¡Y ay dél si conmigo da! | |
Mas niñerías aparte, | |
puesto que vuelvo a
encontrarte, | |
di, niña, ¿cómo te va? | |
-Bien,
¿y a vos? |
-Famosamente. | |
-¿Y Margarita? |
-No
sé, | |
¡vive Cristo!, ni quién fue | |
la tal mujer. |
-Bravamente. | |
¿Y don Gonzalo? |
-¡Buen
lance | |
el suyo, ¡y qué bien riñó! | |
Mas
para otro mundo echó, | |
y ya el diablo que le alcance. | |
-¿Le matasteis? |
-¿Y
qué hacer? | |
Se empeñó en hallar venganza | |
a causa sin esperanza. | |
¡Qué había de suceder! | |
-¡Pobre muchacho! |
-¡Eh!,
dejemos | |
en paz a quien ya no existe, | |
y que no llegue lo
triste, | |
Sirena a tales extremos. | |
¿Que te importa don Gonzalo? | |
Mientras yo contigo esté, | |
paréceme, por mi
fe, | |
que no va el mundo tan malo. | |
Bebe,
y levanta esos ojos | |
a la luz de la bujía, | |
volvamos
a nuestra orgía, | |
y... echemos estos cerrojos | |
por
si acaso. |
Y
esto hablando | |
don Juan, cerró bien las puertas, | |
llenó su vaso, y... no pudo | |
más alcanzarse
de afuera. | |
Porque sin duda cansado | |
del viaje, abrevió
la cena, | |
y en brazos cayó del sueño | |
tras
de poca resistencia. | |
* | |
Apenas las nueve daban | |
de la mañana
siguiente, | |
y don Juan con la Sirena | |
en pláticas
bien alegres, | |
concluido el desayuno, | |
estaban entreteniéndose, | |
cuando interrumpió su gozo | |
inesperado accidente. | |
Pálida y despavorida | |
llegó la doncella Irene | |
diciendo: -Señor, salvaos! | |
-¿Qué dices, loca? |
-Que
vienen | |
a prenderos. |
-¿A
mí? |
-A
vos. | |
Y os acusan de una muerte | |
hecha en esta misma calle. | |
-Sirena, ¿qué enredo es éste? | |
-¡Ay!, ¡huid,
don Juan, huid! | |
Y no extrañéis que os recuerde | |
la muerte de don Gonzalo. | |
-¡Vive Dios! |
-Ved
que quien quiere | |
prenderos es Aguilera. | |
-¿Él, ¡por
vida mía!, ¡que entre! | |
-Ved que son muchos. |
-No
importa | |
-Por Dios, don Juan. |
-¡Bah!,
tenerse | |
siempre a mi espalda y dejarlos. | |
Y asiendo bizarramente | |
su larga espada don Juan, | |
a abrirles la puerta fuese. | |
Presentóse en ella al punto | |
don Lope con sus lebreles, | |
y grande acompañamiento | |
de curiosos y de gentes; | |
y en sus miradas de triunfo | |
bien claro don Juan advierte | |
el poder que la venganza | |
dentro de su pecho ejerce. | |
Pero
no es hombre don Juan | |
que a nadie en orgullo cede, | |
y así,
con desdén altivo | |
aguarda a que el juez empiece; | |
el cual con sonrisa doble, | |
que harto a burla se parece, | |
de esta manera le dice, | |
y don Juan a él de esta
suerte: | |
-¿Quién es don Juan de Alarcón? | |
-Yo
soy, buen hombre, ¿qué quiere? | |
-Que se dé
al rey. |
-¿Con
qué causa? | |
-Hoy su Majestad pretende | |
que en un sillón
duradero | |
en su presencia se siente. | |
-Pues dale al rey muchas
gracias, | |
que yo no quiero de reyes | |
mas que los bustos que
corren | |
en sus monedas. |
-No
intente, | |
señor galán, resistirse, | |
que en
sangre teñidas tiene | |
las manos, y de un tal Bustos | |
he sido yo algo pariente. | |
-¡Hola! ¿Sabéis esa historia, | |
y esa sangre os pertenece? | |
Pues no intentéis, seor
golilla, | |
que con la vuestra se mezcle, | |
porque quien vertió
la una | |
a verter otra se atreve. | |
-¡Ea, mancebo, ya basta! | |
¡Espada y persona entregue, | |
o vive Dios!... |
-Norabuena, | |
por ella quien guste llegue, | |
que por el puño la
tengo. | |
-Pues a él, ministros, prendedle. | |
-Pues,
señor juez, adelante, | |
y salga lo que saliere. | |
Así
diciendo don Juan | |
con la cuadrilla arremete, | |
sentando en
ella sin tino | |
estocadas y reveses. | |
En vano se le antepone | |
densa nube de corchetes, | |
de escribanos y testigos, | |
él
tira siempre de frente, | |
y en dos minutos despeja | |
de bultos
el gabinete, | |
y huye espantada la turba, | |
al rey invocando
siempre. | |
Desmayóse la Sirena, | |
rompió en clamores
la Irene, | |
y en un momento en la calle | |
se arremolinó
la gente. | |
Rejas y balcones se abren | |
al ruido, y todos haciéndose | |
pregunta sobre pregunta, | |
mas todos sin entenderse; | |
quién
huye despavorido | |
sin saber de lo que teme, | |
quién
oye estúpido y mira, | |
quién bravea sin moverse, | |
desde la calle entretanto, | |
que nada ve ni comprende. | |
Ayes
y votos se escuchan, | |
estoques por alto vense, | |
y bocas abiertas
dando | |
órdenes que nadie atiende. | |
Miran todos a la
casa | |
por fuera de las paredes, | |
como si a través
pudieran | |
ver lo que dentro sucede, | |
y el dintel los alguaciles | |
a pasar sin atreverse, | |
se desgañitan de miedo, | |
y al auditorio ensordecen. | |
Al fin por
sobre el gentío | |
viéronse llegar jinetes, | |
atropellando la turba | |
y armados hasta los dientes. | |
Doblaron
los alguaciles | |
sus roncas voces al verles, | |
y oyéronse
maldiciones | |
de la magullada plebe. | |
Y en tanto en una antesala | |
don Juan esgrime y revuelve | |
contra tres que cara le hacen, | |
con el juez que se defiende | |
pues insultado Aguilera | |
por
él, y mofado al verse, | |
tiró el bastón
y echó mano | |
al estoque bravamente. | |
Mas es muy diestro
don Juan, | |
y en tal posición se tiene, | |
que espada
y daga empuñando | |
de tal modo les ofende, | |
que no
desperdicia un golpe | |
ni un pie de terreno pierde. | |
Da, cía,
para, se cubre, | |
amaga, recibe, vuelve, | |
al uno tira de punta, | |
al otro a revés le hiere, | |
y al fin con un doble
amago | |
al de Aguilera sorprende, | |
y en la tetilla derecha | |
honda estocada le mete. | |
Cayó don Lope, y los otros | |
que por él lidian, al verle | |
doblaron contra don
Juan | |
con rabia, aunque inútil siempre. | |
Pues él,
que ve su venganza | |
cumplida, y abajo siente | |
caballos, tal
les acosa, | |
que al uno le desguarnece, | |
derriba al de la
derecha, | |
y sobre el tercero llueve | |
tal tropel de cintarazos, | |
y con voz tan insolente | |
les insulta y les confunde, | |
que
aturdidos los pobretes | |
huyeron al fin mohínos | |
y
zurrados malamente. | |
Entonces don Juan, que nunca | |
su peligro
desatiende | |
ni pierde el tino su ira, | |
con mano asaz diligente | |
cerró las puertas, y astuto | |
buscó balcón
que cayese | |
a otra calle, y por las rejas | |
descolgóse
osadamente. | |
Gritó un hombre que pasaba, | |
pero no
pudo dos veces. | |
Porque don Juan, levantándose, | |
tendióle
de un golpe inerme. | |
Miró y eligió camino, | |
se embozó bien, y metiéndose | |
por una calle
excusada, | |
para su posada fuese. | |
Tomó el caballo
en que vino, | |
salió de Toledo al puente | |
y echó
a escape, encomendándose | |
a su brío y a su
suerte. | |
Echó la justicia mano | |
de Sirena y de la
gente | |
que halló en su casa; crecieron | |
los procesos
como peste, | |
y concluyóse la causa | |
al concluir nueve
meses, | |
y en ella los que quedaron | |
pagaron por los ausentes. | |
Del juez y de don Gonzalo | |
las averiguadas muertes | |
en una
sola sentencia | |
se vengaron de esta suerte: | |
condenóse
allí a don Juan | |
a morir, si se le hubiere; | |
mas nadie
pensó en buscarle, | |
como continuo acontece. | |
A Sirena
por diez años | |
a reclusión, y por siete | |
a
la criada, mandando | |
que al de Aguilera lo entierren. | |
Conque
se salva quien corre. | |
Y acierta quien se defiende: | |
y está
visto, la fortuna | |
sólo ayuda a los valientes. | |
* | |
Hundía el sol su disco refulgente | |
tras la llanura azul del mar tranquilo, | |
dando sitio a la
noche, que imprudente | |
presta con sus tinieblas igualmente | |
al crimen manto y al dolor asilo. | |
Y allá
en ocaso al expirar el día | |
con su postrera luz reverberaba, | |
y del inquieto mar se despedía, | |
y de la tierra que
a lo lejos vía | |
que de las sombras en poder quedaba. | |
Alcanzábase a Cádiz la opulenta | |
blanqueando débilmente entre la bruma, | |
sentada a
flor del agua turbulenta, | |
como queda después de la
tormenta | |
témpano errante de perdida espuma. | |
Y
aún se podían distinguir apenas | |
los altos
y movibles masteleros | |
por cima y en redor de sus almenas, | |
y en alas de las ráfagas serenas | |
la voz de los cansados
marineros. | |
Mas no bien al crepúsculo
indeciso, | |
tragó la luz de la amarilla luna, | |
cuando
en cóncavo son tronó improviso | |
cañonazo
de leva, ronco aviso | |
de nave que invocaba a la fortuna. | |
Lanzóse una a la mar, y a toda
vela, | |
abandonando el puerto prontamente, | |
a par del viento
favorable vuela, | |
y a la luz clara que en la mar riela, | |
se la mira bogar tranquilamente. | |
* | |
A Italia va. Dichosos los que aguardan | |
a su playa feliz llegar en ella, | |
y el tiempo cuentan que
en mirarse tardan | |
bajo el benigno sol de Italia bella. | |
A Italia va, país de los placeres, | |
encantado vergel rico de flores, | |
vivienda de hermosísimas
mujeres, | |
patria feraz del genio y los amores. | |
A
Italia va don Juan, ¿adónde iría | |
el osado
y amante pendenciero? | |
¿A prolongar su interminable orgía | |
y a gastar su existencia y su dinero? | |
A
Italia, sí, porque en Italia mora | |
el amor, la molicie
y la pereza; | |
a Italia, sí, donde el placer se adora, | |
altares levantando a la belleza. | |
A Italia
va don Juan. ¡Cuánta esperanza, | |
cuánta ilusión
de amor y de ventura | |
lleva en su corazón, que nunca
alcanza | |
fin a la dicha ni al placer hartura! | |
Atrás
queda y burlada la justicia, | |
atrás los muertos que
dejó lidiando, | |
mas la suerte con él marcha
propicia, | |
cabo feliz a cuanto emprende dando. | |
Sirena,
Margarita, ¿quiénes fueron? | |
Ya sus nombres le son
desconocidos; | |
su amor y sus encantos se perdieron | |
un momento
después de conseguidos. | |
A Italia
va don Juan. La España toda | |
llena tras él
de sus memorias queda; | |
sólo volver a España
le acomoda | |
cuando amar, ni reñir. ni gozar pueda. | |
«Mientras es joven -dice-, mientras lleve | |
deseo el corazón y oro el bolsillo, | |
lanzarse el
hombre a los deleites debe | |
del sol de su fortuna al falso
brillo. | |
El placer es mi Dios; mi alma
desea | |
para sólo gozar larga la vida; | |
cuando sin
oro y sin placer la vea, | |
como una inútil prenda envejecida, | |
con una estoica calma indiferente | |
despojaréme
de ella, convencido | |
de que al que un aura de placer no aliente, | |
le debe de bastar lo que ha vivido.» | |
Tal
es don Juan, y tal el pensamiento | |
que a la risueña
Italia le conduce; | |
reñir, amar, beber, he aquí
su intento; | |
gozar sólo es vivir, de ello deduce. | |
* | |
A Italia va don Juan; ¿y adónde
iría | |
en verdad el amante pendenciero? | |
¿A prolongar
su interminable orgía | |
y a gastar su existencia y
su dinero? | |