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ArribaAbajoAlegoría del Libro octavo

La Sala de los venenos entre los Réprobos, significa su vehemente Aprehender, y infeliz Conocimiento donde fabrican a sí propios los tormentos, ponzoñas, en que beben las constantes rabias de su Eternidad. Con la Lluvia maligna se da a entender que la Astucia Infernal, perturbando el Conocimiento, y Aprehensión de los Navegantes, los hizo pensar caminaban infaliblemente a su ruina. La constancia de Colón entre el universal Motín de su gente, muestra decretó Dios que este grande Capitán que obró mayor Acción que todos los que celebra la Fama, mereciese conducirla a perfección, venciendo la mayor Zozobra, y contratiempo a que jamás se vio reducido Héroe alguno. Y el encontrar entonces el Nuevo Mundo es expresión de la Providencia, aunque parece tarda en traer el Premio, lo destina infalible a aquellos que proponiéndose por Objeto la Virtud, ningún estorbo los impide el buscarla; prosiguiendo siempre aun a pesar de la contraria Inclinación de las Estrellas, de la opuesta Rebeldía de los Elementos, y de la sucesiva obstinada Ingratitud de los Mortales.

Faltan a este Libro en el razonamiento de Colón los motivos, y razones con que incurrió en el pensamiento de que había otro Mundo; y la noticia de los Mares que en los ocho años antecedentes navegó; con los raros sucesos que se ha de introducir le acontecieron en ellos.

También en la prosecución del discurso de Carlos falta, y se ha de poner, una muy nueva filosofía de la piedra Imán.

Antes desto se han de contar, siguiendo la Historia, los Casos de la Armada, hasta que tumultuó la gente que acompañaba a Colón en este Viaje que se canta.

El Nuevo Mundo

Poema Heroico de Don Francisco Botello de Moraes y Vasconcelos.




ArribaAbajoLibro octavo




1


Cesó la Ninfa: Y toda la Espesura
deshecha, y hondos Centros Elegantes,
(Y aun desta Beldad misma la Hermosura)
Colón se halló en las Naves como de antes.
Ufanos con tan nueva Gloria pura
rodaban mucho al Mar los Navegantes
del Giro que allá, Alcides más difuso,
término al Orbe Ptolomeo impuso.




2


El Generoso, el Ínclito Deseo
de que Europa debiese a su Osadía
tanto Milagro oculto, al gran Trofeo
ansioso todo Espíritu encendía.
Mas la Invidia Infernal, en tanto, el feo
Centro a turbar llamada esta Alegría;
a Oídos siendo de Conocimientos
Intelectuales Actos los Acentos.




3


Y no sólo de Espíritus malignos
allí las Ondas, y los Austros llena,
mas en Vapores de su Aliento dignos
mágica lluvia fatalmente ordena.
Lluvia, que enfureciendo los benignos
Pechos que Amor del Ligurino enfrena,
cuanto han visto en Olvido obscuro invierte;
Y hace aun del Héroe procurar la Muerte.




4


Enseñole estas fieras confecciones
un Ministro Infernal, que allá en Escritos
de Llama (haciendo el Alquitrán renglones)
los brebajes decreta a los Precitos;
Y nacieron sus Rabias, o Infecciones
de la infausta mansión que a los Delitos
los Venenos sazona en el inmundo
más hondo, y triste espacio del Profundo.




5


Hay grande Sala en la Región Letea,
a quien no Litargirios dio furiosa
del Cáucaso la hondura, ni en Rifea
mata inquirió los Minios ponzoñosa;
No las hierbas de Circe, de Medea,
o de Ericto Infernal juntó Estudiosa;
Del Vaso atroz de Pandora en sucesos
el Vidrio más feliz rebosa excesos.




6


Unas Vasijas con su Espuma inflama
Can que todo hunde el Centro en el Ladrido;
En Otra ardientes vómitos derrama
el Portento de Lerna, repetido;
Megera en muchas la rabiosa escama
exprime del Cabello enfurecido;
dando, apretado el Áspid, broncos Truenos
de Silbos, entre lluvias de Venenos.




7


De hondas inaccesibles Cumbres vastas
Otro más triste Sísifo violento
cuantas Raíces cuanto Tronco gastas,
oh estudioso Furor, lleva Sangriento.
Medulas de Quelidros, y Cerastas
a míseros Heridos son Ungüento;
Y Colirio que, oh Centro, le destilas
de horrendos Basiliscos las Pupilas.




8


Las Semillas que uniendo estrago duro
al triste Grano, la Oficina vende,
Ovas de Cocodrilos son, que impura
la Esfinge en los Raudales de Ascuas prende;
Pasa Alecto por Bálsamo el obscuro
sudor del Pino que en la Estigia enciende;
son vivo alambique Ondas impías
Lágrimas negras de hórridas Harpías.




9


Caronte más feroz, más Vigilante
Tritura toda Tierra en que Odio arguye;
Del Remo herida, es Almirez sonante
la Urna en que el gran Juez asombro incluye.
Muerte ciernen las Bélides constante;
y el Giro, en que Ijión se busca, y se huye,
es el Tamiz que en sí, por tela, interna
el manto impuro de la Noche eterna.




10


Con bullicio menor (las fulminantes
Vallas queriendo profanar furiosos)
soñó Tesalia Montes de Gigantes
entre Gigantes Montes oficiosos;
Ni a Vulcano el Error tan incesantes
dio Esteropes, y Brontes presurosos,
como allí en Monstruos mil que se destina
despueblo del Infierno es la Oficina.




11


Quien rabiosos Venenos permanentes
mezcla anhelando en tristes Letuarios;
Quien Estragos anuda indiferentes
en los Trociscos, del vivir Contrarios.
Este en membranas de Áspid las ardientes
masas extiende para Parches varios;
Ceba Aquel para cuanta Cocción trama
como Troncos de Cadáveres la Llama.




12


En digno Nicho a la Mansión injusta
preside siempre Libitina enorme;
es la Guadaña con que el Mundo asusta
Bastón corvó que empuña el Brazo informe.
Su estructura de Hueso, oh red, que ajusta,
manda, y Compite la Mansión disforme;
los Ojos hace que al mirarla aún mueran:
Otra Oficina sus facciones eran.




13


De aquí la Invidia un Infernal diluvio
cuaja en nube, que dio a la Faz del Día:
Retrocedió al Oriente el Fanal rubio;
gimió el Aire; tembló la Espuma fría.
La Armada esconde el volador Vesubio,
y el Mar, con la ala de su Noche umbría:
Rota la Vista que en sus Nieblas Casca
se estrelló en más temor que de Borrasca.




14


Mas como hacia lo interno era la horrible
Ponzoña de su Bárbara influencia,
en Onda allí a los Ojos apacible
empezó a Desatarse sin violencia;
Bien que en Todo se infunde imperceptible;
en todo hunde su Trágica inclemencia;
los Hombres moja, y porque triunfos corte
aún salpicó en la aguja Odios del Norte.




15


Enchárcanse las Velas; dan congoja
graves al Aura que a impelerlas vino;
pásmase el Viento, y aún Feroz se enoja
viendo lo quiere el Golfo echar del Lino.
Cuantos pisaban la Cubierta, moja;
y porque el Lastre mismo herir previno,
en todas Tablas ya con maravillas
eran todos los Poros Escotillas.




16


Dudan las Gentes de Consejo faltas
como las Lluvias todo penetraron;
sutil Niebla el raudal que (oh Abismo) exaltas
del Aire introducida imaginaron.
Habían roto ya las Proas altas
más Golfo que Otros Hombres nunca hollaron;
mil Días ha que es solo en vago Hielo
variedad de su Vista el Mar, y el Cielo.




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78


Golfo, y Aire ven sólo, inmensamente
dilatarse a la Tarde Azul, y Hinchado;
ven Aire, y Agua cuando al dulce Oriente
con el Rocío Cristalea el Prado;
Agua, y Aire a cer vuelven cuando ardiente
pisa Espumas el Sol precipitado,
y Cintia de la Noche en el desdoro,
Vaga es Huella de Plata de un Pie de Oro.




79


Vuelve a nacer la Aurora, y a ser vuelve
inmenso el Oceano en Golfo nuevo;
viene la Tarde, y nunca se resuelve
el Mar en Playas, como en Sombras Febo;
En Tinieblas la Noche el Mundo envuelve,
y el Mar de inmensidades es renuevo:
No queda, más adelante en Tumbos graves
huyendo siempre un Mar va de unas Naves.




80


Dijeras se arrebatan con Empeños
tras el Mar los Abetos que alto encierra;
o corren con Apuesta Golfo, y Leños,
obstinados entorno de la Tierra;
Sino es que Caen del Mundo, y llevan Dueños
las Naves en si el Viento, y Mar que yerra;
y en Abismos allá del Firmamento
Rodante Esfera son al Mar, y al Viento.




81


No hay Tormenta; no hay Nubes; y quebranta
así siempre uno el Mar con más enojos;
muestra que él solo en Faz inmensa espanta,
y es Tormenta, del Aire sin arrojos.
De correr, de mirar Espuma tanta
van rendidos los Vientos, y los Ojos;
porfía el Mar en no acabarse horrendo;
y es más Batalla que Lidiando, siendo.




82


Añadiose fatal Suceso triste
a este estarse, y estarse navegando;
la Aguja, en que la fe del Mar consiste
dejó de herir el Norte, vacilando.
Por todo luego en declararse insiste
la Operación del Tósigo nefando;
poco a poco al Principio Rumor crece;
hasta que ya Alarido se enfurece.




83


Como Aquel que a la Víbora que huella
infausto enjugó el Diente con la Planta,
siente el Veneno que corrió por ella,
siente el Veneno que corrió por ella,
y en Latir ponzoñoso lo quebranta;
Mas cuando Antipatía que descuella
contra el Pecho, en la Peste a él se adelanta,
Congoja, y Rabia que estalló se escucha
del Alma, y de la Víbora la Lucha;




84


Así el humor en que la horrenda Curia
rabias esconde cuando astuta alaga
lentamente imprimiendo iba tu injuria,
hasta que ya es furor la oculta Llaga.
Uno, en quien más porción de horrenda furia
más la alta Luz de la Constancia apaga,
en media de Gran Turba que inducía
a Acción rebelde, Pérfido decía:




85


¿Hasta cuándo del Mundo están huyendo
nuestras Credulidades peregrinas,
un Exceso Fantástico emprendiendo
del inmenso Oceano, o nuestras ruinas?
¿Hasta cuándo ignoráis (de Eolo horrendo
provocando las Vagas Libitinas)
que es mofa a nuestro Error, y infiel desaire,
en Nuestras Jarcias el Silvar del Aire?




86


Treinta y tres veces en la Empresa vana
Risa al alba ya se fue nuestra insistencia,
viendo inquirimos Tierra que Lejana
sólo en Nuestro Fingir tiene existencia.
Nuestras Estrellas visteis, y Onda cana;
nuevos Monstruos a quien dio el Mar violencia;
mas en remoto Piélago profundo
veréis nuevo Panteón, no Nuevo Mundo.




87


¿Si lo hubiera, volando ha tantos Días
Viento en Popa tanta Águila Velera,
no fuera a sus Nadantes Osadías
Alcándara ya verde otra Ribera?
Pues ¿qué emprendemos? Por las Ondas frías
sucesivos rodear toda la Esfera,
grabando, en principios deslumbrados,
del Círculo Mayor émulos Grados?




88


Altos Secretos que el Criador dispuso
debajo de la Tierra acá inquirimos;
mal a ocultarlos Próvido interpuso
tanto horrible Universo de Onda, y Limos.
Si nuestra Obstinación y errar difuso
lo ofende, ya en la Aguja lo advertimos,
cuando en el Norte el Rostro con desvelo
por no mirarnos ha apartado el Cielo.




89


Si intentas, oh Colón, la gran Guirnalda
de hollar Astros, asalta sus extremos;
que Nosotros, del Piélago en la falda
ya bastante insistir mostrando habemos;
Todo el Mundo dejamos a la Espalda,
y hoy el Nadir de Europa trascendemos:
Si tu Ambición no buscas tan sin modo,
¿qué es lo que buscas más allá del Todo?




90


Sin ese hilo de Luz que desprendido
deja que un Laberinto Undante os sorba,
si más al Golfo entramos difundido
¿qué Playas morderá la Áncora Corva?
Si Europa; el Viento que por Popa ha sido
(ya veis cuán obstinado) nos lo estorba:
¿Qué edad a desandar bastará suma
por punta de Bolina tanta Espuma?




91


¿Los Víveres, viciados del Gran Lago
al Vapor que Extranjero le introduce,
o su mismo acabarse, a cuál Estrago
en tanto navegar no nos induce?
Pues si Colón sus Fieles Huestes vago
más a un sin cierto, y más, siempre conduce,
Muera, muera Colón; que en cualquier suerte
la Muerte debe darse a quien da Muerte.




92


Arrojémosle al Mar que vano emprende
agotar navegando: el Cristal corte
su Osar; y siendo Ofrenda a Luz que ofende
con él compremos la Amistad del Norte.
Aun su misma Ambición miro que atiende
gustosa al Sumergirlo, y se conforte;
No hay más Tierra hacia aquí; triunfe allá dentro,
pues la que hay sola encontrará en el Centro.




93


Estas, y otras ponzoñas derramaba
introducido a Cláusula el Averno;
todos Labios en Voz rabioso lava
el Tósigo que en Lluvias dio el Infierno.
El Héroe lo entendió (y aún lo avisaba
Jaime que, Santo, holló el Veneno eterno)
¡Oh cuánto suda congojado! ¡Oh cuánto!
Al peso horrible de Suceso tanto.




94


Cual en el Seno de hórrida Montaña
halituoso Espíritu que oculta
por Librarse del Peso en veloz Saña
todo Risco, y Caverna bate oculta;
Así el Gran Pensamiento en tan extraña
fatiga todo inquiere, aunque sepulta
Congojas donde el Triunfo halla deshecho,
en los Augustos Cóncavos del Pecho.




95


Discurrió al fin, mostrando que ignoraba
del furioso Escuadrón las sediciones,
decirle para el Mundo que buscaba
cuanto Indicio encontró, y altas Razones;
Por ver si los Furores hoy frustraba,
infalibles probando otras Regiones;
o en tanta Empresa al Triunfo los movía
cuanto obró, refiriendo; y les decía:




96


Compañeros Heroicos, cuyo anhelo
constante, aún pasma al Piélago profundo;
Y hoy merecéis que allá del Mundo el Cielo
para darle os buscase al Cielo un Mundo;
Cerca os guarda el fin del gran Desvelo;
Y si es lejos de Humano el sin Segundo
Ser sumo, ya más que hombres os admiro
cuanto más lejos de nuestro Orbe os miro.




97


¿Con qué triunfales Arcos peregrinos
la Sucesiva Edad más de un Lucero
rozará, debiendo ejes Cristalinos
del postrer Golfo a vuestro Ardor primero?
Si halló todo Inventor Nombres Divinos,
¿qué Esencia cuajará en lo Venidero,
a gritos con que, oh Fama, el Euro estorbes,
Nuevo Cielo? ¿Astros Nuevos? ¿Nuevos Orbes?




98


Sea al Persa, y al Otro, a cuya rienda
las Frentes dieron cuatro Soberanos,
alto Triunfo el buscar con Real contienda
del Sol de Egipto undoso Orientes vanos;
Sealo a César el que altivo emprenda
separados del Mundo los Britanos;
Hanon vague; Alejandro Orbes suspire;
Sueñe Platón; y el Trágico delire;




99


Que a Vosotros dará en más singulares
Premios, con un Renombre más que Humano,
minas que emulen nuevos luminares
sólo el creer no inmenso el Oceano.
Mas porque antes que rico en sus lugares,
cierto en mis Voces lo miréis no en vano,
ya os quiero referir, como el plausible
juicio formé, que luego hallé infalible.




100


Entre cuantos Estudios fiel conquista
mi Razón (descollando aún tierna) se hace
más lugar cuanta línea el Cielo alista,
cuanta Región, y Mar la Tierra enlace.
Ofreciéronse hermosos a mi Vista
Cielo, y Tierra, que a ver el Hombre nace:
Mirelos; Y a su examen con arrojos
corrió ansioso mi Genio tras mis Ojos.




101


Indigno de poder mirar sublime
las Estrellas, juzgué, con Ojos fieles,
Hombre en quien ansias de saber no imprime
la honda Base, y Azules Capitales.
Bajé el Rostro (cual bruto se reprime)
Quien no sabe que entre Astros, y Vergeles
se le dio el Alma porque inquiera atento
Esas Techumbres, y Este Pavimento.




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302


Así hablaba Colón: Cuando ilustrado
Carlos (el cual también negó a violencias,
o ya la Rama del Laurel Sagrado,
o el Pecho que hacen Celestial las Ciencias)
Si lo permites (dice) oh Sublimado
Caudillo, mostraré ñas congruencias
que recíproco el Hierro, y Imán sigue.
Dijo: y con la alta permisión, prosigue:




303


Aunque a la Luz Mortal (que arde perpleja)
Naturaleza portentosa, y Culta
detrás de Asombros que apurar no deja
ya se nos muestra, y ya se nos oculta;
En nada tantos pasmos aconseja
como en esta Silvestre Piedra inculta;
No Diamantes, la exceden Alabastros;
Diademas la huyen; mas la sirven Astros.




304


Asomo de Deidad empedernido,
es todas Cosas un Escollo breve;
Sin Vida, y nada tan vivaz ha sido;
Sin Movimiento, y nada así se mueve.
Tal vez es Nauta; Es Geómetra advertido;
Filósofo, y Astrónomo ya es leve;
Ya es Teólogo; Es Mago: Un Risco feo
Todo, sin brazos, lo abrazo Briareo.




305


Un mismo Objeto a un tiempo ama, y ultraja;
Es ciega; Y fanal, guía su Obelisco;
Mira a un tiempo, y no mira, en la Azul faja
las rubias Greyes del Celeste Aprisco.
Rompe Impíreos, Abismos descerraja
cuando aún hermana la desdeña un Risco;
Tierra es Parda; y se hinchó una vil Esencia
menos que piedra, a más que Inteligencia.




306


De toda docta Edad admiraciones
(Más que al Hierro) ha arrastrado triunfadora;
todo Ingenio hasta aquí sutiles dones
estrelló en sus Peñascos como ahora.
Risa del Saber nuestro en sus terrones
cuaja Naturaleza; Y jugadora
introdujo en sus venas no prolijas
el tropezar los Juicios en las guijas.




307


Hay quien Solio la juzga a Genio impuro;
Quien dice que voraz Hierro amontona;
Otro (no en su substancia) más seguro
en su Temperamento el pasmo abona;
Apeló confundiéndola Epicuro
a Átomos impartibles que eslabona;
Llama Platón Divina su acción ruda;
si es viva el Rayo de Estagiria duda.




308


Uno de Hierro y piedra la hace masa
discorde; Y siendo aquel menos, convoca
en su favor más Hierro, que allá pasa
a auxiliar su porción contra al roca;
Otros que al Virtud misma los casa
que a la Rémora, y Nave; Otro allí tica
la fuerza con que Ungüentos de acción llenos
chupan del bulto vivo los Venenos.




309


Todos deliran; y en quimera injusta
vuelan con licencioso osar bizarro.
Yo otra senda encontré con que se ajusta
todo obrar del rarísimo guijarro.
Mas no por eso digo es cierta, y justa;
Que esto no se concede al Mortal Barro:
Una Verdad hay sola, un Dogma fijo,
Dios, y cuanto Él con alto hablar nos dijo.




310


Mas del modo que a un Blanco cuando emprende
aplastarlo, y morderlo, o Flecha, o Bala,
aquel de Diestro al blasón noble asciende
que aunque yerre, más cerca el tiro exhala;
Así aquella Razón donde comprehende
más fuerza el Juicio, aunque la Luz no iguala,
gustoso la festeja como Aurora
del Rayo de Verdad que oculto adora.




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364


Dijo: Mas ni el mirar que los esquivos
retiros del Imán son Naturales;
Ni la Empresa infalible en los Motivos
del Caudillo, deshace furias tales;
Bien que freno a sus Odios excesivos
las Heroicas presencias son triunfales;
Insisten Ellos en trazar su Muerte;
Y en proseguir la Hazaña el Héroe suerte.




365


Vengan ahora las antiguas Musas
(si fe el exceso de su Voz merece)
pondérenme un Ulises que en difusas
Heroicas marchas a Itaca ennoblece;
Un Aquiles; O Eneas que en confusas
Tropas Rayo de Marte se esclarece;
Un Julio Altivo; Un Magno, en quien Farsalia
ahogó en Egipto el respirar de Italia;




366


Los Emilios, los Marios, Aurelianos,
los Fabios, los Camilos Triunfadores;
Explendores de Iberia los Trajanos,
los Alejandros de la Aurora horrores;
Que a pesar de los Cisnes Soberanos
que tanto, y tanto gritan sus ardores,
en ningún Héroe tuvo así violento
difícil ejercicio el Ardimiento:




377


Sobre una tabla a quien el Oceano
con Golfos no entendidos amenaza;
De cuya Aguja el Norte huye Tirano,
Cuyo Escuadrón su muerte unido traza;
Contra Estrellas, Espumas, y Odio Humano
obstinado el gran Pecho despedaza
tanto estorbo, arrastrando hacia sus huellas
Ondas, Naves, Ejércitos, y Estrellas.




368


Mucha produjo a César grande Gloria
del Rubicón allá el difícil paso;
Ya en aquel gran romper, mucha Victoria
llevó a la Lid, y hollar debió el Acaso.
Mas no lo desvanezca su Memoria,
cuando medio Orbe lo siguió no escasos:
Puente le fue contra Armas aun Celestes
bárbaro el juramento de sus Huestes.




369


Fama alta a los Helvecios, Palma extraña
dio al partir de su Tierra el ver que graves
porque nada los mueva en la Campaña,
de sus Casas el Fuego hicieron llaves.
Otra obró semejante inmensa Hazaña
el gran Cortés al sumergir sus Naves;
Mas Gente hubo por más que el riesgo pesen
con Todos a morir cuando muriesen.




370


Si en Rebelde Tropel muestra constante
a su Godofredo el dulce Homero Ausonio,
Fieles le deja; A Eneas bien Palante
de sí hay quien se le junte es testimonio.
Lidió Aquiles; ¿Qué mucho, al ver lo cante
imposible de herir el Ciego Aonio?
Cobarde fue, escondiendo sin Guirnalda
Pie que es Rostro, un Varón que es todo Espalda.




371


Y que un cierto Morir no haga temerse
Hazaña es que en menor Acción se indicia;
Mas ¿quién pudo en lo Heroico ver perderse
la Empresa, y del Cansancio aún la Noticia?
En proseguir, del mismo resolverse
(De cuanto obró) el Renombre desperdicia:
Mas ¿cómo todo no Hollará si arguyo
que el Gran Colón era Teatro suyo?




372


El de sí mismo a sí fue Mundo tanto,
que por sí Vida empresa desatiende.
Media Alma suya atropelló el Espanto
al ver que la otra media es quien la atiende.
Ningún Suceso le es Congoja en cuanto
de su gran Corazón al Premio asciende.
Prosigue; y vencen dos (con nueva Palma)
Mundos enteros dos miradas de Alma.




373


Bien premió la alta Esencia Veladora
intento en que, oh Grande Héroe, no desmayas;
Pues cuando más ardía la Traidora
Ponzoña, ves la Tierra que a Luz rayas.
Lo que ha plateado el Alba ya el Sol dora
cuando de Haití llegaron a las Playas.
Cambia toda la Gente sus Crueldades
en Rendimientos, Gozos, y Lealtades.




374


Crece Cavado en aquella Isla un Monte
de cuya informe Vista (oh Mar) te asombras;
y a cuyo Pie (al mirar que se remonte
inmenso) ofreces líquidas alfombras.
Media Bóveda haciendo, al Horizonte
undoso pende, y con las densas Sombras
de un gran Bosque que en la Alta Cumbre mece
la Tabla Azul del Piélago ennegrece.




375


De allí gran Tropa de Indios a lo lejos
miraban acercarse el Ligurino.
Ven dividir los Húmedos Espejos
vagas Selvas que en lo Alto nieva el Lino.
Convocan Gente faltos de Consejos;
dudan si más de un Monstruo sea Marino
que temen por Escama erice inculto
Islas de Concha en Piélagos de Bulto.




376


Cuanto más los ven cerca, más se admiran,
que más descuellan en las Ondas rotas.
Pásmanse los Osados; se retiran
los Otros de las Fábricas remotas.
Alpes aparecen ya donde se miran
las Nieblas de las Telas ser Carzotas.
¿Quién (dicen) solidó cuanto alto yerra
Maridaje feroz de Nube, y Sierra?




377


Los Tejidos matices miran luego
de Banderas que intrépida enarbola
la Armada, y las discurre su Error ciego
Iris con Bultos que algún Dios tremola.
La Grita oyen después; después el fuego
que truena la Alegría allí Española:
Caos de Azufre horrendo se reparte
de los Infiernos Cóncavos de Marte.




378


Rimbomba el Mar; El Eco en la alta Sierra
que terremoto al Risco fue presumo;
en los Campos del Aire que hace Tierra
macizo a Peña se introduce el Humo.
A todo Isleño el Grande asombro atierra
no sólo por no oído, mas por sumo.
Corren; y cae alguno frío, y quedo:
con desmayo el no huir lo debió al Miedo.




379


Desembarcan los Héroes, y a hallar vienen
los que prendió del Pasmo la Ansia impura:
corto el Cabello en leve Airón contienen,
anchos los rostros, breve la Estatura.
Del Occidente en que nacieron tienen
casi Negra en la Faz la tarde obscura:
Lindan, como en su Clima el Rubio Coche,
en su pardo Color l'Alba, y la Noche.




380


Viendo luego que a todos los recibe
piadoso el que las Naves acaudilla,
en todos grande Espíritu revive:
cada Uno alegre ya a sus Pies se humilla.
De traición se acuerdan que allí vive,
y afirma que Celeste a aquella Orilla
Gran Gente llegará, que Triunfadora
Hija del Sol habita hacia la Aurora.




381


Dioles Dones Colón, que su error ciego
juzgaba abortos de Región Divina.
A los otros llamaron estos luego,
y se llenó de Gente la Marina.
Frutas llevaban que Felice riego
produce en aquella Isla Peregrina
Ají, Cazabi, Flores, y Aves ciento,
al Creído Escuadrón del Firmamento.




382


Uno con suspensión mira inoportuna
ni osa tocar la Gente vencedora;
otros las Ropas besan; fue más de una
Mujer, y atenta la alta Escuadra adora.
Tierno Infante en los Brazos lleva alguna,
que al ver la extraña Gente tierno llora,
el Rostro aparta que el Temor confunde,
y entre los Pechos de la Madre se hunde.




383


Manda Colón que a todos se agasaje;
Con que más siempre, y más la amistad crece:
Cercano se despeña el fiel Villaje;
La Planta al Pasmo crédula obedece.
Ni unos, ni otros entienden el Lenguaje;
Habla Amor, y la Voz allí enmudece;
Sencilla risa hace a la Astucia Agravios;
Y eran festivas todas Almas Labios.




384


En esta alegre venturosa parte
Reinaba Guanagari Rey piadoso;
Cuya Corte alta Luz para hospedarte
destinaba, oh grande Héroe victorioso.
Más de un Aviso al fiel Cacique parte
el Suceso gritando Portentoso;
Corre Él, ardiente; Y deja con indulto
la Majestad arrebatar del Culto.




385


Era la Desnudez su Augusta Gala;
Sólo desde la Cinta a la Rodilla
lo vestía Algodón; Respeto exhala
el gran Semblante, y Majestades brilla.
Corona de Oro lo ciñó que iguala
la Luz del Sol; Gran Tropa se le humilla;
Soberbio uniendo entre el vulgar Ropaje
un tratamiento Antípoda del Traje.




386


Ya fuesen las cantadas profecías
que el Destino esparció entre Aquellas Gentes,
ya bizarras Augustas cortesías
que el Cacique ejercía reverente;
O ya que el Cielo así las Osadías
de Colón coronaba Augustamente,
de sí el Rey a la Sien del Victorioso
Héroe tradujo el Círculo precioso.




387


Entre cuantos de pasmo estaban llenos
al mirar los Clarísimos Varones,
más templado el gran Rey, no absorto menos
dejaba deslizarse a Admiraciones.
Que ilustren venturosos sus Terrenos
pide a los Celestiales Escuadrones;
Van a su Corte; La Isla en todo espacio
vuela de Guanagari al Real Palacio.


 
 
Fin del Libro Octavo