En las comedias históricas
de Calderón, aunque el amor y el honor forman siempre
el núcleo, por decirlo así, de la fábula,
se mezclan sin embargo otros afectos, como son la ambición
y todos los que tienen su cuna en la esfera del poder. El
estilo es más elevado, la versificación más
llena y robusta: y tal vez el lenguaje se resiente de los
vicios del gongorismo y del conceptismo, tan extendido ya
en aquellos tiempos.
Ya hemos insinuado como uno de los
defectos de Calderón el poco o ningún respeto
que conservó a la historia y a la geografía
en sus comedias heroicas. Por lo tanto no deberá juzgársele
bajo este aspecto. Supongamos que nada sabemos de la una
ni de la otra, y entreguémonos de buena fe en manos
de nuestro autor, a ver si cumple, a pesar de esta culpa,
la principal obligación de un autor dramático,
que es interesar dentro del mundo ideal que se ha forjado.
Las principales comedias de Calderón en este género,
son:
Auristela y Lisidante.
Hado
y divisa de Leonido y de Marfisa.
Afectos
de odio y amor.
La acción de estas tres comedias
se reduce en el fondo a una misma. Un héroe ama a
una princesa, que lo aborrece por haber dado muerte a su
hermano o padre en el trance de una batalla. El héroe,
disfrazado con otro nombre, se hace amar de la misma
—85→
que
le aborrecía; y le presta tantos y tan señalados
servicios, que la obliga a que le dé su mano. La de
Hado y divisa de Leonido y de Marfisa es de teatro, y la
última que escribió Calderón a la edad
de 81 años; pero ni en la fábula ni en el estilo,
se nota que la vejez hubiese producido su efecto en aquel
genio extraordinario.
El segundo Escipión. Es la
historia de la hermosa dama española, que Publio Escipión
restituyó a su esposo, habiendo sido hecha prisionera
por los romanos.
Darlo todo y no dar nada. Alejandro el
Grande cede al pintor Apeles la hermosa Campaspe, de la cual
estaba enamorado.
Los hijos de la Fortuna. Comprende toda
la novela de Teagenes y Cariclea, escrita en griego por Heliodoro,
desde que estos dos amantes se conocieron en Tesalia hasta
que se casaron en Etiopía. Hay que admirar en ella
el enlace de los sucesos, hecho de tal manera, que a pesar
del continuo rompimiento de las unidades de tiempo y de lugar,
se conserva siempre el interés novelesco.
La hija
del aire, 1.ª y 2.ª parte. La primera es la historia de Semíramis,
hasta que casa con Nino, rey de Asiria. En la segunda está
ya viuda, quita el trono a su hijo Ninias, y perece en una
batalla. El autor ha evitado los dos escollos del parricidio
y del incesto, suprimiéndolos.
Mujer, llora y vencerás.
Una princesa, amada de dos hermanos prefiere al uno de ellos
para esposo. El desairado toma las armas, vence al feliz;
y las lágrimas de la esposa le obligan a renunciar
a su pasión, y dejar a su hermano en la libre posesión
de su cetro y de su mujer.
La gran Cenobia. La acción
se compone de las victorias y prisión de esta heroína,
y termina en la muerte del emperador Aureliano, su vencedor.
Aunque tiene excelentes escenas, es una de las más
desordenadas de Calderón.
—86→
Las Armas de la hermosura.
Coriolano hace la guerra a Roma, su patria, con un ejército
de sabinos: la pone en sumo estrecho; niega su libertad a
su padre, a la nobleza, al pueblo de Roma; y sólo
la concede a las lágrimas de Veturia, su amante.
Duelos de amor y lealtad. Esta comedia, que es la última
del catálogo que hemos formado de las heroicas, es
en nuestro entender la mejor de su clase. Los fenicios, arrojados
de su patria primera por pestes, terremotos y otros azotes
del cielo, abordaron a las playas de la que después
se llamó Fenicia. Irífile, reina de Ceilán,
les salió al encuentro para impedir que desembarcasen
y fue vencida. Los fenicios, dueños de la playa, empezaron
a edificar la ciudad de Tiro, empleando en el trabajo de
los muros a los cautivos que hicieron en la batalla.
Irífile
pidió socorro a Ciro, rey de Persia: el cual le envió
un cuerpo considerable de tropas, y por general de ellos
a Toante, amante correspondido de Irífile. Con estas
fuerzas marcharon contra los fenicios, y el primer acto empieza
en la nueva victoria que consiguieron los fenicios, quedando
Irífile prisionera de Deidamia, reina de Tiro, y Toante
caído del caballo sin sentido en el campo de batalla
que por muerto le hubieran arrojado al mar, a no haber llegado
Leonido, general de las tropas fenicias de tierra, que advertido
de que aún vivía, le llevó a su casa,
mandó curarle, y después de restablecido, le
trató más como a amigo que como a esclavo.
Toante ocultó su nacimiento y dignidad tomando el
nombre de Estratón.
En el segundo acto, Cosdroas,
tino de los cautivos persas, habiéndoles reunido con
el pretexto de hacer un sacrificio a Diana, los excita a
libertarse, dando cada uno muerte a su dueño valido
de sus armas y del sueño. Toante, que se halló
en la reunión, convino en el hecho: fuese a su casa,
meditando los medios de salvar a Leonido, cuando sabe no
sólo que este general amaba a Irífile, sino
que también la había robado.
—87→
Aquí empieza
la lid entre la lealtad debida a su salvador y amigo, y los
celos que destrozaban su alma. Triunfó el sentimiento
más noble, y halló trazas para persuadir a
los cautivos que realizaron con buen éxito su conspiración,
que había dado la muerte a Leonido, que para tenerle
oculto en un cuarto de su casa, sirviéndole él
mismo con tanta lealtad y cuidado como antes, y en fin, para
separar a su amada Irífile, de Leonido.
En el tercer
acto, Alejandro Magno, que emprendía entonces la conquista
de Persia, tuerce el camino para Tiro con el objeto de castigar
la rebelión de los esclavos. Llega delante de la ciudad:
Deidamia, agradecida a Irífile que había protegido
su vida contra los cautivos rebelados, sale al encuentro
al héroe de Macedonia, y le pide que perdone a Tiro.
Alejandro accede a su súplica, y manda publicar un
perdón general para todos los esclavos con tal que
le entreguen a Toante, contra el cual estaba más irritado
por haber dado muerte, según dijo la fama, a su amigo,
y bienhechor. Los esclavos que no podían defenderse,
aprovecharon el indulto, y entregaron a su general: el cual,
interrogado por Alejandro, no declaró que Leonido
vivía por no faltar al juramento que se había
hecho de no descubrirle en ningún caso. Ya iba a ser
conducido al suplicio, cuando Irífile, que había
sido testigo de todo lo que hizo Toante en la noche del tumulto,
llevo a Alejandro a la casa de Toante, dispuso que se derribasen
las puertas que encubrían la mansión de Leonido,
y presentó a este al rey de Macedonia y a los demás
que le acompañaban. Alejandro premió la lealtad
y la firmeza de Toante dándole la corona de Tiro.
Tal es la acción de este drama, uno de los más
interesantes y mejor conducidos de Calderón. También
es uno de los mejor versificados, como se verá en
los siguientes pasajes, que no son los únicos dignos
de elogio que hay en la comedia.
El razonamiento de Cosdroas
en el acto segundo para persuadir los esclavos a la rebelión,
es admirable,
—88→
a pesar de algunos lunares fáciles
por otra parte de corregir.
COSDROAS
Para
deciros,
mirándoos unos en otros
tan pobres, tan abatidos,
y tan míseros, que dónde
están
los persianos bríos
que en Asia y África
os dieron
tantos blasones antiguos.
Y si no es bastante
espejo
veros en vosotros mismos,
volved a ese muro,
a ese
campo los ojos, y tinto
uno en sangre, y otro
en llanto,
veréis que os dicen a gritos:
Aquí
los que fallecieron
peleando, se han construido
en
cada flor una pira,
en cada hoja un obelisco
y allí
los que se toleran
infamemente cautivos,
en cada piedra
un padrón,
y en cada azada un delito.
Que
al trance de una batalla
se muestren menos benignos
los hados, y que llevando
adelante sus motivos,
tenaces, si dan en ser
ya opuestos, o ya propicios,
sea una victoria de otra
batallado silogismo;
ya lo
vimos muchas veces,
pero pocas veces vimos,
que el
laurel del vencedor
sea argolla del vencido,
con tan
grande infamia, como
—89→
ver que unos advenedizos,
arrojados
de su patria,
de esos mares peregrinos,
y huéspedes
destos montes
hollando espumas y riscos
a avasallarnos
en ella,
a la nuestra hayan venido,
tan afortunados,
que
no nos dejen albedrío
a que en nuestro desempeño
osemos abrir caminos
que ilustren con intentarlos,
cuando no con conseguirlos.
Si os mantiene la esperanza
de que seréis socorridos
de Ciro, ya esa expiró,
que hoy un mercader que vino
a traer con pasaportes
no sé qué canges, me dijo
que Alejandro,
a quien la fama
da el Magno por apellido,
¿pero qué
mucho, si es
del Grande Filipo hijo, que hijo
de Felipo
el Grande,
el mundo avasalle invicto?
que el Magno
Alejandro, pues,
(segunda vez lo repito)
entra por
Persia, con que
puesto en su opósito Ciro,
acudir
al proprio daño,
más que al ageno, es preciso.
Ya ni aun aquella lejana
esperanza de su auxilio
os queda, con que obligados
os halláis a reduciros
a duradera prisión
en tan penoso ejercicio
como el gusano de seda,
que labrando de sí mismo
—90→
la cárcel, muere encerrado
en el hilado capullo
que fabricó su tarea
de su sustancia hilo
a hilo.
Pues siendo así que a un gusano
somos
hoy tan parecidos,
que con nuestro propio afán
en esos muros de Tiro
nuestras cárceles labramos,
seámoslo en romper altivos
de tan violenta prisión
las cadenas y los grillos.
¿Él no renace con
alas
de sí proprio tan distinto,
que al que
se encerró gusano,
salir mariposa vimos?
¿Pues
por qué, por qué nosotros,
con más
razón, más instinto
no habremos de cobrar
alas?
Muramos, ya que morimos,
de ardiente encendida
fiebre,
no de yerto pasmo frío.
Diréisme,
que con qué medios,
por más alas, por más
brios
que criemos, nos podemos
alentar a competirlos.
Ellos de las armas son
los dueños, sin permitirnos,
ni aun para el uso común
de la vianda, un cuchillo.
Todos acerados arcos
y flechas, todos bruñidos
arneses y escudos tienen,
cuando desnudos vivimos
nosotros, sin más defensa
al invierno, ni al
estío,
fue estos serviles ropages,
que sin
decoro ni aliño,
—91→
toscos nos urdió el telar,
sin primor del artificio.
Esto diréis, y respondo,
que para eso se previno
que a quien le falta la
fuerza,
se guarnezca del arbitrio.
A su política
atentos
los extranjeros fenicios
más que en
la campaña muertos,
no nos conservaron, vivos
en la esclavitud, a causa
de que el tenernos rendidos
miraba a dos conveniencias,
dejándoles a dos
visos,
o ya el cange o ya el sudor
fortificados,
o ricos?
Esta ansia de prisioneros
y sed de esclavos,
¿no hizo
que nuestro número crezca
más
que el suyo, pues es visto,
que ninguno hay sin esclavo,
y muchos, cuatro y cinco?
Pues quién nos quita,
ya que
de día al trabajo acudimos,
y de noche
cautelados
cada uno al domicilio
se va de su dueño,
que
cada uno pueda, valido
del silencio de la noche,
del prestado parasismo
del sueño, y sus mismas
armas,
gloriosamente atrevido,
matarle en su mismo
lecho?
con que, casero enemigo,
vendrá a
tener más ventaja
que él tuvo, pues más
distrito
que hay del desnudo al armado,
hay del despierto
al dormido
—92→
Mueran, pues, en indefenso
callado motín;
sin ruido,
reservando solamente
las mujeres y los niños
que no pasen de diez años,
para que en nuestro
servicio
ellas vivan, y ellos crezcan:
con que poniendo
advertidos
a Irífile en libertad,
y a Deidamia
en su servicio,
con las preciosas riquezas,
que
de Fenicia han traído,
quedaremos, no tan sólo
libres, vengados y ricos,
pero absolutos señores,
eligiendo a nuestro arbitrio
rey que nos gobierne,
pues siendo de nosotros mismos,
es fuerza en paz y
justicia
mantenernos, advertido,
que podremos deponerla,
pues pudimos elegirlo.
Con que dueños de
nosotros,
sin reconocer dominio
a nadie, daremos nombre
al nuevo reino de Tiro,
en cuyo muro, y en cuyas
láminas de piedra escrito,
leerá la fama
la historia
de los venideros siglos:
esta es la venganza
que
osados, fuertes y altivos
en su esclavitud,
tomaron
los persas de los fenicios.
No lo es menos
el diálogo inmediato de Toante con Cosdroas, queriéndole
persuadir que consienta en que viva Leonido.
—93→
TOANTE
¿Cosdroas?
COSDROAS
¿Qué
quieres?
TOANTE
Que
pues
ya todos van divididos
a sus casas, industriados
de lo que han de hacer, conmigo
te vengas hacia la
mía,
porque tengo en el camino
que hablarte
a solas.
COSDROAS
¿Qué
esperas?
TOANTE
¿Acuérdaste que Leonido
me dio
la vida?
COSDROAS
Yo
fui
el instrumental testigo.
TOANTE
¿Sabes que en
mi esclavitud,
más que mi dueño, mi amigo,
sobre aliviar mis fatigas
fuera de su casa, hizo
en ella tal confianza
de mí, que siendo preciso
venir tarde algunas noches
del jardín, adonde
asisto,
a causa de que Deidamia
bajaba a su ameno sitio,
mandó que me diesen llave
no sólo de
aquel postigo
que cae a mi albergue, pero
maestra de
su cuarto mismo,
a fin de lo que gustaba
tal vez
conferir conmigo?
COSDROAS
Si lo sé.
TOANTE
¿Sabes
también
que soy quien soy?
COSDROAS
Yo
el que finjo
que no lo eres soy.
TOANTE
¿Pues
cómo,
sabiendo que por él vivo,
sabiendo
su tratamiento,
su confianza y cariño,
y finalmente,
que soy
quien soy, has de mí creído
que
vida, trato y fe puedo
pagar con un homicidio?
COSDROAS
Tú fuiste, quien mi consejo
aprobaste.
TOANTE
Muy
distinto
—94→
es cumplir yo con la patria,
que haber de
cumplir conmigo.
Leonido no ha de morir
a mis manos;
dame arbitrio
cómo podré tus intentos
carear con sus beneficios.
COSDROAS
No dándolo
tú la muerte,
pero no quedando él vivo,
que general de sus armas,
es mucho para enemigo,
si vivo queda.
TOANTE
¿Cómo
eso
puede ser?
COSDROAS
Ya
lo imagino:
yo juntaré de los nuestros
algunos,
que irán conmigo.
diciendo que allí el esfuerzo,
por ser principal caudillo,
donde hay guardia, y hay
familia
conviene, y así, eximido
tú
de la nota de ingrato,
con que el tumulto lo hizo,
pones en salvo tu honor.
TOANTE
No pongo, si lo permito,
que en lo mal hecho, aun es menos
hacerlo, que consentirlo,
que uno dice, bien vengado
y otro publica, mal quisto.
COSDROAS
Eso es reventar de honrado.
TOANTE
Esto es ser
agradecido.
COSDROAS
Es ser no fiel a la patria,
por
ser con un hombre fino.
TOANTE
Es ser fiel, y fino a un
tiempo,
pues ya voté los designios
de la patria
en su favor,
y ahora consulto los míos,
de
ingrato no ha de acusarme.
COSDROAS
¿Qué muerto
al matado vino
a residenciar de ingrato?
TOANTE
Él
que quedó en mi fe vivo.
—95→
COSDROAS
Bastante disculpa
es
decir que el motín lo hizo.
TOANTE
Si eso,
sin saberlo yo,
me lo hallara sucedido,
decías
bien.
COSDROAS
¿Quién,
sino tú,
lo sabrá?
TOANTE
¿Qué
más testigo?
para ser yo ruin, ¿no basta
saberlo
yo de mí mismo?
COSDROAS
Pues prevente a embarazarlo.
TOANTE
Pues prevente tú a cumplirlo.
COSDROAS
Sí haré, que menos importa
que un común,
un individuo;
y quizá habrá, como salve
tu honor y mi patria...
TOANTE
Dilo.
COSDROAS
¿Para qué, si es tu disculpa
no saberlo?
y no hay camino
mejor de que no lo sepas...
TOANTE
¿Qué?
COSDROAS
Que irme yo sin decirlo.
Toante va a su casa;
encuentra a Irífile robada, y un soldado por guarda
suya, le quita el acero y le da muerte, quiere llevarse consigo
a Irífile, a tiempo que Leonido entra en casa, y le
ve con la espada ensangrentada, y queriendo sacar de casa
a Irífile. Toante se disculpa en los siguientes versos,
que pueden ser modelo de una narración rápida
y verosímil como requería el lance.
TOANTE
Volver por tu honor, el mío,
y el suyo; en mi albergue estaba,
cuando oigo un triste
gemido
de muger, pidiendo al cielo
favor, tomo luz,
movido
de la novedad, y entro
adonde un soldado miro
con Irífile, no sé
cómo me atreva
a decirlo,
por no decir que luchando;
—96→
y porque llegué
a impedirlo
me atropelló de manera,
que me obligó
a que a los filos
muera de su acero: mira
él
en tu casa atrevido,
ella ofendida en tu casa,
yo
en tu casa agradecido,
si hice bien o no en salvar
su honor, el tuyo, y el mío
con que viéndola
confusa,
sin saber cómo aquí vino,
le dije, como tú oíste
vente, Irífile,
conmigo,
para volverla a Deidamia.
El soldado, muerto
a los pies del lecho de Leonido, lo sirvió para engañar
a Cosdroas, y persuadir a los demás esclavos que había
dado muerte a su amo.
La acción es seguida, aunque
más extendida que los límites que permite la
unidad de tiempo: la de lugar solo se rompe una vez; porque
la primer escena del tercer acto no es en Tiro, sino en el
campamento de Alejandro en las fronteras de Persia, adonde
fue Cenón, almirante fenicio, que escapó la
noche del tumulto a pedirle socorro contra los esclavos.
Es muy notable el principio de su razonamiento, porque en
él están expresados en muy buenos versos los
falsos argumentos en que fundaba la antigüedad el derecho
de esclavitud.
Habiendo por derecho de armas sido
del vencedor la vida del vencido,
la natural piedad hizo
costumbre
que estén en cautiverio, o servidumbre
con que apresando algunos persas vivos,
los conservamos
sólo de cautivos
en el nombre supuesto,
que
en lo demás les era manifiesto
—97→
que al que cangearse
trate,
no le impidiese el dueño su rescate:
y el que no le tenía, devengase
la costa que
le hacía
en la pública fábrica del
muro;
con que no maltratado, y bien seguro,
de nadie
queja alguna
le quedaba, si no es de su fortuna.
En este, pues, recíproco contrato
de que me sirva,
pues que no le mata,
conjurados, hicieron tan notable,
traición, motín tan fiero y execrable,
tan bárbaro despeño,
como dar cada cual
muerte a su dueño.
En la comedia de Darlo todo
y no dar nada, hay tres caracteres superiormente descritos,
el de Alejandro Magno, ambicioso, vehemente en sus pasiones,
irascible, pero lleno de dignidad y capaz de oír y
obedecer la voz de la razón: el de Diógenes,
filósofo austero por convicción, atrevido para
el orgullo de su entendimiento, pero más estoico que
cínico: y Campaspe, dama hermosísima pero montaraz
y valerosa, que da muerte a un capitán macedonio en
defensa de su honor, inspira amor al Grande Alejandro, le
salva la vida en una montería cuando el caballo iba
a despeñarle, pero sin corresponder a su pasión:
porque ella ama a Apeles, y se irrita generosamente de que
este insigne pintor, amándola y siendo correspondido
de ella, haga su retrato para el Grande Alejandro.
El carácter
de Diógenes se despliega al principio del primer acto,
oyendo los aplausos con que se celebra la llegada a Grecia
de Alejandro.
Veamos cómo describe,
Calderón la célebre visita
—104→
de Alejandro a
Diógenes, tan celebrada de los historiadores. Hállase
al principio del segundo acto.
CHICHÓN
Llega,
señor, que en casa está el viejo.
ALEJANDRO
¿Dijístele que a sus puertas
estaba Alejandro?
CHICHÓN
Sí.
ALEJANDRO
¿Pues cómo no sale a ellas
habiendo
mi nombre oído,
a recibirme siquiera?
CHICHÓN
Como dice que es temprano,
porque el sol aún no
calienta,
que en saliendo el sol, saldrá.
ALEJANDRO
¿Y qué hacía?
CHICHÓN
En
una media
tinaja, llena de lana,
metido hasta la cabeza
estaba, que parecía
degollado de comedia;
sin que haya en todo el espacio
más cama, silla,
ni mesa,
que un candil, y cuatro libros.
ALEJANDRO
Hombre
que en tanta miseria
vive, ¿de saber que yo
vengo
a verle ni se altera
ni se sobresalta más?
CHICHÓN
Y porque mejor lo veas,
oye, que vuelvo a llamarle:
señor Diógenes, advierta
que viene a
verle Alejandro.
DIÓGENES
¿Héle dicho yo
que venga?
Pues si yo no se lo he dicho
que se espere,
o que se vuelva.
ALEJANDRO
No hay más que decir.
EFESTIÓN
O
mucha
constancia, o locura es esta.
ALEJANDRO
Sea
lo que fuere, ya
hice capricho de verla
si es constancia,
por aprecio,
y si es locura, por fiesta:
—105→
bien podéis
salir, que ya
el sol sus rayos despliega.
DIÓGENES
Pues al ver el sol saldré,
que al fin es el que
me alienta,
me anima, y me vivifica.
ALEJANDRO
¿De
suerte que si no fuera
por el sol, lo que es por mi
no salierais?
DIÓGENES
Lo
que hiciera
no sé; mas sé, que él
me trae
en la regular tarea
de las noches y los días
esta luz hermosa y bella,
y que vos no me traéis
nada.
ALEJANDRO
Sí traigo.
DIÓGENES
¿Qué?
ALEJANDRO
La
respuesta
de un recado que me dio
vuestro ese soldado.
DIÓGENES
¿Qué
era?
Que como cosa de poca
sustancia, no se me acuerda.
ALEJANDRO
¿De poca sustancia es
decir, que en mi competencia
sois vos más dueño del mundo,
que yo?
DIÓGENES
Ah,
sí, ya se me acuerda;
es verdad, yo se lo dije:
y si de escucharlo os pesa,
perdonad, lo dicho dicho.
ALEJANDRO
Antes me huelgo, y por esa
razón
vengo a visitaros,
pues es justo que a ver venga
Alejandro
a un igual suyo.
DIÓGENES
Pues como entre iguales
sea
la visita; ahí hay un tronco,
sentaos,
que yo en esta
peña procuraré acomodarme.
ALEJANDRO
Agradezco la licencia.
¿Qué es eso?
CHICHÓN
Deste
monarca
la caballería ligera,
que en desmandadas
patrullas
va saliendo a pecorea
—106→
con el día.
ALEJANDRO
Quita,
necio.
CHICHÓN
Ya quito.
ALEJANDRO
Locuras
deja:
y pasando, como amigos
de cumplimiento a la
queja,
dícenme que por no verme
echasteis por
otra senda.
DIÓGENES
También me dicen que
vos,
por verme, echasteis por esta.
ALEJANDRO
¿Y es
la misma razón huir
vos, que yo buscar?
DIÓGENES
La
mesma:
pues ni otro huyera de vos,
sino yo, ni otro
viniera,
sino vos, a verme a mí;
y así,
es clara consecuencia,
que haciéndolo por hacer
los dos lo que otro no hiciera,
ni en vos hay queja,
ni en mí
culpa.
ALEJANDRO
¿Y
eso, en qué se prueba?
DIÓGENES
En que esto
de los caprichos
más quiero maña que fuerza.
ALEJANDRO
No decís mal; pero vamos
a saber de
qué manera.
sois vos más dueño
del mundo,
que yo.
DIÓGENES
¿Pues
no es evidencia,
que es más rico el que le sobra,
que el que le falta la hacienda?
ALEJANDRO
Claro está.
DIÓGENES
Luego
si a vos
sola una parte pequeña
que os falta,
os trae desvelado,
y no veis la hora de verla
debajo
de vuestro imperio
y a mí nada me desvela,
porque no se me da nada
que sea mío o no lo sea,
más rico soy yo que vos,
pues a vos os falta
esa
parte que deseáis, y a mí
me sobran
todas aquellas
—107→
que no deseo; y si no,
pasemos a la
esperiencia
a cuál está más contento,
¿vos con toda esa grandeza,
magestad y pompa, o
yo
con toda aquesta miseria,
hambre y desnudez?
ALEJANDRO
No
quiero
aventurar el apuesta
pero la posteridad
de una heroica fama eterna,
¿será vuestra, o
será mía?
DIÓGENES
Será mía,
y será vuestra.
ALEJANDRO
¿Cómo?
DIÓGENES
Como
quien dijere
que vino Alejandro a Grecia,
dirá
como visitó
a Diógenes en ella;
con que
en la historia vendremos
a correr los dos parejas,
vos por hacer la visita,
y yo por no agradecerla:
fuera de que, ¿qué me importa
que fama o no fama
tenga,
si un aliento de la vida
hoy calladamente suena,
más que después todo el ruido
de sus
trompas y sus lenguas?
ALEJANDRO
Pues siendo así,
que la vida
es lo que se goza della
vos no la gozáis,
yo sí;
y para que lo veáis, sea
este
también mi argumento,
para que a escuchar no vuelva
que no vengo a traeros nada:
¿qué queréis
que mi grandeza
os dé?
DIÓGENES
Con
que no me quite
mi vanidad se contenta.
ALEJANDRO
¿Con
que no os quite?
DIÓGENES
Sí.
ALEJANDRO
Pues
decidme, porque lo sepa,
—108→
¿qué es lo que yo
os quito?
DIÓGENES
El
sol,
que va tornando la vuelta
y así, pasaos
aquí, no
me quitéis por vida vuestra
lo que no me podéis dar.
ALEJANDRO
Yo os estimo
la advertencia;
y pues que ya os doy el sol,
daros
lo demás quisiera;
¿qué queréis que
por vos haga?
DIÓGENES
A tan general promesa
liberal y generosa,
darme por vencido es fuerza:
ahora bien, haced por mí...
ALEJANDRO
Decid, nada
os enmudezca:
¿qué queréis que haga por
vos?
DIÓGENES
Sola otra flor como esta.
ALEJANDRO
Eso fuera ser Criador;
no cabe en la humana esfera
tan soberano atributo.
DIÓGENES
¿Pues qué
hay que os desvanezca?
Si vuestro poder no basta
a hacer una inútil yerba,
que da el prado tan
de balde,
que la pace cualquier fiera,
que cualquier
ave la pica,
y la aja cualquier huella,
id con Dios,
y a los que estudian
las desengañadas ciencias
que en ese azul libro, y ese
verde libro nos enseñan,
ya caracteres de flores,
y ya imágenes de
estrellas,
porque aprendamos a un tiempo
divinas y
humanas letras
investigando ingeniosos
aquella causa
primera
de todas las otras causas
no vengáis
a hacerles pruebas
—109→
de qué quieren, o qué
estiman,
que no hay que estimen ni quieran
sitio solos
desengaños;
y porque mejor se vea
cuál
es más rico tesoro
la magestad o la ciencia,
ya que la primera huisteis,
vaya la segunda apuesta
a cuál necesita antes,
o yo de vuestras riquezas,
o vos de mis ciencias.
Son admirables los versos en
que Campaspe al verse pintada echa en cara a Apeles la ruindad
de pintarla para otro.
CAMPASPE
¡Qué es lo que miro! ¿es por dicha
lienzo o cristal trasparente
el que me pones delante?
Que mi semblante me ofrece
tan vivo, que aun en estar
mudo también me parece:
pues al mirarle, la
voz
en el labio se suspende
tanto, que aun el corazón
no sabe cómo la aliente:
¿soy yo aquella,
o soy yo?
torpe la lengua enmudece,
quizá porque
el alma en medio
de las dos, dudando teme
dónde
vive, u dónde anima,
no sabiendo a un tiempo
entre
una y otra imagen mía,
de cuál
de las dos es huésped.
¿Esta habilidad tenías?
¿segundo ser darle puedes
a un cuerpo? ¿Pues cómo,
cómo
si tan divino arte, ejerces,
—110→
tan bajamente
le empleas,
que para otro dueño enjendres
la
copia de lo que dices
que amas? Vete de aquí,
vete, que en una parte me admiras,
y en otra parte
me ofendes.
Apeles, agitado del amor y de los celos, obligado
por la lealtad a callar su pasión, pierde en esta
lucha de afectos el juicio, cayendo en una melancolía
mezclada de arrebatos furiosos. Alejandro, que le amaba,
encarga a Diógenes que averigüe la causa de su
mal, y él la descubre y la dice a Alejandro. La escena
que resulta de esta declaración, y que forma el desenlace
del drama, basta ella sola para probar la superioridad de
Calderón como escritor dramático.
DIÓGENES
Las
plantas
me da, señor, en albricias
de que ya mi ciencia
alcanza
el accidente de Apeles.
ALEJANDRO
Si en otra
ocasión llegaras,
fueras más bien recibido;
mas ya que llegaste, habla,
dí, ¿qué
accidente es?
DIÓGENES
Amor.
ALEJANDRO
Si no dices más, no basta
para que
te crea, pues esa
fue la primera palabra
que dijiste,
y no por eso
fue cierto, y como no añadas
más,
lo mismo será ahora.
DIÓGENES
¿Bastará
decir la dama
y el competidor?
ALEJANDRO
Sí.
DIÓGENES
Pues
si eso es todo lo que falta
al crédito de mis
ciencias,
y a sus conjeturas sabias,
aunque yo no lo
conozco.
perdone esta vez su fama,
—111→
la dama es Campaspe,
y tú
el que de celos le mata;
de suerte, que
amor y celos
son de sus penas la causa.
ALEJANDRO
¿Qué dices? ¡ay infelice!
CAMPASPE
Cielos, la suerte
está echada.
DIÓGENES
¿Que es Campaspe a
quien adora?
ALEJANDRO
No prosigas, calla, calla,
que
en ti, porque me lo dices,
más que en él,
porque me agravia,
pues ya es cómplice al dolor
quien el dolor adelanta,
tengo de vengar mis celos.
EFESTIÓN
Advierte, señor...
DIÓGENES
Bien
pagas
su fineza y mi fineza.
ALEJANDRO
¿Qué
fineza?, si tirana
tu voz, su intención traidora,
me han dado la muerte ambas.
CAMPASPE
Ay de quien sobre
sí, cielos,
todo este escándalo aguarda.
DIÓGENES
La suya, pues, es tan grande,
tan noble,
tan leal, tan rara
que a despecho del favor
que quizá
en Campaspe halla,
se deja morir, por no
ofender
la confianza,
respeto y decoro que
tan a su costa te
guarda.
La mía, pues, que te pongo
en ocasión
de que hagas
una acción tan generosa
como agradecer
las ansias
del que en abono de todos
los que encarecen
que aman;
diciendo, que amantes pierden
por su dama
el juicio, anda
tan fiel contigo, y con ella,
que en
las desdichas que pasa,
—112→
pierde por la dama el juicio,
y por ti el juicio y la dama.
ALEJANDRO
No con razones
me arguyas
sofísticamente falsas,
que no hay
en celos razón
mayor, que el que no la haya;
y así, en ti ahora, y después
en él,
si es que ella le ama,
que yo lo sabré, mis celos
vengaré.
CAMPASPE
¡Qué
oigo!
EFESTIÓN
Repara...
DIÓGENES
Buena
ocasión se ofrecía
de volver a la pasada
cuestión,
de cuál de los dos
es más
invicto monarca.
ALEJANDRO
¿Cómo?
DIÓGENES
Como
si antes de ahora
no creía a quien contaba
que esclavo de tus pasiones,
la destemplanza te agrava
la lascivia te posee,
y la ira te arrebata,
ahora
lo creo, al mirar
lo que una afición te arrastra;
y siendo así, que esa ira,
ambición y
destemplanza,
lascivia y envidia, yo
esclavas traigo
a mis plantas,
¿cuál será más poderoso,
yo, que mando a quien te manda,
o tú que sirves
a quien
me sirve a mí? Con tan clara
consecuencia,
logra ahora
mi muerte; pero a lograrla,
mira quién
eres, pues eres
esclavo de mis esclavas.
EFESTIÓN
A tanta osadía, no tengo
de impedirte ya...
CAMPASPE
Él
le mata.
ALEJANDRO
¿Mira quién eres, pues eres
esclavo de mis esclavas?
—113→
¿tanto una ciega pasión
desluce el decoro, ultraja
el respeto, que ocasiona
a que pueda cara a cara
atrevérsele la voz
de un mísero, en confianza
de que diciendo verdad,
la muerte no le acobarda?
Pues no ha de ser, no
ha de ser,
que no ha de decir la fama
que dijeron a
Alejandro
de Diógenes las canas,
mira quien
eres, pues eres
esclavo de mis esclavas,
sin que
tratase enmendar
de sus defectos la causa.
CAMPASPE
¿Cómo tan afable le habla?
ALEJANDRO
Y dime otra
vez, ¿por mí
Apeles muere con tanta
fineza,
que leal y noble,
aunque Campaspe le ama,
a Campaspe
olvida?
CAMPASPE
Él
mi amor averiguar trata.
GENTE
Guarda el loco, guarda
el loco,
DIÓGENES
Esas voces lo declaran
mejor
que yo.
ALEJANDRO
Dejad
que entre.
APELES
Pardiez, aunque lo estorbara
todo
el mundo, entrara yo,
sin que tú me lo mandaras,
porque al que pide justicia,
no ha de haber puerta
cerrada.
CICH
Y más cuando una locura
le sabe
falsear las guardas.
ALEJANDRO
¿Pues de quién
justicia pides?
APELES
De esos que infieles te cantan,
que en repúblicas de amor
la política
es tan mala,
que el traidor es el leal,
—114→
porque yo
sé que te engañan,
y que hay lealtad en
amor
tan grande... pero esto basta,
que no quiero que
la sepas,
porque parece que falta
a la fineza el
que hace
la fineza con jactancia.
ALEJANDRO
Repórtate,
y pues está
tu queja tan bien fundada
yo te
guardaré justicia
ea, valor; la más alta
victoria es vencerse a sí,
no diga de ti mañana
la historia, que toda es plumas,
el tiempo, que todo
es alas,
que tuvo en su amor Apeles
más generosa
constancia
que yo: si él por mí se deja
morir con lealtad tan rara,
¿por qué, pudiendo
él hacerla,
no he de poder yo pagarla?
¿Campaspe?
CAMPASPE
Sin
duda en él
y en mí se venga: ¿qué
mandas?
ALEJANDRO
Que seas heroico asunto
que en láminas
de oro y plata
de mis liberalidades
corone las esperanzas:
alábense otros que dieron
ya a las letras, ya
a las armas,
coronas, reinos, provincias,
ciudades,
templos, y estatuas,
que no ha de alabarse alguno
que
sacrificó a las aras
de la lealtad mayor triunfo,
ni dio más, pues dio su dama,
el día
que en su poder,
o gustosa, o no, la halla
Dale, pues,
la mano a Apeles,
—115→
porque esposa suya, vayas
donde
no te vean mis ojos:
tú, Diógenes, repara
en la dádiva mayor,
si soy esclavo de esclavas,
o si soy dueño de mí
y tú mira
la distancia
que hay de tu amor a mi amor,
pues
tú me la das pintada,
y yo te la vuelvo viva,
para que diga la fama
que lo di de una vez todo,
pues dí la mitad del alma.
La comedia de las
Armas de la hermosura, que es la que se representaba con
más frecuencia cuando Calderón era el dios
de la escena, está llena de interés para los
que no sepan la verdadera historia de Coriolano, pues en
sabiéndola es imposible dejar de culpar que se sustituyesen
para salvar a Roma las lágrimas de una amante a las
de una madre, y que se diese por motivo a la defección
de aquel héroe el proyecto de anular los decretos
del Senado contra las galas y adornos de las mujeres. El
Coriolano de Shakespeare es más conforme con la historia,
aunque más feroz y grosero, que el de Calderón.
El de este es más bien un Ricohombre de Castilla del
tiempo de Enrique IV, que un patricio romano.
Mas no por
eso deja de tener versos excelentes, situaciones dramáticas
y escenas bellísimas.
En el primer acto, Astrea,
reina de Sabinia, que viene con su esposo a hacer guerra
a Roma, al dar la vista a esta ciudad, describo su origen
en los siguientes versos.
ASTREA
Ya
desde aquí diviso,
aunque no bien, aquella,
que ayer vil choza, y hoy fábrica
bella,
—116→
tan elevada sube,
que empieza en muro, y se
remata en nube.
¡O tú de la fortuna
transmutado
teatro, cuya escena
no sé si diga de piedades llena,
o llena de crueldades,
que tal vez son crueles las
piedades,
en yerto albergue dio primera cuna
a aquellos
que arrojados
de ignoradas entrañas,
hambrienta
loba halló, que en sus montañas
recién
nacidos, ya que no abortados,
eran espurios hijos de
los hados!
¡O tú, que en lo voraz de su fiereza,
mudando especie la naturaleza
viste en vez de ser ellos
de su hambriento
furor destrozo, en cándido alimento
trocar la saña, haciendo que ellos fuesen
los que de ellas al revés se mantuviesen!
Si a
sus pechos criados,
si a su calor dormidos,
si de roncos
anhelitos gorjeados
crecieron, arrullados a gemidos
¿qué mucho, que vandidos
Sañudamente
fieros,
se juntaran con otros vandoleros,
para vivir
sin Dios, sin fe, sin culto,
del homicidio, el robo,
y el insulto?
De esta, pues, compañía,
Rómulo capitán, temiendo el día
de tu mudanza, a fin de resguardarse,
trató fortificarse,
para cuyo seguro
el surco de un arado lineó
muro,
con ley tan inviolable, que su extremo
asaltarle
costó la vida a Remo...
Este fue (o tú,
otra vez, varia fortuna,
condicional imagen de la luna)
—117→
el origen, que altiva te conserva
crecida, a imitación
de mala yerba.
Coriolano vuelve victorioso de los sabinos,
y Veturia se queja ante él y sus compañeros
de gloria, de los decretos del Senado.
No blasonéis, pues, soldados,
en la rota del Sabino,
de que venís con honor;
que si valientes y altivos
le dejáis ganado,
acá le hallaréis perdido.
Inútil
os fue el valor,
poco provechoso el brío,
la
resolución sin logro,
y sin efecto el peligro,
pues no habiendo de lograrle,
ya de nosotras mal
vistos,
que si en fe de apetecidas
vuestro agasajo
nos hizo
que descansase la queja
u la sombra del
cariño
¿qué mucho, que despreciadas
al
contrario, el albedrío, que
fue dócil al
halago,
sea rebelde al desvío?
Como esposas
nos tratasteis
nobles, corteses, y finos;
¿pues cómo
ya como esclavas
nos tratáis, con tal dominio,
que en mugeriles adornos
aun no nos dejáis
arbitrio?
No lo sentimos por ellos,
que por lo que
lo sentimos,
es la desestimación,
el desdén,
el descariño,
el ultraje, el ajamiento,
—118→
que
si el mundo en su principio
nos privó (quizá
de miedo)
del uso de armas y libros
no del uso nos
privó
de aquel aplicado aliño
con que
la naturaleza
se vale del artificio.
¿Pues cómo,
siendo heredados,
contra el natural estilo,
canceláis
de las mugeres
los privilegios antiguos?
¿Qué
bruta nación, adonde
nunca llegar han podido
ni la política en leyes,
ni la república
en juicios;
qué adusto bárbaro, a quien
tostó ardiente, erizó esquivo
el sol
la tez en ardores
y el aire la greña en rizos,
les negó la adoración
del humano sacrificio
de ser ellas las rogadas,
y ser ellos los rendidos?
Cuanto más la urbanidad
de los comercios,
que dignos,
sin deslizarse a indecentes,
se mantienen
en festivos.
¿Las mugeres, a quien deben
primer albergue
nativo
los hombres, y a quien los hombres
en dos
maneras han sido
tan costosos al nacer,
y al criarse
tan prolijos,
han de vivir abatidas
a vista de quien
las quiso,
o lo dijo por lo menos,
pues basta ver que
lo dijo,
para ver cuán desairados
—119→
estar todos
es preciso,
vosotros con vuestras damas,
y Coriolano
conmigo?
Por noble, pues, Coriolano,
por galán,
por entendido,
por cortesano en la paz,
en la guerra
por invicto,
o por hombre solamente,
que harto con
esto te obligo,
si como dama te ruego,
y como esclava
te pido
que aquesta infamia derogues,
haciendo que
su designio
se borre de la memoria,
y se escriba en
el olvido
y si acaso a esta fineza,
de cobarde, u
de remiso
no te dispone lo amante,
no te resuelve lo
fino,
yo de mi parte a ti solo,
y a todos os lo repito
de parte de las demás
protesto, juro y afirmo
por esa antorcha del día,
que con afán
repetido
se apaga al morir en hondas,
se enciende
al nacer en visos,
que ha de ser siempre en nosotras,
si no hacéis lo que pedimos,
el agasajo forzado,
poco seguro el cariño,
el favor poco constante,
el desabrimiento fijo,
triste y escabroso el lecho,
el gusto forzado y tibio,
con melindres la fineza,
el halago con retiros,
siempre el enojo rebelde
—120→
nunca seguro el alivio;
y cuando aquesto no baste,
monstruos somos vengativos;
temed, pues, temed que
el odio
quizá se pase a peligro,
que en manos
de las mugeres
también con violentos bríos,
saben herir los puñales,
saben cortar los
cuchillos.
La descripción que hace Veturia al principio
del segundo acto del tumulto que movió Coriolano en
Roma, es uno de los trozos mejor escritos de Calderón.
Resuelto, pues, Coriolano,
en volver por nuestra fama
toda la milicia suya
tomó
la voz, empeñada
en que igual ley el Senado
había de revocarla:
él empeñado
también
en que una vez promulgada,
había
de mantener
inviolable su observancia,
dando nombre
de traidor
motín a la repugnancia,
echó
bando de que, pena
de serlo, ninguno osara
a seguir
a Coriolano
dejando desamparada
de favor a la justicia;
con que la nota de infamia,
arrastrando tras sí
al pueblo,
puso a toda Roma en arma.
En vano será
decirte
que no hubo calle, ni plaza,
que no fuese lastimoso
teatro de mortales ansias;
—121→
entro todas, la mayor
(que hay desgracia de desgracias)
que en el ciego,
el confuso
tumulto, una desmandada
punta (áspid
debió de ser,
quizá aborto de mi rabia)
el pecho de Flavio hirió
con tan venenosa
saña,
que no hubo tiempo entre herirle
el cuerpo,
y faltarle el alma.
Muerto el senador, el pueblo
con
el pavor, y a la instancia
de su hijo en venerar su
muerte,
tanto el número adelanta,
que embestido
Coriolano
de tan superior ventaja,
fuera fuerza que
matando
muriera, si no llegara,
intrépidamente
osado,
sobre el furor de las armas
su padre a arrojarse
en medio,
repitiendo en voces altas:
Muera, que no
es hijo mío
quien es traidor a su patria;
pero
muera (prosiguió)
de suerte, que satisfaga
su
muerte al cielo, y al mundo,
siendo ejemplo, y no venganza:
esta causa es del Senado,
a mí me toca esta
causa,
como a primer senador,
que el ser padre, no
embaraza
al ser juez, porque aunque son
dos acciones
tan contrarias,
mi sangre y mi obligación
sabrán
cumplir con entrambas,
dijo; y llegando a su hijo,
que al verle, se echó a sus plantas,
—122→
le arrancó
el laurel con una mano
y con otra la espada.
Coriolano,
sentenciado a destierro, hace causa común con los
sabinos, guía sus armas, viene sobre Roma, y la estrecha
hasta tal punto, que los romanos piden capitulación.
Su padre Aurelio, jefe del Senado, y que había sido
el primer voto para condenar a su hijo viene a ofrecer condiciones
de paz al rey de Sabinia.
AURELIO
Invicto rey: ¡mas qué miro!
CORIOLANO
Disimule lo que admiro.
AURELIO
Yo... cuándo...
sí...
CORIOLANO
¿Qué
te espantas
y turbas? Romano, dí,
¿a qué
has venido?
AURELIO
No
sé,
porque todo lo olvidé
en el punto
que te vi.
CORIOLANO
¿Pues qué es lo que has visto
en mí?
AURELIO
He visto en real teatro una
farsa
alegre o importuna,
adonde el discurso advierte
que
hizo los versos la suerte
y la traza la fortuna.
CORIOLANO
Pues a admirarte te obligue,
pero a enmudecerte no.
AURELIO
Por eso me admiro yo.
CORIOLANO
¿A qué
has venido? Prosigue.
AURELIO
No mi intento se castigue
en ti, que al rey vengo a hablar.
CORIOLANO
Pues yo
estoy en su lugar,
y con su poder estoy,
que general
suyo soy.
AURELIO
Pues escucha a mi pesar.
Roma, que
su heroica frente
corona la azul esfera,
en su juventud
primera
imagen es de una fuente,
—123→
cuya apacible corriente
junto al mar empezó a ver
la luz, sin llegar
a ser
espejo de su zafir,
pues acabó de vivir
adonde empezó a nacer.
Salud, Sabino, te envía,
y dice, que pues mayor
aplauso en un vencedor
es usar de bizarría,
que de tus piedades fía
la libertad suya, cuando
vencedor te está aclamando
pues en el marcial estruendo,
más que un ejército
hiriendo,
vence un héroe perdonando.
Y ya que
la deidad varía
de la gran fortuna está
tan de tu parte, será
desde hoy tu tributaria:
su república contraria,
unida desde hoy contigo
dos glorias te da, dos digo,
pues dos serán
soberanas,
si a un tiempo un amigo ganas,
y pierdes
un enemigo
CORIOLANO
Romano, aunque siempre ha sido
perdonar acción gloriosa,
también acción
generosa
es vengarse el ofendido:
dí a Roma,
que yo he venido
a destruirla, y que así,
no
espere piedad en mí,
porque no la he de tener
hasta verla perecer.
AURELIO
¿Eso me respondes?
CORIOLANO
Sí.
AURELIO
Bárbaro, que ya ha faltado
a mi paciencia
valor:
—124→
¿dónde está tu antiguo honor
de estas canas heredado?
CORIOLANO
¿Qué sé
yo? De él despojado
Roma, madrastra cruel,
me
envió: si Patricio fiel,
quieres saber dónde
está
mi honor, ella lo dirá,
pues que
se quedó con él.
CORIOLANO
Fácil es
satisfacella.
AURELIO
Quedose con la querella,
que
tendrá de ti mi honor,
con la nota de traidor,
tomando armas contra ella.
CORIOLANO
Fácil es
satisfacella.
AURELIO
¿Y habrá razón que
convenga
a quien sin honor se venga?
CORIOLANO
Sí,
pues me la facilita.
AURELIO
¿Qué?
CORIOLANO
Que
si ella me le quita
¿cómo quiere que le tenga?
fuera de que el que he ganado,
me basta a mi para
honor.
AURELIO
¿Quién te dio tanto rigor?
CORIOLANO
El padre que me ha engendrado:
padre, y juez en un estrado,
tal vez fue juez, padre no.
¿Qué mucho, pues
si él faltó
a ser padre por ser juez,
siendo juez, y hijo esta vez,
que falte a ser hijo yo?
AURELIO
Él procedió cuerdo y sabio
pues
ejerció la justicia
castigando una malicia.
CORIOLANO
Yo castigando un agravio.
AURELIO
Él con la pluma
y el labio
que lavó una afrenta piensa.
CORIOLANO
Yo lavo una infamia inmensa.
AURELIO
El con extremo que
hizo
una culpa satisfizo.
CORIOLANO
Yo
satisfago una ofensa.
AURELIO
¿Quién te ha dicho
que es valor
—125→
el ser uno vengativo?
CORIOLANO
Yo,
que hasta cobrarle, vivo
sin aquel perdido honor.
AURELIO
Si te arrojó por traidor
Roma, y vengarte apeteces,
doblada infamia padeces,
de que el mismo honor es
juez,
pues por lograrle una vez,
lo habrás perdido
dos veces.
CORIOLANO
Del real manto despojado,
el estoque
desceñido,
seco el laurel adquirido,
y roto
el bastón ganado:
todo, Romano, lo he hallado
en quien sobre Roma está
luego la infamia será
en quien honra solicita
por dársela a quien
la quita,
quitársela a quien la da.
Por la luz,
campaña pura,
que a cargo mi causa toma,
que hoy ha de ser la gran Roma
de sus hijos sepultura:
no ha de haber piedra segura
en sus altos muros, no;
y en viendo que ya acabó
su fábrica
peregrina,
por no quedarme otra ruina
lloraré
su ruina yo.
AURELIO
Duélete, de sus noblezas.
CORIOLANO
Nada mi agravio les debe.
AURELIO
Pues duélete
de la plebe.
CORIOLANO
No se movió a mis tristezas.
AURELIO
Duélete de sus bellezas.
CORIOLANO
A ellas
mayor parte alcanza
de que logre mi alabanza
y en
fin, pues que todos fueron
los que mi desdicha vieron
—126→
lloren todos mi venganza.
AURELIO
¿Qué no hay
piedad?
CORIOLANO
No
la esperes.
AURELIO
Mira que es Roma tu madre
mira
que yo soy tu padre.
CORIOLANO
Tú has dicho que
no lo eres;
si te creo, ¿qué me quieres?
AURELIO
¿No hay remedio?
CORIOLANO
No
se aguarde.
AURELIO
Aunque te aconsejes tarde,
mira,
o joven imprudente,
que ser con ira valiente,
no es
dejar de ser cobarde.
Coriolano manifiesta la misma inflexibilidad
a los demás que vienen a rogarle por Roma, y aun a
la misma Veturia, hasta que le enternecieron sus lágrimas.
En la lección siguiente hablaremos de los dramas
de Calderón en el género trágico, en
el cual sobresalió entre nuestros poetas dramáticos
quizá más que en otros.