puso este día).

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14 de julio. Tuve la falúa del señor Betzky y me fui a las diez a la Fortaleza. Al entrar por la puerta floté dos marcas en la pared sobre una lápida de mármol, que manifiestan hasta qué altitud llegó el agua en las dos últimas inundaciones que ha sufrido esta ciudad. En la primera se levantaron las aguas del Neva 8 pies 5 pulgadas y en la otra, 9 pies 11 pulgadas, según dicha inscripción y nótese que este río aquí no tiene banco o altura ninguna casi en sus orillas. Entramos en la iglesia que es construida en el gusto italiano, obra de Pedro I. Aquí se observan los sepulcros de éste, su mujer Catalina I, Ana y Elizabeth, cubiertos con paños de seda bordados, en el gusto de los de Constantinopla, al modo oriental. En un relicario se enseña una cruz griega de marfil, hecha a torno por Pedro I, que parece gustaba mucho de tornear. Subimos al alto del campanario, que comanda una completa vista de dicha ciudadela y de casi toda la ciudad, sus alrededores, etc.

De aquí fuimos a ver el pequeño bote llamado el «Pequeño Gran Sire» que dio la primera idea de navegación a Pedro I y se conserva aquí, en un cuarto hecho expreso, por memoria. Los cuatro remos, velas, cañoncitos, palos, banderas y aún el gran pabellón de Gran Almirante están allí igualmente, y lo que me pareció particular es que dicho bote está forrado en cobre, como si entonces ya se hubiese conocido esta invención. El oficial de guardia con su propia mano abrió y cerró la puerta, pues sin duda se hace responsable de este tesoro.

De aquí fuimos a ver la Casa de la Moneda, en que su director nos enseñó todo. Primero, todos los cuños de las medallas de Rusia que se han abierto con diferentes motivos. Su número es 107. Otras que se trabajan sobre la historia de Rusia, con la denominación de medallas históricas y son hasta el día, 58; irán hasta el número 1.000. Se ve   —136→   allí igualmente una completa colección de cuños de acero de las monedas corrientes del país. Me enseñó una gran medalla de oro que se acaba de acuñar al suceso del viaje de Su Majestad, donde se ve el país que ha recorrido, ríos, etc., y hasta el Mar Negro, muy bien por cierto. Es una de las mejores que he visto. De aquí pasamos a ver acuñar, cortar, cordonar, etc., varias piezas de moneda por el método ordinario, sin que en las máquinas se observe particularidad alguna. Una hay para acuñar con agua o caballos, que me dijeron era idea de la Emperatriz, mas no se usa porque dicen que no imprime justo y no vale nada. El director me informó que se hacen aquí hasta cinco millones de rublos al año, en oro y plata, y que trabajan 70 hombres diariamente.

Me fui a comer a casa, pues aún no me había vestido, y por la tarde a las cuatro volví a tomar la misma falúa con el ayudante consabido y el mío -el señor Boborov, ayudante de Levachov, que vive en casa y habla francés- y marchamos. Primero a la casilla de Pedro I, que es una casuca de madera, la primera que habitó dicho Emperador aquí y según aquel hombre me informó, era primero una choza de pescadores. En el día está preservada por un techo y pilares exteriores que la incluyen para preservarla, como la casa de Loreto en Italia. Nada hay interiormente, y en la parte exterior, bajo los arcos y techo mencionado, arrimado a esta casa, se observa un mediano bote de madera arruinado que fue construido por el mismo Pedro I. Esta casa está en gran veneración entre las gentes del pueblo y no dudo que en otros tiempos estuviese santificada. Para mí es de más respetuosa memoria que todas las canonizaciones juntas.

De aquí pasamos a los hospitales de Marina y Ejército que están juntos cerca de aquel paraje, obra de Pedro I, y pueden ambos recibir hasta   —137→   1.400 enfermos a 700 cada uno. Vi las salas que están ahora desocupadas y las blanquean, pues aquí hay la buena costumbre de cambiar los enfermos en verano a otro hospital; así se ventilan y limpian éstas, que me parecen bastantes buenas y capaces. Pasamos a los apartamentos o salas de verano que están construidos en un prado circunvecino, separadas unas de otras, de madera y con separación del Ejército y Marina. Me acompañó el cirujano en las primeras, que no me parecieron mal dispuestas y estaban ventiladas, mas no muy aseadas. En las primeras, todos me decían, cuando preguntaba qué enfermedad tenían, franchusqui, que quiere decir francés. El número de enfermos en el día en éste, son 650, sobre los cuales 200 con gálico y 200 escorbúticos.

Pasé a la Marina, cuyas salas me parecieron efectivamente más aseadas y regadas con cogollos de spruce, que mejoran el aire, mas hay demasiados juntos y no sé por qué, pues sobra alojamiento; alguna rapiña, sin duda. El cirujano me informó que sobre 260 enfermos que tenía, 65 eran gálicos y 30 escorbúticos. Hay sus baños bien dispuestos también para los enfermos, mas el terreno es sumamente húmedo y cenagoso. En la parte superior del edificio este, hay una sala de anatomía en que esta ciencia se demuestra a 50 estudiantes para el Ejército y a 30 de la Marina, que a expensas de Su Majestad se instruyen aquí, y además los que quieren concurrir al estudio solamente. El aparato éste no es muy aseado, aunque tienen allí buena colección de instrumentos y preparaciones anatómicas quanto basti.

De aquí seguimos en nuestro bote montando el río, mas viendo que el viento nos era contrario, y largo el camino para llegar hasta la fábrica imperial de porcelana que está a diez verstas, cambiamos de resolución y nos dirigimos al convento   —138→   de San Alejandro Nevsky. En nuestro camino nos divertimos, viendo el suburbio de Ojta, cuyos hombres trabajan en la Marina y las mujeres traen leche a la ciudad; apenas se pueden imaginar casucas más infelices en ningún villorrio. En ver el hermoso palacio del Conde de Bezborodko que cae al río y está muy bien situado. Cuando esto, nos indujo a hablar de la población de Petersburgo, y preguntándole su opinión al ayudante del señor Betzky, que es sabiondo, nos dijo con aire magistral que llegaría seguramente a dos millones por lo menos. Nosotros soltamos la carcajada y él se retractó un poco, aunque no en el todo. Según Epinus, no hay más de 120 a 130 mil almas en Petersburgo, y es increíble la poca gente que se ve por la calle.

Llegamos a dicho monasterio que está justamente al remate de la ciudad, y pasamos por el cementerio en que se observan los sepulcros de muchas familias de la gran distinción aquí, y sus adornos, ya en bronce, ya en mármol, no están destituidos de buen gusto. Uno en gran forma se eleva ahora con magnificencia a la persona de un mercante riquísimo, llamado Zabaquin -esto es, perro- cuya superioridad, sin duda, no será agradable a los boyardos.

Luego entramos en la pequeña baja iglesia en que reposan las cenizas del débil Pedro III, y luego a la que está encima, en que hay un altar todo de plata maciza, que será difícil encontrarle su igual, así por el gusto como por su riqueza, en ninguna otra parte, bien que su ejecución podía ser mejor, cosa magnífica, por cierto, y me estuve allí gran rato considerándolo. Luego pasamos a la iglesia grande que se construye actualmente en el gusto de Italia, y según se puede juzgar, anuncia gusto correcto y magnificencia. Yo monté hasta arriba por si podía ver algo de la gran cúpula que se pinta,   —139→   mas el maderaje es tan espeso que nada se puede juzgar aún; sin embargo, los pequeños adornos que vi me parecieron muy bien. Al jardín, que está abandonado.

Nos volvimos a embarcar y descendimos el río sin encontrar cosa notable y ni aún gentes que se paseen por el agua. ¡Mal haya la alegría de Petersburgo!

Entré en casa del señor Betzky a las nueve, hallé que acababa de llegar de Zarkoie-Selo un poco malo, según me informó la señora Ribas, y que mi amigo Mamonov le había preguntado por mí y recomendándome. Esto me da a entender que no he caído en desgracia, mas ¿cómo comprender la falta de las cartas y no darme respuesta aún? ¡El corrido lo dirá!

En casa, donde tuve una moza rusa; la chapé y se fue. Hoy debutó aquí Madame Huss -que viene de Estocolmo- en la tragedia de Zaire y dicen que muy bien. Yo no la he visto.

15 de julio. Tuve carta del Coronel Benkendorf en que me convidaba a comer al campamento de su regimiento y a ver un ejercicio después. Fui a la hora regular y hallé una mediana asamblea del Cuerpo Diplomático. Se comió more militari, bajo de una tienda y después vino el ejercicio por 800 hombres de su regimiento, que desplegaron, formaron en batalla, hicieron varios fuegos, etc., con mediana destreza, y me parece que éste es uno de los Cuerpos de Infantería más bien disciplinados que he visto aquí en el país -Regimiento de Narva, creo- sin embargo de que tiene sus defectos aún. Me pidió mi opinión y se la di con sinceridad, pues me parece hombre ingenuo y que desea el bien. Hablé mucho con Baillie sobre las tropas prusianas, y es exactamente de mi opinión en cuanto   —140→   a Möellendorf -el Gobernador de Berlín-, disciplina y movimientos de las tropas aquellas, etc.

De aquí vine con el doctor Guthrie a su casa donde tomamos té. Luego fuimos a casa del General Melissino que me enseñó el interior de su Cuerpo de Cadetes y las dos compañías de hijos de soldados, que están ahora alojados muy bien y con mucho orden, por cierto. Las cocinas, sin embargo, podían estar mejores. Los comunes están tal cual, cuyo asunto noto aquí sumamente defectuoso por todas partes. Al Ángelus u oración, cantaron muy bien, y yo quedé convidado para el viernes próximo venir a comer y a visitar las clases.

16 de julio. Tuve una nota de Fitz-Herbert convidándome a comer, y fui por la mañana a visitar a Cobenzl, que me recibió con suma amistad y a quien di una nota para Mamonov, quien, me dijo, le había preguntado por mí, y al Príncipe de Ligne, que estuvieron a visitarme el día anterior. De Ligne quedó de venir a casa de Fitz-Herbert para ir juntos al ejercicio del Cuerpo de Cadetes esta tarde.

Visité a la vieja Rumantzov, que me recibió muy bien, con sus anécdotas de Pedro I, Luis XIV, etc. A las tres fui a casa de Fitz-Herbert donde encontré al Ministro de Venecia, señor de Foscari, hombre sensato e instruido, según me parece. Comimos en compañía del señor Adams -amigo de Fitz-Herbert- y su querida de Londres y después fuimos al Cuerpo de Cadetes donde tuvimos ejercicio, y vino también un joven francés llamado el Conde de Broglie, sobrino del Mariscal, que me parece bastante presuntuoso y frívolo.

Maniobraron los cadetes asistidos de su artillería delante de Anhalt y éste me hizo mil caricias. Este cuerpo está muy bien instruido y cuidado   —141→   por el Barón de Balmen, casado con la hermana de la señora Capuani. Después de distintas maniobras estos jóvenes saltaron sobre el caballete y después corrieron lanzas y dardos en una especie de carrusel, muy paulatinamente. Aquí vi muchísimos conocidos de Kiev, que me hicieron mil caricias.

Con la señora Guthrie me fui a tomar té en su casa, donde tuvimos agradable conversación literaria, y la señorita Golois que está allí, es algo instruida y sociable. A las nueve a casa.

17 de julio. A visitar a las nueve el Colegio de Cadetes de Tierra, con su último director el Conde de Balmen, que me ha acompañado y enseñado todo muy pormenor. Recorrimos clases, dormitorios, refectorios, hospitales, cocinas, etc., que están en muy buen estado. Su número es, conforme al plan de Institución, 600, si no me engaño. ¡Oh, qué vastísimo edificio! Este país anuncia en todo, el cuerpo colosal de su Imperio. Vimos igualmente los apartamentos o gabinete de Mentchikov, el favorito de Pedro I, que están ricamente adornados a la holandesa en el gusto de aquel tiempo, con enlosados por las paredes, etc., y el fundamento de esta casa es el Palacio de dicho Procurador General Mentchikov. Tienen un picadero soberbio, etc.

Concluimos a la una y vine a casa para ir a comer al Club Inglés en el que me introdujo el señor Anderson, inscribiéndome en el libro, según costumbre, y pagando por mí, pues los extranjeros no pagan nada. Esta institución es excelente y muy bien reglamentada, según la describe Coxe. Aquí encontré al Coronel Benkendorf, que me acompañó después de comer al Palacio de Invierno a ver los apartamentos del Gran Duque, que me había dado una orden para ello, y estuvimos con Anderson. Admiramos un grupo de flores, obra a pastel   —142→   de la Gran Duquesa, sumamente bien trabajada, y algunas perspectivas de Hackert, muy buenas, como asimismo varias copias de las mejores composiciones en pintura, bien hechas, una señora del Batoni, en Dresde, etc. Vimos la gran escalera de este palacio, que es inútil porque, siendo inadaptable al clima, es sumamente fría y asimismo, la grandísima sala de Apolo, etc.

A cenar con el señor Betzky, que entre cosas me dijo que en la Fortaleza que teníamos delante se habrían ejecutado, sin exageración, más de 30.000 personas en tiempo de la Emperatriz Ana, por orden de Biron, cuya anécdota me fue confirmada por el Conde Münich, que es hombre de juicio y observación. ¡Qué coloso para resistir semejantes golpes y quedar con vida aún!

Serra-Capriola tiene baile y cena esta noche, me había convidado y yo me excusé.

18 de julio. Según mi nota a Mamonov, marché a las ocho y media de la mañana para Zarkoie-Selo, donde llegué a las diez. Hallé que mi amigo Levachov y todos los cortesanos me recibieron con sumo agrado, pues la Emperatriz había dicho que me convidasen de su parte a comer con ella. El Conde de Bezborodko me convidó a su casa el sábado siguiente y me dijo que el Encargado de Negocios de España había estado a quejarse de una carta que yo le había escrito, y pedir reclamación de mi persona, asegurando que yo había estado al servicio de España, mas que no lo estaba ya actualmente y que se me consideraba allí como una persona peligrosísima al Imperio. Él le respondió que aquí no había ningún cartel con la España y así la petición era infundada. A que respondió que, como el Imperio Español se consideraba en peligro   —143→   y eran buenos amigos, no rehusarían condescender a esta petición.

Bezborodko refirió el mensaje a la Emperatriz que respondió que, si el Imperio Español estaba en peligro por mí, en ninguna parte podría yo estar mejor que en Rusia, pues era estar a la mayor distancia, y que, en cuanto al aprecio que Su Majestad hacía de mí, no era por el rango que yo tenía en España, sino por mis calidades personales que Su Majestad conocía particularmente, y que por ellas me había adquirido su estima y protección5. Y me habló con mucha amistad, creyendo   —144→   que todo esto era forjado por Macanaz, mas yo me persuadía que algo había en el fondo.

Salió Su Majestad para ir a la iglesia y vino derecha a mí: «¡Oh, cuánto me alegro de ver a usted!», me decía, «desde Kiev no nos vemos». «¿Cómo le ha ido de viaje?», etc. Pasé a la iglesia   —145→   y me llamó con la cabeza, diciéndome en secreto que si no sabía lo que el Encargado de España había venido a decir. Que le había dicho a Bezborodko que me informase de todo para que me sirviese de gobierno, y que yo ya veía lo que ella me decía en Kiev, que me guardase de semejantes gentes, etc. Y con un agrado e interés de una madre, a la verdad... ¡Oh, qué noble ánimo!

  —146→  

Al salir de la iglesia, el Conde de Ostermann me presentó a besar la mano a Su Majestad junto con el Barón de Mestmacher, Ministro en Curlandia, y Su Majestad decía por mí: «¿Quién es este caballero que usted me presenta como si no lo conociera? Es mi viejo conocido, antes que ninguno de vuestras mercedes», etc., chanceando. Bariatinski me dijo que me quedase a comer por convite especial de Su Majestad, y Mamonov me dio mil abrazos, informándome de todo, asimismo que Bezborodko, de parte de la Emperatriz, que me dijo había hablado de mí como de la persona más de su estimación. Excusó al Príncipe Potemkin de que no me hubiese enviado las cartas que Bezborodko le había entregado para mí y que se alegraba, porque así se compondría todo más a mi favor, etc. Su Majestad me habló después de qué me había parecido Moscú, Zarkoie-Selo, etc., y que era menester que viese sus apartamentos interiores. Hizo llamar a Mamonov y le dijo que me manifestase todo.

Efectivamente entramos y retorné a ver la gran sala incrustada de lapislázuli, madreperlas, acaso la más rica del mundo todo, y los otros cuartos a la turca, chinesca, romana, etc., observando con sumo gusto el número de libros y papeles que a la mano tenía Su Majestad, como señales infalibles del estudio y trabajo en que dignísimamente está ocupado este gran Soberano en la conservación y alivio de sus vasallos y del Imperio, cosa rarísima de encontrarse. Pasamos luego al baño, cuyos ricos apartamentos en el gusto antiguo, están dispuestos con más gusto aún que los antecedentes. A la gran columnata dispuesta asimismo por el arquitecto inglés Cameron, del orden Jónico, de Erectea, en madera, y merecería ser ejecutado en mármol, según su magnificencia.

Se le presentaron en este intermedio los oficiales enviados por el Rey de Suecia a cumplimentar   —147→   a Su Majestad, el Barón de Cedeström, Gran Maître de la Cour de Estocolmo, y otro oficial, señor... Me preguntó qué me parecían dichos apartamentos, etc., y asimismo le pregunté por qué Su Majestad no edificaba su Palacio en la montaña des Moineaux en Moscú, a que me respondió que porque no quería sufrir las basuras y humo de la ciudad que venían sobre aquel paraje, etc. Hablamos largo rato y luego fuimos a comer en una mesa de 130 cubiertos, creo, pues hasta este día no se permitió venir a la nobleza del país a cumplimentar a Su Majestad, que no recibe aquí ningún extranjero sin su permiso, ni ninguno de sus súbditos sino los que tienen negocio directo o son sus más íntimos. El Gran Duque y Duquesa me hablaron también con algún cariño.

Después de comer fuimos Sprengtporten y Cedeström a dar un paseo al jardín, que deleita cada vez más, y los puentes de hierro, que en imitación de los de Inglaterra se construyen, son hermosísimos por la gracia, ligereza y solidez que reúnen al mismo tiempo. El pabellón o kiosco turco es magnífico y muy bien imitado, cuyo rasgo, al lado de los demás, hace ver el mérito distinguido que en ciertas cosas merece la arquitectura turca.

Vinimos a Palacio e hicimos visita a la señora Narischkin, la Copero Mayor, que es mi buena amiga. Después fui para hacer mi corte al Gran Duque, mas era tarde, creo, y así sólo me detuve en los apartamentos de afuera viendo en el cuarto de las pinturas los dos cuadros de la batalla de Poltava, y en el de ámbar, los famosos adornos de este género que cubren todas sus murallas, regalo magnífico de un rey de Prusia. Por equivocación tomé hacia los apartamentos de los Grandes Duques, que justamente salían; se sonrieron y me saludaron. Fui después a la Emperatriz, que salió a las seis, en negligé de campaña. Me habló del jardín y   —148→   se puso a jugar con los Grandes Duques, la señora Narischkin, Ostermann, etc. Yo hablé con Bruce, Mamonov, etc. y me retiré después viendo que nadie se había quedado sino los de confianza, aunque estaba muy bien recibido.

Me vine a Petersburgo donde llegué a eso de las ocho a casa de Betzky, donde la señora Ribas me dijo que algunos cortesanos habían ya criticado el que la Emperatriz los había recibido secamente, y que sólo había afectado hablar mucho con el español Miranda. Cenamos en buena sociedad y siempre con la luz del día, pues casi no hace noche absolutamente. Münich siempre interesante.

19 de julio. Estuve en casa de Cobenzl, a quien conté mis asuntos, viéndole darme tantos testimonios y expresiones de amistad; vio mi carta a Macanaz y halló que todo estaba muy bien, excepto un poco fuerte, según su parecer. Me aconsejó como amigo y me convidó a comer para el día siguiente.

Fui a comer con la señora Ribas y Betzky en su agradable hortus-pensilis y casa hermosa, en cuya sociedad me instruyo y divierto sumamente. Después de comer fui a ver la familia del Caballerizo Mayor, Narischkin, que está ya en su casa de campo, nuevamente llegada. Encontré la señora en la puerta para salir a dar un paseo en línea y la acompañé con su cuarta hija, la señorita Marie y la mujer del hijo mayor que estaban a caballo. Nos paseamos hasta cerca de las puertas de la ciudad y a las siete volvimos a casa. La señorita de mi compañera me acompañó sola a ver todo el jardín que es bastante bien ordenado y con muchos pequeños edificios de adorno y comodidad. Está en mejor terreno que el del hermano. La señorita Marie me enseñó los apartamentos de dormir, nosotros solos, en la mayor confianza, cuya sencillez anuncia   —149→   la pureza de las costumbres, y después vino el padre, que me acarició como amigo antiguo. Tuvimos sociedad y a las diez cenamos en su modo hospitalario y magnífico, hasta las once y media que me retiré.

20 de julio. Temprano salí con el ayudante de Levachov y fuimos al hospital de la ciudad, llamado de Catalina. Está hecho nuevamente y muy bien dispuesto. Visitamos primero el apartamento en que están los locos, hombres en un rango y mujeres en el otro, con las celdas muy bien dispuestas y con comodidad, aseo y seguridad. Había 14 hombres y 8 mujeres solamente. Luego pasamos a las salas de enfermos, que encontramos bastante aseadas y con aire puro, resultado de no poner demasiados en una sola pieza, y cuando las otras piezas que están al concluirse, estén acabadas, estarán aún mucho mejor. Actualmente hay 200 enfermos -33 son mujeres- de los cuales 16 tienen gálico.

La enfermedad predominante es escorbuto, y la asistencia es por mujeres, que veo es incomparablemente mejor que por hombres y no resultan los desórdenes que se creía. Estas sirvientes tienen sus buenos alojamientos allí mismo, cada una cuida un cierto número de enfermos para quienes ella misma prepara la comida en su cocina particular, y así me parece que él todo va mejor aquí. Concluidas las otras piezas habrá alojamiento para 300 personas y cualquiera que quiere enviar allí un criado enfermo, se le asiste de la misma manera pagando 4 rublos al mes. Esta es una de las mejores instituciones de su especie que pueden verse en el mundo, que caracteriza en parte la humanidad y sabiduría de la Emperatriz.

De aquí pasamos paseando el hermosísimo y más magnífico Canal de la Fontanka, a ver las   —150→   iglesias de los Marineros -que es la más hermosa- para invierno y verano, inclinando al gusto de la arquitectura italiana; la de Preobrajenski, la de... y luego vinimos a la Bastilla, prisión nueva que la Emperatriz ha hecho construir a imitación de dicha fortaleza, para seguridad y comodidad de los presos, y no hay duda que está hecha con inteligencia y magnificencia. Aún no está habitada por nadie y se dice que la vecindad del Teatro Principal hará tal vez que no se emplee.

De aquí pasamos a éste que llaman el Teatro de Piedra y está magníficamente construido por los principios del señor N... en forma elíptica. Su tamaño, distribución y proporciones me parecen muy bien, mas no he tenido ocasión de ver representar en él, pues actualmente se representa en el de madera, que es más pequeño. A las dos fui a comer con Cobenzl, donde había algunos extranjeros, el Coronel Baillie entre ellos, con quienes tuvimos muy buena sociedad, y después me habló Cobenzl de mis asuntos, con interés y amistad al parecer. Hoy escribí a Mamonov indicándole mi alojamiento y manifestándole mi agradecimiento por los favores y honras de Su Majestad.

*  *  *

Por la tarde estuve a ver, mediante un recado de Betzky, la Casa de Niños Expósitos, que está muy bien dirigida y dispuesta según el Plan de Moscú. Hay actualmente como 550 niños, que los de pecho los dan a criar al campo, que es lo mejor. Las escuelas, dormitorios, hospital, cocinas, refectorio, etc., con aseo y buen orden. Tienen su jardín para pasearse y jugar y su baño ruso para lavarse, que es cosa muy buena. También la escuela en que aprenden a partear quince muchachas del propio   —151→   Colegio de Moscú, y se les demuestra por un joven cirujano francés en una figura de cuero y madera que no puede ser más al vivo, cosa singular por cierto, mas que en la práctica no se tocan los inconvenientes que aparecen a primera vista. Una que sirve actualmente, de dicha escuela, es sumamente hábil.

Luego estuvimos a ver al subinspector, el señor Kirsbure, en sus buenísimos apartamentos, quien nos acompañó a ver el Lombard o Monte de Piedad, que está en la misma casa, en beneficio de dichos niños, bajo la dirección igualmente del señor Betzky, que me informa es, sobre pie, más equitativo que en ninguna otra parte. Él mismo me ha informado que en el espacio de 25 años se han recibido en Moscú -y aquí después de 5- el número de 37.600 niños expósitos. Véase aquí qué pérdida para el Estado y qué inhumanidad producen las leyes absurdas e injustas. Vi asimismo los muy buenos apartamentos que están preparados para recibir secretamente las gentes decentes que se acogen a esta institución para proteger la humanidad y la naturaleza. Muy buena cosa, por cierto. Este edificio es en su arquitectura, excelente, acaso el segundo después de la Academia de las Artes en Petersburgo. Muy bello por cierto.

Luego a casa de Betzky, a quien felicité en nombre de la nación rusa, y de quien supe que mantiene a sus expensas hasta 60 jóvenes -20 en la Academia de las Artes, 20 en la Comunidad de las Doncellas Nobles y 20 en el Cuerpo de Cadetes- que le cuestan 12.000 rublos anuales, y son marcados o distinguidos por un collarín verde los hombres y una cinta verde las mujeres. Ejemplo de patriotismo admirable y de que se han visto muy pocas imitaciones. Lo más particular es que este ciudadano no recibe ni ha recibido sueldo alguno por ningún empleo de los que ha ejercido.   —152→   Tiene 8.000 rublos de pensión solamente, a los que añade 4.000 de suyo todos los años, y con esto mantiene los 60 individuos que llevo mencionados. A las once a casa.

21 de julio. Estuve a ver el famoso globo de Gottorp, mas no encontrando nadie que me abriese, me informé y hallé efectivamente que el que lo compone se ha ido a Alemania y llevado consigo la llave. De aquí partí a comer con Narischkin, el Caballerizo Mayor, a su casa de campo, siete verstas de aquí, quienes me recibieron con suma amistad y comimos en familia.

Después, a eso de las cuatro, partí para ver el Palacio de Tchesmé o Kiriky, que llaman, y está sobre la ruta de Zarkoie-Selo, a siete verstas de Petersburgo. Este edificio está hecho en forma triangular, con una torre redonda en cada ángulo y en el gusto gótico enteramente, mas sus adornos no tienen la elegancia ni pureza de este estilo. La iglesia es mucho mejor por el mismo gusto y aunque pequeña, es un buen rasgo. Este Palacio contiene los retratos de cuerpo entero de los soberanos de Europa, contemporáneos de la Emperatriz: el Rey y familia -esto es, Príncipe y Princesa de Asturias- de España. Bien parecidos, están junto con el Papa Clemente XIV, en un apartamento. En otro, la de Prusia, y Federico está retratado en vestido de terciopelo negro. ¡Qué feo es el Príncipe Herminio, su hermano!

Muy pocos de los retratos están bien pintados aunque los marcos son riquísimos. La familia de Portugal es de los mejores, aunque los más feos de persona. Aquí me estuve paseando y considerando estas gentes soberanas largo rato, y contemplando en manos de quien está la felicidad y la vida del género humano. Y al cabo de dos horas   —153→   me subí arriba de un belvedere que hay en el techo con un excelente telescopio, de donde estuve considerando algunas buenas vistas que por aquel país, llano y montañoso, se descubren desde allí sin embargo.

Luego me volví a la ciudad y pasando por delante de la señora de Salohoupe, que estaba en su ventana, entré a hacerle una visita, la cual me recibió con sumo agrado y amistad, enseñándome toda su casa, etc. Me convidó a cenar y convinimos en ir a dar un paseo en el ínterin al Jardín de Verano que llaman, con sus primas las señoritas Apraxin. Fuimos allá y al entrar encontré a Gayangos que me habló, y Macanaz que, embarazado, se quitó el sombrero e hizo su reverencia sin querer. Encontramos a De Ligne con la condesa Mariuci, en cuya compañía tomamos en una tienda que hay allí, helados, y volvimos a su casa, donde tuvimos un petit souper, como en París, con Broglie que vino y me dijo que la Princesa Bariatinski deseaba tanto conocerme y otras damas actualmente en el campo, etc. Hubo frivolidades y pasatiempo con risas, etc., hasta las dos de la mañana que nos retiramos a casa. Mas habiendo por casualidad hablado de S. Jorge que toca el violín y juega al florete como nadie, se hizo mención del famoso violín Jarnowick, que está aquí y De Ligne nos ofreció hacerlo tocar en su cuarto para que lo oyésemos por la mañana.

22 de julio. Temprano en casa De Ligne, donde encontré ya a Jarnowick, que sin hacerse rogar nos hizo el gusto de tocar varias cosas con bastante destreza y tal cual gusto. Mas como faltaba el acompañamiento, no pude concebir su gran ejecución y manera; me pareció, sin embargo, amanerado y bufón en su expresión, si no me engaño.

  —154→  

Vino Broglie que me propuso ir juntos a Gatchina, mas yo quería partir temprano por ser día de la Gran Duquesa. De Ligne me proponía quedar a tomar un bocado, mas yo, por delicadeza, pasé a preguntar a Cobenzl que me dijo que con mucho gusto, mas que Ségur venía y que no sabía si gustaría, etc. Con que así le dije que nada importaba y me fui a comer con Betzky.

A las tres y media partí y llegué allá a las cinco y cuarto. Sólo encontré a Fitz-Herbert en dominó y a su secretario Fraser... Aquél me recibió con amistad y me convidó a comer mañana. Comenzó a venir gente y llegó Cobenzl, D'Horta, Serra-Capriola, etc., que me hablaron; mas Ségur, muy serio, y yo sin hacerle caso alguno. Salió el Gran Duque y Duquesa, que no me hablaron como al ordinario, y noté alguna novedad en el semblante de varias gentes, naturalmente provenientes de las voces que los desafectos habían hecho circular. Me paseé por el jardín con Apraxin, sin acompañar al Gran Duque, como lo había hecho en otras ocasiones. Encontré a Fitz-Herbert que se paseaba solo y le dije, que aunque le había prometido el ir a comer, que tal vez Ségur se retiraría, según lo que me acababa de ocurrir con Cobenzl, que me había asegurado que nada tenía que hacer con la Casa de Borbón, y que así les dejaría en su paz y quietud. «No, -me respondió-, venga usted y aunque el otro no aparezca, usted es siempre dueño de hacer como gustase, y yo no tengo el menor reparo». Yo, sin embargo, preferí comer con Melissino, a quien lo había ofrecido de antemano. Estuve allí hasta las nueve, hora de cenar, que comenzó la iluminación como en la fiesta anterior, y yo partí solo a Petersburgo. No había mucha gente y supe después por Apraxin, que la Gran Duquesa había preguntado si yo no había venido y dónde estaba. ¡Qué bellísimo efecto hace el camino de   —155→   Zarkoie-Selo iluminado por dos líneas paralelas y rectas!

23 de julio. A las diez estuve en casa de Melissino, en Vaministrov, quien ya me aguardaba para hacerme ver su Instituto de Cadetes, cuyos dormitorios, refectorios y demás, había ya visto anteriormente. Pasamos a las diferentes clases y una por una fuimos viéndolas todas conformemente a las listas adjuntas, que allí mismo me presentó el maestro director de estudios que parece hombre bastante hábil aunque un gran pedante. Modelos de fortificación, de artillería y cuanto es necesario para una institución de estos dos ramos, tienen con abundancia, bien que me parece el plan demasiado subdividido y complicado, como se ve en la instrucción adjunta, que también me dio el mismo General Melissino a quien he debido mil atenciones.

Después de tres horas de fatiga fuimos a comer en un pabellón del jardín donde tuvimos una mesa abundante y delicada, y comieron con nosotros los maestros, director, etc., quienes me informaron, entre otras cosas, que el establecimiento consiste en 400 niños nobles y 150 hijos de soldados, para cuya educación y mantenimiento en un todo, se dan por la Emperatriz 135.158 rublos anuales, cuya suma es muy suficiente. Que hay además 41 supernumerarios quienes pagan 150 rublos por año, además de sus informes, y gozan de las mismas ventajas de los otros.

Después tuvimos un ejercicio que en mi obsequio hizo una compañía de Granaderos y luego otra de Cazadores, muy bien por cierto, y con la más refinada atención y cortesía sus oficiales, etc., a quienes di mil gracias por todo y ciertamente que en cuanto al buen orden, aseo y mantenimiento, no puede darse mejor en un cuerpo semejante.

  —156→  

Un contraste se presenta justamente en otra institución de la misma especie que está pegada, establecida hace once años para los griegos del Archipiélago, que consiste en 200 plazas con 42.000 rublos anuales para su mantenimiento. Estuvimos a visitarlos igualmente, mas ¡qué porquería, desorden y abandono no encontramos! Lástima que las dos instituciones no estén unidas o al menos bajo la misma dirección, ínterin no se mueven, como se dice, a la Táuride... y me es mucho más sensible por estar a cargo del Príncipe, a quien engaña algún bribón en quien tiene puesta confianza.

A las siete me fui a cenar con Betzky y la señora Ribas a quienes conté el gusto en que había pasado todo el día, y tuve sociedad hasta las once. Me contó, y asimismo Münich, que Cobenzl, acabado de llegar, representó en una comedia francesa, delante de los Grandes Duques y demás, en el carácter de valet o criado, a quien se dieron sus buenos palos en el teatro, a la vista de todos los espectadores. ¡Qué dignidad de Embajador! De aquí el dicho que es el embajador de cómicos y el cómico de embajadores. Cosas singulares, por cierto.

24 de julio. Me estuve leyendo y luego fui a comer con el Conde de Bezborodko que tuvo gran convite y todo el Cuerpo Diplomático en su casa. Luego que llegué, me tomó aparte en su gabinete y me contó muy pormenor lo pasado con Macanaz, la respuesta de la Emperatriz y lo que Su Majestad se interesaba por mí, pues veía cuán fundados eran mis recelos en Kiev, y que estaba dispuesta a darme cuanta protección y asistencia me fuese necesaria, etc. Salimos después y ya encontramos al Conde de Ostermann y todo el Cuerpo Diplomático que aguardaba. No quedaron Ségur y los otros   —157→   poco sorprendidos de verme salir con el Ministro, igualmente que Macanaz y Gayangos... Hablamos por aquí y por allí, y Ségur, como para hacer una reparación a su mal modo de proceder, vino hacia mí y me hizo una profunda reverencia sin hablar palabra; yo, sin alteración ni contestar, me volví y me fui hacia otra parte. Wielhorsky -acabado de llegar, que estuvo ayer a verme con suma amistad- fue presentado, después de comer, por su Ministro Déboli al Conde de Bezborodko, y yo me retiré.

Fui a casa de Anderson que no estaba en casa y el señor Moubry, su compañero, me entregó un paquete del Almirante Greigh que contiene el plan de la acción de Tchesmé que me había ofrecido. Tomé té en su compañía y fui después a casa de la señora Guthrie, donde cené y tuve larga conversación con el señor Bilan, abogado parisino, que está en este país hace largo tiempo con el fin de practicar la reforma judiciaria, etc., según las nuevas instituciones de la Emperatriz, y me informó de los innumerables abusos, ignorancia y falta de sistema en que se conduce aún este ramo principal de la salud y felicidad pública, la mala fe que reina en el comercio de sus resultas, etc., etc. A casa a la una.

25 de julio. En casa leyendo la obra de Howard, sobre prisiones y hospitales, que anuncia efectivamente su humanidad y originalidad en esta especie y que seguramente producirá utilidad al género humano más o menos. También los viajes del señor Coxe, cuya exactitud e información en los asuntos del país, sus revoluciones, etc., es sorprendente.

Por la tarde estuve con mi amigo el Coronel Levachov en el teatro por la primera vez. Dieron una traducción francesa en ruso de una pequeña pieza, cuyo nombre no me acuerdo. Los actores y   —158→   actrices, excepto un valet, no son cosa, y asimismo el baile. Aquí en este teatro, que es el de madera, que llaman, se representa comedia rusa el domingo y el jueves espectáculo francés, que son las diversiones públicas que ahora hay. Los actores afectan la manera francesa, no sólo en su vestido, mas también en la acción y en la expresión, que es lo peor que podían hacer, mas la maldita influencia va por todo.

De aquí fuimos al jardín de verano, que es el paseo público y encontramos poquísima gente, entre ella la señora Guthrie y la señora Go... a, a quien hice mis excusas por haber faltado a su cita con el marido para ir a ver al profesor Pallas esta tarde. Siempre veo poca gente, de donde infiero que la población de la ciudad no es tan crecida como comúnmente se cree y que Epinus no exagera cuando dice que no va más allá de 130.000 personas.

Luego a cenar con Betzky y la señora Ribas, que es un espíritu original y me pinta a Diderot en términos curiosos: «La morale, Madame, point de religion. Elle (la morale) se trouve dans l'Encyclopédie!».

26 de julio. Leyendo por la mañana y por la tarde salí a pie para pasear los hermosos muelles de granito que bordean los canales de la Fontanka, de Catalina, etc., y observé los hermosos palacios del Mariscal Razumovski, Orlov y Tchernichev que están inmediatos a mi alojamiento que cae igualmente sobre el pequeño Morskoi.

Luego fui al Palacio de Verano, que llaman, construido por la Emperatriz Ana, de madera, en el cual me aguardaban ya el ayudante y demás para enseñármelo todo, igualmente que el jardín privado de la Emperatriz, por orden de mi amigo   —159→   Betzky. La gran sala de recibimiento y la de comer o de bailes, son graciosas y de buena proporción. Los adornos, del gusto del tiempo en que fue construido, verde y oro. Sin embargo, tiene un aire alegre y campestre y la Corte brilla en un día de gala.

Después di una vista a la casa de Pedro I, que está en el propio jardín, y realmente es un contraste a las que sus sucesores han construido después. Luego a cenar con Betzky y Münich, que siempre me instruyen en alguna cosa relativa a este Imperio y sus revoluciones.

27 de julio. Leyendo por la mañana y por la tarde vino el señor N... natural de Pistoya, en Toscana, que vino aquí por orden de Orlov y está actualmente en el Lombard y disgustado del país. Fuimos a pasear los canales y la ciudad. Vimos algunas iglesias griegas, que todas se parecen, y después estuvimos en la Católica, Apostólica y Romana, que es de buena arquitectura italiana y bastante buen edificio el todo. Luego al Mercado que está inmediato, y es un vastísimo edificio donde se reúnen todas las tiendas de la ciudad, al modo de los bazares de Asia y del bezistin de Constantinopla. Tiene dos pórticos abajo y dos encima, que corren por todo el paralelogramo que es vastísimo, con su gran patio en medio, a modo de un han. Después fuimos a las tiendas de libros rusos y después a las de los plateros que están separadas de las antecedentes y son poquísima cosa.

A cenar con Betzky y Münich, y a las diez me fui a ver una muchacha de 15 años con quien dormí, mas la cama era tan maldita que tomé un resfriado y cuando volví a casa por la mañana, sentí dolores de reumatismo en la espalda. Le di cinco rublos y quedó contenta.

  —160→  

28 de julio. El dolor de la espalda no me deja escribir y así tuve que ponerme en cama leyendo el Diario Sentimental, de Sterne, que me perfecciona siempre, o corrige, al menos, mi corazón. Vino Benkendorf a hacerme una visita y convidarme para ver su regimiento otra tarde que hiciese buen tiempo, cosa rarísima aquí. Por la tarde, finalmente pude ponerme a escribir mi diario, que está retardadísimo.

29, 30 y 31 de julio. Escribiendo todo el día hasta medianoche, a razón de siete u ocho pliegos por día, y no he visto un alma por mis puertas, ni Bezborodko me ha enviado las cartas y Letras de Cambio que me ofreció.

Malditos sean los criados. El último que he tomado, y no es borracho, es un glotón del demonio, que enferma a cada instante y me deja solo sin que haya uno en la casa que me entienda. ¡Qué desventaja para un viajante que no sabe la lengua del país! Me desespero a veces y me doy al diantre.

1º de agosto. Mi amigo Levachov ha ido a Zarkoie-Selo para despedirse y asimismo el señor Fitz-Herbert, que besaron la mano a la Emperatriz, pues éste se marcha para Inglaterra. Wielhorsky estuvo a ser presentado, según me contó, y hasta la noche que vinieron a Petersburgo no comieron, porque nadie los convidó, y ellos no quisieron ponerse a la mesa con criados, etc., en la posada.

2 de agosto. Tuve un coche con cuatro caballos en 38 rublos por semana, y fui a visitar al señor Anderson   —161→   que me convidó a comer, mas no me quedé. Fui a visitar la Condesa de Galovkin, que me recibió como buen amigo, y después a la de Rumantzov, con quien tuve mi larga conversación.

A comer con Betzky y después de las tres y media marché a Zarkoie-Selo donde llegué a las cinco. Fui a casa de Bezborodko y me hizo decir que estaba enfermo y no me podía recibir, lo que me dio mala espina. Luego a hacer una visita a la Copero Mayor, señora Narischkin, que me recibió en fino amigo y me aconsejó fuese a hablar a Mamonov, que tal vez estaría aun en su cuarto. Fui, y no hallándolo allí le escribí una nota, deseando poderlo ver para hablarle de mis asuntos. Y tristemente tomé mi coche y me volví a Petersburgo envuelto en mis pensamientos tristes, así de mi suerte como de la situación en que me hallo, falsedad de los hombres y principalmente de cortesanos, etc. Mas con esperanza siempre en la constancia y magnanimidad de la Emperatriz, que es el único recurso que me queda en el día, para no ser la víctima de la política gala y de la crueldad española. Con estos tristes pensamientos me fui a la cama, donde pasé una noche triste y melancólica.

3 de agosto. Por la mañana fui a casa del Ministro Tooke, inglés, que me recibió con mucho agrado. Hablamos literatura, reflexionando los adelantos de Alemania después de poco tiempo a esta parte. Dimos un paseo por el muelle admirando la hermosa calle de la Línea Inglesa y un puente que se acaba de construir en ella, el cual se levanta por medio de graves pesos que están construidos en cuatro grandísimos pilares cuadrados de granito de un solo bloque, que se mantienen por su gravedad, como los obeliscos de Roma y son obra prodigiosa del industrioso e ingenioso mujik ruso.

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La Academia de Ciencias que se presenta enfrente, del otro lado del Neva, es hermosísimo edificio, y finalmente llegamos al extremo donde está la famosa estatua de Pedro I, hecha por Falconet, «Pedro I-Catalina II». Obra magnífica seguramente, mas con graves defectos: el perfil derecho de la estatua presenta un aire tieso y afectado en el héroe, que choca, y aún la postura de la mano derecha es afectada. Su tamaño es como dos veces natural. El caballo es excelente, la cola excepto, que parece de lana. Mas lo que es imperdonable, es la mutilación de la enorme y hermosa piedra que sirve de base, cuya magnitud era de una tercera parte mayor de lo que aparece actualmente, y si se le quitan los pedazos añadidos, de una mitad más grande... ¡qué lástima, pues hubiera hecho un conjunto magnífico y soberbio! Los celos del autor, se dice, fueron la causa y si se considera la figura ridícula, como de un sapo, que le ha dado a dicho pedestal, tienta a creerlo. Este Ministro me comunicó infinitas anécdotas de Falconet, a quien conoció y trató mucho.

Luego a la Iglesia Inglesa que es pequeña, mas muy aseada y bonita. Me dijo que la congregación sería de 200 personas solamente y se preparaba para el entierro esta tarde del Cónsul inglés, señor... que murió ayer. Pasamos a la librería que contiene una bonita colección de libros ingleses, formada por suscripción de las damas inglesas de Petersburgo. Me dio el catálogo que llegará como a 2.000 volúmenes. El que está encargado de ella, señor Howel, creo, es un original. Este políticamente me ofreció cuantos libros gustase y tomé algunos que llevé a casa.

De aquí, con el mismo Howel, que es también corredor, pasé a la Bolsa o Exchange, donde se juntan todos los comerciantes desde las doce a las dos de la tarde. Este es un lúgubre y mal edificio, mas las gentes se tienen fuera ínterin no llueve. Allí encontré varios amigos ingleses y en   —163→   otros noté el efecto de los informes de Colombi. Se ve aquí lo crecido del comercio de Petersburgo y cuán bien situado, sin embargo, está este paraje para ello. Estuve con el señor Anderson a ver los almacenes que están en forma de «han» y noté que los pasajeros estaban sentados encima de sus baúles, por no dejarlos solos hasta que se hiciese la visita y llevárselos. Y asimismo, varios hombres que dormían encima de otras cajas de mercancías pertenecientes a los comerciantes, que prueba el riesgo de que los roben en la aduana misma.

De aquí tomamos el coche, pues todo el mundo de algún carácter en el comercio, viene en coche por la distancia y mal piso cenagoso en que está situado este paraje particularmente. Vine a comer con el señor Anderson y Moubry, y después tomamos té y quedamos en larga conversación hasta las nueve. Le pedí -pues Bezborodko no me acaba de enviar la Letra de Cambio prometida- porque se ha manifestado muy amigo, 300 rublos prestados hasta la semana entrante, y se me ha excusado.

Me fui a cenar con el señor Guthrie, quien igualmente que su señora se me han declarado interesados por mí en las voces que mis enemigos hacen correr, me han ofrecido su amistad y realmente me es de sumo alivio tener alguien con quien hablar y que me informe al menos de las voces públicas y de los pasos del adversario. Con este consuelo me retiré a casa a la una, después de cenar.

4 de agosto. Temprano volví a la librería inglesa, en busca del Political Herald6 o algún extracto para   —164→   buscar aquel párrafo que leí en Berlín y probablemente da fundamento a esta persecución, mas   —165→   no lo pude encontrar. Me fui a comer con Betzky y la señora Ribas, con quienes estuvimos en sociedad agradable.

Después me fui a ver la manufactura de tapices en imitación de la de Gobelinos, en Francia, y ciertamente que es bien adelantada, pues sólo artistas rusos trabajan en ella. La fundación es de Pedro I y cuesta 19.500 rublos por año. Mantiene 125 obreros y me enseñaron 27 cuadros perfectamente trabajados con sus marcos, de una colección de 40, que Su Majestad había ordenado para Lanskoi, y que sin embargo se continúa... cosa magnifica por cierto. Los asuntos principales son de caza, pastoral, amores, mitología, etc., bien escogidos de la colección del Ermitage. Se hacen también varios retratos de soberanos y el de la Emperatriz, muy bien. Y si los trabajadores supiesen la corrección del dibujo, nada habría que desear, pues colorido y trabajo son excelentes. Observé que hay dos modos de trabajar la tela: uno, perpendicular y otro, horizontal; siempre se trabaja por el revés. El edificio no puede ser mejor para el caso, grande, aseado, bien caliente, cómodo y claro.

De aquí pasé al Casino o Pequeño Palacio del Gran Duque, en Kaminiostrov, que es donde da sus bailes y mascaradas en invierno. Está adornado con buen gusto y hay allí una colección de pinturas en que se descubren algunos paisajes de mérito y algunas buenas copias. Los adornos de la sala de compañía en escultura de madera, doradas, son excelentes y del mejor gusto que he visto en este género de trabajo... festones y guirnaldas de flores que corren por el sofá y en dos grandes candelabros, son de una ligereza e imitación inimitable. De aquí examiné la iglesia que está inmediata y es bonitilla, con algunos cuadros a la italiana.

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Luego pasé a un alojamiento o cuartel que hay inmediato para marineros inválidos, mas hallé que estos están actualmente cerca de Gatchina en los alojamientos que yo he visto, y que aquí no hay más que gentes de la familia del Gran Duque. El jardín este no es cosa, mas la situación es deliciosísima y las villas de Strogonof y otras están vecinas. Vi aún unos pequeños apartamentos que están construidos cerca de los invernaderos, con buena idea para almorzar y comer en el invierno, por variación.

Luego a casa de mi amigo el doctor Guthrie, con quien tomé té y cenamos. La señora es amabilísima. A la una, a casa, donde encontré un billete de visita del Príncipe de Ligne que ha llegado de Zarkoie-Selo... no es mal agüero.

5 de agosto. En casa del doctor Rogerson, que es amigo, y a quien conté la persecución y se interesó como amigo. Después a casa del señor Fitz-Herbert, que supe deseaba verme y que era verdadero amigo, quien me recibió como tal. Vio la carta que yo había escrito a Macanaz y me dijo que ellos no la representaban fielmente, pues a él se la habían hecho ver alterando mi expresión de «inferiores» por la de mujiks o «lacayos», mas que aún así le había parecido bien. Y que me aconsejaba dar copias a Bezborodko y Mamonov, pues a él le parecía que nada absolutamente había en esto de impropio, sino muy conforme en todo a mi dignidad, y que en la conducta de Ségur no veía otra cosa más que tener miedo aun de su propia sombra, conduciéndose como niños. Y se me ofreció como verdadero amigo para cualquier cosa que pudiera ofrecérseme, o en Inglaterra. Confieso que este alivio en medio de tanto enemigo y circunstancias   —167→   de extranjero sin amigos, etc., me fue de mucho consuelo.

De aquí me fui a ver la Iglesia de los Armenios, sobre la gran perspectiva, que es bonita y de muy buena arquitectura; vimos vasos, ornamentos, etc. Di aún una vuelta al mercado y entré en las tiendas de peletería que contienen las mejores y más ricas del mundo, donde vi algunas pellizas de 8 y 10.000 rublos de valor. De aquí descendí al palacio que está enfrente, edificado por la Emperatriz Ana, que se llama Anitsky-Dvor -Palacio de Ana- y fue últimamente del Príncipe Potemkin, que lo ha vendido a no sé quien. Hay en él una vasta columnata hecha por el Príncipe, que anuncia magnificencia, mas no tiene proporción ni gusto. Esta se dice que dio origen a la de su magnífica casa de Guardias a Caballo.

A las tres fui a comer con el señor Raikes, donde hubo, a más de la señora Raikes, dos señoritas inglesas sentimentales, que animaron infinito nuestra sociedad y no puedo ponderar la novedad con que hoy gentes de su sexo hablan de asuntos literarios, después de tanto tiempo que aún ni los hombres se daban por entendidos.

Después estuve a tomar té con mi buena amiga la señora Guthrie, y habiendo sabido que la Emperatriz había llegado a las seis y media de la tarde de Pella al Palacio de Verano, me fui allá a eso de las diez para ver a mi amigo Mamonov, mas no se recibía a nadie, según la orden que tenía el centinela y mi borracho de criado me explicó. Queriendo yo volver a cenar, como ofrecí a la señora Guthrie, éste me paró el coche en medio de la calle, me preguntó si yo quería volver a casa del señor Guthrie, y diciéndole que sí, me respondió: «Pues yo no. Muy buenas noches», y me plantó allí. Y así tuve que volverme a casa, que es la única   —168→   palabra que sé decir en ruso a los svoschiks. ¿Habrase dado insolencia semejante en el mundo entero? Mas lo peor es que no tengo criado para ir mañana a las diez a Palacio.

6 de agosto. Por fortuna vino el antiguo glotón y me marché a Palacio, donde me condujo por los apartamentos altos un criado que, no entendiéndome, me quería conducir al cuarto de la Emperatriz, mas Anhalt, a quien encontré luego, remedió la equivocación y me envió a los cuartos de Mamonov, que había ya subido a los de la Emperatriz. Y así me fui a casa de la señora Ribas que me aconsejó que volviese a Palacio, donde estaría todo el mundo hoy.

Efectivamente, llegué a las once y luego salió la Emperatriz para ir a la iglesia de Preobrajenski y me hizo una cortesía bien marcada al pasar; me quedé allí hablando con distintas gentes de mi conocimiento hasta la vuelta. Llegó Normandez y los Borbones, muy hinchados, y Bezborodko me habló en medio de todos ellos con bastante distinción, citándome para hablar en su casa mañana a las siete de la tarde. Yo no hice caso ninguno de ellos.

Vino la Emperatriz poco después de las doce y siguiendo a los apartamentos donde come hoy con sus oficiales de dicho Regimiento de Preobrajenski, como Coronel, yo me uní a su comitiva y seguimos juntos. Sirvió Su Majestad la shala en dos salvillas que tenían otros y ella cogía con sus manos estando de pie, lo que indica que ésta era la antigua costumbre del país. Luego pasó a la mesa donde comió con todos los oficiales de este Regimiento solamente, ella en uniforme igualmente, con vestido de mujer. Hubo gran concierto y algunas   —169→   arias por los mejores músicos italianos que hay allí en el día y no valen gran cosa.

Los ministros se retiraron un poco después y así las demás gentes, mas yo me quedé allí haciéndole mi corte con el Príncipe Bariatinski, Orlov, etc., y el Gran Chambelán Schuvalov me habló con mucha amistad. Su Majestad me habló de lejos con suma bondad y Mamonov saludó profundamente. En fin, viendo que era ya bastante tarde, me retiré para ir a buscar que comer y apenas llegué a casa del señor Betzky a los postres; me trajeron un poco de sopa, etc. La Emperatriz pasó a eso de las cuatro -sola con una dama y un oficial a caballo, que es como va ordinariamente- al Palacio de Invierno, donde ha permanecido.

Después de un largo tête-à-tête con la señora Ribas, me fui a tomar té con mi buena amiga la señora Guthrie y con el doctor, con quienes he pasado agradablemente el tiempo. Vino Fraser, el Secretario de Inglaterra, que nos dio canciones de marinero borracho a hacernos reventar de risa, y la señora Guthrie nos cantó una Canción de la Piedra, sumamente bonita y espiritual -como la copia adjunta hecha por su Banquero en Suecia-. La señorita Golois aún nos dijo algunas bastante mal. Mas duró nuestra alegría y risa hasta más de la una que nos retiramos, temiendo no levantasen el puente para el pase de las embarcaciones que siempre se hace a eso de las dos.

7 de agosto. Vino Sprengtporten por la mañana y fuimos a ver su yate en que pensábamos volver de Schlüsselburg y por cierto que es muy bonito. Luego estuvimos en la posada inglesa, que llaman, en esta misma calle de la Línea Inglesa, y vimos la sala en que se dan los bailes de asamblea, por suscripción   —170→   de los comerciantes ingleses, muy bonita por cierto, y toda la casa es bastante buena. Fuimos aun a admirar la estatua de Pedro I, que no se aproxima sin gusto, ni se deja sin disgusto contra el autor del asesinato de la piedra.

De aquí fui al campo a comer con el Copero Mayor Narischkin que, con su señora, me recibió con sumo gusto. Esta me dijo que Mamonov le había enseñado mi nota que le dejé en Zarkoie-Selo, a la Emperatriz; y De Ligne me dijo que la Emperatriz le dijo aquel mismo día, que había visto allí a un sujeto que siempre veía con sumo gusto, el Conde de Miranda, a quien estimaba mucho.

Comimos en la mejor sociedad y después estuve en lo alto de la casa, donde se descubre, desde una galería cubierta, hermosísimas vistas. El Coronel Miguel Rumantzov estuvo conmigo y me dijo algo de lo que había oído de mi disputa con el Encargado de España.

De aquí fui a las seis a casa de Bezborodko que me hizo decir por su suizo que viniese a las ocho en punto, y así me vine a mi alojamiento, que está inmediato, hasta dicha hora. Llegué y hallé a Markov, Suchube y otros allí. Yo entré luego con el Conde a su apartamento, donde me llamó y nos sentamos a hablar despacio y desahogadamente de mi asunto. Me dijo que Normandez había estado con él y le había dicho que si él hubiera estado aquí, nada hubiese ocurrido, porque con buen modo me hubiera hablado y todo se habría compuesto amigablemente. Que en cuanto a la petición hecha por Macanaz, él la negaba absolutamente, pues en caso de que tuviesen instrucciones para ello, de ningún modo convendría el declararlo y que luego, si yo fuese el sujeto que él se presumía, para qué entrar en una polémica como él lo había hecho, etc., etc. Mas que en vista de la carta   —171→   que yo había escrito a Macanaz, él estaba precisado, como Ministro de España, a pedir el que yo le diese una satisfacción por escrito, hallándose injuriado. Y que yo me había presentado con uniforme en un día de gala en la Corte, en su presencia, que era cosa fuerte, y que le habían dicho que yo había desistido de ponerme el uniforme. A que se le dijo la misma respuesta que ya estaba dada anteriormente, sin más variación, pues Su Majestad me había ya acordado su protección y la estima que me profesaba era personal, y no por rangos ni títulos.

Me dijo asimismo que la Emperatriz esta mañana le había ordenado que me diese cartas muy expresivas y de fuerte recomendación para todos sus ministros en países extranjeros, que me protegieran, prestasen auxilio en su nombre, etc., y que si yo hubiese de necesitar alguna cosa más, que le avisase; si volvía aquí sería siempre muy bien recibido y que si pensaba venir a establecerme en Rusia, que me daría un acomodo ventajoso con sumo gusto, etc., etc. Asimismo, le había dicho Su Majestad que me introdujese en sus pequeños apartamentos para besarle la mano en despedida, lo mismo que se había hecho en Kiev, pues quería que en nada se disminuyese la distinción que me había hecho, y que así me hallase mañana a las doce en Palacio, que él compondría todo a mi mayor satisfacción, pues así era la voluntad de Su Majestad.

Yo le di gracias por todo y le pedí en amistad, me dijese si iba errado o si había faltado en algún punto esencial de mi conducta, pues mi ánimo era solamente preservar mi honor y dignidad, sin ocasionar ofensa a nadie, a que me dijo que todo estaba perfectamente bien.

De aquí fui a casa del Caballerizo Mayor Narischkin, con cuya familia pasé el rato agradablemente,   —172→   y observé allí un órgano y piano-forte al mismo tiempo, inglés, que es hermosa invención y de bellísimo sonido, cosa moderna. Mi predilecta la señorita Marie, tan graciosa y buena amiga. A las diez fui a casa de mi amigo Mamonov, que no me recibió, y es cierto que estaba ya a la mesa, y tal vez estaba allí la Emperatriz. Me fui a casa, y a la cama.

8 de agosto. A Palacio a las once y media. Me habló D'Horta y Déboli, los otros se hicieron los desentendidos, y luego vino el Príncipe Bariatinski a decirme que pasase a los apartamentos privados de Su Majestad para besar la mano y despedirme, y que Su Majestad le había dicho que me retuviese a comer con ella hoy en el Ermitage. Vino un oficial de guardias de parte de Bezborodko que me enseñó el camino de los apartamentos interiores, y noté que los rivales se quedaron algo suspensos.

Después de la iglesia vino Su Majestad, a quien besé la mano y me dijo con sumo agrado si quería partir ya, y que me deseaba muy buen viaje; después me habló del clima de Petersburgo y otras cosas. Bezborodko me dijo que después de comer me enviaría todos los despachos a mi casa. Entramos luego al Ermitage sólo las personas convidadas a comer, que no eran más que once, a saber: Príncipe de Ligne, señorita Protassof, Gran Chambelán Schuvalov, Conde de Bruce, Bariatinski, Mamonov, Caballerizo Mayor y yo, Copero Mayor, la señora Skavronska y Su Majestad. Me preguntó qué me parecía y se puso a jugar un poco al billar con muy buen humor; hizo un chassé y todo el mundo estaba sentado sin ceremonia. Me hablaba ocasionalmente y me preguntó si había visto las Loggias de Rafael; íbamos a verlas, y lo dejamos   —173→   para después de comer. Mamonov me dio mil satisfacciones por no haberme recibido, etc., y nos pusimos a comer. Hablose de América, su posición geográfica, historia natural, animales, de sus antigüedades, etc., ayudándome Su Majestad a combatir los errores de Pauw, de que parece estaba imbuido Schuvalov.

Acabado, fuimos a las Loggias -o Biblia de Rafael, que admiramos como es justo y no pude menos que decir a Su Majestad que para verlas bien, ya era menester venir a Petersburgo, pues en Roma apenas se distinguía mucha parte de ellas y que la posteridad le daría las gracias por haberlas presentado, asimismo que las estatuas principales que se hacían en bronce en la Academia de Ciencias, que le sonó muy bien. Y me dijo: «Con todo eso me cuestan muy baratas, sólo 22.000 rublos, creo».

Luego fuimos por todo, enseñándome distintas cosas y yo le decía que este sitio era peligroso sólo porque robaba insensiblemente el tiempo cuando se entraba en él. «Es verdad», me dijo. Después a la Pajarera, donde me dijo: «Vea usted, aquí de sus compatriotas», y hablando no sé qué de España, me dijo que las cosas entre nosotros estaban, a lo que le parecía, muy mal entendidas7. Hay aquí más de 500 pájaros de todas partes del mundo.

  —174→  

Fuimos hacia Palacio y me llevó a sus entre suelos, donde me enseñó infinitas miniaturas, esmaltes   —175→   y cosas curiosas de que están llenas las paredes, nasas, etc., filigranas de la China, Persia, Turquía, etc., y me decía que a veces le disgustaba el ser tan rica. ¡Oh, qué verdad hay en ello! De aquí al cuarto de su cama, donde nos despidió con sumo cariño y me dijo daría sus órdenes para que me enseñasen el Palacio de Mármol, el martes, y Pella, el miércoles siguiente.

En el cuarto inmediato me detuve con Bariatinski y la señora Skavronska a ver los diamantes de la corona, que están en dos grandes bandejas   —176→   cubiertas de cristales, sumamente riquísimos, y se distinguen principalmente un gran rubí, el mayor que se conoce, que está en el centro de la diadema de la Corona, como un huevo de gallina, un poco irregular la forma, mas bellísimo color, y el famoso diamante, regalo de Orlov, que le costó 400.000 rublos y está en la punta del cetro, montado al claro, del tamaño de un pequeño huevo de paloma, como lo dice el modelo que me dio Betzky. El rubí será tres veces mayor que éste. Después descendimos y la señora Skavronska me hizo mil agasajos, después que los días pasados no me había querido recibir.

Fui a casa a aguardar las cartas de Bezborodko que por fin me envió con un secretario suyo y una libranza de 2.000 ducados de Holanda, que no me agradó, pues la suma pedida eran 10.000 rublos. En fin, me fui a tomar té con mis amigos, el señor y la señora Guthrie, y éste me prometió ir mañana temprano a buscarme algún dinero sobre ella en casa de Sutherland, para pagar mi coche, pues no me quedaba un ochavo y era necesario ir a las nueve a Gatchina para despedirme. Cenamos y este amigo quedó en hacerme la diligencia. Me retiré a casa a la una.

9 de agosto. Vino mi amigo Guthrie antes de las nueve y me trajo 200 rublos que tomó de un amigo, pues en casa del Banquero aún no despachaban y era necesario alterar la orden, etc. Yo me habilité y marché a las nueve y media a Gatchina, donde llegué a las doce y media. Entré en casa del Conde Puchkin, que me recibió muy civilmente y me preguntó si había ya tomado licencia de la Emperatriz... con que mi venida fue muy a propósito y me dijo que comería con los Grandes   —177→   Duques y antes de comer podría despedirme. Estaba allí el médico Kruse que me habló con amistad y me dijo que creía que yo estaba enamorado de Rusia y que no partía, etc.

En fin, fuimos a pie el Conde y yo a Palacio y poco después salió el Gran Duque, que me dijo había oído que yo quería dejarlos, etc. La Gran Duquesa me habló igualmente y yo le besé la mano despidiéndome de su Alteza Imperial en los mejores términos que pude. Comimos después y yo procuré conversar con un caballero amable e instruido que me quedaba al lado. La Gran Duquesa y aún el Duque me hablaron en algunas ocasiones.

La mesa concluida, nos retiramos a la sala del café, vinieron las princesillas y yo entablé conversación literaria con el señor Epinus. La Gran Duquesa vino a reunírsenos y entramos en materia por más de hora y media, en que me dio mucho gusto oírla discurrir acerca de la futilidad de la literatura francesa en general, lo mucho mejor que en esta parte le parecía la alemana, y lo superior a ambas que debía ser la inglesa, cuyo idioma se proponía cultivar, aunque le costase infinito, por el gran interés y provecho que le resultaría en leer los clásicos de esta nación sólida y filosófica. Yo entré con tanto más gusto en la conversación, cuanto que me pareció era su intento oír mi opinión en el particular y acerca de literatura en que poco se había aún ofrecido hablar... y yo creo que desde el principio le he debido buena voluntad.

Me despedí del buen Epinus y a las cinco partí para Petersburgo. Fui a cenar con Betzky y la señora Ribas, y después a casa de Narischkin, el Caballerizo Mayor, donde encontré a mi amigo Guthrie. Tuvimos sociedad brillante y cenamos.   —178→   Un oficial de guardia Hanikov, buen muchacho, fue rudamente tratado por un viejo, que no le toleraba que hablase contra algunas de las absurdas opiniones de Buffon y Voltaire; si no es por Guthrie y yo que lo sostuvimos... Faltándome coche, mi Q. M. me hizo poner uno inmediatamente, y nos retiramos Guthrie y yo a medianoche.

10 de agosto. Temprano en casa de Melissino, que nos aguardaba, a De Ligne y a mí, para un ejercicio de su Cuerpo de Cadetes en totalidad. Yo llegué a las diez, vi el Cuerpo que estaba ya sobre las armas y es hermoso a la verdad. ¡Oh, qué bella juventud la de esta nación! Lo reviste un poco y a las once y tres cuartos me fui, porque De Ligne aún no aparecía y yo tenía que ver a Bezborodko al mediodía.

Efectivamente lo encontré en casa y dije la diferencia que notaba en la Letra de Cambio y que, además, yo necesitaba en todo 2.000 libras. «Muy bien, cuanto usted gustase; yo había escrito para que se le suministrase a usted el dinero de correo en Estocolmo, que son 300 ducados, y además aquí, para pagar lo que usted hubiese gastado. Mas no importa. Véase usted con Sutherland y dígale usted que haga todo como usted gustase, y si para ello necesitase hablarme, que me vea, etc.».

Quedé muy satisfecho, pues conocí que la Emperatriz estaba decidida a servirme en todo. Y me fui al Palacio de Mármol, donde hallé el oficial encargado y criados de Su Majestad que me aguardaban. Dicho oficial hablaba inglés y así seguí con este guía viéndolo todo muy pormenor: sala de recibimientos, en que hay excelentes bajo relieves de madera flamencos; sala en que están   —179→   los bustos de los cuatro hermanos Orlov; la gran sala de mármoles, riquísima; sala de comer, galería de pinturas en que hay muy buenos Van der Werff y otros flamencos; gran sala de baile de bella y grandiosa proporción; baño en figura elíptica muy graciosa, etc., etc., y los adornos y muebles de tanto gusto como riqueza. De modo que no creo haya palacio en el mundo tan perfectamente acabado en todas sus partes, y con mejor comodidad o situación. ¡Qué vistas tan hermosísimas sobre el Neva y a distancia desde sus alturas...! En fin, creo que de cuantos llevo vistos, ninguno escogería para vivir, sino éste, el clima excepto.

Subimos arriba al belvedere, de donde me parece se goza la mejor vista de Petersburgo. Todo el segundo piso es aún más agradable para habitar y está igualmente bien compuesto. Este edificio presenta a distancia -de la fortaleza por ejemplo- una bellísima proporción en conjunto, y aún cuando se aproxima, sus adornos son de gusto, sencillez y juiciosamente distribuidos. La fachada seguramente no es buena ni puesta en su lugar, y la escalera algo oscura. Un ala presenta cinco ventanas y la otra tres, en el frente, siendo muy desiguales entre sí. Mas, sin embargo de todos estos capitales defectos, es uno de los mejores edificios que pueden verse en el mundo entero y merece la atención de cualquier viajero instruido.

A comer con el doctor Guthrie que vino también a verlo, cuya inspección acabó a las tres, y después de comer fuimos a casa de Sutherland, a quien, con motivo de habérsele muerto la mujer, no se podía fácilmente encontrar. Estuvimos con su cajero y después a su casa de campo, porque éste no sabía nada. Allí encontramos uno que me   —180→   había estado buscando todo el día para entregarme 500 ducados, que el señor Strekalov, Secretario de la Emperatriz, le había mandado me entregase sin falta en el día y le trajese un recibo de mi parte, y el pobre había estado ya dos o tres veces en mi casa.

Le expliqué lo que quería y me dijo me seguía al instante en un trusky a la ciudad, mas que me suplicaba recibiese los 500 ducados, pues tenía orden positiva de entregar el recibo. Yo no los quise tomar porque creí que fuese equivocación. Mas reflexionando después sobre lo que me había dicho Bezborodko y mi amigo Guthrie que me dijo podría esto ser regalo de la Emperatriz, cambié de opinión. Y cuando vino el cajero de Sutherland, que aun me repitió la instancia de que los tomase pues él estaba precisado a entregar mi recibo en el día al señor Strekalov, recibí los 500 ducados y vi que esto era un presente de la Emperatriz para pagar mis gastos de Petersburgo, etc. ¡Qué delicadeza y generosidad! A Fitz-Herbert, me dijo el cajero, había también entregado 1.000 de la misma manera, naturalmente también para su viaje.

En fin dispuse que me formase una Letra de 1.000 libras para enviar a Londres y pagar las pequeñas cantidades que Gandasegui habría tal vez rehusado a mis amigos, y me puse a escribir a todos, para enviar mis cartas con Fitz-Herbert, que me ofreció llevarlas e informarles de todo lo pasado, mucho en mi honor, según su opinión, y que tendría mucho gusto en verme allí y poder servirme en cualquier cosa, etc., con muchas expresiones de fina amistad.

Fui a las diez a cenar con mi amigo Guthrie, donde me aguardaba Sprengtporten para acordar la hora en que debíamos partir para Pella mañana.

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Cenamos juntos y nos debatimos nuestra partida a las diez, de casa de Demut, el con las damas que querían acompañarnos también, y fijamos posadero donde vive Sprengtporten. Mi criado, a quien ayer noche envié a cambiar un billete de banco, se ha quedado con él, emborrachado, y no ha aparecido...

11 de agosto. Fui a las ocho y media a casa del señor Fitz-Herbert que me dio de almorzar y se encargó de todas mis cosas para Londres con mucho gusto, repitiéndome lo mucho, en mi honor, que las cosas se habían pasado aquí, de todo lo cual informaría a mis amigos y que la Emperatriz estaba tan predispuesta en mi favor, que si yo quería entrar en el servicio, ningún extranjero lo habría jamás conseguido con mayor ventaja, etc. Me despedí de él y fui con el señor y la señora Guthrie, que me aguardaban con su coche a la puerta, a casa de Sprengtporten, que con el coche pronto a seis caballos, nos aguardaba en la posada.



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