Escena
I
|
|
FEDRO,
PARMENÓN.
|
FEDRO.- Haz lo que te dije; llevad esos
esclavos.
|
PARMENÓN.- Se hará.
|
FEDRO.- Con diligencia.
|
PARMENÓN.- Se hará.
|
FEDRO.- Mas ha de ser presto.
|
PARMENÓN.- Todo se hará.
|
FEDRO.- ¿Basta habértelo encargado
así?
|
PARMENÓN.- ¡Vaya una pregunta!
¡Como si fuese cosa muy difícil! ¡Ojalá
tan presto, Fedro, pudieses hallar algo, como este dinero
será perdido!
|
FEDRO.- También me pierdo yo con ello,
que es cosa que me importa más. No te dé eso tanta
pena.
|
PARMENÓN.- No a fe; sino que al punto
cumpliré tus órdenes. ¿Mandas otra cosa?
|
FEDRO.- Adornarás nuestro presente con
palabras lo mejor que puedas; y cuanto pudieres, apartarás
de su cariño a mi rival.
|
PARMENÓN.- Por dicho me lo tengo, aunque
no me lo adviertas.
|
FEDRO.- Yo me iré a la granja, y
allí me estaré.
|
PARMENÓN.- (Con
ironía.) Bien me parece.
|
FEDRO.- Pero, ¡hola, Parmenón!
|
PARMENÓN.- ¿Qué
quieres?
|
FEDRO.- ¿Entiendes que me podré
sufrir, y estar estos días sin venir acá?
|
PARMENÓN.- ¿Tú? No creo
tal. Porque, o te tornarás luego, o antes del amanecer te
hará volver acá el insomnio.
|
FEDRO.- Haré algún ejercicio,
hasta que me canse tanto, que duerma, aunque me pese.
|
PARMENÓN.- Velarás cansado, y
será mayor el daño.
|
FEDRO.- ¡Bah! Tú no sabes lo que
dices, Parmenón. En verdad que tengo de echar de mí
esta flaqueza de ánimo: gran regalón soy.
¡Cómo! ¿No me pasaré yo sin ella, si es
menester, aun tres días enteros?
|
PARMENÓN.- ¡Huy! ¡Tres
días enteros! Mira lo que dices.
|
FEDRO.- Resuelto estoy.
|
Escena
III
|
|
GNATÓN con
una esclava, PARMENÓN.
|
GNATÓN.- ¡Soberanos dioses, lo que
va de un hombre a otro! ¡Cuánta diferencia hay del
sabio al necio! Esto se me ocurre ahora por lo que vais a
oír. Hoy, viniendo, me topé con un hombre,
así, de mi estado y calidad, buen hombre realmente, que
también había consumido los bienes paternos, como yo.
Véole maltratado, sucio, enfermo, cargado de años y
remiendos, y dígole: «¿Qué facha es
ésa, amigo?». Díceme: «Mira a qué
he venido, por haber perdido lo que tenía. Todos mis
conocidos y amigos me abandonan». Entonces yo, respecto de
mí, le tuve en poco. «¿Qué es esto,
digo, hombre follón?, ¿de tal manera has ordenado tu
vivir, que no te quede en ti esperanza alguna?, ¿consejo y
hacienda has perdido juntamente? ¿No me ves a mí, que
soy de tu mismo estado? Mira qué color que tengo, qué
lustre, qué traje, qué garbo de cuerpo: no tengo
nada, y soy señor de todo; aunque no poseo nada, nada me
falta. -Pero yo, cuitado, dice él, ni puedo sufrir que se
rían de mí, ni que me den palos.
-¿Cuánto piensas tú, le digo, que se gana por
ahí de esa manera? Muy engañado estás. Un
tiempo, los parásitos tenían de comer por esos
medios: allá en los siglos pasados. Pero ésta es una
nueva manera de cazar. Yo soy el primero que he hallado este
camino. Hay una casta de gentes que presumen de ser en todo los
principales, aunque no lo son. Éstos son muy hombres: a
éstos no les doy yo lugar que se rían de mí;
pero complázcoles voluntariamente y precio mucho sus
habilidades; alabo cuanto dicen, y si lo contradicen,
alábolo también. Si dice uno no, yo digo
también no; y si dice sí, digo
sí. Finalmente, heme propuesto lisonjearlos en
todo; que esto es hoy día lo que da más
ganancia».
|
PARMENÓN.-
(Aparte.) ¡Qué hombre tan
donoso! Éste realmente hace de un necio un loco
rematado.
|
GNATÓN.- Yendo así parlando,
llegamos a la carnicería. Sálenme a recibir muy
alegres todos los pasteleros, los atuneros, los carniceros, los
cocineros, los morcilleros, los pescadores, los cazadores, a
quienes yo en mi prosperidad, y aun después de ella, he
valido y valgo muchas veces. Salúdanme, convídanme a
cenar, y danme la bienvenida. Cuando aquel pobre hambriento me vio
puesto en tanta honra y que con tanta facilidad ganaba de comer,
comienza a suplicarme que le diese licencia para aprender de
mí aquella habilidad. Mandele que me siguiese, por ver si
así como las sectas de los filósofos toman de ellos
los nombres y apellidos, así también habría
truhanes que se llamasen los Gnatónicos.
|
PARMENÓN.-
(Aparte.) ¡Miren lo que hace la
ociosidad y el comer a costa ajena!
|
GNATÓN.- Pero mucho me detengo en llevar
esta moza a casa de Tais y rogarle que se venga a cenar. Mas a
Parmenón, el criado de nuestro competidor, veo triste
delante de la puerta de Tais. Salvos somos: mal les va aquí
a éstos. Cierto que he de burlarme un poco de este
fanfarrón.
|
PARMENÓN.-
(Aparte.) Éstos, con el
agasajo, piensan que queda ya por suya Tais.
|
GNATÓN.- Gnatón besa las manos de
su muy gran señor y amigo Parmenón. ¿De
qué se trata?
|
PARMENÓN.- De estar aquí.
|
GNATÓN.- Ya lo veo; ¿pero ves algo
aquí que no quisieras?
|
PARMENÓN.- A ti.
|
GNATÓN.- Lo creo. ¿Pero ves otra
cosa?
|
PARMENÓN.- ¿Por qué lo
dices?
|
GNATÓN.- Porque estás triste.
|
PARMENÓN.- No, por cierto.
|
GNATÓN.- Ni lo estés.
¿Qué te parece esta esclava?
(Mostrándola.)
|
PARMENÓN.- No es mala, en verdad.
|
GNATÓN.-
(Aparte.) El hombre se quema.
|
PARMENÓN.-
(Aparte.) ¡Cómo se
engaña!
|
GNATÓN.- (Con
sorna.) ¡Pues qué!, ¿tan
agradable piensas tú que le será a Tais este
presente? (Aludiendo a la
esclava.)
|
PARMENÓN.- Lo que con eso me dices, es
que ya nosotros estamos fuera de esta casa. ¡Mira,
Gnatón, que todas las cosas tienen su mudanza!
|
GNATÓN.- En todos estos seis meses,
Parmenón, te haré que descanses, y que no andes
corriendo de acá para allá, ni hayas de estar
despierte hasta que amanezca. ¿No te parece que te hago
dichoso?
|
PARMENÓN.- ¿A mí?
(Irónico.) ¡Oh!
|
GNATÓN.- Así me porto yo con los
amigos.
|
PARMENÓN.- Muchas gracias.
|
GNATÓN.- Tal vez te detengo. ¿Ibas
por ventura a alguna parte?
|
PARMENÓN.- ¿Yo? A ninguna.
|
GNATÓN.- Entonces préstame un
pequeño servicio. Haz que me dejen entrar allá.
(Indicando la casa de TAIS.)
|
PARMENÓN.- ¡Bah, bah! Tú
tienes ahora franca la puerta, porque traes a ésa.
|
GNATÓN.- (Con
ironía.) ¿Quieres llamar a alguno? Yo
le mandaré salir acá. (Éntrase
en casa de TAIS.)
|
PARMENÓN.-
(Continuando.) Deja tú pasar
estos dos días; que yo haré que tú, que ahora
muy triunfante abres esas puertas con un dedo, las quieras abrir a
coces y no puedas.
|
GNATÓN.- (Saliendo de casa
de TAIS.)
¿Aún estás aquí, Parmenón?
¿Has quedado acaso por guarda, porque no venga algún
alcahuete de secreto a Tais de parte del soldado?, ¡eh!
|
PARMENÓN.-
(Irónico.) ¡Agudo dicho!,
¿qué extraño es que al soldado le guste tanta
sal? Mas hacia acá veo venir al hijo menor de mi amo.
Maravíllame cómo se ha venido de Pireo, estando
allí por mandado de la ciudad de centinela. Algo pasa. Y
viene corriendo; no sé qué mira a la redonda.
|
Escena
IV
|
|
QUEREA,
PARMENÓN.
|
QUEREA.- (Sin ver a PARMENÓN.) ¡Muerto
soy! Ni la doncella está en parte ninguna, ni aun yo
tampoco, que la he perdido de vista. ¿Dó la
iré a buscar? ¿Por qué rastro la
sacaré? ¿A quién preguntaré?
¿Qué camino tomaré? Suspenso estoy. Sola esta
esperanza tengo: que doquiera que esté, no se puede ocultar
mucho. ¡Oh, rostro hermoso! De hoy más, borro de mi
memoria todas las demás mujeres; me apestan esas bellezas
ordinarias.
|
PARMENÓN.- (A los
espectadores.) Cataos aquí otro. No sé
qué habla de amores. ¡Oh, desdichado viejo!
Éste es realmente un mozo que si comienza a enamorarse,
diréis que todo lo del otro (Alude a
FEDRO, hermano de
QUEREA.)
fue juego y donaire en comparación de lo que hará la
furia de éste.
|
QUEREA.- (Sin ver a PARMENÓN.)
¡Los dioses y diosas destruyan a aquel viejo que me hizo
detener hoy; y aun a mí también quisiera, porque me
paré, y más aún, porque hice caso de
él! Pero he aquí a Parmenón. ¡Salud!
|
PARMENÓN.- ¿Por qué
estás triste, o de qué tan agitado? ¿De
dó vienes?
|
QUEREA.- Ni sé realmente de dó
vengo, ni menos dónde voy; tan fuera estoy de mí.
|
PARMENÓN.- ¿Cómo
así?
|
QUEREA.- Estoy enamorado.
|
PARMENÓN.- ¡Hum!
|
QUEREA.- Ahora, Parmenón, has de mostrar
quién eres. Ya sabes me tienes dicho muchas veces:
«Querea, busca tú algo a que te aficiones; que yo
haré que entiendas en esto cuánto valgo»,
cuando yo robaba de secreto toda la despensa de mi padre, para
llevar a tu aposento.
|
PARMENÓN.- ¡Taday, tonto!
|
QUEREA.- Ello es como té he dicho;
cúmpleme ahora la palabra, si quieres. Especialmente que la
cosa merece que tú emplees en ella toda tu habilidad. Porque
no es la moza como las doncellas de nuestra tierra, a quienes las
madres hacen ir con los hombros caídos, con el pecho
apretado, porque sean delicadas. En cuanto una engorda un poco,
dicen que es un gladiador; acórtanle la ración.
Aunque ellas sean de buen natural, con este régimen las
vuelven como juncos; que así las quieren.
|
PARMENÓN.- ¿Y ésta
tuya?
|
QUEREA.- Tiene un rostro peregrino.
|
PARMENÓN.- ¡Hola!
|
QUEREA- Un color sano, un cuerpo macizo y lleno
de vida.
|
PARMENÓN.- ¿Qué
años?
|
QUEREA.- ¿Años?
Dieciséis.
|
PARMENÓN.- La misma flor.
|
QUEREA.- Ésta me la has de haber
tú, o por fuerza y por maña o por dinero; que a
mí todo me es uno con tal que yo la goce.
|
PARMENÓN.- ¿Y la doncella, cuya
es?
|
QUEREA.- No sé en verdad.
|
PARMENÓN.- ¿De dónde
es?
|
QUEREA.- Tampoco lo sé.
|
PARMENÓN.- ¿Dónde mora?
|
QUEREA.- Ni eso sé.
|
PARMENÓN.- ¿Dó la
viste?
|
QUEREA.- En la calle.
|
PARMENÓN.- ¿Cómo la
perdiste de vista?
|
QUEREA.- De eso, cabalmente, venía ahora
mohíno conmigo mismo; que no creo que hay hombre a quien
más contrarias les sean todas las buenas venturas.
|
PARMENÓN.- ¿Qué desgracia
es ésa?
|
QUEREA.- ¡Perdido soy!
|
PARMENÓN.- ¿Pues qué te
pasa?
|
QUEREA.- ¿Qué? ¿Conoces a
Arquidémides, pariente de mi padre, y de sus
años?
|
PARMENÓN.- ¿Cómo no?
|
QUEREA.- Éste, viniendo yo tras la
doncella, se topó conmigo.
|
PARMENÓN.- Fue un contratiempo, en
verdad.
|
QUEREA.- No, sino desgracia; que contratiempos,
Parmenón, otras cosas son las que se han de llamar.
Juramento podría hacer que ha bien seis meses o siete que yo
no le había visto hasta ahora, cuando menos lo quisiera y
menos lo había menester.
(Indignado.) ¡Ah! ¿No te
parece esto increíble? ¿Qué me dices?
|
PARMENÓN.- ¡Increíble!
|
QUEREA.- Al verme, desde lejos viénese
hacia mí corcovado, temblando, con los labios caídos,
gimiendo, y díceme: «¡Hola!, ¡hola,
Querea! ¡A ti digo!». Pareme. «¿Sabes lo
que te quiero? -Di. -Que tengo mañana un pleito.
-¿Qué más? Que le digas sin falta a tu padre
que se acuerde de venir mañana a ser mi valedor». El
decirme esto le costó una hora. Pregúntole si mandaba
otra cosa: «No más», dice, y yo voyme. Cuando
miré por mi doncella, ella, entre tanto, habíase
entrado aquí, en nuestra plaza.
|
PARMENÓN.-
(Aparte.) Milagro será que no
hable de ésta que ahora le han presentado a Tais.
|
QUEREA.- Cuando llego aquí, ya no
estaba.
|
PARMENÓN.- ¿Llevaba la doncella
alguna compaña?
|
QUEREA.- Sí: Un truhán con una
moza.
|
PARMENÓN.-
(Aparte.) ¡Ella es!
(A QUEREA.) Descuidar
puedes. No te fatigues; es negocio concluido.
|
QUEREA.- Tú no estás en lo que
digo.
|
PARMENÓN.- Sí estoy, en
verdad.
|
QUEREA.- ¿Sabes quién es?
Dímelo, o si la has visto.
|
PARMENÓN.- La he visto y la conozco y
sé dónde la han llevado.
|
QUEREA.- ¡Oh, hermano Parmenón!
¿qué la conoces?
|
PARMENÓN.- Sí.
|
QUEREA.- ¿Y sabes dónde
está?
|
PARMENÓN.- A casa de la ramera Tais la
han traído, y a ella se la han regalado.
|
QUEREA.- ¿Quién es tan poderoso
para hacer un tal presente?
|
PARMENÓN.- El soldado Trasón, el
rival de Fedro.
|
QUEREA.- Mal competidor tiene mi hermano.
|
PARTENÓN.- Pues si supieses qué
presente tiene él en contra de ése, mejor lo
dirías.
|
QUEREA.- ¿Cuál, por tu vida?
|
PARMENÓN.- Un eunuco.
|
QUEREA.- ¿Cuál? ¿Aquel
hombre feo que ayer compró, viejo y mujer?
|
PARMENÓN.- Ése mismo.
|
QUEREA.- A él y a su presente les
darán con la puerta en las narices. Pero no sabía yo
que esa Tais era vecina nuestra.
|
PARMENÓN.- Ha poco que lo es.
|
QUEREA.- ¡Oh, pobre de mí! ¡Y
que yo no la haya visto nunca....! Pero, dime, ¿es tan
hermosa como dicen?
|
PARMENÓN.- Sí.
|
QUEREA.- ¡Pero no tendrá que ver
con ésta mía! (Alude a la doncella que
se le ha perdido de vista.)
|
PARMENÓN.- Otra cosa es.
|
QUEREA.- Parmenón, amigo, ruégote
que hagas como yo goce de ella.
|
PARMENÓN.- Lo haré con diligencia:
yo lo procuraré, y te ayudaré. ¿Mandas algo
más?
|
QUEREA.- ¿Dónde vas ahora?
|
PARMENÓN.- A casa: a llevar a Tais esos
esclavos, (El eunuco y la negra.) como
tu hermano lo mandó.
|
QUEREA.- ¡Oh!, ¡dichoso eunuco, que
en tal casa va a entrar!
|
PARMENÓN.- ¿Cómo
así?
|
QUEREA.- ¿Eso me preguntas? Verá
siempre en casa una compañera de muy hermoso rostro;
hablará con ella; estará en una misma casa:
comerá algunas veces con ella, y aun algunas veces
dormirá cabe ella.
|
PARMENÓN.- ¿Y si fueses tú
el afortunado?
|
QUEREA.- ¿De qué manera,
Parmenón? Dímelo.
|
PARMENÓN.- Vistiéndote tú
las ropas del eunuco.
|
QUEREA.- ¿Sus ropas? ¿Y qué
más?
|
PARMENÓN.- Yo te llevaré en su
lugar.
|
QUEREA.- ¡Ya!
|
PARMENÓN.- Y diré que eres
él.
|
QUEREA.- Entiendo.
|
PARMENÓN.- De suerte que goces tú
de aquellos bienes que decías ahora que él
gozaría; comas con ella, estés, juegues con ella, la
toques, duermas cerca de ella: pues allí nadie te conoce, ni
sabe quién tú eres. Además de esto, tu rostro
y años son tales, que pasarás fácilmente por
eunuco.
|
QUEREA.- Muy bien has dicho: en mi vida vi dar
mejor consejo. ¡Ea!, vamos allá dentro. Vísteme
luego; llévame de aquí; llévame lo más
presto que puedas. (Empuja a PARMENÓN.)
|
PARMENÓN.- ¿Qué haces? Que
burlando lo decía.
|
QUEREA.- ¿Búrlaste de mí?
(Ase de PARMENÓN con
violencia.)
|
PARMENÓN.- ¡Perdido soy!
¡Pobre de mí!, ¿qué hice yo?, ¿A
dó me empujas? ¡Cata que me vas a derribar! ¡A
ti digo! ¡Espera!
|
QUEREA.- Vamos.
|
PARMENÓN.- ¿Aún
prosigues?
|
QUEREA.- Estoy decidido.
|
PARMENÓN.- Cata que es negocio demasiado
caliente.
|
QUEREA.- No, en verdad: déjame hacer.
|
PARMENÓN.- Al cabo sobre mis costillas
molerán el trigo.
|
QUEREA.- ¡Bah!
|
PARMENÓN.- Gran bellaquería
hacemos.
|
QUEREA.- ¿Bellaquería es ir a casa
de una ramera, y darles el pago a aquellas que son nuestros
verdugos, y nos tienen en poco a nosotros y a nuestros pocos
años, y nos dan mil maneras de tormentos; y
engañarlas como ellas nos engañan?
¿Parécete que sería mejor urdir engaños
a mi padre? Esto lo tendrán por malo todos los que lo sepan,
y esotro lo darán por muy bien hecho.
|
PARMENÓN.- (Accediendo a
duras penas.) ¡Corriente! Si determinado
estás a hacerlo, hazlo; pero después no me cargues a
mí la culpa.
|
QUEREA.- No.
|
PARMENÓN.- ¿Mándasmelo?
|
QUEREA.- Yo te lo mando, te lo ordeno y te
obligo. Nunca me retractaré de haber usado de esta
autoridad. Sígueme.
|
PARMENÓN.- Los dioses nos den
próspero suceso.
|