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ArribaAbajo Capítulo VI

El temblor lírico en Gustavo Adolfo Bécquer


La composición de este capítulo coincide en el tiempo con la célebre polémica131 suscitada por Sijé con el grupo sevillano de Nueva Poesía, entre los meses de octubre a diciembre de 1935. Muñoz Garrigós comenta «la polémica fue tan exacerbada como absurda, pues se provoca por un malentendido, a partir de la cual aparecen, de inmediato, los exabruptos entre ambos contendientes.» (1989, 156). Las declaraciones de Sijé parecían arremeter contra el poeta sevillano Bécquer -que además cumplía centenario de su nacimiento en 1936- y habían aparecido en el número doble 7-8 (7 de agosto de 1935) de la revista Isla de Cádiz, dirigida por el poeta Pedro Pérez Clotet, en respuesta a una encuesta de Isla con motivo del Centenario del Romanticismo. El artículo de Sijé se titula «La nueva Literatura ante el Centenario del Romanticismo», donde escribe respecto e Bécquer:

«Asistimos, en esa manifestación poética del amor, a la destilación platónica de Bécquer: la reducción a la simplicidad, a la simpleza química, el aislamiento, la blanca deshumanización del melancólico Gustavo Adolfo»132.



Los de Nueva Poesía133, respondieron rápidamente, sin firmar en el número 1 de Nueva Poesía de octubre de 1935:

«Aparte que "destilación poética" es algo así como "bombillas educadas". Sería muy discutible -¡y tanto!- el platonismo de Bécquer. Lo que ya no puede discutirse, por ser inadmisible de todo punto, es la deshumanización incolora que advierte Sijé en el poeta de las Rimas. Hace falta no haber leído un solo verso de Bécquer o ser absolutamente irresponsable para juzgar de este modo. No podemos admitir que Sijé hable de Gustavo Adolfo sin haber leído».



Sijé se defiende bastante enojado desde el prestigioso diario madrileño El Sol (10 de Noviembre 1935), con el artículo «Saber leer, saber escribir, saber pensar», para exasperar aún más los ánimos donde escribe:

«La tesis de mi contestación [se refiera a la pregunta de Pérez Clotet] era ésta: la "nueva literatura" -entendiendo por "nueva literatura" los tipos literariorrevolucionarios que se suceden en España a partir de 1896- es consecuencia lógica del espíritu del romanticismo histórico [...] El platonismo está en la poesía amorosa que continúa la línea becqueriana, "deshumanizándola" precisamente. Antes de jugar con la "a" o con la "u", se aprende a distinguir elementalmente las letras con la cartilla en la mano. Por no saber, los sevillanos me llaman "irresponsable", "ligero", "desconocedor" de Bécquer. Aprendan a leer, aprendan también a comprender».



Los de Nueva Poesía le replicarían bastante subido de tono en el número doble 2-3, con un artículo de «tremenda dureza», según José Antonio Sáez (1990, 13). La réplica fue posiblemente redactada por Luis F. Pérez Infante.

«Con la ayuda de todos los diccionarios de todas las bibliotecas de Sevilla, concienzudamente, hemos leído el artículo "Saber leer, saber comprender, saber falsificar", que nos dirige Ramón Sijé desde El Sol. Con todos los diccionarios a la vista. Sin ellos sería imposible descifrar algunas frases del erudito, humanista y filósofo de Orihuela, de este magnífico gallo en crisis plumífero, que no vacila en atribuirse un pensar "puro", "clarísimo", "cristalino". Y protesta, patalea, gime, insulta y calumnia, para terminar perdonándonos, sin advertir que no perdona el que quiere sino el que puede [...]».



Pero Sijé ya no replicó en los medios de comunicación pero sí escribió una carta particular, la última que salió de su pluma, (que publicó Muñoz Garrigós), para dar por zanjada la polémica, poco antes de morir. Miguel Hernández, «estaba enterado de todo». Prueba de ello es la dolorida carta que, a la muerte de Sijé, dirige a Juan Guerrero Ruiz y en la cual escribe: «Fíjate que me he quedado con una carta escrita para él en la que le hablaba de ese triste asunto de Sevilla». A la muerte de Sijé, los tres poetas sevillanos escribieron una carta a los padres de Sijé, con sus muestras de dolor:

«Queremos comunicarle nuestro sincero dolor, más intenso de lo que a primera vista pudiera suponer, por haberse dado la circunstancia de que nuestras relaciones con él, exclusivamente literarias y muy cortas, giran alrededor de una fuerte polémica [...]» (Vicente Ramos, Miguel Hernández, Gredos, 1973, pág. 46).

Estas polémicas literarias son siempre beneficiosas para clarificar posturas y pensamientos de los escritores, poetas o ensayistas, porque no se concibe el entendimiento cabal de una obra sin todo el material accesorio: epistolarios, notas, prensas o estudios posteriores, sobre un autor.

Clarificado este punto pasamos a comentar el capítulo VI, donde podremos ver desde una mejor perspectiva la idea sijeniana sobre Bécquer.

Escribe Sijé (p. 247) que entre varios poetas románticos, principalmente en Gustavo Adolfo Bécquer, aparece la misteriosidad un sucedáneo de la misteriosidad, que no es un descalificativo hacia el poeta sevillano, porque para Sijé «la misteriosidad becqueriana es cristal, duro cristal [diamante] reducido a desmayo [admiración], primer plano poético reducido a lejanía [cara de los poliedros], tránsito del cubo [hexaedro] a la nube [cielo]». Porque es un abrir de alas de golondrinas134 que huye [hacia el cielo]. Así es como yo lo entiendo.

La idea sijeniana es que uno de los materiales de preparación sentimental -que no quiere decir influencia concreta- becqueriana es el ambiente de Enrique Gil [se refiere Sijé a Enrique Gil y Carrasco como poeta], que supo dar dignidad melancólica que es el cielo poemático de una novela histórica, es la gota de rocío [«Una gota de rocío» (1837), es título de uno de sus poemas], lírica e inestable; y en esa inestabilidad reside, precisamente, la humildad de su existencia, el temblor. Con Enrique Gil se introducen los ángeles, como símbolos y como mitos, en el tesoro metafórico de la imaginación poética española. Comenta Sijé, que si Boscán proporciona recursos estilísticos a Garcilaso, Enrique Gil se los entrega a Gustavo Adolfo Bécquer.

Es Bécquer el poeta que más maravillosamente ha reducido el problema estilístico del temblor lírico, porque se ha dado cuenta de la importancia que tiene «la realidad como dato en el problema de la creación». El mundo de visión de Bécquer tiene un contenido «hoffmanniano» [fantasías de niños], porque el poeta hace desaparecer el sentido común «que es la barrera de los sueños», pues, románticamente, la realidad como coexistencia de un mundo empírico y de un mundo de fantasías.

Nos hablará de la dualidad becqueriana entre la idea y la forma, la visión y la realidad, el sueño y la palabra: la poesía de la realidad. Se da cuenta de su imposibilidad física [de alguna manera es la imposibilidad física del propio Sijé, su debilidad vital], y de la imposibilidad psicológico-lírica, que resulta trágica, más puro temblor, o como postura de indecisión porque la indecisión es el temblor de esta originalidad de su poesía. En la página 253 nos hace Sijé cuatro enumeraciones que empiezan: «Bécquer no sabe [...]» o lo que es lo mismo, no se da cuenta del concepto intimista vital-lírico de la creación, sin embargo, crea poemas con duración y temblor. Es complejo comprender muy bien lo que nos quiere dar a entender, la idea la tenemos cogida entre pinzas pero se nos escapa. Sijé es rotundo: «Bécquer, en conjunto, nos da una poesía donde los cristales son misterios y los símbolos son mitos[...]». Porque ya dijo al principio que Bécquer es misteriosidad.

Nos expone Sijé que el amor becqueriano es un amor imposible de cumplir por abstracto, amor imaginativo con una mujer conocida en sueños, y nos trae unos versos de la Rima XI, sobre sus amores oníricos, por lo que este amor despide una lluvia de amargura sobre su amor temporal, debió temblar en cada rima porque él tenía una profunda dignidad humana. Una rima tiembla como una hoja. Porque el temblor lírico becqueriano, según puedo percibir es su belleza que está en la figura mágica del sonido que crea su recitación, y que no ha de confundirse con el color y la palabra sin límites de Zorrilla, por ejemplo.

Aborda el temblor lírico en Bécquer; podría definirse como que las cosas que nos dice nunca están acabadas, se están diciendo siempre, no concluyen nunca, es el aletear o de las palabras el aleteo de mariposas y sonidos, y golondrinas.

En la página 259, comienza con la prosa de fantasía del sevillano en sus Leyendas, pero antes nos hace una introducción de los cuentos poéticos de fantasías, porque cree Sijé que tanto el alemán (Hoffmann) como el sevillano sólo buscan «conseguir una pura finalidad lírica». Dice Sijé que Bécquer no busca un fin narrativo o descriptivo en las leyendas al modo de Zorrilla sino que busca la creación poética de las cosas sencillas, aunque, nos dirá que en Tres fechas, se encuentra una imagen difícil y artificiosa. Las leyendas becquerianas están cerca del poema histórico en prosa, cuando ciertos trozos son novelas históricas, donde la tradición popular es el principal material para el trabajo estilístico, en cambio la de Zorrilla está más conforme con la historia anecdótica. Guillermo Díaz Plaja apunta que el leitmotiv de Bécquer son las ruinas como pugna entre lo natural y lo artificial135.

No le gustan a Sijé las leyendas indias, debe referirse a El caudillo de las manos rojas, basada en la tradición india, situada en las ciudades de Osiria y Kattak. Ni tampoco la de antología como Maese Pérez el organista. Sí le gustan las de línea poemática, y nos hace un parangón entre Manrique-Bécquer, en El rayo de luna, la mujer imposible que como Manrique se enamora de la mujer-rayo de luna. En su artículo de «La decadencia de la flauta» (El Gallo Crisis, 5-6) dijo «Bécquer era la minúscula escopetilla de salón».

Concluye diciendo que «Bécquer es el pájaro solitario sin nombre, el principio absoluto del fin relativo del romanticismo poético [...]».




ArribaCapítulo VII

La decadencia de la flauta


Con este mismo título Sijé publicó un artículo en El Gallo Crisis, número doble 5-6. (Santo Tomás de la Primavera. Pascua de Pentecostés 1935). Pentecostés se celebra cincuenta días después de Semana Santa. Santo Tomás Moro es el 22 de junio en el Santoral, por ello debemos pensar que el último número salió a mediados de junio del 35. Así bien, dispondría de más tiempo para acabar su ensayo sobre el romanticismo, un manifiesto antirromántico. Comienza el artículo: «El romanticismo no ha muerto: se está muriendo. Se sobremuere (sic), románticamente se sobrevive, en el drama de 1898, de 1914, de 1921, de 1931 [...]». Se refiere a la nueva literatura o el neorromanticismo, y que supone una nueva psicología, una doctrina y una forma, es decir, una amenaza. Nos dice también que es Azorín el que sienta las bases de una crítica e imaginativas románticas, que supone una revisión humana y actual del concepto de lo clásico, de una nueva corriente literaria y actitud filosófica. En el párrafo siguiente (p. 21, n.º 5-6) escribe unas frases, que entiendo en alusión a Azorín al que llama «el último romántico, empieza negando cobardemente su filiación [por lo del seudónimo], escondiéndola bajo la máscara de un nuevo ismo [...]».

Nos dice Sijé que no cree en un neorromanticismo, que es llaga el recuerdo de una llaga, porque la desviación del romanticismo hasta nuestro siglo [XX], es una degeneración psicológica, por la pérdida de la dignidad y de la nobleza humana, es la decadencia del hombre: la decadencia de la flauta. Con lo que ya tenemos la definición a este enigmático y críptico título.

Continuará su artículo exponiéndonos su hipótesis antirromántica, que el romanticismo ya fue, «era una política: el literal romanticismo proletario, el desarrollo democrático de la selva, el robo de la flauta [el robo del alma al hombre]» (p. 22. Edición Facsímil). Defiende el romanticismo eterno, clásico, iluminado con las luces del barroco temporal, en cambio, el romanticismo histórico será el trascendente a la europea y el de feria a la española.

El capítulo VII es una recopilación de sus ideas ya expuestas, sobre todo en los artículos «La voluntad de Cristo y voluptuosidad de Satanás» (n.º 1) y «La decadencia de la flauta» (n.º 5-6). Cecilio Alonso lo entiende como doctrinal, pero no advirtió que eran, prácticamente, los mismos artículos ya publicados en El Gallo Crisis. Estas recopilaciones nos indican un cansancio físico y un deseo de acabar el ensayo por parte de Sijé. Capítulo que no voy a dividir en secciones porque no encuentro separaciones de temas sino un resumen de sus artículos. Desde la página 269 hasta la 274, comenta sobre Nietzsche, en la misma idea de «La voluntad de Cristo y la voluptuosidad de Satanás». Desde la pág. 274 hasta el final sobre «La decadencia de la flauta», al que incorpora críticas sobre Unamuno y Stendhal. Por lo que creo y deduzco que este capítulo es posterior al ya publicado.

Inicia el capítulo bastante enojado filosofando sobre la caída de la voluntad del Ángel, con lo que él llama la separación de Dios y de la Historia. El ángel y su voluntad satánica de rebelión (Sijé se debe referir a la rebelión de los ángeles en la Biblia sobre la rebelión de Lucifer en Isaías 14:12-14). Entra Sijé en disquisiciones sobre el infierno, el alma, el demonio que tiene propiedades de mujer, porque la voluptuosidad es la feminización de la voluntad... Sigue usando otras definiciones que ya no entran dentro de nuestro concepto de igualdad entre sexo y por ello, estos conceptos quedan en el cerco del pasado y del tiempo histórico.

Afirma que «Clasicismo es el arte de silbar con la boca cerrada», la misma frase que utilizó debajo de la cita para su artículo «La decadencia de la flauta» por lo que el artículo citado y este capítulo debieron coincidir en tiempo de creación.

En este párrafo enumera seis formas según él de clasicismo, un clasicismo que tiene tintes espirituales y de silbido, iglesia, dorados y colores. En la frase «A enemigo puente de plata», hace una variación «A enemigo puente de sueños».

Disertará sobre la idea de la «política clásica», que viene a ser como una democracia de ángeles que dirige el gobierno del pueblo por los ángeles, cuyo principal motor -dice Sijé- es el filósofo alemán Federico Nietzsche, «autor del poema la voluntad de poder»136. Estas ideas ya las expuso en su artículo «La voluntad de Cristo y la voluptuosidad de Satanás», donde comenta que Cristo hace posible que reine su voluntad santísima sobre la voluptuosidad de Satanás de la tentación romántica.

José Muñoz Garrigós comentó este artículo en el facsímil de 1973, Comentarios, final p. 6:

«Se acerca a la tesis de Nietzsche, que afirma que los atributos más nobles son "el oro, la conciencia y el poder", criticándola por cuanto supone una caída en la tentación, en una voluptuosidad del poder [...] Posiblemente en la estructura del artículo resida el mayor mérito formal del mismo: planteamiento del problema del poder, supuestos previos de los que es el clasicismo, el poder en la problemática del barroco, y, por último, la postura por criticar según lo anteriormente expuesto».



También lo comentó ampliamente Muñoz Garrigós en Vida y Obra de Ramón Sijé, (pág. 131):

«En Voluntad de Cristo y voluptuosidad de Satanás subyace la idea de voluntad de P. Wust137, respecto de la cual afirma Alcorta138: "El poder y el deber del hombre y las posibilidades de su hacer y de su ser se centran de este modo y en gran medida en su voluntad. La voluntad no debe ser considerada como un mero poderío, como la voluntad de poder en el sentido nietzscheiano (sic). La voluntad no debe ceder a esta tentación demoníaca que a veces, piensa Wust, gravita sobre ella para lanzarla a la ambición de un demoníaco poder, a la orgía y el frenesí de poder"».



Piensa Muñoz Garrigós que el catolicismo-reformista de Sijé no sólo procede de Wust sino también de Maritain, y de Romano Guardini, todos ellos neotomistas.

Nos dirá que «La hispanización o cristianización española del mundo, -tras la Contrarreforma logra España ser protagonista del concepto de Europa- tienen su origen en un móvil de pura religión individual; así como el cristiano hace al prójimo conocedor de su debilidad, España, mediante una política clásica de imploración [...] testigo de su impotencia». Nos habla en términos de los de «generación del 98» sobre El Escorial para decir que es «[...] representación plástica de la primera fase del desarrollo del cristiano hispánico de la edad Moderna, barroquismo de la línea pura, pura voluntad de impotencia. Árbol de Cristo del Escorial, raíz de Felipe II, cruz de España [...]». Esta exaltación de Castilla y de Felipe II nos recuerda el discurso de Azorín en Una hora de España139, discurso de ingreso en la Real Academia de la Lengua, que lo pronunció el domingo 26 de octubre de 1924, presidido por Maura.

Le dedicará Sijé varias páginas a discutir con Nietzsche sobre El Anticristo, como no está de acuerdo con él le pregunta a Nietzsche ¿por qué te dejaste caer en la tentación? Por ello es una idea de Peter Wust, sobre que «la voluntad no puede ceder a la tentación demoníaca».

Mostraré algunas diferencias observadas entre el artículo «La decadencia de la flauta» de El Gallo Crisis, n.º 5-6, y el texto del libro:

A partir de la página 274, leemos «Clasicismo es arte de silbar con la boca cerrada». Donde se repite el artículo ya citado.

Si los contrastamos podemos observar que en el texto del libro antepone en la segunda frase: «En España» a «se sobremuere» (sic), y queda «En España se sobremueve [...]». En la página 276, escribe: «El poeta -me invento este gráfico ejemplo [...]». En El Gallo Crisis escribió: «El poeta -medítese este ejemplo histórico [...]». En la pág. 279, después de «¡Vaya si volverán!», se inicia un comentario sobre Unamuno y lo que piensa de Bécquer, al bilbaíno lo ha calificado, en unos párrafos anteriores, de «carcelero selvático del cristianismo». El comentario se inicia con la frase: «En Unamuno, el tema becqueriano está sometido [...]». Para acabar en la página 281, con «[...] un contenido, y un estilo paternal». Cree Sijé que Unamuno adoptó una actitud paternalista con Bécquer.

Cuando empieza con el párrafo sobre «el alcoholismo poético [...]», esto ya lo escribió en El Gallo Crisis. En este texto sobre Unamuno presenta la complicación metafísica del tema becqueriano en la Teresa (1924) de Miguel de Unamuno, cuadro narrativo que contiene rimas becquerianas, logrando la recreación romántica de la amada.

Al final de la página 281, empieza con: «La importancia de la posición estilista de Stendhal [...]» Hasta finalizar en los tres asteriscos de la pág. 285, para hablarnos una vez más, ya lo hizo en el capítulo IV, de la resolución del problema del estilo de la novela con El rojo y el negro. «Stendhal llega a emplear un clásico etc., etc., para escamotear las repeticiones, la digresión, el desbordamiento imaginativo y el verbal, el tumulto de la prosa».

El texto que empieza con: «El romanticismo ha huido del estilo, huyamos del romanticismo», hasta el final del libro ya aparecía en El Gallo Crisis, sin modificaciones.

Concluye el libro en la página 296, con la afirmación de que «el romanticismo permanece en nuestra poesía actual [neorromanticismo]. Y nos habla de una mitología becqueriana que comienza con Juan Ramón [Jiménez], al que califica de caballero velazqueño. Y una posición de mitos contra símbolos, como en Rafael Alberti en «Sobre los ángeles»140, «Tres recuerdos del cielo»141 es un Homenaje a Gustavo Adolfo Bécquer.