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ArribaAbajoCapítulo XXIII

Turbacion, llantos, azotes y otros efectos raros, que causa el eclipse de la Luna en aquellos Gentiles


Del extraño modo de concebir de aquellas Naciones, un mal gravísimo en el eclipse de la Luna, nacen como aborto de su ignorancia, demostraciones llenas de pavor y espanto: los de una Nacion se persuaden, que la Luna enferma de muerte, y se acaba á toda priesa: otras creen, que se ha enojado con ellos, y que se retira airada   —274→   para no alumbrarlos mas; y cada una de aquellas Gentes ciegas, deseosa de la luz de la Luna, prorumpe en diligencias, llenas de desatinos. No dudo, que quando se les eclipsa el Sol, harán semejantes, ó mayores demostraciones; pero no me he hallado entre los tales Gentiles en tiempo de estos eclipses; y así, no tengo que decir acerca de lo que sucede en tiempo de los eclipses del Sol: voy ya al caso propuesto de los eclipses de la Luna, en que me he visto muchas veces, y en algunas no sin sobresalto.

Bien ageno de todas sus tropelías me hallaba entre las Naciones Loláca y Atabáca, quando á cosa de las diez de la noche levantáron tal gritería, y llanto descompasado, que me persuadí haberse puesto en batalla cruda, una ú otra Nacion. Salí asustado, y hallé á casi todos los hombres juntos gritando, y á las mugeres corriendo y llorando, cada qual con su tizon en las manos, para esconderle entre la arena, ó entre la tierra. ¿Qué alboroto es éste? pregunté á uno de los Capitanes. ¿Dayque teo cejo ajó rijubicanto? ¿No vés, dijo él, como se nos muere la Luna? ¿Y las mugeres adonde van corriendo? Futuit nanaabica, rijubiri afocá. Van, dixo, á enterrar y guardar tizones de fuego; porque si la Luna muere, todo el fuego muere con ella, ménos el que se esconde de su vista. ¿Y quándo, repliqué yo, habeis visto morir la Luna, y al fuego con ella? No hemos visto ni uno ni otro, respondiéron, pero así nos lo han contado nuestros mayores, y ellos muy bien lo sabrian. Entretanto se fuéron juntando todos, chicos y grandes, y les pregunté ¿si habian hallado fuego alguna   —275→   vez en aquellos tizones que escondian? Respondiéron que no: luego es en vano la diligencia de esconder fuego; porque la misma tierra y arena con que le tapais, le sufoca y mata. No, Padre, dixéron, porque la Luna se alienta, y vive, movida de nuestras lágrimas: por eso el fuego escondido muere;pero si la Luna se muriera, el fuego escondido quedára vivo.

Así deliran aquellas Gentes: ni hay asunto tan arduo, como querer quitar un error derivado de padres á hijos entre gente incapáz. No obstante saqué un espejo, una vela encendida, y una naranja, y llamando à los principales, les expliqué, con los términos mas groseros que pude hallar, como la privacion de luz de la Luna no era por enfermedad, porque ella no es cosa viva, sino porque no tiene otra luz, sino la que recibe del Sol, poca ó mucha, segun el aspecto con que el Sol la mira; y que llegándose á interponer el Orbe Terráqueo entre el Sol y la Luna, durante el tiempo de la interposicion, no recibia luz, si era total: y recibia poca luz, si era interposicion parcial. Esto mismo les hice ver con la demostracion de la vela, y su luz reflexa del espejo, interponiendo la naranja entre la luz de la vela, y la del espejo. Percibiéron algunos de los principales la explicacion, y dándose grandes palmadas en los muslos, gastáron mucho tiempo en explicar á sus gentes la causa del eclipse, con tan buen éxîto, que en adelante no hubo lágrimas, ni gritos, ni ceremonia alguna en los eclipses que se siguiéron.

No es ponderable el gusto y atencion con   —276→   que aquellas Naciones atienden quando se les habla del movimiento del Sol, Luna y Estrellas, ó de la extension de la Tierra, Mares y Naciones; porque como están en una suma ignorancia de todo, y piensan que todo el Mundo se reduce à sus tierras, y à las de aquellas pocas Naciones circunvecinas, de que tienen alguna noticia, les causa notable gusto saber aquello, que jamás habian imaginado; y como de estas conversaciones de las criaturas, luego se pasa à tratar del Criador de ellas, se les va embebiendo insensiblemente, y con gusto el conocimiento del Criador de todo; y éste es el medio por donde los Misioneros mejor captan la atencion de aquellos Bárbaros.

Por otra parte, conviene que el Misionero explique muy de espacio el viage que ha hecho desde Europa hasta sus tierras, à fin de enseñarles el camino del Cielo; porque como ellos tienen un amor tan bestial á sus Paises, que casi se puede llamar querencia, que es la que las bestias tienen à los exidos de su pasto; les causa mucha armonía, que el Misionero, solo por cuidarlos, y enseñarles, haya dexado su Patria y parientes, y haya caminado tanto. Digo esto, porque en circunstancias, en que algunos Pueblos recien agregados de los bosques, ya por instigacion de los ancianos, ya por la del Demonio, estaban mal contentos, y deseosos de volverse à su Egipto, fui repetidas veces à oir à escondidas sus conversaciones, y en muchas de ellas oi esta réplica: «¿Cómo nosotros podemos dexar al Padre que por nuestro bien ha dexado à sus parientes? ¿Y qué mucho   —277→   nos apartemos pocas millas de nuestra tierra, quando el Padre por nosotros se ha alexado tanto de la suya?» Estas razones, tengo experiencia, que les hacen gravísima fuerza, y que producen muy buenos efectos.

Mas pesadamente, que los Atabácas, llevan los Indios Salivas el eclipse de la Luna; y así hacen y prorumpen en demostraciones de mayor sentimiento. En el año de 1735 creí, que à las nueve de la noche nos habian asaltado los barbaros Caribes, como lo acostumbran; tal era el estrépito de armas, toque de su formidable tambor y gritería. Salí, y hallé à todos los Indios de armas puestos en filas, presentándolas à la Luna, ofreciéndole su valor y esfuerzo, y rogándola, que no se retirase. Los jóvenes de quince hasta veinte años, estaban en dos filas aparte, y algunos viejos con látigos, azotándolos crudamente por sus turnos; y finalmente las mugeres, hechas un mar de lágrimas, lloraban la próxîma retirada, y ausencia fatal de la Luna. No eran circunstancias aquellas, que daban lugar à consuelo; solo recibian con gusto la noticia, de que por aquella vez era cierto, que la Luna no se habia de ausentar; con la protesta, de que ántes de hora y media la verian otra vez llena y alegre, como sucedió, quedando todos muy contentos. No pude averiguar de raiz la idea que aquella Nacion se finge: solo llegué á entender, que suponen, que la Luna tiene enemigos, por cuyo miedo se quiere retirar, para ir à lucir, y à alumbrar à otras Gentes. De este error nace su congoja, y las ofertas, de que pelearán á su favor; y así, que no tema, ni se vaya, etc.

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Casi la misma necia338 opinion siguiéron, y siguen todavía las Indios, que restan aun Gentiles en las Islas Filipinas: ellos, sin meterse à indagar, y saber de donde ha salido tan fiera bestia, dan por muy cierto que el descaecer la luz de la Luna, ó del Sol, se origina de que un fiero dragon tira á tragarse, ya al uno, ya al otro Planeta: la grande falta, que ya el uno, ya el otro les han de hacer, los acongoja, melancoliza y aturde; y no hallando modo de subir à socorrer à sus bienhechores, han tomado el arbitrio de hacer un continuo y formidable estrépito de caxas y tambores, para aturdir al dragon; y así lo creen, celebrando la victoria despues del eclipse.

Todavia me parece mas necio y descaminado el albototo de la Nacion Guayána, quando llega el caso del eclipse de la Luna; porque al punto que le reconocen, echan mano de los instrumentos que usan para cultivar sus campos; y diciendo y haciendo, unos desmontan la maleza, otros limpian, y otros cavan el terreno, y todos à una protestan à gritos: «Que tiene razon la Luna para estar enojada con ellos, y sobrado motivo para desampararlos, porque no le han hecho sementera, como era puesto en razon; pero le ruegan, que no los dexe, porque ya le previenen campo para sembrarle maiz, yuca, plátanos etc.» Con estas demandas y súplicas acompañan su trabajo, que es recio, durante el eclipse; pero en quanto la Luna recobra su luz, se vuelven à sus casas, celebrando   —279→   con mucha alegría el que no se hubiese ausentado: y es cosa rara el que dexan en olvido su trabajo, ni piensan mas en sembrar, ni cultivar la tierra prevenida para la sementera de la Luna, hasta que con el tiempo llega la hora de otro eclipse, y la pena y dolor de su descuido, la turbacion, sobresalto, y la nueva aplicacion al trabajo, tan infructuoso y vano, como los antecedentes.

No sé, que se pueda hallar imágen mas viva de la infructuosa y vana penitencia, que por quaresma emprenden los mal acostumbrados, que solo dura miéntras oyen el peligro gravísimo en que están, y luego se echa todo en olvido hasta339 la quaresma siguiente, en que al oir las verdades del Evangelio, entran en nuevo sobresalto y temor; pero todo sin fruto.

Mas prudencia gastan las Indias Otomácas, que sus maridos, durante el eclipse de la Luna: toman estos arrebatadamente sus armas, dan carreras y gritos descompasados, aporréan las flechas contra los arcos, en señal de indignacion, ruegan, piden y suplican à la Luna, que no se muera; y como por mas que se apuren, ella va menguando, y descaeciendo sensiblemente, viendo que no se da por entendida, corren à sus casas reprehenden agriamente á sus mugeres, porque no se apuran, ni lloran la enfermedad de la Luna; pero ellas ni aun por eso se dan por entendidas, ni aun responden palabra à sus maridos. Viendo estos que por mal, y por rigor no consiguen cosa, mudan de estilo, y empiezan à rogar y suplicar à las mugeres, que clamen y lloren, para que la Luna se aliente, y no se dexe   —280→   morir. No hay súplicas que valgan, y así pasan los Otomácos à las dádivas, que lo vencen todo: sacan de sus alhajas, cada qual lo mejor que tiene, y les dan á sus mugeres, unos, sartas de cuentas de vidrio; otros, collares de dientes de monos; y otros, preséas semejantes: entónces salen à saludar à la Luna, y en tono lloroso le hacen muchas súplicas; y como esta funcion llega ya à tiempo en que la Luna va recobrando su luz, à poco rato que prosigan sus ruegos, queda la Luna entera y clara, y entran los agradecimientos de los Otomácos á sus mugeres; cuya voz lamentable enterneció, segun su idea, y movió á la Luna à volver sobre sí, y no morirse. Estos y otros tales son los partos de aquella nativa ignorancia, bien semejantes á las demostraciones bárbaras, que hacen los Moros durante el eclipse de la Luna, en el qual tiempo se afligen, lloran, se arrancan los cabellos, y por último se enfurecen à violencias de su necio dolor y sentimiento, nacido de la falsa tradicion de que la Luna está enojada ó enferma. Tal como éste es el genio humano, quando le falta cultivo, carece de la luz que dan las ciencias, y de la sobrenatural con que nos alumbra nuestra santa Fe; y por falta de esta divina luz, yerran los doctos Astrólogos del Imperio de la China, aunque son hombres de nobles y muy cultivados ingenios, especialmente en órden á la contemplacion de los Astros y Planetas; lo qual no obstante corren parejas, y tropiezan tan groseramente como los Moros, y tan neciamente, como las Gentes bárbaras del Orinoco: sobre que el Padre Nicolas Trigault, de   —281→   la Compañía de Jesus, Misionero é Historiador antiguo del Imperio de la China340 dice:

«El oficio de los Astrólogos de Pequín, es pronosticar en todo el Reyno los eclipses del Sol y de la Luna, promulgando ley, que los Mandarines y los Ministros de los Idolos, insignes en el culto de sus oficios, se junten de todas partes en cierto lugar, para socorrer al planeta afligido y doliente; lo qual piensan que hacen con tocar las campanas hasta cierto número de golpes; arrodillándose muchas veces, todo el tiempo, que creen están aquellos Planetas en riesgo, desmayados ó eclipsados. Dícese, que temen no los trague no sé que serpiente en aquel tiempo.» Hasta aquí el citado Autor.

Verdad es, que como la luz del Santo Evangelio va desterrando de aquel Imperio las sombras de la idolatría, les ha aclarado tambien los entendimientos, para percibir mejor el curso de los Planetas, ó el movimiento de los Astros, y la novedad de los fénomenos.

Deseará saber el curioso ¿si aquellos Bárbaros tienen conocimiento de algunos Astros y Planetas, fuera del Sol y la Luna? ¿y si tienen algun cómputo para contar los meses y los años? Respondo, que conocen á las Cabrillas, á quienes llaman Ucasú, y otros Cacásau; y cada Nacion de aquellas les da su nombre, segun la propiedad de su lengua. Por las Cabrillas computan el año; esto es, quando al ponerse el Sol, y   —282→   descubrirse las Etrellas, ven salir por la parte oriental las Cabrillas, entónces empieza su año nuevo; y en sus tratos, suele ser el plazo de la paga; v. gr. Edásu ucásu farrusacáju; que es decir en las Cabrillas venideras, ó de aquí á un año te pagaré. Los meses los regulan por las lunaciones; v. gr. Alaquirí boteyfida, farrusamay; luego que pasen dos Lunas vendrémos. No tienen semanas, ni nombres para señalar los dias de ellas; pero suplen este defecto con industria: v. gr. se ha de ir el marido à un viage de veinte y cinco dias, ó se hace un trato, que se ha de pagar dentro de otros tantos, entónces el marido da un cordon à la muger con tantos nudos, quantos son los dias que se ha de tardar, y el deudor da à su acreedor el mismo cordon, y se queda el que da los cordones anudados con otros del mismo número de nudos; y es cosa de ver, que por la mañana, la primera diligencia que hacen, es soltar un nudo de aquellos sus cordones; y esto infaliblemente, así los unos, como los otros; con que el dia que sueltan el último, saben que se ha cumplido el plazo, y cada qual concurre á cumplir su palabra; y los que no pueden pagar, dan sus excusas, y agencian nuevo cordon, ó nuevo plazo.

No obstante lo dicho, casi todas aquellas Naciones cuentan hasta cinco, con nombres numerales correspondientes; y en llegando á cinco, prosiguen diciendo: cinco y uno, cinco y dos etc.; y en lugar de diez dicen dos cincos, al quince tres cincos, y al veinte quatro cincos; pero siempre van acompañando los números que   —283→   pronuncian, ya con el número de dedos correspondiente, ya con una, ya con ambas manos, y con uno, y à veces con ambos piés; y es el caso, que sus números corresponden al número de los dedos de una persona, y no mas; v. gr. en lengua Achagua Abacáje, es cinco, quiere decir los dedos de la mano: Juchamacáje, es diez; esto es, los dedos de ambas manos: Abacaytacáy, es veinte; esto es, los dedos de piés y manos: Juchámatatacáy, es quarenta; esto es los dedos de dos hombres: y así van aglomerando hasta dos mil, seis mil, y diez mil dedos, con una algarabía notable, pero perceptible, à fuerza de trabajo.




ArribaAbajoCapítulo XXIV

Estilos que guardan aquellos Gentiles en sus casamientos: la poligamia, y el repudio


Como cada Nacion sigue sus tradiciones, tiene tambien sus particulares usos en los casamientos. Ya dixe latamente en el Capítulo décimo, la multitud de ideas con que los Indios Guayquiries solemnizaban en su gentilidad los casamientos: y noté allí ser cosa muy singular entre los bárbaros, los quales comunmente gastan pocas ceremonias en tales casos. No puedo individuar aquí todo lo que noté entre ellos, por no ser molesto: apuntaré tal qual especie, de que se podrán inferir otras semejantes, y formar algun concepto del desacierto de los hombres,   —284→   que caminan sin la luz de nuestra Santa Fe.

En una cosa concuerdan gran número de aquellas Naciones; y las restantes, aunque no abiertamente, adhieren en algun modo á la persuasion en que están aquellas, de que las hijas son vendibles, y que el novio debe pagarlas á sus padres, por el trabajo con que las han criado, y también por el afán y cuidado con que en adelante trabajarán en útil de sus maridos. Esta opinion, que siguió Laban341, haciendo trabajar bien largamente à Jacob, por las dos hijas que le dió, Lia y Raquél, es la seguida y practicada por el mayor número de las Naciones Gentiles, de que voy tratando; pero como aquella es gente de corto ánimo, y de caudal mucho mas corto, se contentan los padres de la novia con cosas de muy poca monta. No las dan tan baratas en el vasto y político Imperio de la China, en el qual toda la gente plebeya y pobre, compra por su dinero las mugeres para casarse; y aunque la Nobleza no entró en este uso, tiene otro mas costoso; porque ántes del casamiento envian à las novias grandes cantidades de dinero para que compren las alhajas y cosas que gustáren342. Ni esto debe causar armonía à los Europeos, como que éste mas parece interés y codicia en los padres,   —285→   que amor à sus hijas; porque tambien los Chinos y los Americanos notarán esto mismo en los novios Europeos, y dirán, (à veces sucede)343, que los novios parece, que no tanto buscan la muger, quanto al dote que le dan sus padres. Por otra parte, el mismo dote, que es liberalidad de los padres, y señal del amor que tienen à sus hijas, le pueden interpretar siniestramente aquellas Naciones, diciendo, que los padres de familias en Europa, por descartarse de las hijas, como si les sirvieran en casa de mucho estorbo, dan mucho dinero à los que las toman por mugeres; y así, si aquellas costumbres disuenan á los Europeos, las nuestras han de disonar á los Chinos y á los Indios: de que resulta este problema político: ¿Quiénes se portan mejor con sus hijas, los que las venden para que sus maridos las estimen; ó los que las dotan para que sus maridos las aprecien?

Entre algunas de aquellas Gentes se usa, que en naciendo algun niño, están observando, y esperando la primera niña que sale á luz, y luego se la piden á sus padres, alegando, que deben ser compañeros, por haber venido á este Mundo el uno en pos del otro; y en aquel dia queda ajustado el casamiento: así que el chico crece, y empieza á usar el arco y flechas, todo lo que puede haber á sus manos, lo lleva á la niña, sea pescado, aves ó frutas; tributo que reconoce y paga hasta que á su tiempo se la dan por muger. En otras Naciones, ántes de entregársela, deben preceder algunos méritos positivos: el primero, que por sí mismo mate un jabalí, y le trayga á casa   —286→   del suegro, en prueba de que ya es hombre en forma: el segundo, ántes de casarse, debe por sí mismo prevenir sementera, á la manera que la previenen los hombres casados, en prueba de que ya puede mantener familia. En otras Naciones es mas pesada la paga ó la prueba; porque está en uso, que á mas de prevenir su sementera y casa nueva en que vivir, debe trabajar, y disponer la sementera de su suegro, y hacerle una casa nueva, si la que tiene es ya vieja; y si es buena, en lugar del trabajo, que habia de tener en fabricarla, queda obligado á disponerle sementera el año siguiente.

En otras Naciones no se anda con estas nimiedades, sino claramente, por via de contrato, se conviene lo que el novio efectivamente debe dar por paga de la novia; y concluido el trato, da lo pactado; y si tiene edad, se la lleva; y sino, desde entónces corre con la obligacion de buscarla que comer. Quando el que pide la hija casadera, tiene ya otra ú otras mugeres, se les hace muy duro á los padres de la moza el consentir, y solo á fuerza de aumentar la paga, se llega á terminar el contrato.

No sucede así en órden á las viudas que quedan casaderas; pues en quanto á éstas, entre los Caribes, las hereda el hijo mayor del difunto; y entre los Otomácos, los Capitanes dan la viuda á un jóven; y entre las demás Naciones, ya no intervienen los padres de ellas en el segundo casamiento, sino que ellas por sí se casan, segun mejor les parece.

Solo entre los Betoyes, y sus varias Capitanías observé, que mediaban algunas palabras al tiempo,   —287→   de entregar las novias, y eran éstas: pregunta el padre de la novia al novio: ¿Fajinefá du? ¿La cuidarás? Y responde el mozo: Mamí farrinefá du. Muy bien la cuidaré: y sin mediar entre los contrayentes palabra alguna de contrato, se dan por casados á su modo; aunque, como luego diré, tienen muy pocas señas de válidos esto contratos, sean tácitos, sean expresos. Véase á Herrera344 y al Padre Trigault345, quien en su Historia de la China, dice de aquellos casamientos: Los padres de ambos componen estos contratos, y no piden para ello el consentimiento de los hijos, pues estos obedecen ciegamente á sus padres; y si esta subordinacion en las niñas gentiles excitase el enojo de las señoras, cuyas hijas criadas en la santa y verdadera religion christiana, se salen, (por mano del Vicario Eclesiástico), y se casan á su gusto, contra la voluntad de sus padres; entiendan que su enojo no ha de ser contra las hijas, que tal ingratitud cometiéron, sino contra sí mismas, que tal crianza les diéron, que tan poco las resguardáron, y tantos paseos las permitiéron; y mas quando no son necesarios muchos; pues Dina346 en la primera salida halló quien la quisiese.

La poligamia, que es tener multitud de mugeres, viene de padres á hijos entre aquellos Gentiles, como uso tan constante, que ni por pensamiento se les ofrece la menor duda de si será, ó   —288→   no será lícito: pero generalmente hablando, son pocos los que tienen muchas mugeres, no por falta de voluntad, sino porque no las hallan; ó caso que las hallen, porque no tienen caudal para dar la paga que piden sus padres, ó no quieren obligarse á las pensiones que arriba apunté. Los Caciques, los Capitanes, y algunos valentones, que sobresalen, ó en el valor, ó en la destreza y eloqüencia del hablar, y sus Curanderos, Médicos ó Piaches, son los que, ó por su autoridad y valor, ó por sus enredos y embustes, consiguen dos ó tres mugeres cada uno; y algunos de muy sobresaliente séquito, consiguen hasta ocho, y aun mas.

Pero bien observada la materia, se ve claramente en ellos, que el agregar tantas mugeres, mas nace del interés de lo que éstas trabajan, y sudan en la labor del campo; y de la soberbia y altivez, con que aspiran á ser tenidos por hombres poderosos, y de séquito, que de otro motivo ménos decente: con todo no faltan sus riñas entre ellas, como se dexa entender, sin embargo de que no viven en la casa juntas, sino cada una en su habitacion con sus hijos, y su hogar aparte sin intervencion con la otra. El pescado que adquiere el marido, ó por sí, ó por sus domésticos y vasallos, se reparte entre todas con proporcion, segun los hijos que cada una tiene; y en llegando la hora de comer, le tienden en el suelo la estera, que es su mesa, y cada muger le pone delante su plato de vianda, su torta de cazabe ó caizú de maiz, y se retira: coma, ó no coma, nadie le habla palabra. Pasado algun espacio competente, cada una saca de su tinaja ó cántaro una tutuma ó medida de chicha, y se la pone delante   —289→   para que beba; y concluido esto, cada qual se retira á su habitacion, á comer y beber con sus hijos, con el qual retiro se evitan pleytos. En el campo se observa la misma separacion; de modo, que aquella porcion de bosque, que el marido con los convidados desmontó para sementera, la divide en tantas partes, quantas son las mugeres que tiene, y cada una siembra, cultiva y atiende á su parte, sin meterse en el terreno de la otra; aunque es verdad, que ni aquí faltan sus enojos, sobre si á la otra le tocó mejor terreno ó mas dilatado, y sobre si los hijos de aquella hurtáron frutas de la sementera de ésta, y por otras cosas semejantes.

Así como en la poligamia seguian estas Gentes, y aun siguen las que no están sujetas al Evangelio, la desenfrenada costumbre de los demás Americanos347, en que sin duda irian ya impuestos los primeros pobladores, que pasáron de éste á aquel nuevo Mundo, porque en éste era y fué tan antiguo el tal desórden348, como es notorio; así imitáron la costumbre del repudio, transportando consigo el uso, que acá estuvo desde tiempos tan antiguos radicado349, que le tomáron los Hebréos, viéndole establecido entre los Gentiles, y despues corrió con los siglos entre las demás Gentes350.

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Solo se diferencian en el modo, y en los motivos del repudio, que son varios, segun la variedad de genios y costumbres de las Gentes. Los Hebréos no podian executarlo sino en ciertas circunstancias, y con motivo bien averiguado; y entónces debian dar libelo de repudio351. Mucho menores causas requerian los Romanos, y bastaba que Ticia hubiera ido al Circo sin licencia de Clavio, para que éste la repudiase. Finalmente, los Indios abandonaban sus consortes por motivos mucho menores, y aun sin ellos, siguiendo el ímpetu de su depravado genio, como ya apunté352.

No obstante lo dicho, por lo que mira á sus casamientos, dan algunas de aquellas Naciones alguna muestra de racionalidad, no casándose con parientas en primero, ni segundo grado de consanguinidad; y particularmente la Gente Betóya, en esta materia, excede á las otras Naciones, observando exâctamente el no casarse hasta pasado el quinto grado; pera otros Indios, como los Caribes y Chiricóas, tienen muy poco, ó casi ningun reparo en ello.

En esta confusion y tinieblas halla el Operario á los Gentiles, á quienes va á dar la luz del Evangelio; y á la verdad la poligamia y el repudio son el Syla y Caribdis en que han naufragado muchos Pueblos de Misiones, que daban no pocas esperanzas de fruto permanente y copioso para el Cielo: por lo que los Misioneros, que entran de nuevo   —291→   al ministerio Apostólico, es bien que se informen muy despacio del modo y de las reglas de prudencia, que la experiencia ha enseñado á los ya versados, para proceder con acierto en tales y tales Naciones, porque no es factible dar una regla general, á causa de que así como entre sí discrepan aquellos lenguages, son tambien muy diversos los usos y los naturales.

El fin principal, es ganar para Dios aquellas almas: á esto se dirigen todos los afanes y diligencias: pero tenga por cierto el Operario, que perderá en un solo dia todo su trabajo, si ántes del tiempo competente habla de la poligamia. Para desterrar las tinieblas, envía el Sol con pausa sus primeros crepúsculos, y los va aumentando, para que últimamente, á vista del dia claro, se destierren las sombras. No tienen aquellos Bárbaros luz alguna de la eternidad: no se les ofrece, ni les ocurre motivo alguno para irse á la mano, y reprimir sus pasiones; ni dexan las costumbres, que ciegamente recibiéron de sus mayores: por lo que no conviene empezar por la reforma de aquello, que será gran dicha conseguir, despues de muchas diligencias, que necesariamente deben preceder primero, para ganar sus voluntades, y despues para ir poco á poco cultivando é ilustrando sus entendimientos: y así es máxîma digna de toda reflexîon, creer que importa mucho en esta ocupacion, reprimir y refrenar los buenos deseos, para poderlos lograr á su tiempo: y aun al fatigado Labrador, ¿qué útil se le siguiera, si vendimiára su viña en agráz? A mas de que, miéntras llega el tiempo oportuno, hay dilatado campo en que explayarse, con fruto, en el cultivo de los párvulos;   —292→   en la enseñanza prudente y moderada de los adultos, á quienes se debe dar tiempo para la labor de sus sementeras; y en el cuidado y vigilancia con los enfermos, é instruccion y bautismos de los moribundos: diligencias, que insensiblemente van ablandando aquellos corazones; de modo, que últimamente se ponen en las manos de los Misioneros, para que les enseñen el camino del Cielo; y veis aquí ya el tiempo de la deseada cosecha, y la hora oportuna para soltar la represa de sus buenos deseos, recogiendo el fruto á manos llenas, y no sin ternura y lágrimas, hijas del gusto y consuelo que el Señor les comunica.



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ArribaAbajoCapítulo XXV

Pregúntase, si se aumenta ó disminuye el número de los Indios, haciendo el cotejo del tiempo en que eran Gentiles, con el de ahora, en los que ya son Christianos


Muy universal es la pregunta; y aunque solo me tocaba, segun mi asunto, responder acerca de las Naciones del Orinoco y sus vertientes, con todo, para que Mr. Noblot y otros Autores, vean que no es tan fiero el leon, como le pintan, ni tan duros y crueles los Españoles, como los han dibuxado, en órden á los Americanos, extenderé mi respuesta á los Indios de ambas Américas, Marianas y Filipinas.

Por lo que mira á las Naciones de que he venido tratando, basta traer á la memoria las tres causas principales, y las otras accesorias, que apunté en el Capítulo séptimo de esta segunda Parte, para inferir luego con toda evidencia su notable aumento, despues que reciben el Santo Bautismo: porque con la luz de la gracia cesan las guerras, los venenos, el uso de comer carne humana, y el abuso infernal de enterrar las hembritas párvulas, uno de los dos mellizos, y todos los que nacen con alguna imperfeccion ó defecto: y por lo que mira á otros Reynos de la América, cesó tambien el uso inhumano de sacrificar hombres á los Idolos: todos renglones considerables, que   —294→   al paso que eran ruina de los Indios, en su Gentilidad, precisamente su abandono total ha de ser raiz de notable aumento, en los que son Christianos. Esto, que por legítima ilacion se infiere, es lo mismo que tocamos con las manos, y experimentamos en nuestras Misiones, no solo en mi Provincia, sino tambien en las otras que tenemos en la América y Filipinas, como lo podrá ver el curioso en sus Historias; y yo lo tengo visto en ellas, y oido de boca de los PP. Procuradores Generales de dichas Provincias, á quienes he tratado aquí, y en Cartagena de Indias, y traté tambien con los de la Provincia del Brasil: de modo, que, á excepcion de los Indios Marianos, despues de instruidos y bautizados los Gentiles, es notable el aumento que en ellos se reconoce en pocos años; porque, á mas de cesar ya los referidos abusos, faltan, y se destierran otros, que son opuestos á la procreacion y aumento: cesa la poligamia y multitud de mugeres, que si no las esteriliza á ellas, destruye, acaba é inhabilita á los varones: cesa la necedad que tenian de casar á sus hijas ántes del tiempo oportuno, de que en muchas de ellas se seguian graves daños, y entre ellos el esterilizarse muchas: y en fin, cesa el uso sangriento de la circuncision, de que ya hablé arriba, de la qual morian muchas criaturas; y faltando estas tres, y las otras cinco causas de diminucion arriba dichas, en órden al aumento, hay la misma diferencia que vemos en un rio, quando le sacan ocho acequias de agua, ó quando echadas las compuertas, la dexan correr toda, sin quitarle gota: ya se ve quan notable y evidente es la diferencia en dicho rio; pues la misma se reconoce   —295→   en las familias de Indios, quando se han reducido á la santa Fe, respecto de ellas mismas, quando eran bárbaras, gentiles y agrestes.

Supuesto lo dicho, como indubitable, extendamos ya la vista á todos los Indios en comun, en el tiempo de su Gentilidad, y al conjunto de todos los que se han reducido al gremio de la Santa Iglesia. Todos convenimos y concedemos, que cotejando un número con otro, aquel conjunto de Indios que se domesticó en las primeras Conquistas, es mayor que el que ahora se reconoce entre ellos mismos, (exceptuando siempre á los Indios Filipinos, y á otras Naciones, que desde su primera pacificacion hasta hoy han ido y van á mas,) y de dicho cotejo, infieren muchos Autores Extrangeros, como una conseqüencia, á su parecer innegable: luego esta diminucion es efecto de la crueldad Española. Niego la conseqüencia: ni se infiere; porque hay otras muchas raices, que naturalmente fuéron causando la diminucion decantada, que no es tanta, como se pondera.

Excelentemente habla en este punto, como en todos los demás de su apreciable Obra, Don Bernardo de Ulloa353; y basta la fuerza y nervio de sus razones para capacitar, y poner en silencio los ánimos, mas apasionados, á quienes perturba la vista, la heroycidad y esplendor de las hazañas Españolas. Ya tenia principiado este Capítulo, quando llegó á mis manos la segunda Parte de dicha Obra; y aunque ya empezado, me incliné á omitirlo todo; sin embargo, con licencia   —296→   y beneplácito de tan sutíl y acertada pluma, que en breves cláusulas recopiló toda la substancia, proseguiré, con novedad, en algunas noticias accesorias.

Las causas que señalan los Extrangeros, y en una ú otra concuerdan algunos Autores Españoles, para la diminucion de los Americanos, son: Primera, los muchos que pereciéron en las primeras conquistas: Segunda, el trabajo personal que se les impuso, especialmente en las minas: Tercera, las enfermedades, que ántes, ni habian padecido, ni conocido: Quarta, los tributos y cargas con que imaginan oprimidos á los Indios antepasados, y á los presentes: pero ántes de responder á cada una de por sí, niego redondamente, que sea la merma de los Indios Americanos tanta, quanta se pondera. De México dice Mr. Noblot, que parece un despoblado, cotejado con lo que era ántes. Infórmese mejor, y hallará casi innumerables Indios Mexicanos, porque es notoria la multitud grande de Poblaciones que hay en toda la Nueva España, así de Indios Otomitas, como de Mexicanos, que los sujetáron en aquella su invasion general: y es cierto, que la Alcaldía sola de San Miguél el Grande consta de ochenta mil Indios: siendo así que no es sola la que contiene éste, ó casi igual número: y son muchas las Alcaldías ó Corregimientos que contienen quarenta mil de ellos, y de este número para abaxo muchas mas.

A mas de que, se debia, y debe tener presente lo que advierte Herrera354; y es, que aquel   —297→   Nuevo Mundo se halló ménos poblado que éste, porque ya éste estaba poblado, quando de sus sobras se empezó á poblar aquel. Y añade, que los Reyes de México enviaban gentes para ir poblando las costas y otras tierras desiertas. ¿Pues dónde está el nuevo desierto, y el nuevo despoblado que se idean? Lo dicho de México, se debe decir, con proporcion, del Perú, de Tierra-Firme, y del nuevo Reyno. Vuelvo á conceder la decadencia de Indios en los tres Virreynatos, y en el Perú y Tierra-Firme, mas palpable y mayor; lo qual es cierto en órden á los Pueblos antiguos de dichos Reynos. Pero póngase la vista y la atencion, no digo en todas las Apostólicas Misiones, que cultivan las Sagradas Religiones en las fronteras de los Gentiles, con abundante y copioso útil de sus fatigas, en la conversion de aquellos Bárbaros; sino solo en las Gentes bárbaras, que han domesticado y domestican, enseñan y bautizan los Operarios de la Compañía de Jesus, mi Madre, en las siete Provincias que florecen en las Indias Occidentales; y á buen seguro, que cotejado este solo renglon de aumento, con aquella tan ponderada diminucion, sino por entero, quedará ésta compensada en parte muy considerable; porque sola la Provincia, verdaderamente Apostólica de la Nueva España, tiene ocupados con los Neófitos, con los Catecúmenos, y con los Gentiles de sus vastas Misiones, ciento y quarenta y quatro Sacerdotes, con tanto peso de ocupaciones, que actualmente claman con repetidas instancias, por mas Compañeros, que les ayuden á tirar la red Evangélica; porque, con ser tantos, no pueden sufrir   —298→   tanto peso; y tienen mucha razon, porque está al cargo de sus sudores el cultivo y enseñanza, de mas de quatrocientas y veinte numerosas Poblaciones, con mas de quinientas mil almas en ellas, en los remotos Partidos de Cinalóa, Topia, Nayari, Californias, Sonóra antigua etc. y en la nueva Sonóra, campo reciente, en que se recogen á millares los Gentiles, singularmente mansos y dóciles.

Acabo de ver la lista de los Neófitos y Catecúmenos, que la Compañía de Jesus tiene á su cargo en las Misiones de Filipinas, no ménos gloriosas, que remotas; y en el año pasado de 1739 tenian á su cuidado 173.938 almas, á que cada dia se agregan mas. Junte el Curioso con estos renglones los de las restantes. Misiones de las dos Américas, que omito por la brevedad, y verá, que no va á menos el número de Christianos tan apriesa como algunos piensan.

Tambien se debe advertir, en órden á las noticias que Mr. Laet, Mr. Noblot y otros Autores, han sacado de los Historiadores Españoles; que éstos no todos fuéron, ni pudiéron ser testigos de lo que escribiéron; y si lo fuéron de unas, no lo pudiéron ser de otras materias; y así se fiáron en gran parte de Diarios y de Relaciones anónimas: otros escribiéron lo que habian oido, y se valiéron los mas de procesos formados sobre nuevos litigios en el Nuevo Mundo; y no todo lo que se oye y se escribe desde tan léjos, especialmente en Autos y Diarios, es cierto: y importa mucho exâminar bien quien fué el que escribió. No por esto quiero, ni puedo defraudar la grande autoridad y opinion de nuestro   —299→   Regio Historiador Herrera, ni de otros, que sabrian muy bien discernir la calidad de los papeles de que se valiéron; pero es factible, que así como ahora no es cierto todo lo que se escribe de las Américas, y mas si es punto de pleitos, denunciaciones ó acusaciones; á ese modo sucediese en aquellos primeros establecimientos, como sin mucha interpretacion se deduce de las muchas discordias, debates y pleytos, que en repetidas partes de sus Décadas refiere el mismo Herrera y otros Autores; sin que sea juicio temerario, creer, que ya en el acusar, ya en el defenderse, en cada una de las partes, hubiese hipérboles, amplificaciones y otras figuras retóricas, para exâgerar la codicia, el interés, la crueldad, la tiranía y el desafuero, en apremiar, oprimir y maltratar á los pobres Indios: frases, en que tinturadas no pocas plumas extrangeras, vomitan muchos borrones, para empañar y denigrar la piedad de los Españoles, muchos de los quales, es muy creible, que fuéron denunciados de mayores excesos de los que habian cometido; y los verdaderamente culpados fuéron castigados; el qual castigo fue suficiente pregon, para que toda la Europa entendiese, que la piedad Española y sus justísimas leyes, ni permitían, ni aprobaban tales excesos.

¿Qué fuera de la inmortal fama y honor, que se le debe al grande Hernan Cortés, á quien con mucha razon alaban las Naciones, si Pánfilo Narvaez hubiera salido con su intento y ansia que tenia de prenderle? ¿y despues de cargado de grillos y cadenas, hubiera formado autos y procesos contra aquel hombre, superior á sí mismo,   —300→   y mayor que sus heroycas empresas? Pobre Cortés, si los tales procesos, una vez formados, hubieran volado por la Europa, aun tus mayores hazañas corrieran hoy por delitos, crueldades, tiranías etc. Ahora, supuestas en general estas importantes reflexîones, pasemos á responder, con toda la claridad factible, y á mostrar como la diminucion de los Indios no puede originarse de alguna de las quatro causas propuestas.




ArribaAbajoCapítulo XXVI

Rechazadas dichas causas, se prueba ser insuficientes para la diminucion ya propuesta de los Indios


La primera causa, dicen, que fué la mortandad de Indios que hubo en las conquistas. No puede ser: lo primero, porque todas aquellas Naciones estuviéron siempre, y se halláron en continuas y crueles guerras unas contra otras, sin darse quartel; y dedicando los prisioneros, unos para los sacrificios de los Idolos, y otros para los mas selectos platos de sus convites, y no se acabáron, ni se consumiéron: lo segundo, véanse todos los Imperios antiguos transtornados, à fuerza de armas, à sangre y fuego, y no se despobló, ni la Asia, ni la Europa: luego ni por esta causa se despobló el gentío de las Américas. De aquel árbol simbólico, que segun el Poeta, brotaba un ramo de oro, en el camino de los campos elíseos, añade, que luego   —301→   que cortaban un ramo, retoñaba otro igual355: avulso uno, non deficit alter: miéntras el árbol no se desarraygue, él retoñará. En tiempo de Matatías, padre de los Macabeos, ya parece no le quedaba sino una débil raiz al arbol de la genealogía Judáyca, y con todo, véase à qué proceridad creció; tal, que poniendo después Vespasiano y otros Emperadores Romanos todo el esfuerzo de su vasto Imperio en aniquilarle y destruirle, le cortáron innumerables ramas; pero los renuevos de aquel tronco, están, hasta hoy en dia inficionando à todo el Mundo: luego la guerra es causa muy insuficiente para el caso de que hablamos; à mas de que se niega el que todas las Provincias conocidas y conquistadas en las Américas, lo hayan sido à fuerza de armas; porque muchas, viendo sujeta à la Capital, llanamente se rindiéron.

La segunda causa de la tal diminucion, se atribuye al trabajo personal que se les impuso à los Indios. Ménos suficiente es esta causa que la antecedente: lo primero, porque dado, y no concedido, que la carga y trabajo fuese exôrbitante luego que llegó à la noticia de356 los Católicos Monarcas Don Fernando y Doña Isabél, la arregláron y moderáron con leyes llenas de piedad christiana, vigilancia y cuidado, que con el nuevo Imperio Americano heredan nuestros Católicos Monarcas.

Lo segundo, porque los Españoles Encomenderos, cuya crueldad tanto se exâgera, eran   —302→   hombres racionales: (quiero permitir, para solo dar fuerza al argumento, que ciegos con el interés, se olvidasen de que eran Christianos:) y solo por ser racionales, no habian de oprimir á sus Indios encomendados, de cuyo tributo comian, por órden de su Magestad, en recompensa del imponderable trabajo de las pacificaciones de aquel Nuevo Mundo; à mas de que bastaba la pura lumbre de la razon para que dixesen: el tributo ó trabajo personal de estos mis Indios encomendados, es el único premio de mis afanes: luego si los oprimo y consumo quedaré sin finca, y sin que comer: luego debo cuidarlos para poderme utilizar. No faltàron algunos, à quienes faltó este corto discurso, ni tampoco les faltó juez, que les fuese à la mano, y castigase la demasia y el exceso.

Lo tercero, recurren al trabajo y taréa de las minas de oro y plata; pero en vano buscan títulos insuficientes; porque lo primero, es en estos tiempos muy considerable el número de Negros libres de Mestizos, de Mulatos y Zambos jornaleros; y no faltan Europeos, que toman la barra, y ganan sus quatro reales de plata cada dia, así en las minas del Perú, como en las de la Nueva España, y están buenos y sanos, contentos y alegres, y mantienen á sus mugeres é hijos. ¿Pues qué? ¿Piensa algun Extrangero, que hacen trabajar de valde á los Indios, y que aquel es un remo intolerable? Tres reales de plata ganan cada dia de jornal, que es muy suficiente, atendido su corto gasto para mantenerse, y ahorrar algo cada dia357. Y en   —303→   la Nueva España ganan al dia quatro reales; y los Indios que entienden de barra, y saben seguir la veta del metal, á mas de los quatro reales, ganan su pepina, que es una espuerta de metal escogido, que suele valer seis, y á veces diez reales de á ocho. Los que asisten en una tanda, como llaman en la Nueva España, ó en la mita, que así llaman en el Perú, se les pasa mucho tiempo, sin que se les siga el turno para volver á ir; y entónces no van como forzados de Galera; porque al358 que no puede, ó no quiere ir, se le admite al Indio que presenta, para que supla su lugar. En las minas de Tierra Firme, quales son las de Chocó, Antioquía, Barbacoas etc. únicamente trabajan los Esclavos Negros; y éstos sin embargo de trabajar como Esclavos, vemos que viven, procrean, y se aumentan: luego el imaginado trabajo de las minas, es una causa muy insuficiente para la ponderada diminucion de Indios.

Se me replica que éstos son mas débiles que los Negros, y ménos trabajadores que los jornaleros, que arriba insinué, y que por eso desfallecen, y mueren; y que esto es innegable, por la evidente decadencia de los Pueblos; que van á las tandas y mitas de las minas.

Concedo, como ya concedí, la merma conocida en los Pueblos, que van á las minas, quando se siguen sus tandas, pero niego redondamente, que el trabajo de ellas disminuya los Indios, porque el daño, ni nace del trabajo de las minas, ni de las pocas fuerzas de ellos para tolerarlo. Tal qual es el daño, que no es tanto como se pondera, ni capáz de causar la merma   —304→   que en comun se reconoce, nace del poco gobierno, y de la ninguna economía de los mismos Indios que van á las minas; porque ellos van mal vestidos, y casi sin abrigo, por su incuria. La paga de toda la semana, que se les da el sábado la gastan el domingo en comer, beber y baylar, sin ton, ni són, como se dice, ¿y qué se sigue de aquí? Que gastado ya el dinero, pasan miserablemente en el trabajo la semana, con muy vil, y poco alimento. Parece que habian de escarmentar para la semana siguiente, y retener para el gasto; pero nada menos que eso: ántes los mas de ellos se van empeñando para sus gastos impertinentes, ya con el dueño de la mina, ya con los que venden vino, aguardiente y bastimentos: de que se sigue, que el Minero los obliga por justicia, ó á que le paguen lo que dió ádelantado, ó á que trabajen el tiempo correspondiente á las deudas; y se sigue, que yendo así de malo en peor, cada dia mas adeudados, muchos mueren, se huyen muchos mas á otras Provincias distantes; y no solo éstos, sino aun aquellos que no se han adeudado, quando al tomar el camino de sus Pueblos, ven que en ellos no han de hallar sementera, y que sus mugeres, para mantenerse habrán contraido deudas, espantados del mal recibimiento que temen, en lugar de seguir el camino de su tierra, se destierran voluntariamente á Provincias remotas; y ésta es una de las raices ciertas de la diminucion de los Pueblos; no las minas, ni su trabajo, ni las pocas fuerzas, que para él se idean en los Indios, sino el mal gobierno. Esta no es piadosa   —305→   consideracion mia: yo digo lo que hay, y lo que sé; y se evidencia esta verdad en los Pueblos de Juti, que están á cargo de los Operarios de la Compañía de Jesus del Perú, que tambien asisten puntualmente á las minas; y con todo crecen como espuma, y se aumentan mas y mas cada día, como es público y notorio, y consta por el informe, que la Real Audiencia plena de Chuquisaca hizo á su Magestad sobre este mismo punto, de que aquí tratamos.

Pues si de todos los Corregimientos van Indios á las minas, y los de Juli siguen el mismo turno de mitas; ¿de dónde nace tan notable diferencia? Del buen gobierno; porque conociendo su desbarro, los tratan como à pupilos; les dan vestido de remuda y avío para el camino; les ponen sobrestante que los reprima; y miéntras están en las minas, mantienen del comun á las mugeres é hijos: les previenen sementeras para su retorno; y quando es tiempo de volver, va quien pague todas sus deudas, y quien, los trayga via recta á sus casas; ¿qué mucho que crezcan en lugar de disminuirse, los Indios de Juli, no obstante el decantado remo de las minas?

La tercera causa se atribuye á las viruelas y contagios, que se han introducido en las Américas, despues de sus conquistas: opinion muy valida entre los Autores Españoles359. No niego que han sido considerables y repetidas la mortandades   —306→   de los Indios, pues veo, que de sola la llegada del navío, llamado el Leon Franco, por los años de 1719, á las costas del Perú, resultó tal contagio, que á mas de los Españoles y Mestizos, casi innumerables, que falleciéron, llegáron á doscientos mil Indios los que muriéron; y en quanto á las viruelas del Perú de 1588, el contagio de la Nueva España de 1597, y otros muchos de la Tierra-Firme, nuevo Reyno etc., que el Rev. P. Presentado Fr. Gregorio García, en su orígen de los Indios, atribuye á la poca fe de ellos360, y á castigo claro de Dios, por su idolatría; digo que estos han sido grandes estragos, que han cooperado á la diminucion de los Americanos; pero así como digo, que solo por via de piadosa consideracion, se pueden atribuir dichos contagios á castigo de Dios, por la idolatría de los Indios Peruanos, y de la Nueva España, así tambien afirmo, que no son causa suficiente dichas pestes solas para la merma de Indios que se llora: dixe, que es una piadosa consideracion atribuir las tales pestes á castigo de Dios, en pena de la idolatría; porque vemos, que en muchas Provincias de Indios, donde no ha habido, ni hay idolatría, se han visto las mismas pestes y viruelas contagiosas; y en Pueblos, donde, con notable confusion de los Europeos, florece la fe notablemente, hemos visto y sufrido repetidos contagios y epidemias: lo qual no puede ser castigo de Dios por la idolatría que no hubo; ni por la falta de fe, que por su bondad   —307→   florece y fructifica en dichas Provincias.

Robórase este dictámen con la experiencia de repetidas epidemias de párvulos, que sufren las Misiones de nuestro cargo, con notable estrago; tanto, que acaban de referirme los Padres Procuradores de la Provincia, verdaderamente Misionera, del Paraguay361, que en solo el año de 1738 pasáron de seis mil los párvulos que muriéron; y en el año de 1741 ya se contaban diez y ocho mil párvulos difuntos en dichas Misiones, por carta que de ellas vino, y se imprimió en esta Corte362. Otra carta acabo de recibir del Padre Superior de las Misiones del Orinoco363, fecha en el año pasado de 1741; en la qual, despues de referir las nuevas Gentes, que se habian agregado á las Misiones, añade, que una grande inundacion de viruelas, que desde la costa del mar subió de Nacion en Nacion, se habia llevado en flor á casi todos los párvulos de dichas Misiones: primicias del mucho fruto que esperamos de aquellas Naciones. ¿Y qué falta de fe, qué idolatría, qué pecados castigó Dios en aquellos inocentes? Digamos lo que es fixo y cierto; y es, que el Divino Labrador es dueño absoluto de su viña, y quando es la hora de su divino beneplácito, con una escarcha se lleva en flor, lo que no quiso fuese vendimia tardía.

Atribuir las pestes y contagios á castigo de Dios, por la poca fe de los Indios, es una congruente consideracion, fundada en los castigos, que Dios   —308→   nuestro Señor íntimó por sus Profetas, y executó, por sus altos juicios, en la Gente Hebréa, y tambien en Reynos Christianos; pero tambien ha enviado su Magestad semejantes plagas por otros motivos y fines de su alta providencia, sin que los podamos atribuir solamente á falta de fe364, ni á la gravedad de los pecados. La paciencia del Santo Job365, para exemplar de nuestro sufrimiento, buscaba Dios en aquellas plagas, que atribuian á castigo, aun aquellos sus amigos, que eran abonados testigos de las heroycas virtudes de aquel pacientísimo Varon. El sufrimiento del Santo Tobías366, y la mansedumbre del Real Profeta367, para nuestra enseñanza, fuéron el fin con que su Magestad les envió las plagas, trabajos y persecuciones. Erráron los bárbaros Isleños de Malta, quando al ver prendida la vívora de la mano del Apóstol, dixéron: no hay duda368, que este hombre es homicida: apénas se ha librado del naufragio, ya tiene sobre sí otro castigo de Dios.

Lleno de pecados de pies á cabeza, dixéron los Sacerdotes de la Ley Antigua, que estaba el ciego, á quien el Señor había dado vista, sin otro motivo, que el de haber nacido ciego369: In peccatis natus es totus, etc. opinion, en que por entónces estaban tambien los Sagrados Apóstoles370: ¿Quis peccavit, hic, an parentes ejus? y solo dudaban, si aquel que suponian ser gravísimo   —309→   castigo, era en pena de sus pecados, ó por los de sus padres. Y aquí el Divino Maestro, primero enseñó á los Apóstoles, despues abrió los ojos del ciego, y en ellos los nuestros, para que viésemos y entendiésemos «que ni el ciego habia pecado, ni sus padres; y que el haber nacido ciego, no era por castigo, sino para que en su curacion fuese glorificado el Altísimo, por los prodigios que hacia el omnipotente brazo de su Unigénito371:» de modo, que aun quando su Magestad procede y concurre como Autor natural, vemos, que para una copiosa cosecha, no solo ordena su Magestad la apacibilidad de la primavera, sino tambien el ardiente calor del estío, y las rigurosas escarchas del invierno: medios, que á la primera vista parecen opuestos al fin que se pretende. Y así de las pestes y plagas de los Americanos, no podemos inferir su falta de fe, y mas viendo, que en tales epidemias padecen igualmente los Españoles, en cuya constante fe no cabe sospecha, ni sombra de ella.

A mas de que las pestes, aunque repetidas, y las demás enfermedades, no son por sí solas suficiente causa para disminuir tan notablemente el gentío de las Américas, como ya dixe; sí bien es cierto, que continuándose éstas con rigor, pudieran despoblar aquella, y qualquiera otra parte del Mundo: y la razon nace de la experiencia misma; porque si ellas bastáran, ya estuviera enteramente despoblada la Ungría, la Bosnia y las demás Provincias comarcanas á Constantinopla: ni hubiera   —310→   hombres, ni memoria de ellos en Argél, Tunez, Tánger, ni en todas las costas de Berbería, segun las fatales y repetidas pestes y contagios, que Dios les envia por sus altos juicios: entretanto vemos que crecen, y que como mala yerba se multiplican: luego es fuerza confesar, que las pestes solas no pueden causar la notable diminucion de las Gentes de que hablamos; y es preciso creer, que hay otra oculta causa de este notable daño.

La quarta raiz de la controvertida merma, se atribuye á los tributos y cargas impuestas á los Indios; y esta causal es, á mi entender, tan insuficiente para el efecto pretendido, que la omitiera totalmente, á no ver que en ella consienten muchos Extrangeros, y no pocos Españoles, poco noticiosos de las leyes dispuestas para los Indios, que no pueden ser mas piadosas, ni mas llevaderas: por las quales han mirado372 y miran los Monarcas Españoles á los Americanos, como pupilos, y como á menores, para cuya indemnidad y defensa, tiene su Magestad en cada una de las Reales Audiencias del Nuevo Mundo, un Fiscal timorato y docto, que sin la menor gratificacion de ellos, defienda á los Indios en sus causas, los patrocine en la establecida posesion de sus privilegios, y los defienda de qualquiera injusticia y agravio que se les haga. Ya dixe, que el trabajo personal, desde que se supo el abuso, fué minorando; y añado, que despues fué enteramente prohibido, por la piedad de nuestros Católicos Monarcas. Por lo que mira al homenage debido al Soberano, de   —311→   que da muestras el súbdito en el tributo y reconocimiento, ¿qué vasallos se hallarán en este antiguo Mundo, que no le rindan semejante á sus Reyes? Erré en decir semejante, porque, sin hacer injuria á ninguno, se puede afirmar, que es muy de semejante el tributo que anualmente pagan los Indios, al que generalmente contribuyen los Europeos; y se pudieran estos reputar por muy felices, si exhibieran sola la cantidad que tributan los Americanos, libres de otras cargas, y obligados solamente á una suave y tolerable contribucion, no impuesta generalmente, sino proporcionada á la fertilidad ó pobreza del Pais, mas ó ménos, segun los frutos del terreno: ni les obligan á que aquellos dos ó quatro pesos que contribuyen, los den en moneda efectiva, porque deben los Corregidores recibir el tributo en frutos ó en géneros corrientes, ya naturales, ya artificiales. Y este tributo cede en bien de los mismos Indios; porque aunque es cierto, que entra en las Reales Caxas; pero de él se saca primero, y se da el estipendio anual del Párroco, que cuida de cada Pueblo: y si lo tributado no alcanza, como acontece en muchos Curatos, suple su Magestad de su Real Erario; esto es, en los Pueblos de Curas Colados; pues en las casi innumerables Misiones, en que por ser poco domesticados los Indios, todavía no tributan, mantiene su Magestad enteramente á su costa los Ministros Evangélicos: y esta magnífica piedad de su Magestad no necesita de que yo añada aquí ni una letra en su alabanza.

Voy sí á roborar mi dictámen arriba propuesto sobre esta materia, pues son dignos de todo respeto los Autores que se inclinan á la opinion opuesta;   —312→   y aunque con lo que acabo de apuntar supongo ya superada y vencida la controversia; con todo, demos que fuera el yugo impuesto á los Indios grave, y tanto, quanto indicaban las quexas, que á Roboan daban los Hebreos373, contra el que les habia recargado Salomon; y digo, que aun en esta suposicion, si bien el peso del tributo puede perturbar el Reyno, melancolizar á los vasallos, y reducirlos á una vida amarga; pero si no se añade otra causa, no basta aquella para minorar el número de los súbditos374. Faraón, en Egypto, no solo tiraba á oprimir á los Hebreos, sino tambien tiraba derechamente á minorar su número; y vemos en las Divinas Letras, que quanto mas los recargaba, tanto mas crecian, y se aumentaban. Ya veo, que ésta fué obra del brazo poderoso de Dios375, por la qual cumplia la palabra, que su Magestad dió al Patriarca Abrahán y de que su descendencia habia de competir en número con las arenas del mar, y con las Estrellas del Cielo. Pero á los Gabaonitas, que engañáron á Josué376, y á los demás jueces de Israél, no hizo Dios ésta ni otra promesa semejante, y con todo creciéron, y se multiplicáron, en medio de la mayor opresion imaginable; porque viéndose engañado Josué por los Gabaonitas, les concedió la vida377, pero los oprimió sobre manera en todo género de oficios serviles, y de excesivo trabajo, como se ve en   —313→   Divinas Letras, sin que faltase la multitud y numeroso gentío, en medio de una opresion hecha de estudio: luego la carga y servidumbre, por grave que sea, si es sola, no es suficiente para disminuir una Nacion.

¿Qué mayor servidumbre se puede idear, que la de los infelices Judíos, desterrados de su Patria, y aun del Mundo, porque en él no tienen Ciudad, ni territorio, derramados sobre la faz de la tierra, despreciados, oprimidos, cargados de tributos, en castigo del deicidio, que ciegamente cometiéron sus Mayores? Aunque tan bien merecido, da horror tan grande castigo; y despues de todo él, ó por mejor decir, oprimidos con todo él, en lugar de ir á ménos, vemos que van á mas; y aun abandonados de la mano de Dios, no se minoran, antes crecen en numero; porque Dios dexa correr el curso de las causas naturales, á que no falta el concurso de su Omnipotencia.

De modo, que ni las guerras, ni el trabajo personal, ni las pestes, ni los tributos y opresiones, con tal, que no sean de una exôrbitancia nunca vista, pueden ser causa total y suficiente para disminuir tan notablemente las Naciones; porque á serlo, estuviera casi despoblado este Mundo antiguo, ni hubiera rastro de Ungaros, de Turcos, de Moros, de Judíos, ni de otras Naciones, de cuyas calamidades se ha hecha mencion. Es verdad, que si las plagas fueran permanentes, ó por algunas otras circunstancias fueran extraordinarias, precisamente acabáran ó disminuyeran las Naciones; pero como Dios mira á los mortales, temperando su ira378 con su misericordia, no llega   —314→   á tan último extremo su indignacion, qué es de Padre amantísimo.




ArribaAbajoCapítulo XXVII

Respóndese á un argumento contra lo ya dicho, y se señala la causa genuina de la diminucion de los Americanos


Ya veo la réplica de un argumento de hecho, cuya eficacia parece insuperable, que consiste únicamente en poner á la vista las Islas de Barlovento ó Antillas, que son la Habana ó Cuba: la Española ó de Santo Domingo: la de Puerto Rico, la Jamáyca y la Martinica etc.: en las quales la total falta de Indios, exterminio y desolacion de ellos, parece prueba evidente, de que alguna de las quatro causas asignadas, ó todas ellas, aniquiláron los Indios de las tales Islas, sin que para esta cierta demostracion se pueda hallar efugio. Respondo, que del mismo modo que concedí la merma de los Indios de las Provincias de Tierra-Firme, Perú y Nueva España; así también confieso la carencia de Indios en dichas Islas, ménos en las tres en que se mantienen los Caribes; y como ya concedí, que aquellas quatro causas pudiéron coadyubar á la tal diminucion de los Indios, como concausas parciales, que se juntáron con otras, sin que ellas por sí solas fuesen suficientes, convengo y digo lo mismo de la desolacion de los Indios Isleños ya nombrados: otras raices mas eficaces que las quatro, es preciso que se agregasen, para que surtiese un efecto tan inusitado,   —315→   y casi sin exemplar, como el exterminio de dichos Indios Isleños.

Doy la razon, que es urgente; y para entenderla bien, pongamos la vista en los Amalecitas, Nacion tan dilatada, y de tanto gentío, que pudo resistir y negar el paso à todo el Pueblo casi innumerable de Israél; y veamos tambien toda la ira de Dios armada contra Amalech, en aquel formidable decreto, que su Divina Magestad le intimó al Rey Saúl: Anda, Saúl, le dice379, castiga y no perdones á Amalech: pasa á fuego y sangre á todo aquel gentío: no has de perdonar á hombre, ni muger, á chico, ni grande: destruye enteramente sus ganados y haciendas: arrasa por los suelos todas sus Ciudades: y cuenta no te enamores de alguna de sus cosas ó alhajas, por rica y preciosa que sea: todo por entero lo ha de consumir el fuego. ¡Espantoso decreto! y tan rigurosamente cumplido por Saúl y su Exército, que solo se reservó la vida del Rey Agag, para que llorase su desdicha, y la de su Reyno; y algun ganado y despojos, que contra la voluntad de Dios reserváron Saúl y su Gente; delito que el Señor sintió tanto, que privó á Saúl del Reyno, y Agag desventurado, fué destrozado y hecho quartos luego al punto; y así parece que la Nacion Amalecita fué enteramente destruida: y si ésta no, díganme ¿quál otra? (dexando á parte las que, no tanto Josué, quanto el mismo Dios, destruyó en la Tierra de Promision, por su justa indignacion.) Con todo esto llega la hora   —316→   de la muerte de Saúl en campaña; y aunque tan mal herido, no acababa de morir: vuelve los ojos, ve á un hombre allí cerca, y le pregunta. ¿quién eres tú380? le responde: Amalecites ego sum. Yo soy Amalecita. ¿Cómo tú puedes ser Amalecita; si en vuestra total ruina, Agag solo, que salió con vida, fué despues despedazado? Ya da su razon381: Filius hominis advenae Amalecitae ego sum. Como si dixera: es verdad, que aquella tu sangrienta guerra, ó Saúl, á modo de un general incendio, reduxo á pavesas, y destruyó á quantos de mi Nacion halló por delante; pero muchos buscáron y halláron su seguridad en la fuga, así hombres, como mugeres; y yo soy hijo de una de aquellas familias, que se desterráron de su Patria: Filius hominis advenae, etc.

De modo que así como, por mas y mas agua, que se saque del rio, aunque se llenen cántaros á millones, miéntras duren sus manantiales, es necesario que subsista el rio, aunque con ménos agua; así, miéntras en la Nacion ó Naciones queden mugeres y hombres, aunque sea el número tan corto como las ocho almas que formaban toda la familia de Noé en la arca: miéntras digo quede aquel manantial de nuevas generaciones, ninguna Nacion se puede aniquilar; aunque pueda minorarse. Mas, durante la continua permanencia de los manantiales, bien puede suceder, y sucede, que el cauce inferior del rio quede sin una gota de agua; porque   —317→   sacándole en la parte superior acequias, para que fecunde y corra por otros terrenos, queda totalmente seco el terreno por donde corria; pero esto no es faltar el agua; es haberse ido, y tomado el camino de otras tierras. A este modo, puntualmente los Amalecitas y los Indios de Cuba, y demás Islas de Barlovento, y con debida proporcion los Indios de Nueva España, Perú y Tierra-Firme, no pereciéron todos allá, ni se mermáron acullá, por guerras pestes etc.: estas plagas ayudáron á su diminucion; y por ellas, y huyendo de ellas, se ausentáron á tierras distantes, como à la verdad hasta hoy en dia se ausentan unas familias, por sus deudas contraidas; otras, por sus mútuas riñas y temores de veneno; y otras por su natural pereza; y ésta es una de las dos principales raices de la total falta de los Indios en dichas Islas, y de la diminucion de ellos en los Reynos Americanos.

La segunda raíz principal, es tal, que á pocos les pasó por el pensamiento; y á no saberla yo de fixo, y haber hallado otros Padres Misioneros, que diéron con ella, sin quedarles la menor duda, no me atreviera á exponerla à la luz pública; pero debo publicarla, y dar sus pruebas, porque cede en honor de la piedad Española, el que conste, que el total defecto de los Indios en las nombradas Islas, y el mermado número de los demás Americanos, no procede del rigor de los Españoles, sino del genio raro de los mismos Indios; para cuyas extravagantes resoluciones, no niego, que tal qual español dió algun motivo, como ya insinué arriba;   —318→   pero el mayor daño tiene raices mas profundas.

Pero ántes quiero prevenir al curioso Lector, poniendo á su vista la necedad, y el tan ciego, como inhumano decrecto de Faraón, Rey de Egipto382, en que para disminuir en su Reyno las familias Hebreas, mandó á las Parteras, que al tiempo de asistir á los partos de las Hebreas, quitasen la vida á los infantes, y dexasen con ella á las niñas. Erró Faraon383, porque estas niñas despues habian de ser madres, y procrear: y en todo caso, á éstas se habia de enderezar el cruel decreto, porque como poco ha dixe, es necesario que corra el rio, miéntras duren sus primeros manantiales; y retoñará muchos renuevos el árbol, por mas ramas que le quiten, miéntras tenga raices en la tierra.

Para tan inhumano intento, mas acertado medio tomáron las mugeres Americanas, oprimidas de su melancolía, ó sufocadas al ver gentes forasteras en sus tierras, ó como algunas dixéron, por no parir criados y criadas para los advenedizos, pues se resolviéron muchas á esterilizarse con yerbas y bebidas que tomáron para conseguirlo. Dixe muchas, porque si hubieran sido todas, mucho tiempo hace, que se hubiera acabado totalmente su generacion en ambas Américas. No dixe todas, porque en muchas Provincias abundan, y se aumentan notablemente los Indios; y particularmente es increible lo que se aumentan los Indios Filipinos. Dixe   —319→   muchas, porque tengo prueba eficáz de ello; y de la prueba del hecho, en unas Provincias é Islas, se puede, sin temeridad, inferir lo mismo en otras, donde subsistió el mismo motivo y ciega barbaridad de las Americanas.

Dos razones, tanto mas fuertes, quanto mas observadas con largas reflexîones y experiencias, convencen y prueban la dicha voluntaria esterilidad; porque en primer lugar, muchas personas de maduro juicio han observado, que en las partes donde descaece conocidamente el número de los Indios, se ven muchas Indias sin hijos, y enteramente estériles; y éstas son las casadas con Indios; pero al mismo tiempo se reconoce en los mismos parages y Pueblos, que todas las Indias casadas con Europeos, ó con Mestizos, Quarterones, Mulatos y Zambos, y tambien las que se casan con Negros, son tan fecundas, y procrean tanto, que pueden apostar á buen seguro con las Hebreas mas rodeadas de hijos. ¿Y quién habrá á quien no cause armonía, y dé gran golpe, esta tan visible y notable diversidad, entre unas y otras Indias de un mismo Pais y temperamento, y de un mismo Lugar? ¿Qué causa oculta hay aquí? ¿Qué diferencia? Digo, que de la diferencia nace la causa: y la diferencia está, en que si la India casada con Indio procrea, salen Indios humildes, desatendidos de las otras Gentes, prontos á servir hasta á los mismos Negros esclavos, como ya dixe en su lugar; salen Indios sujetos al abatimiento, hijo de la cortedad de su ánimo, y de su innato temor; oblígados al tributo, que aunque llevadero, se mira como   —320→   carga y lunar: pues no quiero parir semejantes hijos, dixéron y dicen las Indias de las catorce Islas Marianas, (por otro nombre de los Ladrones,) y á lo mas, como de la Nacion de los Guayános me aseguró el Rmo. P. Fr. Benito de Moya, Religioso Capuchino, Misionero Apostólico, y dos veces Prefecto de sus Misiones, logran solo el primer parto, para su consuelo, y toman yerbas para impedir los demás. Es cierto, que la esterilidad voluntaria y buscada con tales medicinas, es detestable, es contra la Ley de Dios, y contra el bien del Género Humano; pero no se puede negar, que hay males, los quales, ò realmente, ò en la aprehension, parecen peores que la esterilidad, mirada en sí puramente, por la falta de los hijos, de que va acompañada; y así vemos, que en este sentido dixo Christo à las Hijas de Jerusalén: quando llegue la calamidad que os anuncio, entónces serán dichosas las estériles, y aquellas cuyos vientres no diéron fruto384; y en este sentido excita Isaías á que las estériles alaben à Dios385; y el Apóstol á los de Galacia386, porque llegada la tribulacion, sentirán solo su propio daño, y no la congoxa de ver en él á sus hijos.

Pero volviendo á nuestro propósito, consta ser fecundas las Indias, que no se casan con Indios, sino con otros de órden superior, por poco aventajado que sea: éstas multiplican con la fecundidad que ya dixe, por la causal contraria; esto es, porque ya sus hijos no son Indios,   —321→   ya no entran en el número de los tributarios, mejoran de color y de fortuna, y son tenidos en mas que los Indios. Consta de la Historia de las islas Marianas387, que era tanto el número de las familias de aquellos Indios, que con ser las Islas, aunque muchas en número, cortas en su extension y terreno, con todo habia Isla, que tenia 180 Pueblos, y otras 160 etc.; y segun me han asegurado los Padres Procuradores Generales388 de la Provincia de Filipinas, á la qual están agregadas las Marianas, al presente, de las catorce Islas, ya no hay pobladas sino solas dos: en éstas solo hay 2700 almas, y en este número corto entran los Soldados de Guarnicion, los Mestizos, Quarterones etc., procedidos de los Soldados y otros forasteros, que se casáron con las Indias Isleñas, las quales son fecundas, quando las otras que se casan con Indios, lo son poco ó nada. ¿Y porqué no dirémos lo mismo de las Familias que poblaban las Islas de Barlovento? mayormente habiendo entre unas y otras familias de Marianas y Barlovento, muy notables diferencias; á saber: Primera, las de Barlovento fuéron conquistadas por armas; las Marianas, con la luz de la Fé, y pacificamente: Segunda, en las rebeliones de Indios, que hubo en la Española, Cuba etc. fuéron rechazados á fuerza de armas, y con castigos correspondientes, despues de vencidos. En los levantamientos que causó el Chino con su falsa doctrina, y otros   —322→   de menor monta en las Marianas, estuviéron los Españoles sobre la defensiva, porque no podian mas; y así casi todos los disturbios se compusiéron, interponiéndose los Misioneros; y las veces que fue necesario castigar sus osadías, luego se rendian, y con el castigo de las cabezuelas se acababa todo; de modo que los Marianos tienen mucho menor motivo de mirar con horror y miedo á los Españoles, que los de Cuba, Isla Española etc.; porque aunque éstos, con sus motines y sublevaciones, diéron el motivo, se usó con ellos mas rigor que con los Marianos: luego si éstos, con tan poco motivo, han buscado en la esterilidad la despoblacion de doce de sus Islas; no será temeridad pensar lo mismo de los Isleños de Barlovento. Esta es una de las causas de la diminucion de los Americanos, que se debe entender con proporcion, al genio mas ò ménos sañudo y duro de la Nacion, que descaece en su número de gente; pero no es universal, porque vemos que otras de aquellas gentes se aumentan, y van á mas, como ya diximos.

La otra causa, que notablemente concurrió á la diminucion de los Indios, es la fuga, con que las familias se retiran á tierras remotas, á veces por motivos fundados, á veces por temores fantásticos, y por su nativa inconstancia. Esta es la notoria raiz principal de la decadencia de los Indios en las Provincias ya sujetas al Rey nuestro Señor en las dos Américas, y muy en especial de la despoblacion de las Islas de Barlovento, porque para mí es indubitable, que de ellas se transportáron los Caribes Isleños á   —323→   la Tierra-Firme de Paria, Santa Marta, Cabo de Vela, Golfo Triste, Berbis, Corentin, Surinama, á la costa de la Cayána, y al rio Orinoco, Paises todos poblados de Caribes, en tanto número, que apénas se hace creible á los que lo han visto y experimentado.

Voy á concluir, porque no es razon abandonar al fin de la Obra el estilo sucinto, que he procurado observar desde el principio de ella; y así á la razon que apunté arriba, probando esta retirada, con el símil de los Amalecitas, que se huyeron, añado la razon siguiente: todos saben389, que las Islas de Barlovento se llamáron Caribales, porque eran Caribes gran parte de las Gentes que las poblaban; y actualmente en tres de dichas Islas se mantiene esta tan cruel è inhumana Gente, que obligados de su excesiva barbaridad, decretáron los Reyes Don Fernando390, y Doña Isabel, que los tratasen como á esclavos, pues no admitian partido, ni daban quartel. A mas de estas tres Islas, que distan poco de la Martinica, ocupan todavía parte de la Isla de la Trinidad de Barlovento, inficionándola con sus bárbaras y gentílicas costumbres. Estos Caribes Isleños miro yo como huellas, que nos muestran el rumbo por donde la mayor parte de los Caribes de aquellas Islas se retiráron á poblar las costas de Tierra-Firme, y á internarse en ella; y el motivo de mi dictámen, es lo que llevo ponderado arriba, del corto número de familias, y gran número de lenguages   —324→   de que constan las otras Naciones conocidas en dichas costas, y vertientes de rios, que en ellas desembocan; y al contrario el ver la excesiva extension en los terrenos, Capitanías y Poblaciones, que ocupa sola la Nacion Cariba, baxo de un mismo lenguage, crueldad y genio: lo qual arguye eficazmente los muchos Caribes Isleños, que se transportáron á dichas costas; y se robora, por la experiencia que tengo de la inclinacion que retienen de navegar: propiedad de Isleños, por la qual, con increible destreza, en piraguas rasas, y sin escotillón, se engolfan, pierden de vista las costas, llegan á la Martinica y á otras Islas de Barlovento, y vuelven á su Tierra-Firme, sin riesgo de ahogarse; porque hasta hoy usan lo que notó Colón en su Diario; y es, que si algun golpe de mar les trabuca la piragua, tienen habilidad para ponerla otra vez flotante, nadando en el golfo; pues haciendo al mismo tiempo la maniobra, con los piés nadan, y con las manos trabajan.

Esta navegacion y viage prosiguen, como costumbre inmemorial, y que sin duda va pasando de padres á hijos, desde los primeros, que de las dichas Islas se pasáron á Tierra-Firme. Esto se confirma, viendo que éstos y los Colorados, (así llaman á los Caribes de las tres Islas ya mencionadas,) mantienen el mismo porte altivo, indómito y carnicero; y el mismo odio y horror á los Españoles, de que he dado bastantes señas antecedentemente, porque ellos procuran hacer quanto daño pueden, así á los Españoles, como á los Padres Misioneros: y á todas las Naciones de Indios, que se portan como amigos de los Españoles,   —325→   las persiguen cruelmente por este motivo, y con el fin de hacer esclavas á las mugeres y párvulos, y de saciar su barbaridad con carne humana: estilo sangriento, que usaban en las Islas de Barlovento391; y hoy continuan, como vimos, contra las indefensas Naciones del rio Orinoco, y contra los Operarios, que exponen sus vidas, por resguardar las de sus mansas ovejas: de modo, que los Caribes lleváron á Tierra-Firme la misma inhumanidad y genio carnicero, que usaban en sus Islas de Barlovento.

Esta retirada, afianzada con tan sólidas pruebas, y autorizada en gran parte por Herrera392, se confirma y robora, considerando la facilidad y freqüencia con que los Indios, en especial los de la América Meridional, con motivos muy leves, y aun sin ellos, se retiran á Paises incógnitos de Gentiles; bien que estas retiradas no se pueden calificar, ni tener por apostasías, porque, como ya en la primera Parte dixe, no se huyen por faltarles la fe, sino por sobra de miedo y de inconstancia, y por exceso de pereza, que es tanta, que ni aun para su provecho gustan del trabajo.

Y recopilando estos tres discursos, confieso, que las guerras, pestilencias y cargas, pueden concurrir á la diminucion del gentío en las Provincias donde se reconoce la merma, y en parte pueden haber concurrido al exterminio de las Gentes   —326→   naturales de las Islas nombradas de Barlovento; pero me vuelvo á ratificar, en que las dos principales causas han sido la esterilidad voluntaria en las Americanas, y la fuga y retirada de las familias á otras Provincias, que las hay, y muchas, unas ya descubiertas, pero no poseidas por los Españoles; y otras, ni poseidas, ni conocidas de éstos. La retirada de los Indios de Chile, es por los caminos, que ellos se saben, para ponerse al otro lado del rio Barbarana y Bibio, y engolfarse en aquellos terrenos de Indios Araúcanos, y hasta Los Patagónes y Gentes Magallánicas. Los malcontentos de Buenos Ayres, Paraguay393 y del Tucumán, á mas de la retirada al famoso Chaco, tienen otras muchas á mano. Los Indios tentados del Perú, en atravesando la altura de los Andes, hácia el Norte, no hay que cansarse en buscarlos, porque no se hallarán. Los de las Provincias de Quito, Santa Fe, y resto de Tierra-Firme, tienen á mano innumerables Naciones de Gentiles á que retirarse. A los de la Nueva España les faltan escondrijos semejantes en las cercanías, pero no les falta á los malcontentos modo de ausentarse. En los tales retiros, creo, y para mí es indubitable, que habitan escondidos, la mayor parte de los Indios que se echan ménos en los Paises conocidos; por cuya salvacion debemos clamar siempre al Criador de todos.

Quiera la Divina Magestad que llegue ya el deseado tiempo en que todas aquellas ciegas Naciones logren el beneficio de la luz Evangélica, y con ella el fruto de su copiosa redencion, por medio de muchos y muy fervorosos Operarios.   —327→   Llegue, Señor, la hora, en que apartando los ojos de vuestra justa indignacion, de las perversas costumbres é ignorancias de aquellos Gentiles, los fixeis en las preciosas Llagas de vuestro Unigénito, y en el amor infinito, con que ofreció su Sangre y su Vida en holocausto, para que todas las Naciones y Pueblos den á vuestra Magestad eterna alabanza, honra y gloria. Amen.

Y ántes de retirar la pluma, me debo prometer de la benignidad y discrecion del piadoso y prudente Lector, que disimulará los borrones, que de ella se hubieren deslizado en el tosco lienzo de esta Historia; en la qual quisiera haber emulado con los rasgos las pinceladas de Apeles, mezclando con tal viveza los colores en la variedad del contexto, que á un mismo tiempo arrebatasen la vista para la honesta recreacion, la atencion para el aprovechamiento interior, y el ánimo para alabar á Dios siempre admirable en sus criaturas.



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ArribaAbajoCarta de navegar en el peligroso mar de Indios Gentiles

No puse esta carta en la primera impresion, porque parte de las máxîmas prácticas que contiene, están apuntadas en varias partes de este Libro, segun las varias materias á que pertenecen; pero porque juntas aquí con algunas reflexîones, que omití, darán mas luz al Operario deseoso de acertar, doy este corto alivio á los nuevos Misioneros de Indios, con el seguro, de que algunos Padres de las Misiones del Orinoco, que trasladáron, al entrar en ellas esta carta, viéron despues en la práctica, que son muy importantes sus avisos.


ArribaAbajo§. I

Del Misionero, su vocacion y aparejo


Para navegar en un golfo peligroso, lo primero y mas importante, es mirar y registrar con cuidado la nave, poniéndola en estado competente, para que pueda llegar á salvamento. Lo segundo, tomar conocimiento de los mares que surca, y de los escollos en que puede peligrar. Lo tercero, imponerse en la maniobra, para evitar los peligros, sufrir los temporales, y no caer de ánimo en medio de las mayores borrascas.

Perecen aquellas míseras Naciones, y se pierden eternamente sus almas, por falta del pan de la Celestial Doctrina: no le buscan, ni le agencian,   —329→   porque su ceguedad é ignorancia no les dan lugar á que conozcan su extrema necesidad; pero sus Angeles de Guarda claman siempre al Señor, para que les envie la luz del Cielo, por medio de sus Ministros Evangélicos. Movido Dios de estas súplicas y de su infinita piedad, excita vocaciones, y elige á los que su altísima Providencia tiene destinados, usando su Magestad de medios tan proporcionados y suaves, que mirándolos despues con atenta reflexîon, se maravillan, y al mismo tiempo se consuelan, viendo como atemperó su Magestad en su vocacion, lo suave con lo fuerte. Supuesta pues la vocacion del Señor.

Sale de su Patria el Misionero, y ha de ser, al modo, que Abrahán salió de la suya, y Moysés de Egypto, no dexando en ella ni la menor parte de su afecto: Nec ungula quidem.

Sale, y ha de ser como aquella muger fuerte, que salió como nave cargada de pan del Cielo, para sustentar la familia de su cargo, sin que le acobardase lo dilatado y arduo de la navegacion: De longe portans panem suum. Suyo ha de ser el pan que lleva, porque la Divina Doctrina, que va á enseñar, ha de ir entrañada en su alma, para repartirla mas con la eficacia de las obras, que con palabras, para la salvacion de aquellos pobres: Palmas suas extendit ad pauperem.

Sale en fin del puerto; pero si no se halla firme, fuerte y apta para toda la navegacion, que es de por vida, hasta dar fondo en el feliz puerto de la eternidad, mejor será que no salga, porque son fuertes y freqüentes los riesgos. Dentro de sí misma carga la nave muchos enemigos, que   —330→   le pueden ocasionar fatal naufragio, si no va bien armada para reprimirlos, tenerlos á raya, y sujetos á la razon.

Y al contrario, una vez prevenida y reforzada la nave contra los vayvenes de su inconstancia, puesta toda su confianza en Dios, no tiene que temer; porque aquel Señor à quien obedecen los mares y los vientos, y cuyo imperio sujeta el poder furioso de las olas, le dará esfuerzo para hollar con intrepidéz las mayores tormentas.

La fe vivamente actuada, ha de ser aguja, que regule todos sus movimientos, teniendo en todos ellos por norte único la mayor gloria de Dios, y bien de las almas.

La áncora de su seguridad, sea la esperanza firme en aquel Señor, por cuya sabia Providencia pasan revista todos los acaecimientos, ántes que sucedan; quien, como Padre amoroso, todo lo dirige para nuestro bien.

La caridad y amor purísimo de Dios y del próximo, ha de ser el único interés, carga, y tesoro de esta nave; y á buen seguro, que no prevalecerán contra ella los mas soberbios montes de agua, ni los mas recios contratiempos.

La quilla en que toda la nao estriva, debe ser una humildad profunda, y ésta misma servirá de lastre, para atribuir siempre á Dios lo que es suyo, que es todo lo bueno, y á nosotros, la nada, las desdichas, espinas y abrojos, que trae de su propia cosecha nuestro barro.

Pero aun después de todo esto, no hará viage ni adelantará un paso, sino tiende las velas de la oracion fervorosa, para recibir el viento fresco   —331→   del Espíritu Santo, que dé ímpetu y vigor sagrado á todas sus acciones y movimientos.

El Piloto y Contra-Maestre de esta nave, son la leccion espiritual, y los exâmenes de conciencia cotidianos, donde tambien se hace la recluta de santos pensamientos, para fortalecerse y defenderse de todos los enemigos.

El santo temor de Dios, como centinela vigilante, le dará la mas firme seguridad; tanta, que aun las mismas borrascas le llevarán á salvamento; y mas no perdiendo de vista la Estrella Matutina, á quien miró siempre San Bernardo: Respice Stellam, voca Mariam.




ArribaAbajo§. II

Causas principales de disturbios


Las tormentas y contratiempos, son muy freqüentes en el golfo inconstante de las Naciones Gentiles: qualquier vientecillo leve levanta una fiera tormenta, que tira á sumergir la combatida nave del Misionero: no obstante esto, de tres raices principales se originan ordinariamente las borrascas mas peligrosas.

La primera y principal, es la misma nave inconstante, frágil y capáz de perder sus fuerzas con el continuado choque de las tribulaciones, y tambien con la inaccion y fatal calma, que resulta de no mirar por sí, ni unirse y estrecharse cada dia mas con Dios, como ya llevo insinuado; pero con tal, que este recurso al Todo-Poderoso sea freqüente y constante, podrá navegar y trabajar á todo seguro; y aun recibirá   —332→   aquel valor y grandeza de ánimo con que el Apóstol de las Gentes, no solo miraba con rostro sereno y alegre las tribulaciones, sino que les salia al encuentro á desafiarlas, y á presentarles la batalla: Quis nos separabit á charitate, etc.

La segunda raiz de dichas perturbaciones de olas encontradas, es el enemigo comun, que soberbio con la antigua posesion de aquellas Gentes ciegas; y sentido, y aun temeroso de ser arrojado de entre ellas, no dexa piedra por mover, para mantener su Principado de tinieblas. San Pablo bien experimentado en estas contiendas, pone mucho conato en prevenir los ánimos contra ellas. No peleamos, dice, contra la carne y sangre, sino contra el poder de las tinieblas, y el Príncipe de ellas, que pone todo su desvelo y cuidado, en idear nuevos ardides y asechanzas, para arruinar las Misiones.

Pero es de sumo consuelo, y da mucho brio, el considerar y saber, que son muy limitadas las fuerzas de este capital Enemigo: está atado á la cadena del poder Divino: como perro furioso, puede ladrar, pero sin licencia del Altísimo, no, puede morder: como leon sangriento, y lobo carnicero, dará una y muchas vueltas al nuevo Rebaño de Christo, con ansia de tragarse las mas escogidas ovejas; pero buen ánimo, que el sumo Pastor y dueño de ellas, las quiere mucho, por el infinito precio que le costáron.

La tercera raiz de los mas fieros y ordinarios contratiempos, son los mismos Gentiles, cuyo bien y salvacion eterna se pretende con ansia; pero como ellos á los principios ni entienden, ni perciben este lenguage, segun las especies crasas   —333→   en que está imbuida su bárbara tosquedad, no se fian; y casi casi suponen algun malicioso engaño, y alguna idea oculta en el ingenuo proceder del Misionero: y aquí es de saber, que hasta la Nacion mas agreste, es primorosa en el arte, así de maliciar, como de engañar. Importa pues, tener prontas aquellas dos máxîmas de nuestro Celestial Maestro: la primera, proceder siempre con ellos con reserva y cuidado cavete ab hominibus; la segunda, no dexarse llevar de la ligereza de sus palabras y promesas: Jesus autem non se credebat eis; porque á la verdad, los Indios Gentiles, hasta que van entendiendo las máxîmas de la eternidad, no se mueven, ni tiran á otro blanco, que al de su interes; y si ántes de percibir lo que les importa salvarse, consiguen del Padre herramientas, y lo que han menester, la mañana que ménos piensa, amanece solo, sin esperanza de recoger aquella Grey silvestre.

Realmente obran y proceden como ciegos, y son disculpables, porque no saben lo que se hacen; y así se deben sufrir y sobrellevar, hasta que conozcan el bien que se les procura; y al modo que el padre y la madre sufren las molestias é impertinentes travesuras de sus hijos, por el amor que les tienen, han de sufrir los Operararios las de los Gentiles, á fin de que sus almas se salven.

Ya dixe en el Capítulo quinto de la primera394 Parte, como la ignorancia, ingratitud, inconstancia, pereza, miedo fantástico y brutalidad de costumbres de los Indios Gentiles, forman un golfo inquieto, y de suyo muy fácil de ser agitado de vientos contrarios, por poco que esfuerze su   —334→   soplo el Aquilón maligno, que tiene cuidado de no dormirse. Aquí abundan los peligros, y á cada paso se encuentran los escollos: aquí se requiere el mayor cuidado: aquí la agilidad y destreza en la maniobra, para evitar unos escollos, sin tropezar en otros peores; y realmente, para estos lances, la mas prolixa instruccion será muy corta. No obstante reduciré á breves máxîmas los avisos mas importantes.




ArribaAbajo§. III

Máximas prácticas


Para mayor claridad, pongo por exemplar, lo mismo que sucede con freqüencia; y es el caso, que despues de establecido un numeroso Pueblo, recogidas sus familias á fuerza de trabajos y afanes, de entre aquellos dilatados bosques, y fundado ya en el sitio que ellos han escogido; repentinamente se alborotan, levantan el grito, y tratan eficazmente de volverse á sus selvas y madrigueras, solo porque un viejo taymado, ó una vieja funesta ha soñado aquella noche algun desatino; v. gr. que el Padre los juntó allí para engañarlos y llevárselos á otra parte; que ha llamado ya á sus enemigos, para que cogiéndolos descuidados, los hagan esclavos; ú otro delirio semejante, que, ó el Demonio, ó la natural fantasía les ha sugerido en sueños. Estos golpes son los que hieren en lo mas vivo del Operario, por lo que ha de emplear en ellos toda su prudencia.

Su primera máxîma debe ser, hacerse cargo de que han de suceder éstas y peores turbaciones, para   —335→   las quales debe prevenirse de antemano, negociando con Dios la perseverancia de aquellas Gentes, procurando cada dia ganar mas y mas la voluntad de todos, y en especial la del Cacique y de aquellos que sobresalen entre ellos con algun séquito.

La segunda es, que llegado el caso, no se perturbe, sino esté muy sobre sí, sin dar muestras de sobresalto; y sobre todo, no dar la menor seña de enojo; porque de lo contrario en lugar de apaciguar los ánimos inquietos, aumentará el alboroto. Aquí es donde se ve y verifica lo literal de aquella divina sentencia: In pacientia vestra possidebitis animas vuestras; y las almas de los próxîmos395 tambien se aseguran.

La tercera, es el recurso á Dios, con una firme confianza, de que su Magestad, con aquel turbion, ha de dar mayor firmeza y constancia á los pobres Indios, al modo que el viento recio hace que se arrayguen mas las plantas. Válgase en estos lances, y siempre, de la intercesion de los párvulos de aquellas Naciones, que con el Santo Bautismo voláron al Cielo, que estos pueden mucho para con Dios: y sabemos, que el Grande Apóstol San Francisco Xavier se valia de ellos en sus mayores congojas.

La quarta, fortificado así el ánimo, y clamando interiormente al Señor y á los Angeles de Guarda de aquellas Gentes, pase á hacer sus diligencias con la mayor suavidad, y con palabras de amor y compasion: porque ello es así, y es tan delicado el genio de los Indios silvestres, á causa de su natural timidéz, que no solo en estas ocasiones de alboroto, sino también en tiempo pacífico,   —336→   una palabra áspera, basta para que todo un Pueblo se retire: de lo qual no faltan lastimosas experiencias. Baxo, este presupuesto,

Pase lo primero á indagar del Cacique y de su muger, la causa de aquella novedad: ponga especial cuidado en convencer y ganar la voluntad de la Cacica, que ésta con facilidad convencerá luego á su marido; y ambos á dos, ella á las mugeres, y el Cacique á los hombres, consiguen mas en una hora, que el Misionero en todo el dia. Y lo segundo, tenga por entendido, que fuera de ser las mugeres Indianas mas piadosas que sus maridos, son tambien mas fáciles de convencer, por el especial y sumo trabajo, que les acarrea semejante fuga, á causa de que á mas de la carga de llevar y cuidar de sus hijos pequeños, les toca á ellas cargar el bastimento, poco ó mucho, y los trastillos ordinarios, que son olla, platos y otras cosas; y así convencidas, á poca costa las mugeres, éstas ponen en razon á sus maridos.

La quinta máxîma, habida ya la noticia del motivo del alboroto, y del motor, deshaga el engaño con la mayor claridad y sosiego que pueda; y luego que vea ya enterado de la razon al Cacique y á su muger, envíelos á que instruyan al motor del ruido; y entretanto pase á desengañar á las cabezuelas mas principales de la Poblacion, siempre con sosiego, rostro alegre, y en la forma dicha.

La sexta, si los Indios perturbados se juntan en la plaza, ó en alguna casa particular, como sucede de ordinario, entónces no conviene hablar con todos, ni en tono de sermon, porque no conseguirá cosa de provecho; y la razon es, porque   —337→   en tales circunstancias se ha minorado en ellos el respeto, amor y reverencia para con el Operario; y como tiran á ausentarse de él, crian ánimo, y todos á un tiempo quieren responder á lo que les dice y propone: con que, en lugar de minorarse, crece y va á mas la confusion. Debe, pues, acercarse al Cacique, instar á que él y los mas principales Indios se asienten; trate con el sosiego ya dicho sobre la materia, y verá como los demás Indios callan, y oyen con atencion lo que se trata con los principales, y lo que ellos responden; con el seguro, de que apaciguados los primeros, se dan por convencidos los restantes.

La séptima máxîma, y de mucha importancia, es, que en estos lances no haga hincapié en alegar razones fuertes, y de peso, para convencer aquellas Gentes: busque razones caseras, insista en ellas, y, segun ellos usan, repítaselas muchas veces; v. gr. el trabajo, que con su temeridad causarán á sus mugeres en tales caminos: el peligro de muerte á que exponen á sus hijos pequeños, que enfermarán, ya por los calores del Sol, ya por el rigor de las lluvias: el riesgo y fatigas á que exponen á sus ancianos y enfermos en tan arduo viage: que dexan sus sementeras, y el sudor de su trabajo perdido, y que van á trabajar de nuevo, y á padecer muchas hambres, hasta coger nuevos frutos etc. Estas razones perciben, y les hacen fuerza; y tal vez una friolera les causa mas armonía, que un argumento fuerte, porque su capacidad no alcanza mas. Pongo solo el caso siguiente, para prueba de lo dicho.

En el año de 1719 soñó un viejo, Betoy de Nacion, que yo me volvia á España aburrido de sus   —338→   cosas: conmovióse luego todo el Pueblo, juntáronse en la casa del Cacique, con sus canastos de víveres, y sus muebles, para tomar el camino de sus bosques. Pasé al Congreso, tomé asiento junto al Cacique, y quedáron todos en un profundo silencio: callé tambien de industria un buen rato, y luego me quexé, de que la señora Cacica no me traia de beber, faltando á esta ceremonia y costumbre, entre ellos inviolable. Traxo la bebida sin hablar palabra, y despues de brindar á la salud de todos, pregunté al Cacique la causa de aquella junta, y de aquella prevencion de bastimentos. A que respondió: Quaja ranumaycá; ujumauju ajabó janujaybi afocá: esto es: Nosotros nos vamos á los bosques, porque tú te vas á tu tierra. Mucho tiempo gasté de valde, alegando razones fuertes; y no hallando ya por dónde, ni cómo convencerlos, clamé á San Francisco Xavier, que me favoreciese en aquel aprieto: dexé los argumentos, y pregunté al dicho Cacique familiarmente: ¿cómo habia yo de pasar por un mar tan grande para volver á España? En la embarcacion en que viniste, dixo, te volverás. No puede ser, repliqué yo, porque ya os tengo dicho, que aquella embarcacion llegó al Puerto maltratada, y que la desbaratáron: (y en efecto fué así, porque aquel navío se abandonó por viejo.) Entónces el Cacique, convencido con esta friolera, se puso en pié, y con rostro alegre, dixo á sus Indios: Ea, bien estamos, váyanse á sus casas, y vivan sosegados, porque el Padre no tiene Canóa para volverse á España. Así lo hiciéron, y con una pregunta tan desproporcionada como ésta, se desvaneció aquella borrasca, en que se iban á perder muchas almas lastimosamente.

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En fin, sucede á los principios, que quando el Misionero ménos piensa, halla por la mañana el Pueblo solo, y que se han huido todos los Indios, ó parte de ellos: golpe es éste de los mas sensibles; en el qual, supuesto el recurso á Dios nuestro Señor, si se han ausentado todos, debe tomar su ornamento de decir Misa, y seguir la huella de los fugitivos, hasta alcanzarlos; y en llegando, darles á entender, que él se va con ellos, porque son sus hijos, y porque Dios así se lo manda: conviene quexarse amorosamente de que no le hubiesen avisado su determinacion, con la qual se hubiera prevenido de anzuelos, arpones y otras cosas de que ellos necesitan; y dicho esto, cuelgue su hamaca, y échese á descansar, sin hablar, ni entrometerse en las disputas, que ellos entre sí levantan; porque los unos se arrepienten, y quieren volver á su Pueblo; los otros porfian en que han de pasar adelante; y por último, quando ya están fatigados y cansados de altercar, levántese, y despues de ponerlos en paz, repita las mismas razones, que oyó á los que quieren volver à su Pueblo, y otras que le ocurran, segun dixe arriba, y no dude, que se volverá con todos al Pueblo. Si solo se han ausentado parte de ellos, para seguirlos, tome algunos de los mejores que han quedado, y siga el método propuesto.



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ArribaAbajo§. IV

Avisos prácticos


I. Estas y otras mutaciones, hijas de la natural inconstancia de los Indios, requieren que el Operario se prepare con tiempo, haga el ánimo á todo, tire á conocer bien el genio de la Nacion que cultiva, y segun él, tenga meditados medios proporcionados para las urgencias ocurrentes; especialmente esté alerta, para atajar las discordias y riñas de unos con otros, porque casi todas las fugas se originan de esa mala raiz.

II. Trabaje puramente por amor de Dios, y por el bien de aquellas pobres Gentes, sin esperar de ellas, ni agradecimiento, ni recompensa, porque ni aun por el nombre la conocen; y aunque la conocieran, no tienen en este Mundo sino abundancia de desdichas; pero esté cierto, que Dios le recompensará con una medida llena y muy colmada aun en esta vida.

III. Insista mucho, hasta adquirir costumbre, en fixar la vista interior en la preciosidad de aquellas almas, que tanto costáron á nuestro Redentor, y se le harán llevaderas las molestias que resultan del cultivo de ellas, de su inconstancia é ingratitud; y trabaje, con el seguro, de que con el tiempo se desbastan y mejoran.

IV. La pereza, que les es connatural, requiere mucho tiempo y tiento en el Operario, para irlos imponiendo en que hagan aquello mismo, que les importa, no solo para su provecho espiritual, sino tambien para el temporal; porque en sintiendo la menor carga ú opresion, luego se huyen para evitarla.

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V.Por lo que, aunque conviene establecer la doctrina de los párvulos todos los dias, mañana y tarde, lo que conseguirá, usando de industria, y dando algunos premios á los mas puntuales; con todo, bastará que los adultos asistan á la doctrina Sábado y Domingo: no los moleste mucho, y alabe aquello poco que aprenden, para que asistan con mas gusto: la doctrina enséñela por la mañana en su lengua natural, y por la tarde en castellano; porque en lo primero se sirve á Dios, y en lo segundo al Rey nuestro Señor, que ordena se estalezca en las Misiones la lengua Española: y en todo caso, todo ha de ser amor, y por amor, con chicos y grandes; y nada de rigor, ni de castigo, no solo de obra, pero ni de una palabra, que sea áspera.

VI. Lo dicho de la doctrina, se ha de practicar con los niños de la escuela, con la misma formalidad y cuidado; porque ello es así, y está ya muy verificado, que quien desde luego lo quiere conseguir todo, luego luego lo pierde todo. Véase lo dicho en el Capítulo XXIV. de la segunda Parte, en órden á los Indios Gentiles adultos.

VII. Esté muy persuadido, que el primer móvil de los tales Indios, es el interes: no dan paso, sin esperar premio; y aun sin hacer cosa, lo mismo es mostrar cariño el Misionero al Indio, que responder éste pidiendo algo; y aun sin esto, jamás se cansan de pedir con importunidad: pero hay aquí dos consuelos: el primero es, que se contentan con qualesquiera bagatelas: y el segundo, que tan contentos se van con buenas palabras, y buenas esperanzas, como con las dádivas: un mañana me traerán eso que pides; luego que traygan, tú serás   —342→   el primero á quien regale etc.; y otras largas semejantes, les hacen buen sonido, y se vuelven contentos.

VIII. Freqüentemente traen al Misionero las frutas, el pescado etc. y ya se sabe que no viene eso por regalo: el Indio trae muy pensado lo que ha de pedir; aunque al preguntarle, ¿qué quiere, ó ha menester? responde siempre, que nada; pero no le dé cosa alguna hasta que él pida; porque si le da algo, lo recibe de buena gana; y al cabo de rato dice: Yo traia este presente para que me dieses un cuchillo, sal, ú otra cosa, y no se irá, sin que le dé aquello, que él traia pensado.

IX. Pero de ordinario piden mucho, sin traer cosa alguna al Misionero, que necesita de un todo. No se puede negar todo lo que piden, y mas si ellos saben que lo hay: dar todo quanto piden, no es posible: por lo qual, quando le piden algo, vea qué es lo que mas necesita, y dígale: Yo te daré lo que pides; pero trae primero pescado, raices, ó que mas necesita. Ellos lo hacen así: todos quedamos remediados, y van aprendiendo á ser diligentes. Guarde la misma práctica con los muchachos, por el mismo fin: ellos piden tanto ó mas que sus padres, y así, aunque no haya menester, pida, ó mándeles hacer algo, ántes de darles lo que piden; v. gr. que traygan agua ó leña, que barran la casa etc.

X. A los principios, parte pagando, y parte rogando, consiga, que el Comun haga una sementera quantiosa; y en ella un platanál grande para los muchachos de la escuela; porque es cosa muy importante, y no solo sirve para los chicos de la escuela, sino tambien para las viudas pobres, para   —343→   los huérfanos, y para los enfermos; y sucede, que viendo los Indios quan bien se emplean aquellos frutos, renuevan con gusto la sementera en adelante.

XI. No espere á los principios, que le han de avisar de los que caen enfermos, ni de las criaturas que nacen, para que las bantize; y así, por la mañana, despues de misa y doctrina, y por la tarde, ántes de la doctrina, debe dar vuelta por todas las casas del Pueblo, viendo si hay enfermos y niños que bautizar. Esta es una diligencia tan necesaria, como útil y fructuosa; y para irlos imponiendo, debe encargar á los chicos de la doctrina, que le avisen luego que vean ó sepan algo de esto.

XII. El atractivo mas eficaz para establecer un Pueblo nuevo, y afianzar en él las familias silvestres, es buscar un Herrero, y armar una fragua, porque es mucha la aficion que tienen á este oficio, por la grande utilidad que les da el uso de las herramientas, que ántes ignoraban. Todos quisieran aprender el oficio, y muchos se aplican, y le aprenden muy bien.

XIII. No importa ménos buscar uno ó mas Texedores de los Pueblos ya establecidos, para que texan allí el hilo que traen de ellos, porque la curiosidad los atrae á ver urdir y texer; y el ver vestidos á los Oficiales y á sus mugeres, les va excitando al deseo de vestirse, y se aplican á hilar algodon, que abunda, y de que finalmente se visten.

XIV. La fábula de Orfeo, de quien fingió la antigüedad, que con la música atraia las piedras, se verifica con ventaja en las Misiones de estos hombres, mas duros que los pedernales; porque es cosa reparable quánto los encanta y embelesa la   —344→   música. Son Músicos de su propio genio, y como en varias partes de esta Historia consta, son muy aficionados á tocar flautas, que ellos se fabrican, y otros muchos instrumentos: y está ya experimentado en las Misiones fundadas, quánto los atrae y domestica la música; quánto aprecian, y la gala que hacen aquellos, cuyos hijos ha destinado el Misionero á la escuela de música; y así, una de las primeras diligencias de la fundacion de nuevo Pueblo, ha de ser conseguir un Maestro de solfa de otro Pueblo antiguo, y establecer escuela de música para el fin dicho, y para la decencia del culto Divino.

XV. Es indispensable el que meta la mano, y medie en sus pleytos, riñas y casamientos; pero proceda el Operario con tal cautela, que no conozcan los Gentiles y Neófitos, que procede como árbitro; y la razon es, porque como en estas dependencias, el uno de los vandos ha de quedar precisamente desayrado, y al Misionero le importa mucho el estar bien con todos ellos, debe mediar y proceder con toda neutralidad á favor de la paz, y de la union, sin declararse por unos, ni por otros: para eso conviene, desde los principios, irlos imponiendo en el gobierno político, y señalar Alcaldes, que con el Cacique gobiernen, y á solas instruirlos de lo que deben hacer en las controversias que ocurren.

XVI. Aunque á la primera vista parece ceremonia inútil la acordada por los Misioneros antiguos, de poner formalidad de clausura, en aquellas casas pagizas y pobres en que viven, sin permitir que entre del cercado para adentro muger alguna, y teniendo una ventana al lado de la plaza para despachar   —345→   sus demandas; con todo, ya está experimentado, que importa mucho esta práctica: ni hay cosa, que mas golpe les dé, ni que mayor armonía cause á los Catecúmenos, que esta formalidad y circunspeccion del Operario: todo lo reparan, y á su modo todo lo interpretan, y lo hablan entre sí; y se ha reconocido, que este modo de proceder, engendra en ellos mucho respeto y veneracion para con sus Misioneros.

XVII. Para este mismo fin, y para mayor decencia, se ha establecido, y debe llevarse adelante el estilo de no salir de su casa el Misionero, sino acompañado de algun Indio principal; y á falta de éste, con dos ó tres muchachos de la escuela, de los mayores que haya en ella, sin dexarlos apartar de su lado, quando visita los enfermos, y hace las demás diligencias de su cargo.

XVIII. Finalmente, el fin de su ocupacion, y la causa de su destierro en aquellas soledades, es doctrinar y salvar aquellas pobres almas; lo que mas depende del exemplo, circunspeccion y virtud sólida del Operario, que de sus sermones exôrtaciones y palabras; y así, este medio es el que sobre todos ha de reputar por el mas útil para sí, y eficáz para enseñar á los próximos; y es el único para que Dios nuestro Señor, de cuya mano viene todo el bien, eche su copiosa bendición á sus fatigas y afanes, que rindan copioso fruto para la vida eterna.



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Arriba§. V

Reflexiones, que animan y fortalecen el ánimo del Misionero de Indios


I. Aquellos Indios bárbaros, desnudos silvestres rudos, y á la primera vista despreciables, son unas conchas toscas, que encierran en sí unas margaritas tan preciosas, que el mismo Hijo de Dios se dió á sí mismo en precio, y se entregó á los tormentos para adquirirlas: ¡quánto debo yo apreciarlas!

II. Son imágenes vivas de Dios, hechas á semejanza de nuestro Criador, por lo qual se merecen toda nuestra estimacion; y el mirar por ellas, es hacer nuestro mayor negocio, y corresponder á su Magestad del modo mas apreciable en sus Divinos ojos.

III. Crió Dios aquellas almas para que se salven, y las puso á tu cargo, para que tú te salves: Dios te ha tomado por instrumento, para que ellas logren el fin para que su Magestad las crió; y á ellas las ha puesto á tu cuidado, para que por medio de esta ocupacion consigas el mismo dichoso fin para que su Magestad te crió. No te has de salvar por aquel medio y ocupacion que tú eligieres, sino por éste á que Dios y los Superiores te han destinado.

IV. Toscos son los Indios como un tronco de la selva, y duros como piedras; pero Dios te dará medios para pulir y labrar estos troncos, de que su Magestad formará Tabernáculos en la Gloria: y de esas que parecen piedras, formará Dios por tu mano y aplicacion, hijos verdaderos de Abrahán.

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V. Es inevitable y preciso, y mas á los principios, que le dé en rostro, y le acarree muchos desconsuelos aquella tosquedad y desnudéz de los Indios Gentiles, su ignorancia, inconstancia, pereza, ingratitud etc.; fuentes de que el Enemigo comun excita en el Misionero temores, tedios, y desconfianzas; y de todo ello levanta montes de dificultades, que como diestro, sabe pintar como insuperables, y tira à hacerle creer, que aquel empeño es temerario: que es tentar à Dios: y levanta otras nieblas para ofuscar al Operario, à fin de que caiga de ánimo, abandone aquellas almas, que tanto teme, y le duele salgan de entre sus garras infernales. Es cierto, que ésta es la mas fuerte batería, que juega el Infierno, con notable industria y por lo mismo debe el Operario oponerse á ella con el mayor esfuerzo y empeño; con la advertencia, que en este género de guerra no hallará otra defensa, ni otras armas, que las del recurso à Dios, en la freqüente oracion, y en la meditacion de algunas de estas reflexîones, clamando à su Magestad con esfuerzo y valor, como pobre Soldado, que solo vive à expensas de los tesoros de su infinita misericordia. Y aunque todas las reflexîones de este Párrafo quinto le ayudarán mucho, todavía, para este combate, le alentarán mucho las siguientes396.

Humillado delante de Dios, vuelva toda su vista y atencion à su interior, y vea lo primero, que la ingratitud, grosería y tosquedad fea con que corresponde à su Criador, es mucho mayor y peor que la que ve, y le desagrada en los Indios bárbaros y ciegos.

Lo segundo, coteje su inconstancia en la vía espiritual, y su pereza en abanzar terreno en el   —348→   camino de la perfeccion, y no se admirará de los pobres Indios: tendrá lástima de sí mismo, y de ellos.

Lo tercero, separe lo precioso de lo vil; esto es, mire en sí lo que es de Dios; y mire aparte lo que es suyo, y de su propia cosecha; y luego se hallará mas desnudo, pobre y desdichado, que los Indios bárbaros: si la desnudéz de ellos le horroriza, mas horror y temor le debe causar la suya; y pues Dios, no obstante esto, no le abandona, le sufre, asiste y ampara, debe, á ley de agradecido al mismo Señor, sufrir, tolerar, beneficiar y cultivar las almas de aquellos pobres indios, que son imágenes de su Magestad, hacienda suya, y grey que aprecia mucho.

VI. No estaban en mejor positura los Gentiles del Mundo antiguo, quando les empezó á rayar la luz del Santo Evangelio; ántes bien era mucho mayor su barbaridad, errores y vicios; y el mismo Señor, que envió entonces aquellos sus Operarios para aquella inculta mies, te envia à que cultives ésta; y así no te negará su Magestad, ni las fuerzas necesarias, ni los medios oportunos.

VII. Trayga á la memoria con freqüencia otros Misioneros Jesuitas, que venciéron mayores dificultades, que sufriéron mayores trabajos, y que finalmente, con el favor de Dios, sujetáron á la Iglesia Santa, Naciones mucho mas agrestes: en el Brasil, el Santo Padre Joseph Ancheta: en las Marianas, el Santo Mártir Luis de San Victores: y en todas las Provincias de Indias hallará muchos y admirables exemplares, así para confundirse, como para animarse.

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VIII. No se olvide jamás de los muchos Jesuitas insignes, que han deseado y pretendido con ansia la ocupacion de Misionero en que Dios le ha puesto, y no quiso conceder á los otros, que hubieran trabajado heróycamente: hágase cargo de la confianza con que su Magestad ha fiado y puesto en sus manos el tesoro de aquellas almas, y que le ha de pedir cuenta, así de ellas, como de los talentos que le dió para cultivarlas.

IX. No haga hincapié, ni fixe su consideracion en los trabajos ocurrentes, sino en el fruto actual que recoge, y en el que espera recoger: mas monta la salvacion de un párvulo, que desde el bautismo sube al Cielo, que quantas angustias ha padecido, y puede padecer en toda su vida: ¿y qué gusto no debe tener y hallar en aquellas taréas, caminos y diligencias, con que gana para Dios, no una, ni otra alma, sino muchas familias y Pueblos?

X. Y finalmente, tenga por muy cierto, que todas aquellas almas, que va enviando á la Gloria, por delante, le ayudan397 grandemente, clamando sin cesar á Dios por su Misionero, y por la gente de su Nacion; para que su Magestad los asista y defienda, hasta llevarlos á la Bienaventuranza eterna. Y no se puede dudar, que todos aquellos á cuya salvacion cooperó, le servirán de abogados eficaces en todos sus aprietos, y en especial en la hora de la muerte, término de esta breve navegacion, y puerto seguro, en que de la misericordia de Dios esperamos gozan tranquilidad dichosa, y descanso eterno. Amen.

Ad M. D. G. & V. M.









 
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