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ArribaAbajoLuz

Año I. Barcelona 15 de Diciembre de 1897. Núm. 3


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ArribaAbajoAdrián Gual

Cuando vimos el cartel que anunciaba la próxima publicación del Nocturn, nos preguntamos: ¿quién conoce á Gual? Hoy que Gual se ha demostrado, se ha impuesto con sus obras, preguntamos: ¿quién no conoce á Gual?

Grandes alientos se necesitaban para dar al público el Nocturn, esta obra llena de innovaciones, hija de tendencias desconocidas entonces, obra que cambia enteramente el modo de ser del teatro actual, separándose de la rutina, del amaneramiento en que le ha sumido una generación de escritores que, en su afán de arrancar aplausos del público, no han procurado identificar á éste con el modo de pensar del autor, sino que se han identificado ellos con el pensamiento de un público sin ideas, sin sentimientos. A Gual le sobraban estos alientos, y lo demostró cuando, sin el apoyo de nadie, lanzó en medio de una sociedad acostumbrada á las obras de molde, un drama nuevo, un drama que lleva involucrada en él la esperanza de un cambio radical en las ya gastadas teorías escénicas. Los efectos del Nocturn no son hijos de la pasión, sino de un sentimiento y más aún de un sentimiento espiritual. En fin, el Nocturn no necesita elogios; basta leerlo una sola vez para identificarse con él.

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ADRIÁN GUAL

No será esta la última vez que hablemos de Gual; pronto, muy pronto dedicaremos nuestras humildes columnas á estudiar el último drama que ha escrito, el Silenci, cuya representación próximamente se efectuará en uno de nuestros teatros, y de la que tendremos al corriente á nuestros lectores. No paran ahí sus esfuerzos; tiempo hace que trabaja con infatigable celo en la organización de un teatro íntimo, donde dará á conocer sus obras y las de artistas extranjeros que la mayoría del público sólo conoce de nombre; pero que el público ilustrado estudia y aplaude al mismo tiempo. Dios quiera que sea un hecho la creación de este teatro íntimo; no dudamos que habiéndoselo propuesto Gual, la lleve á cabo, máxime contando con el apoyo decidido de la mayoría de los artistas catalanes. La empresa del Teatro Principal tiene en estudio Blancafort, cansó popular armonisade per la escena, y dentro de poco podremos apreciar las bellezas que indudablemente contiene. Otros planes teatrales y literarios tiene; pero acerca de ellos se nos mostró muy reservado, dejándonos no obstante entrever que éstos dependen del éxito que obtenga en la organización de su teatro íntimo.

Gual en pintura es firma ya muy conocida. Como cartelista, reune condiciones difíciles de encontrar en los que á este género se dedican, á pesar de luchar contra la rutina que también existe en el arte. En el primer concurso de carteles de Bellas Artes obtuvo un accesit, y ahora últimamente presentó el cartel que tenemos el gusto de reproducir, que á pesar de tener de su parte la opinión general, no fué premiado.

Concluiremos estas cortas líneas, que sólo han servido para acompañar la poesía inédita Flors, diciendo que hemos puesto en Gual nuestras más hermosas esperanzas, las de crear en Cataluña un arte completamente deslindado de las tendencias hasta ahora conocidas; Gual nos lleva la esperanza de hacer comprender que Cataluña siente, y en su modo de sentir, no se amolda á ninguna escuela. -J. M. R.




ArribaAbajoFlors

(INEDIT)



Totas las flors qu'he vist aquet matí
totas m'han semblat tristas;
el jorn naixia hermòs quant las he vistas,
peró... m'han semblat tristas
totas las flors qu'he vist aquet matí.  5
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   De promte, una ventada
ha dut una grisenca nuvolada
al poch rato ha plogut
y las flors m'ha semblat qu'han somrigut,
y com somrients las creya  10
sota un cel emplujat
sens darmen comte, jo també somreya,
y al sentirmho, he plorat.

ADRIÁ GUAL




ArribaAbajo¡Ilusión!

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I

Llegó el día de mi partida, y triste y abatido por el dolor, fui á despedirme de mi Luisa. Me esperaba en la ventana, y al verme, corrió á mis brazos, y un sollozo, expresión de su dolor, salió de su pecho.

¡Dios mío que día aquel! ¡aun palpita mi corazón al recordar lo que sufrí aquellos instantes!

-Enrique, -balbuceó en mi oído,- quédate, no te vayas.

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Adrián Gual.-CARTEL ARTÍSTICO

¡Y había en sus ojos negros y melancólicos tanta súplica y tanta tristeza, que tentado estuve de quedarme y despreciar aquel porvenir que se me ofrecía allende los mares.

Pero pronto vino la reflexión. ¿Acaso podría unirme con Luisa, si me quedaba? Sin recursos los dos, ¿qué sería. de nosotros?...

En mi partida estaba nuestra dicha, y cuatro años de ausencia eran el prólogo de nuestra felicidad.

Pero como Luisa no reflexionaba, no se le ocurrió todo esto.

-¡Quédate, quédate Enrique mío! -repetía á cada instante.- ¡Cuatro años sin verte! ¿Qué será de tu Luisa durante tan larga ausencia? Tú ya no me quieres, Enrique... ¡Si partes, es porque no me amas!...

-¿Que no te amo? -repuse.- ¿Pues por quién dejo quizás para siempre estos lugares tan queridos, que guardan los más hermosos recuerdos de mi vida?...

Llegó el momento supremo. Cogida de mi brazo, quiso acompañarme hasta la puerta de la calle, donde aguardaba impaciente el caballo que debía conducirme al puerto inmediato.

-¡Oye! -dijo de pronto.- Quiero que vayas á despedirte de mi jardín.

Era una tarde nebulosa y fría del mes de Abril. Aquel jardín tan alegre y que guardaba para mí tan dulces encantos, me pareció triste como la muerte.

Nada se oía, y aquel silencio tan en armonía con mi corazón, me aterraba. De cuando en cuando el viento azotaba los árboles y las hermosas clavellinas, y cual si sollozase, zumbaba en mis oídos.

Luisa ya no lloraba. Abatida por el dolor, estaba pálida y temblorosa.

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-¿Me olvidarás? -dijo, cuando me disponía á separarme de ella.

-Bien sabes tú que es imposible.

-Pues, adiós, y... ¡hasta la vuelta!...

Entonces, apenas recuerdo lo que pasó. Echó sus brazos á mi cuello, acercando sus labios de grana, me besó en la boca.

Yo huí corriendo, pues temí, con fundada razón, que el valor me abandonara y cambiara de resolución.

II

Mi caballo galopaba, y en su vertiginosa carrera me alejaba de aquellos valles tan queridos.

Yo lo hostigaba, porque necesitaba huir.

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Adrián Gual.-CARTEL ARTÍSTICO

Nada veía; sólo sentía bullir en mi cerebro una tempestad de ideas; sólo sentía en mis labios el fuego ardiente de los suyos.

-¡Qué beso aquel! Me estremezco de placer y de emoción al recordarlo.

Llegué á la ciudad y me trasladé inmediatamente al buque que debía conducirme á Chile, y una vez encerrado en mi camarote, dí rienda suelta á mi imaginación calenturienta y exaltada.

No sé cuánto tiempo permanecí agobiado por el pesar; pero sintiendo la necesidad de respirar el aire libre, subí á cubierta al tiempo que el hermoso trasatlántico levaba anclas.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

¡Adiós, patria querida! ¡adiós, mujer á quien adoro! ¡adiós, padres míos!... ¿volveré?

¡Adiós, hermosa aldea donde pasé los albores de mi juventud, donde conocí á mi amada, donde mi corazón sintió los más dulces encantos!... ¡Quizás no volveré á verte!

¡Quizás encontraré mi tumba en tierras desconocidas, lejos de mi patria, donde las campanas de la iglesia de mi pueblo no podrán despedirme...

Todos estos pensamientos cruzaron por mi cerebro al tiempo que, apoyado en la barandilla del buque, miraba como nos alejábamos lentamente del puerto y de los lugares en que se había quedado mi corazón.

III

¡Cuatro años! Habían pasado por fin y volvía á mi pueblo, después de haber recogido una regular fortuna á costa de mucho trabajo y de muchas privaciones.

Mi caballo galopaba, y yo le hostigaba aún más; pero no para huir cual la otra vez, sino para verla, para decirle: «Luisa, cumplí mi promesa; puedes ser mi esposa.»

Respiraba el ambiente de mi aldea, y la ligera brisa que soplaba, parecía murmurar á mi oído: «Luisa te espera; corre, corre que allí encontrarás la felicidad.»

El beso aquel que estampó en mis labios el día de mi partida, parecíame sentirlo, y me estremecía de emoción y de dicha.

Llegué. Mis padres corrieron á mí, y me estrecharon sobre su corazón.

-Y Luisa; ¿dónde está Luisa? -pregunté anhelante.- ¿Acaso no sabe mi vuelta?

Pero no me contestaron, y yo interpreté mal aquel silencio.

-¿Es que ha muerto?...

-Entonces mi padre me tomó de la mano, y me dijo, casi llorando:

-Luisa vive; pero para tí ha muerto. Hace ocho días que abandonó á su madre y huyó seducida por el médico del pueblo.

No pude contestar. Aquello era demasiado. Toda la sangre afluyó á mi cabeza, y caí desvanecido al suelo.

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IV

Vanas fueron las súplicas de mis padres. A los pocos días me despedí de ellos y volví á embarcarme otra vez para el nuevo continente, en busca, si no del olvido, del bálsamo que cicatrizara algo la profunda herida que aquella mujer perjura abrió en mi corazón.

Ya no me parecieron tan tristes las inmensas pampas de Chile; aquella vegetación rica y exuberante devolvió algo la tranquilidad á mi espíritu.

Poco á poco, un desprecio profundo fui sintiendo por aquella mujer que robó los más hermosos días de mi juventud.

¡Un rayo de esperanza apareció ante mis ojos!...

¿Amaré otra vez?... ¡Quién sabe! El corazón es manantial de amor inagotable...

FERNANDO SÁNCHEZ PASO




ArribaAbajoLucha entre dos soles

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Adrián Gual.-CARTEL ARTÍSTICO


En un día de espléndido verano
en que brillaba el sol de un modo tal,
que á ningún sér humano era posible
sus rayos cara á cara contemplar,
   Me hallaba yo en el campo, al lado miso
de una niña de rostro angelical,
y extasiado quedé, viendo una cosa,
que otra más bella no veré jamás.
   La luz del sol vivísima y ardiente,
y las pupilas de aquel sér ideal,
cuyos rayos encienden de amor puro
á todo corazón que sabe amar,
entablaron la lucha más reñida
que en esta tierra ver puede el mortal.
   Cada rayo de sol en el espacio
se encontraba con otro más tenaz,
procedente á su vez de unas pupilas
cuyo brillo llegábale á ofuscar,
de manera que nunca herir podía
el rostro encantador de su rival.
   Y esa lucha sublime entre dos soles
terminó cual se puede imaginar;
al cabo se rindió el astro del día
y el triunfo consiguió aquel sér ideal
que contiene más fuego en sus pupilas
que el sol que al orbe entero ha de alumbrar.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
   Y parece que el astro rutilante
avergonzado por derrota tal,
fué ocultando su faz por el ocaso,
y alguien le oyó entre dientes murmurar:
   Siempre que ella conmigo lucha intente,
de la victoria alcanzará la palma,
pues del hombre que nuestros rayos siente,
yo alumbro el cuerpo y ella enciende el alma.

E. SALA




ArribaAbajoEl aviso de un sueño

En una de aquellos noches de Diciembre, en las que el tiempo con su crudeza invita á permanecer sentado de sobremesa junto al calor que presta la cocinilla ó chimenea de la habitación, hasta que el reloj con su majestuosa campanilla advierte que ha llegado la hora de abandonar tan agradable tertulia, para entregarse al descanso, se hallaba una de esas familias modelo de virtud, que son verdaderos nidos de felicidad.   —6→  

Un matrimonio y dos hijos llamados Alberto y Enriqueta, de veintitrés y diecinueve años de edad respectivamente, formaban la parte esencial de cuanto voy á relatar.

Enriqueta sostenía relaciones amorosas con Ricardo de Sandoval, que terminaba los estudios de la carrera militar, lo cual les proporcionaba diversas intranquilidades por si, al recibir las estrellas correspondientes al primer empleo, no conseguía ingresar en alguno de los regimientos de aquella guarnición, cuya contrariedad había de separarles y atrasar tal vez la realización de sus venturosos proyectos.

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- Voulez-vous faire la vaise avec moi, mademoiselle?

- Non, merci, monsieur

- Vous avez tort, mademoiselle.

Dessin de STEINLEN

Una página de Le Rire, París



La referida familia tenía á su servicio en calidad de doncella, á Luisa, linda muchacha que había quedado sin padres en sus primeros años, sin conocer más parientes ni recibir otra protección que la prodigada por los señores de Ramírez Orozco, que la habían educado como hija propia, elevando á la preciosa huérfana á cierto grado de perfección envidiable.

En aquella velada, durante la que se habló de todas las impresiones recibidas en el transcurso del día, vino finalmente Luisa á tomar parte activa en la conversación, relatando el sueño que por su imaginación había divagado en la pasada noche.

-Soñé, -decía,- que el muchacho aquel que viene á pasearme la calle, pretendiendo interesarme para que atienda yo sus promesas de amor y las corresponda, hacía alarde con otros amigos suyos de haber satisfecho ya sus deseos, contándoles cuantas frases, cariñosas habían salido de mis labios y las expansiones más íntimas de mi corazón. Criticaban también mi candorosa inocencia, jugando con ella y con mi honor... Yo, muerta de vergüenza, he pasado junto á aquel grupo de jóvenes desalmados, inclinando mi cabeza... con los ojos entornados... clavando en el suelo mi vista, para no alzarla jamás. Ellos me contemplaban sonrientes; y me pareció tan cierto, -añadía,- que esta mañana, al levantarme, permanecí igual largo rato, hasta convencerme de la ilusoria procedencia de aquellos temores, que no habían traspasado los límites de un sueño.

Enriqueta se había quedado absorta escuchándola.

¿Acaso temía encontrarse en parecida situación? ¿Dudaba, tal vez, de la formalidad de su prometido Ricardo?...

¡Quién sabe! ¡Sólo Dios podía conocer los detalles más secretos!

La velada terminó, y poco después, la obscuridad, el silencio y el sueño eran los únicos dueños de la casa. No obstante, si algún daño perceptible hubiesen querido hacer, aprovechando tales circunstancias, habrían encontrado inconvenientes. Dos personas permanecían muy despiertas todavía, y con seguridad que tardaron mucho en dormirse. ¡Enriqueta y Luisa!

¿Qué y cuánto pensarían las dos niñas, basado seguramente en el sueño, último tema de la conversación?...

Fácil sería adivinarlo, y lo dejo á la imaginación de todos; pero forzosamente hay que recordar dos nombres. ¡Ricardo y Manuel!

Al primero le conocemos todos. El segundo fué presentado incógnitamente por Luisa, durante el relato del sueño.

*  *  *

Transcurrieron seis meses próximamente.

La familia Ramírez Orozco, sin ninguna novedad, continuaba en igual estado.

Ricardo de Sandoval, segundo teniente de infantería, había conseguido   —7→   un puesto en el regimiento2 de Saboya, de guarnición en donde residía su prometida, y todo marchaba á maravilla, incluso la realización de boda con su adorada Enriqueta, que debía celebrarse á últimos de Agosto, cuando cumpliera la novia veinte años de edad.

Ya se notaba en la casa los preparativos para este acontecimiento, y todo era alegría y entusiasmo.

No sucedía lo mismo á Luisa, á quien su novio había proporcionado varios motivos de queja, sin presentar facilidades para terminar bien aquellas relaciones. Por el contrario, Manuel había sido despedido del despacho comercial en donde llevaba los libros, y concebía pocas esperanzas de encontrar nueva colocación.

Esto contrariaba en extremo á Luisa, porque así era imposible casarse.

*  *  *

La guerra de Cuba se encontraba entonces en todo su apogeo, y fueron sorteados varios batallones para engrosar las fuerzas operantes en la Gran Antilla3.

La suerte hizo caber tal destino al regimiento de Saboya, y con él debía marchar Ricardo.

Este, con el buen deseo de adelantar en su carrera, resignóse ante la pena que debía producirle aquella separación, y quiso partir.

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Eugenio Grasset.-AFFICHES
(Revue des Arts Decoratifs, Paris)

Se celebró la boda algunos días antes de lo convenido; mas la circunstancia que lo motivaba era desagradable para todos, y robó por completo cuantas dichas hubiera llevado consigo la unión de tan envidiable parejita.

Pocos días después, los distintos preparativos que habían sucedido á los del enlace, destrozaban el corazón de los recién casados. Se aproximaba el desesperado momento del embarque.

Por otro lado, Manuel, viendo imposible encontrar trabajo, había decidido sentar plaza en el mismo regimiento á que pertenecía Ricardo, y quiso embarcar con él, para intentar con la guerra lo que no podía conseguir aquí.

Ricardo apadrinó tal proyecto, y le recomendó eficazmente.

Esto desconsoló á Luisa, pues insegura como estaba del cariño de Manuel, le hacía temer un rompimiento entre las relaciones de ambos.

Exigió de su novio promesas que aquél no cedió con espontaneidad, lo cual, unido á otros detalles que guardaba en su memoria, hizo descubrir la más obscura realidad.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Por fin, á principios de Septiembre embarcaban con dirección á Cuba Ricardo y Manuel, dejando en el más profundo desconsuelo a las personas queridas.

*  *  *

Dejemos transcurrir el tiempo que pasó durante el viaje, ocupándonos de otro personaje á quien no conoceremos más que de un modo superficial.

Luisa, sumida en la mayor desesperación, quiso averiguar el motivo que había podido ocasionar aquella visible indiferencia por parte de Manuel, poniéndose bien pronto sobre la pista de otra mujer que había conseguido robarle todo su cariño.

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Procuró conocerla. Habló con ella, y pudo cerciorarse de que las promesas que no había conseguido en su favor, estaban, en cambio, firmemente depositadas en aquella ignorada rival.

Al principio creyó volverse loca.

No podía convencerse de la traición que Manuel le había hecho. Pero ya más tranquila y enterada, ó sospechando acaso lo que le había ocurrido á la mujer que á pesar suyo acababa de conocer, terminó dando gracias al cielo, exclamando arrodillada: «¡Gracias, Dios mío; no me desamparéis, Señor, y escudad mi virtud!»...

¿Sabéis por qué hablaba así? ¿Recordáis el sueño que explicó en otro tiempo?...

Pues gracias á él no se había entregado por completo al cariño que hacia Manuel sentía, que la hubiera conducido seguramente al abismo de su perdición.

*  *  *

Enriqueta de Sandoval recibió la primera carta de su marido. Había llegado al campo de operaciones, y tranquilizaba sus angustias relatando con bonitos colores la situación de la guerra. Hablaba de Manuel y de sus proezas; pero nada decía para Luisa en su nombre, cuya última prueba hizo concebir en ella la resolución final.

-Soy huérfana, -dijo, mientras rodaban gruesas lágrimas por sus mejillas;- no puedo seguir viviendo como hasta hoy. Lo sé. Necesito cambiar de ambiente, de impresiones y hasta de personas que me rodean. ¡Quiero olvidar cuanto pueda! Siento dejar á ustedes, porque les quiero muchísimo; pero también quería á él y he tenido que dejarle, tal vez para siempre.

»No se ofendan ustedes si mis palabras, envueltas entre la desesperación que me agobia y mi frío escepticismo dañan en lo más mínimo el buen afecto que por mí sienten; pero... he decidido ser monja, y pienso ingresar en el convento de Hermanas de la Caridad...»

Las protestas de Enriqueta y sus padres fueron absolutamente inútiles para hacerla desistir, y muy pronto, dentro de aquel mismo año que acababa, profesó, vistiendo el hábito de religiosa.

J. B. BALUÉ

(Concluirá)




ArribaAbajoAmorosa...


Como la mariposa
   soy en quererte,
que en la luz de tus ojos
   busco mi muerte;
   y es cosa dura  5
que encuentre yo en mis gustos
   la sepultura.

*  *  *

Yo no sé si me quieres,
   ó si me olvidas;
sólo sé que yo vivo,  10
   cuando me miras.
Y así, te pido
   el remedio, no olvides
con que yo vivo.

J. LEPORACE




ArribaAbajoPalique

Estamos en otoño; hace mucho más frío del que yo quisiera... y sin embargo, sudo. Sí, señores, las gotas de sudor corren por mis mejillas, y algunas se deslizan sobre el papel en que escribo...

-¡Estará usted al lado de un brasero! -se le ocurrirá pensar á cualquiera.- Pues no, señor; ha pensado mal... estoy sin fuego... y lo que es más extraño aún... ¡por eso sudo!

Me explicaré. Acabo de llegar á mi casa, y lo primero que he hecho,   —9→   ¡claro! ha sido entrar por la puerta de la calle; después quitéme el sombrero y el gabán y me senté en mi despacho (mi despacho, por si no lo saben, es una mesa, con tintero, papel, pluma, unos cuantos libros y una silla), me senté, digo, como se sienta todo el mundo. En seguida vino á mi cabeza una idea terrible; idea espeluznante, compromiso ineludible que tenía que cumplir. ¿Cómo salir del paso?... Claro que ustedes no me podían ayudar; tenía que ayudarme yo solito; pero es el caso que no sabía cómo hacerlo ni cómo dejarlo de hacer. Nada, me dije á mí mismo, manos á la obra, y salga lo que saliere, que si sale, no se quedará dentro. Y aquí de los preparativos. Encendí un cigarrillo, tomé un montón de cuartillas, y pluma en ristre, me dije: ¡A escribir!... Dicho y hecho, comencé, haciendo unos garabaticos en el papel y ensucié la primera cuartilla, sin haber escrito ni J. Entre tanto, pasaba el tiempo, el cigarrillo se me acababa, y yo no sabía sobre qué tratar. Medité, filosofé, por poco me quedo calvo y... nada. Invoqué la santa musa de la poesía, y poco á poco sentí que la musa me soplaba. Efectivamente. Por casualidad me acordé de una novia que tuve, allá en mis mocedades (!) con la que hablaba todas las noches por el balcón de su casa, y que una de ellas me despachó á cajas destempladas con la música á otra parte... eso, á pesar de quererme locamente, como ella me decía. Suspiré, con un suspiro hondo, y por consecuencia, se removieron en mi corazón las cenizas del amor pasado... y ¡chas! se me ocurrió dedicarle una melancólica sinfonía, ¡qué digo! elegía. Miren ustedes si me salía bien:


Triste y gimiendo y por el mundo andando,
Las dichas rehuyendo,
Los placeres rehusando
Y las glorias mentidas despreciando,
Busco el amor que me negó tu pecho...

Busco el amor que me negó tu pecho; repetí, sin cesar, tu pecho, tu pecho... un consonante de pecho me hacía falta, y... estrecho, maltrecho... contrahecho... barbecho... ya lo tengo; barbecho. d:Busco el amor que me negó tu pecho, surcado cual la tierra en el barbecho...» No, no va bien; es demasiado metáfora... ¿Cómo le pondré? Y he aquí que, discurriendo cómo lo pondría, se me acabó la inspiración. Nada, optaremos por hablar de otra cosa, aunque sea menos poética... la cuestión es escribir algo. A los grandes escritores, á los hombres de genio les sobran siempre asuntos por escribir (lo que les falta, casi siempre, son cuartos); yo... no quiero decir que sea un genio, no, señor; pero nunca me faltan asuntos... únicamente hoy, que tengo la cabeza medio transtornada, me encuentro así como se debe encontrar un camello, pasando por el ojo de una aguja... pero veamos sobre qué escribiré... Podría hablar algo acerca del triunfo de la señora Theodorini en la Gioconda... ó del inimitable Frégoli; pero no; más vale que no diga nada de ellos, porque entonces todo el mundo compraría el periódico para saber mi opinión y se acabarían los números en los kioscos... si acaso, podría escribir un cuentecito de costumbres... un papá regaña á su hijo porque no estudia la lección, por ejemplo, y el muchacho, haciendo malas crianzas, tira el libro á las narices de la criada, que en ese momento entra en la habitación con una taza de café, y que, asustada, lanza el líquido en la ropa del papá, el que, furioso, pega á la criada, mientras ésta bate las nalguitas del nene, que no queriendo quedarse detrás, se tira contra la criada, atizándole tremendos manoplazos y resultando un lío final... que es para acabar á patatazos con el autor... Tampoco me van bien los cuentecitos de costumbres, ni creo que les vayan bien por este estilo á mis queridos lectores... veamos otra cosa algo de más efecto, ¡guasi! (aquí un estornudo)... algo de más actualidad ¡guasi! con gusto ¡guasi!... ¡vaya con los estornudos, que no me dejan escribir! y eso es el frío, que se deja sentir... ¡toma! ya lo tengo, hablaré del frío. Dicho y hecho... puse en una cuartilla con grandes letras: «Palique», y empecé, diciendo: «Estamos en otoño; hace mucho más frío, etc., etc.,» lo demás ya lo conocen ustedes.

Pero aun me queda una cuestión pendiente, que he de aclarar. Antes dije que, por lo mismo que no tenía calor, sudaba, y es claro, me faltaba el calor de la inspiración, y sudaba de angustia.

J. ODARP

Diciembre de 1897



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ArribaAbajoArte y Literatura

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Como podrán ver nuestros lectores, en este número publicamos un trabajo del distinguido pintor don Francisco Cánevas. Fieles en nuestros propósitos de dar variedad al periódico, y de dar á conocer á estos artistas que, aunque jóvenes, no dejan de ser una esperanza para al arte, nos hemos procurado la colaboración de dicho señor, cuyas cualidades artísticas podrá apreciar el público. Discípulo de Antonio Utrillo, primero, y ahora del notable maestro don José Pascó, Cánevas ha sabido aprovechar las lecciones de tan conocidos profesores, y los que han podido apreciar sus trabajos, están persuadidos de lo mucho que vale y de lo mucho que promete.

No contentos con esto, desde el número próximo, colaborará en nuestro periódico el inteligente dibujante señor Ruiz, cuyos trabajos honrarán nuestras columnas. Además estamos en tratos con distinguidos artistas y con una casa extranjera, para introducir notables reformas en nuestra publicación. Aunque esto nos impone grandes sacrificios, estamos persuadidos que el público recompensará nuestros esfuerzos con su protección.

Hemos tenido ocasión de leer un precioso tomo de poesías, de don Manuel Navarrete, al que el autor llama modestamente Ensayos poéticos, y que nosotros afirmamos ser, sin temor de que nos desmientan, una colección de filigranas que han de llamar poderosamente la atención del público.

Asimismo recomendamos á nuestros lectores una colección de artículos del distinguido escritor don Ricardo Fernández Guardia, titulados Hojarascas, artículos notablemente escritos y mejor pensados.

El señor Mir tiene expuestos en el salón de La Vanguardia unos dibujos para la ilustración de la obra del señor Narciso Oller El engaña pobres.

Todos los dibujos son dignos de la conocida firma de Mir, y serán indudablemente un admirable fondo que realzará la obra del señor Oller. No podemos por hoy hablar más de ello, pues nos proponemos hacerlo cuando se ponga á la venta la publicación.

En el mismo salón se hallan expuestos dos bien trazados carteles. El uno lleva la firma de Riquer y anuncia el Salón pedal de Madrid. Las bellezas de colorido y dibujo que este cartel contiene, le recomiendan como uno que consolida más y más la fama que como cartelista tiene ya conquistada Riquer.

Miguel Utrillo es el autor del otro cartel, hecho por encargo de los señores Vallmitjana. No nos detendremos en elogios, pues todo el mundo conoce la personalidad artística de tan notable cartelista.




ArribaAbajoNuestros Grabados

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Coqueteria.- Dibujo debido á la pluma de don J. M. R.

Adrián Gual.- Carteles artísticos.- El distinguido artista señor Gual ha tenido la amabilidad de darnos el permiso para reproducir los tres hermosos carteles que hoy honran nuestra modesta publicación. No seremos nosotros quienes pretendamos hacer el elogio de tan aprovechado pintor; el público, juez imparcial, juzgará de su mérito.

«Le Rire», París.- Reproducimos la primera página de uno de los números de este célebre periódico francés. Sus directores Mrs. Félix Juveu y Assene Alexandre se han sabido rodear de artistas tan notables como Florián, Metivet, Steinien, etc., resultando   —11→   con la cooperación de tales elementos una publicación que puede competir con las mejores en su género.

Eugenio Grasset.- Dos affiches.- Los dibujos de este notable maestro que hoy tenemos el gusto de reproducir, los hemos tomado de la importante publicación francesa Revue des Arts decoratifs, de la que pensamos hablar en otro número, viendo el incremento que ha tomado el arte decorativo en España tal como lo comprende la mencionada revista.




ArribaAbajoTeatros

LICEO.- Durante la presente quincena ha continuado representándose con aplauso Orfeo, alternando con la Gioconda y Aida, siendo muy aplaudidas las artistas señoras Theodorini y Bordalba, y el notable bajo señor Navarrini.

Con Sansone e Dalila debutó el tenor señor Cardinali. El público barcelonés ya había aplaudido durante la anterior temporada, con la misma obra, al notable artista.

Se anuncia la reprisse de la ópera de Bizet Carmen, desempeñando la protagonista la señora Theodorini.

ROMEA.- A costellas del gendre es el título de la comedia en tres actos estrenada durante la presente quincena, arreglada á la escena catalana por don Conrado Colomer.

Dicha obra es de las mejores del citado señor, pues los personajes son todos muy reales, y unido á su sencillo argumento y á sus muchos chistes y agudezas, resulta en extremo agradable.

ELDORADO.- El artista del día, el notable músico, el inimitable4 Leopoldo Frégoli, ha sido durante esta quincena la nota saliente de dicho coliseo; en verdad que no es posible verle sin aplaudirle. Con sus couplets excéntricos, su danza serpentina, su representación de El Dorado, etc., etc., nos ha dado á conocer lo mucho que vale, y sólo sentimos que su corta estancia en esta ciudad nos prive de admirarle por más tiempo.

LÍRICO.- las obras Traidor, inconfeso y mártir y Los Hugonotes, los estudiantes de las diferentes facultades de esta Universidad han organizado para el domingo día 19 del corriente, á las tres y media de la tarde, una función á beneficio del gran número de familias perjudicadas por las inundaciones de la provincia de Valencia.

Dado el laudable fin de la misma, y estando bajo los auspicios de las Excmas. Diputación y Ayuntamiento, no dudamos que han de verse favorecidos por selecta y distinguida concurrencia.

Amenizará tan benéfico acto una banda de esta capital.

PRINCIPAL Y TÍVOLI.- En ambos coliseos se anuncian distintos estrenos, de los cuales me ocuparé en el número próximo.

A. C.

Advertencia

Ponemos en conocimiento de los suscriptores de las afueras de Barcelona, que si no satisfacen el importe de la suscripcion, dejaremos de enviarles el periódico.

Asimismo rogamos á los señores corresponsales se sirvan ponerse al corriente cuanto antes para facilitar la liquidación legal.

Correspondencia

Abeve: Barcelona.- Agradecemos muchísimo su composición; pero hemos decidido no publicar trabajos en catalán, exceptuando los firmados por escritores muy conocidos.

A R.: Cataluña y Andalucía.- Se publicará.

Un suscriptor: Soneto.- No admitimos trabajos anónimos. Además, y perdone usted, dudamos de la originalidad de su soneto. Si usted puede probamos que es suyo solamente, procuraremos publicarlo.

O. R. S.: El cielo negro.- «Cuando cae la tarde; cuando negras nubes enlutan el cielo»... probablemente lloverá. Así empieza su «Cielo negro», y en verdad que muy negro es y muy obscuro, porque nosotros no hemos sabido ver un punto claro. Cultive un poquito más la literatura, y procure escribir, sino con bella forma, con sentido común.

Melchor Viñals.- No podemos acceder á su petición, porque el periódico es tan sólo literario-artístico.

J. T. R.: Jeroglíficos bien ó mal comprimidos.- Entran en turno.

A. C.: La cáscara amarga.- ¡Asombrese usted! Leí todo su artículo, y quedé anonadado. Probablemente deliraba usted cuando escribió aquellas sandeces. No se meta á escritor, que por lo visto no es ese su sino. Teniendo tanta afición á las ensaimadas, creo que el oficio más acertado es el de pastelero.

Amat.- El dibujo que recibí está en cartera. Se publicará á su debido tiempo.

(Quedan cartas para contestar)

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