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PERSONAJES
 

 
LA VIUDA DE PADILLA.
PEDRO LÓPEZ DE PADILLA.
DON PEDRO LASO DE LA VEGA.
MENDOZA.
HERNANDO DE ÁVALOS.
Miembros de la Junta de Toledo.
Un niño,   hijo de Padilla.
Pueblo.
Conjurados.





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Acto I

 
La escena en Toledo.

   
El teatro representa un salón del Alcázar.

   
Los comuneros, cruz roja al pecho; los imperiales, cruz blanca.

 

Escena I

 
VIUDA, MENDOZA.

 
MENDOZA
Tened, señora, suspended los pasos;
de infausta nueva triste mensajero...
VIUDA
¿Qué os detiene? Decid: ya no hay desgracias
que abatir puedan mi constante pecho.
MENDOZA
Las hay, las hay cual nunca: al sol naciente, 5
desde los muros hemos descubierto
las enemigas huestes, que se acercan
a la invicta ciudad; del largo asedio
cansada su altivez, viendo con ira
resistir sola la inmortal Toledo 10
al soberbio monarca, cuando España
se rinde humilde a su pesado cetro,
al asalto se aprestan, anhelando
dar con la ruina de tan noble pueblo
fin a la gran contienda. El duro plazo 15
llegó, no hay que dudar...
VIUDA
No el fuerte aliento
nos falte, amigo, cuando más lo exigen
la patria y el honor. Últimos restos
del partido infeliz que defendiera
la libertad del castellano pueblo, 20
en el último trance, digna muestra
de constancia y valor hacer debemos.
Así lo pide la expirante patria;
Así los nobles héroes cayeron
en Villalar; mi malogrado esposo 25
así lo pide con terrible acento
desde el atroz cadalso.
MENDOZA
La esperanza
de llegar a vencer alzó a los pueblos
contra el yugo de Carlos, que insufrible
hicieran codiciosos extranjeros; 30
la esperanza del triunfo en los combates
animó a nuestros ínclitos guerreros;
la grata persuasión de ser vengado
mitigó de Padilla los tormentos;
mas la esperanza se negó a nosotros... 35
¿Pues qué nos queda ya?
VIUDA
Nos queda un pueblo
resuelto a perecer.
MENDOZA
¡Cómo os engaña
el corazón magnánimo! Toledo
no es ya lo que antes era: harto gloriosa
sostuvo de la guerra el grave peso; 40
harto tiempo luchó; muertes, horrores,
el hambre atroz que despobló su suelo,
no abatieron su indómita constancia.
Pero ya vana contra el hado adverso
juzga su resistencia: al acercarse 45
las enemigas tropas, no se oyeron
hoy, como siempre, las sublimes voces
de vencer o morir; triste silencio
reinaba en los confusos ciudadanos,
que mirábanse atónitos, temiendo 50
descubrir el terror, y los sollozos
procurando encerrar dentro del pecho.
Ya vacila, señora, la constancia
de la heroica ciudad; temed, os ruego,
la última prueba.
VIUDA
¡Yo temer!
MENDOZA
La ruina
55
evitad de la patria; al hijo tierno
de la muerte salvad. Si en vuestras manos
su suerte puso la infeliz Toledo,
no la arrastréis al hondo precipicio.
VIUDA
Si vengarme juró, su juramento 60
cumpla constante.
MENDOZA
En vano lo intentara:
abandonada, débil, sin aliento,
fuerza es ya que se postre; España toda
oprimida la ha visto en duro cerco,
sin alzarse en su ayuda; escarmentada 65
tiembla Castilla; el valenciano inquieto
ya lidia apenas; Aragón sumiso
no ve su ruina, cuando ve los fueros
de Castilla violados; todos ceden...
Cedamos ya, cedamos. Los primeros 70
el grito dimos de gloriosa guerra,
cuando sordo el monarca a los lamentos
de la mísera España, holló sus leyes,
apoyando en la fuerza sus derechos:
los únicos ya somos que lidiamos 75
por defender la libertad; postreros
seremos en ceder... ¿qué más exige
de nosotros el santo juramento
que en las aras hicimos de la patria?
VIUDA
¡Qué más exige! ¡Tú, que compañero 80
fuiste del gran Padilla, lo preguntas
a su esposa infeliz!... Si no vencemos
debemos perecer.
MENDOZA
No me intimida
la muerte, no; de un inocente pueblo
la total destrucción, tantos millares 85
de víctimas sin fruto, el crudo incendio
de la gloriosa patria de Padilla,
sí, me cubren de horror; yo os lo confieso.
Por vos también, por vuestro tierno hijo,
que cual padre eduqué, por tantos deudos 90
y amigos tiemblo, sin que tenga a mengua
su destino llorar.
VIUDA
Sublime esfuerzo
habemos menester, en vez de llanto.
Si luce por desgracia el sol postrero
de la española libertad, con gloria 95
acabe, no vilmente; a duro precio
compren el triunfo; y el monarca altivo
reine sobre las ruinas de Toledo.
MENDOZA
¿Y serán todos héroes?
VIUDA
Bien conozco
cuánto puede el terror; los viles medios 100
del oro y seducción que han prodigado
los enemigos, sé; y hasta recelo
que el mismo Laso, por vengar su orgullo,
nos abandone... Pero allí le veo;
quedaos vos con él: ante mi vista, 105
quien me vengue o perezca sólo quiero.


Escena II

 
MENDOZA, LASO.

 
LASO
¿Por qué, decidme, esa mujer altiva
huye de mi presencia con desprecio?...
Harto tiempo sufrimos su insolencia,
y ver sumiso a un valeroso pueblo, 110
adorando cual leyes sus caprichos,
no el amor de la patria ni el deseo
de la española libertad la animan;
vengarse anhela, y a su orgullo ciego
lo sacrifica todo.
MENDOZA
Ese lenguaje
115
jamás de ti escuché...
LASO
Llegó ya el tiempo
de descubrirte el corazón: unidos
desde la tierna infancia con estrechos
vínculos de amistad, tu cierta ruina
vengo a evitar, si escuchas mis consejos. 120
MENDOZA
No me importa la vida...
LASO
A mí me importa
conservar un amigo. El duro extremo
llegó de decidirnos; ¡sólo un día
nos queda, un día! y vuelan los momentos.
Aun podemos librarnos; aun se puede 125
librar la patria de su fin funesto.
MENDOZA
Si es con infamia, Laso, no prosigas.
LASO
Sólo es infame quien en grave riesgo
deja a la patria, si salvarla espera;
pero ya no es posible: en ira ardiendo, 130
se acercan los contrarios orgullosos,
el asalto anhelando y el saqueo...
MENDOZA
Lo sé.
LASO
Cuanto se aumenta su osadía,
en nuestra gente crece el desaliento...
MENDOZA
Lo sé también.
LASO
¿Y quieres locamente
135
buscar tu perdición?
MENDOZA
Abrazar debo
la suerte de mi patria.
LASO
Si se arruina
por una estéril gloria, no debemos
acompañarla hasta el sepulcro. Inútil
es toda resistencia.
MENDOZA
Nada temo;
140
ni esperanza ninguna me sostiene:
¡Tanto es difícil contrastar mi pecho!
Si me alcé contra Carlos, seducido
no fui por la ambición de nombre eterno,
por sed de mando o de venganza inútil; 145
su triunfo vi desde el fatal momento
en que rotas las huestes de los libres,
en Villalar cobardemente huyeron.
Allí miré vencida, encadenada
la castellana libertad; y al tiempo 150
que expiraba Padilla en el cadalso,
la vi lanzar su postrimer aliento.
Murió de entonces, para mí. Si inmóvil
permaneció la célebre Toledo,
al postrarse rendida España toda 155
del monarca a los pies, con harto duelo
contemplé de mi patria el heroísmo.
Su inevitable destrucción previendo.
La preví; mas lidié, lidié valiente,
padecí los rigores del asedio, 160
no por la libertad ya sepultada,
y sólo por mi honor. En el estrecho
ámbito de estos muros resistían
mis amigos e ilustres compañeros,
halagados de vanas ilusiones; 165
y yo debí seguirlos, aunque cierto
de su engaño y su muerte; que era infamia
abandonarlos en tan duro empeño.
Al fin llegó, llegó el tremendo día
de sepultarnos juntos, si resueltos 170
están a perecer bajo las ruinas
de la heroica ciudad: su arrojo ciego
ni condeno ni alabo, mas le sigo,
le seguiré hasta el fin.
LASO
Síguelo, y presto
verás el fruto; síguelo, y tus lares 175
verás arder; los sacrosantos templos
por tierra derribados; los ancianos
y jóvenes y niños y guerreros
perecer confundidos entre escombros...
Ni fuga ni piedad: el crudo hierro 180
inmolará implacable a cuantos logren
escapar de las llamas.
MENDOZA
¡Qué tormentos
sufre mi corazón!
LASO
Por una vana
sombra de honor asesináis cruentos
mil y mil inocentes; sus clamores 185
contra vosotros alzarán; el cielo
a ti y los tuyos pedirá su sangre.
MENDOZA
¡No!... amigo, no: si del abismo horrendo,
en que va a hundirse la infelice patria
la pudiera apartar, dócil el cuello 190
tender le aconsejara al grave yugo,
antes que perecer: así sincero
lo confesé a la mísera viuda
del inmortal Padilla. Mas dispuesto
estoy a todo trance; mi destino 195
para siempre enlacé con nudo estrecho
al de la amada patria.
LASO
¿Y si se rinde?
MENDOZA
Entonces...
LASO
No: te engañas; ya no es tiempo
entonces de humillarse; negra infamia,
atroz suplicio, bárbaros tormentos 200
te aguardan sólo.
MENDOZA
¡Oh Dios!
LASO
Víctima débil
de la ajena ambición, caerás envuelto
en la ruina común de los facciosos.
MENDOZA
Mostraré mi inocencia...; justo el pueblo
mi muerte estorbará...
LASO
¡Triste el que fía
205
en el vano favor del vulgo inquieto!
Los mismos que defiendes con tu sangre,
cargado te verán de duros hierros,
sin levantar la voz; ellos tranquilos
te verán arrastrar hasta el sangriento 210
suplicio, y callarán. ¡Qué! ¿Te horrorizas?...
¿Lo dudas, y vacilas?... Mis postreros
avisos oye, y tiembla al escucharlos.
¿Me juras, por tu honor, guardar secreto,
de que penden mil vidas, y la tuya, 215
y la salud o destrucción de un pueblo?
MENDOZA
Lo juro por mi honor.
LASO

 (Mostrándole con misterio un pliego.) 

¿Lees ahí tu nombre?...
MENDOZA
Sí.
LASO
Tu muerte has leído.
MENDOZA
¿Qué misterio
es éste? ¡Tú traidor!
LASO
Cuando a salvarte
solícito he venido, con denuestos 220
no insultes mi amistad. Sin resistencia
las puertas van abrirse de Toledo
a las tropas del rey. Muchos caudillos
ofrécense a rendirse los primeros,
seguros del perdón; y los soldados, 225
el pueblo todo imitará su ejemplo.
¡Ay dél si no le imita! ¡Si imprudente
intenta resistirse! ¡Qué escarmiento
se le prepara a España con su ruina!
Elige, pues: o ayudas mis intentos 230
de calmar a la plebe bulliciosa,
y te salvas, salvándola, o el cuello
darás a la cuchilla en un cadalso.
¡No hay perdón para ti! Sólo yo puedo
el hacha suspender, ya levantada, 235
ya pronta a descargar...
MENDOZA
¡Tú intercediendo
por mí, con esos bárbaros verdugos!
¿Y eres tú Laso?
LASO
Sí: soy quien primero
osó desafiar el poderío
del monarca ambicioso; quien los fueros 240
reclamó de Castilla en su presencia,
ufano de su cólera volviendo
a levantar a España contra el yugo.
El mismo soy, el mismo; a nadie cedo
En amor a la patria, en sacrificios... 245
Por ella tras la muerte en cien encuentros
corrí; por ella refrené mi orgullo;
sufrí su ingratitud; y al ser pospuesto
a Padilla en el mando de las tropas,
mi enojo sepulté dentro del pecho. 250
Le odié, es verdad; pero su gloria y fama
jamás oscurecí; su fin sangriento
(lejos como a rival de serme grato)
sentí cual castellano caballero.
Pero muerta la patria, y destruida 255
la ansiada libertad, ¿no debí cuerdo
procurar poner fin a inútil guerra?
Mis servicios, mi honor, mi nacimiento,
¿Humillarme vilmente consentían
de una débil mujer al loco imperio? 260
No. Si sumiso me mostré, la patria
agradecerme debe el fingimiento,
para mí más costoso que la muerte:
por salvarla fingí, sufrí desprecios,
pacté con mis contrarios... ¿Qué más quiere 265
de mí la patria? ¿Qué?... ¿Callas suspenso?...
¿Me miras y sollozas? Si mañana
no es toda ruinas la infeliz Toledo,
a mí lo debe, a mí, que la clemencia
del vencedor obtuve.
MENDOZA
¿Y pide, en premio
270
de su clemencia bárbara, mi vida?
LASO
La pide, sí, la pide; el fatal pliego
te lo anuncia terrible; los parciales
de esa altiva mujer, para escarmiento,
van todos a morir.
MENDOZA
¡Todos!
LASO
Tú sólo.
275
Alcanzarás perdón.
MENDOZA
Muriendo ellos,
¿He de comprar mi vida con la infamia?
LASO
Sálvate, por piedad...
MENDOZA
A tan vil precio,
nunca, Laso, jamás.
LASO
¿Quieres tu ruina?
¿Te obstinas en buscarla?
MENDOZA
Si tu intento
280
es impedirla, sálvalos a todos:
ése es de conservarme el sólo medio.
LASO
A todos salvo, si mi intento ayudas...
MENDOZA
¿Cómo? Di; pronto: manda, y te obedezco.
LASO
Aconseja a la esposa de Padilla 285
que escuche la razón, y no al extremo
de arruinar la ciudad lleve su enojo:
habla a los más osados comuneros,
desarma su furor, insta, convence,
ofréceles clemencia, si al inquieto 290
pueblo apaciguan; con el dócil vulgo
emplea tu elocuencia y valimiento;
da, promete, amenaza...
MENDOZA
Todo en vano.
La esposa de Padilla mis consejos
no escucha, sólo atenta a su venganza. 295
LASO
Sálvala, a pesar suyo; aparta al pueblo
de tal vil sumisión; déjenla sola,
y la verás desfallecer. Te ofrezco
interceder por ella, disculparla,
redimirla de afrenta; y que serenos 300
goce en su patria sus futuros días...
¿Exiges más de mí? ¿No la aborrezco,
y la salvo por ti? ¿No salvo al hijo?...
MENDOZA
Tuyo soy... Laso, tuyo...
LASO

 (Abrazándole.) 

Contra el seno
estrecha, estrecha a tu mejor amigo; 305
mañana, al abrazarnos, ya más quieto
latirá el corazón, ahora turbado.


Escena III

 
MENDOZA, LASO, ÁVALOS.

 
ÁVALOS
¿Cómo aquí tan lejanos os encuentro
del bullicio y clamor en que ahora hierve
la ciudad toda?... Aun más terrible riesgo 310
que las contrarias armas nos amaga:
acaba de llegar un mensajero
del enemigo campo...
MENDOZA
¿Y qué nos trae?
ÁVALOS
O paz o destrucción; pero temiendo
nuestra elección heroica, nos envían 315
por mensajero...
LASO
¿A quién?
ÁVALOS
A quien Toledo
no puede ver sin lágrimas y pena;
a quien más puede cautivar su afecto,
y hacer que se desplome su constancia:
al padre de Padilla.
LASO
¿Será cierto?
320
MENDOZA
¡El padre de Padilla!
ÁVALOS
Hacia este alcázar
sus tardos pasos viene dirigiendo,
Seguido de una inmensa muchedumbre:
cércanle en torno nobles y plebeyos,
mujeres, niños, jóvenes y ancianos; 325
y arrasados en lágrimas, volviendo
acá y allá los ojos con ternura,
¡Hijos! ¡Hijos! va el triste repitiendo.
Hablar anhela el infelice padre
a su nuera infeliz, antes que el pueblo 330
y la junta le escuchen.
LASO
Pues ya cerca
las voces nos le anuncian y el estruendo,
avisad a la mísera viuda,

 (A MENDOZA.) 

y a recibirle vamos.

 (A ÁVALOS.) 

ÁVALOS
Vamos luego.


 
 
FIN DEL ACTO PRIMERO
 
 


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