Escena
I
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EL COMANDANTE DE LA GUARDIA.- (A un
grupo de gente, parado ante la puerta del palacio.)
Divertirse, amigos, divertirse; pero sin estorbar el paso.
(Sepárase el grupo.)
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UN MARINERO.- ¿Qué rezas
ahí entre dientes?
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UN ARTESANO.- ¡Yo!... nada.
(Acércase, y le dice con el mayor
misterio:) Según van estos nobles, hasta la tierra
les va a venir estrecha.
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MARINERO.- ¿No sabes que soy
sordo?...
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ARTESANO.- ¿Y de cuándo
acá?
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MARINERO.- Si tienes secretos que decir, puedes
buscar otro confesor.
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ARTESANO.- ¡Calla!... ¿tienes
miedo?
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MARINERO.- Lo que es miedo, no... pero hace tres
noches que sueño con aquellas columnas... ¿No sabes
tú lo que hacen allí con los habladores?...
(El otro vuelve la cara azorado.) No vuelvas la
cara, tonto; no te agarra nadie. (Échase a
reír y se va.)
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Escena
III
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UNA MUJER DEL VULGO.- No tienes que cansarte; no
me marcho de aquí en toda la noche.
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MARIDO.- ¿De veras?
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MUJER.- Desde la fiesta me voy a tomar la
ceniza.
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MARIDO.- ¿Sabes que puede ser que no
necesites al cura?
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MUJER.- ¿Por qué?
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MARIDO.- Porque yo te la pondré en la
frente.
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MUJER.- ¡Miren un marido galán!...
y de novio parecía un cordero...
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MARIDO.- ¡Chito!...
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MUJER.- Pero Dios me libre de aguas
mansas...
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MARIDO.- ¡Chito!
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MUJER.- Y de hombre sin pelo de barba...
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MARIDO.- ¡Chito! ¿No has de poder
con esa lengua?... (A un máscara que los
observa.) Y tú, estafermo, ¿qué
haces donde no te llaman?...
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MÁSCARA.- Estoy viendo una cosa
curiosa.
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MARIDO.- Pues aquí no hay nada que
ver.
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MÁSCARA.- ¡Muchachos, venid...
aquí hay un marido enfadado en carnestolendas!...
(Acude la turba alborozada.)
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MARIDO.- (Al
irse.) Diviértete esta noche, hija... mañana
nos veremos las caras.
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COMANDANTE DE LA GUARDIA.-
(Acercándose al grupo.) ¿Qué
era eso?
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MÁSCARA.- Nada; un matrimonio bien
avenido... (Gritando a la
gente.) ¡Quién se casa...!
(Separánse.)
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Escena
IV
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UN MÁSCARA.- (Llamándole
aparte.) ¡Capitán! (El MÁSCARA entreabre el
dominó y deja ver una medalla al cuello.)
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COMANDANTE.- ¡Sois vos!
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MÁSCARA.- ¿Cuántos han
entrado ya con el listón al brazo?...
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COMANDANTE.- Hasta ahora unos ochenta.
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MÁSCARA.- Entrar, todos; salir,
ninguno.
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COMANDANTE.- El que salga del palacio no ha de
ser por la puerta, sino por el Puente de los Suspiros...
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MÁSCARA.- ¿Ha llegado la
demás tropa?
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COMANDANTE.- Y toda está ya oculta.
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MÁSCARA.- Así que desemboque el
refuerzo de las islas, tomad las avenidas de enfrente y que nadie
escape.
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COMANDANTE.- En cuanto suene la señal de
la caza... ya será buena la batida.
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(Apártanse a un lado y hablan unos instantes en
secreto, al ver venir una cuadrilla de máscaras, que se pone
a bailar en medio de la plaza.)
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Escena
V
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DAURO.- (Disfrazado de bastonero de la
cuadrilla.) ¡A un lado!... ¡a un lado!... Si
no hay espacio, ¿cómo han de bailar?
(Sepárase la gente, y forma alrededor una
medialuna: principia el baile.)
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UN CONJURADO.- (Dando la mano a
DAURO.) ¿Se ha
recibido alguna noticia de Rugiero?
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DAURO.- ¡Pues qué, no ha
parecido!
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CONJURADO.- Hasta ahora no.
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DAURO.- ¡Qué será!...
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CONJURADO.- ¿Quién puede
saberlo?
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DAURO.- Él no es capaz de esconderse a la
hora del peligro.
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CONJURADO.- Sea lo que fuere, ya no es tiempo de
volver atrás.
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DAURO.- Más vale morir matando que a
manos del verdugo. (Volviéndose a los
músicos de la cuadrilla.) Más vivo,
más vivo... si se duermen ya, ¿qué será
después?
(Continúa el baile más
alegre.)
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CONJURADO.- A Dios: no olvides mi encargo, si me
sucede una desgracia...
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DAURO.- Ni tú tampoco el mío:
escríbele al instante a mi hermano y que venga a consolar a
mi pobre madre...
(Sepáranse.)
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Escena
VII
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Cesa el baile y se aleja la cuadrilla, a tiempo que
entran por el otro extremo de la plaza dos peregrinos de
Jerusalén, uno más anciano que el otro.
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UNO DEL PUEBLO.- ¡Buena va la danza!...
hasta los peregrinos andan esta noche de huelga.
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EL MARINERO.- ¿Y por qué no?...
Hartos trabajos han pasado por allá los pobres...
¿Ves aquel más viejo?... Pues de milagro
escapó en la Cruzada.
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EL ARTESANO.- Nadie respirará, si nos
dicen la relación de la Tierra Santa...
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VARIAS VOCES.- ¡Nadie!...
¡nadie!
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EL HOMBRE DEL PUEBLO.- Aquí, hermanos,
aquí, donde todos oigamos...
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EL
MARINERO.- Más ruido armas tú solo que
todas las mujeres.
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(Colócanse los peregrinos en el centro; y todos
escuchan con la mayor atención el siguiente
coloquio:)
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PEREGRINO ANCIANO |
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Oíd, cristianos,
escuchad |
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la más lamentable historia, |
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que vivirá en la memoria |
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de una edad y otra edad: |
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Los soldados del Dios vivo |
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perecieron con valor; |
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y otra vez el Redentor |
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ve su sepulcro cautivo. |
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PEREGRINO MOZO |
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«¿Dónde
está el Dios de esa gente?... |
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(El Saladino decía:) |
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Teñida en su sangre impía |
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va del Jordán la corriente; |
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y los que esclavos
estén |
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sufriendo duras cadenas, |
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consuélense de sus penas |
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vuelta la vista a Belén.» |
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PEREGRINO ANCIANO |
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Calla, blasfemo: que el
cielo |
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castiga a su pueblo fiel; |
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mas nunca niega a Israel |
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la esperanza y el consuelo: |
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tu ruina en breve
será |
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del mundo salud y ejemplo; |
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y de Sión en el templo |
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nuevo canto sonará. |
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(Vese desembocar una turba, con mucha
algazara.)
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EL HOMBRE DEL PUEBLO.- ¡Silencio!
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VARIAS VOCES.- ¡Silencio!
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EL MARINERO.- ¿No hay quien haga callar a
esos locos?...
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Escena
VIII
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Acércase la turba; y los peregrinos se retiran
hacia el fondo de la plaza, seguidos de alguna gente; la
demás se queda a oír el canto. Un MÁSCARA, vestido con un disfraz
jocoso, entona este cantar en medio del concurso:
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MÁSCARA |
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Con el Carnaval |
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riñó la Cuaresma, |
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él gordo y alegre, |
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y ella triste y seca: |
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el pobre de ahíto |
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murió en la refriega; |
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y esta misma noche |
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dicen que le entierran. |
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VARIAS VOCES.- ¡Ea!
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MÁSCARA |
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¡Pobre Carnaval, |
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qué noche le espera! |
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La vieja traidora |
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ya le abre la huesa: |
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toquen las campanas, |
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enciendan las velas, |
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y en coro cantando, |
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vamos a la fiesta. |
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VARIAS VOCES.- ¡Ea!
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TODOS.- (Repiten en coro.)
¡Vamos a la fiesta!
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Escena
IX
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TUMULTO.- (Empiezan a dar las doce en
el reloj de S. Marcos; y a las primeras campanadas, arrojan el
disfraz los conjurados, desnudan toda suerte de armas blancas, y
gritan a una voz:) ¡Venecia y libertad!
(Los soldados de la guardia, los que había
disfrazados entre el pueblo, y otros que asoman por las bocacalles,
contestan al punto:) ¡Mueran los traidores!
(Se nota al mismo tiempo gran tumulto en los salones del
palacio, y resuenan dentro los gritos de:)
¡Traición!... ¡traición!...
(Ciérranse de golpe las puertas: un senador aparece
en el balcón de en medio, escoltado de dos soldados con
picas, y despliega el estandarte de la república, clamando
al pueblo:) ¡San Marcos y Venecia!... ¡viva
la república!...
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MUCHAS VOCES EN LA PLAZA.- ¡Viva!...
¡viva!
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(Crece el estrépito y la confusión: suena
una campana a vuelo, tocando a rebato, los conjurados y los
soldados pelean un momento; el pueblo huye por todas
partes.)
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CONJURADOS.- ¡Nos han vendido!...
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OTROS.- ¡Sálvese el que pueda!
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SOLDADOS.- ¡A ellos!...
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CONJURADOS.- ¡Al puente de Rialto!...
¡al puente!... (Ábrense paso: la mayor parte
de la tropa los sigue.)
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SOLDADOS.- ¡Mueran los traidores!
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OTRAS VOCES.- (A lo lejos, y por el
mismo lado por donde los conjurados se han ido:)
¡Mueran!...
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(Sigue oyéndose adentro el estrépito de
las armas.)
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