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ArribaAbajoLuz

4.ª Semana de Diciembre de 1898. Núm. 11


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ArribaAbajo¿Qué es el arte?

Reservándonos hacer en el número próximo una exposición y algunas ligeras observaciones acerca de esta última y trascendental obra del gran filósofo y escritor, traducimos hoy los últimos párrafos de ella, en los que se compendia la discutidísima tesis del libro.

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Cartel de Job.

«No es el arte un placer, ni un recreo, ni una distracción. El arte es una cosa muy grande. Es un órgano vital de la humanidad que lleva las concepciones de la razón al dominio del sentimiento. En nuestros tiempos las ideas religiosas de los hombres tienen por centro la fraternidad universal y la felicidad que ha de resultar de la unión de todos. La verdadera ciencia debe enseñarnos las aplicaciones diferentes de este concepto que formamos sobre la vida, y el arte debe transmitir este concepto al dominio de nuestros sentimientos.

Así es que el arte tiene una misión inmensa: con la ayuda de la ciencia y dirigido por la religión, debe procurar que esta unión pacífica de los hombres (no obtenida hoy sino por medios exteriores como los tribunales, la vigilancia, la policía, etc.) pueda realizarse por el libre y satisfactorio consentimiento de todos. El arte debe destruir sobre el mundo el reinado de la violencia y del temor.

Es esta una tarea que solo él puede llevar a cabo.

El solo puede hacer que los sentimientos de amor y de fraternidad, hoy accesibles solamente á los mejores de entre nosotros, vengan a ser la manera de vivir general, constante é instintiva de todos los hombres. Insinuándonos con la ayuda de las imágenes los sentimientos de fraternidad y de amor puede el arte acostumbrarnos a estos sentimientos en la vida real; puede preparar el camino por el que en adelante marchará la vida, ayudada por la ciencia y la religión. Y uniendo á los hombres más distintos con sentimientos comunes, borrando las diferencias que los separan, el arte universal puede traernos la unión definitiva, haciendo ver, no con razonamientos sino con la vida misma la alegría de una unión universal a despecho de las barreras que levanta la vida.

El destino, pues, del arte en nuestra época es transportar del dominio de la razón al del sentimiento esta verdad: La felicidad humana está en la unión de todos los hombres. He aquí el solo arte que podrá fundar sobre las ruinas de nuestro régimen de temor y de violencia este reinado de Dios que nos parece á todos el objeto más alto de la vida humana.

Es muy posible que en lo porvenir nos traiga la ciencia otro ideal, que es el que entonces deberá realizar el arte, pero el destino de este en nuestros tiempos es claro y preciso. La misión del arte verdadero, del arte cristiano, consiste hoy en realizar la unión fraternal de los hombres.»

EL CONDE LEÓN TOLSTOI.



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ArribaAbajoLos rezagados


¿Veis el inmenso ejército que corre
ya escalando la cumbre, ya bajando
al insondable abismo? Abigarrada
muchedumbre lo forma de vivientes
que luchan por la Vida. Los primeros,
entonando canciones de victoria
van siguiendo a la virgen esperanza:
son aquellos que llevan en las venas
la sangre jóven cuyas olas suben
á regar con la savia de la vida
las flores irisadas del cerebro.
   Marcha después la multitud inmensa
de gentes fatigadas que no quieren
quedarse atrás ni abandonar las armas;
retaguardia infeliz de carne inútil.
   ¿No veis el capitán que vá delante
sobre su negro potro desbocado?
Blande la lanza, grita, se retuerce,
marcha al azar: le llaman el Deseo.
Ved su armadura pálida de oro
que brilla con la lumbre temblorosa
de una aurora invernal; ved la viviente
cimera de su casco: un blanco ibis
que con el largo pico despedaza
su propio pecho. ¡Vamos adelante!
Cruja el ronco tambor, hieran el tímpano
las notas del clarín. ¡Vamos marchando
mientras los piés ensangrentados puedan!
No quedemos en medio del camino
rendidos de fatiga, que es muy dura
la suerte de los pobres rezagados.
   No volvamos la vista; está la tierra
cubierta de cadáveres innobles,
despojos del ejército triunfante.
   Cuando la hueste innumerable pasa
y se pierde á lo lejos, quedan solos
los vencidos decrépitos, bañados
por la luz enfermiza de la luna.
   En sus pálidos labios desfallece
el mohín del hastío; están tendidos
con cierta criminal indiferencia,
y no escuchan el ruido de las armas
que empuñan los lejanos combatientes.
   En tanto de sus húmedas guaridas
van saliendo los lobos cautelosos,
hijos de las tinieblas y se acercan
á los cuerpos exánimes doblando
los lomos erizados. Resplandecen
con fosfórica lumbre sus pupilas
y crujen sus colmillos. Olfatean
con el viscoso hocico el rostro blanco
de los caídos. Y asustados huyen
perdiéndose en las sombras de la noche.

LUIS DE ZULUETA.




ArribaAbajoLa fé

Allá por la época en que los bárbaros del Norte, nuestros abuelos, invadieron esta bendita tierra, hubo en la tribu de los Hunos un Jefe llamado Chinserico, hombre sanguinario, salvaje y naturalmente muy querido de los suyos. Harto primitivo en sus costumbres gustaba de la carne cruda y de la sangre caliente de sus potros casi tanto como de los himnos altisonantes de los bardos de cabellera enmarañada, sin que le produjeran nauseas todas estas cosas; y se complacía también devotamente en los sacrificios humanos, viendo las muecas de las víctimas inmoladas á la mayor gloria de sus dioses. Pero se hastiaba muy pronto de estas inocentes bagatelas y volaba al combate, al frente de sus hombres, buscando los azares de la lucha con la misma interior satisfacción con que celebraba sus bodas, que eran por cierto muy frecuentes y regocijadas.

Con estas aficiones no es de estrañar el gran cariño que le tenían aquellos bárbaros. Pero, como ya entonces eran permitidas todas las opiniones que no se opusieran á la religión ni á las sanas costumbres, había un pobre hombre en la tribu que no juzgaba á su jefe con tanta benevolencia como los demás. Este descontentadizo que se llamaba Tulga era armero de oficio y murmuraba por lo bajo que el ilustre Chinserico le iba entreteniendo con excusas ingeniosas, sin que nunca le llegara el día de pagar una primorosa coraza, salida de las manos de Tulga y hecha á medida, con hierro de mucha novedad y según la última moda.

Estando las cosas en este punto, se trabó un descomunal combate entre los Hunos y otra tribu bárbara, muriendo en él heróicamente infinidad de guerreros, caballos y otros animales. Chinserico, que se había preparado para la batalla con repetidas libaciones del mejor vino que fabricaron los más sutiles coperos de su tiempo, tuvo la desgracia de rodar sobre el polvo en los instantes decisivos de la lucha y sucumbió bajo los cascos de su caballo favorito, cubriéndose de gloria imperecedera.

Pero después de la muerte empieza la verdadera vida, como decía el más filósofo de todo aquella legión de bárbaros; de modo que á Chinserico le hicieron los funerales que correspondían á tan grande héroe. Lo enterraron á la sombra de un árbol gigantesco, armando el cadáver de todas armas y cubriéndole el cuerpo con su famosísima coraza; hecho este último que contempló el armero Tulga con ojos empañados, sin duda por el dolor. Decidieron también inmolar sobre su tumba á todas las que en vida fueron sus esposas, pero ninguna mujer acudió al sacrificio, quedando así probada la castidad del héroe.

De allí en adelante celebraron cada año un banquete en su honor y sobre la tierra que encerraba sus restos los prohombres de la tribu, encomiando todos las virtudes de Chinserico con tanto calor que, andando el tiempo, le elevaron á la categoría de los dioses. Y como á la divinidad se le permiten muchas libertades, no faltaban devotos que juraban y perjuraban por las barbas de sus antepasados haber oído misteriosos rumores en el venerado sepulcro de Chinserico; otros, también muy fervorosos, afirmaban y no sin juramento que el antiguo jefe les hablaba bajo la tierra para revelarlos cosas de la otra vida y animarles á la práctica de la virtud; y como no faltaron videntes que dijeron haberlo visto cara á cara y rodeado de gloria, precisamente encaramado en las ramas del ya citado y muy corpulento árbol, convinieron todos llenos de fé, en acatar tales maravillas. Hubo, es cierto, algunos que discutían al principio estas apariciones, pero fueron tostados piadosamente y luego degollados para que fueran á convencerse por sus propios ojos de la verdad, lográndose por manera tan sencilla y eficaz la unidad de creencias religiosas.

El armero Tulga era de todos los creyentes el que daba muestras más constantes de su fé; cosa por cierto muy de admirar puesto que verídicos historiadores relatan de él un hecho poco edificante. Dícese que en la noche que siguió al entierro de Chinserico secó el pobre armero del fondo de la   —124→   tumba el cadáver con el mayor sigilo, y después de arrancarle la coraza primorosa y no pagada arrojó los restos del heroico jefe al fondo de un río que pasaba por allí. Y fué lo más pasmoso del caso que, á pesar de esta profanación, continuaron afirmando los devotos con solemnes juramentos, la veracidad indiscutible de los rumores, palabras y apariciones que se oían y veían sobre el sepulcro vacío del nuevo Dios. ¡Oh portentosos efectos de la fé, que trastorna los montes elevados y las inteligencias de los hombres!

Esto pasó en tierra de Hunos que eran hombres crédulos y salvajes, y se repite hoy en tierra de Hotros, gente no menos salvaje y crédula.

La fé tiene cosas incomprensibles, como repetía á menudo el bueno de Tulga, que murió en olor de santidad, honrado con la dignidad de Gran Sacerdote y dejando numerosa descendencia. Según algunos cronistas fué también venerado en los altares.

MARTIN ESPAÑA.

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Dibujo, de José Füller.




ArribaAbajoJuan Pablo Federico Richter

Es imposible en pocas líneas dar una idea exacta del carácter literario y de la figura originalísima de Juan Pablo. -Nació el 21 de Marzo, 1763, en la pequeña villa de Wonsiedel, en medio de las montañas de Fichtelberg.

Perteneció á la llamada entonces en Alemania escuela disidente que ilustraron Wieland, Jffland, Carlota de Kalb y el mismo Herder, en oposición á la escuela de Goethe, de quien tan entusiasta partidario había de mostrarse Schiller.

Juan Pablo, por su manera especialísima de entender la poesía, como por la forma completamente nueva de que supo revestir sus concepciones, merece el sobre-nombre de «Rey de lo subjetivo» con que, bien ingénuamente por cierto se gratifica él mismo en su obra filosófico-crítica «Introducción á la Estética.» -Es un espíritu sútil, caprichoso, fantástico, intangible y brillantísimo, que puede compararse con el rayo, como lo ha hecho alguno de sus biógrafos, no solo por lo que deslumbra, sino, principalmente, por su especial manera de serpentear sobre la realidad modificándola y descuartizándola y enrojeciéndola á su capricho. Es incoherente con la incoherencia de los iluminados y obscuro, á veces, con la obscuridad de las sibilas.

La característica de su génio es el humorismo: un humorismo de enfant terrible, sencillísimo por lo espontáneo y natural, pero corrosivo y profundo, por la enorme suma de componentes humanos que entraña. Nada tiene Richter del chiste obsceno de Rabelais, ni de las impertinencias aristocráticas á lo Byron, ni de las delicadezas nerviosas y femeninas á lo Musset. Heine únicamente puede comparársele, pero sin que sea por eso acertada la comparación: Heine resulta más artista, menos desinteresado, menos espontáneo dentro de su humorismo; Heine es solapado como un bandido de ciudad rica; Juan Pablo es noble pero brutal como un león de los desiertos. Me hacen los escritos de Richter el efecto de que pertenecen á un autor que desconoce la lengua en que está hablando y no se dá cuenta de las atrocidades con que os aplasta y vapulea. Su fecundidad ha sido asombrosa. Sus obras forman sesenta volúmenes y, escepto en verso, ha hecho poesía en todas las formas imaginables. «Titán» es la menor de sus novelas y la obra capital entre todas las suyas. El poeta deja entrever que ha querido condensar en esa novela toda la moderna civilización, que como los titanes ansía escalar el cielo y destronar á Dios. Entre sus obras, puramente poéticas, de las que en este número damos una ligera muestra á nuestros lectores, sobresale la «Luna,» narración sencillísima, exuberante de poesía y que llena los ojos de lágrimas serenas.

Su única obra filosófica es la llamada «Introducción á la Estética» donde hace un perfecto estudio de la poesía griega ó clásica, de la cristiana ó romántica y finalmente de la moderna ó humorística. Esta última parte es la verdaderamente original en su obra y no hacemos hincapié en ella, por existir, aunque poco recomendable, una traducción castellana.

Es natural que no pretendemos con estas ligerísimas notas, ni con los imperfectos EXTRACTOS que á continuación hacemos de alguna obra de Richter, darlo á conocer por completo á nuestros lectores. -Nuestra pretensión única es llamar su atención sobre un autor que perteneciendo al siglo dieciocho, resulta todavía desconocido y nuevo y obscuro para los españoles del siglo veinte.



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ArribaAbajoUn sueño

Cuando, en la infancia, se nos dice que, hácia la media noche, á la hora en que el sueño pasa tan cerca de nuestras almas, las imágenes se hacen más siniestras, los muertos se levantan y, en las iglesias solitarias, remedan las prácticas de los vivos, entonces, la muerte nos espanta á causa de los muertos. Cuando la obscuridad se acerca, apartamos nuestras miradas de la iglesia y de los negros ventanales; los terrores de la infancia más bien que sus placeres, vuelven á tomar sus alas para trazar círculos entorno nuestro durante la ligera noche del alma agonizante. ¡Oh! Pero no extingais esas chispas instantáneas; dejadnos nuestros sueños, aún los más sombríos. Todos ellos son dulces, comparados con nuestra existencia actual; porque nos conducen á aquella edad en que el torrente de nuestra vida reflejaba todavía el Cielo.

Durante una tarde de verano, estaba yo tendido sobre la pequeña cumbre de una colina y me dormí, soñando que me despertaba en medio de la noche de un cementerio. Marcaba el reloj las once. Todas las tumbas estaban entreabiertas y las puertas de hierro de la Iglesia, agitadas por una mano invisible, se abrían y se cerraban con estrépito. Veía sobre los muros sombras que se disipaban y que no eran proyectadas por cuerpo alguno: otras lívidas se elevaban sobre los aires y en los sepulcros dormían los niños solamente. Por todo el cielo aquel se iba dilatando como una nube gris, pesada, sofocante que un fantasma gigantesco arrollaba y acumulaba á grandes pliegues. Y sobre mi cabeza rodaba el rumor lejano de aludes desprendidos y bajo mis plantas se iniciaba la primera conmoción de un vasto terremoto. Temblaba toda la Iglesia y desgarraban el aire espantosos aullidos que vanamente buscaban un acuerdo. Algunos pálidos reflejos se encendían á intérvalos. Y, sintiéndome invadido del terror, quise buscar un asilo en el templo: pero dos encendidos basiliscos relampagueaban á sus puertas.

Entonces fuí avanzando entre la turba de aquellas sombras, sobre las que estaba impreso el sello de los viejos siglos y ví que todas ellas se agrupaban al rededor de un altar y que su pecho respiraba y se agitaba con violencia; un muerto solamente, que acababan de enterrar en la misma iglesia, reposada bajo su sepulcro; todavía no se notaba palpitación alguno en sus entrañas y un sueño de bienaventurado dibujaba una sonrisa sobre su rostro; pero, al aproximársele un vivo, se despertó, dejó de sonreír y entreabrió, con un esfuerzo penoso, sus amodorrados párpados, sus cuencas estaban vacías y en el lugar del corazón, se abría una profunda herida; levantó el triste las manos y las juntó para rezar, pero sus brazos se estiraron, se separaron del cuerpo y sus manos juntas cayeron sobre el suelo.

Bajo la bóveda de la iglesia irradiaba el cuadrante de la eternidad; no se veían allí ni cifras ni aguja, pero una mano negra daba con lentitud la vuelta y los muertos se esforzaban por leer aquel tiempo apenas señalado.

Entonces descendió de lo alto, sobre el altar, una figura resplandeciente, noble, elevada, y que parecía consumida de un dolor intenso: y los muertos gritaron: -¡Oh, Cristo! ¿Por ventura Dios no existe? Y él respondió: -No existe.- Todas las tumbas se pusieron á temblar con violencia, mientras Cristo continuaba así: -Yo he recorrido los mundos y me he levantado por encima de los soles y allí tampoco existe Dios: yo he descendido hasta los últimos límites del universo, he sondeado el abismo y he gritado ¡Padre! ¿Dónde estás? -Pero únicamente he oído la lluvia que cae allí gota á gota y únicamente me ha respondido la eterna tempestad que ningún orden rige. Elevando enseguida los ojos á los cielos, solamente pude ver una órbita vacía, negra y sin fondo. La eternidad reposaba sobre el caos y se lo tragaba; y se iba devorando ella misma lentamente. ¡Redoblad vuestras amargas y desgarradoras quejas, que agudos aullidos desvanezcan las tinieblas, porque la vida se nos vá!

Las desoladas sombras se desvanecieron como el vapor blanquecino que condensa el hielo; la Iglesia iba á quedar desierta; pero, de repente ¡horrendo cuadro! los pobrecitos niños muertos, que acababan de despertarse, acudieron y se prosternaron ante la figura magestuosa del que estaba en el altar, y dijeron: -¡Jesús! ¿acaso no tenemos padre?- Y él respondió, entre un torrente de lágrimas: -No, hijos míos, no. ¡Todos somos huérfanos! Ni vosotros, ni yo tenemos padre.- A estas palabras, el templo y los niños se abismaron, mientras todo el edificio del mundo se deshacía en su inmensidad delante de mí.




ArribaAbajoPensamientos nocturnos


DEL COMADRÓN VIERNEISSEL, SOBRE
LA PÉRDIDA DE SUS ILUSIONES CUANDO
ERA TODAVÍA FETO, Y SOBRE SU PENA POR
HABER LLEGADO Á SER UN HOMBRE SOLAMENTE.

¡Oh, vosotros, nobles jóvenes! -Vuestros sueños de un porvenir ideal dan por resultado único el enorme bostezo del Presente: llorad conmigo, enjugaos con mi pañuelo, que también yo he perdido mis ilusiones: las que me hacía cuando era feto, antes de despertar de aquel largo sueño,   —126→   el más hermoso de los míos. -Pensad ¡oh, vosotras, amables jóvenes, que aquellas ilusiones estaban lógicamente fundadas; leed en estas breves líneas lo que ha sido un feto y os extrañaréis como yo de que un feto llegue á ser -á lo más- un escribano, un vasallo, un padre confesor ó su penitente, un cirujano militar, un barbero, un jefe de escuadrón, un gran-maestre de la Orden Teutónica, un gran cazador, un carretero, un gentil hombre, un mozo de café, para abreviar, en todo caso, un hombre.

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Ex libris.

¡Oh! ¡Cuán diferentes de todo esto son las ideas de un punctum saliens, de un embrión, de un feto! -Apenas contaba yo doce horas de vida y ya de la nada dudosa en que yacía, me había transformado en una enorme cabeza, pero sin ningún estúpido aditamento de cuerpo. -Era yo entonces todo cabeza; y era, como se dice de la eternidad, redondo por completo. ¡Me parece que esto daba en qué pensar para el porvenir!

Pasaron algunos días y al lado de la cabeza sentó plaza un corazón sólido. -He aquí pues, que si cabeza y corazón seguían corriendo como al principio llegaría yo á ser un compuesto de enciclopedista de madona, un doble corazón de Argos y de Angel ó algo mil veces más grande todavía.

-Hoy mi grande medida de reclutamiento es de 4 pies y medio.- Ahora recuerdo con melancolía como allá, en lo profundo, mi morada se dilataba rápidamente conmigo. Porque habitaba durante el primer mes un huevo de curruca y durante el tercero un huevo de avestruz. Por consiguiente (si un feto quiere pensar) debe meterse forzosamente en la cabeza que con el tiempo será su vida un viaje de placer por quintas de recreo, que estas quintas de recreo que se dilatarán en castillos aéreos, que de los castillos aéreos pasará á la gruta de Becken, ó á la de la Reina Dido, ó á la de Rosenmuller, ó á la de Montesinos y que, creciendo siempre su morada, acabará, como un alma universal, por hinchar el mismo huevo de Orfeo del mundo; error este tan perdonable como muchos otros. Y, contando siempre con un progreso creciente, imaginábame que llegaría á ser, en cuanto al cuerpo, algo como el tonel de Heidelberg, ó como la campana de Erfurth y, en cuanto al espíritu, un sol esclareciendo el día de los muertos, ó una vía láctea, viviente por la noche.

Tenía, además, como ya lo he dicho, otras esperanzas y las más elevadas, sobre todo, acerca de la vida terrestre. ¿Pero cómo no tenerlas?

Un feto, por ejemplo yo ó el lector, que habita en un medio templado y sano; que recibe su comida como un mendigo de pueblo, del lugar en que ha nacido; que toma parte activa en todas las alegrías de su país maternal; que está rodeado de amor en el sentido más estricto de la frase; que goza de una ante primavera floreciente, justamente en la edad inconsiderada y más vigorosa de la vida; un feto, digo, en estas condiciones, es imposible que, ni por soñación, adivine las vejaciones y nimiedades de la existencia terrestre. Está, por el contrario, en un terreno falso y toma por un canto celeste el hueco violoncello de la vida. Viéndose cuando apenas tiene nueve meses provisto de cuando cinco sentidos se pone á pensar en las docenas de sentidos perfectísimos con que habrán de adornarle los ciento ochenta meses futuros. -¿Qué no espera de la afección mútua, en su próxima vida, cuando esté unido á millares de almas por algún lazo algo más inteligente que su actual cordón umbilical?

¿Qué no espera de la instrucción, de los discursos, de las innumerables lecturas, de los conciertos, de los cursos (de filosofía) de Zenon, del buen fondo clásico, cuando logre dejar la oscura gruta de Delfos en que ahora vejeta?

Si ya, a pesar de ser únicamente un débil punctum saliens, se encuentra en posesión de una madre un billón de veces más fuerte que él, cuando haya brotado al exterior, deberá pertenecer á un tronco todavía más robusto que ella llegará á ser un fenómeno de impulso vigoroso de la humanidad, el mástil de un gran bajel de guerra.

Ahora bien: una vez en el mundo (según todos los anatomistas y Martini) son únicamente los miembros inferiores los que creen y esto solo hasta la edad de 21 años. -En cuanto el desarrollo moral, tengo verdadera vergüenza de analizarlo.

¡Oh! ¡De qué beatitud inmensa ha gozado durante nueve meses tan solo, cada lector feto, cuando era un cándido profeso y había tomado el velo en ese cláustro!

En esta Iglesia primitiva ¿ha conocido alguno de mis lectores las faltas de fé conyugal, ó de la palabra? ¿Ha conocido la calumnia, el crimen, la desgracia? -Todo esto llega solamente, cuando abandonamos nuestro cláustro, al aire libre, donde, como en Amsterdam, la plata blanca y pura te ennegrece rápidamente.

(Traducción de E. MARQUINA Y LUIS DE ZULUETA).

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ArribaAbajoNavidad


¡Nacer! Quiero nacer
como el rubio Jesús de los cristianos;
en medio del Invierno
sobre la nieve estéril de los campos.
   ¡Nacer! Quiero nacer
entre los bueyes; de mirar pacífico,
que viven satisfechos
rumiando, en calma, los pasados siglos.
   ¡Nacer! Quiero nacer
bajo el aliento de los viejos asnos,
con sonrisas de niño,
con resplandor profético en los labios.
   ¡Nacer! Quiero nacer
rompiendo las tinieblas de la noche
con la estrella de gracia
que ilumina á los tímidos pastores.
   ¡Nacer! Quiero nacer
porque deseo que apremiados vengan
á doblar ante mi su frente calva
los ridículos reyes de la tierra.
   ¡Nacer! ¡Quiero nacer
porque estoy en el seno de la muerte,
porque el Mundo dormita y sobre el Mundo
las profecías se renuevan siempre!

E. MARQUINA.




ArribaAbajoSobre las novelas

Un síntoma novísimo en la literatura contemporánea y ya notado por algunos críticos extranjeros, es la tendencia á desaparecer que presentan las novelas como género literario.-

Desde Balzac á nuestros días la novela no ha adelantado un paso. Es, como entonces, una copia de las costumbres en boga, hecha con más ó menos arte. Las tentativas de la novela-documento, ideada por Zola se han estrellado en el vacío, habiéndole sido infieles al gran maestro de Medan sus discípulos más decididos. -Bourget se ha perdido en refinamientos psicológicos de boudoir que enervan, sin entretener. -Hurpmans es un místico, más ó menos auténtico. -Maupassant murió loco y tampoco llevaba camino de crear nada duradero. -Loti, más que novelas hace caprichos deliciosos que únicamente pueden satisfacer á los lectores d'elite y en general los noveladores franceses, que tomo como tipo, por ser hoy París el centro autonomásico de la novela, ó escriben documentos naturalistas ó novelas que no lo parecen, ni lo son. Los primeros cansan y aburren, además de aparecer sáfios y rudamente burgueses; los segundos, con más esprit, con verdadero talento poético en ocasiones, crean obras desequilibradas, llenas de inquietudes nerviosas, con anhelos nuevos, con aleteos de águila prisionera en jaula estrecha. -Estos, en mi concepto, señalan sin darse cuenta ellos mismos, el nuevo camino, la tendencia vagamente presentida. -La novela acaba para hacer lugar al Poema, más hondo y más libre, más amigo de refinamientos y psicologías, menos carnal, menos antipático y paisano; en una palabra, más en harmonía con el verdadero espíritu de nuestros tiempos. Los problemas nuevos y las ideas que por ser de unos cuantos escogidos, no pueden bajar al mercado bullanguero y popular de la novela, tienen su molde artístico y su natural asilo en el poema, hasta ahora descuidado y casi en olvido.-

Nos disgustan las novelas porque han dado ya de sí cuanto podían dar. Además su facilidad aparente las pone en manos que jamás debieran tomar la pluma y el género se ha hecho acanallado, sucio y turbulento como un charco de agua en el que bailan, á sus anchas, las pilluelas.

Es imposible, con el poquísimo espacio de que disponemos, dar consistencia y carácter profundo á estos apuntes ligerísimos.

Nos limitamos á señalar una tendencia, con deseo de que nuestras predicciones resulten confirmadas.

Dejemos á las buenas gentes las lágrimas del folletín diario, y hagamos nosotros arte, condensando en poemas verdaderos, artísticamente cuidados y cincelados, las ideas que cruzan como relámpagos, el aire viciado de nuestros tiempos.

ANGEL CUERVO.




ArribaAbajoNuevas

Barcelona es una ciudad eminentemente culta. -Esto no impide que las verdaderas manifestaciones de arte v. g., la exposición Nonell, se hagan como en el vacío. Los intencionadísimos dibujos de nuestro apreciado compañero bostezan de soledad y aburrimiento. No hay un buen burgués que se acerque á verlos.

Y eso que á cualquiera le es agradable, contemplarse un momentito en el espejo.

Uno de los escaparates de la Confitería de Llibre está hecho una monada de cestitos y figuras de porcelana. Nuestros distinguidísimos paseantes se empujan todas las tardes por llegar á verlo. -Y no se cansan nunca de admirarlo y ponderar el gusto exquisito que revela todo aquello.

Ha entrado á formar parte de la redacción de este periódico, nuestro querido amigo D. José Guardiola.



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ArribaAbajoEspaña negra

Por Emile Verhaeren


Traducción é ilustraciones de Dario de Regoyos

(Continuación)

III.-IMPRESIONES DE VERANO EN GUIPÚZCOA.

Si la pluma de un pintor pudiera ir con la del gran poeta flamenco describiría la vida que hacíamos en San Sebastián, huyendo del paseo y de los bailes del casino que no eran para nuestros gustos; esplicando detalladamente nuestras conversaciones y correrías por los pueblecillos vascongados; pero ¿cómo no meter la pata en literatura? Limitémonos á las sensaciones de pintor aunque se vea en ellas un estilo pobre de pluma torpe.

El objeto es seguir los progresos de la visión tétrica que nuestro artista se formó sobre España y que si algunas veces la encontraran exagerada no deja de encerrar mucha verdad, sobre todo el capítulo titulado España Negra que es su último artículo enviado á «l'Art Moderne» hablando de la funeraria, del Museo del Prado y del sitio de El Escorial.

Aquel me decidió á reunir todas sus notas sobre España, pero es preciso antes esplicar el viaje que motivó dicho artículo.

Diré que el belga era el mejor hombre para sacudir del embrutecimiento que da la vida de provincia, obligando á uno a visitar hasta las sidrerías para conocer sus impresiones.

El baile de los domingos en la playa llamada de El Antiguo debiendo ser vulgar para el que lo vé muy a menudo me parecía sensación nueva por las observaciones del hombre que viene de Flandes y compara los bailes sensuales de sus paisanos en las Kermesses flamencas con la sencillez de las donostiarras bailando sin hombres, que eso sí que causaría risa en Flandes; sobre todo la seriedad de las mujeres, la distancia de las parejas sin tocarse y sus movimientos discretos de brazos era lo que á él más le estrañaba.

Si la línea alegre es en pintura la que tiende á subir y la triste la que cae ó va hácia abajo, en estos bailes vascongados se puede decir que hay más líneas tristes que alegres en las formadas por los brazos en movimiento. Y por esa falta de alegría tenía que gustarle al hombre de ideas algo tristes.

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Pescadores de sardinas.

Cuando la sombra de los montes se iba estendiendo y que el último rayo alumbraba aún en el castillo de la Mota iba á empezar la hora interesante de harmonías pictóricas sin crudezas; entonces nos instalábamos se puede decir para escribir los dos, pues el pintor á esa hora hermosa tiene la desgracia de no poder utilizar una sesión larga de pintura por lo poco que dura la luz; y siendo así ¿cómo ha de trabajar sino escribiendo notas de aquel efecto que se va?

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Mirábamos girar los sayas y moverse las cabezas, los moños por encima de la línea del mar y los tamborileros, flaco el uno como con hambre de tragarse el silbo, y gordo el otro redoblando hasta que llegaba la noche.

Nuestros paseos en S. Sebastián eran casi siempre por el lado del mar. Si dominábamos éste desde el castillo de la Mota por la tarde, veíamos el regreso de las lanchas de pesca; mirando hácia Francia eran las velas de diferentes blancos según la distancia y dispuestas en escala como notas de música, las lejanas de un blanco sucio y fundidas con el gran azul; las más cercanas de blancura planchada como inmensos cisnes de Lohengrin, pero dominadas por otro blanco aún más potente, el de las olas rompiéndose bajo en las rocas y espumando entre el verde vidrioso del agua su complementario de nieve rosa.

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Peregrinación en Cabo Machichaco.

Mirando á Vizcaya todo cambiaba, el crepúsculo reflejándose brutamente en el mar convertía la línea obscura de horizonte en campo de ajenjo cortado por los montes de Machichaco y la gran masa azul en reluciente chillería impintable de luces metálicas. Los barcos también cambiaban de color y las velas que antes eran claras se convertían ahora en siluetas negras entrando en el agua reluciente á contraluz.

Seguíamos con los ojos desde la tierra los lanchones para ver la llegada del pescado bajando al muelle donde un artista nunca se aburre; allí hay marinas que vistas al través de las redes puestas á secar forman telones estraños como cuadros de pintura pointillée ó puntista. Entre todos las distracciones se va uno principalmante á los pescadores que vienen en sus lanchas dominando la masa de sardina como cargamento de plata, á las mujeres que esperan sus hombres de mar y á otras mil faenas de marineros con las cuales se puede hacer un arte de puertos con asuntos muy variados.

Así esperando que la sarten de Madrid no achicharrara para ir á estudiar el museo del Prado, las escursiones por Guipúzcoa se repetían.

Del San Juan Bautista de Tolosa pasamos al San Juan Degollado en el cabo de Machichaco, fiesta muy curiosa en una isla llamada Gaztelugache separada de aquel cabo por un puente. En lo alto de la peña hay una ermita donde todos los años hacen una peregrinación mezcla de religiosa y divertida.

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La parte divertida está en el lado de Machichaco, viéndose de allí el peñón de los fieles en conjunto; una reunión de gente lo cubre formando un sendero de grandes revueltas que termina en la ermita. Si esta gente se moviera podría hacerse la comparación tan conocida de hormigueo y camino de hormigas; pero son puntos quietos y muy negros; son mujeres arrodilladas con mantillas que parece que rezan. Nos dijeron que se arrastraban de rodillas á paso de tortuga por aquel penoso calvario, pero desde allí no lo creimos pareciéndonos que estaban quietas. La gente que no es devota se queda en esta romería del cabo y se pone bueno el cuerpo de comilona y bailoteo debajo de los grandes castaños, durando la fiesta hasta la noche que bajan á Bermeo ó Báquio bailando siempre y bebiendo chacolí.

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La parte religiosa y triste se encuentra en las mujeres que suben á la isla; el martirio de esta ascensión no se comprende hasta verlo de cerca; algunas van vestidas con el hábito que dá á las españolas el caracter de penitentes; los niños de negro ó morado con la fúnebre harmonía de coronas amarillas en la cabeza cumplen también las promesas de sus madres. Entónces el que va allí como curioso vé el contraste de aquellos tristes que se martirizan con los que se emborrachan en la romería y aún para el que no es creyente los arrodillados resultan admirables.

Esta fiesta era bastante para dar la visión de una España Negra en que la alegría vá mezclada con la penitencia; se diría que era rebuscada y fuera de lo ordinario, pero estaba de Dios que sin querer nosotros la escena de nuestro país se había de arreglar á cada paso de una manera trágica y á favor de Verhaeren.

Una noche paseando por el boulevard de S. Sebastián vino á sorprendernos allí un Viático y como es natural en España la banda dejó una sinfonía de Beethoven por la marcha real española; todas las mujeres en gran toilette cesaron de dar vueltas á la «noria» (así llamada por su rutinario modo de pasear) y se arrodillaron, como también los hombres. Entonces el poeta aunque ya había visto el Viático en España quedó más asombrado, su emoción fué grandísima; siguió la procesión y metiéndose entre los que llevaban los cirios exclamaba:

«¿Cómo tienen tanto poder esa campanillita y esas velas encendidas? En mi país se lleva el Bon Dieu en el bolsillo sin que lo sepa la gente». En su cerebro bullía más la España severa que él se había forjado.

(Continuará).




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Por habernos faltado espacio en este número, continuaremos en el que viene las traducciones de Juan Pablo Richter.

El salón Parés sigue protegiendo á la inocencia artística por lo menos.

No recordamos quién, expone esta semana en el salón del protector susodicho una Plaza de Toros, que está pidiendo el limbo para su autor.

Urgell exhibe su llanura (números 1385 y 1386) y á su lado Graner nos dá la edición 57 y 58 de sus niñas con faroles de papel.

Encanta la tranquilidad de nuestros artistas.



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ArribaAbajoPrestesa



Quant cau el llamp encés en roja flama
no espera a fer el mal p'el endemá,
el pi que al seu contacte ruent s'inflama
no espera un altre dia per cremá.

Quant surt el sol escampa sa llum bella,
quant la flor s'obre escampa son olor,
quant ve la nit lluéix la blanca estrella,
cau la fulla al vindre la tardor.

En el himne eternal de la natura
tot entona sa nota en son instant;
tan solament l'humana criatura
son pensament va sempre retardant.

I molt de quant germina dins sa pensa,
molts dels somnis sublims de Llibertat,
de Justicia, de Amor, de Ditza la mensa,
fineixen al breçol 'hont fóren nats.

Tot obra de moment, la derrera hora
se presenta la Mort sempre al humá,
i sens fer cas dels prechs am que l'implora
sa tasca no deix mai p'el endemá.

JOSEPH ALADERN.

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