Venía cuando ya era noche
cerrada y marchaba antes del alba. El viento rosado del amanecer,
decía, de seguro le quemaría las lágrimas.
Cuando pienso en ella echo de menos
la capacidad de segregar un esqueleto externo en las circunstancias
en que el interno se derrumba. Una reserva de quitina para suplir
las carencias del calcio.
Ella venía lastrada por
milenios de dominio, de vejación, de tormento, y al mismo
tiempo sus pasos eran indeciblemente ligeros. El poder ascensional
de su risa me asombra aún hoy.
Me regalaba tarros de miel furtiva,
caramelos color de ámbar con un insecto dentro, ineficaces
sortilegios para detener los relojes, serenidad destilada de la
contemplación de árboles de diversos colores, me
regalaba promesas, promesas a regañadientes, muchas
laboriosas y fugaces promesas.
Con ella era imposible establecer
las reglas de respetuoso trato que los seres humanos pactan para
evitar despedazarse. Nos amábamos y nos heríamos con
pasión pareja.
La tentación de la vida
vegetal. La purificación de las pasiones, hasta que la
sangre se transforma en savia. La inocencia de la
fotosíntesis frente al trabajo del carnicero.
Ella añoraba la época
en que cabalgaba una yegua blanca por entre bosques inmediatos, las
teas asombrosas del otoño. Yo no podía ofrecerle nada
equivalente.
Me enjabonaba el cuerpo de arriba
abajo, demorándose en el sexo, y yo hacía lo mismo
con ella. Nos lavábamos los dientes a la vez,
mirándonos a los ojos en el espejo. Hasta que un día
ella apartó la mirada.
Tuve un amor, un amor viejo como un
recién nacido, un amor intacto después de tantos
siglos.
Los primeros poemas de amor
1
En ellos uno escoge
casi arbitrariamente un objeto
cálido, apetecible,
curvilíneo
para fantasear sobre él
(a veces
ni siquiera es preciso el
objeto:
impenetrables los caminos de
Narciso).
No se habla del otro: se habla
de la propia ansia
del propio miedo
del propio dolor.
Autoindulgente campanero de
cristal
echando la vida al vuelo.
Más adelante se aprende,
poco a poco
a menudo con crujir de dientes
y gustosas angustias
y estrujones de corazón, la
enorme
distancia que separa un cuerpo de
otro
cómo a veces se salva en un
instante
cuán radicalmente
es cada ser humano un
infinito.
Se llega a estar ante el otro
como ante una patria remota.
Dicho sea de paso
lo antedicho no solamente
ocurre
con los poemas de amor.
(1987)
2
He regresado a casa
llevándote en los labios
asediado en mi gozo por tus dedos
de nata
He regresado a casa con tu calma en
los brazos
atropellándome algo en las
lindes del pecho
Herido por la lluvia he regresado a
casa
he perdido mi sangre y he ganado la
tuya
He regresado a casa con acrobacia
fácil
atónito del largo azar de tu
caricia
He regresado a casa con tu cuerpo
en los dedos
me he cortado los brazos y tu
cuerpo persiste
afirmando en el tacto su
trabazón de dicha
Qué dulce riesgo ser
ladrón de tu cintura
He regresado a casa en este
país cálcico
donde en los huesos crecen delgadas
llamas negras
He regresado a casa y me he echado
en la cama
con un alba asesina que me roba los
párpados
He regresado a casa sin regresar
ausente
y hasta el oxígeno dice la
magia de tu risa
He regresado a casa desnudo por el
aire
Es más frágil el
pecho que el hálito que alberga
He nacido esta noche del collar de
tu abrazo.
(1979)
Estado de la cuestión el 28 de
septiembre a las seis de la tarde
Vivo
con amor en el corazón
(cierta prestigiosa
tradición lo localiza
precisamente ahí)
y lombrices en los intestinos
(desconfío de otra
prestigiosa tradición
que clasifica ambos
fenómenos
bajo la rúbrica
«parásitos»).
Vivo con manos
ultrajantemente blandas,
con cuerpo bien lavado
y nutrido varias veces al
día
(más lo que cae entre
horas),
vivo en el vientre de la
ballena
y doy conferencias sobre las
úlceras gástricas,
vivo dando dos pasos hacia
atrás
y uno adelante porque mi amante
—poco leninista— me enseña
a bailar charlestón, vivo
medio vestido que es casi lo mismo
que vivir medio
desnudo, vivo arrancando
banderas,
vivo izando banderas
y arrancándolas, vivo en la
frontera
donde ya no viven indios libres y
salvajes
sino aduaneros salvajes y
sumisos,
vivo en la frontera, como les
decía, vivo
con amor y lombrices.
Canción de amor
No nos equivocamos acerca del
futuro:
ni ruina ni despojo.
La savia en el umbral.
Toco el mundo solamente en tu piel
[selección]
1
Está aquí.
Arráncate
la piel para asomarte
al río más
profundo.
Hermosa, hermosa, hermosa,
engalanada
solamente con su fugacidad.
Toda la luz del mundo
excava esta caricia,
revienta en este fruto.
2
Pero mis ojos engendran
en tu piel. Mis ojos escriben
semillas
sobre la luz de tu cuerpo.
En este mundo hay demasiada
muerte
para que durmamos
en lechos distintos.
Mirarte es un retorno
interminable.
3
Todas las noches del tiempo han
trabajado
para crear el fruto
iridiscente,
la terca drupa humana con sus
manos
pequeñas para amar.
Viene la noche de total
vigilia.
De la verdad solamente
sé
a través de tu risa.
Toco el mundo solamente en tu
piel.
6
Un torrente de tiempo o un
remanso
debajo de la piel.
Angustia parsimoniosamente
respirando
entre cuatro paredes.
Al besarte, entreabierto,
siempre
un fulgurante panal de
intimidad.
Y la oscura herida fascinante
de tu sangre menstrual
rememora la promesa de las
estaciones.
7
Tu testarudez,
que te vuelve inmune al
soborno.
Tu impaciencia,
que te hace tan difícil
resignarte.
Tu risa a destiempo
abriendo ventanas y cerrando
heridas
en el espeso tiempo del
horror.
Tu sensualidad, alimentada
por una nube igual que por un
beso.
Tu inconstancia
incompatible con la mentira y con
el dogma.
Tu imprevisibilidad,
palabra con que calumnio
una libertad más ágil
que mis sueños.
Tu puerilidad
por la inocencia imposible y
verdadera
que te brilla en los ojos.
Debajo de este roble de la
Holteistrasse
amo
todos tus vicios.
8
Al besarme en la boca me entregas
un aliento
que viene de tu madre
y de la madre de ésta
y de la madre de ésta
y la cadena carnal se pierde hacia
el origen
del amor y del pánico.
Ese aliento
lo ignoran a veces hasta los
pulmones
por no hablar de tú y
yo.
Me desgarra los labios
la dulzura acre de la
libertad.
9
Una vinculación. Amo los
cuerpos
donde el sudor y el tiempo echan
raíces,
la oscura explosión carnal
del compasivo,
el doloroso golpe en los
riñones
de la fraternidad. Te amo
vinculada, apegada a tu
sangre,
solidaria en los fuertes tendones
de tu cuello,
vertical en la tierra como un
árbol
cuyo peso fuese ya
meditación.
Amo los cuerpos
donde el sudor y el tiempo echan
raíces.
10
Apoyo la boca
contra la boca que es tu sexo y
grito
porque la soledad de
multitudes
de repente es mi cuerpo.
Y hoy que podría jugarme a
cara o cruz
una moneda con el mismo sol,
hoy que un otoño orgulloso
pastoreaba robles,
hoy que se amaban sirenas y
campanas
—hoy acaso tampoco voy a ser
capaz
de besarte en los labios tierra
arada, musgo,
espuma marina, cobre, potros
desbocados
y los labios unánimes de
todas las mujeres.
Mas no te debo menos ni me debo yo
menos.
14
Ahora es hace mucho.
Jugamos a inventar
la senda más precaria entre
la lluvia.
Te has parado un momento.
Hojas lanceoladas
y largos tallos, hilos verdes que
cosen
la sangre a un sueño de
estrellas
mojadas, infantiles,
leves alfabetos dispuestos por el
viento
sobre el capó blanco de un
coche.
Qué hermoso, dices.
(Y la palabra se anonada
ante la belleza que tus palabras
conjuran).
Y se abre la noche, el asombroso
nido,
aquella noche antigua o la inmensa
noche actual.
15
No se desenlazaron las miradas
mientras compartíamos el
agua, el alimento.
Un brillo en tus pechos
húmedos de saliva
asienta la penumbra.
Un clavel rojo se justifica ante el
horror.
Sería tan hermoso poder
asentir
a la paz inviolable de una tarde
como ésta.
16
Un solo ventanuco iluminado
en la espalda plana de la
casa.
Sobre la vertical la pregunta de
Venus
depone la malicia.
La noche, gravemente.
Nada nos salva. Nada salvo
acaso
la densa quemadura de tu piel en la
mía.
17
Las exportaciones españolas
de armamento
se multiplicaron por ocho
hasta sumar más de medio
billón de pesetas
entre el ochenta y dos y el ochenta
y seis
(hasta alcanzar un meritorio octavo
puesto
en el ranking mundial).
Diez de las 544 centrales
nucleares
que funcionan en el mundo
están instaladas en
España.
Almaraz la visitan 25.000 escolares
al año, y les enseñan
que una central nuclear tiene menos
radiactividad que un huevo frito
(25 milirrem)
y que la luz de la luna
(35 milirrem). Entra en
examen.
Las mejores agencias de viajes
norteamericanas y británicas
organizan veraneos en las guerras
del tercer mundo
para disfrute de profesionales que
buscan calidad de vida.
Voy allá a encontrarme a
mí mismo
manifestó uno de ellos en
televisión.
Comenzó entonces la rigurosa
prueba
de vivir tres semanas sin ti.
18
Desconfío de usted,
víscera imberbe,
corazón elegido,
corazón con muletas.
Desconfío de su
hábito de interpretar el mundo
en términos de fidelidad y
de sabañones.
Me incomoda su pretensión de
trato preferente.
Amor, cómo desprecio a los
artistas de la ausencia.
Amor, escríbeme para poder
respirar.
19
Sin ti puedo escribir versos.
Sin ti puedo pasear. Puedo
recoger hojas secas. Puedo
leer.
Sin ti puedo admirar un
crepúsculo prusiano
que me recordará la
Sierra
de Guadarrama y puedo cocinar,
eso sí, con pocas
especias.
Sin ti no puedo respirar un
segundo.
Sin ti la sangre en las venas
es aterida pasta de silencio.
Sin ti la luz se pudre.
Sin ti no hay mundo.
20
Como un buzo horroroso
ciegamente horadando un espesor que
no es agua.
Un animal acorralado por la
aurora.
Un adiós pespunteado con
cuchillos.
Doy vueltas y más
vueltas
en el yermo de la cama sin ti,
siento cómo el pánico
de amarte
va traspasándome los
huesos
con agujas de lentísima
plata.
Te conocí el día en
que acabaron
todas las treguas.
21
La ácida lengua insomne de
tu ausencia
duramente me excava cada poro,
cada hora de arena y de
silencio.
El valle despoblado.
El jardín cultivado por el
hambre.
No se apega a la sangre para un
beso
el trallazo solar de la
belleza.
Amiga, no se vive,
no se ama impunemente.
22
El vertiginoso desequilibrio de tus
labios
contra el mundo,
del calor de tu cuerpo contra el
sol.
Verano extravasado.
Días envenenados de dulzura
lentísima.
Tortura de la incertidumbre
encalostrada de sí
misma.
Gozo
de no saber ya.
23
«Soledad tengo de ti, / tierra donde yo
nací»
Gil Vicente
Soledad tengo de ti.
Te amo en un mundo
donde el tormento nutre.
En los versos se clavan
astillas, sólo
astillas:
atisbos de una vida
más profunda, más
lenta,
más amarga, más
limpia.
Soledad tengo de ti,
amor, desde que nací.
Soledad
tengo de ti.
24
Hemos soñado un mundo
exactamente igual a
éste,
menos el pus.
Menos la explotación.
Menos el encanallamiento
programado
por los bandullos infalibles.
Menos los niños picoteados
por la muerte.
He soñado este mundo
a imagen de tus ojos
y de tu inapagable desnudez.
25
En torno a ti cristaliza
lo imposible,
el continuo del mundo.
Un otoño fluvial hace diez
años
y la andrajosa primavera de hoy:
contiguos.
Un barrio madrileño
adyacente de otro en Bonn
o en Santillana del Mar o en
Sevilla.
Te cortas un dedo y sangro.
Un zaguán da a una
aurora.
Los gastados peldaños de la
lluvia
suben al anfiteatro de ese
aroma.
Y todos los pasajes encristalados
del deseo
que recorro cegado son
concéntricos
a la nata espiral de tu
cintura.
26
Junto al Valle de los Sarrios
te he abrazado honda
contra la tierra,
has clavado
la tersura
de tu deseo en el cielo.
No moriremos.
28
Con un beso desprendes
mis párpados de ceniza.
El oro de tu piel
desnuda.
Tu cuerpo es el centro de este
valle.
Este valle es el centro de tu
cuerpo.
29
Entre tu vientre y tus senos
beso la incandescencia del
mundo.
Obrero en las mejillas,
temblor de rodillas duras,
rico en retornos.
No hay retroceso posible
después de haberte
amado.
30
Cuando el rompecabezas del amor
está completo
me encuentro con que no
obstante
ha sobrado un montón de
piezas.
Y de tanta alegría
tengo
que besarte en los hombros.
He
soñado con ella esta noche
«La amistad danza en torno a la Tierra y, como un
heraldo, nos anuncia a todos que despertamos para la
felicidad»
Epicuro
1
Invención del cuerpo,
abolición
del cuerpo.
Deseo.
2
Las arañas dulces
de la fatiga
sólo cuando he llegado hasta
tu vientre.
La pregunta se extingue.
3
Huésped de un sueño,
amante,
amazona de gracia y abandono.
Lunar la mano o beso
cauteriza la ausencia.
4
Así un día encuentro
—y es gozo en duración—
que la mejor expresión de
aquel amor
tan buen acompañante de mi
vida
se da en esta cálida,
precaria, nocturna frase del oboe.
5
Inútil para el rencor.
Cada beso abre
una boca en la piel:
la vida a borbotones.
6
De la carne no la
resurrección:
la insurrección.
Contigo
hasta el fondo del
sueño
y desfondarlo.
Amor en la metrópoli
1
Al despertar el calor
de tu cuerpo desnudo
y panecillos de pasas recién
hechos,
cuyo aroma saboreas primero.
Abrigándonos
una manta hecha trizas
y una coraza resplandeciente de
tortura.
MUERA LA TUTELA. ABAJO LA
CANINEZ.
VIVA LA PESTE.
2
Las revoluciones más
hermosas de mi vida
las he vivido contigo
tus muslos enlazando mis
caderas
tu risa abrazándose a mi
risa
los dos girando más deprisa
que ambas
y enredándonos sin remedio
en la luz cremosa y dúctil
del estudio de tu padre.
3
Felicidad: una herida en la
memoria.
Amores imaginarios
1
Hemos venido para festejar.
La fiesta de dos cuerpos y una
sombra.
Dos cuerpos desgarrados por
raíces
y la savia amarga de tu vulva
dulce
bautiza mi traición.
2
Tu voz está aquí,
pero tú no estás aquí.
Están tus ojos, pero
tú no estás.
Tu cuerpo está, tú
no.
Como un árbol
arrancado,
como una oreja arrancada,
como un barquito tallado en corteza
de pino
que se pierde en el arroyo de la
infancia.
3
Increíble azar
de una moneda no trucada
que cayese sobre la misma cara
siempre
pero vivir es eso.
Inspiración crear un
código
y expiración quebrarlo. No
sigas arrojando esa moneda.
Anochece a las cuatro de la
tarde
el cielo desmiente a todos los
espejos
y sé que te he perdido.
Lamentaciones del amante perruno
Es verdad que le gusta mi hocico
húmedo
y la puerilidad de mis patazas
ansiosas.
Le hago gracia. Y entretanto me
abraso en pasión muda.
Es ya una artista del olfato
y lamentablemente no puedo
impresionarla por ahí.
En invierno rastreo embalajes
abandonados
para su pobre estufa.
La duda entonces: ¿me ama
por mí mismo?
Ella ama a un tigre
y detesta las orejas gachas.
No sé como consigo
engañarme a mí mismo.
Ella ama a un tigre.
Me sitúo detrás de la
persiana
para que el sol raye mi piel
raída.
Diurno jardín, jardín
nocturno
En el jardín nutricio
—estrictas lechugas civilizando fuentes
neoclásicas— cada gesto dice entrega, cada corola la
consumación del amor.
Hiriente la perfección,
hiriente. ¿Secas los pétalos para protegerlos?
¿O para protegerte?
Penetrarte por cada poro.
Absorberte también así.
Tu falda negra y morada,
perfección dolorosa de arquitectos.
La historia con su síncopa
progresista de puñetazos en la boca del estómago:
veinte millones de muertos en la guerra que fue mañana. A
Iskra y a su madre las ahorcaron juntas.
No hay ya otra forma de violencia
que la dulzura en la piel de tus muslos.
El riesgo impredecible de
encontrarme en tus ojos.
Tu columna vertebral cuajada de
flores nocturnas.
Sudor, ofrenda a
regañadientes de la noche, cuando corro para alcanzar el
penúltimo metro a la una y veintinueve.
Por detrás de la almohada,
tenue y lejanísimo, siento cantar un grillo desde alguna
pradera de tu amor.
Tu cuerpo desconoce los senderos
marchitos.
Te espero, ya sin miedo a la
pérdida, en la ardua ribera de nuestro manantial
sólido. No llevaré la mochila cargada de
rocío, pero te prometo que tampoco estará
vacía.
La
libertad enjambra
Paseando por la Alhambra —Castillo Rojo—
contigo, contigo y nada más que contigo.
Aunque detestas el paternalismo
bienintencionado de los cipreses, tú no puedes ser
más que de un jardín.
La colmena y el bancal intercambian
embajadores. La libertad enjambra.
¿Sabes respirar como respira
un gato? ¿Y respirar como respira un gato tendido al
sol?
Nos gusta que los seres que amamos
tengan los huesos alegres y el aliento íntimo. Su fortaleza
no es una excusa.
Los placeres no generalizables me
ponen nervioso.
La inmortalidad de la carne no es
un dogma: es una turbadora promesa por la que salen
espontáneamente fiadores el cuerpo de la flor, el de la
fruta y el de la amiga.
Poesía no es palabra
desencarnada, sino palabra pronunciada por un cuerpo. El calor de
la poesía es esa extensa temperatura corporal que funde los
tiempos y amalgama los espacios. Fonemas floreciendo, rebosando,
ardiendo en el mediodía de tu cuerpo.
Poesía no es palabra
ensimismada sino palabra compartida. No es palabra empozada sino
andarina palabra de valle, de ladera y de cumbre. Es palabra
enhiesta en la victoria de una ascensión compartida.
La literatura, en cambio, es
angosta. Cuando te tomo de la mano ya no cabemos dentro.
El deseo de poder disponer las
trochas por donde va a caminar nuestro amor. (A la espalda de tales
jardineros, inmodestos pero meticulosos, el monte apenas logra
reprimir los pujos de risa).
Una muchacha que pasa dice:
«esto está más seco que el ojo de un
tuerto», y me pregunto a cuál de las soledades se
refiere.
No soy siervo de nadie y tú
eres mi dueña.
La intimidad del interior del fruto
y la eclosión del espacio. Yo no sabría vivir sin
ti.
La
esperanza violenta (años ochenta)
Los trenes son de los enamorados
En su puntualidad la vida cobra
la dimensión diáfana
del amor: ser llevados en algo
que nos sobrepasa, hacia un destino
cierto.
La purificación de la
impaciencia. El transparente temblor
de la esperanza. Los trenes
son de los enamorados. Quien
nunca
haya viajado en tren a una ciudad
lejana
donde aguarda la amante o el
amante
nunca ha viajado en tren.
Hacia ti. La caricia de la
nieve
sobre los campos. Deseo de una
rosa
roja.
El
vestido más hermoso
El mejor vestido para mi cuerpo
es tu cuerpo desnudo.
El mejor vestido para tu
cuerpo
es mi cuerpo desnudo.
Vestido así
no tengo ganas de desnudarme
nunca.
Habrá que trabajar en este
bosque
Cuando te quitas la blusa
dan ganas de cantar.
El deseo, nuestro alimento
transparente.
Dan ganas de desplegar
hayedos en los balcones.
También la ausencia, para
completarte
por el lado de las estrellas.
La
tersura de la enamorada
Velar frente a tu cuerpo no como
frente a un espejo: como frente a una puerta.
Noche ventral iluminada por tu
cuerpo. No sé acabar las frases que comienzas tú.
Recorro el estupor de las avenidas
de tu cuerpo. Poseer es un acto de debilidad.
Tu sexo como una boca nocturna
abierta contra mi piel, por la que inhalas y exhalas el
oxígeno de los sueños. Déjame abrazarte antes
de la desecación de la noche.
Noche ventral iluminada por tu
cuerpo.
Agua sólo quiero de tus
labios de musgo. Luna, de tus pechos.
Tu cuerpo, vértice de
existencia donde se cortan el tiempo y el deseo. La certidumbre
tangible —acariciable— de poder no olvidar.
En cuántas noches de
soledad, aún por venir, podré arrebujarme en la
película de calor que hoy he robado nupcialmente a tu
cuerpo.
Noche ventral iluminada por tu
cuerpo.
Contra la traición
Si me extraviase tan
absolutamente
como el tesorero de
abyección
si negase
que en el vasto lenguaje
simbólico del mundo
alienta el delirio de un amor
ingobernable
sin otro apetito que su
transparencia
si acariciase las romas
vértebras del verdugo
si de sopetón me durmiese
por un siglo
si no supiese quién soy
como un grano de sal condenado a
muerte
si asesinase a un gato
para ganar la lepra en algún
sedicente paraíso
bastaría que me rozara un
dedo tuyo
la resurrección de un solo
dedo tuyo
para regresarme.
Contra los celos
Lo dijo la mujer de un
político español
de aquella patria que fue la
Segunda República
y yo lo adapto mutatis mutandis:
—Si yo la quiero tanto,
¿cómo va a
extrañarme que los demás la quieran?
Contra la muerte
Un único conjuro
amor, contra la muerte:
comunidad. (Palabra sin veneno
pero a menudo endulza
los venenos mortales).
La repito no obstante, la
sostengo
como un planeta tibio
recién nacido:
comunidad.
El frescor de tus brazos y el
himno
de la conversación entre
seres libres.
27
maneras de responder a un golpe (1989)
27
maneras de responder a un golpe [selección]
1
He vivido en la superficie de las
cosas.
Mas viví también por
fortuna
en las palabras. Ellas iban
incorporándome a la
lentitud
penetrando las estaciones de mi
piel
dilatando la malla amarga de los
días
rastreando el frío y el
calor en los seres
zambulléndose en el amor
hasta salir al tedio
en el tedio hasta dar en la
esperanza
en la esperanza hasta emerger en el
asombro
sin yo quererlo o porque lo
quería.
Las palabras
maravillosamente
incapaces de compromiso.
No soy un juglar de la
descomposición. Acaso
amo sobre todas las cosas
el lugar del canto del
pinzón
la aérea ebriedad de las
mimosas
y el minuto con memoria del beso de
los amantes.
Pero hay que ir hasta el fondo
correr el riesgo
de abrasarse en la resistencia de
las cosas
—para sacar acaso la
cabeza
al otro lado del espejo
o en el frescor de un nuevo
meridiano.
2
El rocío suplica a la
montaña
que se quite la sal de los
labios:
pero a ella están
talándole las faldas,
no tiene tiempo.
3
Desde hace días han
desaparecido
las africanas que vendían
maíz cocido
en el mercado de la rue
Dejean.
Extrema quietud la de los
niños negros
fajados a la espalda de ellas
con la ventrera, un arcoiris
pobre.
Y ya que estamos hablando de
colores:
el interior de este silencio es
rojo
como un corazón arado.
4
Al individuo con sus correas
ásperas
con su boca tapiada
con su triste inmunidad
aléjalo de mí.
Hemos nacido para soles más
limpios.
Y no dejes de escribir
tu fiebre por las paredes.
8
Renuncia al centro.
El sol succiona la sangre de los
muertos; la acuña
en monedas de luz con que
engaña a los vivos.
La gran ciudad diluye tanto el
sueño
que éste deja de reparar
fuerzas y purificar el sudor;
en la gran ciudad el pan supura
arena;
los ojos de las mujeres se vidrian
de mudez.
Renuncia al centro.
Un punto que no existe imanta todas
las miradas:
mientras tanto se siegan
cuerpos
los árboles pierden la
memoria
las parturientas mastican
cristal.
Renuncia al centro.
Puedes buscar las manos
fértiles de los ancianos
las manos inventoras de los
niños
el gozoso misterio en las manos de
tus hermanos y hermanas:
renuncia al centro.
16
Los esclavos
según el muy sabio
estagirita
herramientas que
hablan
pero la historia no transcribe
ni una sola palabra
de su fuego mellado.
¿De qué color el
grito de Espartaco
el de Euno de Sicilia?
¿Y cómo se llamaban
aquéllas
de las que ni siquiera se conserva
el nombre?
Gladiador el combate está
amañado
lo están todos los
combates
salvo la vida o muerte
contra el poder de Roma.
17
La esperanza ya ausente de un
rostro libre:
el cielo ensangrentado se agacha y
lo besa.
La larga caravana de los
carros
atestados con enseres inmemoriales,
urgentes,
apunta hacia una estepa donde se
ignoran los nombres.
La derrota tiene latidos
quebradizos.
El pasado es ya una casa donde la
nieve
va cubriendo las colchas y la
mesa.
Un rostro libre, ya bruñido
de éxodo.
Yo no lamento
haberle sostenido la mirada
diecisiete años antes de mi
nacimiento.
18
La posguerra por ejemplo en
Grecia
es una guerra que se prolonga
por ejemplo dentro de un campo de
concentración.
Yannis Ritsos
garrapatea papeles desgarrados
en los retretes o bajo la
manta.
Después esconde los
poemas
en botellas vacías que
entierra
por si la guerra finalizase
algún día.
Los dibujos sobre las piedras
mantienen a raya a la locura.
La posguerra, esa guerra
inacabable.
19
A París, una ciudad que no
existe,
me llega la noticia:
Berlín
ha desaparecido.
¿Quién da un paso
hacia el centro del invierno?
La angustia dúctil se me
enrosca en el vientre.
Hoy tengo ancianos los ojos cuando
todo
todo está aún por
hacer.
10 de noviembre de 1989
20
Mientras los escolares de
Berlín Oeste
andan a la rebatiña por un
pedrusco del tan frágil Muro
la guerrilla salvadoreña
lanza una ofensiva para derribar al gobierno
Los telediarios franceses
alternan
cinco minutos de momentos
históricos
con cinco minutos de
publicidad.
¿El siglo de las guerras
civiles
desemboca realmente en Wagner?
Bienaventuradas las
multinacionales
porque ellas heredarán la
Tierra.
Noviembre de 1989
21
El tumor le deformaba el
vientre
como una teta monstruosa.
Hoy ha reventado.
El hedor inunda toda la casa.
La perrita
Asphodèle agoniza
con los ojos abiertos
al vacío de todas las
preguntas.
Pronto la intravenosa de
sombra
apagará el dolor
sorprendente de ser.
El mundo está enfermo de
soledad.
22
Por una diagonal sin
esperanzas
escapo al cielo.
César Vallejo en
París, César Vallejo quebrado
crucificado en la lluvia.
¿Quién imantó
el privilegio?
¿Quién injertó
la dulzura? ¿Quién retiró la mesa?
¿De quién son estas
manos que sorben los colores
y este cieno inservible para crear
un hombre?
¿Y en qué momento
vas
a sublevarte...?
Un rostro desarbolado por la
angustia.
El agua densa en este
río
de márgenes violentas. El
río reconoce a su madre la cloaca.
De compasión le estallan al
indio los pulmones.
La lluvia borra los ojos. No
reconozco nada.
23
El dios egipcio Bes
tiene la barba hirsuta y las patas
cortas
cola de león
greñas espeluznantes
y rápidas muecas torvas le
alborotan la jeta.
Nadie lo tomaría por un
dios
sino por un demonio muy poco
frecuentable.
Y sin embargo Bes
es el más amable de los
dioses:
ayuda en los partos
promueve la belleza de las
mujeres
protege a los durmientes
y siembra alegría por todas
partes bailando y tocando música.
En la fealdad suma de este
benefactor sin tacha
veo la prueba suprema de su
delicadeza de espíritu:
como verdadero artista que es
no ha querido ponernos las cosas
demasiado fáciles.
A su lado el apolíneo
violador Apolo —por poner un ejemplo—
se revela ridículamente
insensible para el matiz
y su grosera suficiencia
asesina
—sea en asuntos de canto o de
mujeres—
no corresponde a una persona
discreta
sino a algún hampón
de altos vuelos en un bar de alterne.
No adoraré nunca a Bes
pero le daré la mano
y apenas se presente ocasión
me iré de vinos con él
por alguna ciudad de calles
fértiles.
25
De repente el olor de las
mimosas
como una antorcha que respira o
como
una ola inmemorial que besa
la desnudez expectante de la
playa.
No es más que la puerta
que se abre, pero pone en
movimiento
un aire donde cuaja
toda la dulzura de este precario
otoño.
26
Lo pueden hacer muchos,
pero nadie lo hace: entonces
hazlo.
Si no lo puedes hacer más
que tú,
artesano, tus manos me dan
frío.
Enseña a hacerlo a
otros.
Que no enmudezca tu casa.
Que la memoria zumbe sobre rosas y
asfódelos.
Si se rompe ese hilo
está perdido todo.
27
DUM SPIRO
SPERO:
me defiende defiendo
mi cabrona esperanza
mientras me quede aliento.
Baila con un extranjero (1990-1991)
Curriculum vitae 1
De niño me tentaba escapar
de casa. Pero me decía a mí mismo que antes de
aprender a manejar un abrelatas, leer un mapa y dar cuerda al reloj
no podía aventurarme en solitario a correr mundo.
No me escapé nunca de casa.
No uso reloj. Ya sé manejar aceptablemente un abrelatas y no
me oriento mal con ayuda de un mapa, pero no me escapé nunca
de casa.
No leí a los sacrosantos
Pound y Eliot. Leí al niño de Charleville y
olvidé su obra completa en un beso. Por eso me
atreveré algún día a decirte: no busques
cómplices. Mejor creer en un Dios barbudo que divinizar
manuales de retórica. Pero ni en tal caso esperes
salvación. No mendigues nunca.
Entonces, huye.
Alianza
Caminas en el interior de la
piedra.
A ciegas, mas con extraña
precisión, ajustas
el fulgor y el silencio.
Está creciendo en ti
un amor aterido de locura.
Tropiezas
una vez y otra
en el interior de la piedra.
La servidumbre existe, igual que la
alianza
del fulgor y el silencio.
Juventud, divino tesoro (Curriculum vitae 3)
Cuando adolescente, quería
tener un sombrero hongo negro. Supongo que ya entonces estaba
bastante maleado por el maestro Magritte. En cierto momento lo
compré en un comercio de la Plaza Mayor. Oculté una
cuchilla de afeitar desnuda en la banda interior del sombrero.
Juguetear con la idea del suicidio, entonces, no producía
otra cosa que un leve escalofrío estético.
Había olvidado el hongo
negro, y hoy me volvió a la memoria. Meditando en sordina
sobre el mundo actual y su posible configuración en el
cercano final de siglo, en este obsceno siglo de los genocidios
industrializados y de las guerras civiles planetarias, me
pareció obligado llevar en todo momento sobre mí los
medios para un suicidio rápido y no excesivamente
doloroso.
Sentí un acerado
escalofrío: pero no precisamente de naturaleza
estética.
Para no asustar al pueblo declaramos la
guerra
Para no asustar al niño le
conté una mentira.
Para no asustar a su madre la
violé en la escalera.
Para que su marido no se asustase
tuve que asesinarlo.
Para no asustarme he escrito estas
líneas
con mi propia navaja
ya clavada en el vientre.
El
conciliábulo de los muñones
Camino describiendo
círculos. El sol revienta como un huevo podrido, el eje del
mundo es un árbol calcinado. Sin querer piso y quiebro mis
propios dedos
alguien tensa los hilos de mi
desamparo. Brutal añoranza del movimiento: tengo los
tobillos empotrados en una costra de presente seco
la alacena rebosa vida. Descanso en
la perfección de las criaturas que nos sobrevivirán:
en mis ratos de ocio he venido adiestrando un competitivo
orfeón de cucarachas
las nobles escolopendras aman en
cambio la inocencia y el frescor de las arterias. Insuperable,
dulce aptitud de los insectos
han caído ya,
definitivamente, las sombrías capuchas de la infalibilidad.
Un solo beso de nieve y se derrumban los hombros
pájaros carroñeros
ávidos de cebarse en sus propios cuerpos podridos.
Sólo la amenaza del anciano guardián, que blande su
disciplinario chuzo como una cascada de garfios, los retiene
el mismo centinela ciego es amado
por los niños
cómo abriga, en la
irrevocabilidad del invierno, la sólita costra de papel de
libros mascado y sentimientos de alquiler
darle la vuelta al pánico.
Reprimir la compasión por su pataleante impotencia.
Desescamarlo cuidadosamente
si los pulmones de la criatura no
aguantan nuestra atmósfera de plomo y carbón, mejor
dejarla morir. Así que desconecto la incubadora
con adobes de paja y sangre
reconstruimos las cloacas, reparamos las prisiones. Sencillas son
las ciudades del futuro, legibles y sencillas
el sueño nos oxida los ojos,
pero no podemos dormir. Hoy no podemos dormirnos
atroces, indecibles, todos estos
preparativos de lo humano.
A
través del túnel
En el túnel se sosiega la
vertiginosa barahúnda de las imágenes. Camina
más despacio. Apégate a la compañía de
tus propios pasos.
(Presente en cada paso: como si
éste te fuese a precipitar al vacío).
Extinguidas las luces, se enciende
la memoria.
A medida que penetras en el vientre
de la montaña, tu violencia se transforma. Te aterciopela el
contacto con las rosas tibias de oscuridad. Aquí la
compasión no se castiga.
Caminas bajo tierra: cercano a los
muertos. Puedes ser solidario con el dolor germinado, irresuelto,
de aquellos cuyas vidas fueron cercenadas en flor.
Suspenso entre la vida y la muerte.
Arropado en el silencio mineral, exacto. Por fin sin cuerpo, y por
ende capaz de experimentar todo lo que ser corporal significa.
Ventaja de quien avanza en la
más cerrada oscuridad: incluso el resplandor más
nimio es perceptible.
La esperanza, entonces, es ese
punto en el horizonte que nos perfora los ojos.
(Extinguidas las luces, se enciende
la memoria).
A una mano que tantea en la
oscuridad, ¿puede algo provocarle más pánico
que tocar inopinadamente otra mano?
Camina más despacio. La
oscuridad contiene todas las direcciones. La prisa del caminante
borra la meta.
Mañana de primavera en
Barcelona
Los ciento cincuenta campesinos
hindúes analfabetos envenenados por pesticidas en
Rajtapura (alguien no supo leer las
instrucciones de uso)
y el olor de la hierba recién cortada.
Los niños de Sierra Leona
vendidos como esclavos para Gran Bretaña o
Líbano
(estamos, madre, en 1990)
y el olor de la hierba recién cortada.
Los alquileres pagados por
emigrantes marroquíes a gitanos madrileños de La
Veguilla
para poder ocupar su chabola en el
asentamiento (parece que se trata de diez mil
pesetas, tampoco es tanto para los
tiempos que corren)
y el olor de la hierba recién cortada.
El rostro de la vieja prostituta
apostada frente a los escombros (las excavadoras van
escribiendo el texto de la posmoderna
ciudad alegre y confiada, MILLOREM
CIUTAT VELLA) a
setecientas pesetas el polvo
y el olor de la hierba recién cortada.
Y el olor de la hierba
recién cortada.
Elogio de los peatones
Ahora que los automóviles
madrileños
alcanzan la exorbitante
velocidad
de once kilómetros por
hora
y todo hace prever
que se avecinan nuevas proezas de
embotellamiento
y los récords de
lentitud
seguirán siendo batidos
una y otra vez
qué delicia
caminar
mirar a las chicas
viajar en metro
sorprenderse de los nombres de las
calles
comprar sellos y buscar
buzones
sudar
caminar.
23 de febrero de 1990
Alabanza de las babosas
Son caracoles sin concha,
vulnerables.
Avanzan
por entre bosques
atónitos
a pecho descubierto.
Las hiere lo más nimio.
Las muy hermosas
tienen el dorso pardo,
naranja el expuesto vientre
delicado.
Su reputación de
frigidez
es por completo injusta:
de la lluvia disfrutan
como muy pocos seres de este
mundo.
Alabanza de los poetas
Ellos no son ciudadanos
especiales.
Viven entre el sí y el
no.
Mueren en el no.
Les aterra
la incapacidad de sentir miedo
o de sentir compasión
en ellos y en los otros.
Pero no son ciudadanos
especiales.
Intentan hacer arte con lo
más vulgar:
los encuentros
el hálito
las caricias
las palabras.
Se juegan la vida
intentando ayudar a que una coma
atine
con el lugar que le estaba
destinado
desde el comienzo del tiempo.
Son todos judíos,
según supo
el judío rumano Paul
Celan.
Viven entre el sí y el
no.
Los matan en el no.
Elogio de la reciennacida
Pájaro que se deja caer como
una piedra
Piedra que se echa a volar como un
pájaro
El aire es tan tenue como la
esperanza:
te sostiene
Vas a volar muy adentro
Vas a ser la más amada.
Alabanza de los futuros amantes
Tan hermosos. Verlos lejos,
sentados frente a frente, ella y
él,
absortos en la almendra del
mundo,
verlos sin escuchar ni una
palabra
—dioses cautivos en un
acuario ígneo—
y saber lo que ellos aún no
saben:
como la lengua del sol que alisa el
pelo a sus crías
los va salvando el deseo.
Alabanza de los trenes verdaderos
Hay muchos trenes falsos.
Es fácil confundirlos con
los trenes auténticos.
Casi todos
los llaman también
trenes:
los revisores
los ferroviarios
los carteristas
los viajeros casi sin
excepción
y hasta yo mismo
cuando no quiero dar muchas
explicaciones.
Trenes sólo son los que
parten de noche.
Trenes sólo son los que
llevan a ti.
Alabanza sucinta de la enamorada
Cada vez que me miras
nazco en tus ojos.
Seguridad vial
La democracia camina
El capitalismo cabalga
La democracia camina
El capitalismo viaja en
palanquín
La democracia camina
El capitalismo acelera un
automóvil
La democracia camina
El capitalismo se acomoda en un
Tren de Alta Velocidad
La democracia camina
El capitalismo vuela en
Concorde
y da volteretas en una lanzadera
espacial
Uno de los dos resulta
atropellado
¿Adivinas quién?
¿Quién ama a los
subnormales?
Más allá de la punzada
epidérmica
—duele menos que un
pellizco
y duele menos que una cita
frustrada,
duele poquísimo—
que sientes cuando la ves caminar
de la mano de otra persona
con sus patitas tuertas y sus ojos
prensados
¿quién ama a los
subnormales?
¿quién ama a las
madres de diecinueve hijos?
¿quién ama a los
ancianos incontinentes?
¿quién ama a los
niños autistas?
¿quién ama a las
chicas gordas?
¿quién ama a los
ciegos extraviados en su sangre?
¿quién ama a los
castrados en la tortura?
¿quién ama a los
perros que huelen mal?
Y si nadie ama a estos,
¿quién
ama?
Diez años antes del tercer
milenio
Cuando pienso en quienes murieron
ayer siento
vergüenza de estar vivo.
Cuando pienso en quienes
están muriendo hoy
muriendo y masmuriendo siento
vergüenza de estar vivo.
Cuando pienso
en quienes vivirán y
morirán mañana
siento vergüenza de estar
vivo.
Teoría de la percepción
para tiempos tenebrosos
«La rabia
distorsiona tu
percepción», dice un amigo
y naturalmente está en lo
cierto
Pero los rostros de los amos
están tan
distorsionados
por el poder
el dinero
la hipocresía
el sobreconsumo
energético
las arengas bélicas
y la propaganda
que quizá sólo
gracias a la distorsión
producida por la rabia consigo
ver
recompuesto su bestial rostro
verdadero.
24 de febrero de 1991
(mientras en los desiertos de Oriente Medio culmina la
masacre)