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Relaciones culturales entre Italia y España

III Encuentro entre las universidades de Macerata y Alicante (marzo, 1994)

Enrique Giménez -Juan A. Ríos -Enrique Rubio (eds.)



DEPARTAMENTO DE FILOLOGÍA ESPAÑOLA DEPARTAMENTO DE HISTORIA MEDIEVAL Y MODERNA UNIVERSIDAD DE ALICANTE



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Nota Introductoria

     El convenio de colaboración científica y académica entre las universidades de Macerata y Alicante ha permitido la realización de un fructífero intercambio de experiencias docentes y de investigación. Dentro de esta labor conjunta ha destacado la celebración de tres seminarios dedicados a distintos aspectos de las relaciones entre Italia y España. Presentamos aquí las actas del tercero, que tuvo lugar en la Universidad de Alicante en marzo de 1994.

     El objetivo de los departamentos implicados en este convenio es continuar celebrando estos seminarios y ampliar su temática dentro del marco de las relaciones entre ambos países. Asimismo, deseamos incorporar en la medida de lo posible investigadores de otras universidades para constituir un grupo que estudie unas relaciones interesantes y fructíferas tanto en el pasado como en el presente.

     Con este objetivo y gracias al apoyo de nuestras autoridades académicas está prevista la celebración del cuarto seminario en mayo de 1995. Esperamos ampliar así una investigación cuyos frutos se pueden resumir en los sumarios de las anteriores actas y en el del presente volumen.

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Una polémica sobre identidad cultural entre Madrid, Roma y Buenos Aires

Carmen ALEMANY BAY

Universidad de Alicante

     En 1927 dos revistas de vanguardia y de clara influencia ultraísta, a un lado y otro del Atlántico, se enzarzan en una polémica sobre identidad, retrotrayendo el debate al de independencia cultural frente a la metrópoli, debate por otra parte muy repetido en el siglo XIX y parte del XX. Me estoy refiriendo a La Gaceta literaria española con el editorial �Madrid, meridiano intelectual de Hispanoamérica� (15 de abril de 1927) y, a la bonaerense, Martín Fierro con la respuesta de algunos escritores el 10 de julio del 27. Sin embargo, la polémica no se detuvo entre estas dos revistas, sino que rompió muchas barreras geográficas en América y también en Europa. A esta reacción de los martinfierristas se apuntaron, inmediatamente, otras revistas de Buenos Aires como Crítica y El Hogar; las montevideanas, La Pluma y Cruz del Sur y las cubanas Revista de Avance y Orto, y en el ámbito europeo, la italiana La Fiera Letteraria. Revistas todas ellas, en mayor o menor medida y con diferentes matices, introductoras de las vanguardias en sus respectivos países.

     La primera pregunta que podríamos hacernos al analizar la primera fase de esta polémica es cómo la vanguardia cosmopolita bonaerense y la madrileña plantean un debate sobre identidad. Es bien sabido que desde el ámbito americano la identidad estética se ha fundido con frecuencia, como creo que es el caso del Martín Fierro, con las identidades nacionales. Sin embargo, en la definición de las vanguardias esta determinación nacional no parece lo más frecuente.

     El estudio de la polémica entre el Martín Fierro y La Gaceta ha tenido tres últimas aportaciones entre nosotros como son la de Leonor Fléming Figueroa en su artículo �El meridiano cultural: Un meridiano polémico�(1); la de José Carlos [14] González Boixo con �El meridiano intelectual de Hispanoamérica: polémica suscitada en 1927 por La Gaceta Literaria�(2) y la de José Carlos Rovira en su libro Identidad cultural y literatura(3). En el primer caso, Leonor Fléming sigue centrándose en el paternalismo que la crítica española siempre ha tenido con la literatura hispanoamericana y �el contradictorio sentimiento de superioridad e inseguridad del tutor que no se resigna a la independencia de su pupilo�(4). En el segundo caso, González Boixo hace un recorrido por la historia de la polémica y plantea algunas cuestiones de ésta, como la terminología utilizada en el artículo de La Gaceta, el tema de la hegemonía y el porvenir de la lengua castellana tal y como se plantea en la polémica. Rovira reproduce el texto de La Gaceta y la respuesta del Martín Fierro, centrando esta polémica de identidad en una provocación del periódico dirigido por Giménez Caballero y la respuesta de la revista bonaerense �que desde su creación en 1924 pugnaba -según Rovira- por la reivindicación del carácter nacional de la literatura argentina, superando además su marco regional con una fusión a elementos de la vanguardia europea�(5). En cualquiera de los casos, se plantea la polémica dentro de la identidad cultural.

     Partiendo de estos datos previos, en mi intervención aportaré artículos de revistas de otros países hispanoamericanos y uno perteneciente a la Fiera Letteraria que se hicieron, todos ellos, eco de la polémica. Al mismo tiempo, plantearé un matiz que provocaría un cambio de enfoque en el estudio de la citada polémica. El matiz procede de que este debate, como es habitual, se ha enfocado desde el ámbito americano, pero, y este es nuestro principal argumento �cuál es el contexto español que provoca la polémica?

     Por los estudios que contamos hoy en día sobre La Gaceta Literaria como los de Lucy Tandi(6) o los de Miguel Ángel Herrero(7) podemos saber que en ningún momento atribuyen a La Gaceta el problema de identidad en esta polémica; simplemente, Herrero aduce el papel desarrollado por ésta en los temas americanos(8), a pesar del contenido del editorial polémico.

     A mi juicio, el no entendimiento del contenido de ésta viene dado por las numerosas confusiones que rodearon al artículo en cuestión, �Madrid, meridiano intelectual de Hispanoamérica�, ya que en algunos estudios aportados a la polémica se seguía atribuyendo a Giménez Caballero, director de La Gaceta, el citado editorial. Un claro ejemplo es el de la revista de Milán, La Fiera Letteraria, [15] que en su contribución a esta polémica en un artículo titulado �Buenos Aires contra Madrid� del 18 de septiembre de 1927, firmado por A. R. Ferrarin, responsabiliza del editorial �Madrid, meridiano cultural de Hispanoamérica� a Giménez Caballero, y así aparece repetido en numerosas ocasiones en el texto: �La nota editoriale di E. Giménez Caballero è, almeno in apparenza d'una logica stringente�, o más adelante cuando Ferrarin pregunta al propio Giménez Caballero en los siguientes términos: �Ma è propio sicuro l'illustre direttore della Gaceta Literaria che i legami più saldi siano quelli della lingua?� y lo repite nuevamente al final de artículo.

     No es extraño pensar que Giménez Caballero, conocido por sus posiciones nacionalistas que se intensificaron a partir de 1929, y quien aún en 1965 en su libro Genio Hispánico y Mestizaje explica el hispanismo de los pueblos americanos, separados ya de la metrópoli, como una evolución desde el matriarcado a la estimación del padre progenitor, fuese el autor de tal panfleto, porque, como ha dicho José Carlos Mainer:

                Su figura representa la aproximación al fascismo desde la vanguardia artística, en un proceso de interacción tan significativo como el que unió en su día el futurismo y la ideología mussoliniana, o el surrealismo francés y el comunismo.(9)           

     Sin embargo, en el momento de la publicación de �Madrid, meridiano intelectual de Hispanoamérica�, Giménez Caballero es defensor de una vanguardia sin tintes políticos(10).

     Esta primera confusión se resuelve fácilmente ya que el propio Guillermo de Torre en 1968 declaró explícitamente ser el autor de �Madrid, meridiano intelectual de Hispanoamérica�, y así también lo recuerda Giménez Caballero en Memorias de un dictador(11).

     Estando clara ya la paternidad del artículo, la siguiente resolución en esta encrucijada es: �por qué Guillermo de Torre, que se declaraba desposeído de �todo carcelario espíritu nacionalista�, publica un editorial sin nombre, creando así confusión, sobre �la necesidad urgente de proponer y exaltar a Madrid, como el meridiano intelectual de Hispanoamérica�? �no habrá un trasfondo diferente en estas declaraciones a priori analizadas como nacionalistas? [16]

     Estas cuestiones planteadas nos inducen a examinar, antes de entrar en los textos de la polémica, una serie de datos que nos clarifiquen el porqué de este artículo.

     En el Madrid de 1918, año en el que Huidobro pasa por esta ciudad, empiezan los primeros escarceos de un grupo de adolescentes con inquietudes literarias que se reunían en el café Colonial en torno a Rafael Cansinos-Asséns, y son quienes en el otoño de este mismo año publican en la prensa de Madrid el primer manifiesto ultraísta. Pero será en 1920 cuando Guillermo de Torre edita el �Manifiesto Vertical� en la revista Grecia del 1 de Noviembre, verdadero credo de todos los ultraístas, donde llama al movimiento: �Dehiscencia del verticilio heptacromista� o bien, y este término es importante, �Meridio penisolar� (neologismo que como salta a la vista tiene relación con el título del editorial que comento). A partir de estos momentos, Guillermo de Torre se convierte en el teórico y, posteriormente, historiador del movimiento. Es en el paréntesis de estos dos años cuando empiezan las discusiones entre Huidobro y Guillermo de Torre sobre la dependencia del Ultraísmo sobre el Creacionismo. Guillermo de Torre en el estudio preliminar y prólogo a las poesías de Apollinaire y en Literaturas europeas de vanguardia habla del papel fundamental desempeñado por el poeta chileno en el nacimiento de Ultra, pero afirma que el Creacionismo no agota las direcciones del Ultraísmo, refutando así las declaraciones de Huidobro quien consideraba al Ultraísmo una degeneración de su escuela (L'Esprit Nouveau, 1). Dice Guillermo de Torre:

                Y la entronización de la lírica de Huidobro... acabó de evidenciarnos, en efecto, la agonía del cielo precedente y la necesidad de rebasar sus límites, mas no la de detenernos o limitarnos al espacio de Poemas árticos(12). [17]           

     Entre el grupo de escritores ultraístas se encontraba el joven Jorge Luis Borges, quien participa activamente en el Ultraísmo español y a su regreso a Buenos Aires en 1921 funda el movimiento ultraísta en la ciudad Argentina(13) a través de un artículo publicado en la revista bonaerense Nosotros (XXXIX, 151, Buenos Aires, dic. 1921), dotando al movimiento de un programa prácticamente inexistente en España�(14). En 1923 publica Fervor en Buenos Aires donde incluye sus primeros intentos ultraístas, aunque como afirma Gloria Videla: �Está ya muy lejos -aunque se proclama ultraísta y utiliza con frecuencia los recursos del movimiento- de los típicos poemas de Ultra�(15). A pesar de los cambios habidos en la obra de Borges, lo cierto es que el Ultraísmo, gracias a las colaboraciones continuas del escritor en revistas bonaerenses de vanguardia, se hace presente en Prisma, Nosotros, Martín Fierro, Inicial, Proa, Síntesis, etc., donde se publican poemas, manifiestos y ensayos sobre este �ismo�, de ahí la �simultaneidad y relación entre el ultraísmo español y el argentino�(16), según opina Gloria Videla.

     Pasada en España la efervescencia del Ultraísmo, que se consideraba obsoleto ya en 1923, y de las vanguardias en general, y conseguido el intento de Guillermo de Torre, como se advierte en su manifiesto, de: �sincronizar la literatura española con las demás europeas, corrigiendo así el atraso padecido desde años atrás�, llega el momento de la creación de la nueva obra literaria, de una nueva estética, de �un arte nuevo�, tal y como propuso Guillermo de Torre. Los jóvenes escritores del 27 comienzan a sistematizar todos los logros que le ha dado la vanguardia y entre estos el del Ultraísmo. Como ha afirmado Cano Ballesta: �Si bien ocurren ligeros desplazamientos, es cierto que la lírica de la generación del 27 se hace eco de los ideales estéticos fijados por el Ultraísmo�(17). Evidentemente, todos los partícipes del Ultraísmo se sentirían orgullosos de tan alto logro, sobre todo su teorizador, Guillermo de Torre.

     Sin embargo, en América Latina y particularmente en Buenos Aires, después del paso más o menos profundo de la vanguardia y en especial del Ultraísmo llevado a aquellas tierras por Borges, quien afirmaba ser �abanderizador del ultraísmo�(18), se produce un desplazamiento; pero no recogiendo los frutos del Ultraísmo nacido en España, como hicieron en parte los poetas del 27, sino hacia los modelos vanguardistas franceses. La presencia del Surrealismo en Buenos Aires se hizo evidente a partir de 1926 con el grupo protagonizado por [18] Aldo Pellegrini, quien en 1928 y 1930 publicó los dos únicos números de la revista Que; y a partir de estos momentos se hizo patente en diversas manifestaciones.

     Sin duda, Guillermo de Torre se sentiría ofendido por la labor ejercida y por los nuevos rumbos que había tomado la literatura al otro lado del Atlántico, en especial, en Buenos Aires, donde Guillermo de Torre participó activamente en revistas de aquella ciudad como Prisma, firmando la �Proclama� colectivamente Guillermo de Torre, Guillermo Juan, González Lanuza y el propio Borges. Es más, en la reaparición de la revista Proa en agosto de 1924 existe un claro desligamiento del Ultraísmo español. Reveladoras son las palabras de Eduardo Romano a este respecto:

            El fervor ultraísta parece haber mermado y aspiran entonces a un vanguardismo menos escolar, más integrador. Incluso varios artículos de esta segunda Proa saldan cuentas con el ultraísmo español, tarea de la que también parece hacerse cargo el diligente Borges en sus artículos �Acotaciones� (núm. 1) a Prismas, de González Lanuza, �Después de las imágenes� (núm. 5), en que evoca el momento de su retorno a Buenos Aires, y �Márgenes del Ultraísmo. Esquema para una liquidación de valores� (núm. 10). Sucede que él, como anticipé, ha virado hacia una nueva posición estética, muy impresionado por las posibilidades de arraigar la renovación poética vanguardista tal como empezara a hacerlo Fernán Silva Valdés en su libro Agua del tiempo (1922). Sus colaboraciones en esta Proa van configurando lentamente tal intento (...) Sin énfasis doctrinario, Borges va deslizando en ellas su ideal criollista, que definiría como una poética antiquejumbrosa donde la amistad, el querer y el estoicismo ante el sufrimiento sean vertidos en un discurso literario de tono íntimo y ondulación conversacional(19).           

     Como ha afirmado Teodosio Fernández: �El balance del Ultraísmo argentino es muy superior al de su efímero homónimo español�(20).

     Un nuevo ambiente literario se está produciendo en Buenos Aires, incluso existen respuestas desaforadas en contra del papel que ha ejercido España en estos últimos años y la distinción entre el Ultraísmo español y el de Buenos Aires, como se trasluce en las palabras del propio Borges:

                Hay que trazar una distinción fina y honda entre los propósitos íntimos que motivaron el ultraísmo en España y los que aquí lo hicieron frutecer en claras espigas, dispersadas las unas y agavilladas en ulteriores libros las otras. El ultraísmo de Sevilla y Madrid fue una voluntad de renuevo, fue la voluntad de ceñir el tiempo del arte con un ciclo novel, fue una lírica escrita como con grandes letras coloradas en las hojas del calendario y cuyos más claros emblemas [19] -el avión, las antenas, y la hélice- son decidores de una actualidad cronológica. El ultraísmo en Buenos Aires fue el anhelo de recabar un arte absoluto que no dependiese del prestigio infiel de las voces y que durase en la perennidad del idioma con una incertidumbre de hermosura...(21)           

     Transparente a estos efectos es el manifiesto que publica la revista Martín Fierro.

     Si está claro que las manifestaciones del vanguardismo hispanoamericano expresan cosmopolitismo, como afirma Gloria Videla(22), también nos encontramos con un espíritu iconoclasta y experimentador que se adapta a las características de cada país hispanoamericano.

     Teniendo en cuenta los precedentes apuntados, estarnos en condiciones de declarar que en el trasfondo de esta polémica, en un primer estadio, más que un problema de nacionalismo por parte del editorial �Madrid, meridiano cultural de Hispanoamérica�, está en juego la paternidad de la vanguardia. Guillermo de Torre en su artículo intenta que desde el otro lado del Atlántico tengan en cuenta la vía por la que ha entrado el vanguardismo en Hispanoamérica. Él ha sido, desde su punto de vista, el verdadero pilar hegemónico y constitutivo de la modernización de las letras en aquel continente y así lo clarifican las palabras con que cierra el polémico editorial: �Si nuestra idea prevalece, si al terminar con el dañino latinismo, hacemos a Madrid meridiano de Hispanoamérica y atraemos hacia España intereses legítimos que nos corresponden, hoy desviados, habremos dado un paso definitivo para hacer real y positivo el leal acercamiento de Hispanoamérica, de sus hombres y de sus libros�. Guillermo de Torre intenta, como ya hemos apuntado sucintamente más arriba, que los jóvenes escritores hispanoamericanos, y en concreto los bonaerenses con quienes está en continuo contacto, aprendan de la enseñanza que él ha dado a la nueva generación española: gracias al movimiento Ultraísta, los españoles se han desprendido del tradicional quehacer literario para, después de la etapa vanguardista, crear una nueva literatura. Sin embargo, en palabras de Teodosio Fernández, �El Ultraísmo argentino adoptó pronto una actitud nacionalista y (se) encontró en su propia tradición, en la riqueza metafórica de la poesía gauchesca del siglo XIX o en el Lunario sentimental de Lugones�(23). Estas continuas desviaciones del Ultraísmo creado por Guillermo de Torre no serían de su agrado.

     Reafirmando estos hechos, en La Gaceta del 15-11-1927, se publicó una nota con el título �En la Argentina. Una conferencia de Guillermo de Torre�, en [20] la que se anunciaba que el secretario de la citada revista dio una conferencia a finales del mes de octubre titulada: �Problemas estéticos de la nueva generación literaria española�, en la que se reproducían las siguientes palabras:

                Dijo el Dr. De Torre que �en España la nueva generación -y entiendo por tal la que actúa a partir de 1920, revelada con el altruismo y hechos posteriores- ha salvado ya victoriosamente su primera etapa de lucha y polémica; aquí, en Argentina, he podido comprobar que su coetánea y equivalente permanece aún detenida en esa fase de encrespamiento inicial (...) la nueva promoción atraviesa por estas latitudes, un período elemental de lucha acre entre dos conceptos: lo nuevo y lo viejo. Hay todavía en la atmósfera un fragor polémico, y esos gruesos conceptos elementales -lo nuevo y lo viejo- revuelan en el aire como bélicos proyectiles�.           

Análisis de algunas respuestas al controvertido editorial.

     La respuesta al editorial no se deja esperar, y son los jóvenes de la revista Martín Fierro los que arremeten contra las propuestas del artículo de Guillermo de Torre. La contestación de los bonaerenses no es más que un pataleo inconsciente; los martinfierristas han sido heridos en su talón de Aquiles: se ha arremetido contra uno de los puntos prioritarios que apareció en el manifiesto de la revista bonaerense, en su número 4: �MARTÍN FIERRO cree en la importancia del aporte intelectual de América, previo tijeratazo a todo cordón umbilical�. Las respuestas al editorial de La Gaceta por parte de Jorge Luis Borges, Santiago Ganduglia, R. Scalabrini Ortiz, Ortelli y Gasset (nombre que manifiesta una burla evidente y que se intensifica por el contenido de la respuesta en términos de jerga arrabalera), Lisardo Liza etc., demuestran no una reivindicación de lo que ellos propusieron en el manifiesto de la revista, sino una negación de aquello que se ha escrito en los últimos años en España, como dice Borges: �una ciudad sin otra elaboración intelectual que las greguerías�.

     En estas respuestas, los propios martinfierristas proponen otros meridianos europeos como París o Roma que ya habían sido citados por Guillermo de Torre en su artículo como centros culturales que restaban importancia al de Madrid: �No podemos ya contemplar -decía Guillermo de Torre- indiferentemente esa constante captación latinista de las juventudes hispanoparlantes, ese cuantioso desfile de estudiantes, escritores y artistas hacia Francia e Italia, eligiendo tales países como centro de sus actividades, sin dignarse apenas a tocar en un puerto español, o considerando, todo lo más nuestro país como campo de turismo pintoresco. De ahí la necesidad urgente de proponer y exaltar a Madrid, como meridiano intelectual de Hispanoamérica�. En la respuesta de los martinfierristas, el propio Jorge Luis Borges especifica que los argentinos sienten una verdadera simpatía hacia Italia: �Ni en Montevideo ni en Buenos Aires -que yo sepa- hay simpatía hispánica. La hay, en cambio, italianizante: no hay banquetón sin su sentada ítala de ravioles; no hay compadrito, por más López que sea, que no italianice más que Boscán�. [21]

     Sin duda, el campo estaba abonado para una fructífera polémica. La Gaceta Literaria contesta también con agresividad el 1 de septiembre del 27 con el siguiente título: �Un debate apasionado. Campeonato para un meridiano intelectual� en el que participan los prosistas del 27 y algún poeta: E. Giménez Caballero, R. Gómez de la Serna, Benjamín Jarnés, Gerardo Diego, Ángel Sánchez Rivero, Melchor Fernández Almagro, Antonio Espina, Enrique Lafuente, Gabriel García Maroto, César M. Arconada, Francisco Ayala, Esteban Salazar y Chapela y José María de Sucre, tratando de disparate la contestación de los martinfierristas. Es curioso y llama la atención que en esta respuesta de los gacetistas no contestara el creador de la polémica: Guillermo de Torre. Por los contenidos de las respuestas no es difícil llegar a la conclusión de que todos los que replican se han sentido agredidos en su propia estima intelectual, ya que estos vanguardistas españoles pensaban que podrían ofrecer su arte no sólo a América, sino a todos los principales centros culturales de Europa, y que precisamente a través de ellos las nuevas generaciones literarias de Hispanoamérica, ahora sí desde una perspectiva nacionalista, pudiesen entrar en contacto con la cultura europea, ya que ellos se creen la síntesis de todo lo que se ha producido, literariamente hablando, en la Europa de los últimos años.

     Indicadoras de tales intenciones son las palabras de Francisco Ayala en el artículo �En torno al �meridiano�. El minutero de Italia� del 1 de octubre del 27: �Esto, lejos de contrarrestar nuestra posición meridiana, la confirma. España no ha pretendido nunca cerrarse al mundo. Ha pretendido -y lo realiza- recoger las corrientes de aire nuevo de toda Europa y -con las suyas propias- dirigirlas sobre América�.

     En realidad, no existe el problema de nacionalismo en los orígenes de esta polémica, aunque después, a raíz de la contestación de los martinfierristas, se traslada ésta a una lucha de superioridad de un grupo de jóvenes españoles que han abanderado la vanguardia y que piensan que Hispanoamérica debe aprender de ellos los avances literarios para ponerse al día en el campo de la literatura, tienen que pasar por el �meridiano de Madrid�, y así lo ratifica Francisco Ayala en el artículo citado más arriba: �En cuanto a nosotros, lo que hemos defendido es -tan solo- la misión crucial de Madrid. Su misión de despacho internacional del mundo iberoamericano�. Es más, ese nacionalismo cultural a ultranza que a raíz del editorial de Guillermo de Torre adoptan los seguidores de la polémica, entre ellos, La Fiera Letteraria, llega a extremos insospechados.

     En La Gaceta del 15 de septiembre, en primera página aparece un artículo titulado �La verbena del meridiano�, donde se pone énfasis en la palabra causante de todo el litigio: meridiano, y se insiste en la idea de que el tema de las relaciones españolas y �Suramérica -nadie puede negarlo- se ha(n) remozado� y que la respuesta dada por el Martín Fierro es una muestra de la prueba de reconocimiento de la importancia de Madrid(24). Al lado de este editorial aparece [22] �intencionalmente? un artículo de Américo Castro titulado �El poema de la Argentina�, en el que se habla de una nueva edición de la obra Martín Fierro y circunscribe la génesis del gran poema épico argentino a la tradición literaria española(25).

     A estas alturas de la polémica, y el no entendimiento del editorial de Guillermo de Torre, entra en baza la revista La Fiera Letteraria. Revista semanal de ciencias y de artes, fundada en Milán en 1925 por Humberto Fracchia que se caracterizó por un eclecticismo entendido como el encuentro e intercambio entre las diferentes tendencias y críticas que aparecieron en estos años. Entre las diversas tendencias estaba el �vanguardismo�, por ello no es extraño pensar que esta revista italiana entrase en la polémica, pero también porque La Fiera Letteraria heredó de otra revista anterior, La Ronda, cierto espíritu nacionalista tal vez próximo al fascismo, lo que le hacía más propicia a manifestarse en esta polémica: �Naturalmente, l'eredità �neoclasica� della Ronda, seppur accompagnata all'inevitabile acquiescenza a certa retorica �nazionale�, non impedì che la Fiera, ricalcando anche il tono di parte della pubblicistica letteraria straniera, si aprisse alle istanze e allo spirito della civiltà letteraria europea�(26).

     El 18 de septiembre de 1927, en el número 38 de La Fiera Letteraria, A. R. Ferrarín contesta al editorial �Madrid, meridiano intelectual de Hispanoamérica�, aunque como ya hemos señalado en páginas anteriores, confunde al autor. El principal argumento de Ferrarín es que lo definitorio de la identidad no es el idioma, sino la raza; por tanto, para el autor de este artículo, �Madrid contro Buenos Aires�, es lógico que los primeros en contestar a La Gaceta Literaria fueran los argentinos del Martín Fierro, porque los argentinos se consideraban menos españoles y más italianos por cuestión de raza. Así lo argumenta Ferrarín:

                Uno che si chiami Bianchi, Mariani, Giusti, Scalabrini o Storni e che abbia il preciso senso della sua non lontana origini italiana, scriverà, per forza di cose, spagnolo, ma si ribellerà energicamente all'idea di dover qualcosa alla Spagna: sarà un ottimo argentino, ma non avrà e non potrà mai aver nessuna specifica simpatia per la Spagna. [23]           

     Aunque a lo largo del artículo Ferrarin justifica siempre la respuesta de los martinfierristas y critica la posición española de querer anexionarse el saber cultural de América, al final del artículo emerge el espíritu nacionalista del autor que concluye con los siguientes términos:

                Buenos Aires aspira ad una assoluta independenza culturale dall'Europa ed è possibilissimo che un giorno arrivi anche a questo: ma finchè essa dovrà guardare all'Europa, abbiamo la certezza che essa dovrà guardare a Roma piuttosto che a Madrid.           

     Un nuevo meridiano cultural mencionado por algunos martinfierristas aparece en esta polémica. Es más, si Ferrarin critica a los gacetistas por querer anexionarse un derecho que no les corresponde: el de Madrid, meridiano cultural; el autor del artículo de La Fiera Letteraria cae en el mismo equívoco que los gacetistas: intentar anexionarse algo que no les corresponde.

     Nuevamente, la polémica va seguir engrosando las páginas de La Gaceta Literaria. Francisco Ayala, el 1 de octubre de 1927, menos de 15 días después de que La Fiera Letteraria interviniese en la polémica, contesta con un artículo titulado: �En torno al meridiano. El minutero de Italia�, que ya hemos citado por diferentes motivos en anteriores páginas. La respuesta de Ayala es exaltada e intenta ridiculizar al autor del artículo �Buenos Aires contro Madrid�. Dice Ayala:

                Ahora La Fiera Letteraria-en un artículo de fondo, que firma el Sr. A. R. Ferrarin- arrima el ascua a su sardina... Claro está que sus pretensiones son reducidas. Aunque no tanto como los títulos en que se apoyan. Al Sr. Ferrarin le parece que si la República Argentina ha protestado fue por tratarse del país que menos siente la dependencia espiritual de España. Nosotros creemos -por el contrario- que la protesta tiene su origen en varios resentimientos. Entre ellos, el producido por la situación idiomática -peculiar de la gran república sudamericana-, que con tanta claridad ha expuesto días atrás el profesor Américo Castro.           

     Francisco Ayala contraargumenta la posición de Ferrarin que postulaba la prioridad de la raza frente al idioma mediante posiciones incluso racistas:

                Todos sabemos que el emigrante es -por lo común- el peor dotado. El que sólo cuenta con su trabajo corporal: así lo imponen los hechos. Su preparación intelectiva es nula. Hasta el extremo de desconocer su propio idioma -acogido a formas dialectales o, sencillamente, bárbaras. Esta es una fácil comprobación. El inmigrante no puede aportar nada a la cultura del país. Menos de nada sus descendientes. Sus hijos llegan a la americanización completa: más profunda que el lenguaje -dice Enrico Corradini, que ha estudiado el asunto-. Es una transformación psicológica, fisiológica. (�Discorsi Politici�).           

      Su conclusión es que Italia no tiene ninguna influencia en la cultura argentina y que lo que han pretendido los gacetistas es, simplemente, destacar la misión crucial de Madrid. Su misión de despacho internacional del mundo iberoamericano�. [24]

     Casi un año después, en el número 34 de La Gaceta Literaria fechado el 15 de mayo de 1928 se publica un artículo titulado: �No quiere pasar por Roma el meridiano�, donde se recogen las opiniones emitidas por algunos escritores argentinos sobre la inconveniencia de que el meridiano pase por Roma como pretendía el crítico italiano A. R. Ferrarin en La Fiera Letteraria. Estas respuestas han sido tomadas, tal y como nos dice el autor del artículo, de una encuesta realizada por la revista bonaerense Nosotros ante la posibilidad lanzada por Ferrarin de que el meridiano pasase por Roma. Como dice el mismo autor del artículo: �Las opiniones emitidas por los preguntados no pueden ser más concordes. De España, nada, pero de Italia... ni hablar�. Escritores como Leopoldo Lugones, Ricardo Rojas, Alfredo A. Bianchi, Alfonsina Storni, etc. rechazan que tenga algo que ver el que los antepasados de un individuo sean de un país determinado para sentirse culturalmente ligado a él. Es más, este breve artículo tiene una última parte que conviene analizar. El autor del citado artículo, que no aparece especificado, cuenta que en esas fechas ha pasado por Madrid uno de los fundadores de las revistas Inicial y Proa, Pedro Emilio Soto, quien pidió a Giménez Caballero un artículo sobre el �rneridiano�. Es curioso que el escritor argentino le pida a Giménez Caballero un resumen de esta polémica, o sea, a aquel que supuestamente es el autor y que en realidad ha sido uno más de aquéllos que respondieron a los rnartinfierristas. Es decir, con este hecho, estamos ante un nuevo argumento de la no comprensión de esta polémica por todos aquellos que respondieron en artículos posteriores al �Madrid, meridiano cultural de Hispanoamérica�, y aquí englobamos a latinoamericanos, españoles e italianos. Pero aún más confusa puede resultar la contestación que dio Giménez Caballero y que se incluye dentro de este artículo, �No quiere Roma pasar por el meridiano�:

                Lanzamos aquella palabra como un cebo de sardinas. La redada nos hizo ricos. Cayeron todos. Y otros pescados más gruesos. Que renunciamos a vender -y a comer siquiera- por no darnos importancia. El Meridiano ha sido la malla que ha logrado a todos los ánimos -trasatlánticos y aquendeatlánticos- reunirnos seriamente, desde hace ya muchos años que no nos reuníamos. Nos hemos dado de coletazos. Pero peor eran los compartimientos aislados, las ausencias abismales.           

     Y concluye diciendo, �(�Qué tontos los que han creído tontos a los pescadores!)�.

     La polémica, como ya hemos apuntado más arriba, no sólo se limitó a la respuesta del Martín Fierro o de La Fiera Letteraria y a las sucesivas intervenciones de La Gaceta Literaria, sino que en agosto de 1927 la revista montevideana La Pluma (pp. 10-11) respondió a la polémica con el artículo, �El meridiano intelectual de América�, que Jorge Schwartz(27) atribuye, con dudas, a A. Zum Felde. En éste se reivindica la identidad cultural de los americanos del Río de la Plata y se critica la prepotencia de España en el terreno literario sin [25] tener méritos para ello, ni tan siquiera en esos años; así como la importancia de la corriente del pensamiento de otros países europeos.

     Alejo Carpentier, el 12 de septiembre de 1927, y a petición del periodista español Manuel Aznar, publica en el Diario de la Marina su opinión sobre el meridiano intelectual(28), donde quizá por primera vez se plantea la polémica desde una perspectiva de identidad, diferenciando el pensamiento de América y el de Europa, lejos de la reivindicación nacionalista concreta que propugnaban los martinfierristas y los continuadores de la polémica, tanto americanos, italianos como españoles. El escritor cubano termina su respuesta calificando la reacción de los rnartinfierristas como �de un lamentable mal gusto las boutades de la muchachada de Martín Fierro�; pero también, �creo deplorable -sigue diciendo Carpentier- que se intente transformar un afecto fraternal en incesto�.

     El 13 de septiembre de 1927, la Revista de Avance participa en la polémica con un artículo titulado: �Sobre un meridiano intelectual�, donde peca de ambigüedad al concluir el editorial con la siguiente frase: �Hay que estar dispuestos para el viaje de circunvalación� y crítica de exagerada indignación la actitud de los martinfierristas.

     Indignada es la respuesta de José Carlos Mariátegui desde la revista Variedades, en septiembre de 1927(29), poniéndose del lado de la revista Martín Fierro y tratando la actitud de los gacetistas de �anacrónica pretensión�.

     La polémica quedó zanjada con estas últimas intervenciones, pero algunas estelas siguieron quedando a un lado y otro del Atlántico. Ángel Cruchaga Santa María en un artículo publicado en Santiago(30), en el que intenta legitimar el vanguardismo en Hispanoamérica, comienza con las siguientes palabras:

                No hace mucho, las revistas de España y las del Nuevo Mundo comentaron exaltadamente el tema de moda: �la ubicación del Meridiano de la Lengua Española� y las opiniones nunca llegaron a unificarse.           

     Antonio Machado, en respuesta a una pregunta formulada por los responsables de La Gaceta Literaria en 1929(31) sobre: ��Cómo ven la nueva juventud española?�, contesta, acordándose de la polémica como veremos en el siguiente texto, de esta forma: [26]

                Ninguno de nuestros jóvenes representativos parece haber puesto su reloj por el meridiano de su pueblo. Su hora aspira a ser mundial. Carece de la superstición de lo castizo, y buena parte de su producción pudiera, sin mengua, traducirse al esperanto.           

     A través del estudio de esta polémica podemos sacar varias conclusiones. La primera es que una polémica de esta índole nos puede servir para tomar el pulso de las diferencias y por qué no, las conexiones entre Hispanoamérica, España e Italia en aquellos años de gran creatividad a un lado y otro del Océano. Sin necesidad de fax, como en nuestros días, los grandes creadores de los años 20 polemizaban en plazos muy breves y reivindicaban a miles de millas el valor de sus escritos. Pero, y volvemos a repetir, no es el tema del nacionalismo cultural el que surge del interior de esta polémica, el propio Guillermo de Torre en 1925, en Historia de las literaturas de vanguardia, como ya hemos dicho, se declaraba desposeído de �todo carcelario espíritu nacionalista�.

     Ante estas actitudes, brevemente reseñadas, y ésta sería una segunda conclusión, no es tan extraño pensar que Guillermo de Torre intentara reclamar en un editorial con múltiples confusiones, que generó una polémica intensa y desproporcionada, su papel en el desarrollo de la literatura hispanoamericana de aquellos años. Creemos que esta polémica se generó en última instancia por una reivindicación de Guillermo de Torre por la paternidad de la vanguardia que actuaba en Argentina. Aunque ni los martinfierristas, ni los gacetistas que contestaron a los anteriores, ni Ferrarin desde La Fiera Letteraria, ni otros latinoamericanos que respondieron desde algunas revistas, entendieron el sentido de las palabras de Guillermo de Torre en �Madrid, meridiano intelectual de Hispanoamérica�. La virulenta respuesta de los martinfierristas provocó que la polémica se encaminase por unos derroteros que nada tenían que ver con el punto de partida. Por todo lo dicho hasta ahora nos podemos preguntar �es lícito hablar sólo de una polémica sobre identidad entre Madrid, Roma y Buenos Aires? Creo, sinceramente, que hay mucho más detrás de esta apariencia.

[27]

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Presencia italiana en los diversos mecanismos compositivos de la Guía, de Liñán y Verdugo

Miguel Ángel AULADELL

Universidad de Alicante

     En el año de gracia de mil y seiscientos veinte se imprime en Madrid por la viuda de Alonso Martín, la que parece ser primera edición(32) de una curiosa obra, cuyo largo título estampado en portada reza así: Guía y avisos de forasteros, a donde se les enseña a huir de los peligros que ay en la vida de Corte; y debaxo de nouelas morales, y exemplares escarmientos, se les auisa, y aduierte de cómo acudirán a sus negocios cuerdamente. La autoría se debe a un tal Licenciado don Antonio Liñán y Verdugo, e incluye una dedicatoria a don Francisco de Tapia y Silua, Conde de Bastamerli.

     La obra, que hoy conocemos como Guía y avisos de forasteros que vienen a la Corte, posee numerosos aspectos de interés tanto para el simple lector como para el atento y erudito. Además de su misteriosa paternidad, ya que no sabemos nada a ciencia cierta sobre el tal Liñán y Verdugo(33), contiene la Guía diversos problemas a dilucidar. Pero, sin duda, el fundamental consiste en definir cuál es su género. Y esto porque es básico para su interpretación y para su incardinación en el corpus prosístico español seicentista. En efecto, los que se han aproximado a la Guía de Liñán han emitido juicios disímiles sobre ella por no coincidir en su concepto de género(34). Así, se ha considerado a Liñán y [28] Verdugo como un discípulo más de la escuela cervantina, como un autor de polianteas al modo renacentista, como un simple moralista, y, sobre todo, como un costumbrista. Su obra se ha calificado de novela, de diálogo, de miscelánea, de colección de cuadros de costumbres, de tratado moral, etc.

     Nos ocuparemos aquí, pues, de tratar de aclarar el maremágnum genérico que alberga en su seno libro tan peculiar. Para ello, creemos necesario recordar cuál es su estructura compositiva. La obra de Liñán es una combinación de avisos sobre ciertos peligros de la Corte y de novelas a manera de escarmientos para saber evitar dichos peligros. La manera de engarzar unos y otras es típicamente boccacciana, pues dos hombres maduros -�un Maestro graduado en Artes y Teología y un cortesano antiguo llamado don Antonio�- encuentran a un caballero mozo, don Diego, que conocieron en Granada desde donde viene para pretender y pleitear, y deciden adiestrarlo en la vida de Corte. Más tarde, se incorporará otro personaje, Leonardo, que también ayudará en el adoctrinamiento del forastero. La enseñanza consiste en irle dando avisos acerca de los cuidados que debe observar mientras permanezca en Madrid y como ejemplo se intercalan novelas en las que se narran, generalmente, sucesos presentados como verídicos, que sirven de escarmiento.

     Los avisos, que son ocho, los da en forma de lección el Maestro, quien cita multitud de Autoridades para apoyar sus argumentos. Cada aviso sirve de introducción a una o varias novelas siendo contadas éstas indiferentemente por el Maestro, don Antonio o Leonardo. En toda la Guía hay catorce novelas, pero, además, existen otros relatos que aparecen en los avisos intercalados a propósito de algún tema o insertados en las mismas novelas. Es conveniente, a manera de índice, y porque es la base del objetivo perseguido como veremos más adelante, enumerar cada una de las partes de la obra para tomar conciencia de los diversos asuntos recogidos en ellas y que incluirán la narración de las respectivas novelitas. Tras una introducción en que los personajes protagonistas de los diálogos toman conocimiento, se suceden hasta ocho avisos titulados como sigue:

     1�. -Donde se le enseña y advierte al forastero recién venido a la Corte, el peligro que corre en el tomar posada en ruin vecindad. Este aviso da lugar al relato de la Novela y escarmiento primero.

     2.� -A donde se enseña y advierte al forastero lo mucho que ha de mirar qué amigos elige, y el grande peligro que hay en esto. Incluye tres novelas y escarmientos.

     3�. -A donde se le avisa al forastero, que mire por qué calles pasea y los peligros que le pueden suceder pisando las que no ha menester para sus negocios. Va acompañado de una novela y escarmiento.

     4�. -A donde se le avisa y aconseja al forastero, que mire en qué manos da y en qué manera de hombres pone la solicitud de sus negocios. Contiene dos novelas y escarmientos. [29]

     5�. -A donde se le enseña y advierte al forastero que huya de los entretenimientos vanos, y ocupe el tiempo en sus negocios, y se le propone el daño que se sigue de lo contrario. Sigue una novela y escarmiento.

     6�. -A donde se le avisa y enseña al forastero se guarde y huya de otra manera y suerte de hombre, que de ordinario andan en la Corte, cuyo trato y conversación también es peligrosa y dañosa. Incluye tres novelas y escarmientos.

     7�. -A donde se le enseña al forastero, si fuere mozo y quisiere tomar estado en la Corte, cómo se ha de haber en ella, y si fuere casado y trajere consigo hijos, cómo los ha de criar y enseñar para que no se le pierdan. Va seguido de tres novelas y escarmientos.

     8�. -A donde se le enseña al forastero cómo ha de repartir el tiempo y acudir a sus ocupaciones cristianamente. No contiene ninguna novela ni escarmiento.

     Como puede apreciarse, nos enfrentamos a una colección de novelas cortas, recogidas y justificadas por un marco dialogado cuyo fin es avisar, aconsejar al forastero que acude a la Corte por asuntos diversos para que no se aleje de la moral cristiana. Tanto si se da preeminencia al primer componente como si sólo se atiende el segundo, la interpretación de la obra resultará sesgada. Nuestra hipótesis de trabajo presenta la Guía como una miscelánea dialogada de carácter moralizante. No daremos justa cuenta de esta obra si no la explicamos observándola dentro del desarrollo de los géneros prosísticos que venía produciéndose en España desde el siglo XVI y en el que jugó un papel trascendental el influjo italiano, pero no tan sólo el de il novellieri, como habitualmente se insiste. Precisamente, sería difícil, al menos en la Guía, observar una fuente de inspiración en ellos, a no ser que nos ciñéramos al encuadramiento y ni tan siquiera eso. Creemos que si il novellieri influyen en la Guía, como también en otras obras españolas del seiscientos, ha de verse como parte de un proceso de asimilación de los mecanismos compositivos de las novelle, novelas cortas que diríamos ahora, y que se contrapone al seguido por los autores de �historias�, término más cercano al de novela tal y como hoy lo entendemos. Pero es que en la Guía no se reduce a esto la presencia italiana, sino que aparte de numerosas referencias concretas a escritores, filósofos, ciudades, etc., existe un poso fundamental que es consustancial para estructurar toda la obra y que proviene, en nuestra opinión, de la tradición renacentista de las colecciones dialogadas. Por otro lado, apreciamos también otra línea de influencia que procede más bien de polígrafos italianos como Pietro Aretino (1492-1556), escritor que cabe unir a moralistas como Antonfrancesco Doni (1513-1574) y que fue conocido en España, además de por sus Lettere, que el propio autor había publicado en seis volúmenes entre 1537 y 1557, por su Vida de las casadas y de las cortesanas, obra interesante y que incluye diversas facecias así como relatos enmarcados en un diálogo que establece Nanna, en su huerto de Roma, con Antonia, respecto a la vida de las mujeres. [30]

     La técnica y los motivos temáticos de il novellieri fueron utilizados tempranamente en España. Como es bien sabido, hasta que Miguel de Cervantes publica en 1613 sus Novelas ejemplares, las colecciones de novelas españolas eran, ante todo, traducciones e imitaciones. En el �Prólogo al lector� que Cervantes escribe como pórtico de su libro, afirma textualmente:

                ... yo soy el primero que he novelado en lengua castellana, que las muchas novelas que en ella andan impresas, todas son traducidas de lenguas extranjeras, y éstas son mías propias, no imitadas ni hurtadas; mi ingenio las engendró, y las parió mi pluma, y van creciendo en los brazos de la estampa.           

     Juan Bautista Avalle-Arce habla de la �ciencia y conciencia� de Cervantes al realizar estas manifestaciones:

                Inútil hacer listas de mayor extensión [...] Dos ejemplos bastarán [...] En la obra del multifacético valenciano Juan de Timoneda destaca [...] El Patrañuelo (1567). Pero sin tratar de quitarle méritos a esta obra, es del dominio público que sus fuentes italianas están perfectamente determinadas y analizadas: Masuccio, Boccaccio, Bandello, Ariosto, etc, Desde este ángulo no puede caber la menor duda de que Cervantes tiene toda la razón del mundo al estampar: �Todas son traducidas de lenguas extranjeras� [...]           
     El segundo ejemplo es aún más claro [...] En Sevilla, y en 1575, el benemérito erudito y linajista Gonzalo Argote de Molina sacaba una primorosa edición del Conde Lucanor de don Juan Manuel, terminado en 1335. Es bien sabido que fuera de algunas anécdotas históricas, todos los demás cuentos son de origen folklórico oriental [...] Con total ciencia y conciencia puede decir Cervantes al hablar de sus Novelas ejemplares: �Estas son mías propias, no imitadas ni hurtadas�.

     Así pues, Cervantes conoce la literatura anterior a él y obra conscientemente cuando escribe las doce(35) Novelas ejemplares y las presenta en un determinado orden y precedidas del mencionado prólogo en donde se intenta justificar la finalidad del agrupamiento. De todo ello deriva el problema de cómo entender el adjetivo �ejemplares� que don Miguel utiliza para calificar sus novelitas. Como dice Jorge Urrutia: �La historia de los libros de cuentos es la de la búsqueda de una razón para reunirlos�(36). La manera más antigua es yuxtaponerlos; luego comienzan a encadenarse según un tema o discusión; una historia, al fin, consigue unirlos.

     Si realizamos balance nos damos cuenta de que es el Panchatranta la colección orgánica más antigua que conocemos, de la que es traducción indirecta el Calila y Dimna. El objetivo que va cumpliéndose conforme van sucediéndose los siglos es que el narrador se haga presente a través de la historia unidora. Lo [31] que ocurre es que en las literaturas románicas medievales no hallamos esa unidad cuando se trata de una recopilación original (original en la compilación, no en lo compilado). Será a partir del siglo XIV, en que la historia rectora tiene ya una enorme importancia, cuando la narración importará, sobre todo, en virtud de los hechos que suceden y no de los personajes implicados. Por otro lado, el aspecto didáctico-moral va perdiendo valor con el paso de los años en favor de la pura recreación artística. Con el tiempo, los cuentos que se introduzcan en las obras novelescas serán como elementos destinados a retardar la acción y ya no acción principal en sí; ejemplo clarísimo de esto es el Quijote: Menéndez Pelayo(37) decía que gracias a las novelitas intercaladas, el Quijote es un mundo poético completo, subordinando a la acción principal todos los tipos de la anterior producción novelesca.

     Pues bien, la Guía y avisos de forasteros que vienen a la Corte es una compilación de novelas enmarcadas por una conversación entre varios interlocutores, incluyendo algún cuento o facecia hasta en ese mismo diálogo. Es conocida la nula existencia de unas reglas de la preceptiva en lo tocante a las misceláneas, polianteas, sumas y compendios que se usaban en la época. Se busca agradar al lector y se sabe que la variedad de episodios gusta. El procedimiento que más propiamente va haciéndose común en las que hoy llamaríamos novelas largas o, como entonces, en las �historias�, consiste en un �género mixto�. Liñán y Verdugo, en cierta medida, va a seguir este camino, puesto que en una misma obra engarza diferentes formas literarias, sin romper el recurso que sirve de hilo argumental como es el de dar aviso. Por tanto, nos enfrentamos a un esquema de sucesión y yuxtaposición de episodios capaces de ser aislables y sólo enlazados a través de unos personajes comunes, que protagonizan el diálogo enmarcador.

     Decíamos más arriba que podemos también encontrar en la Guía diversas referencias italianas. Muchas de ellas obedecen al mero hecho de la gran relación existente en aquellos años entre España e Italia, que va a suponer una inundación de noticias, inclusión de personajes y descripción de lugares y ambientes en muchas de las obras del corpus prosístico español de los Siglos de Oro. Dejando a un lado las numerosas referencias a los clásicos latinos (Cicerón, Plutarco, Plauto, Virgilio, Ovidio), encontramos en la Guía y avisos de forasteros diversas alusiones geográficas que sitúan algún momento de la acción de varias novelas o de los cuentos insertados en los avisos, como por ejemplo: Milán, la Toscana, Roma, Nápoles y Génova. También se da la cita de personajes históricos como Lucrecia, la alusión a las bulas papales, el registro de actividades �laborales� que llevaban a cabo los sardos para controlar la ociosidad y vagabundeo, etc.

     Pero, sin duda, la parte del león se la lleva la nómina de escritores italianos que recoge Liñán, suponiendo una pequeña muestra del que es un mecanismo fundamental de la Guía y avisos, la cita de Autoridades como procedimiento de [32] apoyo y defensa de lo que se manifiesta. La mención de la Auctoritas era cada vez menos común en obras de carácter narrativo, observando, pues, en la Guía como este elemento constitutivo básico la retrotrae a un tiempo anterior a la colección cervantina de 1613. Entre el rosario de nombres, tenemos los siguientes: Marsilio Ficino y su Comento de Platón; Marco Antonio Coccio; Guido Marullo; Filardo de Ardesi; Biondo y su Roma triumphans; Syndembruchio y sus Observaciones sobre Terencio; y, por fin, Petrarca. Curiosamente, es Petrarca el autor más citado. Liñán nos remite al De remediis utriusque fortune, que llama Diálogos de la próspera y adversa fortuna. El primer traductor del libro al castellano fue Francisco de Madrid que lo editó en Valladolid en 1510, reimprimiéndose al menos en cinco ocasiones más hasta 1534, �acompañado de una dedicatoria al Gran Capitán, de una biografía de Petrarca y de un �'Ultílogo'�(38). La prosa petrarquesca tuvo gran vigencia entre 1400 y 1550. Según Pedro Cátedra: �el Petrarca prosista actuó en España como fermento de cultura y espiritualidad, como auctoritas avalada por el sello peculiar que supo imprimir a los riquísimos materiales clásicos y patrísticos que transmitía�(39).

     El centro del sistema moral de Petrarca es el concepto de la bondad característica del hombre. Kenelm Foster afirma que dicho ideal es �por el que se mide a sí mismo en el Secretum, donde 'él' es la acusadora conciencia de 'Augustinus' y 'él mismo' es 'Franciscus'. Por lo tanto, la visión que Petrarca tenía de sí mismo como concreto sujeto moral es la que emerge a través del diálogo�(40).

     El diálogo renacentista es una expresión escrita de conciudadanía y, además, conectaba a juicio de San Isidoro con discere, aprender. El autor de las Etimologías lo emparentaba, asimismo, con la fábula (fari: hablar, dialogar; puestas en escena, etc.). Antonio Prieto opina que no resulta tan extraño que en la más antigua impresión y la primera en castellano de las fábulas de Esopo, La vida del Ysopet con sus fábulas historiadas (1489), �el traductor añada una parte final denominada 'Fábulas colletas de Alonso, de Poggio y de otros que no son tales sino narraciones hallables en la Disciplina clericalis, el Conde Lucanor, etc., con tres facecias de Poggio Bracciolini�(41). No debe entenderse este hecho como �contaminación� (mezcla de dos obras anteriores del mismo género para componer una nueva de igual género), sino como muestra de la amplitud genérica y de la permeabilidad del diálogo renacentista.

     Fue Giovanni Pontano (1426-1503) en sus diálogos quien estableció abiertamente la relación entre facecias y diálogo, así como la significación de éste como representación o escenificación de la realidad. Dice al respecto Antonio Prieto: [33]

                Que este acto vital que se representa (a) tenga un escenario predominantemente cortesano no impide apreciar otros importantes cursos del diálogo en el que éste, distintamente al cortesano, (b) es representación de un personal estado anímico, como acaece en el Secretum petrarquesco, o bien © representa una teoría que se disuelve en diálogo lo que sería monólogo doctrinal, como ejemplariza el diálogo de León Hebreo(42).           

     Ese género híbrido que desde la Antigüedad proviene pleno de libertad es tremendamente adecuado para el propósito de Liñán y Verdugo en su Guía y avisos de forasteros, ya que le permite realizar una exposición moral (sermón), testimoniar o narrar una conversación como si acaeciese en el momento, y, partiendo de ello, escribir una serie de novelas, en las que muchos de sus personajes van a reflejar inquietudes de los propios protagonistas del diálogo.

     Liñán hace uso de una forma genérica de éxito en la centuria anterior para darle un nuevo aliento. Frente al estatismo doctrinal del tratado, nuestro autor consigue con la Guía recoger novelas, facecias y dichos populares que producirán la necesaria animación para que el sermón moral tenga efecto. Recuérdese el largo título que leí al principio de la exposición; en él, como en el de la colección cervantina, aparecía el para muchos �enigmático� adjetivo exemplares.

     Terminemos con las tres citas que hace Liñán de De los remedios contra próspera y adversa fortuna, de Petrarca:

     -En el Aviso primero leemos:

                ... y si quiere ver un pedazo curioso de los daños que acarrea la ruin vecindad, lea en los Diálogos, de Francisco Petrarca, el diálogo XXXII, donde, después de haber ponderado los daños y desgracias que suceden por vivir entre ruin vecindad, aconseja y advierte que el camino de obviar semejantes males, y excusar los inconvenientes que trae una mala vecindad es huirla y apartarse de ella: que no faltó quien atribuyese al rey don Alfonso el Sabio aquel parecer y sentencia de que las casas no se había de labrar fijas, sino sobre un timón o quicio, como los navíos, para que, si saliese malo un vecino, se pudiesen mudar las puertas y ventanas a mejor aire y a mejor vecindad.(43)           

     -En el Aviso quinto:

                Francisco Petrarca, en sus Diálogos de la próspera y adversa fortuna, en el diálogo XV, pondera esta con grande ingenio y agudeza y se lastima harto.(44)           

     -Por último, en el Aviso octavo:

                Francisco Petrarca, en sus Diálogos, en el diálogo XVIII, dice que la ingratitud no está en el no dar, sino en el no reconocer.(45) [35]           


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�Rienzi el Tribuno, drama histórico de Rosario de Acuña�

M� de los Ángeles Ayala

Universidad de Alicante

     La obra literaria de Rosario de Acuña ha permanecido en el más absoluto olvido para la mayoría de los estudiosos de la literatura del siglo XIX. Afortunadamente hoy podemos contar con la edición de dos de sus obras dramáticas más representativas -Rienzi el Tribuno y El Padre Juan- publicadas en fechas recientes por M� del Carmen Simón Palmer(46), estudiosa a la que le debemos en gran medida el creciente interés que suscitan algunas de nuestras injustamente olvidadas escritoras del siglo pasado. Su excelente manual bio-bibliográfico de escritoras del siglo XIX es una fuente inagotable para recuperar y comprender en sus justos términos el fenómeno de la incorporación de la mujer española al mundo de las letras(47).

     Si el olvido en el que yacen algunas escritoras se podría justificar en algunos casos por la escasa calidad de sus escritos o la nula repercusión que sus obras lograron alcanzar en su época, éste no es el caso de Rosario de Acuña ya que como afirma M� Carmen Simón Palmer en su citada edición, Rosario de Acuña �tuvo el raro privilegio de ser la primera autora teatral a la que le clausuraron el teatro en que había estrenado El Padre Juan y años más tarde la primera que salió expulsada de España a causa de un artículo que se consideró ofensivo�(48), hechos relacionados con la evolución ideológica de la autora y su adscripción a las filas del librepensamiento español en la década de los años ochenta. Evolución personal que marca dos etapas claramente diferenciadas en la producción literaria de la autora. La primera, desarrollada entre 1874 y 1882, comprende, fundamentalmente, sus primeros libros de poesía -La vuelta de una [36] golondrina(49) y Ecos del alma(50)-, una serie de cuentos y artículos recogidos en Tiempo perdido(51) y La siesta(52), y sus dramas históricos Rienzi el Tribuno(53), Amor a la Patria(54) y Tribunales de venganza(55). Durante este primer periodo literario Rosario de Acuña sostiene una posición ideológica afín a la manifestada por otras escritoras contemporáneas como Angela Grassi, Joaquina Balsameda, Faustina Sáez de Melgar, escritoras que si bien reivindican el derecho de la mujer a recibir una educación igual al hombre, sostienen, sin embargo, que el lugar natural de la mujer es el ámbito familiar, rechazando la participación directa de la misma en la sociedad y proclamando la inutilidad de la emancipación femenina.

     Alrededor de 1882 su pensamiento evoluciona hacia posiciones más progresistas preocupándose por cuestiones de carácter social. Aboga por la vuelta a la vida en el campo como fórmula para la regeneración de la sociedad española. Fruto de esta preocupación son sus obras Influencia de la vida del campo en la familia(56) y El lujo en los pueblos rurales(57). Muestra también gran interés por temas de carácter educativo -Lecturas instructivas para niños. Páginas de la Naturaleza. Certamen de insectos(58) y Lecturas instructivas para niños. Páginas de la Naturaleza. La casa de muñecas(59)-, y a comienzos de 1885 se adscribe públicamente a la causa de los librepensadores, hecho que tiene una clara repercusión en su trayectoria dramática, pues abandona el drama histórico para ocuparse de los problemas de la sociedad de su tiempo en El Padre Juan,(60) pieza de marcado acento anticlerical y de clara propaganda de la escuela librepensadora, y La voz de su Patria(61), su última pieza dramática.

     El éxito y las críticas adversas acompañaron indistintamente a Rosario de Acuña a lo largo de su vida y obra literaria, y si el aplauso fue mayor en su primera etapa -no debemos olvidar que fue la primera mujer a la que se le permitió ocupar la tribuna de oradores en el Ateneo, 1884-, la incomprensión y el rechazo en que vivió sus últimos años vienen motivados no tanto por cuestiones estrictamente literarias sino por la defensa férrea de su propio [37] pensamiento, actitud que le granjeó no pocos ataques y antipatías(62). Quizá aquí resida el olvido injustificado de una escritora que no pasó desapercibida en ningún momento para sus contemporáneos, como lo prueban las numerosas reseñas que sobre su obra aparecen en los periódicos La Iberia, El Imparcial, El Heraldo de Madrid, La Época, La Correspondencia de España.(63)

     Si nos centramos en Rienzi el Tribuno, objeto primordial del presente trabajo, la prensa se hizo eco del estreno y posterior publicación de la obra. La noche del 12 de febrero de 1876 el público llenaba el teatro del Circo, expectante ante la representación de una obra dramática escrita por una mujer -recordemos que con anterioridad a Rosario de Acuña esta circunstancia sólo se había producido en los estrenos de las obras de Gertrudis Gómez de Avellaneda y a juzgar por las críticas aparecidas en la prensa el éxito fue notable. En la reseña firmada por Asmodeo en El Imperial (13-II-1876) y en la crónica teatral inserta en La Época (20-II-1976) se recoge la sorpresa general que causó la fuerza poética de la autora. Se la compara con Gertrudis Gómez de Avellaneda, única mujer hasta el momento a la que críticos y lectores habían concedido el título de poeta y no el de poetisa como reconocimiento a su indiscutible genio creador. Las palabras de Asmodeo son elocuentes en este sentido: �Si no lo hubiera contemplado con mis propios ojos, si no hubiese visto aparecer una y otra vez en la escena aquella graciosa joven de semblante risueño, de mirada apacible, de blanda sonrisa y ademán tranquilo y sereno, no hubiera creído nunca que Rienzi era inspiración de una musa femenil. Nada lo denuncia, nada lo revela, ni en el género, ni en la entonación... Verdad es que tenemos el ejemplo de Gertrudis Gómez de Avellaneda, pero era una mujer en toda la plenitud de sus facultades mentales... Ignoro aún si la joven es un autor dramático, pero puedo asegurar ya que es un poeta de gran aliento, de rica fantasía y alto vuelo�(64). De igual forma en las crónicas teatrales se alaba la acertada interpretación de los actores Rafael Calvo, Elisa Boldún, Leopoldo Valentín y Concepción Marín, especialmente del primero, que dió vida al personaje histórico italiano de Nicolás Rienzi(65). [38]

     La figura histórica de Nicolás Gabrino Rienzi o Rienzo, más conocido por Cola di Rienzi (Roma, 1313-1354), ejerció en diversos artistas del siglo XIX una significativa atracción. Su biografía y hechos más relevantes(66) van a ser glosados y recogidos por un buen número de novelistas, autores dramáticos, poetas y compositores pertenecientes tanto a la época romántica como a las últimas décadas del siglo pasado. La historia del tribuno romano inspiró la tragedia titulada Rienzi (1825) de la escritora inglesa Mary Russell Mitford y la novela histórica Rienzi de su compatriota Edward George Bulwer Lytton, publicada en 1835, y de la que derivan en gran medida las demás obras que tienen como protagonista a Nicolás Rienzi. Bulwer Lytton se ciñe en su narración al relato de los hechos históricos, acompañando al héroe en su largo destierro y en su regreso, en 1354, a Roma, donde recupera su poder y, finalmente, es asesinado. La fuente histórica en la que con toda probabilidad se inspiró directa o indirectamente el novelista inglés fue la Vita di Cola di Rienzo, crónica anónima dividida en dos libros, en dialecto romano del siglo XIV. Relato histórico publicado por primera vez en Bracciano en 1624 y que conoció pocos años después, 1631, una nueva edición en la que se observan algunas adiciones debidas a un tal Tomás Fortifiocca(67). En el siglo XIX y como consecuencia de la predilección que los románticos sintieron por los héroes o personajes singulares de la Edad Media, la Vita di Cola di Rienzi fue, después de dos siglos, nuevamente publicada por Zeffirino Re en Florencia en 1854. No debemos olvidar tampoco que el sueño de Rienzi de lograr el renacimiento político de Roma fue un ideal apoyado por el humanista y poeta de mayor relieve del renacimiento italiano, Francisco Petrarca, quien en distintos textos literarios, principalmente [39] en Carmen bucólico(68) y diversas epístolas, dejó constancia del triunfo y fracaso de Cola di Rienzo(69).

     La publicación en 1835 de la novela histórica inglesa fue sin duda la clave que desencadenó la aparición a lo largo de todo el siglo XIX y primeras décadas del XX de un buen número de textos que giran en torno a la figura de Nicolás Rienzi. La mencionada novela tuvo la virtud de poner de relieve las posibilidades artísticas que ofrecía la trágica historia del último tribuno romano. Hombre movido por el loable ideal de liberar al pueblo romano de la opresión y tiranía de los nobles, que fue aclamado con entusiasmo por sus partidarios y posteriormente asesinado por éstos a causa de su carácter orgulloso y comportamiento tiránico. Personaje, pues, atractivo desde el punto de vista literario al reunir en su biografía la consustancial complejidad del ser humano. Rienzi aparece como un compendio de errores y aciertos, capaz de alcanzar desde un origen plebeyo el poder político gracias a sus notables cualidades e incapaz, sin embargo, de asumir su propio triunfo. Debilidad humana que será aprovechada por sus enemigos para poner a sus partidarios en contra del héroe. De la novela de Bulwer derivó el argumento de la obra en cinco actos Rienzi, texto y música de Richard Wagner, estrenada en Dresde en 1842, primera obra musical que recrea la historia del tribuno que contribuirá decisivamente al conocimiento y difusión de la misma y que inducirá, asimismo, a otros autores a utilizar este tema en sus composiciones musicales, como sucede con Wladimir Kaschperow, autor que estrenó su obra Rienci en Florencia en 1863 o con la ópera de Achille Peri, representada en Milán en 1867. Paralelamente la literatura europea seguirá recogiendo la figura de Rienzi y en distintos países se publican relatos y dramas que mantienen el nombre del tribuno romano en la memoria de innumerables lectores y espectadores. Recordemos, entre otros, la novela del escritor checo Prokop Chocholousek Cola di Rienzo, publicada en 1856; el poema dramático Cola di Rienzi, en cinco actos y un prólogo de Pietro Cossa, estrenado en 1873 y publicado en Turín en 1879, o el drama histórico Cola di Rienzi del escritor polaco Adam Asuyk(70). [40]

     En España la novela histórica de Bulwer Lytton se difunde a partir de 1843, fecha en que fue traducida al castellano por Antonio Ferrer del Río(71). Posteriormente el relato aparecerá en el periódico Las Novedades e inspirará, junto a la mencionada ópera de Wagner(72), diversas versiones dramáticas que hacen su aparición entre 1860 y 1880, como las de Eloy Escobar(73), Carlos Rubio(74) y Rosario de Acuña.

     El interés de Rosario de Acuña por la historia del tribuno romano pudo despertarse por la lectura de alguno de los textos señalados anteriormente. No obstante conviene recordar en este punto que la autora estuvo en Italia y que después de su viaje a París, 1867, residió una temporada en Roma en casa de su tío el historiador Antonio Benavides, quien desempeñaba en estas fechas el cargo de embajador de España en esta ciudad. Quizás el interés por la figura de Rienzi se deba también a esta circunstancia, pues sin duda Rosario de Acuña, mujer de gran inquietud intelectual, aprovecharía su estancia en Italia para ampliar, bajo el tutelaje de su tío, sus conocimientos sobre la historia italiana y sus literatos más prestigiosos. En lo que respecta a Bulwer, Wagner y Petrarca, Rosario de Acuña sólo menciona a este último en una escueta nota a pie de página que aparece en la escena VI del segundo acto, escena que se centra en una conversación mantenida entre Rienzi y su esposa María. Ésta lee una carta aparecida en las calles de Roma y en la cual Petrarca expresa su entusiasmo y apoyo incondicional a la noble causa de Rienzi.

     Rosario de Acuña no intenta en su drama la reproducción fiel de la historia de Rienzi, lo que le atrae del personaje italiano es el ideal que persigue: devolver al pueblo romano su soberanía, liberándole de la tiranía de sus opresores. La autora combina hábilmente los datos históricos con los elementos de ficción, enlazando personajes reales con otros fruto de su imaginación e introduciendo nuevos elementos en el desarrollo de los acontecimientos para dar mayor entidad a la historia personal del tribuno. Rosario de Acuña centra su drama en los dos momentos históricos en los que el héroe italiano es vencido por sus enemigos. Los dos primeros actos corresponden a la fecha de 1347, mientras que la acción dramática del tercer y último acto se desarrolla siete años más tarde, 1354. Fechas que nos sitúan históricamente en el momento en que Rienzi, apoyado por el papa Clemente VI (1342-1352), consiguió con el entusiasmo de las masas restaurar la antigua República romana en 1347. Una vez conseguido este propósito Nicolás Rienzi pensó en colocar a Roma a la cabeza de una confederación italiana y renovar después su dominio sobre el mundo. Pero la ridícula pompa de que se rodeó, su escasa talla como jefe [41] político y el peligro que encerraba su actitud para el dominio papal, hizo que el pontífice se opusiera, y Nicolás tuvo que huir de Roma ese mismo año. Sin embargo, los excesos de la nobleza se reprodujeron, y el nuevo papa, Inocencio IV (1352-1362), pensó en utilizar nuevamente a Rienzi, que volvió del destierro. Alcanzó por segunda vez el poder, pero sus excesos le enajenaron la adhesión popular y una revuelta de los nobles lo depuso y asesinó en 1354. Datos históricos que Rosario de Acuña alude muy vagamente, desplazando las auténticas causas históricas hacia motivos de enemistad personal entre Rienzi y uno de estos nobles, Pedro Colonna. Los tres actos se desarrollan en el mismo escenario, una sala del palacio del Capitolio, que se adapta a la situación creada en cada momento, introduciendo aquellos elementos -el pendón distintivo de Rienzi, la espada corta, el puñal y el pasadizo secreto- necesarios para el desenlace de la obra.

     El número de personajes que intervienen en el drama es reducido. Sólo cuatro personajes necesita Rosario de Acuña para desarrollar la tragedia: Rienzi, su esposa María, Juana, criada y confidente de María, y Pedro Colonna, señor feudal y adversario del tribuno. Dos inspirados en personajes históricos y dos figuras femeninas creadas por la imaginación de la autora. Además de éstos, ocasionalmente, aparecen en escena algunos pajes, capitanes y otros personajes sin relieve cuya única misión es hacer llegar al tribuno las noticias de lo que ocurre en las tumultuosas calles de Roma.

     Rosario de Acuña hábilmente centra al espectador desde los primeros versos en la situación en la que se encuentra Rienzi. La autora por medio de una carta anónima dirigida a María hace saber al espectador que Rienzi ha triunfado y apaciguado Roma, y que esa paz impuesta por las armas deberá ser ratificada por los nobles en un solemne acto público programado para al día siguiente. A través de la carta también da a conocer que este acto público corre peligro de no celebrarse, pues entre los nobles hay alguno que no está dispuesto a rendir sus armas ante Rienzi. Este es el caso del anónimo autor de la misiva, quien pone como condición a la estampación de su firma que María consienta en mantener una entrevista con él. De esta forma el triunfo total de Rienzi viene determinado por el resultado de esta entrevista. Aquí comienza Rosario de Acuña a tejer los datos históricos con los elementos de ficción, al relacionar el fracaso de Rienzi con la villanía perpetrada por Pedro Colonna, personaje que al no conseguir que María abandone a Rienzi para unirse a él desencadena otro periodo de guerra que se extiende hasta 1354, fecha en la que culmina la tragedia final de Rienzi: el rechazo del pueblo que hasta ese momento le había aclamado como su libertador.

     El drama de Rosario de Acuña no se circunscribe a la tragedia personal del tribuno romano, centrada en un clásico triángulo amoroso, del que la autora diestramente hace depender la autonomía y libertad de todo el pueblo romano. La auténtica tragedia viene representada por el propio pueblo, que en su ignorancia es manipulado por la nobleza, convirtiéndose en el ejecutor material de aquel que más ha luchado por restituirles su propia soberanía. Si Rienzi [42] pierde la vida, el pueblo pierde la libertad, y la lucha mantenida y la sangre derramada no impiden que éste vuelva a someterse a la tiranía de los nobles. Tragedia personal que Rosario de Acuña hermana con la tragedia colectiva de todo un pueblo.

     El personaje de Nicolás Rienzi está trazado con suma simpatía por parte de la autora, sin que se haga mención en ningún momento de la obra a ese comportamiento despótico y orgulloso atestiguado en la documentación histórica y origen del final trágico del héroe italiano. Rienzi es el personaje noble que encarna la defensa del débil, el hombre que está dispuesto a sacrificar su felicidad personal en aras de la consecución de un bien superior que revierta en el pueblo al que pertenece y al que ama por encima de todo. Un sueño de paz, de justicia, de igualdad, es el ideal de Rienzi y si este sueño viene motivado por una circunstancia personal -el asesinato de su hermano a manos de los nobles- el deseo de venganza deja paso a un sentimiento más elevado: �[...] quiero que el sol de la justicia brille/ como en los tiempos mejores/ haciéndonos iguales/ que todos somos hombres mortales./ Nunca veré la sangre derramada/ para vengar ofensas de mi vida;/ yo cumpliré una empresa levantada/ digna de un alma libre, engrandecida;/ quiero que Italia con su antiguo nombre/ y uniendo su poder, al mundo asombre�(75). Ideal que mantiene a lo largo de la obra, hasta esos momentos en los que el pueblo, agitado y manipulado por Pedro Colonna y demás nobles, se alza contra el héroe exigiendo su muerte. Rienzi hasta el último instante confía en que sus palabras devuelvan la cordura a ese pueblo que ama y cuando éste no escucha su voz, rechazando cualquier posibilidad de huida, se entrega como un mártir a las manos de su verdugo.

     El deseo de restaurar el glorioso pasado de Italia y el amor a su esposa María son los dos rasgos que motivan el comportamiento de Rienzi en la obra de Acuña. Si el primero le impele a dominar por las armas a la nobleza romana, el sentimiento amoroso se manifiesta constantemente a lo largo del drama, subrayándose en la última escena del acto II cuando Rienzi y Pedro Colonna sostienen esa tensa entrevista en la que el segundo muestra la carta que María se ha visto obligada a escribir para salvar a su marido y que con toda vileza Colonna exhibe como prueba de la complicidad de María en su oposición contra el Tribuno. Rienzi con un movimiento rápido se apodera de la carta y uniendo la acción a la palabra, la rompe sin leerla, dando testimonio con este noble gesto de su amor e ilimitada confianza en María.

     Frente al espíritu noble de Rienzi se alza la figura de Pedro Colonna. Personaje de carácter violento y orgulloso que no puede aceptar que su esclarecida estirpe deba someterse al poder de un hombre perteneciente a la plebe. Odia por este motivo a Rienzi y cualquier procedimiento le parece aceptable con tal de dañar política o personalmente al héroe. Colonna hace recaer en María el triunfo político y la propia seguridad personal de Rienzi, presionándola para que abandone a éste y ocupe el lugar que le corresponde entre la nobleza romana. [43]

     La esposa de Rienzi es la encarnación de la heroína romántica, mujer que ama tan apasionadamente al Tribuno que es capaz de fingir que acepta la villanía de Colonna con tal de proteger su vida y lograr que Rienzi alcance su sueño. Personaje trágico que se encuentra a merced de los viles manejos de Pedro Colonna, pues si rechaza las pretensiones amorosas de éste, condena a Rienzi al fracaso político, ya que los nobles no firmarán el juramento y la guerra se desencadenará de nuevo. De ahí que María finja aceptar las condiciones impuestas por Colonna, compromiso que no tiene intención de cumplir ya que está firmemente determinada a acabar con su vida antes de traicionar a su esposo. Personaje trágico, asimismo, porque María sólo desea vivir apaciblemente al lado de Rienzi y sus aspiraciones políticas se le antojan obstáculos contra los que no puede luchar, llenando su vida de incertidumbre y desasosiego: ��Qué arcano encierra el corazón del hombre,/ que el amor no le basta/ y por buscar un nombre/ en pasiones y en luchas se desgasta! [...] Grande es su idea, sí! digna del cielo!/ �Pero llegó a olvidar, desventurado,/ que sobre aqueste suelo/ cada siglo brillante y respetado,/ necesita un cadáver desgarrado?�(76). Su figura a medida que transcurren los acontecimientos se va engrandeciendo y se hace más digna de admiración, pues sabiendo María que su amor y el bien de Italia conviven en el corazón de su esposo, decide apoyar las aspiraciones políticas de Rienzi aun a costa de su propia felicidad.

     Si María representa la pasión y la fidelidad amorosa, el otro personaje femenino creado por Rosario de Acuña es el prototipo de la abnegación más absoluta, puesto que Juana ha consagrado su vida a la noble aspiración de velar por la seguridad y felicidad de la heroína. Sus actos y determinaciones siempre están motivados por este objetivo y ello le lleva lo mismo a tomar iniciativas que a ocultar información cuando considera que ésta puede ser lesiva para los intereses de María. Por otro lado Juana es el personaje del que se vale la autora para reforzar ese clima de intranquilidad que introduce la aparición de la anónima carta dirigida a la esposa de Rienzi, ya que desde el inicio del drama Juana expresa sus recelos sobre la capacidad del pueblo para discernir claramente la bondad o maldad de sus dirigentes. El pueblo, exclama Juana, es un �niño grande y consentido/ que se olvida del ayer viendo el mañana�(77). Intuición corroborada poco después al introducir este mismo personaje un relato oído cuando niña y que narra el comportamiento de una pantera, animal que no osa atacar al hombre que la somete a las más crueles torturas y que sin embargo se abalanza sobre un pobre esclavo cuando éste, compadecido de su suerte, la deja en libertad. Relato claramente premonitorio del comportamiento de ese pueblo que ahora aclama a Rienzi -escena II del I acto- y que más tarde será capaz de acabar con su vida(78). [44]

     Rosario de Acuña se vale en su obra de algunos de los recursos literarios más empleados en la dramaturgia romántica. El origen misterioso de algunos de sus personajes, como el caso de María, fruto de las relaciones ilícitas entre un Colonna y la hermana de la propia Juana, ascendencia que la protagonista desconoce. Juana, personaje perteneciente a una noble familia egipcia, relacionada igualmente con los Colonnas pues a causa de una deuda pierde su libertad y su familia es sometida a la esclavitud. La utilización de pasadizos secretos que permiten las apariciones y desapariciones de los personajes en la escena final de la obra, como en el caso de la protagonista, que al desobedecer las indicaciones de Rienzi regresa por el pasadizo que antes había utilizado con Juana para ponerse a salvo y dirigirse a Aviñón en busca de la protección del papa Inocencio VI. Muertes violentas, no sólo de Rienzi, sino también de María y Juana. Ya que al contemplar María desde el salón del Capitolio la muerte de su esposo, decapitado y quemado su cuerpo por el pueblo, acaba suicidándose. Trágica escena final que culmina cuando Juana, tomando entre sus brazos el cuerpo inerte de María, desaparece con su cadáver entre las llamas que cubren el pasadizo en el mismo instante que Pedro Colonna entra en el escenario buscando a María. Patetismo, recursos efectistas que en nada difieren de los utilizados en otras piezas dramáticas, conscientes los autores del éxito de tales efectos. La grandilocuencia y ademanes de los propios actores experimentados en este tipo de obras harían posible que el espectador aplaudiera con frenesí aquellas escenas de crecido heroísmo y sacrificio. Ficción y realidad se armonizan en la pieza teatral de Rosario de Acuña, acoplándose el hecho histórico con los tópicos afines al drama romántico, pues no se debe olvidar que en el momento de su estreno la dramaturgia romántica conocía una segunda etapa áurea gracias a las piezas dramáticas de Echegaray. Rosario de Acuña, sin llegar a las exageraciones del neorromanticismo, supo hilvanar una historia real que en ciertos momentos intenta la reconstrucción arqueológica, engarzándola con los recursos afines de la propia dramaturgia romántica, es decir, armonía entre ficción y realidad. [45]



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La sequenza di appropriazione linguistica nell'itinerario spagnolo dell'alfieri: riaffermazione della ricerca della lingua perfetta

Clara Ferranti

Università di Macerata

     La Vita scritta da esso(79) fu elaborata da Vittorio Alfieri a Parigi tra il 3 aprile e il 27 maggio del 1790, all'età di quarantuno anni, venne ripresa poi a Firenze il 4 maggio 1803 e fu terminata dieci giorni dopo, ovverossia a cinque mesi dalla morte avvenuta nell'ottobre del 1803.

     Il viaggio in Spagna, di cui Alfieri narra nella Vita(80), fu compiuto tra il 1771 e il 1772, ben vent'anni prima della stesura dell'opera. La Vita rappresenta infatti una visione retrospettiva e matura sia della sua formazione come poeta e scrittore, sia del suo tentativo di acquisire uno strumento linguistico confacente all'importanza degli argomenti che avrebbe voluto trattare. La limitatezza delle sue capacità intellettuali, allora ventenne, è da egli stesso lamentata, o fatta intravedere, più volte:

                Certo che allora comprai la raccolta [di poeti e prosatori italiani in trentasei volumi] più per averla che non per leggerla, non mi sentendo nessuna né voglia né possibilità di applicar la mente in nulla. E quanto alla lingua italiana sempre più m'era uscita dall'animo e dall'intendimento a tal segno, che ogni qualunque autore sopra il Metastasio mi dava molto imbroglio ad intenderlo. [...] mi meravigliai del gran numero di rimatori che in compagnia dei nostri quattro sommi poeti erano stati collocati a far numero; gente, di cui (tanta era la mia ignoranza) io non avea mai neppure udito il nome(81). [46]           

     Ancora, nel raccontare del suo soggiorno a Lisbona e dell'incontro con l'abate Tommaso di Caluso, Alfieri raffronta la propria ignoranza con la profonda conoscenza dell'altro:

                Con esso io imparava sempre qualche cosa, e tanta era la di lui bontà e tolleranza, che egli sapea per così dire alleggerirmi la vergogna ed il peso della mia ignoranza estrema, la quale tanto più fastidiosa e stomachevole gli dovea pur comparire, quanto maggiore ed immenso era in esso il sapere(82).           

     Il viaggio spagnolo dell'Alfieri tanto più acquista rilevanza quanto più lo si interpreta non come una mera escursione, bensì come una tappa importante del suo lungo e lento cammino metaforico verso l'appropriazione dell'arte poetica. La continua ricerca della lingua letteraria è infatti evidente vuoi nelle critiche che egli muove a se stesso circa il suo status di preparazione letteraria, come sopra accennato, vuoi nell'interesse costante, marcato dalle sue esigue cognizioni, per coloro che egli chiama i �luminari della lingua nostra�, riferendosi a Dante, Petrarca, Ariosto, Tasso, Boccaccio e Machiavelli, �di cui (pur troppo per mia disgrazia e vergogna) io ero giunto all'età di circa ventidue anni senza averne punto mai letto�(83).

     La caratterizzazione psicologica del vissuto si rivela anche nell'atteggiamento apatico e a volte persino indolente dell'Alfieri che si limita a registrare i luoghi delle sue visite, rivelando invece una disposizione meditativa e un entusiasmo per i luoghi desolati -come il Sistema Iberico- o per l'incontro con personaggi culturalmente stimolanti. Quindi l'Alfieri non è tanto interessato a seguire gli itinerari del turista settecentesco, quanto a godere degli attimi in cui può restare in solitudine a riflettere(84) o in cui lo scambio dialettico gli procura un arricchimento spirituale(85). Di Madrid dice che �non vidi nessunissima delle non molte cose, che poteano eccitare qualche curiosità�(86); inoltre, se la prima, e unica, espressione di entusiasmo per una città l'Alfieri pare manifestarla alla vista di Lisbona, la quale lo �rapì veramente�(87), immediatamente dopo �la meraviglia [...] e il diletto andavano scemando�(88) e l'unica memoria positiva di quella città resta solo l'incontro con Tommaso di Caluso:

                Quest'uomo, raro per l'indole, i costumi e la dottrina, mi rendé delizioso codesto soggiorno, a segno che, oltre al vederlo per lo più ogni mattina a pranzo dal fratello [il Conte Valperga di Masino, allora ministro in Portogallo], anche le lunghe serate dell'inverno io preferiva pure di passarmele intere da solo a solo con lui, piuttosto che correre attorno pe' divertimenti sciocchissimi del gran mondo. [...] l'amicizia e la soave compagnia di quell'uomo unico [...] mi giovò [47] assaissimo a riassestarmi un poco l'animo; [...] Quanto poi alla città di Lisbona, dove non mi sarei trattenuto neppur dieci giorni, se non vi fosse stato l'Abate, nulla me ne piacque(89).           

     II viaggio va pertanto inteso come esplorazione intellettiva interiore che permette all'Alfieri e di indirizzare concretamente le sue aspirazioni e di dilatare gli orizzonti del sapere. Tuttavia, come vedremo, nella percezione della realtà circostante la mente dell'Alfieri opera una precisa selezione delle cognizioni da immagazzinare. Di conseguenza, se da una parte è orientato verso quelle situazioni che attivano le sue innate capacità, dall'altra parte la mente non �vede� alcuni fatti oggettivi che sono evidentemente marginali all'interno della sua sfera di interessi. L'operazione cerebrale di registrazione del mondo referenziale è ovviamente innescata dal retaggio culturale e dal pensiero filosofico di cui egli è depositario.

     Alla fine di giugno del 1771 Alfieri lascia l'Inghilterra alla volta dell'Olanda e giunge all'Aja, dove si trattiene alcune settimane con un suo amico, per poi dirigersi verso la Francia, attraverso Bruxelles. A Parigi si ferma un mese, non perché gli piacesse la città ma, dice, �per lasciare sfogare i gran caldi prima d'ingolfarmi nelle Spagne�(90). Così a metà agosto parte per la Spagna passando per Orléans, Tours, Poitiers, Bordeaux, Tolosa e infine Perpignan.

     Alfieri indica diverse ragioni per motivare il viaggio in Spagna. La ragione, potremmo dire, oggettiva rientra nel suo progetto, già prefissato, di visitare l'Europa. A questa si aggiunge una motivazione psicologica, legata alla sua delusione amorosa che aveva appena subìto in Inghilterra. Poiché non riuscì a trarre consolazione neppure dall'incontro in Olanda con il suo amico D'Acunha, trova che l'unico antidoto contro la crescente malinconia possa essere �la divagazione inseparabile dal mutar luogo continuamente ed oggetti�(91).

     A Barcellona, dove si tratterrà fino a novembre, inizia ad imparare il castigliano con l'ausilio di un vocabolario e di una grammatica. Lo scopo di questo impegno linguistico risulta essere la lettura del Don Quixote, che gli era facilitata dall'averlo egli più volte letto in francese. Il giudizio sul castigliano, che Alfieri definisce �bellissima lingua, che riesce facile a noi Italiani�(92), è dettato, da una parte, da criteri meramente estetici, dall'altra dalla intuizione immediata circa la somiglianza tra le due lingue che qualsiasi parlante guidato dal suo innato Sprachgefühl è in grado di constatare.

     Acquistati due cavalli, si mette in viaggio verso Madrid via Saragozza, passando per le regioni desolate del Sistema Iberico. I termini che usa per qualificare tali regioni sono: �deserti�, �vasti deserti dell'Arragona� e �solitudini�(93). Ma è proprio in questo deserto che, secondo l'Alfieri, la riflessione [48] trova il suo ambiente privilegiato. Infatti ha parole di soddisfazione nel descrivere il suo modo di viaggiare da solo, facendosi precedere dal servo Elia, e nello stesso tempo lamenta il non aver posseduto �mezzo né possibilità [...] di stendere in versi i miei diversi pensieri ed affetti; ché in quelle solitudini e moto continuato avrei versato un diluvio di rime�(94). A questa mancanza pragmatica di mezzi l'Alfieri aggiunge una sua lacuna ben più grave, ovverossia la mancanza della lingua poetica, che gli impedisce di trasporre in �Poesia� ciò che comunemente �è ritenuto mera pazzia�(95):

                     Ma non possedendo io allora nessuna lingua [...] io mi contentava di ruminar fra me stesso, e di piangere alle volte dirottamente senza saper di che, e nello stesso modo di ridere(96).

     Il pianto e il riso hanno, secondo l'Alfieri, due frutti: la pazzia, allorquando questi moti dell'anima non trovano espressione scritta, e la poesia, allorché vengono sublimati in una entità letteraria. Si scorgono pertanto due livelli: il primo evidentemente irrazionale e, potremmo dire, incontrollato; l'altro, più profondo, che rappresenta la razionalizzazione e, nello stesso tempo, la giustificazione del primo livello. I due momenti sono apparentemente contrapposti ma di fatto sono aspetti del medesimo problema. È qui che entra in gioco l'ideale perseguito da Alfieri di una lingua poetica sublime di cui nella Vita lamenta retrospecttivamente la mancanza, sollecitato da quelle che lui chiama �solitudini� spagnole. La lingua poetica costituisce il ponte e il mezzo fondamentale attraverso cui la trasposizione dal primo al secondo livello è resa possibile. Senza di essa, parafrasando l'osservazione di Alfieri, l'io poetico non �sognando neppure di dovere né poter mai scrivere nessuna cosa né in prosa né in versi� può solo contentarsi di ruminare fra sé lasciando così inespresse le infinite �riflessioni malinconiche e morali, come anche le imagini e terribili, e liete, e miste, e pazze�(97). Felice intuizione questa che nell'ambito della speculazione linguistico-filosofica si ricollega all'inesauribile problematica del rapporto lingua e pensiero, e per la storia della cultura si colloca nel quadro della ricerca, avvertita ai suoi tempi, dei caratteri della lingua italiana. Alfieri è cosciente del fatto che il possesso di mezzi linguistici appropriati è indispensabile ai fini della realizzazione intellettuale che vuole conseguire, al punto di saper soppesare e dare il giusto valore all'impeto di entusiasmo che prova mentre si trova a Lisbona in compagnia dell'abate Tommaso di Caluso. Racconta che:

                Fu in una di quelle dolcissime serate, ch'io provai nel più intimo della mente e del cuore un impeto veramente Febeo, di rapimento entusiastico per l'arte della poesia; il quale pure non fu che un brevissimo lampo, che immediatamente si tornò a spegnere, e dormì poi sotto cenere ancora degli anni ben molti. [...] passato quel momentaneo furore, trovandomi così irrugginite tutte le facoltà della mente, non la credei oramai cosa possibile, e non ci pensai altrimenti(98). [49]           

     Nemmeno l'incoraggiamento dell'abate valse a fargli osare un accostamento incauto e prematuro all'arte poetica. L'atteggiamento fu invece di rinuncia, seppur momentanea, a qualsiasi tentativo di poesia che ai suoi occhi doveva ancora apparire avventato. Non è irrilevante notare che siamo qui di fronte ad una seconda rinuncia dell'Alfieri, dopo quella occorsa nei deserti dell'Aragona. Sia �l'impeto Febeo� di Lisbona, sia le riflessioni e le mutevoli immagini dei deserti rimangono a livello emotivo poiché non trovano espressione scritta. Le motivazioni date dall'Alfieri sono, come abbiamo visto, la mancanza della �lingua� e la stasi delle facoltà della mente, ciò che richiama manifestamente all'idea che la lingua è il principio organizzatore del pensiero. In mancanza della lingua poetica la trasposizione dal primo al secondo livello(99) è inattuabile poiché la mente è incapace di segmentare e dare �forma� alla massa irrazionale di immagini �terribili, e liete, e miste, e pazze�(100). Il rapporto lingua e pensiero è chiaramente alla base delle rinunce dell'Alfieri.

     Accennavo sopra anche ad un collegamento delle riflessioni dell'Alfieri alla contingenza storico-culturale. La sua epoca vede scrittori come Gianfrancesco Galeani Napione il cui purismo linguistico è strettamente connesso vuoi alla politica statale contemporanea, vuoi alla crescente coscienza linguistica che si stava sviluppando soprattutto in Piemonte(101). Napione pubblica la sua opera Dell'uso e dei pregi della lingua italiana solamente un anno dopo che Alfieri inizia a scrivere la Vita, nel 1790. È chiaro quindi che entrambi si rifanno ad una humus culturale comune che da una parte genera riflessioni più strettamente politiche di marca patriottico-risorgimentale, dall'altra produce l'esigenza di quella �massima divaricazione tra lingua della poesia e lingua comune�(102) che dall'Alfieri è riassunta nella tenace ricerca di un ideale letterario. Mosso da questo intento, Alfieri soggiorna in Toscana, come sottolineato in un altro passo della Vita, per �parlare, udire, pensare, e sognare in toscano�(103). Egli è turbato dalla �lungaggine e fiacchezza di stile�(104) dei suoi versi e, convintosi che la causa di ciò sia l'aver filtrato l'italiano attraverso il predominante modello letterario del francese, compie il viaggio in Toscana nella speranza di �disfrancesarsi�(105).

     Tali riflessioni sono importanti per capire la genesi della formazione linguistica dell'Alfieri, o meglio, il contesto ideologico entro cui si collocano le sue concezioni aprioristiche intorno alla lingua. Nel concepire la dicotomia tra lingua comune e lingua poetica, Alfieri è senz'altro figlio di un'antica tradizione filosofica ed elitaria che risale all'epoca classica, per essere nel Medioevo [50] egregiamente rappresentata da Dante Alighieri. Nel De vulgari eloquentia Dante distingue chiaramente tra gramatica, costruita convenzionalmente dal consesso dei doctores trilingues, immutabile e perfetta in quanto non è soggetta a nessun arbitrio individuale, e locutiones naturales, sottoposte al cambiamento, a motivo della natura cangiante dell'uomo in rapporto con lo spazio e con il tempo, in quanto esse risultano essere i prodotti degli avvenimenti storici(106). In età moderna ancora Francesco Bacone separerà tra lingua edenica e lingue storiche. Tali concezioni, che creano una netta separazione tra l'essere e il divenire, la perfezione e la corruzione, l'eternità e la storia, l'unità e la pluralità(107), sono palesemente riecheggiate dal modo in cui Alfieri concepisce la lingua letteraria che, non a caso, Gian Luigi Beccaria interpreta come un �dato stabile, ab aeterno: non organismo in perpetuo sviluppo, ma modello intangibile del passato, forma virtualmente eterna�(108). In questa visione, il toscano �apre le porte [...] ai secoli �aurei� dove sussiste un'unità linguistico-letteraria incorrotta�(109). La volontà di Alfieri di imparare il toscano, la lingua delle lettere, e di ispirarsi ai classici �significa, nella sostanza, volontà di appropriarsi di quel mezzo (astratto) che era la lingua (letteraria), per comunicare� non al pubblico contemporaneo, bensì ad �un pubblico ideale, la posterità: e insieme l'antichità�(110). Tali considerazioni del Beccaria sono illuminanti per cogliere lo stretto rapporto esistente tra le concezioni prodotte dalla tradizione epistemologica cui Dante appartiene e il pensiero dell'Alfieri intorno alla lingua. Il toscano assume il ruolo che la gramatica del latino aveva per Dante. Se è vero, secondo la visione del Beccaria, che il fine ultimo dell'Alfieri nella ricerca della lingua letteraria è la comunicazione con la posterità e l'antichità, si può ravvisare un singolare parallelismo con l'idea di Dante che la gramatica u inventata perché altrimenti:

                propter variationem sermonis arbitrio singularium fluitantis, vel nullo modo vel saltim imperfecte antiquorum actingeremus autoritates et gesta, sive illorum quos a nobis locorum diversitas facit esse diversos(111).           

     Il fine dell'intercomprensione attraverso i secoli di un patrimonio culturale rende improrogabile l'esigenza di un mezzo capace di �fermare� il pensiero nel flusso incessante del tempo e quindi della lingua. Tale mezzo, che si configura [51] nella gramatica per Dante e nel toscano per Alfieri, è un �modello intangibile� e inalterabile che permette di porsi in relazione con l'antichità. Poiché nell'impossessarsi di una chiave di lettura Alfieri �restaura tra lui ed il passato l'unità della storia�(112) per trasmetterla al futuro sempre e soltanto per mezzo della lingua, ritengo che egli sembra appropriarsi del ruolo che Dante attribuì agli inventores gramatice facultatis, l'ingegno dei quali è riuscito a rendere indelebili azioni e pensieri che altrimenti si sarebbero perduti.

     Sottostante all'ideologia dantesca e alfieriana c'è quella che potremmo definire �la logica degli opposti�. Se la classicità per Dante e per Alfieri è quella che Beccaria ha definito �unità linguistico-letteraria incorrotta�, la tensione del primo verso la gramatica e dell'altro verso la lingua letteraria è fondamentalmente la ricerca di quell'unità perfetta che si colloca prima della confusione babelica e riporta idealmente al linguaggio edenico. La caduta di Adamo ed Eva, da un punto di vista umano, e la confusione, da un punto di vista linguistico, hanno infranto ciò che inizialmente era �uno�, dando così avvio al processo, oltre che del divenire, di uno schema oppositivo che �concepisce� in maniera duale(113). Come non si può non pensare ad una opposizione bene/male, così non si possono presupporre le mutevoli lingue volgari senza postulare una lingua che sia refrattaria all'azione modificatrice del tempo e degli uomini. Il recuppo dello status adamitico si configura, dunque, nella ricerca di una tale lingua perfetta che per Dante è la forma locutionis che Dio diede ad Adamo all'atto della sua creazione(114), e per Alfieri è una �forma poetica�(115) che, pur essendo ispirata ai classici greci, latini e italiani, può essere personale(116):

                in quell'estate m'inondai il cervello di versi del Petrarca, di Dante, del Tasso, e sino ai primi tre canti interi dell'Ariosto; convinto in me stesso, che il giorno verrebbe infallibilmente, in cui tutte quelle forme, frasi, e parole d'altri mi tornerebbero poi fuori dalle cellule di esso miste e immedesimate coi miei proprio pensieri ed affetti(117).           

     Nell'apprendere forme poetiche con l'obiettivo di produrre una forma propria, Alfieri aborrisce tutto ciò che pub distorcere il toscano, la �divina lingua, ch'io balbettante stroppiava�(118). La sua pronunzia dialettale è una �disgrazia primitiva�(119) di cui vuole purgarsi. Tale è la purezza della lingua toscana, contrapposta ai dialetti che egli paragona alle smorfie delle scimmie �allorché favellano�(120) -e in questo sorprendente è ancora l'affinità con Dante per il quale i Sardi nel parlare la loro lingua imitano �gramaticam tanquam simie homines�(121)-, che, [52] osserva sempre il Beccaria, la permanenza di Alfieri a Firenze rappresenta l'incontro con �una lingua d'eccezione� in una Firenze che è �la translatio letteraria-civile di Atene�(122) e non un incontro con una parlata.

     Palese è quindi la dualità mentale di Alfieri che, nel ricercare il proprio modello letterario mediante l'ancoraggio a �que�, sei luminari della lingua nostra, in cui tutto c'è�, di fatto dimostra di possedere una cecità nei confronti delle lingue parlate. Per ritornare al viaggio in Spagna, egli non nota che a Barcellona si parla anche un'altra lingua romanza, il catalano, né per altro fa un minimo cenno alla pluralità linguistica che ha incontrato nel visitare la Spagna ed il Portogallo. Nel resto del capitolo Alfieri narra la visita di Lisbona, cui giunge alla vigilia di Natale passando per la via di Toledo e Badajoz, di Siviglia, poi di Cadice e Cordova e infine, senza precisare il percorso(123), della visita a Valenza da dove si è di nuovo incamminato verso Barcellona passando attraverso Tortosa.

     Il testo è ricco di aneddoti accaduti durante tutto il viaggio spagnolo, durato fino all'aprile del 1772. Ciò che però risalta, in una lettura del testo che tenga presente l'interesse linguistico dell'Alfieri, è il fatto che ogni sua allusione alla lingua è dettata dalla ricerca della lingua poetica e dal suo atteggiamento programmatico nei confronti della lingua che gli derivano dalla educazione classicista ed aristocratica, che lo rende insensibile alle istanze pre-romantiche del suo tempo(124). Se quindi Alfieri non nota la grande varietà dialettale della compagine linguistica spagnola, ciò è addebitabile alla precisa volontà di non tenere affatto in considerazione i dialetti. La corrente di pensiero cui appartiene Alfieri si pone in antitesi con quella emergente al volgere del XVIII secolo che vede nella lingua la realizzazione dello spirito creatore del popolo. La nuova ideologia, di cui Humboldt, solo di pochi anni più giovane dell'Alfieri, si fa portavoce, condurrà nel XIX secolo alla riscoperta, o meglio alla rivalutazione, delle locutiones naturales. Queste erano state bandite in età classica dalla concezione elitaria del � e quindi della Latinitas, che fu ripresa nel Medioevo e durante il Rinascimento, per culminare nell età razionalista con la grammaire raisonnée di Port Royal, la quale oramai trasferisce al francese le prerogative che erano appartenute al latino. La tradizione epistemologica cui Alfieri s'ispira si dimostrò allora quella perdente, ma il suo carattere essenzialmente conservatore non ha mancato di farla riemergere nel XX secolo, nelle proposte di Saussure e, poi, di Chomsky, dopo quella parentetica interruzione romantica e positivista che non aveva sinora permesso di valorizzare il viaggio alfieriano come avvenimento linguistico-culturale. [53]



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El Superbi Colli de Castiglione y la poesía española de ruinas en el Siglo de Oro

José María Ferri Coll

Universidad de Alicante

     La expresión poética de las ruinas a partir de 1500 refleja el advenimiento de una nueva mentalidad, que se aleja de la presentación de éstas como exemplun, esbozada ya en el siglo XIV por Petrarca. Dos poemas, de los muchos compuestos en aquellos años, alcanzaron gran eco en la literatura europea posterior. Se trata del epigrama �De Roma�, escrito por el palermitano Giano Vitale, y del soneto Superbi colli, de Baltasar de Castiglione. Ambos poetas comparten el deseo de restaurar la Roma imperial, acrecentado durante el papado de Juan de Médicis, León X (1513-1521). En la literatura española, es más temprana e importante la presencia del soneto de Castiglione, según se mostrará a continuación.

     La poesía española de ruinas en el Siglo de Oro(125) ha sido estudiada en un principio como el resultado de la imitación del soneto de Castiglione mencionado. Los trabajos pioneros en esta investigación nacen con nuestro siglo y han mantenido su vigencia hasta hace pocos años. A. Moret-Fatio(126) y R. Foulché-Delbosc(127) señalan la existencia de una cadena poética de imitaciones sucesivas que principa en el poeta toscano y se extiende a lo largo de los siglos XVI y XVII. El primero de los críticos citados muestra el soneto de Cetina Excelso monte como iniciador de la tradición de imitaciones del poema del autor de El cortesano. El segundo añade, asimismo, una nueva línea de imitación a partir del [54] soneto de Rey de Artieda Sacros collados. Considera que toda esta literatura es �décalque� o �paraphrase� del soneto de Castiglione. A mediados de este siglo, J. Fucilla(128) completa los trabajos de Morel-Fatio y Foulché-Delbosc con nuevos textos que siguen el rastro del Superbi colli. Ofrece Fucilla una verdadera antología del género de ruinas. Asimismo, desmiente la línea de imitación a partir del soneto de Rey de Artieda mencionado atrás. Llegados a este punto de la investigación positivista, parecía que toda la poesía española de ruinas era consecuencia directa o indirecta de la imitación del soneto de Castiglione. Esta conclusión sólo puede dificultar una comprensión correcta de las dimensiones del género en España. Así pues, a medida que nos acercamos a los años setenta de nuestro siglo, nuevos trabajos de investigación descubren distintos hitos en la práctica poética de las ruinas, sin desmerecer la importancia del Superbi colli, pero sin agigantarla gratuitamente. Wardropper(129), Vranich(130), Lara Garrido(131), Cabello Porras(132), y López Bueno(133) comienzan a discutir las posturas positivistas de Morel-Fatio, Foulché-Delbosc y Fucilla, al tiempo que apuntan la necesidad de estudiar el desarrollo del tema en la poesía española de una forma amplia. Se reconoce así la existencia de diversas posibilidades formales y significativas que van más allá del Superbi colli.

     La importancia histórica del soneto de Castiglione es indiscutible. No parece, sin embargo, tan obvia la interpretación dada a su descendencia poética. Se ha de entender que la imitación, y no el plagio, es un procedimiento de elaboración literaria tan lícito en la época como la creación original. En este sentido, un poeta que imitara un lugar común clásico podía ser más famoso y reconocido que su creador, aunque en el uso de la mayoría de tópicos, discernir sobre quién ha sido el primero en utilizarlos tampoco resulte fácil ni cierto. Se debe privilegiar, por ello, una línea de investigación, en la cual lo importante sea la estética de la imitatio y no el hecho de que ésta se produzca. [55]

     En el caso que nos ocupa, Castiglione se inspira en el poema neolatino de Lazzaro Bonamici Vos operum antiquae moles, collesque superbi. La imitación sólo afecta a la primera parte del texto neolatino, ya que el resto del poema no se ajusta al modelo. �Qué ha ocurrido? Castiglione ha identificado las ruinas, exteriores, con su propio estado amoroso, real o ficticio, y ha mezclado ambos sentimientos. Conserva el poeta toscano la enumeratio (�teatri, archi, colossi, opre divine�, etc.) del poema de Bonamici (�vosque triumphales arcus, caeloque colossi�, etc.), y el sintagma Superbi colli (Colles superbi). La novedad, por consiguiente, reside en la estructura fijada por Castiglione, en virtud de la cual la materia poética queda dividida en los dos cuartetos y el primer terceto, en los que se introduce el contraste entre el presente y el pasado, sin que falte cierta melancolía en la reflexión sobre el paso del tiempo; y en el último terceto, donde la contemplación de las ruinas se asocia a la situación personal del poeta. La impronta que el poema italiano ejerció en su descendencia española posterior radica en la modulación final con respecto del dechado.

     Las Anotaciones de Herrera, aparecidas en 1580, contienen impreso el soneto de Garcilaso de la Vega Boscán, las armas y el furor de Marte. El erudito sevillano explica su fuente:

                La imitación de este soneto parece que es de aquel tan celebrado que compuso el conde Baltasar Castellón, y tradució en español Cetina con grande espíritu(134).           

     El soneto de Cetina mencionado por Herrera es el conocido Excelso monte, do el romano estrago, del que el erudito sevillano afirma que está inspirado en el Superbi colli y no en los clásicos latinos o en la contemplación real de las ruinas de Cartago, donde existe la posibilidad de que estuviera Cetina(135). Herrera, al enjuiciar el valor literario del soneto, afirma:

                Basta que lo trasladó ilustremente, y que es uno de los buenos sonetos que tiene la lengua española(136).           

     El poeta español canta las ruinas de Cartago en lugar de las romanas de Castiglione. Tres explicaciones pueden darse para este cambio del emplazamiento geográfico. El recuerdo del soneto de Garcilaso, las campañas militares llevadas a cabo en África bajo el reinado de Carlos V, y la cercanía del saco de Roma, que aún podía despertar suspicacias entre los coetáneos de Cetina, son causas suficientes para comprender la sustitución de la cuidad italiana por la norteafricana. [56]

     Llegados a este punto, podemos trazar una suerte de comparación entre los tres últimos sonetos citados. Garcilaso suprime los aspectos retóricos de la realización textual del tópico: enumeratio, sintagma Superbi colli, aunque mantiene su contexto: contemplación de las ruinas y su significado (la vanitas humana y el correr del tiempo). Al igual que Castiglione, incardina el tópico en el sentimiento amoroso. Más tarde, Cetina traduce fielmente el modelo de Castiglione, pero sustituye Roma por Cartago. En los tres sonetos, el motivo del tempus fugit es fundamental. Se produce inevitablemente la comparación entre el presente y el pasado, del cual sólo quedan las señales o el nombre (en Castiglione �che'el nome sol di Roma anchor tenete�, en Garcilaso �sólo el nombre dejaron a Cartago�, y en Cetina �y ahora sólo vemos las señales�). Al poeta, entonces, no le queda otro remedio sino esperar que el mismo tiempo que ha destruido la magnificencia y el valor antiguos venza los males de su amor. Naturalmente, la consolatio final no es nueva en la literatura, ni tampoco exclusiva. Se citan a continuación dos ejemplos significativos. En el año 45, Servio Sulpicio escribe a Cicerón una carta, mediante la cual intenta consolarlo por la muerte de su hija Tulia. Servio Sulpicio transmite a Cicerón la reflexión sobre la vanidad humana que le ha evocado su visita a las ruinas de Egina, Megara, el Pireo y Corinto. Ante toda esta destrucción, �qué valor tiene la vida de una niña?:

                [...] tantos varones ilustres murieron, tanta ruina castigó el poder del pueblo romano, todas las provincias fueron arruinadas, �tanto te acongojas, si sobrevino la pérdida de la pequeña alma de una niña?(137)           

     En el caso contrario, se puede situar un texto de Giovanni-Battista Spagnoli. Éste escribió, al morir en 1499 su discípulo Alessandro Cortese, un poema en el que las ruinas de Roma sirven de fondo para elogiar al joven fallecido. En los últimos versos, se muestra el estado de ánimo del poeta, que no halla consuelo ni en la contemplación de las ruinas de Roma: �Nada, sin embargo, entre ilustres glorias de tanto esfuerzo/complace los días: nada hay que suavice mi amargura�(138).

     Entre estos ejemplos, se puede afirmar que Herrera divulga en los círculos culturales sevillanos del Quinientos el Superbi colli y sus primeras imitaciones en castellano. La impronta herreriana es fundamental para el desarrollo del topos en la poesía española de finales del siglo XVI y principios de la centuria siguiente, dado el debate que precede a la publicación de las Anotaciones, según ha demostrado Vranich: [57]

                Leyendo las Anotaciones hay pruebas de sobra de que colaboraban activamente con Herrera una media docena de amigos, y que muchos de los cánones de la nueva poesía sevillana fueron forjados a yunque en largas discusiones; y no hay duda de que el manuscrito del libro se leyó con mucho cuidado antes de ser mandado a la imprenta [...](139)           

     En los últimos años del siglo XVI, el tema de las ruinas ya aparece en la Academia valenciana de los Nocturnos (1591-1594). Gaspar Aguilar y Manuel Ledesma leen los sonetos titulados �A las ruinas de un pensamiento� (sesión número 25) y �A las ruinas de Sagunto� (sesión número 30), respectivamente. En ambos, encontramos ecos del Superbi colli. La presencia de las ruinas en el círculo literario de los Nocturnos es relevante por varias razones. En primer lugar, el hecho de que el tema llegue a una academia revela su alto grado de cristalización, si se tiene en cuenta que las convocatorias academicistas privilegian la imitación de los más notables temas, autores, corrientes estéticas, etc. De este modo, la academia se convierte en el reflejo más palmario de la realidad literaria del momento. En segundo lugar, aunque el soneto de Ledesma remede la traducción cetiniana de Castiglione, y el de Aguilar el soneto de Cetina Si de Roma el ardor, si el de Sagunto, es preciso apuntar quela imitación queda tamizada por los intereses de sus autores. Ledesma inicia el paradigma nacional, al emplear la antigua Sagunto como ejemplo del valor antiguo hispano y de la inconstancia de la fortuna. Aguilar utiliza el paradigma mixto, mezclando las ruinas nacionales de Sagunto y Numancia con las clásicas de Troya y Cartago. Ambos poetas se sirven de la estructura de Castiglione, en virtud de la cual el último terceto recoge la peripecia sentimental del autor, combinada con el ejemplo de las ruinas. En esta ocasión, sin embargo, no existe consolatio. Ledesma une su dolor personal al que siente ante la contemplación de las ruinas:

                                  Aquí vengo a llorar todos los días
las envidiosas causas de tu guerra,
y el amargo destierro de mi vida(140).

     Aguilar compara el fuego amoroso de su pasión, que se enciende una y otra vez después de ser apagado, con las ruinas que no vuelven �a su primer estado�:

                                  mas esta Babilonia donde muero,
después de ser mil veces derribada
otras tantas ha vuelto al ser primero(141). [58]

     En el siglo XVII, el tópico de las ruinas adopta un notable sesgo ético-moral, fruto del advenimiento de los principales valores barrocos, tales como el desengaño, la muerte, la fugacidad de la vida, etc. La historia del motivo, en este camino, nos lleva siempre desde las imitaciones más o menos formalistas de modelos neolatinos o italianos hasta la expresión de un contenido moral. Los herederos poéticos de Herrera son los responsables de la transmisión del tópico y de su adensamiento conceptual. En este sentido, podemos afirmar que el Superbi colli deja de ser modelo directo, una vez convertido en lugar común, patrimonio de una gran caterva de poetas. Ahora lo más importante no es reproducir el dechado, sino el lugar común que éste ha alentado. El inventario de imitaciones del Superbi colli creado por Foulché-Delbosc, ampliado y corregido por J. Fucilla años más tarde, no muestra, como querían ambos estudiosos, una cadena poética de imitaciones sucesivas, sino el resultado de expresar originalmente un lugar común fijado por Castiglione.

     El soneto de Argujo Este soberbio monte y levantada es buen ejemplo de lo dicho antes. Reproduce el sintagma Superbi colli, sigue igualmente la idea cetiniana de que los muros de Cartago han sido derribados por el tiempo, y utiliza las ruinas de la ciudad africana en lugar de las de Roma. Sin embargo, añade la gran innovación formal de la poesía de ruinas del siglo XVII, la fórmula deíctica de arranque(142), inspirada en el soneto herreriano Esta rota y cansada pesadumbre, que culmina en la famosa Canción de Rodrigo Caro. Asimismo, el final sorprende por su total desavenencia con el modelo(143):

                                  Que mucho más creció vuestra memoria
porque fuistes del tiempo derribados,
que si permaneciérades seguros(144).

     La nueva forma de iniciar el poema tiene una razón pragmática. Las ruinas ahora no son de inspiración libresca, sino realmente vividas. De ahí que la deixis ad oculos inicial sirva para mostrar la presencia de Itálica. Este segundo grado de explotación del lugar común nos aleja más del Superbi colli. Dos ejemplos muy significativos encontramos en los sonetos de Medrano, Estos de pan llevar campos ahora, y de Rioja, Estas ya de la edad canas rüinas. Según Foulché-Delbosc, en su artículo citado, el poema de Medrano está inspirado en el Sacros collados, sombras y ruinas, traducción de Rey de Artieda del Superbi colli, mientras que el de Rioja sigue la línea de Cetina. Ya hace medio siglo que Fucilla, en su artículo ya comentado, censuró tal parentesco, negando la cadena de imitación a partir de Artieda, y matizando la cetiniana. Encuentra Fucilla en [59] unos versos de la Gerusalemme liberata de Tasso la fuente del soneto de Rioja mencionado atrás:

                                  Giace l'alta Cartago; appena i segni
dell'alte sue rovine il lido serba;
muoiono le città, muoiono i regni,
copra i fasti e le pompe arena ed erba.
E l'uomo d'esser mortal par che si sdegni,
oh nostra mente cupida e superba!(145)

     El texto de Rioja, a diferencia del Superbi colli, muestra una preocupación moral que puede estar inspirada más en la influencia de las corrientes senequistas de ese tiempo que en el poema de Tasso. Sea como fuere, la desviación del modelo cetiniano es patente. Rioja ve en las ruinas �hierba i silencio i horror vano�, tríada de elementos, unidos mediante polisíndeton y distribuidos desde lo material hasta lo intangible, que fijan el punto de atención del vate sevillano en la ausencia: una sensación de oquedad que no puede encubrirse: �I temo? �I no presumo que mis males / assí a igual fenecer los encaminas?�(146), al contrario que la expresión segura de Cetina: �gran remedio a mi mal es vuestro ejemplo�.

     Ninguna relación encontramos entre el soneto de Medrano Estos de pan llevar... y el de Rey de Artieda Sacros collados... Diferencia a ambos poemas el hecho de que Medrano culmina en sus versos la experiencia personal de la contemplación de las ruinas de Itálica, próxima a su heredad de Mirarbueno, mientras que Rey de Artieda traduce a Castiglione. Medrano utilizalas fórmulas deícticas más famosas del momento e introduce en el último terceto una nota amorosa, pero no consolatoria, como en el caso de Rey de Artieda, sino de resignación:

                                  Pues si vencen la edad y los estremos
deel mal, piedras calladas y sufridas,
suframos, Amarilis, y callemos(147).

     Compárese con el último terceto del soneto de Rey de Artieda:

                                  Viviré, pues, con mi dolor contento,
que si con todo el tiempo da por tierra,
también dará al través con mi tormento(148).

     En la mayoría de composiciones que recuerdan el Superbi colli, la imitación es sólo superficial y no afecta ni a la forma ni al contenido del poema, como ocurre en la Canción a las ruinas de Itálica, de Rodrigo Caro. En sus cinco redacciones conocidas, se encuentran detalles del soneto de Castiglione, tales como �reliquias espantosas� (�reliquie miserande�), en la primera y [60] segunda redacción (En las restantes, �lastimosa reliquia�); �fábrica divina� (�opre divine�), en la segunda redacción, etc. Sin embargo, no existe ningún parentesco profundo entre ambas composiciones, fuera de un conjunto de sintagmas y expresiones fosilizadas ya entonces. En este sentido, se puede afirmar que la Canción está incardinada en el círculo poético sevillano de finales del siglo XVI y comienzos del XVII. Participa, junto a los poetas sevillanos de este tiempo, del sentimiento de la melancolía por el pasado, comparte su retórica expresiva y la reflexión moral, e incluso su poema es el resultado de la contemplación directa de las ruinas de Itálica. En la Canción, por consiguiente, debe leerse el interés arqueológico de su creador hacia la Antigüedad romana, la inspiración que Itálica ejerce en el poeta de Utrera, y la lectura de poemas contemporáneos, como el soneto de Medrano citado antes. Todo ello, tamizado por un espíritu erudito y emprendedor, desemboca en un poema que puede considerarse verdadera síntesis del sentimiento de las ruinas en la poesía española del siglo XVII, ya muy lejos del Superbi colli.

     En 1634, Lope de Vega imprime el poema Soberbias torres, altos edificios, compuesto �A imitación de aquel soneto Superbi colli�, en las Rimas humanas y divinas del Licenciado Tomé de Burguillos. La parodia de Lope también fue imitada por el francés Scarron. El tiempo aparece tratado de forma inversa al modelo original. Deja de ser una preocupación y se convierte en un asunto intrascendente que sólo afecta a un hecho cotidiano, como se desprende del último terceto:

                                  �oh gran consuelo a mi esperanza vana
que el tiempo que os volvió breves rüinas
no es mucho que acabase mi sotana!(149)

     El rebajar un asunto trascendente, como el amoroso, hasta los límites de la vulgaridad da un giro completo al tema, pero refleja también su calcificación e incardinación en los motivos poéticos del Seiscientos. Lope presenta un lugar común desgastado por el paso del tiempo y la acción de la mimesis. Quede claro, no obstante, que la parodia no afecta al género de ruinas, sino a las imitaciones directas del Superbi colli. Recuérdese, si no, que por los mismos años en que aparece el soneto de Lope, cuaja la quinta y última redacción conocida de la Canción a las ruinas de Itálica.

     Antes de acabar, se hace necesario apuntar tres conclusiones fundamentales que se coligen de la presencia del soneto de Castiglione en las letras castellanas del Siglo de Oro. En primer lugar, el Superbi colli inaugura en el Renacimiento español la posibilidad de mezclar dos motivos especialmente significativos para el hombre de aquella edad: las ruinas, veneración del valor de las civilizaciones antiguas, y el amor, sentimiento sublime de inspiración petrarquista. En segundo lugar, el modelo italiano sufre modulaciones considerables [61] desde sus primeras manifestaciones en castellano, tanto en su forma como en su contenido. Estos cambios siguen de cerca el contexto histórico. Se privilegia la línea de evolución que va desde la imitación de ruinas literarias únicamente, hasta la contemplación real de las ruinas; desde la expresión más vacía de contenido ético, hasta una creación teñida de elementos morales. Finalmente, no se puede pensar que toda la poesía áurea de ruinas en castellano sea deudora del Superbi colli, o que la imitación del dechado genere una cadena poética de eslabones sucesivos que expliquen la presencia del género en España. Se debe entender, en sentido opuesto, que la explotación del lugar común responde a una necesidad universal de indagar sobre la vanidad de la vida de los hombres y los límites de su especie. El ejemplo de Castiglione otorga licitud poética a tal indagación.

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