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Acto V

 
Sigue siendo de noche.

 

Escena I

 
VIUDA, entrando con precipitación y, como fuera de sí.

 
VIUDA
¿Dónde os lleva el furor?... ¡Tened, impíos!...
No me siguen... ¡Oh Dios! Mas el estruendo
crece y atruena... los aleves triunfan;
y sorprendido el valeroso pueblo,
víctima cae de la atroz perfidia. 5
Si algún medio quedara... Mas desierto
está el alcázar; todos me abandonan...
Mendoza, él solo, entre el tropel inmenso
de conjurados, levantó en mi apoyo
su voz... fue en vano: en el tumulto envuelto, 10
cercado de puñales y asesinos,
yo vi brillar su irresistible acero
y abrirme senda... en vano: entre el tumulto
despareció a mi vista;... quizá ciegos
le dieron atroz muerte... ¡Ah! ¡los cobardes 15
ni aun este último bien me concedieron!
Con bárbara piedad mis esperanzas,
mis quejas, mis insultos desoyendo,
de mí alejaban los agudos filos...
La cadena cruel sobre mi cuello 20
vi ya pendiente; y la apiñada turba,
formando en derredor un muro espeso,
cerrarme el paso... ¡Oh noche! a tus tinieblas
debo mi fuga y libertad. Si el pueblo
aun pudiera escucharme... Mas en vano 25
con tan grata ilusión me lisonjeo;
ya se acercan los bárbaros verdugos;
ya escucho su clamor; ya, ya les veo
arrastrarme al cadalso... ¡Amado esposo!
Te sigo, al fin te sigo; el mismo hierro, 30
que te arrancó de mis amantes brazos,
va a unirme a ti... ¡Dichosa!... ¡Ay! por mis miembros
corre un sudor de muerte... pavoroso
se estrecha el corazón dentro del pecho,
y hiélase mi sangre... Ante el suplicio 35
quizá me falte el desigual aliento...
Quizá mi lengua con inciertas voces
implore el vil perdón... ¡Sagrados cielos,
concededme morir cual digna esposa
del heroico Padilla! ¡Único premio 40
a tanto sacrificio, os lo demanda
esta inocente víctima! Mi esfuerzo
siento ya renacer: ¡venid, crueles,
preparad los más bárbaros tormentos:
yo ante vosotros correré al suplicio; 45
yo en el cadalso, con tremendo acento,
haré temblar tiranos y verdugos!


Escena II

 
VIUDA, MENDOZA.

 
VIUDA
¿Aún vives?
MENDOZA
Por mi mal; el hado adverso
me ha negado aplacarte con mi sangre.
VIUDA
¡Amigo, fiel amigo!...
MENDOZA
Bien merezco
50
tan grato nombre oír; tú, tú me viste
alzar la voz en el tumulto horrendo,
arrollar el tropel de conjurados,
y tus pasos guiar... ¡Cuál mi tormento,
cuál creció mi furor, cuando impelido 55
de tanta multitud, corro, y te pierdo,
y grito, y no respondes; y me arrojo
a la cerrada turba, la penetro,
te busco por doquier y no te hallo!...
Ciego, desesperado, apeteciendo 60
hallar la muerte, ¡ah, pérfidos traidores!
Grito con ronca voz; y revolviendo
acá y allá la centellante espada,
acometo a los viles, que dispersos
sálvanse apenas con la presta fuga... 65
Al confuso clamor, al ronco estruendo
de las armas, acuden conjurados,
crece su bando, dóblase su aliento,
me cercan, me amenazan... los insulto,
resisto... inútilmente: el fuerte acero 70
salta roto a los golpes, y no alcanza
a sostenerme mi rendido esfuerzo.
Desarmarme, caer, y abalanzarse
la turba sobre mí, fue en un momento:
¡Muera! Sonó en mil labios; mil puñales 75
vi amenazar mi inalterable pecho.
Cierta era ya mi muerte, cuando llega
el caudillo Guzmán, oye mi acento,
reconoce a su amigo, habla, intercede,
en sus brazos me ampara, y dividiendo 80
el confuso tropel, me restituye
la vida y libertad. ¡Oh! ¡cuán funesto
me pareció su don en aquel punto!...
Aun mal seguro, de tu suerte incierto,
ansioso de salvarte, horrorizado 85
al contemplar el inminente riesgo
de la patria, discurro por las calles,
perdida la razón, con mil afectos
el corazón turbado... Al tiempo mismo,
los conjurados, cual torrente inmenso, 90
la ciudad inundaban; a sus voces,
con ronco estruendo retumbaba el viento,
y un lúgubre, silencio sucedía,
redoblando el horror. Yo los vi ciegos
correr calles y plazas; y furiosos, 95
las antorchas frenéticos blandiendo,
amenazar incendio y muerte y ruina...
Confuso, sorprendido el triste pueblo,
¿qué pudo hacer en tan fatal conflicto?
Callar, temblar, ceder...
VIUDA
¿No queda medio
100
de salvarnos?
MENDOZA
Ninguno.
VIUDA
¿Ni la fuga?
MENDOZA
Cercado está el alcázar; por momentos
llegarán los contrarios... Su venida
en dura incertidumbre ansia Toledo,
por evitar los bárbaros horrores 105
del popular tumulto; entre ambos riesgos,
el yugo elige por gozar reposo.
VIUDA
¡El yugo elige!
MENDOZA
A tan fatal extremo
la redujo el destino.
VIUDA
Yo, más fuerte,
de mi destino triunfaré.
MENDOZA
No es tiempo...
110
VIUDA
¿Tienes valor?
MENDOZA
Lo sabes.
VIUDA
¿Mis mandatos
juras obedecer?
MENDOZA
A tu precepto
sabré morir.
VIUDA
Más duro sacrificio
voy a exigir de tu amistad.
MENDOZA
Mi esfuerzo...
VIUDA
Quizá no baste a tan terrible prueba... 115
MENDOZA
Bastará.
VIUDA
Hiere, pues. Hiere mi pecho
líbrame del cadalso y de la infamia:
¡Grata será la muerte, que deseo,
si de tu amiga mano la recibo!...
Mas presenciar el bárbaro contento 120
del vencedor, y ver a sus verdugos
ligar mis brazos con pesados hierros,
conducirme al suplicio entre los ayes
del pueblo amedrentado... ¡Ah! los perversos
le vedarán hasta el llorar mi muerte; 125
y a la crueldad uniendo el menosprecio,
«¡Ved vuestro triunfo!» gritarán feroces,
al presentarle mi cadáver yerto...
¡Ay, caro amigo!... A tan tremenda imagen,
la voz me falta, y ríndese mi aliento... 130
Si a compasión te mueven mis desgracias,
líbrame de tan bárbaros tormentos.
MENDOZA
Templad vuestro dolor...
VIUDA
Sé compasivo:
¡Hiéreme, por piedad!
MENDOZA
¡Hasta qué exceso
Os lleva la pasión! Acostumbrada 135
a sufrir el rigor del hado adverso,
quizá juzgáis mayores vuestros males
cuando van a finar.
VIUDA
Sólo hay un medio
de que acaben... la muerte.
MENDOZA
Vos, vos misma
redobláis vuestro amargo sentimiento, 140
imaginando riesgos que no existen:
amigos y contrarios sus esfuerzos
unen para salvaros; con clemencia
os brinda el vencedor; y Laso mismo...
VIUDA
¡Confías en tíranos y alevosos! 145
MENDOZA
En su interés, no en su virtud. Completo
ven ya su triunfo, y afianzando el trono
que alzó en Castilla el despotismo fiero...
¿Qué les valiera derramar más sangre?
¿A qué un nuevo delito sin provecho? 150
Vivid, vivid segura...
VIUDA
¿Con infamia?
MENDOZA
En dulce paz, que por tan largo tiempo
huyó de vuestro seno.
VIUDA
¡Yo rendida
ante los pies del vencedor, pidiendo
besar la torpe mano salpicada 155
con sangre de mi esposo!... ¡Antes los cielos
castiguen mi perjurio con sus rayos!
¡Antes morir mil veces!
MENDOZA
¡Tal acento
en boca de una madre!
VIUDA
De la esposa
del inmortal Padilla.
MENDOZA
Los afectos
160
que natura os inspira...
VIUDA
Mi promesa...
MENDOZA
Olvidad vuestro horrible juramento:
recordad que sois madre...
VIUDA
Sí...
MENDOZA
¡Sois madre!
Huérfano, solo, abandonado...
VIUDA
¡Oh cielos!
MENDOZA
Con vuestra muerte, el inocente hijo 165
al insulto y furor quedará expuesto.
VIUDA
El inocente...
MENDOZA
Entre el común conflicto,
sólo él disfruta de apacible sueño:
allá reposa, ajeno de sus males...
¡Cuál fuera su dolor y desaliento, 170
si al despertar, buscando las caricias
de tierna madre, hallara el triste lecho
de sañudos semblantes rodeado!
VIUDA
¡Hijo de mis entrañas!... Heredero
de la funesta gloria de sus padres, 175
¡sé más feliz que entrambos!... ¡Ah! no puedo
imitar la constante fortaleza
del glorioso Padilla... Él, resistiendo
al paternal amor con alma heroica,
por no abatir el indomable cuello, 180
dejaba al hijo en luto y desamparo...
MENDOZA
¡No!... Le dejaba en el materno seno;
le dejaba en tus brazos amorosos:
tu pecho, escudo a su sencillo pecho
era; tu vida, amparo de la suya... 185
Pero sin ti...
VIUDA
¡Infeliz!... ¡Ni aun el consuelo
de recibir mi postrimer abrazo!...
MENDOZA
¿Qué pronuncias?... Mas en tus ojos veo
brotar, a pesar tuyo, el tierno lloro:
triunfa naturaleza... A sus preceptos 190
¿cómo una madre resistir pudiera?
VIUDA
Triunfa, sí, triunfa; y el fatal secreto
de mi flaqueza arranca ¡Ay! no publiques
de una mísera madre el desconsuelo;
oculta mis temores, mis angustias; 195
guarda ilesa mi fama...
MENDOZA
Te prometo
guardar tu honor y vida...
VIUDA
La de un hijo
encargo a tu cuidado... ¡Último obsequio
que puede hacerte mi amistad! Defiende
su débil existir... graba en su pecho 200
el amor a sus padres, la memoria
de su gloriosa muerte, y odio eterno
a los viles tiranos... ¡Teman, teman
que preserve su vida el justo cielo,
para vengar a la oprimida patria! 205
MENDOZA
¿Qué delirio os perturba? ¿Y eran éstos
los tiernos sentimientos que anunciaba
vuestro lloro? ¡Insensato! ¿A qué pretendo
aconsejar a quien mi voz no escucha?
Con dura voz e irresistible acento 210
convencerá vuestra tenaz porfía...
VIUDA
¿Quién?
MENDOZA
La necesidad. El yugo es cierto,
inútil el furor... Venganza, fuga,
hasta la muerte es imposible.
VIUDA
¡El cielo
nunca niega ese arbitrio al desgraciado! 215
MENDOZA
Esta vez lo negó. Suena el estruendo;
amigos y enemigos a porfía
vuelan para salvaros...
 
(Suena a lo lejos el estruendo de los conjurados.)

 
VIUDA
Ya te veo,
terrible sombra, alzarte amenazando,
y señalarme el desangrado cuello 220
y las hondas heridas... Ya te escucho
recordarme el tremendo juramento...
¡Antes muerta que esclava! Vuelve, vuelve
al sepulcro tranquila... Te obedezco.
MENDOZA
¡Qué ciego frenesí!
VIUDA
¡Querido esposo!
225
 
(Crece cada vez más el estruendo y la confusión.)

 
PUEBLO y CONJURADOS

 (Desde adentro.) 

¡Perdón! ¡perdón!
MENDOZA
¿Escuchas los acentos?
VIUDA
Me apresuran la muerte...
MENDOZA
Te perdonan.
VIUDA

 (Dirigiéndose al tropel, que se acerca.) 

¡Esclavos, que abomino y que desprecio,
gozad vosotros del perdón infame;
mi libertad hasta el sepulcro llevo! 230
 
(Saca prontamente un puñal, hiérese, y al caer la sostiene MENDOZA; al mismo tiempo que salen precipitadamente LASO y LÓPEZ, seguidos de soldados del ejército real y de un tropel de conjurados con armas y hachas encendidas.)

 




 
 
FIN DE LA TRAGEDIA
 
 


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