Escena
I
|
|
TAIS, PITIAS.
|
TAIS.- ¿No acabarás, malvada, de
hablarme por cifras? Sí sé... No lo sé...
Fuese... Helo oído... Yo no estuve allí...
¿No me dirás claramente lo que pasa? La doncella,
tiene sus ropas rasgadas; está llorando, sin hablar palabra;
el eunuco escapó, ¿por qué?,
¿qué ha su cedido aquí?, ¿aun
callas?
|
PITIAS.- ¿Qué quieres que te diga
cuitada de mí? Dicen que aquél no era eunuco.
|
TAIS.- ¿Quién era, pues?
|
PITIAS.- Querea.
|
TAIS.- ¿Cuál Querea?
|
PITIAS.- Ese mozo hermano de Fedro.
|
TRASÓN.- ¿Qué dices,
hechicera?
|
PITIAS.- Yo he sabido de cierto.
|
TAIS.- ¿Y a qué fin vino a nuestra
casa? ¿Por qué trajeron?
|
PITIAS.- No lo sé; sino que creo
debía estar enamorado de Pánfila.
|
TAIS.- ¡Ay, cuitada de mí, perdida
soy! ¡Desdichada de mí, si tú verdad me dices!
¿Y de eso llora la doncella?
|
PITIAS.- Sospecho que sí.
|
TAIS.- ¿Qué dices,
sacrílega? ¿Y eso es lo que yo te encargué
cuando me fui?
|
PITIAS.- ¿Qué querías que
hiciese? Encomendésela a él solo, como tú me
lo mandaste.
|
TAIS.- ¡Malvada!, ¡la oveja
confiaste al lobo! Corrida estoy de que así me hayan hecho
esta burla. (Viendo a QUEREA con el traje del
eunuco.) ¿Qué hombre es
aquél?
|
PITIAS.- ¡Señora mía, calla,
calla por tu vida; que salvas somos! ¡Aquí tenemos al
hombre!
|
TAIS.- ¿Dónde está?
|
PITIAS.- Cátale ahí, a la mano
izquierda: ¿no le ves?
|
TAIS.- Ya le veo.
|
PITIAS.- Manda que le prendan al punto.
|
TAIS.- ¿Y qué haremos con
él, necia?
|
PITIAS.- ¿Qué harás, me
preguntas? ¡Mira por mi amor, si no tiene cara de
desvergonzado!, ¿no? Además, ¡qué
audacia la suya!
|
Escena
II
|
|
QUEREA, en traje
de eunuco; TAIS,
PITIAS.
|
QUEREA.- (Sin
verlas.) En casa de Antifón estaban como
aposta el padre y la madre, de manera que yo no podía entrar
sin que me viesen. En esto, estando yo allí a la puerta,
venía hacia mí un conocido mío. Cuando le vi,
dime a correr lo más presto que pude hacia un
callejón desierto, y de allí a otro, y de
aquél después a otro, y así he andado, pobre
de mí, huyendo porque nadie me conociese. Pero, ¿es
por ventura Tais ésta que veo? La misma. Perplejo estoy.
¿Qué haré? ¡Pero a mí
qué!... ¿qué me ha de hacer?
|
TAIS.- (A PITIAS.)
Lleguémonos a él. (A QUEREA.) Doro, hombre
de bien, estés en hora buena. Dime, ¿has huido?
|
QUEREA.- Señora, sí.
|
TAIS.- ¿Y parécete bien eso?
|
QUEREA.- No.
|
TAIS.- ¿Y piensas salirte sin
castigo?
|
QUEREA.- Perdóname este yerro, y si otra
vez lo cometiere, mátame.
|
TAIS.- ¿Temiste, por ventura, mi
cólera?
|
QUEREA.- No.
|
TAIS.- ¿Pues qué...?
|
QUEREA.- Temí que ésta me acusara
ante ti.
|
TAIS.- ¿Qué habías hecho
tú?
|
QUEREA.- Poca cosa.
|
PITIAS.- ¡Ah, desvergonzado! ¡Poca
cosa! ¿Y poca cosa te parece deshonrar una doncella
ciudadana?
|
QUEREA.- Creí que era esclava como
yo.
|
PITIAS.- ¿Esclava? No sé
quién me detiene que no le asga de los cabellos. ¡El
monstruo aún viene con ganas de mofarse de nosotras.
|
TAIS.- Quítate de ahí, loca.
|
PITIAS.- ¿Por qué? ¿A
qué pena le quedaré yo obligada a este ladrón,
si se los arrancare, mayormente pues él confiesa ser tu
esclavo?
|
TAIS.- Dejemos ahora todo eso. Lo que nos has
hecho, Querea, no es digno de ti. Porque ya que yo mereciera una
afrenta como ésta, a lo menos el hacerla no te estaba bien a
ti. Y realmente que no sé qué partido tomé con
esta doncella, según tú me has revuelto todos mis
consejos para no poderla entregar a sus parientes, como era
razón y yo lo deseaba, para granjear yo, Querea, esta buena
obra.
|
QUEREA.- Pues aún confío, Tais,
que de hoy más ha de haber amor perpetuo entre nosotros.
Porque muchas veces, de cosas semejantes y de malos principios ha
procedido gran familiaridad. ¿Qué sabes si
algún dios lo ha querido así?
|
TAIS.- En tal caso, por mi vida que yo
también lo admito y lo quiero.
|
QUEREA.- Y así te lo suplico. Sabe que si
lo hice no, fue por afrentarla, sino por amor.
|
TAIS.- Ya lo sé; y por esto, en verdad,
de buena gana te lo perdono; que no soy yo, Querea, de tan cruel
condición, ni tan novicia, que no sepa cuánto puede
el amor.
|
QUEREA.- Así los dioses me amen, Tais,
como yo. También a ti te quiero mucho.
|
PITIAS.- Señora, en buena fe que me
parece que te debes guardar de éste.
|
QUEREA.- No tendría yo tal
atrevimiento.
|
PITIAS.- No fío nada de ti.
|
TAIS.- (A PITIAS, imponiéndole
silencio.) Basta ya.
|
QUEREA.- Yo ahora te suplico que seas mi
valedora en esto. Yo me encomiendo y entrego a tu fidelidad, y te
tomo por mi patrona: pídotelo por merced; moriré si
con ella no me caso.
|
TAIS.- ¿Y si tu padre...?
|
QUEREA.- ¿Mi padre? Yo sé de
cierto que querrá, con tal que ella sea ciudadana.
|
TAIS.- Si quieres aguardar un poco, el mismo
hermano de la doncella será luego aquí; que ha ido a
llamar al ama que la crió desde pequeña. Tú
mismo, Querea, podrás presenciar su reconocimiento.
|
QUEREA.- Pues me quedo.
|
TAIS.- ¿Quieres que, mientras viene, le
esperemos en casa, y no aquí a la puerta?
|
QUEREA.- Y aun lo deseo mucho.
|
PITIAS.- Señora, ¿qué vas a
hacer?
|
TAIS.- ¿Qué es ello?
|
PITIAS.- ¿Y lo preguntas? ¿A
éste piensas tú recibir en tu casa, después de
lo ocurrido?
|
TAIS.- ¿Y por qué no?
|
PITIAS.- Fía de mí, que él
buscará de nuevo alguna revuelta.
|
TAIS.- ¡Ah, calla, por tu vida!
|
PITIAS.- Parece que no has visto bien su
atrevimiento.
|
QUEREA.- No haré nada, Pitias.
|
PITIAS.- Lo creo en buena fe, Querea, si no nos
fiamos de ti.
|
QUEREA.- Pues guárdame tú,
Pitias.
|
PITIAS.- ¿Yo? Ni yo osaría darte a
guardar nada, ni menos guardarte. ¡Taday!
|
TAIS.- Aquí viene el hermano: a buen
tiempo.
|
QUEREA.- ¡Perdido soy! Tais, por lo
más sagrado, entremos en casa; que no quiero que me vea en
la calle con este vestido.
|
TAIS.- ¿Y por qué? ¿Porque
tienes vergüenza...?
|
QUEREA.- Por eso mismo.
|
PITIAS.- ¿Por eso mismo? ¿Y la
doncella?
|
TAIS.- (A QUEREA.) Anda, que ya
te sigo. Tú, Pitias, quédate ahí para
introducir a Cremes.
|
Escena
V
|
|
PITIAS,
PARMENÓN.
|
PITIAS.- (Aparte.)
¡Ah, tú me pagarás, bellaco, todos esos dichos
y todos tus hechos, porque no mofes impunemente de nosotras!
(Alto y simulando que no ha visto a PARMENÓN.)
¡Oh, dioses, y qué acción tan fea! ¡Pobre
mozo...! ¡Oh, malvado de Parmenón, que a esta casa le
trajo!
|
PARMENÓN.-
(Aparte.) ¿Que
pasará?
|
PITIAS.- En verdad que me da lástima, y
así huyo acá fuera por no verle. ¡Qué
ejemplar castigo dicen que le van a dar!
|
PARMENÓN.-
(Aparte.) ¡Oh, Júpiter!
¿Qué revuelta es aquélla? ¿Soy por
ventura perdido? Llegarme quiero allá.
(Alto.) ¿Qué es eso,
Pitias?, ¿qué dices?, ¿a quién van a
castigar?
|
PITIAS.- ¿Eso me preguntas,
atrevidísimo? Por querer burlarte de nosotras has echado a
perder a ese mozuelo que trajiste en cuenta del eunuco.
|
PARMENÓN.- ¿Cómo es eso?,
¿qué ha sucedido? Dímelo.
|
PITIAS.- Yo te lo diré. ¿Sabes
cómo esa doncella que hoy le han presentado a Tais es
natural de esta ciudad, y su hermano es un hombre muy
principal?
|
PARMENÓN.- No.
|
PITIAS.- Pues así resulta. Ese infeliz
hala deshonrado, y aquel furioso de su hermano, como ha sabido el
caso...
|
PARMENÓN.- ¿Qué ha
hecho?
|
PITIAS.- Primeramente le ha echado
extrañas prisiones.
|
PARMENÓN.- ¿Prisiones?
|
PITIAS.- Sí, y aun con suplicarle Tais
que no lo hiciese.
|
PARMENÓN.- ¿Qué me
dices?
|
PITIAS.- Y ahora le amenaza que le ha de hacer
lo que suelen hacer a los adúlteros, lo cual ni yo
jamás he visto, ni aun querría.
|
PARMENÓN.- ¿Y con qué
atrevimiento osa él hacer una maldad tan grande?
|
PITIAS.- ¿Cómo tan grande?
|
PARMENÓN.- ¿Pues no es la mayor
del mundo ésta? ¿Quién ha visto jamás
en casa de ramera ser prendido nadie por adúltero?
|
PITIAS.- No sé.
|
PARMENÓN.- Pues porque no aleguéis
ignorancia, Pitias, os digo y notifico que éste es el hijo
de mi amo.
|
PITIAS.- ¡Cómo!, ¿Y
él es?
|
PARMENÓN.- ...Y que no consienta Tais que
se le atropelle. Mas, ¿por qué no me entro
allá yo mismo?
|
PITIAS.- Mira, Parmenón, lo que haces;
que tú te perderás y a él no le
valdrás, porque tienen por entendido que todo lo que se ha
hecho es obra tuya.
|
PARMENÓN.- ¡Pobre de mí!,
¿qué haré? (Viendo a
LAQUES.)
Pero allá veo a nuestro viejo, que viene de la granja.
¿Se lo diré, o no? En verdad que se lo he de decir,
aunque sé que me espera mala ventura; pero ello es menester,
para que le socorra.
|
PITIAS.- Cuerdo eres. Yo me entro en casa.
Tú cuéntale bien al viejo todo el hecho tal como ha
sucedido.
|
Escena
VI
|
|
LAQUES,
PARMENÓN.
|
LAQUES.- (Sin ver a PARMENÓN.) De
esta mi alquería cercana saco este provecho; que ni me
hastía jamás el campo, ni tampoco la ciudad. Porque,
cuando comienzo a cansarme, mudo de lugar.
(Viéndole.) Pero no es
aquél mi criado Parmenón? Realmente que es él.
¿A quién aguardas, Parmenón, aquí
delante de la puerta?
|
PARMENÓN.- ¿Quién va?
¡Oh, señor, huélgome de verte venir bueno!
|
LAQUES.- ¿A quién aguardas?
|
PARMENÓN.-
(Aparte.) ¡Oh, pobre de
mí! Del temor se me pega la lengua al paladar.
|
LAQUES.- ¡Hola!, ¿qué es
eso?, ¿por qué tiemblas?, ¿hay algún
mal? Dímelo.
|
PARMENÓN.- Señor, cuanto a lo
primero, querría tuvieses por cierto, como lo es, que de
todo lo que aquí ha pasado la culpa no es mía.
|
LAQUES.- ¿Qué es ello?
|
PARMENÓN.- Discretamente has preguntado,
porque yo debí contar primero el caso. Compró Fedro
un eunuco para regalársele a ésta.
|
LAQUES.- ¿A quién?
|
PARMENÓN.- A Tais.
|
LAQUES.- ¿Qué le compró?
¡Ah, pobre de mí! ¿En cuánto?
|
PARMENÓN.- En veinte minas.
|
LAQUES.- ¡Esto fue el acabose!
|
PARMENÓN.- Además, Querea
está enamorado aquí (Indicando la casa
de TAIS.) de
una tañedora.
|
LAQUES.- ¿Cómo dices?,
¿enamorado?... ¿Y ya sabe aquél qué
cosa es ramera? ¿Y ya es venido a la ciudad? Un mal tras de
otro.
|
PARMENÓN.- Señor, no me mires a
mí; que él no hace nada de esto por mi consejo.
|
LAQUES.- ¡Deja de tratar de ti; que si no
me muero, Don... ahorcado, yo te...! Pero dime de presto a la clara
lo que pasa.
|
PARMENÓN.- A éste hanle
traído a casa de Tais en lugar del eunuco.
|
LAQUES.- ¿Del eunuco?
|
PARMENÓN.- Sí; después
hanle prendido dentro por adúltero, y le han
aprisionado.
|
LAQUES.- ¡Muerto soy!
|
PARMENÓN.- Mira el atrevimiento de las
rameras.
|
LAQUES.- ¿Hay por ventura otra desgracia
que no me hayas contado?
|
PARMENÓN.- No hay más.
|
LAQUES.- ¿Por qué me detengo en
arremeter aquí adentro? (Entra en casa de
TAIS.)
|
PARMENÓN.-
(Solo.) No dudo que de este enredo ha
de venirme alguna calamidad; mas, puesto que me fue forzoso hacerlo
así, huélgome de que por mi causa les suceda a estas
bribonas algún mal. Porque días ha que buscaba el
viejo una ocasión para sentarles la mano, y ya la tiene.
|
Escena
VII
|
|
PITIAS,
PARMENÓN.
|
PITIAS.- (Sin ver a PARMENÓN.)
Nunca, en buena fe, me ha sucedido cosa que yo más desease,
que ver al viejo cual entró ahora en nuestra casa tan
engañado. A mí sola me dio que reír, porque yo
sola sabía el temor que traía.
|
PARMENÓN.-
(Aparte.) ¿Qué es
esto?
|
PITIAS.- Ahora voy a verme con Parmenón.
Mas, ¿dónde está él?
|
PARMENÓN.-
(Aparte.) A mí me busca.
|
PITIAS.- Hele aquí; voy a él.
(Se acerca a PARMENÓN riendo a
carcajadas.)
|
PARMENÓN.- ¿Qué es eso,
necia?, ¿qué quieres?, ¿de qué te
ríes?, ¿no paras?
|
PITIAS.- ¡Oh, pobre de mí! Ya
estoy, cuitada, cansada de reírme de ti.
|
PARMENÓN.- ¿Por qué?
|
PITIAS.- ¿Y lo preguntas? No he visto, en
buena fe, en mi vida, ni aun espero ver hombre más necio que
tú. Apenas te podría contar lo mucho que has dado
allá dentro que reír. Realmente que hasta aquí
te había tenido por hombre sagaz y discreto.
¡Cómo! ¿Y tan presto te habías de creer
lo que te dije? ¿Parecíate, por ventura, poca la
bellaquería que el mozuelo, por tu consejo, había
hecho, sin que al cuitado le descubrieras a su padre? Porque,
¿qué corazón crees tú que él
tendría, cuando su padre le vio vestido de aquel traje?
¡Qué tal! ¿No ves cómo estás
perdido?
|
PARMENÓN.- ¡Cómo!, malvada,
¿qué has dicho?, ¿conque has mentido?
¿Y afín te ríes, bellaca?, ¿tan
graciosa cosa te ha parecido burlarte de nosotros?
|
PITIAS.- Y mucho.
|
PARMENÓN.- Sí, si con ello te
salieres.
|
PITIAS.- (Con
ironía.) ¿De veras?
|
PARMENÓN.- Yo te daré el pago: Te
lo juro.
|
PITIAS.- Bien lo creo. Pero tus amenazas,
Parmenón, serán por ventura para adelante; que ahora
a ti han de colgarte, pues a un imbécil mozuelo haces famoso
por sus bellaquerías y luego descúbresle a su padre.
Ambos a dos te darán el castigo que mereces.
|
PARMENÓN.- ¡Perdido soy!
|
PITIAS.- Esta recompensa se te ha dado por
aquél presente. Voyme.
|
PARMENÓN.- ¡Pobre de mí; que
yo mismo me he perdido hoy con mi propia boca, como el
ratón!
|
Escena
IX
|
|
QUEREA,
PARMENÓN,
GNATÓN,
TRASÓN.
|
QUEREA.- ¡Oh, amigos míos!
¿Hay alguien que hoy sea más dichoso que yo? Ninguno
realmente; porque todos los dioses han mostrado de plano su poder
en mi favor, pues en un instante se me han juntado tantos
bienes.
|
PARMENÓN.-
(Aparte.) ¿De qué viene
tan alegre?
|
QUEREA.- ¡Oh, hermano Parmenón,
hallador, muñidor, concluidor de todos mis contentos,
¿no sabes en qué gozos estoy puesto?, ¿no
sabes cómo ha resultado que mi Pánfila es ciudadana
de Atenas?
|
PARMENÓN.- Helo oído.
|
QUEREA.- ¿No sabes cómo ya estoy
desposado con ella?
|
PARMENÓN.- Así los dioses me amen,
como ello está bien hecho.
|
GNATÓN.- (A TRASÓN.)
¿Oyes tú lo que dice?
|
QUEREA.- Además de esto, me huelgo de que
los amores de mi hermano ya están a buen seguro. Toda es ya
una casa. Tais se ha puesto bajo el amparo y fe de mi padre: ya es
nuestra.
|
PARMENÓN.- ¿De esta manera Tais ya
es toda de tu hermano?
|
QUEREA.- Cabal.
|
PARMENÓN.- Otra razón, pues, para
que nos alegremos, es ésta; que el soldado queda en la
calle.
|
QUEREA.- Tú procura que mi hermano,
doquiera que esté, tenga aviso de todo esto enseguida.
|
PARMENÓN.- Iré a ver si
está en casa. (Vase.)
|
TRASÓN.- Gnatón,
¿dudarás ya que estoy perdido para siempre?
|
GNATÓN.- Ya no lo dudo.
|
QUEREA.- ¿A quién alabaré
primero o más de veras?, ¿a quién me
aconsejó la aventura, o a mí que tuve ánimo
para emprenderla? ¿Alabaré a la fortuna, que ha sido
nuestra gobernadora y tantas y tan grandes cosas ha tenido a punto
para un día, o la complacencia y benignidad de mi
padre?¡Oh, Júpiter! ¡Suplícote que nos
conserves por largos años estos bienes!
|
Escena
X
|
|
FEDRO,
QUEREA, TRASÓN, GNATÓN.
|
FEDRO.- ¡Soberanos dioses!, ¡y
qué cosas tan increíbles acaba de contarme
Parmenón! ¿Pero dónde está mi
hermano?
|
QUEREA.- Aquí le tienes.
|
FEDRO.- ¡Qué dicha!...
|
QUEREA.- Bien lo creo. No hay cosa, hermano,
más digna de ser amada que tu Tais, según ella se
muestra favorable a toda nuestra casa.
|
FEDRO.- ¿A mí me la alabas?
|
TRASÓN.- ¡Ay de mí! Cuanto
menos esperanza, veo, tanto más la amo. ¡Por lo
más sagrado, Gnatón...; que en ti está mi
esperanza!
|
GNATÓN.- ¿Qué quieres que
yo haga?
|
TRASÓN.- Que recabes con ruegos, con
dinero, que tenga yo, siquiera alguna vez, entrada en casa de
Tais.
|
GNATÓN.- Difícil es.
|
TRASÓN.- Te conozco muy bien, y sé
que si tú quieres... Si esto me logras, pídeme
cualquier merced y cualquier premio; que todo lo que me pidieres
alcanzarás.
|
GNATÓN.- ¿De veras?
|
TRASÓN.- Sí.
|
GNATÓN.- Pues si esto recabo, yo te pido
que en tu presencia y ausencia tu casa esté siempre abierta
para mí, y que, aunque no me conviden, tenga siempre un
puesto a la mesa.
|
TRASÓN.- Y yo te juro hacerlo
así.
|
GNATÓN.- Pues manos a la obra.
|
FEDRO.- ¿A quién oigo yo
aquí? ¡Oh, Trasón!
|
TRASÓN.- Estéis en buen hora.
|
FEDRO.- Tú sin duda no sabes lo que
aquí ha sucedido.
|
TRASÓN.- Ya lo sé.
|
FEDRO.- ¿Cómo, pues, te veo yo
aún por estos barrios?
|
TRASÓN.- Porque me fío de
vosotros.
|
FEDRO.- ¿Sabes cuán confiado
puedes estar? Capitán, desde ahora te lo aviso: si de hoy
más te viere en esta plaza, no te valdrá el decirme:
«A otro buscaban»; «Por aquí pasaban,
¡que morirás!
|
GNATÓN.- (En tono de
ruego.) ¡Ea!, que no se ha de hacer
así.
|
FEDRO.- Lo dicho, dicho.
|
GNATÓN.- No os tengo yo por tan
altivos.
|
FEDRO.- Ello será así.
|
GNATÓN.- Oídme primero dos
palabras; y si lo que hubiere dicho os pareciere bien, hacedlo.
|
FEDRO.- Oigamos.
|
GNATÓN.- Tú, Trasón, hazte
allá un poco. (A FEDRO y QUEREA.) Cuanto a lo
primero, yo querría que ambos a dos me dieseis en esto muy
gran crédito, que todo lo que yo acerca de esto hago, lo
hago particularmente por mi provecho. Pero si también os es
útil a vosotros, sería necedad que vosotros no lo
hicieseis.
|
FEDRO.- ¿Y qué es ello?
|
GNATÓN.- Yo os aconsejo que
aceptéis al soldado por competidor.
|
FEDRO.- ¿Cómo aceptar?
|
GNATÓN.- Considéralo bien ahora.
Tú, Fedro, vives realmente con Tais muy a gusto; y comes y
bebes en su casa. Tú tienes muy poco que darle, y Tais no
puede pasar sin que le den mucho: para que sin mucha costa puedas
conservarla en tus amores, para todo esto no hay hombre más
a propósito ni que a ti más te convenga. Cuanto a lo
primero, él tiene que dar, y no hay hombre más
liberal; es un tonto, sin gusto, perezoso; de día y de noche
duerme; no tienes de qué recelarte que la mujer se le
aficione; en tu mano estará echarle siempre que
quisieres.
|
FEDRO.- (A QUEREA.)
¿Qué hacemos?
|
GNATÓN.- Además, tiene una cosa
que yo creo la primera de todas: que no hay hombre que mejor ni
más largamente dé de comer.
|
FEDRO.- Cierto que un hombre como ése, en
todas maneras es menester.
|
QUEREA.- Lo mismo digo.
|
GNATÓN.- Muy bien hacéis. Otra
cosa también os pido de merced; que me recibáis de
aquí adelante por uno de vuestros familiares; que hartos
días ha que ando revolviendo esta peña.
|
FEDRO.- Recibido.
|
QUEREA.- Y de muy buena gana.
|
GNATÓN.- Pues en pago de eso, Fedro, y
tú, Querea, yo os le entrego, (Aludiendo a
TRASÓN.) para
que os le comáis y os burléis de él.
|
QUEREA.- ¡Que nos place!
|
FEDRO.- Lo merece muy bien.
|
GNATÓN.- Trasón, cuando quieras,
te puedes acercar.
|
TRASÓN.- ¿Qué has
negociado, dime, por tu vida?
|
GNATÓN.- ¿Qué? Estos
señores no sabían quién tú eres; pero
después que les he dado a entender tus costumbres, y te he
alabado conforme a tus hechos y virtudes, helo recabado.
|
TRASÓN.- Muy bien. En muy gran merced se
lo tengo. Jamás he estado en parte ninguna donde no me
quisiesen todos mucho.
|
GNATÓN.- ¿No os lo dije yo, que
resplandecía en él la gracia y elegancia de
Atenas?
|
FEDRO.- Ya no queda nada por hacer; caminad
vosotros por aquí. (A los
espectadores.) Vosotros, quedad en buen hora,
¡y aplaudid!
|