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Mesonero Romanos: impresiones y recuerdos de su primer viaje por Europa (1833-1834)

Enrique Rubio Cremades


Universidad de Alicante



En la primera mitad del siglo XIX las impresiones de viaje ocupan un lugar preferente en los medios de comunicación. Revistas de muy dispar contenido y enfoque publican retazos o episodios referentes a países extranjeros analizados desde la óptica del escritor costumbrista. No escapa al lector que esta modalidad descriptiva de usos y costumbres de un país determinado fue en su día difundida, principalmente, por escritores franceses e ingleses1. Cabe pensar que en la mente de Mesonero Romanos estarían presentes no pocos colaboradores de publicaciones extranjeras que en su afán por difundir en un breve lapsus de tiempo las formas de vida existentes en España actuaban con imprecisión y mostraban una sociedad estereotipada, anclada en el tiempo y plagada de una galería de tipos que parecían rememorar las comedias lopescas.

Las impresiones del primer viaje por Europa de Mesonero Romanos se encuentran, principalmente, en Recuerdos de viaje por Francia y Bélgica en 1840 y 18412 y en Memorias de un setentón3, obra, esta última, que refleja una especial atención por los viajes. Mesonero Romanos refiere en sus Memorias las particularidades referentes a los respectivos viajes realizados tanto por España como por el extranjero; sin embargo el único material noticioso centrado en sus impresiones por Europa lo encuentra el lector en su obra Recuerdos de viaje. De forma un tanto inusitada intercala episodios del itinerario realizado en 1833-1834 en dicha obra, engarzando unas impresiones que aun elaboradas en un espacio diverso de tiempo no se diferencian en su contenido, aunque sí en su forma expositiva. Es evidente que su inclinación por esta modalidad literaria no nace en su época de madurez, sino en una etapa temprana de su vida. Dichas impresiones están insertas en sus Memorias, en la mente de un escritor que aun anciano nunca olvidó los diversos itinerarios por él recorridos a lo largo de su vida. Cabe recordar, por ejemplo, las puntuales noticias referidas por él mismo en el episodio 1813. Salamanca y los Arapiles, capítulo en el que se describen con precisión los preparativos del viaje, itinerarios y principales hechos bélicos ocurridos en tierras salmantinas. Anécdotas, historias, chascarrillos, versos referentes a los principales cabecillas españoles muertos en el enfrentamiento con el ejército napoleónico y otras no menos peculiares formas de narrar demuestran la incipiente vocación de Mesonero por el relato de viajes. Cinco años más tarde, en 1818, recorrerá de nuevo todo este escenario, intercalando, una vez más, episodios puramente biográficos y hechos relacionados con la vida social y cultural de Salamanca. Al igual que en posteriores impresiones de viaje, Mesonero pasará revista a los principales focos culturales de la ciudad, incluidos monumentos artísticos y configuraciones urbanísticas dignas de mencionar. De forma embrionaria se percibe al contumaz observador, al escritor preocupado por todo lo que atañe a las impresiones de viaje. En el episodio 1823. Postrimerías de la Constitución, Mesonero describe con precisión los pormenores de un nuevo viaje realizado por Andalucía al formar parte del pelotón de boleteros. Nada más adecuado para el novel escritor que pertenecer a dicho cuerpo, pues eran los encargados de preparar el itinerario y la ubicación del ejército miliciano. Se evidencia en estas páginas la doble faceta de Mesonero Romanos. Por un lado, al escritor que escudriña pacientemente los lugares visitados, anotando, como si de una acta notarial se tratara, lo que apenas se percibe; por otro, al autor festivo, el que introduce breves anécdotas de viajes e incluye relaciones o historias de personajes que dan al relato una agilidad y amenidad dignas de elogio. Movilidad e intercalación de personajes que se asemejarían a las escenas costumbristas dotadas de una breve peripecia argumental. El episodio 1823, El sitio de Cádiz es una prueba evidente de lo expuesto hasta el momento presente, pues se desvelan gradualmente todas estas peculiares características puestas en práctica por el propio autor. Las aventuras y desventuras del joven Mesonero por tierras andaluzas y su posterior regreso a Madrid se configuran como un mosaico vivo en el que se incrustan no sólo los acontecimientos políticos más relevantes del momento, sino también aquellos retazos de la vida misma que por su cotidianeidad o nula singularidad no forman parte de la historia4.

Es evidente que con tales vivencias y dotes para la observación quisiera Mesonero ampliar sus conocimientos recorriendo nuevos contextos geográficos. Quedan atrás los viajes anotados en sus Memorias y, al igual que otros escritores de la época, decide viajar por el extranjero, a fin de conocer sus costumbres y configuraciones urbanísticas. Su holgada posición económica le permitirá recorrer en su primer viaje por Europa las principales ciudades de Francia e Inglaterra. Igualmente anotará con precisión el recorrido por él realizado, desde su partida hasta el posterior regreso5. Las noticias ofrecidas en Trabajos no coleccionados son parcas, aunque no por ello menos interesantes, al referir su autor los lugares visitados con inusual precisión. Se podría decir que todo este material serviría de fundamento y base al posterior viaje realizado por Europa en 1840 y 1841, pues se desglosan prácticamente todas las materias tratadas en su primer viaje. La industria, el comercio, la Bolsa, medios de comunicación, la nueva industria hotelera, centros de recreo, bibliotecas, archivos, cementerios, establecimiento de beneficencia... serán aspectos abordados en su primer viaje por Europa. Años más tarde todas estas materias serán desglosadas, comentadas pacientemente y con una parcialidad digna de elogio. De igual forma en su primer viaje se percibe una vez más la innata curiosidad de Mesonero, pues no sólo se limita a la simple observación de los monumentos más singulares o relevantes, sino también al estudio de los usos y costumbres de los países visitados.

El material noticioso sobre su primer viaje por Francia y Londres sería completamente impersonal al no ser por la presencia del apartado Fragmentos de un viaje. Las noticias referentes al extranjero son nulas pues sólo figuran parcas anotaciones en el itinerario realizado por España. Los peligros y sinsabores de un viaje no parecen menguar el interés de Mesonero en la realización de su primer viaje, consciente de la importancia que ello conlleva si se quieren aplicar en su añorado Madrid las reformas necesarias. Como es habitual en El Curioso Parlante se introducen en dicho fragmento una galería de personajes que dan a sus impresiones la movilidad característica de un cuadro animado. De esta forma se entrecruzan los aspectos puramente personales con aquellos cuya objetividad requiere el análisis de un determinado contexto geográfico. Por un lado, la anécdota, la pequeña historia de un viajero que sufre pacientemente los sinsabores de un viaje: carruajes vetustos, caminos tortuosos, malas comunicaciones, fondas mugrientas, temor a un asalto, impotencia en la resolución de problemas relacionados con el pasaporte... Por otro, su permanente interés por todo aquello que representa el adelanto: nuevas configuraciones urbanísticas, comercio, industria, centros culturales... Mesonero Romanos, si bien toma puntuales notas de lo observado, no por ello desdeña el análisis del peculiar comportamiento de quienes habitan en los lugares visitados.

Un nuevo material referente a su primer viaje por Europa lo encuentra el lector en las publicaciones periódicas de la época. Por ejemplo, El primer día en París6 se publica en el Semanario Pintoresco Español el 28 de mayo de 1837 y La vuelta de París aparece en el Diario de Madrid el 16 y 17 de septiembre de 1835. Ambos artículos, como tendremos ocasión de comprobar, se engarzan con los episodios referentes a su segundo viaje: Recuerdos de viaje por Francia y Bélgica en 1840 y 1841. Otro tanto ocurre con el dedicado al dramaturgo y poeta Victor Ducange, tercer y último episodio referente a su primer viaje que figura en la publicación citada con anterioridad. Vivencias y recuerdos que Mesonero publica en las páginas del Semanario Pintoresco Español, en ocasiones sin firma alguna; en otras sólo con las iniciales de su apellido o del seudónimo. Recuérdense, por ejemplo, sus artículos sobre Nuestra Señora de París y la abadía de Westminster. De igual forma su contacto en este primer viaje con la prensa periódica publicada en Londres y París serviría de modelo y guía a la publicación fundada por él mismo. No se olvide el Prospecto que figura al frente del primer número del Semanario Pintoresco Español7, pues alude directamente a las revistas no políticas publicadas en dichas capitales europeas. La idea de concebir el periódico como una empresa, el abaratamiento de su coste, la utilidad del mismo y la creación de una red de suscriptores serán aspectos aprendidos en su contacto con la prensa londinense. La inclusión de grabados en el periódico fundado por Mesonero estará tomada del Penny Magazine, al igual que en su día hiciera el Magasin Pittoresque en los albores de 1833. Se podría afirmar que todo lo vertido en este Prospecto fue fruto de la experiencia de su primer viaje por Europa. Gracias al mismo los anales del periodismo español encuentran en el Semanario Pintoresco Español el primer eslabón del periodismo concebido como empresa eficaz y duradera. Su longevidad corrobora por sí sola el acierto de su fundación.

A raíz de su regreso en 1833 Mesonero encontró una España cambiada tanto en el orden político como administrativo. La muerte de Fernando VII tiene lugar en el momento en el que Mesonero se encuentra en Marsella, tal como refiere en Memorias de un setentón8. Instalado en Madrid pudo apreciar que su Guía de Madrid (1833) no se ajustaba a los cambios que se habían producido, de ahí que incluyera un Apéndice que comprendiera las reformas realizadas. De igual forma aprovechó la ocasión para introducir en la nueva publicación una segunda parte relacionada con su experiencia por Europa en 1833 y 1834. Gracias al material reunido, el lector puede reconstruir sus impresiones de viaje por Francia e Inglaterra, pues tal como había observado propuso, entre otras cosas, lo siguiente: edificación de nuevos mercados, creación de plazas y jardines, ensanchamiento de las calles con nuevo empedrado y aceras, construcción de nuevos edificios ajustados a un plan urbanístico aprobado por el Ayuntamiento, nuevo alumbrado, limpieza diaria de las calles, fundación de asilos, hospicios, hospitales, cajas de ahorros y sociedades de seguros, creación de una red hotelera acorde con los tiempos, renovación de las casas de baños... Reformas, en definitiva, propuestas por un escritor que sentía con no poco dolor el atraso de España. Sentimiento que se percibe, igualmente, en su posterior viaje realizado por Europa en 1840 y 1841.

El último material noticioso referente a su primer viaje por Europa lo encuentra el lector, tal como indicábamos al principio de este artículo, en Recuerdos de viaje por Francia y Bélgica en 1840 y 1841. Tres son los episodios o capítulos del primer viaje engarzados en los Recuerdos: El primer día en París, Entierro de Victor Ducange y De vuelta a casa. El estilo de los mismos varía sustancialmente del resto de los que configuran sus Recuerdos, aunque Mesonero Romanos se empeñe en afirmar lo contrario, tal como indica en una anotación a pie de página que figura en el artículo De vuelta a casa: «Este artículo, escrito por el autor al regreso de su primer viaje por Francia e Inglaterra (1833-1834) puede servir de epílogo de ambos y como tal no parece desdecir al final de estos Recuerdos, porque tratándose del mismo asunto, y en igual estilo, resume el pensamiento crítico y lección moral que se propuso el autor en aquellos»9. Otro tanto sucede en la anotación que figura al frente de El primer día en París, al señalar Mesonero que dicho artículo en nada difiere del resto de los dedicados a París e insertos en los Recuerdos, aunque es consciente de que existe una cierta disparidad de criterios en cuanto al estilo y la forma. Es evidente que existen grandes diferencias de estilo y forma de enfocar sus impresiones. La doble modalidad del artículo de costumbres -la descriptiva y la dotada con una mínima peripecia argumental- se percibe en las páginas pertenecientes a ambos viajes. Sin embargo en los artículos correspondientes al primero se advierte una movilidad próxima al cuento, introduciéndose el autor como protagonista del mismo en animada conversación con diversos personajes o interlocutores. Por ejemplo en El primer día en París Mesonero recorre o flanea -según la terminología al uso adoptada por Mesonero Romanos- los diversos espacios urbanos como un personaje más en animada conversación con otros interlocutores. Los tipos desfilan ante él indicándole o aconsejándole los itinerarios o los servicios que debe tomar. El cochero, el barbero, la planchadora, el sastre, empleados de hotel, amigos y compañeros de viaje configuran y dan vida al presente artículo. Los lugares visitados merecen el aplauso del propio Mesonero tanto en el primer viaje como en el segundo. La diferencia estriba en la presentación de los hechos. Así en el viaje realizado en 1833-1834 las Galerías de Palais Royal impresionan vivamente a Mesonero Romanos por su bullicio, animación y excelente disposición del comercio. Otro tanto ocurre con los restauradores (restaurantes), hoteles y lugares de diversión públicos. Paseos, plazas ajardinadas, viales con un empedrado perfecto, variedad de espectáculos e inmejorable ubicación y arreglo de los mismos serán lugares que el propio autor visita y admira como si de un personaje más se tratara. Impresiones que contrastan con las insertas en Recuerdos, al detallar El Curioso Parlante todo lo relativo a París. El estilo desenfadado, casi a «vuela pluma» asoma en estos primeros cuadros. La disección perfecta, el escrutinio o el registro de diversos significados que ofrece París a los extranjeros lo encuentra el lector en el segundo viaje. Obsérvese, por ejemplo, el capítulo París recreativo, perteneciente a Recuerdos, en el que el autor establece un total de nueve apartados donde se especifican y explican con sumo detalle los diversos espectáculos públicos existentes en París. Nada escapa a la atenta mirada de un autor, Mesonero Romanos, que analiza no sólo los espectáculos más insólitos e inverosímiles del momento, sino también aquellos que por su variedad ofrecen al espectador las diversas corrientes teatrales del momento.

Desgajado de anteriores impresiones aparece el titulado Entierro de Victor Ducange, cuadro que como ya hemos señalado pertenece al primer viaje. Quiso la suerte que Mesonero Romanos estuviese en París en la fecha de su fallecimiento. Consciente de su popularidad en España no pudo resistir la tentación de acudir al duelo y ser testigo directo del fatal acontecimiento. Es evidente que la popularidad de V. Ducange en España era manifiesta, aunque no del agrado del propio Mesonero ni de Larra, autor, este último, de varios artículos de crítica teatral referentes a su obra10. Al igual que los anteriores cuadros pertenecientes al primer viaje Mesonero escribe un cuadro animado en donde gradualmente se van desvelando las diversas corrientes literarias al uso. El recurso utilizado para tal movilidad no es otro que la introducción de otro personaje-testigo (un periodista francés) que comunica a Mesonero el verdadero estado de los teatros, escuelas o tendencias literarias y gustos del público. Cuadro revelador para el conocimiento del ideario estético de Mesonero.

Es evidente, pues, que el disperso material noticioso referente a su primer viaje por Europa ayuda a reconstruir no sólo un episodio biográfico del autor, sino también a conocer o interpretar con objetividad el gradual proceso evolutivo de su estilo. En lo concerniente a su ideario estético Mesonero Romanos se muestra inalterable, pues en ambas impresiones de viaje manifiesta su tendencia hacia un teatro verosímil, ético-docente y carente de sucesos truculentos y absurdos. Se podría afirmar que la disparidad existente en torno al costumbrismo de Larra y Mesonero señalada por la crítica de todos los tiempos apenas se percibe en estos escritos. El carácter objetivo, el afán reformista y el dolor que siente Mesonero por el atraso colectivo de España en relación a Francia son idénticos a los de Figaro. Pragmatismo y afán reformador que harán posible las innovaciones de un Madrid anclado en los tiempos de los Austrias.





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