Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.

  —049→  

ArribaAbajoLuz

2.ª Semana de Noviembre de 1898. Barcelona. Núm. 5


imagen

  —050→  

ArribaAbajoArte nuevo

Puvis de Chavannes


Después de Gustave Moreau y Burne-Jones, el Arte universal ha perdido otro de sus hijos predilectos, con la muerte de Puvis de Chavannes; al entrar en la Inmortalidad las obras de tan ilustre triunvirato, dejan tan colosal vacío, que quizas no le veamos llenar los que apenas nacemos á la vida del Arte.

imagen

Puvis de Chavannes [...11]

De los tres, el más conocido por el público, es sin disputa, el insigne decorador del Panteón, de la Sorbona y de tantos otros gloriosos muros; llegado al apogeo de una merecida celebridad, rayano ya al ocaso de su vida, tampoco empezó su laboriosa carrera, en muy tiernas mocedades; cuando expuso en el Salón del 59, su Vuelta de la Caza, contaba ya 36 años; anteriormente había luchado sin éxito, pintando retratos y componiendo algunos lienzos ultra románticos, rehusados en los Salones, en la opinión de sus amigos y en las esperanzas de su familia. De esta quiebra en la confianza que merecía el arte de Puvis á sus deudos, brotaron las primeras tentativas de Arte decorativo. La Vuelta de la Caza y otras tres composiciones, fueron pintadas para la casa que en Dijou posee un hermano del ilustre pintor, no como delicado encargo sino mejor como tolerancia á una manía sin grandes visos de éxito; vinieron luego la Paz y la Guerra y otras composiciones mas ponderadas, hasta remontar rapidamente el penoso camino de la fama, con los dos raudales de poesía, que se titulan: Marsella colonia griega y Marseille porte de l'Orient, composiciones que en todas sus partes mantienen el amoroso aspecto de dulce letanía, con que hieren los oídos ambos títulos.

La batalla definitiva contra los imbéciles, la ganó con el Ludus Pro Patria, que había expuesto el año precedente, titulándolo sencillamente: Jeunes picards, s'exerçant á la lance. Se le adjudicó la Medalla de honor y con esta pieza numismática, se taparon los aullidos de la torpe multitud antiestética. Sin embargo, el Pauvre Pecheur, fué considerado en el Salon, como la infelicidad más colosal que haya producido el más inhábil pincel, lo cual ha quedado demostrado, colocándose en el Luxemburgo y esperando las puertas del Louvre, dentro diez años, desde entonces cada obra fue un nuevo triunfo, con su Santa Genoveva, su tan intensamente emocionante Bois sacre cher aux muses et aux poetes, el fiel trasunto de la inteligencia humana, verdadera enciclopedia plástica que es lo mejor que se enseña en la Sorbona, que bautizó tan acertadamente inscribiendo al pie: Inter Artes et Naturam. El Verano, el Invierno y la coronación de Víctor Hugo, para el Hotel de Ville, de París; los lienzos murales para Ruan y finalmente, la revelación final de la composición tan ponderada, tan colorista y tan maravillosamente joven, pintó para la biblioteca de colonia puritana, se han asegurado la visita perenne, de muchísimos inteligentes europeos. Entonces se le ofreció el banquete cuyo recuerdo evoca poderosamente el hermoso artículo de Rusiñol, viéndose viejo de cuerpo pero sólidamente joven de espíritu, tranquilamente sereno al ver la calma de las multitudes en torno suyo, después de las constantes luchas que en contra suya arrostrara durante medio siglo.

Si Puvis de Chavannes fuera discutible, la entereza y rectitud de su carácter, serían un ejemplo bastante grande, para merecer los elogios de la Humanidad, pero su obra le alza a otras incomparables glorias ahora que reducido su cuerpo a la nada, flota su espíritu sobre las más gloriosas murallas de la tierra, compartiendo su alma la misma suerte que habrá cabido a Moreau y Burne-Jones, estos dos otros pintores que tan intensamente también pensaron.

A. L. DE BARÁN.



  —051→  

ArribaAbajoEn honor de Puvis de Chavannes

París, enero 1895.

En el hotel Continental, reuníanse el miércoles 15 de enero de 1895 quinientos comensales, para honrar el nombre del gran Puvis de Chavannes.

Lo mejor de las artes y de las letras reuníanse en torno del maestro, para rendir un tributo al genio más universal del arte de nuestros días; un acto de admiración á uno de los pocos hombres cuyas obras quedarán; al gran artista y pensador, honra del arte sincero, tan escaso en nuestros días.

imagen

Plafon decorativo

Lo más granado de Francia estaba allí: los viejos maestros; la joven literatura, los realistas de ayer, los decadentes y simbolistas de hoy, los pompiers del viejo salón, los campeones del Champ de Mars, los independientes y místicos, los graves críticos sostenedores del pasado y los anárquicos reformadores del presente, los novelistas en boga, los filósofos y los periodistas. Kaemfen, Vacquerie, Scholl, Zola, Rodín, Claude Monet, Renoir, Pissaro, Jules Simón, Munkocay, De Groux, Forain, Roll, Bartholdi, Cazín, Aicart, Catulle Mendes, Lemaitre, Ary Renan, Mallarmé, Rops y otros y otros, cuya fama ha dado la vuelta al mundo y cuya efigie se ha visto reproducida en mil revistas e ilustraciones, se juntaban, dejando á un lado rencores de escuela, en torno de la augusta silueta del venerable maestro.

Pocas veces en un salón de han visto tantos artistas y pensadores reunidos. Vistos en fila, era un conjunto de cabezas conocidas que evocaban grandes y puros goces intelectuales y profundos recuerdos cerebrales; craneos lustrosos y frentes cayendo sobre sus ojos cansados y melancólicos; grandes melenas, en cuadrado; rostros de una palidez de cera, torsos curvados por la labor del parto de cada día; viejos de mirada triste y jóvenes de frente calenturienta, agrupados por escuelas, y formando la legión del pensamiento. La gran sala era una colmena de las abejas que más fruto han dado en Francia; rayos de luz irradiando del augusto presidente; ejército intelectual que sostiene por sí sólo la fama del gran París, reunidos por un nombre, por un artista consagrado por la gloria.

Ninguna exhibición reunía allí á aquellos hombres ilustres; no era un banquete, como esos banquetes políticos, en que todos van á esperar su mezquina recompensa; era un tributo al talento y á la constancia de un hombre, de un artista que conoce el camino de su Arte y lo sigue sereno, no escuchando en su caminata el rumor de un público imbécil que sin comprenderle le combate; aquel público que más tarde había de aclamarle como hijo predilecto después de haberlo crucificado con la burla miserable y el escarnio.

Porque allí había, entre otros, el alcalde de Lyon, la tierra natal de Chavannes, brindando por el artista, que no supieron adivinar en su pueblo; allí Aicard, representando Marsella, que no quería admitir sus plafones del Museo, hoy reputados como dos obras maestras, allí estaban los artistas de hoy, teniendo que enjugar las lágrimas de otros días, los errores de jurados y envidiosos.

Y es que Puvis de Chavannes ha podido ver su gloria porque ha vivido setenta años. Diez años ha, cuando ya habían brotado de su poderoso pensamiento los lienzos decorativos del panteón y la Sorbona, d'Amiens y Ronau y Marsella; cuando había ya parido primores de sentimiento, como el Bon picheur del Luxemburgo, aún seguía combatido, burlado y despreciado del público. A morir diez años atrás, no hubiera llegado el rumor del triunfo á sus oídos, y con ser tan artista como ahora, hubiera, como tantos otros, muerto en brazos del olvido, con la tristeza del creador ignorado. El público de entonces no veía que el arte de Puvis de Chavannes es sereno y grandioso, es un oasis tranquilo donde descansa de las fatigas del arte comercial y mezquino; es una playa de Grecia cantada por Homero, con sus bosques de laureles, sus sombras de bosques sagrados, sus playas saturadas de brisa de poesía; que es el arte del pensamiento, convertido sin artificio en algo que es espacio, que es luz, niebla y misterio á la vez; donde nadan las figuras como en el país de los sueños; que es el arte del espíritu   —052→   traducido en el muro por la línea; el arte de la harmonía mitigando los colores nacidos brutalmente de la tierra para unirlos en consorcio exquisito y delicado; el arte que va de la cabeza a la tela sin sufrir las travesuras de la mano; el gran arte bebido en las fuentes de Grecia y de Florencia deslizándose en el paisaje moderno.

Nada de esto veía el público de entonces, ese público que ahora cree por lo que ha oído predicar, pero sin comprender tampoco; ese público que no vió, ni vé, ni verá nunca lo que pasa bañado en medias tintas, lo dicho á media voz, lo sentido vagamente, lo soñado en día de niebla, lo entrevisto entre diáfanas visiones, lo sútil del pensamiento, los latidos misteriosos del color que pasaron por el claro y soñador entendimiento del poeta, haciendo vibrar sus nervios como cuerdas de una lira templadísima.

A pesar de esa ignorancia inevitable, de ese olvido y desprecio, Chavannes seguía sereno su camino con la mirada á lo lejos, convencido de su arte como apóstol de su idea, no mirando á los lados por no ver las sonrisas de estúpidos envidiosos, tranquilo como una nube que sigue su curso en el firmamento, lanzando obras maestras á la cara de los hombres y esperando que la fama ó la muerte llamaran a las puertas de su estudio.

Por fortuna esta vez fué la fama la primera en presentarse. ¡Bien haya ella! que en estos tiempos, en que son tantos los que se llaman artistas y no son más que mercaderes de su arte, hipócritas de la pintura, rastreros aduladores, judíos de la moda, faltos de emoción, sinceridad y entusiasmo, es hermoso ver á un hombre como Puvis de Chavannes, honrado ejemplo de devoción y constancia, seguir sin miedo ni vanidad el camino trazado por su visión; ver pasar á otros hombres de talento junto su camino y saludarles respetuoso, continuando su vía-crucis; ver sucederse escuelas á otras escuelas, y continuar entre el mar tempestuoso.

imagen

La coronación de Victor Hugo

Ese camino describiéronlo los oradores en sus discursos y lo sembraron de flores. Todos menos el alcalde de París y el ministro de Bellas Artes, cuyas palabras fueron de esas frases hechas que cautivan a los electores y que allí promovieron tristes sonrisas, todos lo hicieron en tono de causerie, franca y sentida, dirigida al arte y al corazón del maestro. Jules Simon, llegó al alma del artista. En tono dulce y cariñoso, recordóle su calvario, su constancia y su fé jamás desmentida.

«Si Platón -díjole- hubiera querido decorar algún templo de la Grecia, lo hubiera hecho sobriamente, a la sombra de los pórticos en donde se cobijaba, como Puvis de Chavannes, y como Puvis de Chavannes, nunca jamás hubiera cambiado de estilo. No puedes cambiar -le decía;- tu mismo naturaleza forma parte de tu arte, y por esto te queremos y admiramos». Brunnetiére explicó la estética de su pintura y su honda poesía. Catulle Méndes contóle hermosas estrofas:


Maître nous célébrons votre gloire et la nôtre
Car poètes fervens qui vous fétons ici,
Nous avons, en ce jour, nôtre victoire aussi,
Le triomphe au Dieu fait honneur á l'apôtre.
Et tous viennent, avec des palmes dans la main,
Ceux d'autrefois, ceux d'aujourd'hui, ceux de main,
Hugo, Gautier, du haut de leurs apothéoses,
Et le cher Baudelaire au gran cœur douloureux,
Et de Lisle, et Banville, eclair de cieux heureux,
Et nous de qui les fronts surchargés d'ans moreses
Se relévent encar pour aimer ou prier,
Et la jeunesse á tot cet antique laurier
   Mélant ses lauriers roses!

Estrofas recibidas con gritos de entusiasmo, vibrando como un canto de victoria; y tras Aicart y Cazín que bridaron también á coro de sus corazones, levantóse el gran maestro.

Alto y erguido como un celta, anciano y venerable, temblábanle aquellas manos que tantas obras labraron, y dijo conmovidísimo:

«Amigos míos: La dicha profunda que me causáis, esta fiesta generosa ¿no viene á cerrar mi larga carrera, con todos los recuerdos melancólicos del pasado?

Pero «no importa», añadió como apartando un velo de su cerebro, ¿quién no desea envejecer para gozar de un momento como éste?

Amigos conocidos y ¡vosotros desconocidos! que venís á darme la mano, con todo mi corazón yo os saludo...»

  —053→  

Y resbalaron dos lágrimas por su rostro, dos lágrimas detenidas durante medio siglo de calvario, durante toda una vida de artista; dos lágrimas que fueron el rocío de aquella puesta de sol, de aquel astro que caminaba majestuoso al ocaso.

SANTIAGO RUSIÑOL




ArribaAbajoPedro Puvis de Chavannes

París, Mayo 1897.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Para renovar mis impresiones delectables de otros días, emprendí como en peregrinación piadosa la visita á esos lugares santificados por la presencia del arte, donde se guardan como monumentos de belleza los platones pintados por el sublime maestro: el Panteón, la Sorbona, el Municipio y Luxemburgo.

imagen

A solas, con quietud y recogimiento he ido otra vez a saciar mi espíritu en el manantial inagotable de esta pintura, tranquila, silenciosa, velada de misterios, henchida de inspiración. El bullicio de las multitudes, el palique de los amigos, no son buenos compañeros para venir á escuchar con fructuoso deleite estas harmonías de medias tintas que en tono bajo y delicado os hablan al oído de glorias inmarcesibles y de promesas del más allá. Hace horas, muchas horas, que salí de aquellos palacios del arte moderno, y aquella música grandiosa y apacible de Puvis todavía percute mansamente en mi cerebro y en mi corazón, tenaz y persistente, sí, pero á la vez seductora y pacífica como una obsesión de delicias, como un recuerdo de amor. En estas cuartillas blancas donde escribo veo reproducirse aquella dulzura de paisaje, tan ideal como verdadero; ante mi vista me parece todavía que van destilando, tranquilas y amables, aquellas figuras hechas de ensueño y de realidad á la vez; siento mis ojos acariciados por aquella suavidad de color muriente... y el alma toda como bañada en deliquio ante aquella placidez majestuosa de cosa serena é inmortal.

... Estoy en medio de la nave del Panteón, y por delante de mí va deslizándose como una visión de otros mundos la vida pastoral de Santa Genoveva. Aquí veo el valle de perenne frescura que viera transcurrir la infancia venturosa de la Santa... un terreno frondoso y húmedo con manchas rientes de salvajes flores... una loma que se levanta verdeciente hasta cortar el horizonte agrisado... unos árboles seculares que yerguen tus tallos hacia la bóveda celeste, como columnas ciclópeas de algún templo natural. La niña Genoveva, vestida de blanca túnica se hinca de rodillas y pliega sus manos en ademán de oración ante una cruz formada por las ramas de los abedules... Unos labradores que cruzan el valle se paran un instante en su camino y vuelven los ojos hacia la Santa, como edificados por tan temprana virtud...

imagen

Estudio de un Plafon decorativo inedito

... Más allá en otro plafón inmenso, se desarrolla un paisaje de tonos verdiplomizos, circuido de azuladas lomas, coronado por un cielo de blancas estratus... Dos santos obispos, Germán de Auxene y Lobo de Troyes, dirigiéndose a Inglaterra a combatir la heregía de Pelagio, pasar por las cercanías de Nanterre... Entre la multitud que corre á su encuentro, San Germán distingue á una niña marcada con el sello de las divinas gracias.   —054→   Es Genoveva, que junto con sus padres admirados escucha de boca del Santo la predicción de los altos destinos a que está llamada... A una parte y otra de aquel grupo, escenas campestres llenas de bucólica beatitud; aquí unos mozos fornidos disponen arreos y embarcación para la pesca de la noche... Allí unas mujeres ordeñan una vaca bajo el emparrado de un cañizo... Y figuras y cabañas y árboles y montes, todo queda envuelto y penetrado por una atmósfera transparente de azuleante claaridad...

Lo mismo en estas colosales composiciones, que en aquellas de la Sorbona, donde los discípulos de Catón disertan sosegados a la sombra benigna del jardín de Academo, en las horas inciertas de la caída de la tarde... uno se siente transportado á aquellos días de la paz sin término, a aquellas edades de oro de la naturaleza inmaculada en que las vírgenes y los donceles, al aire sus rosados cuerpos, al aire sus doradas cabelleras, vagaban por los bosques sagrados olientes y rumorosos, ó discurrían por la orilla de los lagos nimbados de argentino vapor de aurora. Nada de ruido ni turbación, nada de éxtasis ni de fiebre: sólo un excelso candor. Los tonos pálidos de un decorado misterioso y límpido acrecientan la majestuosa quietud de las escenas. Sólo los árboles muestran alguna soberbia actitud lanzándose hacia lo alto con audacia y poderío. Colinas de color celeste cierran á lo lejos el horizonte, mientras un cielo todavía más claro domina con su azul tranquilo el reposo de aquellos valles. Delgadas ramas, que se contornean en arabescos, descienden de las arborescencias hasta tocar los personajes y ceñirlos con sus volutas. Musgos y líquenes, vegetaciones de amarillo pálido, de rosa tierno, de violeta apagado, hacen á sus piés un afelpado tapiz de molicie y de silencio. En aquella grandeza muda de las praderas jóvenes y de las selvas centenarias, ningún rumor perturba la atmósfera teñida de plata sutil. Una luz de ensueño baña las cosas; parece que floten por el aire caricias de terciopelo y ósculos de raso, y una harmonía de dulzura anuda y combina todas las partes de la visión. Las figuras y el paisaje se revelan como inmateriales, y su encanto consolador os va arrastrando, arrastrando y por poco que se prolongue la contemplación, acabáis por no ver otra cosa que ritmos infinitamente suaves... y todas las acusaciones precisas de línea y de color se anulan ante el goce profundo de aquella inmensa tranquilidad. En el fondo de semejante pintura reside el más encumbrado pensamiento.

Eso no obstante, las figuras son de un dibujo exacto, riguroso; la anatomía impecable, la actitud lógica. Detrás de esta decoración que se esfuma con brumas de fluidez, como un paisaje soñado se transparenta el estudio escrupuloso del natural; por nítido que aparezca el ambiente, no deja por esto de envolver las arborescencias de aire y de luz, ni de colocarlas á su debido plano; los tonos á pesar de su palidez, realzan magistralmente el dibujo, ora agonizando, ora reviviendo, á tenor de delicados valores. Nada más humano ni más verdadero que tales composiciones, y el goce que se experimenta en su presencia es técnico antes de ser artístico, es artístico antes de ser intelectual. No tienen esas pinturas el esplendor vibrante, las radiaciones intensas de los espectáculos próximos del mundo exterior, porque   —055→   son interpretaciones superiores á la naturaleza y como atenuación de ella misma en el sentido de su pureza inmaterial.

Así, cuando uno se halla frente á frente de estos panneaux del Hotel de Ville, no tarda en percibir que no es la Natura el alcance de todos la que está admirando, sino la Natura liberada, redimida de lo accesorio y lo brutal, soberbia de aislamiento allá en la cúspide olímpica de su hermosura eterna y absoluta. Contemplad el Invierno, la última gran obra de Puvis:

Unas colinas azules salpicadas de manchas de nieve, ligeras selvas que parecen temblar entre el esplendor rozado del crepúsculo invernal... y allá abajo, por un camino medio oculto por sutil celosía violeta que forma el ramaje seco de los alamos, pesa una cohorte de caballeros que vuelve de la caza del venado, tocando el sonoro cuerno, y precedido de la trailla de perros montaraces... En los primeros términos, leñadores que echan abajo los árboles seculares; gentes miserables que se refugian en las ruinas de un templo para librarse de las afiladas agujas de la escarcha, mientras unos hombres calientan sus ateridos cuerpos al amor de las llamas consoladoras.

Hé ahí el Estío, con sus grupos de niños y mujeres entrando ó saliendo de las cristalinas aguas de la corriente fluvial; unas se bañan entregadas con abandono á las caricias del líquido, otras salen de él cansadas de bregar contra la corriente; las de más allá con agua hasta la cadera respiran voluptuosas la tibieza del medio ambiente. Estas se inclinan para secar sus carnes de rosa; esotras se yerguen para ponerse sus ligeros vestidos; aquellas se tienden desnudas sobre la hierba abrillantada de rocío... y todos celebran las fiestas del verano con la sana alegría de sus semblantes risueños y de sus cuerpos mojados. Tanto ó más que estas felices criaturas traduce el paisaje la belleza de la hora y de la estación. El río azul circula en amplia tortuosidad por todo el terreno hasta volver al primer plano; las franjas verdes de la pradera encierran e campos de trigo de oro deslumbrador; largos y delgados álamos palpitan dulcemente batiendo todas sus hojas al borde del agua mecida por frescas brisas... y allá en la cima de una hermosa pendiente cultivada, bajo un ciclo profundo y luminoso penetrado por el ardor del sol, aparece un centenario é inextricable macizo de arboleda, sombrío, opaco, en el centro mismo de tanta fluidez, de tanta claridad. Toda la sombra del vallado parece amasarse alrededor de aquellos troncos enormes, rechonchos, ventrudos y cargados de ramaje... Acá y allá se ofrecen aspectos del trabajo humano: ahora un barquichuelo deslizándose por el río, con una mujer sentada y un hombre echando la red, ahora una carreta de hercúleos mozos cargan de herbajo... Todo está diseminado, perdido en la campiña; los personajes confundiéndose a medias con las cosas, los seres vivos teñidos con los reflejos verdes del terreno, con los reflejos rosados de la luz. Es la visión de un día dichoso, moviéndose y desfilando alrededor de un formidable macizo de árboles añejos, tan fuerte, tan bravio, tan durable como si no hubiera conocido principio, como si no hubiese de tener fin.

Ya sea en las evocaciones del mundo interior, ya en las de la figura humana, este espíritu de inmanencia es el que anima con aliento gigantesco   —056→   todas las obras de Puvis. Decidme sinó, ¿qué seres son estos que habitan los espacios de estas telas, llenándolas con el prestigio de su soberana majestad? ¿Son acaso mitos de las viejas teogonías ú hombres de la antigüedad helénica? ¿Han de llamarse hembras ó deidades estas mujeres que á medias cubren sus floridas carnes con mantas de hiláceo color? ¡Oh, no! Estas figuras sin patria ni siglo, sin indicación precisa de raza ni tiempo, se me parecen como un compendio de todos los pueblos y de todas las edades, como un presente resucitado, una actualidad viviente, un porvenir presentido. ¡Una emancipación grandiosa de toda la humanidad!

imagen

Con igual misterio surgen ante nosotros aquellos paisajes de velado esplendor. En vano trataréis de inquirir la etnografía de aquellas praderas calladas, de aquellas selvas soñolientas... porque aquella naturaleza sin igual, con pertenecer á todas las latitudes, no tiene región ni comarca conocida. Así como aquellos seres representan al hombre de siempre, esta naturaleza es la naturaleza universal. Quien solo se deje seducir por la realidad inmediata de las cosas, es fácil que desconozca una obra de tan augusta intelectualidad. Pero el que se pare á discurrir que únicamente es capaz de tomar en compendio y masa las fases del mundo exterior, aquel creador portente que por largos años haya vivido en su trato íntimo é inmediato; quien sepa que para llegar á la supremacía sintética hay que haber analizado mucho y detallado muy hondo, que para aspirar á lo inmaterial es necesario bregar de contínuo con el fenómeno... aquel está preparado para comprender estos admirables poemas decorativos del genio de Puvis. Cuantas veces vinieron á mis manos esbozos y dibujos de este maestro, quedé sorprendido de la fineza con que construye el cuerpo humano, de la sabiduría con que pone en planta y hace vivir todo un sistema anatómico. Es que en aquellas academias á lo Miguel Angel, de fuertes músculos, de tirantes tendones, de acusados nervios y acentuado nombre, no trata el artista de simplificar y abstraer, como lo hará más tarde para fijar en sus telas las visiones humanas y naturales en lo que tienen de más significante y espiritual. De esas síntesis conscientes y poderosas emana á mi ver esta olímpica excelsitud, la augusta serenidad que construye la característica de este genio.

Desde la encumbrada cima donde yo me lo represento, contemplando la vida humana y la obra de la creación, todo debe aparecérsele á sus ojos sigiloso y quedo, simple y liso, tranquilo y sosegado: los aspectos naturales se desarrollan en valles risueños, en lagos dormidos, en riberas calurosas; la pasión del amor vista por él, en vez de estallar en calenturas y convulsiones, afluirá eternamente en idílicas placideces; los misterios de la vida, observada de tan alto, no pondrán al descubierto los extremos del dolor, sino la somnolencia piadosa de la conformación; las líneas tormentosas, complejas, intrincadas de la envoltura terrestre, se allanarán á su cenital mirada, para extenderse en horizontalidades sin incidencia ni límite... y hasta los tonos y gamas de sus pinturas, en vez de gritar con intensidades de color primario ó de retumbar en mezclas vigorosas... apagarán mansamente la voz de su exquisita paleta, para diluirse en vaporosas tintas de delicado matiz.

Así lo terreno y humano en la transformación pacificadora de Puvis, adquieren las formas veladas de lo inmarcesible é indefinido, como si fuesen hombres y seres, tierras y espacios concebidos fuera de las contingencias de tiempo y de lugar. No sé explicaros, ni explicarme de otro modo, este soplo de paz inmutable que como celeste perfume despiden todas las evocaciones poemáticas del maestro, aun aquellas que por lo conmovedor del tema parece que deberían escapar á tan severa influencia. Recuerdo que ante la I.ª pintura que del maestro alcance a ver -aun con ser una obra totalmente divorciada de las demás del artista, ya por lo patético del asunto, va por no tratarse de pintura mural -sentí la misma impresión de consuelo inefable a vueltas de la más triste piedad. Me refiero al Pauvre Pécheur, al famoso cuadro del Museo de Luxemburgo.

  —057→  

... El mar es plomizo y ceniciento el cielo. El paisaje bañado de tristeza gris. Aquella visión de brumosa melancolía se amolda con terrible precisión á la escena de miseria humana á que sirve de luctuoso decorado. Dentro de su barca está el «pobre pescador» escudriñando con mirada airosa y taciturna los más ligeros vaivenes de aquellas tranquilas aguas donde tiene sumergida la frágil red. Toda el alma, la aspiración entera de aquel hombre asoma con elocuencia en su triste mirada, llena de angustia y de pasiva ansiedad. El fruto de la pesca es el sustento propio, el sustento de los suyos, el sustento de sus pequeñuelos, que... ¿véis? allí, á la izquierda, junto á la playa, esperan la buena ó mala fortuna del trabajo paternal. El mayor recoje acá y allá las miserables hierbas que se crían en aquel erial; el menor reposa tendido sobre la arena, durmiendo el sueño descuidado de los niños. El padre, en tanto, comido de congoja, la pena en el corazón, reprime los latidos de su pecho, retiene el aliento y la emoción, atisbando la menor ondulación de las aguas, la menor sacudida del cordel, la más tenue oscilación del aparejo... pero el aparejo no oscila, las aguas permanecen quietas... todo descansa... todo sosiega... todo dormido con una calma aterradora, con una apacibilidad cruel, aquel pescador paciente, avezado desde niño á todos los sufrimientos del desheredado.

El aplastamiento de las desdichas sin término ni alivio se cierne por tan plástica manera sobre aquel pária del trabajo infructuoso, sobre aquel oleaje inconmovible y despiadado, sobre aquellas soledades de mares y cielos grises... que acabé por sentirme transido por la pesadumbre que cerca aquella pintura, terrible, desoladora en su misma placidez. Movido de piedad y de ternura se aparta uno de aquella imagen plañidera, que parece el símbolo de todas las miserias, de todos los aislamientos, de todos los abandonos... cubierto, empero, con el manto de la suprema resignación. Porque aun allí, entre aquella calma de muerte, ante aquella modorra de la naturaleza pasada, ante aquella tremenda serenidad de cosa implacable. Todo queda supeditado y vencido por otra serenidad todavía más grande, más sublime; la conformación con su destino que muestra aquel héroe oscuro del dolor. Aceptando generosamente su pena aquel santo parece indicarnos con bondadoso optimismo que allí donde acaban los males pequeños y transitorios de la vida, allí empiezan las venturas grandes y sin fin.

RAIMUNDO CASELLAS.




ArribaAbajoPuvis de Chavannes

Intim


imagen

Amic Roviralta: vosté'm pregunta si sé alguna cosa del gran decorador francés i si'l coneixie; si l'hi digués que sí, mentirie, pero encara més si li digués que no. -M'esplicaré: jo'l coneixie molt, per haber estat a sa casa i taller algunes voltes, per haber-lo seguit, escoltat i trobat, en els pocs llocs hont solie anar, mes es clar que s'ha mort sens saber que jo era al món i per xo dic que no'l coneixie, en el sentit de relacións d'amistat mútua; aqueixes relacións, foren las que poden haber-hi, entre un gran home i un desconegut que no vol amohinar. -Dic aixó, perqué'm recordo com si fos avui, que las primeres paraules que l'hi vaix sentir, foren las qu'empleá per treurers del devant un conegut meu que l'emprenie, pera recomenarse personalment. -Mes deixém aquets preambuls, i l'hi diré'l poc que recordo del gran pintor francés.

En Pierre Cécile Puvis de Chavannes, vivie en una casa de la plaça Pigalle, qu'en lloc de pisos, sols tenie tallers de pintó; de dalt a baix, tot eren gent de medalla d'honor, primera medalla i com estranyesa, a dalt de tot, hi vivien en Clary i l'Hynaïs, qu'a les hores, sols tenien segona medalla. El vehí del Père Puvis, com l'anomenava'l vehinat, era un altre cap de colla, l'Henner, am qui mantenie cordials relacións d'enemistat. En aquell taller molt modest i reduit, habia arreglat sa celda, el creador de la pintura monumental moderna. Allí, sol amb els seus pensaments, no hi entraba ningú, fora de la senyora que mes tart fou la seva esposa, am qui mantenie relacións tant pures, com sas creacións pictoriques; per escepció, de set a vuit del matí, obrie als pocs que tenien poderosos motius pera veurel. Obrie ell mateix, mitx vestit amb una camisa de canem que tocaba a terra i cobertas sas caigudas espatlles de hermós   —058→   vell secalló, amb un jaique de color indefinible: escoltaba atentament lo que se li deie i am concisió pero molt amable, resolie l'assumpto, anarsen invariablement a les vuit, cap al gran taller de Neuilly, fent tant llarch viatje, a peu, acompanyat d'algún amic i de tant en tant de postulants, dels que no feya cap cabal, si no estaba convensut de la rahó. Al taller de Neuilly, no hi entraba ningú; els modelos, algún ministre qu'anaba a fer veurer que veie com anaban las obras i'ls camalics que duien telas, fustes i altres materials.

El meu plástic no'm permetie fer de modelo, ni'l meu amor propi toleraba que'm fes passar per ministre, mes el recurs de revestir l'humil brusa dels recaders fou el medi segur de veurer lo que per altres medis pocs habien lograt; un amic meu pintaba las cenefas del Estiu que decora la Casa de la Ciutat de París, i agafant la llarga tela doblegada, sortirem del taller del pintamonas, per anar al del gran artista: allí, com nosaltrs en aquell moment, eram indispensables, forem més ben acullits que'ls ministres i'ls modelos; alabá la fulleraca del pobre pintor, que no habia fet més que repetir el motiu dictat per el gran Mestre, pagá l'obra, ens deixa admirar en silenci els boscos i mansas aiguas del somniador Estiu i'ns despedí, donantnos dos francs pera beurer; jo volie guardar el meu, pero mon amic no estaba per recorts i sols me queda'l recurs de beurer un litre á seize, a la salut del gran pintor. -Es clar; d'aquesta visita'n guardo un gran i fort recort, més no podrie are esplicar les meves sensacións am l'estensió que desitjaria i m'estimo més, anyadir altres detalls.

imagen

Le bois sacree.

A la segona visita, previa recomenació del melenut grabador Desboutins, anarem a veurel el meu estimat amic J. L. Pellicer i jo, que feie com aquell que diu, de secretari; l'hi demanavem qu'enviés calcom a la primera esposició de Bellas Arts de Barcelona; a les hores, la nostra bona ciutat no feia gaire forolla com foco artistic i am bones rahóns l'hi poguerem estirar le promesa d'enviar els cartrons petits del Ludus pro Patria ó de Sta. Genoveva, que tenie en Durand Ruel, pero aquest Senyor desconfiant de Barcelona com de Madrit quant hi enviá el San Juan, que serví de ludibrio als talentuosos de la Cort, me digué rotundament, que no ho enviaria, i aixis fou.

La tercera visita, fou am l'Hynaïs i jo hi anava, per la secilla rahó de que aquest bon amic, estaav a mata degolla am la portera i jo tan sols debie aguantar el golpe. El pintor Tchèque'm presentá per fórmula; naturalment, en Puvis de Chavannes no'm reconegué, i allí s'esplicaren les seves coses, mentres jo satisfeie la meva gran curiositat, tafaneijant tot quan podie; aixis vaig veurer lo que potser un altre die diré, pero que desde are, puc dir que no tenie res que veurer am la pintura; era l'endemá del dinar triomfal que se l'hi habia ofert al Continental, i'ns repetí al felicitarlo, lo qu'habia ja fet public al contestar als brindis. -Ens deie, sencillament, la persistencia de la seva voluntat, anant dret cap a lograr el seu ideal, sens amohinarse ni escoltar, la remor confosa dels incapassos de compendrel; allavors, vaig recordar l'alegria de'n Rodiu, a qui pocs dies avans habie sentit dir enseyantme'l busto de'n Puvis: veu, aixó si qu'es una de las més grans satisfaccións que pugui tenir un artista; figuris vosté quin monument no podré ferli, habent tingut la sort d'estudiarlo en vida!» I jo, per ma part, com sentie no ser un gran pintor pera fer en Puvis de Chavannes, anant dret cap a la Gloria, per un camí sens limits, rodeijat d'una confosa multitut de baladrers desconeguts!

M. UTRILLO.




ArribaAbajoEl pauvre pecheur

Hay cuadros que los admiramos y cuadros que los queremos como si fuesen amigos nuestros. La mayoría de las obras de arte las contemplamos con respeto, con admiración suma, con veneración verdadera, y entre la veneración y el respeto el pensamiento inquiere y escudriña sus admirables bellezas recreándose en ellas, deleitandose en el goce estético que nos producen; pero hay otras, otras que nos hablan un lenguaje más íntimo y que   —059→   llega más directamente al alumno, casándonos sensaciones nuevas, emociones inexplicables, haciéndonos sentir por ellos no gran admiración ni respeto, sino cariño, un cariño vago como de agradecimiento, como si tales obras correspondiesen a nuestra intimidad, a nuestro mejor fondo.

imagen

Le pauvre Pecheur

El Pauvre pecheur de Puvis de Chavannes es una de las obras que produce esta emoción. Es una obra simpática, una de esas obras que se quieren y se estiman; una de esas obras que parece que tengan alma. Muchos pasan por delante de ella indiferentes porque la obra de arte no penetra en ellos; muchos, en cambio, perciben el fluido simpático, la esencia pura de arte que exhala. La primera impresión que produce el pauvre pecheur, que es la impresión perdurable, que no se borra, no es la que produce la mayoría de los cuadros aun muchos de aquellos de acreditado clasicismo, es una impresión que recibe mas el sentimiento que los sentidos, es más la impresión de una poesía triste y dulcísima que de una obra pictórica. El Pauvre pécheur es una poesía en líneas y colores, una poesía saturada de melancolía y tristeza infinitas. Todo es en el cuadro tristeza y melancolía; aquel paisaje yermo que ni una flor hermosea, consumido por la hierba estéril; aquel cielo gris sin una nube; aquel mar plomizo, tan tranquilo, tan quieto, tan muerto; aquellas dos haraposas figuritas del fondo, y en primer término aquella barca tan triste también, tan descolorida, sosteniendo al pobre pescador, una figura dulcísima, macilenta, resignada con mística resignación, todo es tristeza en el cuadro y de tristeza es la primera impresión que ante él se experimenta. El pobre pescador causa pena profunda, conmueve como el poema de la miseria.

imagen

La degollación de S. Juan

Por eso se le estima agradeciendo aquella emoción que nos ha producido; por eso parece que aquel cuadro tiene alma, que guarda algo del alma de quien le dió vida.

JOSÉ M.ª JORDÁ.



  —060→  

ArribaAbajoConfidencia


Una companya meva,
viatjera jentil que va per 'l aire,
entre somnits va ferme una visita
no moltas nits passadas,
per contarme quelcom que ho mereixia,
d'un fet que n'es passat fa poch encara
cap' enllá de la França.

*  *  *

De moltas parets amples
qu'ab tons frescals de mil llegendas parlan,
las figuras va dirme
qu'en van desapareixer com fantasmes
deixant en solitut els paisatjes.
Als boscos no pintats varen fer via,
persseguint els llorers en sa follia,
y carregats de branques
varen ovrirse pas per entre 'ls nubols,
tot cantant confós himne d'alabanssas.

*  *  *

Lo qu' á dalt va passar,
no va contarmo...
L'an demá las figuras altre volta,
destacaban demunt dels paisatjes
d'aquellas parets amplas,
y en sons rostres s'hi veya l'alegria,
del fill anyoradís qu' alaba 'l pare,
qu' ha fet per alabarlo quant podia...

*  *  *

Veos aquí 'l que va dirme ma companya
viatjera jentil que va per 'l aire,
d'aquet fet qu 'es passat fa poch encara,
cap' enllá de la França,

ADRIÁ GUAL.

4 Novembre 1898.

Añadimos á nuestra ya numerosa lista de colaboradores, los nombres de los señores Vincent D'Indy, Isaac Albeniz y Dario Regoyos.

imagen