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ArribaAbajoCapítulo cincuenta y siete

Carácter morfológico de los idiomas mexicanos


Los lingüistas distinguen acertadamente la afinidad morfológica de los idiomas de la genealógica, esto es, la de forma y la de origen. La primera se funda en el sistema general de las lenguas, la segunda en analogías gramaticales y léxicas más o menos próximas que dan lugar al dialecto, a la rama, a la familia y al grupo; la afinidad morfológica sirve para establecer clases únicamente. Nos daremos a entender mejor por medio de un ejemplo. Si encontramos dos idiomas cuyo sistema de derivación consista en signos intercalados; pero signos que no tengan entre sí semejanza alguna, diremos que esos idiomas pertenecen a la misma clase, que son idiomas de intercalación. Pero si además de la conformidad de sistema   —526→   hallamos más o menos analogía en los signos, entonces esos dos idiomas serán dialecto el uno del otro o lenguas de la misma rama, familia o grupo. Así, pues, el vascuence y el mexicano se colocan en la misma clase, porque uno y otro se consideran como lenguas de aglutinación o yuxtaposición; pero no pertenecen ni aun al mismo grupo genealógico, porque entre ellas no hay ninguna analogía léxica ni gramatical. Por el contrario, el mexicano y el ópata no sólo pertenecen a la misma clase en virtud de que su carácter morfológico es idéntico, sino que deben ponerse en el mismo grupo, porque presentan algunas analogías léxicas y gramaticales.

En los capítulos anteriores más bien me he fijado, el comparar los idiomas indígenas, en la semejanza genealógica, aunque haciendo indicaciones sobre el carácter morfológico que no puede separarse de la gramática. Empero, conviene a mi propósito entrar en explicaciones especiales sobre el sistema general de los idiomas mexicanos, ya para dividirlos en clases, ya para aclarar algunos puntos sobre el particular.

Desde luego debemos comenzar por fijarnos en cuáles son los sistemas de idiomas que admiten los lingüistas. Tomaré por intérprete un autor muy moderno, y que ha escrito en el mismo idioma que yo lo hago: «Los caracteres, la forma, es la base más segura sobre que podemos fundar una clasificación. Toda lengua se compone de raíces o elementos indisolubles, distintos de la palabra que supone ya una relación determinada. Un signo característico para distinguir los idiomas, nos ofrece la manera   —527→   de expresar esas relaciones en la raíz. Aquellas lenguas en que la palabra tiene una sola forma, y se compone, por consiguiente, de elementos invariables, no hacen distinción entre palabra y raíz desempeñando ésta (el elemento invariable) las veces de sustantivo, adjetivo, etc. Estas lenguas constituyen la primera clase, y reciben de la naturaleza de sus palabras el nombre de monosilábicas. Si las relaciones gramaticales se expresan por medio de elementos distintos de la raíz, con la cual se une, resulta otra clase de idiomas. La raíz queda también aquí invariable; pero se la yuxtaponen (inmediatamente) otros sonidos que designan las relaciones en que se la coloca, generalmente afijos o prefijos, que en algún tiempo existieron como palabras significativas. De la unión débil que se verifica entre la raíz y ese elemento formativo que la determina, han tomado el nombre de lenguas aglutinantes (de aglutinación). Queda otro tercer medio, y es hacer que los dos elementos, raíz y partícula formativa, se fundan o combinen en uno solo para constituir una unidad, y de tal modo que ninguna de las partes pueda existir separada de la otra, formando juntas un organismo. Es el grado más bello y elevado que puede alcanzar el lenguaje en su desarrollo, y los idiomas aquí comprendidos se llaman de flexión, formando la tercera y última clase» (Ayuso, Filología).

Para comprender prácticamente la diferencia que hay entre la flexión y la yuxtaposición, voy a valerme de un ejemplo. El latín, que es un idioma de flexión, expresa el caso del modo siguiente:

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Nominativo Rosa
Genitivo Rosæ
Acusativo Rosam

El tarasco, que es un idioma de yuxtaposición, procedería de este modo:

Nominativo Rosa
Genitivo Rosa-cueri
Acusativo Rosa-ni

En el primer caso hay un cambio en la final, una alteración fonética; en el segundo un simple agregado, una mera yuxtaposición.

Bajo este concepto, los idiomas americanos han sido puestos en la clase de lenguas de aglutinación o yuxtaposición, y creo que justamente tratándose de una clasificación lo más general posible: yo no encuentro, al menos en México, ningún idioma monosilábico, como el chino, ni tampoco lenguas en que esté completamente desarrollado el sistema de flexión, como el sánscrito, griego y latín. Empero, todas comprenden fácilmente que una clase, en cualquier materia que sea, admite divisiones y subdivisiones, y bajo este concepto digo que en México pueden presentarse tres órdenes de idiomas, a saber: de subflexión, de mera yuxtaposición y cuasi monosilábicos.

Comenzaré por decir qué es lo que entiendo por lenguas de subflexión. Para mí debe aplicarse este nombre a aquellos idiomas mexicanos en los cuales se usa comúnmente la yuxtaposición; pero donde también se encuentran   —529→   casos de derivación que no son simplemente de sílabas yuxtapuestas, sino formada por medio de alteración fonética, al modo que se ve en las lenguas clásicas.

Para que no parezca mi opinión enteramente extraña, y en consecuencia sospechosa por su singularidad, con aquellas personas acostumbradas a considerar todas las lenguas americanas como de mera yuxtaposición, recordaré que el acreditado filólogo Du Ponceau al explicar el carácter general de las lenguas americanas manifestó que uno de sus procedimientos era «l'aide d'inflexions, comme dans les langues grecque et latine» (Mémoire, página 89).

Voy a manifestar varios casos que me parecen de inflexión en las lenguas del grupo mexicano-ópata, cuyas lenguas nos servirán de ejemplo.

Mexicano

Ichkatll, oveja, hace ichkame, ovejas, y no ichkatl-me.

Zolin, codorniz, hace zoltin, codornices y no zolin-tin.

Los nombres acabados en tli o li forman el vocativo, no agregando una e final sino cambiando la i en e.

De tlakatl, persona, se deriva el nombre reverencial tlakatzin, y no tlakatl-tzin.

De Kalli, casa, sale Kaltontli, casita, y no Kalli-tontli.

De Kualli, bueno, viene Kualotl, bondad, y no Kualli-otl.

De tlilli, tizne; tlillo, tiznado, y no tlilli-o.

De teotl, Dios, noteuh, mi Dios, en vez de noteotl-euh.

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Chiva, hacer, forma su pretérito chiuh, y no chiva-uh.

La final de pasiva es lo, unas veces yuxtapuesta, pero otras veces mediante un cambio fonético; así los verbos terminados en ia y en oa pierda la a; ita, ver, hace italo o ito.

Los verbos compulsivos no se forman agregando la terminación tia, sino cambiando la del activo; verbi gratia, choka, llorar; choktia. Del mismo modo los aplicativos se expresan cambiando la terminación del activo en lia o via.

Ópata

Ne, yo; no, de mí.

Tzat, flecha; tanto-tzama, nuestras flechas con la final posesiva ma; no se dice tzat-ma.

De guaigua-deni, comestible, y deto resulta guaiga-deto, y no guniguadeni-deto.

Hiroi, me abstengo; hiroa, me abstendré, y no hiroi-a.

Etzitoa, me escondo; etzitoia, me escondí, y no etzitoa-ia.

Vut, esclavo; vu-kui, tener esclavo, y no vut-kui.

Takori, esférico; takora, esféricamente, y no takori-a.

Eudeve

Siibi, el halcón, en nominativo; siibt, para el halcón, dativo, y no siibit.

Sei, uno, se-tze, primero, y no sei-tze.

Metakan, tajar; metasiven, instrumento para tajar, en vez de metakan-siven.

Sitori, miel; sitorave, enmelado, y no sitori-rave.

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Hibaan, comer; hibesari, glotón, y no hibaan-sari.

Nee hiosguan, yo pinto; nee hiosguadauh, yo soy pintado, en lugar de hiosguan-dauh.

Cahita

Ona, sal, en nominativo; onta, genitivo; no ona-ta.

Kari, casa, en genitivo Kata; no se dice Kari-ta.

De ioreme, hombro; ioremraua, humanidad, y no ioreme-raua.

Maka, dar; maki, don, en vea de maka-i.

Taha, yo quemo; tahiua, soy quemado, y no taha-iua.

Bana, llorar; buantua, hacer llorar, y no buanatua.

Etza, sembrar; etzia, sembrar para otro, y no etza-ia.

Kari, casa; kate, hacer casa; pero no kari-te.

Tarahumar

Kusiki, palo; kusirere, lugar donde hay palos, en lugar de kusiki-rere.

Mu, tú, mi, para sí.

Emé, nosotros; emi, para nosotros.

Muku, morir; mukisati, mortal, y no muku-isati.

Koa, comer; koka, comí; no se usa koa-ka.

Tepehuan

Gokado, dos; gokohao, dos veces, y no gokado-hao.

Iddi, éste; iddama, éstos, y no iddi-ama.

Aguidi, digo; aguidana, diga, en vez de aguidi-ana.

Oae, escribo; oanta, escribí, y no oae-nta.

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Tuite, escardar; tuitajare97, instrumento para escardar, y no tuite-ajare.

Sade, arrear; sadaguide, arrear para otro, y no sade-aguide.

Cora

Kurute, grulla; kurutzi, grullas; no se dice kurute-tzi.

Muache, amar; muachia, amor, y no muache-iat.

Zehti, arena; zeata, arenal, y no schti-ta.

Zeaut, uno, zeuix, una vez; zeau-ix no se usa.

Pima

Ohana, pintar; oharhaga, pintura, y no ohana-rhaga.

Aha, despachar; ta ahi, despache, y no aha-i.

Namuku, enseñar, namukimiku, enseñaré, por namuku-imuku.

Nouko, hablo; nouki, lo hablado, en vez de nouko-i.

Varios idiomas

En, tú; ema, tuyo, y no en-ma. (Comanche).

Utsgin, dos; utsgisi, de dos en dos; pero no utsgin-si. (Mutsun).

Oio, coger una cosa; oiso, coger muchas cosas, y no oio-so. (Mutsun).

Tschipake, pegar; tschipichurre, pegado, por tschipake-churre. (Vaicura).

Amukiri, jugar, amukirere, juego; no se dice amukiri-rere. (Guaicura).

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De sif, venir; siben; pero no sif-ben. (Seri).

Agregaré algunos ejemplos tomados del tarasco:

Tzacapu, piedra, tzacapendo, pedregal, y no tzacapu-endo.

De tzipeni, vivir; tzipeti, el que vive; pero no tzipeni-ti.

Pani, llevar; pari, el que lleva, en vez de pani-ri.

Eskani, mirar; ezkua, la vista, y no eskani-kua.

Hinde, ése; hini, para ése (dativo), por hinde-ni.

Thirehaca, yo como; thirexaca, comiendo; la diferencia está en un cambio fonético.

De ari, radical de verbo, sale arati; pero no ari-ati.

Me parece inútil multiplicar más los ejemplos, aunque acaso alguno de los puestos sea inadecuado, pues, como lo han observado ya los lingüistas, «es difícil establecer los límites en que termina la aglutinación, y comienza la flexión».

Explicado galo que entiendo por lengua de subflexión, fácilmente se comprenderá cuáles son las que califico de mera yuxtaposición, es decir, aquéllas como el mixteco, el zapoteco y el pirinda, donde no se encuentran casos de flexión o son sumamente raros. Véanse los capítulos correspondientes a estos idiomas.

En cuanto a los que llamo cuasi monosilábicos consúltese el capítulo 52, donde comparo el chino con el otomí; allí califico de lengua cuasi monosilábica aquélla que, aunque presente casos de yuxtaposición y de cambios fonéticos, usa especialmente el sistema de partículas separadas, como las lenguas llamadas monosilábicas.

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Paso ahora a examinar dos cuestiones interesantes para mi objeto, relativas a las lenguas de yuxtaposición en general: 1.ª ¿Los signos gramaticales son todos significativos, tienen valor independiente de la radical? 2.ª ¿Los signos gramaticales valen lo mismo antes que después o en medio de la radical?

Comenzando por la segunda cuestión contesto, desde luego, afirmativamente fundado en las observaciones que he podido hacer respecto a las lenguas de México. He aquí cómo se expresó sobre el particular, hace mucho tiempo, el filólogo alemán Friedrich Schlegel en su obra sobre la lengua y la filosofía de los indios (Libro 1, capítulo 4):

Que dans une langue de ce genre les particules se joignent par derrière au mot radical, comme dans le basque et dans les déclinaisons de langues américaines; ou bien qu'elles se joignent au contraire par-devant, comme dans la langue cophte; ou bien encore que ces deux méthodes s'emploient tour a tour, comme on le voit l'exemple dans le mexicain, le péruvien et d'autres dialectes de l'Amérique; enfin que les particules soient entrelacées dans le mot même, comme les exemples n'en seraient pas rares dans d'autres langues américaines, tout cela ne change rien au principe établi: c'est au fond la même structure, une grammaire formée à l'aide d'additions extérieures et non pas des flexions.



Voy a comprobar la verdad de esta doctrina con algún ejemplo:

Lo, signo de pasivo en mexicano aparece como final o intercalar. (Mexicano, § 30 y 37).

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La sílaba te, antepuesta, es signo de gerundio en mexicano, y en su dialecto el jaliscience to, como final.

La partícula prepositiva ma es signo de imperativo en mexicano; su afín el cahita la pospone en el mismo modo del verbo.

En eudeve dauh o uh, signo de pasiva, se intercala o pospone. (Eudeve, § 12).

Ta o to, signo de pretérito en pima, va antes o después de la radical. (Pima, nota 67).

Los signos que marcan las personas, en tarasco, van generalmente al fin de la radical; pero también se intercalan. (Tarasco, § 27).

En totonaco, na es signo de plural como prefijo o como final. (Totonaco, § 9).

En lo que no estoy conforme con Schlegel, ni otros lingüistas más modernos, es en que todos los signos gramaticales sean significativos, en que puedan existir como palabras independientes, siendo de advertir que esta teoría se ha hecho extensiva aun a las lenguas de flexión, como lo sostiene, por ejemplo, Müller en su obra La ciencia del lenguaje (Lección 6.ª).

Sin meterme en analizar las lenguas de flexión, que no son objeto de mi obra, sólo observaré que los mismos sabios europeos no están todos conformes con la teoría enunciada. Renan, en su Origen del lenguaje, dice admitir el hecho de que la mayor parte de inflexiones deban su origen a partículas que se han añadido al fin de las palabras; pero «que sería temerario asegurar lo mismo respecto a todas las inflexiones». Monlau en su Diccionario   —536→   etimológico enseña que «los sufijos y las inflexiones carecen de todo valor significativo o se han perdido por completo».

Yo, por mi parte, sostengo igual principio aun respecto de las lenguas de México, sin embargo que no son de mera flexión; creo que, por lo menos «algunos de sus signos gramaticales nada significan, ni tienen valor alguno independientes de la radical». Voy a procurar comprobar esto examinando los dos idiomas que más fácilmente se pueden interpretar, los más estudiados, aquéllos de que tenemos mejores obras didácticas, esto es, el mexicano y el tarasco. Mis conclusiones carecerían de fuerza derivándolas de otras lenguas, respecto a las cuales apenas hay una breve gramática o un corto vocabulario.

Mexicano

Las ligaduras o partículas de composición son Ka y ti: Ka puede referirse a la preposición Ka, con; pero ti no encuentra interpretación semejante.

Miek, para expresar plural, no es otra cosa sino el adverbio mucho; pero además, hay cuatro terminaciones con el mismo objeto: me, ke, tin, huan. Huan, entre las preposiciones mexicanas, significa con, compañía, y pudiera suponerse que pasó a signo de plural indicando unión. Me, pudiera creerse que es su abreviado de miek, mucho, aunque este adverbio tiene un objeto particular, que es ir con nombres de inanimados, mientras que me se usa con nombres de animados, así es que teniendo cada uno aplicación distinta, parece que no deben confundirse.

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Respecto de ke y de tin, no pueden hacerse ni aun esa clase de interpretaciones.

E, final, signo de vocativo, parece ser una interjección.

Tzin, terminación para expresar respeto no significa nada por sí sola.

Las terminaciones de diminutivo son pil, tontli, ton98; acaso su etimología se encuentre en pisltontli que, según Molina, significa niño, muchacho. Una explicación enteramente igual no puede hacerse respecto a pol, final de aumentativo, refiriéndose al adverbio grande que es huey99, o izachihuey, el cual también se traduce por hueypol100, mas queda la duda de si el adverbio reciba también la terminación de aumentativo, o si pol es un abreviado de hueypol.

Las terminaciones tla, la sirven para formar colectivos: la es un abreviado de tla, y tla puede serlo de tlan postposición que significa lugar de.

Otl es final de abstracto; no tiene interpretación.

Hua y e son finales que indican posesión: hua puede ser una contracción de la preposición huan, con, porque en mexicano la n final suele suprimirse, y e pudiera derivarse del posesivo te. Empero no se encuentra explicación alguna para otra terminación posesiva o que indica cualidad, o.

Katl, terminación de gentilicios debe ser abreviado de tlakatl, persona; pero no se encuentra con la misma facilidad, y dudo que se encuentre nunca el significado de las abundantes terminaciones de verbal y verbo nominal   —538→   que consta en la descripción del mexicano, § 17. ¿Qué significan por sí solas finales como tl, li, k, i, ni, etc.? Nada absolutamente; el sentido que encierran depende del todo que forman con la palabra a que se juntan, y nada más.

La final uh de los nombres que se juntan con pronombre posesivo tampoco, por sí, significa nada.

Ni, ti, an son prefijos del verbo, cuyo origen se halla en el pronombre personal. Ma es partícula de imperativo y subjuntivo que pudiera pasar por un adverbio; pero ningún significado se encuentra a los demás signos del verbo, al prefijo o de pretérito, y a las terminaciones ya, z, ni, etc., ni aun como resto de verbos auxiliares que no existen en las lenguas mexicanas.

K y sus compuestos; te, tla son partículas de verbo activo. Te puede ser un abreviado del pronombre tehuatl, porque concurre cuando el verbo se refiere a personas, y tla puede derivarse de itla, cosa, porque indica cosa callada en la oración. K tendrá acaso su origen en la preposición k, que significa a, propia para expresar relación de acusativo. Empero, las terminaciones o partículas de los demás verbos derivados no permiten interpretación de esta clase como lo, signo de pasivo, tia de compulsivo, lia o via de aplicativo, etc.

In, ka, on, poloa, po: Estas partículas no pueden incluirse en parte determinada de la oración, porque como vimos al tratar del mexicano, § 46, su significado pende de la palabra con que se juntan; no tienen valor por sí solas.

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Tarasco

Sobre la declinación tarasca se han presentado dos explicaciones distintas, lo cual ya indica no se conoce claramente la significación de sus signos, sino que se ocurre a la mera interpretación. Nájera (gramática tarasca) dice: «Los casos se designaban por preposiciones pospuestas», lo cual no es exacto. En mexicano así se verifica, conociéndose que no hay declinación propia, porque las finales de los nombres en acusativo, dativo, etc., tienen significado separadamente, por sí solas, y esto no se verifica en tarasco; las terminaciones eueri, ni, nada significan sino relación de genitivo, acusativo o dativo en tanto que van unidas con nombre o pronombre. Esto es tan cierto que el padre Lagunas, maestro del idioma tarasco, llegó a decir (Diccionario, página 96) que esa lengua no tenía preposiciones. Véase sobre este punto la nota 25 del capítulo 31. Lo más probable es que en tarasco no hay más que una preposición propia himbo, la cual se usa para expresarse relaciones de ablativo, y lo que las gramáticas del tarasco llaman efectivo; que himbo sea una preposición y no una terminación se conoce en que ella tiene valor por sí sola. Lo más notable es que Nájera mismo se contradice, pues llega a explicar que «los pronombres se declinan por declinaciones propias». Todos sabemos que por declinación propia se entiende el uso de finales, cuyo significado no se encuentra separadamente.

La explicación de Smith (Revue Américaine) es todavía más violenta que la de Nájera. Supone que euri,   —540→   final de genitivo, es el pronombre suyo; pues bien, suyo, en tarasco, es hind-eueri, esto es, el pronombre hinde de la tercera persona con la final propia de genitivo, una misma para los nombres que para los pronombres; no es cierto que eueri aisladamente signifique suyo. Del mismo modo es inexacto que ni, final de acusativo y dativo pueda significar le; hinde o ima significan él, hinde-ni o ima-ni, le, a él, para él, porque ni es signo de acusativo y dativo tanto para nombres como para pronombres. El abreviado de hindeni es hin. Sobre la e final de vocativo no dice Smith sino que es igual en mexicano; precisamente es la terminación tarasca que puede interpretarse suponiendo que sea una interjección propia para llamar.

A los maestros antiguos del idioma, como Lagunas y Basalenque, no les ocurrió, sobre la declinación tarasca, la explicación de Nájera, ni menos la de Smith.

Echa o cha es signo de plural en tarasco; no tiene traducción en los adverbios de cantidad, en los adjetivos numerales, ni en ninguna otra voz.

Nada significan por sí solas las terminaciones de abstracto y de verbal Kua, ta; tampoco las terminaciones de verbal ti, ri, rho, etc., ni la de colectivo ndo.

En el capítulo 31 hemos visto que es falsa la suposición de Smith respecto a que las finales del verbo tarasco sean pronombres que marcan las personas; esto no se verifica sino con la primera persona de plural, y las demás terminaciones no tienen semejanza alguna con el pronombre entero, ni abreviado; nada significan aisladamente.

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Los verbos derivados se forman, en tarasco, generalmente por medio de partículas intercaladas, cuyo significado pende de su unión con el verbo; a pocas de esas partículas se encuentra significado aisladamente.

Véase la gramática del padre Basalenque (página 79) y se encontrará una explicación minuciosa sobre diversas partículas que el autor caracteriza de este modo: «por sí no101 significativas».

Investigaciones como las que hemos hecho sobre el mexicano y el tarasco obligan a hacer, por lo menos, esta confesión: «Algunos signos gramaticales han perdido ya su valor y significado propios, aun admitiendo que alguna vez le tuvieron». Estamos, pues, en el caso de pasar ya a tratar otro punto análogo, y es respecto al polisilabismo y al monosilabismo.

Algunos teóricos han querido suponer que todas las lenguas fueron monosilábicas, esto es, que toda sílaba ha significado algo de por sí, del mismo modo que se ha querido suponer respecto a los signos gramaticales.

El fundamento de ese sistema es la supuesta tendencia del espíritu humano de lo simple a lo compuesto. Pues bien, ni la filosofía ni la lingüística comprueban la marcha de lo simple a lo compuesto.

Es sabido que la filosofía escolástica estableció lo que se conoce en las escuelas con el nombre de simple aprehensión, es decir, la idea pura, de la cual se suponía ascender al juicio y al raciocinio; pero la idea pura no es más que una abstracción hipotética, no natural, porque el espíritu jamás se representa un objeto, sino es con alguna   —542→   cualidad, por lo menos la de la extensión en las cosas materiales (res extensa) o la del pensamiento en las espirituales (res cogitans). El juicio es, pues, la forma primitiva del entendimiento, y su descomposición en ideas, una análisis del hombre reflexivo; el espíritu humano comienza por lo complexo, por ver las cosas en su conjunto, en una especie de confusión, y más adelante es cuando descompone y analiza. Consúltese especialmente a Reid que es a quien pertenece la impugnación de la teoría escolástica.

Por lo demás, la historia de las lenguas enseña que cada familia ha conservado tenazmente su carácter esencial, de manera que los idiomas monosilábicos lo han sido siempre, y respectivamente los posilábicos. En el Asia, de ciento cincuenta a ciento ochenta millones de hombres hablan los idiomas monosilábicos, y no se sabe que estos hayan llegado, después de centenares de años, a igualarse, por ejemplo, con las lenguas indoeuropeas.

Pero no sólo esto, sino que los cambios de ciertos idiomas que nos son muy conocidos, en lugar de verificarse de lo simple a lo compuesto, ha sido al contrario, como sucede con las lenguas analíticas derivadas de las sintéticas; verbi gratia, el español respecto del latín. El curso de las lenguas hacia la análisis corresponde, pues, al del espíritu humano hacia la reflexión, cada vez más clara.

Así, pues, un filólogo que ha escrito recientemente, Latham, hace con exactitud, la siguiente observación: «Puede una palabra limitarse a una sílaba, es decir, que puede ser monosilábica o de otra clase diversa. La regla que   —543→   nos prohíbe multiplicar causas inecesariamente (sic), sugiere la inferencia a perori (sic) de que ninguna palabra es larga sin necesidad. Algo tiene también de a priori, lo que naturalmente se infiere, y es que todas las raíces fueron en su origen monosilábicas. Esto, aunque en gran parte ha sido probado ya por indagaciones positivas, con dificultad podrá admitirse de una manera absoluta y aplicarse indistintamente».

Con efecto, observaciones particulares sobre varias lenguas demuestran lo infundado del supuesto monosilabismo general, comenzando porque el chino, tipo de los idiomas llamados monosilábicos, no es rigorosamente tal según lo hemos explicado en el capítulo 52. Respecto a otros idiomas consúltese, por ejemplo, a Renan, quien en su Historia de las lenguas semíticas hace ver que no es posible explicar el tránsito de esos idiomas del estado monosilábico al trilítero102. Sobre todo, y con relación precisamente a un idioma de México, al azteca; explicó ya hace tiempo Alejandro Humboldt «era un error creer que las palabras largas en mexicano, las polisílabas, fuesen siempre resultado de la composición, como en sánscrito, griego y alemán». Efectivamente, en mexicano y otras muchas lenguas indígenas hay palabras polisílabas simples, o con sólo el agregado de terminaciones que no tienen significado propio, que son signos puros, como anteriormente lo hemos comprobado, bastando añadir aquí un ejemplo de terminación, en guaicura, que tiene cinco sílabas ri-ki-ra-ka-ra. Obsérvese también que en azteca, tarasco y otras lenguas mexicanas se encuentran palabras   —544→   simples, cuyo origen es la onomatopeya, las cuales no se pueden descomponer en monosílabos significativos, porque ni son compuestas ni derivadas, y su significación pende de todo el conjunto; verbi gratia, chichipini, lloviznar; tlakuakualaka, tronar.

Aun cuando realmente resultase probado (que no resulta) haber sido todos los idiomas monosilábicos puros, o al menos como el chino, hoy no cabe duda que existen lenguas donde dominan los monosílabos, y otros donde dominan los polisílabos, sea por origen, sea por transformación progresiva. De cualquier modo, el lingüista encuentra idiomas de distinto carácter bajo el punto de vista del sistema silábico, y eso le basta para sus clasificaciones. Así el antropólogo clasifica hoy, por un lado, al blanco, y por otro, al negro, sea que opine respecto al origen del hombre con los monogenistas o con los poligenistas, ateniéndose al hecho actual de la diferencia de razas.

Supuesto todo lo dicho sobre el sistema silábico diré que en los idiomas mexicanos encuentro, bajo ese aspecto, tres órdenes de lenguas, unas polisilábicas, otras paulosilábicas y otras cuasi monosílabas. Respecto a lo que se entiende por lenguas polisilábicas nada tengo que explicar, porque el término es muy conocido y usual; respecto a las lenguas cuasi monosilábicas, me remito a lo explicado sobre el otomí y sus congéneres. Tocante a los idiomas paulosilábicos, ya he hecho indicaciones al tratar de la familia maya, etc., pero aquí repetiré que por lenguas paulomonosilábicas entiendo aquéllas donde no dominan los monosílabos como en otomí, ni tampoco palabras   —545→   tan largas como en mexicano, tarasco, mixteco, etc., sino que teniendo bastantes monosilábicas abundan más las palabras cortas, de pocas sílabas.

Me resta únicamente hablar sobre otro de los caracteres morfológicos de las lenguas mexicanas, y es el sistema de composición. Es sabido que a los idiomas americanos se les califica generalmente de polisintéticos; que la mayoría de las personas cree que todas las lenguas del Nuevo Mundo tienen ese carácter. Por mi parte, no admito semejante idea, pues en México encuentro que, comparando unos idiomas con otros, resulta, relativamente hablando, estos tres grados: 1.º Lenguas realmente polisintéticas. 2.º Lenguas nada más que sintéticas. 3.º Lenguas cuasi monosilábicas.

Polisíntesis, como lo dice la palabra, significa mucha composición, y en este sentido hay lenguas en México como el azteca, el ópata, el tarasco, el mixteco, etc. Usan esas lenguas en alto grado de la composición, y con toda clase de procedimientos respecto a palabras y a partículas, como suficientemente se ha explicado al analizar cada idioma.

Por lenguas nada más que sintéticas, entiendo aquéllas que hacen menos uso de la composición que el mexicano, tarasco, etc.; que no tienen tantos recursos para componer, y que se acercan algo más al sistema monosilábico, porque, como por ejemplo, el maya y el huave usan en la conjugación del verbo y en otros casos de derivación, no sólo de la yuxtaposición y de algunos cambios eufónicos, sino de partículas separadas, muchas de ellas   —546→   significativas. En el mismo caso del maya y el huave se encuentra el apache, porque ni hace tanto uso de la composición como las lenguas propiamente polisintéticas, y en el verbo se marcan los tiempos no con partículas yuxtapuestas, agregadas, sino con palabras a modo de auxiliares. En cuanto a las lenguas mexicanas, que respecto al uso de la composición le presentan aun en menor grado que las sintéticas, basta para distinguirlas el nombre cuasi monosilábico que constantemente les hemos dado, pues el nombre indica bien su carácter. Véase lo dicho sobre el otomí y sus congéneres, y se encontrará que esos idiomas forman generalmente la derivación, no por medio de la yuxtaposición o composición, sino de partículas separadas, y que cuando usan de la composición es bajo el procedimiento más sencillo y casi limitándose a aclarar los homónimos.

Resumiendo todo lo dicho en el presente capítulo resulta que podemos y debemos considerar las lenguas mexicanas bajo tres aspectos: el sistema silábico, el de composición y el de derivación. Combinando esos caracteres, tendremos la clasificación siguiente, para cuya aclaración puede consultarse lo dicho sobre cada idioma, tanto al analizarle como al compararle.

  • 1.er Orden. Lenguas polisilábicas polisintéticas de subflexión:
    • a. El grupo mexicano-ópata.
    • b. El idioma tarasco.
    • —547→
    • c. El zoque-mixe.
    • d. El totonaco.
  • 2.º Orden. Lenguas polisilábicas polisintéticas de yuxtaposición:
    • a. La familia mixteco-zapoteca.
    • b. El pirinda.
  • 3.er Orden. Lenguas paulosilábicas sintéticas:
    • a. La familia maya.
    • b. El chontal y el chiapaneco (dudosos).
    • c. El huave.
    • d. El apache.
  • 4.º Orden. Lenguas cuasi monosilábicas:
    • a. El otomí.
    • b. El mazahua, pame y demás afines del otomí.


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ArribaCapítulo cincuenta y ocho

Catálogo general y clasificación de las lenguas indígenas de México


Consúltese especialmente el capítulo anterior respecto a la clasificación morfológica, y especialmente el prólogo respecto a lo que entiendo por grupo y familia. Esta señal * indica que la clasificación es dudosa, en los términos explicados al tratar del idioma a que la señal se refiere.



    • 1.er ORDEN. LENGUAS POLISILÁBICAS POLISINTÉTICAS DE SUBFLEXIÓN



      • Grupo mexicano-ópata

      • I. Familia mexicana.
        • —550→
        • 1. El mexicano, náhuatl o azteca. Sus dialectos son:
          • a. El conchos.
          • b. El sinaloense.
          • *c. El mazapil.
          • d. El jaliscience.
          • e. El ahualulco.
          • f. El pipil.
          • g. El niquiran.
        • *2. El cuitlateco.
      • II. Familia sonorense u ópata-pima.
        • 3. El ópata, teguima o tequima, sonorense.
        • 4. El eudeve, heve o hegue, dohme o dohema, batuco.
        • 5. El joba, joval, ova.
        • 6. El pima, névome, ohotama u otama, con sus dialectos siendo los más conocidos:
          • a. El tecoripa.
          • b. El sabagui.
        • 7. El tepehuan con sus dialectos.
        • 8. El pápago o papabicotan.
        • 9. a 12. El yuma, comprendiendo el cuchan, el cocomaricopa u opa, el mojave o mahao, el diegueño o cuñeil, el yabipai, yampai, yampaio.
        • *13. El cajuenche, cucapa o jallicuamay.
        • 14. El sobaipure.
        • 15. El julime.
        • 16. El tarahumar con sus dialectos, entre ellos:
          • —551→
          • a. El varogio o chinipa.
          • b. El guazápare.
          • c. El pachera.
        • 17. El cahita o sinaloa. Sus dialectos más conocidos:
          • a. El yaqui.
          • b. El mayo.
          • c. El tehueco o zuaque.
        • 18. El guazave o vacoregue.
        • 19. El chora, chota, cora del Nayarit o nayarita. También al pima suelen llamar cora, y este mismo nombre tiene un idioma en la Baja California. El nayarita cuenta tres dialectos:
          • a. El muutzicat.
          • b. El teacucitzin.
          • c. El ateanaca103.
        • 20. El colotlan.
        • 21. El tubar y sus dialectos.
        • 22. El huichola.
        • *23. El zacateco.
        • 24. El acaxee o topia, comprendiendo el sabaibo, el tebaca y el xixime, este último de clasificación dudosa.
      • III. Familia comanche-shoshone.
        • 25. El comanche con sus dialectos, llamado también nauni, paduca, hietan o jetan.
        • 26. El caigua o kioway.
        • 27. El shoshone o chochone.
        • —552→
        • 28. El wihinasht.
        • 29. El utah, yutah o yuta.
        • 30. El pah-utah o payuta.
        • 31. El chemegue o cheme-huevi.
        • 32. El cahuillo o cawio.
        • 33. El kechi.
        • 34. El netela.
        • 35. El kizh o kij.
        • 36. El fernandeño.
        • 37. El moqui.

        Pertenecen a la familia shoshone otros varios idiomas que se hablan en los Estados Unidos, cuya enumeración completa no corresponde al plan de mi obra, limitada a las lenguas de México y a presentar algunos ejemplos de las limítrofes que aparezcan afines de aquéllas. En otras obras se irán sucesivamente siguiendo las analogías, hasta su término en un tratado general.

      • IV. Familia tejana o coahuilteca.
        • 38. El tejano o coahuilteco con sus dialectos.
      • *V. Familia keres zuñi.
        • 39. El keres o quera, dividido en tres dialectos: kiwomi o kioame, cochitemi o quime, acoma y acuco.
        • 40. El tesuque o tegua.
        • 41. El taos, piro, suma, picori.
        • 42. El jemez, tano, peco.
        • 43. El zuñi o cíbola.
      • —553→
      • VI. Familia mutsun.
        • 44. El mutsun.
        • 45. El rumsen.
        • 46. El achastli.
        • 47. El soledad.
        • 48. El costeño o costanos.

        A la familia mutsun o rumsen pertenecen otros varios idiomas de California, según Taylor, lo que es preciso tener presente cuando se trate de una clasificación general de las lenguas americanas. Para mi objeto basta con lo que he explicado sobre el mutsun en los capítulos 22, 23 y 24.

      • VII. Familia guaicura.
        • 49. El guaicura, vaicura o monqui.
        • 50. El aripa.
        • 51. El uchita.
        • 52. El cora.
        • 53. El concho o lauretano.
      • VIII. Familia cochimí-laimon.
        • 54. a 57. El cochimí dividido en cuatro dialectos, o más bien lenguas hermanas, a saber, el cadegomó, y los idiomas usados en las misiones de San Javier, San Joaquín y Santa María.
        • 58. El laimon o layamon.
      • —554→
      • IX. Familia seri.
        • 59. El seri o ceri.
        • 60104. El guaima o gayama.
        • 61. El upanguaima.


      • Familias independientes entre sí y del grupo mexicano-ópata

      • X. Familia tarasca.
        • 62. El tarasco.
        • *63. El chorotega de Nicaragua (muy dudosa su analogía con el tarasco).
      • XI. Familia zoque-mixe (idioma mezclado)
        • 64. El mixe con sus dialectos.
        • 65. El zoque.
        • 66. El tapijulapa.
      • XII. Familia totonaca (idioma mezclado)
        • 67. El totonaco dividido en cuatro dialectos.


    • 2.º ORDEN. LENGUAS POLISILÁBICAS, POLISINTÉTICAS DE YUXTAPOSICIÓN105

    • XIII. Familia mixteco-zapoteca.
      • 68. El mixteco dividido en once dialectos.
      • 69. El zapoteco con sus dialectos de que he citado ocho (capítulo 37).
      • 70. El chuchón, dos dialectos.
      • —555→
      • 71. El popoloco.
      • 72. El cuitlateco, dos dialectos.
      • 73. El chatino.
      • 74. El papabuco.
      • 75. El amusgo.
      • 76. El mazateco, dos dialectos.
      • *77. El solteco.
      • *78. El chinanteco.
    • XIV. Familia pirinda o matlatzinca.
      • 79. El pirinda o matlatzinca con sus dialectos.


    • 3.er ORDEN. LENGUAS PAULOSILÁBICAS SINTÉTICAS

    • XV. Familia maya.
      • 80. El yucateco o maya.
      • 81. El punctunc.
      • 82. El lacandón o xoquinel.
      • 83. El petén o itzae.
      • 84. El chañabal, comiteco, jocolobal.
      • 85. El chol o mopán.
      • 86. El chortí o chorte.
      • 87. El cakchi, caichi, cachi, cakgi.
      • 88. El ixil, izil.
      • 89. El coxoh.
      • 90. El quiché, utlateco.
      • 91. El zutuhil, zutugil, atiteca, zacapula.
      • 92. El cachiquel, cachiquil.
      • 93. El tzotzil, zotzil, tzinanteco, cinanteco.
      • —556→
      • 94. El tzendal, zendal.
      • 95. El mame, mem, zaklohpakap.
      • 96. El poconchi, pocoman.
      • 97. El atche, atchi.
      • 98. El huaxteco con sus dialectos.
      • *99. El haitiano, quizqueja o itis con sus afines el cubano, boriqua y jamaica.
    • XVI. Familia chontal.
      • *100. El chontal. (Dudoso en su carácter morfológico).
    • XVII. Idiomas oriundos de Nicaragua.
      • *101. El huave, huazonteca. (Dudoso respecto a la familia de lenguas de Nicaragua a que realmente pertenece).
      • *102. El chiapaneco, afín del nagrandan (dudoso en su carácter morfológico).
    • XVIII. Familia apache, rama de las lenguas atapascas.
      • 103. El apache de que se conocen ocho dialectos (capítulo 56).
        • a. Apache norteamericano.
        • b. Apache mexicano.
        • c. Mimbreño (copper mine).
        • d. Pinaleño.
        • e. Navajo.
        • f. Xicarilla o faraón.
        • g. Lipán.
        • h. Mescalero.
  • —557→


    • 4.º ORDEN. LENGUAS CUASI MONOSILÁBICAS

    • XIX. Familia otomí.
      • 104. El otomí o hiahiu.
      • 105. El serrano.
      • 106. El mazahua.
      • 107. El pame con sus dialectos.
      • 108. El jonaz o meco. (Acaso restos del antiguo chichimeco, según explico en el capítulo correspondiente).





Post scriptum

Ya impresa la presente obra, llegó a mis manos la historia que se está publicando en los Estados Unidos intitulada The native races of the Pacific States por Hubert Howe Bancroft, cuyo tercer volumen (1875) trata de varios idiomas americanos, entre ellos los que son objeto de mi estudio. No he podido, pues, hacer mérito del interesante trabajo de mister Bancroft, y aquí sólo debo añadir una explicación sobre las diferencias que se encuentran entre mi libro y el del escritor americano respecto a apreciaciones lingüísticas, clasificación y número de idiomas, cuyas diferencias parecen tanto más notables cuanto que Bancroft cita algunas veces mi obra sobre las lenguas mexicanas.

En primer lugar, obsérvese que mister Bancroft no ha pretendido formar un tratado de filología comparativa, sino que generalmente se guía por los trabajos de otros, siendo sus apreciaciones históricas, y su clasificación de   —558→   idiomas bajo el punto de vista geográfico. Así, pues, no hay que extrañar, por ejemplo, que en el catálogo de Bancroft aparezcan juntos idiomas tan distintos entre sí, como el mutsun y el tatché, el matlatzinca y el tarasco.

Tocante al mayor número de idiomas mencionados por Bancroft, respecto a los que yo menciono, se explica, en parte, porque yo no he tratado de incluir en mi obra todas las lenguas que se hablan en los Estados Unidos, Centroamérica, etc., y además porque, según lo he explicado varias veces en el curso de mis estudios, ha sido común multiplicar indebidamente las lenguas americanas tomando, como nombres de idiomas, distintas voces sinónimas y aun nombres de tribus y lugares. Bastará señalar aquí un caso respecto a Bancroft. Este autor considera en el apache diez y siete variedades o dialectos, mientras que yo sólo admito nueve, habiendo presentado muestras de ocho. Pues bien, obsérvese, por ejemplo, que Bancroft admite el mimbreño, el copper mine, el xicarilla y el faraón, cuando yo he tenido ocasión de aclarar que mimbreño y copper mine son un mismo dialecto, así como son igualmente uno solo el xicarilla y el faraón.

Respecto a tener ya consultada Bancroft mi obra sobre lenguas mexicanas, fácilmente se observará que aquel autor sólo pudo conocer la primera edición, en la cual aún no había yo presentado la comparación ni la clasificación de las lenguas. Si ahora he acertado en mi empresa, mi mayor satisfacción será facilitar sus estudios a los escritores que me sucedan.

  —559→  

Debo también manifestar aquí, que terminada la impresión de la presente obra, llegó a mis manos el Arte de la lengua chiapaneca por fray Juan de Albornoz (París, 1875), que acaba de recibir mi hermano político don Joaquín García Icazbalceta. Comparando las palabras del chiapaneco que pone de ejemplos el padre Albornoz con las correspondientes del nagrandan veo confirmada la analogía de esos idiomas indicada por mí en el capítulo 33. Ejemplos:

Chiapaneco Nagrandan
Varón Naha Nuho
Mujer Nahui Nahsei-omo
Madre Goma Goomo
Muchacha Nakoue Naheoun
Piedra Noka Nugo
Estrella Nahuiti Nuete
Cabeza N-goqhima Gochemo
Simo Sumu-sheta
Nosotros Sihmimo Semehmu

Comparaciones gramaticales entre chiapaneco y nagrandan me es imposible hacer, porque no tengo la gramática de este último idioma.

Por la gramática de Albornoz veo también confirmada otra indicación que hice en el capítulo 33, y es que no existe analogía entre el tarasco y el chiapaneco, ni léxica, ni gramatical (sólo morfológica).

Por lo que igualmente encuentro sobre el chiapaneco,   —560→   en la referida gramática, me parece que este idioma es distinto del huave, tanto en la gramática como en el diccionario, y respecto a lo primero aun bajo el punto de vista morfológico; según lo explicado en los capítulos 33 y 57 el huave es un idioma paulosilábico sintético, mientras que el chiapaneco aparece ahora (según la gramática de Albornoz) lengua polisilábica polisintética, de subflexión. Como los dos primeros caracteres son fáciles de percibir, sólo me detendré en poner algunos ejemplos para comprobar que en chiapaneco ocurren casos no sólo de mera yuxtaposición, sino de cambio fonético.

De ipapame, hablar, no sale ñamb-ipapame, habló, sino ñambapame, cambiando ip en ñamb. De ilicahomo, estar triste, no se deriva t-ilicahomo, sino toricahomo cambiando il en or. De ipandih-ameho, amamantar, se deriva ipandih-uamche, tú amamantas, cambiando la final. Del verbo aipoiou-i, aborrecer, se deriva aipoiou-e, cambiando la terminación i en e.

Me parece conveniente añadir aquí, como explicación bibliográfica, que las palabras del nagrandan y del chorotega, puestas en la presente obra, están tomadas de la Filología comparativa de Latham, con referencia a Squier.

A propósito del chiapaneco, puedo hacer también una aclaración sobre otro idioma.

Buscando algo sobre el referido chiapaneco, en una noticia manuscrita fecha mayo 10 de 1861 suscrita por don M. Ferrer y dirigida al agente de Fomento don Agustín Vilaseca, cuya noticia me ha facilitado últimamente el señor García Cubas, encuentro el motivo por que pueda   —561→   creerse que el maya sea afín del caribe; todo consiste en que a algunos indios yucatecos, que habitan las orillas del río de San Pedro, les llaman caribes. Es, pues, cuestión de nombre aplicado a una tribu maya; por lo demás, ya he manifestado en el capítulo 48 que el caribe propiamente dicho no pertenece a las lenguas mayas. He aquí literalmente lo que se lee en la noticia manuscrita a que me refiero: «En el río de San Pedro que tributa sus aguas al Usumacinta, cuatro leguas arriba de Balancán, se hallan algunas tribus de indios procedentes de Yucatán, cuya lengua es la Maya degenerada. Les dan el nombre de Caribes».

No debo omitir aquí otra noticia que últimamente he recibido, y es que en algunos pueblos de Veracruz quedan restos del idioma llamado tepehua; suponen algunos que es afín del otomí.

Concluiré este apéndice copiando una breve relación sobre el idioma maratín de Tamaulipas (extinguido) según el padre Santa María:

El carácter de los idiomas orientales del mundo antiguo, sin exceptuar el hebreo, se advierte también en éstos, como son los multiplicados énfasis en la espresión, los frecuentes símiles y alegorías, y la repetida aplicación de una sola voz para muchas cosas según el sentido. Hablando conmigo su castellano un indio maratín, que entendía también el idioma de los pasitas, y el de los mariguanes, pintándome la conducta de un perseguidor suyo, que tanto a dicho indio, como a todos los de su nación los tenía sobrecogidos con gritos importunos, malos   —562→   tratamientos y tropelías, no obstante que ya estaban dados, y reducidos; se me explicaba en estos mismos términos mazorrales pero bastante espresivos: N gritando tanto como perro desde por la mañana hasta la noche, corriendo tanto y queriendo matar como coyote, aporreando tanto a los muchacho (es el nombre que se dan a sí mismo) como toro, y todo el día no haciendo nada, como nosotros antes, los muchachos queriendo trabajar cantando como pajarito, y ese N siempre atajando el camino como río, y también los muchacho huyendo como venado al monte porque no los azotar; por este mismo su discurso verdaderamente espresivo, le multipliqué preguntas sobre preguntas, tanto sobre su idioma como sobre los otros que sabía; le hice cotejar las voces del castellano en que me hablaba, con las de su idioma nativo, y de las otras reclamándole las inflexiones de nuestros verbos con las que pudiera haber en los suyos, y concluí al cabo sin equivocación, a mi ver, que en los verbos de dichos idiomas no hay otras inflexiones que las de los infinitivos activo y pasivo, que aplican a las personas, a los tiempos, y números según el sentido lo necesita. Advertiré también que sus nombres no se declinan por adición de partículas sino por inflexiones de sus letras, tanto en los casos como en los números, con la circunstancia, de que para expresar un plural numeroso, la inflexión de que se valen es no poco distinta de la inflexión del plural común, chiguat v. g. en idioma maratín significa muger, chiguata las mugeres, aachiguata   —563→   muchas mugeres, prolongando más y más las A. A. cuanto sea más el número que significa la voz.

La aplicación de símiles para cada cosa es también característica de su expresión, y no hay duda que bien visto es el laconismo más ceñido, de que pueden valerse para el ahorro de muchísimas voces y frases en el discurso, trasmitiendo al mismo tiempo a quien los oye el concepto más pleno de lo que quieren explicar. Poniendo al lado de la expresión huyendo la de como venado al monte, ya se está mirando el ahorro de precipitadamente sin atender peligros, sin omitir rincones y sin temer malezas o despeñaderos, como lo hacen en igual grado los venados y los indios. Concluí también que este género de anagolizar a cada paso es el mismo con que se explican en sus idiomas nativos y aun en lo familiar. Los mariguanes para exhortar a los chicos a que los imiten y sigan, cuando les enseñan a subir y bajar por las piedras, a brincar con presteza, y a dar vueltas en el mismo tiempo de la carrera, les dicen con repetición y con ahínco Magchinighua, que quiere decir, como pajarito, agregándole el indio la práctica y ejemplo de sus carreras y cabriolas con sus altos y bajos. Magchi significa pajarito diminutivo de Magch, Pájaro y Nihua significa como o al modo de. En sus conversaciones familiares que presencié varias veces, se les oye el Nigua a cada paso como si fuera partícula o voz auxiliar. Por este motivo de sus frecuentes símiles, y de la única inflexión de infinitivo, activo y pasivo en sus verbos cuando llegan a aprender el castellano, lo ingertan, digámoslo así, con   —564→   los idiotismos del suyo, y les sale el nosotros correr como venado al monte, y los españoles nos matar como lobo; pero también muriendo con nuestras varas como pájaro, que en su idioma suena de este modo: Miga cuino consgiohua matomau espeñol mi paahehu cuaahne paagchichu bumnighua cuaahane paagchichu mi mino Xirimagchnighua, donde se oye el nighua a cada paso y cuya traducción es literalmente como se ha visto.



Canto de los maratines traducido por el padre Santa María

No ohgimah ka tamugni.
Fuimos gritando a pelear al monte.

Jurinigua migticui.
Al modo de leones que comen carne.

Coapagtzi comipaahchu
a los enemigos, que nos querían matar

nohgi mehgme paahchichu
fuimos hacerlos morir a pedazos.

Tze pomg, tze xirt, tzemahká
La cuerda, la flecha, el arco,

ming cohcoh, ming catamá
nuestras fuerzas, nuestros tiros,

tzi pamini cugtimá memehé
los hicieron huir sin poder correr.

Aachiguata tzicuini, ming metepeh
Las mujeres, los muchachos nosotros los vimos

ming maamehé, ming maatzimetzu
nosotros gritando de gusto, nosotros dando brincos

  —565→  

coomutepá cuiücicuimá paagchichú.
nos venimos, y allá muy lejos los dejamos muertos.

Aaachiguatá mohka mimigihi
Las mujeres ya no estarán llorando

Chenohgimá xiri ka tamugni.
para que vayamos con flechas a pelear al monte.

Aaachiguata heninig maamehé,
Las mujeres y nosotros gritando de gusto,

baah ka Peyot hemegtuché.
beberemos peyote y nos dormiremos.





  —[566]→     —[567-570]→     —[571]→  

SECRETARÍA DE ESTADO Y DEL DESPACHO DE JUSTICIA E INSTRUCCIÓN PÚBLICA.- Sección 2.ª.- De conformidad con lo que solicita vd. en su ocurso de esta fecha, el C. Presidente de la República se ha servido declarar que goza vd. del derecho de propiedad literaria de la obra escrita por el C. Francisco Pimentel que lleva por título Cuadro descriptivo y comparativo de las lenguas indígenas de México o Tratado de Filología Mexicana, en virtud de la cesión que del espresado derecho ha hecho a vd. el autor de la obra de que se trata.

Dígolo a vd. en respecto a su ocurso citado, para su conocimiento.

Independencia y Libertad. México, Octubre 4 de 1875.

J. Díaz Covarrubias

Sr. Isidoro Epstein
Presente





 
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