Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.

  —164→  


ArribaAbajo Pide la dulce paz del alma al cielo


(Traducción de Horacio)85


    Pide la dulce paz del alma al cielo
el navegante, si preñada nube
en el Egeo le escondió la luna,
y busca en vano entre la negra noche
       a los amigos astros.  5

    Pide la paz entre la lid el fiero
Tracio; la paz, el Medo belicoso
que adorna el hombro de dorada aljaba;
la paz, que ni la púrpura ni el oro,
       ni los diamantes compran.  10
—165→

    Que no el preciado lujo, no, ni el hacha
el líctor consular, ¡oh Grosfo!, alejan
los míseros tumultos de la mente
y los cuidados, que a la sombra vuelan
       de artesonados techos.  15

    Gozarse puede en la escasez la dicha.
¡Feliz aquél en cuya parca mesa
el paterno salero brilla solo!
Ni sórdida codicia ni temores
       el leve sueño ahuyentan.  20

    ¿Por qué en tan breve vida a mil objetos
osada asesta la ambición sus tiros?
¿A qué por climas que otro sol calienta
vagamos? Huyes de ti propio a dicha,
       del suelo patrio huyendo.  25
—166→

    ¡Ah! que a la nave de metal forrada
sube el cuidado roedor contigo,
y más veloz que fugitivo ciervo
o silbante Aquilón, te alcanza en medio
       de la cohorte ecuestre.  30

  —167→     —164→  

2. Primera redacción:


el navegante, que preñada nube



4. En primera redacción busca en vano fue sustituido por no columbra, para escribir de nuevo, busca en vano.

Primera redacción:


la luz de amigos astros.



9-10. Otros intentos de redacción:


la Paz, que ni la púrpura de Tiro
puede comprar, ni el oro.


la paz, que ni la púrpura no compra,
ni las joyas, ni el oro.



  —165→  

11-15. Se toma la primera redacción de esta estrofa, porque la que no aparece tachada sufre tantas enmiendas que queda inconclusa. Así dos versos terminan en alma.

Dicha redacción es como sigue:


    Pues no la pompa, no del hacha armado
el líctor consular, aleja (a) el alma


a la angustiada situación el alma
y a los cuidados, que a la sombra vuelan
* de artesonados techos.



12. Este verso tiene numerosas enmiendas a base de alternar aleje y ob Grosfo.

13. Este verso se redacta en un momento:


la tumultuosa agitación del pecho



para luego ser tachado y redactado en esta forma:


el mísero tumulto y los cuidados



que también fue tachado.

16-20. Primera redacción:


    Aquel en la escasez dichoso vive,
en cuya parca mesa brilla solo
el paterno salero; y de su lecho
ni el temor ni la sórdida codicia
* el leve sueño ahuyentan.



El primer verso tiene correcciones ilegibles en su conjunto. Se lee: vive alegre, felice.

21. En la primera redacción escribe: breve existencia, y corrige luego: breve vida.

24. El texto es inseguro.

(a) Esta palabra, en la forma no tachada, parece que Bello quiso enmendarla, como si quisiese escribir alleguen, lleven. De todos modos la grafía es insegura.

  —166→  

27. Este verso tiene correcciones ilegibles.

28-30. Los tres últimos versos de esta estrofa fueron tachados. Empezó una nueva redacción, de la que hay sólo dos versos:


y alcanza esta veloz caballería,
rápido como el ciervo fugitivo



Tachó estos dos versos y puso al margen de los tres versos primeramente tachados: vale.






ArribaAbajoChile

1829-1865


  —168→     —169→  


ArribaAbajoAl diez y ocho de Setiembre86


    Celebra, ¡oh patria!, el venturoso día
en que tus fueros vindicar osaste,
y el yugo que oprimía
tu cuello, destrozaste,
y el canto de los libres entonaste.  5

    A tu voz, cual incendio que violento
cunde por vasta selva y se derrama,
así en alas del viento
de libertad la llama
voló del Biobío al Atacama.  10

    Atravesó la agigantada cima
de tus montañas el alegre canto;
corrió de clima en clima;
y entre furor y espanto
rasgó Iberia indignada el regio manto.  15

    «Volarán, dice, a la remota arena
de las playas del Sud mis campeones;
gemirás en cadena;
verás a mis legiones
arbolar los castillos y leones».  20

    ¡Vano error! Cuando el rápido torrente
que arrastra al mar su propia pesadumbre,
en busca de la fuente
—170→
retroceda a la cumbre,
volverá el que fue libre a servidumbre.  25

    Cumplió la patria el generoso voto
en Maipú, en Chacabuco; por su mano
fue el férreo cetro roto;
y del mar araucano
huyó vencido el pabellón hispano.  30

    ¡Oh día de ventura! ¡Oh fausto día!
tú de la gloria abriste la carrera.
Cantares de alegría
hasta la edad postrera,
Chile te entonará, la tierra entera.  35

    ¡Oh! vuelva veces mil tu luz hermosa
a ver a Chile libre; y en su frente
la palma victoriosa
que corona al valiente
mires reverdecer eternamente;  40

    Y halles siempre feliz bajo el amparo
de la justicia y de la ley severa
el suelo de Lautaro,
y la discordia fiera
en sempiternos hierros prisionera.  45

  —171→     —170→  

25. Véase nota a los versos 62-66, en la página 129.






ArribaAbajoInscripciones patrióticas con ocasión de las exequias oficiales del vicepresidente José Tomás Ovalle87


    Subiste, Ovalle, a la mansión que el cielo
a tus virtudes preparó; y envuelta
a tu patria has dejado en triste duelo.
-----
    Cese el fúnebre llanto que derrama
Chile en la losa que mi polvo cubre,
pues vivo y vuelo en alas de la fama.
-----
    Cubre de la tristeza el negro manto
a la patria este día; agudo acento
       de dolor y quebranto
       dilata el sentimiento,
y amargura derrama y desaliento.
-----
    A Ovalle, al hijo de la patria amada,
al padre de los pueblos distinguido,
       al mejor magistrado,
       Chile llora afligido,
y llora la esperanza que ha perdido.
—172→
-----
    Contrista el alma tan acerba pena,
y Chile siente tanto,
que, en su dolor, es un placer el llanto.
-----
Del fuego del más puro patriotismo
       que en Ovalle ardió un día,
ved la ceniza en esa tumba fría.



  —173→  


ArribaAbajoAdiós campiña hermosa88


    Adiós campiña hermosa
del olivar ameno,
morada deliciosa
donde feliz viví.

    Mientras mi pecho anime  5
el soplo de la vida,
esta alma agradecida
se acordará de ti.

    A enfermedad y pena
postrado el cuerpo estaba;  10
y mi vivir minaba
el tedio del placer.

    Vine a tu caro asilo
y respiró tu ambiente;
y al ánimo doliente  15
sentí la paz volver.

    ¿Cuál ignorado hechizo
pudo en mis fibras tanto?
¿Por qué secreto encanto
tan alto bien logré?  20

    Dolores y Agustina,
amable hija y madre,
solicitud tan fina
¿cómo pagar podré?



  —174→  


ArribaAbajoAl ejército restaurador del Perú89


    ¡Oh Casma, Llaclla, Buin! mientras los hombres
estimen de altos hechos la memoria,
escritos vuestros nombres
verá Chile en el templo de la gloria,
y dirá al repetirlos: mis guerreros,  5
sustentando valientes
mi libertad, y los hollados fueros
de dos pueblos hermanos,
en la tierra, en la mar, por dondequiera,
alzaron victoriosos mi bandera.  10

    Despliega activo en una y otra cima
aguerridas legiones el tirano.
Todo le es favorable: el suelo, el clima,
la posición, que, a una,
arte y naturaleza fortalecen,  15
la copia de recursos y la fama
de otros laureles que le dio fortuna.
Pero todo es en vano. Osada embiste
la falange chilena, y lidia, y vence;
al chileno valor nada resiste.  20

-----
    Valientes, que en Yungay con fuerte brazo
vengar supisteis el honor chileno,
recibid los saludos y el abrazo
con que os estrecha a su amoroso seno  25
la patria, por vosotros vencedora.
Fuisteis su apoyo, y sois su orgullo ahora.



  —175→  


ArribaAbajoDespierta, Chile, del letal reposo90


    Despierta, Chile, del letal reposo
en que yació tres siglos sepultado;
y a ser libre o morir determinado,
al campo corre de la lid glorioso.

    Vence y humilla al español coloso;  5
y del laurel triunfante coronado,
al poder y grandeza a que es llamado,
se adelanta con paso presuroso.

    Intenta detenerle en su carrera
un opresor que el continente indiano  10
a nuevo yugo someter espera.

    El rayo vengador toma en su mano
heroico Chile; y a la tierra entera
asombra el escarmiento del tirano.



  —176→  


ArribaAbajoViva perpetuamente en la memoria91



I

    Viva perpetuamente en la memoria
el día en que la Patria vuelve a verte,
oh bandera de Chile, astro de gloria,
que sus valientes a las lides guía;
meteoro de muerte,  5
que al suelo derribó a la tiranía.


II

    Cubra la sien del ínclito guerrero,
laurel que viva en todas las edades,
y que recuerde a Chile venidero
que fueron tres deidades  10
autoras de su gloria:
la Libertad, la Patria, y la Victoria.


III

Fieles hijos de Chile,
intrépidos guerreros,
¿quién no se inflama, al veros,  15
de generoso ardor?
Chile os fió su causa,
—177→
su espada, sus pendones,
y le traéis blasones,
trofeos, fama, honor.  20


IV

La prenda que partiendo
a vuestra Patria disteis,
valientes redimisteis,
en una y otra lid.
Volvéis al fin triunfantes,  25
volvéis a su regazo;
su maternal abrazo,
guerreros, recibid.



  —178→  

ArribaAbajoMarino Faliero

(Traducción de Byron. Fragmento)92



ArribaAbajoActo I

La cámara ducal



Escena I

 

MARINO FALIERO, BERTUCCIO FALIERO.

 
MARINO
¿No ha vuelto el mensajero todavía?
BERTUCCIO
No, Señor; aún no ha vuelto. Congregada 30
la señoría de Venecia, juzga
al acusado Esteno; y en acuerdo
secreto, delibera.
MARINO
¿Y tarda tanto
—179→
la deliberación? ¡Oh, cómo angustia
esta mortal incertidumbre el pecho! 35
BERTUCCIO
¿Qué teméis? El senado hará justicia.
MARINO
Justicia!... Sí... La misma que la corte
lo de los abogadores, que la causa
le cometieron, porque en ella fuesen
árbitros los amigos y parciales 40
de mi ofensor.
BERTUCCIO
Ni aun ellos osarían
proteger al culpable. Una indulgencia
tan criminal, oprobio fuera eterno
al nombre de Venecia y a las leyes.
MARINO
¿Aún no conoces a Venecia? ¿Ignoras 45
de sus patricios el carácter? ¿Juzgas...?
Pero su fallo ha de saberse en breve.
BERTUCCIO
Sin causa, vuestra alteza desconfía.
Venecia vio el delito, y lo detesta.
No osa negarlo el reo; ni el senado 50
a tanto alcanza, que absolverle pueda
contra el común sufragio, y con desdoro
de la suprema autoridad.
MARINO
Vicencio,
¿qué nuevas traes?

  —180→  

Escena II

 

MARINO FALIERO, BERTUCCIO FALIERO, VICENCIO.

 
VICENCIO
Gran señor, me manda
a avisaros la noble señoría 55
que ha pronunciado la sentencia; y luego
que en forma esté, será con el debido
honor y sumisión notificada
a vuestra alteza.
MARINO
¡Ah!, sí. Conmigo siempre
sumisa fue en extremo y respetuosa 60
la señoría. ¿Mas, por fin, el fallo
dices que pronunció?
VICENCIO
Señor, acaba
de pronunciarlo.
MARINO
Y ¿qué falló?
VICENCIO
-Lo ignoro-,
secreto fue el acuerdo.
MARINO
Pero suele
algo de entre las sombras que rodean 65
a la justicia traslucirse; un sordo
murmurio, un aire grave, una mirada
a un ojo perspicaz revelar suelen
lo que la lengua calla. Los patricios
al fin son hombres... respetables, justos, 70
sabios, cuanto se quiera... y silenciosos
tanto como la tumba que devora
—181→
las víctimas que juzgan; mas con todo
algo pudo, el aspecto revelarte,
algo los gestos y el silencio mismo. 75
¿Nada alcanzaste a percibir?
VICENCIO
No estuve
más que un momento a vista del senado,
ni del decreto de los jueces pude
columbrar un indicio; y más del reo
Miguel Esteno hallándome tan cerca 80
que...
MARINO
Pues ¿viste al menos el semblante
de ese Miguel Esteno? ¡Acaba!
VICENCIO
Al verle
me pareció sereno, resignado
a la sentencia;... mas aquí la trae,
si no me engaño, el secretario.


Escena III

 

MARINO FALIERO, BERTUCCIO FALIERO, VICENCIO, SECRETARIO.

 
SECRETARIO
Al noble
85
Faliero, de Venecia ínclito jefe,
el tribunal de los Cuarenta envía
salud, honor; y espera que se digne
su alteza echar la vista sobre el fallo
que acaba de librar contra el patricio 90
Miguel Esteno por la grave culpa
de que su alteza le acusó. El rescripto
helo aquí.
MARINO
Retírate. Tú, Vicencio,
déjame solo un breve instante.

  —182→  

Escena IV

 

MARINO FALIERO, BERTUCCIO FALIERO.

 
MARINO
Toma,
Bertuccio, este papel. Siento turbarse 95
mis ojos, y fijar en él no puedo
la vista oscurecida.
BERTUCCIO
¡Amado tío!
tened valor. ¿De qué tembláis? ¿Qué extraño
temor es ése?
MARINO
Acaba, lee...
BERTUCCIO
Decreta
conformemente que Miguel Esteno, 100
que por su propia confesión la noche
del carnaval grabó sobre la silla
ducal estas palabras injuriosas...
MARINO
¿A repetirlas vas? ¿A repetirlas?
¡Tú, mi sobrino! ¿Mancharás tu labio 105
con la deshonra de la noble casa,
afrentada en su jefe, el primer jefe,
el duque de Venecia? Lee tan sólo
de mi ofensor la pena.
BERTUCCIO
Perdonadme.
Ya os obedezco. «Un mes de arresto impone 110
para castigo de su culpa al reo
Miguel Esteno».
  —183→  
MARINO
Sigue pues; ¿qué tardas?
BERTUCCIO
Señor, no hay más.
MARINO
¿No hay más? ¿Es eso todo?
¿Sueño? ¿Deliro?... Es falso... Es imposible.
Dame el papel... «Un mes de arresto»... Amigo, 115
sosténme.
BERTUCCIO
Serenaos. No desmaye
en tan leve ocasión vuestra constancia.
Sentaos, noble duque, mientras llamo
la servidumbre a que os atienda y sirva.
MARINO
Detente, ya pasó.
BERTUCCIO
Negar no puedo
120
que es el castigo demasiado leve
para una culpa que a Venecia toda
ultrajó en vos; y que injusticia ha sido
dar a tamaño agravio tan mezquina
satisfacción; pero un recurso os queda; 125
juntad de nuevo el tribunal, o tornad
a los abogadores el proceso,
que, si antes a la causa se negaron,
al ver que se os rehúsa hacer justicia,
anularán el fallo, y de las leyes 130
vindicarán la majestad violada.
¿No lo juzgáis así?... Pero, suspenso,
¿no me escucháis? Los ojos a la tierra
tenéis clavados; y a las voces mías
¿no dais oído? ¡Noble duque!
  —184→  
MARINO
¡Al cielo
135
pluguiese que en San Marcos de Venecia
hoy los pendones turcos tremolaran!
De esta suerte, homenaje les haría.
BERTUCCIO
Por Dios, por vuestro honor, por vuestra fama,
volved en vos.
MARINO
¡Que no flotara ahora
140
la escuadra genovesa en estas aguas!
¡Que no cercaran el ducal palacio
las enemigas hordas de los hunos
que en Zara derroté!
BERTUCCIO
No, no convienen
señor, razones tales en los labios 145
del duque de Venecia.
MARINO
¿Dónde, dónde
el duque de Venecia está, que quiero
invocar su justicia? Si ya duque
de Venecia no soy, soy hombre al menos.
Hubo en Venecia duque; ya ese nombre 150
es un sonido vano; vano, he dicho.
Ya es solamente un título de oprobio.
El más desamparado, el más humilde,
el más vil e injuriado de los hombres,
el que mendiga de una puerta en otra 155
el alimento, si no le halla en ésta,
puede tal vez, tocando a la vecina,
ser socorrido; mas aquel que pide
justicia a los que deben ampararle
en su derecho, y no la alcanza, es pobre 160
más que el mendigo que de ajena mano
recibe el pan amargo del desprecio;
es un esclavo, un abatido esclavo;
—185→
y tal soy yo; tal eres tú, Bertuccio;
tal es mi casa y mi familia toda 165
desde este instante. El orgulloso noble
puede escupirme el rostro, y el más bajo
ganapán señalarme con el dedo.
Y ¿a quién apelaremos?
BERTUCCIO
A las leyes.
MARINO
¡Triste recurso! Yo busqué el remedio 170
en la ley sola. No pedí venganza
sino a la ley. Reconocí por jueces
los que las leyes dan al injuriado.
Supremo jefe de Venecia, ocurro
como suplicante a los que darme deben 175
no tan sólo atención, sino obediencia,
a los que esta corona me ciñeron,
que hoy cubren de ignominia... y ¿qué he logrado?
Puesta de su justicia en la balanza,
la avilantez de ese patricio indigno 180
tuvo más peso que mi nombre ilustre,
que su propia elección, que los honores
de esta alta dignidad, que estos cabellos
canos, que estas honradas cicatrices,
que todas mis fatigas, ansias, penas 185
por la salud y gloria de la patria,
que la sangre y sudor de cincuenta años...
Y ¿he de sufrirlo?
BERTUCCIO
No soy yo por cierto
el que resignación os aconseje.
Si se rechaza vuestra instancia, entonces 190
apelaremos a otros medios.
MARINO
Basta.
¿Tú me aconsejas apelar, Bertuccio?
¿Tú mi sobrino? ¿Tú, renuevo ilustre
—186→
del tronco de Faliero, de aquel tronco
que ha dado ya tres duques a Venecia? 195
Pero bien dices: la humildad conviene
a mi nueva situación.
BERTUCCIO
Señor, raya
vuestro dolor en un culpable exceso.
Torpe la afrenta ha sido, y torpe el fallo
que impune la dejó; mas esa furia 200
no guarda proporción con el agravio,
ni con agravio alguno. Si os ha hecho
injuria la sentencia reclamemos;
y si satisfacción se nos rehúsa,
busquémosla, señor, por nuestra mano; 205
mas con serenidad, cordura y pulso.
¡Silencio!... y a vengarnos. Soy mancebo.
Amo la casa vuestra; amo su lustre.
Miro éste en el apoyo de mi tío,
mi jefe, mi tutor; mas, aunque admito 210
en parte la razón de vuestro enojo,
el verlo me horroriza.
MARINO
¿Conque es fuerza
decirte lo que hubiera sin mis voces
entendido tu padre? ¿Sólo el golpe
material que lastima al cuerpo, sientes? 215
¿Tienes orgullo, bríos, alma, honra?
BERTUCCIO
La vez primera es ésta que osó nadie
poner mi honor en duda, y la postrera
sería, si otro fuera el que dudara.
MARINO
Tú sabes de qué suerte ese patricio 220
osó manchar la pura honra... ¡oh cielos!
de mi mujer... de lo más caro y santo.
lo más precioso en el honor del hombre.
—187→
Pero, ¿no sabes tú, no saben todos
que fue la imputación libelo infame? 225
Al honor de una esposa aun el aliento
de la sospecha y la calumnia empaña.
Y si en esa inocente crïatura,
yo no lavé la mancha de mi nombre,
fue porque hermosa y joven, a un anciano 230
recibió por esposo.
BERTUCCIO
Y ¿qué castigo
satisfaceros pudo?
MARINO
¿Cuál? ¡La muerte!
¿No era yo soberano de Venecia,
insultado en su trono, hecho el ludibrio
de los que obedecerme deberían, 235
amancillado como esposo? ¡Y vive!
BERTUCCIO
Antes que el sol se oculte en el ocaso,
dejará de vivir: yo os lo prometo.
Confiadme, señor, vuestra venganza;
y sosegaos.
MARINO
¡No, detente! Hubiera
240
bastado ayer ese recurso. Ahora
de nada sirve. No es Miguel Esteno
el que me ofende torpe. Ni lavara
una vida tan vi como la suya
ofensa tal. No temas; tendrás luego 245
una ocasión en que probar que corre
la sangre de Faliero por tus venas.
Mas no mi ofensa olvides entre tanto.
Negra en tus sueños se te muestre; negra,
cuando los ojos abras, se interponga 250
entre ellos y la luz, como la nube
de mal agüero enluta la mañana.





  —188→  


ArribaAbajo¿No es éste el suelo que mi débil planta...


(Traducción de Petrarca)93

    «¿No es éste el suelo que mi débil planta
holló primero? ¿No es aquéste el nido
en que tan dulcemente fui mullido?
¿No es aquésta la santa
tierra natal, madre benigna y pía  5
que cubre de mi padre los despojos?»
¡Por Dios! Esto la suerte
tal vez os mueva; y con piadosos ojos
mirad el duelo de la triste gente
lo que sólo de coronas  10
paz y descanso espera...

  —189→     —188→  

4. Primera redacción:


¿No es aquésta, decid, la patria mía,



9. Empezó la redacción:


mirad el secreto de la triste



10-11. Otras redacciones:


que de coronas espera


que espera de coranas solamente
paz y descanso...








ArribaAbajoFuese Lucilio enhorabuena


(Traducción de Horacio, fragmento)94

    ...Fuese Lucilio enhorabuena
festivo y elegante, y sus escritos
puliese más que el padre de este nuevo
género de poemas, que la musa
griega nunca tentó, mas él si hubiese  5
por decreto del cielo florecido
en nuestra edad, a muchos de sus versos
aplicara la lima.



  —190→  


ArribaAbajoEl incendio de la Compañía


Canto elegíaco95



I

    Santa casa de oración,
templo de la Compañía,
que a plegaria y a sermón
llamas de noche y de día
la devota población;  5

    ¿Qué esplendor, qué luz es ésta
que sobre ti se derrama?
No es luz de nocturna fiesta;
es devastadora llama;
es una pira funesta.  10

    Ni es sonido de alegría
el que por los aires corre;
ayes son esos que envía
envuelta en humo tu torre;
son gemidos de agonía96.  15

    Jamás con furor tan ciego,
prendió escondida centella;
viose breve lumbre; y luego
a grande altura descuella
una cúpula de fuego.  20
—191→

    Raudo volcán se me antoja,
que aglomera nube a nube
de humareda parda y roja,
y ya hasta los cielos sube,
y encendida lava arroja.  25

    Cual león que descuartiza
descuidada presa hambriento,
tal, encrespado se eriza,
tal ruge el fiero elemento,
que te reduce a ceniza.  30

    Aunque el pueblo te circunde
a socorrerte anhelante,
rápido el incendio cunde,
y hasta el cerro más distante
terrífica luz difunde;  35

    Y en cuanto la vista abraza,
tiñen medrosos reflejos
toda calle y toda plaza,
y aun contemplados de lejos
espanto son y amenaza.  40

    Una visión gigantea
que negras alas agita,
en lo alto revolotea;
soplando, el incendio irrita;
y sacude humosa tea.  45

    ¿Será aquel ángel, al pozo
de perdición derrocado,
a quien la miseria es gozo?
Sobre su rostro eclipsado,
vislumbra horrendo alborozo.  50

    Ya del techo, alta diadema
de fuego, lluvia desciende
ardiente, que alumbra y quema
la vasta nave, y se extiende
con voracidad extrema.  55
—192→

    ¡Virgen! si compadecida
te halló siempre el ruego humano,
detén la fiera avenida;
tiende el manto soberano
sobre tu mansión querida;  60

    Sobre tu bella morada,
donde con ardientes votos
has sido siempre invocada;
donde mil labios devotos
te llamaron abogada.  65

    Y tú, ¿puedes tolerar
que así las llamas te ultrajen,
Santo Arcángel titular97?
¿Se cebarán en tu imagen?
¿Harán pavesas tu altar?  70

    Nada aplaca su furor;
la destrucción es completa;
arde todo en derredor;
aun a su Dios no respeta
el fuego consumidor.  75


II

    Y a ti también te devora,
centinela vocinglero,
atalaya veladora,
que has contado un siglo entero
a la ciudad, hora a hora.  80

    Diste las nueve, y prendida
estabas viendo la hoguera
en que iba a expirar tu vida;
fue aquélla tu voz postrera,
y tu última despedida.  85

    Cuando sellaba tu suerte
ese fatídico acento,
¿quién imaginó perderte,
—193→
y que en las alas del viento
iba la voz de la muerte?  90

    Paréceme que decías:
«¡Adiós, patria! El cielo ordena
que no más las notas mías
desenvuelvan la cadena
de tus horas y tus días.  95

    «Mil y mil formas miré
nacer al aura del mundo,
y florecer a mi pie,
y descender al profundo
abismo de lo que fue.  100

    «Yo te vi en tu edad primera
dormida esclava, Santiago,
sin que en tu pecho latiera
un sentimiento presago
de tu suerte venidera.  105

    «Y te vi del largo sueño
despertar altiva, ardiente,
y oponer al torvo ceño
de los tiranos, la frente
de quien no conoce dueño.  110

    «Vi sobre el pendón hispano
alzarse el de tres colores;
suceder a un yermo un llano
rico de frutos y flores;
y al esclavo el ciudadano.  115

    «¡Santiago, adiós! Ya no más
el aviso diligente
de tu heraldo fiel oirás,
que los sordos pasos cuente
que hacia tu sepulcro das.  120

    «¡Adiós! Llegó mi hora aciaga,
como llegará la tuya.
No hay cosa que no deshaga
el tiempo, y no la destruya;
aún a los imperios traga».  125
—194→


III

    El ángel que guarda y vela
a nuestra patria naciente,
ya que el incendio encarcela,
mustio, la mano en la frente,
al empíreo coro vuela.  130

    Saciose en el templo santo
el fuego; cesó el bullicio;
duerme la ciudad; y en tanto
en torno al trunco edificio
reina silencioso espanto.  135

    Realza una opaca y fea
lumbre el horror y el asombro;
frío norte el humo ondea;
algún denegrido escombro
acá y allá centellea.  140

    Entre la vasta rüina,
tal vez despierta y se encumbra
llamarada repentina,
que fantástica relumbra,
y todo el templo ilumina;  145

    Mas otra vez se adormece;
y solamente la luna,
cuando entre nubes parece,
sobre el arco y la coluna
luminosa resplandece.  150

    Y con pasmado estupor,
reciben nave y capilla
este tan nuevo esplendor,
lámpara sola que brilla
ante el Arca del Señor.  155

    Y ya, si no es el graznido
de infelice ave nocturna
que busca en vano su nido,
o del aura taciturna
algún lánguido gemido,  160
—195→

    O las alertas vecinas,
o anunciadora campana
de las preces matutinas,
o la lluvia que profana
las venerables rüinas,  165

    Y bate la alta muralla,
y los sacros pavimentos,
triste campo de batalla
de encontrados elementos;
todo duerme, todo calla.  170


IV

    Cuando, a vista de un estrago,
dolorido el pecho vibra,
¿hay un sentimiento vago
que nos alienta; una fibra
que halla en el dolor halago?  175

    ¿Es un instinto divino,
que cuando rompe y cancela
la fortuna un peregrino
monumento, nos revela
más elevado destino?  180

    ¿O con no usada energía
despierta en tu seno el alma
y, bulle la fantasía,
Noche oscura, muerta Calma,
solemne Melancolía?  185

    Yo no sé, en verdad, qué sea
lo que entonces la trasporta;
absorbida en una idea,
los terrenos lazos corta,
y libremente vaguea.  190

Y no es un descolorido
bosquejo lo que elabora,
que al pensamiento embebido
el antes se vuelve ahora,
y la memoria, sentido.  195
—196→

    Las antiguas tradiciones
toman colores reales,
y quebrantan las prisiones
de las arcas sepulcrales
difuntas generaciones.  200

    ¿Qué nuevo rumor se advierte?
¿Qué insólito murmurar?
¿Qué voz turba de esta suerte
el silencio secular
de ese asilo de la muerte?  205

    En sus lechos se incorporan
las heladas osamentas;
de los nichos en que moran
bajan sombras macilentas;
negras ropas las decoran.  210

    Grima me da, cuando miro
la procesión, que la grada
monta del hondo retiro,
y en dos filas ordenada,
hace en torno un lento giro.  215

    Va a su cabeza un anciano98;
una blanca mitra deja
asomar su pelo cano.
Cantan, y el canto semeja
sordo murmullo lejano.  220

    Mueven el labio, y después
desmayados ecos gimen;
la luna pasa al través
de sus cuerpos; y no imprimen
huella en el polvo sus pies.  225

    No, no es cosa de este mundo,
ni es lustre de ojos humanos,
el de aquel mirar profundo;
sendas hachas en sus manos
dan un brillo moribundo.  230
—197→

    Y cuando atender se quiere
a lo que en el aire zumba
y en tristes cadencias muere,
se oye el cantar de la tumba,
el lúgubre Miserere.  235

    «El brazo airado detén,
muestra benigno el semblante,
¡Sumo Autor de todo bien!
para que otra vez levante
sus muros Jerusalén»99.  240


V

    Pero ya rayó la aurora,
y a su luz, cada vez más
la visón se descolora,
y al fin, como un leve gas,
por el aire se evapora.  245

    Sobre la gran cordillera,
sube el primer sol de junio,
y apresura (cual si huyera
de ver tamaño infortunio)
entre nubes su carrera.  250

    ¡Ah! lo que ayer parecía
fábrica eterna, ¿quién pudo
adivinar que hoy sería
tostados leños, desnudo
paredón, ceniza fría?  255

    Entre el pavor y el respeto
contempla el vulgo curioso
(¡horrible y mísero objeto!)
de lo que fue templo hermoso
el mutilado esqueleto.  260
—198→

    No brilla la antorcha clara;
no arde el incienso süave;
polvo inmundo afea el ara...
mas ¿por qué en lo menos grave
el pensamiento se para?  265

    El Tabernáculo Santo.
Tu rostro en la tierra humilla,
¡Jerusalén! rasga el manto;
por tu pálida mejilla
hilo a hilo corra el llanto.  270

    Prendió llama, llama insana,
el Señor; y dio al olvido
la fiesta de la semana;
y su tienda ha demolido,
y desechó su peana100.  275

    Callan, ¡ay!, eternamente
la iglesia, la torre, el coro;
calló el rezo penitente;
calló el repique sonoro;
calló el púlpito elocuente.  280

    La voz del himno ha cesado;
duelo cubre y confusión
al sagrario desolado;
y la hija de Sïon
es un cadáver tiznado.  285



  —199→  


ArribaAbajoEl diez y ocho de Setiembre101



I

Diez y ocho de Setiembre, hermosa fiesta
       de Chile, alegre día,
que nos viste lanzar el grave yugo
       de antigua tiranía;

Cánticos te celebren de victoria,  5
       que blanda el aura lleve
desde la verde playa hasta las cumbres
       coronadas de nieve.

Desde el desierto en que animal ni planta
       viven, y sólo suena  10
la voz del viento, que silbando empuja
       vastas olas de arena,

Hasta donde la espuma austral tachonan
       islas mil, de la dura
humana ley exentas, paraísos  15
       de virginal verdura,

El Diez y ocho se cante de Setiembre;
       y en la choza pajiza,
en el taller, en la estucada sala
       que la seda tapiza;  20

A su loor alborozados himnos
       canora fama siembre,
—200→
y bulliciosos ecos le respondan:
       Diez y ocho de Setiembre.


II

Cual águila caudal, no bien la pluma  25
       juvenil ha vestido,
sufre impaciente la prisión estrecha
       de su materno nido,

Y dócil al instinto vagoroso
       que a elevarse atrevida  30
sobre la tierra, y a explorar los reinos
       etéreos la convida,

Las inexpertas alas mueve inquieta,
       y enderezada al cielo
la vista, al fin se lanza, y ya por golfos  35
       de luz remonta el vuelo;

Así el pecho sentiste, patria mía,
       latir con denodados
bríos de libertad, y te arrojaste
       a más brillantes hados;  40

Así el día inmortal, de que hoy tus hijos
       bendicen la memoria,
intrépida te vio, sublime, altiva,
       campos buscar de gloria.


III

«No más, dijiste, un generoso pueblo  45
       dormite en ocio muelle;
ser libre jure; y con su sangre el voto,
       si es necesario, selle,

«Bramarán los tiranos; guerra y luto
       decretarán traeros,  50
y convertir en servidumbre eterna
       los recobrados fueros.
—201→

«Pero ¿cuándo en las lides la victoria
       no ha coronado al fuerte,
que a la ignominia de servil cadena  55
       antepuso la muerte?

«Que si al tirano alguna vez sonríe
       la fortuna indecisa,
múdase presto en afrentoso escarnio
       la halagüeña sonrisa;  60

«Y semejante al pueblo poderoso
       que sojuzgó la tierra,
perdió la libertad muchas batallas,
       pero ninguna guerra».

Dijiste, y el sagrado juramento  65
       en simultáneo grito
sonó, y en los chilenos corazones
       fue para siempre escrito.


IV

¡Día feliz! Cuando asomó la aurora
       sobre la agigantada  70
cabeza de los Andes, y la diuca102
       te cantó la alborada;

Dime, ¿qué nuevas hojas en el libro
       que de pueblos y gentes
contiene en caracteres inefables,  75
       destinos diferentes;

¿Qué nuevas hojas desvolvió la mano
       eterna? ¿Qué guardadas
eras del porvenir chileno, abrieron
       sus páginas doradas?  80

¿Qué nobles hechos de alentado arrojo,
       o de valor sereno,
—202→
de patrio amor y de virtud constante,
       llevabas en tu seno?

Los innatos derechos proclamados,  85
       del hombre; la española
corona hollada, y concedido el cetro
       a la ley santa sola;

De dos pueblos nacientes, ya en el brío
       y en la esperanza grandes,  90
al choque impetüoso quebrantada
       la valla de los Andes;

Los campales trofeos, que decoran
       allá el monte, acá el llano,
y los que, hendido de chilenas quillas,  95
       vio absorto el océano,

Y los que, cuando nada en Chile resta
       que no ceda y sucumba,
dos veces vindicaron de los Incas
       la profanada tumba;  100

Tales ejemplos de valor tu seno
       fecundo contenía,
¡Diez y ocho de Setiembre, memorable
       y bienhadado día!

Como la colosal futura palma  105
       tierno germen oculta,
que será de los campos ornamento
       cuando descuelle adulta,

Y contrastar sabrá de procelosos
       huracanes la guerra,  110
y dará fruto sazonado, y sombra
       tutelar a la tierra.


V

Crece así tú, ¡querida patria! crece,
       y tu cabeza altiva
levanta, ornada de laurel guerrero,  115
       y fructüosa oliva.
—203→

Y florezca a tu sombra la fe santa
       de tus padres; y eterna
la libertad prospere; y se afïance
       la dulce paz fraterna;  120

Y en tu salud y bienestar y gloria,
       con la mente y la mano,
trabajen a porfía el rico, el pobre,
       el joven, el anciano;

El que con el arado te alimenta,  125
       o tus leyes explana,
o en el sendero de las ciencias guía
       tu juventud lozana,

O con las armas en la lid sangrienta
       defiende tus hogares,  130
o al infinito Ser devoto incienso
       ofrece en tus altares.


VI

Pero del rumbo en que te engolfas mira
       los aleves bajíos,
que infaman los despojos miserables  135
       ¡ay! de tantos navíos.

Aquella que de lejos verde orilla
       a la vista parece,
es edificio aéreo de celajes,
       que un soplo desvanece.  140

Oye el bramido de alterados vientos
       y de la mar, que un blanco
monte levanta de rizada espuma
       sobre el oculto banco;

Y de las naves, las amigas naves,  145
       que soltaron a una
contigo al viento las flamantes velas,
       contempla la fortuna.

¿Las ves, arrebatadas de las olas,
       al caso extremo y triste  150
—204→
apercibirse ya?... Tú misma, cerca
       de zozobrar te viste.


VII

A tus consejos, a tu pueblo, sabia
       moderación presida;
y a la insidiosa furia, cuyo aliento  155
      emponzoña la vida,

Que de la libertad bajo el augusto
       velo esconde su fea
lívida forma, y el puñal sangriento,
       y la prendida tea,  160

No confundas, incauta, con la virgen
       hermosa, pudibunda,
a quien el iris viste, a quien la frente
       fúlgida luz circunda;

Nodriza del ingenio y de las artes,  165
       de la justicia hermana,
que fecunda y alegra y ennoblece
       la sociedad humana.

Así florecerás, patria querida:
       tus timbres venideros  170
así responderán a los ensayos
       de tu virtud primeros.

Y, del héroe a quien dio del Santa undoso
       la enrojecida orilla
eterno lauro, el héroe que hoy ensalzas  175
       a la suprema silla,

Pasando el grave cargo, en glorïosa
       serie, de mano en mano,
madre serás de gentes, que tu suelo,
       antes fecundo en vano,  180

Densas habitarán, libres, felices;
       y con más alegría
cantarán cada nuevo aniversario
       de este solemne día.