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ArribaAbajoLuz

Año I. Barcelona 31 de Diciembre de 1897. Núm. 4


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ArribaAbajoEugenio Grasset

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EUGENIO GRASSET
(Retrato hecho por él mismo)
(Revue des Arts Decoratifs, París)

Entre los artistas que actualmente cuenta la Francia, aparece deslindada, vigorosa, la figura de Grasset; sus menores trabajos recorren toda la Francia, sus conferencias sobre el Arte recorren todo el mundo, y todos los que estudian á Grasset en sus obras, que son muchas, descubren en él condiciones de que pocos, muy pocos artistas se pueden vanagloriar. Nos tiene acostumbrados á un arte tan nuevo, tan sugestivo, tan suyo, que todas sus obras llevan impreso el sello de su originalidad.

El arte decorativo moderno se debe en gran parte á Grasset; Grasset se debe totalmente al arte moderno. Como todo gran artista, trabaja sin descanso; sus trabajos son solicitados por los editores de París; las grandes ilustraciones francesas y extranjeras se honran con la firma de Grasset.

Le Figaro Salón, Paris llustree y otros llevan ya publicados bastantes de sus trabajos. Recordamos, entre otros, algunos cuentos de Richepín, magistralmente ilustrados á la acuarela por Grasset, publicados en Le Figaro Salón, algunas acuarelas para la ilustración de «Le comte de Maugrignon», publicadas en Paris Ilustree, «Fètes Crétiennes» de los editores Fanve et Jonvet, «Le Musée de la Jeunesse» y otras obras con ilustraciones de dicho autor han obtenido una brillante acogida en París, parte de la cual se debe á tan notable artista.

En todas las exposiciones en que ha tomado parte Grasset, han sido sus obras premiadas; recordamos ahora una acuarela, «Impertinence», expuesta en el Salón du Champ de Mars en 1897 y reproducida por las principales revistas. La ilustración de «Roses de Noël» para los «Harpr's Magazine», le han valido muchas felicitaciones, así como los calendarios ilustrados publicados por M. Lahure y la casa Malherbe de París. En la ilustración de los «Quatre fils Aymon» (Gillot editor), Grasset hizo un derroche de imaginación y buen gusto que fué recompensado por el público con los más sinceros aplausos.

En el arte puramente decorativo, Grasset tiene sentado un pedestal que difícilmente la envidia y la rutina podrán arrebatar. Entre las muchas obras que podríamos citar, recordaremos el mosaico del pórtico de la iglesia de Briare, ejecutado por M. Bapterosses, así como otro mosaico5 perteneciente á la misma iglesia; las decoraciones por proyección en la ópera d'Esclarmonde (La Chasse) y otros mil trabajos de arte decorativo.

En la conferencia que dió en la «Unión Central» sobre arte moderno, termina diciendo Grasset: «A pesar de todos los obstáculos, si el arte moderno no existe, un movimiento enorme tiene lugar actualmente, y será bien inútil negarlo igualándolo á los antiguos estilos, pues la innovación es un hecho, y existe no solamente en París, sino en el mundo entero...

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»No se negará el sol y su luz. ¡Inútil es decir que este movimiento hacia un arte nuevo no existe! Existe y se va desenvolviendo con una rapidez inusitada.

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»Después del aspecto frío, rudo, frustrado del ensayo, vendrá por fin al elegancia creadora, tradicional del artista de París, que triunfará, aunque tarde. Al ver las antiguas obras maestras que él ha creado, podemos esperar que el gusto francés se desprenderá brillante y puro como antes, como siempre».

Después de lo dicho por Grasset en la «Unión Central», debemos agregar nosotros que, aparte del exclusivismo que encierran sus palabras y en que quiere sumir el arte moderno que no tiene nacionalidad, nosotros tenemos esperanzas como las tiene él.

Esperamos que el arte moderno, el verdadero arte que ahora empieza á nacer, hijo, no del artista de París, sino del artista sea cual fuera su nacionalidad, se impondrá y demostrará que el siglo XIX tiene un estilo propio y ha legado á la Historia un gusto nuevo.

J. M. R.




ArribaAbajoConfidencia

(El coquetismo es incorregible)




Éres tú tan hermosa
como discreta,
mas te sobra una cosa:
el ser coqueta.

Si quieres corregirte,  5
yo te prometo
que no podrán decirte
tienes defecto.
..............................
¿Te callas?  10
¿No contestas?
¿Qué decidimos?
..............................
¡Vamos! ¿Será imposible?
¡Nos comprendimos!  15

JOA BERBAL




ArribaAbajoÁ dorina


Si al entornar los ojos, aun me miras;
si al despedirnos, con tu mirada,
entre triste y alegre y enamorada,
       aun me llamas;
Y frente mi retrato siempre suspiras,
       ¡aun me amas!
   Si mi imagen se escurre en tu pensamiento,
huyendo del vacío con que la alejas
y los suspiros que lanzas, cuando me dejas,
       y no me llamas,
no salen como otras veces de tan adentro,
       ¡ya no me amas!

M. MASSÓ




ArribaAbajoLos acaparadores

I

«Compañeros: Hora es ya de que todos nos unamos para romper las cadenas que á la esclavitud nos ligan; hora es ya de imponernos á la burguesía y reclamar el lugar que nos corresponde en la sociedad. Hasta hoy hemos estado sujetos al trabajo; con el sudor de nuestro rostro hemos amasado grandes fortunas para que las disfruten otros; no hemos cesado un momento de luchar para poder proporcionarnos un miserable pedazo de pan, y ¿qué hemos conseguido?... tan sólo que cuando nuestros esfuerzos han sido inútiles, que después que han quedado satisfechas las aspiraciones del capitalista explotador, se nos eche á la calle de cualquier manera, como se echa á lo que no sirve, á lo que ya ningún beneficio puede proporcionar, con sola esa disculpa irrisoria: «¡Marchaos, ya no os necesitamos!...»

«Pero están en un error los que tal creyeron. No queremos marcharnos sin conseguir lo que de derecho nos pertenece, y ¡ay de ellos si no quieren darnos lo que pedimos!...

»Compañeros: ¡viva la revolución social!...»

Y dicho esto, el que pronunció el anterior discurso enarboló una bandera roja, y poniéndose al frente de aquella compacta muchedumbre de obreros que le escuchaban con la boca abierta, creyendo encontrar en sus palabras remedio que aliviara su precaria situación, gritó con voz vibrante aquel orador de taberna:

-¡A ellos, mueran los burgueses!

Y aquella turba harapienta y miserable le siguió sin vacilar, gritando lo que él gritaba, como si aquel hombre fuera su Dios, como si no hubiera otra verdad que la brotada de aquellos labios blasfemos.

II

«Señores: Hemos llevado á cabo la más grande de las empresas. Después de dos años de incesante trabajo, hemos dado fin á nuestra obra de la   —4→   manera más gloriosa. El inmenso capital de que dispone la sociedad, le permitirá acaparar por completo el comercio. Esos grandiosos almacenes en cuya construcción han trabajado durante tan largo tiempo millares de obreros, pronto los veréis llenos, repletos de mercancías, y el que quiera comprar, tendrá forzosamente que acudir á nosotros.

»Los pequeños capitalistas han muerto desde hoy. Nuestra sociedad. cuenta con un capital de más de doscientos millones de pesetas, capital que permitirá acaparar completamente todos los géneros de primera necesidad, y, como á consecuencia, seremos libres de poner precio á nuestros artículos. Se pagarán según nuestra voluntad, y como comprenderéis, se pagarán á buen precio después de los múltiples sacrificios que nos hemos impuesto para llevar á la práctica nuestro colosal proyecto.

»Este banquete que hoy celebramos para festejar la realización de nuestra empresa, espero que será el lazo de unión que nos mantenga siempre en la más completa armonía para poder labrarnos en no lejano día una fortuna inmensa como no se habrá conocido otra en el mundo.»

-¡Bravo! ¡Bravo! -clamaron los comensales de aquel festín, en el colmo del entusiasmo y levantando en alto las copas de espumoso vino.

Pero no se había extinguido aún su alegría, cuando se oyó á lo lejos un rumor sordo, lúgubre, un rumor presagio sin duda de viva tormenta.

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J. Rochegrosse.-PROGRAMA DEL FRENCH
(Programe Ilutreé, París)

Aquel rumor fué creciendo y acercándose; después se oyeron confusamente estas palabras: «¡Mueran los ricos, mueran los ricos!» y estos gritos, cual si fueran un resorte, hicieron saltar de sus asientos á todos aquellos ricachos ambiciosos.

Entonces, el que había pronunciado el anterior discurso, dijo, tratando de tranquilizarse y de tranquilizar á sus compañeros:

-No alarmarse, señores; voy á saber lo que pasa.

Se dirigió al balcón, y pudo contemplar un populacho ebrio de furor que vociferaba de una manera estrepitosa.

-¡Muera el ladrón! ¡muera el ladrón! -gritaban, en el colmo de su furor.

Nuestro hombre alarmóse al ver la actitud provocativa de sus antiguos obreros; pero pronto una sonrisa irónica se dibujó en sus labios.

¡Era que había visto venir á todo correr á la policía!

Cerró el balcón, y dijo, dirigiéndose á sus compañeros:

-Señores, eso no es nada. Nuestros antiguos obreros se amotinaron pidiéndonos trabajo, que, como comprenderéis, no podemos proporcionarles. Desechad toda inquietud que la policía llega, y seguramente se encargará de ellos.

Entonces, tranquilizados, volvieron á entregarse á los placeres de aquella orgía, mientras que los de abajo luchaban á brazo partido con la fuerza armada, y no turbaba su alegría los ayes de dolor de aquel populacho, que, aunque iluso y descreído, gritaba porque tenía hambre, mucha hambre, y no tenía alimento con que saciar su apetito.

F. de A. S.




ArribaAbajoCantares


Si alegrar quieres mi tumba
con ricas y bellas llores,
riégalas siempre con lágrimas,
y tendrán vivos colores.
   No te han visto los que dicen  5
que la vida es triste cosa,
porque si te conocieran,
dirían que es muy hermosa.
   Una flor me diste un día
en color y aroma rica,  10
me la diste por amor,
pero me clavé una espina.
   El cura de mi lugar
me riñe si no confieso,
ayer tarde la dí un beso...  15
¿cómo irlo á confesar?

J. PRADO

Diciembre de 1897



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ArribaAbajoEl aviso de un sueño

(conclusión)

Los periódicos daban cuenta de un famoso hecho de armas, en el cual había quedado victoriosa la columna del general Luiser. A ella pertenecía el regimiento de Saboya, y á éste, como ya sabemos, Ricardo de Sandoval. Luego consignaban los nombres de algunos oficiales que se habían distinguido, entre ellos, citaban el de un capitán, Andoval, que hubiera hecho pensar en Ricardo, á no recordar que aquél tenía el empleo de segundo teniente y una letra más en su apellido, lo cual podía ser equivocación acaso.

Añadían después que habían resultado muchos heridos, y de éstos, algunos de bastante gravedad.

Enriqueta ignoraba la noticia, pues para no vivir en continuo sobresalto, se había propuesto no leer diario alguno que hablase de la guerra.

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Una página de L'Aube, París

Su hermano Alberto procuró, en cambio, informarse mejor, y en el Gobierno militar adquirió la oficiosa é insegura noticia de que el teniente Sandoval había sido herido levemente hacía ya mucho tiempo; pero como nada decía aquél en sus cartas referente á estos datos, buscaba el medio cierto de averiguar mejor cuanto hubiera ocurrido.

En tal estado las cosas, recibieron extensa carta de Ricardo, que les comunicaba los dos ascensos obtenidos por méritos de guerra y las dos heridas recibidas en la pierna y brazo derechos, de los cuales, por fortuna, se encontraba ya restablecido.

Era él, pues, aquel que citaban los periódicos.

Decía también que Manuel había sido nombrado sargento y en la actualidad propuesto para el empleo de segundo teniente, conseguido lo cual, podría regresar, si quería, á la Península, pasando á la escala de reserva.

La desagradable impresión que pudo causar en la familia de Ricardo la noticia de sus heridas, fué desvanecida por la fausta nueva de las recompensas de ascenso que había recibido, y más aún, con la afirmación que hacía de haber curado ya.

*  *  *

Tomando el camino que desde la capital conduce al bosque de «Las presquillas», se descubre, en apartado y solitario lugar, la Casa de asilo y maternidad, dirigida por religiosas enclaustradas.

La luna, escondiéndose á veces entre las pasajeras nubes que la ocultaban, parecía atisbar los sucesos que ocurrieran cubiertos por el manto protector de la obscura noche, que rodeaba con tétrico aspecto las paredes de la Casa-cuna.

En su celda, modesta como limpia y ligeramente alumbrada, se encontraba la hermana Patrocinio, velando en continua oración, pasando así el turno de guardia que le había correspondido, cuando, poco antes de amanecer, oyó crujir despacio el torno del Asilo.

Atenta, sin respirar siquiera por escuchar mejor, se detuvo un instante y volvió á oír el mismo chirrido del torno, que giraba nuevamente con mayor rapidez.

Llegó hasta él, y no tardó en ver á la tierna criatura que acababa de ser depositada allí, bajo el amparo de aquel recinto santo.

Tomóla en sus brazos; la examinó detenidamente, y encontró, cosido á un pequeño escapulario de la Virgen del Carmen que llevaba en el cuello,   —6→   un papel con esta inscripción: No puedo bautizarla; pero, cuando llegue la hora, vendré en su busca.

Leyó repetidas veces las frases lacónicas del misterioso escrito, como si por ellas pudiese descubrir nuevos detalles.

Aquel laconismo, así como la forma en que estaba redactado, despertó en la monja gran curiosidad y mayor interés.

Llevó á la niña á su correspondiente cuna, y anotó en el libro-registro cuantos datos eran necesarios.

Desde entonces, la hermana Patrocinio dedicó todos sus cuidados á tan inocente como hermosa criatura.

Al día siguiente fué bautizada en la capilla de la Casa de maternidad.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

-¡Consuelo! ¡Preciosa! Tú viniste á reanimar mi existencia, volviéndome la vida, -decía la hermana, acariciándola.

Y ella, como si comprendiera tan dulces palabras, sonriendo con su boquita de rosa, formaba nacientes capullos...

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Eugenio Grasset.- LA CAZA
(Revue des Arts Decoratifs, París)

El cariño que inspiraba en la monja aquel angelito, llegaba á tal extremo, que, si durante la noche lloraba, antes de que la nodriza despertase, corría hasta la cuna de Consuelo, y tomándola en brazos, la arrullaba tenuamente, meciéndola cuidadosamente. Conseguía dormirla. Depositaba en su blanca frente un beso, que escapaba del alma, y después de contemplarla mucho rato en silencio, tendía la vista hasta el cielo, pidiendo al Señor feliz vida para aquel sér que le confiaba.

*  *  *

El tiempo transcurría veloz, y no obstante, para alguien caminaba como dirigido por gigantesca tortuga.

¡No era de extrañar!...

Enriqueta se había separado de su marido cuando más deseaba estar á su lado, y esperaba su vuelta.

Ricardo, pensando en su Enriqueta, no veía llegar la hora del regreso, lleno de lauros y victoria.

Manuel, protegido por la suerte, deseaba volver, para realizar una esperanza llena de interés, mantenida por ciertas cartas que recibía y cuyo contenido guardaba en secreto, asegurando que llegaría el tiempo de comunicarlo á las personas de su confianza...

¿Serían de aquella mujer que Luisa conoció y por la que decidió profesar?...

¡Por lo visto, continuaba preocupando la imaginación de Manuel!...

Los demás, incluso Alberto, cuyo carácter apático é indiferente le sostenía sobre las mismas circunstancias en que le conocimos, seguían pasando la vida sin extraordinarias impresiones.

*  *  *

Consuelo continuaba siendo la venturosa ilusión de aquella monja, que con incomparable paciencia enseñaba á la niña los primeros nombres y la oración primera.

Al principio, si recordaba la misteriosa inscripción que acompañó á la tierna criatura, le asaltaba el temor de que pudiera llegar, bien á pesar suyo, el fatal momento de arrebatarle aquel sér angelical que poseía todos sus afectos; pero después abrigó la esperanza de que, así como alguno de los otros niños allí depositados, continuaría á su lado, quizá para siempre.

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Día por día, y enseñándola á dar los primeros pasos, é inculcándole las más santas costumbres, llegó Consuelo á esa edad en que la criatura encanta con sus infantiles gracias.

¡La verdad es que la niña era preciosa!

Rodeadas sus facciones finísimas por sedosos cabellos de oro, daban cabida á unos ojos vivísimos y negros.

El amortiguado color pardusco del reglamentario delantal hacia resaltar mucho más aquella tez de nieve y rosa, nada común entre el aspecto triste y macilento de los asilados huérfanos.

Consuelo podía llamarse también perla del Asilo. Pero no resultaba desacertado el primero, porque había sido y era siempre el consuelo de las hermanas enclaustradas, y sobre todo, para la abatida monja que en fría y nebuloso noche la recogió del torno...

¿Sabéis ya, ó habéis supuesto al menos quién era aquella buena hermana?...

Supongo que sí, pues no podía ser otra que Luisa, conocida en los claustros con el nombre de hermana Patrocinio.

*  *  *

En los principales centros de publicidad, se apiñaba la gente, ansiosa por leer la noticia que habían escrito en los negros encerados de la pared.

Yo también me acerqué, y antes de llegar á leerlo, quise saber aquel contenido que se disputaban todos.

-Muerto el cabecilla mulato, se presentan á indulto sus huestes, entregando las armas, -me dijo uno de esos desocupados que disfrutan siendo el anunciador entre los que curiosean...

Se había pacificado la isla, y pronto regresarían las tropas acampadas en la manigua.

Volverían en el primer embarque los heridos y los enfermos.

........................................

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J. Amat.-TORNANT DEL ROSARI

Llegó por fin el día venturoso, y pronto se supo quienes regresaban... No será necesario nombrarles, si digo que en ligera embarcación al remo, salían del puerto, en busca del barco que venía, la familia Ramírez-Orozco.

El Reina Regente entró majestuoso, rodeado por infinidad de barquillas que le seguían.

Desembarcaron sus pasajeros, y con ellos el capitán Sandoval, que tendió los brazos á su familia.

-¡Cuatro años pasaron desde mi salida, y éstos debes añadir, convertidos en amoroso cariño, al que te profeso! -dijo Ricardo, cuando besaba á Enriqueta en sus mejillas...

-¿Y Manuel? -preguntó Alberto.

-Vendrá. No pudo embarcar en este correo ni tampoco demostró gran interés... Algunos días antes de despedirnos, recibió una carta, cuyo contenido le trastornó visiblemente; tanto, que me atreví á preguntarle si le comunicaban alguna mala noticia, y él me dijo secamente, casi llorando: «Ha muerto la mujer que ocupaba mi pensamiento, y con ella muere también toda mi esperanza...» Desde entonces, no hemos vuelto á tratar de sus proyectos, ni de su ambición.

Tomaron un carruaje, y volvieron al nido que por la patria había dejado Ricardo en aquellos días primaverales, llenos de amor y felicidad.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Un mes después, vino el segundo vapor conduciendo á los que regresaban de Cuba. Con ellos desembarcó Manuel.

Aquel mismo día visitó al capitán Sandoval y á su familia.

Hablaron extensamente de la que fué rival de Luisa, y nadie sintió su muerte. La existencia de aquella mujer, sólo había interesado á Manuel, que acabó por comprender la falta cometida y trató de remediarla, olvidando lo pasado, ya que Dios les había separado para siempre.

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A las hermanas y moradores de la Casa de Caridad, se les presentó una desagradable sorpresa.

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Sor Patrocinio volvía á reunirse con aquella familia que la tuvo en calidad de doncella, los cuales habían decidido también llevarse á la niña Consuelo.

Uacute;nicamente así, había accedido la monja á dejar los hábitos de religiosa, para volver á la casa en que la conocimos, pasando la primavera de su vida.

Por la satisfacción de ver á Consuelo apartada del Asilo, hubiera sido capaz del sacrificio. La esperanza de vestirla á su gusto, y tenerla como hija ó hermana, necesitaba ser una realidad.

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Por fin, un día salieron del claustro, la monja y su ahijada, que bajo el compromiso oficial de entregarla á las personas que la reclamasen con arreglo á las leyes y al derecho, iba con ella respondiendo asimismo de su alimentación y cuidado.

Los señores de Ramírez-Orozco y Sandoval festejaron aquel recibimiento y la vuelta de Luisa, aprovechando la circunstancia de cumplirse el quinto aniversario de la boda.

La felicidad volvía al hogar con las personas queridas.

Procuraron los medios para que Manuel reanudase sus relaciones con Luisa; pero temían no aceptase aquél la condición de quedarse con su ahijada.

Hablaron con él de esta pretensión, y antes de acceder á ella, quiso conocer la procedencia de la niña y saber los motivos que existieran en Luisa, para declararse protectora de Consuelo.

Fueron al Asilo, solicitando de la superiora los datos referentes á la huérfana, y al ver Manuel la inscripción del manuscrito, palideció...

Había reconocido la letra de aquella mujer que, con su muerte, devolvía el amor á Luisa.

Comprendiendo entonces la necesidad del cumplimiento de su deber, reconoció á su hija y pidió oficialmente la entrega de Consuelo.

Aquel acontecimiento inesperado aumentó en extremo el cariño de Manuel hacia Luisa, en quien reconoció firmemente las más virtuosas cualidades.

Consuelo, que había perdido á su madre sin conocerla, encontraba en cambio á su padre, que sería pronto marido de la que tanto adoraba.

Se casaron, y Luisa quiso bautizar de nuevo y con los apellidos completos, á la hija que el cielo le envió como el aviso de un sueño.

J. B. BALUÉ




ArribaAbajoOriental

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Una tarde, haciendo el camino de Alor á Jhara, me detuve delante de unas florecillas para contemplar una bellísima mariposa que alrededor de ellas revoloteaba. No bien me hube parado, cuando, dirigiéndose hacia mí, se acercó á mi oído y me dijo en un especial lenguaje:

-¡Viajero!... he libado el veneno de esas flores, y moriré de seguro, si no tomase el agua de la fuente de Agel, que sé que llevas en tu botella de viaje... ¡dame una gota!...

Eché del líquido en mi mano, y dándoselo, la curé.

Agradecida, me dijo que le pidiese algún favor. Yo le supliqué que cuando llegase el otoño, viniese á alegrar el jardín de mi casa. Ofrecióme venir, y extendiendo sus doradas alas, desapareció en el campo.

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Continué mi viaje, y comenzando á trepar por las rocas de Ojdjar, en donde aun existen las ruinas del castillo de Ahmed-el-Bakir, me encontré, tendido al pie de un árbol, un pajarillo que pipiaba tristemente. Preguntéle el motivo de sus quejas, y él se expresó con su canto de esta manera:

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-Ayer salí alegre de mi nido, que tengo en la copa de este árbol, á buscarles comida á mis pequeños. Tendí mis alas por el prado vecino, y al querer cortar con mi pico la dorada espiga, el labrador ambicioso y miserable me arrojó una piedra, hiriendo mis alas. Pude llegar hasta aquí; pero, falto de fuerzas, he caído, sin poder escalar la copa, donde mis hijuelos perecen de hambre...

Tomélo en mis manos, y curadas las alas, lo llevé á la copa. Fui al prado vecino y le puse en el nido la espiga deseada. El pájaro quiso hacerme un favor. Yo le pedí que fuera en el otoño con sus hijos á vivir á mi casa.

*  *  *

Continué mi camino, pensando en el bien hecho, cuando, al llegar á las ruinas, oí como la queja de un sér humano. Mucho me extrañó, pues todos respetaban aquel castillo y nadie se atrevía á entrar en él. Sin embargo, como los lamentos continuaban, decidí entrar. ¡Cuál no sería mi sorpresa al encontrarme, prisionera de gruesas cadenas, una hermosísima mujer, que lloraba amargamente!... Alzó la cabeza al verme, y me dijo:

-Caminante: huye presto de este sitio, si no quieres recibir horrible muerte; soy prisionera de un hombre que ha muerto á todo el que ha puesto en este sitio su planta... huye, no tardará en venir.

Aquella hermosura, regada con lágrimas, movió mi compasión y encendió en mi alma el fuego del amor.

-Mujer, le dije, yo te salvaré del tirano que te tiene esclava...

No bien hube pronunciado estas frases, un hombre, armado hasta los dientes, alzó su brazo para herirme. Ágil como el tigre del desierto, huí del golpe, y alzando con presteza la diestra, hundí mi gumía en el cuello del miserable y le dí muerte.

Excuso describir la alegría de aquella mujer; quitéle las cadenas de hierro, y atéla, en cambio, con las cadenas del amor. Consintió en ser mi esposa...

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*  *  *

Llegó el otoño y con él vinieron á mi jardín la mariposa y el pájaro. Me alegraba ver los brillantes colores de la una y oír los dulces cantos del otro; tanto, que cada mañana, al levantarme, mi primera ocupación era ir á ver la mariposa, luego darle comida al pájaro, y por último, ir á saludar á mi mujer. Una de esas mañanas encontré triste á la mariposa y sin cantar al pájaro. Quise saber por qué era, y viendo que por más que les preguntase ellos no me querían contestar nada, fui á preguntar á mi mujer. ¡Había huído! Mi pesar fué tan grande, que quise irlo á pasar lejos del país aquel. Dejé la casa, y en mi dolor olvidé al pájaro y la mariposa. Me fui de la ciudad, é instalado en una casa de campo pasaba los días, triste y llorando.

Una tarde, recostado en la ventana, contemplaba, triste, el paisaje, cuando se me aparecieron el pájaro y la mariposa, que me buscaban por cariño, para acariciarme, el uno con su pico y la otra dejando su polvillo de oro entre mis manos.

Otra tarde, saliendo de paseo, me encontré cara á cara con la mujer, que me volvió la espalda con desprecio.

J. PRADO

Diciembre de 1897



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ArribaAbajoArte y Literatura

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Miguel Utrillo y Ramón Casas han compuesto un cartel anunciador para las sombras chinescas de Els quatre gats, de un gusto inmejorable. En primer término, una mujer sentada junto á una mesa en la que hay un chop ó canet (en esto no esta conforme Doys de La Publicidad), luego un grupo de curiosos, y al final, delante de la tela que sirve para las sombras, se distingue la silueta de Romeu. Todo estó, ayudado de un dibujo correctísimo y una combinación de colores ajustada, hacen del cartel de Utrillo y Casas uno de los primeros carteles hasta ahora conocidos.

La comisión organizadora de la próxima Exposición de Bellas Artes está gestionando el poder dedicar en la misma un salón especial para las obras de los artistas que han fallecido en el transcurso de estos últimos años. En el mencionado salón se expondrán algunas obras de Llovera no conocidas aún del público, formando parte de ellas la primera obra del malogrado pintor y la última que no pudo concluir.

Salón París6.- TERCERA EXPOSICIÓN DE OBRAS FEMENINAS.- Acostumbrados á ver el indiferentismo con que la mujer contemplaba el desenvolvimiento del Arte, en las actuales circunstancias merecen aplausos las artistas que han tomado parte en la mencionada Exposición. Entre todas las obras, descuellan un cuadro de la Srta. Rosario Capdevila, dos tapices de la Srta. J. Juliá Vilar, junto con algunos cuadros; Anita de Bertrán, P. de Martí, dibujo de estudio; Pepita Texidor, flores; Lidia Gasset, C. Henrich, A. Boada, Elena Gispert, Carmen Hidalgo, Antoñita Ferreras, Visitación Ubach, Serafina Ferré y otras muchas honran con su firma la Exposición.

Teníamos preparado para este número una necrología de Alfonso Daudet; pero no habiendo concluido el grabador el fotograbado de tan eximio escritor, nos ha sido preciso retirarla, prometiendo á nuestros lectores publicarla en el próximo número, si bien no ofrecerá tanta actualidad.




ArribaAbajoNuestros Grabados

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J. M. R.- «La caja de Pandora».- Entre los titanes, hijos de Urano, Jafet tuvo un hijo, Prometeo, que dió al hombre del limo de la tierra, y faltándole al hombre el alma, robó Prometeo una chispa del fuego celeste. Júpiter, para castigar á Promerco, le hizo clavar y maniatar sobre el Cáucaso; un buitre le desgarraba sin cesar el hígado cada vez que volvía á renacer. Júpiter, para compensar las ventajas que el hombre podía sacar del fuego divino, creó la mujer (y perdonen las lectoras) llamada Pandora, que tenía una caja. Era tan bonita, que el hombre no pudo más; el deseo de ver lo que encerraba, le hizo arrancar la caja de manos de Pandora, y al descerrajar la caja, un humo denso llenó el espacio; todos los suelos se escaparon, y sólo quedó en el fondo una luz vivísima verde... ¡Era la Esperanza! Este es el asunto que J. M. R. ha escogido para su dibujo.

G. Rochegrosse.-Programa del French, Opera House (Chicago).

Una página de «L'Aube».- Publicamos la reproducción de una página de este popular periódico francés, que forzosamente llamará la atención de nuestros lectores.

Eugenio Grasset.-«La caza».- Forma parte de la colección de diez planchas decorativas, editadas por la casa Malherbe de París. (Revue des Arts decoratifs).

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J. Amat.- «Tornant del rosari».- El dibujo que hoy publicamos de este novel artista, revela en él condiciones que, con mucho estudio, podrán labrarle un nombre en el mundo artístico.

Ruiz.- Ilustraciones de «Oriental».- Como prometimos en el número anterior, publicamos trabajos de tan distinguido dibujante.




ArribaAbajoTeatros

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ELENA THEODORINI

LICEO.- Sansone e Dalila ha proporcionado llenos á nuestro gran teatro, escuchando merecidos aplausos el tenor Cardinali y la señora Bordalba.

Mefistófele de Boito se ha puesto también en escena durante la anterior quincena, obteniendo un verdadero triunfo con dicha obra la citada señora Bordalba.

Pero el verdadero succés de la quincena ha sido la reprisse de Carmen, por la eminente Theodorini. Cuanto digamos en elogio de esta notable artista, resultará poco. Hizo una verdadera creación de la inmortal obra de Bizet, y se identificó tanto con su papel, que llegó al extremo de parecer una verdadera andaluza. El tenor señor Bertrán cantó su porte con verdadero amore, y el público le demostró su entusiasmo repetidas veces con los aplausos que le prodigó.

PRINCIPAL.- El público llena cada noche este elegante coliseo, en donde continúan representándose escogidas producciones catalanas de reputados escritores.

NOVEDADES.- Los dos pilletes siguen sosteniéndose, á pesar de haber llegado á la 50 representación, y en verdad que hay tela cortada para tiempo, puesto que cada día gusta más la notable producción francesa, representada con mucho esmero por los apreciables artistas de la compañía del eminente señor Cepillo.

ELDORADO.- El éxito de la temporada ha sido, sin duda alguna, el estreno de la preciosa zarzuela de Ramos Carrión y Chueca, Agua, azucarillos y aguardiente. Á pesar de que el día del estreno parte del público había decidido el silbar, sin conocer aún la obra, no han logrado hundir tan preciosa producción, pues el público imparcial aplaudió las notables escenas cómicas de Carrión y los inspirados números musicales de Chueca.

El bigote rubio del citado señor Ramos Carrión es un sainete en un acto de sencillísima trama, pero de gran efecto escénico, resultando de lo mejor que se escribe en este género. La señora García consigue una ovación cada noche en la citada obra.

TÍVOLI.- Los sobrinos del capitán Grant, De la terra al sol, La vuelta al mundo y otras producciones proporcionan aplausos y entradas á la compañía del señor Colomer.

ROMEA Y GRANVÍA.- Nada nuevo por ahora. Continúan representando obras antiguas; pero que no por esto dejan de ser muy aplaudidas y de producir pingües beneficios á las empresas.

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En la plaza de toros se celebró el pasado domingo la anunciada lucha del tigre César con un bravo toro de la ganadería de Colmenar. El espectáculo ofreció, además de la novedad, vivo interés, demostrando su fiereza, agilidad y bravura el tigre César del señor Spessardy. El numeroso público que presenció la lucha demostró su entusiasmo repetidas veces con sus aplausos.- A. C.




ArribaAbajoCorrespondencia

E M.: La Mala.- Se publicará en el número próximo. Agradecemos su composición.

R: de S. y A.: El Busto.- No podemos formarnos idea de su trabajo, porque está incompleto. Mande usted la segunda parte de su artículo, y miraremos de publicarlo. Le recomendamos sobre todo la brevedad, pues somos muy enemigos del se continuará.

J. P.: Mis deseos.- Apreciable señor: tengo el sentimiento de comunicarlo que no puedo hacerle el honor de publicar su composición, porque por más que la ha releído, no he sabido encontrarle la punta.

Un suscriptor: Soneto.- Referente á su celebérrimo soneto, no dudamos que sea original de usted; pero no quedamos del todo convencidos. Si manda usted la firma bajo su responsabilidad, lo publicaremos. Desearíamos verlo por esta redacción, pues como comprenderá, no es natural que nosotros le visitemos en su casa. Abeve.- Deseando usted una aclaración á lo que decíamos en el número anterior, debemos manifestarle que al decir que habíamos decidido no publicar trabajos en catalán, exceptuando los firmados por autores muy conocidos, no negábamos el mérito que pudieran tener los versos de usted, y la prueba está que si manda algo en castellano, lo publicaremos.

S. Sellarés: En un abanico.- Se publicará en el número próximo.

M. P.: El primer latido.- No podemos admitir trabajos anónimos. Queremos editor responsable en todos los escritos; por lo tanto, esperamos el verdadero nombre de usted (aunque si quiere no constará en el periódico) y el domicilio.

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