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ArribaAbajoFlorencia, Venecia, Milan

Sr. Don J. M. Gutierrez.

Milan, mayo 6 de 1847.

Me interné por fin, mi querido amigo, en esta bella Italia que Ud. conoce ya, i que habia costeado yo por sus mares adyacentes. Despedíme de Roma despues que hubieron apagado la última antorcha de las que iluminan sus trescientos sesenta templos en la Pascua de Resurreccion. Cuando ya las ilusiones de aquel esplendente drama se han disipado, queda en el espíritu cierto resabio como el sabor áspero i repulsivo que dejan en la boca, despues de comidas, ciertas frutas gustosas. Paréceme que el cristianismo pidiera limosna al mundo en estos dias para velar el cadáver de una ciudad que sirve de panteon a tantos siglos, a tantas glorias i a tanta miserias.

El camino de Florencia sale por la puerta del Pópolo al puente Molle, o Milvio o Emilius, que es solo un núcleo endurecido por los siglos i que las aguas no han podido arrastrar del todo, ni destruir la zapa de los enemigos que han venido sucesivamente a Roma. ¡Todavía por esta parte persigue al viajero una tumba de Neron! ¡Qué miseria i qué abandono! ¿Por qué no trabaja este pueblo? ¿Por qué sus habitaciones son tan ruines, tan descuidada la cultura, i tan desaliñados los vestidos de los habitantes? Recuerdo que el P. O'Brien me decia una vez que descendiamos por la tarde del Monte Pincio: «¡qué silencio en la ciudad que ve Ud. ahí! ¡Qué vida   —291→   tan quieta, tan tranquila se pasa aquí!» Yo echaba involuntariamente por toda contestacion una mirada triste i prolongada sobre los alrededores de Roma, desolados, yermos, salvajes. ¡Qué contestarle a aquel bendito padre, que vivia contento con la escasa limosna del Hospicio domínico de Santa María supra Minervam! ¡El convento sobre el orgullo de los antiguos dominadores de la tierra!

Aquella vieja Roma estaba fundada sobre un pedazo de tierra moderno, de ayer. Los volcanes han trastornado la tierra, los lagos son cráteres, los arroyos ruedan espesos de azufre i de betun, i en la oscuridad de la noche despiertan al viajero los vapores sulfurosos i tibios que penetran por las ventanillas de la dilijencia. Todas las montañas circunvecinas son montones de lavas, i mas allá de Monterosi, vése todavía un torrente de esta materia endurecida, tal como quedó el año de.... ayer, ántes de la fundacion de Roma, anterior a los monumentos etruscos que se ven sobre el mons Erosus, de donde viene el nombre moderno; i sin embargo, entre estos escombros de mundos rotos, i mal soldados aun, entro aquellas maremmas i lagos pontinos no bien salidos todavía del fondo del mar, o hundidos despues de alguna fractura obrada por los volcanes en otra parte de la península, ha estado dos veces ya el centro intelijente de la tierra; de aquí han partido dos grandes mareas humanas, que han sacudido i nivelado a los diversos pueblos; la Roma guerrera i lejislativa; la Roma cristiana i artística.

De estas materias terrestres humeantes i convulsas, salia hasta los tiempos de Honorio IV, el espíritu romano, destructor de naciones i de pueblos. Desde entónces acá la destruccion ha venido invadiendo a Roma. El agro romano muestra por todas partes las aretas de los antiguos palacios hundidos entre el fango que produce la malaria. Tivolí, con su bella cascada, solo ahuyenta hoi el silencio de un anfiteatro de palacios i de templos. De Tusculun no pregunte Ud. apénas se sabe donde estuvo; los acueductos rotos vienen desde las montañas de la Sabinia mostrando las arterias desecadas de la antigua ciudad, e ignoro si los arqueólogos han comparado el volúmen de agua del acueducto Félice que alimenta a Roma, con el de los destruidos acueductos, para calcular la antigua poblacion de Roma por el agua que consumia. Allá a lo léjos divísase una villita tostada, i encaramada sobre la cúspide de un cono. Debieron fundarla los campesinos huyendo de los bárbaros, i retiénelos ahí la malaria que ha   —292→   tomado posesion de los campos. ¿Siente Ud. la tristeza que deben inspirar campos plantados de cañas amarillosas, raquíticas i que sirven en lugar de leña que es escasa en Roma? En Baccano nos indicaron que era el último punto desde donde se divisaba la cúpula de San Pedro, i todos los viajeros procuramos decirla adios en el momento en que se sumerjiera entre las ondulaciones de la tierra. La obra de Miguel Anjel ausente, diga Ud. que está en la Mitidja de Arjel, ménos su cintura de naranjales i de granados. Diga Ud. que está entre las mas agrestes soledades americanas, en medio de un pueblo semi-bárbaro, rodeado a veces de rebaños de búfalos mas salvajes aun que los toros de la pampa.

Todos los viajeros en Italia se procuran siempre un compañero. Como el objeto es sentir por el espectáculo de los monumentos i de la naturaleza, vive mártir aquel que no puede descargarse en coloquios del exceso de ideas i de las emociones que se esperimentan. Cuando fuí a Nápoles, me acompañé con un jóven frances de veinte i dos años, de la Vendée, conde, ignorante, e inocente como no ví jamas hombre de su edad tan negado. Habia sido educado en el odio de la república, del imperio i de todas las glorias de la Francia, por un ayo sacerdote. Llevaba en un prendedor la efijie de Enrique V, i en un anillo las armas de su casa, de cuyo esplendor antiguo no quedaban sino algunas tierras incultas, un manoir o castillo en ruinas, restos de una biblioteca, algunos de los retratos de sus antepasados, i en el corazon de los descendientes, el odio contra la revolucion francesa, contra Napoleon, Luis Felipe, i cuanto progreso ha hecho la intelijencia humana i la libertad de medio siglo a esta parte. Era pues, un pedazo de la Francia feudal no me habia caido en las manos, sin degradacion i sin descolorirse. ¡Cuantas tristezas me hizo este jóven esperimentar, bello como un Adonis, noble de oríjen, pasablemente acomodado, frances, e ignorante como un niño americano! Habian muerto por la educacion su intelijencia, helado su corazon por los odios políticos, i desnacionalizádolo por decirlo así, a fuerza de apegarlo a tradiciones muertas i maldecidas por la jeneracion actual. Dos grandes ideas lo guiaban en su viaje, ver a Enrique V, que se hallaba en Viena, i visitar ¡la Santa Casa de Loreto! La idea política i la idea relijiosa materializadas, ¡reducidas a un hombre i a una cosa! ¡Cómo hablaba del ídolo que lo habian enseñado a adorar! ¡Besaba el retrato del pretendiente lejítimista, i con trasportes convulsivos me juraba que estaba pronto a hacer   —293→   la guerra, la revuelta en su nombre, i arrostrarlo todo por su causa; que lloraria de dicha cuando tuviera el placer de hincarse de rodillas en su presencia!

Nuestros coloquios eran eternos, nuestras disputas interminables. Como carecia de instruccion i no podia coordinar dos ideas, los tiros de la lójica caian sobre aquella alma desguarnecida, i lo confundian. Entónces se enfurecia i me insultaba; dos veces llegó hasta provocarme a un desafio; pero yo tenia la caridad de un ministro del evajelio por esta alma perdida, i queria convertirla; i con paciencia, con arte, con blandura, excitando su patriotismo adormecido, mostrándome mas frances que él, no se si he logrado depositar en aquella alma, dura como una piedra, alguna semilla fecunda. Servíale yo de cicerone, esplicábale los monumentos, hablábale, de Roma i de sus instituciones, de Grecia i de sus libertades, i me parece que al fin habia logrado aclarar, porque disipar era imposible, aquella nube de preocupaciones inicuas en que habia sido criado. Nos habiamos habituado a vivir juntos, i mi mayor pericia de viajero le era útil pecuniariamente hablando; veia con mis ojos, i aun yo me esforzaba, como una madre con su hijo, a enseñarle a sentir, a estasiarse, a admirar, con lo que habia adquirido sobre él cierto predominio. Separámonos en Roma de regreso de Nápoles, i el dia que hubimos de hacerlo, subidos a la cúspide del Coliseo de Vespesiano, dominando a toda Roma, cuyas cúpulas, obeliscos i torres, se veian pardear como fantasmas indecisos a la claridad apacible de la luna. Volvimos a hablar de la libertad, i de la marcha fatal de los siglos. No se qué cuadro le compuse con aquellos monumentos que veiamos a lo léjos, el Foro romano, que teniamos a nuestros piés, el Capitolio, que estaba en frente, porque yo tambien habia perdido la cabeza; i cuando lo sentia impresionado, mudo, palpitante, escuchándome absorto, parándome en frente de él, le dije: i bien, mi amigo, yo soi americano, proscristo de una república por un tirano, i aislado en otra. Vuelvo a la América; i hasta este momento no sé a qué punto dirijirme. I sin embargo... ¡Como Ud. no es el conde lejítimista, no le daré la segunda edicion de mi imprecacion a todos los tiranuelos presentes i futuros, en alta, aunque para otros que mi interlocutor, inaudible voz, pues que estabamos a cien varas del haz de la tierra, accionando sin rebozo sobre aquella eminencia a la luz de la luna. El hecho es que mi amigo, cuando volviamos silenciosos a nuestra posada, me hacia preguntas sobre las repúblicas americanas, parecia haber comprendido   —294→   que era yo algun Mazzini republicano que lo habia llevado a la cumbre del alto monumento, para tentarlo, a él, ¡lejitimista empecinado!

A mi salida de Roma iba yo solo, en medio de aquellos doce viajeros, aprensados conmigo como sardinas en la estrecha dilijencia; i si hai algo en la vida difícil para mí, es entablar relaciones con los desconocidos. Así durante un dia pasé lo mas del tiempo con la cabeza fuera de la portañuela viendo pasar terrenos rotos i trabajados por las convulsiones de los volcanes, divisando ciudades i villas anidadas en las cumbres de los montículos, i atravesando aldeas sucias i descoloridas. Cuando paraba la dilijencia, descendiamos, i la mano de todos los viajeros acudia al bolsillo en busca del cigarro, este amigo que tantas penas entretiene, i que nos recompensa de la soledad i hace amable el silencio. Dos o tres veces encontré fuego en poder de dos jóvenes franceses, compañeros de viaje. Algunas raras palabras cruzadas de tarde en tarde entre nosotros, un objeto señalado a la distancia, una esplicacion dada o recibida, un intercurso de ideas, mas frecuente a medida que pasaba el tiempo, mas allá de Siena éramos ya conocidos. En Bolonia hicimos nuestra escursiones juntos; nos habiamos hecho inseparables despues, i en Florencia tomamos posada juntos, hicimos bolsa comun para nuestros gastillos de viaje, i discutimos i adoptamos un plan de campaña para visitar monumentos, bibliotecas i museos. Eramos amigos ya; i con uno de ellos debiamos serlo eternamente. Iban estos dos jóvenes de paso por Venecia, Trieste i Viena, desde donde, descendiendo el Danubio por la Hungria, pensaban pasar a Constantinopla i a Jerusalen. El jóven Emilio E, lo era en estremo, hijo de un banquero, lo que le daba sin duda tal fisonomía inglesa, que los viajeros de esta nacion le dirijian palabras de reconocimiento en inglés las cuales caian en su oido, sin hacerle mella, pues no entendia jota de aquel idioma. Esta insensibilidad desdeñosa lo hacia parecer mas inglés aun, deduciendo sus pretendidos nacionales que debia ser un lord del parlamento por lo descortes. Aunque parisiense, su alma vibraba poco por el lado de las ideas, pues apénas habia dejado el colejio. Acompañábale el otro, a guisa de mentor, por su mayor edad i esperiencia; i a medida que entrábamos mas en intimidad éste i yo, nos congratulábamos recíprocamente de la buena estrella que nos habia reunido. Era un republicano frances, rara avis en Europa; republicano de estirpe nobiliaria; salido del mismo tronco que aquel jóven vandeano,   —295→   i labrado por las ideas, a fuerza de resistirlas, como las piedras angulosas que el choque de las aguas pule i redondea. M. Ange Champgobert habia nacido en las ideas lejitimistas, aspirado hasta la edad madura aquella atmósfera de recuerdos de lo pasado, de odio por lo presente, i de esperanzas en un porvenir que traiga otra vez lo que ya pasó, que se conservan bajo el techo de la nobleza del viejo cuño. Habia resistido largos años a la brisa libre de su época; habia estudiado entónces, i sucedídole lo que a algunos creyentes, que a fuerza querer dar base histórica a sus sentimientos, concluyen por abjurar la creencia misma. Champgobert era, pues, republicano por el estudio, por la conviccion profunda, razonada, en despecho de su familia, i del círculo en que vivia. Podiamos hablar largamente, trasmitirnos nuestras ideas, rectificarlas, completarlas. Gozábase él de encontrar un amigo en aquel desierto de ideas, que es la Italia, i gozábase mas aun de que viniera de una república militante, aunque el momento presente le fuese aciago.

En Bolonia termina el Estado romano, i el alma respira al fin saliendo de aquellas soledades, sembradas de cúpulas de templos i de conos volcánicos. Hai en Bolonia, dicen, 70000 habitantes i doscientas iglesias, en cada una de las cuales se ostenta alguna obra célebre del arte. No le hablaré a Ud. de sus torres inclinadas ni de las leyendas que sobre su oríjen se cuentan. Mas me han llamado la atencion los portales o pórticos corridos que abrigan del sol a los pasantes por todas las calles de la ciudad, construccion que debiera adoptarse en los paises cálidos como los nuestros.

Atravesando algunas colinas del pié de los Apeninos, pasando de valle en valle, dilatando la vista sobre viñedos i olivares tendidos al sol en los faldeos, i apartando la vista de un volcancito que tiene la impertinencia de arder en plena paz i sin hacer mal a nadie, entra la dilijencia en la Toscana, aquella Etruria que era todo cuando Roma no era nada. Florencia es otra Nápoles sin ruinas, sin bahía, sin lazzaroni i sin Vesuvio. Mas azul el cielo, mas limitado i fijo el horizonte entre pámpanos i festones de verdura húmeda, i exhalando aromas, vénse las grandes cúpulas de Santa-Croce, Santa-Maria-dei-Fiori, dominadas por aquella estraña arquitectura gótica de la torre del Palacio Becchio i el Campanile, la maravilla del arte florentino, aquella esbelta torrecilla cuadrangular revestida de mármol rojo, negro i blanco, con sus cien varas de alto, léjos de todo apoyo, a guisa de un álamo   —296→   solitario. Bella come il Campanile, dicen los florentinos de una muchacha graciosa, i nunca lo señalan al viajero sin muestra del interior regocijo de ser sus compatriotas. ¡Como respira uno en esta bella Florencia cual si despues de larga tempestad ganase el deseado puerto, porque Roma admira i aflije, i su campaña emponzoña i oprime. Llegando a Florencia, créese salir de la mansion de los muertos a un rico oasis de verdura. Los paisanos de la Toscana revelan a la simple vista el contento, cierta cultura de modales i de espíritu; i lo que los semblantes no dijeran, diríalo el vestido aseado, las casillas de campo graciosas i la cultura de la morera, que con su copa a manera de candelabros, sirve de sustentáculo a una parra que la entreteje de pámpanos i racimos. Como las cepas i las moreras, combínanse en la poblacion trabajadora la industria i la holganza. Por las calles sombreadas de árboles de los alrededores, por los jardines públicos i los caminos, encuéntranse grupos de muchachas de quince a veinte años, encendidos los semblantes de reir i de caminar, con grandes sombreros se paja inclinados al lado con aire maton o picaresco, cantando o charlando sin tregua, miéntras que sus manos entretejen la trenza de paja de Florencia, que las fábricas preparan i espera la Europa i el mundo elegante, para hacer sombrerillos de mujeres. El pensamiento corre libre miéntras los dedos hacen su obra maquinal, sueltan las trabajadoras la lengua, i echan a andar por esos mundos, a recorrer el gran ducado, libres como bandada de pajarillos, bulliciosas como cotorras. ¿Puede imajinarse vida mas festiva, mas aireada que la de estas muchachas de Florencia?

Tienen eso de peculiar las bellas artes, que prolongan la vida de los pueblos i de los hombres que las cultivaron. Hai en Italia un pueblo entero de estatuarios, pintores i arquitectos que viven, no ya en la tradicion popular, sino mezclados a la existencia actual, i cuyos nombres, fisonomías i acciones son de todos mas conocidos que los principales personajes vivientes. Recuerdan los aguadores un dicho de Rafael en alabanza del Campanile; mostrábanos un niño la losa de mármol que señala el lugar donde solia sentarse el Dante enfrente del bautisterio. ¿Dónde está Galileo, preguntábamos a otro? -In Santa-Croce. En las pilastras de la galería de gli Ufflici, o las oficinas, están de pié en mármol i mas grandes que el natural espuestos a las miradas del pueblo i a los rayos del sol, Américo Vespucci, el atrevido navegante que siguió la huella de Colon i logró tomarle la vuelta en   —297→   el descubrimiento del continente; Miguel Anjel Buonarotti, el mas grande de los artistas modernos, i el primer hombre de su época. Guerrero, arquitecto, pintor, escultor, su nombre está entretejido con la existencia de Florencia; él levantó las murallas que la circundan, él defendió la república largos años; suyas son las mejores estatuas que decoran las plazas, palacios i templos; conócelo el pueblo como a sus manos, i créelo vivo porque no sabe cuando ha muerto, si es que mueren realmente tales hombres.

En la iglesia de Santa-Croce reposan sus cenizas, bajo un suntuoso mausoleo. Es esta iglesia el panteon de los grandes hombres florentinos. Al lado de aquel i de otro Buonarotti, anticuario, está el sepulcro de Alfieri, el gran poeta, ejecutado por Cánova, el digno rival de Miguel Anjel. Mas adelante tropiezan las miradas con el monumento erijido a Maquiavelo, cuyo nombre ha servido en todas las lenguas a crear un sustantivo para espresar el cálculo helado que produce el crímen por ecuaciones, el maquiavelismo en fin de los medios para llegar a un resultado conocido, el poder. Mal hacen los que quisieran vindicar a Maquiavelo de haber reducido a gramática la inmoralidad i el crímen; peor todavía los que le imputan la invencion ni la justificacion de las reglas que da. Tengo para mí que la moral en sus aplicaciones al gobierno de las sociedades humanas, no pertenece a las verdades reveladas, sino a las conquistadas por la civilizacion. Al principio de todos los pueblos el gobierno i el sacerdocio son antropófagos. Los sacrificios antiguos, la tradicion, i lo que se encontró en América, lo prueban hasta la evidencia. Despues, cuando las leyes de la humanidad, de la moral i de la justicia están reconocidas por los individuos, pasan muchos siglos ántes que las sociedades las reconozcan para su gobierno. Ejemplo: la caridad no reza con el enemigo, con el estranjero. Cualquiera que haya sido la relijion de un pueblo, se ha podido sin cargo de conciencia, talar los campos del estranjero, arrasar las ciudades, degollar, o esclavizar la poblacion. La justicia no es de observancia contra los enemigos del estado o de la relijion.

Sobrevivió el tormento en cosas de estado, i en achaques de relijion el uso del fuego, i las mas esquisitas crueldades han estado en práctica hasta ayer no mas. De nuestro siglo es la abolicion de la esclavitud, del tormento, i de la pena de muerte por causas políticas o relijiosas, porque recien de nuestro siglo data la idea de que no hai autoridad política   —298→   emanada de Dios, ni encargados en la tierra de hacer justicia en su nombre.

El pobre Maquiavelo escribió en el Príncipe lo que creian i practicaban los hombres mas justificados de la tierra entónces, desde el papa hasta el último juez de paz; desde el inquisidor mayor en España, hasta Pizarro i Balverde en el Perú. La moral i la justicia aplicada a la política es de pura invencion moderna, i debemos de ello holgarnos sobre manera, aunque queden todavía por acá i por allá ramplones atrasados, que hacen el príncipe de Maquiavelo con un candor digno de todo elojio.

Mas allá, en un oscuro rincon de Santa-Croce, está otro de nuestros conocidos, Galileo, a quien tuvieron por siglo i medio enterrado en una plaza por ser ménos digno que Maquiavelo de reposar en lugar sagrado; ¡Il poverino! que habia tenido la audacia de poner al sol en su lugar, i quitarles la tentacion a los don Juan de Austria antiguos i modernos de andarlo parando, a cada triqui traca, para darse tiempo a concluir alguna matanza de hombres para mayor gloria de Dios. Un siglo despues de su muerte los ejecutores testamentarios de Viviani, su discípulo, consiguieron a duras penas, que sus huesos fuesen depositados en lugar sagrado ¡E pur si muove! decian tambien de grado o por fuerza entónces tambien sus adversarios, de donde resultaba que el sol se habia estado quietito siempre, presenciando sin reirse los disparates que hacemos en la tierra.

Improba tarea seria dar cuenta de las preciosidades de arte antiguo i moderno que encierra esta ciudad, que es ella misma un verdadero museo: 170 estatuas colocadas en parajes públicos, tantos museos como iglesias cuenta, a mas de los palazzi Vecchio, Pitti, i otros que están consagrados a esto esclusivo objeto: cinco bibliotecas con 290 volúmenes impresos, entre ellos los primeros ensayos de la prensa en el siglo XV, i catorce mil manuscritos entre los que figura un Virjilio del siglo III, esto es del tiempo de los romanos.

Hai un pequeño espacio que resume toda la gloria de las artes de todos los siglos. Hasta aquella altura ha llegado tres veces el jenio creador del hombre, i ha retrocedido para comenzar de nuevo. En la tribuna del Palazzio Vecchio está aquella Vénus de los Médicis, el último esfuerzo del arte griego; el Apollino, modelo del estilo gracioso, como el Apolo de Belvedere lo es del sublime; el Amolador, cuya copia se ve en bronce en las Tullerías; los Luchadores, i el Fauno   —299→   atribuido a Praxíteles, ocupan el centro del salon. Estos representantes de un culto proscrito han ido a reunirse allí, i encontrarse iguales por la belleza sublime con la Santa Vírjen i el niño de Alfaní, las dos Vénus del Ticiano, completamente desnudas, la Sacra-Familia de Miguel Anjel, la Magdalena del Parmesano, la Circuncision, la Adoracion, i otros cuadros cristianos o jentiles, púdicos, o de tal manera desnudos que harian volver la vista a las damas, si fuese de buen tono hacerlo en presencia de las mas desamparadas desnudeces artísticas.

Los salones de pintura, los mosaicos i las estatuas, fatigan la paciencia del espectador poco artístico. La Vírjen de la Chiesola de Rafael, la querida del Ticiano, son estrellas luminosas en aquel firmamento de las artes. Entre las estatuas hai algo que me ha conmovido profundamente. ¿Se acuerda Ud. de aquella historia de Niobe, la madre orgullosa de tener ocho hijos, i que tuvo la indiscrecion de reirse de Juno, la reina del cielo que no tenia ninguno? Como todos los fatuos que mandan i están roidos por la envidia, Juno tomó los rayos de Júpiter para vengarse matándole a sus hijos. ¡Ah! ¡qué sublime es la protesta de la madre castigada por valer mas que su tirano i despreciarlo! ¡Cómo tiende las manos hácia el cielo para cojer si puede los rayos asesinos i despedazarlos! ¡Cómo se agranda i ensancha para cubrir con su cuerpo mas espacio i salvar mas hijos! ¡Cómo luchan en su semblante las angustias maternales, la cólera, el temor, i el soberano desden por su verdugo! Me parecia oir de su boca entreabierta el grito, ¡diosa despreciable! ¡mujer estéril! los rayos de la cólera no han creado nada!

Las pinturas forman la historia del arte desde sus principios, i se subdividen en escuelas romana, florentina, veneciana, española, holandesa, francesa, etc. Las obras de todos los grandes maestros están allí hacinadas. Hai una coleccion mas completa que en Roma de los bustos de los emperadores romanos, i otra única en su jénero de retratos de los grandes artistas italianos.

Cada una de estas ciudades italianas ha tenido su rol importante en la larga tarea de crear al mundo moderno, jigante como Gargantua, que ha ocupado cien nodrizas a la vez para nutrirse en la cuna. Florencia es la que le enseñó a leer sus autores antiguos, i la historia no presenta empresa mas noble ni mas devotamente seguida. Los libros de Grecia i de Roma se habian perdido casi todos, i apénas se conservaba el recuerdo   —300→   de lo pasado en la memoria de algunos eruditos. Bocaccio, Petrarca i el Dante pasaron su vida en desempolvar pergaminos o papiros, de entre trastones i antiguallas abandonadas en los conventos. Una vez señalado aquel camino, la ciudad de Florencia, sus sabios, sus Médicis i sus comerciantes, se lanzaron por el mundo en busca de manuscritos. Asombra aquel movimiento apasionado de un pueblo entero para reunir el tesoro, desde tantos siglos disperso, del saber antiguo. El hallazgo de las cartas de Ciceron o de un Quintiliano completo, causaba mas emociones en el público que un poco mas tarde el descubrimiento de un nuevo archipiélago en América. Un ejemplar de Homero fué recibido con trasportes de alegría. Corríanse rumores falsos de haberse hallado la segunda década de Tito Livio, i la poblacion se ajitaba entre el temor i la esperanza. Los Médicis se hicieron perdonar fácilmente su usurpacion, poniéndose al frente de este espíritu de esploracion i conquista de libros. Por las citas de los autores ya conocidos se buscaban los otros ignorados; emprendíanse viajes, enviábanse embajadas solemnes a Grecia, España, Francia e Inglaterra en busca de un tomo; i Alfonso de Aragon dió a uno de los Médicis un Tito Livio, en cambio de una ciudad o una fortaleza disputada. Uno de sus bibliotecarios fué papa i llevó a Roma el santo furor de descubrir los libros latinos i griegos. Comunicóse la manía bibliográfica a todas las ciudades italianas i a las semi-barbaras monarquías europeas. En el saqueo de las ciudades los libros eran objeto de codicia para el soldado, i el mas glorioso trofeo que de la conquista de Nápoles, Milan o Florencia llevaban a España o a Francia, eran pergaminos roidos i manuscritos por descifrar.

Todavía duraba esta efervescencia de los ánimos, i a causa de ella, cuando empezó a correrse la voz por todas partes, de que se habia hallado un arte májico de reproducir libros sin obra de mano, a centenares de ejemplares, todos iguales i tan bellos como las mejores copias. Ha habido un momento en que la Europa estuvo atónita, dudando, temiendo no fuese cierta tanta maravilla, ni posible adquisición tan grande. Al fin apareció la imprenta en medio del alborozo universal, i Leon X, florentino i Médicis por la sangre i por la empresa, empezó a derramar torrentes de libros, i a apurar los prensas en Roma, de miedo todavía de que se perdieran los libros a tanta costa reunidos, con tanta dilijencia buscados. ¿Se imajina lo que ha debido ser una época i una ciudad donde de   —301→   han sucedido casi sin interrupcion ¿el Dante, Bocaccio, Petrarca, Savonarola, los Médicis, Calandrino (Nicolas V), Strozzio, Galileo, Rafael, Miguel Anjel, Leonardo da Vinci, i Américo Vespucci? ¿No le sorprende esta rehabilitacion de la pasada i casi perdida ciencia ligándose a la a aparicion de Galileo, la víspera de partir Colon i Américo Vespucci en busca de mundos nuevos? Es el resúmen de la historia humana para principiar un nuevo capítulo. Mundo antiguo correjido por Galileo; mundo moderno abierto por Colon.

Dos escursiones fuera de Florencia i de sus teatros, bibliotecas, museos i monumentos, suplirán los detalles en que no puedo entrar. Dábase a la sazon un baile por suscricion en favor de los irlandeses menesterosos, en casa del Conde Demidoff, proscrito ruso ligado a la familia de los Bonaparte. El me procuró un billete de entrada, i Champgobert me acompañó a aquella tertulia rejia. Encontrábanse toda la familia de Poniatowski, el gran duque de Toscana, doscientos lores i ladies ingleses, i cuanto de ilustre en viajeros i vecinos contaba Florencia. Computábanse en cuarenta millones los diamantes que servian de adorno a las señoras, i el lujo i magnificencia del palacio Demidoff daba a aquella reunion un realce deslumbrador. La estatua imperial de Napoleon, la de madama Leticia por Cánova, una batalla de Horacio Vernet, i los retratos de José Bonaparte i otros miembros de la familia, componian lo que llamaré la galería imperial, miéntras que otros salones ostentaban gran riqueza de objetos de arte. Demidoff posee en Rusia la única mina de pórfiro verde que existe en el mundo, i sus fragmentos se ostentan en su palacio en vasos i mesas de rara belleza.

Echado en aquel torbellino de jentes que recorrian los salones, tuve la desgracia de llamar la atencion sobre mí, por una especie de embobamiento ridículo. Tanta era la apretura una vez, que habiendo sentido hacerse un claro, me lancé al medio, i me esforzaba, atravesándolo, a abrirme paso por el lado opuesto. Todos me miraban con estrañeza, i la persona que tenia por delante a media vara, con una dulzura induljente que mostraba que me perdonaba una falta. Era el anciano gran duque de Toscana ante quien se venia abriendo aquel espacio de que yo habia querido aprovecharme.

Fuimos a Fiezzole, situado sobre una inmediata eminencia, aldea miserable hoi, i ántes la capital etrusca, de que queda aun un anfiteatro de construccion ciclópea, sobre el cual crecen las moreras vivas de la Toscana, cultivadas con   —302→   todo el espacio que prescriben las reglas, i combinándose con una parra que sostienen i entrelazan con gracia entre sus ramas. Champgobert i yo sacamos copias que yo necesitaba para mis estudios sobre el cultivo de esta planta.

Desde las alturas de Fiezzole, como desde el campanile, siéntese, echando la vista sobre la capital i la campiña toscana, la verdad de los versos del Ariosto:


    «A veder pien di tante ville e colli
par che il terren verle germogli, come
vermene germogliar suole e rampolli;
se dentro a un mur sotto un medesmo nome
fusser raccolti i tuoi palaggi sparsi,
con te sarian de pareggiar due Rome».



De Florencia, terminadas las carreras que los lores ingleses habian preparado en los alrededores, i en las cuales murió uno a mi vista haciendo de jockey, tomamos el camino de Padua, en busca de Venecia.

La Italia es desde la Romania hasta la Lombardía un jardin delicioso. Los Apeninos van desapareciendo poco a poco, i dejando ver un pais inmenso, una llanura sin límites, sembrada de ciudades, de villas, i cubierta de árboles i de verdura. Es la pampa inmensa, pero cultivada, pero interceptada de rios navegables que van a desembocar en el Adriático, formando de paso las célebres lagunas venecianas.

Sabe Ud. que no he cruzado la pampa hasta Buenos Aires, habiendo obtenido la descripción de ella de los arrieros sanjuaninos que la atraviesan todos los años, de los poetas como Echeverría, i de los militares de la guerra civil. Quiérola sin embargo, i la miro como cosa mia. Imajínomela yerma en el invierno, calva i polvorosa en el verano, interrumpida su desnudez por bandas de cardales i de viznagas Pero volviendo a poco el kaleidoscopio, la pueblo de bosques, tal como con mas desventajas se ha realizado en las Landas de Francia, i en las desnudas montañas de las Ardenas. ¿Por qué la pampa no ha de ser, en lugar de un yermo, un jardin como las llanuras de la Lombardía, entre cuyo verdinegro manto de vejetacion, la civilizacion ha salpicado a la ventura puñados de ciudades, de villas i de aldeas que lo matizan i animan? ¿Por qué? Diréselo a Ud. al oido, a fé de provinciano agricultor, porque el pueblo de Buenos Aires con todas sus ventajas, es el mas bárbaro que existe en América; pastores rudos,   —303→   a la manera de los kalmucos, no han tomado aun posesion de la tierra; i en la pampa hai que completar por el arte la obra de Dios. Dada la tela, se necesita la paleta i los tintes que han de matizarla.

En Padua está el salon mas grande que han construido los hombres; una cámara techada para reunir a una ciudad entera a deliberar sobre los asuntos públicos, en los tiempos en que las repúblicas italianas eran la gloria i el albor de la rehabilitacion de los derechos del hombre. El pais que media hasta la orilla de las lagunas, es un paisaje ideal, fabuloso, imposible, tan bello es. Un ferrocarril lleva a Venecia, i un puente colosal lo hace entrar por sobre las lagunas a la ciudad señora del Adriático, como aquella calzada que conducia a Méjico i donde Hernan Cortés se batia en retirada en la noche triste. ¡Venecia! ¡Pobre esqueleto de república! ¡Tus lagos, centro en otro tiempo del comercio del mundo, infestan hoi con su aliento nauseabundo; los palacios de tus nobles sirven de posada para el estranjero, como las ruinas de los templos del Ejipto de aprisco a los ganados! Tus maravillas están ahí de pié aun, como cadáveres petrificados. El Leon de San Márcos ve los gallardetes austriacos ajitarse sobre los mástiles en que ondeaba en otro tiempo el pabellon de la república. Tus plazas están desiertas, por el pavor que inspira la guardia tudesca, montada con cañones asestados a las calles. ¡Venecia! ¡Venecia! ¿Dónde están tus patricios? ¿dónde tus flotas? ¿dónde tu orgullo indomable? ¡Ai! ¡Los crímenes de los gobiernos los pagan caro los pueblos, i es fortuna que nada quede impune! Habias ofendido la moral con vuestras horribles leyes, i fuiste suprimida, pisada como un monstruo que sobrevivia del mundo antiguo.

La tristeza de Venecia no excita a la melancolía; es una opresion que abruma el corazon; la atmósfera húmeda pesa sobre los pulmones, i quisiera a cada momento escaparse el viajero para ir a respirar a otra parte. El célebre Gran Canal, en que tenian sus residencias los antiguos patricios, yace hoi desierto, i de noche descúbrese por la falta de luces en sus ventanas, la ausencia de habitantes. Los proscritos de las monarquías europeas acuden a poblar estos palacios abandonados, que obtienen en arriendo a vil precio; véndense los cimientos de muchos de ellos para el estranjero, i cada mes se anuncia la venta en pública subasta del museo de pinturas del último descendiente de una familia noble, que se deshace de ellas para vivir del último vestijio de la pasada   —304→   opulencia. Las góndolas, cubiertas de un manto de bayeta negra, de ordinario descolorida, añaden nuevas tristezas por sus formas funerales a este cuadro, i el uso de esconderse los transeuntes bajo sus cortinas, parece calculado para disimular la vida como un oprobio o un delito en aquella estraña ciudad, donde no se ven caballos, ni bueyes, ni perros.

Todo ha muerto en Venecia, menos la policía inquisitorial que la continúa el Austria. ¡Cuántos sustos hemos pasado al entrar en aquella prision, aquella penitenciaria subdividida por canales! En Florencia nos habia sorprendido el grito de la república francesa, que daba señales de vida con la aparicion del primer tomo le los Jirondinos que acaba de publicar Lamartine, el primero de la República por Michelet, el otro de Luis Blanc. Yo habia comprado la obra de Gioberti Del primato degli Italiani. Estos cuatro libros eran nuestro pasto, devorado con ansia en las horas que nos dejaban libres las correrías. Al llegar a la aduana de Venecia, en el ferrocarril mismo leia yo aquellas valientes pájinas del abate italiano, que despertaba el sentimiento latino, como un vínculo i como una corriente galvánica para volver a la vida la Italia adormecida. Un veneciano hubo de ver lo que leia, i con muestras de pavor indecibles: ma, ¡il Gioberti! me decia; Ud. va derecho a una cárcel; hace seis meses que Marucini está incomunicado por habérsele encontrado este libro. -Pero yo soi estranjero, le observaba, soi americano. ¡Perduto! ¡olvidatto! esclamaba con dolor; ¡quién ha de reclamaros!

Tuvimos con Emilio i Champgobert una sesion secreta. Cada uno tenia su pecado i su cabeza de proceso. Por lo pronto dispusimos arrojar los libros a las lagunas; pero el miedo nos inspiró i los libros fueron salvados. En Italia el viajero lleva siempre el guia en las manos. Tomando cada uno de nosotros debajo del brazo un volúmen de los prohibidos, nos presentamos impávidamente en el resguardo para el rejistro de los equipajes; andábamos los tres juntos, listos para pasarnos de uno a otro el libro; i gracias a este ardid, Gioberti, Lamartine, Michelet i Luis Blanc hicieron su entrada triunfal en Venecia.

Alojamos en un palacio en el Gran Canal enfrente de la aduana de mar, sobre cuya cúpula sirve de veleta una estatua de bronce de la Fortuna, la cual ajita su velo a merced del viento, mostrando, segun el lado de donde sopla, sus graciosas i desnudas formas, de frente, de costado o por la espalda. Esta es la situacion mas bella de Venecia; allí termina el   —305→   Gran Canal, ensanchándose i despejando la perspectiva. A lo léjos se divisan las islas, i el Lido, interrumpiendo solo la tersura quieta de las lagunas, las estacas que marcaban ántes los canales practicables, i las negras góndolas que se dirijen a la plaza de San Márcos, cuyo embarcadero está a poca distancia.

Traia Emilio el nombre de un gondolero que habia servido a su familia un año ántes, i debíamos tomarlo por la temporada. Un gondolero es un guia, un cicerone, un cochero, un amigo, i un mandadero, corredor i cuanto se desee, si se le encuentra bueno. Pietro Traro estaba desde por la mañana a nuestra puerta con su góndola, nos compraba los mejores cigarros, i era nuestro consejero. En las espediciones que hacíamos en la ciudad, él nos mostraba los lugares célebres, contándonos aventuras, trajedias i anécdotas que no trae el guia. Una noche de luna debíamos ir al Lido a ver el Adriático. Dos remeros diestros en el canto de barcarolas habian de acompañarnos. Una señora descendiente de Alejo Comneno era de la partida, i para hacerla mas picante yo llevaba mi albornoz i la pipa árabe. La góndola empezó a deslizarse silenciosa sobre el agua en que rielaba la luna como una corriente de oro, ajitada por el golpe acompasado de los remos. Las barcarolas se sucedian yendo a estinguirse sin ecos en las sinuosidades de la ciudad que desfilaba a nuestro costado. Estábamos ya léjos de la plaza, i solos en el centro de las lagunas; los remeros habian dejado de cantar, i las emociones plácidas de aquella escena, alumbrada por la suave luz de la luna, habian agotado las observaciones que entretienen i animan la conversacion. Champgobert me insinuó entónces la idea de sondear a Pietro, sobre la dominacion austriaca, i comenzó por interrogarlo a este respecto. Pietro dejó el puesto que ocupaba, i colocándose entre nosotros tendió la cabeza por sobre el borde de la góndola para inspeccionar en todas direcciones la superficie de las lagunas i asegurarse de que ninguna otra estaba cerca de la nuestra. Estamos seguros, dijo, de los tedesqui. ¡Oh! ¡Asesinos, ladrones! ¡Sí! ¡un dia llegará para Venecia! Yo conocí a Napoleon, i serví en sus tropas cuando mui jóven. Los nobles lo traicionaron i nos entregaron al Austria. Sabeis ¿cómo gobiernan los austriacos a Venecia? Yo soi un pobre gondolero, tengo tres hijos i mi mujer que viven de mi trabajo. Hai épocas en que las góndolas escasean como ahora por la afluencia de estranjeros; hai semanas buenas, pero hai meses en que en las lagunas   —306→   no se mueve un remo. Entónces nuestro alimento único es un pedazo de polenta, i hai dias en que la polenta no está a nuestro alcance porque falta en la bolsa un cobre ara comprarla. Los tedesqui han impuesto un derecho de un peso por semana sobre las góndolas, i cuando no pagamos al recaudador, nos las venden en pública subasta. Dos me han vendido ya, porque no habia trabajo ni polenta para i fanciuli. ¡Ah! esclamó Pietro, poniéndose de pié i dirijiendo hácia Venecia sus dos robustos puños cerrados: si algun dia se os llega la hora, tedesqui, si álguien nos ayuda, uno solo no queda vivo; vuestros cadáveres han de embarazar los reinos de las góndolas en los canales, vuestra sangre ha de teñir de rojo las lagunas... I sintiéndose embarazado por el italiano que hablaba para hacerse entender, prosiguió en el dialecto venociano, con un despeñadero de palabras inintelijibles para nosotros, acentuadas por el despecho, temblorosas de emocion i de dolor, hasta que mesándose horriblemente los cabellos, cayó de súbito sobre un banco, i escondió por largo tiempo su cara pálida entre ambas manos; poniéndonos con su silencio, mudos a nosotros i pesarosos de haber hecho vibrar por curiosidad indiscreta aquella cuerda del patriotismo veneciano.

Llegamos en poco al Lido, atravesamos casi sin hablar la estrecha lengua de tierra que separa las lagunas del Adriático, i contemplamos un rato aquel mar desierto, aquel vasallo que lame aun los piés a su reina cautiva; i el eterno murmullo de las olas que vienen a quebrarse en la ribera estable, me pareció todavía la impotente protesta de los pueblos oprimidos, el eco de las imprecaciones de Pietro, que el viento llevó consigo, quedando Venecia tranquila, ¡inmóvil bajo la salvaguardia de los cañones de la plaza de San Marcos!

I este odio contra sus dominadores no solo bulle en el pecho tosco del gondolero veneciano. De camino para Milan, la dilijencia atravesaba por entre bandas de conscritos húngaros que venian a engrosar la guarnicion. Un jóven lombardo los veia desfilar; i como yo le hiciese notar la estrema juventud de la mayor parte de ellos; ¡i barbarí! me decia con desden, mendigos que vienen a comer pan, i vivir en palacios en Italia. Mantenemos ciento cincuenta mil perros hambrientos que nos guardan. En Milan un banquero me decia, cerrando la puerta para no ser escuchado, trescientos sesenta millones por año arrancan a la Lombardía los austriacos. Esas campiñas de que Ud. habla se cultivan para   —307→   ellos; nosotros somos inquilinos que tomamos nuestras propiedades en arriendo; a fuerza de trabajos logramos guardar algo para nosotros.

En Venecia habiamos concluido por cansarnos de ver cuadros de los célebres maestros. Cuando atracábamos al atrio de una iglesia, Champgobert preguntaba al solícito sacristan: ¿hai cuadros de Pablo Veronese? -Si, signore... ¡I como comenzase el eterno catálogo de los cuadros, basta, Pietro, lo decíamos! a otra iglesia, adonde no haya ¡Ticianos, ni Veronese, ni Perrugini! Para qué he de mentarle la iglesia de San Márcos, brillante al sol de mosaicos sobre oro i lapislázuli, erizada de minaretes, como una mezquita turca, i coronado su fróntis con los caballos de bronce tan celebrados, viajeros eternos que han echado de camino dos mil años desde Corinto a Atenas, Roma, Constantinopla, Venecia, Paris, i sentido su crin de bronce acariciada sucesivamente por Pericles, Neron, Trajano, Constantino i Napoleon. La arquitectura oriental de esta catedral es única en su jénero en Europa, con sus mosaicos bizantinos. Hemos recorrido el palacio del Dux, el Puente de los Suspiros, la cárcel de los, Plomos. Las maravillas del arte no pueden describirse sin entrar en los mas mínimos detalles, resucitando el cielo azul que las cubre, evocando la historia que las dió vida. Cómo describirle por otra parte aquella sala del consejo, vasta plaza pública techada, con artesones dorados i medallones de arabescos que contienen telas del Ticiano suficientes a cubrir el cielo de nuestros mas grandes salones. Allí está la galería de los Dux de Venecia, i aun se conserva vacío el hueco que debió ocupar el retrato de Marino Faliero, que quiso curar hace tantos siglos, el mal que la conquista i el siglo XIX han estirpado en Venecia: la nobleza, ociosa, corrompida i avara.

Una cosa me sorprende en la historia de este pueblo, historia única en la tierra. El pueblo itálico-romano envilecido por los emperadores, dispersado por los bárbaros, se asiló en os lagos de Venecia llevando consigo las distinciones de clases. Daru i otros han buscado el oríjen del patriciado veneciano en una especie de convenio hecho al fundar la república, por el cual unos consentian en ser plebeyos, populani, i los otros amos i nobles. Pero los italianos que escapaban del esterminio de los bárbaros, venian ya nobles de orijen, o plebeyos de raza; i se necesitan grandes progresos de intelijencia, han sido necesarios veinte siglos para que los hombres   —308→   refundan sus ideas sobre este punto; i aun así la nobleza inglesa sobrevive a la rehabilitacion del hombre en cuanto a hombre. La república veneciana venia, pues, continuando la república romana de Tácito, siguiendo la aspiracion de los pueblos caidos que tratan siempre de realizar el tipo de perfeccion que su gloria pasada le presenta siempre.

Si añadimos los catorce siglos de Venecia a los doce de Roma, tendremos una república que ha durado veinticuatro siglos sin interrupcion, porque no ha de llamarse tal, el que una ciudad o un pueblo transmigre con sus ideas de gobierno de un punto del suelo a otro. Mataron esta república Colon i Bonaparte, dignos instrumentos para destruir el último resto de Roma, que habia iniciado por las artes, la navegacion i la industria, el mundo moderno, basado esclusivamente en el trabajo i en la ciencia que lo dirije i ensancha.

Los horrores del despotismo de esta república con dos mil tiranos, no eran tampoco inherentes a la esencia misma de su gobierno. La inquisicion católica autorizada en las ideas de la inquisicion política, i falseando la conciencia i el sentimiento moral en las cosas de Dios, los antiguos pueblos católicos han estado dispuestos siempre a admitir la jeneralizacion del principio a las cosas del gobierno. Si ha de asesinarse a los herejes, quemarlos, esterminarlos, negarles justicia, violar para con ellos todas las formas, ¿por qué no ha de hacerse lo mismo con los que perturban el reposo público i atacan al Estado? Por eso es que los pueblos protestantes fueron los primeros en apagar la inquisicion i en negar a la causa llamada de Dios, el derecho de violar las leyes de la justicia conquistadas a tanta costa. Los gobiernos cruentos han estado siempre calentándose en torno de aquella hoguera. Lo demas Ud. lo sabe, una usurpacion de poder cometida por unos nobles con esclusion de otros, trajo la revolucion; la revolucion lejítima sofocada trajo el Consejo de los Diez por un mes; el Consejo se prorogó por el terror, i seiscientos años de crímenes no bastaron para remediar el error cometido entónces. Ud. presiente sin duda que estoi haciendo aplicaciones a mi pais. ¿Pero cómo cerrar los ojos a la vista de esta semejanza tan notable, que hace que se repita en América el mismo hecho, por las mismas causas que en Venecia? Lo armaron con el poder absoluto, con el poder de cometer crímenes espantosos, sin acordarse que no es cosa fácil arrancar despues el arma fatal de las manos de un necio furibundo.

  —309→  

Este pensamiento me ha asediado durante mi permanencia en Venecia, i sea efecto de la mísera condicion humana que nos hace engrandecer nuestras desgracias para justificar la abyeccion en que hemos caido, todavía mas minuciosas comparaciones históricas hacia a mi amigo Champgobert, que escuchaba con gusto la narracion de las dolorosas enfermedades a que están espuestas las repúblicas; porque el espectáculo de Venecia encadenaba en su prision de lagos; los recuerdos de Roma i de Florencia frescos aun en nuestra memoria; nuestras convicciones políticas alentadas ahora por aquel estallido del pensamiento en Francia, i que venian a sorprendernos en el corazon de la Italia i a darnos esperanzas; todo contribuia a tenernos en un estado de excitacion i de insomnio, leyendo, comentando, comparando lo presente con lo pasado, augurando sobre un porvenir mejor, i haciendo de nuestra peregrinacion en Venecia, el curso de política mas apasionado, mas erudito i mas dramático.

Nuestros derroteros eran opuestos i debiamos separarnos. Los buenos jóvenes franceses me acompañaron hasta Vicenza, i de allí hasta Milan caí de nuevo en la soledad i el aislamiento de que tan felizmente me habia salvado, durante un mes de asociacion. Milan es la ciudad fronteriza de la Italia, la barrera opuesta a los pueblos del norte, el término en que han venido a espirar los movimientos de la civilizacion que traspasan los Alpes. El arte gótico por ejemplo, partido del fondo de la Alemania, llegó hasta allí i dejó el Duomo de Milan, que no es mas que la vieja catedral gótica, bañada por luz italiana, embellecida por una prodijiosa superfectacion de estatuas, verdaderas plantas parásitas que fecundan sobre el mármol un arte pródigo de bellezas. En Milan se han dado rudas batallas las influencias trasalpinas que llegan batiéndose hasta la frontera italiana. El arco triunfal erijido por Napoleon ha sido decorado de trofeos por la mano de los que lo vencieron; el estranjero italiano está allí ensambenitado por los austriacos. A pocos pasos Monza, la capital lombarda, enseña a los viajeros la célebre corona de hierro que tantos conquistadores han puesto sobre su cabeza. Tocóme hacerme de relaciones con un abate frances, i gracias a su oficiosidad obtuve el raro favor de ver aquella reliquia, mediante una órden del gobierno austriaco. En una iglesia gótica del siglo XII guárdase la cruz en cuyo centro está el relicario que la conserva. Un sacerdote revestido de ropas sacerdotales, i acompañado de cirios e incensarios, trae una   —310→   de las tres llaves que guardan el sagrario. Hincados los circunstantes de rodillas, sube el sacerdote i hace con ritualidades minuciosas el descenso de la cruz. La corona que ofrece a la adoracion en medio de nubes de incienso, es de oro macizo con una docena de rubíes i esmeraldas engastadas. En los brazos de la cruz hai varios relicarios que contienen los objetos siguientes: dos espinas de la corona de Jesu-Cristo; un pedazo de la esponja que le pasaron con vinagre, «et noluit bibere», sublime palabra, que encierra el mas noble de los preceptos de dignidad dado a las víctimas contra los verdugos. Nuestro animal se hubiera domesticado, si no hubiese hallado en Buenos Aires i al principio de su carrera espantosa, veinte jenerales i ciudadanos que consintieron en ponerse bigotes pintados con corcho, para complacerle. A esos les pasaron vinagre, i bebieron.

Por la parte interior de la corona corre un círculo de hierro de ménos de un dedo de ancho, formado de un clavo de los que sirvieron para la crucifixion de Nuestro Señor Jesu-Cristo; i como acertara a encontrarme en Milan el 3 de Mayo, en que se celebra la Invencion de la cruz, tuve todavía el gusto de ver otro clavo de la pasion que el arzobispo paseaba bajo las bóvedas de la célebre catedral gótica. Añádense a las curiosidades de Monza otras mil obras de arte moderno i antiguo, estatuas de plata, bustos, candelabros i otras obras de arte, el abanico i el peine de la primera reina lombarda que vivió a principios del siglo XII, i que muestran que las artes del buen gusto estaban por entónces tan cultivadas como hoi.

Siente Ud. sin duda que voi en mi narracion mui de prisa. Tráenme fatigado en efecto, tantas escursionos i correrías. La vista se deslumbra al fin en medio de tantas maravillas, fatigan estas bellas artes italianas, prodigadas por todas partes en millares de objetos, i que sin embargo, a nada se ligan. Restos eternos de glorias pasadas, proyectan su sombra sobre pueblos que no tienen ni vida propia, ni existencia política. Matan a la Italia sus recuerdos mismos, i en cada estremo de la península, en Nápoles o Milan, en Florencia o Roma, en Jénova o Venecia, hai un centro italiano, con su pasado glorioso i su desesperante presente, que neutraliza, cruzando las atracciones, el sentimiento de la nacionalidad, que aguzan la jóven Italia, i Pio IX, Mazzini i Gioberti, cada uno a su modo.

No ha entrado tampoco en mi idea describir todas las cosas que veo. Un cuadro impone el deber de describir los otros, i   —311→   son diez mil; la arquitectura de una basílica ha de distinguirse claramente en la narracion de las otras ciento, tan dignas unas como otras de exámen i de mencion. Las escenas naturales varian al infinito, las ciudades se multiplican a cada paso, los recuerdos de tres historias están aquí entremezclados, romanos, repúblicas italianas i Napoleon; i el papel i la paciencia para tanto escasean. La Guia del viajero en Italia señala de paso todas las curiosidades, Dumas a descrito el Lago Maggiore, la estatua de Borromeo i el Duomo de Milan, i yo huyo de arrostrar las comparaciones.




ArribaAbajoSuiza, Munich, Berlin

Sr. D. Manuel Montt.

Gotinga, Junio 5 de 1847.


Su última de Ud. me pone en camino, para satisfacer a su contenido, de referirle mi peregrinacion al traves de la Suiza i de la Alemania, principales focos de la emigracion de que con tanto interes me habla. Despedíme no há mucho, en la Catedral de Milan, de aquella Italia madre afortunada de tan altas concepciones humanas; i para reposarme de la fatiga de admirar bellezas artísticas, o de evocar la historia para buscar el hilo que liga los presentes a los pasados tiempos, resolví dirijir mi itinerario hácia los Alpes, uno de los mas bellos monumentos del Jenio Supremo que inspira las perecederas artes de imitacion. ¡Cuán bellos son los Alpes, aquellos hijos primojénitos de la tierra, porque decididamente son mucho mas viejos que nuestros ajigantados Andes! La vejetacion de ellos disimula por todas partes las rugosas cicatrices de los siglos, i un bosque espeso de pinabetos seculares se obstinan en decorar las nevadas cúspides, cual si quisieran figurar negra barba i cabellera de la montaña en toda la fuerza de la edad. Arroyos i torrentes por millares varian al infinito la sublime rudeza del paisaje, i si el bullicio de las poblaciones se amortigua a la distancia, sobran   —312→   cascadas que con su murmullo den voz eterna a las soledades. Tersa i brillante como depósitos de azogue muestran su superficie tranquila los bellísimos lagos, sombreados al rededor por musgosas o arboladas montañas, que sirven como de labrado marco a aquellos prolongados espejos de agua. Lo que mas embellece el aspecto de los Alpes es la presencia del hombre aun en sus mas escabrosas sinuosidades. La cultura, las villas i alquerías hacen domésticas aquellas agrestes bellezas, sin que el viajero acierte a comprender si las nieves han descendido accidentalmente hasta las habitaciones humanas, o bien si las nevadas rejiones sirven tambien al hombre de hospedable morada.

Mui conocido de todos es el lago Maggiore por su Isola Bella, i el coloso de bronce de San Cárlos Borromeo. En direccion opuesta se estiende el ménos frecuentado de Como, aunque no ceda a aquel en bellezas naturales. Un vapor lo atraviesa diariamente en toda su lonjitud, permitiendo examinar una a una las faces diversas que asume a cada nuevo accidente de las montañas que lo circundan. Mas allá del Promontorio de Torno, vése la célebre Pliniana, fuente intermitente que ya fué descrita por Plinio, i en cuya conmemoracion ha sido bautizada con su nombre. Ambos Plinios son los dioses tutelares de la ciudad de Como, i sus estatuas sedentes a uno i otro lado de la puerta de la gótica catedral, parece que aguardara allí un segundo advenimiento, para entrar en el número de los escojidos. En los alrededores del lago comienzan ya las bellezas agrestes de la Suiza, si bien la presencia de la Italia se deja sentir todavía por las hermosas villas i palacios, derramados sobre ambas orillas, i en cuyos museos se ostentan, entre variada coleccion de producciones artísticas, algunos mármoles animados por Thornwaldsen i Cánova.

Desde la estremidad interior del Lago, pasando por Cólico i Chiavenna, el camino continúa hácia la cordillera del Splüguen, uno de los pasajes mas célebres de los Alpes, a causa del aterrador aspecto del paisaje, i no ménos digno de noticia por la via que facilita el tránsito aun en medio del invierno, i que encierra cincuenta revueltas, otros tantos puentes, cinco galerías cubiertas, las cuales miden juntas diez cuadras de largo; siendo tan espantosos los abismos que el camino salva, que uno de sus puntos conserva aun el pavoroso nombre de Pasaje de la Muerte. Todas estas obras colosales que han absorvido veinte años de trabajo i millones de capitales,   —313→   inútiles para el tránsito de la artillería como las del Simplon, tienen por humilde objeto facilitar el comercio entre la Lombardía i algunos pobres cantones suizos. Al verlas he debido recordar nuestros pasos de los Andes, que tampoco honor hacen a la solicitud de los pueblos, cuyas relaciones comerciales están llamados a activar. No sé si aun prevalecen por allá (¡oh! no haya miedo que sí prevalecerán) las ideas económicas que hacen creer a muchos de poca monta la existencia de un tráfico de tierra, sin reflexionar que el comercio es como el oro, a saber, que no hai oro ni comercio malo, i que un grande emporio comercial, no se forma sino por el intercambio del mayor número de productos posibles, lucrando en ello el lugar donde la feria se tiene, llámese Lóndres o Valparaiso. Así los economistas europeos no alcanzan a comprender qué especie de vértigo domina a ciertos gobiernos americanos para cerrar el tránsito a las mercaderías. Hablando de materias análogas, Cobden, el célebre inglés ajitador del libre cambio, me decia en Barcelona: «asombra, en efecto, ver la persistencia de las preocupaciones que dominan a los pueblos, con las cuales, i a merced de una palabra, se les hace obstinarse por siglos en su propio daño. En Inglaterra nuestros propietarios se llaman protectores, i el pueblo a quien hacen morir de hambre con sus leyes prohibitivas, se cree sin embargo por ellos protejido, yendo a estrellarse contra equívoco semejante todos mis esfuerzos para propagar mejores doctrinas». A consecuencia de errores parecidos, el camino que ilustró el nombre del primero de los O'Higgins, conserva apénas en algunas ruinas de casuchas, rastros de poder humano, no pareciendo sino que la naturaleza salvaje sola hubiese aprovechado de la independencia americana, recobrando su dominio en todos los puntos en que el gobierno español la habia sometido, para asegurar la comunicacion entre sus colonias. ¡Cuán diferente es el espíritu que ha aconsejado la construccion del camino del Splüguen! Aquí la dilijencia tirada por caballos, llega sin esfuerzo hasta el pié de las montañas nevadas; un viaducto salva aquí un precipicio espantoso; mas allá el vehículo se sepulta en una lóbrega galería que resguarda al viajero contra la caida de las avalanchas, haciéndolas rodar sobre su ancha espalda; entre la ruda fragosidad de las quebradas, por sobre arroyos i barrancos se desenvuelve en mil contorsiones una calzada de granito de seis varas de ancho, i parapetada hácia el lado de los precipicios por un baluarte continuo de madera. Así,   —314→   pues, obstáculos mayores acaso que los que presentan nuestras cordilleras, han sido allanalos i sometidos por el poder intelijente de los gobiernos limítrofes.

No es menor nuestra falta de medios para luchar con ventaja contra las dificultades que oponen las nieves durante el invierno, tomando en los Alpes un interes especial el viaje, cuando el pesado vehículo ha remontado a las altas rejiones. Allí están prontos los trineos tirados por un solo caballo, los cuales de a dos en dos han de arrastrar a los viajeros sobre la ancha superficie nevada, desviándose del camino artificial sepultado en invierno, i cuya direccion señalan altos postes de madera. El trineo sube con facilidad las alturas, desciéndelas con rapidez alarmante, i a veces deslizándose sobre pendientes rapidísimas, toma direccion tan oblicua, que el asustado transeunte toca la nieve con la cara, o traza en ella surcos con los hombros, sin serle dado tratar, en estos vuelcos frecuentes, de ayudarse con las manos o saltar del vehículo, por temor de las heridas que puede hacerse en las puntas i filos de las escarchas. El tránsito de las mercaderías se hace igualmente a cordillera cerrada, en trineos arrastrados por un solo caballo, conduciendo cada uno tres sacos de granos, por ejemplo, mayores que los que cargan de a dos nuestras mulas. En los Alpes, pues, el invierno, en cuanto a obstáculo para el tráfico, ha sido por todas partes abolido; en cambio en los Andes corria riesgo de quedar suprimido aun el estío. Ya se ve, somos tan ricos de ambos lados, que les ha de parecer, desatino el intento de los que en otro punto de los Alpes están hoi taladrando el granito por medio de máquinas monstruos, para hacer atravesar un camino de hierro.

En las cumbres del Splüguen hai a conveniente distancia uno de otro dos palacios, no que casuchas, destinado uno al abrigo de los viajeros sorprendidos por los temporales, i el otro dispuesto para contener la sañuda turba de los argos de la aduana austriaca. La frontera suiza comienza allí, i el viajero saluda cordialmente al vecino canton de los grisones, porque allí concluye el martirio de los visas del pasaporte, i el continuo hacer i deshacer de la mala que lo trae ya impacientado. El pasaporte en los paises gobernados por el buen querer de los reyes, es un mandato de prision que el estranjero lleva consigo; la soga con que está atado al palenque de la policía. Al llegar a las puertas de una ciudad, recibe en cambio del pasaporte una boleta en la cual, con la mayor cortesía, se le previene «de no tener que culparse sino a sí   —315→   mismo de lo que pueda sucederle si no se presenta a la policía en el término de veinte i cuatro horas». ¿Quién será aquel tan injusto i desavisado que vaya a culpar al despotismo de lo que le suceda, cuando se tiene mas a mano a sí mismo para echarse la culpa de todo? I como por otra parte Silvio Pellico ha dado tanta celebridad a las prisiones de Spielberg, el viajero se apresura a corresponder a la mayor brevedad a la civil invitacion. ¿De dónde viene? ¿A qué viene? ¿A quién conoce? ¿Quién es su banquero? ¿Cuántos dias piensa Ud. permanecer? ¿Qué libros trae?- hé aquí los puntos ordinarios de la conversacion del jefe de la policía, acaso por variar aquella machaca del calor i del frio con que comienza entre jentes vulgares. Olvido prevenir para instruccion de futuros viajeros, que para entrar en los estados austriacos ha de traerse el exequatur de un nuncio del imperio desde Roma, Turin, Marsella o Paris, sin cuyo requisito se le hace volver desde la frontera. En honor de los gobiernos paternales, debo añadir que la práctica omite buena parte de las vejaciones prescritas por reglamento i tarifa; porque en Italia es una mercadería el estranjero, i en Austria efecto estancado43.

Dejando, pues, los estados austriacos en la espina dorsal de los Alpes, el camino, no bien desciende a la Suiza, se hunde en los abismos de la Via Mala, trecho de pais montañoso, o mas bien larga hendidura de las rocas, que apénas dejan ver en lo alto una angosta faja de cielo. El camino se sepulta en las entrañas de un peñasco, i entónces se llama el Paso perdido, para pasar en seguida un otro Puente del Diablo, echado sobre el Rhin posterior, que se ajita a cuatrocientos noventa piés mas abajo. Aquí la naturaleza alpina asume un carácter tan terrífico que hace helar la sangre en las venas. Mosca parece la dilijencia, moviéndose sobre paredones de rocas dentelladas que se elevan en masas verticales a miles de piés de altura. El Rhin, que a poco andar comienza a ser navegable, vése allá abajo como una cinta blanca, inmóvil al parecer i como detenido entre las rocas, las cuales se cruzan i enroscan sobre él como si quisieran ahogarlo. ¡Qué combate, qué torbellinos revolviéndose sobre sí mismos! I sin embargo, ni un solo jemido del líquido atormentado llega hasta la altura donde el puente está suspendido sobre el abismo, i desde el cual contemplábamos aterrados aquella   —316→   muda batalla que, entre las rocas i las aguas, se está dando ¡desde la creacion del mundo acaso!

Un poco mas adelante i al salir de la Via Mala, que ¡así es ella! se avanza sobre el victorioso Rhin, como la reserva de la materia inerte que cede mal de su grado el paso, un enorme peñon, en cuya cima, i mui cerca del cénit, se diseñan contra el claro azul de los cielos, los pardos torreones de un castillo gótico, guarida en otro tiempo, segun es fama, de un señor feudal que ponia a contribucion el vecino valle, hasta que levantándose los paisanos a la voz de Guillermo Tell, el castillo fue embestido i tomado por asalto, i el castellano, defendiéndose i cediendo el terreno palmo a palmo, se despeñó al fin con su caballo, sepultando con su persona en las turbias ondas del Rhin, el último vástago de su antigua familia señorial. Mas adelante, i cuando el horizonte empieza ya a dilatarse, encuéntrase la pequeña aldea en cuyo humilde recinto no hace cincuenta años un proscrito frances enseñaba los primeros rudimentos del saber. Este maestro de escuela es hoi pasablemente conocido bajo el nombre de Luis Felipe I, rei de los franceses.

La Suiza es en bellezas naturales, Ud. lo sabe, lo que en las artísticas es la Italia; aquí Dios directamente, allá el jenio del hombre, arroban el espíritu, lo elevan i sacuden con emociones a cada paso renovadas. Pero en Suiza, lo que no sucede en Italia, se esperimenta una grata sensacion de vida, un llacer íntimo que imprime al semblante un sonreir continuo. Las montañas asumen formas caprichosamente variadas, cortando el horizonte en figuras fantásticas; los arroyos no descienden a los valles sin haberse entretenido largo tiempo jugueteando por entre las rocas, esponiendo a los rayos del sol en mil cascadas las guedejas de sus cristalinas aguas; i los rios que al fin forman reunidos, no se lanzan al mar, sin haberse entretenido un poco en el camino a formar lagos que reflejen en sentido inverso las circunvecinas montañas. De todos estos adornos con que la naturaleza se engalana, la industria de los suizos ha hecho objetos de utilidad, i los lagos de Wallen i Surick, ligados entre sí por un canal, ofrecen larga cuanto entretenida travesía de vapor entre Coira i Surick. En los alrededores del lago del mismo nombre, las bellezas naturales se combinan con las bellezas de creacion humana, de tal manera que los sentidos, el corazon i el espíritu, gozan a porfía contemplándolas. A lo léjos vése terminando el horizonte la blanca muralla de los Alpes inhabitables;   —317→   en segundo plano las lomadas i declives recargados de mieses, cuya esmeralda contrasta singularmente con las sombrías manchas de los pinales; i cerca del espectador por ambos lados del terso lago, se agrupan i confunden, desfilando al parecer ante él, villitas coquetas dominadas por el agudo campanario de la iglesia, i por usinas que serian tomadas por palacios, si la enorme chimenea no revelara la oculta actividad del fuego de los motores, i en rededor de las elegantes casillas en caprichoso desórden diseminadas, jardines artísticamente distribuidos i manzanos en flor como macetas colosales para variar el verde tapiz que cubre la tierra. Traíame triste i desencantado hasta entrar en Suiza el repugnante espectáculo de la miseria i atraso de la gran mayoría de las naciones. En España habia visto en ambas Castillas i la Mancha, un pueblo feroz, andrajoso i endurecido en la ignorancia i la ociosidad: los árabes en Africa, me habrian tornado fanático hasta el esterminio; i los italianos en Nápoles mostrádome el último grado a que puede descender la dignidad humana bajo de cero. ¡Qué importan los monumentos del jenio en Italia, si al apartar de ellos los ojos que los contemplan, caen sobre el pueblo mendigo que tiende la mano, i no recuerda el nombre de la Madona, sino para mostrar toda la profundidad del abismo de miseria de cuerpo i de alma en que se revuelca! La Suiza, empero, me ha rehabilitado para el amor i el respeto del pueblo, bendiciendo en ella, aunque humilde i pobre, la república que tanto sabe ennoblecer al hombre. Para mí el mayor número de verdades conocidas constituye solo la ciencia de una época; pero la civilizacion de un pueblo solo pueden caracterizarla la mas estensa apropiacion de todos los productos de la tierra, el uso de todos los poderes intelijentes, i de todas las fuerzas materiales, a la comodidad, placer i elevacion moral del mayor número de individuos. Los mismos brazos que cultivan la tierra en Suiza, fabrican relojes i telas de seda: cada casa posee una industria, i cada villa lanza al aire la columna de humo de su USINA. No tiene rival en Europa la aislada casita suiza, pintada, blanqueada, frotada, i barnizada diariamente, i en la cual viven diversas familias, pobres pero industriosas como una colmena de abejas, bastándoles una renta o salario de trescientos francos anuales por lo comun para entretener aquel lujo de bienestar i de aseo. Surick es una ciudad populosa, que no contiene, sin embargo, sino reducidas calles de casas unidas entro sí; el resto se compone de la aglomeracion   —318→   de casitas cuadradas, acribilladas de pisos i ventanas, i rodeadas de jardinillos esmerados, lo cual hace de ella un paseo continuo i tan variado no el aguijon de la curiosidad induce a estraviarse en aquel laberinto de flores i de arbustos. Desgraciadamente la Suiza como estado, es ménos que una república, una olla podrida en que entran los elementos mas contradictorios. Desde luego hai en ella cantones, medios cantones, cantones primitivos i cantones de segunda data, con derechos diversos; tradiciones feudales mas en pie que sus castillejos, i espíritu eminentemente democrático, pero estrecho como sus valles, local, hasta hacer del patriotismo un apego a la aldea en que cada uno ha nacido. Hai cantones católicos, cantones protestantes, i cantones mistos en los cuales las malquerencias de vecinos son estimuladas por los odios relijiosos. Háblase en unas partes una cosa como frances, cabo desde donde tira la Francia; en otras algo que se asemeja a aleman, desde donde a su turno tira para su raya el Austria, amen de cuatro o cinco dialectos, merced a los cuales, los habitantes de una villa no pueden entenderse con los de la vecina aldea. El único vínculo que une todos estos elementos heterojéneos, es la lucha de los dos grandes partidos que con diversas demostraciones, ajitan hoi el mundo cristiano, tan bien representados en el Gran-Consejo federal hasta ahora poco, que teniendo cada uno número igual de sostenedores, no ha podido en un año tomar disposicion alguna, porque la votacion estaba en empate permanente. Sacáronlo de este atolladero las elecciones del canton misto de San Gall que tuvieron lugar en los momentos de mi tránsito por los lugares. En las publicaciones cotidianas ambos partidos, jesuitas i liberal segun los unos; moderado i protestante segun los otros, proclamaban en sendas arengas al dicho canton para que inclinase la balanza de este o el otro lado. I vea Ud. una muestra concluyente de la homojénea táctica de partido en todas partes. «Habitantes de San Gall, decia un diario, ¡de vosotros depende la salvacion de la Suiza! que todos los hombres de bien reunan sus votos para nombrar candidatos moderados; el triunfo de los protestantes va a sumir el pais en todos los horrores de la guerra civil».

«Habitantes de San Gall». decia otro diario, rival del primero: «¡de vosotros depende la salvacion de la Suiza! que todos los hombres de bien reunan sus votos para nombrar candidatos liberales; el triunfo de los jesuitas va a sumir el   —319→   pais en todos los horrores de la guerra civil». ¡Ni una tilde de mas ni de ménos entre los dos fragmentos que cito!

Pero jesuitas o no, mui poco afortunados han andado este año los de su pelo en Suiza, pues el canton de San Gall, sordo a sus consejos, dió en definitiva al Gran Consejo una inmensa mayoría de cuatro votos liberales, o protestantes, que tanto vale cuando se está en el candelero.

En despecho de la república i de la libertad aldeana de Suiza, la exhuberancia de habitantes, dos millones en todo, i la exigüidad del terreno, ponen en grande aprieto a los lejisladores suizos, que en cierto canton, para proporcionar sin duda el contenido con el continente, acaban de dictar una lei por la cual se prohibe a los varones casarse ántes de los veinte i dos años, mandando a las mozuelas no dejarse tentar ántes de los veinte, medida que suscitaba entre estas últimas una formidable oposicion, protestando dejar burladas de un modo o de otro las intenciones del lejislador.

Como el gusto monumental se aviene mal con la sencillez campestre de los suizos, nada hai que detenga al viajero en Surick, despues de haber aspirado dos dias el ambiente perfumado de sus alrededores. A corta distancia está Shaffausse, centro del movimiento literario i artístico de la Suiza alemana i a media legua de esta ciudad, el Rhin, poderoso ya, se precipita en toda su enorme masa formando a cascada mayor que puede verso en Europa. El golpe de vista es bellísimo, por el paisaje que rodea la catarata, i el castillo feudal que corona la eminencia, a cuya base viene a estrellarse la masa de aguas, permitiendo la galería practicada por el propietario, acercase basta el perfil de la caida, i gozar una débil impresion de terror. La cascada que forma el Arno en Tívoli, si bien ménos poderosa, tiene algo de mas sublime, a causa de la elevacion de la caida que deja ver en alguna parte un iris permanente, las ruinas del templo de la Sibila que la dominan, el nombre de Tiberio que se liga a los recuerdos del lugar, i los pavores que despierta la vecina gruta de Neptuno.

Desde Shaffausse puede descenderse ya el Rhin, por medio de vapores, pasar en revista un panorama delicioso, entre cuyos accidentes figura la casita de la desgraciada reina Hortensia, entrar en el gran lago de Baden, visitar de paso Constanza, i siguiendo el litoral suizo hasta Rosbach, cruzar a la ribera opuesta i desembarcar en Lindau, donde principia la buena Alemania, el cultivo del oblon, el consumo sin tasa de la cerveza, i el uso de la pipa larga. Como yo tengo la   —320→   manía de andar a caza del por qué de las cosas, he creido, hallar en el uso de la pipa el oríjen de la mística metafísica de los alemanes. Un filósofo, me he dicho, que pasa horas enteras en la beata contemplacion del humo, que en columnas i espirales se revuelve delante de sus ojos, disipándose, reuniéndose en formas indefinibles, fantásticas, inapreciables, eclipsando por momentos la realidad, lo visible i terreno; aquel filósofo, digo para mí, debe ser caviloso, rêveur, místico, vaporoso, metafísico, incomprensible. Esta teoría tan plausible i que arrojaria una gran luz sobre los misterios de la filosofía alemana, no ha sido aceptada sin embargo por los sabios de Gotinga a quienes la sometí humildemente. Los alemanes sostienen, por el contrario, que a causa de la predisposicion innata de la nacion a la cavilacion, al adoptar el uso del tabaco, lo han sometido a las exijencias del carácter propio.

De las ciudades alemanas poco tendré que decir que entre en los gustos de Ud. La naturaleza tranquila i poco accidentada del suelo, lo sombrío de los bosques que coronan las alturas, i la quietud que reina en las poblaciones que duermen a la caida del sol, como nuestros padres ántes de la revolucion, están ya revelando el carácter pacífico, la vida puramente interna de los alemanes. En Munich, i en casi todas las grandes ciudades, un bosque a las puertas de la ciudad, ofrece bajo la sombra de sus tortuosas alamedas, espacio suficiente para hacer paseos solitarios, durante horas enteras; o bien, si el aleman quiere cavilar en compañía, o gozar de un moderado bullicio, allí en lugares bien conocidos, están diseminadas millares de mesas, ostentando con su estañada cubierta piramidales vasos de cerveza. El pueblo de ambos sexos i de todas condiciones apura allí en complacido silencio su brevaje favorito; las señoras hacen calceta miéntras los hombres fuman la pipa, i los jóvenes que necesitan movimiento mas activo, desaparecen danzando el wals aleman, embriagados por los torrentes de armonías de las músicas de viento, inspiradas por Strauss. He tenido la incomparable dicha de ver en su pais natal, en la cuna, digámoslo así, aquella invencion de ánjeles, que hace hoi la felicidad suprema de tantos i tantas criaturas en todos los puntos del globo. Bailada por fregonas i mozos de cordel he visto... ¡la polka! cuyos progresos habia venido contemplando desde Chile, donde a mi salida se anunciaba ya radiante i fecunda en esperanzas de un inmenso porvenir. En Montevideo encontréla   —321→   sitiada pero alegre, turbulenta i bailando sobre cadáveres, al rimbombar de los cañonazos. El tórrido ambiente de Rio Janeiro la recomendaba como el medio infalible de evaporarse, de reducir a gases toda la máquina. En Paris, en fin, era ya de mui antigua propiedad popular en Mabille, Château-Rouge, la Chaumière, etc. ¡Oh! ¡si las buenas ideas pudieran hacer las leguas que ha hecho en un año la polka!

Al ver estas danzantes reuniones de pueblo, tan pacíficas i honestas, tan sin reproche aun para la conciencia de los jendarmes de policía tan ríjida como se sabe, me he acordado de nuestras chinganas, i holgándome de haber levantado mi débil voz alguna vez, contra los puritanos que querian suprimirlas, porque ellos tienen sus teatros, sus diarios i sus conciertos, i el pobre pueblo se emborracha un poco mas de lo que convendria, como si porque el aire fuese reconocido malsano, conviniese privar de él a los que respiran. No sé qué príncipe aleman, a quien aconsejaban suprimir la lotería: «i bien, contestaba, dadme algo en cambio, que sirva para alimentar la imajinacion del pueblo; otra base para fraguarse castillos en el aire; algun tema nuevo que inspire su poesía, sacándolo de aquella triste prosa de un salario medido con mano avara, eternamente el mismo, si no disminuye. El pueblo paga en la lotería los goces del bienestar, comprando en sueños dorados casas i carruajes, si llega a sacarse un cuaterno, lo que es mui probable». Si la chingana fuese aseada, confortable, embellecida, danzante, diletante, cuántas penas calmaria, i cuántas horas de entorpecimiento quitaria de las que forman el difícil i nudoso tejido de la vida de los pobres. Estos jardines en Europa i las distracciones a precio ínfimo, sino grátis, que encuentra el pueblo en el esplendor de las capitales, son otras tantas compensaciones de que el miserable carece en América.

En Munich, capital de la Baviera, brillan hoi con esplendor inusitado en Alemania las bellas artes. El rei actual ha embellecido la ciudad con cuanto puede darla lustre, en museos, columnas, estatuas, jardines i palacios. Un panteon edificado en los límites de la monarquía, esto es, fuera de la capital, encierra en su seno las estatuas de los grandes hombres alemanes, pensamiento colosal, que anda rodando desde la revolucion francesa, sin que esté léjos el dia en que aplicado a todos los grandes hombres que han servido a los progresos de la especie humana, se forme el martirolojio de los pueblos civilizados. ¿Por qué no honraríamos nosotros a Colon   —322→   i a Cook, a Sócrates i a Franklin, a Gutenberg, a Buffon, a Cuvier? ¿No nos pertenecen de derecho como a todos los que han aprovechado de sus trabajos?

La estatuaria en bronce, sobre todo, está en grande honor en Munich, no desdeñando el gobierno para modelarla ocurrir a Italia, a fin de obtener diseños dignos de la eternidad a que están destinadas las obras del arte. Fúndese en este momento una estatua alegórica de la Baviera, de cincuenta i seis piés de alto, coloso a que el arte moderno puede oponer contados rivales, i cuyo padron se encuentra solo en algunos fragmentos de piés i de manos, conservados en el capitolio de Roma.

Pero el amor a lo bello tiene por desgracia su lado flaco, por lo que el rei, artista i poeta, viendo a la Lola Montes resucitar las gracias griegas o las danzarinas de Pompeya, ha creido oportuno para inmortalizarla, colocar su retrato en la galería de las mujeres bellas de la Baviera, i lo que es mas espresivo, su persona cerca de la habitacion real, bajo el título de Condesa de no sé cuántos, todo ello con grande acompañamiento del murmurar de la rancia nobleza i las zumbas de la prensa. El espíritu de constitucionalismo que forma por todas partes la conciencia pública, acabará por hacer insoportable de puro fastidioso el ya enojoso oficio de rei. No sé qué padre de familia, sorprendiendo uno de estos dias al rejente presunto de Francia en coloquios sospechosos con su hija, se ha tomado la libertad de molerle sus reales lomos a palos, a punto de ser necesario que los lacayos llevasen al real Foblas cargado hasta su carruaje. ¡Pero escenas de este jénero no pueden repetirse impunemente sin desdoro de la monarquía de julio! ¡Ai de los pueblos si el rei ha de principiar por ahí su aprendizaje! Una lei será presentada a las cámaras en alguna próxima sesion para reglamentar la materia, dejando incólume la prerogativa real.

Me apresuro a llegar a Berlin, pasando por alto a Dresde, con su riquísimo museo, en el cual entre abundante coleccion de Murillos, Españoletos, Velasquez, i los grandes maestros de las escuelas italianas, descuella la sin par Madona de San-Sixto, la mas bella concepcion de mujer, de reina i de madre que jamas se envaneció de serlo de un hijo divino. Leipzig, camino de Berlin, siguiendo el ferrocarril, es como se sabe el local de la gran feria anual i el centro de la librería alemana. Berlin es la ciudad mas moderna por la amplitud i rectitud de sus calles de treinta varas de ancho que la   —323→   asemejan a una ciudad norteamericana; proporcionando, sin embargo, mas emociones los inmensos bosques o jardines ingleses de que está rodeada, que no inspiran sus helados monumentos, sus museos nacientes, i sus templos protestantes, rebeldes a toda artística influencia.

El sistema de instruccion pública de la Prusia es el bello ideal que pretenden realizar otros pueblos, i juzgarlo a vista de ojo, el objeto de mi incursion a las latitudes septentrionales44. He recojido sobre este punto datos preciosísimos cuya lectura, a enumerarlos en esta, lo haria a Ud. quedarse profundamente dormido, tan erudita seria mi esposicion; por lo que los reservo con otros muchos para un tratado especial, el cual enderezaré a la Facultad de Humanidades, que se ha dignado favorecer con la manifestacion oficial de su aprobacion, el informe sobre la Escuela Normal de Versalles, que tuvo el honor de remitirle.

Baste por ahora decir a Ud. que M. Eikhorn, ministro de la instruccion pública, me ha prodigado todo jénero de atenciones, a fin de honrar debidamente al pais de donde venia, pues el nombre de Chile es respetado i querido por todos los gobiernos europeos, i está mui altamente colocado en la opinion pública, estendiéndose con complacencia el buen ministro en la apreciacion del buen espírítu que habia preservado a aquel pais de la anarquía jeneral en América, o de los despotismos sanguinarios, considerando a Chile como un óasis de civilizacion i órden en aquel desierto que principia en Méjico i acaba en Buenos Aires. Tanto bien me dijo de Chile que yo me guardé mucho de dejar traslucir que solo era chileno de adopcion, i eso mui al pesar de los hijos lejítimos que protestan en términos que nada tienen de hermanables contra la inmerecida intrusion.

La convocacion de la dieta prusiana traia preocupados los espíritus con la espectacion de los grandes resultados45 que el pueblo espera de acontecimiento tan fecundo. Por mas que el gobierno arbitrario exista en la forma en Europa (sea dicho esto con el debido respeto a la Rusia), la conciencia pública está de tal manera formada, que los soberanos absolutos, mas bien por la negra honrilla que por conservar un poder ilusorio ya, no se someten a formas regulares. El de Prusia, obedeciendo a este sentimiento, queria, sin embargo, salvar el principio del absolutismo en las monarquías, por una amalgama caprichosa con las instituciones representativas. Entendia el buen rei, que tomando una doble dósis de   —324→   poder discrecional, i un poco de voluntad nacional, habia de salir de la mezcolanza una cosa como despotismo aceptado. El resultado ha probado lo erróneo del supuesto, dando pura subordinacion del arbitrio real a los consejos de la representacion, bien así como mezclando verde sulfato de fierro i algalias de levante que son amarillas, resulta tinta negra de escribir.

Los gobiernos paternales de Europa están a la vista de desaparecer, so pena de un conflicto. La Italia se ajita profundamente, i cuando Pio IX quiere detenerse o retroceder, el pueblo con su significativo silencio, le indica que es preciso ir adelante. La dieta de Prusia, con la flema alemana i la dignidad de hombres que se respetan a sí mismos, ha hecho comprender al rei que sus ideas de organizacion política tienen cuando mas el mérito de ser las opiniones de un mal publicista, pero controvertibles i sujetas al criterio de la intelijencia nacional. Por lo demas, la Prusia, gracias a su intelijente sistema de educacion, está mas preparada que la Francia misma para la vida política, i el voto universal no seria una exajeracion, donde todas las clases de la sociedad tienen uso de la razon, porque la tienen cultivada.

De otro asunto mas interesante para nosotros me ocupé largamente en Berlin46, habiéndose interesado M. Dieterice, jefe de la oficina de estadística i autor de un opúsculo sobre emigracion, en que el ministro del interior me escuchase sobre este último punto, a cuyo fin solicitó para mí una audiencia. El ministro no gustaba mucho de aquella espatriacion de sus súbditos, i la lejislacion vijente pone entre los delitos de seduccion el solicitar directamente emigrantes, lo que no estorba que en Prusia, como en el resto de la Alemania, la emigracion a América sea la preocupacion que atormenta los espíritus, aun de aquellos a quienes la necesidad no aqueja sensiblemente. Por desgracia la América para el pueblo aleman está solo al Norte del trópico de Cáncer; la América del Sur, no es la América remedio de los males presentes, aquel mito popular de un Eden terrestre, que conocen los alemanes desde niños, i da pábulo a una esperanza para los que desesperarian a no tenerla. Lo único que de la América del Sur saben los entendidos, es que hai en ella fiebre amarilla, calor sofocante, alimañas ponzoñosas, guerra interminable; i sobre   —325→   todo este cúmulo de bendiciones, reinando no sé que jigante espantable que como el rei Busiris, mata o persigue sin tregua a los estranjeros que abordan a sus playas. Así, pues, la América del Sur es en la creencia popular, el mito del mal, el reino de las tinieblas i de la muerte.

Los alemanes forman el fondo de esos enjambres de emigrantes que van todos los años a engrosar la poblacion de los Estados Unidos del Norte. Mas que la necesidad los impulsa un instinto de raza, que se despierta activo e imperioso de tiempo en tiempo. Viene este pueblo hace siglos emigrando desde la India, de donde se le creo oriundo, i en los primeros años de la era cristiana, César pudo observarlo ya en la frontera del imperio, minándola, comiéndosela, como suele el mar con los terrenos bajos, hasta que en la edad media la irrupcion se hizo irresistible, i la Europa entera fué inundada por esta avenida humana. Desde entónces parecia haberse aquietado el turbion, i entrado aquel rio histórico en su cauce natural definitivamente. Hoi, empero, la raza alemana se pone de nuevo en movimiento, un invencible conato de cambiar de lugar anubla los tranquilos domésticos, i familias que poseen medios de subsistencia, abandonan el hogar paterno, para trasportarse a climas desconocidos, al occidente siempre, porque al occidente está la estrella que guia a estos magos orientales en sus misteriosas emigraciones. ¡I cuántos resultados para el pais que la pacífica corriente invade! Las cifras están ahí para evitar todo razonamiento. En 1790 los terrenos del noroeste no pertenecian aun a los Estados Unidos; en 1800, contenian ya cincuenta mil habitantes; en 1810, cerca de 300000; en 1820, 859000; en 1830, 1210473; en 1840, 4432777... En 1817 el comercio de la Nueva Orleans empleaba sobre el Mississipi veinte barcos con dos mil toneladas; en 1842, el movimiento del rio contaba 450 vapores con 90000 toneladas, i 4000 barcas de todo jénero, con 300000. Los productos esportados subian a 120 millones, ¡i a cien millones la importacion!!!... Si esta perspectiva palpable no fuese parte a desvanecer, como los rayos del sol, la neblina de preocupaciones inactivas que mantiene a las repúblicas de Sur América en la estagnacion i en la oscuridad, añadiré otros datos estadísticos no ménos significativos. Desde 1833 hasta 1839, habian emigrado diez i ocho mil bávaros, llevando consigo en valores veinte i cinco millones de francos, segun los estados de la aduana de Baviera. Cincuenta i dos familias asociadas de Hesse llevaban millon i medio, i los   —326→   cuadros estadísticos de Nueva York solamente acreditan que la parte de emigrados desembarcados en aquel puerto desde 1831 a 1842 inclusive, hablan introducido mas de ciento quince millones de francos. Hace apénas tres meses que la prensa anunciaba el arribo a Rotterdam de ochocientos emigrantes, notables entre todos por la elegancia de sus mujeres, la gracia i adorno de los vestidos de los niños, lo que mostraba a mas de medios de existencia, cultura en los modales i cierta posicion social adquirida.

Esta escojida clase de emigrantes son los que primero podrán llegar hasta Chile; pues que los millones de proletarios que desearian espatriarse de Europa, no aspiran largo tiempo a doblar el Cabo, rodeado para ellos de prestijios terríficos; i puesto que Ud. me indica «la posibilidad de que en las Cámaras próximas se dé alguna lei que favorezca de un modo mas amplio la emigracion estranjera», no estará demas que le trasmita para su conocimiento, las observaciones que me han hecho personas competentes sobre la lei ya promulgada, autorizando al presidente para la enajenacion de los terrenos baldíos del sur, bien que ella no sea mas que un comienzo de obra, base de trabajos ulteriores.

Como habia indicado a Ud. en otra ocasion, a mi llegada a Paris me puse en contacto con algunos escritores alemanes que se ocupan de la cuestion de la emigracion. Entre otros el Dr. Wappäus, profesor de jeografía i estadísta en la Universidad de Gottinga, consagra un estudio especial a la historia de las repúblicas de Sudamérica, apénas conocidas de nombre en Alemania. Una historia de Venezuela ha visto ya la luz pública, i la de Chile le seguirá tan pronto cuanto haya terminado la verificacion de sus datos. Ud. comprende que yo he debido hacer cuanto mi débil esfuerzo me permitia en obsequio del propósito, como asimismo para la continuacion de sus trabajos sobre la emigracion, suministrándole datos locales i prácticos que ayuden a esclarecer sus datos escritos. Estos trabajos, de los cuales ya ha aparecido uno, Emigracion i colonizacion alemana, tienen por objeto desviar la corriente de emigracion que se precipita ciegamente sobre las costas de Norteamérica, no obstante las dificultades del clima, i el pauperismo que aparece ya alarmante en las costas, a causa de la falta de direccion i de injerencia del estado, en un asunto como el de la aglomeracion de masas de hombres en que la vida i el porvenir de millares de seres humanos se ligan estrechamente con la hijiene i el órden público. Los escritores   —327→   alemanes, reconociendo como un hecho inevitablemente fatal la emigracion de sus compatriotas, se proponen, a mas de ilustrar las masas sobre las ventajas que este o el otro pais pueden ofrecerles, inducir a los gobiernos alemanes a dirijir convenientemente este movimiento, poniéndose para ello de acuerdo con los de los paises que reciben los emigrados, a fin de que la prevision i el órden ahorren una parte de las desgracias i contrariedades a que esta mercadería humana está sujeta.

La lei de las cámaras chilenas será bien pronto conocida del público emigrante en una nueva obra en prensa sobre Chile i el Rio de la Plata. Esta lei es ya un paso inmenso por sí misma; pero ¿dónde están ubicados aquellos terrenos baldíos del sur? ¿En qué puerto han de desembarcar los emigrantes? ¿Cómo han de proveer estos a sus necesidades, miéntras se establecen, lo que no es cosa del momento? Hé aquí algunas de las muchas cuestiones que me han dirijido aquellos mismos que se sentirian dispuestos a aprovechar de las concesiones de la lei, interesándoles ménos la donacion gratuita de terrenos, que lo que les inquietan o intimidan las dificultades del establecimiento. Desde luego, para ir a Chile les es preciso pagar cuatro veces el flete de Norteamérica; un buque debe partir desde Rotterdam, Havre o Hamburgo, con direccion al puerto próximo a la destinacion de los emigrantes, sin lo cual perderian su poco de dinero en gastos de trasbordes, residencias, etc. De donde resulta, a mi juicio, que para hacer efectiva la lei en cuestion, seria indispensable completarla con trabajos preparatorios, sin los cuales la emigracion europea tardará muchos años sin frecuentar las costas del Pacífico. Las masas no deliberan, sino que una vez dado un impulso lo siguen, i para que aquella corriente nueva se establezca, es preciso imprimir artificialmente el primer movimiento.

Convendria, pues, tener en los focos de la emigracion, un ajente que enganche familias emigrantes bajo las condiciones de idoneidad requeridas; se inquiera de los gastos de trasporte, i tratamiento racional a bordo, dando aviso oportuno de los envíos. Antes de todo ha de determinarse en Chile el terreno esplotable de una sola vez, subdividiéndolo en lotes, preparando los canales de irrigacion necesarios, i haciendo todos los trabajos jenerales que no son del resorte de los individuos. Determinado i conocido el punto de desembarco para los colonos, ha de haber una casería i una administracion   —328→   de subsistencias que provea a sus necesidades en los primeros dias; i como todos estos items exijen desembolsos, yo me atreveria a aconsejar otra cosa que distribuir grátis los terrenos baldíos, los cuales cultivados valdrán diez veces lo que valen hoi. ¿Por qué tanta prodigalidad? ¿No seria mas fructuoso para el estado hacer las convenientes anticipaciones que indico, como un capital puesto a granjería? Yo cargaria en cuenta de los colonos: 1.º la parte o el total del transporte que el estado habrá pagado a los armadores; 2.º lo suministrado a los colonos en subsistencias e instrumentos de trabajo; 3.º el valor del terreno libremente aceptado; pues que las proporciones asignadas por la lei son excesivas i obligarian al colono a desempeñar un trabajo forzado; i 4.º el interes o utilidad crecida que el estado ha de prometerse del capital invertido, en proporcion de la comodidad de los plazos dados para el reembolso, pues en los primeros años deben quedar libres los colonos de toda carga ¿No es este sistema mas realizable que todas esas larguezas inconsideradas, que no crean derechos para exijir su cumplimiento? El estado, ademas, ¿no tendria siempre como hipoteca el terreno mismo, mejorado con el mas lijero trabajo de parte del ocupante? Este modo de proceder, en los principios al ménos, pondria al estado con todos sus medios de prevision al frente de la poblacion del pais, i bonificacion del terreno inculto, alejando el espíritu mercantil de las empresas particulares, que se cuida poco, con tal que halle utilidad en ello, de subir sin tasa los valores.

Entre muchas publicaciones que he leido sobre colonizacion, hai un informe de persona entendida, solicitado por el emperador del Brasil, cuyos conceptos merecen ser conocidos. El informante supone como base de toda empresa de este jénero la estabilidad del órden, i la idoneidad de las instituciones para asegurar la libertad de las conciencias, de las acciones, i sobre todo, el producto del trabajo, poniendo en primera línea el buen crédito del gobierno i la próspera administracion de las rentas para poder hacer las anticipaciones necesarias. Dados estos antecedentes que por fortuna existen en Chile, el informante, sin desconocer la ventaja de fomentar i dirijir la colonizacion europea, como medio eficacísimo de adelanto moral e industrial, recomienda la colonizacion brasilera, tomando para ello de las provincias ya pobladas, aquellas familias que no poseyendo propiedad territorial encontrarian ventaja en la traslacion. Este concepto   —329→   me trae a la memoria mis objeciones a la empresa de Industria i Poblacion, la cual, a mas de recargar el valor del terreno con el lucro ilimitado a que aspira naturalmente toda especulacion, cerraba a mi entender las puertas a la poblacion47 chilena que no puede en las provincias del centro aspirar a la posesion del terreno ya ocupado, todo lo cual, con sus consecuencias remotas pero apreciables desde ahora, ha de tenerse en cuenta en un buen sistema de colonizacion. Todavía hoi se presentan a mi espíritu de pié muchas de las razones en que me apoyé entónces, i creo que no seria escusado que hombres como Ud. meditasen sobre la importancia de abrir el camino del sur a las masas chilenas de labradores sin tierra, i aun impulsarlos a la esplotacion de los terrenos vírjenes, que puede enriquecer al estado con millares de propietarios laboriosos.

De todo lo dicho una cosa me parece fuera de cuestion, i es que es preciso ántes de todo, determinar, mensurar i subdividir el terreno que ha de servir de tela para bordar sobre él con los colores que se quiera.

Concluiré, para salir del mal terreno en que me he echado, con lo poco que de mi viaje en Alemania merece aun ser referido. Llenado el objeto de mi escursion a Berlin i despues de una corta visita a Postdam, residencia del baron de Humboldt, el decano de los viajeros, hube de dirijirme por Brunswick i Hannover hácia Gotinga, donde debiamos con mi amigo Wappäus i otros, ponernos de acuerdo para trabajar de consuno en Alemania i América sobre el asunto de la emigracion. ¡Cuán tranquilos se han deslizado estos quietos dias que he pasado en Gotinga! ¡Porque se hace a fin triste i congojoso andar meses i años cambiando de lugar, con el corazon cerrado a todas las afecciones, flotando desconocido entre un mar de seres humanos, que pasan o se quedan miéntras uno es el que pasa, como aquellas visiones estrañas que se nos presentan en confusa masa durante una pesadilla! ¡Oh! ¡Berlin, Berlin! ¡Cómo he sufrido allí de este mal secreto del corazon!

Es Gotinga una villa que solo parece existir para contener la famosa Universidad que le da renombre europeo. Las bandadas de estudiantes con gorras carmesí, verdes, blancas o amarillas, segun las lojias a que pertenecen, dánle animacion durante el dia, i los cantos en coro de las bellas canciones alemanas, ecos gratos a la caida de la tarde. La quietud de la ciudad que reposa en silencio no bien la noche ha tendido su   —330→   manto de sombras, parece calculada para no distraer a catedráticos i alumnos de las arduas tareas de la ciencia, i la belleza de la adyacente campiña, dispuesta como exprofeso para respirar el aire vivificante de la vejetacion en las horas de solaz.

Luego de mi llegada fuí rodeado por una escojida, aunque poco numerosa sociedad de profesores, verdaderos sabios alemanes, con los cuales la conversacion asumia un carácter serio a la par que ameno o instructivo. Un americano venido de tan luengas tierras debia ser hasta cierto punto objeto de curiosidad, i la jeografía de aquellos remotos paises, sus vicisitudes políticas, sus costumbres i producciones, daban vida a nuestras frecuentes reuniones. Léjos del bullicio de las grandes ciudades i sin el aguijon del lujo, estos profesores viven enteramente consagrados a las laboriosas vijilias que enjendran las grandes obras del espíritu. Las virtudes del claustro, sin sus privaciones forzadas, i la consagracion del sabio antiguo a un objeto único, revisten a estos maestros de los prestijios de un sacerdocio científico.

Por las tardes salíamos a pasearnos en los alrededores, i un montículo que domina todo el vecino panorama, o la casa particular de alguno de los catedráticos, servia de término a nuestras lentas escursiones, o de concilio para la discusion de alguna cuestion en que poco a poco nos habiamos venido enredando. La última noche la hemos pasado en la habitacion del pastor de Geinsmarien, sujeto de estimables prendas i gran fondo de saber. Un jardinillo cultivado con esmero sirve de florido atrio a la sencilla morada de su familia; al lado opuesto está la escuela que él mismo preside, i que frecuentan ciento veinte alumnos de ambos sexos, sobre mil habitantes que encierra la aldea; a algunos pasos mas allá, el templecillo campestre con su campanario piramidal, anuncia a lo léjos donde está el corazon de aquella reducida sociedad cristiana, reconcentrando así el pastor que la dirije, sus deberes i sus afecciones en el corto recinto doméstico.

Como una curiosidad que nosotros llamaríamos reliquia, enseñáronme una biblia con la firma de Martin Lutero, al pié de algunos versículos escritos tambien de su propia mano. Una cena sencilla estaba dispuesta para nosotros; precediéronla frecuentes libaciones de cerveza; i excelentes i mejores cigarros diéronla cabo i buen fin. El placer de respirar el ambiente perfumado de las flores llevónos poco a poco a pasearnos en las veredillas del adyacente jardin. El largo crepúsculo   —331→   de los climas septentrionales48 se iba debilitando lo suficiente para dejar aparecer las grandes estrellas que presiden a la inmensa hueste de los cielos; miéntras que entre la sombría oscuridad de los grupos de vejetacion, alcanzaban a discernirse camelias blancas i tulipas, vivaces i radiosas como estrellas de la tierra que las flores son. La conversacion, despues de divagar como tiene de costumbre sobre materias diversas, hubo de pararse sobre el erizado zarzal de la filosofía trascendente tan del gusto de los alemanes; i ya fuese a causa del autógrafo de Lutero que nos habia ocupado ántes, ya porque entre los interlocutores habia dos teólogos, el gran cisma relijioso cayó como de suyo bajo el martillo de la amigable discusion. Pero sucede en las ideas lo que en los tipos de las diversas razas humanas, que cualesquiera que sean las trasformaciones porque pasan, siempre conservan sus rasgos característicos. Tratando las cuestiones bajo el punto de vista puramente histórico i filosófico, yo me mostraba sin advertirlo, profundamente católico en mi manera de apreciar la unidad de las creencias, i la necesidad de una verdad comun a todos los pueblos civilizados. Mis adversarios, por el contrario, partiendo de la libre interpretacion que llevan hasta San Pablo, establecian diferencias entre la doctrina, el dogma i el culto, haciendo de la primera una verdad o un conjunto de verdades, eterno, inmutable, anterior a la conciencia humana i su propia esencia, siempre el mismo en todas las relijiones i en todos los siglos, verdadera revelacion que el hombre encuentra dentro de sí mismo i que la revelacion divina depuró i completó. Los otros dos eran, segun ellos, fórmulas i esterioridad visible de aquella esencia invisible, sujeta por tanto a la interpretacion arquitectónica de las distintas naciones, agrandándose i perfeccionándose a medida que la intelijencia humana, que las concebia, adquiria al traves de los siglos mas completas nociones sobre el bien absoluto.

Mis objeciones al ontolojismo, suscitaban nuevos i mas profundos razonamientos, haciendo desfilar misteriosamente ante mis ojos para mejor convencerme, las razas semíticas que producen siempre i renuevan de tiempo en tiempo las creencias i las formas relijiosas que la humanidad entera parece obligada a aceptar; luego la raza jafética o indojermánica modificándolas incesantemente por sus propensiones filosóficas; el budismo que enjendra todas las antiguas herejías, i la lucha eterna entre el oriente i el occidente. El silencio de la noche en la pacífica quietud de una aldea; el perfume   —332→   de las flores que anima con su exceso de hidrójeno las facultades vitales; aquella evocacion de pueblos que van a perderse en el sombrío misterio de los siglos primitivos; i no sé si la firma de Lutero que me lo hacia presente como por poder entre nosotros, daban a estos coloquios un carácter profundamente relijioso que me traía impresionado i absorto, haciéndome levantar involuntariamente los ojos hácia la negra bóveda tachonada de estrellas, i esos pueblos los mas antiguos del universo, cual si quisiera que me revelaran aquella verdad que ¡Alguien sabe! i ¡que la mente humana inquieta i atormentada trata en vano de sondear!

En memoria de aquella noche i cuando la seria discusion hubo descendido a cosas ménos graves, convinieron mis amigos, aludiendo a la América de donde venia, en escribir en una hoja de album de viaje, aquella profecía de Séneca:


Veniens annis saecula seris
Quibus Oceanus vincula rerum
Laxet, et ingens pateat tellus
Thetysque novos detegat Orbes
Nec sit terris ultima Thule.



Suscribiéndola Dr. Wappäus, profesor de Jeografía i Estadística Dr. E. Bather, profesor de filosofía; licenciado L. Duncker, profesor de teolojía, Ph. Sardet, pastor de Geinsmarien.

Al dia siguiente la Universidad se reunia en claustro pleno para distribuir los premios académicos del año escolar, i yo estaba por el rector invitado a asistir a aquella solemnidad. Los miembros revestidos de anchas togas dobladas de terciopelo de color diverso, segun la facultad a que pertenecian, entraron en larga procesion al local de las sesiones, vasta rotonda, rodeada de columnas dóricas, las cuales sostienen una espaciosa galería para contener el concurso de espectadores. Un sillon me estaba reservado entre los miembros de la facultad de humanidades, como una muestra sin duda de la hermanable acojida que la hospitalidad de las letras ofrecia a un miembro de igual corporación en Chile. Por mi parte creo haber representado dignamente a mi cuerpo, en aquella solemne asamblea de sabios, sino por la profundidad no bien sondeada de mis conocimientos profesionales, al ménos por la seriedad i aplomo imperturbable, con que escuché de cabo a rabo i sin quedarme dormido, un erudito discurso   —333→   en latin, en que el secretario daba larga cuenta de los trabajos universitarios del año, con enfático encomio de las obras i profesores premiados.

Aquí termina mi viaje en Alemania. Partiré luego por el Rhin, Holanda i Béljica, a París, desde donde mui en breve confiaré a los mares mi destino humilde asaz, para que las olas quieran turbarlo. Cuando haya tocado las playas americanas, tendrá Ud., mi noble amigo, noticias nuevas de su afectísimo servidor.