Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.


ArribaAbajoActo IV

 

Salen SOLAYA, CASALIA y acompañamiento de circasianas.

 
CASALIA
La noche va llegando en que tu amante
infeliz o feliz, falso o constante,
con tu mano o sin ella marchar debe.
Todo está pronto; nada lo conmueve.
El viaje se dispone: sus soldados 5
a la inmediata marcha preparados
anuncian su presteza y sus contentos
al son de los marciales instrumentos.
Estas mujeres, que la suerte impía
esclaviza a tan dura tiranía, 10
con los últimos ayes se despiden
de sus parientes; estos no lo impiden,
antes, afeminados, al perderlas
las lloran en lugar de defenderlas.
Tan fuerte es el terror que les imprimen 15
las armas que los tártaros obliguen.
SOLAYA
Tristes mujeres, cuyas hermosuras
os causan tan injustas aventuras,
no envidiéis mi fortuna; si perdisteis
vuestros parientes, nada les debisteis. 20
Al tártaro os dejaron entregadas,
y vuestras almas, nunca acostumbradas
al halago de Amor ni a sus rigores,
a la suerte podrán ser superiores,
mas hoy siento en mi pecho vacilante 25
de mi Patria el amor y el de mi amante.
A la tártara corte conducidas
pasaréis tibiamente vuestras vidas.
La que agradare al Kan será dichosa;
la turba de las otras, poco ansiosa 30
por un bien que jamás han conocido,
sin pena vivirá, dando al olvido
su ingrata patria, que conoce apenas.
Nunca serán mis dichas tan serenas:
que me quede o me vaya, mi fortuna 35
siempre triste será, siempre importuna.
¿Qué dijiste a mi Padre?
CASALIA
Yo le dije
que la memoria de su amor te aflige.
SOLAYA
Amiga, ¿le explicaste con viveza
mi llanto, mi rubor y mi terneza? 40
¿Dijiste que mi llanto ya he apagado,
con el duro dolor que me ha costado?
¿Contástele el estado de mi pecho?
CASALIA
Sí, señora; al oírme, satisfecho,
a sus hijos llamó; en su compañía 45
venir a resolverte pretendía,
a que tomases el mejor partido.
Ya sabe que si amor te ha seducido,
la reflexión te muestra tu injusticia
y te vuelve el honor a su caricia. 50
No tardará en llegar, haz que te vea
tu anciano Padre, como lo desea.
 

(Sale KAULIN.)

 
KAULIN
Al Príncipe, al amante que te adora,
en fuerza de tus órdenes, señora,
cómo quedabas, dije; y recelando 55
que de tu Patria el atractivo blando
acabase, contra él, a resolverte,
sabiendo que tu Padre viene a verte,
también llega con tropa dividida.
Aquí está ya, señora.
SOLAYA
¡Ay, triste vida!
60
 

(Sale SELIN, con GUARDIA DE TÁRTAROS.)

 
SELIN
Perdonarás, Solaya, la osadía
de interrumpir funesto la alegría
con que publicas tu filial afecto.
Yo no quiero oponerme; mi proyecto
no es de turbar tu corazón, señora. 65
Sólo he venido a despedirme ahora
de ti, para mi patria. Mi partida
sobrado tiempo ha sido diferida.
Tus ojos y mi pecho me engañaron,
de mi deber preciso me apartaron. 70
Ya que no puedo más lisonjearme,
marcho y te olvido; acaba de olvidarme.
SOLAYA
Casalia, di, ¿qué es esto que me pasa?
Esta tibieza de Selin me abrasa.
SELIN
¿Ni respuesta merezco? En vano ha sido 75
haber en otro tiempo merecido
todo tu amor, que referir no quiero,
si a lo amante sucede lo grosero.
SOLAYA
¿Qué respuesta hallaré, Selin, que baste?
Tú mismo mi silencio ocasionaste. 80
Bien sabes, y no creo que lo olvides,
aunque borrarlo de tu pecho cuides,
bien sabes (ah, Solaya desgraciada)
que mi voz, a tu voz esclavizada,
eco fue de la tuya, con qué anhelos 85
respondía a tus quejas y tus celos.
Pero el estilo que usas al presente
es ingrato, Selin; tan diferente
que no lo entiendo. Me hablas con tibieza.
Si acaso es amorosa sutileza 90
por probar el estado de mi pecho,
me agravias si no vives satisfecho.
SELIN
No, señora; no es arte, ni he creído
que pueda en el amor ser permitido.
Es sólo haber sabido que a tu amante 95
ya te has cansado de vivir constante.
Tu Patria más te mueve; en ella queda,
deja que yo a la mía volver pueda.
También tengo yo Patria y Padre; es justo
que no me prives de este mismo gusto. 100
Kaulin, mi tropa marche, adelantado
de dos horas el plazo señalado.
Adiós, señora, adiós.
SOLAYA
¿Adónde, aleve,
marchas tan presto? ¿Así tu amor se atreve
a dar a las tinieblas del olvido 105
las voces que en mi pecho has esculpido?
¿Por sola una sospecha no aclarada
rompes la fe, con tanto amor jurada?
SELIN
Tu queja sí que es arte; pero en vano.
Yo marcho.
SOLAYA
¿Marchas? ¿Dónde vas, tirano?
110
¿Qué buscas? ¿De quién huyes, fementido?
¿Buscas la dura tierra en que has nacido,
en medio de unos bárbaros soldados,
al robo, rapto y muerte acostumbrado?
¿Huyes de una mujer, cuya terneza 115
domesticó tu bárbara fiereza?
Si tal haces, si dejas a esta triste,
de la sangre real tú no naciste,
ni humana fue tu cuna; en un collado
del Cáucaso, por fieras habitado, 120
alguna te abortó; sobre una roca
mamó la leche tu inhumana boca
de la loba o leona más furiosa,
tigre sangrienta, o áspid engañosa,
o bien del mar en la desierta arena 125
(donde aprendiste el arte de sirena)
las olas te arrojaron espantadas
de ver tantas maldades congregadas,
pues juntabas, aleve, en tu persona
ardides del áspid, furias de leona, 130
inconstancias del mar, pues con dureza,
cual sirena engañosa, tu fiereza,
sordo al clamor y a mi fatal quebranto,
insensible te muestras a mi llanto.
Anda, bárbaro infiel, que mi amor puro 135
nunca podrá enlazarse a un pecho duro.
SELIN
Si merezco, Solaya, tales quejas,
por dejarte, las mismas, pues me dejas,
mereces y mayores, porque has dado
motivo a la tibieza que he mostrado. 140
Ufano de mi suerte me aplaudía,
dichoso con tu mano me creía;
y dejando a elección de tu albedrío
lo que pude deber sólo a mi brío,
mi bien y mal, mi lauro y mis agravios 145
fío mi pecho de tus falsos labios;
y mientras mi sentencia pronunciaran,
mandé que mis soldados se juntaran
por si tu gente arrebatar quería
tu mano, que ligabas a la mía. 150
En vano tu familia preparaba
sus furias contra mí. Yo me alentaba
contra tanto rigor, con tu memoria.
Guiábame el camino de la gloria
que ganara mi pecho en la pelea, 155
Solaya ingrata, tu amorosa idea.
En medio de la acción ya me veía
(mira con qué arrogante fantasía)
por polvo, sangre, fuego, horror y muerte,
yo ciego, y más de amor, pensaba verte. 160
Tu imagen los rigores suavizaba;
en tanto susto sin temor estaba,
esperando del día el fin ufano,
para lograr que mi dichosa mano
deudora tuya de victorias tantas, 165
pusiese mis laureles a tus plantas.
En pago de un amor tan elevado,
con Casalia a tu gente has avisado
que abandonarme intentas. Complacidos
estaban juntos, cuando a mis oídos 170
el júbilo llegó, con que aplaudía
tu alegre Casa la desgracia mía.
Llegué; los vi; tu Padre en medio estaba
que a los dos hijos suyos lo contaba,
juntando tropas para detenerme, 175
por si acaso quisiese yo oponerme.
¡Y te quejas de mí!¡Quién lo creyera!
Yo sí, quejarme de tu fe debiera;
Yo sí, pudiera en tierno sentimiento
entregado al dolor de mi tormento, 180
a tus plantas pedirte por los cielos
que respondieses a mis justos celos.
Mas no, Solaya. Mi alma considera
que tanta sumisión bajeza fuera;
un hombre puede en lágrimas pueriles 185
dar tales quejas, pero fueran viles
en Príncipes. Los pechos elevados,
por su cuna o empleos ensalzados,
deidades son que avergonzarse deben
de los afectos que a los hombres mueven. 190
Para descanso de mayor fatiga,
el amor muchas veces nos obliga;
pero si llega amor a ser empleo,
lo miro como indigno a mi deseo.
SOLAYA
Pues qué, ¿el amor tan bajo te parece? 195
¿Pretendes que el amor nunca merece
llenar el corazón de un Soberano?
¿Qué? ¿Se desnuda, acaso, de lo humano
el que la regia púrpura se viste?
Lo feroz con lo regio confundiste. 200
Si el hombre es insensible, es de otra esfera,
es menos que hombre y se convierte en fiera.
SELIN
Un sí o un no te pido. Ceder puedo;
pero si ves que a los amores cedo,
no creas que me rindo a tu hermosura, 205
tus suspiros, tu llanto y tu ternura,
sino a mi honor, que equívoco quedara
si de tu amor ahora me apartara,
cuando el peligro turba los placeres.
No digo más; resuelve lo que quieres. 210
SOLAYA
¿Cuándo he de resolverme?
SELIN
Ahora mismo.
SOLAYA
¿No ves, Selin, el horroroso abismo
de dudas en que me hallo? ¿No reparas
(y bien lo repararas si me amaras)
que mi pecho, entre un Padre y un amante... 215
SELIN
Has de determinarte en este instante,
o en él me ausentaré de tu presencia.
SOLAYA
Con qué rigor pronuncias esa ausencia;
poco te cuesta, ingrato, el proferirla,
y me cuesta mil vidas el oírla. 220
Tu labio está sereno al pronunciarla,
y mi pecho se parte al escucharla.
Un plazo corto si... mi Padre atento...
Yo no sé qué pronuncio ni qué siento,
y más me ahogo mientras más suspiro; 225
sólo sé que te adoro, y que deliro.
Ceda el patricio al amoroso exceso.
Selin, esta es mi mano.
SELIN
Y yo la beso,
jurándote por ella ser constante
esposo tuyo, como fui tu amante. 230
Llegad, soldados míos, saludadla;
Princesa vuestra y mía proclamadla.
KAULIN
En su nombre, señora, en tan dichoso
día, para Tartaria el más glorioso,
me ofrezco, dando gracias a mi suerte 235
de que ya sin recelo llego a verte
esposa de Selin. Nuestra ventura,
cuantas gracias admira en tu hermosura,
tantos años felices te mantenga
que la fortuna, sin variar, se tenga 240
esclavizada al brazo de tu esposo
y que de ambos el nombre venturoso
por infinitos dignos sucesores
se lleve a las edades posteriores.
 

(Salen HADRIO, HERACLIO y CASIRO.)

 
HADRIO
¿Qué miro? ¿Se engañaron mis sentidos? 245
Estarnos, hijos míos ya perdidos.
Cayó de mi Solaya la firmeza.
CASIRO
Pues caiga a nuestras plantas su cabeza.
SELIN
La razón temple vuestro enojo ciego.
Ilustre y sabio anciano, yo no niego 250
que con sobradas causas hoy te aflija
la pérdida sensible de tu hija;
pero pactamos que ella decidiese
de su destino, y nadie se opusiese.
Ya decidió, soldados, rodeadla; 255
de todos sus parientes apartadla
Y marche en medio de mi comitiva
a nuestra Patria, en que Princesa viva.
HADRIO
¡Selin, su Padre!...
HERACLIO
¡Príncipe, su hermano!...
CASIRO
¡Tártaro usurpador, monstruo inhumano, 260
mi hermana vuelve, que si no mi brío...!
SOLAYA
Casiro, Padre, Heraclio, amante mío...
SELIN
¡Guardias, el que la toque, al punto muera!
Di, Solaya, a tu Padre, la postrera
palabra de cariño.
SOLAYA
¡Oh, Padre amado!
265
HERACLIO
¡Ay!, ¿cómo el cielo a tu delito, airado,
no truena, y con el rayo más severo
tu pecho, este palacio, el orbe entero,
no aterra, rompe y hunde? ¿Cómo aguanta
delito tan atroz, infamia tanta? 270
HADRIO
¿Me dejas, hija?
SOLAYA
Padre, ¡ay Dios!, no dudo
que mi cariño ser delito pudo,
pero ya que a Selin juré firmeza,
fuera crimen mayor mi ligereza.  (Vase.)  
HADRIO
Heraclio, ya marchó Solaya ingrata, 275
no es el fiero Selin quien la arrebata,
sino su mismo gusto, y yo no admiro
que no la detuvimos. ¡Ah, Casiro!
HERACLIO
Dejamos su destino a su albedrío.
¡Quién creyera jamás tal desvarío! 280
CASIRO
No nos obliga el pacto, si advertimos
que cuando de ella convocados fuimos
hallamos a Selin, que anteriormente
estaba en su presencia; delincuente,
el tártaro ha faltado a lo pactado, 285
pues la ocasión sin duda ha aprovechado
para rendirla con amantes voces;
la femenil flaqueza bien conoces...
HADRIO
Bien dices; no perdamos un instante;
arranquémosla del brazo de su amante. 290
Vuela, joven Casiro, hacia la puerta
del camino que llevan. Encubierta
en los vecinos pórticos hay gente
que vengará la injuria diligente.
Heraclio, tú congrega más soldados. 295
Mientras los dos estáis así empleados
yo busco por los cuartos y escaleras
de este palacio esas humanas fieras.
Los dos han de morir, si yo no muero;
dejadme solo, que vengarme quiero.  (Vase.)   300
HERACLIO
No le dejemos solo, antes sigamos
sus lentas huellas, porque así podamos
apartarle del riesgo a que se expone,
con tantos años.
CASIRO
Y lo que él propone,
nosotros, con más fuerza, ejecutemos. 305
HERACLIO
A los tártaros fieros ataquemos,
aunque tal vez sabiendo nuestro enojo
estén dispuestos a cualquier arrojo.
CASIRO
Pero antes jura, sin compadecerte,
al uno y otro amante, dar la muerte. 310
HERACLIO
Lo juro.
 

(Sale CASALIA.)

 
CASIRO
¿Adónde vas?
CASALIA
Señor, huyendo.
El palacio en horrores está ardiendo;
todo es estrago, incendio, sangre y muerte.
Tal es, Heraclio, la infelice suerte
de este palacio un tiempo respetado. 315
El desorden por puntos aumentado,
circasianos y tártaros perdidos,
por las oscuras salas confundidos,
son heridos y hieren mutuamente;
se oye de las mujeres el doliente 320
innumerable llanto en su retiro...
Heraclio, corre; vuela tú, Casiro.
HERACLIO
Vamos, a nuestro padre libertemos
de riesgo tanto; el golpe descarguemos
que él quiere dar. En lances semejantes, 325
en que importan por siglos los instantes,
y se requiere ardor, fuerza y audacia,
la anciana edad carece de eficacia.
Pero es la juventud rayo que aterra
y abraza desde el cielo hasta la tierra 330
cuanto encuentra el torrente de su fuego.
Jóvenes somos, ataquemos luego;
vamos a castigar delito tanto;
nuestra furia añadamos al espanto
que a Circasia han causado los amores. 335
Muertos han de quedar, o vencedores,
los que a su cuenta toman tal venganza.
CASIRO
Y en el rigor fundemos la esperanza.

 
 
FIN DEL ACTO IV.
 
 


ArribaActo V


Escena I

 

HADRIO, CASIRO y HERACLIO, por distintos parajes, cada uno con una antorcha en una mano, y la espada en la otra; oscurecido el teatro, aunque no del todo.

 
HADRIO
¡Hijos! ¿Vosotros sois?
HERACLIO
Pues, ¿quién pudiera
sino tus hijos, cuya saña fiera
ningún miedo conoce, de este modo
ir registrando este palacio todo?
En busca de tu vida, que apreciamos 5
más que el aliento con que respiramos.
CASIRO
Los tártaros huyeron. Uno, herido,
que a mis pies, de mis manos ha caído,
me ha dicho que Selin se ha refugiado,
de su tártara tropa abandonado, 10
al templo que está incluso en las paredes
de este palacio.
HERACLIO
Retirarte puedes,
y sosegarte un poco. Está seguro
que escaparse no puede; y yo te juro
en breve presentarte su cabeza. 15
CASIRO
Y la de la infelice vil belleza...
HADRIO
Mi mismo acero ha de vengar mi injuria.
Ya siento renacer mi antigua furia.
Los tártaros verán que aún no he perdido
las fuerzas que en mi brazo han conocido 20
en otros tiempos, cuando, en noble guerra,
azote fue mi brazo de su tierra;
y si muero en el lance, bien pagada
será mi vida, cuando esté empleada
buscando el fin de su carrera honrosa, 25
por no continuarla ignominiosa.
HERACLIO
Si a batalla campal, oh Padre amado,
se hubiese toda la Asia convocado,
osadía sería no ofrecerte
el mando de las tropas; de otra suerte 30
es esta corta acción.
CASIRO
Al punto huyeron
las tropas, que cobardes combatieron.
Sólo Selin, con número pequeño,
sostiene, osado, el temerario empeño.
Ya tengo, con las tropas, circundado 35
el paraje en que se halla refugiado;
y no merece que tu brazo ostente
su gran valor, en la acción presente.
Yo basto, que soy joven, poco experto,
contra otro joven: prisionero o muerto, 40
verás cómo lo traigo.
HADRIO
Son tan raros
los lances de un combate, que a dejaros
en él, sin mi presencia, ejemplo y mando,
no me resuelvo; os voy acompañando,
guiándoos al ataque de este templo. 45
Imitadme y seguid.
HERACLIO
Señor, tu ejemplo
no es menester para tan corta empresa;
y tu salud a todos interesa.
CASIRO
Vamos, Heraclio.
HERACLIO
Vamos, pues, Casiro.
HADRIO
Ya cedo a vuestro ruego, y me retiro. 50
Oíd. Traedme al ofensor y a mi hija:
él muerto y ella viva. Que la aflija
del cadáver la vista, y se arrepienta.
Donde miró su amor, mire su afrenta.
Cuidad que, en lo confuso del combate, 55
algún errado tiro no la mate.
Perdonad a Solaya, os lo encomiendo.
¡Ay! No quiero morir, sino teniendo
el gusto de mirarla arrepentida;
entonces, con placer, daré la vida. 60


Escena II

 

Los de la anterior y dos OFICIALES CIRCASIANOS.

 
OFICIAL 1.º
Ni un tártaro quedó. Huyeron todos
por varias partes y distintos modos.
Los que habían llegado hasta la puerta
de la ciudad, hallaron muerte cierta
a manos de los nobles circasianos. 65
Todos murieron, jóvenes y ancianos;
y las tristes mujeres condenadas
por el sorteo, fueron rescatadas.
OFICIAL 2.º
Selin, ensangrentado, en vano quiso
defenderse, entregarse fue preciso; 70
porque una tropa nuestra se introdujo
por una puerta, adonde la condujo
un criado leal. Selin fue hallado
consolando a Solaya; y ocupado,
no pudo a la defensa prepararse; 75
desarmado, ha tenido que entregarse.
HADRIO
¿Y Solaya?
OFICIAL 2.º
Con él. En vano, osada,
por medio de las tropas, fue, arrojada,
a tomar el acero de su amante,
y matarse con él. Llegué al instante, 80
y le quité el puñal. Los dos ya vienen.
Los guardias separados los mantienen.
HADRIO
Apenas puedo sostener su vista.
La prisión de Selin es la conquista
a mi pecho más grande. Al punto muera. 85
Con Solaya no sea tan severa
la ciega indignación. Es hija mía;
algún tiempo mi alivio y mi alegría...
Pero ¿qué digo? Muera, sin la excusa
de ser mi hija... Mucho más la acusa 90
mi misma sangre, a cuyo honor injuria.
Duro es amor, si se convierte en furia.
Ella al honor faltó. Merece aleve
que yo falte al cariño que me mueve
a perdonar su yerro... No por eso 95
deja de ser mi hija... Mas su exceso
de amor, que borra de su pecho amante
honor y parentesco... Si... No obstante
es hija, aunque no digna. Ya me quedan
muy pocos años, que mis ojos puedan 100
llorar mi deshonor, y arrepentida
puede ella mi decoro, con mi vida,
sostener algún tiempo. ¡Ay, hijos míos,
no cebéis en Solaya vuestros bríos!
¡Ay! No mezcléis su sangre con mi llanto; 105
pague Selin su culpa y mi quebranto.
Si mis ojos presencian su venida,
mi alma, con Selin enfurecida,
o tierna con Solaya, no es posible
subsista tan serena y apacible 110
como deben las almas superiores.
Es prudencia evitar lances mayores
que nuestras fuerzas. Voyme. Circasianos,
mi honor y amor hoy dejo en vuestras manos.
Yo me retiro donde en paso incierto 115
me lleva mi dolor.  (Vase.)  
HERACLIO
O preso o muerto,
al tártaro verás.


Escena III

 

HERACLIO, CASIRO y los dos OFICIALES CIRCASIANOS.

 
CASIRO
Siga un soldado
de mi Padre los pasos; y cuidado
tenga de su persona respetable.
El labio calle ya. El hierro hable. 120
Traednos, guardias, sin perder instante,
a Selin prisionero, y a su amante.
HERACLIO
Las antorchas dejad en esta pieza;
no añadan las tinieblas su tristeza
al negro afán de la venganza mía; 125
ya que su luz nos ha negado el día,
asombrado, sin duda, de mi brazo,
que iba a cortar tan afrentoso lazo.
Muera Selin, mirando a quien lo mata.
CASIRO
Mire Solaya, nuestra hermana ingrata, 130
mire esa fiera, que su mismo hermano,
matándola, se venga por su mano.
No oculten las tinieblas los horrores
de su delito, ni de mis rencores.


Escena IV

 

HERACLIO, CASIRO y un CIRCASIANO.

 
CIRCASIANO
Pronto llega Selin aprisionado. 135
HERACLIO
¿Cómo lleva lo adverso de su hado?
¿Cede al rigor? ¿Se queja de su suerte?
¿Pide la vida? ¿Espántale la muerte?
¿Propone, por librarse, algún partido?
¿Prosigue ufano, o habla ya rendido? 140
CASIRO
¿Al ver que, con astucia, le prendieron,
sus furias se aumentaron o abatieron?
Al arrancarlo de Solaya (amigo,
tú que fuiste de todo buen testigo)
dime, ¿lloró de amor o de despecho? 145
¿Qué notaste en sus ojos? ¿Y en su pecho?
Entre tanta inquietud, ¿él se conmueve?
Di, ¿cuál viene Selin?


Escena V

 

Los de la anterior, y SELIN, entre una tropa de circasianos.

 
SELIN
Viene cual debe.
Mientras más desgraciado, más tranquilo.
¿Extrañas este aliento y este estilo? 150
¿No sabes lo que debe un alma fuerte?
Apréndelo, Casiro, con mi muerte.
La miro ya; no me parece horrible;
la espero con espíritu apacible.
HERACLIO
Mucha arrogancia es esa.
CASIRO
Y osadía,
155
que incita a más rigor la furia mía.
SELIN
Esto no es osadía, ni arrogancia.
Esto es mirar mi suerte con constancia.
Esto es saber hacer lo que hacer debo.
A confirmaros otra vez me atrevo 160
en que tranquilo estoy. No lo estuviera
si culpa mía, y no desgracia, fuera.
Si peleando, hubiera yo rendido
mi acero a vuestros pies, y hubiera sido
vencido por la plebe, temeraria, 165
el egregio heredero de Tartaria,
mi ignominia a mi suerte se igualara;
pero no siendo así, debe mi cara
deciros de mi pecho lo sereno.
HERACLIO
Ese vigor, Selin, sería bueno 170
si en estado estuvieras de apoyarlo.
SELIN
Entonces no debiera yo ostentarlo.
Mi espada, no mi lengua os hablaría,
si tanta fuese la fortuna mía.
Pero, privado de esgrimir mi espada, 175
(a más nobles empresas destinada,
que la de castigar unos traidores)
se exhalan por el labio los ardores
que en mi pecho produce mi nobleza.
Aprenderéis así, de la firmeza 180
que os muestro, de qué modo os castigara
si mis armas el cielo me dejara.
Rigor fue de los cielos no dejarme
armas con que pudiera señalarme.
¿Pero qué digo yo? Favor ha sido 185
a que debo mostrarme agradecido,
pues me ofrece ocasión de presentaros
rara firmeza, entre infortunios raros.
Nadar en sangre, Heraclio, y en horrores,
y matar o morir entre furores, 190
hazañas son, si bien las consideras,
comunes a los hombres y a las fieras:
se ejercen en el bosque y la campaña;
sólo será del hombre digna hazaña
superar los acasos de la suerte, 195
y en todo estado ser constante y fuerte.
CASIRO
Tú has de morir, Selin.
SELIN
¡Noticia grata!
¡Cuánto rubor me quita el que me mata!
¡La persona de un Príncipe ultrajada,
entre tan viles manos profanada! 200
Cualquiera muerte, por atroz que sea,
muestra menos horrores a mi idea.
HERACLIO
¡Qué majestad! Su voz y su firmeza
detienen mi rencor.
CASIRO
Es sutileza
para ablandaros. Di, ¿no presenciamos 205
la ofensa que nos hizo? ¿Qué aguardamos
para vengarla?
HERACLIO
No, detente, hermano;
y si tu corazón no es inhumano,
espera un poco.
CASIRO
Heraclio, considera
que el detenernos imprudencia fuera. 210
Tal vez su tropa, al verse ya privada
de su persona, que es tan estimada,
por ella volverá, y sus soldados,
de su afrentosa fuga avergonzados...
SELIN
Sí, circasianos, sí. Tened por cierto 215
que si mi gente sabe que no he muerto,
formada volverá por rescatarme.
Si prudencia tenéis, debéis matarme.
OFICIAL 1.º
Señor, aquí Solaya llega.
SELIN
¡Oh, cielos!
¿Qué? ¿En la muerte me dais tanto consuelo 220
como dejarme ver su rostro hermoso?
SOLAYA

  (Dentro.) 

¡Ay, mi Selin!
SELIN
¡Acento delicioso!
Aquí está tu Selin, siempre constante,
infeliz o feliz, siempre tu amante.
¡Ay! Si muero al rigor de tus hermanos, 225
sabe que tuyo muero. De sus manos
si acaso me liberto
HERACLIO
No lo creas.  (Matando a SELIN.) 
Llega, llega, Solaya, porque veas
tu ignominia y locura castigada.


Escena VI

 

Los de la anterior, y SOLAYA aprisionada.

 
SOLAYA
¡Ay! ¡Qué miras, Solaya desgraciada! 230
HERACLIO
¡Muere, Selin!   (Prosigue en herirlo.) 
SELIN
Sí, mátame... Casiro,
no sabes el contento con que espiro
a vista de Solaya... Solamente
os pido, circasianos, que, indulgente,
a vuestra triste hermana..., vuestro brío 235
no toque... Caiga sobre el pecho mío
todo vuestro rencor... Mi sangre altiva
sacie vuestro rigor..., pero ella viva.
SOLAYA
¿Para qué ha de vivir, si Selin muere?
Con el mismo puñal, Heraclio, hiere 240
mi pecho; con el mismo con que heriste
el noble seno de mi amante triste.
Matadme presto. No tardéis, os pido,
un instante de tiempo, este perdido,
otro no logrará el rigor severo: 245
ver a Selin me matará primero.
CASIRO
Detén, Solaya, tu infelice boca.
Tu infame acento a más rigor provoca.
Me avergüenzo, al mirar que no te cubres
del debido rubor, antes descubres 250
más desenfreno, mientras más tu afrenta
la muerte de Selin te representa.
SOLAYA
Haz lo que quieras; deja que un instante
al cadáver helado de mi amante,
si acaso muerto está, mi llanto bañe, 255
y al túmulo Solaya le acompañe.
¿Selin? ¿Vives, Selin? Príncipe amado,
¿desde que me quisiste, desgraciado,
vives? ¿Aún no espiraste? ¿Quiere el cielo,
como se lo pidió nuestro desvelo 260
tan repetidas veces, que enlazados
tus brazos con los míos, y mezclados
los últimos alientos, espiremos?
¿En unión tan dichosa moriremos?
SELIN
Ya muero... Adiós... Imítame..., constante.  (Muere.)  265
SOLAYA
Matadme luego, pues murió mi amante.
¡Oh, cielos! Pues tan tardos mis hermanos
están para matarme con sus manos,
el firmamento, en horroroso estruendo,
fulmine un rayo, cuyo ardor horrendo 270
aniquile mi pecho, ya abrasado
del amor y la pena que he pasado.
HERACLIO
Solaya, tú deliras,
SOLAYA
Aunque fuera
tal vuestra condición, y tan severa
que atropellaseis la pasión amante 275
con tan áspera fuerza, lo importante
de mi unión con Selin, que era heredero
de un Príncipe, tratado lisonjero
pareceros debía, y decoroso.
Dejad, viles hermanos, que a mi esposo 280
vuelva a bañar mi llanto.
HERACLIO
Retiradlo.
SOLAYA
¡Ay, no! Cerca de mí, guardias, dejadlo.
Si pretendéis romper tan justos lazos,
esgriman las cuchillas vuestros brazos
contra mi pecho, que su amor no olvida. 285
Segunda vez le quitaréis la vida,
matando a su Solaya ¡toda suya!
¡Ah! No temáis que su Solaya huya.
CASIRO
Demasiado te abates, y contigo
a tu familia. No he de ser testigo 290
de tal vileza. Muere a mis rigores.

  (Hiriendo a SOLAYA.)  

Éste el fruto será de tus amores.
SOLAYA
Duplica tu rigor, Casiro, hiere.
Tu hermana, Heraclio, con dulzura muere.
HERACLIO
Casiro, es nuestra hermana; cruel has sido. 295
SOLAYA
Si por ser fina amante he merecido
la muerte, que ya veo tan cercana,
mil muertes mereciera vuestra hermana,
pues daría mil vidas por su amante.
¡Selin, oh, mi Selin!..., muero constante; 300
y tu cadáver, que ya veo frío,
junta el amor con el cadáver mío.
En breve nuestras almas reunidas,
serán lo que ya fueron en sus vidas...
Hermanos, yo os perdono, pues no ignoro 305
la fuerza del honor... Vuestro desdoro,
si acaso resultó de mi ternura,
con mi muerte lo paga mi hermosura.
Perdono a vuestro honor... Duros hermanos...
A mi amor perdonad... Por vuestras manos 310
efectos de mi suerte experimento...
Están escritos en el firmamento...
En vano lo resisten los mortales
Sus fuerzas, al destino desiguales,
son corto obstáculo a tan gran torrente... 315
Si no es delito amor, muero inocente...
Y si es delito..¡oh, cielo soberano!
¿por qué hiciste sensible al pecho humano?
¡Ay! ¡Quién puede vencer su fortaleza!...
HERACLIO
La virtud, el honor y la firmeza. 320
SOLAYA
¡Firmeza!... ¡Honor!... ¡Virtud!... Ya considero...
¿Pero, qué digo?... Con mi amante muero.
 

(Cae muerta en brazos de CASALIA, junto al cadáver de SELIN.)

 


Escena VII

 

Los de la anterior y HADRIO.

 
HADRIO
¡Hijos! ¿Qué es esto, cielos?
CASIRO
Ya espiraron.
Recíprocas ternuras exhalaron
sus últimos alientos.
HERACLIO
Este acero
325
mató a Selin.
HADRIO
¿Cómo murió?
HERACLIO
Tan fiero
que injuriaba la mano que le hería.
HADRIO
¿Y qué? ¿Matasteis a la hija mía?
¿No os dije, ah tiranos, que era justo
guardar su vida? ¿Por qué tal disgusto 330
disteis a vuestro Padre? Tal arrojo
merece la desgracia de mi enojo.
CASIRO
Heraclio ya quería libertarla,
no deseaba yo sacrificarla;
ella nos irritó.
HADRIO
¿Cómo, infelice,
335
ha podido irritaros? ¿Qué? ¿Qué dice
tu labio? ¡Cruel hermano! ¡Ah, hija mía!
¿Qué pudo hacer a vuestra tiranía?
HERACLIO
Bárbara, loca, amante y delirando
quiso morir: la muerte fue buscando 340
sobre el mismo cadáver de su esposo.
Entonces, de un estilo ignominioso
y conducta tan vil, enfurecido,
Casiro la mató.
HADRIO
Cruel has sido.
CASIRO
Tu honor, el suyo, el de mi Casa entera, 345
me dictaron venganza tan severa,
con fuerza irresistible a su castigo.
HADRIO
¡Fanático de honor! No, no conmigo
pretendas excusar tu tiranía.
No pronuncie más voz tu lengua impía. 350
De Solaya no expliques la demencia:
mayor ha sido tu desobediencia.
Te dije yo que, en tus venganzas fieras,
contra ella el brazo tuyo no extendieras;
que en ella venerases mi retrato, 355
y tú, monstruo feroz, hermano ingrato,
faltaste a mí, y a la naturaleza.
De aquí llevad a esa infeliz belleza.
 (A los soldados.)  Faltó Selin, cual joven insensato,
al hospedaje mío, y al contrato. 360
Mas no por eso es justo le faltemos
a la veneración que le debemos.
Es un Príncipe al fin, y del respeto
debe mirarse como sacro objeto.




 
 
FIN.