Tercera parte |
| Después, salta del lecho donde estaba
tendida | | | | y busca una herramienta que pueda darle muerte, | | | | mas la casa no alberga agentes criminales | | | | que abran un largo paso a su respiración, |
1040 | | | que se esfuma en su boca ya allí se desvanece, | | | | como el humo del Etna se consume en el aire | | | | o como el que se escapa de un cañón
preparado. | | |
|
| «En vano» exclama ella «vivo y
en vano busco | | | | algún medio feliz que acabe con mis penas, |
1045 | | | temía que el cuchillo de Tarquín me
hiriera, | | | | sin embargo, no temo buscar algo que mate. | | | | Cuando tenía miedo era una fiel esposa, | | | | lo que ahora no soy ni ya podré ser nunca. | | | | Tarquino me ha robado la dicha de mi estado. |
1050 | |
|
| ¡Ahora está perdida mi razón
de vivir, | | | | por lo tanto no tengo, ningún miedo a morir! | | | | ¡Y si limpia la muerte, la mancha, doy al menos, | | | | galón de más honor a la honra de mi ropa! | | | | Una vida muriente y una viviente infamia, |
1055 | | | irremediable ayuda: Después de hurtado el oro | | | | quema el cofre inocente que guarda sus valores. | | |
|
| Bien, mi buen Colatino, nunca
conocerás | | | | el sabor corrompido de mi violada honra, | | | | no dañaré tu amor de esta forma injuriosa, |
1060 | | | no podría dañarte con falsos juramentos; | | | | el injerto bastardo, no llegará a ser flor, | | | | quien pudrió tu raíz nunca dirá
ostentoso | | | | que eres el tierno padre de su malvado fruto. | | |
|
| Ni de ti a de mofarse en su secreta mente, |
1065 | | | ni hará alarde de ello entre sus camaradas, | | | | porque debes saber que nunca me he vendido, | | | | sino que fui forzada fuera de tu aposento. | | | | En cuanto a mí, soy dueña, de mi propio
destino | | | | y mi pecado nunca me será perdonado, |
1070 | | | pagando con mi vida el precio de la ofensa. | | |
|
| No te envenenaré con mi asquerosa
infamia, | | | | ni cubriré mi falta con excusas banales, | | | | ni pintaré de negro mi alfombra de pecado, | | | | para ocultar el hecho de esta pérfida noche. |
1075 | | | Y aunque yo diga todo, mis ojos son esclusas, | | | | bajando como fuentes del monte hacia los valles, | | | | querrán con sus corrientes purificar mi
historia.» | | |
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| Con esto Filomena, concluye su lamento, | | | | el gorjeo armonioso de su dolor nocturno, |
1080 | | | mientras baja la noche con paso lento y triste, | | | | hacia el infierno, cuando: La sonrosada aurora, | | | | a los ojos más bellos que han de tomarla a
préstamo, | | | | da luz, mientras Lucrecia, se avergüenza al mirarse, | | | | y quisiera seguir enclaustrada en la noche. |
1085 | |
|
| Revela, espía, el día, por
cualquier hendidura, | | | | como indicando el sitio donde sentada llora. | | | | En medio de su llanto, exclama: «Ojo de ojos, | | | | que espías mi ventana. Cesa en tu espionaje, | | | | molesta con tus rayos a los que están dormidos, |
1090 | | | mas no marques mi frente con tu luz penetrante, | | | | que el día no es culpable de las faltas
nocturnas.» | | |
|
| Así, en loca disputa con todo lo que
mira: | | | | El dolor como un niño es chinche y caprichoso | | | | y cuando quiere algo con nada se conforma, |
1095 | | | los crónicos dolores, no los que son recientes, | | | | el tiempo los mitiga, mas lo recientes, bravos, | | | | cual nadador novel, que siempre se zambulle, | | | | se ahoga por su exceso y falta de costumbre. | | |
|
| De este modo, Lucrecia, sumergida en su mar, |
1100 | | | emprende una disputa con todo lo que observa | | | | y todo mal, compara, con su propio dolor, | | | | sin que nada remedie la fuerza de su ira. | | | | Si uno desaparece el nuevo le remplaza: | | | | A veces su dolor no encuentra las palabras |
1105 | | | y otras veces airado da un mitin excesivo. | | |
|
| Los pájaros que entonan su gozo
matinal, | | | | exasperan su llanto con su dulce cantar, | | | | pues hiere el regocijo al alma atormentada. | | | | Los espíritus tristes, mueren con la
alegría |
1110 | | | y el dolor sólo quiere dolor de
compañía, | | | | que el pesar verdadero halla un buen alimento, | | | | cuando al fin simpatiza con un dolor gemelo. | | |
|
| «Es doble muerte ahogarse, cuando se ve la
playa. | | | | Mil veces más ayuno mirando el alimento. |
1115 | | | Ver el remedio hace la herida más doliente. | | | | Sufre más una pena, si el alivio la mira. | | | | Loa dolores profundos son pausada corriente, | | | | mas si encuentran obstáculos desbordan sus
riberas. | | | | La desgracia exaltada no tiene ley ni límite. |
1120 | |
|
| ¡Oh, pájaros burlones!
¡Sepultad vuestros trinos, | | | | en la gruta latiente del emplumado pecho | | | | y para mis oídos ser sordos y ser mudos, | | | | mi angustia intermitente, no desea intervalos, | | | | una anfitriona triste no soporta sus fiestas; |
1125 | | | deleitad con los trinos los oídos que gozan, | | | | que la melancolía es acorde del llanto. | | |
|
| Ven, Filomena, tú, que cantas
violación, | | | | construye tu enramada en mi revuelto pelo, | | | | como la tierra húmeda solloza ante su agobio, |
1130 | | | así, en el triste acorde, yo, verteré una
lágrima. | | | | Sostendré el diapasón con mis hondos
gemidos | | | | y diré en mi cantar el nombre de Tarquino, | | | | mientras que tú, maestra, dirás el de
Tereo. | | |
|
| Contra una aguda espina, tú
cantarás tu parte, |
1135 | | | por mantener más vivos tus inmensos dolores. | | | | Trataré de imitarte. Contra mi corazón, | | | | yo me pondré un puñal, para asustar mis
ojos, | | | | así, si pestañean, caerán y
morirán. | | | | Estos medios cual trastes, afinaran las cuerdas |
1140 | | | de nuestros corazones, para el dolor real. | | |
|
| Y tú, pájaro pobre, que no trinas
de día, | | | | temeroso de que otros te oigan y contemplen, | | | | buscaremos un sitios aislado del camino, | | | | que no conoce el hielo ni el ardiente calor, |
1145 | | | y allí le enseñaremos a las bestias
feroces, | | | | las tonadas que cambien su fiel naturaleza. | | | | Si el hombre es una bestia, que ellas lleven su
alma.» | | |
|
| Como el pobre venado que asustado contempla, | | | | con su instinto, el camino, por donde debe huir, |
1150 | | | o como quien se pierde en medio de la selva | | | | y no pueden sus medios encontrar la salida, | | | | así, Lucrecia, tiene, con ella este debate. | | | | dudando si es mejor la vida que la muerte | | | | cuando es tan vil la vida y la muerte deshonra. |
1155 | |
|
| «¿Matarme?» dice ella,
«mas esto no sería, | | | | sino contaminar con mi cuerpo mi alma? | | | | Quien pierde algo, soporta, con paciencia su
pérdida, | | | | mientras quien pierde todo la confusión le traga. | | | | Actúa cruel la madre que teniendo dos
niños, |
1160 | | | si la muerte le quita a uno de los dos, | | | | quiere matar al otro por no criar ninguno. | | |
|
| ¿Cuál era más querido de mi
cuerpo o mi alma, | | | | cuando el uno era puro y el otro era divino? | | | | ¿El amor de cual de ellos yo sentía más
cerca |
1165 | | | si ambos los guardaba para el cielo y mi esposo? | | | | Cuando al pino se arranca su arrugada corteza | | | | sus hojas se marchitan y se pierde su savia. | | | | Lo mismo está mi alma por robar su corteza. | | |
|
| Saqueada su casa, su inquietud alterada, |
1170 | | | su mansión abatida por el reptil rival, | | | | su templo profanado, manchado y saqueado, | | | | desvergonzadamente cubierto por la infamia: | | | | que no se diga nunca que es impío, si hago | | | | en esta fortaleza un agujero nuevo, |
1175 | | | por donde pueda salir mi atormentada alma. | | |
|
| Mas antes de morir, hablaré con mi
esposo, | | | | para darle razones de mi imprevista muerte, | | | | y que en mi triste hora, al oírme me jure, | | | | venganza en el villano que detuvo mi aliento. |
1180 | | | Legaré al vil Tarquino mi sangre corrompida | | | | que al ver a su verdugo, le arrancará las venas | | | | y con ella el legado escribiré cual deuda. | | |
|
| Mi honor lo legaré al piadoso
puñal, | | | | que hiera el deshonrado cuerpo que me atormenta |
1185 | | | que es honroso acabar con mi propia deshonra. | | | | Morirá la deshonra y el honor vivirá, | | | | así, de las cenizas de mi propia vergüenza, | | | | se engendrará mi fama, matando al menosprecio | | | | y muerta mi venganza, renacerá mi honor. |
1190 | |
|
| ¡Oh querido señor! De la joya
perdida, | | | | de la valiosa joya ¿qué puedo a ti legarte? | | | | Mi conclusión, amor, será tu
ostentación | | | | por cuyo ejemplo debes, ejecutar venganza. | | | | Aprende en mí del trato que has de dar a Tarquino. |
1195 | | | Yo, tu amiga, al matarme, mato en mí a tu enemiga | | | | y tú debes tratar igual al vil Tarquino. | | |
|
| Ese breve resumen cumple mi voluntad: | | | | Sea mi alma y cuerpo del cielo y de la tierra, | | | | toma tú, esposo mío, mi gran
resolución; |
1200 | | | mi honor será el puñal que cause mi herida. | | | | Mi vergüenza de aquel que me causo el oprobio | | | | y todo lo que viva, de mi gloria ha de darse, | | | | a todos los que viven y me siguen honrando. | | |
|
| Velarás, Colatino, mi postrer
voluntad |
1205 | | | ¡y verás como fui por sorpresa entregada! | | | | Mi sangre lavará de mí toda calumnia | | | | y al final de mi vida me dará la pureza. | | | | No temas, corazón, y di: "llévese a cabo" | | | | sométete a mi mano y esta te vencerá |
1210 | | | y una vez los dos muertos seremos victoriosos.» | | |
|
| Cuando este plan de muerte se pacta y se ha
fijado | | | | se enjuga de sus ojos unas perlas saladas, | | | | con destemplada voz llama a su fiel criada, | | | | que en ágil obediencia rauda acude a su lado, |
1215 | | | que el deber tiene alas y pluma el pensamiento. | | | | La cara de Lucrecia, es para la criada, | | | | como un prado de invierno derritiendo su nieve. | | |
|
| Formal le da a su dama un claro «buenos
días» | | | | con voz leve y calmada propia de su modestia |
1220 | | | y adopta una tristeza que acompaña el dolor, | | | | de su propia señora, cuya cara se viste | | | | de pesar, mas no osa, preguntar a su dueña, | | | | porqué se han eclipsado los ojos de su cara | | | | ni porqué sus mejillas son ríos de dolor. |
1225 | |
|
| Y así, como la tierra, llora al ponerse
el sol | | | | y la flor se humedece con un ojo turbado, | | | | comienza la doncella a mojar con sus lágrimas, | | | | sus irritados ojos, llenos de simpatía, | | | | de los soles que ha puesto el cielo en su señora, |
1230 | | | los cuales apagados, se extienden por el mar, | | | | esto le hace llorar como una noche húmeda. | | |
|
| Por un breve momento permanecen las dos, | | | | cual puentes marfileños, que llenaran cisternas | | | | de coral. Una llora en justicia y la otra |
1235 | | | con su llanto acompaña el dolor de su
dueña, | | | | que ambas son de ese sexo que el llanto necesita. | | | | Intuitivas se afligen de ajenas aflicciones | | | | y se inundan sus ojos o el corazón se rompe. | | |
|
| Tiene el hombre, de mármol el alma y la
mujer |
1240 | | | de cera y se modulan, tal como el mármol quiere | | | | débiles, oprimidas, reciben la impresión | | | | por fuerza o por engaño, o por la habilidad. | | | | No se las llame entonces, autoras de su mal, | | | | que, no hay malignidad, en la cera estampada, |
1245 | | | con la cara y figura del propio Satanás. | | |
|
| Su suavidad parece una verde campiña, | | | | abierta al más humilde gusano que se arrastre, | | | | en los hombres se ocultan como en la espesa selva, | | | | vicios que están durmiendo en lúgubres
cavernas. |
1250 | | | A través de un aumento, un punto se hace un globo, | | | | el hombre disimula con su gesto sus crímenes | | | | y el rostro femenino es libro de sus faltas. | | |
|
| Que nadie se rebele contra la flor marchita, | | | | sí, contra el crudo invierno que maltrata la flor. |
1255 | | | Aquello que devora, nunca lo devorado, | | | | merece ser culpable. ¡nadie acuse las faltas | | | | de la infeliz mujer cuando esta es deshonrada | | | | por el viril abuso! Esos reos culpables | | | | que hacen del seso débil esclavas de su ofensa. |
1260 | |
|
| Precedente es el caso de la infeliz Lucrecia,
| | | | asaltada en la noche por viles amenazas, | | | | de una inmediata muerte y de que esta vergüenza | | | | traería a su esposo un daño irreparable. | | | | Estos peligros crean su propia resistencia, |
1265 | | | cuando un miedo mortal le invadió todo el cuerpo. | | | | ¿Quién no puede abusar de un cuerpo
recién muerto? | | |
|
| La benigna paciencia hace hablar a Lucrecia, | | | | marchando hacia la humilde que imita su dolor: | | | | «Hija mía» ella exclama «¿por
qué viertes tus lágrimas, |
1270 | | | que caen como la lluvia por tus blancas mejillas? | | | | Si tu llanto es por este dolor que me compete, | | | | sabe, gentil doncella, que no ayuda a mi enfado, | | | | pues si ayudara el llanto, bien me habría hecho el
mío. | | |
|
| Pero dime, muchacha, ¿cuándo
partió de aquí |
1275 | | | -y aquí lanza un suspiro- el príncipe
Tarquino?» | | | | «Antes de levantarme» responde la criada. | | | | «Mi indolente pereza es también reprobable, | | | | sin embargo, bien puedo, disculpar esta falta, | | | | diciendo que salí antes de amanecer |
1280 | | | y antes de levantarme ya no estaba Tarquino. | | |
|
| Mas, señora, si dejas a vuestra fiel
criada | | | | implicarse y saber de vuestra pesadumbre...» | | | | «¡Calla!» exclama Lucrecia. «Si la
pongo al corriente | | | | de mi historia, con ello, no rebajo mi pena, |
1285 | | | que es más grande y extensa que todas las
palabras, | | | | que esta honda tortura puede llamarse infierno, | | | | cuando no hay oraciones que mi dolor describan. | | |
|
| Traerme, aquí al tormento, papel, tintero
y pluma, | | | | mas, olvida el encargo, que tengo aquí de todo |
1290 | | | ¿Qué quería decir? Al siervo de mi
esposo | | | | dile que se disponga su inmediata salida | | | | y que lleve esta carta a mi dueño y señor. | | | | Ordena que la lleve con ágil prontitud. | | | | La carta lo requiere y pronto estará
escrita.» |
1295 | |
|
| Al partir la doncella se dispone a escribir, | | | | al comienzo dudando su pluma en el papel. | | | | El honor y el orgullo riñen en fuera lid. | | | | Lo escrito con razón, la reflexión lo borra;
| | | | demasiada finura, esto es cruel y brutal; |
1300 | | | cual una muchedumbre en la cruz de salida | | | | duda su pensamiento quien ha de ser primero. | | |
|
| Por fin comienza y pone: «Digno y magno
señor, | | | | de esta indigna mujer que te quiere y saluda. | | | | ¡Qué Dios esté contigo! Concédeme
el favor, |
1305 | | | amor, si quieres ver, a tu amada Lucrecia, | | | | de ponerte en camino para venir a verme. | | | | Así, a ti me encomiendo, desde tu casa en duelo, | | | | que mi dolor es grande y mis palabras breves.» | | |
|
| Después dobla el mensaje de su inmenso
dolor, |
1310 | | | insegura expresión de su dolor real. | | | | Por el breve resumen, Colatino, sabrá, | | | | su pena, pero nunca, su verdadero alcance. | | | | Ella no se ha atrevido a revelar su infamia, | | | | para que a él no le alcance lo grave de su falta, |
1315 | | | antes de que su sangre lave su propio honor. | | |
|
| La vida y la energía de su
exasperación, | | | | ella va almacenando para cuando él la escuche, | | | | cuando con sus lamentos, quiere adornar la gracia, | | | | de su propia desgracia y así poder limpiarla, |
1320 | | | de sospechas que el mundo abrigue sobre ella. | | | | Para evitar la mancha, no emborrona el papel, | | | | hasta que con palabras busque su comprensión. | | |
|
| Ver una triste escena, conmueve más que
oírla, | | | | pues el ojo interpreta a sus propios oídos, |
1325 | | | la triste pesadumbre que con su luz observa. | | | | Cuando cada sentido responde de su parte, | | | | el oído no escucha del dolor más que parte. | | | | Poco ruido hace el agua que corre por el vado | | | | y el discurso, El daño, levanta tempestades. |
1330 | |
|
| Una vez que ha sellado su carta en ella
escribe: | | | | «Con la mayor urgencia. A mi señor.
Ardea.» | | | | Llegado el mensajero le entrega la misiva, | | | | ordenándole al mozo que se apresure tanto, | | | | como el ave tardía cuando presiente el Norte, |
1335 | | | mas esta rapidez aun le parece lenta. | | | | Las acciones extremas son siempre radicales. | | |
|
| El rústico cliente se inclina ante su
dueña, | | | | ruboroso y cortés y con sus ojos fijos, | | | | recibe la misiva sin decir sí, ni no, |
1340 | | | y parte a toda prisa con su ingenua inocencia. | | | | Mas aquellos que ocultan en su pecho una falta, | | | | imaginan que advierte cada ojo su mancha, | | | | por esto, ella imagina, el rubor del sirviente. | | |
|
| Cuando ¡cándido siervo! Más
lo sabe, se turba |
1345 | | | por falta de entereza y audacia temeraria; | | | | semejantes criaturas mantienen un respeto, | | | | que hablan bien de sus actos. Otros son descarados | | | | que prometen la prisa y luego se demoran. | | | | Modelo de carácter de virtudes pasadas, |
1350 | | | al siervo contrataban por su honesta mirada. | | |
|
| Su instinto del deber enciende su recelo, | | | | lo cual en rojo fuego enciende sus miradas, | | | | ella piensa que el mozo, sabe lo de Tarquino, | | | | y ansiosamente observa sus enrojecimientos. |
1355 | | | Mas su honesta mirada, más aun la confunde. | | | | Cuanto más presentía la sangre en sus
mejillas, | | | | tanto más sospechaba de que él sabe su
falta. | | |
|
| Queda un tiempo, Lucrecia, esperando el
retorno | | | | y sin embargo, el siervo, acaba de alejarse. |
1360 | | | El fatigoso tiempo, no sabe entretener, | | | | pues agotó su llanto, sollozos y suspiros. | | | | El dolor se consume y el gemido descansa, | | | | así, poquito a poca, aplaca sus querellas, | | | | buscando un nuevo medio de desesperación. |
1365 | |
|
| Le viene a la memoria un lugar donde cuelga, | | | | un cuadro que es la estampa de la Troya de Príamo. | | | | Frente a ella, pintada, el poder de la Grecia, | | | | destruye la ciudad por el rapto de Helena | | | | y amenaza su enojo a la orgullosa Ilión. |
1370 | | | El pintor representa a una ciudad que altiva, | | | | ve como hasta los cielos besan sus nobles torres. | | |
|
| A mil dolientes cosas, el arte,
desdeñando | | | | la fiel Naturaleza, le dio una inerte vida. | | | | Mas de una gota seca representa una lágrima, |
1375 | | | vertida por la esposa sobre el marido muerto. | | | | Humeaba la sangre, por afán del pintor, | | | | y e ojo de los muertos con su luz cenicienta, | | | | eran como carbones en la noche monótona. | | |
|
| De verlo, hubierais visto, al labrador primero
|
1380 | | | bañado en su sudor y cubierto de polvo | | | | y en las torres de Troya, también aparecían | | | | los ojos de los hombres, vivos, por las troneras, | | | | contemplando a los griegos con escaso deseo. | | | | Tal arte se veía en esta bella obra, |
1385 | | | que aun de lejos se observa la tristeza en los ojos. | | |
|
| Se veía en los jefes su porte y
majestad. | | | | Podríais ver triunfantes sus rostros vencedores, | | | | en los ágiles jóvenes sus gestos y
destreza, | | | | mientras aquí y allí el pintor insertaba |
1390 | | | los pálidos cobardes con paso vacilante. | | | | A rudos campesinos, tanto se asemejaban, | | | | que uno jura al mirarlos verles estremecer. | | |
|
| Entre Ajas y el Ulises, ¡oh!, cuánta
exactitud, | | | | de rasgos y carácter podían apreciarse. |
1395 | | | Ambos rostros revelan la expresión de sus almas | | | | y sus rostros perfectos la magnitud del ser. | | | | En los ojos de Ajax, el rigor y al ira | | | | y en la suave mirada, de Ulises, el tranquilo | | | | domino de sí mismo y gran observación. |
1400 | |
|
| También el grave Néstor, arengando
a su tropa | | | | e incitando a los griegos al fragor del combate, | | | | con sus graves y sobrios ademanes de mano, | | | | que encantaba la vista llamando la atención. | | | | Al hablar se observaba su barba plateada, |
1405 | | | ir arriba y abajo, mientras que de sus labios, | | | | su aliento en espiral subía hacia la altura. | | |
|
| En torno suyo había mil rostros
boquiabiertos, | | | | que devorar parecen su sensato consejo. | | | | Tal atención prestaban con sus variados gestos |
1410 | | | cual si alguna sirena su oído sedujera. | | | | Eran altos y bajos y el pintor fue tan hábil, | | | | que las testas de muchos parecían dispuestas | | | | a saltar aun más alto, burlando al que los mira. | | |
|
| Aquí una mano de hombre en la cabeza de
otro, |
1415 | | | en sombras su nariz por causa del vecino, | | | | aquí, otro, apretujado, retrocediendo rojo, | | | | otro que casi ahogado expresa sus enojos | | | | y en sus cóleras muestran tales signos de ira, | | | | que si a perder no fueran, las palabras de Néstor, |
1420 | | | con airadas espadas en lid se enzarzarían. | | |
|
|
Cuarta parte |
| Había mucho campo para la
fantasía, | | | | concepción ilusoria tan completa y tan grata, | | | | que para ver a Aquiles, bastaba ver su lanza, | | | | en una mano asida. Al fondo, él, Aquiles, |
1425 | | | se conserva invisible, salvo para los ojos | | | | de la mente: Un pie, un rostro, una pierna, | | | | una cabeza basta para el que quiere ver. | | |
|
| En los muros de Troya, fuertemente sitiada, | | | | el arrojado Néstor se dirige hacia el campo. |
1430 | | | Se ven madres troyanas compartiendo la dicha, | | | | de ver como sus hijos blanden armas brillantes | | | | y agregan a su fe una extraña aptitud. | | | | Que a través de su gozo, parecen los objetos, | | | | más que manchas brillantes, el miedo al opresor. |
1435 | |
|
| Desde la gran Dardania, donde está la
batalla, | | | | a las rojas riberas del Simois va la sangre, | | | | cual olas hacia el mar, imitando la lucha, | | | | mediante ondulaciones, sus filas comenzaban | | | | a llegar a la orilla carcomida y entonces |
1440 | | | de nuevo se retiran buscando más refuerzos | | | | y volver a volcarse con su espuma en el Simois. | | |
|
| A esta buena pintura, llega la infiel
Lucrecia, | | | | para buscar un rostro que al suyo se compare. | | | | Ve entre todos algunos que imitan a sus penas, |
1445 | | | mas ninguno que albergue su gran desolación. | | | | Y cuando estaba a punto de dejarlo, ve a Hecuba, | | | | mirando con sus ojos las heridas de Príamo, | | | | sangrante bajo el pie del orgulloso Pirro. | | |
|
| En ella ha desecado el pintor tanta ruina, |
1450 | | | la belleza perdida y el don de la zozobra. | | | | Sus pálidas mejillas de surcos se revisten; | | | | de todo lo que era no queda parecido, | | | | en sus venas la sangre que era azul hoy es negra. | | | | Secan sus primaveras los resecos canales |
1455 | | | y se muestra la vida presa en su cuerpo muerto. | | |
|
| Pone sobre esta sombra, Lucrecia su mirada | | | | y su dolor adapta al de la vieja reina, | | | | que nada le responde. Sólo quiere llorar | | | | y con voces amargas maldice a sus rivales. |
1460 | | | El pintor no era un Dios, para otorgarle el habla | | | | y Lucrecia le jura que ha sido traicionada, | | | | dándole un gran dolor y negándole el habla. | | |
|
| «Pobre instrumento» dice Lucrecia
«que no suena. | | | | Tu dolor templaré con mi quejosa lengua |
1465 | | | y regaré con bálsamo las heridas de
Príamo | | | | e insultaré al vil Pirro que tanto mal te ha
hecho. | | | | Sofocará mi llanto, el fuego en que arde Troya | | | | y con mi fiel cuchillo arrancaré los ojos | | | | de los airados griegos, que son tus enemigos. |
1470 | |
|
| Muéstrame la ramera que originó
esta guerra, | | | | para que con mis uñas desgarre su belleza. | | | | Tu ardor, ocasionó, imprudente Paris | | | | la ira que nos muestra esta incendiada Troya. | | | | Tus ojos provocaron el fuego arrasador |
1475 | | | y en la ciudad de Troya, por culpa de tus ojos, | | | | los padres y las madres y los hijos se mueren. | | |
|
| ¿Por qué el placer de uno, se
torna casi siempre, | | | | en un mal general y desgracia de tantos? | | | | Que el pecado de uno recaiga solamente |
1480 | | | sobre la testa infame del malvado infractor | | | | y las almas sin culpa se libren del culpable. | | | | Por el crimen de uno ¿por qué han de pagar
tantos | | | | y han de sufrir las penas que el mal de uno causó? | | |
|
| Aquí, Hécuba llora, aquí,
se muere Príamo, |
1485 | | | aquí, se esfuma Héctor, aquí, desmaya
Troilo, | | | | aquí, yacen amigos, bañados con su sangre | | | | y un amigo a otro inflige insensatas heridas | | | | y un hombre lujurioso estas vidas destruye. | | | | Si hubiese ahogado Príamo el deseo del hijo, |
1490 | | | Troya hubiese brillado con fama y no con fuego.» | | |
|
| Aquí, llora Lucrecia, las desdichas de
Troya, | | | | porque su gran dolor cual pesada campana, | | | | una vez que ya suena su corazón la impulsa | | | | y esta pequeña fuerza es el tañido
fúnebre. |
1495 | | | Así, Lucrecia hinchada, tristes cuentos narraba | | | | y a las melancolías y a las penas pintadas, | | | | le presta sus palabras a cambio de indulgencia. | | |
|
| Con sus ojos recorre la pintura completa | | | | y se consume al ver algún desamparado. |
1500 | | | Por fin ve una infeliz y encadenada imagen, | | | | que unos pastores frigios miran con compasión. | | | | Su rostro aunque turbado, revela su alegría. | | | | Va hacia Troya la imagen con los rudos pastores, | | | | tan dócil que parece despreciar sus dolores. |
1505 | |
|
| En él, busca el pintor, esconder con su
arte, | | | | lo simulado y darle un aspecto inocente, | | | | de modesta mirada y resignados ojos. | | | | Parece dar su frente, bienvenida al dolor, | | | | de tal modo se rosa la inocencia en su cara |
1510 | | | que el ruboroso ojo no adivina la culpa, | | | | ni el pálido temor que albergan los traidores. | | |
|
| Por el contrario, como Satán bien
acabado, | | | | presumía su aspecto de tanta honestidad | | | | y tan bien ocultaba su secreta maldad, |
1515 | | | que ni los mismos celos hubiesen recelado | | | | que el ingenio escondido y el perjurio, pudieran, | | | | cubrir tan bello día con al oscura tormenta | | | | o manchar de pecado el celestial paisaje. | | |
|
| El hábil artesano, trazó al dulce
imagen |
1520 | | | de Sinón el perjuro, cuyo dulce relato, | | | | perdería más tarde al bonachón de
Príamo. | | | | Palabras como fuego que quemaron la gloria | | | | de la Ilión, con lo cual, el cielo se
afligió. | | | | Las estrellas saldrían de sus puestos
inmóviles, |
1525 | | | al romperse el espejo que reflejó sus caras. | | |
|
| Contempló con cuidado, Lucrecia, el bello
cuadro | | | | y culpó al buen pintor por su sabiduría, | | | | por que algo en la imagen de Sinón no era cierto, | | | | ya que tanta hermosura, tanta maldad pensara |
1530 | | | y volvió a contemplarlo y al contemplarlo
más, | | | | vio en el blanco semblante tal signo de honradez, | | | | que está, ya convencida, que la pintura miente. | | |
|
| «No puede ser» exclama «que
tanta falsedad»- | | | | Deber, hubiera dicho: «Aceche en tal mirada.» |
1535 | | | Mas le viene a la mente la imagen de Tarquino | | | | y en su mente el «aceche» se precede de un
«no» | | | | luego no puede ser. Entonces deja todo | | | | y cambia a sí la frase: «No puede ser,
parece | | | | que en su rostro se alberga un espíritu malo. |
1540 | |
|
| Pues tan bien como aquí se ha pintado a
Sinón, | | | | tan digno en su dolor, sumiso y abrumado, | | | | como desfalleciente de pesar y trabajo. | | | | A mí, llegó Tarquino, tratando de
engañarme | | | | con su honrada fachada, pero ya carcomido |
1545 | | | por el vicio. Tal Príamo apreciaba a Sinón, | | | | aprecié yo a Tarquino y sucumbió mi Troya. | | |
|
| ¡Mirad, que atento, Príamo, escucha
mientras llora, | | | | al ver las falsas lágrimas que derrama
Sinón! | | | | ¿Cómo siendo tan viejo no eres aun más
sensato? |
1550 | | | Al verter cada lágrima, vierte un troyano sangre. | | | | Que sus ojos no vierten, lágrimas, sino fuego. | | | | Estas perlas tan claras que tu piedad despiertan, | | | | globos son que no apagan de tu ciudad el fuego. | | |
|
| Tales demonios roban del infiero artilugios |
1555 | | | sin luces y en su fuego, Sinón, tiembla de
frío | | | | y en ese helado fuego al falso hirviendo alberga. | | | | Y esta contradicción solamente aparece, | | | | por seducir al necio y hacerle más osado. | | | | El llanto de Sinón, atrae la fe de Príamo |
1560 | | | y aquel con agua quema la Troya del incauto.» | | |
|
| Aquí se ve asaltada por tal ira y
pasión, | | | | que la paciencia deja derrotada su pecho. | | | | Desgarra con sus uñas al impío
Sinón, | | | | habida cuenta que, él, es el malvado
huésped |
1565 | | | y cuya acción la hizo detestarse a sí
misma. | | | | Mas tarde, sonriendo, depone su aptitud: | | | | «Necia» dice «la herida no puede hacerle
daño.» | | |
|
| Así mengua y se crece su río de
pesares | | | | y el tiempo gasta al tiempo con sus llantos y quejas. |
1570 | | | Ora busca la noche ora la luz del día, | | | | mas juzga que las dos se atrasan en su ánimo. | | | | Un segundo es un siglo cuando hay un gran dolor. | | | | Aunque pesa el dolor, rara vez coge el sueño | | | | y quien vela contempla que lento pasa el tiempo. |
1575 | |
|
| Durante todo el rato distraía su
mente | | | | mirando y remirando las pintadas imágenes. | | | | Olvidaba el sentido de su propio dolor | | | | imaginado enormes las desgracias ajenas, | | | | distraía sus penas con la terrible escena. |
1580 | | | Hay seres que se alivian aunque nunca se curan, | | | | cuando piensan que otros también pasan sus penas. | | |
|
| Vuelve en ese momento el raudo mensajero. | | | | A su señor y a otros, por delante acompaña. | | | | Ve el esposo a Lucrecia largamente enlutada |
1585 | | | y en torno de sus ojos por el llanto arruinados, | | | | unos aros azules igual al arco iris. | | | | Estos ríos de hiel en el oscuro cauce, | | | | serán nuevas tormentas sobre las ya pasadas. | | |
|
| Cuando esto ve el esposo, con cara
preocupada |
1590 | | | intrigado la mira. Los ojos aunque hundidos | | | | en lágrimas, miraban, duros y enrojecidos. | | | | Su viveza está muerta por las preocupaciones | | | | y él no tiene valor para indagar la causa. | | | | Enfrentados de pie, como viejos amigos, |
1595 | | | lejos de sus hogares, preguntan por su suerte. | | |
|
| Por fin, toma su mano, pálida y
desmayada | | | | y comienza a decir: «¿Qué depravado
evento | | | | sobre ti, ha recaído, que estás tan
temblorosa? | | | | Dulce amor, ¿qué dolor empaña tu
hermosura? |
1600 | | | ¿Por qué has sido llevada sin querer a estos
males? | | | | Desvela pues amada tu triste pesadumbre | | | | y cuenta tu amargura para darle remedio.» | | |
|
| Tres veces, con suspiros, intenta hablar su
pena, | | | | antes de conseguir una sola palabra. |
1605 | | | Ungida ella contesta a la voz de su esposo | | | | y humilde se prepara a darle a conocer | | | | que su honor está reo de su cruel enemigo, | | | | en tanto Colatino, con los demás señores, | | | | con atención anhelan escuchar el relato. |
1610 | |
|
| Y aquel pálido cisne en su acuoso
nido, | | | | comienza el canto fúnebre de inequívoco
fin: | | | | «Pocas palabras» dice «le van mejor al
crimen, | | | | que hallar alguna excusa que pueda repararlo. | | | | En mí, hay más dolores que palabras me
pesan |
1615 | | | y mis quejas irían sin norte en la distancia, | | | | si todas las narrara con mi cansada lengua. | | |
|
| Sea, pues, esto todo, lo que deba decirse: | | | | Mi fiel querido esposo, en la paz de tu lecho, | | | | se introduzco un extraño y en tu almohada
yació, |
1620 | | | mientras tú, no podías, reposar en su
albura. | | | | El resto de la infamia que imaginarte puedes, | | | | le fue impuesto a la fuerza a mi fragilidad. | | | | Desde entonces, Lucrecia, tu esposa, ya no es libre. | | |
|
| En el silencio horrible, en mitad de la
noche, |
1625 | | | entró en mi habitación armado de su espada | | | | -parecía un demonio quemándose en sus
llamas- | | | | y quedamente dijo: "Despierta ya, romana, | | | | y sírvele a mi amor o tendrás mi venganza, | | | | en la infamia que a todos infligiré esta noche, |
1630 | | | si te opones al acto de mi ardiente pasión." | | |
|
| "A tu mejor sirviente, al favorito" dijo | | | | "sino pliegas tu orgullo a mi fuerte deseo | | | | mataré en este instante y tú tendrás su
suerte | | | | y juraré que estabais desnudos cometiendo |
1635 | | | el acto de lujuria y en justicia maté | | | | a los fornicadores. Esta acción me dará | | | | un inmenso renombre y a ti tu deshonor." | | |
|
| Sobresaltada puse mi grito por los cielos | | | | y él en mi corazón la punta de su espada, |
1640 | | | jurándome, que a menos, fuera en todo paciente | | | | al alba no estaría para decir palabra. | | | | Así con mi deshora quedaría marcada. | | | | Jamás se olvidará ¡oh! poderosa Roma, | | | | a la infiel de Lucrecia, muerta junto a su esclavo. |
1645 | |
|
| Mi rival era fuerte y yo frágil y
débil, | | | | más débil por efectos de mi fuerte terror. | | | | Aquel sangriento juez hizo callar mi lengua, | | | | no queriendo escuchar súplicas de justicia, | | | | y llegó en su locura ciegamente a jurar |
1650 | | | que mi pobre belleza, fue el ladrón de sus ojos, | | | | y cuando al juez se roba, el prisionero paga. | | |
|
| ¡Enseñadme a tramar la red de mi
disculpa! | | | | O, al menos encontrar un humilde refugio, | | | | donde piense en mi sangre, por el vil mancillada, |
1655 | | | aunque mi alma esté pura e inmaculada. | | | | Que al no plegarse el alma, él no pudo llevarla | | | | a pecadores goces y sigue estando pura, | | | | en su encierro infernal pero viva y latiendo.» | | |
|
| ¡Mirad al comerciante que ha vendido su
honra! |
1660 | | | Con la cabeza gacha y con la voz ahogada, | | | | con la mirada triste y los brazos en cruz. | | | | De sus pálidos labios empiezan a brotar, | | | | el dolor que moroso retarda su respuesta. | | | | Mas el náufrago lucha sabiéndose perdido, |
1665 | | | cuando exhala su aliento el aire que expulsó. | | |
|
| Tal como la riada, ruge al ojo del Puente | | | | y escapa a la mirada que observa su corriente, | | | | pero en el remolino se encrespa con orgullo | | | | y brama contra el cauce que la obliga a correr, |
1670 | | | impulsada hacia arriba, adelante y atrás. | | | | El pesar del esposo se transforma en la sierra | | | | que adelante y atrás empuja su rencor. | | |
|
| Muda de tanta pena, ve en su mísero
esposo | | | | el dolor y el tardío frenesí despertado. |
1675 | | | «¡Oh, señor, tu tormento a mi tormento
presta | | | | vigor! Ningún diluvio se amaina con la lluvia | | | | y mi dolor me mata si te veo sufrir, | | | | por que el tuyo es más fuerte y debiera bastar | | | | para ahogar el dolor, un par de ojos llorosos. |
1680 | |
|
| Por aquello que tanto consiguió
enamorarte, | | | | por la que fue tu esposa, Lucrecia: ¡Oh,
escúchame! | | | | Rápidamente busca vengarte en mi enemigo, | | | | en el tuyo y el suyo y piensa que defiendes, | | | | una causa pasada. Que tu ayuda me llega, |
1685 | | | cuando ya no me sirve, aunque muera el traidor. | | | | La justicia remisa, nutre la iniquidad. | | |
|
| Mas antes de deciros su nombre», dice
ella, | | | | dirigiéndose a aquellos que están con
Colatino, | | | | «juraréis ante mí la honorable promesa |
1690 | | | de conseguir vengar el deshonor causado. | | | | Suprimir la injusticia con armas vengadoras, | | | | pues meritorio y bello designio es del que jure, | | | | el reparar la ofensa hecha a una pobre dama.» | | |
|
| Ante esta petición con noble y doble
ánimo, |
1695 | | | cada señor presente prestó su juramento, | | | | impuesto por las leyes de la caballería, | | | | anhelando saber el nombre del infame. | | | | Mas ella que no ha dicho toda su triste historia, | | | | la protesta detiene. «¡Decidme!» exclama
ella, |
1700 | | | «¿cuánta mancha será lavada de mi
ofensa? | | |
|
| ¿De qué especie es mi falta y
cuál es mi delito | | | | si forzada me vi por la cruel circunstancia? | | | | ¿Se absolverá mi alma pura, de tanta
mancha? | | | | ¿puede mi honor manchado con algo enaltecerse? |
1705 | | | ¿Hay cláusulas legales que disculpen mi
falta? | | | | La fuente envenenada por sí mismo se aclara | | | | ¿por qué no puede ella lavar su propia
mancha?» | | |
|
| A la vez comenzaron todos a replicar, | | | | que las manchas del cuerpo las borra un alma pura. |
1710 | | | Lucrecia se sonríe, tristemente y desvía | | | | su rostro que es la estampa del más vivo dolor | | | | y del duro infortunio grabado con sus lágrimas. | | | | «No, no» dice «no habrá, dama que en
el futuro, | | | | use de mis disculpas para su absolución.» |
1715 | |
|
| Suspira, cual si fuera a perder hasta el
alma | | | | y nombra al vil Tarquino. «¡Él, él!»
grita y solloza. | | | | Pero su pobre legua no dice más que
«él», | | | | hasta que con tropiezos y muchas dilaciones, | | | | recordando suspiros y esfuerzos dolorosos |
1720 | | | exclama: «¡Él, él, nobles señores,
él ha sido, | | | | quien induce mi mano a afligirme esta herida.» | | |
|
| Después de hablar envaina, en su pecho
inocente, | | | | un puñal que a su vez desvainó a su alma. | | | | Libera el tajo a esta de la honda zozobra, |
1725 | | | reinante en la asquerosa prisión en que
vivía. | | | | Sus contritos suspiros a las nubes elevan | | | | a su espíritu alado, que escapa por la herida | | | | en el último instante de un sino concluido. | | |
|
| Ante el terrible acto quedan petrificados |
1730 | | | el pobre Colatino y el séquito presente. | | | | El padre de Lucrecia al ver que se desangra | | | | se arroja sobre el cuerpo de la pobre suicida. | | | | De la fuente escarlata, saca Bruto temblando, | | | | el cuchillo mortal que al dejar las heridas, |
1735 | | | perseguirá la sangre con su inútil
justicia. | | |
|
| Al salir de su pecho la sangre a borbotones, | | | | se divide en dos lentas corrientes carmesí, | | | | que encierran a su cuerpo en un círculo igual | | | | a una isla asaltada, que se extiende desnuda |
1740 | | | y despoblada en medio de horrenda inundación. | | | | Su sangre pura y roja aun permanecía, | | | | mas la que mancillara, Tarquino, se hace negra. | | |
|
| Ahora, sobre la fúnebre, azul y helada
cara, | | | | en la sangre más negra hay un halo acuoso, |
1745 | | | que parece llorar sobre el manchado espacio. | | | | Desde entonces llorando las penas de Lucrecia, | | | | la sangre putrefacta muestra signos de agua, | | | | mientras la sangre limpia aun permanece roja, | | | | como ruborizándose de la que está podrida. |
1750 | |
|
| «Hija mía querida» dice el
pobre Lucrecio, | | | | «la vida que has matado, también era mi
vida. | | | | Si en la imagen de un hijo está la de su padre, | | | | ¿qué será de mi vida si no vive
Lucrecia? | | | | No emanaste de mí para un final tan triste. |
1755 | | | Si los hijos se mueren antes que el viejo padre | | | | ¿quiénes son los retoños y
quiénes los maduros? | | |
|
| Pobre espejo quebrado, cuántas veces has
visto | | | | en tu dulce semblante mi renacida edad | | | | y pasar de ser joven a empañado por viejo, |
1760 | | | en descarnada muerte que el tiempo ha desgastado. | | | | ¡De tus dulces mejillas arrancaron mi imagen, | | | | rompiendo la belleza que había en el cristal, | | | | para que nunca vea aquello que yo fui! | | |
|
| ¡Tiempo detén tu cauce y acaba tu
existencia |
1765 | | | puesto que ya no están los que me sobrevivan! | | | | ¿Por qué gana la muerte al más fuerte en
su lucha | | | | dejándole vivir al vacilante y débil? | | | | La abeja vieja muere en función de las
jóvenes. | | | | ¡Vive, dulce Lucrecia, vive de nuevo y mira |
1770 | | | como muere tu padre antes de ver que mueres!» | | |
|
| Entonces, Colatino, despierta de su
sueño | | | | y le pide a Lucrecio su lugar de dolor, | | | | sobre la sangre fría del cuerpo de Lucrecia | | | | y al caer desmayado por el terror vencido, |
1775 | | | también parece muerto, tendido junto a ella, | | | | hasta que su energía le ordena levantarse | | | | y vivir solamente para vengar su muerte. | | |
|
| Tan honda turbación ha calado en su
alma | | | | y a impuesto un mudo freno al dolor de su lengua, |
1780 | | | la cual enloquecida, regida por la rabia, | | | | ha impedido al esposo desahogarse en palabras. | | | | Trata de decir algo, mas los labios no emiten | | | | palabras. Tal pesar ayuda al corazón, | | | | mas nadie entendería el silente diálogo. |
1785 | |
|
| Sólo pronuncia claro el nombre de
Tarquino, | | | | solamente entre dientes, como si lo mordiera. | | | | Esta gran tempestad hasta acabar en lluvia, | | | | retiene su pesar sólo para aumentarlo, | | | | al fin llueve y se calma el viento laborioso. |
1790 | | | Luego el hijo y el padre lloran la misma pena, | | | | a cual más por la hija, a cual más por la
esposa. | | |
|
| Uno la llama suya. Suya la llama el otro | | | | aunque ninguno puede poseer lo que pide. | | | | El padre dice: «Es mía.» «Oh,
mía solamente», |
1795 | | | le replica el esposo. «Por Dios no me arrebates | | | | ser dueño d esta pena. Que no haya ni un doliente, | | | | que llore por mi esposa, pues mía sólo era | | | | y sólo Colatino llorará por su
esposa.» | | |
|
| «¡Oh, Dios!» dice Lucrecio,
«yo le engendré la vida |
1800 | | | que demasiado pronto y tarde derramó!» | | | | «Dolor» dice el esposo «era mi dulce
esposa, | | | | tan mía, que la vida, que se quitó era
mía.» | | | | «Mi hija» más «mi esposa» en
un clamor llenaban | | | | el aire, que ahora dueño, de la infeliz Lucrecia, |
1805 | | | contestaba con ecos: «Mi hija» más
«mi esposa». | | |
|
| Bruto que del costado, de ella arrancó el
cuchillo, | | | | al verles tan rivales de los mismos dolores, | | | | comenzó a revestir su espíritu de orgullo | | | | sepultando en la herida su aparente dislate. |
1810 | | | El era entre su pueblo, un romano estimado, | | | | como el bufón deforme, suele serlo del rey, | | | | que sólo aprecia chistes y tontas ocurrencias. | | |
|
| Pero ahora deja a un lado su hábito
intrascendente, | | | | donde encuentra cobijo su gran sabiduría, |
1815 | | | usando su talento, largo tiempo escondido, | | | | para calmar el llanto del pobre Colatino. | | | | «Tú, ultrajado romano. ¡Levántate,
señor! | | | | Permite que este frívolo que tonto se supone | | | | llevar al tribunal su experiencia y talento. |
1820 | |
|
| Dime buen Colatino: ¿Cura el dolor,
dolor? | | | | ¿Heridas y aflicciones se ayudan mutuamente? | | | | ¿Venganza es lapidarse por el infame acto, | | | | causante de que ella, tu esposa, se desangre? | | | | Infantil aptitud es voluntad de débiles. |
1825 | | | Tu desgraciada esposa las cosas confundió | | | | al matarse a sí misma y no al vil enemigo. | | |
|
| ¡Oh, valiente romano! No ahogues tu
corazón | | | | en el suave rocío de inútiles lamentos. | | | | Inclínate conmigo y haz tu parte del ruego, |
1830 | | | de invocar que despierten, nuestros dioses romanos, | | | | de tal modo que vean el repugnante acto. | | | | Puesto que nuestra Roma, con ello se deshonra, | | | | limpiemos nuestras calles, con nuestros fuertes brazos. | | |
|
| ¡Y por el Capitolio que todos
adoramos, |
1835 | | | por esta casta sangre vertida inútilmente, | | | | por este bello sol, reserva de cosechas, | | | | por todos los derechos que Roma nos procura, | | | | por la fe de Lucrecia que hace poco lloraba | | | | su desdicha; por este, cuchillo ensangrentado, |
1840 | | | vengaremos la muerte de tu querida esposa!» | | |
|
| Dicho esto, su mano, le golpeó en el
pecho, | | | | besó el fatal cuchillo, para ofrendar su voto, | | | | y a su proclama urge se unan los demás, | | | | que admirados, aprueban, sus sentidas palabras. |
1845 | | | Luego todos postrando las rodillas en tierra | | | | y el hondo juramento que Bruto profirió, | | | | de nuevo lo pronuncian y todos con él juran. | | |
|
| Cuando todos juraron el compartido fallo, | | | | sacaron del lugar a la bella Lucrecia, |
1850 | | | para mostrar su cuerpo sangrante a toda Roma | | | | y proclamar así la afrenta de Tarquino, | | | | lo cual, una vez hecho con rauda diligencia, | | | | hizo que los romanos castiguen entre aplausos, | | | | al infame Tarquino, al exilio perpetuo. |
1855 | |
|
|