Escena
I
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Aparecen los miembros de la Junta sentados en sus
sillas. ÁVALOS de
presidente. LASO a su
derecha. LÓPEZ en
pie con parte del pueblo. La VIUDA de Padilla en el lado opuesto,
con su hijo, MENDOZA, y
otra parte del pueblo.
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ÁVALOS |
Pueblo ilustre, corona de Castilla: |
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con ruina o servidumbre os amenazan |
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vuestros contrarios: ¡elegid! Mi labio |
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colorear no sabe las desgracias; |
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sin temor las refiere el hombre libre, |
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y un pueblo libre es digno de escucharlas. |
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Oiréis vosotros mismos las propuestas, |
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que con poder y a nombre del monarca, |
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os hace el sitiador; vosotros mismos |
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entre el perdón y duras amenazas |
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podréis optar. La junta que
elegisteis, |
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y veis en vuestro seno congregada, |
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su poder os devuelve; y os convida |
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a decidir la suerte de la patria. |
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Despreciamos la vida; mas tememos |
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tantas aventuras3:
no diga España |
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que la ruina causamos de Toledo, |
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por hacer más gloriosa y celebrada |
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nuestra ruina. Morir en un cadalso, |
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o perecer lidiando en las murallas, |
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son los solos partidos que me quedan: |
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fácil es mi elección. Pero
culparan |
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justamente mi esfuerzo temerario, |
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si al correr tras la muerte, os arrastrara |
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a fenecer conmigo. Toledanos, |
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¡Tremendo es este trance! Una palabra |
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os arruina por siempre, o para siempre |
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con vil cadena vuestros cuellos ata. |
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Esta heroica ciudad, vuestros mayores, |
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los sacros votos, la adquirida fama, |
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tanta sangre vertida, todo, todo |
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vuestra virtud, al decidir, reclama: |
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decidid; libres sois. ¡Habla ante el
pueblo, |
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oh noble mensajero! En él descansa |
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su suerte; la respuesta ha de ser suya: |
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suyo será el honor, suya la infamia. |
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LÓPEZ |
¿Que hable al pueblo, mandáis?...
¿Será posible, |
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que al contemplar la ruina de su patria, |
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mueva la torpe lengua un triste anciano, |
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por la edad agobiado y la desgracia?... |
40 |
Hablen por mí las míseras
viudas, |
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que aquí me cercan de dolor postradas; |
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hablen también los infelices padres, |
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que vieron perecer en las batallas |
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a sus queridos hijos, al impulso |
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de español brazo, de españolas
armas... |
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Hablad todos por mí; pues que sois
todos |
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víctimas infelices de la larga |
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guerra civil... ¿Quién hay de entre
vosotros, |
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que no lamente pérdidas infaustas |
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de haciendas y de amigos y de deudos, |
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sacrificados a la sombra vana |
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de loca libertad?... Si hay uno, acaso, |
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que no se vista luto, y que llorara |
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tan solamente ajenas desventuras, |
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ése la voz levante; ése a las
armas |
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os anime, seguidle a la defensa, |
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volad tras él... Mas ¿dónde,
do se halla |
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ese español feliz?... Sólo con
llanto |
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me podrá responder la triste
España. |
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Dos años de destrozos y de horrores, |
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muertes, asaltos, lides obstinadas, |
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hambres, incendios... cuantos crudos males |
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el cielo airado en su furor derrama, |
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todos ¡oh España! sobre ti
cayeron. |
65 |
Cediste, al fin cediste... ¿Por qué
causa |
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sólo Toledo resistió tan
ciega?... |
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Toledanos, amigos, mis palabras |
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no os ofendan; son hijas del afecto |
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que siempre tuve a mi querida patria. |
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Al ver sus muros casi destruídos, |
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al mirar sus campiñas arrasadas, |
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por todas partes destrucción y ruina, |
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solitarias sus calles y sus plazas; |
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y a vosotros, que ilesos escapasteis |
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del filo agudo de las recias armas, |
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arrastrando la mísera existencia, |
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por el hambre cruel atormentada... |
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Si a vista de tan graves infortunios, |
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hablase más prudente, no os amara. |
80 |
¡Ay! con dolor y llanto, en vuestro
rostro |
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la mortal palidez miro estampada, |
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y el sello del sepulcro... ¡ay! no
crueles |
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queráis morir y sepultar la patria. |
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La patria por mi boca os lo suplica; |
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la patria moribunda y desmayada, |
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al borde ya del precipicio horrendo... |
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Salvadla, sí, corred... Pío el
monarca |
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vuestra pasada ceguedad perdona: |
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con los brazos abiertos os aguarda, |
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como padre a sus hijos; la clemencia |
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su justo enojo y su rigor desarma. |
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Pero si ciegos preferís su ira |
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al perdón que os ofrece; si cerradas |
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hallan las puertas sus leales tropas, |
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que ya los flacos muros amenazan; |
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Entonces... ¡Ay de la infeliz Toledo! |
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Sólo su nombre existirá
mañana. |
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LASO |
¡No será así!... Perdona,
pueblo heroico, |
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si del amor llevado de mi patria |
100 |
osé el primero hablar. Fui el primero |
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que al ver las santas leyes quebrantadas, |
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imperturbable ante el excelso trono, |
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reclamé noblemente su observancia. |
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Desde entonces mi suerte fue la vuestra: |
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nadie me ha adelantado en las batallas; |
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ninguno me ha excedido en sacrificios... |
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Perdonad, si al mirar que está cercana |
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vuestra ruina, a ninguno ceder quise |
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el placer y la gloria de estorbarla. |
110 |
No es mengua ya el rendiros, pues en vano |
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los fueros sostuvimos con las armas; |
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no es mengua el procurar salvar las vidas, |
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dejando salvos el honor y fama. |
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Aun callaba Castilla sus agravios, |
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y el acero Toledo desnudaba; |
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mientras luchó Castilla, combatimos; |
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cayó rendida, y con invictas almas |
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por seis lunas sufrimos el asedio, |
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horror y muertes, hambres y batallas. |
120 |
¿Qué más, Toledo, falta a tu
heroísmo? |
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A tu gloria inmortal, ¿qué
más le falta? |
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¿Eliges arruinarte?... Yo ante todos, |
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presentaré mi pecho en la muralla |
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a los contrarios filos; yo el primero |
125 |
aplicaré las teas incendiarias |
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a mis propios hogares; y alto ejemplo |
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os daré de valor entre las llamas. |
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Pero tantos ancianos respetables, |
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los tiernos hijos, las esposas caras, |
130 |
los ínclitos guerreros, todos, todos, |
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sin provecho ni gloria de la patria, |
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¿Habrán de perecer? ¿En
nuestra sangre |
|
anhelamos saciar nuestra venganza?... |
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¡No, compatricios, no! Lidiar debimos, |
135 |
mientras brillaba un rayo de esperanza; |
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pero buscar frenéticos la muerte, |
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arruinar la ciudad en que descansan |
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las cenizas de padres y de hermanos, |
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la que nos vio nacer, la que dio a
España |
140 |
tantos héroes y triunfos... tal
locura, |
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tanta crueldad no cabe en vuestras almas. |
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En paz dichosa del perdón gocemos; |
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en paz dichosa, que las hondas llagas |
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cure a la patria mísera... En nosotros |
145 |
su vista fija la infeliz España; |
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y con su mudo ejemplo nos exhorta |
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a implorar las piedades del monarca. |
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¿Las imploramos?... Si; ya tu silencio |
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¡oh noble pueblo! con señales
claras |
150 |
tu prudente elección me está
anunciando: |
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¡Feliz silencio que a mi patria salva! |
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(Silencio general.)
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VIUDA |
¡Calla ahora, calla la inmortal
Toledo!... |
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(Después de una breve
pausa.)
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Carlos triunfó: Castilla es ya su
esclava. |
|
Triunfó, mas no de mí: ceded
vilmente; |
155 |
mendigad la clemencia del monarca, |
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que una débil mujer hoy con su ejemplo |
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vuestra flaqueza insulta y su venganza. |
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No ofrecimos vencer; pero juramos |
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perecer con denuedo en la demanda, |
160 |
o alzarnos libres: ¿lo olvidasteis?...
Tiempo |
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no es ya de recordar vuestra palabra: |
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quien duda entre los hierros y la muerte |
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no merece guardar la fe jurada. |
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Dudarais, sí, dudarais en buen hora, |
165 |
cuando Castilla toda vacilaba |
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entre sufrir el yugo o levantarse; |
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temblarais ante el trono del monarca; |
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sufrierais en silencio, como esclavos, |
|
si el temple de hombres libres os faltaba. |
170 |
No entonces tanta sangre se vertiera; |
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no entonces adquirierais tanta fama, |
|
para mancharla ahora indignamente... |
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¿A qué lidiar con sin igual
constancia, |
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¿A qué Toledo resistir
gloriosa, |
175 |
prometiendo a la faz de toda España |
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imitar (si el destino le era adverso) |
|
la suerte de Sagunto y de Numancia?... |
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¡Ah! Toledo tan sólo lo
ofrecía; |
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Medina lo ofrecía y realizaba. |
180 |
No vacilaron, no, sus nobles hijos |
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entre la ruina y la servil infamia; |
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no temblaron al ver junto a sus puertas |
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ardiendo ya las enemigas hachas, |
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y encenderse los techos, y arruinarse |
185 |
los ricos templos y opulentas casas: |
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bienes, amigos, deudos, padres, hijos, |
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veían perecer entre las llamas... |
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VIUDA |
Y entre el estruendo y los
clamores
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sólo el grito escuchaban de la patria. |
190 |
Buscad entre las ruinas, que aun humean, |
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buscad esa clemencia celebrada |
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del fiero vencedor; ved sus piedades; |
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y rendíos después. Pero si os
falta |
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hasta para rendiros fortaleza; |
195 |
si teméis que quebranten su palabra |
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los contrarios, y bárbaros se venguen; |
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si piden una víctima... miradla, |
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pronta ya a perecer por redimiros: |
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cargadme de cadenas, a las plantas |
200 |
del vencedor llevadme; en mí su enojo, |
|
en mí podrá saciar su injusta
saña. |
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No dudéis que él acepte tal
ofrenda: |
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una débil mujer, idolatrada |
|
por su inocente esposo asesinado, |
205 |
a tan fieros verdugos será grata. |
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Pero más pura aún, menos
culpable |
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la víctima querrán... ¡Hijo
del alma! |
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¡Hijo del gran Padilla!... el tierno
cuello |
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ofrece a la cuchilla que inhumana |
210 |
huérfano te dejó... ¡Sus duros
filos |
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en ti se emboten, y a Toledo salvas! |
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VIUDA |
No; no profanéis su
nombre,
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al ir a demandar, cual suma gracia, |
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que os concedan vivir entre cadenas; |
215 |
¡no pronuncie su nombre quien no arda |
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de libertad en el furor divino! |
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VIUDA |
Muerte, y no infamia.
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¡Libertad! al lidiar en los
combates, |
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el infeliz Padilla apellidaba; |
220 |
¡Libertad! al caer lleno de
heridas; |
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y al cortar la cuchilla su garganta, |
|
de ¡Libertad! el sacrosanto
nombre |
|
entre sus yertos labios resonaba. |
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¡Imitadle! Murió por vuestra
gloria: |
225 |
o vengadle, o morir: él os lo manda. |
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LASO |
¿Y os dejaréis llevar de un loco
acento, |
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por el furor dictado y la venganza? |
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¡No, toledanos! que el peligro apremia; |
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no es tiempo de ilusión; la muerte
amaga... |
230 |
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ÁVALOS |
Eterna gloria
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vuestra elección magnánima os
prepara: |
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¡a morir o a ser libres! Noble anciano, |
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la respuesta llevad; y al escucharla, |
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tiemblen los enemigos de Toledo. |
235 |
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LÓPEZ |
¡Qué frenesí! Buen Dios,
¿me conservabas |
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por tantos años la cansada vida, |
|
para ver el destrozo de mi patria?... |
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Amigos... hijos míos... ¿no hay
remedio? |
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LÓPEZ |
¡Ah! cuanto tarda
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240 |
mi labio en pronunciarla, os doy de vida: |
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mañana, entre el conflicto de las
armas, |
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mañana, en las angustias de la muerte, |
|
recordaréis, ya tarde, mis
palabras!... |
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Seguir no puedo... el llanto y los sollozos |
245 |
Mi pecho oprimen, y mi voz embargan... |
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¡A Dios, patria infeliz... a Dios por
siempre!... |
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