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ArribaAbajoVI. Ruinas romanas del Reino de Fez (Marruecos)

Teodoro de Cuevas


En el dilatado territorio comprendido entre la sierra de Gomera, el Océano y el Sebú en el reino de Fez, se encuentran no restos, sino vestigios de ruinas de antiguas poblaciones minuciosamente recorridas por el que suscribe estas líneas. Principiaremos por las de imagen junto al riachuelo de este nombre, que ocupando una especie de cuadrilátero de 100 metros de lado, en cierto terraplén de la orilla derecha, conserva únicamente hacia el extremo de su ángulo meridional algunas brazas de pared, despojada de su antiguo revestimiento de sillares. Aun restituyéndoselo mentalmente, lo cual daría á la obra el carácter de la antigua construcción mural llamada emplecton, harto débil se nos antoja la pared existente para muralla destinada á la defensa de una estación romana de cierta valía, aislada en medio de aquellos campos y á una distancia tan considerable del Lixus, de Oppidum Novum y de Aurelia Banasa. Después de hecha la observación, tomamos nota de que M. Tissot sitúa en Suáir la estación romana de Frigidae. Nos parecen, no obstante, poco fundadas las afirmaciones de tan ilustrado autor; y aun creemos que se desvanecen ante la simple observación de que una estación destinada á servir de enlace á dos colonias tan importantes como las que acabamos   —41→   de nombrar, y establecida en el centro de un país conquistado y siempre dispuesto á rebelarse, no hubiera debido ocupar un sitio en el llano, al borde de un riachuelo, cuyo cauce atestigua no haber tenido nunca mayor importancia que la actual, ni contar con muros relativamente débiles. ¿Cómo suponer, además, que los romanos hubiesen olvidado en Frigidae la constante práctica de erigir sus fortalezas (Castra) en parajes elevados y dominando puntos verdaderamente estratégicos? Otra reflexión convencerá al más incrédulo de que en Suáir no pudo existir ninguna estación romana de la importancia que debió alcanzar Frigidae.

Desde las orillas del Luccus imagen hasta el Ras-el-Daura imagen estaba en lo antiguo cubierto el país de una inmensa selva de encinas y alcornoques, cuyos, restos son los actuales bosques de Larache imagen de Jebila imagen y del Jerishi imagen La adopción de un camino estratégico definitivo, á través de un matorral interminable y espeso, en donde se viesen las tropas amenazadas de constantes peligros y celadas, sería un contrasentido según el arte militar; y mucho más lo sería que el mercader y el simple viandante tomasen de ordinario una vía tan azarosa y comprometida, que les ofreciese á cada paso riesgo de muerte. Donde debe buscarse, pues, Frigidae, no es en Suáir, sino en alguna de las alturas de Jebel Dal imagen que próximo al río Emda imagen se encuentra en el verdadero camino por donde debió necesariamente seguir el trazado de la vía romana de Lixus á Oppidum Novum, cruzando el Luccus por debajo de Sidi Ueddar imagen continuando por el Adir imagen y volviendo á atravesar aquel río por el hundido puente cuyas ruinas se miran debajo del agua muy cerca de Meshrá el Neshma imagen y de Oppidum Novum á Aurelia Banasa, hoy Sidi Alí Bujennun. El que suscribe, aunque incompetente en estas materias, pero ateniéndose al examen que ha hecho   —42→   de las diferentes localidades, no vacilaría en fijar tal trazado, haciéndolo pasar desde Oppidum Novum, algo al E. del soco de umaa de Taganáut imagen por el mismo camino que hoy al efecto se utiliza. Desde umaa imagen al Jebel Dal imagen subiendo á este monte por el collado llamado todavía Bab-Enserani imagen ó puerta del cristiano, cuyas dos alturas laterales ostentan las ruinas de una población romana: conservándose además en el país la tradición de existir en otros puntos de la montaña muchos edificios sepultados debajo del suelo. En Bab-Enserani debe, pues, buscarse la estación romana de Frigidae, punto estratégico elevado, y desde el cual se divisa al Mediodía el Sebu imagen y Sidi Alí Bujennum imagen ó Aurelia Banasa, y al N. buen trecho de campiña. En cuanto al nombre mismo de Frigidae, cuya analogía cree encontrar M. Tissot en los frescos manantiales vecinos á Suáir, más propio sería aplicarlo al Jebel Dal imagen de cuyas laderas brotan con abundancia numerosas fuentes. Y observando que Jebel Dal se encuentra precisamente á mitad del camino de Oppidum Novum á Aurelia Banasa, es decir, á unas cuatro horas de distancia de entrambos puntos, espera el que suscribe haber probado asaz el fundamento de las opiniones que sustenta.

Puesto que en Jebel Dal nos encontramos, y que desde el collado de Bab-Enserani hacia el S. y allende del Sebú hemos dado vista á Sidi Alí Bujennun imagen y que en Sidi Alí Bujennun se encuentran las ruinas de AURELIA BANASA cubiertas de tierra y vegetación, digamos algo acerca de ellas. Si Banasa fué importante por su situación respecto á las demás colonias romanas del país, no cabe atribuirla gran valía en proporción del área de la ciudad, que en las dos colinas sobre que se extendía, apenas ocupó un espacio mayor de dos hectáreas. Hé aquí lo que allí he visto: dos cuadradas cubbas con pajizo techo y formadas con ladrillo extraído del arruinado puente que en la   —43→   época romana existió en aquella parte del Sebú; restos de murallas que apenas sobresalen del suelo al S. de lo que fuera como la acrópolis, y en donde va el tiempo descubriendo lo que debieron ocupar las puticulae ú hoyas sepulcrales comunes, á juzgar por el espesor que tiene la capa de huesos visible hoy día; un pedestal incompleto, con una inscripción conmemorativa que se remonta al año 177; un pozo circular romano revestido de sillares; una quadra ó base de columna de blanco mármol colocada á manera de ara, ó más propiamente de asiento enfrente de una sepultura árabe y en medio de un sembrado de habas á dos mil pasos de distancia de las ruinas, un capitel corintio con sus volutas mutiladas y teñido de amarillo por los óxidos térreos. Nada de paredes, nada de edificios, nada de restos de productos cerámicos. Las tumbas musulmanas se han sobrepuesto á los sepulcros paganos. A no ser por la incompleta inscripción del pedestal no se hubiera llegadlo quizá á poder identificar nunca la coincidencia de Sidi Alí Bujennun con Banasa. M. Ernest Desjardins, sabio amigo de M. Tissot, ha cuidado de restablecerla11, no sin algunas equivocaciones que ha rectificado Wilmanns12:

imp caesari
l. aurelio commodo
augusto germanico
sarMATICO PONTIfici
maXIMO TRIBVNIciae
potesTATISimagenPimagen Pimagen COS
cuRANTIBVSimagen C imagenCASTRICio
..IIOimagen ET · Q · IVNIO GA
...II VIRIS · COL
aur?ELIAE BANASAE
l. D · D · D ·

Posible sería que el curioso investigador no acertase hoy á encontrar   —44→   esta monumental piedra entre las ruinas de Banasa, si no advirtiésemos que, deseando cerciorarnos de si en su reverso contenía algún otro signo ó indicación, la hicimos volver del lado opuesto, de modo que hoy la inscripción se encuentra debajo contra el suelo.

Una última observación nos resta que hacer. En 1870, cierto Sherif llamado Sidi Hamed Nasiri, que todavía vive hoy (1885) en Larache, trajo al autor la inscripción del pedestal mencionado, si bien conteniendo varias equivocaciones por no haber hecho el moro más que copiarla como si fuese un dibujo. Al pasar M. Tissot por Larache en 1871 con objeto de hacer un viaje al interior, tuve yo el gusto de hablar largamente con él sobre cosas mauritanas y de entregarle la copia traída por Sherif, haciéndole la indicación del sitio del hallazgo. De esta suerte13 pudo el sabio ministro de Francia descubrir el verdadero emplazamiento de Aurelia Banasa, que ignoraron hasta entonces todos los geógrafos.

Ligada á Aurelia Banasa por el puente, ó tal vez con objeto de defender la preclara colonia en caso necesario contra el enemigo, debieron tener los romanos en la orilla opuesta del Sebú alguna fortificación de corta importancia. Los árabes han conservado por tradición la existencia del mencionado reducto, llamando á una especie de agger de cerca de 8 metros de elevación, convertido hoy en cementerio, Alcoléa imagen ó el fortín. Recorriéndolo en todos sentidos, pudimos únicamente encontrar una gran piedra labrada de un metro en cuadro. Examinada de cerca nada se observaba en ella; pero á un paso de distancia parecía vislumbrarse vagamente el contorno de una S. Indudablemente aquella piedra había contenido una inscripción. Muy probable sería que, si en las ruinas todavía subsistentes allí y en otros parajes de la Mauritania se practicasen ordenadas excavaciones, se encontrarían   —45→   con abundancia objetos de arte, medallas y monedas. Hoy guarda todos estos tesoros arqueológicos la avara tierra, para legarlos lal vez á otras generaciones; siendo para la ciencia incalculable ventaja la superstición árabe y la creencia de los indígenas en los espíritus maléficos que pueblan las ruinas; pues de lo contrario, la codicia les impulsaría a empuñar la zapa y el pico destructor para extraer (aniquilando de paso cuanto encontrasen) los montes de oro y plata que suponen en ellas enterrados.

TEODORO DE CUEVAS.

Larache, 26 de Junio de 1885.